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Bull. Inst. Fr. Et. And. 1988, XVII, N° 2, pp. 23-40 DEL SANTUARIO AL CASERIO Acerca de la neolitizacién en la Cordillera de los Andes Centrales* Elisabeth Bonnier** Catherine Rozenberg** Resumen Los hechos arqueolégicos puestos en evidencia en el sitio del Piruru ofrecen nuevas pers- pectivas sobre la sedentarizacidn y la aparicién de la aldea en los Andes centrales. Piruru presen- ta, en el Precerémico Final (3000/2500 - 1800/1500 a.C.), un largo perfodo de construccién con nes religiosos antes de que existan, en el Formativo Inicial y Medio (1800/1500 - 800/600 a.C.), estructuras de uso doméstico. Esta anterioridad de la arquitectura pablica y ceremonial, observa- ble en la escala regional, permite proponer la hipétesis que durante el Preceramico Final, los santuarios de la sierra tienen un rol catalizador, no s6lo en lo que concierne al surgimiento y al desarrollo de la arquitectura, sino también en lo referente a la organizacién espacial de las comu- nidades en proceso de sedentarizacién. Durante la larga ocupacién del Precerémico Final, mas de 1000 afios, las primeras fases de la secuencia de Piruru muestran la existencia de templetes que son los més antiguos que se conocen hasta hoy en los Andes Centrales. Luego, la fase més recien- te del Templo P1 permite vincular Piruru a los demas santuarios conocidos y definir la tradicion Mito, corriente religiosa que se manifiesta durante la segunda parte del Preceramico Final en las sierras de Ancash y Hudnuco. En el Formativo Inicial, al mismo tiempo que se introduce la cerd- mica en el sitio arqueolégico, Piruru se transforma en un pequefo habitat agrupado, primer ejemplo conocido hoy en dia en la sierra. En el transcurso de un largo proceso de mas de 700 afios, las transformaciones en la organizacién global del asentamiento indican un grado creciente de sedentarismo y muestran la transicién desde un caserio utilizado de manera temporal hasta una aldea poblada de modo permanente, pues el sedentarismo parece haber sido adquirido al principio del Formativo Medio, Résumé Les faits archéologiques mis en évidence sur le site de Piruru ouvrent des perspectives nouvelles sur la sédentarisation et l'apparition du village dans les Andes centrales. Piruru présente, au Précéramique Final (3000/2500 - 1800/1500 av.JC), une longue période de construction & des fins religieuses avant que n’existent, au Formatif Initial et Moyen (1800/1500 - 800/600 av.JC), des structures a usage domestique. Cette antériorité de architecture publique et cérémonielle, observable a l’échelle régionale, permet de proposer l'hypothese qu'au Précéramique Final, les sanctuaires montagnards jouent un réle catalyseur, non seulement dans la naissance et le développement de l'architecture, mais aussi dans organisation spatiale des communautés en cours de sédentarisation. Durant la longue occupation du Préeéramique Final, plus de 1000 ans, les premieres phases de la séquence de Piruru montrent existence de petits temples, qui sont les plus anciens connus actuellement dans les Andes centrales. Ensuite, la phase plus récente du temple Pl permet de relier Piruru aux autres sanctuaires conus, et de définir la tradition Mito, courant religieux qui se manifeste dans les Andes d’Ancash ot de Huénuco, durant la deuxime partie du Précéramique Final. Au Formatif Initial, dans le méme temps oi la eéramique est introduite sur le site, Piruru devient un petit habitat groupé, premier exemple connu A ce jour en montagne. Au cours d'un processus long de plus de 700 ans, les transformations dans Vorganisation globale de Vhabitat indiquent un degré croissant de sédentarité, et montrent le passage d'un hameau utilisé de facon saisonniére a un village habité de fagon permanente, la sédentarité paraissant acquise au début du Formatif Moyen. * Traduccién de Sarah Samanez. Hl texto francés se publica en L’Anthropologie, T.92, Paris, 1988, **LREA. Casilla 18-1217 Lima 18 Perd, 24 E. BONNIER, C. ROZENBERG Abstract “Frome Shrine to Hamlet: About the Neolithic Process in the Central Andes Highlands”, The archaeological evidence found in Piruru opens new perspectives about sedentisin and the rise of the village in the Central Andes. Piruru presents, during the Late Preceramic (8000/2500 -1800/1500 BC), a long period of construction for religious purposes prior to the appearance of structures for domestic use in the Early and Middle Formative (1800/1500 - 800/600 BC). ‘The earlier beginning of public and ceremonial architecture which is observed on the regional level permits the formulation of the hypothesis that the Late Preceramic shrines in the highlands play a catalyzing role, not only in the appearance and development of architecture but also in the spatial organization of the communities in the process of establishment of sedentary life. During the long occupation of the Late Preceramic period, more than 1000 years, the first phases of the Piruru sequence show the existence of small temples which are, until the present, the earliest known in the Central Andes. The following phase of the temple P1 permits relating Piruru with the other known shrines and defining the presence of the Mito religious tradition in the Andes of Ancash and Huénuco during the second part of the Late Preceramic Period, When the Early Formative Period begins, at the same time that ceramics appear on the site, Piruru becomes a small clustered settlement, the first example known in the highlands to date. A long process of change in habitat settlement pattern occurs during the passage of more than 700 years. This process demonstrates an increasing degree of sedentism and shows the change from hamlet used seasonally to a permanent village, the sedentary life apparently being established in the beginning of the Middle Formative. La ocupacién temprana de Pirutu, sitio arqueolégico de los Andes centrales reciente- mente revelado al conocimiento cientifico, empieza al principio del tercer milenio y termina ha cia la mitad del primero antes de nuestra era, ‘Tiehe lugar, entonces, durante los periodos del Preceramico Final y del Formativo Inicial y Medio; 0 sea, en el curso de una de las etapas im- portantes del fenémeno neolitico de fos Andes peruanos: fa etapa de sedentarizacién que, en el transcurso de su realizacién progresiva, va acompafiada de diversas invenciones técnicas. Se sabe que los conocimientos arqueolégicos sobre esos periodos son mas bien recientes, por lo tanto, muy poco exhaustivos y que conciernen més a la costa que a Ia vasta zona de la sierra, De modo esquematico, los diferentes elementos constitutivos de la neolitizacién se stce- den segiin un orden cronol6gico original diferente al que ofrece el ejemplo del Cercano Oriente donde “la aparicién de las primeras aldeas, la domesticacién de las plantas y de los animales, las técnicas nuevas como el pulido de la piedra y la ceramica y més tarde, la metalurgfa, inclusive los cultos religiosos y nuevos modos de pensar, se ordenan en etapas sucesivas haciendo mas in- teligible todo el cambio que se produce entre el X° y ef IV milenio antes de nuestra era” (1). EL LUGAR QUE OCUPA PIRURU EN EL PROCESO ANDINO DE NEOLITIZACION En el drea andina, Jas primeras plantas domesticadas preceden, en unos cinco mil afios, a Jos primeros asentamientos construidos. El indice boténico de domesticacién més antiguo pro- viene de los Andes centrales, de la cueva de Guitarrero, donde el frijol (Fraseolus vulgaris y lu- natus) y el aji (Capsicum chinense) domesticados ya existen hacia 8600/8000 a.C. (2). En ambos casos, se trata de plantas totalmente domesticadas y cuya transformacién genética comenz6 mu- cho mas antes. En cuanto a la fauna, se observa los inicios de la domesticacién de los camélidos hacia 4500 a.C,, segzin las fechas proporcionadas por el abrigo de Telarmachay (3). De acuerdo a los resultados de éste mismo puede hablarse de ganaderia a partir de 4500/4000 antes de nues- ita era. De manera hipotética, los inicios de una protoagricultura podrian situarse aproximada- mente en la misma época (Precerimico V), a pesar de la escasez de los datos que, como ya se 1. Cauvin en Lichardus ef al,, 1985. 