La vida cotidiana como termómetro de la ciudadanía
EL PASAJERO COMO CÓMPLICE
Por: Luis Felipe Ulloa
Jinotepe, Carazo, Nicaragua, Febrero de 2010
La vida cotidiana es en últimas la que te
muestra cómo vive la gente y allí descubres –
desde el corazón- cómo marcha un país y hacia
dónde va. Mirarla con atención permite a
gobernantes, políticos, académicos, maestros, y
todo tipo de protagonistas de la vida real
construir interpretaciones útiles y generar
propuestas aterrizadas.
El transporte público es uno de esos espacios
fascinantes de la cotidianidad. Yo tengo la
suerte de ser un pasajero frecuente de los
busitos interlocales que hacen el recorrido
entre Carazo y Managua, por el Crucero y por
Ticuantepe. Uno puede disfrutar los paisajes de
esta hermosa zona del país, alegrarse con los
gestos especiales de una señora pasajera que
apoya a otra que se siente mal, una pareja de
chavalos con ojos enamorados, la amabilidad
de un simpático ayudante cargando los bultos
de un anciano que se sube, o el agradable
conductor entregando caramelos gratis para
ganar pasajeros. Hay pues viajes que son muy
sabrosos y ojalá eso se quede, pero hoy quiero
concentrarme en los que no lo son y me quiero
referir en especial a los buses pequeños, que
son los más caros.
Usted llega a la terminal en Jinotepe, e
inmediatamente es pescado por dos o más
hombres, los “peseros” (solo hay hombres en
este trabajo) cada uno la hala hacia un bus
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distinto, hasta que finalmente alguno logra
depositarlo a toda costa en el asiento, o la
banca de uno de los transportes. Es fácil ver
quiénes son pasajeros nuevos en estas lides,
por sus caras de sorpresa. No es raro que entre
peseros de distintos buses se armen unos
conflictos que incluyen duros improperios,
gestos de no muy buenos amigos, y amenazas…
como hacen los boxeadores y luchadores antes
de las peleas… pero aquí no hay peleas, al
menos no son visibles. Es puro show… casi
siempre.
El bus “expreso” arranca cuando ya está
suficientemente lleno. “Suficientemente lleno”
puede significar que todos los asientos están
ocupados… pero una vez toca la carretera, el
artefacto hace varias paradas para cargar más y
más y más pasajeros… y más. Las quejas son
siempre en voz baja –shh que no los identifique
la autoridad- y a veces son de los mismos
pasajeros que ya se subieron como exceso en
una parada ilegal anterior. Hay ciertos sitios
donde el conductor estaciona por varios
minutos para que lleguen otros cuantos: a la
salida de la terminal, en el parque universitario,
cerca al mercado de Diriamba, en El Crucero, en
la estación de combustible de Siete Sur… Por
la otra ruta, he tomado buses que pasan San
Marcos, y luego se devuelven tomando el
desvío para dar otra vuelta tras más pasajeros.
Hay personal para chequear que los buseros
no infrinjan las normas, pero hemos visto casos
en los que estos controladores suben pasajeros
a algún vehículo. El busito va por la carretera a
alta velocidad, cruzándose de carril y es
frecuente que algunos pasajeros ayuden a
hacer maniobras ilegales. Algunos piden más
velocidad. Es normal que los mismos viajeros
alerten al conductor de la presencia de policías
y hagan que quienes van de pie se agachen.
Ellos creen que están engañando a la autoridad
pero en realidad se están haciendo trampa a sí
mismos. Luego los escucharemos hablando
mal de este cuerpo nacional. En una ocasión el
ayudante hizo que un señor que recogieron,
bastante robusto por cierto, se sentara en la
misma banca donde estaban unos niños que
habían pagado su pasaje, obligándolos a
sentarse uno sobre otro, prácticamente
aplastándolos, y cuando yo protesté, los
pasajeros tomaron partido por el busero, es
decir contra los niños. No ha sido la única vez.
A los niños cuando van solos se les pisotean sus
derechos en estos transportes, con la
complicidad de los pasajeros.
