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sociedad moderna.
Quizás tampoco esta sea una figura nueva, pero a partir de la proclamada
“guerra contra el terror” ha adquirido una legitimidad de facto a partir del
manejo del miedo y del ideal de la garantía de supervivencia, donde, como
en tiempos de guerra, se ha de obtener la mayor lealtad a partir de la
uniformización de los discursos públicos.
Jacques Lacan dirá por 1969, que hay un discurso de amo moderno que se
basa en ese todo-saber técnico comparable al de la máquina, que, como es
máquina, finalmente pretende eliminar el riesgo del desperfecto con la
programación. Un discurso que pretende saber acerca del goce de la
sociedad y lo hace trabajar, como quien pone a trabajar la mercancía,
consumiendo a los sujetos en el proceso. Un amo capitalista, donde lo haya.
A las contrautopías pienso que hay que respetarlas, por la sencilla razón de
que pueden traer algo de verdad -en aquel sentido tan figurado y Real como
el del estropicio-, algo que indefectiblemente va a ser recogida por alguien.
Generalmente pasa eso con los militares, sabuesos del miedo, que pese a
su fama de obtusos, hay que reconocerles una perversa astucia en lo
relacionado a la humanidad, específicamente a su control. Y es que, como
vemos, ya no es tiempo de conflagraciones cuerpo a cuerpo, sino del uso de
un saber, de ese saber total del que ya Lacan y Zamiatin hablaban.
El peligro mantiene las cosas en una alerta amarilla perenne -cuando no roja
en caso de que irrumpiera algo no programado-, y es causa de de una
cruzada correspondientemente eterna, que si bien tiene concentrada en su
brazo militar gran parte de las acciones, estas terminan implicando
profundamente otros ámbitos. Desde ese punto de vista, no hay cambios a
partir del 11-S, sólo se hace evidente lo necesario de la cruzada, eliminando
cualquier oposición moral posible.
Quizás sea provechoso mirar a los medios y reconocer esta vía oficial de la
información, que si bien sirve como referencia social-imaginaria de la
verdad, su uso perverso y calculado funciona como aquello que quiebra el
lazo social, por ejemplo, empobreciendo lo político del ámbito público para
llevarlo a lo privado.
La figura por sobre el decir, la imagen que fascina al ojo es la que adormece
el habla y que nunca tuvo tanto valor. El hombre enamorado de la
excitación de los medios cada vez menos siente como necesario el buscar
otras cosas. El uso de los significantes de lo global (seguridad, mercado,
competitividad, eficiencia, etc) como modelo cerrado quebrarían la
dimensión abierta de la pregunta ética y de los universales aplicables al
bien político o social para terminar fragmentando a las masas en pequeñas
comunidades identificatorias, todas minúsculamente reivindicativas: el
cuerpo social rebajado a ser el conjunto de las minorías, cada una actuando
contra una gran mayoría que se les presenta como hostil.
Muy a pesar de todo esto, y creo intuir que tanto Orwell como Zamiatin
también lo sabían, el buen número no lo es todo, no todo se juega con esas
reglas. Y he ahí la rajadura a la que apuntamos.