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COU C Cys PAISAJES DE PODEREIDENTIDAD: FRONTERAS IMPERIALES EN EL DESIERTO DE SONORA Y BOSQUES DE LA AMAZONIA PUBLICACIONES DE LA CASA CHATA Capitulo 1 Fronteras ecolégicas y culturales de Sonora y Chiquitos MONTANAS Y DESIERTOS DE SONORA Passados dos dias que ali estar, determinans dei a bus carel maiz, ¥ no quesimos seu el camino de las vacas porque ces hax el norte, esto era para nostras may gran rad, porque siempre basins por giro que yendo la puesta del sol aviamos de allar o que dessedneamas, Y anst seus nuestro camino y El desierto central de Sonora y la costa del Golfo eran el hogar de nume- rosas tribus de los arenales; recolectaban la fruta del saguaro y la pitahaya, el nopal, capullos de cholla, vainas de mezquite, raices (hia tadk [Pholisma sono- rad), hortalizas silvestres y semillas de palo verde y palo fierro.* Estos n6- madas acumularon conocimiento acerca de su mundo y adaptaron sus tec- nologfas a la aridez del medio ambiente. Cazadores, recolectores, pescadores ® Hayden, 1998. Véase también la extensa bibliografia de Hayden (1988; 83-87); Ives, 1964: 1-43; Kozak y Lopez, 1999: 85. % Para hia fadk, véase Nabhan, 1985: 52. 58 Cynthia Radding y artesanos explotaron plenamente los ciclos de las planicies desérticas y los recursos acuaticos del Golfo de California, sus islas y esteros. En el momen- to del contacto espafiol, dos grupos principales vivian en las llanuras desér- ticas: los cunca’ac, hokana-parlantes, histéricamente conocidos como los seri, y los o'adbam, relacionados con los pueblos akimel (pimas) de las zonas serra- nas y tierras altas. Los cunca’ac, cuyo territorio se extendia desde Guaymas, al sur, hasta Puerto Lobos, al norte, reconocieron varias otras subunidades (iégitin) que se distingufan por nombre y territorio. Los espafioles diferen- ciaban entre los guaymas, salineros, tepocas y tiburones, distinciones que apenas correspondian a territorios no bien demarcados, pero no expresaban los complejos nexos de parentesco de los seris.”° Por su parte, los o’odham eran diferenciados entre los hiach-ed 0 s-ohbmakam, nomadas del desierto de Altar, ylos tohono o papawi ko’adham, recolectores seminémadas y agriculto- res de temporada —los “frijoleros” a quienes los espafioles denominarian papagos-. Los hiach-ed y tohono o’odham definian sus paisajes, en parte, por la presencia de tinajas, estanques naturales y vertientes en resquebraduras de las rocas, donde los viajeros podian apagar su sed y regar plantios de pe- quefia escala.® Alvar Nuifiez Cabeza de Vaca escuché relatos de la gente del desierto, de boca de sus anfitriones en la villa de Corazones, los cuales transcribié en su informe. Coragones [...] es la entrada para muchas provincias que estén a la Mar del Sur. Y silos que la fueren a buscar por aqui no entraren, se perderin, porque la costa no tiene maiz y comen polvo de bledo y de paja y de pescado que toman en la mar con balsas porque no alcancan canoas. Las mugetes cubten sus ver- giiengas con hierva y paja. Es gente muy apocada y triste?” % Bowen, 2000: 16; Sheridan, 1999: 10-12, 27 n, 20, 21, 108 n. 20, * Crosswhite, 1981; Fontana, 1983: 125-148. * Fernindez de Oviedo, 1851-1855: 234. Fronteras ecolégicas y culturales 59 La caracterizacién que hizo Cabeza de Vaca de las tribus costeras como “apocadas y tristes”, implicando una pobreza tanto material como espiritual, revela sus preferencias europeas por el estilo de vida agricola y los asenta- mientos permanentes. La informacién que recibié de los indios que le acom- pafiaban es, sin embargo, veridica en tanto que los cunca’ac cosechaban variedades de plantas acuaticas, especialmente las semillas de la Zostera mari- na, Diferentes especies de plantas de manglar y litorales abastecian de fibras para tejet y albergaban la cria estacional de ostras, cangrejos y almejas que, a su vez, les proporcionaba