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UNA BREVISIMA INTRODUGCIGN ALA Oe ne, JOHN H. ARNOLD UNA BREVISIMA INTRODUCCION A LA HISTORIA OCEANO EDITOR: Rogelio Carvajal Davila UNA BREVISIMA INTRODUCCION A LA HISTORIA Titulo original: HISTORY. A VERY SHORT INTRODUCTION Tradujo Laura Enna Pacurco de la edicidn original en inglés de Oxford University Press © 2000, John H. Arnold Publicado originalmente en inglés en 2000 Publicado segiin acuerdo con Oxford University Press D. R. © 2003, EDITORIAL OCEANO DE MEXICO, S.A. DE C.V. Eugenio Sue 59, Colonia Chapultepec Polanco Miguel Hidalgo, Cédigo Postal 11560, México, D-F. S279 1000 ia) 5279 9006 [2 info@oceano.com.mx PRIMERA EDICION ISBN 970-651-737-5 Quedan rigurosamente probibidas, sin Ia autorizacion aserita del editor, bajo las sanciones establecidas en las leyes, Ja reproduccion parcial 0 total de esta abra por cualquier medio 0 procedimiento, comprendidos Ia reprografia y et tratamiento informatico, y la distribucion de ejemplares de ella mediante alquiler o préstams piiblico, JMPRESO EN MEXICO / PRINTED IN MEXICO Para mamd, papé, Ruth y Victoria INDICE Prefacio y agradecimientos, 9 tr. Cuestiones sobre asesinato ¢ historia, 11 2. De la cola de los delfines a la torre de la politica, 29 3. “Como ocurrié en realidad”: sobre la verdad, los archivos y el amor por lo viejo, 53 . Voces silencios, $3 > Travesias de mil kilémetros, 111 6. Matar gatos o ¢el pasado es una tierra extrafa?, 31 7. Contar la verdad, 153 Referencias de las ilustraciones, 71 Lecturas sugeridas, 173 Indice temético, 179 PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS 7 vez haya tres tipos de libros que puedan escribir- se sobre “historia”. Uno, quiza una guia sobre “cémo” practicarla. Otro: una investigacion filosdfica respecto de las teorias del conocimiento. El tercero: una polémica que fomente un acercamiento particular. Este texto es una in- troduccién a la historia, y no puede reclamar ser ninguna de esas tres posibilidades, aunque toma algo de cada una. Lo que inspira mas que nada a esta obra es el entusias- mo. Lo escrito aqui muestra muchas visiones sobre qué es la historia, como se investiga y para qué sirve hacerlo. Sin embargo, siempre he tratado de sefialar que hay otros caminos, otros argumentos que descubrir, y espero que el lector se sienta estimulado a explorarlos por su cuenta. Este libro consta basicamente de tres secciones. Los primeros tres capitulos buscan plantear ciertas interro- gantes, cautivar el interés del lector y describir en forma breve qué ha sido la historia en el pasado. Los capitulos 4 y 5 intentan hablar sobre cémo podriamos “hacer” histo- ria: primero, trabajando con fuentes y, segundo, hablan- do sobre interpretaciones. Los capftulos finales presen- tan algunas reflexiones respecto del lugar y el significado de la historia y de la verdad, asi como por qué es impor- tante la historia. 10 HISTORIA Los capitulos que aqui presentamos pasaron por muchos lectores antes de llegar a su version final. Estoy en deuda con todos aquellos que hicieron correcciones sobre diversos temas. En particular, debo agradecer a Barbara MacAllan, experta en migracidn inglesa al Nuevo Mun- do, quien me introdujo al camino de George Burdett. Sin su generosidad extrema no hubiera podido escribir el capi- tulo 4, Cualquier rastro de tonterfa, en ésta o en cualquier otra area, es entera responsabilidad mia. Entre quienes estan exculpados, pero merecen mi gratitud, se incluyen: Edward Acton, Catherine Benson, Peter Biller, Stephen Church, Shelley Cox, Simon Crabtree, Richard Crockett, Geoff Cubitt, Simon Ditchfield, Victoria Howell, Chris Humphrey, Mark Knights, Peter Martin, Simon Middle- ton, George Miller, Carol Rawcliffe, Andy We ‘ood, y toda una pleyade de lectores andnimos de la Oxford Univer- sity Press. Tengo que agradecer, asimismo, al personal y a los estudiantes del Departamento de Historia, al Cen- tro de Estudios Medievales de la Universidad de York, a las escuelas de Historia, y a los departamentos de Estu- dios Norteamericanos y de Inglés en la Universidad de East Anglia por todo lo que me han ensejiado de histo- ria. Por ultimo, mi deuda mas profunda es con mi padre, quien siempre esta dispuesto a hablar del tema y a mos- trarme por qué estoy equivocado. = CUESTIONES SOBRE ASESINATO E HISTORIA ‘a es una historia verfdica. En 1301, Guilhem de Ro- des salié apresuradamente de su aldea de Tarascon al pueblo de Pamiers, en los Pirineos, al sur de Francia. Se dirigia a visitar a su hermano Raimond, monje en un mo- aasterio dominico. El] recorrido era de unos treinta kil6é- metros a lo largo de la garganta del rio Ariége, por lo que a Guilhem le Ilevaria por lo menos un dia llegar a su des- tino, pues vi ba a pie. El motivo de su viaje era urgen- te: su hermano