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BOVERO lt *Moclernielale) en Cue ,M Sndindue, Modernidod , Dies: Madrid, teenes, 4383 (ep 23a12) MODERNIDAD* MICHELANGELO BOvERO 1. En 1982 el politélogo estadounidense Marshall Berman escri- bi6 un brillante libro sobre el tema de la modernidad. Con su co- mienzo original y extravagante, escoge por titulo una frase de Marx: All that is solid melts in to air La frase de Marx se referia en origen a las transformaciones conti- rnuas de la economia capitalista y de Ia sociedad moderna en general, en la que parece que nada pueda consolidarse y permanecer. Nada mis apropiado para el tsma de lo moderno. No es precisamente una defini- cidn, pero sugiere la naturaleza del problema. A esta especie de defi- nicién o, mejor, representacién en silhouette de lo moderno, le corres- ponden, en efecto, dos interpretaciones conectadas entre sf por la aturaleza 0, si se quiere, por la esencia de Ia modernidad: 1) lo mo- demo coincide con una progresiva e incesante atenuacién de vineulos, lazos, reglas, al Iimite de su desaparicién; o bien 2) lo modemo coin- cide Con Ia liberaci6n progresiva del sujeto agente de los cdnones u 6r- denes presupuestos, Trataré, en las paginas que siguen, de encontrar cl pedigri y a la vez. las razones de plausibilidad de estas dos interpreta- ciones, pero a partir de clementos mis inmediatos, 0 mas seguros, 0 en cualquier caso menos controvertidos. Por ejemplo, desde algunas anotaciones etimoldgicas. El término deriva casi idéntico del tardo latino modernus, contras- tado cn Prisciano de Cesarea, gramético que vivi6 entre los siglos Vv y vid. C., y en Aurelio Cassiodoro —el erudito secretario de Teodo- rico—, historiador, filésofo y (también é1) gramiitico del siglo vi. En ambos, modernus oscila entre la aceptacién de «reciente» y la de «pre- sente»'o «actualy. La interpretacién es simple: no se trata sino de a transformacién en atributo del adverbio modo, a su vez derivado del ivo modus, que significa en general «medida», «limite» (y mo- sst modus in rebus), de donde el adverbio modo se lee en general como «con medida», «limitadamente>. Si, por tanto, en su pri- mer significado el adverbio vale «s6lo» (non modo... sed etiam) en un significado transferido, él asume el valor de adverbio de tiempo, y 05- cila precisamente entre la acepcién de «ahora», «en este momentow, y * “Traduccién castllana de Pedro Aragéo. 07) 98 INDIVIDUO, MODERNIDAD, HISTORIA de chace poco», «recientemente»; pero puede estar concetido no sdlo al pasado proximo, sino también, curiosamente, a un futuro proximo, pasando a significar «inmediatamente después», «poco después» dentro de un instante». Por consiguiente, podemos leer en la acusa~ jn de modernus la idea de algo que posce validez actual, que existe y esté vigente en el tiempo presente, o en tomo a él, limitadamente a lun arco temporal que va del pasado mas prOximo al més préximo fu- turo: el breve arco que tiende y se cierra en. torno al inmediato pre- sente. Quien quisiera, a partir de estas simples anotaciones filolégicas, intentar aprehender, como primera aproximacién, la idea esencial de modernidad, se encontraria enseguida frente a la duda de si tal idea pueda ser definida de modo univoco, o bien si ella no es constitutiva- mente proteitorme y huidiza, puesto que esta hgada a la evanescencia del instante presenie. Pero s¢ trata, precisamente, de ver si es posible identificar una raiz, un principio (o eventualmente mis de uno), del cual los complicados procesos y los mutables fenémenos contradicio- ios que llamamos modernos puedan ser considerndos como su multi- forme manifestacién. 2. Segtin un uso hoy consolidado, comtinmente se contrapone el mundo moderno 0 Ia sociedad moderna al mundo y a la sociedad ra- dicional. Para el mundo tradicional no parece dificil dar con seme- jante principio, mediante el cual reconducir la multiplicidad de los fe- némenos A una sustancial unidad de sentido: el principio es precisamente la tradicién 0 costumbre. En su puro concepto la tradi cién —del verbo latino tradere, que significa «transmitir», «llegar»— es Ia repeticién indefinida en ei tiempo, de generacién en gencracién, de esquemas 0 modelos de comportamiento, que se transforman en costmbee La cosinmbre —en griego eshas. de ahi nnestro aéticay: en latin mores, de ahi nuestro «moral»— y un sistema normativo, un complejo mas o menos compacto y orgdnico de reglas (por lo pronto no escritas: agraphoi nomoi) que no tienen necesidad de una particu lar justificacion racional, aunque pudiera encontrarla, precisamente porque estén fundadas simplemente en la tradici6n, o bien, segdn una célebre e incisiva fSrmula de Max Weber, estdn fundadas en la «iuto- ridad del eterno ayer», en la creencia de fa validez de lo que ha sido pensado como vilido, desde tiempo inmemorable. Cuanto més anti- gua, cuanto mas inmemorial es una tradici6n, tanto por mas valida © indiscutible se Ia tiene. En la iconograffa medieval, la traditio 0 con suetudo era a veces representada como una vieja, encorvada por el peso de los afios y sin embargo extraordinariamente vigorosa, y la di- dascalia bajo la figura decia: «vires acquirit eundo», adquiere fuerza yendo hacia delante. La tradici6n, en suma, es un producto colectivo An6nimo, no imputable a la voluntad particular de alguien, si no es de MODERNIDAD, forma mitica, y no modificable, si no es de un modo imperceptible & igualmente objetivo y anénimo: los actos deliberados de modified ion