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Revista Teórica Trimestral

Julio Agosto Septiembre


2009

El Presidencialismo
El presidencialismo, un verdadero cáncer
Por Mario Bunge

Es sabido que hay dos regímenes de gobierno democrático: el parlamentario, de


origen británico, y el presidencial, de estilo norteamericano. También es sabido que
casi todas las repúblicas del Tercer Mundo son presidencialistas.

En el régimen parlamentario, el primer ministro y sus colegas del gabinete son


diputados elegidos por la ciudadanía. Sus poderes están estrictamente limitados y sus
actos son juzgados constantemente, ya que sus opositores les exigen cuentas y los
interpelan todas las semanas en el recinto parlamentario, en sesiones televisadas.

Los gobiernos parlamentarios tienen la gran virtud de ser vulnerables, por lo cual
deben andarse con cuidado: pueden caer de la noche a la mañana por haber perdido
un voto de confianza.

Este peligro o, mejor dicho, esta oportunidad, se da cada vez que el gobierno se
vuelve minoritario. Esto ocurre cuando ha subido en virtud de una alianza de partidos y
luego perdió el respaldo de las agrupaciones que lo han ayudado a llegar al poder.

En este caso, el primer ministro puede cambiar de ocupación, pero conservará su


banca hasta las siguientes elecciones.

Semejante cambio transcurre sin que se dispare un solo tiro, sin que se mande a nadie
al destierro y sin que ni siquiera se gaste dinero en una campaña electoral. La única
erogación que ocasiona la operación de cambio de gobierno puede ser la redecoración
de la residencia del primer ministro.

(Esto ocurrió en Canadá dos veces en el curso de ocho meses: cuando Pierre Elliott
Trudeau, liberal y hombre de mundo, fue derrotado en el Parlamento por Joe Clark,
conservador y provincial, quien a su vez fue sucedido por su predecesor. Al volver,
Trudeau se sintió asqueado por el mal gusto de su rival. Repintar una residencia oficial
cuesta mucho menos que derribar o enjuiciar a un presidente.)

En el régimen presidencial, el primer mandatario nombra los ministros que se le antoja,


y ellos obran to his pleasure , a su gusto, a espaldas de la opinión pública y sin
inquietarse por su futuro político. El presidente puede vetar cualquier proyecto de ley, y
el parlamento no puede exigirles a él ni a sus ministros que comparezcan en cualquier
momento ante los representantes del pueblo para dar cuenta de sus actos. Y si se lo
permite un parlamento amigo o cobarde, el mandalluvias puede gobernar por decreto.
Incluso puede derogar centenares de leyes, como lo hizo en un solo día el anterior
presidente norteamericano.

Si comparece y queda en evidencia, al ministro-lacayo nada le pasa. Podrá ser


acusado de crímenes de guerra, como ocurrió con John McNamara, Henry Kissinger y
Donald Rumsfeld. Pero gozará de la impunidad que le confiere la complicidad con un
mandatario casi todopoderoso.

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En resumen, el régimen presidencial es lo más parecido a una autocracia que puede
darse en una democracia política. No debiera de extrañar, entonces, que la mayoría
de los gobiernos presidencialistas sean dictaduras o, por lo menos, dictablandas.

Tampoco debería extrañar que tantos de esos presidentes y sus ministros saqueen
impunemente el tesoro público, incluso en naciones pobrísimas. Este saqueo no
siempre implica meter la mano en la caja fuerte. Puede consistir en asignar inmensos
trabajos a empresas amigas, a costos fabulosos y sin licitación pública. (Recuérdese
los casos de las legendarias empresas Halliburton, Bechtel y Kroll, amigas de George
W. Bush y de su vice, Dick Cheney.)

Si el presidente cuasiomnipotente es carismático, o si dispone de una buena agencia


de imagen pública o de una eficiente maquinaria de movilización popular, puede
generar el personalismo. Este, a su vez, le permite abusar del poder, como pasó con
tantos personajes sin más visión ni competencia que la necesaria para seguir
aferrados al poder.

El presidente cuasiomnipotente tiende a ser tomado como modelo. Los jóvenes que
quieren triunfar lo copian hasta en sus tics. Si es propenso a la violencia, alienta a los
matones. Si es corrupto, propicia el robo. Si es mitómano, justifica a los mentirosos. Si
es inculto, pone de moda la incultura. En resumen, el mandalluvias torcido imprime su
carácter deforme en toda una generación.

El presidencialismo disminuye todas las instituciones democráticas, empezando por el


parlamento. Hace medio siglo, en pleno auge del PRI, un equipo de politicólogos
mexicanos hizo una encuesta reveladora entre chicos de la escuela primaria. Una de
las preguntas era: "¿Cuál es la función de los diputados?". La respuesta mayoritaria
fue: "Los diputados son los ayudantes del señor presidente". ¡Sobresaliente!

