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inane \ Naw blewelbst he musta abn bac’? analisis tematico Mawar Brawn er Laescritura de Blanchot presupone un permanente didlogo con el otro. Con Lévinas, Sartre, Duras... También se‘ofrecen otros abordajes a su obra i La filosofia 0 la amistad. El didlogo inconcluso entre Blanchot y Lévinas XAVIER ANTICH Ei 25 de diciembre de 1995 muere en Paris Emmanuel Lévinas. Maurice Blanchot, entonces, todavia vive («me excuso, pero es necesario que entierre a algunos antes que a mi» —habfa escrito en 1973, casi con pudor, entre la ironfa y el dolor, en La folie du jour). Todavia vive ahora, es preciso recordarlo, como Io recordé Marguerite Duras en un acto de justicia durante los afios ochenta, cuando le sobrevino la fama internacional y se vio obligada a recordar, frente a quienes pretendfan imponer a Sartre como el escritor francés mas grande del siglo, las figuras de Bataille y de Blanchot. Muchos entonces, incluido algtin manual francés de literatura, ya lo habfan dado por muerto. Anénimo y sin rostro conocido —durante toda su vida ha evitado celosamente las foto- grafias—, Blanchot habfa acabado desapareciendo detrés, o més all4, del rastro dejado por sus libros. El rostro del rastro, como una huella. O como una ausencia que se resiste a fosilizarse en presencia. Confrontado al enigma de la muerte y de Ia desaparicién, Blanchot sabe que la vida es una muerte aplazada. Asf lo escribe en 1994, a partir de un episodio vivido en 1944 (jcincuenta afios después!), en El instante de mi muerte, uno de sus pocos (sus tinicos) relatos autobiogréficos, en el cual alude a las balas no disparadas por el destacamento de un teniente alemén, en un fusilamiento detenido casi por azar, ¢por azar?: «Estoy vivo. No, estas muerto». Y, al final, como un Jatigazo: «Qué importa. Tan sélo permane- ce el sentimiento de ligereza que es la muerte misma o, para decirlo con mAs precisién, el instante de mi muerte desde entonces siempre pendiente».' En esta exposicién a la muerte descubre Blanchot la base de la comunicacién: pero no en la exposicién a la pro- pia muerte, sino a la muerte del otro, cuya presencia viviente, incluso la més préxima, 1, M. Blanchot, B instante de inert, La locura de ale, Madi, Tecnos, 1999, pp: 25:26. TL ANAUsIs TEMATICO 128 | ya es sentida como tna insoportable ausencia, aquella que no disminuye ni siquiera con el duelo: «es en la vida misma donde esta ausencia de otro debe ser encontrada; es con ella que la amistad se pone en juego y, a cada instante, se pierde, relacién sin relacién o sin otra relacién que lo inconmensurable».? Pensamiento de la muerte, como algo pen- diente, a partir del tiempo aplazado, en suspenso. ‘También Lévinas habfa querido pensar la muerte a partir del tiempo y no, como Heidegger, el tiempo a partir de la muerte. Un tiempo que, para Lévinas, no es el mero horizonte del ser, sino la intriga de la subjectividad en su relacién con el otro. Ast concluye el curso que Lévinas dedicé, en 1975-1976, a la muerte y el tiempo: «La relacién con el Infinito es Ja responsabilidad de un mortal por un mortal. Como en el pasaje biblico en el que Abraham intercede por Sodoma. Abraham esta horrorizado por la muerte de los otros y toma la responsabilidad de interceder. ¥ es entonces cuando dice: “yo mismo soy ceniza y polvo”». Asf dice, también, el protagonista de Thomas el oscuro: «En todo momento yo era ese hombre puramente humano, ejemplar nico de individuo supremo por el que cada cual se cambia a la hora de morir y que muere solo en el lugar de todos. Conmigo la especie murié por completo una y otra vez. [...], yo desajarecfa sin dejar