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Johan Huizinga El otofio de la Edad Media Estudios sobre la forma de Ia vida y del espiritu durante los siglos x1v y xv en Francia y en los Paises Bajos Versién espafiola de José Gaos Alianza Editorial Capitulo 11 LA IMAGEN DE LA MUERTE la muerte con tan continuada insistencia como el siglo xv. Sin cesar resuena por Ia vida la voz del Memento mori. En su Guia de la vida para uso de Jos nobles, exhorta asi Dionisio Cartu- jano: “Y cuando se eche en la cama considere que, asi como se echa en la cama, muy pronto echaran otros su cuerpo en la tumba”}, ‘También Ia fe habia inculcado pronto y gravemente Ia idea continua de Ia muerte; pero los tratados de piedad de la primera Edad Media s6lo Hegaban a manos de aquellos que ya por su parte se habian apar- tado del mundo, $élo desde que se desarrollé Ja predicacién para el pueblo, con el auge de las Ordenes mendicantes, redoblaron las ex- hortaciones hasta convertirse en un coro amenazador que resonaba por el mundo con la vivacidad de una fuga. Hacia el final de la Edad Media vino a sumarse a la palabra del predicador un nuevo género de representacién plistica, que encontraba acceso a todos los circulos de la sociedad, especialmente bajo la forma del grabado en madera. Estos dos medios de expresién, poderosos, pero macizos y poco flexibles, la predicacién y el grabado, podian expresar la idea de la muerte en una forma muy viva, péro también muy simple y directa, tosca y estridente. Cuanto habfa meditado sobre la muerte el monje de Jas épocas anteriores se condensé entonces en una imagen extremadamente primitiva, popular y lapidaria de la muerte, y en esta forma fué expuesta la idea verbal y plisticamente a la multitud, Esta imagen de la muerte sdlo ha podido recoger verdaderamente un N © Hay £roca que haya impreso a todo el mundo la imagen de 1 Directorium vitae nobilium, Dionysii opera, t. xxv, pig. 550, tomo xxvm, pagina 358, 11, La imagen de Ja muerte 195 elemento del gran complejo de ideas que se"mueve en torno a la muerte: el elemento de la caducidad de la vida. Es como si el espfritu medieval en su tltima época no hubiese sabido contemplar la muerte desde otro punto de vista que el de Ia caducidad exclusivamente. Tres temas suministraban la melodia de Jas lamentaciones que no se dejaba de entonar sobre el término de todas las glorias terrenales. Primero, este motivo: ¢dénde han venido a parar todos aquellos que antes Ienaban el mundo con su gloria? Luego, el motivo de la pavo- rosa consideracién de la corrupcién de cuanto habla sido un dia belleza humana. Finalmente, el motivo de la danza de la muerte, la muerte arrebatando a los hombres de toda edad y condicién, Frente a estos dos ultimos motivos y al horror angustioso que causaban, el motivo de adénde habjan ido a parar todas las glorias pasadas resultaba sélo un leve suspiro elegfaco. Es éste un motivo muy antiguo, extendido por el orbe entero de la Cristiandad y del Islam, Encuéntrase ya en el paganismo helénico. Es conocido de los padres de la Iglesia. Byron lo emplea todavia? Mas la ultima Edad Media vive un periodo de singular predileccién por él. Lo encontramos entonado acaso por vez primera en los pesados hexé- metros rimados del monje cluniacense Bernardo de Morlay, hacia 1140: Est ubi gloria nunc Babylonia? nunc ubi dirus Nabugodonosor, et Darii vigor, illeque Cyrust Qualiter orbita viribus inscita (?) practerierunt, Fama relinquitur, iaque figitur, hi putruerunt. Nunc ubi curia, pompaque Juliat Caesar abisti? Te truculentior, orbe potentior ipse fuisti. Nune ubi Marius atque Fabricius inscius auri? Mors ubi nobilis et memorabilis actio Pauli? Diva philippica vox ubi coelica nunc Ciceronis? Pax ubi civibus atque rebellibus ira Catonis Nunc ubi Regulus? aut ubi Romulus, aut ubi Remus? Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus , 2 Don Juan, c. 11, 76-80; cf. C. H. Becker: Udi sunt qui ante nos in mundo fuere. Aufsitze Ernst Kuhn 7. 1, 1916 gewidmet, pags. 87-105, 3 {Dénde estd la gloria de Babilonia? gDénde ef temible —Nabucodonosor, y el poder de Darfo, y el famoso Ciro? — Como una rueda que ignora sus fuerzas [0: como una rueda abandonada de las fuerzas, como una rucda abandonada a si mis- 196 El otofio de Ja Edad Media Resuena de nuevo, menos escoldsticamente, en versos que conser- van, a pesar de su mayor brevedad, el insistente son del hexdmetro rimado, en la poesia franciscana del siglo xm. Jacopone de Todi, el joculator Domini, es con toda probabilidad el poeta autor de las estro- fas que encierran bajo el titulo Cur mundus militat sub vana gloria esta retahfla: Dic ubi Salomon, olim tam nobilis Vel Sampson ubi est, dux invencibilis Et pulcher Absalon, vultu mirabilis, Aut dulcis Jonathas, multum amabilist Quo Cesar abiit, celsus imperior Quo Dives splendidus totus in prandio? Dic ubi Tullius, clarus eloquio Vel Aristoteles, summus ingenio? 