Pocos años después, uno de mis hijos, que cursaba el tercer grado en una buena
escuela mexicana, hizo una monografía sobre la historia del país. Allí escribió: "Las
personas más importantes de la historia mexicana son Hernán Cortés y el presidente
Echeverría". Su trabajo mereció una buena nota.

En aquella época, los mexicanos típicos que tenían alguna queja o pedido se dirigían
al señor presidente, no al parlamentario de su distrito electoral. Y si les fallaba el
presidente, no les quedaba sino la Virgen de Guadalupe.

Entre el Estado y el individuo no había organizaciones no gubernamentales que


defendieran sus derechos.

El presidencialismo no sólo disminuye la democracia y favorece la corrupción, sino que


también da un mal ejemplo que cunde: los dirigentes de todas las organizaciones
tienden a adoptar el estilo presidencialista.

O sea: dan órdenes sin consultar a sus subordinados y menos aún los invitan a que
participen en la toma de decisiones. El jefe de oficina actúa como un tirano, lo que es
particularmente dañino cuando es incompetente.

El resultado del ejercicio de semejante liderazgo antidemocrático es la apatía de los de


abajo: trabajan lo menos posible y no se atreven a sugerir cambios para resolver
problemas. Muchísimo menos todavía piensan en modificaciones para mejorar el
rendimiento de la organización, ya que no la sienten como cosa suya.

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La democracia auténtica es participativa, porque no es otra cosa que autogobierno. La
participación libre (voluntaria) no se puede falsear.

En cambio, la representación puede desvirtuarse de varias maneras: mediante el


fraude, la compraventa de votos, la compra de espacios televisivos, la votación del tipo
"quien saca más votos se queda con todo" (a diferencia de la proporcional), etcétera.

En una organización grande, la participación no puede ser directa: ha de ser


representativa. Pero siempre es posible y deseable subdividir un sistema social grande
en unidades menores. De esta manera, puede asegurarse la participación intensa en
las unidades básica, junto con la representativa en las de orden superior.

Esta democracia, que llamo escalonada, se practica en todo el mundo. Pero, de


hecho, rara vez se consulta a los de abajo sobre cuestiones importantes. Y rara vez se
asciende de petiso de los mandados a director de empresa. Donde domina la
mentalidad presidencialista, los ascensos están al arbitrio del mandamás. Y éste
favorece al leal, o incluso al servil, por sobre el competente.

Son excepcionales las organizaciones en las que rige la meritocracia. En las más,
dominan la autocracia y su fiel compañera, la mediocracia.

Las organizaciones meritocráticas son tan excepcionales que se las puede enumerar:
entre ellas están el ejército ateniense de la época de Pericles, el ejército napoleónico,
en el que "todo soldado lleva el bastón de mariscal en su mochila"; las cooperativas,
las organizaciones no gubernamentales de bien público, tales como las asociaciones
vecinales, la buena universidad, y pará de contar.

Raúl Alfonsín intentó, en la reforma constitucional de 1994, avanzar hacia un régimen


parlamentario, pero su empeño no tuvo resultados en la práctica. Se explica: un
régimen parlamentario no da cabida a un mandatario omnímodo, sea populista como
Perón o plutocrático como los Bush.

Se objetará que el parlamentarismo no es garantía de buen gobierno. Es verdad. La


perfección es prerrogativa de la matemática y del arte. Hay por lo menos dos maneras
de desvirtuar el régimen parlamentario. Una es combinarlo con el presidencial, como
ocurre en Francia. Si ambas ramas pertenecen al mismo partido, pueden funcionar. De
lo contrario, los parlamentarios gastan más tiempo peleando entre sí que legislando.
(Esto sucedió durante la última fase del "gobierno de cohabitación" del presidente
socialista François Mitterrand con el jefe de gabinete conservador, Jacques Chirac.)

Otra manera de desvirtuar el parlamentarismo es elegir un parlamento sumiso, que se


limite a aprobar todos los proyectos que le proponga el presidente. En este caso, el
parlamentarismo apenas se distingue del presidencialismo, porque, de hecho, el
parlamento no cumple su papel específico.

En todo caso, es más fácil corregir errores y evitar delitos políticos cuando el poder se
distribuye que cuando se concentra. Esto se debe, en parte, a que el poder se debilita
al diluirse (democratizarse). Y también a que el poder compartido incluye el debate y la
transparencia.

En resumen: el presidencialismo es un cáncer que tiende a la metástasis en toda la


sociedad. Habiendo fracasado desde su origen, en 1776, es hora de reemplazarlo por
el parlamentarismo, el que invita a intensificar la participación, que es el carozo de la

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democracia auténtica. Además, divide menos y cuesta mucho menos. Aliente el
parlamentarismo y ahórrese unos pesos.

