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a la sombra de la fog revolucion i mexicana | ef ‘Hector Aguilar GCamin S SBP biblioteca para la°actualizacién deél-maestro Esta edici6n en la Biblioteca para la Actualizacién del Maestro de A /a sombra de la Revolucién Mexicana estuvo a cargo de la Direccién General de Materiales y Métodos Educativos de la Subsecretaria de Educacién Basica y Normal. Mustracién de portada El llamado de la Revolucién, Rufino Tamayo. leo sobre tela, 1935. Coleccién particular de Elisa Ferndndez vinda de Gutiérrez Roldén Reproduccién autorizada por la Fundacién Olga y Rufino Tamayo Fotografia de portada Fundacién Olga y Rufino Tamayo Disefio de portada Rocfo Mireles Gavito © 1989, Héctor Aguilar Camin, Lorenzo Meyer © Décimoctava edicién, Cal y Arena, agosto de 1996 DR. © Secretaria de Educacién Publica, 1997 Argentina 28, colonia Centro, 06020, México, D.F. ISBN 968-29-9793-3 Impreso en México MATERIAL GRATUITO PARA MARSTROS-PROHIBIDA SU VENTA Presentacién La Secretaria de Educacién Publica edita la Biblioteca para la Actualizacién del Maestro con el propésito de apoyar al personal docente y directivo de los tres niveles de la educacién basica en el desempefio de su valiosa labor. Los titulos que forman parte de esta Biblioteca han sido seleccionados pensando en las mas frecuentes necesidades de informacién y orientacién, planteadas por el trabajo de todos los dias a maestros y directivos escolares. Algunos titulos estén relacionados de manera directa con la actividad * prdctica. Otros responden a intereses culturales expresados por los educadores y que tienen que ver con la mejorfa de Ja calidad de la educacién que reciben nifios y jévenes en las escuelas mexicanas. Los libros de esta Biblioteca se entregan gratuitamente a los maestros y directivos que lo soliciten y seran de su propiedad personal. La Biblioteca se agrega a otros materiales y actividades de actualizacién y apoyo diddctico puestos a disposicién del personal docente de educacién bdsica. La Secretaria de Educacién Publica conffa en que esta accién sea realmente Util y espera las sugerencias de los maestros para mejorarla. Secretaria de Educacién Publica A la sombra de la Revolucién Mexicana. Un ensayo de historia contempordnea de México 1910-1989 Noticia Empezamos a escribir este libro, cada quien por su lado, har4 unos seis afios: Lorenzo Meycr para resolver el problema practico de dar a sus alumnos un texto donde apoyar sus clases de historia contem- “ pordnea de México; Héctor Aguilar Cam{n para desahogar diversos compromisos académicos y periodfsticos que iban exigiendo una perspectiva histérica sobre el presente en medio de la gran intcrroga- cién por el futuro que anuncié en los ochenta un fin de época de la historia posrrevolucionaria mexicana. Los esfuerzos paralelos confluyeron en una sola tarea por 1a ini- ciativa de Enrique Florescano, en 1984, de promover la relizacién de una historia grdfica de México, desde la época prehispdnica hasta el sexenio de Miguel de la Madrid, patrocinada por el Instituto Nacional de Antropologfa e Historia. Nos fue asignado el volumen relativo al siglo XX que en México empieza, como se sabe, diez afios después de iniciado, con la cafda de Porfirio Dfaz y la modesta insurrecci6n que Ilevé a don Francisco I. Madero al poder y al sacrificio. Reunimos entonces los textos que habfamos hecho por separado, repartimos nuevamente la tarea de periodos y temas, y escribimos y rescribimos todo el paquete de principio a fin. Un equipo simulténeo formado por Ema Yanes, Antonio Saborit. Sergio Mastretta y José Amnando Sarignana, con et apoyo incesante de Jaime Bali en la Di- reccién de Publicaciones del INAH, avanz6 en la investigacién gré- fica hasta reunir para nuestro periodo una coleccién de cerca de mil quinientas fotos, de las que fueron utilizadas s6lo una pequefia parte y cuya riqueza restante espera en los archivos del INAH un editor complementario. La primera edicién de la Historia ilustrada del INAH empez6 justamente por la parte del siglo XX y fue lanzada en forma de fascfculos semanales en el afio de 1987. Fue un fracaso espectacular entre otras cosas porque se cruzaron en el calendario de 1a obra los demonios de la inflacién que fueron encareciendo excesivamente el costo de cada fascfculo —la obra total debfa tener, conforme al plan jnicial, mds de cien fascfculos: s6lo se editaron los primeros cua- renta, correspondientes al siglo XX. La segunda edicién de la histo- ria ilustrada fue hecha en 1988 por Editorial Patria en diez tomos del- gados, baratos y manuables, que se vendicron cada semana en grandes almacenes y autoservicios con buen éxito de publico y ventas. Desde el principio de nuestro proyecto pensamos, no obstante que el texto mismo de la historia debfa cumplir su propio destino como libro no ilustrado, accesible como tal a estudiantes, académicos y lectores en general, como volumen cémodo y a la vez riguroso donde leer la histo- tia de los tiltimos ochenta afios de nuestro pafs, No habfa tal libro en ei medio intelectual y académico mexicano cuando empezamos a escribir- lo, y no lo hay todavfa, de ahf nuestra decisién de darlo a la imprenta en una nueva presentaci6n, corregida y aumentada, sin material grafico para que circule donde las anteriores ediciones no han podido circular: entre los lectores normales de libros, en librerfas y bibliotecas, en las aulas y los centros de investigacin y docencia donde se haya echado de menos un libro semejante. A la sombra de la Revolucién Mexicana empieza, como hemos di- cho, con la cafda de Porfirio Diaz en 1910 y termina con las elecciones de julio de 1989: sctenta y nueve afios de cambios y permanencias, de novedades y reiteraciones. Al terminar de escribirlo