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4, Las instituciones politicas: una vi Bo Roristeis 1. Introduceién Ente los cientificos politicos, las concepciones funda- ‘mentales sobre los origenes de cualquier tipo de poder politi- co formalizado toman dos formas. La primera, que podemos denominar «buena», «democritica» o «entrada en la comu- nidad, se resume del siguiente modo. Un conjunto de perso- nas comparte ciertas caracteristicas comunes. Por ejemplo, viven en la misma zona, o trabajan en el mismo sitio 0 depen- den de un tipo similar de recursos naturales. A lo largo de su vida cotidiana, descubren pronto que no s6lo tienen los mis ‘mos intereses individuales, sino también un cierto ntimero de intereses comunes. Como comunidad geogrifica, pronto per- ciben la necesidad tanto de leyes que regulen los eonflictos sobre la propiedad u otro tipo de derechos individ del efectivo cumplimiento de esas leyes. O se dan cuenta de lanecesidad de una organizacién que luche por intereses comu- res tales como salarios mas altos © mejores condiciones labo- rales, 0 de Ia necesidad de regular el uso de los recursos natu rales para evitar una «tragedy of the commons» (Hardin, 1982; 9 Ostrom, 1992), De este modo, se unen como iguales y consti- tuyen una organizacién que resuelva sus intereses colectivos; es decir, forman un gobierno. O, em el caso de los otros dos ejemplos, forman una uni6n 0 alguna forma de cooperacién ceconémica, entidades que desde esta perspectiva pueden con- siderarse simplemente distntostipos de gobiemo. En los tres casos los miembros de la comunidad perciben pronto que, para aleanzar sus intereses comunes, necesitan cua- {ro ipos fundamentals de instuciones politica. El primer ipo de instituciones es necesario para la adopci6n de decisiones colectvas vinculantes aceea de emo regular os intreses comv- nes (una institucin generadora de normas). Un segundo tipo ‘es necesario parala ejecucién de esas decisiones (una insttucién «| jecutora de normas). En tercer lugar se necesitaninsituciones {que vigilen los conflictos entre individuos sobre Ia interpreta- ‘id en casos concretos de las norms generales establecias por Jas insttuciones de adjudicacién de normas. Por timo, resulta necesario un cuarto tipo de institucién, encargada de vigilar y ‘astigar a aquellos que vulneren las normas, Sean o no miem- bros de la comunidad (intituciones de imposiciGn de norma). Por tanto, en este relato de To «buenos, lo que hacen los miembros de Ia comunidad al perseguir sus intereses colect vos es crear cuatro tips bisicos de instituciones politcas. A su ve7, cada institucién alberga un niimero de subinstituciones para regular los procesos especificos de toma de decisiones. Estas normas establecen cOmo elegir a los miembros de la asamblea decisora, c6mo organiar los procedimientos de vota- ‘dn, quiénes deben ser designados jueces, funcionarios, ges- lores u oficiales del ejétcito. La segunda forma de concebir los orfgenes del poder se ‘resume en una historia que podemos denominar «mala», i tatorial» o «adversariay. Seguin ela, el érea geogrdfica (o el lugar de trabajo, o los recursos naturales) esti histGricamente ‘controlada por la fuerza superior de un gobemmante individual ‘ode un grupo de gobemmantes. Ellos -e clan I elite politica, In clase dominante, los administradores, el sefor feudal o quien sea~ desean extraer recursos del grupo dominado de Ia forma ms eficiente posible (North y Thomas, 1973; Levi, 1988; 20 Gambetts, 1993). En esta segunda historia, los gobermantes, para imponer su voluntad de la forma més eficiente posible, rnecsitan también cuatro tipos institucional bisicos. Uno para crear la legtimidad de sus subordinados; oto para ejecutar la voluntad del gobernante; un tercero para contolar las dispu- tas ene los bits ls subordinados,y finalment, un cuar- to tipo para actuar contra aquellos que se enfrenten al poder dl (los) gobernante(s). En una palabra, necesitan crear cuatro tipos institucionales similares a los mencionados anteriormente, 'No tenemos por qué afvontar la cuestin de cul de las dos historias es mas correcta, El