Varias veces he visto a algún conductor
imponiéndose sobre una pasajera que se queja
con toda razón, por la alta velocidad, porque al
vehículo le va sonando algo raro, porque el
conductor seguramente con una pena de amor
ha repetido ya 10 veces el mismo corrido
mexicano. En esos casos lo que el conductor les
ha dicho con tono autoritario disfrazado de
amabilidad es que se bajen de SU vehículo. Y
poco más pasa. El ejercicio de la protesta del
ciudadano y el de solidaridad con la protesta en
estas situaciones cotidianas lo vamos viendo
reducido a una mínima expresión. La gente que
ya ha aprendido a comportarse “a como debe
ser” se queda callada. Una noche terminé yo
manifestando mi apoyo a la muchacha
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estudiante que protestó en la terminal de
Managua y aceptó salirse, hablé en voz alta e
hice lo mismo. ¡Gesto inútil! Nadie más lo hizo
y los puestos que dejamos fueron ocupados
rápidamente por otros. Puedo mencionar un
solo ejemplo en otra dirección. Salía el uno de
los últimos de la capital a Carazo y cuando aún
íbamos por las calles de Managua, una señora
protestó francamente porque al vehículo, uno
de los últimos a Jinotepe, le traqueteaba algo y
podía ser peligroso. Cuando el conductor le
ordenó que se callara o se bajara, yo riposté
diciendo que se detuviera para bajarme, que
me iba con ella, y pedí apoyo a los demás. Esa
vez otros dos pasajeros lo hicieron. El chofer se
calmó, se detuvo, revisó el vehículo… y
tuvieron que enviar otro artefacto de esos.
¿Qué hubiese pasado si no protesta ella?
¿Quién hubiera respondido? Todos y todas
cómplices.
Algunos ayudantes intentan quedarse con el
cambio, y tienen sus maneras. Te reciben el
billete y ya no vuelven a mirarte… como si no
existieras. Hay que recordarles sin pena que te
tienen un dinero y cuando lo haches te
devuelven como si nada hubiera pasado o
hubiera podido pasar. Simplemente lo intentan.
En algún caso este año el ayudante se bajó
antes de llegar a Jinotepe desde Managua,
quedándose con el dinero de dos personas más
y el mío. Nos tocó levantar la voz fuerte. Claro,
eso no fue solidaridad sino defensa individual
de cada uno, sobre lo suyo.
Hay ocasiones en las que habiendo tomado el
bus con el tiempo suficiente para llegar a mi
clase, y una vez en Managua, luego de que el
conductor se detiene en el Siete Sur para
recoger pasajeros urbanos que van a la UCA, el
vehículo se ha desviado para llevar una pasajera
con canastos al mercado, sin importar el tiempo
de todos los demás usuarios, o se desvía unas
cuadras para recibir o entregar algún paquete.
Por supuesto algunos llegamos tarde y nos
importa porque entonces no cumplimos con lo
que nos corresponde en la sociedad. Mi clase
se achica, los estudiantes no aprenden lo que
debían aprender, y eso a su vez tendrá
consecuencias en sus quehaceres. Es la típica
cadena de consecuencias: unos hacen mal, y al
hacerlo hacen que otros hagan mal y la cosa
sigue. En el bus o la gente no se preocupa por
sus quehaceres, o simplemente se tragan su
protesta. Cualquiera que sea la respuesta es
preocupante
Bueno, ya en la lengua diaria este transporte, y
especialmente el de los busitos más chicos, se
conoce como los “intermortales”, y si dices
“interlocales”, inmediatamente alguien te
corrige: “¡Intermortales!”. Es un chiste, pero
sobre todo no lo es. Gajes del pensamiento
complejo. La población tiene una tremenda
capacidad de cuestionar desde el humor
incisivo los asuntos de todos los días, pero
también ha desarrollado a la par una tremenda
actitud de no intervenir. Las voces fuertes, se
han venido opacando por años. Las pocas que
he visto en cuanto a transporte, siempre han
sido de mujeres, parece que a los hombres nos
apena reconocer que nos importa el peligro, o
protestar por una incomodidad o reconocer la
afrenta de un derecho. Solamente aparecen
otras palabras de protesta, aisladas, sin eco,
ineficaces, cuando la víctima es uno mismo o
alguien cercano… y se callan pronto, porque ya
le corresponde a la otra víctima de turno. En
pleno 2010 podría afirmar que si usted usa esos
vehículos y aún no ha vivido algo así…
probablemente le va a ocurrir… Aunque
también podría ser que de tanto ocurrir ya no lo
esté viendo.
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Y ahora mirémoslo desde otra óptica, como
educadores y padres de familia: Los niños y
niñas que viajan en estas situaciones, están
recibiendo clases alternativas, y muy eficaces
de cómo no ser solidarios, de cómo irrespetar la
ley y a la policía, de cómo plegarse hacia los
poderosos. En otras palabras: Los estamos
dejando corromper con nuestro silencio dentro
y fuera del busito.
Para mí, esta es una radiografía de la sociedad
que vamos construyendo, o dejando que se
construya. Y aquí no estoy hablando de
gobiernos, sino de la actitud y perspectiva de
gente como usted o yo. ¡Cómplices! El
conductor es el jefe, nos lleva como quiere,
incluso a un accidente grave. Allí reflejamos la
relación que nosotros construimos con la
autoridad (política, educativa, religiosa,
deportiva, laboral, comunitaria, familiar,
delincuencial, etc.), y también la relación con
quienes se definen “ dueños". Ellos dueños de
sus vehículos o asumiéndose como tales.