de la tradiciOn son considerados heréticos y ademas condenados, Naturalmente, en innumerables circunstancias pueden surgir ContTo- versias en la interpretaci6n de 1a tradicién: para dirimirlas, en Ins 80> ciedades premodemas existen instituciones, ocupadas por elites sacer- dotales 0 politicas, cuya funcién prevalente es justo la de custodiar In tradicion En semejante contexto, los comportamiento de los individuos son ademds vinculantes a esquemas estables y mas bien rigidos, las virtt= des, de las que una parte de la filosofia politica contemporanea parece tener nostalgia. Las virtudes, segtin el concepto elaborado por Aristé- teles, no son cualidades innatas, son mas bien disposiciones 0 habbitos morales, la costumbre al comportamiento recto que se adquiere me- diante edueacién y disciplina y, sobre todo, mediante Ia imitacién de os buenos modelos. En generai, las virtudes, y sus contrastes, los vi cios, no son sino actitudes y estilos de vida, contraidos por el habito de comportarse bien mal én las distintas circunstancias segtin un c6- digo transmitido y socialmente aceptado: por ejemplo, el coraje 0 ka vileza en la guerra, la generosidad la avaricia en el uso del dinero, la prudencia o la precipitacién en las decisiones’. Las virtudes y los vi Cios, los buenos o malos habitos plasman y modelan el cardcter del in~ dividuo —charakier en griego indicaba originariamente el cuno de una moneda—, ex decir, lo hacen reconocible como dotado de un complejo particular de actitudes y disposiciones para la siceién, const tuyen y al mismo tiempo revelan su «personalidad», y por ello su me- nor 0 mayor adecuado caricter para desempefiar un cierto rol en el sistema de las funciones sociales. Persona en latin significa mascara teatral, y por derivacién indica el papel, la parte que se desempeiia 0, mejor, que ze interpreta en la vida cocial. Las sociedades tradicionales conocen una gama definida y relativamente restringida de caractere: dotada de una extraordinaria persistencia —baste pensar en ciertos ti- pos de caracteres en que se resalta un vicio dominante, como los del avaro o del fanfarrén, insistentemente repetidos y revisados en la his= toria de la comedia, desde Menandro y Plauto hasta Goldoni y Moligre— Una persistencia —querria decir, una tradicién— atin mayor se re~ vela en la figura prevalente de la estructura fundamental de la socie~ dad. Como ha mostrado la lingtifstica comparada, las sociedades tradi cionales de origen indocuropeo estin constituidas en la distineién de tres roles o funciones sociales fundamentales: Ia de los sacerdotes, In * Cfr. R. Bode, «Le scelte del futuro: comportamenti etici e seenari della soviet post-industriale», en Ragioni eritiche, 1987, n. 3p. 12 passim, 100 INDIVIDUO, MODERNIDAD. HISTORIA de los guerreros y la de los productores 0 «esforzados» (los campesi- nos), Este sistema de tres Grdenes o rangos 0 clases 0 estados sociales, frticulados e interpretados diversamente, pero de cualquier manera siempre considerados como condiciones esenciales para la existencia y el funcionamiento de la sociedad humana en general, se vuelve a encontrar inalterado en su esquema elemental —por lo menos en el nivel de las representaciones— de los antiquisimos origenes indo- curopeos hasta Ins sociedades Hamadas de ancien régime, con su je- rarquia de clero, nobleza y tercer estado. El principio de legitimidad de este sistema de érdenes 0 rangos sociales y de la estructura del po- der que lo sostiene, es la tradicion. Como ha sido observado en malti- ples ocasiones, la expresion iis emblemitica de la estabilidad y per- fistencin de este cuadro completo es In condicién cfclica del tiempo, Iiplea de las suvicdades tradicionales, la idea del etemo repetirse cir- tillar de los eventos como ritmos de vida, modelada en Ia imagen de Ja inalterable repeticién del movimiento de los astros y de la sucesién de las estaciones. 3, Frente a este cuadro, inevitablemente simplificado, pero no por eilo (espero) deformante, del mundo y de la sociedad tradicional, la:modemidad s6lo puede ser representada como ruptura con la tradi- cién: como destierro de lo estacional y de la circularidad del tiempo, ‘como emancipacién de los esquemas de comportamiento preestableci- tdos y del sistema de las jerarquias de rango, legitimadas ab aeierno ppor ia autoridad del eterno ayer, como innovacién y creencia en Ia le- gitimidad de la innovacién, La idea de lo moderno esta intimamente conectada con Ia idea de Jo nuevo, con la idea de un presente que puede realmente definir una identidad propia contra el pasado, porque ya no es repericién. Aquella ‘que se consideré la edad auroral de In modernidad, la edad del huma- nismo italiano, entre los siglos x1V y xv, fue llamada originariamente ‘enueva épocan; y, por lo demas, atin hoy, en la lengua alemana, para indicar la edad moderna se usa la expresién contracta Newzeft, tiempo nuevo. El advenimiento de 1o nuevo, contrariamente a la rigidez.y @ la heteronomia de los esquemas tradicionales, no puede sino coincidir con el nacimiento del sujeto, la reivindicacién del derecho subjetivo individual, la pretensién del reconocimiento de la libertad subjetiva, entendida ‘como el derecho individual de desarrollar las propias con- vieciones y de perseguir los propios intereses, auténomamente defi dos. Hegel —que fue el primer graf filésofo, como ha observado justamente Habermas?, en considerar crucial el problema de la moder- T. Habérmas, El discurso de la