tipo de historia que cada cientfi- 0 politico quiera contar estd determinado por sus visiones ideoligicas basicas y sus concepciones de la naturaleza huma- 1a (Mansbridge, 1990) En cualquier caso, se trata de una cues- ‘ign empirica; y considerando la diversidad historia y geogrd- fica conocida, la respuesta ha de ser necesariamente que las dos son vilidas. Existen también varios casos en los que se ha pasado de la buena historia ala mala, y viceversa La idea fundamental es que, en ambos casos, las institu ciones poitieas son las mismas. En ambas formas de conce- bir los orfgenes del gobierno se termina recurriendo a los mis: mos tipos de insttuciones. Tanto una comunidad democritica| ‘como tna que no lo es necesita una insttucién que disenle y |jecute polticas, y que decida edmo hacerse cargo de aquellos ‘que vulneran las normas. Esto vale tanto para un sefiorf feu- ‘dal como para una cooperativa econémica de granjeros. El caso es que cualquiera que sea la istoria que quieran con- tars cientiicos polfticos, ser uns historia sobre instituciones. Un problema central para la ciencia politica es que lo que vemos cen el mundo real es una enotme variacion, en el tempo y en el espacio, de los rasgos especticos de esas instituciones, No tene- _mos slo instituciones democrticaseinstinuciones no democr’- ticas. En ambos casos existe una gran variaciGn en la forma par ticular que adopta cada institucidn. Esto se ve con facilidad en ‘elhecha de que si bien el fascismo italiano y el nazismo alemén ‘compartian muchos rasgos ideolgicos, su articulacin institu ‘ional fue bastante diferente (Payne, 1990). Por lo que hace a ‘muchas democraciasindustralizadas actuaes, apenas es nece- 201 sari recordar las diferencias existentes. A pesar del hecho de {que econdmica y politicamente comparten ciertas estructaras bisicas, existe de hecho una gran vatiacin en ls insttuciones politias. Si tomamos diez aspectos fundamentales del sistema politico y hacemos una distincion muy bésica entre formas ins- titucionales opuestas existentes en la actualidad(ignorando todas las posibles variaciones entre esas dos formas) en cada uno de esos aspectos, abtenemeos 2! 1.024 formas posibles de orga- nizar las insttuciones de una democracia captalista occidental ‘modem (véase tabla 41 infra; véase Schmiter y Karl, 1991; Lijphart, 1984). Dado que, aun siendo generosos, s6lo existen lneinta casos que tespondan a ese tipo de democracia, la varia cig institucional en terminos tericos que recoge este ejemplo tes mucho mayor que el niimero de casos empiricos ‘Tabla 4, Variacin institucional ene las demmocracis cpitalitas cxcientales, “Sema deparidos Tiparidiamo va: mulparidema Sistema elector Fropecional vs. mayortario Unicamers bicameral Untaria vefederal ‘Asam legis Estructura gubemamental Autoridad cent Faramentaism vs, presidencalsmo ‘Sistema judicial ‘Wuna onstuciona evn previa bier lea Foca autonome. muha enclose ental ve. mestocraca eres aac Profesional us, senico mitar abigatoso elacin Eaado-ecnoma Ube vs. corpratita Los cientificos politicos dedican su vida, més © menos, ‘a hacer explicitos lo origenes yas consecuencias de dire cia institucionales como éstas. Mis en concreto, los cientifi- 0s politicos se hacen tres preguntas, diferentes pero inerrela- cionadas sobre las insttuciones politicas. Una es normativa: {ules son las mejores instituciones par el buen gobiemo las ‘elaciones sociales? Las otras das son de caricter empirico:jqué cexplica la enorme diversidad de enttamados insitucionales? y ‘qué implicaciones tienen esas diferencias paral conducta pol {ica e poder o Ios resultados del proceso polio? ‘Uno de los problemas de la ciencia politica como diseiplina sel modo en quese erganizan sus diferentes subcampos. La lis- ‘a convencional (comportamiento politico, politiea comparada, administracién y polftcas pablicas, teria politica y siguientes) tiene una gran desventaja: Io relevant en politica comparadaesté . Condiionan también qué tipo de valores se adoptan evuna determinada sociedad es deci, en lima instaneia con ficionan lo que denominamos justia, identdadcoectiva, per- tenenci, contanzayslidardad (March y Olsen, 1989, . 