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Luis
Armenta
Malpica
Voluntad de la luz
BIBLIOTECA
DIGITAL DE
AQUILES
JULIÁN
Muestrario de
Biblioteca Digital Poesía 61 1
Coeditores:
MÉXICO
Fernando Ruiz Granados
2
José Solórzano
José Eugenio Sánchez
ARGENTINA
Mario Alberto Manuel Vásquez
Francisco A. Chiroleu
Patricia del Carmen Oroño
Voluntad de la luz
Ángel Balzarino
Fernando Sorrentino
Claudia Martin Trazar
ESTADOS UNIDOS
Luis Armenta Malpica, México
José Acosta
Aníbal Rosario
José Alejandro Peña
César Sánchez Beras Edición Digital Gratuita
ESPAÑA
Henriette Wiese
Giulia De Sarlo
María Caballero
distribuida por Internet
Elena Guichot
Teresa Sánchez Carmona
Losu Moracho
Muestrario de Poesía 61
Rocío Parada
HONDURAS
Dardo Justino Rodríguez Editor:
VENEZUELA
Milagros Hernández Chiliberti Aquiles Julián, República Dominicana.
Tony Rivera Chávez
URUGUAY
Marta de Arévalo Primera edición: Junio 2010
APLA Uruguay
COLOMBIA Santo Domingo, República Dominicana
Ernesto Franco Gómez
Julio Cuervo Escobar
PERU
Luis Daniel Gutiérrez Muestrario de Poesía es una colección digital gratuita que se envía por la
Nicolás Hidrogo Navarro
Juan C. Paredes Azañero
Internet y se dedica a promocionar la obra poética de los grandes
REPÚBLICA DOMINICANA creadores, difundiéndola y fomentando nuevos lectores para ella. Los
Ernesto Franco Gómez derechos de autor de cada libro pertenecen a quienes han escrito los
Eduardo Gautreau de Windt
Félix Villalona
textos publicados o sus herederos, así como a los traductores y quienes
Ángela Yanet Ferreira calzan con su firma los artículos. Agradecemos la benevolencia de
Cándida Figuereo permitirnos reproducir estos textos para promover e interesar a un mayor
Enrique Eusebio
Julio Enrique Ledenborg número de lectores en la riqueza de la obra del autor al que
Vaugn González homenajeamos en la edición.
Efraím Castillo
Oscar Holguín-Veras Tabar
Edgar Omar Ramírez
Carmen Rosa Estrada
Roberto Adames
Valentín Amaro Este e-libro es cortesía de:
Alexis Méndez
Juan Freddy Armando
Sélvido Candelaria
NICARAGUA
Radhamés Reyes-Vásquez
CHILE
Claudio Vidal
Libros de
Regalo
Eliana Segura Vega
Astrid Fugellie Gezan
SUIZA
Ulises Varsovia
HOLANDA EDITORA DIGITAL GRATUITA
Pablo Garrido Bravo
PUERTO RICO
Mairym Cruz-Bernal
Escríbenos al e-mail libros.regalados@gmail.com
ECUADOR
Anace Blum
EL SALVADOR 2
Manuel Sigarán
COSTA RICA
Ramón Mena Moya
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Contenido
Este libro o el ejercicio del poder propio / Aquiles Julián 6
Todo a partir de un grano /presentación por Luis Vicente de Aguinaga 9
Prólogo 14
El pez inmerso 15
El breve sur 64
Voluntad de la luz 65
El breve sur 70
Epílogo 77
Ciudad de mar interno 78
El cuerpo vulnerable 87
La transformación de la poesía / Mariel Iribe Zenil 90
Luis Armenta Malpica / biografía
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4
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Suelen los escritores suplicar o reclamar la atención del Estado y los gobiernos
hacia la literatura y sus oficiantes. No conozco ningún tipo de apoyo que no
implique o se sostenga sobre compromisos aberrantes. Nada hay como el poder
político para evidenciar la bestia interna agazapada.
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Todo fermento crítico, toda discrepancia, todo tiene que subordinarse a lo que la
burrocracia cultural, los comisarios emborrachados de poder, disponga. Como
en el cuento La mancha indeleble de Juan Bosch quedó claramente expuesto,
el precio es renunciar a pensar, desprenderse de la propia cabeza. Y el riesgo de
resistir en muchas ocasiones es el de que le arranquen a uno la cabeza.