tenemos, como mu- chos mexicanos, la impresi6n de que México avanza hacia. una nueva €poca hist6rica que dice adiés a las tradiciones mds caras y a los vicios més intolerables de 1a herencia histérica que conocemos como Revolu- cién Mexicana. No es facil predecir a dénde va pero es posible reco- nocer de d6nde viene ia sociedad mexicana de fin de milenio con su rara y Unica mezcla de vejez y juventud, memoria y futuro, opresién y espe- ranza, autoritarismo y democracia. La obra fue escrita como parte de las tareas académicas de los au- tores en sus respectivas instituciones: Lorenzo Meyer como Coordina- dor del Programa de Estudios México-EU, y Héctor Aguilar Camin en Ja Direccién de Estudios Histéricos del Instituto Nacional de Antropo- logia ¢ Historia. Sin la comprensién y el apoyo de Mario Ojeda, pre- sidente de El Colegio de México y de Enrique Florescano, director del Instituto Nacional de Antropologfa e Historia (1983-1988), esta obra no existirfa. Y existe, en especial, para que pueda estar alguna vez en las manos de un grupo particular de lectores futuros a quienes est4 dedi- cado: Rosario, Lorenzo, Rom4n, Mateo y Catalina. México, D.F., 18 de julio de 1989 Héctor Aguilar Camin Direccién de Estudios Historicos, INAH Lorenzo Meyer Coordinador del Programa de Estudios México-EU E! Colegio de México I Por el camino de Madero 1910-1913 N 0 esperaban que legara. El habito de 1a paz era mds fuerte que la evidencia del cambio, E/ Imparciat, primer diario industrial de Mé- xico y sfmbolo él mismo de la enorme transformacién en modos y voltimenes que el pafs habfa registrado, garantizaba a sus lectores en 1909: "Una revolucién en México es imposible". Karl Bunz, el ministro alemén, escribfa a su gobierno el 17 de septiembre de ese mismo afio: “Considero, al igual que la prensa y la opinién publica, que una revolu- ci6n general est4 fuera de toda posibilidad”. No se Ilev6 otra idea sobre el futuro el industrial del acero norteamericano, Andrew Camegie, des- pués de su visita al pafs en 1910: "En todos los rincones de la repiblica reina una paz envidiable", a lo que afiadié el poeta espafiol Julio Sesto su propia certidumbre meteoroldégica: “Ninguna nube negra hay en el horizonte". Pero el pafs habfa cambiado. Lo habfan visitado en los wltimos dece- nios mds novedades de las que podfa asimilar sin temblores una so- ciedad como la mexicana de principios de siglo. Hija contrahecha del proyecto liberal, esa sociedad habfa sido sofiada cincuenta afios antes republicana, democrética, igualitaria, racional, industriosa, abierta ala innovacién y al progreso. Era entregada cincuenta aflos después oligérquica, caciquil y autoritaria, lenta, pero cada vez menos incomuni- cada, cerrada sobre sf misma, pero cada vez mas sacudida por la inno- vacién y el cambio productivo, eficientemente cosida por sus tradicio- nes coloniales. Era todav{a, como a Ja hora de su independencia, cien afios antes, una sociedad catdlica, ranchera e indfgena, cruzada por fue- tos y privilegios corporativos, con una industria nacional encapsulada en las eficiencias productivas de los textiles y los reales mineros, y un comercio que empezaba a romper la inercia regional de los mercados. El federalismo habfa tomado 1a forma operativa de] cacicazgo; la demo- cracia, ¢] rostro de Ja dictadura; la igualdad, ¢] rambo de }a inmovilidad social; el progreso, la forma del-ferrocarril y Ja inversi6n extranjera; la eT . industriosidad, la forma de la especulaci6n, la apropiacién de bienes que agrandaron caudales sin capitalizar al pafs. Pero habfa cambiado. Y sus novedades fueron permanentes. México vivié en los treinta afios previos a la revoluci6n de 1910 una redefinicién productiva que consolid6 su frontera norte —vecindad decisiva con la expansi6n norteamericana— y definié su incorpora- cién al mercado mundial. En consecuencia de ese cambio, la inversion extranjera pas6 de 110 millones de pesos en 1884 a 3,400 en 1910. Una tercera parte de esa inyeccién fue para la revoluci6n tecnolégica mayor del México porfiriano: la construccién de veinte mil kilémetros de vias ferrocarrileras, Una cuarta parte corrié a la minerfa, cuya pro- duccién de 40 millones de pesos en 1893 se habia cuadruplicado en 1906. Lo demés, de algiin modo, se dio por afiadidura, Escribe Ramén Eduardo Ruiz: ‘La bonanza minera construy6 ciudades, eché las bases para los ferroca- rriles y ayudé a nacer la agricultura comercial. Minas de plata, oro y cobre, a las que se unieron después minas de plomo, zinc y otros me- tales industriales, puntearon el paisaje. La agricultura comercial para exportacién alter los territorios de Yucatén, (henequén), Morelos {aziicar}, Coahuila y Sonora (algod6n, hortalizas, garbanzo), y se erigie- ron imperios ganaderos orientados al mercado estadunidense, En el Gol- fo, ingleses y norteamericanos competfan por la explotacién de ricos depdsitos petroleros, Las plantas textiles se alineaban en el corredor Cérdoba-Puebla-Ciudad de México, y en Guadalajara, Durango, Nuevo Leén y Chihuahua, para una produccién que Ilegé a ser de 45.5 mi- Ilones de pesos en 1904. El humo negro de las fundidoras manchaba el cielo de Chihuahua y Monterrey, donde se producian 60 mil toneladas de hierro y acero. Aparecieron ademds fabricas de papel, cerveza y licores, tabacaleras que abastecian ja demanda nacional, una industria azucarera financiada por extranjeros que compraron la tierra, plantaron cafia y mecanizaron su cultivo, empacadoras de came, fabricas de yute, glice- rina, dinamita, cristales finos, vidrio, sogas de henequén, cemento y jabén. Mas: entre 1877 y 1911, la poblacién de México crecié a una tasa del 1.4 por ciento cuando desde principios del siglo XIX lo habfa hecho al 0.6 por ciento. La economfa avanz6 al 