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CAPITULO IV

El umbral de una dinastía


Lisias enterado a través de espías infiltrados en la corte de las órdenes recibidas por Filipo y de
que Antíoco había partido hacia las tierras de Judea huyó junto a Antíoco, el príncipe, ahora ya
tomado como rehén, hacia Escitópolis1 en la baja Galilea, enviando mensajeros a sus
generales Gorgías, Báquides y Nicanor. Solamente los dos primeros respondieron a su
llamada, Nicanor se había puesto del lado de Demetrio que seguía en Roma conspirando para
recuperar el trono que por herencia le correspondía y que el Senado de la república romana
solo reconocería tras la muerte del actual rey Antíoco IV que acababa de partir hacia Judea
para entablar batalla a los rebeldes nacionalistas judíos capitaneados por los hermanos
Macabeos.
Gorgías, que estaba refugiado en Asquelón2 desde su huida en la batalla de Bet Sur motivo por
el que el rey había ordenado su ejecución, envió rápidamente emisarios a Lisias para decirle
que estaba formando un gran ejército de filisteos, eternos enemigos de Judea, y de idumeos y
que pensaba salir al encuentro del rey para darle muerte. O él o yo, dijeron los emisarios de
parte suya.
A su vez, Báquides, señor de la guerra que ahora vivía retirado y antaño fue Amigo del Rey,
era un feroz enemigo de Filipo, el hermano de leche del rey y ahora primer ministro del Imperio,
por lo que se disponía ir a su encuentro y darle muerte. Jamás le perdonaría a Antíoco IV
haberle dado títulos y honores a su enemigo y no haberlo nombrado a él Jefe de su guardia
Real tras la muerte de Serón.
Pocos meses después llegaba la triste noticia del fallecimiento de Antíoco IV Epífanes, Rey de
todos los Reyes, cuando se dirigía hacia Judea.
Los tres conjurados se habían reunido junto a un numeroso ejército en Siquem, Samaria, en la
ladera sur del monte Garizim.
- Ha muerto el rey. ¡Viva el Rey! –vitoreaban las tropas ante la figura infantil de Antíoco V,
Eupator, solamente tenía nueve años de edad.
- ¡Salud!, Báquides. –dijo Lisias.
- ¡Salud!, Gorgías. –repitió.
- ¡Salud!, Lisias. –contestaron ambos.
- Ya tenemos nuevo Rey, ¡esto hay que celebrarlo! Bebamos vino. –ofreció Lisias como
buen anfitrión, y juntos los tres entraron en la tienda real.
- Como veréis, a nuestro joven rey le están haciendo una armadura a su medida, pero
tomad asiento amigos tenemos mucho que beber y mucho de que hablar. –dio unas
palmadas y acaecieron dos criados con cráteras y copas para el vino.
Los criados escanciaron el vino y sorbieron un trago para ver que no estaba envenenado, una
vez hecha la comprobación los tres amigos se dispusieron a pasar una larga velada.
- ¿Qué se sabe de Filón? –inquirió Lisias.
- Ha muerto. –dijo secamente Báquides.
- ¿Estas seguro? –volvió a preguntar Lisias.
- Seguro. Maté a ese efebo con mis propias manos. Y como chillaba el muy puerco. Parecía
una plañidera rogándome por su vida. –contesto secamente Báquides.
- Pues celebrémoslo. –dijo Lisias alzando su copa.
- Celebrémoslo. –dijeron todos al unísono.
- Y el Rey, ¿Qué hará respecto a esa muerte? –quiso saber Gorgías.
- ¡Nada!, el Regente soy yo y el rey no hará nada que yo no le ordene. Es solamente un
niño. –repuso Lisias.
- Un niño, si, pero tan cruel o más que su padre. –intervino Báquides.
- Os digo, amigos míos, que no debéis preocuparos del asunto, dejadlo todo en mis manos.
–sentenció Lisias.
- Y con el traidor de Nicanor, ¿qué hacemos? –preguntó Gorgías.

1
Ciudad helenizada antes llamada Bet San.
2
Ciudad y puerto marítimo en lo que hoy se conoce como franja de Gaza y que en la antigüedad era la tierra de los
filisteos.
- Olvidaos de Nicanor, tenemos cosas más importantes en las que pensar. Por lo pronto, tu
Báquides serás el nuevo Jefe de la guardia Real y tu Gorgías gobernador de Celesiria,
Samaria y Judea. –dijo solemne Lisias.
- Y, ¿con Demetrio? –se interesó Gorgías.
- Roma no reconocerá jamás a Demetrio. Su padre, Seléuco IV, luchó contra los romanos
aliándose con Farnaces, rey del Ponto y enemigo mortal de Roma. Lo envenenó su
ministro de Hacienda, Heliodoro, inducido por su hermano menor Antíoco con el apoyo
tácito del Senado romano. El Senado de la República reconoció inmediatamente al nuevo
Rey. ¿Creéis que llegara a gobernar algún día en Siria? –dijo soltando una sonora
carcajada.
- No os preocupéis tenemos al jovencito Rey para muchos años y yo como su regente estaré
siempre a su lado, ja, ja, ja. –siguió riendo su ocurrencia, todos rieron.
Y siguieron bebiendo hasta altas horas de la madrugada. Al amanecer Gorgias partió hacia
Jerusalén un día más tarde hicieron lo propio el príncipe, Lisias y Báquides partiendo hacia
Antioquia donde se tenían que hacer las exequias por el difunto rey y la coronación de su hijo
Antíoco V Eupator.

***

Judas reunió al Consejo Supremo de la Revolución presidido por su hermano Simón, al Gran
Sanedrín, a sus hermanos Jonatan y Juan y también convocó a sus jefes militares.
- Os he hecho llamar a todos por que quiero someter a vuestra consideración una serie de
decisiones que he tenido que tomar y, dada su trascendencia, quiero saber vuestra opinión
y, si es necesario, someterlas a votación. –dijo Judas a modo de preámbulo.
- En primer lugar, Antíoco IV ha fallecido y en Siria estarán noventa días de riguroso luto
con sus funerales, transcurrido ese tiempo, harán la ceremonia de coronación del nuevo
Rey Antíoco V. He decidido que aprovechemos ese tiempo para reforzar nuestras
fortificaciones del norte. –dijo.
- ¿Y si rompen el ritual y aprovechan la dispersión de nuestras tropas para atacar Jerusalén?
–preguntó Jonatan.
- Dudo que se atrevan a profanar el luto, el pueblo no se lo perdonaría a los nuevos
gobernantes. Pero si así ocurriera la mitad de tu grupo de ejército vendrá a reforzar la
ciudadela de Jerusalén y la otra mitad quedará contigo en Hebrón por si se necesita. Y esta
vez cumple mis órdenes a rajatabla. ¿Entendido? –dijo Judas alzando un poco el tono de
voz.
- Si, entendido. –contestó Jonatan.
- Los destacamentos que tienes en Gerar, Maresá y Beer Sheva seguirán donde están para
vigilar de cerca la tierra de los filisteos y si es necesario los nabateos, nuestros aliados, nos
echaran una mano por el sur. –continuó ordenando Judas.
- ¿Alguien tiene algún reparo en esta primera consideración? –preguntó a los reunidos.
Todos negaron con el gesto.
- La segunda consideración tiene que ver con el Sanedrín. –dijo posando su mirada en los
miembros del Consejo.
- Sabéis que estamos sin Sumo Sacerdote pues Menelao o Menahem como realmente se
llama, está detenido y encarcelado en la fortaleza de Jericó. Propongo que entre los
setenta que formáis el Consejo elijáis a siete y de entre esos siete a uno que, por su
nobleza, ejerza el cargo a satisfacción de todo el pueblo israelita. Y también os propongo
que devolvamos a Menelao a los sirios pues si ellos lo pusieron que acarreen ahora con él.
¿qué opináis? –dijo. Todos asintieron, salvo José, el más anciano de los sacerdotes.
- ¿Por qué no te elegimos a ti, Judas? Tú eres sacerdote. Tú purificaste el Templo y has
instaurado la Fiesta de la Purificación3. Tú nos has devuelto nuestras tradiciones más
ancestrales. –le inquirió José.
- Yo ya tengo bastante con ser vuestro Jefe Militar y Capitán de todos los ejércitos de Israel.
–le contestó. Un murmullo general avaló su teoría.
- Pero el pueblo vería con buenos ojos que tú ostentaras ambos cargos. –insistió.
- No José, al pueblo hay que darle lo que necesita que son: un Jefe Militar y un Sumo
Sacerdote ambos por separado de modo que en el caso de que Yahvé tenga a bien
llevarse a alguno de ellos no se genere un vacío de poder. ¿Estáis todos de acuerdo? –
preguntó. Todos asintieron incluso José.
- Entonces –dijo Judas-, nos reuniremos dentro de tres días y me diréis el nombre del nuevo
Sumo Sacerdote. Y de Menelao ¿Qué me decís? –preguntó.
- Que lo juzgue el Sanedrín según nuestra Ley mosaica. –contestó la gran mayoría.
- De acuerdo, que lo juzgue el Gran Consejo. –respondió.
- Y una ultima consideración. Todos sabéis que cualquiera de nosotros está dispuesto a
morir por el Gran Israel y por nuestra independencia. Todos estamos expuestos, incluido
yo. ¿de acuerdo? –todos asintieron-. Bien, os propongo que, en el caso de que yo perezca
en combate sea nombrado mi sucesor Jonatan, mi hermano menor. ¿qué opináis?
- ¿Por que no nombramos a Simón o a Juan, tu hermano Jonatan parece muy joven para un
cargo de tanta responsabilidad? –preguntó José de nuevo. Esta observación contrarió
mucho a Jonatan que lanzó una severa mirada cual si de un dardo se tratara.
- Simón es vuestro Jefe Político y tengo reservado para el que presida una comitiva
diplomática que viajará a Roma para entrevistarse con el Senado romano. Y Juan es más
eficaz como Gobernador de la ciudad de David. –le contestó al anciano.
- Si todos estáis de acuerdo, Jonatan me sucederá en el caso de que algo me ocurriera en el
campo de batalla. Y diciendo esto levantó la reunión.

***

Los sirios habían observado piadosamente el luto por su rey pero, con el permiso del Senado,
solamente durante treinta días y después habían celebrado los fastos de coronación del joven
Rey.
Pasados los festejos, Lisias movilizó a su ejército y puso marcha, junto al joven rey, hacia
Jerusalén, con el fin de reunirse allí con Gorgias y dejando a Báquides como responsable del
orden en la capital, Antioquia.
Cuando al cabo de una semana entraron en tierras de Samaria, sus avanzadillas observaron
que el ejército rebelde estaba desperdigado haciendo obras de fortificación en su frontera del
norte, en Lidda, Perea, Arimatea, Gerasa. Mikmas. Entonces Lisias tomo la determinación de
montar su campamento en Siquem desde donde envió emisarios a Gorgias y a Báquides para
que supieran de su localización y ordenó que inmediatamente partiese una columna de mil
soldados de caballería en apoyo de la guarnición de la Ciudad Sagrada así como impartió las
oportunas ordenes para que Gorgias se reuniera con el en su campamento.
Rápidamente Judas, informado por sus espías, ordenó el repliegue de sus tropas hacia el sur,
dirección a la ciudad de Jerusalén. Allí asediaron a la guarnición siria y se parapetaron en la
fortaleza del Templo.
Al tiempo, Jonatan, desoyendo las órdenes de su hermano mayor, subió con sus tropas desde
Hebrón, Maresá, Ein Guedi y Qunram camino de Jerusalén. Ha falta de pocos estadios de la
ciudad se topó con la caballería de Judas que se replegaba más hacia el sur pues los sirios
habían entrado en Jerusalén, habían levantado el asedio de su guarnición y habían hecho huir
a los que se parapetaban en la fortaleza.