2. Smith, Kaplan en Lynch ef al, 1980. 8, Lavallée ef al, 1985; Wheeler, 1984. 25 DEL SANTUARIO AL CASERIO. ‘ePandanche\ OcEANO PACIFICO > 1000 m PERU a Fig. No. 1— Mapa de localizacin 26 E, BONNIER, C. ROZENBERG mencion6, son mas numerosos para la costa que para la sierra (4), Cabe sefialar que las primeras domesticaciones de plantas no dan lugar de inmediato a practicas agricolas, ni mucho menos. En lo que concierne a la sierra, el estudio del conjunio tubérculo/leguminosa/cereal es un esco- lo, Aun cuando es dificil determinar las diferentes especies, se sabe que los tubérculos son, des- de el principio, importantes en la dieta de los habitantes de Guitatrero, como la oca (Oxalis spp.) y, tal vez, el olluco (Udlucus tuberosus), sin poder decit si se trata de plantas recolectadas 0 ya cultivadas (5). La quinua (Chenopodium sp.) silvestre est4 presente en el abrigo de Pachama- chay y quizés con un comienzo de cultivo en los inicios del Formativo Inicial (6). En Piruru, cuyo estudio paleobotanico esta en curso, se han identificado tubérculos de papa (Solanum sp.) asi como también semillas de chenopodidceas, pudiendo pertenecer, algunas de éstas, a pesar de su tamafio inferior a lo normal, a una especie de quinua cultivada (Chenopodium quinoa Willd.) (7) Hacia 3000/2500 a.C., es decit, al principio del Precerémico Final (0 Preceramico VI), se registra la existencia de estructuras arquitectonicas de uso tanto doméstico como piiblico, vale decir los indicios serios de una sedentarizacién creciente. En lo que concietne a la costa, el co- mienzo del fendmeno debe, segutamente buscarse en los perfodos anteriores: el sitio de Paloma, cuyo periodo principal de ocupacin se ubica alrededor de 6500/5000 BP, presenta un agrupa- miento de mas de cincuenta chozas (8). El caso de la sierra parece muy diferente, como lo vere- ‘mos en este articulo. Para resumir, en el Precerémico Final, cuando aparece la arquitectura con material pesado, la costa presenta, de manera concomitante, asentamientos aldeanos (tunos trein- ta segtin Lanning) y centros ceremoniales, pudiendo estar ambos asociados como en Aspero, por ejemplo (9). Se conoce, asimismo, en el sitio de Los Gavilanes, la existencia de fosas pata almacenat maiz, cuyas variedades antiguas conocidas podrfan remontar al cuarto milenio antes de Cristo (10). Las relaciones cronoldgicas entre los sitios no son muy precisas y, muy a menu- do, se da mayor importancia al estudio de las construcciones ceremoniales que al de las estruc- turas domésticas. Por tanto, es dificil saber lo que tiene primacia en el proceso de sedentariza- Gién: Ja construccién de aldeas o la edificacién de monumentos pablicos y religiosos. En la sie- rra, la casi totalidad de la arquitectura precerdmica conocida, registrada en cinco sitios, in- cluyendo Piruru, corresponde a estructuras u obras de funcién ceremonial (11). No se ha regis- trado ningiin asentamiento de tipo aldeano correspondiente al periodo Preceramico, ni tampoco al del periodo siguiente del Formativo Inicial, salvo Piruru. Con referencia a este ultimo perfodo se conoce, en cambio, algunos nuevos centros ceremoniales. Aunque el conocimiento del Prece- ramico con arquitectura es relativamente reciente, ya se puede deducir que la sierta y la costa expresan en su arquitectura publica dos cottientes culturales diferentes y puede plantearse Ja hi- pétesis de que la aparicién de las aldeas no se ha producido segtin un proceso idéntico en las dos regiones geogrificas. En los Andes peruanos, la cerémica marca el comienzo del Formativo Inicial. La apari- cién de esta nueva técnica, al igual que los otros elementos de la neolitizacién, es atin mal cono- cida, presentando por ese hecho problemas de orden cronoldgico y tecnolégico. Las ceramicas més tempranas que se conocen hasta la fecha en el Perd, provienen de los Andes centrales y sep- tentrionales y datan de la primera mitad del segundo milenio antes de nuestra era (1800/1500 a.C.). En cambio, en los Andes meridionales del Perd, donde los datos arqueolégicos son muy escasos, parece que la cerémica surge con una diferencia de algunos siglos, hacia el final del se- gundo milenio o principios del primero y quizés mas tarde aun en la costa sur. Esas referencias, 4, Lanning, 1967; Pearsall, 1978, 5. Smith, op. cit. 6, Pearsall en Rick, 1980, 7. Kaplan en Bonnier et af., 1983; Kaplan y Bonnier, 1986. 8, Engel, 1980; Benfer, 1986; Weir y Dering, 1986. 9, Lanning, op. cit; Feldman, 1985. 10. Bonavia, 1982; Smith, op. cit. 11. Bonnier, 1987. DEL SANTUARIO AL CASERIO 27 aunque esporidicas, permiten ya dos constantes generales. La primera es que, durante varios glos y antes de generalizarse la técnica cerdmica en todo el Peri, coexisten grupos con y sin equipo cerémico. La segunda es la relativa rapidez con Ja que esta nueva técnica es adoptada de- finitivamente en la mayor parte del Peri antiguo. De manera general, los especialistas interpre- tan la aparicién de la técnica cerdmica, en los Andes Peruanos, como un fenémeno que compete ya sea a ln teorfa difusionista 0 al paralelismo cultural. A partir de los afios sesenta, la escuela difusionista es la primera que propone un modelo explicativo (12). Esa teoria se basa en tres ar- gumentos principales. El primero es de orden cronolégico y toma en consideracién el hecho de ue las ceramicas més tempranas del continente americano estén ya presentes en Ia costa norte de Colombia, durante la segunda mitad del cuarto milenio antes de nuestra era; luego se prueba su presencia en la region del Guayas, en el Ecuador, en los inicios del tercer milenio (13). El segundo argumento basado en ciertos criterios de semejanzas morfolégicas 0 decorativas de la tipologia tradicional, pone en evidencia vinculos estlisticos entre esos grupos ceramicos aisla- dos, suponiendo que el grupo mas antiguo es el origen de lo que constituye el més reciente (14), Finalmente, el tercer argumento, de orden tecnol6gico, hace hincapié sobre el hecho de que la mayor parte de las cerdmicas més antiguas del Perit no pueden corresponder a ceramicas inci- pientes, por tener muy buen acabado. Hace poco, en base a los nuevos datos arqueol6gicos, los especialistas parecen dar la preferencia al paralclismo cultural. Recurriendo, entonces, a la no- cién de convergencia tecnolégica, algunos arquedlogos proponen una invencidn peruana de la cerimica, original e independiente. El valor de este segundo modelo explicativo y la caducidad del primero parecen confirmarse con la alfareria registrada en estos diez tiltimos afios, en la si ra central y nor-central (Tipos Yesopampa en La Pampa, Toril