Por el otro lado, el Estado que llamamos más como aspiración que como
realidad “democrático” ve al escritor como una incómoda e inútil presencia al
que lo mejor que se hace es ocasionalmente halagarle el ego para mantenerlo
calmado. Se le margina y se le soporta, pero no más de ahí.
Ahora bien, yo prefiero ser marginado que encarcelado o sometido por la fuerza.
Que no se me tome en cuenta a que me obliguen a ser un escritor juche o a
escenificar un espectáculo tristísimo como forzaron a Padilla en 1971.
Este modelo social, que sólo toma en cuenta al escritor para presumir de que
“apoya la cultura”, que lo soporta pero que no se lo traga, por lo menos no le
reprime su opinión discrepante y le permite actuar con cierta independencia y
autonomía. Y desde este modelo social uno puede ejercer su mínimo, limitado,
precario poder personal, aunque eso implique ediciones autofinanciadas,
actividades minoritarias, una vida excéntrica o marginal, que a muchos deprime
(ya sabemos que los egos de los escritores y artistas son desproporcionadamente
gigantes y nos creemos merecedores de una principalía que se nos escatima).
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Así, sin que nos constriñan más allá de lo soportable, podemos congregarnos
alrededor de la flama que la palabra hace que arda y calentar nuestros huesos.
Ejercer el asombro y felicitarnos por encontrar la joya inesperada de un poema o
un cuento que expande nuestra vida, ante la mirada entre compasiva y
condescendiente del mundo bienpensante que no entiende cómo personas
aparentemente talentosas e inteligentes pierden su tiempo en estas vainas.
Porque tenemos un poder propio, el poder que cada individuo posee de ejercer
su individualidad, de escoger, de elegir.
Y hoy como nunca este poder se ve fortalecido por las inmensas posibilidades
que la sociedad de la información nos facilita. La difusión y el intercambio
digital de contenidos hacen asequible a vastas minorías estos artefactos del
talento humano que son los libros de imaginación.
Este libro es una muestra. Fernando Ruiz Granados me lo envió para amplificar
la soberbia poesía de Luis Armenta Malpica, poeta y editor mexicano, más
allá de las extremadamente limitadas posibilidades del libro físico.
Espero que todos los colaboradores de esta colección no sólo lo disfruten sino
también lo compartan y hagamos que este libro, que todos los libros que
enviamos, que cualquier libro digital que nos llegue, se divulgue generosamente,
le hagamos cumplir su rol de enlace, de vínculo, de puente fraterno.
Gracias, Fernando y gracias Luis por este regalo, muestra de que simplemente
tenemos que ejercer el pequeño poder del que disponemos.
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1
Luis Armenta Malpica, “Cartas de navegación para una ciudad terrestre”, en Rogelio Guedea y
Jair Cortés (compiladores), A contraluz. Poéticas y reflexiones de la poesía mexicana reciente, México:
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2005, p. 167.
2
Luis Armenta Malpica, Voluntad de la luz, México: Verdehalago / Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, col. La Centena, nueva edición, 2006, 99 pp.
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Grano.
Todo a partir de un grano.
Espiga lenta
el corazón del pez se preñó de raíces
y de insectos.
Se desgranaba el alba.
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en la medida que se apega, desde los códigos y libertades que afianzan el estilo
de su autor, al Primero sueño de Sor Juana y a su principal respuesta o
complemento en la poesía del México moderno: Muerte sin fin, de José
Gorostiza, que son “sueños” en el sentido que la poética y la retórica clásicas
daban a esta palabra, es decir: meditaciones en primera persona en torno a la
naturaleza de lo no visible, del vértigo interior del cuerpo, del fondo del mar y
del fondo de la conciencia, de la realidad mineral de la tierra y de la proximidad
alucinante de la muerte, del infierno y del cielo y, en suma, de aquellos
componentes del universo que, si fueran expuestos a la mera vigilia, morirían o
se volverían triviales. Como en Gorostiza y en Sor Juana, en Voluntad de la luz
hay alusiones esporádicas —en este caso, a los Evangelios y al Credo en dos de
los cuatro poemas en prosa que hay en el volumen, y a la poesía de Claudio
Rodríguez y del propio Gorostiza en otras páginas— que refuerzan, como si
fueran guiños de complicidad, la contextura referencial y hasta doctrinal del
ensamblaje.