2.7 por ciento anual, cuando en los setenta afios anteriores su promedio, fracturado aquf y all4, habfa sido negativo 0 de estancamiento. El ingreso nacional, de 50 millones en 1896, se duplicé en los siguientes diez afios, y el ingreso per cépita, que en 1880 crecfa al uno por ciento anual, alcanz6 un ritmo de 5.1 por 12 ciento entre 1893 y 1907. En ese mismo lapso, las exportaciones au- mentaron mAs de seis veces mientras las importaciones slo tres y me- dia. La bancarrota crénica de las finanzas publicas Hegé a su fin en 1895 en que por primera vez hubo superdvit. México pudo colocar emi- siones y bonos en los mercados internacionales y el presupuesto publico, de 7 millones en 1896, leg6 a ser casi de 24 en 1906. Son las cifras del progreso porfiriano. Convicne subrayarlas para recordar que la revolucién que Madero liberé no fue hija de la miseria y el estancamiento sino de los desarreglos que trajeron el auge y el cambio: + La inversi6n extranjera desarroll6 ciudades y fundé emporios pro- ductivos, pero provocé inflacién que afecté el salario real de obreros y clases medias. +La vinculacién con el mercado norteamericano abrié fuentes de tra- bajo y aumenté las exportaciones (seis veces entre 1880 y 1910), pero hizo al pafs vulnerable a los vaivenes de la economfa estadunidense cuya recesién de 1907, por ejemplo, implicé la repatriacién de miles de trabajadores mexicanos despedidos de las fabricas y las minas del otro Jado. + El auge minero creé ciudades y pagé altos salarios, pero alteré re- giones enteras, cre6 poblaciones flotantes, inestables, levantiscas, y sembr6, con la discriminacién laboral antimexicana, un nacionalismo explosivo. + El ferrocarril acorté distancias, abarat6 fletes y unificé mercados, pero dispars los precios de tierras ociosas facilitando su despojo y se- gregé, al no tocarlos, centros tradicionales de produccién y comercio, as{ como a las oligarqufas que se beneficiaban de ellos. + La modemizaci6n agricola consolid6 un sector extraordinariamente dindmico, pero colabord a la destruccién de la economfa campesina, usur- p6 derechos de pueblos y comunidades rurales y lanz6 a sus habitantes a la intemperie del mercado, el hambre, el peonaje y la emigracion. Al celebrar el afio de 1910 las fiestas del centenario de su inde- pendencia, cl pafs vivfa una mezcla de repturas y novedades que habrfan de precipitarlo durante los afios siguientes en la voragine de la guerra civil. , La ruptura agraria La mas vieja de esas rupturas era la de las comunidades campesinas tradicionales del centro y del sur del pafs. Era un pleito que venfa de le- 13 jos, del litigio histérico del tiberalismo contra el orden colonial de tenen- cia corporativa de la tierra que regfa por igual el sistema de propiedad del clero y el de Jas comunidades indfgenas. La resistencia del clero hab{a punteado de discordias civiles el siglo XIX. La resistencia de las comunidades lo habfa inundado de re- beliones agrarias (70 ha consignado en una revision preliminar el his- toriador Jean Meyer). El climax jurfdico en la materia fueron las leyes de desamortizacién de 1856, sancionadas polfticamente por el triunfo juarista contra la intervencién francesa y la restauracién de ia Republica en 1867. En 1895, estimulado por el impacto del ferrocarril sobre el valor de Ja tierra, el régimen porfiriano abrié una nueva oleada desamortizadora con la ley de baldfos y tierras ociosas que facilitaba el denuncio y la apropiaci6n de terrenos improductivos, El efecto de esa nueva liberaliza- cin de la tierra sobre la organizacién social y la economfa de las co- munidades campesinas se hizo sentir con peculiar virulencia: e] consu- mo anual de mafz por habitante en México bajé diez kilogramos entre 1895 y 1910 (de 150 a 140 kilogramos), el promedio de vida descendié en esos quince afios de 31 a 30 1/2 afios, en los cinco afios finales del siglo XIX la mortalidad infantil subié de 304 a 335 por millar. La alianza del establecimiento porfiriano con Jos hacendados y ta modemizacién agricola, quiso decir despojo, arrinconamiento y subsis- tencia precaria de los pueblos campesinos. Pero la resistencia fue del ta- mafio de la ofensiva e incubé en los primeros afios de 1910 la mayor de las rebeliones campesinas de México. E] litigio, empezado un siglo an- tes, encontré nombre y caudillo Ja tarde del 12 de septiembre de 1909 en que los hombres de Anenecuilco, un pequefio pueblo del estado de Mo- telos en el.centro surefio de la Republica, eligieron nuevo dirigente. Aca- baba de cumplir los treinta afios y de establecer relaciones con politicos de todo el estado a propésito de una reciente y desastrosa campafia electoral para un candidato semindependiente a gobemador de Morelos. Era aparcero de una hacienda, tenfa un poco de ganado y algo de tierra, compraba y vendfa caballos; cuando no habfa siembra recorrfa con mer- cancfas los pueblos del rfo Cuautla en una recua de mulas. Se llamaba Emiliano Zapata y habria de convertirse con el tiempo en el dirigente, pri- men, y el sfmbolo legendario, después, del agrarismo mexicano. La ley de baldfos y la huella especulativa del ferrocarril sometié tam- bién al despojo y al agravio a una franja agraria m4s reciente pero no menos reacia a la modemizacién que los campesinos morelenses: los miembros de las comunidades nortefias, herederas de las viejas colonias militares que poblaron los territorios de frontera durante el siglo XIX, secuela de los presidios coloniales que habfan consolidado la expansién 14 militar del virreinato. Eran pueblos que por generaciones habfan lucha- do solos contra las acechanzas de forajidos y contra los indios barbaros, hasta la pacificacién definitiva de los apaches en 1880: comunidades construidas en el aislamiento, la