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i. CULTURA DE DERECHAS Y RELIGION DE LA MUERTE El pasado, el esptritu y la «hora del destino» Quien hojee los primeros ntimeros de una revista como Deutsche Kunst und Dekoration (Arte y decoracién alemana), que gozaba de un gran prestigio a comienzos del siglo y tenia bastantes abonados también en Italia (para un artista italiano, sobre todo para un arquitecto, poseer la coleccién era prueba de una envidiable actualizacién cultural, y pres- tar los fascfculos a los amigos significaba exponerse a un robo seguro), puede resultar sorprendido por el cardcter par- ticularmente hibrido de la produccién que ofrece. En foto- grafias en blanco y negro que todavia llevan en un Angulo la sigla en negativo del fotografo o del cincégrafo, y en hermo- sas laminas en colores fuera del texto, estan reproducidos cuadros, paneles decorativos, estatuas, placas en relieve, vi- trales, proyectos de edificios y de interiores, para nada ho- mogéneos con el planteamiento grafico Jugendstil de la re- vista; lo que es Jugendstil esta bien representado, pero sobre todo en los frisos, en las cornisas, en los disefios de los arquitectos, mientras que el muestrario de pintura y de es- cultura mezcla a los alumnos de Lenbach con los de Béck- lin, mds una larga serie de artistas que se vuelcan, por decirlo asi, al pasado: techos con frescos de faunos, masca- ras silénicas, rozagantes doncellas vestidas de ninfas, pero también tapices y vitrales con una profusion de herdldica, de caballeros a lo antiguo y de austeras jévenes neogéticas.! 1. Deutsche Kunst und Dekoration. Ilustrierte Monatshefte zur Forderung deutscher Kunst und Formensprache in neuzeitlich, Auffas- sung aus Deutschland..., herausgegeben und regidient von A. Koch, Darmstadt. Si a titulo de ejemplo examinamos el afio octubre 1899-octubre 1900 (correspondientes a los voltimenes V y sig.), en- contramos materiales de la Secesién vienesa —K. Moser, G. Klimt, R. Jettmar, etcétera— (p. 254 y sig.), pinturas de estilos como 17 sentimientos de Bernhardi (el autor de Deutschland und der nachste Krieg): su obra demuestra que es nece- sario comenzar a atacar antes de que sea demasiado tarde; puesto que los otros quieren atacarnos, debemos anticiparnos y atacarlos.! Leo Frobenius, el etndlogo, que ya en 1903 habia compar- tido y avalado con su autoridad el principio del ataque preventivo,? publicé mas tarde, en 1932, Schicksalskunde in Sinne des Kulturwerdens (Teoria del destino en el sentido del devenir cultural), donde resuena el titulo del panfleto de H. Frobenius. Seria un error identificar sin mas la conducta de Leo Frobenius respecto de las «ciencias alemanas» con la que asumirian luego los nazis. El concepto de «ciencias ale- manas» se hizo de uso corriente durante el III Reich, espe- cialmente en contraposicién con las «ciencias judaicas» (las teorias de Einstein y otros), y en esta direccién, ajena a Frobenius, también se movieron las acusaciones de hombres de la derecha italiana como Julius Evola: Aqui vale la pena Ilamar la atencién sobre la obra destructiva que el Judaismo, segtin las disposiciones de los Protocolos, ha efectuado en el campo cultural propiamente dicho protegido por los tabuies de la Cien- cia, del Arte, del Pensamiento. Es judio Freud, cuya teoria pretende reducir la vida interior a instintos y fuerzas inconscientes, o a convenciones y represiones; lo es Einstein, con el cual se ha puesto de moda el «relativismo»; lo es Lombroso, que establecié aberran- tes ecuaciones entre genio, delincuencia y locura; lo es Stirner, padre del anarquismo integral, y lo son De- bussy (como medio judio), Schonberg y Mahler, prin- cipales exponentes de la miisica decadente. Judio es Tzara, creador del dadaismo, limite extremo de la dis- gregacion del llamado arte de vanguardia, y también 1. S'accuse! par un Allemand, Payot, Paris, 1915, p. 31 (de este libro existe una edicién italiana actual que no hemos podido con- sultar: J’accuse! di un tedesco, trad, de la edicion alemana, con notas y comentarios a cargo de R. Parese, Milan: Treves, 2. En el libro Weltgeschichte des Krieges, Von L. Frobenius, un- ter Mitwirkung von H. Frobenius und E. Kohlhauer, Jena: Thirin- ger Verlagsansialt, 1903. 20 son judios Reinach y muchos exponentes de la llama- da escuela sociolégica, que es una degradante inter- pretacién de las antiguas religiones.! ~~ Pero el concepto de «ciencias alemanas» habia sido ya ampliamente madurado en la época de Guillermo, dentro del ambito de las reflexiones sobre el «estilo aleman» de toda forma de Kultur, y habia asumido un primario y expli- cito tono politico cuando cientificos como Roentgen, Haec- kel, Wundt (y otros hombres de cultura, escritores y artistas) apelaron, el 3 de octubre de 1914, al Aufruf an die Kulturwelt (llamado al mundo de la cultura) para poner sobre la balan- za el peso de sus nombres y defender la causa de la Alema- nia «agredida». A finales de su vida, en 1933, un afio después de Schick- salskunde, Leo Frobenius, mirando hacia atrds, escribié es- tas palabras que desde su punto de vista sonaban optimistas: En este periodo, entre millones de diversas nocio- nes, hemos sabido que la transformacién de la vida orgénica es ininterrumpida. Sélo ahora vemos con cla- ridad que faunas enteras se sucedieron (...), que la desaparicion siempre esta relacionada con el mismo fenédmeno, es decir, con la excesiva especializacién. (...) También es demasiado especializada la vision de los europeos de nuestro tiempo, y asi se atrofia, como alguna vez sucedié al morir los trilobites. Y en noso- tros aparece una nueva orientacién. La imagen de la metrépoli con millares de edificios empalidece. Otra imagen comienza a mostrar sus contornos. El pensa- miento demasiado especializado del finalismo se mue- re; y mueve en los jévenes miembros el impulso para comprender el sentido de la vida. Al dispersarse de lo multiple le sucede el reunirse en la unidad.” 1, J. Evola, introducci6n a I «protocolli» dei «savi anziani» di Sion, versién italiana con apéndice ¢ introduccién, Roma: Ed. La Vita Italiana, 1938, pp. XXV-XXVI. Es interesante notar que el propio Evola (véase ademds, pp. 81-104), que aqui acusa entre no- sotros al dadaismo, habia sido en su juventud un pintor dadaista. 2. L. Frobenius, Storia della civilta africana, cit., p. 28. 21 Como hemos dicho, esto fue escrito en 1933, con mas exactitud, en agosto de ese afio; hacia seis meses, por lo tanto, que Hitler era canciller del Reich. Entre Leo Frobe- nius (amigo y devoto de Guillermo II)! y los nazis nunca existié demasiada simpatia: lo aclaramos antes de agregar una cita mas de la obra de Frobenius: (...) Alemania salié de la gran guerra completamen- te derrotada dentro de esa orientacién occidental, rea- lista, racionalista y materialista, esencialmente extra- fia a nosotros. Por consiguiente, la cultura alemana renuncié a interpretar ese papel, y desde entonces su- frié una conmocién que responde a su mas intima esencia. Ahora es genuino el sentido de la vida en el aleman. Los otros nos han arrancado de encima el habito extranjero. Ahora podemos recitar el papel que fue escrito especialmente para nosotros.” Frobenius no se reconoce en el nazismo, y es posible que estén dirigidas tanto a los escritos de los nazis como a la produccién de las vanguardias literarias estas palabras suyas: Emergiendo del nebuloso reino de los hechos en la esfera de la realidad, primero nos encandila la pleni- tud de la luz. Cuanto mas aspero es el contraste, tanto peores son los primeros efectos. Las papeleras alema- nas a duras penas pueden proveer el material necesa- rio para reproducir todo este gorgoteo, desvario y bal- buceo de almas perturbadas. El mercado del libro se llena de una horrible mezcla de los sedimentos espiri- 1. Guillermo II financié las expediciones de Frobenius al Afri- ca, y el estudioso continud frecuentando al Kaiser incluso desde su exilio holandés de Doorn: cfr. A. Magris, Carlo Kerényi e la ricerca fenomenologica della religione, Milan: Mursia, 1975, pp. 15-29. Sobre la obra de Frobenius (de la que nos hemos ocupado en: F. Jesi, Letteratura e mito, Turin: Einaudi, 1968, 1977, p. 138 y sig.; id., «Influssi> e «sopravivenze» del pietismo tedesco, «Quaderni de lin- gue e letterature stranieren [Palermo: Fac. di Magisteriol, 1, 1976, Pp. 87-96 sig.), una bibliografia actualizada hasta 1972 se encuentra en: Leo Frobenius 1873-1973. Une Anthologie, avec une préface de L. S. Senghor, édité par E. Haberland, Wiesbaden: F. Steiner Verlag, 1973 (editado también en inglés), p. 247. 2. L. Frobenius, Storia della civilté africana, cit., p. 62. 22 tuales de una humanidad que era esclava y que ahora se lanza avidamente a disfrutar de la nueva libertad, pero no sabe cémo lograrlo.’ Por otro lado, en este rechazo del nazismo por parte de exponentes de la cultura alemana de comienzos del siglo xx, que luego fueron sefalados y puestos en la picota como precursores del pensamiento de Hitler y de Rosenberg, esta uno de los nudos mas dificiles de desatar. Examinada hoy, Ja obra de un Frobenius presenta caracteres tan claros de no conformismo en relacién con buena parte de la cultura bur- guesa de su época (la valoracién de la autonomia de cada cultura «primitiva», y de su dignidad equivalente, si no superior, a la de la cultura de los «civilizados»), que es dificil percibir el precedente del nazismo como ideologia tipicamente burguesa. Pero, como veremos, esta apertura a los «primitivos», esta admiracién por sus formas de cultura, si por una parte podria parecer un 6ptimo antidoto contra el racismo, por la otra ha acompafiado muy bien a ideolo- gias explicitamente fascistas y antisemitas —es el caso, por ejemplo, de un historiador de la religion como Mircea Elia- de, sobre el que volveremos luego. Asi como al oficial de la SS le gustaban los perros o Jos canarios, y por eso probable- mente encontraba algo incorrecto en los carteles que prohi- bian el acceso «a los perros y a los judfos», algunos docu- mentos testimonian que no sdlo en 1933 sino en pleno Ter- cer Reich algunos ilustres etndlogos y especialistas de histo- ria o ciencia de la religién, vinculados a ideologias fascistas © nazis, conciliaban el racismo antisemita con el aprecio y la admiracion por pueblos «primitivos». El aprecio por los «primitivos», evidente en Frobenius, ha levado a estudios de indudable valor, profundidad e innovadora eficacia en el Ambito de las ciencias humanas: pero hay un fondo de racis- mo en él, como lo hay en toda doctrina segtin la cual los hombres de un grupo nacen portadores de una cultura de- terminada y sujetos a un destino determinado. Desde los discursos de Humboldt sobre el genio de las lenguas, a los de Frobenius sobre el «papel que fue escrito especialmen- te para nosotros», existe una continuidad de presupuestos conciliables con los del nazismo, aunque dicha conciliacién 1. Ibid., p. 57. 