Vous êtes sur la page 1sur 12
46 Liliana WEINBERG GLAUDES, Pierre y Jean-Frangois Louette, 1999. L essai. Paris: Hachette. Gomes, Miguel. 2009. “Prétogo” y “El ensayo hispinico” en La realidad y el valor estético. Configuraciones del poder en et ensayo hispanoamericano. Caracas: Editorial Equinoccio- Universidad Simén Bolivar: 9-48, KORHONEN, Kuisma, 2006. Textual Friendship. The Essay as Impossible Encounter. From Plato and Montaigne to Levinas and Derrida, Nueva York: Humanity Books. Maris, Javier. 2011. “La ausencia y el azar”, entrevista con Guillermo Altares, En: Babelia, suplemento de El Pais. Madrid, 07/04/2011. MONTAIGNE, Michel de. 2004, Les Essais: Edition Villey-Saulnier. Paris: PUF. En linea en: http://www lib.uchicago.eduiefis/ ARTFL/projects'montaignelessais. NAVARRO REYES, Jestis. 2007. Pensar sin certezas; Montaigne y cl arte de converser. Madrid: FCE. PANICHI, Nicola. 1994, La virti eloquente. La “civil conversazio- ne” nel Rinacismento. Urbino: Montefeltro. RICHMAN, Michéle. 1987. “Forword”. En: Bensmata, Réda. The Barthes Effect. Minneapolis: University of Minnesota Press. Sar, Juan José. 1999. “La cuestién de la prosa”. En: La narracién-objeto, Buenos Aires: Grupo editorial Planeta-Seix Barral: 55-61. SARTRE, Jean-Paul. 1943. I ser y la nada: ensayo de omologia fenomenolégica (tt. Juan Valmar). Buenos Aires: Losada SEGOVIA, Tomés. 2000. Resistencia. Ensayos y notas 1997-2000. México: Universidad Nacional Auténoma de México. 2011. Digo yo; ensayos y notas. México: FCE. En linea en: tomassegovia2 blogspot.com. Seduccién y argumentacién: la invencién del lector de ensayos ‘Maria Elena ARENAS CRUZ Sinopsis.- EI ensayo no nace de la nada, sino que es ef resultalo de la sintesis genial, en una forma expresiva original, de muchos elementos formales que ya estaban presentes en las clases de textos didéctico-argumentativos del sistema literario vigente 4 finales del siglo XVI. Asi, no son exclusivos del ensayo rasgos ‘como la presencia del yo, que personaliza fos asuntos tratados, "1 el estilo llano o conversacional, ni el libre fluir del pensamiento, ni Ta argumentacién ni la dimension dialdgica, entre otros, Sin ‘embargo, el ensayo se aparta de la epistola, la misceldnea, la iglosa 0 el dialogo humanista porque al combinar todos estos ‘elementos en una forma singular (discontinua, digresiva, cm? orden siempre se esté decidiendo) disefta a la vez un nuevo tipo de lector, un lector al que no se pretende ensenar una verdad 0 convencer de una idea 0 persuadir para que cambie de actind desde la atalaya del saber (por eso en muchas ocasiones no ¢ previsto 0 tenido en cuenta a la hora de establecer las premisas de Ta argumentacién), sino un lector al que por reconocérsele idémica libertad de pensamiento ¢ idéntica subjetividad para opinar, a menudo se le desmontan 0 critican sus creencias Y valores. Algunos de los mecanismos de seduccién argumentativa que el ensayista va a emplear para disefar este nuevo lector, que no solo va a saber seguirlo por tos meandros de su discurso, sino que va a hacerlo porque a cada paso se siente desconcertado, sorprendido 0 espoleado a pensar por si mismo, son los que intentaré determinar en el estudio que presento. 48 Marfa Elena ARENAS Cruz El lector capaz descubre a menudo en los escritos ajenos otras perfecciones que las que el autor ha puesto y advertido en ellos, y les presta sentidos y aspectos mas ricos (Montaigne, Ensayos 123: 157) ‘Antes de empezar me gustaria sefalar cual fue ol origen del estudi que presento, Cuando fui invitada a paricipar en este volumen, hacia aftos que mis investigaciones estaban alejadas de lo que en ni juventud haba acaparado toda mi tenn, ete, a tora de ensayo, Para ponerme al da, empect a eler critica relacionada con el emt pero conforme me adenaba por tales means de id asalt6 una pregunta: se leen todavia ensayos? A la vista de los catélogos.editoriales, constantemente renovados, podemos pensar que, si se editan, es que se