modernidad, trad, cast. ‘Taurus, Madrid, 1989, ‘ps pp. 15 88, 28 88. MODERNIDAD 101 1d— afirmaba que «el derecho de Ia libertad subjetiva constituye el punto critico y central de Ia antigiiedad (nosotros diremos el mundo premodemo, iradicional) y la época moderna». Este derecho, subra~ yaba Hegel, originariamente expresado como exigencia moral en el éristianismo, se ha convertido poco a poco en el principio de una nueva realidad del mundo. Hegel caracterizaba al hombre antiguo como aquel que hallaba la propia identidad en la adhesin a las creen- cias y a tos valores de su patria, de la comunidad a menudo pequefia, ciudadela, a 1a cual pertenecia. Para la concepcién de los antiguos un hombre sin patria, desvinculado de su comunidad, era un hombre sin identidad. Desde esta perspectiva, el paso a la época moderna quedaba definido, para Hegel, en el advenimiento de un tipo humano nuevo, precisamente.el individuo dotado de libertad subjetiva, el cual rechaza cualquier ercencia u obediencia ciega ¢ incondicionada: él «ha de po seer un conocimiento propio de la diferencia del bien y del mal en ge- neral: las determinaciones éticas como las religiones no deben exisir su seguimiento en tanto que leyes externas y preceptos de una sutori- dad, sino que deben obtener adhesién, reconocimiento y también fun- damento en su coraz6n, en su disposicién de dnimo, en su conciencia ¢ inteligencia»* En esta interpretacion —por asi decirlo, filohegeliana— el paso a la modernidad consiste pues en la emancipacion del individuo de las formas estrechas de la_vida comunitaria premodema, con su cultura circunscrita. El principio de la modemidad —su fundamento esencial, al_que pueden reconducirse los multiples procesos y fenémenos con” tradictorios que Hamamos modemos— es concebibie asi como el pri- mado de la identidad individual sobre la identidad colectiva: el hom- bre ya no encuentra su identidad fundamental por encima de todo en Jos grupos a los que pertenece y en sus reglas, sino en lo que elige ser, y por ello reivindica libertad de juicio critico (y también de accidn) en Tas confrontaciones de los coleciivos a los que reconoce pertenecer (en Tos que ha nacido) o a los que se adhiere. En otras palabras, el hombre antiguo se define antes que nada por una identidad colectiva, cada cual se representa a sf mismo; es decir, encuentra la propia identidad, sobre todo como perieneciente a una cierta estirpe 0 descendencia y a un cierto pueblo o comunidad politica: se trata de una identidad ads- criptiva, no elegida, no determinada 0 controlada por el sujeto; el hombre modemno se define ante todo por una identidad individual, por actividades, creencias y valores que él reivindica como propios y v: dos para él incluso en tas confrontaciones con los colectivos a los que pertenece, adhiriéndose a éstos sdlo hasta que es compatible con la F. Hegel, Principio dela Filosofio del Derecho, § 124 G.W.F Hegel, Enciclopedia detle sciencte flasofiche, § 303, 102 INDIVIDU, MODERNIDAD, HISTORIA propia identidad: se trata de una identidad electiva, que comporta —usando la incisiva formula de Hirschman— exif 0 voice, posibilida- des de salida y de protesta respecto de las formas de vida colectiva te- nidas por intolerables o dafosas para la propia identidad, Segtin esta esquematizacin dicotémica —ciertamente muy abs- tracta, pero no carente de eficacia interpretativa—, si imaginamos po- der dirigir a un antiguo la pregunta elemental concerniente a su identi- dad, 0 sea, la pregunta «,quién cres?», se responder antes que nada con'un nombre propio y con un nombre gentilicio, 0 un patronimico, y afiadiré Ia declaracién de su propia pertenencia politica. Por ejempio, «soy Cesar, de la gens Julia, ciudadano romano». Mientras que un moderno no declarara Ia propia identidad primaria 0 fundamental, 0 sea, no se definiré a si mismo ante todo mediante elementos adscripti vos. Y, sin embargo, esta situacién tipica, e idealizada, del hombre moderno es en sf misma problemética, Llevada al extremo, la identi- dad individual pura coincide con la crisis de identidad del individuo: Ja falta de modelos y paradigmas estables y fiables, de s6lidos puntos de referencia externos al yo, genera una fuerte necesidad de identifica cién con los otros, una necesidad de pertenencia, de grupo, o sea, de identidad colectiva, que entra en contradiccién con el principio mismo de Ia modemnidad. El modo frecuentemente adscriptive con que es concebido el principio y el valor del pluralismo en lo que se puede considerar el reino de lo modemno, los Estados Unidos de Améri testimonia que a modernidad es como tal un problema. Pero sobre ‘este aspecto problemitico intrinseco a lo moderno, como sobre otros ‘que poco a poco distinguiremos, serd conveniente volver a ellos h el final. 