Ahora bien, cabe recordar qué pasa en el “sueño” de Luis Armenta
Malpica. Excepto en el epílogo, donde la experiencia urbana y los recuerdos de
adolescencia del poeta son asumidos como el verdadero sustrato del volumen, el
pez y la migala son, por así decirlo, sus protagonistas. Un mundo esencialmente
acuático gobierna, en principio, lo que Max Bilen llamaría el “comportamiento
mítico-poético” de Armenta. El pez, aunque de género masculino en tanto
sustantivo, se presenta como el componente femenino arcaico (“la mujer era / el
pez. / Siempre lo ha sido”) del universo que poco a poco se ordena sobre la
página. Se trata, sin embargo, de un espacio acuático en el que poco a poco
asoma la tierra firme y, en ella, la tarántula (“Mas los hombres esperan / porque
habrá de llegar de algún sitio / del hombre / la migala”). Ésta, por su parte,
aunque de género femenino, encarna el componente masculino del esquema.
Diferentes escenas de un pasado sin fechas, de un tiempo remoto y delirante,
van conjugándose después en poemas de respiración amplia y asombros
constantes: poemas en los que, a la larga, importa más la profecía que la crónica,
más la visión que la rememoración, más el instante que los presumibles milenios
a los que se va dando tratamiento.
Pero no es a través del mito ni del sueño como se puede aspirar a
comprender este libro, ya que ni uno ni otro condicionan su belleza. La
invención estrictamente discursiva de Armenta Malpica es original e interesante
y su prosodia es, en general, flexible y seria. Pero cuando las frases de Voluntad
de la luz conmueven y sorprenden —como sucede por lo regular con la buena
poesía lírica— es cuando parecen torpes y pobres, esto es: cuando la
contemplación de un misterio y cuando la revelación de una verdad palmaria
vuelven inútil toda elocuencia. En este sentido, son frecuentes en Voluntad de la
luz afirmaciones breves y ajustadas que mucho tienen de aforismo y casi de
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koan: “El pez no teme ahogarse”, “Casi nunca se pasa por la ceiba”, “la luz del sol
inicia / donde nacen los hombres”, “El cuerpo abierto en dos es vulnerable” o
“son las cosas sin nombre las que dañan”.
Sin que se trate de un libro particularmente largo, Voluntad de la luz va
inculcando en su lector una sensación de amplitud. A través de un prólogo, tres
apartados y un epílogo, los dieciocho poemas que forman el volumen saben
tomarse su tiempo, al grado de aparentar incluso alguna ocasional prolijidad. Lo
cierto es que la extensión considerable de casi todos los poemas convive a la
perfección con brevedades concluyentes que se dejan entresacar y subrayar con
gusto:
En los últimos años de su vida, Luis Cernuda escribió —con furia, con
precisión y con ternura, como no podía ser de otro modo tratándose del autor de
La realidad y el deseo— su indispensable “Historial de un libro”. En él relataba y
esclarecía Cernuda los ritmos, los modos y la cronología del proceso que lo llevo
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Prólogo
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El pez inmerso
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Se quedará
desnuda
tan pez
como hace ya
muchísimo
estuviera
al acecho
de un nuevo golpe
de años
que la conduzca
al agua.
La mujer
en medio de la burbuja de aire
surgida de su aureola
beberá de una vez lo que una vez dio
a su hijo
se enganchará por siempre
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en su anzuelo de madre
y morirá tranquila
atravesados los labios por un beso
los ojos de un crepúsculo blanco
y el corazón
partido en tres
por una gota de agua.
Ella
en la agonía del pez
convulsionada
negará con los ojos.
Todo eso fue mentira.
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del basalto.
No decía nada que pudiera explicarse
sobre el mundo:
el hombre no había nacido aún
de la espina del pez
del huevo
de la piedra.