en Huaticoto, Piruru y Pandan- che A) (15). En realidad, por los deficientes conocimientos actuales, muchas interrogantes que- dan ain sin respuesta y no permiten dar preferencia, de manera contundente, a tal o cual teorfa. En otras palabras, los hechos arqueol6gicos no permiten por el momento encomiat Ia invencién 9, por el contrario, hacer del préstamo el motor principal de esta novedad técnica para explicar la introduccién de la cerémica en los Andes perwanos y su rol en el proceso de neolitizacién. Convergencia y difusién no deben, tal vez, oponerse tan radicalmente. Lo que si es cierto es que la técnica cerémica aparece en los Andes centrales casi dos mil afios después de los primeros ex- perimentos del continente americano realizados en Colombia, Globalmente, alrededor de 1500 a.C., al cabo de unos siete mil afios de experimentos su- cesivos, se encuentra en los Andes centrales la mayoria de los elementos materiales constitutivos de la neolitizacién, en particular la domesticacién de plantas y animales, la arquitectura ceremo- nial y los asentamientos aldeanos asi como la técnica cerémica, Sin embargo, los datos actual- mente disponibles son todavia muy escasos y dispersos para atribuir a los hitos cronol6gicos, que acaban de ser mencionados, un valor general y definitivo, sobretodo en lo que se refiere al perfodo finial del fenémeno en el que los cambios se aceleran, particularmente en lo que concier- ne ala aparicién de aldeas y santuatios, asi como a la produccién de subsistencia, Es evidente que sélo la excavacién de varios sitios con larga secuencia permitira entender mejor el orden de sucesién de los diferentes cambios asi como el caracter determinante de algunos de ellos La secuencia temprana de Piruru abarca este periodo critico del proceso neolitico, a lo largo del Preceramico Final (PF), del Formativo Inicial (FI) ¢ inchasive del Formativo Medio (FM). En total, esta secuencia representa més de mil setecientos afios de ocupacién seguida del mismo lugar, en la época de la introduccién de Ia arquitectura monumental y luego la de la ceré- mica en el valle de Tantamayo, En comparacién con otros sitios de la sierra, Ia secuencia PE/FI de Piruru es excepcionalmente continua, rica y diversificada, La superposicién de los numerosos niveles y la utilizacién repetida de algunos de los edificios dan testimonio de la continuidad de 12, Meggers et al., 1966; Lanning, op. cit; Lathrap, 1971; Sangja y Vargas, 1988. 18. Reichel-Dolmatoff, 1965/66; Meggers et al, op. cit; Bischof, 1979, 14, Lathrap, op. cit; Moggers et al., op. cit. 16, Terada, 1979; Burger, 1985; Rozenberg, 1982; Rozenberg en Bonnier et al., 1983; Rozenberg y Picon, 1985; Kaulicke, 1981. 28 BONNIER, C. ROZENBERG utilizaci6n del lugar por el hombe y sugieren que la secuencia no est marcada por interrupcio- nes demasiado largas entre Jas fases y las subfases. Tal secuencia representa un continuum dentro del cual los cambios pueden ser observados en la escala de uno o dos siglos, lo que no es frecuente en la arqueologia de los perfodos tempranos. Cabe mencionar que esta escala de tiem- po representa los limites de utilizacién del método de carbono 14 para establecer la cronologia y que la petiodificacién profundizada que exige una superposicién densa de vestigios arquitecté- nicos debe apoyarse en un andlisis crono-estratigrifico detallado (16). La estratigrafia y los vestigios arqueolégicos muestran que la secuencia se divide en dos grandes periodos, durante Jos cuales se observa que Piruru es ocupado con fines diferentes. El primer perfodo, que se sittia en el Preceramico Final, tiene una duracién mfnima estimada en mil afios y se subdivide en varias fases (por Io menos cinco). A partir de la estratigrafia de la Unidad I/II, las fases Waqcha y Waita han sido ya determinadas de manera provisional. El se- gundo perfodo de la secuencia, que cottesponde al Formativo Inicial y Medio, dura mas de sete- cientos afios y constituye, por el momento, una sola fase, Pirwa, dividida en tres sub-fases (17). Un cambio total en el modo de ocupacién del lugar marca la transicién del Precerémico Final al Formativo Inicial. Durante los mil afios de su secuencia precerémica, Piruru funciona como un centro ceremonial; luego, en el perfodo siguiente, se transforma en un pequeiio asenta- miento doméstico, Dado el caracter de continuidad de toda la secuencia PF/FI, que acaba de ser destacado, un cambio tan radical y relativamente repentino muestra una transformacién en Ia utilizacién del espacio territorial, asi como un crecimiento del grado de sedentarismo y sugie- re una modificacién considerable de la organizacién social de las poblaciones del valle de Tanta- mayo, Por el momento, Piruru es el tinico sitio PF/FI que presenta, dentro de una secuencia, el reemplazo de un santuario por un caserfo, Cabe destacar que esta transformacién va acompafia- da de la introduccién de Ia técnica cerémica en el sitio. Estos hechos arqueolégicos, de los cua- les es prematuro decir que puedan tener un valor panandino, abren desde ya nuevas perspecti vas para la interpretacin del proceso de sedentarizacién en los Andes altos. LOS PRIMEROS SANTUARIOS DE LA SIERRA En todos los Andes peruanos, los sitios de Kotosh y Shillacoto (periodo Mito), la Galga- da (pisos 40 y 30), Huaricoto (fase Chaukayan) y Piruru son, hasta ahora, los unicos sitios de sierra que presentan vestigios arquitectonicos del perfodo precerémico (18). Los cinco se en- cuentran concenttados en fos Andes de Ancash y de Huanuco. Su estudio comparado da por resultado cierto niimero de constantes y muestra que los hechos arqueolégicos, recientemente puestos en evidencia en Pituru, dan una perspectiva totalmente nueva a la cuesti6n de la arqui- tectura precerdémica serrana (19). En base al contexto arqueol6gico y a los rasgos arquitect6nicos particulares que permiten determinar la funcién de las construcciones, se da por hecho, en adelante, que los sitios mencio- nnados son asentamientos destinados, principalmente ¢ incluso exclusivamente, a la funcidn cere- monial. Cabe observar que el cardcter sagrado de estos lugares de culto tiene como consecuen- ia arqueoldgica, la ausencia casi sistemética de basurales y una escasez. de material mobiliatio, debido probablemente a ciertas exigencias de limpieza ritual (20). Este fenémeno se observa, igualmente, en la costa, as{ como en periodos posteriores, cuando se trata de edificios 0 de sitios ceremoniales. E] material arqueol6gico se reduce, entonces, ya sea a objetos votivos dejados in- tencionalmente (en nichos murales, por ejemplo), objetos olvidados en el momento de la cons- truccién, o llevados con la tierra de relleno. En los sitios ceremoniales precerdmicos, la arquitec- tura es, por tanto, el documento arqueol6gico predominante y el indicador principal por exce- Iencia. 16. Bonnier et al., 1985. 17. Bonnier, 1983; Bonnier et al., 1985. 18. Izumi y ‘Terada, 1972; Izumi et al, 1972; Grieder y Bueno, 1985; Burger y Burger, 1985. 19. Bonnier, 1987. 