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SMOKE

por Alejandro Ojeda Abi-Saab


agalma@adinet.com.uy

Smoke, el humo, el cigarro, Cigarros fue como se la tradujo, pero deberíamos


también hacer hincapié en el humo, ese humo que hoy encontramos representado, en las
cajillas de cigarros, publicitando la muerte que se nos avecina, la mía o la de mi vecino.

¿Hoy ya se han es-fumado los tiempos en que el bolero, con la entonación erótica de
la voz y de la música nos incitaban con aquellas bellas estrofas cargadas de sensualidad y
excitación?: “fumar es un placer sensual... dame el humo de tu boca... el humo
embriagador... que quiero morirme de placer...”. No lo creo. ¡Nos atraen las herejías!
Aunque Auggie exclame: Hoy el tabaco, mañana el sexo.

Hoy, sin embargo, deseo compartir algunas ideas con ustedes en otra dirección,
Smoke, el título de la película, entre otras cosas, evoca una metáfora de temporalidad. El
cigarro se consume, es una pulsación. El cigarro es la repetición de la pérdida en cada resto
de colilla. Goce oral. Reiteración de pequeñas muertes, día a día, en cada pitada, la braza
nos consume. Consumir consumiéndonos.

Goce olfativo. El humo en nuestra boca, absorbido, degustado, exhalado. Humo que
envuelve, neblina que sofoca, humo traidor que nos delata. Símbolo del tiempo efímero y de
una nada, signo de la vida que se es-fuma. Se refiere “también a la forma en que el humo
puede oscurecer las cosas y hacerlas ilegibles. El humo es algo que nunca está fijo, que
cambia constantemente de forma. De la misma manera que los personajes de la película
cambian cuando sus vidas se cruzan. Señales de humo... Cortinas de humo”, nos dirá Paul
Auster.

Es verdad, hay cambios, sin embargo uno siente una detención, un congelamiento, así
como el tiempo que no se detiene y sin embargo como el humo que desaparece igualmente
deja ese peso y esa sofocación en los ambientes cerrados, ese humo que queda suspendido en
el aire y prendido a nuestros cuerpos aunque ya no lo veamos, ni dibuje sus conocidas figuras
geométricas, es un tiempo vivido, de otra especie.

La película nos muestra y simboliza ese mundo obsesivo que de distintas formas se
puede convertir nuestro diario vivir, pues nos refleja y nos hace respirar –más allá de las
acciones- la carga de muerte, de existir sin vivir obsesiva, más allá a que estructura
pertenezcamos. La histeria irrumpe a través de algún personaje secundario, pero sin
posibilidad de incidir en esta maquinaria infernal, quedando, a su vez, atrapada en la misma.

Todas las escenas y escenarios giran alrededor de un punto central, podría agregar:
fálico, tanto por lo que allí se vende como por el local mismo. Es un local de venta de tabaco
-en sus diferentes presentaciones- un estanco. Auster hace el punto medular de ese estanco;
significante, éste, interesante, pues etimológicamente refiere a lo estancado y alude también
al “sitio donde se venden los géneros estancados”. Sin embargo en inglés a diferencia del
español cuenta con dos significantes diferentes uno que refiere a lo hermético y otro distinto
para el lugar donde se vende el tabaco. Desconozco si Paul juega con estos diferentes
significantes y sus posibles significaciones en español. Aunque igualmente, aún sin saberlo él
conscientemente, pueden estar en juego.

Paul es un escritor inhibido –en su acción literaria- desde el día que muere su mujer –
alcanzada por una bala accidentalmente- hay un duelo, un dolor, inexpresable. El otro
protagonista capital es Auggie, el encargado de atender el negocio. Paul es un cliente que irá
trabando amistad con Auggie. Pero ¿quién es este Auggie? Tomemos una charla entre el dueño
de la empresa –Vinnie- y él, pinceladas, éstas, que nos darán una idea.
V. ¿cuánto tiempo llevas trabajando para mí?...
A. No sé. Trece, catorce años. Algo así.
V. Es bastante absurdo, ¿no crees? Quiero decir, un tipo como tú.
¿Por qué quieres conservar un trabajo sin futuro como éste?
A. No sé.
V. Mierda. A estas alturas deberías haberte casado... estar instalado en alguna
parte, tener... hijos, un buen trabajo.
A. Una vez estuve a punto de casarme.
A. Mi único amor verdadero.
V. A mi me suena como otra de tus historias.

