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7 77{7~qz~,_Z_ | 7G. toupee engancotan* Este ibro surge de veinte paginas escritas a fines de los 80, y que permanecieron por afios traspapeladas entre abanicos, _medias de encaje y cosmeéticos que man charon de rouge la caligrafia romancera de sus letras. Aqui entrego esta historia y se ladedico con inflamado ardor a Mya Uribe (La Cinica Munna), pequetio epi- centro esutcriew, que com su elajo poe fico, ale Ia tarde del coyote, A Cecilia ‘Thauby (La Ceca), nuestra heroina ena ‘morada. A Cristiin Agurto (Et. Lcd). A Jaime Pinto (Et JUL). A Olga Gajardo (LA 0104). A Julio Guerra (EL PaTo), se ‘me aprieta el corn al recordar ss ojos ‘mansos y su figura de clavel estropeado, aguijonearlo de halae por la CN en el de- partamento de Villa Olimupica. A Oriana Alvarado (La JULI). A Ja vieja del alma- ccén, copuchenta como ella sola, pero ‘una tumba a la hora de las preguntas. Y también, ala casa, donde revolotearon eléctricas utopias en la noche piirpura de aguel tiempo. TT a Como DESOOREER UNA CASA sobre el pasado, una cortina quemada flotando por la ventana abi ta de aquella casa la primavera del '86, Un afio marcado a fuego de neumaticos humeando en las calles de Santiago comprimido por el patru- Haje. Un Santiago que venfa despertando al ca ceroleo y los relampages del apagon, pur la cadena suelta al aire, # los cables, al chispazo eléctrico, Entonces la oscuridadl completa, fs Iu ees de un camién blindado, el parate abi miet a, los disparos y las carreras de terror, como ‘astaiiuelas de metal que trizaban las noches dle fieltro. Faas noches fiinebres, engalanadas de gri- tos, del incansable “Y vaa caer”, yde tantos, ta tos comunicados de iltimo minuto, susurrades por el eco radial del "Diario de Cooperativa” Entonces la casita Macuchenta, era la esquina {de tes pisos con una sola escalera vertebr: conducia al altllo, Desde abi se podia ver la civ: dad penumbra coronada por el velo turbio de ; | pélvora, Era un palomar, apenas una baran= dilla para tendler sabanas, manteles y calzon Ios que enarbolaban las manos marimbas de la Loca del Frente. En sus matianas de ventanas abiertas, cupleteaba el "Tengo miedo lorem, eng 7 miedo que en ta tarde tu visa fot”. Todo el barrio. sabia que el nuevo veeino era asi, una novia de li cuadra demasiado encantada con esa ruino- st construcclén. Un mariposuelo de cejas tran cidas que lleg6 preguntando sise arrendaba ese cscombro terremoteado de la esquina, Esa bam- balina sujeta tinicamente por el arribismo w bano de tiempos mejores. Tantos afios cerrada, tan lena de ratones, snimas y murciglagos que li loca desaloj6 implacable, plumero en mano, cescoba en mano rajando las telaraias con sty ga de marica falsete entonando a Lucho Gatica, tosiendo el "Bésame mucho" en las ni bes de polvo y cachureos que arrumbaba en la Solamente le falta el novio, cuchicheaban las vicjas en la vereda del frente, siguiendo sus mo- ‘imientos de picaflor en la ventana. Pero es sim- paitico, dectan, escuchando sus liticas pasadas ‘de moda, siguiendo con la eabera el compas de ‘esos temas del ayer que despertaban a toda la ‘cuadra. Esa misica alharaca que en la mafana, sstcaba de la caina a los maridos trasnochados, alos hijos vagos que se enroseaban en las sibar nas, alos estudiantes flojos que no querian ie a 's. El grito de “Aleluya", cantado por Geci- lia, esa cantante de la nueva ola, era un toque de diana, un canto de gallos al amanecer, un alaridy musical que Ia loca subia a su tope ma- imo. Como si quisiera compartir con el mun- la do entero la letra cursi que despegaba del suc fio a los vecinos con ese “Y... tu maano tooo mari la mia-aaa” ‘Asila Loca del Frente, en muy poco tiempo, formé parte de la zoologia social de ese medio pelo santiaguino que se rascaba las pulgas entre la cesantia y el euarto de azsicar que pedian fia- do en el almacén. Un boliche de barrio, centro de los cotorreos y comentarios sobre la smuacién politica del pais. EI saldo de la uikima protesta, las declaraciones de la oposicién, las amenazas del Dictador, las convocatorias para septiembre. Que ahora si, que no pasa del '86, que el '86 es el afi. Que todos al parque, al :menterio, con sal ylimones para resistr las bom- bas lacrimégenas, y tantos, ntos comunicados de prensa que voceaba la radio permanente. (CoOERATIVA ESTA LLAMANDO, -MANOLA ROBLES INFORMA. Pero ella no estaba ni ahi com la contingencia politica. Mas bien le daba susto escuchar esa r ‘dio que daba puras malas noticias, Esa radio que se ofa en todas partes con sus canciones de pro- testa y exe tararin de emergencia que tenia a to- do el mundo con el alma en un hilo. Flla preferia sintonizar los programas del recuerdo: "Al con pis del coraz6n”. “Para los que fueron lolos". "Noches de arrabal".