4, Otro y atin mas complicado aspecto probler se considera que el hombre moderna ideal-t filohegeliana, 0 sea, el individuo dotado de libertad subjeti es 1 nuevo, esta realidad inédita que tiende y pretende su emancipa- cidn de los ‘vinculos tradicionales, sino que es también en si mismo brincipio de lo nuevo, o sea, fuente de innumerables y potencialmente infinitas innovaciones en todos los dmbitos de la experiencia humana. Por lo demas, lo nuevo, para ser realmente nuevo, ha de ser renovado continuamente; y en nuestro Ienguaje corriente, nosotros llamamos moderna solamente a la diltima forma de renovacién de lo nuevo, sea en el campo que sca. Por ejemplo, en los muscos de arte modermos ‘nos encontramos a Picasso, Matisse 0 Chagall, pero no encontramos @ Giotto o Leonardo, que, sin embargo, inauguraron el arte de la époc: modema; en el mismo sentido, lamamos modema a una fiibrica robo- tizada, pero ya no a la cadena de montaje celebrada por Charles Cha- plin en Tiempo modernos. Si esto es verdad, entonces un andlisis de los desarrollos de la época moderna en ci MODERNIDAD 103 riencia humana habria de mostraros una serie de formas de la modler~ nidad en desuso, obsoletas, caducas, en cada momento superadas por el ritmo cada vez mis trepidante de las nuevas formas de innovacion, Pero de este modo el concepto de moderno —precisamente nos lo habian sugerido las anotaciones etimol6gicas sobre el término «mo- derno»— parece devenir relativo, ligandose a la actualidad del pre~ sente y a su evanescencia. ,Hay aigtin modo de sustraerse a esta eva- nescencia, al aplanamiento unidimensional de las nociones de moderno en aquella, vacfa © inquietante, de innovacién perenne? Pre- guntas como ésta levantan una nube de'problemas. Ante todo el pro- blema de la posibilidad de determinar los limites de la modernidad: problema al menos doble, porque se trata de ver si es posible fijar su lerminus ad quo y si tiene sentido preguntarse sobre su eventual ter- ‘minus ad quem. En segundo lugar, el problema es el de encontrar, dentro de una posible fenomenologia de las formas de la modernidad, un hilo conductor que permita enlazar en una unidad de sentido las formas de modernidad actuales y las ya no actuales. Y ello conduce en tercer lugar, a repensar de modo problemitico Ia relacién entre la iddea de modemno y la idea de nuevo. Puesto que «moderno» es un adjetivo de tiempo, la primera pre- gunta que se plantea espontineamente es: ;cudndo comienza, cuando surge I modernidad? Mas el comienzo es evidentemente variable en el tiempo en funcién del criterio que se adopte y en funcién del espa- cio: si cl criterio es el que hemos llamado lilohegeliano, entonces en ciertas zonas del mundo la modernidad tiene algunos siglos de vi s que en otras, donde las identidades colectivas tradicionales prevalecen, no ha comenzado atin. Y, ademis, pensar en algo asf como uuna fecha de comienzo, ademas de Variable en el espacio, es verdade- Famente una simplificacién excesiva. El mismo Hegel describfa el ad- venimiento de In modernidad como umn desarrnila progresivo, y ha blaba de diversas auroras sucesivas de la moderidad: la afirmacién del cristianismo, con el cual se reconoce que el hombre tiene valor en cuanto hombre (hijo de Dios) y no en cuanto civis romanus, la re- forma_protestante, que con el principio del libre examen quicbra el dogmatismo de la iglesia, o sea, supera la institucionalizacién y crista- lizacién del cristianismo en un nuevo orden de creencias y de valores dados por descontado y presupuestos como verdaderos; 1a revolucién cultural provocada por los grandes descubrimientos geogrificos y por las invenciones que destapan nuevos horizontes a la experiencia hu- mana, la revoluci6n francesa, con la afirmacién del principio de auto- determinacién politica. Desde el punto de vista de la historia universal, la verdadera ce- sura entre premoderno y modemo se suele identificar con el ocaso del Medivevo europeo, visto como él proceso paradigmitico de disgregae cién del mundo tradicional y del paso —usando Ia todavia inci: 104 INDIVIDUO, MODERNIDAD, HISTORIA formula Weberiana— del encanto al desencanto. En los manuales de Me St ns se hace coineidir, como es sabido, la fecha de | inicio de ——mient ‘la edad moderna con el aiio 1492, 0 sea, con el descubri del nuevo mundo. Bs una pura convenci6n arbitraria, pero po enorme significado simbdlico: alude precisamente a la apertura “nuevos horizontes, y al consiguiente trastorno material y mental en | a vida del mundo occidental. Lo gue dirige nuestra atencién sobre la ‘ligazén esencial, pero problematica y, en el limite, contradictoria, de Me edemo con le ides risina de to nucvo: con el descubrimienta de 1o nuevo, y con la creacién de lo nuevo por parte de un sujeto conce- bido de modo prometcico, capaz de infringir el viejo orden de cos considerado natural o divino, y por ello inmodificable. La cuestién es como ya hemos vislumbrado— que Jo nuevo es un idea exirafia para ser realmente nuevo y continuar siéndolo, lo nuevo ha de ser re~ novado siempre, rompiendo las cristalizaciones y las instituicionaliza~ ciones en las que toda novedad se pierde a si misma transformandose mplemente en una tradicién distinta. Lo cual sugiere, ademis, que lo moderno, mediante su ligaz6n con la idea extrana’de lo nuevo, ticnde también a coincidir con Ja idea misma de mutacin o de cambio en general —una idea atin mas extrafia, como nos ensefio Kant—, € incluso también con 11 atribucion de valor positivo del cambio: los an- tiguos tenfan horror a la mutacién, la revolucién s6lo podria ser un concepto modemo. He aqui por qué el lenguaje comin llama moderna s6lo a las formas iiltimas, a los tiltimos fendmenos de cada dimension de la vida y de la experiencia, s6lo a las tltimas innovaciones 0 crea- ciones de la asi Hamada libertad subjetiva. 