leen. Pero, ;quién compra y lee hoy ensayos? La pregunta encerraba coe socioléyieo no desteiabe, pero To que am me interesaba a ito conocer el tipo de persona (si joven o madura, si con buena pesicon eeonémica © no, ide eultua alla o medi, et, canto averiguar qué condiciones o eapacidades suelereunie quien decide at un bo de ensyosy no deseara seguir eye as poss Un camino para encontrar una respue retrotmese en el tempo y volver a mids baci os genes de esta peculiar clase de textos, con ol fin de averiguar si se puede determinar alguna diferencia sustancal entre el lector dsetado bev por Ws Enna de Montagne leo uc cpa Ica textos argumenaivos similares a Tox ensiys, exo cs, iloyos, miscelineas, esl, lasas 0 dicunos, En est ido, no estar de mis ecoda, sigue someranent, que el istema de clases de textos argumentativos vigente a finales del siglo XVI solo se entiende en el marco del gran proyecto de Fenovacién educativa que habian llevado a cabo los primeros humanists, proyecto vineulado al redeseubrimiento del individualidad y'de ta Retoriea, La divulgacion de. suberes cientticos, literarios, histricns, morales 0 eligiosos se habia convertido, a lo largo de todo el siglo (y el anterior), en una Procdad para satisfiers ness de nev lector elo y curlono que considerate conoimiaio como una manera de far lyon us pelas sunatnins peronales (na spoce, ot lag uiltipicn, portant, la La invencién del lector de ensayos 49 jnformacién interesante (obtenida en los libros antiguos o resultado de los avances cientifico-téenicos y de la expansién geografica del momento), que se pretende hacer llegar al mayor nimero de fectores posible. Para conseguirlo, los humanistas parten de una premisa bisica: el hombre esti engastado en el mundo de. los sentimientos y de la opinién, no en el de las abstracciones logicas, univocas y ahistéricas. Su ambito propio es el tenguaje comin y teotidiano, que no procede de la ratio, sino del ingenium, por lo que fs indeterminado, versatil, sujeto a Ia metéfora, a la ambigitedad. Esta imprecisién del lenguaje es, sin embargo, una de sus ventajas: como dice Emesto Grassi, permite responder adecuadamente a las distintas interpelaciones existenciales con que se ve confrontado el hhombre conereto en un aqui y un ahora determinados (1986: 45- 83), Este punto de partida es el que leva a los humanistas a ‘abandonar los métodos de ensefianza que habian sido desarrollados por la Escoléstica (basados en la légica y en Ia presentacién Kistematizada de los conceptos) y a actualizar las téenicas de seduccién argumentativa atesoradas por las antiguas Retérica'y Dialéctica, estrechamente vinculadas en el plan de los studia humanitatis (Kristeller 1951; Garin 1966). Mientras la Dialéctica proporcionaba los argumentos, la Retdrica servia para expresarlos } garantizar su efectividad persuasiva y comunicativa. El ideal de Tormaci6n integral del hombre se aleanzaba, por tanto, a través de ta unién de la razén y de la palabra. Sapiencia y elocuencia caminaban juntas (Prior Garcia 1994: 84-85) en una reforma pedagégica que consideraba al hombre en tanto que ser fundamentalmente orientado a la convivencia eiudadana y la vida activa en sociedad (Gatin 1973: 95-111). Estos ideales que acabo de esbozar son los que Ievan a los pensadores y divulgadores del momento a explorar y recuperar de la Antigtiedad aquellas clases de textos que ya habian demostrado su eficacia para influir de manera directa en el dnimo del hombre comin, Por eso escriben didlogos, miscelineas, epistolas, iscursos, glosas © comentarios, clases de textos argumentativos que comparten, entre otras, una caracteristica comin: estén mareados subjetivamente para dar la impresién de que los temas ‘son tratados sin dogmatismo, sin severidad doctrinal o sistemética, Fstos textos pretenden, segin sefiala Antonio Prieto, ser ‘estimonio de un comportamiento humano, de cultura civil, que 50 Maria Elena ARENAS CRUZ La invencién del lector de ensayos st Jectura profunda de los