Tercera temporada del cuentacuentos

Faraónico show del tercer Informe


Carlos Fernández-Vega

Ya llegó, ya está aquí, la tercera temporada del cuentacuentos de Los Pinos. Si nada
tiene que hacer este martes primero de septiembre de 2009 (por ejemplo, salir en busca
de empleo o algo que se le parezca; ir al Monte de Piedad para empeñar algún bien y
conseguir con qué defenderse unos días más; pedir prestado al vecino, aunque conozca
la respuesta; recurrir al trueque para completar la comida, o deportes similares),
diviértase con las fábulas contenidas en el llamado tercer Informe de gobierno.

Antes de la puesta formal en escena, este personaje chocarrero ha ofrecido algunos


adelantos: “una vez superada la crisis, tendremos una economía más fuerte y más
dinámica, una economía que atraiga inversión y genere los empleos que tú y tu familia
tanto necesitan… Estamos golpeando, con decisión y sin distingos, a todos los grupos
criminales… Los mexicanos estamos alcanzando la cobertura universal de salud: hoy,
gracias a que se ha triplicado el presupuesto del Seguro Popular en tres años, 10
millones de familias que no pertenecen al Seguro Social o al ISSSTE ya pueden tener
un seguro que cubra sus gastos médicos y tengan los servicios de salud que se merecen,
sin tener que endeudarse…”

Las dos primeras frases chuscas, citadas líneas arriba y repetidas a lo largo de sus 33
meses de estancia en Los Pinos, han hecho llorar a los mexicanos (no precisamente de
risa), pero la tercera resulta llamativa: de acuerdo con el Inegi, cada familia mexicana
está conformada por 4.3 integrantes, en promedio; entonces, si el Seguro Popular
atiende a 10 millones de familias, el IMSS a 13.9 millones y el ISSSTE a 2.5 millones,
resulta que más de 113.5 millones de mexicanos tienen cobertura universal de salud,
aunque oficialmente el país esté habitado por poco más de 107 millones, de tal suerte
que la jocosa fábula calderonista se excedió por algo así como 6 millones de paisanos
no natos.

Las anteriores, sin duda, no serán las únicas gracejadas incluidas en el tercer Informe de
gobierno, pero sirvan de botana las relativas a los logros económicos, a los golazos
contra el crimen organizado y a la cobertura universal de salud para gozar íntegramente
el show, y una vez concluido el espectáculo sean los mexicanos tan amables de
comparar su lacerante realidad cotidiana con lo dicho por el locutor de Los Pinos, y de
inmediato querrán vivir en el país de las fábulas, en calderolandia.

Más allá de las fábulas, el inquilino de Los Pinos no tiene absolutamente nada que
transmitir a los mexicanos, nada que presumir, nada que informar sobre el estado que
guarda la nación, porque son los habitantes de este heroico país quienes sufren en carne
propia lo que el michoacano (con el perdón de los originarios de ese bello estado)

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pretende esconder: la terrible realidad económica, política y social, y la deplorable
ineficiencia gubernamental, mientras el austero cuentacuentos se sirve con la cuchara no
grande, sino enorme de los dineros públicos para inflar su presentación mediática y
defender lo indefendible. Mientras recorta presupuestos fundamentales para el
desarrollo nacional, como el educativo, destina millones y millones de pesos del erario a
su faraónico show del tercer Informe.

¿Qué informará a la nación? Que México está en marcha, vamos por el rumbo correcto
y avanzamos en la dirección correcta. Ya lo dijo en el primer Informe. Que la política
económica ha buscado crear las bases para impulsar una economía competitiva y
generadora de empleos, mediante estrategias dirigidas a fomentar la inversión
productiva, ampliar las capacidades de las personas y promover un mayor crecimiento
de la productividad. También lo expresó en la primera temporada. Que hemos actuado
con firmeza y decisión para fortalecer el estado de derecho y garantizar la seguridad
pública en todo el país como condiciones indispensables para el desarrollo. Ídem.

O tal vez que han sido exitosas las medidas contracíclicas adoptadas durante 2008 por el
gobierno federal para hacer frente a un entorno económico externo adverso, aunque ya
lo dijo en el segundo Informe. Que la transformación de nuestro país está en marcha y
avanza en la dirección correcta, aunque falta mucho camino que recorrer y que la crisis
es internacional, es posible, pero ya lo aseguró en los dos informes previos. Igual
presumirá sus cinco grandes vertientes de gobierno (estado de derecho y seguridad,
economía competitiva y generadora de empleos, igualdad de oportunidades,
sustentabilidad ambiental y democracia efectiva y política exterior responsable), y sus
respectivos logros, pero ese sketch lo utilizó en ocasiones anteriores.