20. Burger y Burger, op. cit. ofpoworuy jap woPonsuOD Bun ‘oxqueO [> UA “WA OPAW OAHEULIO,T [Op 4 (a) TeIOTUT OaHEULIO [op (aa) TouR oopuIPIO0aIE [OP Weep onb souopon.ysuo ap ug|oRMUMDE teoTUG}aIMbaE UoLoIsodsadns op ojdurofy "ans{q Op UOLOBABOXe BI ap AMS 101095 —"E “BL 30 E. BONNIER, C. ROZENBERG El estudio arquitecténico de los sitios de sierra demuestra que existe, por lo menos en cierto momento del Preceramico Final, una concepcién del edificio ceremonial y del altar, pro- pia de la region de los Andes centrales. El templo es un pequetio edificio cuadrangular, monoce- lular, cuya originalidad consiste en la estructura del piso. Este, del que se puede decir que es el clemento mas sagrado del templo por tener el rol de altar, esté constituido por un cuadrilétero central 0 pericausto, empotrado en una grada de contorno o epicausto. En el centro del peri- causto se encuentra un fog6n para ofrendas con un respiradero subterrineo (21). A este tipo de templo se le puede dar el nombre de Mito, ya que esta forma arquitectonica se descubti6, pri mero, en Kotosh, en los niveles del perfodo Mito (11 edificios en total, entre los cuales el ‘Tem- plo de las Manos Cruzadas, al que un proceso de “entietro” conserv6 casi intacto, a excepcién del techo) (22). Cabe sefialar, asimismo, que el piso/altar con dos niveles puede existir también, sin superestructura construfda, a cielo abierto, como se da en Kotosh mismo y tal vez en Huati- coto y Shillacoto. Las estructuras de piso con dos niveles y fogén de Shillacoto y Huaricoto, representan casos singulares de formas que son, por el momento, atipicas. En cambio, el templo de tipo Mi- to existe, con unas variantes en las dimensiones, en el acabado y en las técnicas de construccién, en los tres sitios de Kotosh, la Galgada (6 templos en el monticulo norte) y Piruru (1 templo). Se esta, entonces, en presencia de una tradicién arquitectonica y religiosa, propia de las regiones tanto de Huénuco como de Ancashy, especialmente, bien representada en el sitio epénimo de Kotosh-Mito. Este serfa el resumen del problema antes del descubrimiento de nuevas estructuras arqui tect6nicas més tempranas en los més profundos niveles de Pirura. Los datos, tnicos por el mo- mento, proporcionados por este sitio, obligan a revisar la profundidad cronol6gica del Precera- rico Final, y conciernen a la aparicién y al desarrollo de la arquitectura, tanto en lo que se refie: re a la concepcién y a la funcién de las primeras estructuras construidas como a las técnicas de construccién, Del punto de vista cronol6gico, la comparacién de los fechados radiocarbénicos disponi bles muestra que la secuencia precerémica de Piruru, de aproximadamente 1000 afios, es més larga que la de Kotosh, cuya duracién se estima en unos 700 afios, y que la de la Galgada, cuyos edificios de los niveles 40 y 30 se construyen en el curso de dos a cuatro siglos, maximo (23). Por la estratigeafia, se sabe que la tradicién Mito existe en Piruru en los niveles superiores de la secuencia precerémica (fase del templo Pl) y que ella sucede a varias ocupaciones anteriores (por lo menos 2 fases en la Unidad V). Ahora bien, los carbones recogidos en el fogén para oftendas del templo Pl acaban de dat la fecha 14C de 3770 + 60 BP (GIF-7266). En términos estadisticos, esta fecha esta confundida con la més antigua de las de Kotosh-Mito, que es de 3900 + 100 BP (GaK-766b). Pero el margen de error reducido de la fecha del templo P1 le da tuna mayor precisi6n y permite ubicar la fase de tradicién Mito en Piruru, entre 2515 y 1990 a.C. (24). Con los conocimientos actuales, seria apresurado determinar el lugar donde se manifiesta primero la tradicién arquitect6nica Mito; s6lo hay que tener en cuenta por ahora que nada per- mite decir que el templo PI es més antiguo, més reciente o, simplemente, contemporiineo de los ‘més antiguos templos de Kotosh-Mito, como de los de La Galgada Los fechados obtenidos hasta el momento, se suman a los hechos crono-estratigréficos y arquitecténicos para demostrar que las ocupaciones precerdmicas més tempranas de Piruru tie- nen lugar durante la primera mitad del tercer milenio y que si no todas, por lo menos las 21. El anélisis arquitecténico de las construceiones preceramicas de sierra se ha presentado en Bonnier, 1987. 22. Ieumi y Terada, op. cit 23, Ver el cuadro comparativo de las fechas Carbono 14 en Bonnier, 1987. Agradecemos a T. Grieder por hhabernos comunicado, antes de su publicacién, el anzdlisis de los fechados de La Galgada, asf como las diltimas mediciones obtenidas. La estimacién de siete siglos de duracién, presentada en Bonnier, op. cit., debe, por tan- to, ser reducida, puesto que la fecha més antigua (4110 + 50 BP/TX-3664) proviene de una muestra recogida de un contexto estratigréfico alterado. Sin embargo, este resultado podrfa fijar una fecha para la ocupacién del si- tio antes de los pisos 40 y 30. 24, Calibracion sogtin la tabla de Klein et al., 1982. DEL SANTUARIO AL CASERIO 3L primeras, son anteriores a la ocupacién de los sitios de Kotosh y de La Galgada (25). En otros términos, eso significa que Piruru presenta los vestigios arquitect6nicos més tempranos que se conocen hasta la fecha en toda el area de los Andes altos. Antes de terminar las excavaciones, es prematuro desarrollar el tema de la primera arquitectura en Piruru. La principal interrogante que se plantea al respecto es saber si las primeras construcciones tienen un uso piiblico o do- méstico, una funcién religiosa 0 profana. De la respuesta a esta pregunta dependen, en parte, la interpretacién que se puede dar a los primeros indicios de sedentarizacién en los Andes y las sintesis posteriores. Los resultados actuales demuestran que, antes de la fase del templo Pl, Piruru ya ¢s utili zado como santuario, por lo menos, durante dos fases sucesivas, Los rituales de cremacién de ofrendas ya existen en esta época anterior a la tradicién Mito, pero Ia concepcién del templo, sobretodo, la del altar, son diferentes del modelo Mito. El edificio religioso es de dimensiones més modestas, de planta cuadrangular o circular. El fogén, estructura litargica principal, ocupa el centro del templete, pero se nota la ausencia def altat/piso con doble nivel (26). Hacia el tercer milenio antes de nuesta era, se observa entonces, en Pirara, la transicién de una concepcisn arquitecténica y religiosa a otra, que va acompafada, ademés, de innovacio- nes en el campo de la construccién, Del punto de vista de la construccién se registra, por primera vez, tres técnicas particula- res en el periodo precerémico: el saledizo de piedras en “falsa béveda”, el sillar y la quincha. Sin mencionar la primera técnica que pertenece a dos construcciones subterréneas, cuya posicién en Ja secuencia no esta todavia fijada, las otras dos existen de manera concomitante en el Templo Pl, o sea, durante la fase de tradicién Mito (27). A estas dos técnicas de construcci6n del casco, se suma otra que concierne al acabado y que, dentro de la perspectiva de la futura aparicién de Ia técnica cerémica, merece un estudio mas detenido, Como todas las construcciones Mito, ef Templo P1 presenta, en efecto, un procedimien- to téenico sumamente interesante por ser rico en perspectivas: la utilizacién de la arcilla como enlucido. Pues, el piso del epicausto, enlajado de pequefias piedras chatas yuxtapuestas, esta re- cubierto de un enlucido de arcilla ctuda, fino y compacto, convirtiendo su superficie en lisa y regular. En el paramento del murete del epicausto estan también visibles las huellas del mismo material, una arcilla de turbera llamada rakw en la regién de ‘Tantamayo. Por otra parte, un enlu- Jo arcilloso cubre el interior del fogon que por las cremaciones repetidas de ofrendas qued6 cocido y transformado en ceramica, verdadera “vajilla fija” (28). Es probable que semejante fe- némeno de coccién involuntaria, in situ, se vuelva a encontrar en los otros santuarios de la sie- 12a, pero las descripciones arqueol6gicas de los fogones ceremoniales son lamentablemente muy lacénicas en la materia. Por otto lado, en el ‘Templo Blanco de Kotosh-Mito se ha encontrado seis piezas de tierra cruda (entre ellas, cuatro figurillas), 0 sea, los primeros modelados (29). Un hecho esta hist6ricamente probado: la coccisn involuntaria de la arcilla precede a las primeras confecciones de vajlla realizadas deliberadamente, Esto demuestra que, durante la segunda mi- tad del tercer milenio antes de nuestra era, estén ya reunidas, en Pirura, todas las condiciones técnicas para hacer alfareria. La cermica es “‘inventada” por casualidad, la innovacién técnica existe en sf desde el Precerémico Final, pero sin ninguna implicancia econémica. Su utilidad se- 14 percibida y asimilada, algunos siglos después, en el perfodo formativo inicial En summa, se constata que el inicio del Precerémico Final con arquitectura se debe retro- ceder, por lo menos, hasta el principio del tercer milenio antes de nuestra era, Igual antiguedad del perfodo puede observarse en la costa, segin los fechados obtenidos en Aspero, donde las primeras construcciones podrian remontarse a la misma época (30). Mas alla de la duracién del 25, Girault, 1981; Bonnier, 1987. 26. Bonnier, op. cit 27. Bonnier ef al. 1985; Bonnier, 1987. 28, Del punto de vista tecnolégico, el ejemplo de Piruru evoca de modo singular las fosastfogones domés- ticos presentes en Mureybet desde el Natufiense. Cauvin, 1978. 29, Izumi y Terada, 1972. 30. Feldman, 1985. 32 E. BONNIER, C. ROZENBERG perfodo, Piruru muestra igualmente que el surgimiento de la arquitectura en la sierra es un fend- meno complejo, donde la tradicién Mito no representa més que un acontecimiento entre otros, sin que por eso disminuya su importancia. Por el momento, es imposible ubicar los primeros santuariés construfdos en Piruru den- tro de un contexto cultural regional. Pero, por lo menos, se puede sugerit que su presencia en ‘ste sitio es significativa por la importancia que tiene, desde épocas muy remotas, el area del Al- to Marafién en la neolitizacién de los Andes centrales, En cuanto a la segunda mitad del Prece- ramico Final, los hechos arqueolégicos disponibles, felizmente mas numerosos, muestran que una gran corriente ideolégica y religiosa atraviesa, entonces, los Andes centrales, desde el Santa hasta el Alto Huallaga. Ademés de Piruru, hay santuarios Mito construidos en Kotosh, Shillaco- to, La Galgada y Huaricoto, con un despliegue notable de nuevas técnicas de construccién. A pesar de ciertos patticularismos locales debido a la diversidad de los medios circundantes y a la variedad de las técnicas elegidas, las estructuras ceremoniales expresan una misma concep del piso/altar con doble nivel, con o sin superestructuras construidas, y la misma concepcion del templo monocelular de planta cuadrada. Poscedores de los componentes esenciales de lo que ha sido definido como tradicién arquitecténica Mito, estos santuarios demuestran, entonces, la cexistencia, en esa época, de una corriente de pensamiento religioso, profundamente unificadora Se'admite generalmente, sobretodo cuando se trata de la costa, que los centros ceremo~ niales implican Ia existencia de grandes grupos de poblaciones sedentarizadas, porque se presu- pone que la organizacién en comunidad aldeana es la inica que pueda generar una estructura socio-politica lo suficientemente fuerte como para organizar y ditigir la construccién de grandes obras colectivas. Pues bien, hasta el momento, no se ha descubierto en la sierra ninguin asenta- miento construido, ni grande ni pequefio, habitado de manera permanente y asociado a un san- tuario. Claro que es posible que hayan existido agrupaciones de viviendas de material perecible, cayo descubrimiento, mas incierto que el de las construcciones en material durable, quedaria aiin por hacer. La existencia hipotética de estos poblados al aire libre se basaria en el hecho de que en el Precerdmico Final, se observa una disminucién, en cuanto a densidad, de la ocupacién de los abrigos, tal como lo demuestran los dos ejemplos de Telarmachay y Pachamachay en la Pampa de Junin (31). Sin embargo, dada nuestra ignorancia al respecto, tanto la superficie, la densidad de tales asentamientos, como el grado de sedentarismo que manifestarfan, siguen te- niendo un cardcter puraménte especulativo. Apenas se puede suponer que estos eventuales po- blados, frecuentados de manera temporal, podrian estar vinculados a la utilizacion de los abri- gos naturales. Sea lo que fuere, la aparicién de los santvarios construidos demuestra que se manifiesta, en el Precetémico Final, una forma nueva de utilizacién del espacio por el hombre, donde la construccién de edificios de uso particular introduce una jerarquizacion de los lugares. Dentro de esta transformacién del paisaje, la innovacion principal consiste en Ia utilizacién, a gran esca- Ja, de materiales pesados y durables para acondicionar los sitios y erigir las construcciones, lo que representa una nueva manera de estructurar el espacio. Por otra parte, es significative que el primer esfuerzo constructive de envergadura sea para obras puramente ceremoniales y pabli- cas; ademés, los datos actuales demuestran que, durante un millar de afios, las realizaciones ar- guitecténicas siguen siendo principalmente de uso religioso. La construccién de templos en un sitio especifico crea, dentro del territorio frecuentado, un punto fijo y centralizador, un kugar sa- grado donde se congregan periédicamente los diferentes grupos que participan en la construe- cién, en el mantenimiento del santyatio y que asisten a las manifestaciones rituales. Esta nueva organizacién del espacio territorial que esté, por tanto, vinculada a la cons- truccién de santuarios, podria estar asociada al abandono progresivo de los abrigos y a la coloni- zacién de sitios al aire libre. Dentro de este proceso largo de un milenio, el santuario tiene, sin duda, un rol determinante, no solamente como promotor del desarrollo arquitecténico, sino también como elemento de cohesién ideolégica y social, asi como un lugar de congregacién, en el que se puede situar los origenes de la futura vide aldeana. 