autodefensa y el orgullo regional. En los ultimos afios del Porfiriato esos pueblos se vieron de pronto some- tidos a la especulacién de sus terrenos y la hegemonfa de intereses oligdrquicos regionales. La especulacién provocada por el auge de Jas inversiones mineras y agropecuarias —-generalmente extranjeras— les quits tierras. El afianzamiento de nuevas oligarqufas regionales, les qui- t6 independencia polftica y autonomfa municipal. Perdieron entonces aislamiento y territorio, independencia y seguridad en Jas reglas de su propio mundo, facultad de decisién sobre quiénes serfan sus autori- dades y de gestién sobre sus intereses inmediatos. Arrieros, agricul- lores, vaqueros, gambusinos, gente nortefia de caballo y carabina, so- naban asf sus quejas: Namiquipa, Chihuahua: “Vemos con profundo pesar que esos terre- NOS que estimamos en justicia como nuestros, porque los hemos recibi- do de padres a hijos y los hemos fecundado con el trabajo constante de mas de un siglo, van pasando a manos de extrafios mediante un sencillo denuncio y el pago de unos cuantos pesos". Janos, Chihuahua: "A dos leguas de Janos se encuentra la Colonia Ferndndez Leal, ptéspera pero cuyos duefios viven con toda comodidad en Estados Unidos mientras nosotros, que hemos sufrido con las inva- siones de los barbaros a Jos que nuestros padres desterraron, no pode- mos obtener el terreno". Santa Cruz, Sonora: "El presidente y el tesorero principalmente, no soportamos las injusticias y abusos que cometen con nosotros. Hay hombre aquf que puede ser autoridad y en caso de que usted (el gober- nador) deje esto desapercibido, ya veremos cémo lo quitamos nosotros. Somos hombres de familia que nos trastornamos habiendo algin de- sorden, pero si es necesario Jo haremos". Adicionalmente, 1a lucha contra los indios barbaros en el norte in- cluy6 durante el Porfiriato la "pacificacién" de los indios mayos y ya- quis de Sonora, una cruenta guerra que desbaraté la forma organizativa de ambas tribus, desconocié sus derechos antiguos y traslad6 a dominio blanco sus tierras, las mds ricas del noroeste, fertilizadas por los tinicos dos rfos con caudal cuasi permanente de las desérticas planicies sono- renses. Las tierras fueron colonizadas luego de una primera guerra con- tra los indios (1877-1880), pero la resistencia yaqui a la ocupacién se mantuvo viva, irreductible e ininterrumpida a lo largo de todo el Porfi- riato y de la Revolucion, parte de Ja cual se libré con contingentes ya- quis y parte, en Sonora, contra los yaquis insurrectos. 15 Caminos cerrados Aesa ruptura de fondo acumulada en las viejas vetas agrarias y rurales de México, los afios previos a la explosién maderista sumaron otros de- sequilibrios. Entre 1900 y 1910, varios factores confluyeron para hacer inseguro y dificil el horizonte de los sectores sociales medios y la incipiente clase obrera que el mismo desarrollo porfiriano habfa creado. La inversién extranjera redujo los ingresos de esos sectores por dos carriles: la alta inflaci6n que produjo y los nuevos impuestos con que el gobierno tuvo que compensar los que dejaban de pagar las empresas y giros financie- ros desde afuera. La mencionada consolidacién de oligarqufas regio- nales, que a principios de siglo empezaron a aunar el monopolio del poder politico al del poder econémico, redujo también el 4mbito de con- currencia natural de las capas medias. Las posiciones intermedias en los negocios, ios servicios y, sobre todo, los empleos puiblicos, empezaron a ser ocupadas por ramificaciones amistosas 0 familiares de esas oligar- qufas. La pirdmide del monopolio se reprodujo, grandes ciudades lo mismo que pequefios pueblos vieron obturarse los canales de ascenso y descom ponerse los modos més elementales de la vida local. Asf sonaba, en 1908, Benjamin Hill, un prototipo sonorense de es- tos postergados ansiosos de encontrar una rendija: Es indispensable una olcada de sangre nueva que reponga la sangre estancada que existe en las venas de la Republica, enferma de viejos cho- chos, en gran parte honrosos restos del pasado, si se quiere, pero mo- mias que estorban materialmente la marcha de nuestro progreso. Y un pequefio comerciante, Salvador Alvarado, dejé este simple bosquejo de la coagulada descomposicién local y Ja intencién de cam- biarla: Empecé a sentir la necesidad de un cambio de nuestra organizaci6n social desde la edad de 19 aftos cuando allé en mi pucblo Pétam, Rio Yaqui, veia yo al comisario de policia embriagarse, casi a diario en el billar del pucblo y en compafiia de su secretario, del juez menor que también lo era de lo civil y agente del timbre; del agente de correos y de algiin comerciante o algin oficial del ejército, personas todas qué consti- tuian la clase influyente de aque! pequefio mundo. ve 16 Territorio minado Por su parte, ei vértigo minero y la reactivacién industrial hicieron nacer durante el Porfiriato los primeros batallones obreros de México en el sentido modemo de 1a palabra. Los minerales nortefios atrajeron, con sus altos salarios, emigrantes de todo el pais; erigieron en meses, junto a Jos tiros, decenas de ciudades provisionales, desarregladas y bullicio- sas, marcadas por la irregularidad, la discriminacién y la voluntad in- desafiable de los propictarios, generalmente norteamericanos o ingleses. Las compafifas explotaban la mina y controlaban la vida municipal, nombraban al alcalde, pagaban la fuerza policiaca, sostenfan la escuela, dominaban el comercio y a veces posefan también las zonas ganaderas y agricolas circundantes que provefan 1a comida para los habitantes de la mina. El caso més notable de ese vértigo fue 1a sonorense ciudad de Ca- nanea, casi en la frontera con Arizona. Las inversiones millonarias que hizo ahf un coronel aventurero, William