4. ma] pasaron. — Queda su fama, y se afirma, pero ellos se pudrieron. — ,Dénde estén la curia y el cortejo Julios? [César construyé para el Senado una nueva curia (Curia Julia); en ta solemne procesién (pompa) con ocasién de los juegos circen ses hizo Hevar su imagen entre las de los dioses} jCésar, has desaparecido! — Y hhas sido el més cruel y el mds poderoso del mundo. — :Dénde estin Mario y Fa- bricio, que no sabia lo que era el oro? — gDénde Ia honrosa muerte y la memora- ble accién de Paulo? (L. Emilio Paulo, que mandaba el ejército romano y cayS en Cannas) — gDénde 1a divina vor filfpica (Deméstenes), dénde 1a celestial de Gicerén? — sDénde la benevolencia para con los conciudadanos y 1a animosidad contra los rebeldes de Caton? — ,Dénde Régulo? ,Y dénde Rémulo y dénde Re- mo? — Por su nombre subsiste la antigua Rosa (en lugar de Rosa quizd se deba leer Roma), s6lo nos quedan los nombres desnudos. Bernardi Morlanensis. De contemptu mundi, ed Th. Wright: The anglolatin satirical poets and epigram. matists of the twelfth century (Rerum Britannicarum medi aevi scriptores) Lon- dres, 1872, 2 vols., 1, pag. 37. 4 Di, gdénde est4 Salomén, el en otro tiempo tan glorioso; — O dénde esté Sansén, el jefe invencible, — Y el hermoso Absalén, admirable por su rostro; — O el dulce Jonatén, tan sumamente amable? — ;Dénde ha ido César, excelso por su poder? ~ gDénde el Rico (Craso), que ya se regodeaba en el desayuno? (0 el Rico, que ponia toda su alma en los banquetes. El Rico es entonces el de 1a Biblia, Pero como antes se habla de César y después de Cicerén, puede el poeta haber pensado también en Craso.) — Df, gdénde estt Tulio, célebre por su elocuencia, — © Aristételes, el primero por su talento? Atribuido anteriormente a S. Bernardo de Claraval, y considerado también por algunos como una obra de Walter Mapes; fH. L. Daniel: Thesaurus hymnologicus, Lipsiae, 1841-1856, 1 pig. 288; 11, pi- gina $79, 11, La imagen de fa muerte 197 Deschamps ha puesto en verso muchas veces el mismo tema; Ger- son Io utiliza en un sermén; Dionisio Cartujano, en el tratado sobre los Cuatro Novisimos; Chastellain lo desarrolla en su largo poema Le pas de la mort, para no hablar de otros®, Villon acierta a prestarle un nuevo acento: aquella dulce melancolfa de la Ballade des dames du temps jadis, con el estribillo: Mais ott sont les neiges d’antan! 6, © bien lo salpica de ironia en Ja “Balada de los sefiores”, donde entre los reyes, Papas y principes de su tiempo se le ocurre de pronto: Hélas!, et le bon roy d'Espaigne Duquel je ne ssay pas le nom? t, Esto no se lo habria permitido a si mismo el honorable cortesano Olivier de la Marche, en su Parement et triumphe des dames, donde rememora a todas Jas difuntas princesas de su tiempo, sin apartarse de la antigua melodia del Ubi sunt. Qué queda de toda la belleza y la gloria humana? EI recuerdo, un nombre. Pero la melancolia de este pensamiento no basta para satis- facer la necesidad de horror que se siente ante la muerte, Para ello miranse los hombres de aquel tiempo en un espejo, que causa un es panto més visible: la caducidad en breve término, la corrupcién del cadaver. EI espiritu del hombre medieval, enemigo del mundo siempre, se encontraba a gusto entre el polvo y los gusanos. En los tratados reli- giosos sobre el menosprecio del mundo estaban conjurados ya todos los horrores de la descomposicién, Pero la pintura de los detalles de este espectdculo sdlo viene mds tarde, Sélo hacia fines de siglo xiv se apoderan las artes plasticas de este motivo®, Era necesario cierto 5 Deschamps, ui, ndms. 330, 345, 868, 399, Gerson: Sermo HI de defunctis, Opera, im, pig. 1.568; Dicn. Cart: De quattuor hominum novissimis; Opera, t. xh pag. 511; Chastellain, vs, pag. 52. © Villon, ed, Longnon, pig. 33. 7 Ib, pag. 34 8 Emile Male: L’Art religieux a la fin du moyen dge, Paris, 1908, pag. 876, 198, EI otofio de Ia Edad Media grado de fuerza expresiva realista para tratarlo acertadamente en la escultura o la pintura, y esta fuerza se alcanzé por el 1400. Hacia la misma época se propaga el motivo de Ia literatura eclesidstica a la literatura popular, Hasta bien entrado el siglo xv1 vese representado con abominable diversidad en los sepulcros el cadaver desnudo, co- rrupto o arrugado, con las manos y los pies retorcidos y la boca entre- abierta, con los gusanos pululantes en las entrafias. El pensamiento gusta de detenerse una y otra vez en esta espantosa visién. {No es extrafio que no dé nunca un paso més, ni vea cémo la corrupeién misma tiene también su término y se convierte en tierra y flores? eEs realmente un pensamiento piadoso el que asf se hunde en el horror del aspecto terrenal de la muerte? gO es la reaccién de una sensibilidad demasiado fogosa, que sélo de este modo puede despertar de Ia borrachera que le produce el impulso vital? gEs el miedo a a vida, que tan fuertemente domina a aquella época, el sentimiento de decepcién y desinimo, que quisiera inclinarse a la verdadera en- trega de aquel que ha luchado y vencido, pero que, a pesar de ello, se aferra con todas sus fuerzas a cuanto es pasién terrena? Todos estos momentos efectivos se hallan inseparablemente unidos en aquella ex- presién de la idea de la muerte. El miedo a la vida: negacién de la belleza y de la dicha, porque hay unidos a ellas dolores y tormentos. Existe una asombrosa seme- janza entre la antigua expresién hindw, budista,*de este sentimiento y la cristiana medieval. También en aquélla se encuentra siempre el asco por Ja vejez, la enfermedad y la muerte, también los colores de la corrupcién, Los ingenuos estéticos de la India habian Ilegado a hacer de esto un género poético especial, bibhatsa-rasa o el sentimiento de lo asqueroso, dividido en tres subgéneros, segtin que la repulsién fuese provocada por lo repugnante, Jo espantoso o lo voluptuoso%. El monje crefa hacer dicho todo lo que habia que decir, mostrando la superficialidad de la belleza corporal. “La belleza del cuerpo esta s6lo en la piel. Pues si los hombres viesen Jo que Lay debajo de Ia piel asi como se dice que el lince de Beocia puede ver el interior, sentirian GE. sobre todo el capitulo E, Déring-Hirsch, Tod und Jenseits im Spatmittelalter, Studien zur Geschichte der Wirtschaft und Geisteskultur, herausg. von R. Hapke, Berlin, 1927. ® Véase mi trabajo De Viditshaka in het Indisch tooneel, Groninga, 1897, pag. 7. 