81. Lavallée et al, 1985; Rick, 1980. DEL SANTUARIO AL CASERIO 33 PRIMEROS CASERIOS, PRIMERAS ALDEAS El hecho de que los santuarios precerimicos de sierra sean construidos por poblaciones que no estén todavia sedentarizadas, pero que practican un modo de vida seminémada, se basa en el ejemplo de Piruru que demuestra que, en el valle de Tantamayo, Ja permanencia del habi- tat no se adquiere sino progresivamente en el perfodo formativo, al cabo de un largo proceso de vatios siglos. En el Formativo Inicial, no solamente ya no existe mas la Tradicién Mito sino que no se observa ninguna otra cortiente cultural que pueda tomar el relevo. Los cinco sitios del periodo anterior continiian siendo ocupados, peto ya no tienen en comin sino el hecho de pertenecer al mismo periodo y de presentar material cerdmico, Ademas de Ondores, donde un sondeo ha re- velado algunos vestigios arquitecténicos, se conoce s6lo un nuevo asentamiento construido en este petiodo: La Pampa (fase Yesopampa) (32). En todos estos sitios, la arquitectura es, morfo- Iogicamente, muy diferente, y su funcidn es, a veces, indeterminada o poco precisa, como es el caso de Kotosh y La Pampa. La Galgada y Huaticoto siguen siendo santuarios, Shillacoto se convierte en un sitio funerario y Piruru se transforma en un pequefio poblado doméstico. El ca- so de este tiltimo es, por més de una razén, tinico. En efecto, Piruru ofrece el més viejo ejemplo de habitat agrupado, consttuido de piedra, actualmente registrado en los Andes altos. Se podria incluir Ondotes si se comprobara que en este sitio existe realmente un reagrupamiento de varias viviendas. Por otra parte, la sucesiin de las ocupaciones formativas de Piruru permite observar, por primera vez, en secuencia y en el mismo lugar, la transicién de una frecuentacién temporal del habitat a una residencia més permanente y apreciar la duracién de esta evolucién hacia un sedentarismo efectivo, La superposicién estratigrifica de los niveles formativos de Piruru hace que la fase Pirwa se divida en tres subfases, enumeradas de I a III, desde la més temprana hasta la més reciente (33), En su conjunto, la fase Pirwa se caracteriza por cierta unidad cultural, perceptible en la homogeneidad arquitect6nica y en la presencia, a todo [o largo de la fase, de dos tipos cerémi- cos. No obstante, se puede observar cambios significativos en cada subfase, los cuales se mani- fiestan en ciertas variaciones de la organizacién del espacio del asentamiento y en la introduc- cién de nuevos tipos ceramicos o de nuevas herramientas liticas, Estos cambios que permiten, entre otras cosas, descubrir un grado creciente de sedentatismo, se registran en una duracién mas larga que la prevista al principio. Los tres fechados radiocatbénicos, actualmente disponi- bles, provienen de la Unidad I/II (34). Los dos mas antiguos, que son casi idénticos aun cuando provienen uno del nivel Pirwa I y el otro del de Pirwa II, demuestran que el inicio del Formati- vo en Piruru se sitéa en cierto momento entre 1690 y1340 a.C. Dado que toda la ocupacién Pir- wa Ly parte de la de Pirwa II se deben situar en el mismo lapso de tiempo, es probable que el comienzo en si de la fase se sittie mas bien hacia 1600/1500. Pero, el resultado més innovador es el que proporciona el tercer fechado: 2740 + 70 BP (GIF-7099). Este, que antedata el nivel Pir- we III, demuestra que la tltima ocupacién Pirwa queda fuera del marco cronol6gico del Forma- tivo Inicial para manifestarse en cl Formativo Medio. La comparacitn que se puede establecer con los fechados de la fase Urrabarriu, sugiere que la més antigua fase de Chavin y la dima subfase Pirwa serfan a grosso modo contemporéneas (35). Las técnicas arquitecténicas aplicadas en el curso de la fase Pirwa parecen relativamente sencillas. Existen dos, que conciernen a dos tipos de construccin de uso diferente. De una par- te, muretes de piedra sin argamasa permiten delimitar cercos de forma irregular. De otra, las ha- bitaciones circulares estén construidas con un muto de doble cara, presentando usla mezcla de 82. Rick, op. cit Matos, 1975; Terada, 1979. 83. Bonnier et ai., 1985. 34. Publicadas en Bonnier, 1987. 35. Burger, 1981. 34 E, BONNIER, C. ROZENBERG manpuestos toscamente labrados y de lozas paradas, la cara hacia el paramento, Teniendo en cuenta la diferencia de proporciones, esta utilizacién de lozas en Ia albafiileria se observa, igual- mente, en los centros ceremoniales del mismo perfodo, donde llegan a ser el elemento preferido para un decorado monumental, tal como lo demuestran, de manera ejemplar, las piedras graba- das de Cerro Sechin. A través de las tres subfases, la concepcién de la casa Pirwa no varia casi nada, ni en su forma, siempre subcircular, ni en su dimensién, que oscila entre 2 y 3 m. de did- metro. Sin embargo, a pesar de su uniformidad y de su simplicidad con respecto al periodo pre- cedente, rico en invenciones, las formas y las técnicas arquitectonicas de la fase Pirwa no pueden interpretarse tinicamente como el reflejo de una inercia tecnolégica. Lo que se debe tomar en. consideracién, ante todo, es que Piruru ya no es utilizado en el Formativo, de la misma manera que en el Precerémico Final. La homogeneidad de la arquitectura formativa no es, sin duda, si- no la expresién de nuevas opciones técnicas, mejor adaptadas a la funcién doméstica. Fuera de la aparente homogeneidad, algunas variaciones pertinentes son discernibles en Ia organizacién global del poblado, especialmente entre las ocupaciones Pirwa II y III. Puesto que atin no se termina de excavar en Pirura, el nivel Pirwa I, descubierto en un s6lo sector, esta exclufdo, por el momento, de los primeros andlisis. El traslado de los niveles Pirwa II y Ill, en la mayor parte de Ia excavaci6n, permite suponer que los dos asentamientos sucesivos tenian, qui- zis, Ia misma drea de extensién, as{ como una superficie total comparable, que puede estimarse, provisionalmente, en mas 0 menos 1500 m’. Si su tamafio no permite oponerlos, los dos asenta mientos manifiestan, en compensacién, una ocupacién del suelo muy diferente, tanto en densi- dad como en uso, De manera sucinta, Pirwa II se caracteriza por una distribucién rala de algu- nas casas, asociadas respectivamente a uno o dos cercos, mientras que Pirwa III presenta una red mucho més densa donde las casas se aglutinan y los cercos desaparecen (pot lo menos en el sector donde hay concentracién de viviendas). La forma de agrupamiento, ligeramente dispersa, de Pirwa II puede ser calificada como caserfo, por lo que representa a una etapa intermedia en- tre una unidad de habitat completamente aislada y la aldea (36). Le sigue un poblado més con- centrado, el de la aldea de Pirwa III, que difiere del caserfo anterior no s6lo por la utilizacion mas densa del espacio sino también més especializada, puesto que ya no existen cercos asocia- dos a las viviendas. La transicién del caserfo a Ia aldea, marcada por una densidad mayor de viviendas y, sin duda, por un aumento de! mimero de habitantes, denota un neto desarrollo del grado de seden- tarismo. Bn la época de Pirwa TI y, quizas también, ya en la de Pirwa I, el habitat construido al aire libre, es probablemente frecuentado, todavia de manera temporal, por grupos de pastores, tal como lo prueba el rol importante que tiene el cerco en la organizacién del espacio del case- rio; los abrigos, ocupados de modo mis exclusivo en los petiodos anteriores, permanecen como contraparte del nuevo habitat. En cambio, se puede suponer que la aldea de Pirwa III es ocupa- da durante todo el afio. Cotroboran esta interpretacion ciertos detalles técnicos observados en el acabado de las construcciones, como por ejemplo el piso empedrado de una de las casas, indice de acondicionamiento un tanto mas fijo. Ademés, la desaparicién de los cercos, o por lo menos su exclusidn del area propiamente residencial, sugiere que la ganaderia ya no ocupa el lugar pri- mordial que tenfa en el perfodo anterior; se preve que el estudio paleoboténico, actualmente en curso, aporte las pruebas de la actividad agricola en la época de Pirwa III, asi como los elemen- tos necesatios para apteciar su naturaleza y su grado de desarrollo. Tal como se mencioné, no se conoce, para el Formativo Inicial, otros ejemplos de habitat construido que puedan ser compatados con Pirwa I y II. No obstante, se ha sefialado la existen- cia de dos o tres “aldeas” formativas en la Pampa de Junin, pero ninguna de ellas ha sido objeto de excavaciones sistematicas, y su periodo de ocupacién exacto es atin desconocido (37). Sélo el caso de Ondotes, antes mencionado, podria asemejarse al modelo de organizacién del caserio de Pirwa Il, en la medida en que un sondeo ha permitido descubrir las porciones de una vivienda y de un cerco asociado (38). En cuanto a la cerémica inicial de este lugar, se menciona que ella 36. George, 1970. 