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SHERIDAN
Saltapatrs
HISTORIA DE UN
PERDN
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LETRAS LIBRES
ABRIL 2016
Observ un poco en semanas pasadas la trcala trepidante propia de las expediciones papales al Mxico
esperanzado: las msicas de aspartame y las arquitecturas de paspart, las multitudes ululantes y aleladas, los desfiles de obispos que usan incienso como
desodorante y hostias como botana; los politiquillos
con sus aureolas de circunstancia, hechas de saliva y
mocos. Y en medio de todo eso, claro, la inevitable
buena gente meritoria.
Me fastidi especialmente esa mercadotecnia del
perdn que llenaba primeras planas: el papa pidi perdn a los indgenas, que lo perdonaron; luego perdon a los legionarios de Cristo que, a su vez, pidieron
perdn a Diestra y a Siniestra que, ni tardas ni perezosas, los perdonaron lo mismo que a Estos y a Aquellos
que, por no dejar, pidieron perdn a All y a Acull
y aun a Etctera, que como su nombre lo indica suele
perdonarlo todo. Y Mxico se volvi a ganar el rcord
Guinness de otorgar y recibir perdn.
No ignoro que la idea del perdn es compleja en las
religiones monotestas, pero no deja de intrigarme el
veloz trmite para otorgarlo, basado en un arrepentimiento cuya sinceridad es a tal grado inescrutable que
solo Dios est facultado para poner el examen de evaluacin. Desde mi catecismo pueril me intrigaba que
morir en pecado mortal pudiese condenar al justo
vitalicio que comete un solo error circunstancial al
fuego eterno, mientras que un arrepentimiento oportuno enviase al paraso al pecador consuetudinario.
Entre la tolvanera papamvil, una casualidad
quiso que me topase con unos cuentos alusivos que
narra Guillaume Apollinaire quien, como yo, pas su
infancia en escuela de maristas (yo no perdono) y a
quien, como a m, la religin tambin se le deshilvan