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libro, aunque a veces pueda parecer que me expreso demasiado dog- maticamente al respecto. 1. Voutaire. EL ORIGEN DE LA EXPRESION «FILOSOFIA DE LA HISTORIA» Es generalmente admitido que el término «filosofia de la historia» fue acufiado en el siglo xviii por Voltaire, aunque mas bien parece que los verdaderos creadores de la expresién fueron los editores ginebri- nos de su Essai sur les Moeurs et P Esprit des Nations (1769)"", los hermanos Cramer, quienes denominaron a la obra de Voltaire en su prélogo «histoire philosophique du monde»'”, inspirandose para ello cn el Discurso preliminar que Voltaire afiadfa en su edicién y que ha bia sido publicado anteriormente bajo un seuddnime, con el titulo Phi- losophie de i’ Histoire’. Sea como sea, puede considerarse esta obra de Voltaire como la primera filosofia de la historia -al menos en suelo francés-, frente a la concepcién presentada por Bossuet pocos afios an- tes en su Discours sur f’ Histoire Universelte (1681), considerada como el tiltimo bastion de Ia teologia de la historia segtin el patron agusti- hiano'™. En la secularizaci6n presente en la obra de Voltaire, y que va a convertirse en uno de los signos de la Iustracién, bien pudo jugar un papel relevante el famoso terremoto de Lisboa de 1755; no en vano al- gunos autores han sabido ver en el evento el fin del «siglo de la teodi cea, pues con sus grietas se agudizaba también la «crisis de la con- ciencia Europea» ya abierta cn los tiltimos afios de Leibniz’. Lo cierto es que por lo que respecta a la critica hist6rica, Voltaire distinguird cla- ramente en su Diccionario entre «historia sagrada» e «historia profa- na»"!, dejando entrever ya la que serd la postura ilustrada, esto es, la ” La primera versién del Ensayo habfa visto 1a luz en 1756, editado por Jean Neaulme en La Haya, bajo el titulo de Abrégé de histoire wniverselte depuis Charlemagne jusques & Chartes-quint "Cir. al respect A, DOMENECH, De fa ética a la potttica, Critica, Barcelona, 1989, p. 35, El autor no considera, ademés, a Voltaire el creador del término, puesto que al menos habia sido utilizado ya por Bodino en su Methodus (1566), al referirse al filésofo judio Filén como un «philosophistoricus». "* Cff; al respecto M, Caparkos, estudio preliminar a Vavtaike, Filosofia de ta historia, Tecnos, Madrid, 1990, p. XXI ss. La philosophic de d'Histoire (Amsterdam, 1765) fue mada en st primera edicién por un supuesto abate Bazin, difunto sacerdate de quien su so- brino publicaba sw manuscrito inacabado, tras su muerte. Pero la autoria de Voltaire quedé patente cuando lo recuperé para utilizarlo como Discurso preliminar en ta edicién Cramer mencionada. * fr. K. Lowith, op. cit, p. 104. Cfr. al respecto la referencia que A. Doménech, op. ¢ Geyer, «Das “Jahrhundert der Theodizee”», en Kantstirdien (1982), pp. 303-405. Cfr. tambien, P, Hazanp, da crisis de ta conciencia europea, trad. de J. Marfas, Madrid, 19411, "Clr. Voutaike, Dictionnaire phitosophique, Garnier, Paris, 1036, art. «Histoire». La distincién entre «historia sagrada» ¢ «historia profana» habfa sido hecha ya unos treinta afios antes por Vico, pero no parece que Voltaire tuviera noticia de ella, La definicién completa de . p. 33, hace a la obra de CF. conviccién de que la atencién debe centrarse en la historia profana, para considerar al hombre y sus creaciones (leyes, usos y costumbres) como los verdaderos sujetos de la historia y no a la providencia div na. Sin embargo, aunque puede descubrirse en la confeceién del Ensa- yo el interés yoltairiano por concebir la historia de manera critica 0 cientifica, como un tipo de pensar hist6rico en el que el historiador se ocupara de «reconstruir» Ja historia, en lugar de limitarse a repetir los relatos encontrados en libros antiguos, no puede decirse que nos en- contremos ante una filosofia de 1a historia en sentido estricto -como la que nos proporcionartin més tarde Herder, Kant, Fichte, Schlegel 0 He- gel-, sino mas bien ante una historia universal desarrollada con interés filos6fico, con independencia del argumento religioso de autoridad, y criticamente. Voltaire, incisivo polemista, confeccioné la primera version de su Ensayo como reaccién al Discurso de Bossuet, cl gran monumento his- térico de la época, con la pretensién de no limitar su historia al mun- do mediterrineo -como hacia Bossuet- ni aceptar la providencia como causa primera de todas las cosas. Con sagaz ironia disfraza de home- naje su intenci6n