126; véase Dworkin, 1977, pp. 160s). Ast Jon Elster (1987, p. 231) hha argomentado que «tna tarea dela politics es dar Forma 8 condiciones sociales einsituciones, deforma que la gente se ‘comport onestamente porque cen quel estructura bsica de sl sociedad es justan, Silas ormas sociales (sobre la jus- {iia por clemplo)cambian segn el eardcter dels insta ciones politica, enfonces podemos deciix hasta cierto punto dls prvalecen en la sociedad en la que vivios, porque ppodemos, al menos algunas veces elesr el diseno de nbestras Institaciones politics. En The Trgedy of Political Science (La Tage dela Cen- cia Police), David Rei sefala que la ceneia poltca elisica {stabs dominada por concepts dealt contenido normativo us ticia, nacon, derechos, ptiotsmo, sociedad, vit, rans y dems). La tagedia de fa cencia poica actual, segn Rice, reside en el hecho de que semejanes conesptos han dssapae. €ido en gran medida, sendoreemplazados, en el atevido mun- do de Ios datos a scala mundial, por concepos tenis, sin 206 vida, como «acttud,«cognicidn», «socializacidn y «sistema, Ricci sostiene que este gto desde preguntas entica, orienta das normativamente, sobre los fundamentos de Ia politica y ka sdemocracia, al manejable universo de lo politicamente stil os ayuda a explica la crisis en Ia que, segin arma, se encu tra la ciencia politica (Ricci, 1984, p. 296; Held, 1987, p.273) Et renovado interés por las insituciones polities, tanto en sus aspectos normatives como positives, puede servir de nexo para Superar este vacio senalado por Ricci. Como se deduce clara- rene dela teorfa de Rawls, las insiuciones politicas son enti ddades a a vez normativas y empiricas que no pueden entender- se plenamente a menos que se establezcan sus fandamentos ‘normative, IIL. Otvido y redescubrimiento de las instituciones politicas Si bien la construcién y funcionamiento de las institucio- nes politias fueron temas centrale en las traciones casicas de a eoria politica, apenas (uvieron sitio en la ciencia politica de posguerra, mareada por el conductismo y el andlisis tedrico de los grupos polteos. En teorfas como el estructual-funcio. nalismo, cl anilisis de sistemas, la teoria de grupos (ya sea pluralist oelitista)~y, mis tarde, enfoques econdmicos tales como el neomarxismo-, las instituciones polticas formales an (si alguna) una fancién muy escasa. La tendencia a reducirnexplicacion de los procesos politicos a variables socia- les, econdmicas o culturaessignificaba que las formas institu cionales y organizacionales dela vida politica apenas tenfan efectos (March y Olsen, 1984, 1989), En el estructuralfuncio- nalismo, las necesidades sistémicas de! sistema social (en tr rinos de establidad politica o estratificacin social, por ejem- plo) tendian a producie instituciones politicas que resultaban Funcionales de forma més 0 menos automtica con respecto a ‘esas necesidades, Cada sociedad tendia a genera las instity- ciones para resolver slos problemas bisicos, permanentes, de ‘cualquier Sociedad (Eisenstadt, 1968, p. 410; véase Pa 207 1964). Enel caso de las varias formas que adopta la teorfa de grupos (ineluyendo el marxismo), las insttuciones se conciben en gran medida como arenas en las que tienen lugar las bata- lias poitcas entre grupos con unos intereses politicos prede~ terminados: pero la especifica configuracicn de esa arenas no se consideraba un factor relevante para determina el resultado de esas mismas baallas (March y Olsen, 1984, 1989; Steinmo y Thelen, 1992). Una formulacién tipica de esta concepcién reduccionista de las instituciones se encuentra en el capitulo sobre los parlamentos escrito por Nelson Polsby en el Manual de Ciencia Poltica de 1975. La pregunta fundamental de su capitulo era «emo una forma ompanizacionsl peculiar, el par- lamento, se inserva en diversos contextas» (Polsby, 1975, 7, a cusiva es mia). Enel snilisis politico marxista tradicional, las institucio- nes politcas ex hypothesi podianearecer de funciGn causal por- que se las concebia como un mero reflejo de la estructura consmica