23 de presupuestos no signifique necesariamente complicidad, y aunque, por afiadidura, de la formulacién de esos presu- puestos se puedan tender lineas que Ievan a lo contrario del nazismo. Las raices del nazismo se encuentran, quizas, en las con- tradicciones existentes en el interior de la sociedad burgue- sa, no s6lo de Alemania, durante los primeros decenios del siglo xx. Pero aqui nos ocuparemos solamente de las rafces_ y de los hechos del lenguaje, de la iconografia y de la cultu- ra mitolégica de la derecha centroeuropea, en relacién con su rendicién de cuentas de los doce afios negros. También es probable que el aparato mitolégico-religioso del nazismo deba atribuirse sobre todo, o incluso exclusivamente, a una élite capaz de determinar la suerte de la poblacién alemana basdndose en proyectos de apariencia profana, pero ensam- blados entre si en un preciso mecanismo ritual. Es muy probable que este enfoque corresponda a las intenciones de Hitler y de sus allegados, pero mas alla de esas intenciones resta el hecho de que el presunto esoterismo nazi se presen- ta histéricamente como la radicalizacién de algunas vetas de la cultura de derechas, cuyos exponentes fueron quizds incluso hostiles al nazismo o, por lo menos, permanecieron distantes en relacién con una criatura tan poco intelectual como «el encalador» convertido en canciller del Reich. En este caso, radicalizacion significa —segiin una expre- sién muy utilizada— un salto cualitativo. Si bien los intelec- tuales que continuaron trabajando en el Reich durante los doce afios negros pueden ser considerados cémplices de lo que sucedia, es mas dificil hablar de complicidad o de res- ponsabilidad respecto a quien estaba en esa direccién, pero murié antes o se retiré en el momento justo. Con mayor razon, es muy dificil decir «estaban en esa direccién», pues esa direccién no era solamente la derecha, el conservaduris- mo, la reaccion, el rechazo al socialismo, etcétera, sino tam- bién Buchenwald y Mauthausen y Auschwitz. ¢O es que en nuestro siglo derecha significa también los Lager, ademas de todo el resto? También se pueden organizar formas de eliminacion de masas, sin alimentarse en las fuentes de doc- trinas esotéricas y sin componer rituales de una religion de la muerte. Hitler y su corte podian divagar y proponerse paradigmas mdgicos de aceleracién del nuevo Reich; pero cuando la sociedad y Ja cultura de Alemania y de la Europa burguesa habian comenzado a sentirse en peligro, afios an- 24 tes de la legada del fascismo y del nazismo, de la Interna- cional Negra, la proliferacién intelectual de la situacién de crisis legé a una fineza y a una calidad estilistica que hoy nos aparecen como insuperables: ¢quién ha escrito una pro- sa alemana moderna més fina —si se puede decir asi— que la de Thomas Mann? Finisima en la autoironia y en el ritmo persuasivo de la narracién, en el disfrute enigmatico (de pureza por exceso de escorias) de calculadas dilaciones, en- rarecimientos, hiperdensidad, melindres y profecias. ¢Y qué puede haber en comuin entre el discurso de Thomas Mann y el de Hitler, aunque se prescinda del hecho de que Mann eligié en el momento justo no seguir el camino de la colabo- racién entre conservadores y nazis? ‘Lo que queda en comun es el drea de manipulacion de lo que en aleman se ha llamado der Geist, en italiano lo spirito. La manipulacién también puede ser una operacién comple- tamente positiva, y no se puede dudar de que la manipula- cién realizada por Thomas Mann haya sido con mucha fre- cuencia (incluso antes de su conversién a la democracia de Weimar) una introduccién de Acidos anticonformistas en una estructura de derecha a izquierda de granitica depen- dencia del «esto es asi». Es muy raro que Thomas Mann se sacrifique a los buenos sentimientos, y cuando lo hace abre deliberadamente una fosa del Limbo, o por lo menos del Purgatorio, bajo los pies de quien lo sigue. Las mismas Con- sideraciones de un impolitico (Betrachtungen eines Unpolitis- chen, 1918) son un panfleto cuyas cualidades de aparatosa novela no se subrayarén nunca lo suficiente. Cualidades se- mejantes quizds a las de Aut-Aut (Enten-Eller) de Kierke- gaard, y no menos cargadas de trampas, de fosas enmasca- radas con ramas y dispuestas bajo los pasos del reaccionario secuaz. La denuncia de la crisis por especializacién en la investigacién cientifica, y especialmente la relativa a la an- tropologia, alcanza en este libro (el blanco es el literato de la Zivilisation) un nivel y una incisividad que en vano se buscarian en Langbehn («La ciencia muere un poco cada vez dispersdndose en la especializacién») 1 o en Frobenius. La novela, «como forma de vida espiritual»,? alcanza en 1, J. Langbehn, Rembrandt als Erzieher, 1890: citamos de la ed. de Stuttgart, 1936, iP 45. 2. Parafraseando asi el titulo del ensayo de Thomas Mann, 25 esta no-novela ' un limite de vanguardia que se pierde, aun- que sélo sea por el logro de otros valores, en la produccién posterior de Thomas Mann: aqui, los personajes, el gusto del narrar, la fragmentacién y la recuperacién de temas, imdge- nes, crisis de estilo, en un cuadro de porte grandioso, paro- diado por la propia medida dilatada del ensayo, conservan una dureza formal que buscaremos en vano en el estilo pos- terior de Mann, en el cual la parodia y el pathos conviven por medio de imperceptibles compromisos irénicos. Esta es la gran derecha, y luego: la gran sequedad.2 Lo que sigue es la declaracién, articulada en retratos ejempla- res, de la «Nobleza del Espiritu».3 Para Thomas Mann serA pues la emigracién externa, mientras otros se integraran en la emigracién interna; el silencio en el interior del nuevo Reich 0 los procedimientos para acelerar el advenimiento, el modelo de conducta adecuada a la comprobacién de que «ya no existen mas en ningtin lugar manos de nifio...».4 Libeck als geistige Lebensform, en Die Forderung des Tages, Berlin: Fischer, 1930, p. 26 y sig. Las Considerazioni son el resultado de una deliberada in- terrupcién de la actividad de novelista durante los afios de la guerra: con respecto a la génesis ya Jos caracteres ideolégicos de la obra, véase la «Presentacién» de M. Marianelli en su traduccién de las Considerazioni, Bari: De Donato, 1967; en las notas se encuentran las indispensables referencias bibliograficas. Marianelli, sin embar- g0, no subraya las cualidades estilisticas de las Considerazioni, y en cambio afirma que «ésta es una prosa donde problemas como los indicados raramente aparecen limpios de las cenizas de la guerra polémica; y algunas paginas son sdlo cenizas» (p. XXXVII); la prosa de las Considerazioni seria una prosa «de servicio» («servicio de guerra») en relacién a la prosa «patronal» de Thomas Mann. 2, La expresién, peculiar de la tradicion mistica medieval ale- mana, es la usada por R. M. Rilke después del final de las Aufzeich- nungen des Malte Laurids Brigge. 3. Recoleccién de ensayos de Thomas Mann (Adel des Geistes) que contiene Sedici saggi sul problema dell’ umanita (Sechzehn Versu- che zum Problem der Humanitat), en sa mayor parte dedicados a determinados autores: Lessing, Chamisso, Kleist, Goethe, Wagner, etcétera. 4. E, Wiechert, Missa sine nomine (1950), trad. it. de E. Milan: Mondadori, 1954, p. 9. eee — 26 Lenguaje de las cosas; simbologta funeraria La cultura alemana entre fines del siglo xix y comienzos del xx le debe a Bachofen la nocién de simbolo que reposa en sf mismo, y no es por azar que el primer centro de la Bachofen-Renaissance fuera el cendculo georgiano, del cual partiria también la revaloracién de Jean Paul. El mismo Jean Paul habia hablado de una «mimica espiritual del uni- verso»! cuando, en la Iniciacién al estudio de la estética (Vorschule der Aesthetik), su teoria de la metafora pasaba de la concepcién de una naturaleza «animada> (beseelt) en tan- to que antropomorfizada por el hombre,” a la de una verda- dera y propia lengua de la naturaleza, en si y por si, inde- pendientes de la intervencién humana. Para Bachofen, en particular en el Ensayo sobre el simbolismo funerario de los antiguos (Versuch iiber die Grabersymbolik der Alten),} la len- gua de los simbolos que reposan en si mismos —en los sarcéfagos helenisticos y romanos, simbolos que no reenvian hacia nada mas que hacia si mismos— se coloca en el punto de coincidencia entre la «mimica espiritual del universo» y la facultad de lenguaje de los hombres. Estos también son elementos del universo, pero son capaces de atribuirse —no sabemos si por autoconciencia o por destino; Bachofen ge- neralmente es elusivo— un papel especial en esa «mimica», en correspondencia con su capacidad o su estilo dé metamor- fosis histérica. El papel humano de la «mimica del univer- so» esta, por otro lado, destinado a hacer coincidir sus con- tingencias con la verdad de la verdadera lengua de la natu- raleza, sdlo alli donde el hombre y su lengua se reintegran en el todo, en el universo, dentro de la experiencia de la muerte: cuando sufren, pues, como toda la realidad fisica del organismo humano, la «disolucién» (Auflésung): concep- to y palabra peculiares de una tradicién cultural tipicamen- 1, Jean Paul, Samtliche Werke (Historisch-kritische Ausgabe, 1927 sig.), seccién I, vol. XI, p. 86. 2. Chr. B. A. Sérensen, Symbol und Symbolismus in den asthetis- chen Theorien des 18. Jahrhunderts und der deutschen Romantik, Co- penhague: Munksgaard, 1963, p. 155 sig. 3. Vol. IV de los Gesammelte Werke, en Verbindung mit H. Fuchs und K. Meuli herausgegeben von E. Howald, Basilea: Benno Schwa- be & Co., 1954, Para la bibliografia relativa, ver las notas de pp. 97-99. 27 te literaria que atribuye la operacién poética a la alquimia, y que va desde Justinus Kerner a Rilke. Los objetos, las cosas (Dinge), en los desarrollos de la teorfa de la metafora de Jean Paul pasan de la condicién de entidades inertes, en espera de ser vivificadas por la energia antropomorfizante del lenguaje humano («A los Arboles, a las aldeas, a los jarros de leche les conferimos una remota imagen humana, y con ella el espiritu»),? a la condicién de entidades que hablan Por si mismas, estan vivas, tienen «espiritu» (Geist), e incluso esperan, con una actitud mas o menos impasible, muchas veces con el fervor de convencidos instrumentos de revelacién y otras con una cierta maligni- dad, que el hombre acceda a su lenguaje y se integre en el todo del cual ellas forman parte inseparablemente. Ya en Jean Paul, al menos en las obras de su madurez, la reinte- gracién del hombre pasa por la «disolucién» y la muerte. En el Titan la «Bildung» de Albano encuentra su corresponden- cia con la de Schoppe, lo cual se cumple en la muerte.? Los simbolos de Bachofen que reposan en si mismos son simbo- los muy cercanos al Mito, o por lo menos a los materiales mitol6gicos, tan cercanos como para identificarse con ellos. Ya en Jean Paul la coincidencia entre simbolo y mito esta Propuesta también en el Ambito de la miterte: la maduracion de Ia autoconciencia de Albano Para estar enteramente vivo @s acompafiada por la maduracién de la autoconciencia de Schoppe que, irénicamente, esta orientada hacia un ser en- ip Git, F. Jesi, Esoterismo e linguaggio mitologico. Studi su R 4M. Rilke, Messina-Florencia: D'Anna, 1976, en particular el capi- tulo I. venir hacia sf a una persona que le arecera su sosias. El complica- le la identidad de Albano (en el “Ciclo» 139 de la novela) prevé, ademas, que Schoppe enenen\re cn 28 te muerto. Schoppe es el pedagogo, mientras que Albano es el discfpulo: la muerte del pedagogo en una situa- cién simétrica a la plenitud de vida del discipulo (muerte zy plenitud de vida colocadas al fin de dos itinerarios de «Bil- dung», porque también el pedagogo sufre una educacién, condicionada por la suerte) hace pensar en una tragica oe yéutica kierkegaardiana, pero sobre todo enel alma divi li- da del mitélogo moderno que no quiere asumir definitiva- mente la mascara, o mejor la escafandra salvadora, del en- sayo. La posicién de Kerényi, qitien declara que «todavia ss mucho lo que (...) separa la boca del borde del caliz. La auténtica mitologia se nos ha convertido en tan extrafia que, antes de gustarla, queremos detenernos y reflexionar», es Ja de quien aparentemente vela/desvela la distancia entre los modernos y la mitologia, identificandose con «un grieso (..) que nos cuente la mitologfa de sus antepasados». Aqui Kerényi casi se reconoce en E. Rhode, es decir en su tinico verdadero predecesor en la investigacion del relato helenis- tico, quien escribia: «Me sumergia completamente en la pro- fundidad del estupendo mar de la novela y disfrutaba de aquella loca existencia alla abajo».? Don Quijote devoraba novelas, y éstas «terminaron por devorarlo»:* el mitélogo contempordneo de la tradicién alemana que encuentra en Bachofen su punto de referencia, y que al mismo tiempo no quiere renunciar a colocarse entre los descendientes «de los humanistas alemanes que vivieron en tiempos de las “Letras de los oscurantistas”, de un Reuchlin, de un Crotus von Dornheim, de un Mutianus y de un Eoban Hesse»; tiene frente a si el destino de Schoppe. Declarado humanista, tiene discipulos o aspira a tenerlos (y sufre su falta); © para i i . Kerényi. Prolego- . K. Kerényi, Introduccion aC. G. Jung y K. Kerényi g tee an i celeritete mitologia, txad. it. de A. Brelich, Turin: Einaucl, 1948 (Turin: Boringhier|, 1972), pp. 13-14 2. K, Kenényi, Prefacio a Gli dei e gli eri della Grecia, 1, Gli de, . it. de V. Tedeschi, Milan: Garzanti, 1p. 13. ta oe de Kerénys, Introduccion a P. Radin, C. G, Jung, K., Kerényi, I briccone divino, trad. it. de N. Dalmasso y S. Daniele, Milan: Bompiani, 1965, p. 13. = th Mean, Doctor Faustus, trad, it. de E, Pocar, Milan: Mon- i, 1985, pp. 9-10. : dacor oe ia pota introductoria de V. Kerényi, Th. Mann, Roman- zo e mitologia. Un carteggio, trad. it. de Pocar, Milan: Saggiatore, 1960, p. 15: «Hoy los alummos estén dispersos: ¢n campos de prisio. 