C. Green, fundador de la Ca- nanea Consolidated Cooper Company, transformaron ese pueblo semi- abandonado de apenas’ 100 habitantes en 1891, en el centro de ia pro- duccién cuprifera de México. En sdlo seis afios (1900-1906) ¢l llamado del cobre metié en Jas lomas peladas de Cananea unos catorce mil habi- tantes (891 tenfa al empezar el siglo, 14 mil 841 al fin del Porfiriato). Partiendo prdcticamente de una produccién cero, en esos seis afios la veta dio para dieciséis minas activas y rindié 14 millones de pesos (cl total de la minerfa porfiriana fue de 140 millones en 1906). En mayo de 1906, Cananea tenfa 5,360 trabajadores mexicanos y 2,200 extranjeros, se pagaba ahf salario m{nimo de dos pesos y maximo de seis, cuando en el Pacffico norte el joral mfnimo era del 1.21 y en el centro de 0.59, Los trabajadores de Cananea habfan iniciado su organizacién bajo el influjo del magonismo y de la ebullicién radical que plagaba fabricas y minerales al otro lado de Ja frontera, en California y Arizona, sacudidos entonces por el anarcosindicalismo, y el auge de las corrientes socialis- tas en los Estados Unidos. A fines de mayo de 1906, agraviados en su nacionalismo por la discriminaci6n laboral permanente en favor de nor- teamericanos y amenazados por un aumento stbito de la carga de traba- jo, la incipiente organizacién de Cananea recogié los impulsos levantis- cos acumulados y se lanz6 a la huelga. Sus demandas: cinco pesos de salario por ocho horas de trabajo, destitucién de un mayordomo, dere- cho a ascenso de mexicanos segiin aptitudes y ocupacién de por lo me- nos 75 por ciento de trabajadores mexicanos en Ja compafifa. Era el pri- mero de junio de 1906. Los siguientes tres dfas fueron de huelga, lucha y represién; hubo motines, saqueos, incendios, diez muertos y cien pre- sos. Acudieron a Cananea rangers y voluntarios de Arizona, 500 solda- M7 dos mexicanos y el gobernador de Sonora, Rafael Iz4bal, que coordiné personalmente la pacificacion. Volvié 1a paz pero no el prestigio legendario de} mineral en los cfrculos financieros norteamericanos. La contraccién de los mercados estadunidenses del afio siguiente hizo también su parte, Sin créditos ni mercado, Cananea, 1a fabulosa perla negra de la minerfa porfiriana, cerré totalmente sus operaciones en octubre de 1907 y empez6 a des- pedir trabajadores en partidas de cien para restructurar la planta y sus instalaciones. Abrié en abril de 1908, pero no tuvo utilidades otra vez sino hasta principios de 1911, cuando estaba ya en marcha, irreversible, Ja rebeli6n maderista. Naufragio en Rilo Blanco No se habfa disipado el esc4ndalo de la huega de Cananea en la punta de Janza de la minerfa porfiriana, cuando aparecfa otro, ahora en el sector industrial tradicional, en los textiles de Rfo Blanco, en Veracruz. Ahf, luego de un largo litigio con los patrones por condiciones de trabajo, los obreros rechazaron un laudo del presidente Dfaz que regla- mentaba favorablemente su relacién con la empresa, pero Ja restringfa particularmente en materia de derechos politicos. El 7 de enero de 1907 se rehusaron a volver a sus puestos fabriles y en la misma puerta de la empresa, acordonada por mujeres que frenaban a quienes sf volvian, empezé la agitacién con vivas a Judrez y gritos contra los espafioles y franceses que controlaban fabricas, comercios y privilegios en la re- giOn. El mitin siguié en la tienda vecina de la fabrica, donde un emplea- do derramé ta gota disparando contra un trabajador. El trabajador mu- id, la tienda fue saqueada e incendiada. Vino 1a policfa y fue rechazada. Los rurales cargaron machete en mano pero fueron repelidos también, a pedradas. El tumulto cundi6. A la mafiana siguiente, enardecidos y avi- tuallados por ec! saqueo, los huelguistas liberaron a Jos presos de la c4rcel y marcharon hacia el vecino pueblo de Nogales con la consigna de "buscar armas". Saquearon ahf el palacio municipal, echaron también fuera a Jos presos y siguieron su cainino, guiados todavia por el estan- darte de Judrez. “Camindbamos a gritos y cantando", recordarfa un pro- tagonista. "Nos sentfamos libres y duefios de nuestro destino después de tanta miseria y tanta opresin. Parecfa un dfa de fiesta". La fiesta termin6 en la madrugada. A la una y media del dfa 9 de enero Hegaron a Santa Cruz dos compafifas del 24° Batallén del ejército, con el subsecretario de guerra Rosalino Martfnez al frente. En el curso 18 de esa noche los soldados peinaron las calles, contuvieron motines y amotinados e impusieron la paz porfiriana. Escribe Bemardo Garcfa Dfaz: En el amanecer del dia 9, mientras los silbatos de las fabricas del distrito volvian a llamar a los obreros, sonaban las cerradas descargas. Sobre la siniestra escenografia de las tiendas quemadas se llevaban a efecto las ejecuciones ejemplares que !a plutocracia porfirista habia ordenado. De los 7,083 obreros que laboraban en las fabricas textiles hasta antes del paro, ¢] dia 9 sélo regresaron al trabajo 5,512. Los otros 1,571 huyeron de la region, fueron consignados, estaban heridos o definitivamente muertos. Bajo los escombros y los muertos, las huelgas de Cananea y Rfo Blanco definieron la incapacidad porfiriana para digerir intentos moder- nos de organizacién y lucha sindical. Ante estos hijos de su propio de- sarrollo, los nuevos grupos de trabajadores que aparecfan en Jas avanza- das productivas de la vieja sociedad, el establecimiento porfiriano no parecfa tener m4s respuesta que intolerancia y represién. La aparicién del norte En los treinta afios de paz porfiriana, el norte de México sufrié cambios més definitivos que en toda su historia anterior. El auge capitalista del otro lado de Ja frontera y sus inversiones en éste. el ferrocarril que aba- tié las