£2006
ORQUESTA Y CORO NACIONALES DE ESPANA
ESCOLANIA NUESTRA SENORA DEL RECUERDO
Josep Pons, director
pp00s ll
Benjamin Britten (1913-1976)
War Requiem, opus 66
Requiem aeternam
Dies irae
Offertorium
Sanctus
Agnus Dei
Libera me
Christine Goerke, soprano
Philip Langridge, tenor
Albert Dohmen, barftono
Mireia Barrera, directora CNE
César Sanchez, director Escolanfa
Orquesta de Camara
Jesiis Angel Ledn, violin José Sotorres, flauta
Javier Gallego, violin Rafael Tamarit, oboe
Emilio Navidad, viola Javier Balaguer, clarinete
Miguel Jiménez, violonchelo Miguel Alcacer, fagot
Jaime Robles, contrabajo = José Rosell, trompa
Nuria Llopis, arpa duanjo Guillem, percusién
Concierto 1- Ciclo |. 28, 29 y 30 de octubre de 2005
Viernes 28 de octubre de 2005, alas 19:30 h. (ONE 4616)
Sabado 29 de octubre de 2005, a las 19:30 h. (ONE 4617,
Domingo 30 de octubre de 2005, a las 11:30 h. (ONE 4618)
Auditorio Nacional de Musica (Madrid). Sala Sinfénica.Benjamin Britten
War Requiem, opus 66
30 de mayo de 1962. Catedral de St. Michael en
Conventry. Aun parece sonar el War Requiem de
Benjamin Britten. Meredith Davies ha sido el director
musical de la sesién, aunque el propio autor se ha
ocupado de guiar ala orquesta de camara. Han cantado
Heather Harper, quien ha sustituido a Galina
Vishnevskaya retenida en la URSS debido a la cortés
prohibicién impuesta por Alekseyevna Furtseva, titular
soviética de Cultura; Peter Pears, el eterno compafiero;
y Dietrich Fischer-Dieskau. Este Ultimo se muestra tan
alterado que Pears dificilmente conseguird persuadirle
para que abandone el estrado: “Estaba completamente
deshecho. No sabia donde ocultarme. Los amigos
muertos y el sufrimiento del pasado se amontonaban
en la mente”. Britten ha estrenado su “obra maestra”.
Los criticos asi lo diran. Algunos, como el de The
Times, ya |o habian anunciado cinco dias antes: “No
es un réquiem para consolar la vida, tampoco para
ayudar a los muertos a dormir eternamente. Sélo para
perturbar las almas de los vivos denunciando la barbarie
de la humanidad con toda la sinceridad de la que es
capaz un gran compositor”.
Britten, “un hombre de paz”, ha logrado compartir un
sentimiento que él siente muy hondo. Lo reconoce
todo el mundo pues esa musica asi lo explica... salvo
el siempre orgulloso fustigador de conciencias
acomodadas que fue Igor Stravinski, dispuesto a
dirimir sobre la naturaleza Ultima de la obra: “la batalla
sentimental de Britten” estaba “tan colmada de
aplausos, y era tan espesa... y ruidosa que yo, por mi
mismo, no era capaz de escuchar la musica... los
‘kleenex’ estaban a disposicién de quienes criticaran
la musica, a sabiendas de que si alguien se atrevia ano estar de acuerdo con la inmensa mayoria, habria
de sentirse como si no se hubiese puesto de pie ante
el ‘God Save the Queen’. La victima de todo ello es,
no obstante, el compositor porque nada confunde mas
que el éxito”.
Es cierto que el ambiente rebosaba emocion y la
escucha de la obra estaba muy condicionada. Puede
asegurarse que el éxito de la primera interpretacion
surge de un ambiente “anormal”. El propio Fischer-
Dieskau, reconocerd que se hacia muy dificil distinguir
los detalles a causa de la reverberacién del lugar, por
mucho que esto fuera consecuencia del propésito
inicial del compositor. Dos afios después del estreno,
Britten explicara que una de las razones que le
impulsaron a componer el War Requiem fue el desafio
de la acdstica del edificio. “La mejor musica para
escuchar en una catedral gética es la polifonia, que
fue escrita para ella, y pensada para su resonancia...
Esta fue mi aproximacién para el War Requiem. Lo
calculé para una acustica muy reverberante, y en ella
es donde la obra ha de sonar bien”. De manera que
debemos creer que todo transcurrié tal y como estaba
previsto. gQué es, entonces, lo que perturbd a
Stravinski? Sin duda, esa musica que segtin dijo, habia
hecho desperdiciar la tinta que en ella se habia utilizado,
“una mdsica accesible al oyente -segtin explica Fischer-
Dieskau-, y que hizo posible que los hombres de su
época procedentes de muy distintos ambitos se
aproximaran a ella”. Por lo tanto, Stravinski no hace
otra cosa que cumplir su profético papel: “Estoy
obligado a polemizar -escribira en sus lecciones
publicadas bajo el titulo de Poética musical-. En primer
lugar... por mis experiencias e investigaciones
enteramente objetivas...; después, para defender una
CauSa..., UN azar, que me complazco en considerar
feliz y que ha hecho que mi persona y mi obra hayansido marcadas, a pesar mio, con un signo distintivo
y hayan representado el papel de un ‘reactivo’”.
