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HENRIDELUBAC MEDITACION He le ICLESIA EDICIONES DESCLEE DE BROUWER TABLA DE MATERIAS PROLOGO ... . ase, ony 280 2b ge Ee ADVERTENCIA A LA 2." EDICION FRANCESA ... Capitulo I—La Iglesia es un misterio. El tiempo de la reflexion El siglo de la Iglesia . Credo Reciesiam La fe de la Iglesia Luz y sombras .. peer Capitulo T1.—Las dimensiones del misterio. 1. Parentesco de los cristianos .. 2. Desarrollo de la Iglesia 3. Transfiguracién . 4, Continuidad .. Capitulo III—Los dos aspectos de la Iglesia wna. 1. Iglesia visible ... ... ape Santidad de la Iglesia El Cuerpo de Cristo . s Capitulo IV.—El corazén de la Iglesia. 1. «Cuerpo mistico» 2. El sacerdocio ... . 3. La Iglesia hace la Eucaristia ... 4. La Eucaristia hace la Iglesia .. La sintesis de la Eclesiologia. 2 Los dos aspectos de la Iglesia una .. Pag. aI 16 25 33 41 47 54 13 81 87 98 107 115 128 130 141 148 372 TABLA DE MATERIAS Capitulo V.—La Iglesia en medio del mundo. 1. Iglesia y Estado ... 3 157 2. La libertad de las almas 162 3. «La Ciudad donde se concentra la unt dad» 2 eet seer ae nen: se ane) EE 4. Iglesia militante 179 5. La Iglesia y el Mundo ... ... ane aoe SB Capitulo VI—El Sacramento de Jesucristo. 1. La Iglesia y el Espiritu. 2. La Iglesia y Jesucristo ... 3. El anuncio del Evangelio . 4. El testimonio de la vida . Capitulo VII.—Ecclesia Mater. 1, La comunién catdlica ... .. ethos foe OD 2. El hombre de la Iglesia... ... 233 3. Los vinculos de la obediencia 249 4. El Papado ... ... ... . 257 5. La Madre de los Vivientes .. 263 Capitulo VIII.—Nuestras tentaciones respecto de la Iglesia. 1. Conservadurismo y desasimiento = Mt 2. Discernimiento de la critica... ... ... ... 278 3. Adaptacion y fidelidad.. 282 4. E] criterio de la eficacia 287 5. La tentacién de los sabios. 292 Capitulo IX.—La Iglesia y la Virgen Maria. 1. El espejo de la Iglesia ... 305 2. La Madre de los creyentes. 312 3. La Gloria de Jerusalén... . ivy? BaD 4. Comentarios del Cantar ... ... ... ... ... 342 5. La Esposa perfecta, ... ... . a 854 Magnificat ... 365 HENRI DE LUBAC MEDITACION SOBRE LA IGLESIA Versién espafiola de la 2.° edicién francesa por LUIS ZORITA JAUREGUI, PBRO. COLECCION “VERITAS ET JUSTITIA” DESCLEE DE BROUWER 1958 PR O:L, 6 G:@: Antes de publicarse esta obra, todos los temas que en ella se tratan han constituido el objeto de diversas con- ferencias dadas a los sacerdotes en retiros, jornadas de estudio o meses sacerdotales. No tiene cardcter cientifico. Tampoco es un resumen del tratado de Ecclesia. No he- mos abrigado el propdsito de hacer ung nueva investiga- cién, ni de rehacer por nuestra cuenta lo que ya otros han conseguido con éxito. Nos hemos limitado a meditar ala luz de la fe glgunos aspectos del misterio de la Igle- sta, poniendo todo el empeno en centrarlos lo mejor posible. Los numerosos textos que aparecen citados al pie de las pdginas, a veces un poco al azar, tienen por objeto poner al lector en contacto mds directo con los grandes lugares comunes de la Tradicién. de la que sola- mente quisiéramos ser un eco. Con ello deseamos hacer a los demds participes de la alegria siempre renovada que nos embarga, cada vez que escuchamogs el eco de esta gran Voz undnime en la rica variedad de sus mo- dulaciones y de sus arménicos. Atendiendo a su constante invitacién, también nos- otros hemos levantado nuestra mirada hacia la “Jerusa- lén de lo alto”. Su bellezu nos ha caulivado cada vez m&s intensamente. Pero no la hemos contemplado como en suenios. No es que hayamos buscado una especie de refugio en alguna visién irreal que flota por encima de las nubes, huyendo asi de la vulgaridad de las cosas de la vida cuotidiana o de las tristezas que lleva aparejadas la ewistencia. Esta Patria de la libertad que es “nuestra Madre”, se nos ha manifestado en su majestad real y en su esplendor celestial en la entrana misma de nues- tra realidad terrena, en el seno de las oscuridades y de las torpezas que comporta inevitablemente la misién que 8 PROLOGO realiza entre los hombres. La hemos amado con un amor creciente tal como es, no sélo en su constitucién ideal, sino tal como se nos manifiesta a lo largo de su historia y, mas especialmente, tal como se nos muestra