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El concepto de individuo, utilizado por Winnicott, se asemeja según pienso al de sujeto autónomo, creado por C. Castoriadis. Para este último autor, el sujeto autónomo es una posibilidad que emerge a través del desarrollo histórico y no está siempre presente. Se caracteriza por la capacidad de reflexividad (tomar como objeto los propios procesos de pensamiento) y acción deliberada (término que asimila a voluntad). La acción deliberada es un término antinómico con otra categoría winnicottiana: el acatamiento. Parece perfilarse con claridad que ambos autores coinciden en vincular la creatividad y la sublimación con la autonomía. Este estatuto social y subjetivo ha sido inalcanzable para las mujeres, que solo parcial y recientemente lo hemos logrado. La subjetividad dominante encontró siempre su límite en el territorio de aquellos privados de su subjetividad debido a la subordinación.
El concepto de individuo, utilizado por Winnicott, se asemeja según pienso al de sujeto autónomo, creado por C. Castoriadis. Para este último autor, el sujeto autónomo es una posibilidad que emerge a través del desarrollo histórico y no está siempre presente. Se caracteriza por la capacidad de reflexividad (tomar como objeto los propios procesos de pensamiento) y acción deliberada (término que asimila a voluntad). La acción deliberada es un término antinómico con otra categoría winnicottiana: el acatamiento. Parece perfilarse con claridad que ambos autores coinciden en vincular la creatividad y la sublimación con la autonomía. Este estatuto social y subjetivo ha sido inalcanzable para las mujeres, que solo parcial y recientemente lo hemos logrado. La subjetividad dominante encontró siempre su límite en el territorio de aquellos privados de su subjetividad debido a la subordinación.
El concepto de individuo, utilizado por Winnicott, se asemeja según pienso al de sujeto autónomo, creado por C. Castoriadis. Para este último autor, el sujeto autónomo es una posibilidad que emerge a través del desarrollo histórico y no está siempre presente. Se caracteriza por la capacidad de reflexividad (tomar como objeto los propios procesos de pensamiento) y acción deliberada (término que asimila a voluntad). La acción deliberada es un término antinómico con otra categoría winnicottiana: el acatamiento. Parece perfilarse con claridad que ambos autores coinciden en vincular la creatividad y la sublimación con la autonomía. Este estatuto social y subjetivo ha sido inalcanzable para las mujeres, que solo parcial y recientemente lo hemos logrado. La subjetividad dominante encontró siempre su límite en el territorio de aquellos privados de su subjetividad debido a la subordinación.
Freud (1905) ha planteado un vnculo estrecho entre el
sentido tico y la capacidad sublimatoria que desarrollan
tanto los sujetos como los colectivos sociales. Debido a su concepcin energtica del Aparato Psquico, consider que cuando se plantea una renuncia a la satisfaccin pulsional directa, el monto de energa as retenido puede encauzarse a travs del trabajo sublimatorio. Se producira entonces una modificacin de la meta pulsional originaria transformada a travs de ese expediente defensivo en una meta socialmente valorizada. Pese a que muchas lecturas posteriores han querido decodificar en diversas claves el discurso freudiano, considero que el creador del psicoanlisis expres a este respecto su conviccin acerca de que la diferencia sexual anatmica determinaba una constitucin diferencial de la formacin del supery en varones y mujeres (Freud, 1925). La diferencia se traduca en trminos de desarrollo pleno versus dficit,0 y dependa de la modalidad especfica de elaboracin de la problemtica edpica: sepultamiento para los varones, amedrentados por la amenaza de castracin, y disolucin paulatina para las mujeres, desalentadas de antemano ante la percepcin de una castracin ya realizada (Freud, 1923). Slo un Edipo sepultado, un Edipo alojado en el fundamento poda dar lugar a un supery abstracto e impersonal, que fuera capaz de reconocer la vigencia de una legalidad universal. El sentido tico de las mujeres, ms particularista, buscara transgredir las normas haciendo excepciones de acuerdo con el caso. Esta moral relativa sera, pensaba Freud, la explicacin final acerca de la escasa contribucin de las mujeres a la historia de la cultura (Freud, 1933). De este modo, el padre del psicoanlisis, inmerso en un horizonte gnoseolgico y epistemolgico donde el reduccionismo biologista se constituy en la caucin ideolgica del pensamiento discriminatorio racista, plante su formidable convalidacin del sexismo de la poca y abri sin advertirlo un debate que atravesara el campo del psicoanlisis durante las prximas dcadas.
