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El término "división digital" es utilizado y definido como resultado del diferente acceso
al uso y disponibilidad de la infraestructura de comunicación, el desarrollo tecnológico
y las aplicaciones y servicios. Sin embargo, algunos estudios (García Carrasco y otros,
2002) muestran como el análisis de estas diferencias entre países no puede estar basado
únicamente en criterios económicos, siendo que también existen otras "brechas" de tipo
social, cultural y generacional. En definitiva, "una vez que toda la información está en la
red, una vez que el conocimiento está en la red, el conocimiento codificado, pero no el
conocimiento que se necesita para lo que se quiere hacer, de lo que se trata es de saber
dónde está la información, cómo buscarla, cómo procesarla, cómo transformarla en
conocimiento específico para lo que se quiere hacer. Esa capacidad de aprender a
aprender, esa capacidad de saber qué hacer con lo que se aprende, esa capacidad es
socialmente desigual y está ligada al origen social, al origen familiar, al nivel cultural y
al nivel educativo" (Castells, 2001).
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través de los medios electrónicos, son elementos de importancia para el desarrollo de
competencias ciudadanas.
Diversos autores (Cassany, 2002; Gutiérrez, 2003; Majo y Marqués, 2001; Millán,
2000; Rodríguez, 2004) han puesto de relieve que cualquier proceso de entendimiento y
construcción de la sociedad de la información debe hacerse sobre una activa
participación social de la población, la cual se desarrolla en el actual escenario mundial,
con el uso intensivo de las herramientas informáticas. Sin embargo, para un desarrollo
socialmente integrado, tales usos requieren un proceso de alfabetización digital.
Una persona se considera alfabetizada cuando en su vida cotidiana puede leer y escribir,
comprendiéndola, una oración corta y sencilla [...]. La alfabetización funcional se
refiere a aquella cuando una persona puede realizar todas las actividades necesarias para
el funcionamiento eficaz de su grupo y comunidad, y que además les permite continuar
usando la lectura, la escritura y el cálculo para su propio desarrollo y el de su
comunidad (Contreras, 2000).
El término alfabetización digital presenta una gran diversidad de definiciones entre las
cuales una informal pero muy clara afirma:
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En nuestro caso, entenderemos la alfabetización digital en un sentido amplio,
considerando las siguientes características:
Valoración de las herramientas del sistema como apoyo a los formatos tradicionales del
contenido.
Las coincidencias que planteamos las resumiremos en un cuadro comparativo entre las
características de la alfabetización digital y los ejes procedimentales desarrollados por
Pozo y Postigo.
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Como podemos observar, las demandas que plantea Gilter en relación a la
alfabetización digital tienen un correlato con las estrategias procedimentales que
plantean Pozo y Postigo, lo que nos permite reconceptualizar los procedimientos en una
dinámica de utilidad, al menos en dos sentidos. Por un lado, identificar los instrumentos
informáticos para el desarrollo de los procedimientos en un sector curricular
determinado; por otro, el diseño de estrategias cognitivas a través del manejo eficiente
de los contenidos escolares, habilidades que demanda la alfabetización digital.
Bibliografía
BEREITER, C. (2002): Education and Mind in the Knowledge Age, Londres, LEA.
BOLÍVAR, A. (2005): "La ciudadanía a través de la educación", en Seminario del año europeo
de la ciudadanía a través de la educación, Madrid, MEC.
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Learning", en Educational Researcher, n.º 41, pp. 32-42.
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Application of Fuzzy Theory", en P. Lajoie y S. J. Derry (eds.): Computers as Cognitive Tools,
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GUTIÉRREZ, A. (2003): Alfabetización digital: algo más que ratones y teclas, Barcelona,
Gedisa.
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Participatory Citizenship in the Elementary Social Studies Classroom", en
<http://www.futurelab.org.uk/research/reviews/cit02.htm> [consulta: ago. 2006].
PEDRÓ, F. (2003): "¿Dónde están las llaves?", en VV.AA.: Aprendiendo a ser ciudadanos.
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RODRÍGUEZ ILLERA, J. (2004): "Las alfabetizaciones digitales", en Revista Bordón, n.º 56.
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Juan Pablo Medina de la Cruz
Con motivo del curso “Valora tu juego, educa tus movimientos” un proyecto de
Educación en Valores a través del Ajedrez organizado por el Espacio para la Creación
Joven, se han desarrollado en nuestro centro varias partidas simultáneas de Ajedrez con
alumnos de educación secundaria y bachillerato, se pretendía dar a conocer el curso y
motivar la participación de los alumnos. El curso persigue, según sus organizadores, que
los jóvenes consigan aprender valores de una forma indirecta a través del juego del
Ajedrez y la convivencia en grupo.
Para contribuir a fomentar valores a través del Ajedrez lo mejor es aprender y jugar,
para ello os propongo:
Flashchess3, un pequeño juego en flash que permite jugar on line o descargar el juego
en el ordenador, dispone de tres niveles de dificultad.
Chesspark, una comunidad on line que pretende atraer aficionados al mundo del
ajedrez para, con el uso de las nuevas tecnologías, difundirlo y hacerlo mas accesible.
Chesspark permite, previo registro gratuito, aprender y jugar.