11. La imagen de la muerte 199 asco a Ja vista de las mujeres. Su lindeza consiste en mucosidad y sangre, en humedad y bilis, El que considera todo lo que est4 oculto en las fosas nasales y en la garganta y en el vientre, encuentra por todas partes inmundicias. Y si no podemos tocar con las puntas de los dedos una mucosidad o un excremento, ¢cémo podemos sentir el desco de abrazar el odre mismo de los excrementos?” El desalentador estribillo del menosprecio del mundo encontrabase repetido desde hacia largo tiempo en muchos tratados, pero ante todo en el De contemptu mundi de Inocencio III, que s6lo hacia el final de la Edad Media parece haber alcanzado su mayor difusién, Es notable que haya sido este politico, el mas poderoso y el mas favorecido por la fortuna de cuantos se han sentado en la silla de San Pedro, este Papa tan complicado en tantas cosas ¢ intereses terrenales, que en ellos perecié, quien compusiera en afios anteriores esta obra escarnecedora de la vida. “Concipit mulier cum immunditia et fetore, parit cum tristitia et dolore, nulrit cum angustia et labore, custodit cum instantia et timore” 13, “Concibe la mujer con suciedad y fetidez, pare con tis teza y dolor, amamanta con dificultad y trabajo, vigila con ansiedad y temor”. ¢No tenfan, pues, ningiin valor en aquel tiempo las rientes alegrias de la maternidad? “Quis unguam vel unicam diem totam duxit in sua delectatione jucundam ... quem denique visus vel auditus vel aliquis ictus non offenderit?” “sQuién ha pasado ni siquiera un solo dia totalmente agradable y placentero... 0 que no le haya ofendido una mirada, una voz o un golpe de alguno?" 12, {Es esto sabiduria cristiana 0 enfado de un nifio mimado?. Hay, sin duda alguna, en todas estas reflexiones un espiritu enor- memente materialista, que no puede soportar la idea de la caducidad de la belleza, sin dudar de la belleza misma. Y obsérvese cémo se lamenta especialmente la belleza femenina (principalmente en Ia lite- ratura, menos cn las artes plisticas). Apenas existe diferencia entre las exhortaciones religiosas a pensar en la muerte y en la caducidad 30 Odon de Cluny: Collationum, lib, in, Migne, t. exxxm, pagina 556. El motivo ¥ su desarrollo se remonta ya a San Juan Criséstomo, sobre las mujeres y Ja belleza ‘Opera, ed. B. de Montfaucon, Parls, 1785, tomo xu, pig. 528). 11 Innocentius IH, de contemptu mundi sive de miseria conditionis humana libri tres, Migne, t. coxvtt, pag. 702. 12 Ib, pag. 718. 200 El otofio de la Edad Media de las cosas terrenas y los Iamentos de las antiguas cortesanas por la decadencia de su belleza, que ya no pueden ofrecer. Ante todo, un ejemplo en cuyo primer término atin figura la exhor- tacién edificante, En el convento de los Celestinos de Avignon encon- trdbase antes de la Revolucién una pintura mural, que la tradicién atribuia al fundador del convento, al propio rey René, conocedor de todas las artes. Representaba un cadaver de mujer puesto en pie, con un magnifico tocado y envuelto en su traje mortuorio. Los gusanos devoraban el cuerpo, Las primeras estrofas de la inscripcién puesta debajo decian: Une fois sur toute femme belle Mais par la mort suis devenue telle, Ma chair estoit trés belle, fraische et tendre, Or est-elle toute tournde en cendre Mon corps estoit trés plaisant et trés gent (lindo) , Je me souloye souvent (solfa) vestir de soye (seda), Or en droict fault que toute nue je soye. Fourrée estois de gris et de menu vair. En gran palais me logeois 4 mon wueil (para placer mio) Or suis logide en ce petit cercueil. Ma chambre estoit de beaux tapis ornés, Or est d'aragnes ma fosse environnée 13, Estas exhortaciones no dejaban de hacer su efecto, como prueba Ia leyenda que se habia enlazado con la pintura y los versos: el regio artista, el adorador de la vida y de la belleza par excellence, habia visto en el sepulcro a su amada tres dias después del entierro y la habia pintado. El sentimiento cambia ya un poco en Ia direccién de la sensualidad mundanal, tan pronto como la leccién de la caducidad no es corrobo- rada por el horrible espectaculo del cadaver del préjimo, sino que se les sefiala a los vivos su propio cuerpo —ahora todavia bello, pero pronto pasto de los gusanos—. Olivier de la Marche concluye su edi- ficante poema alegérico sobre el vestido de las mujeres —Le parement 38 Oeuvres du roi René, ed. Quatrebarbes, I, pag. ct. Después de los versos quinto ¥ octavo parece faltar un verso; probablemente rimaria con menu vair, mangé des vers o algo semejante. 