en nues- tros mismos dias. Nos ha robado el corazén. Y por eso mismo, ya que “el corazon habla al corazén”, abrigamos la esperanza de que también otros, y en especial nues- tros hermanos en el sacerdocio, podrdén encontrar una ayuda en aquello mismo que tanto nos ayudé, Es posible que algunas de las reflexiones que les ofrecemos les pa- rezcan uni tanto anticuadas, ya que hoy en dia las situa- ciones. cambian tan répidamente, lo mismo que la men- talidad ‘y los problemas vitales, sobre todo para los que, mds que el autor, se debaten en el fragor de la accién. Pero conviene. advertir que no era nuestro proposito eb de. ofrecer a la consideracién de nuestros lectores unos! temas de actualidad inmediata. Si Uegdramos a conse- guir que, en una época tan extraordinariamente turbada como la nuestra, cuya turbacién necesariamente ha de repercutir en nuestros espiritus, algunas de nuestras re- flexiones contribuyan a que algunos puedan entrever al- go mejor a la Esposa del Cordero, radiante y maternal, dariamos por conseguido nuestro intento. En ese caso nuestra alegria seria completa. Fiesta de la Cdtedra de San Pedro en Roma Henri dE Lupac ADVERTENCIA A LA 2.° EDICION FRANCESA Apenas se publicé esta obra cuando aparecié toda una serie de trabajos muy dignos de tenerse en cuenta: Y lo hacemos en esta segunda edicién en la medida de lo posible. Por lo demas, no presenta ningtin cambio sus- tancial respecto de la primera. Sus Wnicos cambios con- sisten en alguna que otra precision de conceptos, en algunas citas nuevas de textos de la Tradicion o de do- cumentos del Magisterio o alguna observacién filologica. Si para corregir ciertos detalles nos hemos servido de las delicadas observaciones que nos han hecho muchos criticos, hemos de confesar que todas las recensiones de que tenemos noticia han sido demasiado benévolas. “Este libro”, observaba uno de ellos, “tiene un es- trecho parecido con otros anteriores del mismo autor, e incluso “copia de ellos en numerosas ocasiones”. La ob- servacion es del R. P. Georges Courtade. Prescindiendo de los elogios que acompafian a esta observacién, la sus- cribimos con gusto. Porque la verdad es que no ambicio- namos aportar nada nuevo. Nuestro unico objeto era el de prolongar algo mas la accién, demasiado débil por cierto, que desarrollamos especialmente en el curso de los aflos 1945 a 1950, durante los cuales sentimos con la mayor angustia cémo se cernian tantos peligros, algunos de los cuales se han hecho desgraciadamente harto visi- bles desde aquella fecha. Abrigadbamos la esperanza de haberlo hecho sin desalentar ninguna buena voluntad. Nos atrevemos a expresar nuestro deseo de que a través de nuestras expresiones, que en algun caso quizds sean inadecuadas, puedan todos discernir en definitiva, no ya las ideas o los argumentos de un hombre, sus miras par- ciales o estrechas, sino la voz auténtica de una Madre cuyos acentos siempre tienen para sus hijos una dulzura persuasiva. Comprendemos que ésta es una meta inac- cesible. Pero ojalé nos hayamos aproximado a ella lo 10 ADVERTENCIA A LA 2." EDICION FRANCESA bastante, o hayamos al menos demostrado suficientemen- te nuestra voluntad de tender a ella, para que en ningun caso el efecto de nuestras palabras impida la realizacion de nuestro unico deseo. Entre los peligros de la hora actual, un tedlogo de- nunciaba en 1949 “el espiritu de faccién” que se habia deslizado en ciertos circulos eclesidsticos de nuestro pais, el gusto de “novedades audaces” en la doctrina, el uso de principios “implicitamente modernistas”, la inclina- cién al “esoterismo”, el desprecio de la jerarquia. Que haya o no existido algun cendculo de este género, es cosa que no nos consta. Tenemos la firme esperanza de que no hubo nada de esto. Con todo, nos parece que es innegable que aun en almas muy nobles y leales se debilité a veces el sentido de la Iglesia, 0 al menos que estuve en peligro de serlo a causa de tantas sugestiones contrarias como lo asaltaban por todas partes. De ahi el grito de alarma que no pudimos contener en nuestras conferencias, cuya publicacién hubiéramos deseado que no se hubiera dilatado tanto tiempo. Pero, digamoslo cuanto antes, este grito de alarma era también, y mas fundamentalmente, un