¿De qué, entonces?, porque difícilmente informará que en apenas dos años y fracción –
su estancia en Los Pinos– alrededor de 10 millones de mexicanos se sumaron a la
pobreza, para llegar a 55 millones el número de paisanos hundidos en tal condición; que
el desplome económico mexicano es histórico y brutal, y su consecuencia social aún
mayor; que la tasa oficial de desempleo abierto se incrementó 71 por ciento en ese
periodo; que en igual lapso un millón 200 mil paisanos fueron incorporados a la
desocupación absoluta, para totalizar 2.8 millones; que el blindaje económico fue de
saliva, y de papel el navío de gran calado; que el prometido nunca más otra crisis fue
una crueldad de su parte y que en 2009 la economía mexicana ocupará el último lugar
en América Latina y uno de los más bajos en el mundo; que su política anticíclica no
sirvió para nada y que de nada sirve su gobierno. ¿De qué, pues?

Habrá que leer el Informe del cuentacuentos y estar atento al show, mientras los
estrategas de Los Pinos descaradamente transgreden la privacidad telefónica de muchos
mexicanos (pagada puntualmente a Telmex) con el servicio de call center por ellos
contratado para difundir resúmenes y avances del tercer Informe de gobierno. En no
pocos casos, y para que no los jodan, los usuarios del servicio telefónico pagan a la
empresa de Carlos Slim una cantidad mensual por privacidad en directorio y 040, pago
y privacidad que Calderón y sus guajiros también se han pasado por el arco del triunfo.
(México SA. La Jornada: 2009/09/01).

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El fracaso
Luis Javier Garrido

El fracaso histórico del gobierno panista de Felipe Calderón ha traído como


consecuencia que desde todos los ámbitos se haga una evaluación del actual desastre
nacional y, sobre todo, que se analicen las gravísimas derivaciones que entrañaría para
México permitir que en los próximos tres años un grupo de ineptos e improvisados
cuadros de la ultraderecha mexicana sigan jugando con los destinos del país.

1. La República no tiene ahora para sobrevivir más alternativa que a) exigir al gobierno
de facto calderonista que tome en cuenta los resultados de las elecciones y que se vaya,
lo que muy difícilmente va a hacer, o b) la de acotarlo con todos los recursos
constitucionales y de hecho de los que disponen los mexicanos, para impedirle que siga
depredando al país, dilapidando los recursos nacionales y entregando riquezas
estratégicas al exterior.

2. En un régimen parlamentario, como el que tiene la mayoría de los países europeos, el


problema de un gobierno repudiado tras unas elecciones legislativas de manera tan
contundente como acaba de serlo el de Calderón, se soluciona con una práctica
institucional muy simple: el jefe de gobierno desaprobado renuncia y se va a su casa, y
la mayoría legislativa nombra a uno nuevo que pueda tener la confianza de las
mayorías: sin mayores aspavientos. Aquí, sin embargo, Calderón y los representante de
los grupúsculos de extrema derecha que con él se apoderaron ilegalmente del poder en
2006, se están aferrando a éste, y a pesar del discurso meloso y poco creíble con el que
ahora se dirigen a las otras fuerzas políticas hablando de diálogo y de concertaciones
para hacer viable, según ellos, lo que resta del desastroso sexenio, pretenden seguir
imponiendo al país por la fuerza las mismas políticas antinacionales y antipopulares que
son su obsesión, y que han enriquecido sin límites a unos cuantos grupos, pero
empobrecido a las mayorías.

3. Las políticas monetaristas que la nueva clase política fue imponiendo al país desde
1982, y que son las que hay que revertir, supusieron ir en contra del marco
constitucional mexicano, ignorando los derechos originarios de la nación sobre sus
recursos estratégicos, y haciendo nulos los derechos sociales de los mexicanos en aras
de un nuevo modelo económico, el que fueron aplicando sumisos los gobiernos de
Salinas, de Zedillo y de Fox, burlando a la Constitución, y en el que la toma de
decisiones se fue desplazando del Estado nacional a las corporaciones trasnacionales y a
los centros de poder financiero de Washington, y ahora con el PAN incluso a las
agencias del gobierno estadunidense.

4. A este proyecto se agrega lo que sería ahora un punto clave del programa central de
las mafias seudoempresariales salinistas y de la ultraderecha ideológica que por el
momento arropan a Calderón –las que pretenden haberse apoderado del poder político
por varias décadas para usufructuar en su beneficio los recursos de la nación–, y que

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consiste en lo esencial en utilizar ilegalmente a las fuerzas armadas mexicanas en una
supuesta cruzada contra el crimen organizado, para crear un escenario de terror
destinado a amedrentar y someter a la población y a los movimientos sociales, a fin de
crear las condiciones para acelerar el desmantelamiento del Estado nacional.

