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238 JUAN LUIS LORDA Algunos ejemplos de mortificaciones Qué campos de ‘moriificacién escogeremos? La mottificacién cubre todos los campos de la ascética que hemos visto. Sin embargo, la mortificacion mas grata a Dios es la que nos lleva a cumplir, por encima de nuestros gustos, nuestras obligaciones hacia Dios, hacia los demas y hacia la sociedad. Encontraremos un gran campo de sacrificios en cumplir con perfec- cién nuestros deberes; en exigirnos para vivir un ho- rario; en ser puntuales; controlar [a imaginacin para estar en lo que se hace; deshacer las excusas de la pereza que llevan a aplazar lo molesto; acabar bien los trabajos, hasta los Gltimos detalles; trabajar ‘0 estudiar con intensidad las horas oportunas, etc. En- tre los deberes para con los demas, también encon- \ | PARA SER CRISTIANO 239 traremos campo de mottificaci6n: ayudando a las personas con las que convivimos en sus trabajos en las tareas de la casa; estando sonrientes, aunque nos sintamos cansados; prefiriendo seguir sus gustos a los nuestros en los momentos de ocio (al elegir Ia progra- maci6n de la televisién o el plan de descanso); visi- tando a los familiares y amigos enfermos y a los que estén més solos; escuchando a quienes tienen deseos de hablar, ete. Un campo de mortificaciones muy importante es el que se refiere a la soberbia. Como se trata de la pasién més tenaz y més dificil de someter, muchas de nuestras mortificaciones pueden orientarse en ese sentido: evitar pensar en si mismo; cortando Ia ima- ginacign cuando vuelve sobre lo que hemos heco, 0 fantasfa, cuando nos sitia en el centro de un en- suefio; tomar la determinacién de no hablar de noso- {ros mismos si no nos preguntan; no disculparse si no es necesario; escuchar a los demas y evitar imponer- Tes nuestra ; no tomarse demasiado en serio y no recibir como ofensas las pequefias bromas de la vida familiar 0 social; no mirarse en el espejo més que para arreglarse, et ‘Una mottificacién muy ttil es la de la curiosidad, que es el afén de saber cosas que no tienen importan- cia. Esto lo podemos vivir en muchos campos: en el estudio, para centrarnos en 10 que debemos apren- der; en la conversacién, para no llenarse de chismes y murmuraciones sobre otros; al escoger nuestras lec turas, para no leer literatura demasiado fécil o sin ningan interés cultural y humano; en la informacién diaria, para no interesarse por noticias escandalosas, y frivolas, de fas que no se saca nada en claro. ‘Otro aspecto de la mortificacién es el que se refie- re a las preferencias en el trato. Evidentemente, hay personas que queremos més y tratamos mejor por 240 JUAN LUIS LORDA. motivos familiares, de amistad, de compaiierismo o de gratitud. Pero fuera de éstos, no hemos de admitir otros motivos de preferencia, sobre todo cuando vi- vimos 0 tratamos a muchas personas: compafieros de curso 0 de trabajo, colectivos, ete. Es normal que unos nos resulten més simpéticos que otros, pero no debe dar lugar a un tratamiento especial. A veces, por circunstancias muy superficiales—el aspecto, por ‘ejemplo— tendemos a tratar mejor a unos que a otros (...). Este modo de proceder es injusto y, a veces, ofensivo. Una buena pauta de conducta es la de tratar a los que peor nos caen con la amabilidad con la que nos sentimos inclinados a tratar a los que nos caén mejor. Encontraremos oportunidades de mortificarnos, en el terreno del desprendimiento. A veces, se puede —ineluso se debe— reprimir el deseo de adquirir algo o retrasar una compra porque no es necesaria. Otras, podemos prescindir del uso de algin bien por unos dias 0 en alguna circunstancia; por ejemplo, del co- che, y usar él transporte piblico; de la television, y Keer 0 conversar en familia. También es buena mor- tificaci6n regalar los pequefios objetos a los que nos