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De la víctima, la humanización de su trato y la gestión

pública de sus intereses (Breves consideraciones) I


Parte

Mgter: Johanna Lastra


Abogada
Master en Gestión Pública Universidad Complutense de Madrid

"Si un significado tiene la democracia es precisamente el de


revalorizar la persona humana en toda la complicada red de las
instituciones procesales que solo tienen un significado si se
entienden por su naturaleza y por su finalidad jurídica de
garantía. De aquel supremo valor que no puede nunca venir
sacrificado por razones de utilidad: el hombre".

JUAN LUIS BLANCO

Muy poco se habla de la víctima y su importancia dentro del


proceso penal. Tradicionalmente esto ha sido así, debido a la
consideración que las ciencias criminológicas le han otorgado a
la victima como sujeto pasivo dentro del proceso penal y la
actividad criminológica.

Hoy por hoy, sabemos que esto no es del todo aceptable, debido
al paulatino desarrollo de la victimología y nueva victimología
dentro del estudio de los fenómenos criminológicos.

En esta línea de pensamiento, junto con la evolución de las


ciencias criminológicas en el marco del manejo de las víctimas;
la ciencia de la administración y la gestión pública, no pueden
menos que promover la modernización de las instituciones
públicas desde la transversalización del principio de protección
a las víctimas del delito.
Lo anterior implica el cruce de información entre las autoridades
encargadas de atender estos casos y la creación de un sistema
eficiente de manejo de la información que pueda coadyuvar a la
protección integral de la víctima en un momento dado.

La integralidad en el principio de protección adquirirá bases


sólidas en la medida que se logre sistematizar una conducta
administrativa que respete el valor de la víctima dentro del
equilibrio social.

Nos referimos a equilibrio social, ya que el respeto a la víctima


privilegia dicho equilibrio, disminuyendo el estado de barbarie
en la que puede caer cualquier ser humano que sienta que sus
reclamaciones no están siendo manejadas con la solemnidad que
la situación lo amerita.

Hay que considerar que el miedo es el arma que utiliza el


agresor aun después de perpetrado su delito, razón por la cual es
de suponer que en la mayoría de los casos el mismo intente de
manera personal o por interpuesta persona presionar, manipular
o socavar la mente y espíritu de su victima. Ante lo cual, la
víctima acudirá a las instancias de protección pertinentes,
esperando un manejo humano y respetuoso de su caso.

En este sentido, el estado a través de sus instituciones y estas


por medio de sus funcionarios deben hacer un alto en el
procedimentalismo burocrático deshumanizante para gestionar
los asuntos de la víctima con concienzudo tacto y personalizado
manejo.

Sin lugar a dudas, los encargados de gestionar los asuntos


públicos en donde se ven vinculadas víctimas de delitos, no
podrán menos que cuestionar estas palabras invocando las
limitaciones en medio de las cuales se ven forzados a trabajar y
gestionar la atención diaria de un sinnúmero de victimas, para
las cuales en la mayoría de las veces no se dan abasto.
Sin embargo, en esto debemos ser categóricos al manifestar que
no hay razón que justifique cualquier tipo de omisión,
extralimitación, inobservancia, negligencia y/o ligereza en el
manejo de asuntos que tienen que ver sobretodo con delitos
contra el honor, libertad sexual, violencia doméstica y delitos
conexos que afectan la mente y el espíritu de la víctima con
efectos en la mayoría de los casos irreversibles para las mismas
y sus familias.

La clara concepción del funcionario sobre su impacto en la


forma en que la víctima recordará el evento traumático del que
se trate, así como la brújula que guiará las políticas de gestión
en las instituciones encargadas de velar por las víctimas del
delito puede ser la diferencia entre un tránsito mas o menos
difícil o imposible hacia la recuperación.

El entendimiento de que el individuo que acude a solicitar


orientación, atención y protección en un momento dado, es antes
que nada una persona, cuya dignidad fue violentada y puede
serlo doblemente con el mero hecho de que no se le de la
atención adecuada en un momento dado, contribuirá a un
cambio de paradigma en cuanto al manejo de la cosa pública y
claro esta en la forma en que la victima viva y rememore el
proceso.

A mi modo de ver, tanto la capacidad que tenga quién reciba el


informe primario de lo ocurrido y su empatía hacia la situación
de la víctima, como la previsión de circunstancias que pudiesen
poner en riesgo la estabilidad psíquica y emocional de la misma,
como por ejemplo; citar en un mismo día y a una misma hora a
víctima y victimario para rendir declaración, entre muchas otras
circunstancias que se viven a diario como resultado del mal
manejo institucional que se le da al tema, son circunstancias que
no pueden ni deben escapar al interés del directivo público y sus
subalternos.
La víctima de un delito no es un número de expediente, el
número de expediente es una forma de organizar la gestión
interna de la documentación y los procesos administrativos, mas
no es la víctima, en sí, ni su historia, ni sus temores, mucho
menos su vida y la preservación de la misma.

La inadecuada atención a las víctimas no es algo trivial, por es


un tema de importante valor, ya que proyecta una carencia del
sistema que perpetua en el tiempo la agresión y es a su vez un
atentado contra la dignidad humana en su máxima expresión.

Debemos tener claro que tan prioritario como la inscripción de


una sociedad, el abanderamiento de un buque, el aviso de
operación de una empresa, entre muchos otros trámites que se
gestionan a diario en nuestras instituciones con especial esmero
para cuidar de nuestras inversiones y a nuestros inversores, debe
ser la protección que el estado otorgue a sus asociados, antes,
durante y después de ser víctima de la comisión de un delito.

La denominada “doble victimización” es un hecho


incontrovertible que ocurre a diario en nuestras sociedades
modernas, en las cuales tanto instituciones como encargados de
administrarlas participamos como actores en algunos casos y
como convidados de piedra en otros y de cuyo círculo vicioso
debemos escapar.

La dignidad de la persona humana no es un elemento a tener en


consideración a la hora de administrar o gestionar lo público,
por el contrario es la razón de ser de la administración y la
gestión de lo público y por ende la forma en que se lleve a cabo
hablará bien o mal de cualquier sistema político-administrativo
en un momento determinado.

En este sentido, como directivos, gestores, funcionarios,


debemos hacer lo que sea necesario para contribuir a que
nuestras víctimas sientan cierta comodidad al ventilar sus
reclamaciones ante nuestras instancias y principalmente se debe
entender la agresión como un fenómeno en donde el poder del

agresor juega un papel importantísimo aún después de la


comisión del delito, por ende sin irrespetar los derechos de
ambas partes, no le otorguemos mas poder al agresor debilitando
el animo de la víctima, relegándola a una esquina oscura de
indefensión frente al malhechor, en dónde el sistema legal y
administrativo la asfixie en vez de oxigenarla.

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