alimentos. Las viviendas de los pueblos del desierto dejaban poca huella en la tierra. Las fibras de plantas y ramas les proporcionaban materiales de construcci6n; las casas eran armadas y desarmadas, campamentos que volvian a visitar de una estaci6n a otra, cuando los o’odham y cunca’ac némadas se trasladaban en busca de caza mayor, semillas y frutos en maduraci6n, tubérculos y la valiosa vida marina del litoral. Los tohono o’odham ocupaban tres diferentes enclaves durante el afio: manantiales (hid), campos (oidag) y bosquecillos de saguaro. Cazaban y recolectaban alimentos silvestres cerca de fuentes perma- nentes de agua en las colinas, durante los meses de invierno. Las mujeres o’odham cosechaban el fruto del saguaro en las llanuras planas, bajo el calor del verano y antes del inicio de las lluvias; los hombres despejaban y araban sus campos en las bocas de los arroyos durante la breve estaci6n de lluvias que sigue al solsticio de verano” Resumiendo la descripcién anterior, estas tres regiones principales de los paisajes de Sonora conformaban un complejo mosaico de fronteras ecolé- gicas y culturales en el desierto, zona serrana y sierra. Las cadenas monta- jiosas, cafiones, valles aluviales y planicies desérticas que distinguen cada una de estas tegiones no constitufan tanto barreras como corredores para viajar % Felger y Moser, 1985: 20-28. ® Véase la descripcién de las migraciones estacionales tohono o'odham y plantaciones ‘ak- En las tierras de los mataraes y guaxarapos, a lo largo de los afluentes de la cabecera del Paraguay, el grupo de Cabeza de Vaca observé los campamen- tos de pesca de temporada en aguas poco profundas, Hernindez los describié en época de abundancia: Cuando las aguas estiin bajas los naturales de la tierra adentro se vienen a vivir a la ribera con sus hijos y mujeres a gozar de las pesquerias, porque es mucho el pexe que matan, y esté muy gordo; estin en esta buena vida bailando y can- tando todos los dias y las noches, como gentes que tienen seguro el comer [...] Esta gente no tenfan principal, puesto que en la tierra los hay entre todos ellos; ‘mas éstos son pescadores, salvajes y salteadores; es gente de frontera, todos los cuales, y otros pueblos que estiin a la lengua del agua por do el gobernador pas6, no consintié que ningiin espafiol ni indio guaranf saliese en tierra, por que no se revolviesen con ellos, por los dejar en paz y contentos.+ A principios de enero, cuando las Iluvias provocaban inundaciones, los po- bladores retrocedian hasta barrancas elevadas por encima de las aguas, vivian en sus canoas, pescando y cazando en lo que quedaba de los bosques de tie- tras altas. A medida que las aguas cedian, alrededor de marzo, navegaban hacia sus aldeas en las barrancas, pero permanecian en ellas hasta que pasara la fetidez de los peces muertos, olvidados en los campos ahora sin aguas. Indigenas y espafioles se enfermaban por el calor intenso y hedor de los peces podridos. Al final del invierno tropical, en octubre, la expedicién atra- vesaba trios cargados de peces dorados que alimentaban y provefan de aceite © Nitiex Cabeza de Vaca, 1971 [1555]: cap. vit, 111. M Nidiez Cabeza de Vaca, 1971 [1555]: eap. 111, 174-175. 78 Cynthia Radding a estos viajeros. Para Hernandez, los pescadores de este mundo acuatico eran “salvajes y salteadores”, un “pueblo de frontera” sin lideres importantes, en contraste con las nociones agricolas de la zona baja. De hecho, la expedicién habia cruzado una frontera tanto ecolégica como cultural. A poca distancia de los peces dorados, rio arriba la cuenca se dividia en numerosos ios y lagu- nas poco profundas. Tantas, que aun los indfgenas que navegaban en canoas olfan perder el rumbo. Cabeza de Vaca dejé el rio Paraguay e ingresé en otro rio que los indi- genas locales conocfan como Iguatii, probablemente en las margenes de los pantanales que se extendian hacia el norte, dentro de Matto