de la sociedad (Poulantzas, 1968; Wright, 1978; véase Offe y Preuss, 1991), En otras concepciones de ia poll- tica, de carécter més individual e instrumental, los actoes racio- rales simplemente adoptan el tipo de institucién que encaje mejor con sus intereses predefinidos. En ocasiones se veia a Jas instituciones como variables intermedias en las que los acto- res politicos, en caso de tener &xito, depositaban un poder que mas tarde servtfa para realzarse (Komp 1983). Las primeras formas de andlisis econémico de la politica (ya sea racional, de toria de juegos ode eleccicn publica) también se desarro- laron en un universo carente de insttuciones, en el que agen- tes aut6nomos perseguian unos inteeses propios definidos con anterioridad (Levi, 1991, p. 132; Ostrom, 1991; Moe, 1990). Laausencia de andlisis de las insttuciones durante el perio- ‘do conductsta puede explicarse como una reaccién frente ala falta de ambicion tedrica positiva de los estudio anteriores. La preeminencia bien de los aspectos legal-formales, bien de las trayectorias histéricas individuals o de la el6gica interna» de las instituciones como ejes del ani institucional, parectablo- ‘quearel desarrollo de cualquier forma de teoria expiicativa(véa- ‘Wheeler, 1975; King, 1975). on todo, resulta razonable pen- 208 sar que en el marco de suces0s hist6ricos como la revolucién bolchevique, la cafda de la Repdblica de Weimar, el ascenso del nazismo 0 el triunfo dela revolucién comunista en China, Jas insttuciones poiticasformales apenas tenfan funcién algu. na, En cambio, ls académicos se centraron més en variables como la «personalidad autoritaria», la diversa distibucin del poder econdmico entre Ins dstintas clases sociales o la capaci- ‘dad de persuasion dela principales ideologies politica. [En muchos aspectos esta imagen es una exageracién ‘Muchos académicos siguieron analizando las insttuciones pol ticas durante la era dominada pore conductismo y la teorfa de _Brupos. Los investigadores interesados por las pavtas histér- eas hacia el desarrollo y, especialmente, los procesos de for- ‘main del Estado y la democraciasiguieron prestando atencién alas insttuciones (Duverger, 1954; Bendix, 1977; Bisensta, 1965; Crozier, 1964; Lipset y Rokkan, 1967). Un argumento cldsico de esia época es el expresado por Schattschneider (1960): La organizacion es la movilizacién de la inelinacién elas preferencias(bias)». En 1975, Ridley, por ejemplo, cri- {ie6 al conductismo con la siguiente metfora: la forma en la que se construye un edificio esti determinada en gran medida por quicn lo va a habitary lo que espera hacer en su interior. El funcionalismo era criticado por su intencién de explicar la variacign institucional en funciGn de necesidades sociales de ‘caricter general, lo que lev6 a una tendencia . La pregunta, sin embargo, es qué incluir en el concepto de reglas. Una distin- cin clisica es la que se establece entre reglas «formales» € ‘informales». La inmensa mayorfa de la gente, cas siempre, acta de acuerdo con normas predefinidas de conducta,y la mayoria de esas normas no estin formalizadas como leyes ‘otras regulaciones escritas. En cambio son erutinaso, «cos- tumbres», 1 «planificacino si significa todo, entonces no significa nada. ‘Si la cultura no es otra cosa que normas institucionales, informales, como sostiene North (1990), entonces no hay post bilidad de distinguir la importancia de las insttuciones politi- ‘eas de la de otros fendmenos sociales. Por ejemplo, no tendria ningtin sentido analizar los efectos politicos de las diferentes ‘consttuciones, porque una conceptualizaciéa tan ampli de las| instituciones politicas abarcara las constituciones formales y toda la cultura de Ia sociedad. Si toda condacta repetida puc- de explicarse através de normas institucionales definidas de forma amplia, entonces no hay margen para identificar cual ¢ a funcisn que desemperian las instituciones politica, defi- nidas de forma mais estica, en los procesos sociales, porque Ja respuesta ya viene dada en la defini. Por otra pare, sise limita la definicién de las normas ins- iucionales las