3
La fiesta de la Purificación también llamada de la Iluminaría o Hanuká (candelabro) se celebra durante ocho días, del
25 de kislev (noveno mes según la Biblia) al 2 de tevet (o el 3 de tevet, cuando kislev cuenta con sólo 29 días). Durante
esta festividad se prende un candelabro de ocho brazos (más uno mayor). En la primera noche únicamente se prende
el brazo mayor y una vela, y cada noche se va aumentando una vela, hasta el último día en el que todo el candelabro
se enciende completo. Este hecho conmemora el milagro del aceite encontrado por Judas en el desolado Templo y
que duró ocho días encendido.
- ¿Qué haces aquí? Te dije que por nada del mundo dejaras desprotegidas las guarniciones
del sur. –le recriminó Judas.
- Los nabateos al mando de Pánfilas están cubriendo la retaguardia, yo solamente he venido
a ayudarte, creí que te habían hecho prisionero o que te podían haber matado. –replicó
Jonatan.
- Bien, ya estas aquí y, eso, ya no tiene remedio. –le repuso Judas. ¿Dónde está el grueso
de nuestras fuerzas?
- En Hebrón. –contestó Jonatan.
- ¿Hay noticias de Simón y de su comitiva diplomática en Roma? –inquirió Judas.
- No, no hay noticias de Roma. –respondió Jonatan. Y de Juan, ¿Qué se sabe? ¿Estaba en
Jerusalén? –preguntó a su hermano.
- Si, pero tuvo tiempo de reunir a sus hombres y hacer frente al invasor. –dijo Judas.
- Pronto tendremos noticias de él. –concluyó Jonatan.

***

Las cosas no iban nada bien en Antioquia ni en Damasco. Un enviado de Báquides había
informado a Lisias de que Demetrio había salido de Roma con permiso del Senado y su nave
había recalado en Chipre. Nicanor se había encontrado con él en la isla.
- Llamad a Judas el Macabeo, quiero parlamentar con él. –ordenó a su lugarteniente
Heliocasto.
- Mandaré emisarios en todas las direcciones para que lo localicen pues debe estar
escondido en las montañas. –repuso el lugarteniente
- Envía un solo emisario a Bet Sur, ahí está Judas junto a su hermano Jonatan. –dijo Lisias
con cierto cinismo.
- ¿Pero como lo sabéis, excelencia? -dijo aturdido Heliocasto.
- Eneas, que en realidad se llama Ezequiel, nuestro simpático criado no es galileo, es judío.
Hace algún tiempo, cuando pasó del servicio de Apolonio al de Palacio, lo supe, pero me
he servido de él a mi antojo haciéndole escuchar informaciones falsas que luego transmitía
a su padre, Azarías, general de Judas, y a su vez, éste, las transmitía al Consejo Supremo
de la Revolución. Ya ves, me ha servido y me servirá. ¡Ah!, que el emisario sea el propio
Eneas. Disponlo ya. –ordenó. Y que se persone aquí Gorgías de inmediato.
- ¿Preguntabas por mí, Lisias? –dijo Gorgías mientras entraba en los aposentos del
Regente.
- Sí, hemos de hablar de un asunto muy grave. –le dijo ofreciéndole un asiento con un gesto
de la mano.
- Tú dirás, ¿qué ocurre? -dijo con cierto temor.
- No temas, no va contigo. Es de Demetrio de quién tenemos que hablar.
- ¿Demetrio? –replicó asombrado.
- Ha salido de Roma con la anuencia del Senado y ha recalado en Chipre, allí se ha reunido
con Nicanor. –dijo en tono severo y preocupado mientras atusaba su rizada barba.
- O sea, que ya ha empezado. –reflexionó Gorgías.
- Parece ser que sí. –contesto sin levantar la cabeza y atusando más aun su negra barba.
- Y el Rey, ¿Lo sabe?
- El Rey esta jugando con criados de su misma edad, aun no ha cumplido los diez años. –
contesto airadamente.
- ¿Entonces…? –dejó la pregunta en el aire.
- Entonces he mandado llamar a Judas el Macabeo, quiero pactar con él. –dijo mirando
fijamente a los ojos de Gorgías para escrutar su reacción.
- ¿A Judas? –musitó.
- Si, a Judas, y no repitas más lo que yo digo, Gorgías, me sacas de quicio. –espeto en tono
furioso.
- Pero Judas es nuestro enemigo. –balbuceó Gorgías.
- Ya se que es nuestro enemigo. Lo que le voy a proponer jamás lo cumpliremos sin
embargo, eso nos dará un tiempo precioso para que Antíoco Eupator y yo nos
desplacemos hasta Antioquia y arreglemos los asuntos que se mueven por allí. Hay que
aplastar a todos los seguidores de Demetrio, mientras tú te quedarás aquí, en Jerusalén,
para observar que nuestras condiciones se cumplen. Tomarás hoy mismo el cargo de
Gobernador de toda Judea. –le dijo suavemente y acercándose un poco más a su rostro le
susurró: en ti tengo puesta toda mi confianza, no me defraudes.

***

Eneas había llegado al campamento de Judas en Bet Sur y solicitó verle pues le traía un
mensaje del mismísimo Lisias.
- Tengo que ver a Judas. –dijo al instante a un centinela.
- Judas esta descansando. –le contestó.
- Pero es muy importante que hable con él, me lo ha encomendado Lisias, el Regente, en
persona. –añadió.
- Veré que puedo hacer. Y dando media vuelta se fue hacia la tienda de su Capitán.
En pocos minutos, Judas estaba frente al muchacho.
- ¿No eres tú, Ezequiel, el hijo de Azarías? –le preguntó.
- Si, rabí. El mismo y traigo un mensaje para ti del Regente Lisias. –contestó.
- No me llames rabí, no lo soy. ¿Cuál es el mensaje? –le inquirió.
- Lisias quiere pactar la paz contigo. –dijo con poca convicción. Quiere verte en Jerusalén
cuanto antes.
- “Es una trampa”, -pensó Judas. ¿Ha dicho algo más?
- Sí, que el trato será beneficioso tanto para Siria como para Israel. –respondió el muchacho.
- “Sigo pensando que es una trampa” –Judas se había quedado como meditabundo. ¿Dónde
quiere que sea el encuentro? –siguió preguntando.
- En Jerusalén, señor. En la residencia del Gobernador.
- Jerusalén no tiene ni tendrá jamás un gobernador extranjero. –dijo alzando la voz lleno de
ira. ¿Ha dicho algo más? –volvió a preguntar.
- El no, pero hace tres días oí a un emisario de Báquides que Demetrio pensaba volver a
Siria y que el general Nicanor le apoyaba. Roma también. Está en Chipre y piensa reunir
un gran ejército de seguidores. –le dijo.
- “Demetrio vuelve de Roma y destronará a Antíoco su primo” –seguía meditando Judas.
¿Sospecha alguien de ti? –le interrogó.
- No. Soy un simple criado y todos creen que soy galileo.
- Lo dirán por el pelo que llevas recogido a modo de coleta. –le contestó Judas sonriendo por
primera vez desde que habían comenzado la conversación. ¡Corre! Ve a ver a tu padre
cuya tienda está al lado de la mía, le darás una gran alegría. Ya estás hecho un buen
mozo. ¿Cuántos años tienes? –le preguntó en tono distendido.
- Catorce, rabí.
- Te dije antes que no me llames rabí, no lo soy. Soy un simple soldado y todos creen que
soy un gran estratega. –le contesto entre risas.
- ¿Qué le contesto a Lisias, señor? –pregunto azorado el chico.
- ¡Ah sí! Se me olvidaba. Dile que enviaré un mensajero para decirle lugar, fecha y hora y
las condiciones del encuentro. Mientras tanto pensaré en su oferta. “Una trampa, seguro
que se trata de una burda trampa” –seguía pensando el Macabeo.

***

Demetrio estaba departiendo amigablemente con Nicanor bajo la suave y cálida brisa de la
costa chipriota. Ambos se conocían desde niños antes de que Demetrio partiese hacia Roma
tomado como rehén. Nicanor, hijo de Patroclo, general de las tropas de Seléuco IV, padre de
Demetrio, era algo más mayor que el, tenía cuarenta y dos años, Demetrio treinta y nueve.
- ¿Qué crees que hará Báquides cuando nos vea entrar en Damasco? –preguntó Demetrio.
- Báquides es un mercenario sin ningún tipo de ideal. Ni Patria, ni Rey. No hará nada que a
él no le convenga. Solamente le interesan el poder y las riquezas. Lo conozco muy bien.
Hemos luchado muchas veces y no siempre en el mismo bando. –le dijo Nicanor.
- ¿Es sobornable? –quiso saber Demetrio.
- Es un ser aborrecible. Por dinero cualquier cosa. –le contestó.
- “Es una hiena” –pensó Demetrio. ¿Servirá para nuestros planes? –siguió preguntando.
- ¿Cuánto y qué piensas ofrecerle? –repuso Nicanor.
- Algo que satisfaga su avaricia y su sed de poder. Le daré Jerusalén y su Templo.
Ambos soltaron una sonora carcajada al tiempo que se servían más vino del lugar.

***
- Unos sacerdotes del Templo ruegan ser recibidos por Vuestra Excelencia. –dijo un criado a
Lisias que en ese momento estaba redactando unos Reales Decretos para que el rey los
firmara, se trataba de las órdenes de ejecución de Demetrio y Nicanor así como la de todos
sus seguidores y las familias de estos. ¿Qué decías Malco? ¡Ah, sí! Los sacerdotes, diles
que pasen los recibiré de inmediato, hoy me siento generoso, especialmente generoso.
Gorgías estaba a su lado exultante de felicidad al ver a Lisias tan contento.
Al momento siete sacerdotes vestidos con sus túnicas hacían entrada en los aposentos del
Regente.
- Bien, y, ¿que quieren hoy estos ilustres sacerdotes del Templo? –dijo con un cierto tono
sarcástico.
- Excelencia, hemos venido… -dijo el mayor y portavoz de los siete- hemos venido a pediros
favor.
- ¿Favor? ¿Qué puedo hacer por vosotros? –contestó haciendo un guiño a Gorgías.
- Como sabéis el cargo de Sumo Sacerdote del Templo está vacante… y,,,
- ¿Vacante, decís?
- Sí, Excelencia.
- No es Menelao el Sumo Sacerdote.
- No Excelencia, Menelao es un usurpador y además no es de la casta sacerdotal ni
sadiquita ni aaronita.
- Pero… ¿no lo nombró el Rey Antíoco IV, padre de nuestro actual Rey? –preguntó Lisias.
- Si, Excelencia. Pero al morir el Rey el nombramiento ha quedado anulado pues su hijo
Antíoco Eupator no lo ha confirmado en el cargo. –insistió el sacerdote.
- Pues lo confirmará por eso no os preocupéis. –dijo en tono completamente sardónico.
- Pero es que no queremos que lo confirme, Excelencia.
- Entonces, ¿qué queréis? –preguntó lleno de curiosidad.
- Que sea ajusticiado.
- ¿Ajusticiado? –exclamó Lisias. Pero, ¿por qué?...
- Por traición, Excelencia.
- ¿Por traición a quién? ¿Al Rey?
- Por traición a su pueblo. –contestó quedamente.
- ¡Ah!, por traición a su pueblo. ¡Vaya, eso si que es grave! –dijo guiñando de nuevo el ojo a
Gorgías que asistía complacido con la conversación.
- Bueno, le diré al Rey que ordene su ejecución pública. –dijo y añadió: Gorgías ocúpate de
preparar un pelotón de arqueros.
- Excelencia, queremos que muera según manda nuestra Ley ajusticiar a los traidores.
- ¿Y cómo lo manda vuestra Ley? –inquirió.
- Debe ser arrojado desde la torre más alta del Templo al foso de las cenizas de los
holocaustos.
- ¡Qué horror! ¿Has oído Gorgías?
- Si, ¡que espanto! –respondió el general.
- Bien, explicaré al Rey cuales son vuestras demandas y seguro que os complacerá Menelao
no goza de la estima de este gobierno y, además, habrá un judío menos. ¡Retiraos! Ya os
haré saber el día de la ejecución. ¡Al foso de las cenizas!, ¡Serán salvajes! Estos judíos
están por civilizar –le dijo a Gorgías cuando ya los sacerdotes habían salido de la estancia.

