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irlands, asegurando a todos y cada uno que nunca escribira nada sobre los
Veloces de
Connemara ni las Gacelas de Donnybrook.
Debera haber recordado mi experiencia de aos antes en Mxico, donde haba
encontrado, no lluvia y pobreza, sino pobreza y sol, y haba huido espantado por el
clima
de mortandad y el terrible olor dulzn que tienen los mexicanos cuando se mueren.
Con
eso haba escrito al menos ciertas buenas pesadillas.
An as, insist: Eire estaba muerta, no haba dejado rastros, su gente no iba
a
perseguirme.
Pasaron varios aos.
Hasta que una tarde de lluvia Mike el taxista (que en realidad se llama Nick) vino,
inadvertido, a sentrseme en la mente. Me code con suavidad y se atrevi a
recordarme
nuestros viajes juntos por las cinagas, a lo largo del Liffey, con l hablando, noche
tras
noche a travs de la niebla, al volante de su viejo coche de hierro, y llevndome
lentamente al hotel, el Royal Hibernian. Mike, el hombre que tras docenas de Viajes
Oscuros yo haba conocido mejor en todo ese pas verde y salvaje.
Cuenta la verdad sobre m dijo Mike. Vulcalo como fue, nada ms.
Y de pronto tuve un cuento y una obra de teatro. Y el cuento es verdad y la obra es
verdad. Sucedi as. No habra podido suceder de otro modo. Bien, el cuento se
comprende; pero por qu despus de tantos aos me volv hacia el escenario? No
era
un giro sino un regreso.
De nio actu en teatros de aficionados y en la radio. De joven escrib obras de
teatro. Nunca producidas, esas obras eran tan malas que me promet no volver a
escribir
para el teatro hasta bien avanzada mi vida, despus de haber aprendido a dominar
todas
las otras formas. Al mismo tiempo dej de actuar porque me daba miedo la poltica
de