29 4 \rADER cumplir con el acto ritual que les revela a ellos la identidad suya de hombres enteramente vivos en Ja medida en que estén en relacién con la «mitologia auténtica», debe elegir por si mismo la religio mortis.! A las palabras del joven Lukacs sobre el ensayo como pretexto, conviene agregar al- gunas consideraciones sobre el ensayo como lugar elegido por la moderna ciencia del mito o de la mitologia a la que nos referfamos: sobre los riesgos de vacuidad y la oportuni- dad de afrontarlos, que aparecen ante los mitélogos prota- gonistas de esa ensayistica. La lengua italiana permite el calembour: el ensayo es el autor de un ensayo. Las mascaras mitolégicas que adopta y los azares a los que esta expuesto, los materiales mitolégicos que maneja y los azares que afir- ma presagiar se convierten al mismo tiempo en mitos y en azares que envuelven su obra. A fuerza de asumir esas més- caras y de manejar esos materiales, de identificarse con ‘su conocimiento a través de la composicién, corre el riesgo de caer, antes de su 5 de mayo personal, en un «Comme quoi Napoléon n'a jamais existé».? Pero piensa que se le ofreceré la oportunidad de consumir —con algun procedimiento afin a la ironfa romantica 0 al marranismo judio— mecanismos y materiales de museo que él confia Ievar hasta su agota- miento, con el estimulo de la propia Ergriffenheit? hasta una transparencia tal que contrapese el opaco espesor que él ha conferido a su propio rostro al asumir el semblante del neros y de trabajo, si bien estan vivos aun. (...) Con la publicacion de esta correspondencia, el responsable busca un alivio on oa soledad». 1 i Jesy, K. Kerényi: i «pensieri segreti» del mitologo, Con ambiciones esotéricas infinitamente mds pequenas que las de Crowley, en este parrafo buscaremos suscitar la sonrisa de otros iconos, presentes en la produccién de un coleccionista de simbolos que reposan en s{ mismos como E. T. A. Hoffmann. La novela de Hoffmann llamada El vam- Piro (Der vampir) cuenta la historia del conde Hipdlito, que una vez establecido en su feudo después de un periodo juve- nil de viajes, emprende con celo iluminista la racionaliza- cién de Sus tierras y organiza una especie de finca modelo (mo demasiado iluministicamente laica, dado que en su pro- L aad. Sei ' Munict {Sutscher, F. Wedekind. Sein Leben und seine Werke, vol. I - .K. Kerényi, La religione antica nelle sue lis Hi, trad. it. de D. Cantimori ¥ A. Brelich, Rome: Acree eet . . Brelich, Roma: i cap, V, en particular pp. 149-156. aie emihiacaeet a - ey Symonds, La grande bestia. Vita e magia di A. Crowley, trad. it. de R. Rambelli, Roma: Edizioni Mediterranee, 1972, p. 40, 32 ecto entran una iglesia y un cementerio). El conde esta tan absorbido por su apasionada actividad de agrénomo, arqui- tecto y demas, que descuida lo que parece un deber funda- mental hacia si mismo y hacia la sociedad: no se preocupa de buscarse esposa. Pero un dia llegan al castillo dos muje- res, una baronesa y su hija, que él acoge por deberes de hospitalidad; mientras la madre, vieja y fea, le inspira una repugnancia instintiva, agravada por el hecho de que estA sujeta a crisis periédicas de catalepsia y que en esos momen- tos parece un cadaver, la joven y bella hija enciende en él un amor a primera vista, que al parecer es compartido. Se arregla la boda, todo esta listo, pero poco antes del dia establecido para la ceremonia encuentran a la vieja barone- sa muerta en el cementerio que frecuentaba con extraiia asiduidad. A pesar de eso, al poco tiempo se celebra el ma- trimonio. Los cényuges habrian vivido felices y contentos si la joven esposa no hubiese estado afligida por una extrafia tristeza o angustia aparentemente injustificada. Probable- mente ella esconda algo; y, por cierto, finalmente algo le revela al marido; esta atormentada por la pesadilla de una infancia y una adolescencia vividas con la madre, que qui- z4s hubo desempefiado un papel oscuro en la muerte del padre y que, baronesa pero sin dinero, se hizo mantener por un aventurero, pretendido aristécrata que en realidad era hijo de un verdugo y, ademas, marcado a fuego como delin- cuente. La madre no sdlo acepté esta relacién degradante con el mas vil de los parias (hijo de un verdugo), sino que, cuando la hija se hizo adolescente, intenté, en vano, pasarla al amante, tratando de darle un motivo mds para que no fuera avaro con su dinero. Ante estas revelaciones, el conde Hipélito se muestra muy comprensivo con respecto a los pesares sufridos por la espo- sa; pero en el comportamiento de la mujer queda algo sin explicar: en la mesa muestra siempre una gran repugnancia por las carnes y se niega totalmente a comerlas. Su tristeza va asumiendo poco a poco los caracteres de una enfermedad grave; el médico no logra hacerla mejorar y finalmente se va con alguna excusa, como si se encontrase frente a una fuerza maligna contra la cual su ciencia es impotente. El conde empieza a alimentar una sospecha. A menudo, antes de dormir bebe una tisana que la esposa le prepara con sus propias manos; una noche, al sospechar que la tisana pueda contener un somnifero, hace como si la bebiera, simula dor- 33 mir y ve que su esposa se levanta del lecho. Entonces la sigue y la ve dirigirse hacia el cementerio. Alli asiste sin ser visto a una escena de horror: su esposa, junto con un grupo de horribles mujeres, participa en el destrozo y degustacién de un cadaver. A la manana siguiente el conde, que al regresar a su casa habria logrado contener su disgusto y no revelar en seguida a su mujer que la habia visto en el cementerio, finalmente pierde el control cuando ésta, por enésima vez, rechaza un plato de carne. La acusa entonces de su infamia; la mujer se vuelve en contra de él, trata de morderlo en el pecho, reve- lando sin mas cautela su naturaleza de bruja-vampiro-cani- bal, y cae muerta. Hoffmann, sin otro comentario, concluye: «El conde enloquecié». Ahora demos paso a nuestro juego de sociedad, triviali- zando la simbologia profética. De la misma manera que las medidas de la piramide de Keops han sido interpretadas por esoteristas y fanta-arquedlogos que han obtenido los datos proféticos de los principales hechos de la historia hu. mana, intentemos escribir la siguiente INTERPRETACION HIS- TORICO-SOCIOLOGICA DE LA NOVELA Der Vampir DE E. T. A. HOFF. MANN COMO TEXTO ALEGORICO-PROFETICO: «El conde Hipélito representa al capitalismo de la aristocracia terrateniente y empresarial de la Alemania de Guillermo: quiere reapropiar- se del feudo racionalizando la forma de explotacién basdn- dose en criterios modernos pero se mantiene, al menos for- malmente, apegado a convenciones religiosas (la Iglesia), y en una relacién devota con las tradiciones de los antepasa- dos (el cementerio). Este empefio lo deshumaniza (descuida los asuntos del coraz6n, no se busca una esposa). La vieja baronesa es la mascara de decoroso respeto hacia aquella aristocracia terrateniente y empresarial asumida por diri- gentes aventureros y criminales de las clases mas envileci- das, como la pequefia burguesia empobrecida, el proletaria- do y el subproletariado reaccionario (el hijo del verdugo): si el conde Hipélito es Hindenburg, Von Papen o Krupp, la vieja baronesa es la chaqueta del jaquet y la reverencia de Hitler, que se dobla frente al Feldmariscal presidente de la Republica. La hija de la baronesa, joven, bella, pura, seduc- tora, es el nuevo orden, que aparentemente garantiza los valores tradicionales, parido por los seres mas viles disfra- zados de personas de bien, y capaz de producir un coup de foudre en las clases sociales mas elevadas. Parece que el 34 foudre es reciproco y que también el nuevo orden ae eee a la aristocracia (de sangre, de cxpada, de jndustria); pero algo va mal. El traje de etiqueta de Hit ler esta un poco enlodado y estropeado por los comportamien- tos inconvenientes de sus secuaces: cada tanto la oe parece un horrible cadaver, y frecuenta quiza demasiado e! cementerio. También este obstaculo se elimina, ya que la vieja baronesa muere (los aspectos mas urticantes del eae orden son aparentemente eliminados con la masacre c Réhm y de sus SA), pero hay algo que no funciona. En e comportamiento de los nazis hay un componente extrafio e insidioso que la élite aristocratica y capitalista no lega a comprender bien, y que infravalora. EB] matrimonio se ha consumado, el conde Hipdlito esta convencido de haber he- cho suya a la joven, Von Papen declara a los intimos que Hitler, una vez “casado”, no dara que temer. Pero la inquie- tud persiste, y el médico, que es Thomas Mann, prefiere irse porque percibe que estan en juego fuerzas malignas. La Re- publica de Weimar no puede ser salvada. Comer carne i mal es ejercer el goce y el poder en su forma tradicional; el nuevo orden rechaza hacerlo, quiere otra cosa: no quiere comer carne animal (el goce “‘democratico”), sino que quie- re desgarrar carne humana (los horrores del nazismo). Ya tarde, una vez consumado el matrimonio, se manifiesta y establece una situaci6n de conflicto (la Segunda guerra mun- dial); el nuevo orden no titubea en agredir a la élite aristo- cratica y capitalista, fuera de Alemania e incluso en Alema- nia. Fracasa y cae muerto (fin de la Segunda guerra mun- dial), pero su adversario (la élite aristocratica y capitalista) enloquece». Mitologta fascista en Espana y en Rumania Estos juegos de sociedad tienen un riesgo. Por ape eae siempre es posible que alguno que se ha quedado hasta el final muy callado en un rincén, de pronto se levante y cite a Joseph de Maistre: «Es necesario que estemos preparados para un advenimiento inmenso en el orden divino, hacia el cual nos dirigimos con una velocidad acelerada que debe impresionar a todos los observadores. Temibles ordculos nos 35 anuncian que los tiempos ya han legado».! Los rituales de Jas diferentes formas de religion de la muerte del siglo xx comienzan, generalmente, con ese tipo de enunciacién cau- ta, pero solemnemente profética. En Italia, sin embargo, es algo raro (0 quizds ha sido algo raro sobre todo durante los veinte afios del fascismo: lo que proliferé después, en cuanto a religion de la muerte, dentro del ambito del neofascismo y de la cultura de derecha, crea miayores temores). En tiem- pos de Mussolini, el fascismo se mostré en general bastante tibio en relacién con la mistica de la muerte, que incluso parece sometida a su simbologia 0 a su Kitsch. Tiene senti- do hablar de una verdadera mistica de la muerte o de una religién de la muerte, cuando nos encontramos frente auna mitologia funeraria hegeménica, totalizante, planteada como unico punto verdadero de referencia de las normas que obligan a actuar o a no actuar, de las formas de aproxi- maci6n a uno mismo, a los otros hombres y al mundo, de la vision de la historia y de la naturaleza. Pero la calavera con el pufal entre los dientes que figuraba en el pecho de las camisas negras de los Arditi que luego formaron los squadris- H, no esta disociado del lema «Me ne frego», que por cierto no es en absoluto nihilista: El orgulloso lema de los squadristi «Me ne frego», escrito sobre las vendas de una herida, no sélo es un gesto de filosofia estoica, es la sintesis de una doctrina politica, es la educacién para el combate, la acepta- cion de los riesgos que éste implica; es un nuevo estilo de vida italiano. Es asi como el fascista acepta, ama la vida... ? Aqui no se trata de una religion de la muerte; se trata de un conjunto de simbolos capaz de poner en circulacién o de formalizar valores que, para demostrar que poseen el peso especifico deseado, también deben echar sombras de cemen- 1. Con estas palabras, extraidas del 11.° Entretien de las Soirées de Saint Petersbourg, R. Guénon cerraba en 1927 su libro Le Roi du Monde (trad. it. de A. Reghini, [7 Re del Mondo, Roma: Atanér, 1952). 2. Rapsodia eroica. «Dall’intervento all'impero», idedlogo y edi- tor de la obra de G. Stefanelli, sintesis histérica de Antonio Monti, comentario artistico-documental de D. Cella, L’Italia guerriera, Mi- lan: Editoriale patriottica, 1937 (pp. no numeradas), «Gli ardifi e la rivoluzionen, 36 i mismo, el corazén, el nticleo decisivo de la eee aia! Rivoluzione fascista (1932-1935), era el «Sagra- rio de los Martires», el cual recuperaba para el régimen el aurea sepulcral de la retérica del Soldado desconocido, pero a la vez, ya fuera por una carencia de estilo 0, si por decirlo asi, de temperatura mitolégica, resultaba més una barraca arreglada con habilidad de coreégrafo que el santuario o la cripta de una religion de la muerte: Era una sala enorme, toda negra, como un catafal- co, con una banda negra estrellada a intervalos regu- lares, y cada estrella era un martir, un martir fascista. No tenfan nombre (...). Ya en el cielo, convertidos en una sagrada legién andonima, estaban alli, en esa cu- pula de bettin, mientras en el centro de la sala un fondgrafo ornado de pafios negros, como los caballos de los coches fiinebres en los transportes de lujo, repe- tia al infinito, en sordina, «Juventud, juventud». Si se observan las cuestiones de estilo, bastara con recor- dar que el celebrante oficial del «Sagrario» definia como «genial y delicada» la idea («mérito especial del Duce mis- mo») «de llamar con la palabra “Presente’ a las grandes sombras de los martires en lugar de reducirlos a los estre- chos confines de sus nombres mortales».” «Genial»: es sobre todo un de acercamiento a los «secretos del mundo», se conjugan con la apologia racista del genuino hombre rumano, plasmado en el paisaje de su tierra, y con su ofensiva contra la usura, contra los judios, contra los «Occidentales». El ioenene espafiol tiene como tnica religion la de los «hombres = honor» y la de la violencia, el heroismo y las mutilaciones: religién de la muerte, pero que carece de cualquier connota- cién cristiana y rechaza todo ascetismo que no sea la volun- tad de morir: en los batallones del Tercio no faltan grupos de prostitutas, toleradas «por una tradicién que viene de las campanas de Marruecos»; 3? en el Tercio se come muy bien: i i i i della ._ Los «Quaderni del Veltro», Bolonia, publican J eanti Guardia ai oe las Edizioni di Ar, Padua, publican Diario dal carcere (1970), Guardia di Ferro (1972) e Il capo di cuib (1974) de . Codreanu, i i : mat Thomas, Storia della guerra civile spagnola, trad. it. de P. Bernardini Marzolla, Turin: Einaudi, 1963, p. 376 y sig. R. Segala, La legge del Tercio, cit. p. 1095. 