Grosso. Con- dujo a sus acompaiiantes por varias lagunas mas, ingresando en la comarca de los sacocie, saquexe y chané, donde el gobernador esperaba proseguir hasta garantizar una tecepcién pacifica. Por tiltimo, era necesario transportar los bergantines y canoas por aguas de bajo fondo hasta alcanzar una pro- fundidad navegable. En noviembre de 1543 llegaron al Puerto de los Reyes, ya fundado y bautizado ese afio (epifania del 6 de enero) por Domingo Martinez de Irala. La expedicién més pequefia de Irala habia explorado, durante cuatro jornadas, las tierras al poniente del puerto, hacia las planicies orientales de Chiquitos. A nombre del rey, Cabeza de Vaca tomé posesién del Puerto de los Reyes y de lagunas y tierras que lo rodeaban. Ordend construir y colocar una cruz a orillas de la laguna y levantar dos asentamien- tos, uno para los espafioles y otro pata los guaranies, separados de las ranche- rias sacocies. Una vez més, impuso su autoridad sobre los aliados que esta- ban bajo su mando para que no ingresaran en las casas de los pobladores locales y no los perturbaran, Su intencién era utilizar el puerto como una base para futuras exploraciones en el interior, confiando en la abundancia de re- cursos y el conocimiento indigena de los territorios y poblaciones que que- daban atris.% ® Naiiez Cabeza de Vaca, 1971 [1555] cap. xxx0x, 154-155; caps. LM-L1V, 176-181; René Moreno, 1888: 243-244; Adorno, 1991: T, 392, Fronteras ecolégicas y culturales 79 Del cuidadoso interrogatorio que Cabeza de Vaca hizo a los principales chané obtuvo el tipo de informacién que lo alentaba a emprender nuevas expediciones. Todas las generaciones de provincias del interior -se le habia di- cho-eran pueblos agricolas que cultivaban maiz, mandioca, camote y mandubies (probablemente una fruta similar a la chirimoya), muchas veces juntando dos cosechas al afio y criando patos y gallinas domésticas. Diferentes grupos, como os chimeneos, carcaraes, gorgotoquies, payzufioes, estarapecocies, candirees y xarayes —cada uno abarcaba numerosos pueblos— reconocian la autoridad singular de los jefes y estaban continuamente en guerra entre ellos. Sus armas eran arcos y flechas que también servian de articulos de intercambio junto con pafios (mantas) y mujeres y, ciertamente, algunos de estos pueblos poseian oro y plata. Pese a los informes tan optimistas ¢ intentos iniciales del gobernador por seleccionar gufas capaces y encontrar rutas franqueables a la tierra de los xarayes, sus preparativos se retrasaron con la noticia de ataques de los guaxa- rapos, en la segunda fase de la expedicién conducida por Gonzalo de Mendo- za —una naci6n que los espafioles habfan considerado aliada y merecedora de confianza~.*6 A fines de noviembre de 1543, Cabeza de Vaca, al mando de una com- patiia de 300 espafioles armados y 20 guias, abrié senderos a través de densos montes sin avanzar hacia las poblaciones 0 riquezas que esperaban encontrar. Ocho dias mas tarde, con muy escasas provisiones y preocupado por la se- guridad de la colonia que habia dejado atras, Cabeza de Vaca regres6 a Puer- to de los Reyes. Confrontado con la noticia de la alianza de los guaxarapos con grupos locales —quienes habrian estado conspirando para matar a los espafioles y expulsarlos de sus tierras~y frente al espectro del hambre duran- te la estacion de riadas que se avecinaba, Cabeza de Vaca envié emisarios por tierta y rio en busca de provisiones alimenticias a cambio de baratijas, cuchi- llos, cabezas de hachas de fierro y corchetes de metal. Las dos expediciones encabezadas por Gonzalo de Mendoza y Francisco de Ribera, en diciembre % Nuiiez Cabeza de Vaca, 1971 [1555]: caps. LvF-Lvm, 182-185. 