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entiende la idea de una casa, simplemente no puede imaginar
una vida ms all de esa puerta.
Lo nico que puede ver es la luz.
Vos y yo, ambos con 17, cuando te moriste. Y desde
entonces te envidio. Cmo te recuerdan, envuelto en una
batera de potencial infinito, en lugar de vivir lo suficiente para
andar el resentimiento en el rostro. Sos el ladroncillo
espontneo que nunca agarraron; vos no tuviste que
despertar una semana despus y explicarle a tu hermanito por
qu te equivocaste y tomaste demasiadas medicinas. Tu
adiccin se recuerda como una tragedia y no una traicin. La
gente que heriste ha pasado sus vidas deseando disculparse
con vos.
Con vos.
Y hasta esta noche me doy cuenta, por primera vez, que
tal vez, esa noche, cuando dejaste que tus dientes tocaran
metal, probablemente no sabas lo que estabas haciendo. Que
no tenas un plan.
Que tal vez habas golpeado esa puerta tantas veces que
no llegaste a imaginar que se iba a abrir.
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Tengo vergenza de admitirlo, pero siempre he credo
que secretamente lo hiciste por m, que quisiste mostrarme
que s, que hay una manera de escapar, y no tanto para que
te siguiera, sino para que yo entienda, para que comprenda
que cada da que sigo vivo es porque as lo decido, porque
cuando la msica se detiene, hay que seguir bailando, porque
aunque el piso se ponga tan brillante que te queds ciego, hay
que bailar con los ojos cerrados, y cuando se ponga oscuro,
muy oscuro, levants despacio con los brazos arriba y bails
con la pared.