le habfa enviado una carta donde le ad- vertia que ambos se encontraban en gran peligro. Debia acudir de inmediato. Cuando llegé al monasterio de Pamiers, Raimond lo recibio con noticias alarmantes; le dijo que un cierto Seguin (un tipo de monje que no pertenecia a ninguna orden religiosa oficial) acababa de visitar el monasterio. Se Ilamaba Guilhem Déjean y representaba una auténti- ca amenaza para los hermanos. Al parecer, Déjean habia ofrecido a los dominicos atrapar a dos herejes —Pierre y Guilhem Autier— que vivian en la aldea de Montaillou, en los Pirineos. Déjean sabia de la existencia de esos he- rejes porque un hombre, que le habia dado albergue du- rante una noche en las montafias, inocentemente se habia ofrecido a presentarsclos, pensando que quiza se unirfan 12 HISTORIA a su fe. Déjean se encontré con los hermanos Autier y se gano su confianza. Ahora podia traicionarlos. Pero lo que en verda aterraba a Raimond era que Déjean también afirmaba que los herejes tenian un espia dentro del monasterio. De acuerdo con lo dicho por el deguin, el espia tenia nexos con los herejes a través de su hermano, un miembro del El hermano era Guilhem d Raimond de Rodes. “Es ci aicado y amigo de los Autier. le Rodes y el supuesto espia era erto?”, inquirié el atemorizado Raimond, “:has tenido contacto con los herejes?” “No”, respondié Guilhem de Ro: es, “el deguin miente”. Era mentira. Guilhem de Rodes conocié a los he- rejes por primera vez en la oido predicar, les habia da: primavera de 1298. Los habia lo alimento y refugio y, de he- cho, estaba emparentado con ellos: eran tios suyos. Los Autier acababan de Hegar d dedicado al trabajo notarial blos de los alrededores del habian convertido a la fe Lombardia. Antes se habian en las pequefias aldeas y pue- rio Arigge. En Lombardia se cdtara, que domino el sur de Francia durante el siglo XIII pero que en afios recientes casi habia desaparecido a causa de la atencién mostrada al respecto por los inquisid ores. Pierre y Guilhem Autier eran el inicio de su resurgimiento. El catarismo era considerado como una herejia cris- tiana. Quienes observaban “buenos cristianos” y crefa la fe cdtara se autonombraban n ser los auténticos herederos de la misién de los apéstoles. También crefan en la exis- tencia de dos dioses: el Dios bueno, que creo el espiritu, y el Dios malo, que cred la materia corporal. Esta creencia “dualista” era antitética a la ortodoxia catdlica romana. Y, en todo caso, los cataros crefan que la iglesia catélica ro- mana estaba corrompida; incluso la llamaban la “puta de SOBRE ASESINATO E HISTORIA 3 Sabilonia”. A principios del siglo xi habia varios cien- de cataros, y muchos creyentes mas en el sur de Fran- == Sin embargo, para inicios del siglo XIV solo quedaban , que se habian escondido en diversas partes, sobre So en las aldeas de los Pirineos. Sin embargo, los po- eres ortodoxos no toleraban semejantes creencia de ahi apaciencia de los dominicos de Pamiers por capturar s Autier. De ahi también el peligro que representaba hem Déjean para los hermanos De Rodes. Guilhem de Rodes dejé a su hermano y regres6 a su j6 a la aldea de Ax (treinta kilé- metros mds adelante de Tarascon) para advertirle a Rai- mond Autier (hermano de los herejes) sobre Déjean. Una vez gue hubo regresado a su aldea, también alerto a un Sombre llamado Guilhem de Area, que vivia en el asen- tamiento vecino de Quié. Ignoramos si pretendia poner en marcha los eventos que ocurrieron después. Gran partidario de los cataros, Guilhem de Area fue de inmediato a buscar al deguin Déjean y le pregunté queria encontrar a los Autier. “Si”, respondid Déjean; asi que Guilhem de Area se ofrecié a Ievarlo hasta ellos. Complacido y sin sospechar nada, el beguin accedid. Via- jaron juntos a la aldea de Larnat, en las profundidades de las montafas. agar en los Pirineos. Viaj Guilhem de Rodes oyé que més tarde, esa misma noche, cuando el 4eguin legé hasta el puente que se en- contraba en las afueras de Larnat, aparecieron dos hom- bres: Philippe de Larnat y Pierre de Area (hermano de Guilhem de Arca), y esto fue lo que suced: Inmediatamente lo capturaron [a Déjean] y lo gol- pearon de modo que no tuvo fuerza para pedir auxi- 14 HISTORIA lio. Lo llevaron a las montafias cercanas a Larnat, y le preguntaron si era cierto que queria capturar a los herejes. Admitié que era cierto y, al instante, Philippe y Pierre lo aventaron desde un gran acan- tilado, a Ja grieta de un glaciar. El asesinato permanecio en secreto durante muchos afios. Guilhem de Rodes, Raimond de Rodes y los Autier estaban a salvo, por el momento. eQué debemos inferir de este asesinato largamente olvidado? El hecho fue registrado en los archivos de la Inquisicién en el aio de 1308, cuando Guilhem de Ro- des confesé todo lo que sabia sobre los