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Psiquiatra y sexualidad

Seor Director:
El profesor Otto Drr (columna del domingo 9) ha hecho una brillante descripcin de
las caractersticas que presenta la sexualidad humana. Sostiene que el sexo es una
pulsin biolgica innata; el amor, una pasin incontrolable, y el erotismo, una prctic
a que se aprende. As, ni el primero (el sexo), ni el segundo (el amor) podran ensea
rse. Solo queda, pues, el erotismo, al que sin embargo habra que dejar, insina, en
medio del misterio, entregado al descubrimiento espontneo acompaado del amor.
Aceptemos provisionalmente las distinciones que el profesor Drr efecta. Aceptemos
que la pulsin sexual es innata; el amor, un pathos, y el erotismo, un fenmeno cult
ural. Aceptemos incluso (como alguna vez lo anticiparon Lacan y Marcuse) que al
hacer de la sexualidad un asunto pblico, escenificado en las pantallas de interne
t, el placer y el erotismo retroceden. Sera la paradoja de la poca tcnica: al hacer
desaparecer la represin, el erotismo y el placer seran ms eficazmente reprimidos (
a eso Marcuse lo llam des-sublimacin represiva). Esa paradoja sera el revs de otra:
no habra mejores promotores del erotismo y el deseo en sus ms variadas formas que
quienes con variados argumentos promueven la represin y sugieren mantener el velo
(como los adherentes de ciertas creencias religiosas que hacen de la abstencin s
exual una virtud).
Bien, aceptemos todo eso; pero qu se sigue de todo ello a la hora de precisar la a
ctitud que debe tener el Estado, o una municipalidad, frente a la sexualidad ado
lescente? Debera guardar silencio para mantener el misterio que favorece al erotis
mo? Debera, en cambio, promover alguna forma de contencin? Quiz impulsar algn modelo d
e familia a cargo de alguna ideologa conservadora para as alimentar, gracias a la
represin, la llama del juego ertico? Quiz controlar los medios de comunicacin para ev
itar que la exhibicin en plataformas electrnicas amague el placer que se seguira de
lo prohibido?
En una sociedad abierta -una que reconoce la autonoma de sus miembros- no cabe ms
que una alternativa: entregar informacin para as delegar en los individuos y las f
amilias la tarea del discernimiento moral.
Carlos Pea

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