41 «sopa © entremeses, un plato de pescado, uno de carne con guarnicién, queso, fruta y, dos veces por semana, también postre».! E] legionario rumano es un asceta, ya sea por ne- cesidad (mientras que el Tercio era un cuerpo militar del Estado, la Guardia de Hierro estuvo siempre en dificiles relaciones con el gobierno rumano, incluso en condiciones de semiclandestinidad), ya por eleccién deliberada: es el exponente de un movimiento tradicionalista que se declara cristianfsimo, tutelado por un arcangel, y su religion de la muerte es también una mistica de la necesaria culpa: se debe matar al adversario politico y al judfo que fue dei- cida asi como asesino o chupasangre del pueblo rumano, pero también se debe aceptar la punicion por estas muertes (cuando se es capturado), como una expiacién justa. De la misma manera que no creemos en el caracter «ni- beltingico» de lo sucedido en 1977 en la carcel de Stamm- heim, no tenemos ninguna confianza en una busqueda que trate de resolver, con clichés mitolégicos o pseudomitologi- cos de antigua hispanidad o de antigua rumanidad, los pro- blemas planteados por las caracteristicas ideoldégicas y el comportamiento del Tercio y de la Guardia de Hierro. Pero tampoco podemos dejar de lado el trabajo de tecnificacién de elementos mitolégicos realizado por los idedlogos espa- foles o rumanos. Si para el Tercio el anélisis de esta tecni- ficacion resulta relativamente simple y poco revelador (es- tan en juego elementos poco exclusivos: la imagen del héroe propuesta por Millan Astray es la del soldado que valora las mutilaciones, desafia el peligro porque quiere la muerte, vive noblemente al dia porque su valor es sobre todo violen- cia aqui y ahora, goce inmediato del propio poder de agre- sion). Para la Guardia de Hierro el andlisis de la tecnifica- cién muy articulada del patrimonio mitologico es arduo y abre perspectivas interesantes: a partir de esa periferia se puede llegar, siguiendo el hilo, al nticleo de la cultura cen. troeuropea de los primeros decenios del siglo. El tema muerte-boda reaparece en el canto del Tercio y en el de la Guardia de Hierro. Pero no sélo el uso del canto es diferente en las dos «legiones», sino que en el Ambito rumano la tematica misma de la cancién se relaciona con la manipulacién de los materiales mitolégicos locales (de toda l. Tbi 42 cénica-danubiana) que no tienen equivalente en a ean ibérica. La muerte-boda y las bodas con ' ee fe on el elemento central de una célebre balada del folklore ve 0, Mioritza, en la cual el protagonista, un pastor, con- Nbe su propia muerte inminente como wma unién con la oe “aleza.! Este erotismo finebre alcanza su maxima in- Pindad en otra balada, la Leyenda de Mastro Manole, cuyos componentes estan documentados en una amplia area a a oriental. Es la historia del albanil que para termi ear un edificio debe emparedar viva en él a su propia mujer. Sobre esta leyenda, que E. Weber ha recordado a propésito de Ja mistica de la muerte, peculiar de la Guardia on eee y mas precisamente de las manipulaciones que ha st oe a en los ultimos tiempos, son muy instructivos ee loc mentos: el estudio, con una evidente preocupacién de os tificidad, que le ha dedicado Mircea Eliade, y otros textos autobiograficos o cientificos del mismo autor. El «mensaje secreto» del profesor Eliade ircea Eliade, nacido en Bucarest en 1907, ee eae enn Wach en la catedra de historia de ra religiones en la Universidad de Chicago, y justamente a derado hoy como uno de los mayores especialistas muni i les de chamanismo y de yoga, publico el 17 de diciem! rl e 1937 en la revista «Buna Vestire» un articulo que, entr otras cosas, decia lo siguiente: i ii ida degra- :Puede la estirpe ramana poner fin a la vida d dada por la miseria y la sifilis, invadida por los judios y debilitada por los extranjeros? (...) La revolucién legionaria debe Iegar a la meta suprema: la redencién de la estirpe....? i i ideré de luto cuan- Con mucha coherencia, Eliade se consi do mataron a Cornel Codreanu (30 de octubre 1938),* y con Barbu, Rumania, cit., pp. 182-183. ia, cit., pp. 522-523. i : eee id Mircea Hleie, «Toladot. Buletinul Instivutu- Niemirower» (Jerusalén), n.° 1, enero-marzo 1972, p. 24. ‘bidem. 1. Z, eis 3. Ci lui Dr. J. 40 43 la misma coherencia no vio nada de oprobioso en represen- tar en el exterior, en calidad de agregado cultural, al gobier- no rumano que en el verano de 1942 firmaba con el dele- gado de Eichmann, Gustav Richter, un acuerdo para la de- portacion de todos los judios rumanos a los campos de exterminlo- ‘Estos ¥ otros datos fueron hechos publicos en 1972 por el Instituto «Dr. J. Niemirower» de Israel, para denunciar la gaffe de une de los més prestigiosos docentes de la Univer- ead de Jerusalén, Gershom Scholkem, que consideré opor- dir un homenaje a Eliade colaborando en un vola. plicado en su honor.? Los mismos datos fueron pues- meen circulacion en Italia en 1977,3 cuando a raiz de la edicion del diario de Eliade en italiano se publicaron 4 co- mmentarios &D los que no se hacia la més minima referencia al fascism? yal antisemitismo del estudioso rumano, sino, por el contrario, se citaban elogiosamente («pasién verdade- eemente noble por la literatura» 5 algunas anotaciones de este tipo? Cémo se «salvaron> los escritores alemanes emisra- dos en los Estados Unidos: trabajaron y presiguicrn Ja creacion comenzada en Alemania. F] caso de Tho- mas Mann es ejemplar: incluso antes de emigrar a los gstados Unidos, cuando cambiaba continuamente de domicilio, en Suiza, en Francia (luego en Princeton, en Los Angeles), podia soportar todo porque escribia la tetralogia de José. Esto salvé la continuidad y la uni. dad interior que estaban amenazadas en él desde el exilio- tuno re men pu Como todo el diario de Eliade esta recorrido por un la- mento acerca de la amenaza contra «(su) continuidad y (st) bid., P. 26. 1, 1bIes Ay” Myths and Symbols. Studies in Honor of Mircea ae 7 cargo de f M. Kitagawa y C. H. Long, The University of Chicago Press, 1962. ; perce *M. di Nola, Mircea Eliade e V'antisemitismo, «La eoeae ‘di Israel», vol. XLUL, n.° 1-2, enero-febrero 1977, pp. 1215. SNA. Eliade, Giornale, trad. it. de L. Aurigemma, Turin: Borin jeg, 1976 ‘ re ghieri, 7 Croce, Sogni e amici di Eliade il profeta, «La Stampa»; 14 Sil 1977, P- 3. de abril Tate, Giornale, cit., p. 426. 44 unidad interior» representada por el exilio, es evidente aqui Ja intencion de tomar como espejo la condicién de los escri- res alemanes emigrados, en particular de Thomas Mann, de inscribirse como intelectual que, golpeado por la bru- talidad, se «salva» en la dimensién interior de su propia relacién con el] mito. Naturalmente, Eliade olvida citar las palabras de Thomas Mann sobre la tetralogia de José: «El gnito es sacado de las manos del fascismo y “humanizado” por fin en el més escondido rinconcito de ia lengua, y si la posteridad encontrara algo de notable en esta obra sera precisamente eso».! No tiene ninguna trascendencia el he- tho de que Thomas Mann haya elegido el exilio contra el nazismo, mientras que la explicita simpatia de Eliade por el na- zismo le impidié volver a su patria al final de la guerra. Por otra parte, el diario de Eliade sélo contiene rarisimas refe- rencias a su opcién ideoldégica de la preguerra (no faltan los recuerdos de ese periodo, pero est4n politicamente esterili- zados: el nombre de Codreanu esta del todo ausente), si bien se puede leer entre lineas, y se diria que con bastante claridad: to Es necesario que se diga que el fenémeno capital del siglo xx no ha sido, y sobre todo no sera, la revo- lucién proletaria, tal como predicaban los marxistas hace setenta u ochenta afios, sino el descubrimiento del hombre no europeo y de su universo espiritual. Tendria que desarrollar esta idea en un articulo. Mos- trar cémo la visién de Marx —el mesianismo del pro- letariado, la lucha final entre el bien y el mal, etcéte- ra— tiene sus raices y encuentra explicacién en la teologia judeo-cristiana, integrandose, por lo tanto, en el horizonte histérico mediterraneo. Seria interesante ver qué significaban para Marx las civilizaciones ex6- ticas y tradicionales (primitivas). Actualmente, noso- tros comenzamos a darnos cuenta de la nobleza y la autonomia espiritual de estas civilizaciones. Y el did- Jogo con ellas me parece, en relacién con el futuro de la espiritualidad europea, mucho mas importante que la renovacion espiritual que podria aportar la eman- 1. Del ensayo de Thomas Mann, Joseph und seine Brider, tra it. de B. Arzeni en apéndice a la edicién italiana de la tetralogi: Milan: Mondadori, 1954, p. 2290. 45 cipacion radical del proletariado. Ya se ha visto qué +7 «valores» nos ha revelado el proletariado: nada que no fuera ya conocido para el espfritu europeo,! Hemos recordado estos elementos de la cultura de Eliade que sit ellos es imposible colocar en su justa perspec- P interpretacion de la leyenda de Maestro Manole acionarla tanto con la mistica de la muerte, peculiar de Ja Guardia de Hierro, como con un espectro mas amplio de la cultura de Ja derecha europea. A propésito de la leyenda oca el sacrificio de la mujer del albanil, Eliade ha rel (..) para perdurar, una construccién (casa, obra técni- ca, pero también obra espiritual) debe ser animada, es decir, recibir juntas una vida y un alma. El transfert del alma no es posible sino a través de un sacrificio; en otros términos, a través de una muerte violents, También puede decirse que la victima sigue su exi tencia después de la muerte, no en su cuerpo fisico sino en el nuevo cuerpo —la construccién— que ella pa «animado» con su inmolacion; también se puede hablar de «cuerpo arquitecténico» que sustituye al cuerpo carnal. El transfert ritual de la vida por medio del sacrificio no se limita a las construcciones (tem- plos, ciudades, Ppuentes, casas) y otros objetos utilita- yios: lo Mismo se sacrifican victimas humanas para asegurar el éxito de una operacién, como la duracién nistérica de una empresa espiritual.? La tematica del sacrificio humano «de fundacién» (cual- sean SUS explicaciones por parte de los estudiosos s, no Siempre de acuerdo con la hipétesis de Elia- relacionarse directamente con la Mistica 0 reli- quiera moderno: de) * parece 1, M.Eliade, Giornale, cit., pp. 134-135. 3, M.Eliade, Mattre Manole et le monastere d’Arges, De Zalmoxis a Gengis Khan. Btudes comparatives sur les religions et le folklore de 2 Goncie et de | Europe Oriental, Paris: Payot, 1970, pp. 178-179. Dace) texto mas reciente que se ocupa’de la cuestion es: Sacralita dell'acqua e sacrilegio dei ponti. Persistenza di eppilli, s _ Soe dindmica culturale, Palermo: Sellerio, 1977, p. 265 sig. 46 jon de la muerte de la Guardia de Hierro: los legionarios debian morir para establecer ritualmente la «emancipacién de la estirpe» —con su perspectiva no de vencer o morir, sino de vencer muriendo (hasta aqui no decimos nada de nuevo; esta coincidencia ya ha sido comentada e ilustrada muchas veces). Pero en el diario de Eliade hay un comentario que abre una espiral sobre otros «secretos» (como veremos, la palabra es de Eliade), haciendo aflorar mds alla de la apa- yiencia exterior de la mistica de la Guardia de Hierro un componente esotérico —en torno al cual sdlo se alentaba alguna sospecha genérica, tan vaga que no requeria ninguna verificacién—. Este sefialaria a la leyenda de Maestro Mano- lo no sélo como un precedente tradicional sino como un verdadero y propio hierés légos de esa religion de la muerte. Bl 8 de noviembre de 1959 Eliade escribe en el diario: Hoy hojeo mi Tratado de historia de las religiones 1 deteniéndome, sobre todo, en el largo capitulo sobre los dioses del cielo; me pregunto si el mensaje secreto del libro ha sido entendido, «la teologia» que esta implicada en la historia de las religiones tal como yo la he descifrado e interpretado. Sin embargo el senti- do resulta bastante claro: los mitos y las «religiones», en toda su variedad, son el resultado del vacio dejado en el mundo por haberse retirado Dios, transformado en deus otiosus y desaparecido de la actualidad reli- giosa. Dios —mas exactamente el Ser supremo— ya no tiene ningun papel en la «experiencia religiosa» de la humanidad primitiva. Ha sido suplantado por otras formas divinas: divinidades activas, fecundadoras, dramaticas, etcétera. He vuelto sobre este proceso en ‘También puede ser interesante confrontar el breve escrito juve- nil de G. Lukécs, en el que el tema de la leyenda aparece en una posicién central: Della poverta in ispirito. Un dialogo e una lettera, 1." ed. hangara 1911, 1,* ed. alemana 1912, trad. it. de J. Szauder, en «De Homine», ntums. 