herejes y la here- jia. Otros tres testigos lo delataron. Guilhem fue enviado a prisin junto con otras sesenta personas por su contac- to con los cataros. Esta anécdota sobrevive como una pequefia, oscu- ra y fascinante vifieta del siglo XIV. Esto, entonces, es “historia”: un recuento veridico de algo que sucedié hace mucho tiempo, relatado en el presente. Una vez mas el pasado adquiere vida, y se ha vuelto a el contacto desigual entre el entonces y el ahora. Pero ablecer asi queda el autor exonerado de su labor?, gha Ilegado a su fin esta breve introduccién a la historia? No demos por terminado tan pronto nuestro viaje. Atin quedan preguntas respecto del asesinato de Guilhem Déjean, y otras mas sobre la historia en general que nos esperan. Como este libro mostrara, el proceso de escribir historia (“historiografia”) esta Ieno de preguntas. Pode- mos usar este primer capitulo para empezar a examinar- las; quizé algunas ya surgieron en sus mentes. En muchas formas, la historia empieza y termina con preguntas, lo SWESTIONES SOBRE ASESINATO FE HISTORIA 80 mi oBeaucaire. Tietras adquiridas por la corona, 1229 ' iE Mase 2)? was ae g ae eco < SS S0lf $ S ossigs € ‘z P23 5 2 acs w Fg SR5% 2 ye O88 2 ota am & 10 89925 EE o27 O28 S3°55.5 ut s as 8 6 ] 16 HISTORIA que equivale a decir que nunca termina de verdad, sino que sdlo es un proceso. E] lenguaje puede ser confuso. “Historia” se refiere tanto al pasado mismo como a lo que los his- toriadores escriben respecto del pasado. “Historio- grafia” puede significar el proceso de escribir histo- | ria, 0 el estudio de dicho proceso. En este volumen | empleo “historiografia” para referirme al proceso de escribir historia, e “historia” para referirme al pro- ducto final de ese proceso. Como veremos, este li- bro argumenta que hay una diferencia esencial en- tre la “historia” (como yo empleo aqui ese concepto) y “el pasado”. Entonces, cdmo llegé esta historia a estas paginas? Hay varias respuestas. Podemos empezar con la més sen- cil Guilhem de Rodes aparecié ante un inquisidor Ila- mado Geoffroi d’Ablis, en cuatro ocasiones durante 1308. D’Ablis habia Ilegado a investigar la herejfa en los Pirineos por orden del Papa. Podfa lograr que cualquier persona se presentara ante él para responder a un interrogatorio so- bre la fe ortodoxa, y podia demandarles que confesaran no sélo sus propias acciones, sino también las de otros, tanto vivos como muertos. [ras escuchar sus confesiones, el in- quisidor podia imponer una penitencia 0 un castigo que podia ir desde evar cruces amarillas en sefial de que el testigo habia sido culpable de actividades heréticas, hasta ser quemado vivo en la hoguera. OBRE ASESINATO E HISTORIA 17 La investigacion que alcanzé a Guilhem de Ro- cialmente estuvo impulsada por Géraud de Rodes, de los hermanos de Guilhem, que acudio de ma- eer sspontinea ante el inquisidor y denuncié a mucha involucrada con el movimiento de los cétaros. Su sion, la confesién de Guilhem, y las de, por lo me- ees, otras quince personas, quedaron anotadas en los re- jets de la Inquisicién. Los testigos respondieron a una seme de preguntas hechas por D’Ablis, y proporcionaron == poco de de material propio. Los escribanos del inqui- iS Sor registraron todas esas respuestas y las resguardaron pera uso futuro. Algunos de los registros han sobrevivido, ée modo que su lenguaje del siglo XIV todavia esta con eesotros. Un historiador moderno ha editado y publica- ©» este registro en particular. Utilicé parte de ese material pera contarles la historia de Guilhem Déjean. Sin embargo, las preguntas no acaban aqui. En un Los libros se lanzaron a la hoguera: las obras heréticas ardieron === milagrosamente, los textos ortodoxos se elevaron en el aire. En "eee. Domingo no era un inquisidor (aunque después otros miem- pes ce su orden si lo fueron), pero la muerte en la haguera siguid sien- me castigo final para los herejes que no se arrepentian. (Pintura de Seruguete, fines del siglo xv) 22 HISTORIA rismo: al leer el registro de D’Ablis, descubrimos algo sobre el ntimero de personas que fueron convertidas por los herejes Autier. Podriamos notar que las personas que aparecen en la evidencia no hablan de “La Inquisicién” sino sélo de “inquisidores”. Esto se debe a que duran- te este periodo la Inquisicién no existia como institu- cién formal; sdlo habia inquisidores individuales (como Geoffroi d’Ablis) con una labor particular qué desem- pefiar (en este caso, investigar la herejfa en las aldeas de los Pirineos). “Inquisicién” significaba el proceso legal que D’Ablis y otros Ilevaban a cabo. Se habia estableci- do como método para combatir la herejfa a inicios del glo XII. Su registro también nos muestra como el proce: so inquisitorial —la forma en que se dedicé a investigar y registrar la herejia— cambié