grito de alegria. Para quien se da alguna cuenta del beneficio inmenso que supone el simple hecho de pertenecer a la Iglesia, no puede ser de otra manera. Una vez que los ojos se hacen a ver, cla- ramente se advierte cémo en su jardin brotan por todas partes las flores mas maravillosas. Y lo que es mas atin, de cualquiera parte que vengan o se agolpen las causas de tristeza o de inquietud, y cualquiera que sea su na- turaleza y su fuerza, la alegria triunfa abriéndose paso entre las apariencias temibles, alimentandose de todo lo que humanamente deberia extinguirla. Ella lo domina y lo sostiene todo. Y entonces, sirviéndose con audacia del mismo lenguaje que emplea el esposo en el Cantar de los Cantares —este Cantar que San Bernardo nos ase- gura que es “la obra maestra del Espiritu Santo”—, con un ardor que anima una conviccién creciente, el hijo repite a su madre: “jTu voz es dulce y tu faz es bella!”. Que el lector acoja con indulgencia estas explicacio- nes y, sea cual sea su reaccién ante esta obra, que tenga a bien encomendar a Dios a su autor. CapiTULO PRIMERO LA IGLESIA ES UN MISTERIO Mas de una vez se ha hecho observar que en. los si- glos mas tradicionales se hablaba poco de la Tradicion. Esto es debido a que estaban inmergidos en ella y de ella vivian. Leian personalmente los Libros santos. No se formulaban habitualmente ninguna cuestién a este respecto. La Tradicion no constituia para ellos el pasado sino el presente. No era tanto un objeto de estudio como la forma misma de su pensamiento. No investigaban sus monumentos sirviéndose de los recursos de la erudicién y de los métodos de la critica: usaban de ellos como de su propio patrimonio, interpretandolos con una libertad que no excluia sino que, por el contrario, incluia una fidelidad profunda a su espiritu. El hecho de estar en posesion de la cosa les dispensaba hasta cierto punto del concepto. Toda la riqueza de la Tradicién les perte- necia; y ellos la hacian fructificar y luego la transmi- tian sin detenerse en mas reflexiones sobre ella. Toda reflexion supone un alto, una separacién, un corte. Toda reflexion, al menos al principio, es una espe- cie de planteamiento de la cuestién. Es verdad que a medida que pasan las generaciones, llega un momento en que se hace necesaria. Por otra parte nunca falté del todo. Y hasta se extrafia uno de descubrir retrospectiva- mente y ya desde un principio tantos esbozos de re- flexion. Pero no se trataba sino de esbozos. Pero he aqui que, a impulso de determinadas circunstancias, la re- flexion se impone con una fuerza creciente, y brota de todas partes. Ella se situa en el centro mismo de su objeto, desde él domina los caminos que a él conducen, explora sus fundamentos ocultos e indaga sus ramifica- 12 MEDITACION SOBRE LA IGLESIA ciones mas lejanas. Haciendo alternativamente el oficio de historiador, de critico, de filésofo y aun de gramatico, la reflexion trabaja febrilmente. Este fenoémeno sucede generalmente cuando todo este patrimonio que era hasta entonces. objeto de una pose- sién tranquila empieza a ser discutido por uno u otro motivo. Surgen dudas sobre su valor. Se establecen com- paraciones insidiosas entre su forma actual y la que te nia en sus origenes. Todos sus elementos son llevados al tamiz. La critica cientifica y la religiosa se apoyan mu- tuamente, Se pregunta si todo este conjunto de creen- cias y de costumbres es verdaderamente auténtico, 0 si no se ha entorpecido y corrompido a lo largo de los siglos. {No se podra decir quizds que toda esta herencia es un peso mas que una fuerza? ,No se podra afirmar que actualmente constituye un obstaculo para la vida que tenia la misién de suscitar y transmitir...?!. Cuando esto sucede, se hace de todo punto necesario reflexionar sobre aquello de que se vivia. Ha pasado el tiempo de una cierta plenitud ingenua. Hay que volver atras. Hay que investigar los fundamentos de lo que se ha puesto sobre. el tapete. Para hacer, si el caso lo requiere, una criba prudente, o para conservar con conocimiento de causa lo que otros condenan y rechazan, hay que estu- diarlo desde un nuevo punto de vista. Con ello no se pretende tanto realizar un trabajo de justificacién como, sobre todo, de elucidacién. No