Auggie se bosqueja como alguien muerto en vida, sin anhelos, sin deseos. Aunque ese
amor del cual habla tal vez no es una más de sus historias inventadas, ese mundo imaginario
en el cual se sostiene sin sacarlo de su detención. Esa amada se casa con otro cuando él se va
a la guerra, perdiendo un ojo en una pelea con su marido, luego a su regreso intentan
retomar pero cada vez que iban a tener relaciones: “yo empezaba a pensar en aquel
agujero en su cabeza, aquella cuenca vacía con el ojo de cristal. Un ojo que no veía, uno
ojo que no derramaba lágrimas. En cuanto empezaba a pensar en eso,... se ponía todo
blando y chiquitito.” Aquí, hubo un giro en su vida, esa privación en lo real lo torna
impotente en otros aspectos.

Ahora bien, de este diálogo pasa a otro en el cual me deseo detener, pues hay un
corte de esta secuencia y un salto en las imágenes, pasando a otra diferente a la anterior
aunque enlazables; aquí se empieza a desplegar lo medular. Paul descubre que Auggie saca
fotos y el hecho es que le pide para verlas. Y cuál no sería su sorpresa, mayúscula, cuando
comienza a mirar los álbumes fechados año a año, donde cada foto, a su vez, en la esquina
superior derecha tiene una pequeña etiqueta blanca en la que pone la fecha del día
correspondiente.

Dejemos hablar al texto:

P. Son todas iguales


A. Exactamente. Más de cuatro mil fotografías del mismo sitio. (...) Cuatro mil
seguidos haga el tiempo que haga. Por eso no puedo cogerme vacaciones nunca.
Tengo que estar en mi sitio todas las mañanas. Todas las mañanas en el mismo
sitio a la misma hora.
P. Nunca he visto nada igual.
A. Es mi proyecto. Lo que podríamos llamar la obra de mi vida.
P. Asombroso. Sin embargo no estoy seguro de entenderlo.
A. (...) Al fin y al cabo, es mi esquina. Sólo una pequeña parte del mundo, pero
también allí pasan cosas, igual que en cualquier otro sitio. Es un documento de mi
pequeño lugar.
P. Es más bien abrumador.
A. Nunca lo entenderás si no vas despacio, amigo mío. (...) Apenas miras las fotos.
P. Pero son todas iguales.
A. (...) pero cada una es diferente de todas las demás. Tienes mañanas luminosas y
mañanas sombrías. Tienes luz de verano y luz de otoño. Tienes días laborales y
fines de semana. Tienes gente con abrigo y... gente con pantalones cortos y
camiseta. A veces son las mismas personas, otras veces son diferentes. Y a veces
las personas diferentes se convierten en las mismas y las mismas desaparecen.
La tierra da vueltas alrededor del sol y cada día la luz del sol da en la tierra en un
ángulo diferente. (...) Ya sabes lo que pasa. Mañana, mañana y mañana, el
tiempo avanza a un paso muy lento.

Una fotografía sigue a otra: el mismo lugar a la misma hora. Siempre las saca de la
esquina opuesta a la de la tabaquería, registrando siempre la fachada de la misma. Como
vemos la palabra misma y siempre se repiten una y otra vez. En lo diferente lo mismo para
que advenga lo igual, esa es la constante.
Es casi un ritual, intento frustro de exorcizar a la muerte. Auggie fotografía la
ausencia, ¿cuál? La de él. Pues mientras está apretando el botón de la cámara él no se
encuentra detrás del mostrador, él se salió del cuadro. Pero sin embargo no cambia de
posición subjetiva, todo lo contrario, no pasa a ser un fotógrafo, el acto en sí no lo hace, sino
escuchemos la respuesta a Paul cuando le dice: Así que fotógrafo... Bueno, no exageremos.
Hago fotos. Encuadras... y aprietas el obturador. No hay que echarle cuento. Por eso él no
cuenta, ni es necesario ver, hasta podría hacerlo cualquier otro en su lugar o una máquina
con un dispositivo determinado lo podría hacer por si sola. Sin embargo necesita estar ahí,
¿por qué?, porque es un acting-out donde se pone en posición de no ver pero sí de ser mirado
por las cosas. Y esta mirada se torna incastrable dejándole totalmente ciego y las
consecuencias quedar fuera de foco.