desde esa época. Si compa- ramos la confesion de Guilhem de Rodes con la de otra persona de 1240, hallamos que a Guilhem se le alenté a hablar de un modo mucho mas amplio y detallado que a los testigos de periodos anteriores de la Inquisicion. Esto se debe a que habia cambiado la gran amenaza que re- presentaba la herejia, y la misin de los inquisidores esta- ba cambiando con ella. En forma alternativa, podriamos insertar el asesina- to de Déjéan dentro de la historia del crimen. Se cono- cen otros recuentos de asesinatos en la Edad Media, al- gunos de los cuales son bastante renombrados. Podriamos contrastar esta historia, por ejemplo, con el asesinato de Thomas Becket en 1170, 0 con la ejecucién de William Wallace en 1304, 0 aun con los supuesto crimenes de Ri- cardo III de Inglaterra. También podriamos concentrar- nos en crimenes efectuados en los estratos mas bajos de la sociedad. Para encontrarlos utilizarfamos otra clase de SOBRE ASESINATO E HISTORIA 23 sros y hablariamos entonces acerca de la preponde- seeeta de la violencia en la Edad Media; los métodos que © etilizaban, las investigaciones, los castigos y los moti- = de los criminales. Sin embargo, el recuento de nuevo pessia formar parte de la historia de Languedoc. “Languedoc” significa “la lengua o el idioma de Oc”: ombre que se le dio a esta area del sur de Francia por- @= sus habitantes usaban la palabra “oc” para decir “si” vez de “oui”, que era la palabra que se empleaba en rte. Debido a la presencia de herejes en Languedoc, Papa ordeno una cruzada contra esa tierra a inicios del xull. Languedoc habia sido antes, en gran parte, un separado, que se sentia ms afin a Cataluiia que a los seededores de Paris. Esta cruzada contra la herejia hizo © el norte de Francia dominara politicamente al sur; sin embargo, transcurrié un buen tiempo antes de que Lan- geedoc aceptara a sus nuevos amos politicos y, en cierto edo, el sur de Francia atin se considera muy distinto al ste parisiense. La defensa del catarismo (incluido, tal vez, el asesinato de Déjean) esta ligada a la historia de la politica francesa. Por ultimo, podrfamos ignorar la rama general de @ historia y concentrarnos en los pequefios detalles. An- ws mencioné el problema del alfabetismo; éste es un dato ‘Sferesante para un historiador que se interese en los ni- veles de educacién entre la poblacién laica. A Déjean lo @tacaron en un puente a las afueras de Larnat. Al revisar eros registros descubrimos que también habia un puen- en las afucras de Tarascon, y en otras aldeas. Estos he- hos nos indican algunos aspectos sobre la geografia de lugar. En otra parte, Guilhem de Rodes menciona en s= confesién que alguna vez escondié a los herejes en “un 24, HISTORIA lugar bajo el piso que se usaba para almacenar granos”. En otras ocasiones los herejes se quedaban en una cabafia que Guilhem tenfa en un campo cercano a Tarascon. De esta forma hallamos datos sobre agricultura y arquitectura. En otro lado, Guilhem afirma que viajé a la aldea de Ax por negocios, y que una vez se ausenté para hacer un entre- namiento militar con el conde de Foie. Asi, sabemos mas respecto de las actividades de Guilhem y, por extensién, de otras personas de su misma clase social. A Guilhem con frecuencia se le pedia que fechara los hechos confe- sados. Por lo general, él hacia referencia al dia de un san- to. Decia, por ejemplo, que “ocurrié quince dias antes de Ja fiesta de san Juan Bautista” (que se celebra algtin dia de junio), lo que nos da una idea de la forma en que Guil- hem percibfa el paso del tiempo, y la importancia de los santos incluso para un simpatizante de los herejes. Si es- tudidramos el resto de los registros inquisitoriales con el fin de extraer mas fragmentos, podriamos amasar un util cimulo de informacién. Todo un mundo rodea las confe- siones de Guilhem; un mundo que él dio por hecho y que se nos revela en increibles trozos y fragmentos. Estos son algunos de los escenarios que se me ocu- rren como posibles contextos para la historia del asesinato de Déjean. Otros lectores imaginaran algunos distintos. Como veremos mas adelante, los historiadores de otras épocas habrian interpretado esta historia de un modo di- ferente; incluso, para algunos, no seria ni importante ni curiosa. Estas elecciones no solo tienen que ver con la oportunidad o la sagacidad, sino con aquello que nos ste- resa. Como historiadores, estamos atrapados en nuestros propios intereses, en nuestra propia moral, ética, ideas fi- loséficas sobre el funcionamiento del mundo, y sobre todo 25 ee orilla a la gente a comportarse de la mane- gee fo hace. La evidencia de los registros nos ofre- Sees y enigmas; de hecho, nos plantea retos. Guil- Se Rodes no explica cada uno de los detalles de su Por ejemplo, la evidencia no nos dice por qué Spterrog6 a