domina aqui el afaén de refutar: lo fundamental es ver claro, darse cuenta. Por eso, a partir de la Reforma, se ha hecho necesario estudiar la Tradicion. De ahi vinieron tantos estudios, tantas definiciones, precisiones, distinciones e incluso tantas disputas, tantos tratados de nueva estructura y tantos trabajos de gran mérito —sin aue se pueda afir- mar a pesar de todo eso, por desgracia, que el sentido de la Tradicién sea siempre mas seguro o mas vivo en las generaciones presentes de lo que fue en los tiempos pasados. Lo que, por Jo menos, se ha conseguido es que, bajo un aspecto enteramente distinto del que antigua- mente tenia y en una perspectiva que es frecuentemen- 1. Véase, por ejemplo, el largo y curioso capitulo 79 de Verbum abbreviatum, de Pierre LE CHANTRE, Contra traditionum onerositatem et multitudinem (P. L., 205, 233-239). I. LA IGLESIA ES UN MISTERIO 13 te inversa, la doctrina de la Tradicion se ha mantenido e incluso se ha consolidado’. Gracias a esta renovacion reflexiva, ha salido victoriosa de la crisis que, humana- mente pensando, hubiera acabado por hacerla desapa- recer. Algo parecido sucede en nuestros dias por lo que res- pecta a la Iglesia. La Iglesia se manifiesta con un vigor incomparable ya en los documentos de los primeros si- glos —por no hacer referencia a la misma Escritura—. Ya desde un principio se echa de ver que ella tiene una conciencia extraordinariamente profunda de su ser. La idea de la Iglesia aparece por todas partes, e impone su forma a las exposiciones de la fe. Pero también es cierto que muy pronto se ha visto en la precision de reflexionar sobre si misma. No ha habido ninguna gran herejia que haya tenido que vencer, que no la haya obligado a re- flexionar: es que bajo uno u otro aspecto, siempre habia algo que estaba amenazado en ella, sea que se tratase de la Trinidad, de la Encarnacién o de la Gracia. Todos los misterios que tuvo que ir escrutando le brindaron ocasién para ello: y es que esta relacionada y compro- metida en todos y en cada uno de ellos. Pero parece que nunca hubo una circunstancia que obligara a este es- fuerzo de explicacién, que es a un tiempo de anilisis y de conjunto, a este esfuerzo de comprensién total al que empezamos a asistir? 2. A partir de las negaciones protestantes, se viene dando, y con justa razén, a la Tradicién un relieve explicito que no se le daba en la antigua teologia. Esta s6lo hacia mencin ordinaria- mente de la Escritura (aunque también se encuentran en ella textos relativos a la Tradicién). Pero siempre era la Escritura leida en la Iglesia, interpretada por los Padres, recibida en la Tradicion. Cf, Edmond OrTIGUES, S. M., La Tradition de l’Evangile dans VEglise, en Foi et Vie, julio de 1951. Como ejemplo del punto de vista. moderno, cf. Bruno de SoLaGEs, Le Procés de la Scolastique, en Revue thomiste, 1927, pp. 330-332. 3. Cf. Joseph-André JUNGMANN, S. J., U'Bglise dans la vie religiewse danjourd’hui, en VRglise est wne, hommage a Moehler, por Pierre CualLurr, S. J., pp. 334-348. Mons. Charles Journer, Paglise du Verbe incarné, t. II (1951), p. 60. La obra Precis de Theo- logie dogmatique, de Mons. B, BARTMANN (trad. M. GAUTIER, 1935, t. TI, p. 146), dice con un tanto de exageracién: «La Iglesia vivio durante un perfodo de quince siglos sin reflexionar sobre su natu- raleza y sin tratar de precisarla por una definicién légica». Era menester estar dominado por un sorprendente prejuicio o ser de- 4 MEDITACION SOBRE LA IGLESIA En efecto, desde hace algun tiempo se viene hablando mucho de la Iglesia; mucho mas que antes y, sobre todo, en un sentido mds comprensivo. Todos lo pueden com- probar. Algunos creen incluso que se habla un’ tanto demasiado y con demasiada desconsideracion. Y se pre- guntan si no seria mejor esforzarse sencillamente, como Jo han hecho tantas generaciones, en vivir de ella. A fuerza de considerarla desde fuera para estudiarla ;no se habituaraé uno en el fondo de si mismo a separarse de ella? {No se corre el peligro, si no de cortar, si al menos de aflojar los lazos intimos sin los cuales no se puede ser verdaderamente catdlico? Tantos alambicamientos, tantos problemas sutiles, con toda la agitacién intelec- tual que suponen, json acaso compatibles con