45-46, 1973, pp. 133-148; trad. it. de G, Sertoli y F. Jesi, en «Nuova Corrente», n.° 71, 1976, pp. 209-224. Véase también el ensayo de A. Heller sobre este escrito (1.* ed. hiimgara 1972; trad. inglesa, «Von der Armut an Geist»: A dialogue by the Young Lukdcs, «The philosophical Forum», vol. II, nums. 3-4, 1972; trad. alemana en Lehrstick Lukdcs, Francfort: Suhrkamp, s. M. 1974). 1. M. Eliade, Trattato di storia delle religioni, wad. it. de V. Vacca, Turin: Edizione Scientifiche Einaudi, 1954 y 1970. 47 otros estudios. ¢Pero se entenderd que la «verdadera» religion sdlo se inicia después de que Dios se ha reti- | rado del mundo? ¢Que su «trascendencia» se confun- de 0 coincide con su eclipsarse? El impulso del hom- bre religioso hacia lo «trascendente» me hace pensar a veces en el gesto desesperado del huérfano que se-ha quedado solo en el mundo.! El lector atento del Tratado de historia de las religiones percibe que las preguntas planteadas por Eliade en esta parte del diario son (a pesar de declaraciones como «el sen- tido resulta bastante claro»), de hecho y sobre todo, interro- gantes retéricos. Ast como se Presenta, en si y para sf, el Tratado hace casi imposible la comprensién del «mensaje secreto>. Una vez que ha comprobado que «en realidad los Seres celestes supremos no representan nunca un papel fun- damental en la religiosidad primitiva»,? Eliade afirma que en tiempos remotos, anteriores a los documentados por la etnografia, los Seres celestes supremos representaban «el centro mismo de la vida religiosa»: 3 luego su presencia desaparecié de la «actualidad religiosa», se convirtieron pre- cisamente en los otiosi, «fainéants» ultimos reyes merovingios, y sustit digamos— como los dos en el inmediato ejercicio del poder por «maires du palais» (siempre segin nuestro ejemplo), formas religiosas «dinamicas, activas, f4- cilmente accesibles»,+ Yawn Es evidente (escribe Eliade en el Tratado) que eso no disminuye para nada la autonomia, la grandeza y el primado de los Seres celestes supremos; es més bien una prueba de que el hombre «primitivo», como el civil, los olvida facilmente, apenas deja de tener necesidad de ellos; que la dureza de la existencia le obliga a mirar mas a Ja tierra que al cielo, y que la importancia del Cielo es redescubierta sélo cuando una amenaza de muerte aparece desde arriba»> M. Eliade, Giornale, cit., p. 230 M. Eliade, Trattato, cit. p. 56, Ibid., p. 61. Ibid, p. 58. Ibid. p. 56. 48 irmar explicitamente que «los mitos y las ", ia ony el pesaltads del vacio dejado en el mun- ee Dios se ha retirado», hay una gran distancia: no ee alae ie ablalldie “eaetaaje teen eee aa nae as Rees euie el «mensaje» del libro sea «secreto» y que, por fo tanto, el lenguaje y el aparato de construccién cientifica xa tratado son los elementos fumcionales de un monumen- “a criptograma, se anula la objecion de Karoly Kerényi que iu aba «trivial» ' a Eliade, por lo no adecuado de sus ana- te (asi como est4n explicitamente enunciados) frente a la eel matica afrontada, pero aflora un elemento que a pri- a Vista es desconcertante. El antisemita Eliade ha cons- tee todo su Tratado como una arquitectura que oculta y exhibe al mismo tiempo, en su propio centro, como = j ero como «mensaje secreto», una doctrina particular- pide elijicia. i inldnerrina on Ialcuel ial cabaiel cn leagt! Gal a partir de Jizchaq Luria (1534-1572), da respuesta al roblema de la creacién de la nada. Dice Eliade: «Los et : las “‘religiones”’ (...) son el resultado del vacio dejado ene a yaedal por haberse retirado Dios». La Cabala luriana afir- ma que Dios —para garantizar la posibilidad del mundo— tuvo que dejar vacia una zona en su ser, de la cual entonces E] se'retiré... Dios, retirado «de si en si mismo», creé un espacio Pr mordial en el que, por emanaci6n, actud la creacion. En . Tratado, Eliade presenta el retiro de Dios en oe ae historia y psicologia de las religiones, pero en los = _ rios del diario subraya que mas alla de estas formu ea se entiende el «mensaje secreto»: no por Paar abla de «teologia», como resultante de su forma de «desci aaa : «interpretar» la historia de las religiones, y no or eas Es dad usa la palabra «Dios» cuando se refiere al «re! gece salvo para corregirse un instante después: «Dios —mis one a tamente el Ser supremo...». ¢Qué quiere decir todo est is Eliade, o sea también «el trivial Eliade» segin la definicién 1. Véase F. Jesi, K. Kerényi: i «pensieri segreti» del mitologo, cit., pe? or Scholem, Le grandi correnti della mistica ebraica, trad. it. de G. Russo, Mildn: Il Saggiatore, 1965, p. 355. 49 de Kerényi, no puede ser considerado ajeno, por ignorancia, a esta doctrina de la mistica hebraica; ni se puede suponer que en un diario centrado en la nocién del propio exilio é] mencione como «mensaje secreto» de su Tratado el retirarse de Dios, sin saber que, en el Ambito de la cultura hebraica, ... se ha intentado interpretar este retirarse de Dios en su propio ser en términos de La doctrina del exilio de Dios en si mismo, del «retirar- se» de Dios, no sdlo ha sido objeto de discusién o de fe en circulos restringidos de misticos judios. Elaborada como res- puesta de la cultura religiosa judia a la catdstrofe de la expulsion de Espafia que se veia como una acentuacién o repeticion del exilio de Palestina, esta doctrina dramatiza- ba, en términos cosmogénicos, la condicién de los judios exiliados, y al mismo tiempo expresaba «el sentimiento de Ja tension entre los dos polos del exilio y de la redencién», como preludio del «paso decisivo hacia él mesianismo».* El 1 ocimeam significa precisamente «concentracion»: aqui con el sentido de «concentracién», «contraccién», «retiro» de Dios on of mismo. 2. G. Scholem, Le grandi correnti, cit., p. 355 (cfr, todo el trozo dedicado al Zimzam: Pp. 354-358). Ibidem. Ibi 4. Ibid., p. 393. 50 los siglos xvm y xvulI por los Hlamados Pee ae ee “shabberaj cen y su sucesor Jakov Frank, pro- aasert arp Meanie! ter Petts os y milenarista hetero- tagonitce puede hablar de heterodoxia en el ambito del eek ly que interfirié como un componente con frecuen- iudetibterraneo en el juego de las relaciones entre los ilu civ jados y los iluministas en la cultura europea del si- mina Lo que ahora importa destacar es la actitud de los glo Nicos» shobbatianos y frankistas en relacion con Ja ley: oe ie los unos y los otros fueron, sobre todo, partidarios Sai valor ritual del comportamiento antinémico, o sea de la oe jberada infraccion de la ley.? Si la antigua ley, la Tora, ley sagrada y totalizadora, tanto como para llegar a excluir somo blasfemia la existencia de una ley profana, correspon- fea un mundo o a un «reino» préximo a su fin, la mision del mesias (y, con su ejemplo, de los seguidores) re sec sistir en la infraccién de la ley que, como acto ritual, ard rara el advenimiento de la ley y de su nuevo nee ee infringe la vieja ley asi como Dios se retrae en el exi Ho « sf en s{ mismo»: Dios se «retira» para que pueda tener lugar la crecién, el mesias infringe la ley para que puec la acurrir la epifania de la nueva ley. La ejecucion de la culpa (segti Ja vieja ley) es un ritual, una fiesta individual o de todo un grupo, algo insdlito que tiene origen en un estado de exalta- cién y que, al mismo tiempo, es su testimonio. Cuanto mas alta es la dignidad mesianica, tanto mds grave debe ser la culpa cometida: culpa maxima, la aposta: sia; el mesfas Shabbetaj Zevi se convirtié al islamismo, y é mesias Jakob Frank al cristianismo. La figura de Frank ee manece todavia muy oscura, tanto por los problemas de documentaci6n atin no resueltos, como por el aura de peas que continta circundandola y que en alguna medida ha 1. Cr, F, Jesi, Mitologie intorno all'illuminismo, Milan: Edizioni i Comunita, 1972, p. 17 sig. fc : oom Seholea, Ee grantli corrent, cit., pp. 398-399. Sobre Shab betAj Zevi y sus seguidores, la obra fundamental es G. Schol em, Sabbatai Sevi, The Mystical Messiah. 1626-1676, Princeton University Press («Bollingen Series», XCHD), 1973. 3. G, Scholem, Le grandi correnti, cit., p. 399. 51 bare frenado los estudios por parte de los especialistas judios!_ Pero sobre Shabbetaj Zevi se habian realizado profundas investigaciones; resulta que este «santo pecador», que legs a presentarse como «mesfas apéstata», realizaba «acciones impfas», pero cuando la iluminacion terminaba «se compor- taba como un hombre realmente normal y se lamentaba de las extrafias acciones que habia realizado».” En este senti- miento de culpa se manifestaba lo tragico de su condicién: la ley que él infringia debia ser infringida para que se ins. taurase la nueva ley del reino nuevo, pero todavia era /a ley, Estos elementos, que se refieren a una de las expresiones de Ja cultura judia que actuaron mas profundamese en la Europa de los siglos xv y xvin, y de los que quedé una mayor memoria sobre todo en la Europa oriental, nos pue- den servir, no tanto para analizar la génesis de la ideologia de los grupos de derechas, como la Guardia de Hierro, y del antisemitismo del siglo xx, como Para acercarnos a la para- déjica coincidencia entre los autorretratos misticos de los Perseguidores y de los perseguidos. La Guardia de Hierro {uvo su primer momento de génesis ritual en la prision de Vacaresti, cuando se encontraban alli Codreanu y algunos compaiieros, y tomé como patrono al arcangel Miguel, cuyo icono dominaba la puerta de la iglesia de la prisién. La celebracién de ese nacimiento no tiene nada de la tematica habitual en la hagiografia de los fascistas italianos, cuando escribfan desde el «Covo».3 La primera tonalidad dominan- te es la de la culpa: Entre los muros de la prisién de Vacaresti comenz6 el terrible drama de ver al desnudo los propios peca- dos. En el dolor de este duro examen se concibieron los pensamientos de nueva vida y de redencién.* Tos legionarios son el ejército del arcéngel Miguel, «prin- cipio activo del bien y de la luz eterna en lucha con el mal 1. Cfr. F, Jesi, Mitologie, cit., p. 19. 2. G. Scholem, Sabbatai Sevi, cit., p. 136. 3. |,O, sea la primera sede del «Popolo d'Ttalia» en Via Paolo Gannobio en Mildn: ¢«Como era el Covo en el interior? Una mores Riera hens habitacion...»: Rapsodia eroica, cit, «La forja de la nueva historia», 4. C. Papanace, La genes ed il martirio del movimento legionario rumano, Roma, 1959, p. 21. 52 Jas tinieblas de fuera y de dentro de nosotros»; ! son ¥ C0p nts que deben ser pecadores, y declaran «Tomemos hombres sree todos los pecados de esta estirpe»,* y entien- sobre ae ctirio, el «testimonio» al precio de su sangre, como Se eee ae Giiet Wi Binge Te ley as aieictacestnntes proce ta Stecidos, pero no se sustrae al castigo: En teorfa, la violencia legionaria sélo Sore ficada cuando era expiada, y muchos ce presentaban después de un crimen cuando Po oo ine ber huido facilmente, algunos incluso cuando y: bian comenzado a huir. “religi a 1 resultado del mitos y las “‘religiones” (...) son el ado | fo dejado en el mundo por haberse retirado uae Ja tradicion de la angelologia grecoortodoxa o, en general, oe Hanooriental, permite suponer que la eleccion We ee , ‘dia de Hierro se debe enten- iguel como patrono de la Guar li t ae precisamente, como una coerce del en ine ‘ i malizacién de i si en sf mismo», y como una for, jiza ‘ eee de un martirio-pecado, no eee por el peat ivit ii mo el arcangel, se mantiene divino, sino por aquel que, co’ paar an dea becsariore ifanicamente accesible incluso cuando Di z : oe donde Dios esta presente no se desenvaina Ja, espa baj i ‘is, la espada desenvainada p da: bajo la presencia de Ji ests, | a de P i io." Alli donde Dios Pedro es un signo de culpa innecesari : = oa en exilio dentro de si mismo, donde sélo se mantienen accesibles las formas subdivinas 4 ae Pere tar: el mi visti, - ‘ben ser culpables y deben ma le i 2 a Christi, el caballero cruzado, el templario, el legionario de la Guardia de Hierro, deben elegir ser mdrtires en cuanto culpables: Quizas, impulsado por fuerzas invisibles, el Capitan (Cornel Codreanu) retomaba una vieja eran oris- tiana, cuyos vestigios todavia pueden verse en os mo nasterios de la Bretaha que llevan en la cima de idem. (La cursiva es nuestra.) : z pies de Codreanu, citadas en C. Papanace, La genesi, cit., p. 65. He 33, . E, Weber, Rumania, cit. p. 533. 