5. Estas políticas del capital trasnacional y de los grupos que le sirven en cada país
como punta de lanza son las que ahora mismo están tratando de echar abajo, entre otros,
a los gobiernos de Evo Morales en Bolivia, de Fernando Lugo en Paraguay, o de Hugo
Chávez en Venezuela, los cuales reivindican los derechos de esas naciones a sus
recursos estratégicos; defendiendo el carácter prioritario de los derechos de los
trabajadores, de los campesinos, de los pueblos indios; y anteponiendo la soberanía de
los estados nacionales a las pretensiones de las corporaciones multinacionales:
exactamente lo contrario de lo que buscan Calderón y los pirrurris panistas.

6. El problema de lo que está aconteciendo en México durante el gobierno actual no


puede reducirse, por consiguiente, a la por otra parte notoria y evidente ineptitud y
perversidad de los gobernantes actuales, y a la utilización perversa que están haciendo
de los recursos públicos –desviándolos de sus objetivos constitucionales para utilizarlos
de manera patrimonial–, lo que llevaría a una insuficiencia de las políticas sociales del
gobierno, según señala como punto central la evaluación hecha por la UNAM y el CIDE
que reprueba a Calderón, y de la que ayer dio cuenta La Jornada.

7. El problema de México no es nada más de insuficiencia de las acciones


gubernamentales, sino de políticas públicas equivocadas y perversas, que en vez de
buscar el bienestar y la felicidad de los mexicanos están destruyendo a la nación en aras
de satisfacer la voracidad de las grandes corporaciones y tratar infructuosamente de
consolidar a nivel global un proyecto que es repudiado en todo el orbe.

8. La única vía que tiene México para salir adelante es la opuesta a la que buscan
Calderón y los panistas yunquistas que lo acompañan y es la de establecer un régimen
de respeto a la legalidad constitucional y que impulse las reformas necesarias para hacer
viable una vida democrática en el país y ello supone acotar ya, desde ahora, al hampa
panista.

9. La otra vía, y que es la que la extrema derecha en el poder se ha empeñado en abrir a


los mexicanos, al violentar y desmantelar la legalidad constitucional, cancelar los
derechos sociales e individuales de las mayorías y hacer inviables los procesos
electorales y el principio de la representación política, es la de la insurrección popular,
que a unos meses de cumplirse los 200 años del comienzo de la Independencia y 100
años del inicio de la Revolución Mexicana, está cobrando nuevos significados para
muchos sectores en el país.

10. Los tiempos que vienen van a ser determinantes en lo que va a ser el México del
siglo XXI, pero lo que es cierto es que la mayoría de los mexicanos no quieren que siga
siendo este país saqueado por unos cuantos grupos y que millones de mexicanos
sobrevivan sin derechos reales en la explotación y la marginación, modelo que el
gobierno espurio del PAN se empeña en seguir consolidando. (La Jornada)

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El Presidente fallido
Magdalena Gómez

Hoy es el día establecido constitucionalmente para que el titular del Ejecutivo federal
presente un informe anual, y es un signo positivo suprimir la otrora parafernalia del
besamanos y culto al Presidente y hacer entrega del mismo por escrito. Sin embargo, en
su lugar se realiza una ceremonia política en la que el ocupante de Los Pinos, al día
siguiente, hará una disertación en casa y sin cuestionamiento alguno. Más allá de las
vías alternas para obtener el autoelogio por otros medios, lo que importa es constatar
que tras la primera mitad del sexenio el país se encuentra sumido en una grave crisis en
todos los órdenes, sobre la cual se tiende a señalar que se origina en el impacto de la que
tiene lugar a nivel mundial.

Prácticamente no encontramos un sector donde las cuentas resulten claras y con saldo
positivo; el promocional del presidente del empleo se convirtió en su contrario; el
combate a la delincuencia organizada se tradujo en la presencia desmesurada del
ejército en las calles, cubriendo funciones civiles sin que en el país se haya decretado
formalmente el estado de excepción. El botón de muestra dramático se encuentra en
Ciudad Juárez, donde día con día la ciudadanía se enfrenta a escenarios propios de las
dictaduras sudamericanas de las décadas pasadas. Militares en funciones migratorias, de
tránsito, revisando a discreción a personas y vehículos, en tanto las cifras rojas hablan
de crímenes que se cubren de impunidad y sobre los que no se informa ni, por supuesto,
se sanciona. Mientras, la ciudadanía carece de información confiable sobre los
resultados de una guerra sin conocer, por lo menos, el quién contra quién. Ni siquiera se
puede acudir al infantil esquema de los buenos y los malos.