aquella an- tigua sencillez y con aquel espiritu de obediencia que han caracterizado siempre a los hijos fieles de la Iglesia? Por lo demas, afadiriamos de buena gana, la Iglesia no es una realidad de este mundo que se puede medir y analizar como se quiera. “Mientras dura la presente con- dicion, la Iglesia no puede ser conocida con toda perfeccién, sino que permanece oculta como bajo un velo” +, Y es que la Iglesia es un misterio de fe*. “Como los demas miste- rios, también ella sobrepasa la capacidad y las fuerzas de nuestra inteligencia” ®. Y lo que es mas, se puede afir- mar que ella viene a ser para nosotros como el lugar don- de confiuyen todos los: misterios. Pero e] misterio excluye masiado candido para observar como una que Ori- genes «en su de Principiis no consagrara ningtm capitulo a Ja Igle- siay: Eugene de FAYE, Origéne, t. TI (1928), p. 275. BERENGAUD, Expositio super septem visiones libri Apocalyp- sis: «Ecclesia, quamdiu in hac vita consistit, agnosci perfecte non potest, sed quasi sub quodam velamine absconsa tenetur> (P. L., 17, 947 A). Catecismo romano, c. 10, n. 21: «Cum igitur hic articulus non minus quam caeteri intelligentiae nostrae facultatem et vires superet, jure optimo confitemur, nos Hcclesiae ortum, munera et dignitatem non humana ratione cognoscere, sed fidei oculis intueri>. De ella se puede afirmar lo que la enciclica Mystici corporis dice de la inhabitacién del Espiritu Santo en nuestras almas: «También es necesario que adviertan que aqui se trata de un misterio oculto, el cual mientras estemos en este destierro terrenal de ningin modo se podré penetrar con claridad ni expresar con lengua hu- mana». (Traduccién espafiola oficial, edicién del Secretariado de Publicaciones de la Accién Catélica Espafiola, n° 82) 6. Catecismo romano, Pars prima, I, 4; 10, 21. J. LA IGLESIA ES UN MISTERTO 5 toda indagacion curiosa. Hay que creerlo en la oscuridad. Hay que meditarlo en silencio. Altiora te ne quaesieris... 7. Basta con recordar, en la antigiiedad, las lamentacio- nes de un San Efrén’, las quejas de un San Hila- rio®, o de un San Basilio”; en la edad media, el disgusto de un Guillermo de Saint-Thierry "', los escrupulos de un Alain de Lille '*, y mas recientemente la indignacién de un Pascal’. Cuantos otros creyentes se han lamentado de tener que hablar de lo que ellos hubieran querido y hubieran debido limitarse a adorar, maldiciendo de aque- Mos que les forzaron con sus provocaciones a lanzar, por asi decirlo, el objeto sagrado de su fe al torbellino de las teorias y disputas humanas... Por fin, jno parece que en el caso de la Iglesia hay ademas un motivo especial para guardar reserva? Como cristianos que somos, nosotros te- nemos fe y esperanza: pero esto mismo éno es acaso propio de la Iglesia? ;Por ventura no es ella, en el sen- tido mas genuino y fundamental de la palabra, como se vera mas tarde, la asamblea de los fieles, es decir, de los creyentes? ;No es ella la reunion de “os que invocan el nombre del Sefior” * y esperan su retorno? Como Su 7. | Eocli., 11, 22, Expresién citada con mucha frecuencia desde San AGuSTIN, Ad Orosium, c, II, n. 14 (P. L., 42, 678). Cf. Corpus mysticum, VEucharistie et VEglise au moyen age (2 éd., 1949), pp. 268-269. Cf. Prov., XXIII, 5. 8. De Trinitate, 1. TI, c. 2 (P. L., 10, 51) 9. Himno 79, estrofa 10. (Edm. BECK, Die theologie des hl. Ephraem, Studia anselmiana, 21, 1949, p. 64). 10. Homilia 15, sobre Ia Fe (P. G., 31, 464 B). Cf. Diadoque de Photice, Cent chapitres sur la perfection spirituele, XXIL (éd. Edouard des PLACES, «Sources chrétiennes>, 5, p. 88); Homélies clémentines, hom. 19, ¢. 8; hom. 20, c. 8, etc 11. Aenigma Fidei (P. L,, 180, 194; cf. col. 409). De sacramento aitaris, c. 11 (col. 359 B). 12. Hlucidatio in Cantica, a propésito de la Asuncién: «Ne evigilare faciatis dilectam meam... Monet Christus filias Jerusalem, id est Ecclesias, quod de resurrectione gloriosae Virginis nunquam deficient... quod a patriarchis, prophetis et apostolis distinctum non est> (P. L., 210, 74). 13. Contra los que . También es conocida la reflexion de José de MAISTRE, du Principe générateur des constitutions politiques: «La fe hubiera sido mas angélica si la oposicién sofistica (de los protestantes) no la hubiera obligado a evolucionar> (OEuvres, t. Vi, p. 13). 