formals, se core el riesgo de dejar de lado muchas normas no formalizadas, pero asumidas como algo seguro («taken for granted») que existen en cualquier organi- 2zacién y que determinan la conduecta politica. La ventaja es que Como a sei Biot (1988, 27) vex que un concep se fine de manera qe aaa a todos lo sucsoe de una ears da] Sc tener los eninienin de su capi expt * Cm ple esq el redicdoin renptezn pb pers de sre ‘uj tn eigut de sinoinens (Levi, 190, p48), 216 se puede dar euenta de las implicacones de los «cambios en Jas insiucionesformales, esto es, dar cuenta de la impor tancia de la «politica» coneebida deforma lmitada como el Aiseo de las institucionesformales. La eomparacién de ent dades politicas (Estados, regiones,ciudades) con evoluciones histdrieasy cultures similaes, pero con instituciones for males diferentes (ales como las consttuciones) puede prod- Cirresulados importantes (Weaver y Rockman, 1993; Stephan Y Skach, 1993; Elster y Slagstad, 1988) Bsa es, por supues- to, una pregunta clésca para cualquier andisis sobre laimpor- tania de las instituciones. ‘Una forma de superar este dilema es reconocer un tercer tipo de norma, queen os estdios de administacién publica ha sido denominado «procedimientos estindar de furciona- rmiento» (Hal, 1986)”. Con est giro, los invesigadores han {ntentado identifier un conjunto de normas acordadas y aca- {adas por los actors relacionados. De esta forma, mena la ‘culura>y las «normas sociales» se excluyen de a definicin, Jas normas policas (ene sentido de que han sido establect das mediante un acuerdo teito o expicto) quedan inclidas, independientemete de que hayan sido wanscrtas oadoptadas 2 tavés de un procedimieno formal. Caalguier teria de las instituciones politieas debe encontrar una forma de concep. tualizarlas,relacionindolasy distinguiéndolas de ots inst tuciones y de otros fensinenos sociales generals (Lev, 1990; Mos, 1980, Steinmo y Thelen, 1992). ) £Qué hacen las instiuciones politicas? Estrategias, preferencias y capital social La mayoria de los enfoques aceptarian que las institucio- nes condicionan las preferencias de los actores, esto es, et modo en gue tratan de alcanzar sus objetivos. Esto resulta ‘Oka denominacines prs et tps de norms se telat de fc ramiemon (som, 1990) sseglas som rete waegla en form> (Sprosle-sones, 195) ‘obvio, por el hecho de que las instituciones determinaa: (a) quignes son los actoreslegtimos;(b) el nimero de acto- res; (¢) el curso de sceién; y, en gran medida, () la infor- ‘macién de la que dispondrin los actores acerea de las inten ciones de cada uno (Steinmo y Thelen, 1992, p. 7; Weingast Inge, cap. 5). Este un parte muy importante del andlsis de Jas instituciones, porque demuestra que pequetios cambios de ‘ormas insttucionales aparentemente sin importancia, con- sicfonan as estrategias (por ejemplo, quién «mueve prime- 10) de los atores, yejercen gran influencia en los resultados Ge los proceses paliticos (Ostrom, 1995). I problema es cémo interactian instituciones y prefe- rencias. En los extzemos del continuum se stan dos visio- nes contrapuestas. La primera es comiin en el anilisis econ6= mico, que sostiene que solo los individuos tienen referencias (indvidualismo teGrico de Riker {1990, p. 171), Y que éstas son exdgenas alas insttuciones. Los actores par- ticipan en el «juego» institucional con un conjunto fijo de preferencias que, ademds, pueden ordenar de manera racio- nal. Las instituciones determinan los intercambios que se producen entre los distintos actores, pero en sf mises no Inflayen en las preferencias. Como maximizadores de uti- lidad, los actores ordenan sus preferencias y se involucran ‘enna «lGgica de intercambio», de eardcterestratégico, con fottos actores, dentro de las restriceiones derivadas de las hormnas insttucionales establecidas. Si cambian la intitu- ‘ones, os atores cambiardn su estrategi, pero no ss pre ferencias, Dobe quedar claro que en este enfaque de a de esto 0 aquello explca un cierto orden institucional (Hal y Taylor, 1996)" Las insttuctones juridicas, por poner ° er (1985) deol egress conta del an de xp ines