5. Enefecto, lo modemo, entendido como la idea y el valor de lo nuevo y del cambio, afecta a todos los campos de la vida humana: la vida pablica y la vida privada, las artes, las cicncias y la filosofia. Por doquier parece lanzar una suerte de proceso al infinito —un mai infi- nito, hubiera dicho Hegel— transformando y desfigurando continua- mente su propio rostro, sin permitir su fijacién, y por eso no dején- dose nunca reconocer en una serie de connotados definidos: como si la imagen fenoménica de lo modemo estuviera enredada en un juego mévil de infinitos espejos deformantes. Quiero intentar —sin ninguna preiensién de exhaustividad ni de originalidad— un rapido bosquejo de una posible fenomenologia de la modernidad. Se suele hacer coincidir el nacimiento de la vida piiblica moderna con el nacimiento de la civilizacién comunal, en el otofio del Me- dioevo, y ver sus desarrollos en las diversas formas de despertar del cespfritu republicano, en antitesis a las universalidades «verticales», la iglesia y el imperio. Y, sin embargo, en los primeros tiempos de la época modema la I6gica vencedora fue la de los absolutismnos y de ios MODERNIDAD 105 arcana imperii. La metamorfosis decisiva, de la cual parece salir Ia forma adulta de la vida piblica moderna, coincide quiz con el_pro= ceso de advenimiento y de crecimiento de la opinién piblica politica, que alcanza la madurez en el siglo xvitt, Pero nosotros hoy llamamos moderna a una figura de la vida piiblica completamente distinta: aque- Na en la que la pluralidad de las voces del debate cultural y politico esté inserta en formas de comunicacién tecnologizadas e informatiza- das, dificilmente controlables y accesibles al pueblo llano, que, antes bien, consiente y favorece Ia inversién del valor de la transparencia, verdadera ratio essendi de la opinion publica, en Ia realidad de la ma nipulacién. Por lo que se refiere a la evolucién en las formas de la vida privada, podria sin duda ser considerada paradigmatica la vicisi- ud de la condicién de In mujer, que en las representaciones doctas, por lo demas deudoras y a la vez influyentes de las imagenes de la Conciencia ampliamente difundida, pasa de la figura de animal est pido —no carente de /ogos como los esclavos, segiin Aristételes, pero dotado de una racionalidad ofuscada y obtusa— a la figura de fuente inspiradora de la poesfa y de la misma sabiduria. Dante, en los albores de la nueva era, da muestras de tener una visién moderna, o ya no pre~ moderna, de la mujer cuando cleva a Beatriz a simbolo de la forma més alta de sabidurfa y 2 fuente de su poesia. Pero nosotros hoy lia- mamos modemo el status de la mujer consecuente con el proceso (to- davia in fieri, contrastado y contradictorio) de emancipacién feme- nina, y el desbarajuste de las relaciones familiares y sexuales que ha provocado. Si pasamos a la ciencia, contrasefia y vanagloria de Ia modemi- dad, la imagen de lo moderno aparece tinica y sin controversia: la re. volucién cientifica moderna por excelencia es la de Galileo, y su mo- dernidad reside ante todo en el rechazo de la tradicion, a saber, del principio de autoridad, Pero para nosotros hoy la ciencia modema ya ho es la galileana (o newtoniana), sino mas bien aquella que puede ser reconducida al paradigma de Einstein. Incluso, con mayor precision, es la terrible ciencia de las bombas atémicas. En el campo de la tecno- logia, Hegel databa justamente la revolucién moderna con la inven- cin de la imprenta’y la pélvora de disparo; pero para nosotros los modemos, lo que cuenta es la informatica y las cabezas nucleares. Por lo que atafie a las artes, el discurso se hace no séle mas com- plejo y articulado, sino también més controvertide y hasta contradic- torio. Ante todo porque el arte ha sido el campo de vanguardia de la modernidad, casi su terreno de eleccién y de crecimiento —en la famosa Querelle des anciens et des modernes, entre Jos siglos XII y XVl, se debatfa precisamente si las formas de arte modemo eran sU- Periores a las antiguas—, no obstante io cual el primer gran momento del arte modemo (pienso, sobre todo, en el arte italiano de la época humanistico-renacentista) se caracteriza, en buena medida, por la re= 106 INDIVIDUO, MODERNIDAD, HISTORIA proposicién de modelos antiguos, por el retomo a ia clasicidad. En Cierto sentido, empero, 1a contradiccién es slo aparente, se trata en efecto de un retorno para innovar, para liberarse de los vinculos de tuna tradicidn, Para las artes figurativas en general el advenimiento de la modernidad se hace coincidir usualmente con ta afirmacién de la perspectiva, de la mirada del hombre sobre el mundo. Pero, si quere- mos poner de inmediato en evidencia un contraste estridente, gcuintas manifestaciones de esas que nosotros Ilamamos arte moderno podrfan ser consideradas fruto de una mirada no humana o, sin més, inhu- mana? De cualquier manera, es dificil reconducir tos desarrollos de las artes a pardmetros homogéneos: en arquitectura, por ejemplo, se pasa de los céinones clisicos antiguos, arménicos y matematicamente Ucfinidos, a las grandes florituras de formas y estilos sucesivos de la modemidad; pero es dificil no identificar la primera gran y persistente revoluci6n, y por tanto innovacién, en la historia de la cultura occi- dental de la era posteristiana con la invencién del gético, que, sin em- bargo, representa una purisima expresiOn del espiritu. del medioevo. Sea como fuere, hoy nosotros lamamos moderna una arquitectura que parece haber conquistado una absoluta libertad, hasta el punto de no haber ningtin estilo reconocible y homogéneo. Esto también es villido en gran parte para la pintura y In escultura Por lo que se refiere a la poesia, la métrica griega y la latina ense- jian que la poesia antigua no s6lo estaba encuadrada en una gama de modelos ritmicos y de esquemas fijos (Ia oda, la elegia, el