Por otra parte, la cadena de efectos del desempleo se complementa con el incremento en
el precio de productos básicos y de los servicios indispensables como el transporte y la
energía eléctrica. La proporción de gasto en esos rubros con relación al ingreso, si se
tiene, es motivo constante de preocupación entre los sectores mayoritarios que no ven
las oportunidades. El contraste con los ofensivos ingresos en los tres poderes salta a la
vista aún con la ley de salarios máximos.

Y para seguir con los botones de muestra en el rubro de pago de facturas, acerquemos el
lente al campo educativo, uno de cuyos escándalos más recientes es la manipulación de
la historia en los nuevos libros de texto, entre otras materias, por la nada experta línea
de mando en la Secretaría de Educación. Las buenas relaciones de sus titulares con la
líder vitalicia tienen un altísimo costo en la calidad de la educación.

En cuanto a los pueblos indígenas, sobre el marcado desatino de la actual política dan
cuenta estudios que no pueden calificarse de zapatistas y sí de mantener una
conceptualización discriminatoria pese a la cual nos encontramos con un retrato del
calderonismo.

Al respecto, el Centro de Estudios Espinoza Yglesias, en su Evaluación del desempeño


del Poder Ejecutivo (2 de julio de 2009) dentro del rubro de Grupos Vulnerables (sic) y

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Discriminación, incluyó a pueblos y comunidades indígenas afirmando: Existe un
déficit de propuestas tanto en la campaña como en el Plan Nacional de Desarrollo.
Notamos deficiencias en las acciones y resultados nulos en este subtema. El desempeño
del Ejecutivo hasta el momento es difícil de evaluar, ya que no existen indicadores
directos que nos permitan evaluar (sic) el desempeño de la política social orientada a
este grupo de población, pero se pueden tomar como referencia indicadores indirectos
para hacer el análisis de los resultados. La política dirigida a pueblos y comunidades
indígenas en la presente administración refleja un retroceso. Desaparece en el discurso
la preocupación por el rezago social de este grupo de la sociedad. Existe marginación
tanto en el discurso como en los hechos.

Y conste que no es una evaluación sobre el respeto a la autonomía de los pueblos


indígenas, sobre las concesiones que amenazan a los territorios de los pueblos
indígenas, sobre el acoso a la policía comunitaria en Guerrero, la impunidad en
crímenes a líderes indígenas en esa entidad ni sobre los muy negativos saldos de ignorar
la Ley para el Diálogo , la conciliación y la Paz Digna en Chiapas, menos aún sobre los
paramilitares en Chiapas que ahora si existen porque ya lo dijeron en documentos
desclasificados del Pentágono en los Estados Unidos. Tampoco se tiene en el horizonte
el impacto de la más reciente decisión de la Corte. Preguntamos entonces al Presidente
fallido: ¿nunca más un Acteal? ¿Porqué habría que creerle?

A toda esta cadena de saldos ahora se agrega el debate sobre el estallido social
inminente. ¿Qué tal si en lugar de asustar con el petate del muerto cual premonición
bicentenaria la clase política se empeña en detener los efectos de la crisis en las grandes
mayorías marginadas en este país? (La Jornada: 2009/09/01).

Gobierno sin voluntad y sin rumbo


El tercer Informe de gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, entregado ayer al Congreso
de la Unión por el titular de Gobernación, Fernando Gómez Mont, en el inicio del
periodo ordinario de sesiones de la 61 Legislatura, deja entrever, pese al tono
triunfalista y la enunciación de los supuestos logros de la administración en turno, la
falta de rumbo que aqueja los distintos ámbitos del quehacer gubernamental, y la
profundización de la ruptura entre el país real y el que las autoridades han insistido en
presentar en el discurso oficial durante los últimos 33 meses.

Por principio de cuentas, llama la atención que, en la presentación de dicho documento,


el titular del Ejecutivo federal se felicite por mitigar los efectos de la crisis económica –
la cual, aseguró, ha tocado fondo–, sostenga que se actuó de manera rápida y oportuna
ante los descalabros financieros mundiales y sus correspondientes afectaciones a nuestra
nación, y augure que en meses próximos habremos de retomar la senda del crecimiento.

Tales aseveraciones no sólo chocan con la percepción de cientos de miles de personas


en todo el territorio nacional –para quienes la presente crisis dista mucho de haber
concluido– y con la opinión de diversos analistas que sostienen que la recuperación se
ve lejana, sino que además reflejan claras inconsistencias con los dichos recientes de
funcionarios de su propio gabinete: hace unas semanas, el titular de Hacienda y Crédito

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Público, Agustín Carstens, señaló que el país enfrentará un faltante de 300 mil millones
de pesos en las finanzas públicas –calificado por él mismo de “shock financiero”–;
anteayer, el mismo funcionario confirmó ante senadores de Acción Nacional que, a
efecto de subsanar esas pérdidas, el gobierno federal propondrá un incremento a las
tarifas de electricidad, gas, gasolina y otros servicios públicos para el año entrante.