rastro y cumplia con mi oficio de muerto tinico a la perfeccién. Fuii, por tanto, el tinico cadaver de la humanidad,‘ En la medida que la muerte es inaprehensible y anuncia un acontecimiento en el cual el sujeto ya no es amo, supone, para Lévinas, el fin del herofsmo del sujeto, la imposibilidad de su prepotencia y, con ella, la apertura al horizonte de lo otro, un horizonte en el que lo otro escapa al poder, ya impotente, del sujeto. El tiempo, asf, no es una degradacién de Ia eternidad, sino la relaci6n con aquello frente a lo cual el sujeto ya no puede poder: lo otro. Lévinas y Blanchot han cruzado, en vida, reflexiones paralelas sobre su condici6n de supervivientes, de algtin modo muertos en vida, con una vida prorrogada a la muerte aplazada, a la muerte sentida en si mismos con el dolor de la muerte del otro. Ast, Blanchot: «Aquel que ha sido contempordneo de los campos es para siempre un super- viviente: la muerte no le har4 morir».5 ¥ también Lévinas, que en 1961 todavfa reflexio- na a partir de unas palabras de Jankélévitch: «No tenemos en comin mis que el hecho de estar aquf, unos y otros, supervivientes. Aquello que nos es més comtin, lo més esencial, estaréis de acuerdo conmigo, es el hecho de estar vivos; por azar, nosotros estamos aqui... cada uno de nosotros, individualmente, est aqui... {no se sabe cémol.. por una distraccién de la Gestapo... No se sabe qué ha pasado, pero hemos vuelto... hemos emergido... Se han olvidado de nosotros. Hemos pasado, hemos llegado después de la dltima réfaga. Hay en nuestras vidas tragedias horrorosas que nos han marcado para siempre y que nos diferencian de los otros». Como muertos de una vida en suspen- so, por las muertes de otros que no pudieron evitar y de las que deben testimoniar, por Ia mnerte propia esquivada en el tiltimo momento, «ino se sabe cémol», Blanchot y Lévinas, a través de un pensamiento que se rompe por la responsabilidad, a través de un pensamiento que ya no puede ser comprensién, sino acogida y hospitalidad, sentiran la vida como suspendida entre un no-més y un no-todavia, por decirlo con expresiones de Hanna Arendt.” Blanchot: «Nosotros no morimos, he aqui a verdad, pero de ello resulta 2. M. Blanchot, fa Communauté inavouable, Patts, Minuit, 1983, p. 46, 3. B, Lévinas, La mortet le remps, Parts, Heme, 1991, p. 135, 4, M. Blanchot, Thontas el oscuro, Valencia, Pre-Textos, 1982, p. 74. 5. M. Blanchot, Lcritue du désasir, Pars, Gallimard, 1980, p.217. 6. E.Lévinas, Dffcil ibené Essais sur le judatsee, Paris, Albin Michel, 1988, 3." ed, pp. 227-228. 7. H. Arendt, Honibres en tiempos de oscuridad, Bascelona, Gedisa, 1992, ed. p. 76: AAquello que tan claramente aparece como un final se entiende mejar como un comienzo cuyo significado més intimo ain no logramos captar. Nuestro presente es enfiticamente, yno slo 16xicamente, el suspenso entre un no-més y un no-todaviow. ioe INVESTIGACION Y ANALISIS| que ya no vivirnos mds, somos muertos de nuestro viviente, somos esencialmente super- vivientes»* Y Ia conciencia de ser supervivientes, vivientes més alld de su propia vida, «ya no vivimos mas», ni vivos ni muertos, abre la posibilidad de una vida abierta al otro, a lo otro de los otros, lo desconocido e inaprehensible, lo que escapa al imperialismo cog- noscitivo del sujeto que orienta su pensamiento a la posesi6n. La vida del pensamiento, asf, cuando la otra vida ya se ha convertido en una vida mas alld de la propia vida, slo puede ser tna vida en Ja desposesién de sf mismo, una vida vacia que sélo en la apertura allo otro reencuentra el tnico sentido posible, un sentido roto que debe reinventarse por el ejercicio de la