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Revelación de la migala
En ese tiempo la migala se presentó ante el pez y le dijo que por su boca
hablarían las mujeres. Los hombres todos corrieron a sus cuevas: ya tenían
suficiente con las voces arcanas de selvas y de páramos, el musgo de sus gritos y
la figura mítica del sol como patrono. Y esa voz no era dulce, ni era quieta. No
alcanzaba la altura de las aves ni los bajos profundos de las charcas. Era un
murmullo que le brotaba al agua y todo esplendecía. Después sería el lamento
del arroyo. Luego ese blanco estruendo que crece y se despeña. Y en el final del
mundo, poco antes del diluvio, el agua llevaría dentro de ella solo el canto del
agua.
Mientras tanto los peces y migalas deberán admirarse cuando ocurra el diluvio.
En su pecho la cáscara de nuez va a poder embarcarlos el instinto.
Con la calma, al final de los tiempos, no habrá más luz detenida en el agua, ni
más agua alimentando el fuego. La mujer habrá de sostener de viva voz
aquel milagro, igual que en el principio. El canto será, pues, lo que mantenga con
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Y la migala se presentó ante el pez, de nueva cuenta, poco antes del diluvio. Y le
enseñó el silencio, como parte del rito.
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Creo en el plancton que tiene casi dos mil millones de años. Comunidad perfecta
de raíces acuáticas, es el mínimo y máximo poblador de los mares. De su oculto
rizoma, arborescente flor, germinativo núcleo en sus arterias, gota a gota se
desprende un latido en cuyo bosque el mundo se resguarda del fuego.
Creo en el bagre: pez teleósteo que puede vivir fuera del agua poco más de veinte
horas y arrastrarse en la tierra hasta ochocientos metros. En el pez hielo de las
aguas polares. En la tilapia, que persiste al calor de los mares de sosa volcánica.
En la lamprea, la raya y el pez roca; los peces del abismo. Incluso en los cetáceos
y los otros mamíferos sirenios. Creo en los moluscos, los anfibios y en algunos
reptiles que visitan los lagos con frecuencia. Creo en los animales de agua dulce y
en los de agua salada. Y por encima de ellos, creo en el gran salmón, de
agudísimo olfato su memoria, en su tacto a distancia su línea lateral, en
su capacidad de adaptación en agua dulce y en el agua salada.
Creo en su regreso, contracorriente, al río donde naciera (único entre los cerca
de cinco mil huevecillos de la madre), a desovar, para luego seguir, sin fuerzas, al
océano, y dejarse morir entre las rocas.
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fosilizado alguno, por ser todo cartílago y membranas. Enemigo mortal del
plesiosauro. Extinto por el cambio de ruta de los mares durante la formación,
elevación y choque de las placas tectónicas de lo que hoy es la tierra. Creo que ha
de venir, después de su extinción en la era mesozoica, armado de colmillos y de
aletas de indistinto e incontenible roce ((estalactitas (mordisqueando esa
humedad que sube por la gruta y trepa por los riscos), estalagmitas (cerrando
sus colmillos en el pétreo paladar de la montaña) envolviendo con su lengua de
fuego y de vapor los más íntimos pliegues de la roca)) a reinar sobre el plancton,
después del pleistoceno, según lo que está escrito debajo de las aguas.
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I. Composición oscurantista
Por los caudales del pez se desliza una opaca burbuja de amaranto; múrice flor
cortada en un otoño de sulfurosas aguas estampidas. Volcada del peñón de su
costilla, del alquitrán de sus cartílagos porosos, rastro de sangre pómez, la
burbuja sumerge tras de sí una vía láctea nacida de las ubres de la primera
estrella, de algún entrecortado cielo en parto. Umbilical, una cascada que lía
lluvia y río, el lago y el océano. La burbuja, no más una pecera microscópica de
plancton, ensancha su cristal y funda primera fundación que el pez recuerda
el paso temporal, craneano, de otros peces que por allí rompieron sus herencias
del agua, su piraña costumbre de excluidos, el navegar con rumbo a su memoria.
Con una vela roja y un mástil más espina que antena, el pez el primero que
habita en estas aguas se prensa a la burbuja, al pezón transparente que hace el
aire al invocar el fuego de la vela, y mama, por primigenia vez, la leche universal
de sus caudales.