Los elementos de juicio disponibles sugieren, pues, que a diferencia de lo que afirma
Calderón, los efectos de la recesión en las finanzas públicas y en los bolsillos de las
familias continuarán manifestándose durante buena parte de 2010. Al no reconocerlo
expresamente, el gobierno federal reafirma la actitud indolente exhibida desde
principios del año pasado, cuando el jefe del Ejecutivo aseguró emocionarse ante las
primeras expresiones de la actual crisis económica, y cuando Carstens calificó de
catarrito la problemática en ciernes: entonces, el gobierno se empeñó en negar los
signos de una crisis que amenazaba con contagiar profundamente la economía
mexicana; posteriormente se dedicó a minimizar sus efectos y hoy porfía en su intento
por darla por superada, pese a que la realidad muestra lo contrario.

Otro elemento criticable en el balance oficial concierne al tema de la seguridad, rubro


en el que el citado documento insiste en los logros alcanzados y defiende los operativos
llevados a cabo por el Ejército y la Policía Federal. Estos señalamientos pasan por alto
los dudosos resultados de la guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado
emprendida por el calderonismo –la cual, después de miles de muertes, no ha logrado
reducir el margen de maniobra de las organizaciones delictivas–, además de que reflejan
un alarmante empecinamiento y falta de perspectivas para resolver los problemas
actuales de seguridad pública, muchos de los cuales se gestan en esferas como la
económica y la social y requieren, por tanto, ser atendidos desde una visión integral y
sensible a sus causas originarias.

La ausencia de motivos reales para ufanarse por el estado que guarda el país es sin duda
causa de decepción y preocupación para el conjunto de la población, la cual hubiera
querido observar, a falta de buenas noticias, una actitud honesta y prudente de las
autoridades en las cuentas rendidas ayer al Congreso. Por desgracia, Felipe Calderón se
enfila a la segunda mitad de su administración sin haber articulado una política
económica coherente y socialmente sensible, sin plantear estrategias de seguridad
pública que resulten mínimamente convincentes y efectivas y, lo que es peor, sin dar
signos de capacidad y voluntad para modificar las inercias actuales en los distintos
ámbitos de su gobierno. (La Jornada: 2009/09/02).

No coinciden especialistas con el


optimismo de calderolandia
Carlos Fernández-Vega

Habría que contabilizar cuántos mexicanos estarían dispuestos a compartir la visión


triunfalista –ni por aproximación apegada a la realidad nacional– mediática cuan
machaconamente divulgada por el inquilino de Los Pinos a lo largo de la última

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semana, así como del autodenominado tercer Informe de gobierno que este personaje
envió ayer a los legisladores y que supuestamente tiene como objetivo a los que
heroicamente habitan este país. Sería sano el ejercicio, aunque todo apunta a que no
consumiría mayor tiempo, pues difícil resulta creer que alguien se sienta identificado
con la miel sobre hojuelas que reparte el discurso oficial.

En vía de mientras, el Banco de México –sin proponérselo, pues es una actividad


calendarizada– adelantó cuáles serían los resultados de un ejercicio como el propuesto,
especialmente en un sector, el privado, que tanto importa –versión oficial– al grupo
encabezado por Felipe Calderón. Se trata de la Encuesta sobre las expectativas de los
especialistas en economía del sector privado, levantada en el octavo mes de 2009, que
la citada institución divulgó ayer y que arrojó los siguientes resultados:

En referencia al producto interno bruto, los citados especialistas estimaron que para el
tercer y cuarto trimestres de 2009 se presentarán caídas anualizadas de 6.8 y 3.6 por
ciento, respectivamente, de tal suerte que para el año en conjunto el desplome
económico mexicano sería de 7.2 por ciento, estimación superior a la por ellos mismos
divulgada en julio pasado (6.9 por ciento), cada día más alejada del cálculo oficial en
este sentido (5.5 por ciento) y obviamente superior a la cifra negativa registrada en 1995
(6.2 por ciento).

Para 2010 mejoraría el panorama, aunque no mucho, pues si bien la economía nacional
avanzaría 2.9 por ciento, la proporción ni lejanamente compensaría el desplome de
2009, y todavía estaría por debajo del crecimiento registrado en 2007 (3.2 por ciento), el
cual resultó 50 por ciento inferior al de 2006, de tal suerte que aun con esas buenas
noticias, nada podría arrancarle la ostentosa etiqueta que porta el gobierno calderonista:
sexenio perdido.

