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MANUEL || La ROJAS || muchacha intrusa* Llaman “afuerino”, en mi pais, al hombre que va “‘de afuera” a trabajar a alguna parte. Aqui soy algo parecido, un “alien”, un afuerino, un individuo que viene desde ‘América del Sur, que es mi caso, o desde cualquiera otra parte, que es el dé: nruchos otros, a ganarse los frijoles. Gracias a que soy un “alien”, me quitan de mi sueldo ‘un 30%, Si-fuera nativo, me quitarian bastante menos. Eso se:llama, creo, paname- ricanismo 0 good neigbor; se inventan muchas combinacignes de palabras, pero el income-tax es el income-tax: garrotazo y tente tieso, sobre todo on el good neighbor. Pero, en verdad, eso:rio me importa mucho. Hoy es un dia de principios de primavera y miro por la ventana hacia los prados y jardines de la universidad. Pronto florecerén las azaleas. Las hay en todas partes, y en los momentos, los raros momentos, en que, proximamente, haya sol, las orillas de las calles y los jardines pareceran iluminarse con flores, tan deslumbrantes son sus pétalos y tan violentos sus colores. Enseguida vendran los rododendros, que alcanzan tamafio de Arboles, y Iuego las rosas. Cuando me vaya de aqui, la ciudad estaré perfumada, de un extremo a otro, con sus rosas, unas rosas que duran hasta muy entrado el invierno, con sus azaleas y sus rododendros. Los arboles estaran como ahora, verdes, Ilenos de millones de hojas; parece que no dejarén caer ninguna, ‘tantas tienen. Si, viene la primavera. En estos dias aparecerdn, saltando y piando sobre el césped, los primeros robins. En la alta noche me parece ofr, desde la cama, los gritos de los gansos silvestres que vuelan hacia el norte. Cuando se vaya la lluvia y venga el sol, me iré, me iré hacia el sur, mi mugriento y triste y hermoso sur. Peto eso esta ya decidido y no me preocupa. Vendran las azaleas, los rododendros y y las ‘rosas y los robins y el sur no se movera de donde esta. Lo que preocupa es lo Iefdo en el diario de hoy. La historia es, mas o menos, asi: una muchacha caminaba por una calle de la ciudad, una muchacha americana de umos trece afios, uma nifia, gorda, quizd demasiado desarrollada para su edad, humilde ademés, hija de un ma- trimonio. de trabajadores, pareja mal avenida y semialcoholizada. La muchacha iba por una calle‘de la ciudad y un hombre que pasé junto a ella conduciendo un automévil, al parecer un vendedor viajero, pues no es de aqui, la vio, la aprecié y quiso detenerse, P i 1 . 1a aprecié y qi * Del libro inédito Memorias de un afuerino. pero no podia estacionarse en ese lugar y hubo de seguir; dio vuelta a la manzana y se acercé de nuevo a la chica y la invito a subir. —¢Para dénde va? ;La evo? Nunca ningiin hombre se le habia acercado y jamas se imaginé que un hombre que condujese un automévil como aquel, se le acercaria y la invitaria a subir, ofreciendo levarla a donde iba. (Qué pasaba o qué habia pasado? Su existencia en la mala casa que sus padres ocupaban en una de las salidas de la ciudad, las peleas y borracheras, el concepto que tenia de si misma, gorda, mal vestida, sin educacion, la habjan con- vencido de que ningiin hombre haria lo que ese hacia en esos momentos. Algo habia ocurrido). A la tercera vez que el hombre hizo el ofrecimiento, subié al carro. (Quizd las cosas no eran como habia pensado. Imaginé alguna vez que su destino la pondria en manos de un mexicano o de un puertorriquefio, a lo sumo en los de un obrero ‘como su padre, pero el hombre que conducia ese automévil era un blanco, estaba bien vestido y limpio y hablaba un correcto inglés). El diario dice que el hombre convers6 con la muchacha, le pregunté quién era y quiénes eran sus padres y después, Ilevandola a un lugar solitario, la violé. (Ella, Por supuesto, no tomé a mal lo que sucedia: quizé estaba dentro del cambio que sos- pechaba haber ocurrido). Luego el hombre la llevé hasta cerca de su casa, se despidié diciéndole que lo esperara, que pronto volveria y que de nuevo pasearian juntos. (Y ella agradecida, se fue para su casa). El hombre, claro esté, no volvié mas. EI diario no dice gran cosa de lo que pas6 desde ese momento hasta aquel en que una voz femenina pregunté por teléfono, en una fraternidad estudiantil, si estaba alli Jim. “Jim? ;Cudl Jim?” “Jim”, afirmé la voz femenina, sin agregar apellido alguno. Habja alli varios muchachos de ese nombre y se Ilamé al que estaba mas préximo. El joven atendié