su hermano en el monasterio; ni cudles tbs motivos exactos que guiaban a Guilhem Déjean == ortodoxo devoto o esperaba ganar la aprobacién %s dominicos?); ni qué hizo precisamente que Guil- Sem de Area y sus cOmplices lanzaran a Déjean a su ro- 92 temba (zestaban protegiendo a los Autier 0 a si mis- == Yo tengo una opinion respecto de todo esto, pero ee we ideas. MAs adelante hablaremos sobre cémo Ile- eee estos huecos los historiadores, y sobre el arte de adi- jemxr bien. : “Adivinar” sugiere cierto grado de incertidumbre eee2 del proceso historiografico. Incluso podria sugerir ge. 2 veces, los historiadores se equivocan. Desde luego, Secen. Al igual que todo el mundo, pueden leer mal, ‘eeedarse mal, interpretar mal, entender las cosas mal. Pe en un sentido mas amplio, los historiadores siem- p= x= “equivocan”. Nos equivocamos porque no siempre Pesemos estar absolutamente en lo “correcto”. Todos los seczentos histdricos tienen huecos, problemas, contradic- Senes y Areas de incertidumbre. También nos “equivoca- ™es porque no siempre estamos de acuerdo entre noso- es; tenemos que “equivo mos” (aunque, como veremos, = eeces formamos distintos grupos en torno a la forma de Seterpretar las cosas). Sin embargo, al equivocarse, los his- eeniadores siempre fratan de “acertar”. Tratamos de cefiir- ees alo que, segtin nosotros, sefiala la evidencia; tratamos @e buscar todo el material disponible, entender en forma 26 HISTORIA completa qué ocurre, y nunca fabricamos “los hechos”. A los historiadores les gusta, a veces, comparar su traba- jo con el del escritor. Un autor de ficcién puede inventar gente, lugares y acontecimientos, mientras que el histo- riador est4 atado siempre por lo que la evidencia pueda sustentar. Esta comparacion podria hacer que la historia se viera como algo seco y falto de imaginacidn; sin embar- go —como hemos visto y como exploraremos mas ade- lante— la historia emplea a la imaginacién en la forma en que usa, presenta y explica la evidencia. Para todo histo- riador, lo que esta en juego es lo que en verdad ocurris, y lo que eso podria significar. Son muy emocionantes estos precarios intentos de asir la “verdad”, una verdad que, en cualquier punto, podria revelarse ilusoria. Estas dudas son necesarias para que exista la “histo- ria”. Si el pasado viniera sin huecos ni problemas, el his- toriador no tendria ninguna labor qué completar. Y si la evidencia siempre hablara Ilanamente, apegada a la ver- dad y con claridad, no sdlo los historiadores no tendrian nada qué hacer, sino que careceriamos de la oportunidad de discutir entre nosotros. Por encima de todo lo demas, la historia es una discusién. Es una discusion entre distin- tos historiadores y, quiza, entre el pasado y el presente, entre lo que ocurrié en realidad y lo que ocurrira después. Las discusiones son importantes porque crean la posibi- lidad de cambiar las cosas. Estos son los motivos por los cuales, a lo largo de este capitulo y de este libro, utilicé el término “historias verdaderas” para hablar de historia. Existe aqui una ten- sién necesaria: la historia es “verdadera” en el sentido en que debe coincidir con la evidencia y los hechos que enuncia; de lo contrario, debe demostrar cual es la razén a SOBRE ASESINATO E HISTORIA 8 “I esos “hechos” son incorrectos y es necesario fy © a elaborarlos. A la vez, se le considera una “histo- ntido de que es una inéerpretacion que coloca dentro de una narracién 0 contexto mas am- historiadores cuentan historias en el sentido de nisidn es persuadirlo a usted (y a si mismos) de al- métodos de persuasién dependen en parte de la sas que como son— pero también de crear una narracién ‘Steresante, coherente y util del pasado. En sf mismo, el eesado no es una narracion. En su totalidad, resulta caéti- ©. ne tiene coordinacién y es tan complejo como la vida. Ls hi toria trata de extraerle un sentido a ese desastre; de emeontrar o crear patrones y significados, as sas 2 partir del torbellino. como histo- Hemos empezado con una serie de preguntas, y he sentado una serie de propuest que la historia es un eceso; que es una discusiOn, y que esta compuesta de torias verdaderas sobre cl pasado. A lo largo del libro exploraremos todo esto mas a fondo. Pero quiero enunciar ena ultima idea: pensar en la historia (tal y como lo esta- haciendo aquf) nos brinda tanto oportunidades como peligros. Nos permite reflexionar respecto de nuestra re- lacion con el pasado, revisar el tipo de historias que he- elegido contar sobre lo que ha ocurrido en otro tiem- po, las formas en que hemos Ilegado a dichas historias, y los efectos de contarlas. Cuando el pasado reingresa al resente se convierte en un lugar irresistible. Buena parte de pensar en la “historia” consiste en pensar sobre qué —o 3 para quién— es la historia. Para dar