responsabilidad. Ejercicio radical de un més allé del ser 0 de otro modo que ser (como Lévinas titulard su obra mayor en 1978: Auérement quétre). Ser de otro modo. Nada mis lejos de un ejercicio de autocomplacencia: nada que ver con ¢l «ser para la muerte» de Heidegger, ms bien un ser que mira de ser, prueba a ser, més alla de la muerte. La propia, aplazada. La de los otros, sentida como limite mas alla de la propia impotencia. Nada de autocomplacencia ni de pardlisis. Por el contrario, la tinica posibilidad de recuperar el sitio para un yo que, en la experiencia del abismo, ha dejado de tener sitio propio. Un sitio que ya no puede ser sitiado con cercos o empalizadas, sino abierto con una apertura que no puede cerrarse, porque ya no tiene puertas. Como escribir Lévinas: «Sélo un ser que haya alcanzado Ja exasperacién de su soledad me- diante el sufrimiento y la relacién con la muerte puede situarse en cl terreno en el que se hace posible la relacién con otro». En 1989, Blanchot todavia sentira el peso omnipre- sente de un recuerdo que modula la existencia precaria y lo invade todo: «Hoy no tengo pensamiento mds que para Auschwitz», E125 de diciembre de 1995, decfamos, muere en Paris Emmanuel Lévinas. Mau- rice Blanchot, decfamos también, todavia vive. Ninguno de los dos, supervivientes, habfa dejado de hablar de su propia muerte. De la muerte del otro, también. Dos dias después, en el cementerio de Pantin, Jacques Derrida pronuncia unas palabras de despedida (Adieu), «arrancadas a la tristeza y ala noche». Y, en el Adids a Lévinas, sélo otro nombre, uno solo, el nombre del otro: «Para muchos de nosotros, para mf con seguridad, la fidelidad absoluta, la ejemplar amistad de pensamiento entre Mau- rice Blanchot y Emmanuel Lévinas fue una gracia; permanece como una bendicién de este tiempoo."' «Amistad de pensamiento», fidelidad al primer encuentro durante més de setenta afios. Blanchot fue para Lévinas, cuando éste lleg6 con dieciocho afios a Estrasburgo procedente de Lituania, el primer amigo francés. Y la intensidad de aquella proximidad nunca se desmentiré: se veran a diario, dejarn de verse durante afios. No importa. Lévinas reconocera en cada publicacién de Blanchot su propio pensamiento, el aliento para lanzar hacia delante su propia reflexién, el dolor com- partido para quebrar, en cada nueva torsién, el propio discurso: habla de él incluso sin citarlo. ¥ cuando lo hace, es siempre apelando a la misma imagen: «Sf, siempre os hablo de él en términos de altura»." Lévinas, por su parte, seré para Blanchot un fogonazo de luz. En 1980 todavia lo reconoce: «Quisiera decir sin énfasis que el encuentro con Emmanuel Lévinas cuando yo era estudiante en la universidad de Estrasburgo fue este feliz encuentro que ilumina una vida en aquello que ésta tiene de 8. M. Blanchot, La par due feu, Pans, Gallimard, 1949, p16, 8. E. Lévinas, EI Tiempo y el Otro, Barcelona, Paidés, 1993, p. 117. 10. M, Blanchot, cata a Bemard-Lensy Lévy del 15 de septiembre de 1989, en B-HL. Lévi, Les Aventures de ls bert, Parts, Grasset, 1991, p. 311. 11, J.Demida, Adieu d Enonanuel Lévinas, Paris, Galiige, 1991, p.20. 