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HORACIO
EPSTOLAS-LIBRO I
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HORACIO
EPISTOLAS-LIBRO I
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agilidad? No es escaso tu ingenio ni le falta cultivo ni las asperezas lo afean. Ya sea que aguces tu lengua para los pleitos, ya
que te aprestes a dictaminar sobre el derecho de los ciudadanos,
ya que compongas versos amables, te llevars el primer premio
de la hiedra131 triunfal. Y si pudieras abandonar las cataplasmas
fras132 que pones a tus preocupaciones, iras a donde te llevara
la sabidura celeste133. A esa obra, a ese afn apliqumonos pequeos y grandes, si con nuestra vida queremos ganamos el
afecto de la patria y el nuestro propio.
Tambin debes responderme a esto: si te ocupas de Muaci134 en la medida que debes. O acaso vuestra amistad, mal
cosida, se rehace en vano y se rasga de nuevo, y os traen a
mal traer el calor de la sangre o la inexperiencia, al uno y al
otro, altivos e incapaces de doblar la cervizl3S? Dondequiera
que estis vosotros, de quienes no es digno romper un pacto entre hermanos, ya se ceba aqu la ternera ofrecida en voto por
vuestro regreso.
paciente y modesta labor del apis Marina en Od. IV 2, 27, en contraste con los
altos vuelos de cisne propios de Pindaro.
131 Com o ya advertamos en nuestra nota a Od. I 1, 29, la corona de hiedra,
en principio ligada a los cultos bquicos, acab por ser trofeo de los buenos
poetas; pero aqu Horacio la hace extensiva a las actividades de abogado y jurisconsulto que Floro tambin desempeaba.
132 A l parecer, los frig id a fom enta eran por entonces una novedad teraputica; vase la nota de N a v a r r o A n t o l n .
133 Tambin sigo a N a v a r r o A n t o l n en que la sabidura celeste de la que
habla el poeta es la filosofa.
134 Se cree que aqu reaparece el turbio personaje que fue Lucio Munacio
Planeo, debidamente despachado en nuestra nota a O das 1 1 , 19.
135 Parece claro que entre Floro y Munacio haba alguna vieja rivalidad.
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