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manzanas del mar, ni existen, aunque alguno lo crea, las serpientes marinas.
De los sueños del pez, a la araña le queda únicamente el agua. La idea, muy
remota, decían, de un mismo parentesco. La migala se parece en la arena lo que
el pez en el agua. Fuera de allí, la leche mencionada en los caudales, no ha
existido algún pez en la pesada cruz de las arañas.
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La tierra toda, al fin una burbuja, tiene la forma exacta de una cabeza humana.
En su caudal de ideas, laberinto de peces y migalas, el hombre ha edificado su
universo. Lejos del amaranto, la leche, la gota transparente de agua mansa en
donde el hombre todavía sin nacer fue pez en la pecera de su madre, migala
posesionada de un arenal de sangre y huesos compartidos con aquella, el
hombre es por fundación del hombre el tercer centinela del veneno.
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Invocación a malagua
Él
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Tú
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Yo
Había creído que mi verdad era la de los otros. El pez falsificó su efigie porque
creía morir y renacer de sus cenizas, porque era casi espuma, y luz, silencio y
nada. La migala me ha devuelto en el pez la ruta del espejo. Es una larga historia.
He envejecido. Nado con lentitud en los rompeolas, me desgañito para acunar a
un ave, me rezago del mar, me hundo en el cielo... El contacto con una hoja del
nido de una araña me recuerda el veneno que manó de mi herida. No distingo a
lo lejos a la malagua madre, al pez y su escondite... Yo soy malagua, el hijo, el
que no cree en el canto. Pero acudo, si una sirena silba.
No me resulta fácil reconocer la dicha, pero está allí: al levantar la piedra como
un ramo de rosas; no distinguir un ala de una cripta; a un ángel de un demonio
en penitencia. Después de todo, el amor es la segunda inocencia verdadera.
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Meditación
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Primera liturgia
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las vértebras
del mundo
protozoario.
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Grano.
Todo a partir de un grano.
Espiga lenta
el corazón del pez se preñó de raíces
y de insectos.
Se desgranaba el alba.
Grano a grano
nació una ceiba fuera de sus espinas.
Y de su ausencia
mineral
concibió a un aborigen.
Esta es la rueda
que grita
enloquecida
el orín de los hierros.
Un pez
tan solo
uno
trajo el giro del agua.
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El pez no pide.
Hereda.
Su primogenitura es la rueda del sol.
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Rueda la luz.
De un grano
el pez
se la devora.
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El bejuco
trepado en la agonía del árbol
es vecino del ave.
Ambos de la migala.
Y de la muerte miran el devenir del río.
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minúsculo
ni siquiera aguardaba lo que la sal
intuía:
el cauteloso viaje de los peces al muérdago
para resucitar entre una telaraña.
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Su plena libertad
de luz y fango
en cada poro fecunda la intemperie.
De aquellos costurones
la piel gruesa del siglo
no toma posesión la estirpe de la ceiba.
El verde de la tierra es
una brújula
que guía el instinto
el suero
y el desove de la araña en los peces.
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los animales
desanclados retornan a la roca
al único terrón de azúcar transparente
a quienes dicen
los peces
nombraban algo suyo.
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por el pez
como en una botella.
¿En qué mueca de sal tiemblan los otros que desbaratan su origen y trayecto?
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La inmensidad, la sed
es la memoria.
El pensamiento, esa frágil poción
otrora pertenencia de los peces
maravillosa dote de la ceiba
es herencia del hombre.
Así conoció el fuego.
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Augurios de la sal
Es una luz
más pesada que el agua
y más ligera que los espesos lodos.
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Esa lluvia
otra vez
esa lluvia interminable
humedece la entraña de la arena
y la acerca al océano.
La lluvia
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desgañitar de nubes
saliva de su animal en celo
es el augurio de la luz
calcinada.
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Esa noche
dirán los peces que lo vieron
el hombre olía a quemado.
Al fin el pez
imitando a las piedras
queda quieto y jala aire
enfila hacia la luz agua sobre la arena
con un sorbo de luna por toda eternidad.
c
o
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... c r u z a e l p e z ...
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m
b
r
e
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En la flor de la sal
porque única es su espuma y es rojiza
a lentos goterones se deletreó esta historia
desde siempre.