textos de Erasmo, Luis Vives, Alfonso de Valdés, Antonio de Guevara o Pontano, lo que en verdad se nos offece es un simulaero de didlogo. La polifonta o combinacién de voces o fuentes diversas no esté al servicio de ta biisqueda 0 indagacién conjunta, sino al servicio de una opinién o doctrina o Juicio ya cerrados (cuyo fundamento esti en las leyes de Dios 0 en lis de la Naturaleza 0 en las opiniones acreditadas por los iguos). Por tanto, la intervencién activa del receptor esti, en fealidad, limitada cuando no directamente vedada, Se trata, como Imuy bien vio el profesor Prieto, de “una forma de proyectarse lomocriticamente sin pérdida aristocritica™ (1986: 106). En los fexios de los humanistas, el lector es una instancia prevista soviologica y psicolégicamente, a la que hay que adaptarse para ‘onseguir persuadirla, y a ta que se le dejan muy pocas opciones Interpretativas (Eco 1979: 82). Esto es asi no por maldad o fivloritarismo, sino por ese ingenuo optimismo reformador del primer Renacimiento,empenado en la edveacién civil y moral del wonbre (un hombre cuya mente se considera una tabula rasa en la sie inscribir los saberes) 1 este contexto, {cual es 1a novedad de Montaigne? Hay AHhundantes trabajos dedicados a analizar la presencia en los Fwayos de muchos de los recursos de personalizacién que he Ta ficeién del ‘acaso’ que hace que Ia argumentaeién parezeit Silido, aprendidos por Montaigne en sus lecturas de los antiguos depender del fluir accidental de 1a conversacién o del libre (sobre todo de Platén, Plutarco o Séneca) y de la prosa humanista iseurtir personal sobre un tema, ete “ile su tiempo (Villey 1908; Tournon 1989). Sin embargo, hay al ienos dos rasgos que los diferencian y distancian de las clases de ‘Todos estos procedimientos estaban, por tanto, al servicio de |i iMlos de In época, y que ya llamaron la atencién de los primeros apariencia no dogmatica de la argumentacién, es decir, pretendian i gatas atclpaisetg cine ro que el lector se sintiera tenido en cuenta, que considerara que la 9.6 moralizador como el espiritu divulgador, y 2) el yo del pruebas que se aducian no le eran impuestas, sino que él mismo HW Se convierte en el centro indiscutble y tniea perspectiva del asistin aun debate interesante en el que, si quisiera, podia Uso; con quien el autor dialoga es consigo mismo y es ante si intervenir aportando sus propios puntos de vista. 40 Ante quien expone sus argumentos, pues, segiin reitera, lo Peto repirese en que he dicho apariencia no dogmética Detende es descubrir y construir su yo. Como consecuencia, la apariencia de perspectivismo, Como se desvela en cual stor hlonuia sedesatclin peas parece fn cuenta la presencia de un interlocutor que, en primera "Estoy hablando del primer Renacimiento, Mis alli estaba esperando Ia bit, resulta algo. innecesario © superfluo, El propio bray el dogmatismo fant, los instrumentos queen f segunda mitad signe apunta la posibilidad de que igualmente escribiria cuca Soars ale port Bato oral We nadie lo leyera o sus ensayos cayeran en elolvido. Y, sin Rfipn, La Retiro per a batll oipor a Raztn a Loh hiro, cuando explica por qué ha merecido ta pena la ‘mundo de To vzonable fue sti por mundo de To raciona (Toh umientos tan iiiles y 1990; Gs 19H6), Fepresentarme pau enifica la palabra del hombre en convivencia y participacién ciudadana” (1986: 109)'. De ahi que los asuntos tratados se personalicen y se busque logtar una apariencia de perspectivismo, de confluencia 0 confrontacién de diferentes puntos de vista, Para conseguir este efecto se desarrollaron muchos recursos, entre los que podemos recordar los siguientes: Ja estructura dramatica que enfrenta varias voces, a modo de Imitaci6n del didlogo real; Ja aparicién explicita del yo y del ni, pero no como entes Astacio, sino como personajes concrete, indvdualiados, ie ‘expresan sus opiniones, recuerdos, afecciones; Ja interpelacién al lector con _apéstrofes, exhortaciones, interrogaciones o su implicacién