fucose ls clea sls, ‘un ejemplo, surgieron dela necesidad compartida por todos los ‘comesciantes de obtener informacisn sobre la creibilidad del resto a la hora de hacer negocios (Milgrom, North y Wein- ‘st, 1990) Los cambios en los precios relativos derivados de Is evolucién demograficay el cambio teenolégico causan un ‘cambio institucional (North, 1990). La concepei6n de las ins ttuciones como algo que consti las decisiones individua- les, propia de este enfoque,difculta la explicacin del cambio institucional en el marco de las resticeiones te6ricas propias| ddl individualismo metodol6gico. Como ha sefialado Bates (1988), si bien este enfoque puede explicar la demanda de ins- tituciones, no expla su oferta Las aproximaciones de cardcte histérico o cultural tam- poco lo hacen mucho mejor. Si bien han ofrecido explicacio- res interesante de las causas y consecvencias del cambio ins- titucional en casos historicos concretos, hasta el momento no hay ningtin indicio de que de toda esta producci6n vaya a sur- sir una teria general Ha quedado demostrado que, en cier- tos momentos, actores politicos especificos han sido capaces| de rear instituciones que inerementan en gran medida Su poder politico en el futuro (véase Rothstein, 1995). Los actores po {icos pueden estructura el futuro en un cierto grado: es deci los hombres hacen la historia; los aetores politicos no son snuilecos estrcturales» que simplemente atienden alas neve sidades de un gran sistema social (véase Giddens, 1979). Con {odo, el problema esque la historia est también lena de ejem plo de ertores, situaciones en las que los actores se equivocan Al ealeulae qué tipo de institueién deben establecer para asegu ‘ar sus intereses furaros (Lewin, 1988, cap. 3; Inmergut, 1993; Rothstein, 1992), Sin embargo, la oposicién acci6n frente a estructura en el anélisis dl cambio institucional motiva una concepeién més ‘educa de las institaciones como normas decides formal ign aia bee oes a maifescin de dia selenite pre! conta, en recon as agus ue Sercriylnens rn kta aes see mente. La razén estriba en que es en ese tipo de normas don- de puede determinarse con claridad el impacto de una accién ¥ por tanto sus posibles efectos sobre fe sociales y politicos més amplios, El problema de i los factores que estén detris del cambio institucional puede constituir un sintoma de un problema de mayor aleance en el andlisis institucional: su vaciedad térica.Afirmar que las «ins- titociones importan» no nos dice nada acerca de qué institu- ciones son més relevantes que otras y en relacion a qué pro- Dlemas. El valor de una aproximacidn institucional slo se pone de manifesto cuando se combina con una teria mas sas- tantiva de la que puedan derivarse hipétesis acerca de por {qu algunos actores, recursos o instituciones son més impor- tantes que otros (Rothstein, 1992). El nimero de insituciones| politicas ha sido muy alto en cualquier momento posterior a la Edad de Piedra; por lo tanto, el andliss de la instituciones politicas necesita con urgencia de una teotfa que establezca Qué tipo de insticiones on imporantes para qu ipod ro La comprension de las implicaciones del cambio instiu- ional es prebablemente uno de los mayores desafios de a cien- cia politica, La euestidn ex si sabemos lo suficiente sobre los cfectos de las distinas insitaciones politicas como aa que la Ciencia politica se convierta en una suerte de disciplina arqui- tecténica. La pregunta ha surgido recientemente a medida que :muchos pases del este de Europa, Africa Latinoamérica han abandonado el autortarismo para iniciar procesos de demo- cratizaciGn. En este contexto, una pregunta razonable a a que eben dar respuesta los cientfics politicos es s sabertes qué tipo de entramados institucionales aumentan la probabilidad 6e permanencia de la democracia (Praeworski, 1991). ;Deben ‘oplar por el presidencialisno 0 por el patlamentarismo, por et tunicameralismo © por el bicameralism, por sistemas bi distas o multipartiistas? Y ast sucesivamente, Como era previsible, existen dos opiniones muy diferentes. Desde la pri- zera de ellas se argumenta que