Esta referencia a la historia de la temtica dentro del
psicoanlisis tiene por objeto servir de introduccin para una consideracin actual que integra aquellos aspectos de las teoras psicoanalticas que nos resultan estimulantes para la reflexin, con los aportes del campo interdisciplinario de los estudios de gnero. SUPERY, MASCULINIDAD Y FEMINIDAD Podemos plantear hoy que existen diferencias por gnero en la formacin del supery y por lo tanto en el sentido tico de mujeres y varones?. Para responder a esta primer pregunta debemos diferenciar entre la feminidad y la masculinidad por un lado y los varones y mujeres por el otro. Por feminidad y masculinidad entendemos las representaciones colectivas estereotipadas acerca de lo que debe ser una mujer y un varn. Estas representaciones atraviesan hoy da por un proceso de cuestionamiento y redefinicin, pero no han perdido su carcter polarizado, sobre todo cuando se expresan en la conducta de padres y educadores a la hora de construir el gnero en los nios. Una sencilla observacin de la vida cotidiana servir para ilustrar este aspecto: El cumpleaos de 4 aos de un varoncito se acerca a su fin. La madre sostiene una piata y el homenajeado tira del pioln. Todos se precipitan para apoderarse de caramelos y pequeos juguetes de cotilln. El nio, todava ignorante de la etiqueta, se arroja sobre el piso y acapara lo que puede. Entre sus trofeos, una pulsera de nena. La madre, sin decir nada, se la quita y la pone en la mueca de una amiguita. l observa y no protesta: comienza a aceptar que hay cosas para nias y otras para varones. Al rato, ya cansado y excitado, empuja a una compaerita que se est despidiendo. El padre de ella le dice: Ah, quers pelear! Vamos a ver si sos guapo! y se trenza con l en una pelea ldica. As ambos van aprendiendo que mientras las mujeres se adornan, los varones luchan; ellas seducen y ellos agreden.
Estas pautas implcitas van moldeando de forma inadvertida
los destinos de pulsin, los ideales propuestos para el yo y las aptitudes y habilidades que se desarrollarn de modo diferencial. Los vnculos tambin se van plasmando en esa matriz, que no por muda es menos eficaz. Sin embargo, como ya lo percibi Winnicott (1985) cuando se refiri a los elementos masculinos y femeninos puros o destilados, nadie encarna el estereotipo, sino que los sujetos construyen su subjetividad sexuada mediante frmulas personales no homogneas, que se acomodan de formas diversas a las representaciones compartidas acerca de la masculinidad y la feminidad. La construccin subjetiva del gnero se asemeja a un mosaico, donde coexisten fragmentos identificatorios dismiles que van estructurando el Aparato Psquico en sus diversas instancias (Meler, 1987). Al referirme a la identificacin como el recurso mediante el cual se construye el gnero, estoy ubicando este proceso evolutivo en el contexto de la intersubjetividad, es decir que el gnero se arma en una matriz relacional, y sto se refiere tanto al vnculo con los modelos para el ser, que van pautando la conducta esperada, como a la relacin con los semejantesdiferentes en cuanto al gnero, que sirven de contrafigura o modelo negativo. Hecha esta diferenciacin entre sujeto y estereotipo, sin embargo es fcil advertir que, pese a la tendencia posmoderna hacia la disminucin de la polaridad entre los gneros, existen diferencias notables entre mujeres y hombres en lo que se refiere al sentido tico. Son conocidos los estudios de Lawrence Kohlberg acerca del tema (ver Gilligan, 1985). Este psiclogo de formacin psicoanaltica elabor escalas para evaluar los diversos estadios evolutivos que describi para dar cuenta de la construccin de la conciencia moral, y sus estudios confirmaron la caracterizacin freudiana acerca del supery de las mujeres. Dicho en otros trminos, el puntaje que nias y jvenes obtenan, no alcanzaba el nivel promedio de sus