11. La imagen de la muerte 201 et triumphe des dames— con Ja muerte, que presenta el espejo a todas las bellezas'y las vanidades: Ges doulx regards, ces yeulz faix pour plaisance Penser y bien, il perdront leur clarté, Nex et sourcits, la bouche d'eloquence Se pourriront ...24, Esto ain es un honrado Memento mori. Pero pasa en una transi- cién imperceptible a ser una Iamentacién fastidiosa, mundanal y egoista de los males de la vejez: Se vous vivex le droit cours de nature Dont LX ans est pour ung bien grant nombre, Vostre beaulté changera en laydure (fealdad) Vostre santé en maladie obscure, Et ne ferez en ce monde que encombre (un obsticule) . Se fille avez, vous luy serex ung umbre, Celle sera requise et demandée, Et de chascun la mére habandonnée 18, Todo sentido piadoso y edificante esta ya lejos, cuando Villon com- pone las baladas en que la belle heaulmidre, célebre cortesana parisiense en otto tiempo, compara sus irresistibles encantos anteriores con la miserable ruina de su cuerpo ya viejo: Quiest devenu ce front poly, Ges cheveulx blons, sourcils voultiz (arqueados), Grant entroeil, le regart joly, Dont prenoie les plus soubtilz 19; Ce beau nex droit, grant ne petis, Ces petites joinctes oreilles, Menton fourchu, cler vis traictic (caro rostro ovalado) Et ces belles levres vermeilles? Le frond ridé, les cheveux gris, Les sourcils cheuz (pelados) , les yeux estains (apagados)... 17. 44 Olivier de la Marche: Le parement et triumphe des dames, Paris, Michel Je Noir, 1520, al final. 18 Ibid. 38 Con que apresaba a los més sutiles, 37 Villon: Testament, vs. 458 y sigs. ed. Longnon, pag. 89. 202 El otofio de la Edad Media En uno de los libros poéticos de la Sagrada Escritura de los budis tas meridionales figura la cancién de una piadosa monja vieja, Amba- pali, tan caduca como la belle heaulmiére, También ella compara su pasada belleza con su vejez, que despierta aversién, pero alaba lena de gratitud la desaparicién de aquella indigna belleza *, Pero, ges la distancia entre este sentimiento y el anterior tan grande como pudie- ra parecernos a primera vista? El vivo horror a la descomposicién del cuerpo terrenal explica a la vez el alto valor que se atribuia a la incorruptibilidad de los cadaveres de algunos santos, como, por ejemplo, el de Santa Rosa de Viterbo. Es una de las mayores glorias de Maria ‘que su asuncién haya librado a su cuerpo de la descomposicién terrena®*, El espiritu que habla aqui es en el fondo un espiritu materialista, que uo podia librarse de la idea del cuerpo. Es el mismo espiritu que se revela en el singular cuidado con que eran tratados a veces los caddveres. Encuéntrase la costumbre de pintar inmediatamente después de Ja muerte el rostro de un difunto de calidad, a fin de que no se hiciese visible ninguna alteracin antes de enterrarlo”, E] cad4ver de un predicador de Ja secta herética de los turlupins, que habia muerto en Paris en la prisin antes de ser. sentenciado, fué conservado catorce dias en un tonel con cal, a fin de poder quemarlo junto con una hechicera viva? Unit versalmente difundida estaba la costumbre de cortar los cadaveres de las personas principales y cocerlos, hasta que se desprendia la carne de Jos huesos, después de Jo cual los huesos eran limpiados y enterrados solemnemente en un cofre, mientras que las entrafias y el resto eran sepultados. En los siglos x11 y xu es esto completamente usual y su- cede con los obispos lo mismo que con una serie de reyes*®. En el 38H, Kern: Het Lied van Ambapdlt uit de Therlgdthg. Verst. en Meded. der Koninkl. Akad. van Wetenschappen te Amsterdam, 5, 1m, pig. 158, 1917. 30 Molinet: Faicte et dictz, £. 4, £. 42 v. 20 Proceso de beatificacién de Pedro de Luxemburgo, 1890. Acta sanctorum Julii, 1, pag. 862. Cf. la renovacién regular de Ia cera que recubria Ios caddveres de los reyes de Inglaterra y de sus parientes, Rymer: Foedera, vir, 861, 493; 12, 140 168, etc. 21 Les grandes chroniques de France, ed. Paulin Paris, Parls, 1886 a 1988, 6 vols. v1, pag. 834. 22 Véase el extenso estudio de Dietrich Schiifer: Mittelalterlicher Brauch bei der 11, La imagen de Ia muerte 203 afio 1299, y de nuevo en 1800, es prohibido con el mayor rigor por el Papa Bonifacio VII, como un detestandae feritatis abusus, quem ex quodam more horribili nonnulli fideles improvide prosequuntur. Sin embargo, todavia en cl siglo x1v se concedié mas de una vez dispensa papal de la prohibicién y todavia en el siglo xv estaba la costumbre en honor entre los ingleses de Francia. Los cadaveres de Eduardo de York y de Michael de la Pole, conde de Suffolk, el més distinguido de los caballeros ingleses que cayeron en Azincourt, fueron tratados de este modo, Lo mismo sucede con el propio Enrique V, con William Glasdale, que se ahoga en Ia liberacién de Orleans por Juana de Arco, con un sobrino de sir John Fastolfe, que cae en 1435 en el asedio de Saint Denis”. La figura misma de la muerte era conocida hacia siglos en mas de una forma dentro de su representacién plistica y literaria: como caba- lero apocaliptico galopando sobre un montén de hombres yacentes en el suelo, como Megera con alas de murciélago que se precipita, asi en el Campo Santo de Pisa, como un esqueleto con una guadafia o con una flecha y un arco, marchando en un carro tirado por bueyes, y finalmente, cabalgando sobre un buey o sobre una vaca, Pero la fantasia no tenia bastante con Ja figura personificada de la muerte sola. En el siglo xv aparece el notable término de macabre, o como se decia primitivamente: Macabré. Je fis de Macabré la dance, dice en 1876 el poeta Jean Le Févre, Es un nombre propio, cualquiera que sea la muy discutida etimologia de la palabra**. Sélo mucho més Uberfithrung von Leichen. Sitzungsberichte der preussischen Akademie der Wissens- chaften, 1920, pags. 478-498. 