critica al retomar el hilo de la historia donde Io habia dejado el obispo, obviando para ello toda la historia antigua y comen- zando en el imperio de Carlomagno. Esto proporcionaba una visién cercenada de la historia, pero con la inclusién del optisculo Filosofia de la historia como Discurso preliminar qued6 parcialmente cubierta esta laguna. El acierto de Bossuet habia sido exponer con un discurso elegante la conexién causal del acontecer histérico, pero limitaba el material empleado a aquello que tenia significacién para la marcha del pucblo de Dios y la historia de la iglesia. Voltaire rompe consciente- mente con esta consideracién de la historia que se centra en el des- arrollo del judeocristianismo, abriendo al juicio critico del historiador Ja historia de toda la humanidad; esto es Jo que proporcionard a Croce motivo para hablar de un «cristianismo vuelto del revés» o de una «teo- lJogia profana» en Voltaire, afirmando que éste crefa en la raz6n uni versal, intemporal, como ¢l cristianismo ortodoxo cree en la validez del dogma independientemente del tiempo, en la revelacién de una rz z6n sobrenatural'*. Esta deificacién de la razén alcanzard su cen como veremos, con la filosoffa especulativa de la historia, cuando se pretenda dar una explicacién de la racionalidad subyacente al conjun- to de la historia como un todo. shistoriar reza ast: «La historia es el relate de tos hechas que se tienen par verdaderos, al eon- trario de la fabula, que es el relato de los hechos que se tienen por falsos. Existe la historia de las opiniones, que no es mucha mais que la eompilaciGn de os ertores humanos. La historia de las artes puede ser la mas util de todas, cuando une al conocimiento de la invencién y del progreso de las artes la descripcidn de sus mecanismos. La historia natural, impropiamente Hamada “historia”, es una parte esencial de la fisica, Se ha dividido la historia de los aconte- cimicntos en sagrada y profana; fa historia sagrada ¢s una secuencia de las operaciones di milagrosas por las que ha placido @ Dios conducir en el pasado a la nacidn juda y po- prueba en el presente nuestra fe...». Cir. B, Croce, Teoria e storia delta storiografta (Napoles 1916), Bari, 1954, pp. 234-240, En definitiva, para Voltaire hacer filosofia de la historia consistia en leer la historia «en clave de filésofo», en oponer las luces de la ra- z6n humana a las supersticiones, prejuicios y fanatismo de la iglesia, y en adoptar una actitud escéptica y critica con los argumentos de auto- ridad que proporcionaban las verdades establecidas de la religién. Su propuesta «cientifica» se traducfa en una explicacién histérica por me- dio de principios «razonables», al menos hasta que se encontraran otras formas de explicacién mas convincentes. Para Voltaire, en la his- toria han luchado el «dogma» -supersticiones y fanatismos religiosos y la «moral» —fundamentos de religién natural iguales para todos los pueblos-, y la misién cultural de una exposicidn histérica es hacer p tentes a la humanidad los defectos del fanatismo, las guerras de reli gidn, ete., para que se coloque del otro lado, el de la razon y la tol rancia. Su horror por la teocracia, por Ja religién como poder, es manifiesto, y eso le hace menospreciar la Edad Media y el pensamien- to en ella desarrollado™; y de este prejuicio idealdgico se desprenden algunos errores del texto, por lo que a exactitud hist6rica se refiere. Precisamente esta actitud polémica contra la religién, violenta y unilateral, es lo que le hace afirmar a Collingwood que la perspectiva hist6rica de Voltaire como la de toda la Hustraci6n— no era auténtica- mente hist6tica, sino més bien antihistérica en sus propdsitos capita- les, pues «pensar que una etapa dada de la historia es completamente irracional, equivale a considerar la historia, no como historiador, sino como un panfletista, o sea, un escritor polémico de ocasidn", Es cier- to que Voltaire y los ilustrados contribuyeron escasamente en la tarea de perfeccionar los métodos de investigacién hist6rica, pero, desde un punto de vista dialéctico, si no se hubicran opuesto tan radicalmente a la manera teolégica de ver Ja historia, nunca hubiera podido afirmar después Collingwood ni nadie que «una perspectiva verdaderamente hist6rica consiste en ver que todo en la historia tiene su propia raz6n de ser y que todo existe en beneficio de los hombres cuyas mentes han creado comunitariamente esa historia>'®. EI relato de Voltaire no es exhaustivo, ni las citas que utiliza