disponemos de bastante cono- timiento acerea de los efectos de las distintas instituciones, sulfciente al menos para poder embatcamnos en esta clase de ingenitia socal y politica. Por ejemplo, las constitucionespre- sidencialistas han demostrado ser mucho menos adecuadas para Ja consolidacin dela democracia que los sistemas parlamen- tarios (Stepan y Skach, 1993)", Los sistemas parlamenta- ros, combinados con otro tipo de instituciones capaces de ‘generar acuerdos politicos entre grupos opwestos entre sf, pueden asegurar el gobiemo demoeritico y proporcionar estabilidad social asociedades altamente divididas (Lijphart, 1984; Lewin, 1992). Diferentes acuerdos de cardcter corporatista pueden generar unas relacionesindustiales pactficas yal mismo tempo asogurar el crecimiento econ6mico (Goldthorpe, 1984; Kat- zenstcin, 1983) La visin opuesta Ia ejemplifica la conocida advertencia, ‘de Hayek sobre el desarrollo de cualquier tipo de ingenieria social (Hayek, 1949; véase Lundstrdm, 1994). Nuestro cono- cimiento sobre las consecuencias de un cambio institucio nal intencionado es simplemente demasiado limitado y el riesgo de cometer errores que provoquen resultados no espe- ados, contradictoris 0 incluso perversos, demasiado alto Segtin Hayek, las insttuciones no deben disefiarse, sino que ddeben evolucionat. Queda fuera de nuestro conocimiento pre- sente la capacidad de calcula, 0 incluso estimar, las dife- rencias ent los efectos locales y los efectos globales, entre los efectos a corto y a largo plazo, entre las Consecuencias parciales y las consecuencias netas del cambio institucional (Elster, 1991), Otco problema importante radica en que cier- {os disefios institucionales que funcionan bien bajo determi- nadas condiciones sociales y econémicas pueden resultar desastrosos si tas cambian (Przeworski, 1991, pp. 35 88.) Gran parte del «conocimiento establecid» acerca de fs efec- tos de las insttuciones politicas ha demostrado ser muy fré- sil. Los acuerdos corporatistas mencionados anteriormente son un ejemplo; con frecuencia, lejos de ser la solucién ban constituido un problema para el crecimiento econémico y el desarrollo de relaciones industriales pacificas (Lewin, 1992). © Up arguments patients puesto puede encontrse en Sartor 99, La dea segtin la cual los sistemas electorales de distrito Gini 0 (en los que el ganador se lleva todos los puestos asigns- dos a ese distrito) generan sistemas bipartidista estables es otto ejemplo. Para Elster (1991) esta falta de conocimiento no deberia Inhibimos de realizar cambios institucionales intencionados. En ciettos momentos histéricos, como las transiciones a la sdemocracia es necesario disedar instituciones politcas (véa- se Praeworski, 1991), Elster ha sugerido una tecera opcién a Ji hora de involucrarse en operaciones de ingenieriainstitu- ional: en lugar de basar los cambios en supvestos de caricter ‘acional-instrumental on las consecuencias esperadas (sobre las cuales sabemos tan poco), eabe introducir un discurso de cardcter deontoldgico 0 normativo en nuestra forma de razonat sobre las instituciones. Ello implica que las insttuciones deben desarollarse siguiendo cieros criterios morales tales como cconcepciones compartidas dela justicia, por ejemplo, ode ‘mas acerea de la igualdad o un tratamiento justo~ propuestos desde la teorfa normativa Rawls, 1971; Dworkin, 1985; Ba 1995). Desde una perspectiva de teorfa de juegos, se ha argumen- tado que lo que contribuye a la permanencia del sistema de gobierno en democracias jovenes es el hecho de que las nue- vas instituciones politicas ofrezcan a los sectores derrotados que apoyaban al gobierno autoritario una oportunidad justa de defender sus inteeses politicos e incluso (através de elecci nes justas) de conquistar de nueva el pode en el futur (Prze- \worski, 1991). Por tanto si las fuerzas que apoyan el cambio hacia un régimen democritico disefian las nuevas institaciones| politicas demoeriticas (por ejemplo, el sistema electoral) de ‘manera que se niegue toda posibilidad de retomar al poder pole tico a los antiguos grupos antidemocréticos~es decir si