epigrama, elc.), sino que rigidas normas cuantitativas gobernaban la distribucion de ias sflabas dentro de estos esquemas. La poesia moderna en sus al- bores —pienso en Dante y Petrarca— conoce atin y por un largo tiempo esquemas y modelos fijos (Ia cancién, el soneto, etc.) ¥ pe manece, mas 0 menos rigidamente, la regla del mimero de sflabas en el verso: ya no Ia de distribucion de las sflubas por cantidades, wi Ja de un ritmo definido para cada tipo de verso: 1o cual hace posible una gran variedad dentro de un mismo esquema, Pero nosotros hoy lama- mos moderna a una poesia que ya no parece respetar ninguin esquema: parece suficiente algiin tipo de cadencia, una cualquiera, y quizé tam- bien la cadencia ha devenido superflua, Recuerdo haber leido en al- guna parte una definicién «moderna» de poesfa que expresa adecuada- mente la desvinculaci6n total del sujeto poeta de los canones formales presupuestos: «la poesia es aquella forma de escritura en la que las pa- Tabras estan alineadas a la izquierda del folio pero no a su derecha». Un discurso andlogo se puede hacer con respecto a la musica. En la Grecia antigua la mousiké téchne 0 «arte de la musas» no indicaba S6lo lo que nosotros llamamos miisica, sino més bien cl connubio en- tre poesia, miisica y danza: el poeta era, en efecto, también el compo- sitor musical de su obra y el coreégrafo de la danza. La misica com- partia pues con Ia poesia la misma rigidez normativa. El concepto de MODERNIDAD 107 ccnuevay miisica, 0 «mtisien moderna» entra en Ia historia de Ia miisicn sMQue conoce una propia interna querefle— en referencia a una nuevat técnica de notacién que permitia también innovaciones compositivas. Ha sido observado con eficacia que cn el ambito de la historia de la miisica: «el atributo “nuevo” 0 “moderno” aparece, cargindose de un significado muy distinto, cada vez que las modificaciones de un sistema de normas musicales conducen a innovaciones decisivas»’. Y, en efecto, nosotros hoy Hamamos modema a una mtisica que ya no respeta siquiera las reglas «modernas» de la tonalidad: en ella «la pre~ Sencia disminuida o la falta de sistemas de normas musicales» se tra- duce en la «incomprensibilidad © dificultad estética, que explica 1a distancia del publico, intencional o inevitable, el esoterismo de la nueva misica»* Serfan derasiadas las cosas que habria que decir en el campo de la filosofia y, como de costumbre, més controvertidas que en otros cainpos. Para limitarnos a una alusin fugaz, no creo que sea discuti- ble que la filosofia moderna nace con Descartes, con el principio del Cogito; ni Siquiera que la verdadera revolucién filoséfica moderna sea ta de Kant, para la cual el fundamento de validez ya no se busca en Ia realiciad sino en el sujeto. Pero ahora en el panorama internacional pa- rece preyalecer la filosofia del no-fundamento, en formas mas radica~ Jes 0 mas atenuadas, del nihilismo al escepticismo: de un lado, el giro hermenéutico de la fenomenologia y el existencialismo; del otro, el giro pragmatico de la filosofia analitica, parecen apretar el asedio a los Supetvivientes de las orientaciones racionalistas, neoilustradas y nco- Kantianas. Lo més interesante para nosotros es que Ia filosofia de I falta de fundamento tiende a interpretarse a si misma como postmo- derna. Pero sobre esto volveremos més tarde. Desde el punto de vista econdmico, la modemidad nace con el de- sapego del elemento inmévil, la tierra, y con el advenimiento del pri- mado del comercio, de la economfa mobviliatia. El asi Mamado ra Off, que sefiala la yerdadera salida del estancamiento de las economfas tradicionales, se da con cl desarrollo del capitalismo industrial, que ha Hevado a la creacién de bienes de infinitas cualidades diferentes y de forma siempre renovada; baste recordar la emblemitica frase de Marx adoptada por Berman. Pero ahora la economia modema no s6lo pa rece dominada por el sector financiero, deslizéndose hacia el reino det puro dinero, que saca del sitio y mengua la importancia del producir Conereto, sino que parece avinda para regirse exclusivamente por el elemento impalpable, etéreo, del flujo de informaciones, con garantias ¥ pérdidas instantineas de pequefias o grandes riquezas, con adquisi~ > fe, C. Dahtnaus y H. H. Eggebrecht, Che cas'é la musioa?, I! Moutino, BO: logna, 1988, P77 Ibid. p. 82. j = JO, MODERNIDAD, HISTORIA bito planetario en tiempo real y sin desplaza- ‘© cosas: una evanescencia general, en Ia cual ya ‘SGlido que deba disolverse en ei aire. Ia politica. La superacién del orden premoderno se suele | hacimiento de los grandes Estados territoriales, sobre -funciGn de ruptura con las instituciones universalistas me- por Ia creacion de aparatos politicos especializados. Pero inda y decisiva aurora de Ia modernidad en politica y que hay Teconocer en Ia afirmaci6n de la idea y en In prictica reivindica- de los derechos naturales, es decir, de Jos derechos del hombre: €8 €l proceso que culmina en'In Revolucién francesa, y que corres ponde ala muerte o, mejor, al asesinato dei ancien régime, ¥ al verda- Wero nacimiento del moderne régime. Desde 1789. las declaraciones, de los derechos fundamentales se han convertido en el preambulo de as constituciones democraticas, y los poderes que las constituciones establecen se consideran legitimas s6lo en funcion del respeto y de In plena realizaci6n de los derechos. El desarrollo de la politica moderna, desde este punto de vista, no ha sido otro que una tentativa continua