mediante aserciones formuladas ‘en primera persona del plural; Ia confrontacién de citas y fuentes de autores diversos; la incorporacién de facecias, cuentos y dichos populares. pari animar y entretener; 2 Maria Elena ARENAS CRUZ otros, me he representado en mi, con colores ma que antes tenia” (Ensayos II 18: 1003). Pero, cémo es este lector amigo en el que esti pensando Montaigne? ;Cuél es, segin la terminologia moderna, el lector modelo (Eco 1979: 73-95) 0 lector implicito (Iser 1987: 55-70) Previsto 0 construido por el texto ensayistico y que va a ser capa, de acomodarse, mediante el acto de lectura, a las demanda formales y significativas del mismo? Cuando Montaigne se Pregunta para quién esctibe establece tres tipos de lectores: primero estén “los doctos, a quienes pertenece Ia jurisdiccién libresca", que “no conocen otro valor que el de la ciencia, y no admiten otro procedimiento en nuestros espiritus que el de la crudicién y el arte”. Estos son los que te reprochan que confundas 8 los dos Escipiones o no conozeas a Aristételes, es decir, los que hoy lamamos especialistas. En segundo lugar, estin “las almas clementales y populares”, cuyo defecto fundamental es que “no Pereiben la gracia de un discurso sutil”. Segiin Montaigne, “esta dos especies ocupan el mundo” (Ensayos IL 17: 991-992), pero ninguna seria capaz de constituirse en el lector exigido por los Ensayos, Solo la tervera categoria, “la de las almas ordenadas y fuertes por si mismas” podria cumplir los requisitos exigidos por su eseritura; sin embargo, esta condicién “es tan rara que precisamente carece de nombre y de rango entre nosotros”. Y no Solo es rara o escasa, sino que, ademés, es propia de un tipo de lector “al que tocas en suerte”, de manera que, “es perder In mitad del tiempo aspirar a agradarle y esforzarse por ello” (Ensayow I 17: 992), La conclusion parece obvia: si ese lector de espiritu “fuerte y ordenado” es lo suficientemente libre como para decidir leerte, no leerte (le tocas en suerte), y lo suficientemente inteligente como para que en él no hagan mella los procedimientos escolares de Persuasién (pierdes el tiempo si pretendes agradarle), lo mejor es escribir sin tenerlo en cuenta, en dilogo contigo mismo, Esta conclusién aparentemente inocua, leva sin embargo implicita una carga de profundidad: al no adaptarse en todo punto al lector (al ontrario de lo que hacian los humanistas), el verdadero ensayiste le esti reconociendo idéntica capacidad para pensar, interpretar o nitidos que los 3 Jueyar, para contestar y refutar’. Se trata de un paso trascendental ‘on la historia de la transmisién de las ideas y, desde mi punto de Vista, el reconocimiento de estas capacidades en cl lector onstituye In fundamental diferencia entre las clases de textos Jrgumentativos de los humanistas y el ensayo moderno. Pero, sigamos nuestro camino y exploremos las peculiarida- dos de ese lector singular, infrecuente y exigente, dotado de un ima “fuerte y ordenada”. No ¢s fécil determinar el significado ‘oxoto que Montaigne atribuye a estos adjetivos, pero si rastreamos sus ensayos observaremos que un sintagma similar vuelve a syparecer en el dedicado a la discusién, donde apunta que “asi como uesito espiritu se fortalece mediante la comunicacién con euplritus vigorosos y ordenados, no puede decirse hasta qué punto plorde y deyenera por medio del continuo trato y Ia frecuentacién sue tenemos con espiritus bajas y enfermizos” (IIL 8: 1378; cursiva fla), Si la discusién es para Montaigne “el ejercicio mas natural y fiytifero de nuestra espirtu, lo es porque “ensefia y eereta a la or" (11 8: 1377-78), Por tanto, lo primero que podemos deducit fs que se figuraba un lector que leyera como él diseutia, un lector que estuviera dispuesto a aprender a ejercitar el pensamiento (es she, cl juicio como instrumento de indagacién dela realidad), Veamos la primera de las dos cualidades seftaladas. Que el Wien lector de ensayos deba ser fuerte 0 vigoroso implica