inicio a esta investi- gacién puede resultarnos ttil mirar hacia atrés, en un in- tento por entender qué ha sido la “historia” en el pasado. = DE LA COLA DE LOS DELFINES A LATORRE DE LA POLITICA F: el siglo vi a.C. Nabénides, un rey babilonio, reali- 26 la biisqueda —quizds podriamos decir que la pri- Sera excavacién arqueolégica— de un templo antiguo, «= E-babbar. Lo encontro y escribié sobre ese descubri- miento: Ahi pude leer la inscripcién del antiguo rey Ham- murabi, que, setecientos aiios antes de Burnabu- riash, habia construido para Shamsash el E-dabbar sobre el antiguo zemenos y comprend{ su significado. Lo veneré trémulamente... El rey Burnaburiash habia vivido en el siglo xiv 2€.,y el templo del dios Shamash que hallé6 Nabénides era, a su vez, setecientos afios mas antiguo. Es decir, el templo tenia dos mil aaos mas que Nabonides. Esos in- ereibles huecos de tiempo hacen que sintamos a Nabéni- des mas cercano a nosotros. Si vemos su descubrimiento y su texto como el comienzo de nuestra historia, como el primer fragmento de “historia” del que tenemos conoci- miento, la sensacién de cercania podria verse fortalecida por su papel como “origen” de la narracién de este capi- 30 HISTORIA tulo. Un sentido de conexién como éste resulta util, sin embargo, podria causarnos problemas: Nabonides esta- ba interesado en hallar el E-dabbar debido al nexo que le permitia establecer con su propia tradicion real, y cl po- der y la autoridad que cllo implicaba. La forma en que entendid su descubrimiento, y sus motivos para registrar- lo, no son necesariamente los mismos que los nuestros. éPodemos mirar atras, asi, de esta forma, al inicio de la “historia” como una actividad? La pregunta es compleja y, al hacerla, nos sumergimos en nuestra propia indaga- cién histérica contemporanea. Podemos mirar atras para “historizar” a la historia misma; es decir, para ver cudles son sus raices, de donde viene, como ha cambiado, y para qué se ha utilizado en distintas épocas y lugares. Nues- tro centro de atencién, aqui, en este breve recuento, tiene que ser el presente: usar la historiografia pasada como una comparacién sobre lo que hacemos ahora, y como un re- cordatorio de que si la historia —como sujeto— ha cam- biado a lo largo del tiempo, puede volver a hacerlo. En consecuencia, habra grandes huecos en la historia que si- gue; en cierta forma, foda la historia quiere decir algo sobre el sin embargo, parte de lo que quiero mostrar es que, presente. Avancemos un siglo precisamente hacia el primer historiador griego: Herodoto (484-425 a.C.), quien escri- bid sobre las causas histéricas de los conflictos entre los griegos y los persas, un tema que Homero ya habia abor- dado en su poesia. Herodoto comienza sus historias ha- ciendo un recuento sobre la razén por la que dos pueblos Ilegaron a la violencia. Hace un resumen de la versién persa de Jos acontecimientos: los fenicios secuestraron a Io, hija del rey griego; entonces los griegos raptaron a Eu- DE LOS DELFINES A LA TORRE DE LA POLITICA 31 2 del rey fenicio, y luego a Medea, otra hija del s, hijo de Priamo, rey fenicio, se inspiré en es- orias para secuestrar a Helena y hacerla su esposa. s ojos fenicios esto era muy importante: secuestrar era algo malo, pero nada para irritarse demasia- == “pues resulta obvio que ninguna joven permite que la no quiere ser raptada”. Los griegos, sin embar- eron una reaccién desmesurada: reunieron un gran © con el fin de rescatar a Helena de Troya y destruir i gercito de Priamo. Todo esto como represalia por el eto de mujeres. Sin embargo, los historiadores fenicios > que incluso éste es un recuento falso: To (Ja prime- jer mencionada) no fue llevada a la fuerza, sino que abarazo del capitan de un barco fenicio y decidié irse a él en vez de humillar a sus padres. Escribe Herodoto: Eso, en cuanto a lo que dicen los persas y los fe- nicios; y no tengo intencidn alguna de jucgar su ve- racidad o falsedad. Prefiero confiar en mi propio co- nocimiento, y sefialar quién injurié primeros a los griegos; luego procederé con mi historia, contando- la mientras recorro ciudades pequefias y grandes. La mayoria de las que alguna vez fueron grandes aho- ra son pequefias; y aquellas que en mi propio tiem- po han alcanzado la grandeza, en el pasado fueron pequenas. No importa si las ciudades de las que es- cribo son pequefias o grandes, pues en este mundo nada es préspero durante mucho tiempo. Al rechazar las leyendas persas, Herodoto elige con- = « ct : : Sar en “los hechos” mas que en creencias espurias. Mas 32 HISTORIA adelante usa el recuento de una historia oral para mos- trar que Helena y Paris nunca legaron a Troya, sino que fueron detenidos en Egipto, y analiza algunos pasajes de Homero para argumentar que el gran poeta sabia esto pero prefirid seguir