de reinterpretaci6n y ampliacién del principio moderno (desconocidos para los antiguos) de los derechos del hombre, y una lucha continua —con vicisitudes alternas, algunas derrotas y muchos horrores— para afirmarlos. En este proceso, la etapa decisiva concierne a la universa- lizaci6n de los derechos politicos. que coincide con Ia instauraci6n de Ja demoeracia. Pero ahor: at 1a reivindiea- cién de los derechos sociales y de los derechos especiales (del en- fermo, del nifio, del anciano, etc.) que parecen, en ciertos aspectos, proceder sobre tun camino no sélo distinto sino inverso respecto de aquel de la universalizacién, y provecan numerosos conflictos, ade~ mis de haber suscitado, por reaccién, la marea (hasta) ahora triunfante del neoconservadurismo, 6. Si este esboz0 de fenomenologia evolutiva de las formas de modernidad —que hay que tomar con cieria reserva— tiene alguna plausibilidad, es dificil sustraerse, en primer lugar, a la impresin ge neral de que en cada campo los desarrollos de lo moderno sigue la 16- gica de una progresiva atenuacion de los vinculos, de una creciente desregulacién (en aparente pero flagrante contraste con la proclamada prevalencia de las logicas cas, con Ia creciente complejidad de sistemas y subsistemas y de sus interrelaciones: pero podria soste- nerse que la multiplicacién de las chances y de las oportunidades «li- bres» es precisamente un resultado © una apariencia fenomenolégica del crecimiento de la complejidad; discutir sobre esto podria levarme ‘sin embargo fuera de mi recorrido argumentativo). En segundo lugar, Ja impresion es que esta logica de atenuacién de vinculos esté desti nada a alcanzar en cada campo, en un cierto punto, un umbral critic. MODERNIDAD 109 Probemos ahora a reformular el problema de una definicién sus- tantiva de lo modemo, de la determinaciGn de sus fronteras y de su consistencia interna. Se debe ante todo subrayar, por un lado, que las formas de modernidad que han ido resultando poco a poco obsoletas y superadas en cada una de las dimensiones de la experiencia por los de- sarrollos mismos de lo modemo, no por ello se pueden considerar farrumbadas en lo premoderno: la cesura entre mundo moderno y mundo tradicional no puede ser arbitrariamente desplazada. Por él lado opuesto, sin embargo, no toda innovacién en cuanto tal es nece- sariamente fiel al principio que hemos Wamado filohegeliano de la modernidad, © sea, al valor de la libertad subjetiva, de Ia autonomia individual, én suma, al principio de la dignidad del hombre. En este sentido. ha habido. y atin hay, formas de innovacién antimoderna Quiz la innovacién mas turbadora de nuestro siglo, un verdadero te nGmeno inédito en Ia historia del género humano, ha sido el soralita- rismo, que hi manifestado su monstruosa ambigtiedad con la elimina cian metodicn humanos. Mas alli de ta a periodo moderno, el que vivimos, muestra una serie de fenémenos in- quietantes y aberrantes, también, una vez més, en cada uno de los ‘campos de la experiencia humana: crisis ética en In vida ptiblien y en la privada; ciencia hiperespecializada ¢ inabarcable, tecnologia que parece cobrar autonomia y sojuzgar a los sujetos humanos, que se Convierte de objeto ¢ instramento en sujeto de dominio —por no hi blar de esa terrible innovacién que es 1a tecnologia de la muerte at6- mica; arte extravagante © incomprensible, hasta producir una estética de lo feo y un guste por el kitsch, filosofia de la nada; economia ingo- bernable, que parece caminar siempre sobre el borde del precipicio—; baste con pensar en los problemas de Ia deuda externa; una poli degenerada, que anega los derechos en la légica de los intereses orga~ izados y de los poderes ocultos o semiescondidos, y que parece osci- lar, en todo el mundo, entre los dos polos igualmente negativos de ta mercantilizacién efnica y de la intolerancia fanstic: Parece que los procesos materiales de modernizacién. aquellos que han sido el vehiculo de alejamiento para los hombres de las iden- tidades opresivas de las formas de vida premoderna, y luego de la re- novacién incesante de lo nuevo, més alld de un cierto umbral, se di- vorcien de los valores de la modernidad. Si el principio de la modernidad coincide con 1a liberacién del sujeto de tos vinculos pre- supuestos y heterénimos, la modernizacién, entendida rectamente, ha- bria de consistir en el conjunto de los procesos materiales (y cultura- les) dirigidos en cada campo a realizar un eada vez mds extensa liberizaci6n, hasta la.emancipacién universal, y una creacién de con- diciones siempre mejores para la expresidn y él perfeecionamiento de Jas facultades humanas, Era el signo ilustrado de Kant. En cambio, pa- 110 INDIVIDUO, MODERNIDAD, HISTORIA Fece que aquellos mismos procesos, que a pesar de haber conducido, no sin costes dolorosos, a cierta realizaci6n de valores de Ia modern’. dad, sobrepasado un cierto umbral, invierten por asi decir la ruta, Por dar slo dos ejemplos: ja urbanizacién, que Ilev4, si bien con altisimos costos humanos, a la liberaci6n de Ia mezquindad de las mentalidades y de los estilos de vida de las pequefias comunidades locales, en su Proceder incontenible no s6lo no aleanza incrementar sus logros posi tivos, sino queparece profundizar y empeorar sus efectos perversos, neurosis y marginalidad, violencia y droga, corrupci6n fisica y moral, paradéjicamente comunes (como ya habia entrevisto Hegel) a la enorme riqueza y a la extrema pobreza; la industrializacién, que per- mite, con