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Inaugural
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Viajó.
Siempre observó delante de él
al mundo.
No dejaba las piedras más pequeñas en su ruta
para no tropezarse en el regreso.
Cargaba tras de sí el arrullo del río
la reunificación de las burbujas
la caricia del agua
en el oleaje
y un pedazo de sol
entre sus branquias.
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de sus adentros.
El cuerpo abierto. Dos:
la nube y la ceniza la pareja de amantes
jamás
reconciliada.
Vulnerable: ver nuevamente lo no visto.
Vocación de ceguera, por qué, Ulises.
Mentira: la tierra
es ver a un hombre.
Amarlo: ser mar
lo líquido
del mundo.
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Fósforo elemental
noche del nacimiento de la noche
afuera hablo del muro: asidero del viento
tras el frío, de las baldosas
hablo
con agrietadas huellas
que agigantan la calle a su otra orilla; el machuelo intocable por cercano.
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Afuera busco
soy
regreso
enfebrecido del cloro de la noche.
Dejo mis archipiélagos
mi mascarón de un ángel
y me persigno
por si la noche atraca.
Me planto en los altares del insomnio
con el silencio a cuestas.
Regreso
busco
me rescato
con la luz como barca.
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Seca
mortecina y clorada
la luz es un remedo de manos en mis ojos;
la carne
mi relicto
dispuesta a reincidir.
Adentro llueve.
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El breve sur
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Voluntad de la luz
El pez vivió
(quería decir soñaba)
debajo
(debió decir adentro)
de una ciudad
humedecida
abierta.
Velamen de cartílago
mascarones de escama
edificios y calles
lo condujeron siempre
a tierra
firme.
Era una ruta que el pez ya sospechara:
la comparó contra el atlas del mundo, la cerviz
de su cuerpo
los fósiles sagrados;
se la confirmó el iris.
El eco lo decía:
más que en el mar
en el rumor está la espuma.
El eco estaba cierto, porque no repetía
más de lo ya escuchado.
Así que el pez
forastero
en sí mismo
se adivinó
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en la gota.
Caía la luz en lo oscuro del agua.
El océano era un césped de rizomas
que abría a la noche sus estrellas
marinas.
La luna
grieta de luz
tenía una sola y eterna sed
o cauce.
Y en el pez navegaba
contracorriente
al pez.
Emigrante
en sí mismo
el pez se confundió
en el agua.
Volvía el invierno
como vuelven las cosas
a su origen.
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El pez
que ya fue un hombre
se ilumina:
él vio a los dinosaurios que parieron iguanas
al camaleón y su parvada de luciérnagas
al fénix y al retoño del beleño.
Todo era novedad
por ser
antiguo.
El pez no sabe hablar la lengua de los hombres.
Poco entiende la suya.
Pero si escucha al viento, al mar
cuando se agita
en la piedra callada
se comprende mejor.
Y le es común entonces el zureo de un ave mensajera
el agudo siseo de la serpiente
y el himno del cardumen.
Esto le basta para saber que existe.
Y se encuentra
dichoso.
Y le agradece al río que no sea el mismo río
como el pez no es un pez
luego de una plegaria.
Y le agradece al agua que siempre sea en el agua
porque así él siempre es él:
un pez eterno.
Su voz
surgida de una estirpe de susurros
reinicia al celacanto.
Ahora todo lo habita con sus ojos.
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...Y se completa
el cielo.
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El breve sur
Yo tuve para mí
la menuda vigilia de una hoguera
el silencio arrugado de una hoja de cuaderno
un bosque asido al mundo de la raíz al pájaro...
Escribía.
Pensaba en la ciudad:
aquella que me decían mis padres quedaba más al norte
de mi abuela
: en los entretelones de los sueños
: entre las telarañas de algunos bajoalfombras
o en el papel que cubría los hermosos adobes
de mi casa matriz.
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Yo aspirara a vivir
reconciliado
si no tuviera un hijo
entre mis sueños.
Aire
mellado por la luz
el polvo
mi hijo
viaja.
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Mi memoria
deslavada de este año
abre la pesca.
Me uno a su simulacro.
Fui carbón
fui semilla
fui hueso.
Y esta voz de madero sigue al río
desde una enfermedad de tolvaneras.