***

Simón había llegado de Roma junto con su comitiva diplomática y se dirigía de inmediato a
reunirse con sus hermanos ha darles las noticias más recientes de la gran metrópoli.
Su llegada al campamento de Bet Sur llenó de júbilo a los que allí estaban destacados, Judas,
al oir el griterío, salió de su tienda para ver que ocurría y se encontró con su hermano mayor y
ambos se fundieron en un fuerte y emocionado abrazo.
- ¿Qué tal por Roma, hermano? –preguntó Judas.
- No del todo bien. –respondió. El Senado –continuó explicando- no quiso recibirnos pues no
representamos a ninguna nación siendo sus únicos interlocutores los sirios aunque no se
fían mucho de ellos.
- Pero ¿no te recibió nadie? –preguntó impaciente Jonatan que se había unido a sus
hermanos.
- A título personal fuimos recibidos por varios senadores que ni siquiera dieron su nombre a
conocer por temor a represalias de sus compañeros del Senado. Roma es un hervidero de
complots y maquinaciones. –contestó apesadumbrado. ¡Un fracaso! –dijo.
- No, hermano. –rebatió Judas. Ahora ya saben que existimos, que somos de carne y hueso,
que no somos una leyenda ni un invento de los sirios. Ya va bien que nos conozcan. –
insistió.
- Lo único que sacamos en claro de esos senadores es que Demetrio vuelve a Siria a
hacerse con el trono que ocupa, según él ilegalmente, su primo hermano Antíoco Eupator.
Que el Senado se ha tapado los ojos haciendo creer que Demetrio ha escapado de su
bonito cautiverio y que no apoyarán una insurrección en la zona. Sin duda eso iba por
nosotros. De todas formas se fían poco de Demetrio pero menos aun de Lisias, el cual no
goza de grandes simpatías en Roma.
- Lo de Demetrio ya lo sabíamos. –intervino Judas. Y Lisias está dispuesto a ofrecernos un
tratado de paz que ponga fin a tantos años de hostilidades.
- No te fíes, es una trampa. -dijo Jonatan.
- Si parece una trampa, no te fíes hermano. –indicó Simón.
- Yo también pienso así. -les contestó a ambos a la vez-. No contéis nada de esto a nuestros
hombres no sea que se desmoralicen al saber que Roma no nos apoya y sí a Demetrio.

***

- Nicanor -ordenó Demetrio-, haz lo preparativos pertinentes, partimos hacia Damasco.


- Lo que tú digas mi Rey. –contestó al punto.
Nicanor empezó a impartir órdenes a sus subordinados con el fin de que prepararan las
galeras4 con las que se disponían a zarpar hacia Sidón, en la costa fenicia, y reunirse allí con
los enviados de Báquides y un numeroso ejercito preparado con el propósito de atacar a los
leales a Antioco V y Lisias.
Después de dos días y sus correspondientes noches al fin llegaron a la costa fenicia
encontrándose allí con las tropas que les esperaban y, poniéndose al frente de ellas,
emprendieron la marcha hacia la conquista del trono de Siria.

4
La galera existe desde la antigüedad. Originalmente, usaba una fila de remeros por cada lado de la embarcación.
Tiempo después, los fenicios inventaron una galera con dos filas de remeros en dos órdenes, una superior y una más
abajo, que era más veloz sin perder maniobrabilidad; esta evolución de la galera se llamó birreme. En la Antigua Grecia
crearon y usaron el trirreme, galera de tres filas de remeros. Los antiguos romanos, y antes de ellos los cartagineses,
llegaron a utilizar el quinquerreme, que constaba de cinco remeros distribuidos en tres órdenes, con dos hombres en el
orden superior, dos en el medio y uno en el inferior. Lo común era usar birremes.
***

Lisias no esperó a su reunión con Judas Macabeo pues las noticias que le llegaban a través de
sus espías no hacían presagiar nada bueno ni en la capital, Antioquia, ni en Damasco. Sus
esbirros le habían informado de que Báquides, el Jefe de la Guardia Real, era leal a Demetrio y
Nicanor y de que estaba disponiendo un numeroso y potente ejército para marchar contra él y
el rey. Ante esas perspectivas tan sombrías decidió partir junto a Antioco, el rey, para hacer
frente a la situación habida cuenta de que contaban con una gran parte de seguidores que le
ayudarían, llegado el momento, a deshacerse de los traidores.
En su lugar dejó al gobernador Gorgias encargado de establecer negociaciones de paz con el
Macabeo a cambio de la vida de Menelao y de una tímida apertura hacía el restablecimiento
del culto y de costumbres religiosas tales como la observancia del Sabbath y de la circuncisión
de los varones recién nacidos. Sin embargo, no les permitiría nombrar Sumo Sacerdote ni
preboste del Tesoro, esos cargos así como la recaudación de impuestos debían ser
responsabilidad de la corte siria. La ultima condición que exigían los sirios era la total
deposición de las armas, la disolución del ejercito revolucionario y la entrega de Judas para ser
juzgado según las leyes del reino seléucida.
El mismo día de la marcha de Lisias y del rey Judas había enviado a Jerusalén a un emisario
para informar de que estaba de acuerdo con la reunión pero que esta debía celebrarse en los
llanos de Bet Zacaria, al norte de Hebrón y al sur de la ciudad de David, y con la única
presencia del regente y de él mismo. Ambos podían llevar de dos a tres lugartenientes como
medida de seguridad. La fecha, al amanecer del tercer día después de la llegada del emisario.

***

En Damasco se estaban librando crueles combates entre los seguidores de ambos bandos.
Báquides se había empleado a fondo y ya había eliminado a numerosos seguidores de Lisias
así como a toda su familia, mujeres, hijos concubinas y los hijos de éstas.
Hacía ya ocho días que la comitiva real amparada por un pequeño ejercito había salido de
Judea y estaban ya a poca distancia de Damasco. A su vez, Demetrio llevaba junto a su
poderoso ejército cinco días de marcha e iban acercándose a Damasco por el oeste. Pronto se
encontrarían.

***

Judas, que no se fiaba de la honradez de los sirios se hizo acompañar por su hermano Juan y
por Azarías, su general de mayor confianza. Los dos eran lugartenientes suyos. Se acercaron
con precaución hasta el lugar de encuentro y esperaron la llegada de sus interlocutores. Al
poco tiempo, por lo alto de una loma vieron acercarse a cuatro hombres en sus monturas.
- Esos no son ni Lisias ni sus lugartenientes. –dijo Juan.
- Ya lo veo. –contestó Judas.
- El niño tampoco parece que sea el rey. –comentó Azarías.
- Os dije que esto era una trampa. –intervino Juan.
- Estad alerta. –concluyo Judas y todos pusieron su mano en la empuñadura de su espada
esperando a ver que sucedía.
Momentos después el gobernador Gorgias, el Jefe de su guardia, un oficial de alto rango y
Eneas, el pequeño criado que había hecho de intermediario con Judas estaban frente a ellos.
Se hizo un denso silencio entre todos los presentes. La expresión de Azarías, padre de Eneas,
era de completo estupor.
- ¿Qué hace aquí este niño? –pregunto enojado Judas.
- Es nuestra garantía de que no nos vais a traicionar. Sabemos que es un espía vuestro. –
respondió Gorgias. La cara de Azarías cogió un color mortecino.
- Nuestro trato era parlamentar con Lisias ¿Dónde está? –siguió Judas.
- Hace unos días debió partir hacia la capital con asuntos urgentes que resolver y me ha
delegado a mí para parlamentar contigo. –dijo el gobernador.
- Yo nada tengo que decir si no está el regente. -Espetó Judas malhumorado.
- ¡Espera a lo que tengo que decirte! Menelao ha sido ajusticiado tal y como queríais. Ha
sido lanzado desde un pináculo del templo hasta el foso de las cenizas. Ha muerto
aquejado de grandes dolores. ¿Qué dices ahora? –le pregunto el sirio.
- ¿Eso es todo lo que tienes que decirme? –inquirió Judas.
- No. El rey, en un acto de magnanimidad os permitirá ejercer el culto: podréis respetar el
shabbat y circuncidar a vuestros recién nacidos. –dijo Gorgias con cara de complacencia.
- ¿Llamas un acto de magnanimidad a lo que solamente es restablecer un derecho que
jamás hemos perdido? No necesitamos la autorización ni de este ni de ningún otro hombre
en la tierra, por muy rey que sea de los suyos, para seguir los mandamientos de nuestra
Alianza con Yahvé. –le contestó airado Judas.
Los caballos que notaban la agitación de sus jinetes empezaron a resoplar y a ponerse muy
nerviosos moviendo las patas como si quisieran salir corriendo.
- Aún hay más, judío. –dijo enojadamente Gorgias.
- Más ¿dices? No hay nada más de que hablar. –dijo Judas haciendo un movimiento lateral
a la brida de su cabalgadura con intención de ponerla en marcha.
- ¡Espera! –gritó el gobernador. No podréis elegir al sumo sacerdote ni cobrar los impuestos.
Judas miró a sus compañeros y todos ellos se pusieron a reír escandalosamente ante la mirada
atónita de los sirios.
- Y tú, Judas, deberás dejar las armas y disolver a esa pandilla que te sigue y entregarte
para ser juzgado en Siria. –dijo Gorgias cada vez mas enojado.
- ¿Dejar las armas? –contestó mientras desempuñaba su espada. ¡Jamás! Mientras en mi
tierra haya un solo enemigo para oprobio de Dios y de mi pueblo.
Todos en ese mismo instante desempuñaron sus armas y se enzarzaron en una feroz
contienda. Judas contra Gorgias, el resto, todos contra todos. Azarías corrió a proteger a su
hijo Eneas y mató al oficial que quería asesinarlo. De la espesura de un bosque cercano salio a
todo galope un numeroso grupo de soldados sirios dispuestos a unirse a la lucha y a apresar o
dar muerte a los judíos. Sin saber de donde venía apareció de pronto Jonatan acompañado de
dos escuadrones de caballería e hicieron frente a los sirios ante la cara de sorpresa de los
combatientes.
La lucha duró poco. Los sirios huyeron dirección norte, hacia Jerusalén. Azarías yacía muerto a
los pies de su caballo. Junto a él, llorando desconsoladamente, estaba su hijo Eleazar el Joven,
jamás volvería a utilizar el nombre griego de Eneas.

***

Demetrio entró triunfante en Damasco. El pueblo le vitoreaba lleno de júbilo. Sus enemigos
estaban o muertos o habían huido al saber la noticia de la muerte del rey Antioco V y de su
regente Lisias.
Fue al Templo de Zeus y después de realizar las ofrendas por la victoria obtenida se
autoproclamo rey haciéndose llamar a partir de entonces Demetrio I Soter. Corría el año 162 a
EC. Inmediatamente partió junto a Nicanor y Báquides hacia Antioquia.
A su llegada a la capital del Imperio recibió la noticia de la derrota de Gorgias en Bet Zacaria lo
que hizo que entrara en un auténtico ataque de ira.
- Que vengan inmediatamente Nicanor y Báquides, he de hablar con ellos. –ordenó a su
criado.
- Nos has mandado llamar Excelencia. –preguntó Nicanor.
- Os habéis enterado de lo del cobarde de Gorgias. –dijo malhumorado.
- ¿Qué ha ocurrido? –inquirió al punto Báquides.
- Ha sido derrotado de nuevo por ese… Judas, creo que se llama. –contestó airadamente.
¿Quién es ese judío que desde que he salido de Roma solamente oigo hablar de el? –
pregunto quedándose a la espera de una respuesta convincente.
- Es un rebelde, Demetrio. –dijo Nicanor.
- ¿Un rebelde? ¿Un judío rebelde?
- Si. –dijo secamente Nicanor.
- Es el cabecilla de una banda de facinerosos que hostiga a nuestras tropas por toda Judea.
–añadió Báquides.
- Pues habrá que acabar con él. –sentenció el rey.

***

Azarías fue enterrado con honores de Jefe del Pueblo y se le guardaron siete días de riguroso
luto durante los cuales se rezó el kadish en señal de shiv’ah, de duelo. Todos vistieron túnicas
de saco y ungieron de ceniza sus cabezas tal y como lo ordena la Ley.
- Eleazar -dijo Judas-, ya eres bar mitvah, ya eres un judío con la obligación de defender a
Dios, a tu religión, a tu gente y a Israel. Serás lugarteniente de Jonatan y, si es necesario,
le protegerás con tu vida. Que el sacrificio de tu padre, Azarías y, de tantos otros, no haya
sido en vano.
- Si Judas, así lo haré. –respondió el muchacho-
El orgullo inundaba su semblante ante la nueva misión que le encomendaba su Caudillo. Atrás
quedaban dos años de sufrimiento y vergüenza en la corte de aquellos sirios que ahora serían
sus enemigos irreconciliables. Había de vengar la muerte de su queridísimo padre y seguir su
valeroso ejemplo. La Ley del Talión: ¡Ojo por ojo y diente por diente!5, -se juró a sí mismo.