contemporneos masculinos. Carol Gilligan (ob. cit.), una
discpula de ese autor, influida por el pensamiento feminista, realiz estudios sistemticos con las mismas escalas y sus conclusiones apuntaron al hecho de que los criterios de clasificacin haban sido realizados de acuerdo con el modelo masculino. Este sesgo, que se denomina androcentrismo, explicaba la baja evaluacin de las mujeres. Sobre la base de otros criterios, la investigadora consider que si bien exista una tendencia diferencial entre mujeres y varones, esta no deba considerarse como expresin de un dficit femenino. Mientras que los varones se caracterizaban por una tica abstracta definida por la defensa de los derechos individuales en conflicto, las mujeres expresaban una perspectiva que ella denomin tica del cuidado, donde los dilemas no se planteaban en trminos de derechos en litigio sino de responsabilidad hacia los ms dbiles. Se tendi a explicar estas diferencias en funcin de la divisin social entre el mbito pblico para los varones y el mbito privado para las mujeres, que en la dcada del 70 an estaba claramente vigente. La tica del cuidado era apropiada para el mbito de las relaciones familiares, donde los nios, jvenes y ancianos requeran asistencia, mientras que la tica de los derechos daba cuenta de las necesidades del mundo del trabajo, donde se supona que existan transacciones entre sujetos iguales ante la ley. Gilligan consider que esta modalidad de sentido tico no solo no era inferior al estilo masculino sino que reflejaba una visin de las relaciones interpersonales de eticidad ms elevada, en tanto se sobrepona a la competencia para dar lugar al altruismo. Considero que si se transcriben ambos criterios ticos al mbito de las polticas pblicas, mientras la tica de derechos rige las transacciones sociales generales, la tica del cuidado se aplica al campo de las polticas sociales o de las medidas de discriminacin positiva. Este planteo resulta de gran actualidad, debido a que hoy en la Argentina, al igual que en otros pases en crisis, mientras se debate acerca de los lineamientos polticos nacionales, todos
coinciden en la necesidad perentoria de paliar los efectos de
la exclusin mediante polticas sociales redistributivas. Con esta referencia se abre entonces el debate acerca de si podemos continuar considerando a la supuesta ley universal como una expresin abstracta del respeto por los derechos, o si ha llegado el momento de develar sus aspectos desmentidos y que retornan como siniestros. UNA LEY UNIVERSAL? Como expuse en ocasiones anteriores, (Meler, 2000) la supuesta igualdad de los sujetos ante la ley encubre el establecimiento de una jerarqua al interior del gnero masculino. La legalidad pretendidamente universal sirve al fin de arbitrar las luchas por el puro prestigio entre varones, o sea las confrontaciones narcisistas donde el semejante es percibido como rival y su destino deseado es la aniquilacin o en otros casos, la servidumbre. El desenlace de estos enfrentamientos es la institucin de relaciones de dominiosubordinacin. La moral masculina es al menos doble, y mientras que las regulaciones ms estrictas se aplican a los subordinados, entre los que las mujeres revistan en un estatuto especfico, los dominantes se rigen por regulaciones ms permisivas. En la historia de Occidente, a partir de la concentracin del poder en manos del soberano, se produjo el advenimiento de una mentalidad que postul la existencia de una moral universal, pero este ideal nunca logr ser operacionalizado y por lo tanto, qued en un nivel declarativo. Es por eso que la doble moral transcurre en un estatuto ambiguo, de semiclandestinidad, y no se despliega a la luz del da, como ocurri en el Mundo Antiguo y en el Medioevo. Vemos entonces que los sujetos no son iguales y la ley no es universal: nuestro rey est desnudo. EL SUPERYO FEMENINO
