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Las crónicas de Indias, a caballo entre el texto histórico y el texto literario, ofrecen

testimonios singulares del proceso de descubrimiento, conquista y colonización del


continente americano. Aunque casi todas ellas parten de una visión providencialista
de la historia (Serna: 2010: 252) y, asimismo, todas aspiran a constituirse en docu-
mentos de autoridad (en tanto que se dirigen a los reyes con la intención de obtener
algún favor o pretenden convencer, en el viejo continente, de su visión sobre el Nue-
vo Mundo), cada una de las crónicas muestra una percepción de América particular y
se enuncia en una forma textual y expresiva distinta. Son muchos los esfuerzos que
se han realizado por categorizar y agrupar las crónicas y, también, por definir su na-
turaleza o tipología textual (Mignolo: 1982: 1); sin embargo, la crónica de Indias es
un tipo textual que, a mi parecer, se debe esencialmente a su época y que, además,
se caracteriza por su idiosincrasia. Algunas crónicas se escribieron en el terreno, en el
mismo momento de la exploración del Nuevo Mundo; otras, en cambio, después
(desde la memoria); y otras, incluso, sin haber viajado allí nunca. Del mismo modo,
se escribieron en diferentes fases del proceso de colonización americano e, igualmen-
te, en diferentes partes de su territorio. Sus autores –conquistadores, soldados, reli-
giosos, funcionarios o historiadores oficiales– tenían diferentes profesiones, creencias
y cometidos en la conquista, y, sobre todo, diferentes objetivos. Por ello, tanto sus
intenciones comunicativas como las visiones plasmadas en sus textos, aunque coinci-
dan en referente, época, receptor y temas, no pueden sino divergir. En este sentido,
los discursos cronísticos varían y podemos hallar, si atendemos al análisis realizado
por Beatriz Pastor en Discursos narrativos de la conquista (1983), un discurso de tipo
mitificador en Cristóbal Colón, un discurso del fracaso o desmitificador en Núñez Ca-
beza de Vaca y, por último, un discurso de la rebelión, en Lope de Aguirre. Por otra
parte, en el breve análisis realizado por Bravo-García y Cáceres-Lorenzo (2013), ha-
llamos un discurso de corte militar o conquistador, con Hernán Cortés, y un discurso
de corte evangelizador, con fray Toribio.
En esta línea comparativa, procederé, a continuación, a cotejar los discursos cronísti-
cos de tres autores dispares: Colón, Fernández de Oviedo y Núñez Cabeza de Vaca,
con el fin de poner luz en algunas de sus analogías y disimilitudes.

El Diario de a bordo de Colón (1492-93) inicia la tradición cronística de las Indias con
un discurso idealizador, redactado en un tono de sorpresa y admiración. En él se en-
salza la naturaleza en clave religiosa y estética y, en clave también moral, la figura
del indio. El diario del primer viaje es un texto cuyo fin no es la escritura de memo-
rias, o la descripción tenaz del Nuevo Mundo, sino informar y reportar a los reyes ca-
tólicos, tal como estos solicitaban (Mignolo: 1982: 59). Su tipología es problemática
en cuanto que se trata de un diario que presenta elementos de carta y cuya expresión
de autor es doble, puesto que el original se extravió y se dispone solo de la transcrip-
ción realizada por Las Casas. Su lenguaje es limitado y su expresión monótona; el
texto se halla plagado de hipérboles, superlativos y términos exaltadores. Aunque se
trata todavía de un texto de descubrimiento, y no de conquista, Colón elabora ya un
documento que, simplificando en exceso la realidad y superponiéndose a ella, trasla-
da una imagen de las nuevas tierras propicia a su explotación y, por otro lado, un re-
trato de sus habitantes favorable a su evangelización. El navegante, más allá de la
alusión a lo indescriptible (en clave admirativa), no hace ningún esfuerzo examinador
por integrar la complejidad de lo que se le presenta. Más aún, encubre, deforma y
superpone a la realidad, a modo de palimpsesto, sus previsiones: la prefiguración del
Nuevo Mundo y el imaginario asiático de Marco Polo que ya conocía (Pastor: 1988:
59). El espejismo asiático-medieval de Colón describe el fenómeno por el que Colón,
en lugar de descubrir el nuevo continente americano, identifica y verifica el hallazgo
que había deseado y previsto de antemano: el de las costas orientales de Asia y, más
tarde, el del mismísimo paraíso terrenal.