80 Cynthia Radding de 1543 y enero de 1544, enfrentaron una abierta hostilidad; sus guias e in- térpretes comenzaban a flaquear y regresaban con las manos vacias. Yendo hacia el oeste, durante 21 dias, Ribera se encontré con indigenas que cose- chaban majz, pero cuya lengua no era comprensible para ninguno de su grupo. Su principal los condujo de la mano a una gran casa construida de madera y paja, donde les ofrecié la bebida de maiz fermentado: chicha. Aun mientras los espafioles observaban enormes vasijas de ceramica donde acu- mulaban el mafz y a las mujeres ocupadas en vaciar la casa de telas de algodén y Vajilla de plata, brazaletes y hachas pequefias, estaban rodeados de guerreros armados, con plumas y pintados para la batalla. En medio de gritos de guerra y una cascada de flechas, Ribera y su pequefio grupo huyeron heridos y re- gresaron a Puerto de los Reyes. Cabeza de Vaca ahora confrontaba la situa- cién que més temia: sin el apoyo de las naciones indigenas, en un territorio que no conocia, afligido con enfermedades y sin suficientes provisiones, tuvo que abandonar Reyes y regresar a Asunci6n..” Cabeza de Vaca perdié su puesto de gobernador y no pudo realizar su ambicién de descubrir nuevas tierras. Pese a sus peticiones de paz, intercam- bio justo y vasallaje cristiano, el adelantado aprendié que el arte de la guerra regia la organizaci6n politica de las principales provincias del Rio de la Plata y era uno de los principios que definian su cultura. En el contexto de los tempranos encuentros entre indigenas y europeos, la guerra brindaba una medida irremplazable de status masculino en el combate, matanza ritual y captura de cautivos. La guerra era un ejercicio politico para probar alianzas, forjar nuevas redes entre tribus y crear obligaciones reciprocas entre linajes y familias. Los cacicazgos nativos cumplian un papel crucial, tanto en las fases pacificas como en las negociadas, violentas y destructivas de las guerras, tal como se ilustra en la destacada apaticién de los principales indigenas en las narraciones de Cabeza de Vaca y en crénicas tempranas de la Conquista. 5 Nisfiez Cabeza de Vaca, 1971 [1555]: caps. Lvi-Lvmi, 198-210. La enfermedad, descrita como fiebre recurrente y relacionada con mosquitos, bien pudo haber sido malaria. Fronteras ecoldgicas y culturales 81 No obstante, los cacicazgos del gran escenario paraguayo-chaquefio-chiqui- tano no estaban tan centralizados ni eran tan jerarquicos como se lo imagi- naron los espafioles. Si, de hecho, los principales mostraban la insignia de poder y dominaban sus comunidades domésticas, las identidades étnicas que aducian estaban dispersas entre las numerosas tribus parciales y no apoyaban una autoridad politica unitaria. Su potencia ofensiva estaba entrelazada con los principios de género y familia que suscribieron sus fandamentos sociales. Las mujeres y nifios eran hechos cautivos o rehenes en las frecuentes escaramuzas que marcaban el ritmo de las culturas politicas de los nativos americanos. Las mujeres eran oftecidas en alianzas matrimoniales en rituales tanto violentos como pacificos de negociaci6n; el intercambio de mujeres implicaba un palpable reconoci- miento de las alianzas politicas pasando por lineas étnicas, incluyendo la se- gregacién indigena-europea.** No menos importante era que las mujeres casadas 0 en cautiverio bélico llevaban consigo un doble acceso a la mano de obra: su propio trabajo productivo como agrénomas, artesanas, procesadoras de alimentos y la mano de obra de sus parientes varones. El trabajo repro- ductivo de las mujeres cred nuevas generaciones de dependientes que no tardaron en trabajar para los amos de éstas, Los espafioles aceptaban gustosos los servicios sexuales y el trabajo de las mujeres que recibian, pero contri- buian slo parcialmente —por medio de convenientes alianzas en tiempo de guerra~a las redes sociales de obligaciones reciprocas tan importantes para las expectativas culturales de los indigenas. En este escenario, las numerosas referencias —en Comentarias a los caci- ques indigenas que salian a los caminos con sus mujeres e hijos para saludar a los expedicionarios son muestra de un acercamiento pacifico deliberado. Es posible que su intencién hubiera sido ofrecer mujeres y abundantes provisio- nes de alimentos ~que intercambiaban por articulos comerciales~ a los solda- 5 Consiiltense Sahlins, 1985: 5-26; Gutiérrez, 1991: 19, 50-51, cuyo argumento sobre este punto es similar para dos contextos geogrificos € histéricos distintos. 