Idontificar la robustez. con ta pujanza o energia para la accién, en ‘le caso, la accion de discutir: “Si discuto con un alma fuerte y un {Iyio justador, me hostiga Ios flancos, me provoca por la derecha y or In izquierda, sus fantasias realzan las mias. El celo, el orgullo, Wtension me empujany me elvan por encima de mi mismo” (i 1371). Debatir es, para los espititus fuertes, un juego que 7 isto es asi porque el ensayista no esti especialmente interesado en persuadir a Qnecor dea Sonerencs o vend eae, neta pin gue Ite, pa qe sar to modi coi 19 com Tio nc pede ex perdi Je on find de Pho, pars qu despa haga To qu ies con EE Tector Wie de suis reshaano, cui, sini» quer indieete, ioe el inico garam dismal dao, paca 9 Mj En est se diferencia eco deca les de textos también Aryumenitvos por dora dtc, abit o propseania ‘Mes a compli fia ste yi emia ee tuna vlcin fy vigorost, como €or se corpse en los sos unpton nase, NOx bast vigoosa noble no ex s4 Maria Elena ARENAS Cruz opiniones y argumentos que se le presentan. Montaigne es tan consciente de esta primordial condiciin del ensayo como estimulo intelectual que da pistas © hace guifios al lector para que esté atento, para que se esfuerce un poco mis, con cl fin de que, ademas de la argumentacién central, descubra y siga or su cuenta otras posibles fuentes para la reflexién personal, en concreto, la que puede surgir de los asuntos laterales, aparentemente marginales, germen inagotable del pensamiento auténomo: 1 clin istoris He esparlo ue no den pai, con I cuales, si alguien quiere exerts con ‘un poco de’ cae produce infos ensays! Ni ella [ls historia] nis cla ap linia sempre a servie de ejemplo autoridd 0 adoro. No le miro solo por el provecho que saco.de ellos Levan con freuenca, a margen de mi asia la semila dena malta rea y mis aude (Emapos 139: 34142) En definitiva, seré un lector fuerte aquel que, a partir de lo que se le oftece, se atreva a pensar més alld, sintagma que habria que entender no tanto como capacidad para engendrar ideas nuevas (rasgo que hemos de admitir esti solo reservado a unos pocos aay atte orzados” Ensayos Il 8: 1379-80), ‘Yo propongo fantasias informes ¢ indeviis(..] no on objeto de estabtecer 4a verdad sino pare buscarl (J. Tan aegpable y Hi como la aprobacién’ Ensayo 186.48 si teme el choque y sigue ‘sultan la condena consiste en intercambiar con denuedo y paciencia buenos y cficaces argumentos, capaces de activar el pensamiento del ‘oponente precisamente porque no se ajustan a lo esperado por el contrincante, Por eso afade Montaigne: “cuando me evan la contraria, despiertan mi atencién, no mi célera: me offezco a quien me contradice, que me instruye. La causa de la verdad deberia ser la causa comiin de uno y otro” (III 8: 1380). Como ef buen discutidor, que no se enfada cuando lo conttadicen, sino que considera el enffentamiento fuente de conocimiento y ejercicio para el pensar, el lector de ensayos vigoraso no dejard de leer lo que no se acomode a sus ideas, sino, al revés, esa contrariedad serk el estimulo para continuar la lectura y entablar ese callado didlogo que suele surgir cuando uno es eapaz de oponer una respuesta a las La invencién del lector de ensayos 35 vos privilegiados), cuanto como buena disposicién a Iwulourse y darle vueltas a lo que lee, con el fin de cuestionarlo. El Wor de ensayos es fuerte cuando se atreve a plantear él mismo Wi preguntas, a escribir otros ensayos con otras respuestas... De Wii {a tan comentada apertura del ensayo como texto que nunca \ significado, oro quizis lo mas interesante es que este modo de ler esta ‘ileance de cualquiera, No hace falta ser un especialista o un Wo, Para Montaigne, el lector (0 discutidor) vigoroso es luulon capaz de juzgar o debatir tomando como fundamento de jwerciones, no las autoridades, sino Ins interpretaciones Jonales de la realidad, es decir, las que estin determinadas por experiencia del yo". Recordemos que si “cada hombre comporta forma entera de la condicién