23 Lefevre de 8. Remy, 1, pag. 260, en que debe leerse Suffolk por Oxford. 24 Juvenal des Ursins, pig. 567; Journal d’un bourgeois, pigs. 237, 307, 671. 25 Véase sobre esto Konrad Burdach: Der Ackermann aus Béhmen, pags, 243 9 249 (Vom Mittelalter zur Reformation, 1, 1, 1917). Totalmente equivocado esta A. de Laborde: Origine de la representation de la Mort chevauchant un boeuf (Comptes rendus de Acad. des Inser, et Balles-lettres, 1928, pags. 100-113) , donde se considera esta representacién como tomada al poema de Pierre Michault: La Danse des aveugles, cuando de hecho se encuentra ya en el Missale de Amiens del afio 1328 (K. B. Haag), como también en el “Ackermann” (cerca 1400). 26 Véase entre Ia extensa literatura sobre el tema G. Huet: Notes d’histoire littéraire, wn; Le Moyen-dge, xx, 1918, pig. 148. 204 El otofio de la Edad Media tarde se ha abstraido de La Danse macabre el objetivo, que ha legado a tener para nosotros un matiz significativo tan preciso y peculiar, que podemos designar con el término macabro la visién entera de la muerte que tenia la itima Edad Media. En nuestra ¢poca puede enconirarse atin el concepto de la muerte en Ia forma de lo macabro, principal- mente en los cementerios de aldea, donde todavia se percibe su eco en versos y figuras. Hacia el final de la Edad Media ha sido esta inter- pretacién un gran pensamiento cultural. Con ella entra en la repre- sentacién de la muerte un nuevo clemento de fantasia patética, un estremecimiento de horror, que surgia de esa angustiosa esfera de la conciencia en que vive el miedo a los espectros y se producen los esca- lofrios de terror. La idea religiosa, que lo dominaba todo, lo tradujo en seguida en moral, lo convirtié en un memento mori, haciendo, sin ‘embargo, uso gustoso de toda la sugestién terrorifica que traia consigo el cardcter espectral de aquella representacién. En torno a la danza de la muerte agripanse algunas otras represen- taciones en conexién con la muerte e igualmente destinadas a servir de espanto y de advertencia, La parabola de los tres mucrtos y de los tres vivos es anterior en el tiempo a Ja danza de la muerte". Ya en el siglo xim aparece en Ja literatura francesa. Tres jévenes nobles encuentran inesperadamente a tres muertos, que provocan repulsidn, los cuales les hablan de su propia grandeza terrena anterior y del cer cano fin que les espera a ellos, los vivos. Las impresionantes figuras del Campo Santo de Pisa constituyen Ia representacién mas antigua del tema en el gran arte, habiéndose perdido las esculturas del portico de la iglesia de los Inocentes, de Paris, donde el duque de Berry hizo reproducir la escena el afio 1408. Pero la miniatura y el grabado en madera hacen de ella un bien comin en el siglo xv y también como pintura mural est4 muy difundida. La represeatacién de los tres muertos y de los tres vivos constituye el miembro de enlace entre la repulsiva imagen de la corrupcin y la idea plastica en Ja danza de la muerte: que ante ésta, todos son iguales. Exponer la evolucién histérica de esta idea como tema artistico es para nosotros secundario. Francia parece ser también la patria de la danza de la muerte. Pero, ¢cémo ha surgido ésta? {Realmente como 2 Véase sobre esto Emile Male: L’ Art religieux a la fin du moyen-dge, 1, 2 La Mort. 11. La imagen de Ia muerte 205 una representacién escénica 0 como una representacién plastica? Es sabido que la tesis de que el desarrollo de los motivos en las artes plasticas del siglo xv se ha inspirado por regla general en el espectéculo de las representaciones dramaticas, tesis sostenida por Emile Male, no ha podido resistir en su generalidad a la critica. Pero respecto de la danza de la muerte pudiera ser que hubiese que hacer una excepcién cn la repulsa de la tesis, 0 sea, que en este caso haya precedido la representacién dramatica a la plastica. Desde luego, ya sea antes, ya después, fué la danza de la muerte representada escénicamente y no sélo pintada o grabada en madera, El duque de Borgofia la hizo representar el afio 1449 en su Hétel de Brujas #5. Si pudiésemos figu- rarnos-el especticulo, los colores, los movimientos, el desfile de luz y sombras sobre los danzantes, podriamos comprender los verdaderos estremecimientos que Ja danza de la muerte causaba a los espiritus, mejor atin que por los grabados en madera de Guyot Marchant y de Holbei Los grabados en madera con que el impresor parisiense Guyot Mar- chant orné en el afio 1485 la primera edicién de La Danse macabre estaban tomados, con toda seguridad, de la més célebre de todas las danzas de la muerte, de las pinturas murales que en el afio 1424 se habian ejecutado en el pértico del cementerio de Jos Inocentes, de Paris. Las sentencias que habia por debajo de estas pinturas murales y que estan contenidas en la edicién de 1485 acaso procediesen del poema perdido de Jean Le Févre, el cual habia seguido, probable- mente, un original latino. Como quiera que sea, la danza de la muer- te del cementerio de los Inocentes, desaparecida desde el siglo xvi con Ja demolicién del pértico, fu la representacién mds popular de la muerte que conocié la Edad Media. Miles de personas se han con- centrado dia tras dia en el singular y macabro punto de reunién, que era el cementerio de los Inocentes, para contemplar las sencillas figu- ras y leer los versos facilmente comprensibles, cada estrofa de los cuales concluia con un conocido refran, a la vez que se consolaban con la igualdad de todos en la muerte y se estremecian ante la idea de su fin. En ninguna parte estaba tan en su lugar aquella muerte parecida a un mono. Riendo sarcdsticamente, con el andar de un antiguo y 28 Laborde: Ducs de Bourgogne, 1, t, 398. 