* * *

Nicanor, por órdenes expresas de Demetrio I había organizado un poderoso ejército y había
emprendido camino a Judea con el fin de encontrar al Macabeo y a sus hermanos y acabar
con ellos a cualquier precio. La orden de Demetrio había sido taxativa: Tráeme la cabeza del
judío para colgarla en la puerta principal de la ciudad para escarnio de todos los judíos.
Los informantes del general sirio, agentes al servicio del Macabeo, le habían dicho tras ser
torturados brutalmente, que el grueso de las fuerzas de Judas estaba acampado en las
inmediaciones de Bet Horón, al noroeste de Jerusalén. Nicanor, haciendo caso de tales
informes se dirigió desde Gador hacia el sur por la ladera oriental del río Jordán y a la altura de
la aldea de Mikmas, que estaba al otro lado del río, ordenó a su ejército que lo cruzara para
después dirigirse a través del Valle de las Hienas ya en territorio de Benjamín, en Judea, hacia
su objetivo, Bet Horón, con el fin de pillarlo por sorpresa.
Desconocedor de esa parte del territorio judío ignoraba que para llegar a su destino debía de
atravesar un angosto desfiladero que se conocía como el Valle de la Muerte que Judas conocía
palmo a palmo. Su aldea más importante era Adasá 6 donde el ejército judío quedó a la espera
de la llegada de los sirios.
Judas ordenó montar avanzadillas a lo largo del desfiladero para que le mantuvieran en
conocimiento de los movimientos sirios. Estas avanzadillas se comunicaban con el Estado
Mayor de Judas a través de palomas mensajeras que en todo momento surcaban los aires
manteniendo informado el ejército judío del Macabeo.
- ¿Qué mensaje lleva la paloma, Judas? –preguntó Juan.
- Acaban de entrar en el Valle de las Hienas cerca de Gador a doce estadios de aquí. En
primer lugar va una falange de infantes flanqueada por caballería y a poca distancia les
sigue Nicanor con el grueso de sus fuerzas. –le contestó Judas.
- ¿Informa de cuantos son? –inquirió Juan.

5
El término ley del talión (latín: lex talionis) se refiere a un principio jurídico de justicia retributiva en el que la norma
imponía un castigo que se identificaba con el crimen cometido. De esta manera, no sólo se habla de una pena
equivalente, sino de una pena idéntica. La expresión más famosa de la ley del talión es "ojo por ojo, diente por diente"
aparecida en el Éxodo veterotestamentario. Históricamente, constituye el primer intento por establecer una
proporcionalidad entre daño recibido en un crimen y daño producido en el castigo, siendo así el primer límite a la
venganza.

6
“Ciudad Nueva”, a un día de camino de Guezer, a 8 Km. Al NO de Jerusalén y a 10 al E. de Bet Horón.
- Si. Unos ocho mil infantes y dos mil soldados de caballería. Además cerrando la
retaguardia llevan una compañía de elefantes. –contestó con el semblante serio.
- ¿Otra vez elefantes? –interrumpió Juan que, evidentemente, odiaba a esos mastodontes
después de lo ocurrido a su hermano Eleazar.
- No creo que podamos con ellos. ¡Nos superan de cinco a uno!. –exclamó Juan.
- No creas hermano, cuando lleguen al desfiladero de la Muerte no podrán seguir con esa
formación y deberán estirar el contingente ya que juntos no darían el ancho del barranco
con lo que nos dejará en una clara ventaja. Además los elefantes tendrán que pasar de uno
en uno en fila. –le estimuló el caudillo judío.
- ¡Tienes razón! –reflexionó Juan.
- Juan –ordenó Judas- coge un grupo de ejército de mil quinientos hombres y dirígete hacía
Guezer para que puedas pillarlos por sorpresa por su retaguardia y cortarles una posible
retirada. Juan, tu irás hacia Gabaón y cubrirás esa zona, coge mil hombres. Tú, Esdrías,
envía palomas a Jerusalén y da aviso a Jonatan para que emprenda camino hacia aquí por
si las tropas de Nicanor lograran rebasar nuestras líneas. –siguió ordenando. Yo esperaré
la llegada de los sirios aquí, en las afueras de Adasá.
Un nuevo mensaje traído por las palomas les avisó de que las tropas sirias estaban a menos
de un día de ser avistadas por el ejército nacionalista judío.
- ¿Todos preparados? A vuestros puestos. –ordenó el Macabeo.
Ambos ejércitos se encontraron casi al final de la hondonada y se enzarzaron en una desigual
batalla.
A pesar de la ventaja en número de los sirios, la lucha se estaba decantando en favor de los
judíos que luchaban ardorosamente en defensa de su religión, por la libertad de su pueblo y por
la independencia nacional de Eretz Yisrael. Adonai, les seguía dando fuerza para vencer a tan
numeroso y potente enemigo. Pronto la avanzadilla siria empezó a huir en estampida.
A lo lejos, Judas divisó a un jinete montado sobre un caballo blanco que con una lujosa
armadura de oro y espada en su mano derecha arengaba a sus soldados y se disponía a entrar
en combate. Era Nicanor.
Judas espoleó su caballo alazán en dirección a su viejo enemigo y, dando estocadas a ciegas
tanto a diestra como siniestra llegó a la altura de este. Ambos hombres se miraron fijamente a
los ojos y se dispusieron a entablar una feroz lucha. Los dos eran bravos y orgullosos. En un
momento determinado del combate Judas recibió una fuerte estocada en el casco que lo dejó
levemente aturdido lo que le hizo que perdiera el equilibrio y cayera de su montura quedando
postrado de rodillas y dando la espalda a Nicanor. El guerrero sirio se apeó lentamente de su
caballo y, creyéndose vencedor de la contienda se dirigió parsimonioso hacia Judas, que
seguía aturdido y postrado en el suelo, y dirigiendo su espada hacia su cuello con intención de
degollarle lanzó una mirada cargada de arrogancia hacia los judíos que, atónitos,
contemplaban tan triste escena. Nicanor, riendo como un poseso, alzó la espada con el fin de
proyectar una certera estocada en el cuello de su rival cuando en esa fracción de segundos y
con un rapidísimo movimiento Judas haciendo pasar su espada por debajo de su axila y dando
un ligero giro de cintura hirió a su oponente con una mortal herida en el bajo vientre, a la altura
de la ingle. La risa de Nicanor se transformó inmediatamente en un gutural quejido de dolor.
Como pudo y apoyándose en su espada Judas se incorporó, despojó del casco a su enemigo
y, asiéndolo de su larga y rizada cabellera, alzó su cabeza. Con una destreza propia de un gran
guerrero y acumulada en mil batallas soltó un certero golpe de espada en el cuello de su
oponente cortándole la cabeza al instante. El cuerpo cayó desmadejado en el suelo bañado en
un gran charco de sangre. Acto seguido la alzó sobre sus hombros y espada en mano gritó:
¡Ha muerto aquel que tantos sufrimientos infringió a mi pueblo! Sirios rendíos si no queréis que
a todos vosotros os pase lo mismo. Los soldados sirios emprendieron alocadamente la fuga.
Y acto seguido ordenó a sus hombres que le entregaran cortada la mano derecha de Nicanor y
que descuartizaran su cuerpo para ser alimento de las hienas. Era el 13 de adar del año 160 a.
de la EC.

***
Roma estaba pasando un trágico y luctuoso momento dado que uno de los dos cónsules i de la
República había hallado la muerte en combate. Se trataba de Lucio Emilio Paulo 7 Así pues
Roma se hallaba de nuevo inmersa en unas elecciones que le restaban capacidad para
hacerse cargo de problemas lejanos a ella. Alcimo se hallaba aun en la capital de la República
cuando recibió una inesperada visita.
- Salve Alcimo, que la paz sea contigo. –le dijo el visitante.
- Shalom aleijem, ¿a que debo el honor? –pregunto el judío-. Mis criados me han informado
de que eres un enviado especial de mi amigo el rey Demetrio de Siria.
- Así es. -contestó-. Vengo de parte de él, del Rey de todos los Reyes.
- Y ¿qué desea de este humilde servidor, tan noble Señor? –continuó Alcimo.
- Desea veros cuanto antes en la corte de Antioquia, la capital del reino. –le dijo el emisario.
- Y, ¿por casualidad, te ha informado del motivo de esa cita tan urgente? –preguntó
taimadamente, casi en un susurro, como no dándole importancia a la pregunta.
- Mira Alcimo, me llamo Gedalias y soy judío como tú y soy el Jefe de los levitas del Templo
de Jerusalén. ¡Es evidente que se el motivo de que exija tu presencia en Palacio! Ya me
advirtió Demetrio de que eras muy astuto. –espetó su interlocutor dándole a entender de
que no diera más rodeos inútiles.
- Entonces… tú dirás. –prosiguió Alcimo con un cierto aire de petulancia.
- Has de saber que Jerusalén está sin Sumo Sacerdote, el último fue ejecutado por orden de
Lisias a petición del Sanedrín judío. –contestó el levita sin alzar el tono de voz.
- ¡Ah!, no lo sabía –mintió Alcimo. ¿Y Jasón? ¿No ha vuelto tal y como había prometido? –
siguió mintiendo sutilmente Alcimo.
- Si, reunió un numeroso grupo de hombres e intentó entrar desde Chipre pero su intentona
fue abortada y yo mismo le dí muerte, pero eso tú ya lo sabias así que no me hagas perder
el tiempo proporcionándote esa clase de noticias. –le contestó algo irritado Gedalias.
- Así que tú crees que me va a ofrecer el sumo sacerdocio ¿es así? –le preguntó mientras
frotaba sus manos con fruición.
- Lo que yo creo es que debemos prepararnos para partir lo antes posible, entre las virtudes
de Demetrio no se encuentra la paciencia. –dijo el emisario a la vez que se disponía a
marchar-. Vendré en una hora a recogerte, en el puerto de Ostia tenemos preparada una
galera que nos llevará hasta Sidón. ¡Date prisa, no disponemos de todo el día!
- “Es muy insolente el levita, algún día le haré pagar estas palabras tan despectivas que me
ha dirigido” –pensó Alcimo mientras sus ojos hundidos y su nariz aguileña se dirigían hacia
el emisario-. De acuerdo, Gedalias, en una hora estaré presto a salir, a un Rey no se le
puede hacer esperar. –continuó frotándose las manos como si quisiera calentárselas.

***

Demetrio se acababa de enterar de la trágica muerte de su gran amigo Nicanor, su más


preciado general, con el que había compartido sus confidencias de la infancia y de la
adolescencia, el que le ayudó, incondicionalmente, a recuperar el trono del reino. Estaba
desesperado, no dejaba de llorar… y de golpearse violentamente la cabeza…
Daba vueltas como un poseso de un lado a otro del salón de audiencias en Palacio. Su
chambelán, Porfirio, temía por su vida. Su esposa y sus concubinas lloraban de dolor al ver la
desesperación del rey.