3 Sian 18:10 sig.; cfr. Mateo, 26: 52 sig. 53 torre al Santo Arcangel (Miguel), donde en €pocas pa- sadas los monjes eran al mismo tiempo caballeros_ revestidos de coraza." Todo este cuadro confiere al antisemitismo de la i b 7 Guard: de Hierro y de Mircea Eliade una tonalidad inusitada. Mas alld de la imagen del judio usurero, capitalista, y extrafio a_ la estirpe rumana, aparece la del judio como victima ritual designada. Como los mértires deben ser culpables, como | culpa por excelencia (por lo tanto el testimonio mas eleva So) debe ser el matar, y el homicidio es un ritual de acele- racién del nuevo reino mediante la infraccién de la ley, el que debe ser matado sobre todo es el judio, porque los ju- dios fueron el pueblo elegido, el grupo humano tuemiinears tnido a ese Dios que es e/ Dios, pero que ahora se ha retira- do dentro de s{ mismo: si el cristianismo es el advenimiento de un nuevo reino, después de aquel del Antiguo Testamen- to, la aceleracion de ese advenimiento, su realizacién, con- siste en la culpable pero testimonial matanza, como Victi- mas del sacrificio, de aquellos que fueron los hombres del antiguo reino por excelencia. «Para perdurar (dice Eliade) una construccion (...), debe ser animada, es decir, recibir juntas una vida y UD alma. El transfert’ del alma no es posi- ble sino a través de un sacrificio; en otros términos, a través de una muerte violenta (...). Lo mismo se sacrifican victimas humanas para asegurar el éxito de una operacién como la duracion historica de una empresa espiritual.» La revolucién legionaria es /a empresa espiritual. Los judfos deben ser las Victimas «de fundamento», no victimas extraiias a los sacri- ficadores, sino afines a los soldados del arcdngel, asi como, procisamente, Jos judios son afines a los cristianos (dentro de una perspectiva cristiana). «Los mitos y las “religiones” son el resultado del vacio dejado en el mundo por haber- se retirado Dios»: desde la fundamentacién 0 articulacién mitoldgica, la matanza del judfo es ante todo un acto reli- gioso. Pero la matanza es un acto culpable, como todo posi- ble acto de yerdadero martirio, y el legionario que mata también quiere ser matado; la figura de la mujer del alba- il, emparedada viva para que surja el edificio, es la del L. C.Papanace, La genes, cit., p. 21. 54 judi de bi 9 asesinado, pero también la del legionario que después aber matado se hard matar: Cuanto mas alto y pesado era el precio de su vio- Jencia homicida, tanto més la ejercitaban (los hombres de la Guardia de Hierro). Los que se han comentado hasta aqui no son sino unos pocos aspectos ejemplifi- cadores de esta estrecha concatenacién de acciones que se puede formular tanto como «mata y hazte ma- tar», o «mata para ser matado».' Cultura de derechas y miedo al judto Partiendo de estas periferias y en direccién al centro de la derecha europea de la primera mitad del siglo xx —de Bucarest a Berlin—, se comienzan a percibir cosas relacio- nadas con las estructuras de una religién de la muerte, entre las cuales estara, presumiblemente, el ritual del exterminio de los judios como sacrificio «fundacional» del nuevo reino o del nuevo Reich. Ciertamente no se puede reducir sélo al antisemitismo, en forma mas 0 menos sanguinaria, la com- pleja articulacién de la cultura de derechas en la Alemania de los primeros decenios del siglo xx; pero el antisemitismo aleman presenta caracteres tan peculiares cuando se lo com- para con las otras formas de antisemitismo europeo, que se ofrece como un elemento privilegiado de investigacién, un punto de encuentro de muchas y heterogéneas corrientes ideolégicas. Ante todo conviene observar que en la historia del racis- mo en Alemania los primeros decenios del siglo Xx marcan un cambio de direccién, no sélo politico y social, sino del aparato mitolégico mismo. Para los padres del racismo ale- man del siglo x1x, Ernst Moritz Arndt (1768-1860) y Friedrich Ludwig Jahn (1778-1852), la «raza» judia no parece ser peor o mejor que las demas: puesto que Ja «raza» germanica es la mas noble de todas, las otras presentan rasgos propios de las razas inferiores, pero también eventuales méritos entre sus caracteristicas. Lo importante es garantizar el primado de la «raza» germanica protegiendo su pureza de cualquier 1, Z. Barbu, Romania, cit., p. 183. 55 See mminacion (no - Particular de la contaminacion judia que 0° denunciada como el peligro més grave). Ademés de estas Serre de racismo, dirfamos objetivo, cuencias espectf ee antisemitas, a las que acompafiay en e508 decenios algunas formas de antisemitismo sal. ouielee tinuaron apareciendo las acusaciones de a Baal (de an igua tradicién medieval),? 0, en t as banales, el judio continuo siendo presentado ci m 0 y difusion de todos los libertinajes y sin conse- homici- omo fac- desenfre- de apoy' . tor se contest6, por ejemplo, a la Propuesta de Paul — as! Ed <= de levantar un monumento a Heine)’ Contemporé- neamente, POF ay ee © os mismos antisemitas, se continua. Heer do a Pike eee posible aoe amistad con 2 dader©: a i © un judaismo abstracto : coincide ce presuntos caracteres positivos d crazae judia, absortas en la religiosidad, elileaeee ae [oe Ee ; » y demas, mientras pacpsible tener Dearne no hostiles con los «falsos judicest Le epearnacion ie ny lock en Berlin. Ese tipo de cosas se Laing el tee istic como educador (Rembrandt als jeer hers pub! — ; sea anonima por Julius Langbehn («Un Aleman” ; una obra capital en la teorizacion jsmo como cultura de la raz. elegida, y del in- del germane fli 7 table conflicto entre Kultur y isation; * en 1936 dt: H. Meisner-R. Geerds, ir pre Arndt erds, E.M. Amdt, Sov jen, Berlin, 1898; M. Polag, Arndis Weg zunt Deutschen mn; in Briefe 6; E.M. Armdts Anschauung vom Wesen des Volhes en, 1 1936; S Leipzig, Me opre Jahn: P. Piechowski, FL. Jahn. Von Turnvater zum din eeieher, 6014 1928; E, Neuendorfi, F. L. Jahn und seine Zeit, seraitgs1; B. Theune, Volk und Nation bei Jahn, Rotteck, Welche Dresde, Berlin, 1937. Cfr. el texto nazi de H. Blome, Doe 1 und Dahlman™, | der deutschen Romantik i 5 ; ik und seine Grundlagen i Bassons diet, Berlin, 1943; véase también, para un andlisicde loc . Jaleeotes del antisemitismo nazi, P. Viereck, Metapolitics. From antecedent 10 Hitler, Nueva York, 1941; trad. it. de L. Astrologo a Ror al romantict a a Hitler, Turin: Einaudi, 1948; L. Polia- ‘ . De Voliaire a os ye Hse ansrat ‘oltaire @ Wagner, Paris: Cal- me Ff. Jesi, bs ‘accusa del sangue, «Comunita», n.° 170, octu- bre 1973, PP: 2°. respecto I: isemi ia este TESP las protestas antisemitas de las hi 3. shane la revista «Der Kunstwart» (Dresde, 1887 sig) dire, be Pp Eeavenarius: ay Schonauer, Deutsche Literatur im Dritten da por FA 86 yi i, it, La letteratura tedesca del Terzo Reich, ‘lan: Sugar 1962, P. oU Sie. 4 : brid eYgchonaver La letteratura, cit., p. 22 sig. (hemos resumido 56 ‘érminos » Rembrandt como educador habia alcanzado noventa edi- ciones- sonifi i Todo eso no significa, naturalmente, que en la Alemania del Segundo Reich no se conociera un fuerte antisemitismo. Pero el cambio del cual hablabamos, en los afios 1910 y 1920, que se hizo absolutamente evidente con la afirmacién del nazismo, nos lleva a otra cosa: no sélo a los campos de exterminio, sino también al afloramiento o reafloramiento de una imagen mitolégica insdlita en el antisemitismo deci- monénico, la del judio como un peligro —no exclusivamen- te, o por lo menos no tanto, en el plano econémico y politi- co; la imagen del judio como una criatura privilegiada, lo cual resulta paraddjico en una perspectiva antisemita, un ser dotado de cualidades intrinsecas y misteriosas y, por lo tanto, capaz de matar. El] aparato propagandistico del antisemitismo nazi, de Streicher a Goebbels, insistié clamorosamente sobre otros elementos, ya conocidos por todos: el judio como criatura subhumana, pérfido, usurero, innoble, infiel, monstruosa- mente licencioso y corruptor, etcétera. Pero mas alla de todo esto, se advierte entre lineas en los documentos menos estereotipados de la cultura nazi un temor en relacién con el judfo que induce a sospechar, en el fondo, la existencia de una imagen mitolégica del «pueblo elegido» de la Biblia, como depositario de cualidades y de conocimientos que pue- den resultar mortiferos. Dicho de un modo conciso: de la impresién de que el aspecto menos publicitable del antise- mitismo nazi sea el de una hostilidad, dictada también por el miedo, hacia una «raza» de frecuentadores de fuerzas ocultas, de magos, de inquietantes personajes-nexo entre la inmediata y sensible realidad del mundo y sus presuntas raices secretas. Dentro de esta perspectiva cobraria un significado impre- visto y particular el testamento politico dictado por Hitler el 29 de abril de 1945, especialmente en los parrafos en los que —con lo que lamariamos extrema mixtificacion o total sujecién al delirio— el Fiihrer presenta, poco antes de morir, Ja imagen de un hombre hostil a la guerra: el pensamiento de Langbehn acerca de los «verdaderos» y «falsos» judios, desde la p. 363 y sig. de Rembrandt als Erzieher, 90." ed., Stuttgart, 1936). 57 Es falso que yo, o cualqui ‘ : quier otro en Alemani querido la guerra en 1939. La guerra ha sido de. y provocada exclusivamente por hombres politicee a ternacionales de origen judio o agentes al servicin Jos intereses judios. veto cg (...) Los siglos pasaran, : » pero de las ruinas de tras ciudades y de nuestros monumentos resungirs siempre el odio hacia los verdaderos responsables de _ a er esenae a | faa a quienes debemos agradecer: mentes del judaismo inte) i $ Pl rnacional y sus sos- (...) Sobre todo, ordeno al i : e gobierno y al pueblo mantengan en pleno vigor las leyes raciales y otha tan inexorablemente al envenenador de todas nnn ciones, el judaismo internacional.! aa En este punto nos encontramos frente a uno de los terrenos cenagosos de la historiografia onbenieaces “Dew wigs de un libro como El retorno de los brujos de 1. Pauwels y, Bergier,” cualquier persona sensata titubearia en hablay de esoterismo nazi —-porque precisamente de esto se trat: fr a nadie le agrada terminar en el caldero de la fantahistori ocultista que, entre otras cosas, muestra precisas connot: : ciones conservadoras, empezando por la hipétesis decimoné. nica de quien, hipnotizado por las imagenes de las socied: : des secretas, ve en ellas las fuerzas que efectivamente ha. brian hecho la historia de algunos siglos a esta parte, si ae 4, El testamento politico de Hitler (del que rey ii pas paris Ta fraduccién italiana publitade on wee Seer Storia del , trad. it, de G. Glaesser, Turin: Einaudi, 1963, p. i217) se encuentra en Trial of the Major War Criminals before tht Pemational Military Tribunal, Noruega, s. d., vol. XLI iearac Speer). 7 i: 9. Este libro no da ninguna indicacién de fuentes, co: : * e , con frecuen- eo por clertas informaciones que saben a fantahistoria y, por lo tanto git en por ries aspectos también puede resultar sugesti- wo y estimulante), ‘v usado con mucha cautela. La orientacién Inisma del libro, ademas, es mds bien de derechas: no es que elogi min el Hove cea tnd bien de derechas: no es que loge entre el esoterismo y a puro efecto de feuilleton, donde se aprecian valores oo a eran ne (que se convierte en «mutante»), se sis histérico, politi i ial, rehaza a prio Aistorico, politico, econémico, social eda hipnotizado por la técnica (aunque sea una técnica refinadi- sima) y s¢ manipulan mitos con una cierta conviccién acerca de las fuerzas 0SC que intervendrian en los asuntos de los hombres. 