12, F. Poitié, Znumanuel Lévinas, Besangon, La Manufacture, 1992p. 60. [awduisis TemaTico 127| mas sombrfo». También Blanchot se reconoce en cada texto de Lévinas, su tnico amigo, ademas de Bataille." También Blanchot reescribe, como un palimpsesto, los textos de Lévinas, surgidos de la misma herida, con el mismo horizonte a la vista. El horizonte de un tiempo que ha dejado de configurarse como una totalidad cerrada para constituirse como un espacio polifénico en el que cabe el ejercicio asimétrico de Ja amistad, los caminos cruzados de una escritura polifénica. «Amistad de pensa- miento», fidelidad a una relacién de la cual practicamente no han hablado, aunque poseemos algunas piezas valiosas del rompecabezas discontinuo de su didlogo incon- cluso. Ejercicio apasionante: reconstruir el didlogo buscando las voces alli donde quizés no aparecen del todo. Leer en el palimpsesto de cada uno la escritura casi borrada del texto del otro. Més alla de la banalidad que, con una cierta recurrencia, aparece en tantos estudios sobre la obra de ambos: Lévinas, el filésofo, que categoriza en una reflexién tedrica lo que Blanchot, el novelista, formularfa narrativamente. Por el contrario, en ambos: la escritura que se vuelve contra sf misma hasta permitir que Jas palabras muestren sus heridas, hasta convertir la valnerabilidad del texto en hos- pitalidad para con Jo otro. Lo otro, el mas alla del texto, donde todo esta en juego, haste que el escritor se pierde en una responsabilidad que precede al propio acto de la escritura, Escritura que se desnuda més alld de la piel, en carne viva, hasta hacer de la eseritura el lugar del exilio: el lugar del pensamiento némada, desposeido de todo, menos del fragil asidero de la palabra que acoge. Didlogo inconcluso. Entretien infini Iniciado en 1923, Pero inacabado. Inacabable, también. Somos los interpelados: en la lectura viven las palabras escritas, y no sélo las que se escribieron sobre el otro. Sino Jas que se escribieron al otro. Y el otro, en la lectura, también somos nosotros. Un yo que se reinventa a cada lectura y que se deshace en cada nueva interpelaci6n. Porgue hablaral otro es, para Lévinas y Blanchot, hacerle sitio, El encuentro Lévinas llega a Estrasburgo en 1923, con dieciocho afios: «es un joven algo bajo, con una abundante cabellera negra ondulada. Su francés es pobre y su bolsa no est muy llena. Esté solo y no conoce a nadieo."5 Habia nacido en Kovno, Lituania, en 1905. Su padre tenfa una librerfa y la familia pertenecia a la comunidad judia que habitaba, mayoritariamente, la ciudad vieja. No se trataba de un gueto: los judfos eran antiguos ciudadanos de Kovno, dispontan de sus sinagogas, también de muchos lugares de estu- dio. Cuando se dice Lituania, se dice mucho: una de las partes de Europa oriental donde el judaismo conocié quizds su desarrollo espiritual mas alto. Con el inicio de la guerra, en 1914, sin embargo, empieza el desplazamiento, la errancia: en primer lugar, Khar. kov, en Ucrania. Y a partir de allf, todo: «la guerra del 14 nunca acabé —recordaba Lévinas en 1986— la revolucién y los desérdenes post-revolucionarios, Ia guerra civil, todo esto se mezcla con la guerra de 1914».'6 Para los estudios del joven Lévinas, la familia habfa preferido Francia. Por qué Francia? «Parce que cst Europe!» —contes- 13, Casta de Blanchot del 11-02-1980, cit. en Fxercices dela patience, | (1980), p. 67. 14, El propio Bataille seralaré In proximidad de los tres pensamientos: xe pensamiento de Lévinas[.J, me parece, 1o difiere del pensamiento de Blanchot y del mior. G. Batailc, . Y, en plena navegacién, la certeza del riego al naufragio: «el acuerdo consigo mismo es guizés un tipo de muerte».‘* Esa muerte que, a través dela filosoffa, conjuraron al mismo tiempo Blanchot y Lévinas. Posicién ante el pensamiento que es, en el fondo, posici6n ante la vida. Posicién como deposicién: la figura del exilio. El trayecto recorrido por ambos, seguramente, sea el mismo: del pensar la idea de Ia filosofia como la imagen de la amistad, al ejercicio de la amistad como la forma més alta de filosofia. El texto de Blanchot, en este sentido, es paradigmético, tanto més cuanto que no esta dedicado a Lévinas: . 