todo lo fidedignas que deberfan, pero eso no resta importancia a su intento, cuya pretensidn no iba més alld de exponer lo que hoy denominarfa- mos una historia de la cultura con cierto fundamento antropolégico. Su interés —interpretando los deseos de la marquesa de Chitelet, para quien escribié el Ensayo- no era dar a saber todos los acontecimien- » ALrespecto afirma I, BERLIN en El fuste rorcido de fa humanidad, Penfnsula, Barcelo= na, 1992, p, 68; «Para Voltaire los periodos oscuros de Ia historia humana no merecian en rea- lidad la atencidn de los hombres inteligentes. La finalidad de Ia historia es para €limpartic ver- dades indestructivas, no satistacer una curiosidad imitil, y esto sélo pucde lograrse estudiando los trivnfos de la razén y la imaginacisn, no los fracasos>, * R.G. Collingwood, op. cit. p. 83. En este mismo sentido se expresa J. Thyssen, ap. cit,, p49: «...e1 lado “ahist6rico” de la Tustracidn con la falta de comprensidn de lo que est fuera de la propia esfera, en este caso de la profundidad y la fuerza de la vivencia propias de la religiosidad positiva». *R.G. Collingwood, op. cit., p. 83. tos, sino las verdades titiles que se desprenden de ellos; obtener un concepto general de los pucblos que han habitado y devastado la tierra, conocer el espiritu, la moral y las costumbres de las principales nacio- nes; todo ello apoyado por los hechos que, sin remedio, habfa que co- nocer'”. Pero su espiritu asistemdtico hace que su actitud de respeto a Jos hechos no siempre se traduzca en una exposici6n lo suficientemen- te metédica y fidedigna. Esta visién del pasado como carga que lastra los avances del es- fuerzo histérico, en vez de como edad de oro ut6pica, junto con la admi- racién que le producfan los descubrimientos matemilicos y cientificos del medio siglo anterior, es lo que permite a algunos autores hablar de una Cierta teoria del progreso en 1a concepcidn histérica de Voltaire, que no sera desarrollada sino por Turgot y Condoreet. Voltaire recela- ba demasiado de las ilusiones optimistas para hacer de la perfectibil dad del hombre una esperanza sin reservas, apartandose con su sent do comin de cualquier especulacién utépica sobre el futuro; ademé: su esquema de los cuatro grandes siglos, como momentos estelares de Ja humanidad, se opone a una teorfa progresiva; sin embargo, este fe- n6meno ha sido interpretado por Paul Hazard como confianza en un proceso subterréneo que emerge en momentos estelares: «Voltaire... crey6 discernir una evolucién que Ilevaba al progreso, progreso muy lento, muy dificil, incesantemente amenazado y que, sin embargo, sale a la luz en ciertas ¢pocas privilegiadas de la civilizacién»'”. En este sentido, podemos afirmar que la idea de progreso estd presente en él de manera moderada, apoyada en la misma idea de raz6n universal, que es parte del hombre, y que, como dice en su Ensayo «subsiste pese a todas las pasiones que la combaten, pese a todos los tiranos que la aho- garian en sangre, pese a todos los impostores que quisieran aniquilar- Ja mediante la superstici6n»'*. En realidad, Voltaire no tiene tanto una idea de progreso como perfeccionamiento gradual de la humanidad, como de aproximacién gradual de esa misma humanidad a los ideales de la razén y la civilizacién de su tiempo, por lo que afirma en el En- sayo: «Podemos creer que la raz6n y la industria progresaran cada yez mis y més; que las artes titiles mejorardn; que, de los males que han afligido a los hombres, los prejuicios, que no han sido su menor azote. desaparecerén gradualmente de las mentes de quienes gobiernan I: naciones y que la filosoffa, difundida por toda la faz de la tierra, ayu- dard a la naturaleza humana a consolarse de las calamidades que ha ex- perimentado a lo largo de los siglos». Estas expresiones tan taxati nos permiten afirmar que la creencia voltairiana en el progreso y su confianza en el triunfo de la raz6n estén muy lejos de sus concepcio- nes cinicas, pesimistas y escépticas, reflejadas en otros lugares. De esta manera, pese a su critica al finalismo y optimismo metafisico, tan acerbamente presentado en el Candido contra Leibniz, descubrimos en “ Clr. F Meinecke, op. city p. 73. © P. Hazard, op. cit p. ° Cir. J. Bury, La idea det progreso, Alianza, Madrid, 1971, p. 139. 58 sus reflexiones sobre la historia un optimismo que descansaria en su creencia en las cualidades perfectibles de la razén —que dirigen el pro- greso— y en su confianza en la

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