82 Cynthia Radding dos espafioles y guerreros guaranfes. El cronista de Cabeza de Vaca se refiere muy de paso a las mujeres que, efectivamente, eran entregadas a los expedi- cionarios en sus travesfas. Cuando el gobernador tomé la decisién de aban- donar Puerto de los Reyes y regresar a Asuncion, amonest6 a los capitanes que habfan recibido hasta cien muchachas de sus padres, no para llevarselas sino para dejarlas con sus familias nativas en su propia tierra.®” Este solo acto, més que cualquier otro ~de acuerdo con Pedro de Hernandez-, aumentd la célera de los espafioles en contra de Cabeza de Vaca —quiza era un signo de que habfan comenzado a absorber los valores culturales guaranies sin com- prender del todo sus significados—. La privilegiada alianza que esta primera generacién de conquistadores, incluido Cabeza de Vaca, forjé con los guaranies apuntaria a otra interpre- tacién errénea importante de la cultura politica indigena. Sin duda, el apoyo material de diferentes caciques guaranies inicialmente les abria las puertas al Rio de la Plata, pero su alianza militar pronto result6 ser mas limitante que potenciadora, pues su relacién con los guaranies trajo a los espafioles ene~ mistad con muchos pueblos guaycuris tribales. La espectacular dertota his- pano-guarani de los guaycuris en Caguazti indudablemente tuvo repercusio- nes en todo el Gran Chaco. Recordemos que los guaxarapos atacaron a los espafioles y guaranies acampados en Puerto de los Reyes. La tribu de los ta- rapecocies del interior habia negado alimentos a Francisco de Ribera y lo “Niiez Cabeza de Vaca, 1971 [1555]: cap. LXXINl, 209. Las politicas supuestamente iluminadas de Cabeza de Vaca han sido antagonizadas de varias maneras. En Writing Violence, Rabasa (2000) descarts ‘enérgicamente los lauteles a Cabeza de Vaca, de buen conquistador preocupado por ua tratamien- to justo a los indigenas. En una comunicacién personal con Catherine Julien en Santa Cruz de la Sierra (2003), sefalaba la falta de comprensién, por parte de Cabeza de Vaca, de la importancia del comercio para los guaranies y las tribus paraguayas, argumentando que estas prohibiciones en contra del comercio entre los expedicionatios y los indigenas y la captura de mujeres estaban desencaminadas. A la uz de ello, mi interpretacién de los ertores politicos de Cabeza de Vaca es que interpreto ert6- neamente los paisajes culturales de la frontera guarani-guaycurtian, al aliarse Ginicamente con ciertos ‘caciques, sin reconocer el significado del comercio més allé del intercambio material de bienes y ob- tenci6n utiltaria de alimentos, Fronteras ecolégicas y culturales 83 habfa expulsado de sus tierras junto con su pequefia fuerza. Més tarde, cuan- do Cabeza de Vaca cuestioné a algunos de sus hombres tribales, en Puerto de los Reyes, sobre por qué habian atacado a los espafioles que llegaron en paz, éstos admiticron no estar en guerra con los cristianos; los tarapecocies los habfan hostigado porque venian en compafifa con los guaranies, que si eran enemigos suyos.” Diferentes caciques y bandas tribales acumularon experiencias con las diferentes fuerzas invasoras europeas. Los sacocies, chanés y tarapecocies que se encontraron con Cabeza de Vaca, antes lo hicieron con Domingo de Ira- lay recordaron su primer encuentro con Alejo Garcia, un sobreviviente de la expedicién de Juan Diaz de Solis, que guid a Juan de Ayolas al Gran Cha- co Los principales nativos buscaban sus contrapartes entre los expedicio- narios espafioles y portugueses, como aliados