58 - ; L oe incluso desde siempre. A pesar de ello, y planteadas todas Jas reservas necesarias relacionadas con la escasez de docu- gnentos aceptables y con la dificultad de analizar los pocos de que disponemos, nos vemos incapaces de afirmar que el esoterismo nazi no existié nunca y que no ha dejado rastros descifrables dentro de ciertos limites. La cultura de la dere- cha europea (ademds de la propiamente alemana) del siglo Sax no puede estudiarse seriamente si se dejan de lado sus veleidades con determinados «secretos». is sabido que la Guardia de Hierro rumana era un grupo que se declaraba profundamente cristiano, mientras que el nazismo en Alemania mostraba una abierta hostilidad hacia el cristianismo. Para los legionarios del Miguel arcangel, los judfos eran elegidos (segtin la vieja ley) para matar, herma- nos para matar; en cambio, para los teéricos del Hamado paganismo nazi, los judios podian también ser victimas de- signadas para el sacrificio, pero nunca victimas fraternas. En los ultimos decenios del siglo xix Paul de Lagarde (seu- dénimo de Paul Boetticher, 1827-1891) escribia: En el estado actual de las cosas, gracias a Dios que Alemania, como tal, no tiene ninguna religién y si limites demasiado restringidos; porque a través de es- tos conductos le han sido impuestas las tareas que le permiten evolucionar. La lucha por una forma de pie- dad religiosa que le convenga interiormente, en pri- mer lugar, y, en segundo lugar, la conquista de co- lonias: he aqui los medios destinados:a llevar a ser alemana la todavia latente nacionalidad de los ale- manes.! La «lucha por una forma de piedad religiosa que le con- venga interiormente (a Alemania)» —tan significativamente asociada al imperialismo— se convierte, casi de inmediato, en una tecnificacién de presuntos mitos de los alemanes, a veces con una ambigua coloracién de cristianismo esotérico (como en el Parsifal de Wagner),’ pero con mas frecuencia como un traspaso directo de la protohistoria de los antepa- sados (Los antepasados (Die Ahnen, 1873-1881] es el titulo de 1. P. de Lagarde, Deutsche Schriften, Leipzig, 1886, p. 197; cit. en F. Schonauer, La letteratura, cit., p. 29. 2. Cfr. F. Jesi, L'accusa del sangue, cit., pp. 299-301. 59 un ciclo de relatos histéricos de Gustav Freytag que parte de Jas aventuras de un vandalo del siglo 1v y llega a las de sus descendientes en la Alemania del siglo xx) | hasta el presen- te en que reaparecen intactas las virtudes y la religiosidad de los antiguos. Pero el Momento en que el antisemitismo se conjuga explicitamente con la afirmacién de una religion de Ia muerte como «forma de piedad religiosa> que convenga «interiormente» al germanismo moderno, corresponde al predominio de una acepcién especial de lo que Thomas Mann definis como el «secreto orientalismo de Alemania».? La fuga hacia Oriente 0, mas atin, el mistico peregrinaje a Orien- te que produjo algunas consideraciones mas 0 menos super- ficiales en el terreno de la sociologia de la cultura de nues- tros afios sesenta frente a una imprevista intensificacion de los viajes de joévenes, o menos jévenes, emigrados de Occi- dente hacia India o Nepal, habria conmovido a muchos ale- manes de ayer o de anteayer. No sdlo a Hermann Hesse, que Por otra parte ha vuelto a ser, precisamente en esta ocasion, un autor de gran actualidad, sino a combatientes misticos mas antiguos, de los siglos xvi y xix, empefiados en la «lucha por una forma de piedad religiosa» que conviniera «interiormente» al aleman (y, con frecuencia, al aleman como prototipo del hombre europeo). Aqui no nos referimos tanto al orientalismo de Schopenhauer, que encontré un mer lugar. Nos referimos, sobre todo, al orientalismo cris- tiano que domin6 una parte importante del pietismo aleman del siglo xvm, y entré en la heterogénea composicién del aparato mistico de la Santa Alianza.> Orientalismo, en estos casos, significaba un reconocimiento de la matriz oriental, asiatica, del cristianismo, fascinacién del Oriente (Cercano Oriente) como lugar de revelaciones m{sticas y de sabiduria, al cual era necesario retornar para volver a encontrar la pureza de los «secretos» cristianos, por tiltimo una fascina- cién que ejercfa tanto el cristianismo oriental greco-ortodoxo 1. Of. P. Ulrich, Studiem zum Roman G. Freytags, Berlin, 1913; véase también passim, E. Bramstedt, Aristocracy and Middleclass in Germany, Chicago, 1964. 2. Carta del 2 de febrero de 1922 a E. Bertram. 3... F. Jesi, La cerca dell’ Oriente cristiano, en Mitologie intor- no all'illuminismo, cit., p. 46 sig. 60 1 4aaew i ' I io j ismo, en su calidad de tradiciones espi- coma ol yrovio Judai, on cade de recone cnt Se debe notar, sin embargo, que el mismo ee —quizas el mas radical apologista de la necesidad . cad retorno pietista a Oriente, de una renovada presencia de a judios en la Tierra Prometida, y de una reconstruccion del Templo de Jerusalén— juzgaba a los judios «completamente inmorales y perversos».1 Como numerosos ocultistas y rae sofos de su tiempo (fines del siglo XVIII, época de Napo! le6n) , también Jung-Stilling crefa disponer de ee y en: sefianzas provenientes de una fantasmal central ju Sl ta, que era.la exacta contrapartida, en positivo, de ei ae da conjura judia «descubierta» por los Protocolos de los mA bios de Sién y que habria enviado sus beta a speed Europa para iluminar a los elegidos y, en general, tirar i Jos hilos de la historia. Leén Poliakov, en su Historia ae antisemitismo (Histoire de lantisémitisme), cita una — le Jung-Stilling que es especialmente significativa desde nues- tro punto de vista: El (un misterioso personaje, presunto hijo de un emir sirio) me dijo que su padre pertenecia ala socie- dad que celebraba sus cénclaves en Jerusalén, en la montana del Templo. Esta sociedad no era sino el antiguo Sanhedrin? nunca extinguido del todo; da componen judios aparentes, que en cambio son cris- tianos secretos y sdlo esperan la sefial del Maestro para recoger Israel de los cuatro puntos cardinales y reconducirlo al Cristo y a su patria. . Jung-Stilling, Szenen aus dem Geisterreiche, escena XI, en Samiliche Werke, Stuttgart, 1841, vol 1 p. 169. Ch. M. Geiger, Aufklarung und Erweckung. Beitrige zur Erforschung J. H. Jung: lings und des Erweckungstheologie, Zurich, 1963. ce 2. Esta palabra judia (pero de origen griego, «sine: rio») indi- caba durante el periodo del segundo Templo varias formas de «Con sejo» documentadas en grandes y pequefias comuni es, judas Segan el Talmud, el Sanhedrin por excelencia («gran Sanbidrfen : un érgano de los poderes legislativos | - fos gue tania sede cn cl Templo, Tar misma denosinacion (Gran Sanhedrin) fae retomada en 1807 por la asamblea de los rabinos convocada en Paris por Napoleon en ocasin de la aceptacion por i Codigo Napoleénico. : ‘ Pare oe seta dat 30 de ctickenbie de 1808 Hess; cit. en L. Polia- kov, Histoire, cit., p. 294, 61 Consideremos algunos elementos: la sociedad secreta que custodia los antiguos conocimientos judaicos y esta en con- tacto con las fuerzas sobrehumanas de las que depende el curso de la historia, se rete en Jerusalén «en la montana del Templo»: es sabido que los Templarios, relacionados desde la iconografia de los sellos de sus primeros Grandes Maestros con la imagen del Templo de Jerusalén, fueron considerados prototipos de las «6rdenes» militares nazis, que, a través de los Caballeros Teuténicos, se consideraban sus herederos. Mas atin: los miembros de la sociedad secreta de Jerusalén son «judios aparentes», pero «cristianos secre- tos»: es una inversién exacta del marranismo (cristianos aparentes, judios en secreto), y el marranismo —que preci- samente implicaba la apostas{a— fue relacionado en forma directa con los grupos judios misticos heterodoxos de Shab- betaj y de J. Frank, los sostenedores del mesianismo antiné- mico, cuya memoria permanecié viva en la Europa de los siglos Xvi y XIX: presumiblemente el personaje de Moritz Spiegelberg en Los bandidos (Die Rauber) de Schiller ' esta modelado sobre J. Frank. En sintesis, en las convicciones de Jung-Stilling, que expresaban una actitud no sélo personal, se estaba dando una benéfica conjura cristianoesotérica, en- mascarada de judaismo, que habria determinado la apari- cién de una nueva ley y de un nuevo reino. Los judios ver- daderos eran, como se ha dicho, «completamente inmorales y perversos», pero se podia auspiciar una préxima aparicién suya en una redencién milenaria cristianojudaica, y sobre todo los esoteristas cristianos debian enmascararse de judios si se proponfan alcanzar tales conocimientos y dotarse con esas fuerzas de Oriente; la tinica regla oportuna de acerca- miento al secreto era judia. Pongamos aparte, ahora, el componente cristianopietista predominante en el pensamiento de Jung-Stilling y sus se- guidores: primero nos encontramos frente al antisemitismo esotérico de Ludwig Derleth (1870-1948), el poeta parodiado por Thomas Mann en la novela Del Profeta (Beim Propheten) y en el Doctor Faustus, que en la Alemania de comienzos de 1. Ph. F, Veit, The Strange of Moritz Spiegelberg, «Germanic Review», mayo 1969; versién alemana ampliada en «Jahrbuch der deutschen Schillergesellschaft», Stuttgart, 1973, pp. 273 sig. Cir. H. Mayer, J diversi, trad. it. de L. Bianchi, Milan: Garzanti, 1977, pp. 326-330. 62 siglo organizaba ritos magicos para hacer frente a la ofensi- va magica de los Sabios de Sién (considerados responsables, entre otras cosas, de la muerte «sacrificial» de la emperatriz Elisabet de Austria); 1 y luego frente a una hipétesis inter- pretativa de la ferocidad, pero también del miedo, de Hitler y de Himmler hacia la «conjura» judia internacional. El nazismo ha celebrado mil veces la mitologia germénica como fundamento y fermento de la conciencia nacional del pueblo elegido. Pero la impresién es que, al menos en los vértices del poder y de la organizacién propagandistica, se tomaba en consideracién mas seriamente el negativo que el positivo: mas la necesaria hostilidad (y el miedo) hacia la «conjura» judfa, que la apologia de Sigfrido o de los teuto- nes. Himmler mostré claramente el estado de las cosas cuan- do tomé posicién en la debatida cuestién de la Cronica de Uralinda, una falsedad fabricada por el profesor Wirth para ilustrar los antiquisimos origenes «raciales» y las virtudes de los teutones: En toda esta molesta historia sélo nos interesa una cosa: contrastar con el pasado el cuadro de nuestra nacién tal como la concebimos para el futuro.” La recuperacién de la mitologfa racista de estampa wag- neriana era, en resumen, antes una operacién de proyeccién (y ademds de propaganda) que un arreglo de cuentas con algo del pasado y del presente que se juzgaba concretamen- te relacionado con el bien y con el mal. Concretamente rela- cionada con el mal podfa ser, en cambio, la «conjura» secre- ta judfa: los judfos, a pesar de ser «completamente inmora- les y perversos», carentes de cualquier condicién humana positiva —subhombres sanguinarios y corruptores—, eran depositarios de capacidades y de fuerzas ocultas negativas y mortiferas. Lo planteamos como hipétesis y no osamos ir mas alla, debido a la extrema dificultad de llegar hoy en dia a los documentos del esoterismo nazi, en el caso de que, como 1. Con respecto a los vinculos entre el circulo de Derleth y, mas tarde, el de C. G. Jung, véase la Introduccién de F. Jesi a 0. Spen- gler, La decadencia de Occidente, en la mueva ed. it. a cargo de R. Calabrese, M. Cottone, F. Jesi, Milan: Longanesi, 1978. 2. -H.Rauschning, Cosi parla Hitler, trad. it., Roma, 1944, p. 208. 63 algunos suponen, todavia existan. Hipétesis en este sentido han sido formuladas especialmente por quienes se ocupan de buscar a los nazis que lograron desaparecer con la cafda del Tercer Reich. Se sabe que los documentos del Ahnenerbe, instituto para el estudio y la conservacién de la «herencia ancestral»,’ debian ser destruidos, pero que su destruccién no pudo ser cumplida integralmente. Por otra parte, el pro- fesor August Hirt, director del Instituto de Anatomia de la Universidad de Estrasburgo y coordinador de los experimen- tos médicos del Ahnenerbe sobre los prisioneros de los Lager, esta desaparecido. Otros elementos se pueden encontrar en el archivo (actualmente inaccesible, pero quiza no para los que profesen su fe) de Fr. Hielscher, fundador del Ahnenerbe, quien comparecié en Nuremberg sélo como testigo, no como acusado. Si esto es verdad, las palabras del testamento po- litico de Hitler que hemos citado, las acusaciones dirigidas in extremis contra los judios de haber querido y provocado la guerra, deben entenderse como una tardia acepcién de la Hamada «acusaci6n de la sangre», es decir de la antigua conviccién de que los judios practicaban sacrificios huma- nos: la Segunda guerra mundial seria el ultimo y cuantita- tivamente sumo sacrificio humano, organizado por los ju- dios en secreto, y el exterminio de los judios seria la réplica defensiva, y ritual, de un poder de hombres mno-magos que han buscado la forma de aprender a exterminar a los vam- piros (forma necesariamente ritual: equivale a la estaca de fresno en el corazén, porque quien frecuenta las fuerzas secretas sdlo puede ser exterminado con técnicas esotéricas). Este esfuerzo para adquirir técnicas defensivas estaria rela- cionado, entonces, con la acepcién especifica y documenta- da del «orientalismo secreto de Alemania» durante el Tercer Reich: la busqueda de un Oriente todavia mas Oriente que el judio, el frenesi nazi por establecer relaciones de conoci- miento y de alianza con el presunto corazén secreto del Extremo Oriente, el Tibet,? quiz como antidoto frente a la amenaza «oriental» del esoterismo judio. 