14. Act., I, 21. Rom., X, 18 et IV, 24-28. Cf. Lucien CERPAUX, le Christ dans la théologie de saint Paul (1951), pp. 260-261. 16 MEDITACION SOBRE LA IGLESIA Santidad Pio XII lo recordaba no hace mucho hablando de los laicos, ,acaso no somos nosotros mismos la Igle- sia? 5. Por eso, si en vez de contemplar el objeto de su fe y de invocar el objeto de su esperanza, uno se vuelve para contemplarse a si mismo y hace de su misma perso- na el objeto de su estudio, ;no habra que temer que, a causa de esta morosidad y de esta especie de propia com- placencia, semejante a la de aquel que quiere escucharse cuando ora, se constituya en pantalla entre su mirada y la realidad en la que cree y espera? eek No despreciemos el peligro. La obra de la reflexién es siempre delicada. Ella pone en juego un poder temible y la acechan muchas desviaciones. ;Por cuantos cami- nos, que al principio pasan desapercibidos, puede in- troducirse particularmente el veneno del sujetivismo! Lo mismo que en la vida corporal, también en la vida del espiritu, y mas atin en la vida de la fe, el peligro acecha por doquiera. Pero el hecho de estar prevenido consti- tuye ya de por si una proteccién inicial, al paso que si se deja uno sugestionar por él, el peligro se agrava y queda uno paralizado, Huir de todo peligro eauivale a eludir toda responsabilidad y todo trabajo; es rehusar toda vo- cacion. Equivale ordinariamente, aunque no se reconoz- ca, a declararse vencido de antemano. Y todos los peligros del mundo no pueden dispensarnos de una tarea que se ha hecho necesaria. La historicidad del hombre no constituye una palabra vana. También existe una historicidad del cristiano. Si la fe, considerada en su esencia, no tiene historia —lo eter- no no tiene sucesién— “el fiel y el mundo donde habita, tienen la suya” °. Tampoco podemos refugiarnos a nuestro 15. Discurso de 20 de febrero de 1946 (Documentation catholi- que, 1946, col. 176). 16. Etienne GILSON, la Sagesse et le Temps, dans Lumiere et Vie, 1951, pp. 79-80: . 17. Cf. GUILLAUME DE SAINT-THIERRY, De sacramento altaris, ¢. 11, a propésito de la herejia: «...quod nisi coegisset necessitas de re de qua quaerebatur, viros sanctos et eruditos aliquid sentire et proferre, semper timidae hominum mentes habuissent obscu- rum» (P. L., 180, 399 B). 18. Pio XI, enciclica Mortaliwm animos. 18 MEDITACION SOBRE LA IGLESIA cién, él consigue mantener “en su plenitud, en su inte- gridad y en su autenticidad” la verdad que le ha sido confiada a la Iglesia una vez para siempre. El la hace fructificar “in eodem sensu eademque sententia” ®. Por- que la Iglesia “que tiene encomendada la custodia del depésito de la revelacién divina, jam4s tolera que se quite nada a las verdades propuestas por la fe, ni que se les afiada absolutamente nada” ™. No hay que confundir por consiguiente este progreso con una revelacién progresiva. Pero téngase una vez mas en cuenta que nadie puede oponerse ni ignorar sistemAticamente este progreso sin corromper precisamente aquello mismo que pretendia conservar. . De la misma manera, en efecto, que la fe es una, con- siderada en su principio formal —ya que el creyente “presta su asentimiento a todos los articulos inducido por 19. Concilio Vaticano, Const. De fide catholica, c. 4, citando a Vicente de LERIN, Commonitorium, c. 28. 20. Pio IX, enciclica Nostis et Nobiscum, 8 de diciembre de 1849; Bula Ineffabilis Deus (1854). Como dice también M. GILSON, loc. cit., p. 78, . 1. LA IGLESIA ES UN MISTERIO 19 un mismo término medio que es la Verdad primera” ?)