65, M. Blanchot, tre ji, NRF, n.”116 (agosto 1962),pp. 282y 285. 66. M, Blanchot, «Notre compagne clandestine», ed. cit, pp. 86-87. | 140 INVESTIGACION Y ANALSIS | sentido, que fuerza la escfitura a sostenerse en su propia imposibilidad, Blanchot rees- cribiré, en El paso (no) mds alld: «Que los hechos relativos a los campos de concentra- cién, la exterminacién de Jos judios y los campos de la muerte en donde la muerte prosigue su obra, son para la historia un absoluto que ha interrumpido la historia, eso es algo que debe decirse sin poder decir, no obstante, nada mas. El discurso no puede desarrollarse a partir de aht. Aquellos que necesitasen pruebas, no las recibirfin. Incluso en el sentimiento y en la amistad de aquellos que conllevan el mismo pensamiento, casi no hay afirmacién posible, porque toda afirmacién se ha quebrantado ya y porque Ja amistad se sostiene ahf con dificultad. Todo se ha venido abajo, todo se viene abajo, ningtin presente lo resiste>.! En una alocucién pronunciada en mayo de 1981 a propésito del 30 aniversario del Fondo social judfo unificado, Lévinas declarard el sentido del testimonio imposible pero inexcusable: «En el sufrimiento y en la muerte de millones de judios —de los cuales un millén de menores—, se revela ia inexpiable condena de nuestro siglo: el odio del otro hombre. Revelacién o apocalipsis. [..] Pero en Auschwitz se congrega, y de algin modo quedara en ebullicién hasta el fin de los tiempos, la sangre que—de Guernica a Cambo- ya—‘inunda la tierra. Una vez més, Israel habré sido Hamada, como en Ja Biblia, a testimoniar por todos, y en la Pasién, a morir de la muerte de todos y a ir hasta el fin de Ja muerte». Y, reciprocamente, como en una réplica, puede leerse la nota de Blanchot en L’Anti- tig: «Aquf no aludo s6lo a particularidad alguna de una historia personal, sino a otra clase de verdad: “ser-judio” depende tanto de la fatalidad (o Ja dignidad) de serlo —en- tendido corno raza, como vocacién biolégica o incluso biogrfica— como de una potes- tad incondicionalmente libre. Se dira que sucede lo mismo con nuestra pertenencia alo “humano’”; sin duda; y por ello es, ademas, por lo que las dos pertenencias pasan por las, mismas vicisitudes. No se llega a ser judio por un consentimiento gratuito. Se es judio antes de serlo, y, al mismo tiempo, esa anterioridad que precede al ser y en cierta manera a la historia no lo enraiza en una naturaleza (en la certeza de la identidad natural), sino en una alteridad de antemano constituida y, sin embargo, nunca ocurrida todavia, a la que hay que responder, sin poder declinar esa responsabilidad. De ahi que “1a condicién de hombre judio” sea la més “reflexiva”, teniendo que ser recuperada por una reflexién infinita ¢ infinitamente reflexionada y, a pesar de todo, también sellada con una afirmacién que es mas inveterada que la naturaleza, més obligatorio que ella y ala que no cabrfa ocultarse, incluso si sela deroga».® Y todavia, en El didlogo inconcluiso: «El judio es malestar y desgracia. Hay que decirlo claramente, a pesar de que esta afirmacién, en su indiscreta sobriedad, resulte desafortunada. El judio, a través de los tiempos, es el oprimido y el acusado. Es, ha sido, el oprimido de cualquier sociedad. Cualquier sociedad, y particularmente la sociedad cristiana, tuvo su judfo, a fin de afirmarse contra él en una relaci6n de opresién general. Podrfa decirse —repitiendo la expresién de F, Rosenzweig—que hay un movimiento de Ja historia que hace de cada judfo el judio de todo hombre; lo que significa que cada hombre tiene una relacién particular de responsabilidad, relacién atin no dilucidada, con aquel “Otro” que es el judio».” De ahi, en Blanchot, el sentido del judaismo mas all del judafsmo: «Los judfos no son diferentes a Jos otros segin Ja manera con que quiere convencernos el racismo, sino que ellos dejan constancia de Ja relaci6n con Ja diferencia cuya revelacién nos trae y cuya responsabilidad nos confia el rostro humano, como lo 67, M, Blanchot, El paso (no) mids allé, Barcelona, Paid, 1994, p. 144. 