¥asi se lo pasaba tardes en- ° ae ee ras bordandlo esos enormes mantels y sibanias para alguna vieja aristicrata que le pagaba bien bucslica de ese minuto. Amarrando con su gesto teatral los puntos de fuga de ese cuadro. Conge- Jando ese momento para recordarlo en el futuro, ‘para pajearse con la vulnerabilidad del recuerdo suspendido en el vuelo de ese pijaro, en el grito asurtado de exe pijaro, en el alborato de alae por ‘el zumbar de un helicéptero, en el sobresalto de las sirenas ululando a lo lejos, escoltando la co mitiva presidencial que subfa por el camino. No {te muevas, ests para una foto. Carlos buscaba la ‘camara precipitadamente, Pero me gustaria con sombrero. Asf no més, no te muevas te dij. Pero alcanzame el sombrero, qué te cuesta. Por qué jddo? Esta bien, toma. El sombrero gird ‘por los aires como plaillo olador. Las sirenas se acercaban, pudiendo verse la culebra de autos ‘que ya tomaban la curva. Por fin Carlos encon- tr6 la camara y enfocaba tembloroso. ¢Cimo es- toy, baby? Carlos trataba de encuadrar el camino como fondo, Asi estis bien, no te muevas, no ‘levees, no respires. Las motos policiales y vehi ‘culos blindados pasaron a su espalda y ela sinti6 tun hielo repentine al sonrefr para cl click de la foto. 2Te fijas que se usan los sombreros? La Primera Dama iba recostada en los algodones de la I: na tocada por la capelina Dior que Gonza- lo, su estilista, le habia comprado en Ibiza. Pero son para gente joven, mujer, ¢no viste que era tuna pareja de pololos? El seria joven, pero ella se vefa bastante mayor, a pesar del sombrero amarillo que era una monada te diré. Gonza di- ‘ce que el amarillo hace furor en Europa, fue el color de la temporada primavera verano, Le voy f encargar uno igual a ése, Pero mujer za t ‘edad? No ves que la prensa comunista lo tinico aque hace es reirse de tus sombreros. Mira tt 2 &¥ e6mo ustedes que no se sacan la gorra militar ni para dormir? :Entonces los sombreros son cosa de hombres solament ‘Semana a semana las mismas Henaban la cabeza. Que Gonzalo me dijo, que Gonzalo dice, que Gonzalo cree, que debieras tomaren cuenta la opinién de Gonza que es tan fino y tiene tan buen gusto. ¥ dice que todo es ‘cosa de estétca y color. Que la gente no esti des. ‘contenta contigo ni con tu gobierno. Que la cul- pa la tiene el gris de los uniformes, ese color tan depresivo, tan sobrio, tan apagado, tan poco ‘combinable. Imaginate que con rojo es la nica ‘manera que se ve bien, la inica forma de armo- irarlo, Mira que contradicai ante es Gonzalo al pensar asi-Y tino lo tomas ‘en cuenta cuando te corta el pelo y te sugie- Mita que be » re tefirte esas canas grises de celeste arulado. Por tus ojos, dice él -Por qué otra cosa vaa ser? eAH? Adenis, esas ecjas blancas que parece chasquillas. Por qué no dejas que Gonza te las pinte te las depile?, para que la gente te vea los ‘ojos y aprenda a quererte, digo yo. ¥ ese bigote ‘de escobillén escarchado, tan antiguo, tan paste ddo de moda, que te tapa la boca y por smarxistas dicen q) ror qué no de- es0 los jas que él te lo recorte?... Gonza es mago para ‘esas cosas y site lo sube un poquito de las comi- suras la gente siempre (e verd sonriente. qué no te pones las camisas guayaberas que Gonza te tajo del Caribe con tanto carifio? To- dlo porque son cubanas, pero som alegre, lenas ‘de monitos y palmeras, y la tela, para qué te di 0, puro algodn, fresquitas para venir para acd fen estos dias de calor. :No te Bijaste en ese jover {que le sacaba fotos a su polola, la del sombrero ‘amanllo? ZNo viste que usaba una camisa spor fafuera del pantal6n? Y ti con ese uniforme plo- ‘mo, color burro, cerrado hasta el cogote. 