Si el supery masculino se caracteriza por la duplicidad de su
normativa y la trasgresin instituida, si recurre a normas supuestamente generales para arbitrar los enfrentamientos destructivos, cmo podemos caracterizar al supery de las mujeres, o mejor dicho, a las prescripciones acerca del supery femenino? Los ideales propuestos para el yo de las mujeres suelen ser ms modestos, al menos en aquellos mbitos referidos a logros individuales basados en el desempeo eficaz. Siglos de reclusin en el privado favorecen que las recin llegadas al mbito del trabajo, los negocios y la poltica se contenten con metas ms moderadas, lo que ha inducido a Gilles Lipovetsky (1999) al error de atribuir a las mujeres un desdn intrnseco por el ejercicio del poder. Si existe un ideal absorbente y tirnico, ese es todava el ideal maternal, basado en el imperativo altruista de la anulacin del s mismo en aras de la construccin de la subjetividad del hijo. Por el contrario, la severidad de la conciencia moral femenina es mucho mayor que lo observado con frecuencia entre los hombres. Las estadsticas de delitos tanto contra la propiedad como contra la integridad fsica y la vida muestran una abrumadora mayora masculina. Las nias se comportan mejor en lo que hace a la inhibicin de la sexualidad y de la hostilidad. Nora Levinton (2000) considera que la persistencia del apego temprano de las nias con respecto de las madres fomenta la fusin y la vulnerabilidad ante la amenaza de la prdida del amor. Creo necesario agregar que la amenaza de castracin aflige a un sujeto que conserva la ilusin de ser flico mientras que la angustia ante la prdida del amor afecta ms profundamente a quienes se perciben como dependientes de su objeto amoroso. Esta diferencia no puede referirse a la diferencia sexual anatmica sino a los mltiples mensajes mediante los que se transmite a los varoncitos la esperanza de que lleguen a ser poderosos mientras que las nias son, como dijo Helne Deustch, (1947) sobornadas a travs de la ternura. De modo que no debemos buscar en la
institucin de la crianza materna la clave exclusiva para
comprender la dependencia respecto de ser amadas, sino que es el destino cultural de las mujeres lo que plasma su subjetividad a lo largo de los diversos estadios del desarrollo infantil y juvenil. LA CREATIVIDAD Si no nos limitamos al anlisis de los aspectos prohibitivos del supery, interesa de modo especial el nexo que el psicoanlisis establece entre tica y creatividad, es decir la discusin acerca del proceso de sublimacin, respecto del cual, al decir de Castoriadis (1992), el psicoanlisis ha pecado de pobreza conceptual. Como dije, la mquina freudiana para producir creacin cultural es un expediente energtico: renuncia pulsional bajo amenaza de castracin y modificacin de la meta de la pulsin que se destina a fines ms elevados. Considero que ese rgimen de procesamiento subjetivo se asemeja a los trabajos forzados, y que si bien puede dar frutos, stos entrarn dentro del rubro de las repeticiones de los modelos convalidados. La innovacin implica la posibilidad de transgredir; la creacin no suele ser obra de los hijos obedientes. En cuanto a los aportes de otros autores vemos que, mientras Ernest Jones relaciona la sublimacin con una retraccin narcisista, y por lo tanto sugiere que expresa el amor al Yo, Melanie Klein refiere el trabajo sublimatorio a la relacin de objeto (ver Winnicott, 1985). Considera que creamos para reparar el dao supuesto en el objeto de amor a consecuencia de nuestro odio. Aqu ya se insina la gnesis de una postura que presta atencin a la intersubjetividad. Pienso que la dimensin narcisista de la sublimacin coexiste con sus aspectos referidos a las imagos de objetos y a los vnculos interpersonales y esto es as en tanto el narcisismo nunca est disociado del amor objetal. Por un lado, el yo se erige en hroe cultural, el sujeto que crea se ilusiona con su autoimagen engrandecida, pero esto no supone que se detenga all; los otros que aplauden en la escena imaginaria