temporales en busca de sus propios objetivos de defensa o engrandecimiento en la guerra. Al mismo tiempo, los lideres indigenas ponian a prueba la resistencia espafiola. En el relato de los Comentarios, durante la estacién lluviosa de inundaciones de 1543- 1544, el intento de proseguir con menos integrantes y limitadas provisiones habia alentado a las tribus locales a rechazar las propuestas de los espafio- les de obsequios y negat guias a las expediciones de prueba dirigidas por Cabeza de Vaca, Gonzalo de Mendoza, Francisco de Ribera y Hernando de Ribera hacia el noroeste de Puerto de los Reyes. Observando que los espa- jioles se veian obligados a mendigar por alimentos y que sus técnicas de navegacién fracasaban en los baflados y planicies de Chiquitos, se mostraban ante ellos como intrusos vulnerables a quienes podfan ayudar a huir. Domin- go de Irala cruz6 nuevamente partes del Chaco Boreal y la Chiquitania en Niiex Cabeza de Vaca, 1971 [1555]: cap. LXX, 204-205. “Y dijeron que los de su generacién no ceran enemigos de los cristianos... y que la causa por que los tarapecocies los querian matar seria por llevar en su compaiifa indios guaranies, que los tienen por enemigos, porque los tiempos pa- sados fueron hasta su tierra a matar y destruir...” © Nidiez Cabeza de Vaca, 1971 [1555]: eap. Lv, 181; Garavaglia, 1999: 5; Adorno, 1991: I, 386. La expedicién de Solis de 1516 fue la primera en explorar Rio de la Plata, donde fue derrotado, 84 Cynthia Radding 1548, pero los espafioles no establecieron enclaves permanentes al norte del territorio guarani durante dos décadas, hasta 1563. CONQUISTAS DESIGUALES Y FRONTERAS COLONIALES ALTERNAS Estos dos relatos descriptivos de los paisajes construidos de Sonora y Chi- quitos, sus miiltiples fronteras ecolégicas y culturales, lo mismo que sus pri- meros encuentros con los invasores ibéricos, brindan un cuadro comparativo del caracter tentativo de las conquistas europeas tanto en el area norocciden- tal de Nueva Espafia como en el gran Rio de la Plata. El colonialismo espafiol incorporé muy gradualmente a Sonora y Chiquitos en las fronteras norte y sur de su imperio americano, por razones que forman parte de los ambientes naturales y complejos mosaicos culturales de ambas provincias. La necesidad de los espafioles de encontrar fuentes de alimento y forraje se enftentd con formidables obstaculos en los contrastes entre el desierto y las tierras altas de Sonora, como en las sabanas de los bosques tropicales de la gran cucnca amaz6nica paraguaya. Es igualmente notorio que sus expectativas de riqueza y mano de obra esclavizada en numerosas ocasiones provocaron la resisten- cia armada de los cacicazgos descentralizados de estas dos fronteras. Las expediciones de conquista del siglo dieciséis a Sonora procedieron hacia el norte desde Compostela ~siguiendo las rutas comerciales del extremo occidental de Mesoamerica en busca de ciudades miticas, metales preciosos y peones indigenas— y hacia el oeste de los reales de minas de plata de Zaca- tecas y Durango. Ni las crueles conquistas de Nufio y Diego de Guzman ni las épicas exploraciones relacionadas con fray Marcos de Nizza y Francisco Vazquez de Coronado prosperaron en su intencién de crear asentamientos espafioles duraderos o de establecer encomiendas entre las naciones indigenas del norte de San Miguel de Culiacén. Fronteras ecoldgicas y culturales 85 Durante este mismo periods, la Chiquitania enfrenté tres vias de acerca- miento. Como vimos, numerosas expediciones, compuestas por varios cien- tos de espafioles y varios miles de auxiliares guaranies, utilizaron Asuncién del Paraguay como su base para explorar rutas de acceso a las riquezas mine- rales del Alto Peri. Los exploradores portugueses y cazadores de esclavos —bandeirantes- invadieron Chiquitos desde Matto Grosso, Hacia el oeste, el desarrollo de la economia minera andina cre6 vinculos entre los llanos, el