humana” (Ill 2: 1202), cualquier {4g anccdético, cualquier experiencia personal concreta puede ser ii para conocer al hombre en general. Por eso, Lujn juicto vigoroso y elevado, y que juzgue de forma sana y segura, utiliza a manos Hlenas los ejemplos propios, igual que si se fiatara de una cosa ajena; y da testimonio abjertamente de si amo como de un tereero, Hay que pasar por alto estas reas jares de la cortesia a favor de la verdad y de la libertad (IIT 8: popu: 1406). Hi ensayista sabe que las cosas comunes siempre se miran a través Wel oristal de la propia conciencia y de las propias circunstancias, jue pueden variar con el paso del tiempo y las nuevas experiencias, jor (unto, para juzgar “de forma sana y segura” no olvida que el yo “el escenario de la experimentacién, en un proceso que Auerbach le objetivacién y cuyo resultado inmediato es la aceptacion ed or pon Iwlvios (1942: 265-91), Estos son siempre interpretaciones, por junto, parciales, subjetivas, sometibles a critica y discusién. Y esa ‘o procisamente la fortaleza que Montaigne pide a su lectores: que Ae itrevan a implicarse personalmente y a responder con un Heteicio de conocimiento del yo (al igual que ha hecho el autor), , jer cosa, y aun sobre aquella que ‘pigo libremente mi opiniGn sobre cualquier cosa, y ta ae super tal ver mi capacdad y que de ninguna manera comsidero de Juridiceién, Cuanto opino, lo opino admis para declarar a media de mi ita, no ht medida de ls conan” (Fnsayas I 10: 589). | | 56 Maria Elena ARENAS CRUZ que es el tinico que puede proporcionar testimonios acerca de si, «que seran igualmente falibles, opinables, contradictorios..., pero tan ltiles y valiosos (para aleanzar la verdad) como los dems tipos de argumentos, 0 quiz més. Se trata de leer sin renunciar a ese peculiar criterio individual que cada uno va construyendo a partir de las particulares experiencias del yo. En cuanto a la Gltima frase del fragmento citado, Montaigne parece advertir contra lo que hoy llamariamos el pensamiento débil, aquel que solo formula respuestas politicamente correctas “hay que pasar por alto las reglas populares de la cortesia”, nos dice, y buscar lectores que, como los buenos discutidores, antepongan la franqueza en la expresion y la biisqueda de la verdad a “la blandura del sonido ceremonioso de las palabras” (III 8 1379), Serdn, por tanto, lectores que vayan al fondo de la cuestién, que no se entretengan en las florituras verbales, sino que amien las palabras precisas, osadas, las tinieas capaces de tradueit el meollo del pensar: “Me gusta que, entre los hombres de bien, nos expresemos con valentia, que las palabras leguen hasta donde llegue el pensamiento” (III 8: 1379; cursiva mia). Como consecuencia, a un lector asi ejercitado, es decir, mis atento al contenido que a la forma, no hay que explicarle todo, pue es capaz de rellenar los huecos o elipsis que el escritor va dejando cen su discurso: “Yo pretendo que la materia se distinga por si misma, Ella muestra bastante dénde cambia, dénde concluye, donde empieza, donde se recupera, sin haberla de entretejer con palabras de enlace y de conexién, introducidas al servicio de los oidos débiles 0 descuidados, y sin haber de glosarme a mi mismo” (IIL 9: 1485). Porque Montaigne no escribe “para prineipiantes” (III 8: 1400), es decir, para personas a las que haya que instruir o censefiar; ni tampoco para las “almas elementales y populares” a las que hay que aclarar lo que se va escribiendo porque “no perciben la gracia de un discurso sutil” (II 17: 991-92). Bl lector vigoroso (0 por os ensayos habré de ver en su libro “mas lejos que la cligencia comin” (III 9: 1465), es decir, habri de leer entre lineas, suplir los silencios, entender las alusiones; “Eseribo mi libro para pocos hombres” (III 9: 1464), dige, que seri aquellos que La invencidn del lector de ensayos 31 sopan entender lo que meramente se sefala con el dedo (IIT 9: M10 or ltimo, es evidente que para cumplir estas condiciones