son tambin objetos de amor que consagran con su favor la
posibilidad de amarse a s mismo. De modo que el amor al s mismo y el amor al otro no se contraponen sino que convergen en el acto creativo. Otra lnea terica que aborda esta cuestin, el pensamiento de Donald Winnicott, (1985) abre interesantes perspectivas para comprender la creatividad. La experiencia vital creativa se relaciona con la capacidad de jugar y solo se instala como logro subjetivo cuando se ha constituido una individualidad con capacidad de autoexpresin[1]. Sin embargo, sus fuentes derivan de la fusin con una madre que posee un pecho que es, del cual deriva el sentimiento de autenticidad y de estar vivo. Se plantea aqu una paradoja, situacin tan cara al pensamiento winnicottiano, que no debe ser resuelta: la fusin inicial hace posible la constitucin ulterior de una individualidad y la superacin de las actitudes de acatamiento. Pero si tenemos en cuenta que esa fusin se produce con una mujer cuya creatividad se ve limitada por las prescripciones para su gnero, nos encontramos ante una escena de canibalismo: el individuo autnomo, el lder cultural, emerge del vnculo con la madre suficientemente buena capaz de crear un ambiente facilitador. Ella es buena para el otro, pero carente de una subjetividad soberana; puede habilitar a su hijo para que pase del establecimiento de un objeto subjetivo a la constitucin del s mismo como un sujeto objetivo, pero no est invitada al festn de la subjetividad individualizada (Meler, 2000). Estas teorizaciones son emergentes de un perodo histrico en el cual las representaciones prevalecientes acerca de las mujeres les atribuan la capacidad de ser deseables, excitantes como dira Winnicott, pero no deseantes. Tambin podan sublimar a travs de la maternidad, construir sujetos como destaca David Maldavsky cuando se refiere a la feminidad normal (1980). Pero fue necesario atravesar por un proceso socio-histrico por el cual algunas mujeres hemos podido construirnos como individuas[2] para poder preguntarnos qu hacer con el acervo cultural ancestral de la
subcultura femenina subordinada. Cuando simplemente se lo
ha desechado, nos encontramos con modalidades de experiencia social y subjetiva deshumanizadas en el sentido de extremar los aspectos vinculados con el logro, la acumulacin y la rivalidad, propios de la cultura masculina dominante. Si ya no es aceptable el recurso, en ltima instancia de mala fe, de construir una esfera privada donde la madre amorosa es solidaria con los propios mientras el padre guerrero depreda a los ajenos, habr que realizar transcripciones de los cdigos privados a la esfera pblica y crear una tica alternativa. En el mundo globalizado, el desafo de lograr una tica genuinamente universal es enorme. En efecto, siempre hemos puesto lmites dentro de los que albergamos a quienes consideramos parte integrante de los nuestros, y fuera de los cuales quedaron los sujetos aptos para ser explotados, esclavizados o excluidos. Esta reflexin tiene una actualidad dramtica dado el rebrote del racismo en los pases desarrollados. CONSTRUCCIN DE UNA TICA INTERACTIVA Cmo podemos superar la antinomia entre una moral domstica que expresa una bondad de cortas miras y una tica confrontativa que arbitra los conflictos propios de la rivalidad narcisista? Amar y proteger a los propios no es ms que una mdica ampliacin del narcisismo, pero hasta el momento, los propsitos de amar al ajeno han quedado en el nivel declarativo. Propongo entonces establecer las bases para una tica interactiva, sustentada en la comprensin cabal de la intersubjetividad (Benjamin, 1997). La culminacin de la construccin del gnero a lo largo del desarrollo evolutivo no consiste en el establecimiento de una escisin edpica entre el ser y el tener, sino en la capacidad de evitar la confusin y a la vez transgredir ldicamente las fronteras de los estereotipos genricos. Esta modalidad subjetiva es, segn pienso, slo posible en la posmodernidad. Los sujetos modernos han sido estereotipadamente masculinos y