2No tienes calor hombre? ¢No te molesta? Abre poco la ventanilla para que entre viento. ¢Para que tanta seguridad? - pre alumbré lo probibido, en el retanguco amordazado de imposible Quién ta a imaginar que ot wrdadero amar ns golpecria de este mado ot conan, ya tande cuando estamos sin remedio [prisioneras de la egutvocaciin, Cuando aparecié nuevame te, alos es dias «lel cumpleaiios, vino slo a retirar las iimas ea jasy el tubo de acero que se lo llevé forrado en cl tafetén con yuelos de encajes que ella le habia ‘onfeccionado, Te molesta que me lo leve as Me da lo mismo, pero si ui quieres ocultar lo ‘que es, asf se ve mas llamativo, gEntonces tit si- bes de qué se trata? la interrogs él sujetando el cilindro al pie de la escalera. Mire lindo, que na se haga la tonta es una cosa, pero por slet= cel amor no me tiene mongélica, le grt6 con despecho de sirena sin mar. ¥ corrié escalera arriba perseguida por el tranco fterte de Carlos ‘que la aleanz6 en mitad de los peldaiios, yto- tnvindola de un brazo, le claws a espina negra de sus ojos. 2Y por qué nunca preguntaste nada? Como que ho pregunte nada? Me cansé de pre- untarte yt siempre diciendo: ‘después te ex- pilico, después te explico', como si una fuera la mas necia de las locas, Porque en el fondo (con tun sollozo en ta burbuja de laos), vé munca me to- maste en serio, nunca crefste que yo podia guardar un secreto, No era eso, dijo Carlos, to rmindola de la eintra, ayuekindola a subir el res. to de escalera, Seria peligroso que i manejaras vis informacion. , deja esa casa tan linda? La fociaa del auto interrunmpi la chat, gNo me valadecir que te rapta el hombre? No, nia, na cea pic es eet ee tn suspiro, Pero entonces, cual ela razon? d- joa Rana tomsndola del brazo. Yo no te dejo ir tnaricdn sino me dai un motivo porto menos. ‘Tengo que hacerlo mamita, es cosa de vida 0 muerte, La bocina del auto voli ainterrum Pitlas. No entiendo, no puedo comprender en {é gieradas andi meta, No importa Ranta, teior as, contests la Loca del Frente, zafando- sey dindole un fuerte abrazo yun gran beso, ti el palit cardiaco desu gran amiga; Ma i Rana, como le decfa con cai. La hermo- ‘cola matrona que en el marco de Ia puerta fa dlespedia con sus dedos acalambrados de fro. Aa‘ la vio empequeriecer a medida que el auto se leaba de sen ierrales. Es my amigo suyo?, supongo que no le habe dicho nada, interrog6 ln mujer sentadaasu lado. Yt hubiera dicho qué? zAcaso ustedes no creen que hay gente co- ‘mo yo que puede guardar un secreto? zCreen Per) {que todos los maricones somos traiconeros?,re- pilicé la Loca del Frente con las mefilias rojas de indignacién, Pero no se preocupen, no le dije nada, solamente para no comprometerlo. No se cenoje, agregé la tal Laura, arreglindose la pe- Inca cobriza que la tonta creia le daba otra identidad, Nos queda bastante que viajar jun- tos, porque yo 10 voy a dejar hasta su destino, ‘murmurs la mujer con indiferencia, asi que por Jo menos hagamos agradable el trayecto. No le hizo caso, algo nunca le gust6 de esa ifta con aires de sargento, y no era solamente por celos, tampoco porque era joven y preciosa. Era algo ims, cierto esfuerzo que la cabra hacia por ser amable. Y estaba segura que sino fuera por la inseguridad que sentian con 61, esata Laura la dejaba botada ahi mismo, en la mitad del cami no.a Vina del Mar, porque hacfa rato el vehfeu- Io habia tomado eva ruta La pudo leer en los avisos camineros que pasaban, y acomodkindose como gata frivola en el asiento, coment6 desi nada: Me va'a hacer bien un poco de sol mari- no, estoy tan palida. ‘Cuando estuvieron cerca de la Giudad Jardin, la humedad marisea del viento le despeiné las cuatro mechas, :Puede cerrar un poco la venta nilla, por favor? Laura le hizo caso, pero sin mi rarlo, en realidad no haban promunciado palabra ‘en todo el camino, Ni ella ni el chico que ma- nejaba. Habia sido un viaje tenso, y en cada pa rada de peaje Laura prendia un cigarro y luego Jo apagaba casi sin furnatlo. ‘Vina del Mar aparecio de pronto en un reco do con sus mansiones mediterrineas. La Loca del Frente nunca habia estado en ese balneario de turistas y gente linda. Pero en exa época, ya ‘esa hora de la mafiana, solamente se velan em- pleadlas domésticas haciendo compras, estudian- tes rubios con sus uniformes de colegios catslicos, ims alguna anciana invalida tomando el fresco en las pérgolas jazmineras de los palacetes. Se parece a una pelicula antigua de la costa fran- ‘cesa, pens6 ella, recordando el milagro de esa primera vez que se encontr6 con el mar proleta de Cartagena, cuando toda la poblacién de su nfancia se encaramé a un tren, gratis y por ini-

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