Obviamente, Stravinski no entiende que aqui el
“reactivo” no es asunto exclusivo de los medios
empleados (aunque un andlisis detallado de la parti-
tura y una posicién estética no condicionada podria
revelar muchas sorpresas) y si un asunto directamente
relacionado con el mensaje. Por eso no ha pasado un
afio y practicamente se ha tocado la obra por toda
Inglaterra, tal es su fama. La primera grabacion llegara
también por entonces. Ahora con la direccion princi-
pal de Britten y la presencia, por fin, de Galina
Vishnevskaya, que de esta manera completa el trio de
solistas formado por un inglés (Pears), un aleman
(Fischer-Dieskau) y una rusa, seguin el propésito de
reconciliaci6n que encarna la obra y que quieren
representar esas tres nacionalidades. Cuando seis
meses después se hayan vendido mas de 200.000
discos, el deseo de que el War Requiem sea en el
futuro “un documento que hable directamente de
hombre a hombre” se habra asentado.
Britten ve asi culminada una de sus mds profundas
aspiraciones. Poco antes de dar a conocer la obra,
publica una declaracién vindicando la importancia de
la confraternizaci6n y manifestando su odio a la guerra
y a la destruccién que causa. Nada es forzado.
Sencillamente Britten ha encontrado el momento
propicio para defender algo que es consustancial a su
manera de sentir y que, ya antes, le ha llevado a
declararse objetor de conciencia en una época en la
que hacerlo era toda una provocacion. Porque Britten
no vive del escandalo. Sencillamente aplica sus
convicciones con toda la naturalidad que el entorno
es capaz de absorber. Mas todavia si se trata de algo
tan personal como su homosexualidad, siempre a
salvo de la exhibicién publica (Peter Pears explicaraque la palabra “gay” no estaba en su vocabulario). Por
eso el War Requiem es la consecuencia de un
pensamiento pacifista que esta muy arraigado y que
también inspirara obras como la Sinfonia da Requiem
de 1941, la breve Children’s Crusade de 1969, y Owen
Wingrave, su penultima 6pera, de 1971. Pero de todas
ellas sera el War Requiem la mas rotunda, quizd porque
las circunstancias asi lo imponen. La inauguracién de
la nueva catedral de Conventry, reconstruida por Sir
Basil Spence a partir de las ruinas de la original,
bombardeada en 1940, invita a jugar con la sonoridad
del espacio y alin a pensar en una estructura basada
en dos planos expresivos diferentes y en tres niveles
emocionales distintos que se plasman en una
realizacién policoral a la manera de cori spezzati
venecianos.
Los dos primeros planos se trazan a través del engarce
entre la tradici6n y el presente. De un lado la misa de
difuntos en latin, lugar comuin de una obra de estas
caracteristicas, y del otro seis poemas en inglés del
poeta W.E.S. Olfred (Wilfred Olfred) quien, condecorado
con una cruz militar en la Primera Guerra, convertira
Sus versos en un canto a la sinraz6n bélica, poco antes
de ser, paradéjicamente, ametrallado en Francia dias
antes del armisticio. En el prélogo a la edicién de sus
poemas, The Parable of the Old Man and the Young
(1918), Owen escribié exactamente lo que Britten
estaba buscando: “a mi no me preocupa la poesia. Mi
objeto es la guerra y la compasi6n de la guerra. La
poesia esta en la compasion...”. Es obvio, que aqui la
musica es la prolongacién natural de esa poesia. Por
eso toma la misa latina, que representa la mas alta
distincién que cabe otorgar en homenaje a los muertos,
y la combina con los versos de Owen (hay que insistir:
con la musica de Britten) que encarnan la esperanza
de las “almas con vida”, tan importantes para la
posterior divulgaci6n de la obra, como muy bien
anunci6 el critico de The Times.Efectivamente, esa trama textual, que confiere al War
Requiem una apariencia heterogénea pero cuya lograda
continuidad dice mucho del instinto teatral de Britten,
convierte la obra en un singular oratorio que no elude
el componente escénico al dislocarse en tres planos
sensoriales. En primer lugar el coro de nifios y el
Grgano, que representan lo distante, lo desper-
sonalizado, las palabras misticas que resuenan lejos
del campo de batalla. Es el mundo del mas alla, de lo
desconocido, de la vida que se ansia tras la muerte.
Luego la soprano, el coro y la orquesta sinfénica,
voces para la humanidad de luto, que suplica en vida
sabiendo que esta “a mitad de la muerte”. Frente a la
soprano que “se explaya en floreciente italianismo y,
por tanto, requiere la voz adecuada que brille
ligeramente por encima de las masas” (a la manera
de lo que sucede en la Octava Sinfonia de Mahler, que
Fischer-Dieskau sefiala como influencia directa), “el
coro proporciona el comentario”. Y por ultimo los
solistas masculinos, tenor y baritono, victimas de la
guerra, “voces imaginarias”, las llama Fischer-Dieskau,
cuyo empefio, a través de los versos de Owen, es
tipicamente liederistico.
Britten dedicard el War Requiem “In loving memory
of Roger Burney, Sub-Lieutenant, Royal Navy Volunteer
Reserve; Piers Dunkerley, Captain, Royal Marines;
David Gill, Ordinary Seaman, Royal Navy; Michael
Halliday, Lieutenant, Royal New Zealand Naval Volunteer
Reserve”. Burney, era miembro del coro de la catedral
de St. Paul y amigo de Pears. Murié a bordo del
submarino francés Surcouf en 1942. Gill cayé en
combate en el Mediterraneo. Halliday era amigo de
Britten desde que se conocieron en la escuela primaria
de South Lodge. Murié en una misi6n en 1944. Piers
Dunkerley, por ultimo, uno de los mas cercanos amigos
de Britten, tomé parte en el desembarco de Normadia
en ese mismo afio de 1944. A diferencia de los demas
sobrevivid a la guerra pero se suicid6 en junio de
1959, dos meses antes de su boda.
Alberto Gonzalez Lapuente