actan ‘como agentes maximizadores de wtilidad tal y como asume la teoria-, puede suceder que las mismas fuerzas autortarias a las que se desea excluir del poder a través de! diseio institu- ional decidan reasumilo por otros medios. Por ello la cons- traci de las instituciones politicas ha de guiarse por pri cipios de justiciay no por la racionalidad instrumental 21 ‘V. Bl analisis de la insttuciones y el futuro de la Ciencia Politica ‘Acestas alturas deberfa estar claro que en el marco del an lisis de las insttuciones se pone de manifesto una de las mayo res divisiones dentro dela ciencia politica, la division entre ‘nestilo de andisis «duro», que tiene como objetivo el dese- rrollo de leyes universales (al estilo de los anlisisformales ide cleceidn racional o las teorias de la condcta),y otto esti lode andlisis«blando> ehistxieamente orientado de los fend- ‘menos polfticos de las Kineas de desarrollo cultural Shapiro xy Wendk, 1992; véase Green y Shapiro, 1994)" Sin embargo en esta tia seccidn del capitulo defenders que estos dos est los de andlisis deben implicarse en un fet intercambio en el aniliss de las instiuciones politics. ste argumento pate del problema, antes mencionado, crea- do por los enfoques de eleccinracional la teorfa de juegos en Ia ciencia politica: :por qué actoresracionales egostas se orga- nizan para producirbienes colectivas, tales como instituciones politicas efectivas? Si todo el mundo actuase del modo egosia y autointeresado asumido por la teoria dela elecidn rcional, ins- tituciones de ese tipo munca sugirian a partir de contribuciones individuals (Scharpf, 1990). 0. como ha seflalado Piere Birn- ‘baum: «En a tora econdmica de individualism (.] tds teotia de la movilizaicn slo por alomizacion se convert en algo nulo € invalido» (Bimbaumn, 1988; véase Bicchiei, 1993). Simplemente, en una situacién en la que la cooperacién para obtener un bien colectivo requiera la contribucién de -nuchos agentes racionales y egofstas, la desercin seré més rentable que la colaboracién pata los individuos (Tsebelis, 1990, pp. 74 ss; Scharpf, 1990, p. 476). De forma similar, Bendor y Mooktherje legan ala conclusi6n, sobre la base de os nao woe yelando» no deen connie co el pode Ao tine por eso ens Ex pa de ex, slo hace feet ‘io de metals ques tira. De hee, los enfoges sure co re ‘tons silo wan date ny sblandon se gue ean goo! takes como 1a propia eorfa dela elecciénracional, de que si bien ef mode- lo del actor racional puede explicar por qué persisten deter- sminadas pautas de accin colectiva, «no explica mo se crean [..1. El surgimiento de 1a cooperacién es un problema com- plejo que requiere otros métodos de andlisis» (Bendor y ‘Mookiteree, 1987, p. 146). Para explicar por qué aparece Ia ‘ooperaciGn en unas situaciones y no en otras, estos autores Introducen varias explicaciones bastante ajenas a esta forma cedura» de teorizar:«... sueesos idiosincrésicos, como una derrotainicial desafortunada que provoca una sospecha gene- ralizada de vagancia» (Bendor y Mookherjee, 1987, p. 146), 0 causas de otra naturaleza vinculadas a las circunstancias historias del momento (véase Scharpf, 1990, p. 484). Pero incluso cuando surge la cooperacién por una w ota razén ira- ‘ional o arracional,éstadeberia ser muy inestable de acuerdo ‘con el modelo de actor racional,fundamentalmente pore hecho ‘de que los miembros de la organizacién afrontan una tentacién ‘constante de dejar de contibuir y continuar obteniendo bene- ficios de su funcionamiento (Hechter, 1987, pp. 10 ss; Bendor ¥y Mookherjee, 1987) ‘La posiciGn de la eleccin racional no se refuerza cuando se defiende quo la cooperacin puede explicarse por la ex Tencia de vinculos previos de cardcter social, politico o cultu- tal. Tales vineulos aumentafan la confianza mutua de los a resenque los demas también cooperarin, lo que levara a que Ia situacisn se estabilizase en un equilibrio. El problema es, come hi sealado Michael Helchee, que , Polical Suds, 1996. Hixon. Coilective Action, Bltiore (Md), Johns Hopkins Un: vesiy Press, 1982. srt VC. 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