distancias, los bancos que agilizaron el crédito, el boom petrolero en el Golfo, el minero en Sonora, Chihuahua y Nuevo Le6n, el indus- trial en Monterrey, el maritimo y comercial en Tampico y Guaymas, trajeron en esos afios para el norte el impulso material de una doble y efectiva incorporaci6n: por un Jado, al pujante mercado norteamericano, por el otro, a la red inconclusa pero practicable de lo que podfa empezar a llamarse Repiiblica Mexicana. En esos afios el norte fue un foco de in- versiones y nuevos centros productivos que diversificaron notablemente su paisaje econémico y humano. Ahf convergieron en répida mezcla ha- ciendas.tradicionales y plantaciones de exportaci6n, nuevas ciudades mineras y agrfcolas, altos salarios, una capa préspera de rancheros, va- queros y agricultores libres, una explosiva clase obrera en las minas, una banca incipiente, un comercio ramificado. 19 El llamado del norte y de la frontera con su promesa de mejores salarios y oportunidades, desat6 a partir de los afios noventa del siglo pasado una corriente migratoria permanente de] centro, el Bajfo y el alti- plano, hacia los campos agricolas de La Laguna y El Yaqui, las explota- ciones mineras de Sonora y Chihuahua, los campos petroleros de Tampico o Jas industrias en ascenso de Nuevo Leon. Una consecuencia decisiva de esa movilizacién fue la ruptura, en el norte, de 1a relacién agricola tradicional que habfa dominado el campo mexicano. Nada ejemplifica tan bien este trdnsito como el surgimiento de la zona algodonera de La Laguna, en Torreén, Coahuila, el foco de mas alto crecimiento de todo el Porfiriato. Todavfa un rancho de 200 habi- tantes en 1892, Torreén fue despertado en los noventa por el empalme ferrocarrilero que lo volvié estacién distribuidora de todo el norte. Para 1895 los 200 habitantes se habfan hecho 5 mil, y eran 34 mil en 1910. Se ganaban ahf los salarios agrfcolas mds altos de Ja Republica y los hacendados de la regi6n, ajenos a los sistemas surianos del peonaje por deudas 0 la tienda de raya, pagaban en efectivo y no en vales, vendfan en sus tiendas mds barato que en el comercio local y competfan por la retenci6n de sus trabajadores ofreciendo estfmulos y ventajas de diver- so tipo. Esa realidad laboral y social configuré la aparicién de un nuevo tipo de trabajador emigrante que ejercfa el libre trénsito de una zona a otra en busca de buen salario y mejores condiciones laborales. Inestable y sin arraigo local, cosechaba las ventajas de un mercado libre o semilibre de mano de obra bien pagada. Pero también sus desventajas: inseguridad en’el empleo, carencia de familia, comunidad o vinculo tradicional donde cobijarse en las épocas de malas cosechas y poco trabajo, lo que sucedfa en la comarca lagunera cada tres afios en promedio. Ese tipo de trabajador libre del norte fue el que nutrié a los cjércitos nortefios re- volucionarios, frente a los cuales tuvo la doble disponibilidad del en- listamiento y la movilizaci6n militar fuera de su zona de reclutamiento, caracterfstica inencontrable de los ejércitos de més clara y tradicional procedencia agraria, como el zapatista. E] nticleo irreductible de la rebelién maderista fue el eje montafioso de la Sierra Madre Occidental, lo que entra a lado y lado en las estriba- ciones de los estados de Chihuahua y Sonora, Durango y Sinaloa. Ese norte serrano de Ia minas pequefias y dispersas, resintié como ningin otro foco del pafs la crisis minera y la baja del precio de 1a plata de fines del Porfiriato. La primera afecté a miles de productores pequefios, los gambusinos de la sierra; 1a segunda, al afiliarse México al patron oro en 1905, tendié a igualar a la baja el precio de la plata mexicana con los del mercado intemacional. 20 Al desarreglo minero se sum6 una crisis en la produccién de alimen- tos. Malas cosechas provocaron que se dispararan los precios del mafz y el frijol, fundamentales para la subsistencia popular. El mafz prdcticamente dobld su precio entre 1900 y 1910, y la mitad de la alza la tuvo en el tiltimo afio. Ese norte minero era de por sf un territorio de zo- nas fragiles donde, persistentemente, a lo largo del Porfiriato, se habfan registrado motines, rebeliones y bandas itinerantes. Las zonas mon- tafiosas situadas entre Rosario (Sinaloa), y Tamazula (Durango) habfan sido el escenario de las hazafias del famoso bandolero de los ochenta del siglo anterior, Heraclio Bernal. La zona serrana comprendida entre Guanacev{ (Durango), y Santa Barbara (Chihuahua) es la que habfan re- corrido en los afios noventa Ignacio Parra y Doroteo Arango, después Francisco Villa. En Jas zonas de los ranchos orientales de Sonora y oc- cidentales de Chihuahua, el triangulo Cusihuiriachic, Pinos y Ascen- sién, se habfan registrado motines mineros en los ochenta y rebeliones armadas por usurpaciones municipales en los noventa. Habfa habido conflictos periddicos en otros centros mineros nortefios como Matehua- la, Charcas y Catorce, en San Luis Potosf, o la Velardefia, en Durango. A esos terrenos se referfa premonitoriamente un capitan Scon, a cargo de tropas estadunidenses en la frontera, en el mes de agosto de 1907: “Existe, en particular en los estados det norte de México, un gran des- contento debido a las situaciones actuales. Si se produjera una explo- si6n revolucionaria, un Ider h4bil tendrfa numerosos partidarios". Nuevas ramas, afiosos troncos El Ifder que prevefa el capitan Scott fue Francisco Madero, encamacién quintaesenciada y, al final explosiva, de la ultima gran ruptura que el Porfiriato habfa inyectado en la sociedad mexicana: el descontento de al- gunas de las grandes familias patriarcales, consolidadas penosamente a To largo del sigto XEX y triunfantes con la causa liberal juarista en los afios sesenta, pero