7
fue un cónsul de la República romana. Elegido cónsul por primera vez en el 219 a. C. junto a Marco Livio Salinator,
derrotó a Demetrio de Faros en la Segunda Guerra Ilírica, forzándole a huir a la corte de Filipo V de Macedonia. A su
regreso a Roma, un Arco del Triunfo fue construido en su honor. Nombrado cónsul de nuevo durante la Segunda
Guerra Púnica, comandó el mayor ejército romano reunido hasta la fecha junto a Cayo Terencio Varrón, con quien se
turnaba diariamente el mando de las tropas. El mando correspondió a Varrón durante la batalla de Cannas, que resultó
en una total derrota y su muerte. Fue padre de Lucio Emilio Paulo Macedónico, y su hija Emilia Tercia casó con
Escipión el Africano.
- Nicanor… Nicanor… -no cesaba de repetir el nombre de su amigo, de su confidente.
- Majestad, deberíais descansar. ¿Os acompaño a vuestros aposentos? –inquirió su esposa
Berenice de Macedonia.
Demetrio estaba ido, no escuchaba lo que le decían. Había caído en una especie de locura
transitoria. De repente empezó a tener convulsiones y cayó al suelo desmayado aunque la
agitación continuaba provocándole violentos temblores. De pronto comenzó a sacar
borbotones de una baba blanquinosa y espesa de su boca. Tenía náuseas y su estado era
febril. Entre varios criados lo cogieron cuidadosamente y lo llevaron a sus habitaciones, con
ellos iba Berenice que realmente amaba a su esposo.
- Llamad a los físicos inmediatamente, hay que saber que le ocurre a mi querido esposo, el
Rey. –ordenó compungida Berenice.
Los médicos griegos acudieron rápidamente al ver la gravedad que les habían informado los
sirvientes.
- Majestad, ¿le han ocurrido otras veces estos ataques? –pregunto el galeno más antiguo y,
por ende, más experimentado.
- No Pericatres. Es la primera vez que le he visto algo así. –contestó entre sollozos la reina
que veía el estado de su marido.
- Podría tratarse de epilepsiaii, nuestro antepasado y maestro Hipócrates ya la tenía
debidamente estudiada aunque se desconocen, de momento, sus orígenes podría venir
producida por fatiga emocional o por un traumatismo sufrido en el campo de batalla. ¿Ha
sufrido algún contratiempo el rey? –preguntó tímidamente el médico.
- Nicanor ha muerto en combate. –repodó secamente la reina.
- ¿Nicanor muerto? Por todos los dioses. Eso ha sido un duro golpe para su Majestad, el rey.
Eran casi hermanos. –se lamentó Pericatres. Luchando contra los partos ¿quizás?
- No, contra los rebeldes judíos. –respondió la reina.
- ¡Por Zeus! Que mala noticia. Dejadle descansar. Si, como me temo, se trata de esa rara
enfermedad que ya era conocida por los babilonios, solamente el descanso aliviará su
dolor. Posiblemente cuando despierte no recordará lo sucedido. –dijo solícito el físico.
- ¿No le da ninguna medicina? –quiso saber la reina.
- No. Solamente paños de agua helada para hacerle bajar la fiebre. En unas horas se
recobrará del todo. Tened fe en los dioses, Majestad. –concluyó Pericatres.

***

Judas y sus hombres entraron triunfantes en Jerusalén. El pueblo los recibió con gritos de júbilo
y llamaba Mesíasiii a Judas. Todo el pueblo repetía sin cesar ¡Hallêluyáh 8!... ¡Hallêluyáh!...
Judas, nuestro Rey… Judas, el Rey Ungido de Israel.
Estas exclamaciones molestaron sobremanera a Judas que rápidamente convocó al Consejo
Supremo de la Revolución y al Gran Sanedrín.
- Sin duda mi pueblo ha enloquecido… -se repetía Judas-. Llamarme el Mesías cuando
desciendo de Asmón, decirme que soy el Ungido cuando ni siquiera llevo la sangre de
David… Eso es fruto, sin duda, de tantos años de lucha y de violencia. El pueblo de Israel
está fatigado, ¡no quiere más guerra!... –no cesaba de repetírselo.
- Judas, te esperan los consejos reunidos en el Templo. –le comentó Juan, su hermano-.
¡Vamos!, no hay que hacer esperar a los ancianos ni a los doctores de la ley.
Ambos se encaminaron en comitiva, junto a los generales de su ejército, hacia el atrio de los
hombres, no sin antes haber dejado sus armas y corazas en el campamento custodiadas por
centinelas. Dentro de un saco llevaban la cabeza y la mano derecha de Nicanor.

8
La palabra aleluya, (←halaluiah(latín)← ‫[ ַהְּללּוָיּה‬Halləluya, Halləlûyāh](hebreo), '¡Alaben a Dios! ¡Gloria al señor!' es una
exclamación de júbilo originaria del judaísmo muy común en esta religión y también en el cristianismo que la adoptó
para su uso litúrgico. Para la mayoría de los cristianos, esta es la palabra más alegre para alabar al Señor. Aleluya:
adaptación de la expresión hebrea hallet -lu-Yáh, que significa “alaben [ustedes] a Yah” o “alabad a Yah”. Yah:
abreviación poética del nombre divino, Yahve. Aparece más de cincuenta veces en la Biblia, a menudo formando parte
de la expresión aleluya.
- En el día de hoy, 13 de adar he querido dirigirme a vosotros para comunicaros dos cosas
muy importantes para todos nosotros. –comenzó a decir Judas-. Hoy hemos dado muerte a
un indigno, su nombre: Nicanor. Aquí tenéis su cabeza y la mano con la que empuñaba su
espada. –dicho esto extrajo ambos despojos del saco.
La cara de Nicanor estaba completamente amoratada por efecto del traumatismo al ser
cortada. Los ojos muy abiertos y desorbitados. La lengua salía hacia fuera de su boca abierta
casi seis dedos. El pelo pegajoso aún por la sangre que, ya reseca, le había mojado toda la
cabellera la cual se había tornado de un negro granate. Las facciones de la cara llenas de
polvo seco lo que aún hacía más fantasmagórico su semblante.
- Aquí lo tenéis. –gritó el Macabeo.
- Y aquí está su mano derecha. –gritó Juan.
El pueblo volvió a dar muestras de júbilo y a gritar ensordecedoramente: ¡Judas, el Mesías!...
¡Hallelûyáh!... Judas, Rey de Israel… ¡Hosanna!... Bendito aquel que viene en el nombre de
Adonai…
- ¡Basta! ¡Silencio!... –ordenó al pueblo elevando sus brazos al cielo. ¡Yo no soy el Mesías!
¡No soy el Rey de Israel! ¿Lo entendéis, hermanos míos?...
Un largo silencio recorrió todo el atrio hasta el extremo que en él se oía el murmullo que hacían
las mujeres en su atrio (ambos estaban separados) al comentarse, entre ellas, la negativa de
Judas a ser el Ungido.
- Algún día llegará en que se cumplan las profecías de Isaías y un Rey descendiente de la
casa de David morará entre nosotros y reinará. ¡Yo también lo espero así!... pero
hermanos, ese hombre no soy yo. –les dijo Judas en tono solemne.
Y continuó…
- También os digo que, de la misma forma que reconozco no ser el Elegido, otros vendrán
que, por ansías de vanidad o, simplemente, por querer levantar el ánimo del pueblo de
Israel se harán pasar por los verdaderos Mesías, los Ungidos. Pronto reconoceréis a los
embaucadores, los falsos Mesías. El Mesías que todos esperamos será un hombre
prodigioso, creyente, celoso de la Ley y con un profundo amor al único Dios. ¡Alabado sea
su nombre!
- ¡Amén! –contestaron con unanimidad los congregados en el atrio.
- El rey que esperamos nos liberará de todo yugo extranjero. Nos devolverá la libertad y la
independencia. Restituirá nuestras tradiciones, nuestro culto y reparará el daño que nos
han inflingido los goyim. ¡Alabado sea el Todopoderoso!
Entonces desde la multitud se oyó decir: “Tu ya nos has devuelto todo aquello que los goyim
querían arrebatarnos, has purificado el Templo y nos has devuelto la confianza como pueblo”.
- Yo solamente me he ocupado de seguir las enseñanzas y los consejos de mi padre,
Matatías, al que todos conocíais y junto con mis hermanos a los que también conocéis y
muchos de vosotros hemos luchado por nuestra religión, por nuestra tierra y por nuestra
independencia. ¡Nada más! Solamente soy el capitán de nuestro ejército. –les respondió, y
dicho esto volvió a levantar la cabeza del miserable general diciendo a sus convecinos: A
partir de hoy, esta cabeza y esta mano derecha se mostrarán clavadas en dos estacas aquí
junto a la puerta que da entrada al atrio de los hombres, para mayor escarnio y mofa de los
sirios.
Dicho esto se encaminó, entre la multitud que se agolpaba a él con la intención de tocarle la
mano, hacia la puerta del atrio que a partir de ese día sería conocida como puerta de Nicanor.
A la salida se repitió la misma escena en el atrio de las mujeres. Todas ellas querían tocar las
manos del Macabeo y una le dijo: ¡Rabí!… Ya os he dicho que no me llaméis rabí… ¡no lo soy!

***

Alcimo y Gedalias se presentaron ante Demetrio que estaba acompañado por Báquides al cual
le estaba impartiendo órdenes directas que incumbían a Judea. Haciendo una exagerada y
servil reverencia Alcimo se dirigió al Rey.
- Majestad… -dijo sin poder acabar la frase al ser cortado por el soberano.
- Siéntate, ya te diré yo cuando puedes hablar. –le espetó tajante, y siguió hablando con su
general sin hacer caso de la presencia de los dos judíos.
Desde la derrota y muerte de Nicanor, el Rey se había vuelto más irascible y taciturno. Había
prohibido los juegos a perpetuidad y no permitía que nadie riera en su presencia. La corte
guardaba un rigurosísimo luto y las señales de duelo se multiplicaban. El ambiente era
tenebroso y sombrío. La tristeza del rey se transmitía en el ambiente.
- Alcimo, tengo una misión para ti. –dijo sin mostrar el menor atisbo de cordialidad. De
momento te nombro Sumo Sacerdote de los judíos. Partirás junto a Báquides y Gedalias
hoy mismo hacia Jerusalén.
- Pero mi rey… -intentó decir Alcimo.
- ¡Calla!, solamente hablarás cuando yo te lo diga. –le cortó tajante Demetrio-. No me
importa si estáis cansados del largo viaje desde Roma hay cosas mas urgentes que
resolver y reparar vuestra salud, que ahora me pertenece, es totalmente secundario. ¡Y no
me vuelvas a interrumpir si quieres mantener la cabeza sobre los hombros!.. –al decir esto,
inevitablemente, le vino a la memoria la atroz muerte de Nicanor-. Iras a Jerusalén con
Báquides e intentarás negociar la paz con el Gran Sanedrín, a cambio quiero la captura de
ese bandido al que todos llaman el Macabeo. ¡Lo quiero vivo! ¿Has entendido bien mis
órdenes?.
- Si, Majestad, se hará como vos ordenáis. –dijo Alcimo con voz temblorosa.

***

Judas, después de pasar por Qumrán junto al grueso de sus fuerzas, se retiró al norte, a la Alta
Galilea, cerca de Gamala. Allí estableció sus cuarteles donde se le unieron numerosos grupos
de zelotes llegados desde todo el territorio y se dispuso a pasar una larga temporada ahora que
los sirios estaban en guerra con los partos y parecían haberse olvidado de Judea pero el
descanso duraría solamente unos meses. Camino de Jerusalén iba una larga caravana en la
que viajaba el nuevo Sumo Sacerdote Alcimo, nombrado por Demetrio, el general Báquides
que iba a hacerse cargo de la gobernación de Judea y Gedalias que tenía que hacerse con el
control de la guardia del Templo, los levitas.
- Cuando lleguemos a Jerusalén reuniré al Gran Sanedrín quiero conocerlos a todos
después de tanto tiempo en Roma no conoceré a muchos de esos nuevos sacerdotes que
se hacen llamar asídeos. –dijo Alcimo-. Tú haz lo propio con los levitas entre unos y otros
alguien habrá que nos sirva para nuestros propósitos.
- Dicen que los fariseos son más nacionalistas que los asídeos y por eso se separaron de
ellos. –rebatió Gedalias. Entre los levitas me consta que la mayoría son nacionalistas y que
simpatizan con los fariseos a excepción de esos que se hacen llamar zelotes que son una
escisión de ellos mismos.
- Me da igual. –contestó secamente el sumo sacerdote. Yo pertenezco al partido de los
saduceos y nada tenemos que ver con el resto de esas sectas.
- No creas, Alcimo, se comenta que muchos terratenientes y aristócratas pertenecientes a tu
partido también han tomado simpatía por los rebeldes. –continuó Gedalias.
- Así que estamos rodeados de traidores, ¿no es así? –inquirió Alcimo.
- De los traidores y de los rebeldes ya me encargaré yo. –interrumpió Báquides.

