Vous êtes sur la page 1sur 113
Pablo De Santis Pablo De Santis __ 7 Filosofia y Letras Dela obra del genial escritor Homero Brocea silo secon- serv las versiones infnitas de un tinico evento, per hay de que en el quinto piso del ruinoso eificio dela fa- Clad de Flowflay Letras, entre toneladae de popees sbandonados se esconde su obra secreta. H narrador, Es {eban Miré, conocea tres critics que recorren eslaberin- toyyluchan entre si por el honor de ser los nicosexégetas de Broces. La erica literariaseconvierteen un ofc peli- ‘g7oso, Hl camino hacia Brocca pronto quedard sembrado de cadiveresy slo aleanzars Ia explcacin del enigma ‘quien legue alee los papeles ocultos del esritor. (Con Filosofia y Letras, Pablo de Santis nos sumerge en tun mundo inesperado,regido por leyes oscuras. La let ‘use transforma en un recorrida de intrigas por lugares rulnosos, mundos espectrales,realidades alteradas, que conducen al lector a una experiencia faseinante de ls i= Flsofay Letras, quis lo mejor que De Santis haya pu blicado hasta ahora y sin das inode os libros mis org nals de a iteratura argentina acta Seix Barral iblioteca Breve x sen] A eyosopy saues aq ofqed ‘Seix Barral Biblioteca Breve Seix Barra Biblioteca Breve Pablo De Santis Filosofia y Letras ep Bon Asoes| Beinn ps) 92 Gap fae Arps SALC Sart Tepe 110028 Dns ie einen et i 3250p dg quien 1.72 {Spenen gene | Abana | PRIMERA PARTE CRITICA, InTRODUCCION Del viejo edificio dela facultad queda hoy una rui- na con un guardin en la puerta. Muchos libros han si- 4 retirados en cajas de cart6n y bolsas de nailon y de- ivados al sétano de l Biblioteca Central, donde esperan el momento de una nueva clasificaci6n. Nadie sabe ‘cuintos volmenes permanecen todavia perdidos 0 se pultadas. ‘Algin investigador se atreve, de vez en cuando, a in- temnarse en el palacio en ruinas para recorrer los pasillos llenos de escombrosy la escaleras bloqueadas. Después de trepar por las sogas que cuelgan en los huecos de fos ascensores se llega als institutos. En ef momento dela catdstrofe funcionaban todavia ls sedes de Filosofia An- tigua, Neuroling0istca, Lenguas Muertas, Literatura Na- ional y dos o tres que ya no recuerdo: también en mi cabeza abundan los escombros. Desde que ocurrié la catéstrofe varias veces entré ‘en el edificio para buscar los papeles que son el centro de esta historia, Hoy volMt, pero con otro mativo: esta- ‘ba decidido a esribir las primeras paginas de mi infor- sme. ¥ sélo en est sitio en ruinas puedo comenzar. Recibt al llegar, como todo visitante, una placa identificatora (por completo absurda, ya que no ay na- dic ene edificio ante quien presentarlaidentifcacién), ‘el barbijoreglamentario (estuvo en boga lateoria de que el polvo de los libros es perjudicial para la salud) y una. linterna, porque no hay Iuzelécricay vastos sectores de laruina esti alejados dela luz natural. Firmé os docu- ‘mentos de rigor, crucé el hall y empect mi expedicién. Mientras caminaba por los pasillos me decia «no hay. nadie» pero me parecia ofr raidos detris de los papeles. Los fantasmas crecen al amparo de las column Ilasy guaridas formadas por libros perdidos, docuren- tos de toda case, planillas contables,y los miles de mo- rnogeafias que los alumnos acumularon a lo largo de ‘ocho décadas. Subt hasta el primer piso por los restos de la esca Tera central. Como el acceso al segundo estaba clausura- do caminé entre paredes formadas por carpetas desco- loridasy bolsas de escombros.En esta parte del eificio, la catésteofe presenta vagos indlcios de organizaci6n. Los escambras se agrupan en caprichosos sectores. No ‘esque al cosa sirva de algo, ya que el lugar estécomple- tamente abandonedo y nadie se encarga de restaurarlo (lo que seria imposible) ni de demolerlo, pero la ubica- cidn de carteles, cintas de colores y bolas negras le dan ala ruina un aire de racionalidad. Milinterna espanté a un ejéeito de cucarachas. Ea alguna parte se oy6 un ruido —como si alguien cami- zara sobre vidrios rotos— y temi que fuera uno de los sanguinarios hurones que las autoridades han importa- do dela India para evitar le multiplicaci6n