encarifiamos; plumas, mecheros, estatuillas, tecuer- dos, simbolos, etc.; porque no es bueno permiti nuestro coraz6n se quede pegado a pequefios peda- zos de materia, que le quitan grandeza y libertad, 'Y un campo necesario es el de la sobtiedad: «El fa que te levantes de la mesa sin haber hecho una pequefia mortificaci6n, has comido como un pagano» (Camino, 681). No se trata de no comer, sino de ofrecer a Dios algo en las comidas. Puede ser comet © beber un poco menos (un vaso de vino, en lugar de dos); no quejarse de la comida; comer también lo que no nos gusta; no repetir del primer o segundo plato, © del postre; retrasar un poco el beber; no pizcar el PARA SER CRISTIANO 241 pan; no untar las salsas; no comer hasta que todos se hayan servido (que ademés es una norma de urbani- dad); no tomar nada entre comidas; no tomar licores 6 tal tipo de licor; etc. Evidentemente, no hay que hacer siempre todas estas mortificaciones: ni siempre Jas miismas: nuestro ingenio y nuestro amor de Dios nos llevatén a escoger algunas por una temporada y luego cambiarlas. Las mortificaciones en las comidas nos introducen en el campo de lo que son las mortificaciones corpo- tales; los sactificios que ofrecemos a Dios mortifican- do alguna de las tendencias de nuestro cuerpo. En este campo como en todos, hay que vivir la modera- ci6n, pues no se trata de causar un dafio «Por la abstineicia, hay que extinguir los came, no la came», advierte San Gregorio Magno G. vil) (Moralia, 20, 41,78). Tampoco debemos caer enel extremo contrario y estar siempre pendientes de nuestra salud, de nuestro estado de fuerzas 0 de éni- mo. La experiencia demuestra que el cuidarse dema- siado hace més débiles a los hombres y, en cambio, uun poco de exigencia y de austeridad es una de las mejores garantias de iongevidad. Hay que usar de cierta dureza con el propio cuer- po. Los deportistas tienen experiencia de que sin un poco —a veces, mucho— de esfuerzo, de fatiga, de dolor, no mejoran sus marcas; y ese esfuerzo y fatiga y dolor no sélo nos les daiia la salud —si es con medida—, sino que la mejora. También San Pablo utiliza este ejemplo: «Todo el que toma parte en una competicion atlética se abstiene de todo; y ellos para alcanzar una corona corruptible; nosotros, en cam- bio, una incorruptible. Ast, yo corro, no como a la ventura, lucho no como quien golpe al aire, sino que castigo ti cuerpo y lo someto a servidumbre, no sea 242 JUAN LUIS LORDA. jue, habiendo predicado a otros, yo sea reprobado» i Cor 9, 25-27), Dentro de ia mortificacién del cuerpo esté, por ejemplo, Ia de Ia postura. Podemos ofrecer el no estar tumbados o medio echados en las butacas; pre- ferir asientos més duros 0 inemodos; sentarse pro- curando estar rectos; a veces, no cruzar las ro (todo eso, ademas de suponer un sacrificio, suele ser beneficioso para la columna vertebral). Otra mortifi- cacién es la del suefio. Es un aspecto necesario de que hay que cuidar: en general, no es menos de siete horas y es preferible it ocho, aunque hay casos particulares —ana minoria— que necesitan més 0 les basta con menos. Hay que dormir, pero es una excelente mor- tificacién levantarse con puntualidad, cuando nos Ila- man o suene el despertador, sin concederse unos minutos mas en la cama, que siempre dan lugar a desérdenes (llegar tarde, arreglarse mal, etc.). Otra mortificacién correlativa es la de acostarse puntual- mente, sin entretenerse haciendo cosas sin importan- cia. También puede ser la de preferir un echo duro (sta ha sido una mortificaci6n sana y muy habitual en la vida de los santos); no usar, a veces, almohada, ete; sin embargo, no debemos hacerlo de tal modo que no podamos descansar bien, pues Dios espera mucho de nuestro trabajo durante el dia. Otra buena mortificacién es 1a de ducharse con agua frfa, 0, por lo menos, no siempre con la tempe- ratura que