***

- Me han llegado malas noticias de mis informadores… -comenzó diciendo Judas a sus
lugartenientes.
- ¿De que se trata? –preguntó Juan.
- Mitridates I iv, rey de los partos, quiere firmar una paz con Demetrio con el fin de que este le
garantice la Ruta de la Seda hasta Samarkanda9 allá por Uzbekistán y el Camino Real10 de
Persia, a cambio le devolverá a los sirios Herat11. –dijo Judas.
- Pero eso a nosotros ni nos va ni nos viene. –intervino Juan.
- Precisamente eso, no. Pero si Demetrio deja de luchar contra los partos podrá reunir un
gran ejercito y volver contra Judea y eso si que nos perjudica. –reflexionó Judas ante sus
hermanos.
- ¿Qué quieres que hagamos? –le pregunto Juan de nuevo.
- Prepararnos. –sentenció Judas mientras afilaba su espada con un pedernal. Además
también me han dicho que en Jerusalén hay un nuevo Sumo Sacerdote y que el general
Báquides, el nuevo gobernador sirio sustituto de Nicanor, está haciendo una gran limpieza
entre los saduceos y levitas que no son leales a Alcimo, así se llama el nuevo kohen gadol,
impuesto por Demetrio. También detienen a fariseos, esenios y zelotes y a muchos de ellos
los ejecutan acusados de simpatizar con nosotros.
- ¡Eso es una infamia! –se exaltó Juan. ¿Se sabe algo de nuestros hermanos Simon y
Jonatan? –preguntó.
- Ellos están bien. Simón está en Modín y Jonatan en Hebrón. –les calmó Judas. Pronto se
reunirán ambos en Jerusalén para comprobar de cerca el alcance de la situación.
- Entonces ante la duda de que ellos estén preparando un nuevo ataque a Judea, nosotros
deberíamos hacer lo mismo: prepararnos. –dijo Juan.
- Que algo preparan es seguro pues también me han informado que el gobernador Báquides
está reclutando tropas mercenarias entre tracios, gálatas, frisios, macedonios, idumeos y,
sobre todo, filisteos. –dijo con un tono de honda preocupación Judas, el Macabeo. No
perdamos más tiempo y pongámonos manos a la obra. –sentenció dando la conversación
por terminada.

***

Gedalias había hecho varios prisioneros entre las gentes sencillas de Jerusalén a los que
interrogaba bajo torturas para saber si eran seguidores de los insurrectos.
- Si me dices lo que quiero oír dejarás de sufrir inmediatamente… ¡contesta!... ¿Dónde está
Judas, el bandido?...
- No lo se… arrrgh… no lo se… -gemía y gritaba desesperadamente el cautivo mientras le
arrancaban otra uña de los dedos del pie derecho.
- ¿Dónde está Judas, perro?...
- Que no lo se…. ¡lo juro!... arrrgh… -gritaba de nuevo con un sonido gutural y
ensordecedor.
- ¡Habla insensato!... y dejarás de sufrir… -volvía a la carga el Jefe de los levitas.
- Arrrgh… No lo se…
- Por última vez… ¿dónde está? ¿dónde se esconde?... ¡habla!...
Un silencio sepulcral se hizo patente en la mesa de torturas. El prisionero había perdido el
conocimiento. Gedalias estaba empapado en sudor y jadeaba. No cabe duda que disfrutaba

9
Samarcanda es una de las ciudades más antiguas del mundo aún habitadas. Dada su ubicación, Samarcanda
prosperó debido a estar localizada en la ruta de la seda entre China y Europa. Llegó a ser una de las ciudades más
grandes de Asia Central.
10
El recorrido del Camino Real Persa ha podido ser reconstruido a partir de los escritos de Heródoto, la investigación
arqueológica y otras fuentes históricas. Comenzaba en el oeste, en Sardes (a unas 60 millas al este de Izmir, en la
actual Turquía), se dirigía al este, a través de lo que ahora sería la sección centro-norte de Turquía, hacia la antigua
capital Asiria de Nínive (actual Mosul, en Iraq). Luego seguía hacia el sur hacia Babilonia (hoy Bagdad, en Iraq). Cerca
de Babilonia, se cree que se dividía en dos tramos, uno que se dirigiría hacia el noreste y luego al oeste, a través de
Ecbatana y siguiendo la ruta de la seda. La otra continuaba al este, a través de la futura capital del imperio persa,
Susa, (actual Irán) y luego al sudeste, hacia Persépolis.

11
En la actual Afganistán
con el sufrimiento de los demás. ¡Traedme a otro a este ya podéis ejecutarlo, no hablará! –
ordenó a uno de sus subordinados.
En ese instante hizo su aparición Alcimo en la sala donde se estaba torturando a los infelices
prisioneros.
- ¿Algún resultado hasta ahora, Gedalias?
- No, pero pronto lo conseguiré. -contestó mientras se secaba el sudor de la frente.
- Pues date prisa, ya llevas más de cien ejecuciones sin obtener nada positivo. ¡Son tercos
estos malditos asídeos! –dijo en tono de enojo Alcimo. Si ves que no obtienes resultados
pronto comienza con sus madres o sus mujeres y sus hijas, verás que rápido hablan estos
malditos bastardos.
Fuera del habitáculo que servia de sala de torturas se empezaron a oír unas voces que cada
vez subían más de tono.
- ¿Qué ocurre centinela? –preguntó Gedalias muy enfadado.
- Señor, aquí hay un loco que, enterado de que buscamos al Macabeo, dice que quiere
colaborar con nosotros y que no quiere recompensa alguna. Que lo suyo es una venganza
personal –contestó al momento el levita que hacía guardia en la puerta.
- ¡Hazle pasar inmediatamente! Quiero conocer a ese loco. –ordenó Alcimo en tono
enérgico.
- Si, Excelencia.
Al momento ante ellos se encontraba un hombre de edad indeterminada, con el pelo
enmarañado, sucio de polvo y despidiendo un fuerte hedor a sudor. Se notaba que acababa de
llegar de un largo viaje.
- ¿Quién sois? –preguntó el Sumo Sacerdote.
- Mateo de Gamala, en la Galilea, Excelencia.
- ¿Y sabéis dónde están escondidos los Macabeos? –interrogó Gedalias.
- Si. Muy cerca de Gamala, de donde vengo. –respondió con firmeza el recién llegado.
- ¿Y decís que se trata de una venganza personal y que no queréis recompensa alguna? –
inquirió Alcimo.
- Así es. Mi única recompensa ha de ser ver muerto a Judas al que llaman el Macabeo. –dijo
secamente.
- ¿Y se puede saber que agravio te hizo para desear su muerte? –preguntó Alcimo con
curiosidad manifiesta.
- Ordenó ejecutar a mis hijos pequeños Bartolomé y Simeón, de 19 y 17 años. –respondió
con la voz cargada de odio.
- Y… ¿se puede saber por qué tomó una decisión tan grave ese Judas? –insistió Alcimo que
empezaba a percatarse que no era una trampa y que solo el deseo de vengarse movía a
aquel hombre a delatar al jefe de los rebeldes.
- Servían al rey sirio. En Galilea no todos somos rebeldes. Además, no estaban
circuncidados. –contestó sin apenas inmutarse.
- ¿Por qué tenemos que creerte?... ¿Quién nos dice que no eres un agente del bandido?...
¿Has venido solo?... –preguntó Gedalias.
- No. He venido con mis otros dos hijos mayores y con mi hermano. Los he dejado en la
taberna hasta saber si aceptabais mis condiciones. Todos ellos lo vieron todo y se salvaron
de ser ejecutados porque estaban circuncidados. –contestó sin alterar el tono de su voz.
- Bien, Gedalias, -intervino Alcimo- que se tomen un baño y les den ropa limpia y algo de
comer. Tú y yo hemos de preparar la estrategia que nos permita detener al rebelde y
enviárselo a Demetrio para que cumpla su venganza.
- ¡La venganza ha de ser mía! –dijo Mateo alzando la voz.
- ¡Calla, insensato! La venganza será del Rey y tú podrás ver el sufrimiento de quien ordenó
ejecutar a tus hijos. ¡Centinela!... –gritó Alcimo. Acompaña a este hombre a reunirse con
los suyos en la taberna y que se cumplan mis órdenes de inmediato.
- Si, Excelencia. –contestó el levita.
- ¿Qué opinas? ¿Miente o no el Galileo? –pregunto Gedalias al Sumo Sacerdote.
- Esta claro que no y yo de eso entiendo bastante. Solamente le mueve el odio pero es
cobarde para matar al Macabeo con sus propias manos. ¡Nos necesita! –respondió
Alcimo. No obstante ofréceles dinero para el camino de vuelta.
- ¿Qué hacemos con el resto de los prisioneros? –dijo Gedalias.
- ¡Ejecútalos! –le contestó Alcimo. No me importa en la forma que lo hagas, ¡pero hazlo ya!
Tenemos prisa, hemos de establecer conjuntamente cual es el mejor plan para llevar a
cabo nuestra acción. Por lo pronto voy a comunicárselo a Báquides. Tiene que estar
enterado de nuestros progresos y enviar un emisario al Rey para que también esté
enterado.

***

Las calles de Jerusalén estaban infectadas de soldados mercenarios de distintas naciones. Los
había macedonios, filisteos, idumeos, gálatas. Y de muchas otras naciones. Simón y Jonatan,
debidamente disfrazados, entraron en Jerusalén con solo dos días de diferencia. Ambos se
alojaron en la casa de Nicomedes, un fariseo doctor de la Ley y miembro del Sanedrín.
- Shalom, Simón. –dijo Jonatan que fue el último en llegar pues venía de Hebrón.
- Shalom aleijem. –contestó Simon mientras abrazaba a su hermano pequeño.
- ¿Qué tal las cosas por aquí? –inquirió Jonatan.
- Muy mal, muy mal. Nicomedes me ha contado las atrocidades cometidas por Alcimo y su
sádico esbirro Gedalias para con nuestros hermanos. Han matado a cientos de ellos. –dijo
Simon con el semblante sombrío y sin apenas voz.
- Y Nicomedes ¿dónde está? –pregunto de nuevo Jonatan.
- En la Sinagoga orando Kadish en recuerdo de nuestros hermanos vilmente asesinados. –
contestó Simon con la cabeza agachada.
- ¿Lo sabe Judas todo esto y el movimiento de tropas que hay? –volvió a preguntar el
pequeño de los hermanos.
- Hoy mismo ha partido un emisario hacia la Galilea para ponerlo al corriente. ¿Te apetece
un baño? –le preguntó Simón.
- Si, pero iremos a los baños públicos, no al mikveh12. No debemos levantar sospechas ante
los hombres de Gedalias o de Alcimo. –indicó Jonatan.
- Bien, hermanito.
- No me llames hermanito, Simon.
Al pasar por la taberna, que estaba junto a la casa de Nicodemo, camino de los baños públicos
se cruzaron con Mateo de Gamala y sus acompañantes. Solamente Jonatan y el hermano de
Mateo se cruzaron una leve mirada que les dejó, a ambos, pensativos… ¿de que conozco yo
esa cara?... –se dijeron a sí mismos.

***

De nuevo en presencia de Alcimo y de Gedalias, los cuatro hombres de Gamala, ya aseados y


debidamente alimentados, recibieron instrucciones precisas de lo que debían decir al llegar
junto a Judas para convencerle de la trampa en la que tenía que caer.
- ¿Lo habéis entendido bien? –preguntó Alcimo.
- Si, Excelencia. –contestaron los cuatro al unísono.
- ¡Ya está! ¡Ya me acuerdo! Esa cara… ¿cómo podría yo haber olvidado esa cara?... –dijo
en voz alta Jeremías de Gamala, el hermano de Mateo.
- ¿Qué cara?... –preguntó sorprendido Alcimo.
- La de Jonatan, el hermano pequeño de Judas… el que comprobó quienes estábamos
circuncidados allá en el desierto de Judea cerca de Qunram. –contestó nerviosamente, casi
balbuceando, Jeremías.

