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Armagedn

A los cados en la batalla de Lutter am Barenberge, para aplastar la hereja luterana

No sabemos el da, la hora o el espacio,


nos resulta escondida la fecha y el paisaje,
pero habr una batalla, un asalto postrero,
que ser a Tu servicio, lidiando en Tu homenaje.

No sabemos tampoco si las armas del duelo


brotarn de la esquirla, del fuego, de los hierros.
Donde retumben cascos de Tu galope iremos,
nos lleves a una orilla o al filo de los cerros.

Estars de regreso, cumpliendo Tu palabra,


en la diestra un estoque purificado en llantos
de justos, de leales, del rebao pequeo,
y a grupas de sus potros te escoltarn los santos.

Te veremos, Seor, como no te hemos visto,


tal cual profetizaste con el son de un plaido,
el lbaro flameando, las mesnadas pujantes,
el campamento en vela sobre el Monte Megido.

Los de Gog y Magog probarn su artera


fundida en las tinieblas, crepitantes de averno,
entonces el celaje se partir de un tajo
y bajars ecuestre, arrollador y eterno.

Dnde irn los traidores de la Cruz y la Sangre,


adnde los perjuros de la recta doctrina,

qu refugio de sombras, de negrura y de abismos


hospedar al indigno de la silla petrina?

Confirma nuestra Fe, para no defraudarte,


las aguas bautismales confrmanos al alba,
revalida en nosotros la fuerza de los hroes,
tu espaldarazo danos, Seor, porque nos salva.

El temblor se disipa, sabiendo que acaudillas


un ejrcito invicto transfigurado en grey,
con vivac en el cielo, la gracia por vanguardia
la muerte derrotada, vivando a Cristo Rey.

Antonio Caponnetto

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