Rio de la Plata y Potosi. Pricticamente al mismo tiempo, Francisco de Ibarra cruzaba la Sierra Madre Occidental hacia Sonora; en 1563, Nuflo de Chivez fandaba Santa Cruz de la Sierra, una precaria villa de viviendas de adobe en la base de la serrania de San José en el borde oriental de la Chiquitania. Pos- tetiormente, el asentamiento se retir6 hacia el oeste, a un lugar conocido como San Lorenzo de la Barranca, encima de la llanura de aluvién del rio Guapay mirando hacia las estribaciones de los Andes. Con ambos nombres, avilla se mantuvo como punto central de contacto entre los encomenderos espafioles y pueblos indigenas de Chiquitos por més de un siglo. Los contactos coloniales tempranos en la Chiquitania son fruto de con- flictivas demandas del servicio de la encomienda, invasiones intermitentes, gue- ras e intercambio de herramientas de hierro. Como se ilustra en Jos intentos de Cabeza de Vaca de forjat alianzas, los pueblos nativos de todo el gran Rio de la Plata aceptaron los términos de los espafioles en el intercambio de obsequios, sobte todo para obtener implementos de metal. La introduccién de hachas, anzuelos, cuchillos de acero y tijeras a los llanos iniciaba una auténtica revo- lucién tecnolégica al alternar métodos para limpiar el bosque, cazar, pescar y construir, El acceso a herramientas metélicas muy probablemente intensi- ficé las guerras entre tribus y su abastecimiento continuo era fundamental en las negociaciones con los pueblos nativos, con colonizadores espafioles y con los misioneros. Las herramientas de metal circulaban asimismo en la fronte- © René-Moreno, 1973: 190-213. San Lorenzo estaba cerca de la ubicacién actual de Santa Cruz de la Sierra, 86 Cynthia Radding ta de Sonora, aunque su importancia esté documentada con menos regulari- dad que en Chiquitos. Los jesuitas del siglo dieciocho sefialan que los pimas del notte recibieron cuchillos ¢ implementos de hierto de los colonizadores espafioles y los intercambiaban en las rancherias interiotes de los valles del Colorado y del Gila. Aunque las conquistas espafioles del siglo dieciséis fueron inconclusas, en ambas provincias, introdujeron perdurables cambios en las ecologias humanas de Sonora y Chiquitos. La vulnerabilidad de los puestos fronterizos como San Miguel de Culiacén y Santa Cruz de la Sierta mostraron la nece- sidad de “reducie” las comunidades nativas a pueblos vigilados, en lugares fijos, bajo las érdenes misioneras; con ello, la Conquista pas6 de ser una empresa privada para convertirse en imperialismo de Estado. La cultura de la misién tuvo un profundo impacto en las formas de vida indigenas, en el contexto de un ambiente transformado, de innovacidn tecnolgica y de- sarrollo de la economia politica virreinal. Las fronteras ecoldgicas y cultu- rales del noroeste de México y del oriente de Bolivia pervivieron, pero sus dimensiones y limites como zonas de contacto se alteraron significativa- mente, a medida que el orden colonial impuso su dominio en los territo- ios y pueblos del desierto y del bosque. Estos son precisamente los temas que enmarcan el trabajo para el proximo capitulo sobre la economia poli- tica, la comunidad y la cultura de las misiones de las provincias jesuiticas de Sonora y Chiquitos. © Denevan, 1992; Fontana y Matson, 1996: 17-18. Fronteras ecol6gicas y culturales eee oPridice = QV Peo Ocean (2) See Pont ae asa 2 — TE ete Te FW Tm Fuente: Mapa dibujado por Jason Casanova bajo la direccién de Jane Domier, University of Illinois en Urbana-Champaign. 88 Cynthia Radding Mapa 2 Bolivia © BRAZIL [Eo omen Metin ap i “Tropical lowants 4 ov Domiar Fuente: Mapa dibujado por Jane Domier, University of Illinois en Urbana-Champaign. ARGENTINA Fronteras ecoldgicas y culturales 89 Mara 3 Chiquitos en el siglo diecinueve Fuente: Cortesfa del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia.

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