206 E] otofio de Ia Edad Media tieso maestro de baile, invita al Papa, al emperador, al noble, al jorna- lero, al monje, al nifio pequefio, al loco y a todas las demas clases y condiciones, a que la sigan. :Reflejan todavia en alguna medida los grabados en madera del afio 1485 la impresin ejercida por las famo- sas pinturas murales? Verosfmilmente no; ya los vestidos de las figuras prueban que éstas no eran copia fiel de la obra de 1424. Para hacerse en cierta medida una idea de la impresién ejercida por la danza de la muerte de los Inocentes, habria que contemplar més bien Ja de la iglesia de La Chaise-Dieu *®, en que lo espectral es realzado atin por el estado de las pinturas, slo terminadas a medias. El cadaver que se repite cuarenta veces, yendo en busca de los vivos, todavia no es realmente la muerte, sino el muerto, Los versos Haman a la figura Le mort (en la danza macabra de las mujeres, La morte); es una danza de los muertos, no de Ja muerte #°. Tampoco es un esque- leto, sino un cuerpo todavia no completamente descarnado, con el vien- tre rajado y hueco. Sélo hacia 1500 viene la figura del gran maestro de baile, que conocemos por Holbein. Entretanto, ha ido condensdndose a la ver la representacién de un indefinido doble en la de la Muerte como portero personal y activo que clausura la vida. “Yo soy la Muerte cierta a todas criaturas”, ast cmpieza la impresionante danza de la muerte espafiola del final del siglo xv#, En la antigua danza de la muerte, el bajlarin incansable es atin et mismo vivo, tal y como sera en un cer- cano porvenir, una atormentadora reduplicacién de su persona, su pro- pia imagen vista en un espejo; no, como quieren algunos, un difunto anterior de la misma clase y del mismo rango. Justamente esta adver- tencia: sois vosotros mismos, es la que presta ante todo a la danza de la muerte su fuerza terrorifica. También en el fresco que ornaba la béveda del monumento sepul- cral del rey René y de su esposa Isabel en la catedral de Angers, era atin el rey mismo el que estaba representado. Veiase all{ cémo un esque- 29 Algunas reproducciones en Mile, I. c, y en la Gazette des beaux arts, 1918, abril-junio, pag. 167. 80 Las investigaciones de Huet, 1. c., han hecho probable que haya sido un corro de muertos el motivo primitivo, al cual retorné Goethe en su Danza Macabra. St Considerada antes, sin raz6n, como més antigua ( hacia 1350). Cf. G. Ticknor: Geschichte der schénen Literatur in Spanien (original en inglés), Leipzig, 1867, 1, Pag. 77; 4, pig. 598; Grobers Grundriss, ul, pag. 1180; u2, pig. 428, 11, La imagen de la muerte 207 leto (o no habrA sido también éste mas bien un cadaver?), cubierto con un largo manto y sentado en un trono de oro, hollaba con sus pies mitras, coronas, esferas terrestres y libros. La cabeza estaba apoyada en Ia esquelética mano, cuyos dedos trataban de sostener una corona vacilante ®, En la primitiva danza de la muerte sélo figuraban varones. El designio de enlazar con la advertencia de la caducidad y la vanidad de las cosas terrenales, la leccién de la igualdad social ante la muerte, traia naturalmente a primer término a los varones, depositarios de las funcio- nes y de las dignidades sociales. La danza de la muerte no era sélo una piadosa exhortacién, sino también una sdtira social, habiendo en los versos que la acompajian una leve ironia. Ahora bien, el mismo Guyot Marchant publicé como continuacién de su edicién una danza macabra de las mujeres, para la cual escribié los versos Martial d’Auvergne. El desconocido autor de los grabados en madera quedé por debajo del modelo que le proporcionaba la edicién anterior: él mismo se limité a inventar la horrible figura del esqueleto, en torno a cuyo craneo ain ondean algunos cabellos femeninos. En la danza macabra de las mujeres surge de nuevo y prontamente el elemento sensual, que ya impregnaba el tema de las lamentaciones por la belleza que se convierte cn podre- dumbre. ¢Cémo podia ser de otro modo? No habfa cuarenta profesio- nes y Ordenes femeninas. La provisin estaba agotada con los estados més principales, como reina, dama de honor, etc, algunas funciones u Ordenes religiosas, como abadesa, monja, y un par de profesiones, como vendedora y partera. El resto sélo podia Menarse considerando a las mujeres en las sucesivas fascs de su vida femenina, como doncella, amada, novia, recién casada, encinta. ¥ as{ es como también aqui son las lamentaciones por la alegria y la belleza pasadas o nunca gozadas, las que hacen resonar de un modo mis estridente la voz del Me: mento mor Una imagen faltaba atin en aquella horrifica pintura de la mucrte: la de la hora misma