otros iantos elevados costos humanos, el alejamiento de la escasez ilimitada y de la precariedad perenne de los recursos, en sit Proceder y transformarse incesante produce desocupacién tecnolégica y al mismo tiempo destruye el medio ambiente a ritmos vertiginosos y Quizé irreversibles. Son procesos y fenémenos de dimensién epocal y Planetaria, muy dificilmente gobernables. Precisamente la conjuncién de aspectos negativos ¢ inquietantes en €l desarrollo mas reciente de las formas de vida moderna, unidos al sentido de extravio de la ruta que deriva de la caida de grandes ideales de emancipacién, ha dado ocasién al nacimiento, 0 mejor, del trans- Plante a Ia filosofia, del concepto de postmoderno, En si mismo, es un Concepto contradictorio: la existencia de algo postmodemo implica el fin de lo modemo: pero. si lo modemno es renovacién incesante, su fin sdlo_puede ser la estaticidad; mas la estaticidad no puede ser fruto de una nueva mutacién tal y como viene en cambio sugerido por li i de_la_superacién_de lo modemo. He aqui por qué postmoderno es un concepto_inconcebible: porque, como dice Habermas, lo modemo es un proceso incompleto: no puede ser completo sin invertirse en su con. ratio, Pero los'te6ricos de los postmoderno no intentaban con este con. cepto aludir al fin de Ia renovacién en la estaticidad, sino mis bien 4 una superacién de la idea de renovacién orientada, sensate,, racional. En arquitectura, que ha sido uno de los terrenos de cleccidn de lo post. modemo, incluso su lugar de nacimiento Gunto a Ia literatura noriea. mericana), tal concepto sugiere Ja superacién de los criterios de funcio- nalidad racional y de esencialidad de las lineas como liberacién de los vinculos del espacio —que presidian, por ejemplo, los proyectos «mo- dernos» (el Gitimo modemo en arquitectura) de un Le Corbussier—, en favor de una fantasia compositiva no guiada por criterios funcio sino orientada por el gusto de_lo inesencial, por la recuperacion de los estilos del pasado y por su mezcla, En el terreno social y politico, J. F Lyotard intentaba aludir, con la idea de conciencia postmoderna, ‘al fi- nal de la confianza en un proceso racional como el descrito y previsto Por las filosofias de Ia historia hegeliano-marxianas, MODERNIDAD ui En la perspectiva del andlisis que hemos desarrollado hasta aquf, los fendmenos que se deseriben como postmodenos han de ser mids bien considerados como hipermodernos. No creo que vivamos en una condicién postmoderna: tal condicién no existe. Existen mas bien fe- n6menos de patologia de lo moderno, en conexién a la autoconciencia decepcionada de aquellos individuos (especialmente de ciertos grupos de individuos) que pretenden rellenar su pura y vacia subjetividad, y creen poder hacerlo reinventindose constantemente. Lo que provoca una crisis de identidad subjetiva; mas la crisis esta implicita, como ha- biamos entrevisto, en la misma idea de una identidad personal o indi vidual pura. En la dimensiéa de la vida social, todo eso corre el riesgo de traducirse en un fenémeno ya intuido y representado por Hegel en 4a figura fenomenologiea de la «libertad absoluta» (a propésito del proceso que en Ia Revolucién francesa condujo fatalmente al terror): Ja libertad de los sujetos que no pueden reconocerse en ninguna obra dada y por ello continiian destruyendo cada obra propia, revocando toda situacién, revolucionando lo revolucionado en una suerte de «fu ria del desaparecer». Lo que se perfila, en esta perspectiva, es algo-asi idad absoluta, Ia locura social como limite (en sen- 0) negativo del primado modemo del sujeto. Algunos fildsofos de lo postmodemo, como Gianni Vattimo, ven en ello —en la realidad ligera y efervescente de sujetos sin vinculos sustantivo: que viven una existencia sin fundamento y sin proyecto— la libera ci6n de los mitos geneiados por la misma modernidad (mitos totalita rios, como el del socialismo), Se trata, a mi parecer, de una liberacién ilusoria: lo verdaderamente postmoderno, si hubiera de Hegar real- mente, seria el retomo.a la tradiciGn: pero, quiz, lo que se proclama tal-tiende precisamente a esto. Sea como fuere, no faltan ciertos movi- mientos politicas y sociales que proceden —o, mejor, retroceden— en esta direccién, Como ha sostenido Habermas, «pues @ priori no puede rechazarse Ia sospecha de que e! pensamiento postmoderno se limite jicién transcendente cusndo en, realidad perm: nece prisionero de las premisas de la autocomprensin moderna he- chas valer por Hegel. No podemos excluir de antemano que el neo- conservadurismo, 0 el anarquismo de inspiracién estética, en nombre de una despedida de la modemidad no estén probando sino una nueva rebelién contra ella. Pudiera ser que bajo ese manto de postilustraciGn no se ocultara sino la complicidad de una ya venerable tradicién de ntrailustracién»” , moderna puede interpretarse como una propuesta de solucién a | aporias y las patologias de lo moderno con medios y estrategias anti- * Habermas, op. cit. p. 15. MOS este camino, frente a nosotros se abre una 0 la adhesién pasiva a los procesos patolégicos fa, que prometen instituir una suerte de sistema lismo social, en el que los valores de lo moderno se_ lefinitivamente en el aire; 0 la tentativa de elaborar una to moderno, mediante a’ bisqueda racional de una ética ‘cognoscitiva y universalista, que pueda dar de nuevo consis- la y Continuidad a la tarea moderna, inagotable, de la emancips humana.

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