El ve pero no sabe desde donde es mirado. Él tampoco sabe que con su gesto intenta
enmarcar una falta, la intenta fijar. Es capturar en ese instante ese objeto ya no como falo –a
ese santuario de falos degustados por nuestras bocas- sino como aquel que se soporta desde
un agujero, pero para Auggie se transmuta en un vacío al cual él se identifica. ¿No es el
sarcófago en el cual pasa sus días? Todo lo que pasa delante de él es aleatorio, es el desecho
de la obra, y ¡justamente son las personas las que pueden pasar e interponerse en la
trayectoria entre la cámara y el local! El ataúd es lo permanente.

Este tiempo del instante lo deja en suspenso en su movimiento, esas imágenes


guardadas sin ningún propósito es capturar la vida y dejarlas presa, vidas sin sentido, nada
sabe de aquellos que pasan por allí por casualidad y quedan en esas imágenes registrados, ni
siquiera hubo una intención de hacerlo, son imágenes sin significantes ni imaginarios, por eso
no son fotos que él desee exponer, él las calaveriza y las guarda en su tumba. Sólo los
números de fechas vacías las acompañan en su morada, pues no hay ni lo afectivo del
recuerdo cuando uno sí sabe quién era el muerto. Son epitafios sin nombre. El único que
llorará ante una de ellas será Paul, al ver a su amada Emma yendo camino a su trabajo. Para
Paul hay una pérdida, para Auggie una necesidad de borrar toda pérdida. Si todo está muerto
y él está muerto, entonces no hay ninguna pérdida. Él como sujeto no participa, es si acaso
un ojo, pero un ojo con la cuenca vacía, como aquella cuenca vacía –ominosa- que tanta
inquietud le producía. “Un ojo que no veía, un ojo que no derramaba lágrimas.”

Hay un automatismo de repetición, donde los detalles cambian, pero a su vez nada
cambia. Es casi el paradigma de nuestros tiempos llamados post modernos, sin duelos y con
mucho consumo; y entre lo que más consumimos es el de las imágenes. Por eso angustiarse y
llorar es casi un atentado al cuál hay que medicar. Auggie es el nombre de una metáfora, la
metáfora de cómo los seres hum/an/os, podemos ser proyectos y obras humo. El psicoanálisis
como síntoma de una época nace por el humo. El humo de la razón nos volvió ciegos –me
viene a la memoria la novela de Saramago-, tenemos ojos para no ver nada dirá Lacan.
Frase fuerte, pues ya no estamos en el tiempo de la razón estamos en el tiempo de los ojos.

Una lucecita de subjetivización surge hacia el final de la película, al menos en un


análisis habría chance de que así fuera, si deponemos los ojos para poder ver. Auggie y su
cuento de Navidad relatado a Paul – ¡de este cuento nacerá el guión para la película! En él
narra de cómo consiguió su cámara, poco importa si el hecho ocurrió o no, igualmente le
creemos cuando dice que fue verdad, pues es verdad en relación a su fantasma el cual él
desconoce. El marco es esa anciana ciega que simula tomarlo por su nieto y él le sigue el
juego, ambos necesitan afecto esa Navidad, la cámara surge de un robo compulsivo1 -irrumpe
en la escena haciendo un corte en la trama- más que de un deseo... Ese ojo mecánico que
mira pero no ve lo ha atrapado ¿Y a nosotros?

1
No es menor que la encuentre en el baño, goce anal y escópico son complementarios.

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