desplazadas en los ochenta y los noventa por la mano centralizadora del porfirismo, la alianza del régimen con los inte- Teses extranjeros y su patrocinio de una nueva generaci6n oligdrquica. Venidos al poder por una rebelién militar en 1876, el camino de los porfirianos hacia la estabilidad polftica fue la destruccién de los enclaves caciquiles, desarrollados a partir del triunfo juarista en las distintas re- giones del pafs. Uno por uno y estado por estado, los viejos caciques liberales y los grupos econdémicos construidos en tomo a ellos, fueron reemplazados por incondicionales del porfirismo 0 por cuadros emer- 21 gentes de los sectores medios locales, cuyas aspiraciones de ascenso habfan sido bloqueadas por el establecimiento oligdrquico de cufio jua- rista, Trinidad Garcfa de la Cadena en Zacatecas, Ramon Corona en Ja- lisco, Ignacio Pesqueira en Sonora, Luis Terrazas en Chihuahua: todos y cada uno de los hombres fuertes y los intereses que habfan creado en su tomo, fueron domefiados durante la década de los ochenta y hasta fi- nales del siglo. Al empezar el siglo XX se habfan consolidado grupos gobernantes de relevo en casi todas las regiones del pafs. Para esas mis- mas fechas, las familias y los patriarcas desplazados en los afios ochen- ta, tenfan ya renuevos generacionales. Los hijos y los nietos de aquellos caciques juaristas, ramas ansiosas de apellidos célebres, pugnaban aho- ra por rehacer el curso de las cosas y abrirse camino hacia una nueva preponderancia 0 por Jo menos hacia una participaci6n menos subordi- nada en los asuntos locales y en los nacionales. Pero en vez de oportunidades, encontraban clausuras, dinastfas y redes porfirianas que empezaban a perpetuarse en el poder y a servir como socios 0 intermediarios de inversiones extranjeras que transfor- maban sin consultar territorios, ciudades y mercados. La consolidaci6n de estas oligarqufas regionales en los estados nortefios lanzé a 1a oposi- cién a muchos poseedores de apellidos ilustres. Francisco I. Madero era la encamacién misma de esta historia de agravios y repudios que la nueva generacién de los viejos arboles pa- triarcales habfa vivido durante el Porfiriato. Escribe Friedrich Katz: A finales del siglo, Madero habia formado y encabezado una coalicién de hacendados para oponerse a los intentos de la compafifa angloamericana de Tlahualilo por monopolizar Jos derechos sobre e] agua en esa zona, enteramente dependiente de la irrigacién. Cuando los Madero cultivaron guayule, sustituto del caucho, se enfrentaron a la Continental Rubber Company. Otro conflicto se desarrolld en 1910 debido a que los Madero tenfan ¢l tinico homo de fundicién en el norte de México, que era inde- pendiente de la American Smelting and Refining Company. ‘Los Madero no se hallaban solos en su rebeldia, Muchos otros miembros de la clase alta nororiental estaban interesados en los derechos sobre el agua en La Laguna, en el cultivo det guayule y en la operacién independiente de hornos de fundiciGn en el norte de México. Los vastagos inquietos de estas familias fueron la verdadera correa de transmisién de la debacle porfirista, el cauce de las muchas fuerzas que engrosaron el caudal de la Revolucién Mexicana. Y fue asf, entre otras cosas, porque frente a estos 4nimos nuevos, ¢] 22 ocaso porfiriano atestiguaba el envejecimiento de una clase dirigente que no pensaba en el retiro y que habfa perdido sénsibilidad ante Jas fuerzas que su propia gestién habfa desatado como lo probaron las huelgas obreras. En junio de1904 Porfirio Dfaz fue reelecto por sexta vez, a los 75 afios, con un vicepresidente nortefio, Ram6n Corral, que tenfa 56. Escribe Luis Gonzalez y Gonzalez: Don Porfirio cumplia los 75 afios muy derecho y solemne, mas no sin la fatiga, los achaques, la grietas y las c4scaras de la senectud. Ya no era cl roble que fue. Aun el cacumen y la voluntad se reblandecieron. Las ideas se Je iban y no le venian las palabras, En cambio, afloraban las emocio- nes, Dio en ser sentimental y lacrimoso y, con ello, malo para expedir ticases. Y a medida que se le escapaba el talento ejecutivo, lo oprimfa la suspicacia senil y desconfiaba de sus colaboradores mds que nunca. Junto al jefe menguante, en los puestos visibles del aparador politico pululaban otros ancianos no menos achacosos. La edad promedio de ministros, senadores y gobernadores, era de 70 afios. Los jovenazos del régimen, apenas sesentones, constituian la camara baja. Los de més lar- ga historia, tan larga como la repiblica, eran jueces de la. Suprema Corte de Justicia. En otros términos, los baculos de 1a vejez del dictador eran casi tan viejos como él y algunos mds chochos. Varios de los ayu- dantes de don Porfirio fueron sus compaiieros de armas y-no tenian por qué ser mds jévenes que él. Ouos, los cientificos, nacieron en Ia franja temporal 1841-1856, y por esa causa pertenecian, casi sin excepcién, al 8 por ciento de sus compatriotas de mas de medio siglo. Entonces la mitad de los mexicanos tenfa menos de 20 afios y el 42 por ciento entre 21 y 49. La Republica era una sociedad de nifios y jévenes regida por un puilado de afiosos que ya habian dado a la nacién y a si mismos el servi- cio que podian dar, 1908: La siembra del derrumbe Ninguno de los factores mencionados —las rupturas agrarias, las nove- * dades laborales, la obturacién oligdrquica o ja vejez porfiriana— habrfan podido desencadenar en 1910 la rebeli6n maderista sin que distintas conjunciones de la polftica, la economfa y en general el azar de la histo- ria sumaran sus malos efectos a los desacomodos de fondo sembrados por el progreso. : El afio de 1908 condensa y dispara esa conjuncién de adversidades que detonan los cimientos erosionados del antiguo régimen. Fue un afio fatal para la econom{fa porque, como dice el propio Luis Gonzalez, "la naturaleza tom6 el partido de los pobres", no de 1a estabilidad: 23 En unas partes Hovié més de Ja cuenta y en otras menos. Hubo, ademéas, temblores nefastos y heladas terribles, La produccién de maiz, de por si insuficiente, bajé. La escasez. de gordas y frijoles produjo una situaci6n critica en el campo, quiz4s no tan profunda como la de quince afios antes pero si en un momento en que cualquier rasguflo causaba honda irritaci6n. En el bienio 1908-1909 1a valfa anual de los productos industriales se detuvo en 419 millones de pesos, la rama manufacturera se precipit6 de 206 millones a 188. La minero-metalirgica subi6 ligera- mente en volumen pero no en precios. Los metales preciosos y en espe- cial el blanco, se depreciaron [....]