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En el pensamiento clásico, este proceso se da en la relación sujeto cognoscente-objeto
cognocido. Pero el sujeto y el objeto nunca se funden en este proceso, ya que si se
fundieran, dejando de ser dos, no habría conocimiento. Siempre debe mantenerse la
dualidad sujeto - objeto.
Esa dualidad se nos aparece en primer término como una relación; Esta relación que
existe entre ambos es el conocimiento. Posteriormente vemos que estos dos términos de
la relación por su vinculación son una correlación: El sujeto es sujeto para el objeto y el
objeto es objeto para el sujeto. No puede pensarse uno sin el otro ni el otro sin el uno, de
la misma forma que no entendemos derecha sin izquierda. Se necesita esta
contraposición para que haya conocimiento.
Los seres dotados de conocimiento, se caracterizan por el hecho de estar abiertos a los
otros seres, captando y asimilando las formas y cualidades ajenas, pero en tanto el
“otro” es “otro” y mantiene su individualidad.
El sujeto realiza una actividad, que es la de salir de sí hacia el objeto para captarlo como
pensamiento. El objeto tiene también un rol activo, porque va hacia al sujeto y a través
de los sentidos se va imprimiendo en él y modificándolo en el todo, por lo que el
objeto determina al sujeto. Esta determinación es el pensamiento.
En esta dirección, definir el rol de la educación no es tarea fácil. Muchas han sido las
concepciones y teorías con respecto a la función de la educación en la sociedad y en la
formación del hombre. Tomando solo dos ejemplos, Emile Durkheim y Paulo Freire,
podremos ver las diferencias en las posturas que puede haber sobre el tema.
Emile Durheim, consideraba que la educación tenía una función social con orientación
única: Adaptar al niño al ámbito social, debiendo el educador utilizar su autoridad
sobre el educando para trasmitirle las pautas y valores morales de la sociedad en la cual
se encuentra. El educando cumpliría un rol pasivo en el proceso de educar, quedando
la educación reducida a una adaptación metódica a la sociedad.
Se considera que los primeros filósofos que expusieron la cuestión de los valores fueron
Herbart y Lotze, pero fue Husserl el que halló un mundo de entes ideales,
independientes de la realidad concreta, que se relacionan entre sí, teniendo la virtud de
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poder ser captados mediante la intuición intelectual y con la características de la
intemporalidad y de la inespacialidad
Max Scheler, a diferencia de Husserl, consideró a los valores como realidades que “se
sienten” permitiendo tener una experiencia con ellas, es decir que no se captan como
actos de conocimiento sino como una intuición emocional. Entonces, los valores serian
las realidades captadas por la intuición emocional, pero sin dejar de ser cualidades
puras inespaciales e intemporales.
Si debemos depender de algo sin duda que la mejor dependencia será la de los valores,
conforme a lo dicho en el “Curso de introducción a las disciplinas filosóficas” de José
L. Fernández Marcantoni:
“Aunque desapareciesen todos los seres que los realizan, aunque no hubiese hombres
capaces de ser generosos, valientes, organismos capaces de ser sanos, seres capaces de
ser bellos, los valores continuarían subsistiendo como realidades ideales, como esencias
valiosas. Y en todo tiempo ellos conservarán su propio valer, su propia jerarquía. Así, la
generosidad seguirá siendo eternamente mas valiosa que el egoísmo, aunque todos los
hombres se vuelvan egoístas y esta sea la norma corriente en la conducta”.
Para la teoría clásica, el bien moral es el que obliga al ser humano a realizar
determinados actos, no dependiendo de nosotros en sus formulaciones, o sea que a los
valores “se los experimenta”. Siguiendo esta línea de pensamiento, Scheler reconoce,
coincidiendo con el deber ser de Kant, que los bienes al ser incognoscibles no pueden
obligar y por lo tanto deben surgir los bienes morales, que se presentan fuera del sujeto
y de la voluntad humana pero obligando a este, debido a que son verdades inmutables.
Si nadie cumpliese con el deber ser honesto, la honestidad perduraría y nos diría
eternamente “se honesto en tu vida”.
La posesión de estas “realidades” llamadas valores son las que diferencian a un modelo
de líder de un jefe. El jefe es un concepto de la sociología que no implica la
intervención de los valores. Él solo tiene la función de guiar, aunque realice mal su
función, determinando solo acciones o resultados. Totalmente contraria es la misión del
modelo que jamás puede tener una mala intención y que exige un “modo de ser”. En
palabras de Max Scheler (“El Santo, el Genio, el Héroe”) la falta de significación
valorativa del jefe, se debe a que:
“El jefe puede ser un salvador, puede ser un demagogo inescrupuloso; Puede ser un
conductor en un sentido de valor positivo o un seductor, puede ser jefe de una liga de
virtud o de una banda de asaltantes. En la medida en que quiere conducir y tiene
cualquier numero de seguidores, es ¨jefe¨ en el sentido sociológico”.
El modelo de ciudadano implica la idea de valor, debido a que se crea entre este y los
que se identifican con él, una relación de afecto. En palabras también de Max Scheler:
“Todos consideran a su modelo, en la medida en que lo tiene y lo siguen, como lo
bueno, lo perfecto, lo que debe ser”.
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