de fortaleza, lo minimo que hay que hacer es no leer a ta Tigera, sino con detenimiento, empleando el tiempo preciso: “;Quién no prefiere no ser leido a setlo durmiendo o a la carrera?” (Ill 9: 1485). Montaigne reclama del lector su tiempo y su atencién; los censayos més extensos de la tltima parte responden a esta texizencia: “me he aplicado a hacerlos més largos, de manera que fequieran un propésito y un tiempo asignados. En esta ocupacién, fi alguien nose le quiere dar una simple hora, no se te quiere di hada” (111 9: 1486), Por tanto, en la consideracién de Montaigne, ta fortaleza tiene aqui un componente de resistencia, de trabajo y tplicacién continuada: el buen lector de ensayos seré aquel que fivepte emplear el tiempo requerido por el texto para desentrafar {oda su potencia significativa. Pero, pasemos ya al segundo adjetivo que Montaigne apliea a su lector modelo: ademis de fuerte 0 vigoroso, conviene que sea prdenado, De nuevo es el arte de ta discusién el ambito donde queda definido: No exijo tanto fuerza o sutleza cuanto orden, el orden que se ve todos los dias en los altercados entre pastores y entre mozos de taller, jams entre nosotros. [..] Su tumulto ¢ impaciencia no Tos tparta de su tema. Sus palabras siguen su curso. Si se anticipan e lino al otro, sino se esperan, al menos se escuchan. Para mi, se responde siempre més que bien si se responde a lo que digo (IIE 8: 1381-82) f] juicio ordenado no es, por tanto, el que exige que la forma se eee. gran orden prestablecido etérico, dialéctico © tscolistico”), sino el que evita la confusién y la extravagancia, el que sencillamente es capaz. de no perder el hilo central en uh Uecbate que, agitado por Ta pasién del momento, esté salpicado de jRecuédese en est sentido To dicho més arriba a propésito de ls historias @ aw: pareeen meros adorns o ejemplos, pero cn realidad son, sel lector est lento semillas "de una materia més riea y mis audaz” (Ensayos 1 39: 341 42), ' + Resordemos que nadie como Montaigne estaba mis en desacuerdo con los artticios formales do fa retdrica dominante (Ensayo 1 SU). 58 Maria Elena ARENAS Cruz imterrupciones, digresiones, alusiones, te. Este ordenado desorde) propio de las buenas discusiones es, desde mi punto de vista, el propio del ensayo como clase de textos. “a {Ordenado desorden? Permitaseme utilizar este oximoron para descriir, siquiera brevemente, la forma del ensayo, una de cuyas caracteristicas més repetidas es la fragmentariedad.. El ensayo no solo es un “fragmento de pensamiento”, como ta menudo se ha dicho, sino que también y en funcién de. lay fluctuaciones del pensar del escritor, es un texto en el que, de manera a veces imprevista, se suceden fragmentos textiles de verso tipo: citas, referencias autobiograficas, bosquejos. de Personas, escenas 0 lugares, confidencias, pequefias narraciones agaciones subjetivas, afirmaciones generales, argumenton, explicaciones, didlogos, poemas, etc, cuyas junturas y ensamblajes no siempre resultan perceptibles. Con todo, esta. articulaci evidente de fragmentos no puede llevamos a afirmar, como. ha dicho algin modemo teorizador, que el ensayo e5 "une nueva figura de pensamiento, hecha de piezas sueltas, acoladas, sin orden nf concierto; temps en ance de xperinenaion” (Cetera Gal ; Ouellette 1972; 13). Esta perspectiva tan posmode! implica despreciar el trabajo del inteleco ‘del mein aproximando la ausencia de un orden deliberado al mero desorden de Ia eseritura espontinea. A no ser que esté loco o esté iendo algo diferente a un ensayo, el escritor siempre establece una direccién, un sentido, un modo de pensar coherente, que unificaré la discontinuidad de los fragmentos". Esta direccion deriva o recibe su impulso, digamoslo sin rubor, del proposita argumentativo que preside todo ensayo, incluso el mas digresivo o impresonista (Arenas Cruz 199). este mi punto de vista, la tradicién retérica nos brinda instrumental tedico muy interesante par entender el nee qe rige el