“Como tales” nuestra mente les pertenece y
hemos de ser “incondicionales”, fea palabra que
nos describe dejando de ser racionales,
dejando de ser sujetos de derecho y dejando
de ser garantes de los derechos de sujetos más
vulnerables que nosotros. Obedientes y
fácilmente amaestrables ¿Es lo que queremos?
No es fácil hacer visible este tipo de situaciones
diarias, y convertirlos en situaciones de análisis,
a pesar de que la vida cotidiana, es la que nos
muestra para dónde va el país. Por un lado si
las autoridades, los académicos, los miembros
de organizaciones de la sociedad civil, los
analistas, etc., se movilizan en auto particular,
del estado o de sus instituciones no van a sentí-
pensarlas. Por otro lado si se movilizan en
vehículos públicos pero al salir de su trabajo, se
quitan los lentes de ver críticamente al mundo,
y se desconectan en el viaje, por las razones que
sean, como “ya terminó el trabajo”, o “por eso
no me pagan” o “estoy cansada”, pues tampoco
van a hacerlo... En esos casos los sucesos no
pasarán de una anécdota más a la hora de
cenar.
Una esperanza que tenemos a mano son los
estudiantes, pero si seguimos llevándolos desde
las aulas escolares y universitarias, a que miren
por encima de su realidad, si no les
proponemos que conviertan sus escenarios, y lo
que en ellos ocurre, en motivo importante de
aprendizaje y objeto de transformación, si no
les prestamos la debida atención para que
puedan hacerse peguntas, investigar y
problematizar sus propias realidades,
entendiéndolas como conectadas con las otras
realidades, otros tiempos-otros territorios… no
estamos haciendo mucho. No nos enredemos:
Si no tocamos la cotidianidad, en cada una de
sus presencias, los niños, y las niñas seguirán
haciendo y omitiendo lo mismo que nosotros en
el busito que va de Jinotepe a Managua.
Si es así, mejor dejemos de quejarnos de la
juventud, y reconozcamos que los jóvenes
tienen de qué quejarse de la generación que les
antecedió. Sigámoslos viendo, pero ya dejemos
de murmurar y señalarlos cuando van por la
calle muy seguros de su atuendo “rebelde”,
pero convertidos en vallas publicitarias vivas
para las transnacionales; Callémonos cuando
nos damos cuenta de que escogen entre 3, 4, 5
opciones de supuesta rebeldía, que se tragan la
idea de las “tribus” sin saber que también
lucran a transnacionales y a los adultos ricos
que las manejan y que aunque no parece, y no
les interese, son invisibles creyendo que no y
lo seguirán siendo en ese camino para la
historia; No nos rompamos la cabeza
preguntándonos por qué tantos (los que tienen
algo de $$$) se la pasan metidos en redes
virtuales con otros en otras partes del mundo
que como ellos también están aislados de su
mundo circundante… jugando a distancia,
hablando de marcas, cambiando
personalidades, haciendo sexo virtual, y… (Sigue
la sarta de posibilidades). Y no nos asustemos
cuando nos encontramos en el barrio o en los
diarios con los que en medio de la carencia de
explicaciones y opciones apropiadas, optan por
caminos que aunque pueden acortarles la vida,
que poco vale así, les pueden permitir lucrarse
rápidamente y obtener lo que de otra manera
no podrían. Todo eso mientras los hijos de
quienes manejan los hilos del poder se van
preparando para continuar manejando las
empresas de sus padres, y hay quienes los
protegen y quienes les bendicen.
¡Feliz viaje en el trayecto Managua-Jinotepe y
viceversa!
…---…
Notas:
Jinotepe es una ciudad de Carazo, en Nicaragua.
Luis Felipe Ulloa: es docente en la maestría “Políticas
Sociales, protagonismo y Derechos de los niños niñas y
Adolescentes” de la Universidad Centroamericana de
Managua (UCA). Autor de varios libros, entre ellos:
“Protagonismo desde adelante, desde atrás. Desde todas
partes” (Fondo Editorial Libros para Niños, Managua, 2009.-
fondo.editorial@turbonett.com.ni )
Palabras claves:
Ciudadanía, Participación, Protagonismo, Vida cotidiana,
Jinotepe, Adolescencia, niñez, formación ciudadana
Tomado de: http://www.scribd.com/doc/33029514/EL-
PASAJERO-COMO-COMPLICE-cotidianidad-y-ciudadania