una historia distinta, ficticia. Creamos o no en el nuevo recuento que hace Herodoto de la his- toria de Helena, el hecho de que intentara usar eviden- cias para distinguir una historia ficticia de una real, hace que su recuento histérico lo haga verse mucho mas cer- cano a un historiador del siglo xx. El que sus Historias no estén unidas simplemente a sus circunstancias perso- nales (como Nabénides y el E-babbar), sino que se diri- ito tam- jan aun ptblico mas amplio y tengan un propés bién mas amplio (registrar y explicar el pasado), sugiere que Herodoto es el fundador de la historia como la co- nocemos hoy. Es mas, en ocasiones se le llama el “padre de la Historia”. Pero, de nuevo, debernos tener cuidado. Aunque al- gunas partes de la obra de Herodoto pueden parecernos familiares y “modernas”, otras no. Mucha de la historia que cuenta son narraciones que nos parecen increfbles: Arion que monté la cola de un delfin; Drasto que prime- ro maté accidentalmente a su padre, luego consiguié re- fugio con el gobernante Creso y, también en forma acci- dental, maté al hijo del rey; el oraculo de Delfos, cuyas predicciones salpican la historia, y siempre se vuelven rea- lidad, etcétera. Estas y otras historias se mezclan en lo que podriamos reconocer como una historia politica mas “ob- jetiva” de cémo fueron a la guerra los griegos y los per- sas. A Herodoto le encanta salirse de su recuento de los acontecimientos politicos para hablarnos respecto de las costumbres locales de la gente, asi como de los extraios ‘OP &* SOLA DE LOS DELFINES A LA TORRE DE LA POLITICA 33 9) ssarmillosos animales de distintas zonas, y también de See geicr historia fabulosa que capte su aten n. Por tan- ™ = Herodoto también se le conoce como el “padre de mentira’. Pero él mismo no advirtié ninguna diferen- Se entre csos elementos; de hecho, a menudo se esfuerza pee sirmar que lo que dice puede ser creible porque hay Semeos que lo pueden confirmar. . Hay otras razones por las que podemos considerar a “ecedoto distinto de nosotros. Por un lado, es poco pro- Sable que Herodoto considerara su escritura de una “his- eee” como algo en esencia diferente a otros tipos de esentura. La palabra griega que se ha convertido en “his- ee2" en su sentido original significaba “informar” y, mas Specificamente, sefialaba a una persona capaz de elegir “Ssamente entre recuentos opuestos. Aplicado a la escri- sea sobre el pasado, esto significaba en gran medida que = trabajo no era ni poético ni filosdfico y, por ende, para Se griegos resultaba menos importante. No esta del todo claro que haya constituido un género especifico Hama- @e historia”; mas bien parece que se le consideraba par- w= de un cuerpo mas grande de escritura “no-filoséfica”. Asimismo, aunque los motivos de Herodoto para escri- = son mas parecidos a los nuestros que a los de Nabo- ides, siguen siendo un poco distintos. Herodoto usa el pasado para ilustrar situaciones y personajes y emplear- en su tiempo presente. Lo hace porque ve el tiempo eemo algo circular: la historia da vueltas y vueltas, y los maismos temas y los mismos problemas surgen una y otra rez. Los eventos que acontecen en su Historia a menu- do son causados por fallas de caracter, pero tras dichas fa- “as siempre se encuentra la rueda circular del destino que, como dice Herodoto en la cita de arriba, funda y destru- k 34 HISTORIA “SOLA DE LOS DELFINES A LA TORRE DE LA POLITICA 35 “Sedades y pueblos en la misma medida. Por ejemplo, sobre Creso quien, a pesar de haber recibido una ia en un suefio, no pudo prevenir la muerte de Bie (el muchacho que fallecid accidentalmente a ma- ees de Adrasto); y perdié todo su reino por su arrogancia » Se (el engreimiento humano de los propios logros “ee enardece a los dioses). Algunos historiadores del siglo & pueden pensar, asimismo, que ciertos temas son recu- mentes en la historia; pero considero que ninguno piensa gla mueda del destino gobierna la causalidad. Podria decirse que este concepto del tiempo cambié ezando el cristianismo produjo sus primeros historiado- = Elcredo cristiano no dependia de la rueda del destino, ‘=e gue veia al mundo moverse inexorablemente entre Ses puntos fijos: la Creacién y el Apocalipsis. Basados en i Antiguo Testamento, los primeros historiadores cristia- es también daban por ciertas las siete edades de la hu- anidad. Para cuando estaban escribiendo sus recuentos, ye habjan pasado cinco edades, y la humanidad habia en- ado en la sexta: el periodo que va del nacimiento de Cris- se asu Segunda Llegada. Todo lo que quedaba por delan- te era la séptima edad, el pcriodo que va del Apocalipsis y el fn de la historia. Este marco sugeria una idea bastan- te distinta en lo que se referfa al significado de la historia yen la forma en que uno deberia acercarse a ella. Sin