resulta més grata. Como se ve, se trata siempre de practicas que no perjudican la salud, pero que nos cuestan un poco; sirven para hacernos mas duros, para someter el cuerpo a la disciplina del espi- ritu y para ofrecer un sacri . San Bernardo exclamaba: «que se avergiience el miembro flojo de estar bajo una cabeza coronada de espinasm, refirién- | I i PARA SER CRISTIANO 243 dose a que, siendo nosotros miembros de Cristo, que hia muerto en la Cruz, no podemos ser blandos. (Ser- mén 5, en la fiesta de Todos los Santos, 9). Y se puede leer en Camino: «No me seas'flojo, blando. Ya es hora de que rechaces esa extrafia compasién que sientes de ti mismo» (Camino, 193). En la historia d lesia tiene mucha tradici6n el ayuno. A partir del siglo TI, hasta bien entrada Ja Edad Media, se ayunaba dos veces por semana, co- miendo una sola vez, a la caida del sol, Tiempos especiales de ayuno eran las visperas de las fiestas (esta prdctica ha durado hasta este siglo), y los «tiem- pos fuertes»: Adviento y, sobre todo, Ia Cuaresma. Restos de esa préctica tan popular entre los antiguos ctistianos son los ayunos que la Iglesia prescribe para Tos dias de Migrooles de Cenizasy Viefnes Santa, en que se toma s6lo una comida normal al mediodia y algo de alimento a la mafiana y a la noche. ‘Ademés, se han utilizado muchas otras mortifica- ciones corporales. Santo Tomas Moro solia llevar debajo de sus ropas de Canciller de Inglaterra una camiisa aspera, de pelo de cabra, como penitencia. Santo Domingo y San Francisco de Asis usaban dis- ciplinas (pequeiios latiguillos) y en muchas reglas de 6rdenes mondsticas y congregaciones se prescribfa el uso de cilicios; los usaron Santa Teresa y San Juan de la Cruz y muchos otros religiosos y laicos. Se ban también cuando se hacian ejercicios espirituales. No hay que pensar, sin embargo, en instrumentos de tortura, ni en las practicas exageradas que, a veces, han Iegado a formar parte del folklore popular (fla- gelantes, etc.). Los santos siempre han vivido y reco- mendado vivir estas penitencias con moderacion. No se deben hacer penitencias extrafias 0 muy severas sin, antes consultar al director espiritual. La penitencia que Dios nos pide se ha de conere- 244 JUAN LUIS LORDA. tar, sobre todo, en Ia infinidad de pequefios detalles, qué mejoran nuestro servicio a los demas y nuestra entrega a Dios, Pero esto lo hemos de tomar en serio. sconocer Ia exigencia con Ia que el Sefior habla: «Si el grano de trigo no muere, queda infecundo» (In 12, 24); «Si alguno quiere venir en pos de Mi, nigguese a sf mismo, tome su cruz cada dia y sigame> (Le 9, 23). ‘Todas estas moitificaciones, y muchas otras que descubriremos, nos llevarén a dominar de verdad nuestro cuerpo, a reparar por nuestros pecados y por los de todos los hombres, a identificarnos con Jesu- cristo en Ia Cruz; y a amar a Dios libremente. Con todo el coraz6n, con toda el alma, con toda la mente y con todas nuestras fuerzas. 22. AMOR A LA IGLESIA El sacrificio de Cristo dio lugar a una nueva Alian- za sellada con su sangre (cfr. 1 Cor 11, 25;Le 22, 20; Hebr 9, 15). ¥ esa alianza constituy6 un nuevo pue- blo de Dios, un'nuevo culto y un nuevo sacerdocio. El nuevo pacto habfa sido predicho por Jeremias para los tiempos mesidnicos: «He aqui que vienen dias —ordculo del Sefior— en que yo pactaré con la casa de Israel una nueva Alianza; no como la alianza que pacté con sus padres cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto; ellos quebrantaron mi Alian- 2a y yo los rechacé —oréeulo del Sefior—. Sino que ésta seré la alianza que yo haré con la casa de Israel, después de aquellos dfas —ordculo del Sefior—- pon- dré mi fey en su interior y la escribiré en sus corazo- nes y yo seré su Dios y ellos seran mi pueblo» (ler 31, 31; 31, 39; Hebr 8, 8; 10, 16).

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