femeninas, los posmodernos juegan a la androginia siempre y
cuando conserven con claridad un ncleo de identidad de gnero establecido tempranamente. Estas nuevas subjetividades podran tal vez, aportar a la construccin de una transformacin cultural que integre la legalidad universal con el cuidado hacia quienes lo requieren, con el fin de habilitar un crecimiento que es necesario para todos. No se trata de altrusmo, sino de la comprensin acerca de la interrelacin existente entre los sujetos, los grupos y las naciones. Bibliografa BENJAMIN, Jessica (1997), Sujetos iguales, objetos de amor, Paids, Buenos Aires. CASTORIADIS, Cornelius (1992), El psicoanlisis. Proyecto y elucidacin, Nueva Visin, Buenos Aires. DEUSTCH, Helne (1947), La psicologa de la mujer, Losada, Buenos Aires. FREUD, Sigmund (1980), en Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires: - (1905), Tres ensayos de teora sexual. -(1908), La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna. -(1910), Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci. -(1912-13), Ttem y tab. -(1914), Introduccin del narcisismo. -(1923), La organizacin genital infantil. -(1923), El sepultamiento del complejo de Edipo.
-(1925), Algunas consecuencias psquicas de la diferencia
sexual anatmica. -(1930), El malestar en la cultura. -(1933), La femineidad. -(1934), Moiss y la religin monotesta. GILLIGAN, Carol (1985), La moral y la teora, Fondo de Cultura Econmica, Mxico. 1985. LEVINTON DOLMAN, Nora (2000), El supery femenino. La moral en las mujeres, Biblioteca Nueva, Madrid. LIPOVETSKY, Gilles (1999), La tercera mujer, Anagrama, Barcelona. MELER, Irene (1987), Identidad de gnero y criterios de salud mental en BURIN, Mabel et. al, Estudios sobre la subjetividad femenina. Mujeres y salud mental, GEL, Buenos Aires. -(2000), Creacin cultural y masculinidad en BURIN, Mabel y MELER, Irene, Varones. Gnero y subjetividad masculina, Paids, Buenos Aires. WINNICOTT, Donald (1985), La creatividad y sus orgenes, en Realidad y juego, Gedisa, Buenos Aires. [1] Haca falta una ciencia organizada antes de que los hombres y las mujeres pudiesen convertirse en unidades integradas en trminos de tiempo y espacio, vivir en forma creadora y existir como individuos. El tema del monotesmo corresponde a la aparicin de esta etapa en el funcionamiento mental humano, D.W. Winnicott (1985). [2] El concepto de individuo, utilizado por Winnicott, se asemeja segn pienso al de sujeto autnomo, creado por C.
Castoriadis. Para este ltimo autor, el sujeto autnomo es una
posibilidad que emerge a travs del desarrollo histrico y no est siempre presente. Se caracteriza por la capacidad de reflexividad (tomar como objeto los propios procesos de pensamiento) y accin deliberada (trmino que asimila a voluntad). La accin deliberada es un trmino antinmico con otra categora winnicottiana: el acatamiento. Parece perfilarse con claridad que ambos autores coinciden en vincular la creatividad y la sublimacin con la autonoma. Este estatuto social y subjetivo ha sido inalcanzable para las mujeres, que solo parcial y recientemente lo hemos logrado. La subjetividad dominante encontr siempre su lmite en el territorio de aquellos privados de su subjetividad debido a la subordinacin.