Vous êtes sur la page 1sur 1

En la edad media, el espacio domestico era un mbito cerrado.

Nadie cometa la
osada de transgredir los gruesos muros del hogar, donde se supona que primaba la armona
familiar. Si haba motivos tan solo para hablar de la intimidad, se deba sin duda a que la
honra era de dudosa calidad. En un sistema social de censura, la mirada del otro significaba el
mecanismo de vigilancia ms efectivo para el poder, y las habladuras constituan un perfecto
aparato de autocastigo. A finales del siglo XIX, el poder ha cambiado de tutores, mas no
renuncia a la mirada aprobatoria de un individuo sobre otro, en este caso, concentrada en un
lujo elocuente acerca del grado de confort en el que se hallaba el sujeto. La vida desbordante
de artificios embellecedores representa la salud del cuerpo social.
Hecho para ser visto.

Vous aimerez peut-être aussi