. Con los metales industriales, fuera del fierro, pasé lo mismo. La produccién de zinc, tan importante en 1906-1907, se fue a pique. [...]. Incluso se Ilegé a la junta de mer- cancias que no tenian compradores. Se debilitaron igual las demandas in- terna y externa, las compras al exterior descendieron en valor y volu- men. Los precios de los productos exportables conocieron una baja de ocho por ciento, La balanza comercial tuvo un saldo’adverso en 1908. La crisis econdmica afect6, como de costumbre, a los mas amolados, el deterioro de la vida material intensificé el disgusto social, ya tan fuerte antes de la crisis. El pais estaba maduro para la trifulca. 1908 fue también un mal afio para las relaciones con Estados Uni- dos, porque ese afio fue fundada, con lujo de concesiones y apoyos ofi- ciales, la compafifa petrotera El Aguila, empresa negociada por el go- biemo porfirista con el Trust de Weetman Pearson conocido més tarde como Lord Cowdray, en la que participaba como accionista el propio hijo de Diaz. Culminaba ahi el proyecto de alianza con el capital euro- peo, inglés en este caso, que los porfiristas juzgaban necesaria para equi- librar el dominio de los intereses norteamericanos en México. El claro favorecimiento gubemamental a la compafifa inglesa me- diante la cesién de tierras en Chiapas, Tabasco, Veracruz, San Luis Potosf y Tamaulipas, fueron como una declaracién de guerra a los po- derosos intereses norteamericanos. Sobre todo porque, en esos afios, México empezaba a convertirse en un pafs petrolero de primer orden: la produccién de 3 millones 300 mil barriles en 1910 Ileg6 a los 14 mi- Tlones en 1911, enorme salto que convirtié de golpe al pafs en el tercer productor mundial de petréleo, La importancia de este litigio en la debacle porfiriana, apenas puede exagerarse: "Algunos observadores —recuerda Friedrich Katz— estaban convencidos de que las reservas mayores del mundo estaban en México. En vista de oportunidades tan vastas, los intereses comerciales norteamericanos en México estaban cada vez menos dispuestos a tolerar la colaboracién antinorteamericana del gobierno mexicano con Pearson y muy pronto prevalecié la opinién de que Ja Yinica manera posible de ponerle punto final a esa colaboracién era mediante un cambio de gobiemo en México". 24 En los afios setenta del siglo anterior, ¢l régimen porfirista se habfa inaugurado en medio de virulentas diferencias con Estados Unidos por Ja incursién de éste en persecucién de apaches y forajidos dentro de te- rritorio mexicano. Irénicamente, luego de dos décadas de acuerdo y co- laboracién, terminaba su mandato llegando por otros caminos a un enfrentamiento parecido, que habrfa de costarle !a neutralidad y a veces el apoyo activo del gobiemo estadunidense a las bandas de revolucio- narios y sus agentes durante 1910 y 1911. 1908 fue también un mai afio para ja estabilidad polftica en las ciipulas porque el propio Dfaz se encargé de levantar la compuerta de la agitaciGn politica al declararle al reportero norteamericano James Creel- man, que México estaba listo para la democracia y que acogerfa como ‘una bendicién del cielo el nacimiento de un partido de oposicién. Sus deseos fueron érdenes. Otorgado el beneplécito, el interior politico de la sociedad tomé la plaza publica. La murmuracién se hizo folleto, la agi- taci6n tom6 forma de libro. Querido Moheno public6é Hacia dénde va- mos, Manuel Calero: Cuestiones electorales, Emilio Vazquez Gémez: La reelecci6n indefinida, Francisco de P. Senties: La organizaci6n polftica de México, Ricardo Garcfa Granados: El problema de la organizacién politica, Francisco Madero: La sucesién presidencial. Las ansias anti- porfiristas vinieron a Ja arena ptiblica en forma de organizaciones po- Ifticas y partidos antirreeleccionistas. La oposicién y la presbicia Desde la entrevista Dfaz-Creelman en junio de 1908, el horizonte de la oposicién fue ocupado por la figura del general Bernardo Reycs, anti- guo ministro de Guerra, El reyismo calé en zonas sensibles de la vida polftica mexicana: las logias masénicas, los burécratas modestos, el ¢jér- cito. Durante el afio de 1908 y parte del siguiente, en el norte y el occiden- te del pafs, el reyismo hizo brotar clubes, periddicos y oradores altivos. A mediados de 1909, sin embargo, Reyes cedié a la presi6n de Dfaz y apagé con su silencio las incitaciones de sus partidarios. A fines de julio anuncié que para las elecciones de 1910 sostendrfa la candidatura de Don Porfirio y apoyarfa la de su enemigo, Ramon Corral, para la vice- presidencia. Como premio a su lealtad, fue privado del mando militar en Nuevo Leon. A principios de noviembre, el presidente Dfaz le concedié audiencia y lo ayud6 a aceptar un viaje de estudios militares por Europa. En coincidencia con este ocaso, a mediados de 1909 se fundaba en Ja ciudad de México el Club Central Antirreeleccionista, que hizo venir a 25

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