68. Cit. en. Malka, op. cit, P, 75. 69, M. Blanchot, La risa de los dioses, el. cit. pp. 198-199. pa a a eet ee ea a | aNAusis TEMATICO 141) dice Lévinas (esto es, lo que en el viso de la cara es irreductible a la visibilidad); ellos no son Extrafios Extranjeros, sino que nos recuerdan Ja exigencia de lo extrafio ...]. En este sentido, el antisemitismo no es en absoluto accidental. Representa la repulsién que inspira el Otro, el malestar ante todo lo que viene de lejos y, de otra parte, la necesidad de matar lo Otto, es decir de someter a la omnipotencia de la muerte lo que no se mide en términos de poderes».” En Du sacré au saint, Lévinas se refiere al autor de una carta sin revelar su nombre. Lo sabemos: es Blanchot. Como critica a cierta actitud de los estudiantes rebeldes de Mayo del 68, Blanchot rellexiona a propésito de la posicién asumida ante el contflicto palestino: «No es, pues, verdad que el antisionismo sea el antisemitismo de hoy; es ‘porque el sentido del propio Israel, en aquello que tiene de mas manifiesto, se les escapa absolutamentte; esto me parece grave; es como si Israel estuviéra puesto en peligro por la ignorancia —sf, tna ignorancia quizés inocente, pero desde entonces pesadamente res- ponsable y privada de inocencia—, puesto en peligro por aquellos que quieren exterminar al Judio en cuanto Judo y por aquellos que ignoran absolutamente lo que es ser Judto. El antisemitismo tendrfa, pues, por aliados a aquellos que estn como privados de antisemi- fismo. ¢No es esto un retorno extrafio y que prueba que la ausencia de antisemitismo no es suficiente en absoluto?». Y Lévinas, reflexionando en voz alta, aporta un testimonio que subraya In agudeza de Ta tensién entre el judafsmo y la universalidad, recordando imma férmula que no es suya: «Alguien ha dicho aquf —la férmula me ha gustado mu- cho— judaismo o responsabilidad ante el universo entero y, en consecuencia, judafsmo universalmente perseguido. Cargar con la responsabilidad por todo y por todos es ser responsable a pesar de uno mismo. Ser responsable a pesar de uno mismo es ser perse- guido, Sélo el perseguido responde por todos, incluso por su perseguidor. La responsabi- lidad diltima no puede ser mAs que el hecho de un hombre absolutamente perseguido, que no tiene derecho a la palabra para liberarse de su responsabilidad». En el judaismo, que Blanchot lee y piensa a través de Lévinas, se expresa no sélo el niicleo de dos de los pensamientos que, con més fuerza, han pugnado en nuestro siglo por romper la clausura del propio pensamiento, sino incluso, de forma si cabe més sutil, esa forma de ser que se manifiesta y se afirma, ante lo desconocido y ert la amistad. Ser de otro modo: escribir y pensar de otro modo. Escribir y pensar, como en una pardfrasis interminable, acerca de la amistad entre Blanchot y Lévinas. Ceder la propia escritura al espacio de lo otro, al espacio asimétrico de los otros. Aunque sea al precio de que la escritura se convierta en anénima. Evitar el temblor de la identidad que piensa y escribe para ceder ante el temblor de la amistad adivinada de los otros: el didlogo inconcluso, Yenttretien infini. Quizds una de las lecciones del siglo.

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