embargo, no se debe hacer una distincién tajan- te entre el periodo clasico y los albores de la era cristiana: te imagen de la rueda del destino se perpetuo en la cultu- ra cristiana, y el concepto de las Siete Edades no dictaba todo lo escrito en Ia historia cristiana. Lo que de hecho enero un cambio en la historiografia fue un nuevo y apremiante propésito de la historia. La historia eclesidstica HISTORIA 4, Rueda de fa fortuna, de William de Brailes (1235). de Eusebio (escrita c. 325 d.C.) busca persuadir al publi- co cristiano y pagano de que Ja cristiandad era mas anti- gua, ms racional, mas moral y mas valida que la religion pagana. Los primeros cristianos escribian historia como un recuento polémico del pasado. Lo hicieron porque, en esos primeros siglos, eran un pueblo asediado que tenia que defender su fe, perseguida por Jas autoridades roma- nas. Darle una historia a su fe (y en contra de otras creen- cias) era un intento por ganar autoridad. En su libro La @ DE LOS DELFINES A LA TORRE ELA POLITICA 37 & Dies (c. 426) Agustin de Hipona intenté com- “@ bechas histéricas de su iglesia con la eterna bata- espirimualidad y maldad. Era una mezcla de teo- < istoria a gran escala, pero resultaba demasiado » compleja para obtener gran influencia inmediata. embargo, Orioso, el pupilo de Agustin, escribié una Se Smplificada y mas polémica, la Historia contra los “Sepee=. que fue mucho més popular. Exsebio y Orioso se dedicaron a crear historias au- ezedas copiando documentos originales que ayudarian a “=: owas e insistiendo en la precisién historica de las San- = Escrituras, asi como enlazando la historia de su iglesia = % eran narracién lineal del tiempo. Un clemento mas 4 bs historiografia que los habia precedido los ayudé en == propdsito: la idea de la re¢drica. Los escritores roma- ees Salustio y Cicerén habian afirmado que en todos los Soos de escritura se enfrentaban a reglas y cddigos a se- eis y que la historia también tenfa los suyos. El “rhetor” -» narrador) de historia debia decir la verdad de mane- 2 imparcial, aunque eso pudiera ofender a alguien; debia ordenar los eventos de manera cronoldégica y geografica; debia contar los “grandes hechos” que se hubieran lleva- doa cabo, prestando atencidn a sus cauisas, a su cardcter y 2 su oportunidad; y debfa “escribir serenamente en un es- till sencillo y fluido”. El objetivo de estas reglas era que is historia, al ser escrita asi, debia persuadir y ser bien re- cibida. Este elemento retérico —inventado por los roma- nos y desarrollado por los cristianos— tuvo un largo le- gado historiografico. En 1607, un autor anénimo termind de escribir Vida de Eduardo ef Confesor. Dedicé su trabajo a su pa- trona, la reina Edith, esposa del monarca inglés. E] pro- 38 5. El Tapiz de Bayona representa la conquista normanda de Inglaterra. Nos recuerda que la escritura no es la Unica forma de registrar la historia HISTORIA ‘WE Se OWL * DE LOS DELFINES A LA TORRE DE LA POLITICA 39 ‘Peete de su obra era alabar a la familia de la reina y, por eee ala reina misma. Sin embargo, la obra se vio obsta- @eieada por el hecho de que el reinado de Eduardo ter- em en un desastre, y los hermanos de Edith —Harold » Testing— disputaron trigicamente. Su solucién tuve = doble efecto: primero, el libro dos de Vida de Eduande ee sobre la vida religiosa de Eduardo, y sugiere que el Seemarca recorrié el camino hacia la salvacién en el otro sede (lo cual compensaba de manera amplia cualquier greblema que hubiera tenido en éste). En segundo lugar, @ culpar a la rivalidad familiar de todos los males que ca- yeron sobre el reino, el autor usa una forma de alabanza S@ertida: jcudn importante debe de haber sido esa fami- =& que sus propios problemas llevaron a tantos desastres! Sm embargo, lo que el libro no menciona es la conquista sermanda de Inglaterra en 1066. El gran medievalista Richard Southern dijo: “Un Sistoriador que pudo escribir sobre los desastres de 1066 =m mencionar la conquista normanda no es, evidentemen- t=, un historiador en un sentido muy pedestre de la pala- ra”. jY ciertamente no lo es! Como lo sefiala Southern, elautor de Vida de Eduardo no se habria sentido aludido por esta afirmacién, y aunque no mencioné la conquista sermanda, porque no queria empequeiiecer de modo al- guno el lugar de la dinastia de Eduardo, si se ajusto a las seglas “historicas” de la historia. Su utilizacién de la re- torica para jugar con los “hechos” no fue un truco ni un engafio sino una parte legitima del meézcdo historiograti- co. Los historiadores modernos que recurren a los escrito- res medievales con frecuencia dudan hasta dénde pueden creerles (luego regresaremos a las cuestiones de fuente y confiabilidad). Pero el escritor de Vida de Eduardo la ha-

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