—, asi también el Misterio cristiano, que constituye el objeto o el contenido de la fe, es también uno en si mismo. Den- tro de la multiplicidad de las férmulas que van aumen- tando a través de los siglos, el Misterio cristiano se pre- senta siempre a nuestra adhesién como una realidad total que “esta rodeada por todas partes por- estas férmulas, que no llegan a agotarlo y menos atin a fraccionarlo” ”. Como decia ya San Ireneo, constituye “el cuerpo integro de la obra del Hijo de Dios”, integrum. corpus operis Filii Dei, que muestra la Sagrada Escritura a los que saben Jeerla. Y el mismo San Ireneo precisa atin mas esta idea cuando:dice que este cuerpo unico esta constituido de tal manera que todos sus miembros estén en perpetua inter- dependencia*. Las diversas partes del Dogma estan tan “Smplicadas la una en la otra” que un error que afecte a una de ellas repercute también sobre todo el sistema, y en consecuencia, una de las maneras de egar a este “cono- cimiento de la fe”, que no es un lujo sino una necesidad, consiste en considerarlas en sus mutuas conexiones™. Si hemos de dar crédito a Santo Tomas, todo esto se deduce del mismo nombre de “articulo” de fe que se da a cada una de las verdades cuando se formulan separadamente, ya que este nombre etimolégicamente significa la “eoap- tacioén mutua” de los miembros de un mismo: cuerpo. Pero cuando se ha producido un estado de crisis o se ha Hegado a cierto punto de madurez, ocurre que alguna 21. Santo TOMAS, Secunda secundae, q. 5, a. 3, ad 2m. 22. Luis BOuYER, comentando a Newman, Newman, sa vie, sa spiritualité (1952), p. 239; cf. p. 288. 28, Démonstration de la foi Evangélique, ¢. 1 (traduction P. B.RTHOULOT, Recherches de science religieuse, 1915, p. 368); 4d- versus Haereses, 1. 1, c. 9, n. 4 (P. G., 7, 584), etc. Cf. Emile MERSCH, S. J., le Corps mystique du Christ, études de théologie historique, 2.8 edicién, t. I (1936), p. 817. 24. Concilio Vaticano, Constitucién de Fide catholica, c. 4: 4..A¢ ratio quidem fide illustrata, cum sedulo, pie et sobrie, quac- rit, aliquam Deo dante mysterforum intelligentiam eamque fruc- tuosissimam assequitur, tum ... e mysteriorum ipsorum nexu inter 8e...2 (MANSI, Amplissima collectio conciliorum, t. II, col. 433). 25. Secunda secundae, g. I, a. 6: «Nomen articuli... significa quandam coaptationem aliquarum partium distinctarum; et ideo Particulae corporis sibi invicem coaptatae dicuntur membrorum articuli...». Cf. L. de GRANDMAISON, Jésus-Christ, t. TI (15% ed., 1981), pp. 214-217. 20 MEDITACION SOBRE LA IGLESIA de las partes de este unico Todo, o algun determinado misterio, pasa por asi decirlo al primer plano de la re- flexién. Y se convierte como en el centro vital en torno ai cual se organizan todos los demas en la mentalidad de una generacion. Por eso mismo constituye el punto neu- ralgico hasta el] extremo de que cualquier error o inde- cision respecto de él repercutira mas acusadamente sobre todos los demd4s; y constituye también la bandera en torno a la cual se rifie y se decide la batalla mas decisiva de la ortodoxia. Asi sucedié, en diferentes épocas, con la teologia trinitaria, con la cristolégica, con el dogma de la gracia... Cuando esto llega a ocurrir, sobre ese punto pri- vilegiado es donde se concentran los mayores esfuerzos de la reflexién. No se puede interrumpir su estudio hasta tanto que se sopesen, se limen, se ajusten, se engasten e€ incluso se revisen, si el caso lo requiere, las formulas que podrian servir para expresarlo, “para garantizar asi la mAxima seguridad de la fe”. Nosotros somos_incapaces de conseguirlo por nosotros mismos; pero es Dios quien nos guia en este trabajo que no es de uno sélo sino de todos, y nos proporciona la seguridad de haberlo logra- do. Es cosa que maravilla el ver entonces “con qué vacilaciones, incertidumbres e interrupciones, con cuan- tos avances y retrocesos a derecha e izquierda, con cuan- tos reveses; pero al mismo tiempo con cudnta seguridad y con qué ritmo més firme”, con qué orientacion mas recta y sdlida se desarrolla y llega a alcanzar su madu- rez la doctrina*. Por caminos muchas veces imprevistos, al azar de las ocasiones mas nefastas, por la unién de es- fuerzos que pudieran parecer independientes o aun con- tradictorios, a través de flujos y de reflujos, de olvidos momentaneos o al menos de descuidos, la verdad con- sigue encontrar su equilibrio. La armonia se realiza. Dan- do de lado a la adaptacién de ideas demasiado naturales, venciendo las ambigiiedades, refundiendo por asi decirlo en el poderoso fuego de la revelacién los moldes del pen- samiento, el espiritu va progresando hasta conseguir po- 26. Cf. San HILARIO, de Trinitate, fidei securitatem» (P. L., 10, 100 B). 2. I Cor., TH, 44 28. NEWMAN, Théorie de la croyanc 260-261. IV, ¢. 