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Corred a m, espritus propulsores de pensamientos asesinos!... Cambiadme de sexo, y de los pies a la cabeza
llenadme, haced que me desborde de la ms implacable crueldad!... Espesad mi sangre; cerrad en m todo escrpulo
compatible con la naturaleza que turbe mi propsito siniestro, interponindose entre el deseo y el golpe! Venid a mis
senos maternales y convertid mi leche en hiel!
Esta exhortacin refleja una dualidad en el personaje: por un lado, su intenso deseo del mal la
convierte en la encarnacin de la pasin; pero por otra parte, la conciencia de que su naturaleza an
tiene algn vestigio de piedad que debera ser borrado, es sntoma de que tiene una conciencia moral
que le advierte cul es el lmite hasta el que puede llegar el ser humano.
Pero en medio de la frialdad de sus pensamientos se escapa un recuerdo que evidencia cierta ternura:
Yo misma lo habra hecho de no haberme recordado de mi padre dormido!... (II,2)
Desde el momento del asesinato de Duncan, Macbeth se ha precipitado en una cada inevitable.
Paralelamente, a medida que sus actos son cada vez ms violentos, sus miedos le acosan
transformados en alucinaciones; la ltima manifestacin se da en el acto tercero, con la aparicin del
espectro de Banquo. De all en adelante se produce la inversin de reacciones entre Macbeth y Lady
Macbeth: en tanto que l abandona las visiones, su esposa cae en el delirio.