el teléfono, oyé que una mujer le decia que queria verlo, pero no reconocié a quién hablaba y corté la comunicacién. La yoz femenina llamé al dia siguiente: “;Estés ahi Jim?” Esta vez habia otro Jim y éste no era como el del dia anterior, éste dijo: “Bueno, gdénde?, za qué hora?” y fue y se encontré con la muchacha, la muchacha gorda y sin gracia, mal vestida y sin educacién, pero fresca, carnuda, con grandes caderas y grandes pechos, la muchacha que habia esperado que aquel hombre volviera y que, aburrida de esperar y en la certeza de que aquel hombre Ja habia subido de condicién y dandole derecho a alternar con gente mas considera- ble, Ilamaba a la fraternidad. Este Jim, ni tonto ni perezoso, hizo con la muchacha lo mismo que el hombre del automévil habia hecho (y la muchacha, ahora con mayor razén, segiin le parecia, se fue a su casa con la certidumbre de que algo seguia ocu- rriendo: primero un hombre con un automévil, ahora un estudiante de universidad, ser predilecto en esta ciudad en que casi todo vive a la sombra de la casa de estudios; ya era tomada en cuenta, ya no era un cero a la izquierda, una nulidad). Desde ese dia en adelante, y cada vez que la chica llamé, hubo a mano un Jim, dos, tres, siete, o un Tom o un John. Y el asunto habria terminado ahi o un poco mas adelante, cuando los muchachos se hubiésen aburrido de la chica, si una noche, uno de ellos, tal vez con unas cervezas de mas en el cuerpo, no hubiese tenido la idea de meter a la muchacha en los dormitorios de la fraternidad, en donde, siguiendo un orden que el diario no especifica, varios jévenes tuvieron que ver con ella. (No era Ia primera ver que algo semejante ocurria en el mundo, pero, que se supiera, jamés habia ocurrido en una fraternidad universitaria, mucho menos en la de una universi- dad de este pais.) Pero no fue asi: Ia muchacha, acusada por su propio padre, fue levada ante un juez. Alsuien, que la conocia, la vio entrar a la fraternidad y fue y se lo conté al padre, quien la interrog6, le dio unas cachetadas y Ia levé al juez. Con mas experiencia, olia algo. La nifia, conciente de su nueva condicién, orgullosa de ella, conté todo y el juez casi murié de la sorpresa. “; En una fraternidad? ¢En el lugar més puro de la universidad, alli donde sélo van los escogidos, los rectos, los virtuosos?”. La muchacha sabia ahora los nombres y apellidos de sus amigos y los dijo y el juez volvié a sentirse mal: dos © tres de los jévenes pertenecian a muy buenas familias de la ciudad. ,Qué hacer? Hizo lamar a varios de los jévenes y en lugar de los jévenes se presentaron varios abogados: zqué pasa? El juez no supo qué més hacer y remitié los antecedentes a las autoridades universitarias. El diario dice, sin embargo, que la universidad no tiene manera alguna de castigar a sus estudiantes: puede echarlos o no echarlos y nada més, pero gpor qué? (Ademés, cada muchacho representa una suma en dolares nada despreciable y gqué sucederia si las universidades se dedicaran a echar a los alumnos a causa de muchachas estipidas y por pecados que, en principio, no tienen nada que ver con los estudios ni con la universidad misma?) Asi estan las cosas. Yo me siento avergonzado, como si el hecho de trabajar en una universidad cuyas fraternidades aparecen tan sucias como un campamento de peones o la pieza de un conventillo de alguna capital de América Latina, me comprometiera 0 rebajara mi dignidad y la de 1a azaleas, la de los robins, de los rododendros y de las duras rosas. Tan sélo unos meses atrés, y como si este pais fuese cualquier pais y no uno elegido por Dios, mataron aqui al presidente, no una vez sino varias, ya que la televisién transmitié varias veces al dia la escena de su asesinato y las del asesinato de Oswald, cometido por el judio Jack Ruby. Y ahora esto, zAd6nde he venido a parar? ;Este es el pais que pretende ser el Arbitro del mundo de nuestros dias? Tan avergonzado como intranquilo, en cuanto la clase esta en condiciones de ofrme pregunto a los estudiantes, entre los que hay varias mujeres, si estén enterados de lo ocurrido, Si, estén enterados: no se habla de otra cosa en la universidad y en el pue- blo. Ahora bien: quiero que ustedes escriban una pagina o dos o las que gusten y digan sinceramente, lo que piensan de esto. Este sera el trabajo de hoy. Pueden empezar. Vuelvo a mirar por la ventana, Tal vez hoy no Iueva. 