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El documento es un extracto de una obra del Padre Frederick Faber del siglo XIX donde critica la falta de odio hacia la herejía en la Iglesia moderna. Argumenta que sin un odio puro hacia el pecado y la herejía, no puede haber verdadera santidad. También señala que la caridad de la Iglesia moderna es débil porque carece de la severidad de la antigua Iglesia, y que por no amar lo suficiente a Dios y a las almas de los hombres, se dice solo parte de la verdad en lugar de la verdad comple
Description originale:
Donde no hay odio por la herejía, no hay santidad.
Padre Frederick Faber
El documento es un extracto de una obra del Padre Frederick Faber del siglo XIX donde critica la falta de odio hacia la herejía en la Iglesia moderna. Argumenta que sin un odio puro hacia el pecado y la herejía, no puede haber verdadera santidad. También señala que la caridad de la Iglesia moderna es débil porque carece de la severidad de la antigua Iglesia, y que por no amar lo suficiente a Dios y a las almas de los hombres, se dice solo parte de la verdad en lugar de la verdad comple
El documento es un extracto de una obra del Padre Frederick Faber del siglo XIX donde critica la falta de odio hacia la herejía en la Iglesia moderna. Argumenta que sin un odio puro hacia el pecado y la herejía, no puede haber verdadera santidad. También señala que la caridad de la Iglesia moderna es débil porque carece de la severidad de la antigua Iglesia, y que por no amar lo suficiente a Dios y a las almas de los hombres, se dice solo parte de la verdad en lugar de la verdad comple
El Padre Frederick Faber fue uno de los ms eminentes y queridos autores
catlicos del pasado siglo XIX. Si nosotros odiamos el pecado como l debi haberlo odiado, puramente, varonilmente, nosotros deberamos hacer ms penitencia, nosotros deberamos infligirnos ms auto-castigos, nosotros deberamos sentir pesar por nuestros pecados con ms constancia. Luego, una vez ms, la suprema deslealtad a Dios es la hereja. Es el pecado de los pecados, la ms repugnante de las cosas que Dios desprecia en este mundo maligno. Sin embargo, que poco comprendemos su excesivo carcter odioso! Es la profanacin de la verdad de Dios, que es la peor de todas las impurezas. Sin embargo, que poco caso hacemos de ella! Nosotros la vemos, y permanecemos calmos. La tocamos y no nos estremecemos. Nos mezclamos con ella y no tenemos temor. Vemos que toca las cosas santas, y no tenemos sentido del sacrilegio. Respiramos su olor, y no mostramos signos de aborrecimiento o repugnancia. Alguno de nosotros aparenta su amistad; y alguno incluso atena su culpa. Nosotros no amamos a Dios lo suficiente para preocuparnos por Su Gloria. Nosotros no amamos lo suficiente a los hombres para ser verdaderamente caritativos con sus almas. Perdido el tacto, el gusto, la visin, y todos los sentidos de la conciencia celestial, nosotros podemos morar en medio de esta plaga odiosa con tranquilidad imperturbable, reconciliados con su vileza, no sin algunas profesiones jactanciosas de liberal admiracin, tal vez incluso con una muestra solcita de simpata tolerante. Por qu nosotros estamos tan por debajo de los antiguos santos, e incluso de los modernos apstoles de estos ltimos tiempos, en la abundancia de nuestras conversaciones? Porque no tenemos la antigua austeridad. A nosotros nos hace falta el espritu de la vieja Iglesia, el antiguo genio eclesistico. Nuestra caridad es falsa, porque no es severa; y es poco convincente, porque es falsa. Nosotros carecemos de devocin a la verdad como verdad, como verdad de Dios. Nuestro celo por las almas es dbil, porque no tenemos celo por el honor de Dios. Nosotros actuamos como si Dios fuera cumplimentado por las conversiones, cuando son almas temblorosas rescatadas por un exceso de misericordia. Nosotros decimos a los hombres la mitad de la verdad, la mitad que mejor convenga a nuestra propia pusilanimidad y vanidad; y luego nos asombramos que tan pocos se conviertan, y que de esos pocos tantos apostaten. Nosotros somos tan dbiles como para sorprendernos que nuestras medias-verdades no logren tanto como las verdades ntegras de Dios. Donde no hay odio por la hereja, no hay santidad. Un hombre, que pudo ser un apstol, se vuelve un enconado en la Iglesia por falta de esta justa indignacin. Tomado de La Preciosa Sangre 1 http://www.fatima.org/span/crusader/cr82/cr82pg3.pdf
Calidad de Vida Psíquica y Estado de Salud Física en El Adulto Mayor - SÁNCHEZ PADILLA, L., GONZÁLEZ PÉREZ, U., ALERM GONZÁLEZ, A. Y BACALLAO GALLESTEY, J. (CUBA, 2014)