de la muerte, El espanto de esta hora no podia imprimirse en el espiritu mds vivamente que con el recuerdo de Lazaro, «ue no habia conocido desde su resurreccién —deciase— otra cosa que un misero horror a la muerte, ya padecida una vez. Y si el justo no 82 Oeuvres du roi René, 1, pig. cuit. 208 El otofio de la Edad Media podia menos de temer asf, gen qué medida no deberia temer el peca dor? *8, La imagen de la agonia era la primera de las cuatro postrime rias, de los Quattuor hominum novissima, sobre los cuales debia el hombre meditar continuamente: muerte, juicio, infierno y gloria. Gomo tal pertenece dicha imagen a la esfera de las ideas escatolégicas. En un principio sélo se trata de representar la muerte corporal. Pero estrecha- mente emparentado con el tema de los cuatro novisimos est4 el ars moriendi, creacién del siglo xv que, lo mismo que la danza de la muer- te, tuvo por medio de la imprenta y del grabado en madera un circulo de accién mucho mds amplio que todas las ideas piadosas anteriores. Trataba las tentaciones, cinco en ntimero, con que el demonio tiende asechanzas al moribundo: la duda en la fe, la desesperacién por sus pecados, la afeccién a sus bicnes terrenos, la desesperacién por su propio padecer; finalmente, la soberbia de la propia virtud. Cada vez Mega un Angel, para apartar con sus consuelos las asechanzas de Satan. La des cripcién de la agonia misma era un antiguo asunto de la literatura religiosa: en ella se reconoce siempre el mismo modelo ™. Chastellain ha resumido en un extenso poema, Le Miroir de Mort *, todos los motivos que hemos expuesto. Empieza con una patética na rracién, que no deja de hacer efecto ni a pesar de la solemne prolijidad que es propia de este autor. Su amada moribunda le lama y dice con la vor rota: Mon amy, regardes ma face Poyex que fait dolante mort Et ne Voublies désormais: Crest celle qu'aimies si fort; Et ce corps vostre, vil et ort (feo y sucio) Vous perderez pour un jamais; 38 Chastellain: Le pas de la mort, v1, pag. 59. 4 Cf. Innocentius WU: De contemptu mundi, u, c. 42; Dion, Cart: De IV hominum novissimis, t. x11, pig. 496. 35, Oeuvres, v1, pig. 49. No estd claro por qué el editor Kervyn de Lettenhove, en lugar del titulo indicado en el texto, Le Miroir de Mort, ha recogido el poema bajo €l nombre Le Pas de la Mort, que leva con razon un poema de Pierre Michault (ed. Jules Petit, Societé des Bibliophites de Belgique, 1869), pues en éste tratare de un Pas d'armes de os dos caballeros Accident le soudain y Anticque le debile junto a Ja Fontaine de Plours, donde se detiene Dame Mort. 11, La imagen de la muerte 209 Ce sera puant entremais (pasto) A ta terve et & la vermines Dure mort toute beauté fine, Esta lamentacién da al poeta motivo para componer su espejo de la muerte, Primero desarrolla el tema “ZDénde estén los grandes de la tierra?” El desarrollo es demasiado largo, un poco escoléstico, sin huella de Ia leve melancalia de Francois Villon. Luego sigue algo as{ como un primer conato de danza de la muerte, pero sin vigor ni fantasfa, Para concluir da un Ars moriendi en forma versificada. He aqui su descrip- cién de Ja agonfa: It n'a membre ne facture (parte) Qui ne sente sa pourreture, Avant que esprit soit hors, Te coeur qui veult crevier au corps (romperse en el cuerpo) Haulce et soulidve ta poitrine Qui se veult joindre & son eschine (espina dorsal) La face est tainte et apalie (coloreada y palida) Et les yeux treillids en.la teste (enverjados en la cabeza) La parolte luy est faillie, Car ta langue au palais se lie (pega) Le poulx tressault et sy halette (EI pulso tiembla y él jadea). Les os desjoindent a tous lex (se distocan por todas partes) ; Miwa nerf qu'au rompre ne tende 96, Villon resume todo esto en media estrofa de un modo mucho més pratético **, Se reconoce el modelo comti Jaa mort le fait fremir, paltir, Le nex courter, les vuines tendre, Le col enjler, la chair mollir, Joinctes («iticulaciones) es nerfs croistre ef estendre (extenderse Ly estirarse) . ¥ una vez mds la idea sensual, que se propaga a través de todas estas imagenes de espanto: 361. cy pag. 60. AT Yilton: Testament, xia, vs. 921-928, ed. Longnon, pig. 38. 210 El otofio de la Edad Media Corps femenin, qui tant est tendre, Poly, souef (suave), si precieux, Te fauldra il ces maulx attendret Oy, ow tout vif aller es cieulx. En ninguna parte estaba reunido todo lo que ponia a la muerte delante de los ojos tan patéticamente como en el cementerio de los Inocentes, de Paris. En él apuraba el espiritu hasta el fondo el horror de lo macabro. Todo cooperaba a prestar a aquel sitio el ligubre caréc- ter sagrado y el estremecimiento pintoresco de que tanto gustaba la ultima Edad Media. Ya los santos a quienes estaban consagrados la iglesia y el cementerio, los Santos Inocentes sacrificados en lugar de Jess, provocaban con su lastimoso martirio la intensa excitacién y la emocién sangrienta que paladeaba aquella época. Justamente en aquel siglo estuvo muy en primer término la veneracién de los Santos Ino- centes. Poseiase mds de una reliquia de los nifios de Belén. Luis XI regal a la iglesia de Paris consagrada a ellos un Innocent entier, ence- rrado en una gran urna de cristal 8%, Aquel cementerio era el lugar donde se preferfa reposar, mejor que en ninguna otra parte. Un obispo de Paris hizo poner