2Qué pensaran y dirdn ‘estos estudiantes? Hay entre ellos dos mexicanos y un coreano, pero la mayoria son nati- vos, aunque uno o dos sean hijos de espafioles. Tengo confianza en algunos, me parece conocerlos, pero otros me son desconocidos, parecen indiferentes a cualquier asunto moral que no les concierna y s6lo se intercsan por sus estudios, su trabajo, sus notas, el dinero, las muchachas o los muchachos. Espero, y en cuanto empiezan a sonar los timbres, recojo las composiciones. Gracias. Hasta luego. Y me voy a mi oficina y empiczo a leer. Y veo que el total o casi el total condena los hechos, aunque con suavidad, sin comprometerse demasiado. De todos, s6lo hay dos “papeles” que llaman mi atencién: uno me alegra, el otro me entristece, aunque mejor seria decir que me enfurece. EI primero es de un joven que, segiin conté un dia en clase, va en los veranos a tra- » bajar a Alaska, a una de las islas de las Aleutianas: el verano es agradable alli, hay gente curiosa, mucha con apellidos rusos, y él trabaja en un almacén que compra y vende lo que ofrecen y lo que piden. Condena con dureza lo ocurrido y asegura que en la ciudad suceden cosas peores que las que sefiala el periédico; de pasada habla de un médico del pueblo que ha sido deténido, acusado de practicar abortos, y que se ha defendido diciendo que deberian reconocerlo como uno de los benefactores del pueblo, ya que ha atendido, en esos menesteres, a varias jvenes de la mejor sociedad. Bien, muchacho, bien. El altimo trabajo que leo, ya en la tarde y antes de irme al departamento, es el de una muchacha, Esta muchacha es hija de uno de los profesores de la universidad y se llama Margaret, Diana o Susan, da lo mismo. Es muy hermosa, de buen trato y baila muy bien. Se adivina, se sabe, mejor dicho, que nada le interesa mucho, ni los estu- dios, ni los muchachos, ni el baile: sélo le interesa el éxito. Estudia mucho porque quiere salir bien en los eximenes; tiene buen trato porque a la gente le agrada més una persona que tenga buen trato y baila bien porque es mucho mejor que bailar mal. Sélo se casard cuando esté convencida de que su matrimonio sera un éxito. Al tér- mino del primer trimestre, y como su trabajo final tenia dos o tres fallas, le di una B. Al dia siguiente, mientras arreglaba unos papeles, llegé a mi oficina. La hice sentar y me dijo: —Usted me dio una B, profesor. Quiero decirle que hasta este momento usted es el primero que lo hace, En todos mis trabajos y cursos he recibido siempre una A. Le expliqué que su trabajo tenia unas fallas, esas que habia sefialado. —Si —me dijo—, pero ésa,no es una raz6n para que me haya dado una B. —Si usted se interesa mucho por las aes, le daré una, pero, como hacerlo ya? Los papeles deben estar en la oficina correspondiente. —Yo sé cémo hacerlo, profesor. Y, en efecto, lo sabia; tal vez lo ha hecho otras veces. Me trajo una solicitud y la firmé, la llevé, trajo su papel, borré la B y puse la A, explicando ahi mismo que se trataba de una equivocacién. La llevé, volvié, me dio las gracias y se fue. 2Qué me importa que alguien quiera sacarse slo una A? Témala. Te sacarés mil aes, pero al final serds lo que en verdad eres: una B, una C o una F. Bueno, esta muchacha que baila tan bien, que es tan linda, que tiene buen trato y que es tan buena estudiante, dice lo que de ella se puede esperar: que la muchacha, aquella muchacha, esa nifia violada por un vendedor viajero, disfrutada, separada- mente, por unos estudiantes primero y al final por varios en una sola noche, es una intrusa, ¢Por qué tuvo que venir a meterse a la universidad? Los jévenes no tienen culpa alguna, fueron inducidos por ella, esttipida muchacha que no sabe distinguir entre un estudiante y un hombre comin. No hay que hablar mas de eso, hay que defender la universidad. ;Por qué preocuparse tanto por una nifia de esa especie? Al terminar de leer, ya ha oscurecido. Anochece muy temprano aqui. Me iré. Recojo mis cosas y salgo. Ahi estén los arboles, los prados, los jardines, pero, la verdad, ya no importa mucho el que broten o no las azaleas, que se abran o no los botones de los rododendros y que Ileguen o no Ieguen los robins, Ademés, parece que los pes- ticidas estan acabando con ellos. Los ornitélogos pasan tristes tardes, tan triste como la mia, esperando la vuelta de los pajaros. Segin Rachel Carson, las primaveras de este pais seré cada vez ms silenciosas. No me extrafia nada,

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