El perpetuo embarcar
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uno
sus muertos.
Mi biografía es un soplo.
(Cloroformo, aspirinas, vendajes y una mancha
permanente de ictiol.)
Una voz que envejece antes que el cuerpo
en que se atora.
Página repelente al fuego
a la tinta y al pez.
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y un rival en la luz.
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en la nieve y el sol
la hoja fue por siempre
un poderoso río
que me condujo a casa:
el breve sur que intento
relatarles desde hace tantos años.
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las manos.
Yo siempre soñé
el sur.
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Epílogo
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anónimo
que se trague la tierra.
La luz en las paredes ocupará la sombra que no se echó
a morir sobre sus versos.
La ciudad es de todos
los que no naufragamos.
El mar imaginario está en la piel del hombre.
El mar está en los ojos: lo que miro regresa
se va tras las gaviotas.
Las crestas de lo visto se mojan con la lluvia blanquísima
celeste
que rompe entre las nubes.
La ciudad es el hombre
al que uno siempre vuelve
de uno
mismo.
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EL CUERPO VULNERABLE
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paseante que presa del aburrimiento, se lanza a las calles para descubrir la
ciudad y para perder su identidad en la masa que lo enfrenta y lo teme. Pero
a diferencia del personaje de Benjamín, el poeta adolescente de Armenta es
construido por el amor, no por la evitación. La fundación de la ciudad en Luis
Armenta es el descubrimiento del amor en el cuerpo de los otros. La llave
para abrir las calles de la ciudad, sus parques y sus piedras es la lengua del
amante, pero también la lengua del que escribe. La fundación es un acto
gratuito como gratuita es la poesía. Como el poema y el pez, el paseante
requiere de otra forma para superar su estado de agotamiento. Esta es la
consigna poética de Armenta: la progresión fundacional del poema solo se da
en su aniquilamiento. No en los recursos de la antipoesía o en la destrucción
vanguardista a lo Dadá. Sino en la evidencia de que ni poema, ni poeta son
suficientes para encarnar la revelación. Son necesarios dos, tanto el otro en el
amor, como la tradición que enmarca y resignifica al poema. Así como el
amor le permite al paseante final encontrar las claves para construir la
ciudad, así los otros poetas, las otras voces, le dan al poema el volumen y
espesor que la creación ex nihilo le negaría. La voluntad que se muestra en la
luz no es la multiplicidad de imágenes desbordantes de una poética que se
repite. Los siguientes poemarios demostraran que esa vocación experimental
se da sólo en la trasgresión de los propios límites en la búsqueda por alcanzar
al otro.
iii. Más allá de los escándalos de su publicación, de la crisis que significó para el
mayor premio de poesía nacional, más allá de que su defensa de la dignidad
del poeta haya llevado a Luis Armenta a convertirse en uno de los editores
más solventes del país, Voluntad de la luz sigue siendo uno de los mayores
arriesgues poéticos de los últimos veinte años. La concreción de un proyecto
poético de la altura que se formula en el libro lo demuestra. La multiplicidad
de registros, poemas en prosa, en verso blanco y variados metros,
demostraban que un poeta en dominio de sus facultades había encontrado
una veta intelectual que formaría su voz. Voluntad de la luz no es únicamente
un gran poemario sobre los límites de la creación (los ecos gorosticianos,
tanto de los pasajes de la destrucción apocalíptica de Muerte sin fin, como el
proyecto de Notas sobre poesía son más que una marca textual, son todo el
horizonte de referencia) sino también una de las maneras más acabadas que
ha dado la lírica mexicana para trascender sus propias reglas. Difícil ha sido
ubicar a Luis Armenta en una tendencia o escuela estética. Sin embargo, su
originalidad no nace de la oscuridad de sus referentes, estos están a la vista
de todos. Nace de su trabajo personalísimo para leer y reflexionar sobre la
realidad. Poeta místico pero no subordinado al Dios benéfico o potente de
otros; poeta de la experimentación formal, pero siempre ajustada a un
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La transformación de la poesía
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Voluntad de la luz
Una de las anécdotas que más morbo ha generado dentro del medio literario, fue
la de Luis Armenta, quien con el libro “Voluntad de la luz”, recibió el Premio
Clemencia Isaura, y después, sin saber que la convocatoria no permitía en el
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Mantis Editores
Desde 1996 Luis Armenta es editor del sello editorial Mantis Editores, donde se
publican poetas de México y Canadá. Mantis tienen más de 104 publicaciones, y
este año se publicarán 20 libros más, entre ellos los de Jorge Esquinca y Luis
Vicente de Aguinaga.