87. Matos, 1975. 38. Rick, 1980. DEL SANTUARIO AL CASERIO 35 data de 1620 a.C. (39). Atin cuando los datos disponibles son muy sucintos, pareceria que el fe- némeno aldeano, en su primeta etapa de construccién tanto de viviendas en sitios al aire libre, como de agrupamientos de casas y cercos, comienza, en la Pampa de Junin, més o menos en la misma época que cn el valle de Tantamayo. Podrfa ser también que todo el proceso sea similar al ejemplo presentado por Piruru: primero un caserfo temporal y, més tarde, en el Formative Medio, una aldea ocupada de modo permanente. E| anilisis del material ceramico corrobora las observaciones precedentes y aporta indi- cios suplementarios en apoyo del caracter cada vez més permanente de la residencia en Piruru- Pirwa. Antes del término de la excavaci6n; es mejor abstenerse de conclusiones definitivas res- pecto al material ceramico asociado al nivel Pirwa I. Pues, se ha encontrado sélo ocho tiestos, de Tos que la mayor parte presenta, por otro lado, muchas semejanzas con el material Pirwa II. La presencia de estos fragmentos podria provenir de una intrusién estratigrafica o expresar una ex- trema rareza cerémica tanto més significativa cuanto ella difiere de la relativa abundancia de tiestos del nivel superior. Por tanto, es prematuro, por el momento, definir la fecha y las modali- dades de la aparicién de la alfarerfa en Piruru, vale decir, determinar si la cerdmica esta real- mente ya presente desde la subfase Pirwa I‘ si ella no ha aparecido sino durante la subfase Pi wa II, stibitamente, en cantidad relativamente considerable, Esto vuelve a plantear la hipétesis, ya sea de una aparicién progresiva de la cerémica entre los niveles Pirwa I y IE 0, por el contra- tio, de una explosién repentina que no habria tenido lugar sino a mediados de la fase Pirwa II, después de una primera ocupacién acerdmica, Sea como fuere, ya resulta evidente que la técnica cerdmica aparece en Piruru en un momento decisivo de la sedentatizacién, cuando algunos gru- pos humanos, todavia némadas, acondicionan sin embargo, de modo durable, su habitat tempo- ral, construyendo alli casas de piedra. Del punto de vista tecnolégico, las ceramicas Pirwa II son muy claramente incipientes (40). Las pastas utilizadas revelan un deficiente dominio de la coccién y temperaturas relativa- mente bajas. El tratamiento de las superficies es poco esmerado y los procedimientos decorati- vos, elementales, consisten esencialmente en la incisién y la puntuacién. Las dos formas presen- tes son muy sencillas y corresponden a recipientes globulares cerrados: uno, sin cuello, con el borde engrosado hacia el interior de manera caracteristica; el otro, con un pequefio cuello recto. Los motivos decorativos, presentes sdlo en los recipientes sin cuello, se reducen a una sola linea incisa y a la repeticién lineal de puntuaciones o de impresiones con la ufia, siempre en el exte- rior, bajo el borde. Hay dos tipos cerémicos gue caracterizan a fa subfase Pirwa II. Ellos se definen, prim ro, en base a las pastas (calidad de las inclusiones y textura) y al tratamiento de las superficies (acabados y procedimientos decorativos). Los criterios de forma son tomados en cuenta, en se- gundo lugar. El decorado es muy simple y se reduce, la mayor parte de las veces, al procedi- miento técnico; y, puesto que la composicién decorativa es casi inexistente, no se la incluye en la clasificacién. La comparacién del material Pirwa II con las cerémicas incipientes de la sierra obliga a precisar algunas nociones, pues las caracteristicas tecnol6gicas de la alfareria Pirwa II se encuen- tran en casi la totalidad de las ceramicas iniciales ya conocidas. En este nivel muy general de andlisis, comparar una o varias de esas caracteristicas comunes equivaldria a presentar la lista ex- haustiva de las primeras vajillas centro-andinas, sin que realmente se demarque un conjunto per- tinente, ni en el espacio ni en el tiempo. Por tanto, es preferible evitar cualquier abuso en las ‘comparaciones de orden analitico fundadas en rasgos aislados, y recutrir, mas bien, a compara- ciones de orden tipoldgico, basadas en unos conjuntos de atributos jerérquicamente definidos por lo menos cuando se refiere a los comienzos de la ceramica, es decir, antes de 1a implantacién de cierta estandarizacién de la produccién. Por la calidad de las pastas utilizadas, la diversidad de formas y la variedad de los moti- vos decorativos, los tipos Wairajirca de Kotosh y de Shillacoto se diferencian de inmediato de 89. Matos, op. ei 40. Rozenberg, 1982; Rozenberg en Bonnier et al., 1983; Rozenberg y Picon, 1985. 36 E, BONNIER, C. ROZENBERG los de Pirwa Il, de los cuales, sin embargo, son contemporineos (41). Se podria percibie més si- imilitudes con los tipos Yesopampa y Toril, tecnol6gicamente comparables con los de Pirwa IL. No obstante, el anilisis tipolégico permite revelar diferencias significativas, pues los tipos Yeso- pampa y Toril muestran un procedimiento decorativo denominado “tiras sobrepuestas incisas” y una forma de recipiente globular con cuello, totalmente ausentes en los tipos Pirwa II, lo que recuerda, mas bien, las caracterfsticas cerémicas de los Andes septentrionales (42). A pesar de la falta de descripciones tipologicas detalladas, muy particularmente en lo que concierne a las pas- tas y al tratamiento de las superficies, parece set que existen semejanzas entre el material Pirwa ILy las ceraimicas iniciales de la Pampa de Junin, tanto de San Blas como de Telarmachay (43) Estas similitudes observadas en los recipientes que, por otra parte, tienen el mismo uso domésti- co, son interesantes ya que indican que en el Formativo Inicial, las dos regiones del Alto Mara- fin y de Junin, ya comparadas por ciertas semejanzas en el modo de asentamiento, podrian compartir Ia misma tradicion ceramica El examen general de las primetas cerdmicas demuestra, como Ia arquitectura, que el rea geogratica unificada, no hace mucho, por la tradicién Mito, presenta una gran diversidad cultural en el Formativo Inicial. Sin embargo, parecen demarcarse tres sectores en base al mate- tial cerdmico: el Santa, més bien vinculado a los Andes del norte y a la costa (tipos Yesopampa y Toril), el Alto Huallaga con sus influencias amazénicas (tipos Wairajica), finalmente, el Alto Marafién y la Pampa de Junin, con caracterfsticas propias a la sierra alta (tipos Pirwa II y San Blas). Los anélisis preliminares de laboratorio dan lugar a ciertas reflexiones sobre la organiza- cién de la produccién ceramica en el perfodo inicial. En resumen, el estudio ceramolégico reve- Ja, en lo que concierne a la subfase Pirwa IT, una estructura de produccién discontinua y com- posiciones de pasta sin semejanzas marcadas con las arcllas locales (44). Esto da testimonio de una actividad cerimica especializada y de la existencia de importaciones. Sin que ello implique necesatiamente la presencia de especialistas alfareros a tiempo completo, un material uilitario es