de las ratas. La puerta del instituto de Literatura Nacional estaba sin Ilave, Puse sobre el esritorio la Underwood 1935: el s- ‘pero golpe de las techs es el tinico ruido humane que ahora se oye a mi alrededor. Me cuesta mucho escribir, creo que no me hubie~ +4 enfrentado a mis infinitas vacilaciones a la hora de twabajar, si no me hubicran encargado las autoridades ela facultad mi versi6n de los hechos, con la promese desu publicacién en el Boletin de Humanidades. Le des- tinardn, me dijeron, un mimero entero. ‘Das ates intenté, por primera vez, poner en pala ‘bras mi aventura. No pasé de unas pocaslineas incom: prensible, Probé varias veces, a distintas horas, a mi ‘quina y a mano, hasta que descubri que sélo aqui pod ‘comenzara escribir la verdad, Por eso vine al lugar del fio, el polvo ye! miedo. Cuando le euento mi peregrinaje por entre los es- ‘combros, mi amigo Grog me dice: «No son los asesinos sing ls sobrevivientes los que vuelven al lugar del cri- ELinstiruto Entré a trabajar en la facultad una semana después ‘de haber cumplido los treinta aos. Hl edificio del Bajo cera una dependencia casi abandonada, Rodeado de ban- cas y casas de cambio y bares para ejecutivos ¢l eificio ppaecia atin mas pobre y desamiparado por contraste con. Ta riqueza de sus vecinos, Habla quedado reservado pa- ‘alas clases de mdsica (posela una sala deconciertos, un piano de cola y una coleccién de panderetas), la super~ ‘vivencia de los institutos y las lecciones de lenguas orientales. Los alumnos de la facultad rara vez venian, ddemanera que el edifcio pareca una facultad de ausen- tes, Cierta encuesta, que le con la reconfortante desa- 26n de comprobar que nuestros peores vaticinios sobre la decadencia espritual de Ia juventud siempre se cum- plen, revel6 que el setenta por ciento de los alurnnos ig- noraba la existencia del edifcio. Yo habfa pasado, un poco tardiamente, si debo creer enla opinion de mi madre, por ese instante de 20- 2obra que és a obtencién del titulo universitaio, A los tueinta aos, con el pergamino en mis manos, sent que la primera juventud habfa terminado y que la Madurez cesperaba, implacable, con la exigencia de conseguir una cesposa yun trabajo, Desde muy chico tuve pesadillas en Jas que se me obligaba a trabajar en una fibrica, en una carpinteria en tna obra en construcci6n, de manera » {que evité siempre el momento de entrar en el llamado mercado labora Mis necesidades materiales estaban cubiertas:vivia ‘con mi madre en una cast ascética pero confortable, que ‘mantenfamos gracias a su jubilacién como docente y a la renta de unas propiedades que nos habia dejado mi padre. Pero queria irme de alli, y para hacerlo tenfa que conseguir un trabajo Le pedi ayuda sin revela a segun- da parte del plan, Debo mencionar el nombre completo de mi madre ya que en el émbito educativo es bien conocida: estoy hablando de la profesora Estela Korales de Mir6, cuyo ‘nombre igura en la portada de un Manual de Casella- no para tercer ato yen un Manual del alumno bonaeren- 2, Camo directora de colegio, oiaba la demagogia: a recuerdo las incursiones nocturnas de alumnos discon: formes que tiraban piedras contra nuestras ventanas. [Nada de eso la aparté del camino que se habia trazado nla vida, Por eso, cuando me prometié que me conse- uirfa un trabajo en la facultad, supe que cumplira. Durante los aos que se desemper aria del Ministerio de Educaci6n mi madre hizo mu- ‘has amistades. Uno de sus amigos era el profesor Emi- liano Conde, director del Instituto de Literatura ‘Nacional y miembro de la Academia de Letras. Hablé por teléfono con é1y me cit6 una mafana a fines de abril,en el institut. Faia mi primera entrevista con un traje heredado ‘demi padce que me quedaba algo flojo,y mi tnica cor- bata, Me tend la bibliotec de lentes gruesos, que me recibié con la noticia de que dl doctor Conde habia llamado para disculparse, pero {que me esperaba tres dias despues. Repet el trae, la cor- como funcio- dl insttuto, una chica bata, los zapatos lustrados: tampoco esa vez el doctor Conde se present6, —En realidad no viene nunca —

Vous aimerez peut-être aussi