1 Véase més adelante, pp. 75-76. » Sobre este particular «orientalismo» de la Alemani: i debe iniciar la investigaci6n a partir de las obras del explorader gedgrafo sueco S. Hedin y (por el Japén) de K. Haushofer, profesor de geopolitica en Munich (este ultimo, por otra parte, estuvo rela- cionado no sdlo con Hess y Hitler [cfr. J. Fishman, The Seven Men 64 El Reich sin centro Si se examina ahora el monumental aparato icénico y mitolégico del nazismo, a cuarenta afios de perspectiva, cuando las imagenes y las voces sélo son perceptibles, inevi- tablemente, a través de diferentes estilizaciones espectrales como la pagina escrita, la fotografia o la banda sonora de una pelicula, se tiene la impresién de que mas alla de la exhibicién de seguridad y de fuerza (seguridad y fuerza que con mucha frecuencia existian muy concretamente) se pue- de advertir lo que un cultor de simbolos definiria como una pérdida del centro. Los documentos de las ceremonias de Nuremberg, la pelicula sobre las Olimpiadas de Berlin, los proyectos arquitecténicos de A. Speer, los testimonios de todas las masivas y escenograficas exhibiciones de la solidez, la violencia y la eternidad del régimen, tienen un cardcter de rituales de «fundacién» defensivos. Desde las estructuras arquitecténicas en el estilo de los largos estandartes con la svastica, o de los médulos de una disciplinada distribucién. coreografica de las masas hasta la periodizacién de un escri- tor nazi «culto» como E. G. Kolbenheyer, se imponen férmu- las bidimensionales, de foro teatral, que tratan de crear realmente una tercera dimensién, un espesor de verosimili- tud sacra ademas de exhibir un espesor preexistente. Si en el caso del fascismo italiano hablamos de «hallazgos», tam- bién dentro del Ambito de una mistica de la muerte superfi- cial (desmentida, por otra parte, por una especie de cinismo interesado, optimista y vitalista), los «hallazgos» del nazis- mo se ubican en un cuadro de miedo mas concreto —por parte de los poderosos del régimen—, y, por supuesto, de una violencia no menos concreta que la fascista. Por otra parte, dificilmente se podria encontrar en la Italia fascista, tanto en la retérica de los jerarcas como en el discurso mismo del Duce, mimicas y estilemas de angustia semejan- of Spandau, Nueva York, 1954] sino también con Sorge, que después habria desarrollado una importante actividad de espionaje en Ja- pén por cuenta de la URSS [cfr. Chalmers Jhonson, An Instance of Treason. The Story of the Tokyo Spy Ring, Nueva York, 1961, p. 266 sig.]). Ademas, de los materiales relativos a las diferentes organiza- ciones SS y de los interrogatorios verbales de W. Sievers en Nurem- berg (véanse también pp. 75-76) se recogen elementos acerca de los planes de investigacién proyectados parcialmente realizados por el Doctor Scheffer, del Ahnenerbe, en la zona del Himalaya. 65 tes a los habituales en la oratoria de Hitler y del ultimo Goebbels, paralelos a la apologia de los mitos nacionales, 0 buisquedas sistematicas de lo diferente, como las que en Ale- mania hicieron curiosamente de pendant de las persecucio- nes del diferente-judio, del diferente-gitano, etcétera. Las investigaciones que se hicieron inmediatamente después de la guerra sobre un grupo de altos oficiales de las SS1ylo poco que afloré de los documentos que se recuperaron de las organizaciones relacionadas con las SS? y de los procesos orales de Naremberg, permiten percibir en la mitologia nazi una polaridad Occidente-Oriente dentro de la que los legfti- mos responsables del verdadero germanismo parecen redu- cir los temas de la propaganda guillermina del 1914 (Alema. nia inocente agredida, la conjura de la Inteligencia contra una nacién o, mejor, un pueblo que esta todavia en el co. mienzo de la conquista de una sélida fisonomia «espiritual» y de un espacio adecuado para ella) y de la Alemania ulte. riormente apufalada en Versalles, el cuadro de un pueblo que encarna la autenticidad del hombre occidental, tragica- mente debilitado por una carencia «espiritual» de todo el Occidente, y sin embargo depositario de aquellos gérmenes y de aquellas virtudes heroicas que lo indujeron a luchar por la reconquista del «centro» metafisico y material de la historia. Los antiguos vinculos que unfan a Jos alemanes (y a los occidentales en general) con las fuerzas de las que depende la posesién de ese centro, han sido interrumpidos 0 profundamente viciados, «envenenados», por los diferentes venidos de Oriente, los judios, Y que resultan mds cercanos al Oriente mistico (centro o metéfora del centro metafi, ico) porque los germanos ya no son conscientes de ser indo-ger- manos,*.y por lo tanto, los herederos por «sangre» de los emisarios protohistéricos que el centro miandé6 de Oriente hacia Occidente para afirmar sus leyes y para irradiar su fuerza desde el Himalaya y el Caucaso en direccién al Atlantico, 1. F, Bayle, Psychologie et éthique du nationalsocialisme. Etude anthropologique des dirigeants SS, Paris, 1953. ._E. Kogon, Der SS-Staat und das System der deutschen Konzen- trationslager, Munich, 1946; G. Reitlinger, The SS Alibi of a Nation, Nueva York, 1957. 3. Bn Alemania, no por casualidad, prevaleci6 la forma «indo- germanica» sobre la Gindocumapens: 66 Habiendo admitido que el «mensaje secreto» de Mircea Bliade fuera de alguna manera cristiano (como era progra- maticamente cristiana la ideologia ola mitologia de la Guar- dia de Hierro), leamoslo ahora en clave no cristiana: «Los mitos y las “religiones”’ [...] son el resultado del vacio dejar do en el mundo por haberse retirado Dios»: el ae reli- gioso y «mitolégico» del nazismo es el resultado de! vacio establecido por la pérdida del « centro», por haberse fa do —cen un Oriente geografico o metafisico?, cgeografico y metafisico?— las fuerzas de las cuales depende la Laie La religion y la mitologia de la muerte son la estan le- fensiva y tragica, pero no carente de esperanza, de quien, como los protagonistas del poder y del ritualismo nazi, se siente abandonado, acechado, «envenenado» por adversarios que a su vez se proclaman elegidos, y se esfuerza por resta- blecer relaciones con la fuente de lo verdaderamente sagra- do retirado «para si y en si mismo»: L..] ese habra entendido que la «verdadera» religién comienza sdlo después de que Dios se ha retirado del mundo? ¢Que su «trascendencia» se confunde y coin- cide con su eclipsarse? El impulso del hombre religio- so hacia lo «trascendente» me hace pensar a veces en el gesto desesperado del huérfano que queda solo en el mundo." Hasta ahora nos hemos remitido al Ambito de una cultu- ra de derecha centroeuropea que, en nuestro siglo, ofrece la imagen de una mezcla trivial de esoterismo repetido y de racismo, bajo la insignia de practicas de sacrificios y otros elementos de un aparato de religion de la muerte. No pre- tendemos, por cierto, explicar la génesis del nazismo con una doctrina esotérica mds o menos sugestiva, o con el aflo- rar de una determinada constelacién mitolégica manipula- da ad hoc por los interesados. Nos limitamos a examinar el aspecto que ofrece la cultura de la derecha centroeuropea frente a algunos sondeos realizados en el ambito de su len- guaje 0, si se quiere, de las formalizaciones icénicas y ritua- les de su miedo y de su violencia. A partir de este andlisis, la religion de la muerte elaborada y aplicada durante e' 1. M. Eliade, Giornale, cit., p. 230. 67 llamado decenio negro resulta seccionable en ritos, estruc turas organizativas, objetivos y escatologia, si bien los li tes de cada seccién se muestran fluctuantes los territorios de la vida comin, profana, que les correspon. den respectivamente. Con toda probabilidad hub yitual tanto en la fundacion de las SS como en Ia estes del exterminio de poblaciones enteras; pero, ¢ghasta qué pun: to el caracter ascético del cédigo de comportamiento de lag ss —cuyo maximo valor positivo consistia en el ser tan : extrafio a la vida como para infligir o sufrir la muerte ci la misma y tranquila participaci6n con la que los hombres comunes comen o beben— se identificaba con un caracti : religioso? ¢O bien sélo se trataba de un embotamiento o fano y disciplinado de «empleados de correo» que oene, las palabras de autodefensa de W. Sievers en Nuremberg. apartaban hombres, en lugar de Paquetes, para los campos de exterminio? ¢Hasta qué punto se traté de rituales de alguna manera inicidticos, y no de una llamada «religién» del deber militar y de la subordinacién jerarquica? éHasta qué punto los materiales mitolégicos del Tercer Reich ofre- cen testimonios de un esfuerzo deliberado y orgdnico de sistematizacion religiosa y no sélo de sedimentaciones cul- turales que eran el unico patrimonio ideolégico de Hitler o de Rosenberg y que, mal digeridos, ‘eran adoptados (con buena y mala fe) para embellecer como superestructuras elusivas proyectos y actuaciones de designio politico mucho menos esotéricos? Algunos de estos interrogantes estan mal planteados. No cabe ninguna duda razonable de que Hitler y su corte po. sefan una cultura desordenada y mal digerida; pero, por otra parte, nO hay elementos razonables para afirmar con certeza que la manipulacién propagandistica de estas sedi- mentaciones se hizo en frio, como una calculada teenifica- cion de elementos mitolégicos que pueden servir, pero en los que no S€ cree 0, en todo caso, no tanto como para subordinar a ellos los propios intereses menos metafisicos. Este discurso de la «mala fe» de los Grandes del nazismo puede ser parcialmente verdadero en cuanto a la manipula- cién de la mitologia germanica o pseudogermanica, pero no es en absoluto verdadero por lo que toca a las imadgenes miticas relacionadas con el miedo de los Grandes y asus ambiciones de entrar en contacto con fuerzas diferentes (di- ferentes también de ellos). Aqui ya no se trata de propagan- 68 i i I i i t da: la imagen del judio peligroso por ser poseedor —aunque jndigno— de fuerzas y conocimientos eficaces, y la imagen de los verdaderos Poderosos de la Tierra retirados en un enigmatico Oriente, nunca se pusieron en circulaci6n, et pour cause, dentro del ambito de la propaganda nazi mas explici- ta. Las actividades del Ahnenerbe y del aparato doctrinario cculiar de las altas jerarquias de las SS permanecieron secretas u ocultas detras de mascaras de banalidad. Cuando «un general ultramarino hace desfilar a la poblacién de Weimar delante de los crematorios de aquel campo de con- centracién», los que se ven obligados a visitar Buchenwald son «ciudadanos que aparentemente se han manejado con honor en sus asuntos e intentado no saber nada, aunque el viento les llevase a las narices el olor de carne humana quemada>».’ Han intentado no saber nada, por lo tanto sa- bian; pero con toda probabilidad no sabian todo, o sea que sabian que en los hornos se quemaban hombres, mo sabian que no se trataba tan sélo de muertes legitimadas por haber sido organizadas por el poder y por el Estado, aun con rituales de sacrificio, defensivos y —quiz4— evocadores. Creemos que se puede afirmar con alguna certeza su cardc- ter defensivo: exterminar en forma definitiva a los judios era una operacién que Ilevaba al cumplimiento de rituales nocturnos nada cruentos organizados por el antisemitismo esotérico de los primeros decenios del siglo; hemos citado al «profeta» Ludwig Derleth. Sobre su caracter evocativo (sa- crificios humanos en masa, tendentes a evocar fuerzas y Poderosos que aman la sangre y con los que es preciso vin- cularse), sélo se pueden hacer hipétesis bastante genéricas. Pero, sin embargo, algo emerge de lo general, y es, precisa- mente, la mitologia del matar y del ser matado como proce- dimiento para acelerar el advenimiento y la fundacién del nuevo reino, de la nueva ley, del nuevo hombre. La guerra, querida por los judios que estan notoriamente sedientos de sangre y que desde los origenes practicaron ritualmente sa- crificios humanos y manipulaciones de la sangre, es aprove- chada con un designio diferente si los soldados y los civiles alemanes comienzan a morir por millares dentro del cuadro de una operacién de sacrificio que no los hace victimas pasivas sino —por lo menos en las intenciones de Hitler— 1, Thomas Mann, Doctor Faustus, cit., p. 528. 69 victimas que no titubean €n morir y que en los casos extre- mos desean morir: la resistencia hasta la muerte, el rechazo de sus enemigos. Pero, simétricamente, el exterminio de los judios es, por un lado, la respuesta punitiva a la voluntad judia de conferir a través de la guerra dimensiones gigantes- Porque saber «todo» significa estar en relaciones arménicas con fuerzas que se han retirado de Occidente y que, inescru- tables, actuan a su absoluta discrecién, hasta el punto de permitir que los Robinson de Oriente ‘

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