Además, Mantis, en coedición con la editorial Les Écrits des Forges, publican a
poetas de Quebec.
“Tenemos ya 25 poetas de Québec, es una coedición, por cada autor mexicano
que ellos traducen y publican, nosotros hacemos lo mismo con uno de allá para
mostrar su trabajo en México”.
Entre los autores que publican en esta editorial se encuentran José Javier
Villarreal, Minerva Margarita Villarreal, Juan José Macías, Francisco Magaña,
Jorge Souza, Claude Beausoleil, Jean- Marc Desgent.
Después de varios años dedicados a la creación literaria y a Mantis Editores,
Armenta Malpica continúa en la búsqueda y confía en los efectos de la
transformación de la poesía.
“Tengo poco tiempo escribiendo, sigo en la búsqueda y no quiero perder eso, el
ojo que todo lo quiere ver, lo que se ve con el ojo derecho y lo que se ve con el
izquierdo, para después hacer la conjunción, con cierto rompimiento sintáctico,
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muy a la manera de Rojas, para ver como funciona el discurso por si solo, sin la
carga emocional o el mito que ha permeado los libros anteriores.
“La poesía se transforma con el tiempo, cobra madurez, pero nunca dejamos de
crear. Escribo muy rápido y en la revisión es cuando se me revelan, descubro los
textos”.
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Muestrario de Poesía
1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa 32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw Milosz
2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo 33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav Seifert
3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín 34. Uno escribe en el viento y otros poemas / Gonzalo
Pasos Rojas
4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo 35. El animal que llora y otros poemas / Antonio
Carranza Gamoneda
5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses 36. Los andamios del mundo y otros poemas / Ledo Ivo
Burgos 37. Dominican Style y otros poemas / Alexis Gómez Rosa
6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz 38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores
7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington 39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa
Delgado. Szymborska
8. Haikus / Matsuo Basho 40. Desde la república de la conciencia y otros poemas /
9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud Seamus Heaney
Darwish 41. La tierra giró para acercarnos y otros poemas /
10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas Eugenio Montejo
11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound 42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca Varela
12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos 43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea Vilariño
Drummond de Andrade 44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas / Mariano
13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus Brull
Enzersberger 45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique Adoum
14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire 46. La gruta de las palabras y otros poemas / Vladimir
15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes Holan
contemporáneos 47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas /
16. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Diego Gastón Baquero
17. Muero de sed ante la fuente y otros poemas / Tom 48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón
Raworth 49. Los errores necesarios y otros poemas / Joaquín
18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Istarú Giannuzzi
19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto James 50. Jardín de Piedra / Fernando Ruiz Granados
Rawlings 51. Hablar desde la inseguridad / Rafael Cadenas
20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott 52. El hombre acorralado y otros poemas / Luis Alfredo
21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza Torres
22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters 53. Territorios Extraños /José Acosta
23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos 54. Cuadernos de Voronezh / Osip Mandelstam
Martínez Rivas 55. La traición de los sueños / Francisco de Asís
24. Antología esencial / Joseph Brodsky Fernández
25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto Padilla 56. Quemaremos los días por venir / Radhamés Reyes-
26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova Vásquez
27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome 57. Sobre toda palabra / Rafael Guillén
Rothenberg 58. Días de Carne / César Sánchez Beras
28. La lengua de las cosas y otros poemas / José Emilio 59. Bajo la noche enemiga y otros poemas / Ulises
Pacheco Varsovia
29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot 60. La imperfección es la cima / Yves Bonnefoy
30. El adivinador de hojas y otros poemas / Odysseas 61. Voluntad de la luz / Luis Armenta Malpica
Elytis
31. Las ventajas de aprender y otros poemas / Kenneth
Rexroth
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Colección
Muestrario de
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