7: ¢ad maximam (tr. fr, 1850), pp. I. LA IGLESIA ES UN MISTERIO 21 ner a punto una teoria bien recortada. Bajo la asistencia del Espiritu, “la humanidad puesta al trabajo” consigue una vez mas “arrancar del corazén el término definiti- vo! Y parece que hoy ha sonado la hora de realizar este trabajo en lo que respecta a esta parte, 0 a este aspecto del Misterio cristiano total, a este miembro del “cuerpo de verdad”, que es el misterio de la Iglesia. En efecto, por una parte, a la serie de errores y de desviaciones que han aparecido a lo largo de los siglos pasados, que han engendrado tantos cismas, que han pro- vocado tantas discusiones, conflictos y desérdenes, y que aun contintan produciendo entre nosotros sus frutos, han venido a juntarse otras, mas sutiles, que a veces minan ja conciencia catélica aun en aquellos que en modo al- guno sienten la tentacién del cisma o de la herejia for- mal. Son las incomprensiones de todo género que se de- rivan, bien sea del individualismo que campeaba por todas partes no hace mucho, bien sea de los falsos colec- tivismos que han reemplazado hoy al individualismo*. Son las ilusiones, las impaciencias o las criticas que casi siempre van acompafiadas de un amortiguamiento de la fe. Es también a veces el] hecho de confundir los diferen- tes. érdenes, y son las ideas demasiado “naturales”, que la apologética moderna no siempre ha podido evitar del todo#!: asi la Iglesia aparece fundada en principios de- masiado humanos, se le asignan objetivos humanos, o bien se la explica por analogias humanas demasiado poco contrastadas, en vez de contemplarla, tal como Dios la ha 29. Paul CLAUDEL, PEpée et le miroir, p. 65; pp. 68-64: «Una vez que se ha introducido una idea, no se la puede detener. Es necesario que produzca sus consecuencias y sus retofos... El Evan- gelio no ha agotado su misién. A cada generacion que surge hay algo de antiguo y de nuevo que ensefiar, algo suena a nuestros cides que nuestros padres no habian escuchado, una explicacién, una perspectiva, una consigna, una orden nuevas, mientras que a ambas margenes de nuestro ‘progreso se prolonga el panorama negativo. 30. Algunos rasgos de este falso colectivismo han sido bos quejados por Karl RAHNER, S. J., en su ensayo sobre , Gefahren im heutigen Katholizismus (Binsiedeln, 1950). 31. Cf. Pierre CHARLES, S. J., Viearius Christi, en Nouvelle re~ vue théologique, 1929, pp. 449-450. 22 MEDITACION SOBRE LA IGLESIA hecho, en el misterio de su ser sobrenatural*. De ahi procede la necesidad creciente de poner de relieve, no solo tal o cual verdad particular y concreta, sino el centro mismo y, por asi decirlo, el alma de la doctrina. Por otra parte, como por un desquite del Espiritu Santo, nunca se ha buscado con tanto fervor la unién de todos los cristianos en la unidad catélica. Nunca quizas se ha sentido en el seno del protestantismo con mayor vigor la nostalgia de la Iglesia visible. Nunca tampoco el pueblo cristiano habia sentido con tanta fuerza la aspi- racién a realizar en una vida de Iglesia la plenitud de la vida cristiana. La dolorosa insistencia con que los sacer- dotes dicen: “Estos hombres, estas mujeres, estos nifics que me han sido confiados, no tienen e! sentido de la Iglesia”, al mismo tiempo que denuncian un mal que es demasiado real, es también sefial de la conciencia ecle- sial* que se va hoy haciendo mas aguda y exigente en 32, Cf. las sabias retlexiones de A. VACANT, Etudes théologi- ques sur les constitutions du concile du Vatican, t. TT (1895), p. 213, y las de L. BILLOT, Tractatus de Ecclesia Christi (3. ed., 1909), 515: Sic igitur fundamentalem tenes differentiam inter ecclesiasticum et politicum gubernium, ut neque ea, quae ecclesiae constitutioni propria sunt ad civilia transferas, neque vicissim ex iis quae de civilibus naturalis ratio perspicit, genuinam rationem sacri principatus corrumpas». En 1885, Mons. MERMILLOD se la- mentaba de que no seria muy acertado. Es cierto que se podria preseindir de -todo epiteto, pero habria que reeurrir en ese caso a una circunlocucién més larga.—Se podria también hacer valer una analogia con la dualidad de . Después de algunos otros (cf. LE BLaNc D'AURONNE, Traité @allégorie scripturale, 1892; Théophile Raynaun, S. J., Opera, t. XX, 1669, p. 51:

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