De acuerdo con la citada encuesta, los consultores consideraron, dentro de los


principales factores que podrían limitar el ritmo de la actividad económica durante los
próximos meses, aspectos de naturaleza tanto interna como externa: en primer lugar la
debilidad de los mercados externos y de la economía mundial (23 por ciento de las
respuestas), y en segundo, la falta de avances en la instrumentación de las medidas
pendientes de cambio estructural (22 por ciento); la debilidad del mercado interno (11
por ciento); la política fiscal que se instrumenta y la incertidumbre sobre la situación
económica interna (7 por ciento cada uno de estos dos factores).

Al motor de la economía nacional al que se aferra el gobierno calderonista (la economía


estadunidense) no le irá bien, aunque, si se comparan los resultados, la del vecino del
norte estaría en jauja respecto a la mexicana. Los grupos económicos consideran que en
2009 el PIB de aquel país mostrará una reducción anual de 2.6 por ciento, mientras que
para 2010 estiman una recuperación en este renglón de 1.8 por ciento. Así, el desplome
del PIB mexicano sería casi tres veces mayor que el de su socio.

En el renglón del empleo formal, consideraron que en 2009 las cifras definitivas
reportarán una caída severa, a consecuencia del deterioro que se estima para la actividad
productiva. Pronosticaron que el número de trabajadores asegurados en el Instituto
Mexicano del Seguro Social se verá reducido (diciembre de 2008-diciembre de 2009)
en 619 mil. La estimación para 2010 apunta, siempre que la recuperación de la actividad
económica se presente, a la generación de 252 mil empleos formales, apenas 25 por

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ciento, cuando mucho, de la demanda real, y apenas una tercera parte de las plazas
perdidas en el año del catarrito.

La anterior sería la buena noticia, puesto que los citados especialistas consideraron que
en el segundo semestre de 2009 y el primero de 2010 los salarios reales se reducirán
todavía más. El 80 por ciento de los consultores encuestados estimó que durante el
segundo semestre de 2009 los salarios reales caerán con relación a sus niveles en el
primer semestre del mismo año. Asimismo, 60 por ciento de los especialistas estimaron
que en el primer semestre de 2010 las remuneraciones reales serán menores con
respecto a los niveles previstos en el segundo semestre del presente año. Además, en
agosto y septiembre de 2009 los incrementos porcentuales anuales derivados de las
negociaciones salariales contractuales serán de 4.41 y 4.36 por ciento, respectivamente.

Por lo que toca al oro negro, las previsiones de los especialistas consultados por el
Banco de México apuntan a una caída de 44.3 por ciento en las exportaciones petroleras
a lo largo de 2009. De igual forma, consideraron que el precio promedio de la mezcla
mexicana de crudo de exportación se ubicará en el tercer y cuarto trimestres del presente
año en 62.77 y 63.54 dólares por barril, respectivamente, y que, en promedio para todo
2009, será de 55.55 dólares.

Más allá, estimaron que el flujo de inversión extranjera directa en 2009 se ubique en un
nivel cercano a 14 mil 608 millones de dólares, y de 17 mil 547 millones en 2010. Y en
lo que se refiere al déficit económico del sector público, proyectan que en el presente
año se ubicará en 2.3 puntos porcentuales del PIB, proporción que crecería a 2.6 en
2010. Si de saldos negativos se trata, los consultores consideraron que en agosto pasado
el déficit comercial mensual ascendió a mil 190 millones de dólares, y para todo 2009 a
10 mil 962 millones. Para el déficit de la cuenta corriente pronostican un saldo rojo de
11 mil 810 millones en 2009, y de 14 mil 647 millones en 2010.

No hay, pues, coincidencia en este sector con el informe que guarda calderolandia.
(México SA, La Jornada: 2009/09/02)

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Comité Ejecutivo Nacional:

CARLOS FALCON NARANJO: Presidente, CLAUDIA JUAREZ GARDUÑO: Secretaria


General, DANIEL MARMOLEJO GONZALEZ: Oficial Mayor, JOSE LUIS ORTEGA
PEREZ: Coordinador de Capacitación y Educación Cívica, JORGE RETANA YARTO:
Coordinador de asuntos Económicos, JOSE LUIS FALCON MIRANDA: Coordinador
de Finanzas, NATALY DEL CARMEN: Atención Ciudadana.

Comités Estatales:

GUADALUPE NIETO ALVAREZ: Guerrero. MIGUEL GUZMAN BEJAR: Michoacán,


JUAN ALARCON: Guanajuato, JOSE LUIS BANDA: Veracruz, MAGDA RIVERA:
Tamaulipas, JOSE LUIS AYALA: Estado de México, Canek Ortega Cano: Distrito
Federal, Victor Reyes Cuautle: Puebla. María de la Luz Ortiz: Jalisco, José Luis Falcón
Naranjo: Querétaro, Daniel Marmolejo González: Morelos.

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