en su sepulcro un poco de tierra del cementerio de Jos Inocentes, porque no podia ser sepultado alli#®, Pobres y ricos descansaban alli unos junto a otros, aunque no por mucho tiempo, pues el espacio para enterramientos, en el cual tenian derecho de sepul- tura veinte parroquias, era tan solicitado, que al cabo de algun tiempo eran desenterradas de nuevo las osamentas y vendidas las lapidas sepul- crales. Deciase que un cuerpo se descomponia alli cn nueve dias, con excepcién de los huesos *, Los craneos y las osamentas eran amon- tonados luego en los osarios que habia encima del pértico, que rodeaba el cementerio por tres lados. A miles yacian all{, desnudos y patentes, predicando la doctrina de la igualdad universal. Bajo las arcadas podia verse y leerse la misma doctrina en las pinturas y en los versos de la danza de la muerte. Para Ja construccién de los beaux charniers (bellos osarios) habia dado dinero, entre otros, el noble Boucicaut *!, En el 88 Champion: Villon, 1, pag. 208. 39 Mille, 1. c., pig. 389. 40 Leroux de Lincy: Livre des ldgendes, pag. 95. 41 Le Livre des faits, etc; 1, pig. 184. 11, La imagen de Ja muerte au portico de Ja iglesia habia hecho representar pldsticamente la escena de los tres muertos y los tres vivos e] duque de Berry, que quiso yacer en ella. Mas tarde, en el siglo xvi, descollaba aun sobre el cementerio la Gran Muerte, que solitaria constituye hoy en el Louvre el tnico resto de todo cuanto estuvo reunido all{ en un dia, Aquel sitio era para los parisienses del siglo xv como un melancélico Palais Royal de 1789. En medio del continuo enterrar y desenterrar era aquello un paseo, dande las gentes se encontraban, Habia pequefias tiendas junto a los osarios y mozas ligeras bajo las arcadas. No faltaba una ermitafia encerrada entre paredes, del lado de Ia iglesia. Con fre- cuencia predicaba un fraile mendicante en aquel Jugar, que era por si mismo un sermén en estilo medieval. Otras veces congregabase alli una procesién de nifios: 12.500 en niimero, dice el burgués de Paris, todos con cirios, que Ievaban a Notre Dame un Inocente y volvian a traerlo. Hasta fiestas solemnes se celebraban alli ‘*. Tanto se habian convertido a su vez en hdbito Jas mismas cosas que causaban horror. En el deseo de hacer diréctamente sensible la muerte trajéronse a la conciencia tan s6lo aquellos aspectos mis groseros, teniendo que ser abandonado cuanto no podia representarse de aquel modo. La visién macabra de la muerte no conoce ni el aspecto clegiaco, ni la ternura. Y en el fondo es una actitud sumamente terrenal y egolsta frente a la muerte. No se trata del dolor por la pérdida de personas amadas, sino de deplorar la propia muerte que se acerca y sélo significa mal y es- panto. No se encuentra en ella Ia idea de la muerte como consuelo, ni la del término de las aflicciones, ni la del ansiado reposo, ni la de la obra Ilevada a cabo o destrufda, ni tampoco un tierno recuerdo ni un acto de resignacién. Nada de la divine depth of sorrow. Una sola vez resuena un tono mas suave. En la danza de la muerte habla asf la muerte al jornalero: Loboureur qui en soing et painne (con esfuerto y dolor) ‘Avex vescu tout vostre temps, Morir fault, c'est chose certainne, Reculler n'y vault ne contents (no vale retroceder ni resistir) . De mort devez estre contens Car de grant soussy (cuidado) vous delivre ... 42 Journal d'un bourgeois, 1, pigs. 233-234, 226, 892. V. Adem4s Champion: Villon, 1, pag. 306. 212 El otofio de la Edad Media Mas el jornalero lamenta Ja pérdida de la vida, cuyo fin ha deseado con frecuencia, Martial d’Auvergne, en su danza macabra de las mujeres, hace a la nifia invocar a su madre: jdame Ja muficca, los juguetes y el vestido nuevo Los emocionantes acentos de Ja vida infantil son extraordina- riamente raros en Ja literatura de la ultima Edad Media; no habia sitio para ellos en la pesada rigidez del gran estilo, Ni la literatura sagrada, ni la profana, conocen realmente al nifio. Cuando Antoine de la Salle quiere en Le Reconfort * consolar a una noble dama por la pérdida de su hijito, no sabe ofrecerle otra cosa que 1a historia de un nifio, que habfa perdido atin mds cruelmente su corta vida, siendo sacrificado como rehén. Para vencer el dolor no acierta a propor- cionarle otra cosa que la doctrina de no apegarse a nada terrenal. Pero luego refiere aquella historia que conocemos como cuento popular bajo el nombre de 1a camisita del muerto: el nifio muerto viene a buscar a su madre para pedirle que no lore mas, a fin de que pueda secar su mortajita. Y resuena de una vez un tono mucho mas intimo que el del Memento mori, cantado por mil voces. {No habran conser- vado el cuento y Ja cancién populares de aquellos siglos sentimientos que apenas conoce la literatura erudita? El pensamiento religioso de la ultima Edad Media sélo conoce los dos extremos: la lamentacién por la caducidad, por el término del poder, de la gloria y del placer, por la ruina de la belleza, y el jabilo por el alma salvada en la bienaventuranza. Todo lo que hay en el medio permanece silenciado. En el especticulo demasiado gro- sero de la danza de la muerte y del horrifico esqueleto, petrificase el sentimiento vivo. 43 A. de Ja Salle: Le reconfort de Madame du Fresne, ed. J. Neve, Paris, 1903.

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