producido, desde el Formativo Inicial, para ser difundido a distancia segin una red de inter- cambios, Dentro de este contexto de diferenciacién entre productores y consumidores, Piruru cs un lugar de consumo, En el estado actual de investigaciones, se ignora todavia cusles son los lugares de produccién de las ceramicas Pirwa I. Se ha sefialado anteriormente que la tltima ocupacién Pirwa no pertenecia al Formativo Inicial y que databa probablemente del Formativo Medio, es decir del periodo, todavia mal defi- nido, entre el final del Formativo Inicial y el pleno desarrollo de la cultura Chavin. La presencia de herramientas de piedra pulida, tanto de hachas en forma de T y, més que todo, de puntas triangulares y folidceas, en los niveles Pirwa IIT de Piruru, corrobora la duraci6n particularmen- te larga de la fase Pirwa y la posicién cronolégica tardia de la ditima subfase. Se indica un mate- rial comparable, no éélo en la secuencia de Chavin (fase Urabatriu) sino también en la de Ko- tosh (45). La larga secuencia formativa de este tltimo sitio permite constatar que las puntas puli- -das estan totalmente ausentes en los niveles del Formativo Inicial y no aparecen sino en la fase Kotosh-Chavin, en el mismo momento, ademés, en que las hachas en T, presentes desde la fase Kotosh-Wairajirca, manifiestan frecuencias singularmente elevadas. La aparicién de un material litico, tipico del Formativo Medio y Final, en los niveles Pirwa II, asi como el fechado de radio- carbono antes mencionado, son todos testimonios serios e indicativos que Pirwa III ya no es una ocupacién del Formativo Inicial sino del Formativo Medio, aun cuando el material cermico no permite, por si solo, diagnosticar este hecho de manera muy taiante. 41, Inumi y Terada, 1972; Ieumi et al., 1972. Observamos que, a pesar de su posicion cronolégica, Ia ce- rémica Wairajirca no es, probablemente, incipiente, 42. Terada, 1979; Burger, 1985. : 43, Matos, 1975; Morales, 1975 (tipo San Blas inicial A, forma B); Lavallée, 1977 (cerémica inicial de Ia capa III de Telarmachay, que data aproximadamente de 1520 a.C.). 44. Rozenberg y Picon, op. cit. 45. Burger, 1984; Izumi y Terada, 1972. DEL SANTUARIO AL CASERIO 37 Los dos tipos Pirwa II existen todavia en la subfase Pirwa III, pero con algunas varian- tes, habiéndose constatado que ellos est menos representados cuantitativamente, Por otra par- te, se registra a veces la existencia de una nueva técnica de acabado, el engobe rojo. Si bien es cierto que éste esta ausente en el periodo inicial, es una caracteristica compartida por la mayor parte de la alfarerfa del Formativo Medio, ya sea en Chavin de Huantar (tipo Urabarriu), en ‘Huaricoto, en La Pampa o en Kotosh (tipos Kotosh Kotosh) (46). Aparte de cualquier conside- racién estilistica, que se hace imposible en razén de que atafe sélo a un pequefio niimero de fragmentos, ese detalle es un indicio suplementario en apoyo de una ocupacién Pirwa TIT que data del Formative Medio. En la subfase Pirwa IIL, aparecen tres nuevos tipos ceramicos definidos también princi- palmente en base a las pastas. Estas ceramicas presentan las mismas caracteristicas técnicas que fas de la alfareria de Ia subfase anterior a excepcién de los procedimientos decotativos, total- mente ausentes. Aun cuando no se ha realizado todavia ningun andlisis ceramolégico, la identifi- cacién éptica de los principales components indica que las pastas Pirwa IIT podrian tener un origen local. Esta observacién concordaria también con el hecho de que los tipos Pirwa III no se parecen en nada a las cerémicas conocidas del Formativo Medio. Segtin los resultados prelimi- nares del estudio, existen cinco tipos cerémicos que catacterizan la tiltima ocupacién formativa de Piruru: dos de ellos son todavia importados, los otros tres podrian ser producidos localmen- te. La disminucién de las importaciones y la implantacién eventual de una fabricacién local de cerdmica, irfan a la par con el modo de vida sedentario del grupo Pirwa IIL. Las cermicas del Formativo Inicial provenientes ya sea de sitios ceremoniales o de asen- tamientos domésticos son en su conjunto relativamente rudimentarias (a excepcién de las cera- micas Wairajirca). Por el contrario, la alfareria del Formativo Medio presenta una buena calidad técnica, formas variadas y decorados mas complejos. Unicamente, las de Pirwa IT se demarcan como un conjunto muy radimentario, lo que podria ser el resultado de una implantacién tardia de la produccién local. Pero, aunque se verificara esta interpretacién, ella no explicarfa e! hecho de que los tipos Pirwa II petmanecen un tanto invariables a través de todo el Formativo Inicial, hasta el Formative Medio. Dentro de una perspectiva de la historia de las formas, este aspecto estitico de la alfareria Pirwa podria explicarse, asi como para la arquitectura, por la funcién do- méstica, Esto equivale a sugerir que una forma adaptada a las necesidades cotidianas, ya sea que se trate de casa 0 de vajilla, puede ser reproducida durante mucho tiempo, hasta que unas trans- formaciones profundas, tecno-econémicas 0 socio-culturales, la conviertan en “fuera de moda” y den hugar a cambiarla Para concluir, la época de accleracién del fendmeno neolitico, en el Preceramico Final, esté marcada por la introduccién y el desarrollo de las técnicas de construccién. La innovacién principal consiste en Ia utiizacin de materiales pesados para erigit los edificios y, al mismo tiempo, una nueva manera que tiene el hombre de estructurar su espacio social, tanto piiblico como doméstico. El ejemplo de Pirura permite poner en evidencia la importancia del factor ideolégico y religioso, no solamente en el proceso de fijacién territorial sino también en el desa- rrollo de técnicas, tal como ello es indiscutible en la época de la tradici6n Mito. La importancia de las creencias religiosas, manifestada especialmente en la precocidad de una arquitectura cere- monial, es una caracteristica original de la neolitizacién andina. Los hechos arqueol6gicos actua- les demuestran que la sierra se distingue de la costa por un surgimiento tardio de la arquitectura doméstica y de la aglomeracién aldeana. En el Formativo Inicial y Medio, la permanencia del asentamiento se adquiere de modo progresivo, desde el caserfo hasta la aldea; en cuanto al se- dentarismo, éste parece haberse producido antes en los Andes centrales que en los septentriona- les y meridionales, donde la aparicidn de aldeas podria en efecto ser posterior (47). La larga ‘ocupaci6n precerémica y formativa de Piruru pone en evidencia que la regin del Alto Marafién juega un rol precursor tanto en la aparicién de los santuatios como en el surgimiento de las al- deas y qu ella se encuentra ala vanguard def neoitactn ene cordlers dels Andes cen trales. 46, Burger, 1984, 1985; Terada, 1979; Inumi y Terada, op. cit. 47, Terada y Onuki, 1985; Browman, 1970. 38. E. BONNIER, C. ROZENBERG Bibliografia AURENCHE Olivier 1982 “Les premiéres maisons ct les premiers villages", La Recherche, no. 135, pp. 880 a 889, 7 fig. 1 tab,, 4 ref. bibl. BENFER Robert 1986 “Holocene Coastal Adaptations. Changing Demography and Health at the Fog Oasis of Paloma, Peru, 17800-5000 BP”, Andean Archaeology, Papers in Memory of Clifford Evans, ed. by R. Matos, 8, ‘Turpin, H. Eling, Monograph XXVII, UCLA, pp. 45 a 64, 2fig., 3 tab., 73 ref. bibl. 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