El Sumario de la Natural Historia de las Indias (1526) o la Historia general y natural


de las Indias, islas y tierra firme del mar océano, de Fernández de Oviedo, son textos,
de voluntad descriptiva y compiladora, bien distintos al diario de Colón, ya que abra-
zan la complejidad americana y, asimismo, se apoyan en la observación y descripción
detalladas (e incluso en las ilustraciones). "Fernández de Oviedo es el primero que
emplea el vocablo "historia" en este contexto" y "lo hace con plena conciencia de la
actividad historiográfica que emprende" (Mignolo: 78). El autor es un hombre letrado,
de vocación naturalista y de elevadas aspiraciones; conoce las corrientes intelectuales
de su tiempo y, a diferencia de Colón, ya empieza a representar el espíritu del Rena-
cimiento. Así como la raíz del pensamiento colombino es esencialmente teocéntrica y
profundamente medieval, la obra magna de Fernández de Oviedo es un obra que, a
pesar de insertarse en el providencialismo cristiano de la historiografía, muestra un
corte más bien antropocéntrico y renacentista. Nótese que Historia general parece
apuntar incluso a los proyectos de compilación del conocimiento y de sistematización
del saber dieciochescos. Fernández de Oviedo fue, además, uno de los primeros cro-
nistas que, a diferencia de Colón, partió "de una visión directa del Nuevo Mundo y no
de lecturas asimiladas o creencias a priori" (Serna: 2010: 254), lo que lo sitúa en la
base de un conocimiento empírico e inductivo modernos. El Sumario fue considerado
la primera historia natural del Nuevo Mundo y la primera etnografía y antropología de
Mesoamérica; sin embargo, el espíritu humanista de su autor se hallaba –al igual que
el de otros cronistas españoles– al servicio del expansionismo del imperio colonial es-
pañol y al de sus propias –vinculadas– ambiciones. Por esto, y por su visión providen-
cialista de la historia, su observación empírica resulta inevitablemente sesgada. De
ahí que, en el discurso de Fernández de Oviedo, la observación minuciosa de la fauna
y la flora contraste con el juicio moral sobre el comportamiento de determinadas et-
nias indígenas: "éstos que son flecheros [...] comen carne humana, y son abomina-
bles, sodomitas y crueles" (F. de Oviedo: 1950: 113). Así como en la descripción de
la naturaleza, Fernández de Oviedo mantiene la alabanza colombina –en tanto que la
alabanza de la naturaleza americana es una prolongación de la alabanza a Dios (Ser-
na: 2010: 255)–, respecto a la descripción del indígena, el buen salvaje colombino
hallará, en el Sumario, un fuerte contrapunto, por las alusiones, en un tono morali-
zante, al canibalismo, al demonio o tuyra, a la sodomía y a las borracheras de los in-
dios.

Finalmente, el retrato de los autóctonos encuentra su trazo más realista y humano


con Núñez Cabeza de Vaca, en Naufragios (1542). Estas singulares crónicas, narradas
en primera persona, relatan el sufrido periplo de los pocos supervivientes de la expe-
dición de Pánfilo de Narváez (1527), cuyo fracaso "llevó [a Cabeza de Vaca] a vivir en
situación extrema durante 8 años": a padecer hambre, frío y maltrato físico, e incluso
a ser esclavizado (García Sierra: 2005: 288). Cabeza de Vaca relata los hechos acon-
tecidos y describe los detalles del contacto y la convivencia con diferentes indios ame-
ricanos, además de su experiencia del territorio y la naturaleza americanos. La visión
de Colón y la observación de Fernández de Oviedo, discuerdan sensiblemente con la
experiencia de Álvar Núñez. La tipología de su texto, asimismo escurridiza, oscila en-
tre lo cronístico y lo ficcional y, aunque se inserta en el circuito oficial de las crónicas,
no está alineada con los objetivos expansionistas. Cabeza de Vaca es un soldado que,
debiéndose a su propia supervivencia durante años, pierde el interés por la conquista.
En comparación al discurso mitificador de Colón, "la América de Álvar Núñez ya no es
un mito" (Pastor: 1983: 213), todo lo contrario: la experiencia del fracaso es desmiti-
ficadora. La naturaleza –embellecida e idealizada en otras crónicas– es, en los Nau-
fragios, hostil, salvaje e inhabitable. El relato épico o de éxito se sustituye por la na-
rración de los sufrimientos (narración que también podemos encontrar en el Colón del
cuarto viaje) y por el discurso de la toma de conciencia. En cuanto a la relación del
cronista con los indios, en Naufragios hallamos –en lugar de posicionamientos mora-
les– diferentes y detalladas descripciones para cada circunstancia de contacto. Cabe-
za de Vaca, intuitivamente, hizo uso de técnicas propias a la antropología moderna:
observó a los autóctonos que fue conociendo, se adaptó a cada una de sus costum-
bres y guardó memoria de sus particularidades. En Naufragios, el colonizador y el co-
lonizado recuperan su igualdad y medidas naturales, en el encuentro individual y bru-
talmente desnudo, alejado del centro de la conquista. En este sentido, Naufragios no
solo muestra la cara desmitificada de la conquista, sino que, además, despliega un
profundo criticismo en lo que al tratamiento de los indios atañe. Por ello, es un texto
fundamental para la comprensión de la colonización americana.
BIBLIOGRAFÍA

• Bravo-García E. y Cáceres-Lorenzo, M. (2013). "La expresión de los cronistas de Indias en el contexto


de la mentalidad renacentista", en XV Encuentro de Latinoamericanistas españoles (pp. 1094-1102).
Madrid: Trama editorial

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• Nuñez Cabeza de Vaca, A. (2000). Naufragios. Madrid: elaleph.com.

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