12
Baño ritual judío
- ¿Estás seguro de eso? ¿Dónde lo has visto? ¿Iba solo? ¿Te ha reconocido el a ti?... –las
preguntas salían atropelladamente de la boca del Sumo Sacerdote.
- Seguro, segurísimo… ¿Cómo podría yo olvidar esa cara si estuve soñando con ella
durante muchas lunas?... Salían de una casa que hay justo al lado de la Taberna… Le
acompañaba otra persona, mayor que él, su hermano mayor creo que era… si, su hermano
mayor, ese al que llaman Simon Tasí… no creo que me haya reconocido… solamente
cruzamos levemente nuestras miradas… no, no me puede haber reconocido.
- Bien, Jeremías. Has hecho un gran servicio a Jerusalén. –le dijo Alcimo dándole una
afectuosa palmadita en la espalda-. Ahora debéis marcharos rápidamente os quedan ocho
días hasta llegar a la Galilea.
- Tomad. –dijo Gedalias mientras les acercaba una bolsa con unos cuantos siclos de plata.
Son para el camino –dijo. ¡cogedlos! –insistió.
- Esto no lo hacemos por dinero. No lo queremos. –dijo haciendo un gesto con la mano
como de parar la oferta que recibían del Templo.
- Mateo, ya sabemos que no lo hacéis por dinero. Eso está fuera de toda sospecha. Pero
coged estas monedas, os harán el camino de vuelta más agradable. –volvió a insistir
Gedalias.
- De acuerdo, pero que conste que no lo hemos hecho por el dinero. –repitió Mateo.
- De acuerdo. Iros ya. Shalom.
- Shalom. –contestaron los cuatro.
- Que las bendiciones de Elohim sean con vosotros. –se despidió Alcimo.
Una vez habían salido Alcimo preguntó a Gedalias.
- ¿Quién vive en esa casa?
- Nicomedes, es fariseo y doctor de la Ley.
- ¿Sabes donde está ahora?
- Si, en la Sinagoga, orando un Kadish por los ajusticiados.
- Pues que se haga justicia también con él.

***

- Te veo pensativo, Jonatan. ¿Ocurre algo?... –preguntó Simon.


- No. Solamente una cara que he visto y no consigo recordar de quién se trata, no le pongo
nombre a esa cara… pero no es nada Simon. Ya me acordaré. Tampoco creo que tenga
importancia, si fuese de un enemigo seguro que lo recordaría.
- Bueno pues disfruta del baño, hermanito.
- No me llames hermanito, Simon. –dicho esto se avalazó sobre su hermano mayor
intentando sumergirle la cabeza en el agua. Jugaban como si de dos niños se tratara.
Estaban verdaderamente relajados como hacía mucho tiempo que no ocurría.
Pasada una hora decidieron poner fin al baño y se secaron en las termas, momentos después
rechazaban cordialmente el masaje que unos efebos les ofrecían y se vistieron dispuestos a
emprender el camino de vuelta lo más discretamente posible.
Al pasar por delante de la Sinagoga que estaba colindante con el edificio del Sanedrín vieron
como unos levitas fuertemente armados sacaban a empellones a un hombre de edad
avanzada.
- ¡Nicodemo! –exclamó Simon haciendo ademán de salir corriendo en dirección a él con el
fin de socorrerle.
- Prudencia Simon. –le dijo Jonatan mientras lo sujetaba por la túnica. Recuerda para lo que
estamos en Jerusalén. Mañana hemos de partir al encuentro de nuestros hermanos.
- Tienes razón Jonatan, se me ha ido la cabeza al ver como tratan a ese pobre infeliz.
En ese momento llegó Alcimo acompañado de Gedalias, Los hermanos no conocían al primero
aunque sí al segundo. Vieron, aunque no oyeron, las instrucciones que daban a los levitas y,
dando media vuelta, se marcharon hacia el Sanedrín. Los levitas utilizando las mazas que
llevaban para mantener el orden público golpearon a Nicomedes hasta romperle todos los
huesos y, dándolo por muerto, se marcharon dejándolo tirado en el suelo. En ese momento se
acercaron muchos curiosos. Simon y Jonatan apartándose a codazos de la multitud se
arrodillaron ante el anciano.
- Iros… Marchaos con Judas… Por mí ya no podéis hacer nada… Voy a reunirme con
Shaddai, el Todopoderoso… -decia entre jadeos agonizantes. No esperéis a mañana… iros
ya… -dijo dando el último suspiro.
Entre la multitud vieron a Yair, un sacerdote viejo amigo de Matatías, su padre. Se dirigieron a
él y dándole unas monedas le dijeron que las empleara en proporcionar un entierro digno para
Nicomedes que yacía inerme en el suelo. Yair las rechazó diciendo que él mismo correría con
todos los gastos. Inmediatamente salieron a toda prisa por la Puerta Vieja con el fin de no
levantar sospechas. A su izquierda se veía el monte de las calaveras, el Gólgota, donde los
levitas ejecutaban por lapidación a los condenados por el Sanedrín ya fueran ladrones,
asesinos o adulteras.
En las afueras de la ciudad, junto a un cobertizo de pastores, les esperaban sus lugartenientes
Esdrías y Eleazar Ben Ararías con las cabalgaduras y sus armas ya preparadas por si surgía
algún inconveniente que les obligara a precipitar su marcha tal y como sucedió. De Jerusalén
partían hacia Jericó, de ahí hacia Mikmas, después a Bet San y de esa ciudad a Nazaret, de
Nazaret a Magdala y de allí a Gamala. En todas las ciudades y aldeas que cruzaban en el
camino debían unírseles las tropas que habían salido previa y escalonadamente desde Modín y
desde Hebrón con el fin de no levantar sospechas. En total unos seis mil jinetes. Si se daban
prisa tardarían seis, máximo siete, días en llegar a su destino.

***

Báquides, ordenó acuartelar a las tropas auxiliares extranjeras imponiéndoles la férrea


disciplina castrense siria, a partir de este día no habría ya más permisos, ni se permitiría la
ingesta de vino bajo pena de flagelación, ni se permitirían pendencias bajo pena capital. A partir
de este día solamente existiría un duro entrenamiento hasta conseguir que las tropas
mercenarias formasen falanges en orden de ataque tal y como el ejército sirio venía haciendo
desde tiempos del Gran Alejandro.
Alcimo y Gedalias fueron a visitar al gobernador. Ambos habían tomado la decisión de no
contarle nada de lo que había explicado Jeremías ni de que habían sido vistos en Jerusalén
Simon y Jonatan, hermanos de Judas el Macabeo. Así si algo no saliese como estaba previsto
a ellos no podría culparles nadie, en todo caso la culpa recaería en los de Gamala pues los
acusarían de haber actuado como agentes dobles.
- Salud, Báquides. –dijeron ambos hombres al entrar en los despachos del Palacio del
Gobernador.
- Salud a los dos. –respondió el General. ¿Qué tal ha ido con nuestros “espías”?
- Bien, nada por lo que debas preocuparte. –contestó Alcimo. ¿Has enviado un emisario
hacia la Capital del Reino? –le preguntó.
- Naturalmente ya hace dos horas que ha partido. En seis o siete días, máximo ocho el Rey
ya estará enterado de nuestros progresos. –dijo poniendo mucho énfasis en “nuestros
progresos”.
- Calculamos que es el tiempo máximo que tardarán en llegar a Gamala nuestros espías. –
dijo Gedalias.
- Esperemos que no haya ningún contratiempo. –sugirió Báquides. Ahora debéis dejarme
trabajar, estoy preparando al ejército, quiero salir en un par de días. Y se despidió
cortésmente de ellos.

***

Poco antes de llegar a Jericó, Simon, Jonatan y sus lugartenientes, divisaron delante de ellos a
cuatro hombres que montados en cabalgaduras también se dirigían hacia el norte. Al llegar a
su altura y observando los bultos que llevaban en un par de mulas, Simon les preguntó:
- ¿Comerciantes?
- Si, de pieles curtidas. –contesto Mateo.
- ¿Y adónde os dirigís, buenos hombres?
- Hacia el norte, a Gamala. –volvió a responder Mateo.
- ¿Necesitáis ayuda o protección? Nosotros también nos dirigimos hacia allí y en estos días
hay muchas patrullas de tropas extranjeras y mercenarias. –se ofreció Simon.
- Nos hemos dado cuenta y estamos deseando llegar para informar a los oficiales de enlace
de Judas al que llaman Macabeo. –dijo Jeremías.
- ¿Conoces a Judas? –preguntó Jonatan que no había dejado de mirar a la cara de
Jeremías. ¿Y a sus hermanos?
- No, jamás los hemos visto pero sabemos que están acuartelados en las inmediaciones de
Gamala, posiblemente en Giscala o en Gofna. –respondió de nuevo Mateo.
- Y cual es el informe que queréis darle. –insistió Jonatan.
- Esta mañana, en la taberna, hemos oído hablar a unos soldados gálatas de que el
Gobernador de Jerusalén saldrá dentro de dos días con un numeroso ejército hacia Bet
Horón pues allí piensa que es donde el ejército de liberación tiene acuarteladas sus tropas.
–contestó Jeremías que cada vez estaba más nervioso pues Jonatan no dejaba de mirarle
fijamente. Piensa atacarles de noche y por sorpresa con todo el grueso de sus fuerzas –
prosiguió- y si nos los encuentra allí pasara a cuchillo a toda la población tal y como
hicieron anteriormente en Bet San.
- “Otro Bet San, no por favor” –pensó Simon. ¿Sois judíos?... –preguntó a Mateo.
- De religión si pero, como ya te he dicho, somos galileos. –le contestó.
- Bien, Shalom, hermanos que tengáis un buen viaje. –se despidió Simon.
- Shalom, nos veremos en Galilea. –dijo Mateo.
Dicho esto los nacionalistas siguieron a todo galope dirección norte, no había tiempo que
perder. Jonatan no dejaba de pensar… “¿de qué conoceré yo esa cara?”...
- Me ha puesto nervioso ese tal Jonatan –le dijo Jeremías a su hermano Mateo.
- No te preocupes, no te ha reconocido. –le contesto quedamente.
- ¿Cómo lo sabes, Mateo? ¿Cómo puedes estar tan seguro?
- Si tuvieran la menor sospecha, nos habrían matado a todos en el mismo momento de
descubrirnos. –sentenció Mateo dando por terminada la conversación.

