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A pesar de que su padre se casó cuatro veces, sólo tuvo hijos (once
en total, con los que Leonardo acabó teniendo pleitos por la herencia
paterna) en sus dos últimos matrimonios, por lo que Leonardo se crió
como hijo único. Su enorme curiosidad se manifestó tempranamente,
dibujando animales mitológicos de su propia invención, inspirados en
una profunda observación del entorno natural en el que creció.
Giorgio Vasari, su primer biógrafo, relata cómo el genio de Leonardo,
siendo aún un niño, creó un escudo de Medusa con dragones que
aterrorizó a su padre cuando se topó con él por sorpresa.
El joven discípulo utilizaba allí por vez primera una novedosa técnica
recién llegada de los Países Bajos: la pintura al óleo, que permitía una
mayor blandura en el trazo y una más profunda penetración en la
tela. Además de los extraordinarios dibujos y de la participación
virtuosa en otras obras de su maestro, sus grandes obras de este
período son un San Jerónimo y el gran panel La adoración de los
Magos (ambos inconclusos), notables por el innovador dinamismo
otorgado por la maestría en los contrastes de rasgos, en la
composición geométrica de la escena y en el extraordinario manejo
de la técnica del claroscuro.
Florencia era entonces una de las ciudades más ricas de Europa; sus
talleres de manufacturas de sedas y brocados de oriente y de lanas
de occidente, y sus numerosas tejedurías la convertían en el gran
centro comercial de la península itálica; allí los Médicis habían
establecido una corte cuyo esplendor debía no poco a los artistas con
que contaba. Pero cuando el joven Leonardo comprobó que no
conseguía de Lorenzo el Magnífico más que alabanzas a sus virtudes
de buen cortesano, a sus treinta años decidió buscar un horizonte
más prospero.
Primer período milanés
Estimulado por la dramática peste que asoló Milán y cuya causa veía
Leonardo en el hacinamiento y suciedad de la ciudad, proyectó
espaciosas villas, hizo planos para canalizaciones de ríos e ingeniosos
sistemas de defensa ante la artillería enemiga. Habiendo recibido de
Ludovico el encargo de crear una monumental estatua ecuestre en
honor de Francesco, el fundador de la dinastía Sforza, Leonardo
trabajó durante dieciséis años en el proyecto del «gran caballo», que
no se concretaría más que en una maqueta, destruida poco después
durante una batalla.
César Borgia, hijo del papa Alejandro VI, hombre ambicioso y temido,
descrito por el propio Maquiavelo como «modelo insuperable» de
intrigador político y déspota, dominaba Florencia y se preparaba para
lanzarse a la conquista de nuevos territorios. Leonardo, nuevamente
como ingeniero militar, recorrió los terrenos del norte, trazando
mapas, calculando distancias precisas, proyectando puentes y nuevas
armas de artillería. Pero poco después el condottiero cayó en
desgracia: sus capitanes se sublevaron, su padre fue envenenado y él
mismo cayó gravemente enfermo. En 1503 Leonardo volvió a la
ciudad, que por entonces se encontraba en guerra con Pisa y concibió
allí su genial proyecto de desviar el río Arno por detrás de la ciudad
enemiga cercándola y contemplando la construcción de un canal
como vía navegable que comunicase Florencia con el mar: el proyecto
sólo se concretó en los extraordinarios mapas de su autor.
Pero Leonardo ya era reconocido como uno de los mayores maestros
de Italia. En 1501 había causado admiración con su Santa Ana, la
Virgen y el Niño; en 1503 recibió el encargo de pintar un gran mural
(el doble del tamaño de La última cena) en el palacio Viejo: la
nobleza florentina quería inmortalizar algunas escenas históricas de
su gloria. Leonardo trabajó tres años en La batalla de Angheri, que
quedaría inconclusa y sería luego desprendida por su deterioro.
Importante por los bocetos y copias, éstas admirarían a Rafael e
inspirarían, un siglo más tarde, una célebre de Peter Paul Rubens.
El interés de Leonardo por los estudios científicos era cada vez más
intenso: asistía a disecciones de cadáveres, sobre los que
confeccionaba dibujos para describir la estructura y funcionamiento
del cuerpo humano. Al mismo tiempo hacía sistemáticas
observaciones del vuelo de los pájaros (sobre los que planeaba
escribir un tratado), en la convicción de que también el hombre
podría volar si llegaba a conocer las leyes de la resistencia del aire
(algunos apuntes de este período se han visto como claros
precursores del moderno helicóptero).
En el Vaticano vivió una etapa de tranquilidad, con un sueldo digno y sin grandes
obligaciones: dibujó mapas, estudió antiguos monumentos romanos, proyectó una gran
residencia para los Médicis en Florencia y, además, trabó una estrecha amistad con el
gran arquitecto Bramante, hasta la muerte de éste en 1514. Pero en 1516, muerto su
protector Giulano de Médicis, Leonardo dejó Italia definitivamente, para pasar los tres
últimos años de su vida en el palacio de Cloux como «primer pintor, arquitecto y
mecánico del rey».
El gran respeto que Francisco I le dispensó hizo que Leonardo pasase esta última etapa
de su vida más bien como un miembro de la nobleza que como un empleado de la casa
real. Fatigado y concentrado en la redacción de sus últimas páginas para su tratado
sobre la pintura, pintó poco aunque todavía ejecutó extraordinarios dibujos sobre temas
bíblicos y apocalípticos. Alcanzó a completar el ambiguo San Juan Bautista,