***

Al llegar a Jericó, ciudad que les era leal, Simon y Esdrías se dirigieron a la casa del Jefe del
Pueblo, Nataniel.
- ¿Tenemos mensajeras en Jericó? –preguntó Simon.
- Si, ¿por qué? –contestó Nataniel.
- Hemos de enviar un mensaje urgente a Judas. El mensaje ha de decir: “Báquides partirá
en dos días hacia Bet Horón con numeroso ejército. Cree que estamos acampados en esa
zona y si no nos encuentra pasara a cuchillo a toda la ciudad. Recuerda Bet San. Me dirijo
a defender Bet Horón. Agregate las tropas de Magdala, Nazaret y Bet San. Simon Tasi”.
Envíala inmediatamente, Nataniel.
- A tus órdenes, Simon. ¿Preparo a las tropas?
- Si, pero quédate un batallón para defender Jericó y Doc si fuese necesario. ¡Ah! Envía otra
mensajera a Mikmas, allí están acantonadas las tropas de Jonatan, el mensaje debe poner:
“Cambio de rumbo dirigíos a Betzacaria. Allí nos reuniremos. Jonatan Apfus”.
En poco más de una hora todas las tropas de los Macabeos a excepción de aquellas que
habían quedado destacadas para defender las posiciones que ya se tenían ganadas, se
movían en dirección sur.
Judas bajaba desde las colinas de Gofna hacia Betzacaria evitando cruzar por caminos de
primer orden. Sabía que allí se reuniría con las tropas de su hermano Jonatan. Y que ambos, a
pesar de la fatiga, podrían dirigirse después a Bet Horón en auxilio de la ciudad defendida por
Simón. El camino estaba despejado y los colaboradores de Judas le habían comunicado que
en Jerusalén había mucho movimiento de tropas pero que aún no habían salido, salvo algunas
avanzadillas, hacia Bet Horón.
Sin embargo no era así. Al llegar al desfiladero de Beerzet, en las inmediaciones de Betzacaria,
donde debían reunirse con las de Jonatan, las tropas nacionalistas macabeas de Judas se
vieron sorprendidas y rodeadas por las tropas sirias. Báquides había ordenado que se formaran
dos columnas. Una debía atacar la vanguardia de los insurrectos desde las colinas de Bet El y
la otra columna hacer lo propio por la retaguardia desde las de Berea obligándoles a replegarse
hacia la ciudad de Elasá, justo en dirección contraria de Bet Horón donde debía unirse a las
tropas de Simon y lejos aún de Betzacaria donde le esperaba Jonatan. Allí, en Elasá, quién si
esperaba era el grueso del ejército sirio con Báquides a la cabeza. Ambas columnas debían
atacar simultáneamente con el fin de impedir una reacción inmediata de Judas.
A pesar de la sorpresa inicial que supuso verse atacados por dos flancos a la vez, en las
estribaciones de Elasá se declaro un feroz combate en la que ambas partes demostraron tener
un gran arrojo.
Las órdenes expresas de Báquides eran coger con vida al Macabeo. Había que cumplir con los
deseos de Demetrio y llevarlo vivo y encadenado a Damasco.
Las tropas de Judas, que se percataron de las intenciones del sirio, rodearon a su jefe
haciendo círculos concéntricos alrededor de él con el fin de impedir que ningún enemigo se le
acercara. Lucharon heroicamente hasta la extenuación. Cuando un contendiente de los que
cubrían la seguridad de Judas moría o resultaba herido, otro inmediatamente ocupaba su lugar.
Los cadáveres se iban amontonando alrededor de Judas lo que creaba una muralla humana de
protección casi infranqueable pero cada vez quedaban menos hombres para defender a su
caudillo. Saúl, su lugarteniente más fiel, había muerto al parar con su cuerpo una certera y
mortal estocada dirigida contra su Jefe. Judas se defendía bravamente y viendo la muerte inútil
de sus subordinados se despojo de la armadura, del casco y de la espada de Nicanor y,
pasando desapercibido entre el enemigo pues ningún distintivo revelaba su identidad, a su grito
de guerra: “De Dios es la Victoria”, les hizo frente con el valor propio de lo que era: un bravo
guerrero. En un momento de la lucha Judas cayó mortalmente herido y su cuerpo fue
escondido, al igual que habían hecho con el de su lugarteniente Saúl, con el fin de no ser
encontrados por el enemigo y evitar, así, que profanasen sus cadáveres.
Terminada la lucha el paisaje era aterrador. Se filtraba un fuerte olor a muerte en el ambiente.
Se oían los gemidos y lamentos de los soldados malheridos. Olía a humo y a carne quemada.
Se respiraba un aroma empalagoso y dulzón, era el olor a sangre, ese mismo olor repugnante
que, sin embargo, atrae a los carroñeros. Hienas, buitres y cuervos; su festín estaba preparado.
Pero los sirios, se quedaban sin poder disfrutar del triunfo. El cadáver de Judas no aparecía de
entre los miles de muertos. Báquides debería volver a Damasco sin su preciado botín.
Demetrio, el rey, jamás se lo iba a perdonar y él lo sabía.
Optó por enviarle una carta al rey, a través de un emisario, explicándole lo ocurrido y rogándole
que tuviera misericordia con él. Acto seguido emprendió la huida hacia el sur, hacia el desierto
del Negev, concretamente a la ciudad de Beer Sheva, donde se encuentra el pozo de
Abraham, allí, bajo la protección de sus amigos y aliados los idumeos, estaría a salvo y podría
gastar el botín que había robado del Templo antes de salir al campo de batalla. Compraría una
manada de camellos y se dedicaría al comercio. Eso es, estaba decidido. Se haría
comerciante. Si no le perdonaba Demetrio jamás daría con él y si, por casualidad o por alguna
delación, lo conseguía, Egipto estaba muy cerca y allí no se atrevería a ir buscarle.

***
i
Llevó el nombre de Cónsul la magistratura romana creada para sustituir a la monarquía al frente del Estado (Véase Roma
(República)). Cada año se elegían dos cónsules. Progresivamente van perdiendo atribuciones: primero algunas facultades judiciales
civiles y criminales (delegadas en Cuestores o Decenviros nombrados en cada caso); después sus decisiones debieron ser
refrendadas por el Senado; luego pierde la administración del Tesoro (en favor de los Cuestores) y la de los archivos públicos; más
tarde perdió el control de las arcas del ejército (en favor de los Cuestores Militares); posteriormente pierde sus funciones de censor (en
favor de los Censores) y de nombrar las vacantes del Senado (también atribuidas a los Censores); después perdió la facultad de
nombrar Cuestores (que pasó a los comicios tribunados); luego perdió otras atribuciones judiciales (en favor del Pretor); posteriormente
las competencias sobre fiestas, policía y mercados (en favor de los Ediles Curules), y también la facultad de nombrar dictador (que
pasó al Senado). Finalmente solo conservaba algunas funciones, pero significativas, parte del poder legislativo y el mando del Ejército.
Las funciones de los cónsules, al aumentar el territorio, hubieron de ser delegadas para cada provincia: primero en cuestores insulares
con funciones consulares (en las islas desde el 227 a. C.) y después con la figura del procónsul (o propretor) para Hispania Citerior y
Ulterior (197 a. C.). En el 190 a. C. se estableció que para acceder al Consulado debía haberse pasado con anterioridad por las
magistraturas inferiores, con un tiempo de inactividad prefijado entre cada magistratura (véase cursus honorum). Como ocurrió con la
censura, esta disposición hizo que el consulado fuera accesible casi en exclusiva a la aristocracia.

ii
Apenas ninguna otra enfermedad nos permite remontarnos en la historia de la medicina tanto como la epilepsia; existen numerosas
referencias desde los primeros tiempos de la historia que constatan que esta enfermedad ha acompañado al hombre desde sus
orígenes, está enfermedad era considerada como una de las enfermedades crónicas más habituales. El concepto de "Epilepsia" se
deriva de la palabra griega "epilambaneim", que significa "ser agarrado, atacado". Epilepsia es pues "ataque" o "enfermedad que se
manifiesta por medio de ataques". (Termino utilizado actualmente crisis.) Dado que hay diferentes enfermedades que producen crisis,
es mejor hablar de epilepsias. En antiguos textos mesopotámicos se describen ya sus síntomas típicos como enfermedad bennu. Se
comprueba también que no era infrecuente: en el código de Hammurabi, cuerpo legislativo de la Babilonia del siglo XVII a. C., se
establece que, si se descubre que un esclavo adquirido recientemente sufre bennu, este puede ser devuelto a su anterior propietario
en el plazo de un mes. El cuerpo de quien padece una crisis epiléptica parece no obedecer a su dueño, sino a voluntad ajena. De ahí
que se relacionara con la deidad. Los seguidores de la religión tibetana bon tenían por elegidos a quienes la padecían, mientras que en
la antigüedad judeocristiana se consideraba su padecimiento como un castigo divino o como obra de demonios. El Evangelio de
Marcos (9, 17-18) incluye una descripción de la época que ilustra a la perfección una crisis epiléptica: "Maestro, te he traído a mi hijo,
que tiene un espíritu inmundo, y dondequiera que se apodera de él, le derriba y le hace echar espumarajos y rechinar los dientes y se
queda rígido..." La pretendida curación consistía habitualmente en la expulsión del espíritu maligno mediante un poderoso exorcismo.
[
cita requerida] Pero no tardó en cuestionarse el origen preternatural de la epilepsia. En el siglo V a. C., Hipócrates observó en soldados
y gladiadores que las heridas por traumatismo craneoencefálico se asociaban con cierta frecuencia a ataques epilépticos,
desconcertantemente similares a los que observaba en sus propios pacientes; y el mismísimo Julio César sufría esta afección. Galeno
(130-200 d. C.) llegaría a la misma conclusión que Hipócrates. En la Edad Media se perdió ese legado médico. Se volvió a atribuir a la
epilepsia una causa sobrenatural. Los enfermos y sus familiares rezaban, implorando ayuda, a la Virgen María y a San Valentín, en
particular. De hecho, en algunos países se conocía la epilepsia como mal de San Valentín. Debido al estigma bíblico, se la llamó
morbus sacer, y se dividió por mucho tiempo en grand mal y petit mal. El primero hacía referencia a las convulsiones caracterizadas
por inconsciencia, el paciente se caía al suelo y en algunos casos se contorsionaba, apretaba los dientes y emanaba espuma de la
boca. El petit mal se caracteriza por un efímero momento de inconsciencia, a menudo quienes rodean al paciente no se percatan del
ataque. Aún se considera con gran recelo este trastorno neurológico por los que conocen poco sobre él.

iii
El Mesías judío, (‫ )משיח‬o Mashiaj, o Moshiaj, tradicionalmente se ha referido a un futuro Rey judío de la línea davídica (descendiente
de David Bíblico) que será "ungido" (en el hebreo, mashiaj-‫"( משיח‬Mesías") significa "ungido" con santa aceite de oliva) e investido para
gobernar a los judíos. En el hebreo estándar el Mesías a menudo es mencionado ‫ מלך המשיח‬Mélej Ja'Mašía, literalmente "el Rey
ungido". Hoy, varias denominaciones judías tienen desacuerdos agudos sobre este sujeto y lo que se espera de él. El entendimiento
predominante judío del moshiaj ("el Mesías") está basado en las escrituras de Maimónides, (el Rambam). Sus creencias sobre el
Mesías están recogidas en su Mishné Torá, su compendio de 14 volúmenes de la ley judía, en la sección Hiljot Melajim
Umiljamoteihem, capítulo 11. Aquí denomina a un rey judío humano, que no es de origen divino como lo es Jesús para el cristianismo,
aunque tendría cercanía al dios judío (quizás como Moisés). También se encuentra en las plegarias diarias ya que es un fundamento
en la vida judía creer con fe completa que el mashiaj llegara en cada DIA. El Mesías judío debe de garantizar las fronteras bíblicas del
reino judío prometido en la Torá a Israel y la protección del pueblo judío entre otras cosas. Para algunas ramas del judaísmo,
especialmente la hasidí, el Mesías se manifestaría en la humanidad solo dadas ciertas condiciones, por lo cual cada generación
generaría un "candidato" a ser el Mesías, que asumiría tal condición si se cumplen los presupuestos necesarios. Además, el Mesías se
contaría entre los 36 hombres justos, los Tzadikim.

iv
Mitrídates I fue rey de Partia en el periodo 171 a. C.-138 a. C. Hijo de Priapatios y sucesor de su hermano Fraates I. Convirtió a
Partia en una potencia política, expandiendo su imperio hacia el Este, Sur y Oeste. Durante su reinado, los partos conquistaron Herat
(167 a. C.), Babilonia (144 a. C.), Media (141 a. C.) y Persia (139 a. C.) En primer lugar se dirigió al Este, derrotando a Eucrátides I, rey
del Reino Grecobactriano.1 Esto le dio el control de Bactriana, Margiana y Aria, incluyendo la ciudad de Herat. Estas victorias dieron a
Partia el control de las rutas de comercio terrestre entre el Este y el Oeste Ruta de la Seda y Camino Real Persa). Esto se tradujo en el
aumento de riqueza y poder, y fueron conservados celosamente por los Arsácidas, que consiguieron mantener el dominio directo de las
tierras a través de las que pasaban la mayor parte de las rutas. En 139 a. C. Mitrídates capturó al seléucida Demetrio II, manteniéndole
cautivo durante 10 años, mientras consolidaba sus conquistas. Demetrio se casó más tarde con Rodoguna, una hija de Mitrídates, con
la que tuvo varios hijos. Las victorias partas rompieron los débiles lazos que mantenían con los griegos del Oeste, que habían
sustentado el helenismo del Reino Greco Bactriano, aunque Mitrídates promovió activamente el helenismo en las áreas que controlaba,
y se autotitula Filo heleno en sus monedas. Las monedas acuñadas durante su reinado muestran por primera vez el retrato de estilo
griego en Partía, mostrando la diadema real, símbolo típico griego de la realeza. Mitrídates reanudó la acuñación de monedas,
suspendido desde Rasases II, quien se vio obligado a someterse a Antioco III.

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