desarrollo del pensamiento en el ensayo. Me refiero ala ‘6pica, esa red de lugares comunes u opiniones verosimiles a partir de las que seleccionar las premisas de los argumentos” La topiea * Incluso el propio Montaigne afi -canalizar el flujo caprichoso de sus fintasias para qu MI rons a Sige dispersase (Ensayos I 18), a” ae ae el ee La invencién del lector de ensayos 59 ‘io siempre se hace explicita, de aht ta dificultad para analizar las ‘sructuras argumentativas de los textos ensayisticos, pero lo que ett claro es que el uso de la t6pica ya impone un orden peculiar, lun orden cuya principal caracteristica es que nunca se cierra, sino {que siempre se esté decidiendo. Determinado por Ia actividad de la pica, el pensamiento no se ajusta a un esquema, plan, sistema o modelo ya dados, sino a un proceso de “cristalizacién progresiva”, gomo muy bien vio Adomo (1958: 360). Por eso, para describir la forma de un ensayo, sobre todo la dle los mas fragmentarios, conviene tener en cuenta el movimiento tle bisqueda propio de la tépica y de la argumentacién. Cuando feste movimiento no esta sometido a la rigidez de los sistemas més Jiicos © escolisticos, fluye libre y el pensamiento se dispara uscando y atrayendo a su érbita todo lo que en ese momento es Valioso para establecer la credibilidad de la propia opinién 0 punto de vista. Los antiguos, que conocian Ia potencialidad imaginativa ile este mecanismo, lo asociaron con la creatividad y lo llamaron inventio. Desde mi punto de vista, la tépica como ejercicio intelectual de tanteo, de prueba, puede considerarse uno de los fesortes que determinan In sucesién discontinua de fragmentos de iliversos tipo en el ensayo; por eso Montaigne interpreté ta forma ide los suyos como una “marqueteria mal ensamblada” (Bnsayos IIL 9), Valdria igual la imagen de un eaftamazo o tapiceria en la que se ‘entretejen hilos diversos que mantienen entre si relaciones que pueden ser lbgicas, retéricas, accidentales © incluso absurdas y lubitrarias; en este cafamazo se suceden las consideraciones ‘marginales © imprevistas, se dejan colgadas y sin resolver ‘questiones planteadas sobre la marcha, o se amontonan y repiten Jas observaciones ya hechas. En todo caso, el autor nunca pierde de jsta la idea, opinién o juicio que desperté su reflexién y motive su Aygumentacién, por mis que esa linea principal a veces se pierda bajo el serpenteo verbal, Hay un ordenado desorden, como en las buenas discusiones. Montaigne ya se vio en Ia necesidad de fesponder a los reproches que se le hicieron en este sentido: “Es el lector poco diligente quien pierde mi tema, no yo. Siempre se fencontrari en un rineén alguna frase que seré suficiente, por mis eoneisa que sea” (III 9: 1484), Por tanto, volviendo al punto inventione 1118, 48) y Quiniliano Unstitutio Oratoria V 10 20-94), 0 la mis ‘modern de Poreinan y Ollnechts-Tyteca (1958), 60 Maria Elena ARENAS C) lena ARENAS CRUZ La invencién del lector de ensayos 6 abandonado mis arriba, el buen lector de ensayos, el lector de juicio ordenado, seri el que pueda readaptarse constantemente a tos impulsos errabundos de la reflexién que se le ofrece sin perder £1 hilo 9 dieesién de ta argumentacidn. Por eso leer bien un eS ecMae eon ee Jevtor fuerte y ordenado exigido por el ensayo porque, a pesar de SS ee ee cee (ue pueda resultar una paradoja, ya los antiguos sabian que para Ei Getinitifat de nis ied cae seducir a alguien primero hay que gustarse; dicho de otra manera, dctehicecaate se puede extraer Ia conclusidn jiura persuadir conviene no olvidar el elogio implicito de uno Seat Wyos no es una actividad pasiva, sino atenta y Blame" asada) ianatys jonermaor ie otto fundamentales; Harold Bloom apunta que una de las estrategias de iREIRPETRL eal oleae ase ee EL primer adjetivo: Montaigne para conseguir que sigamos leyendo es su astueia para aguantar, y con la valentia, atrevimient ve Ce ee para Wivear una méscara (2004: 155). Bfectivamente, pero es que Hl esgucio haaieivorauiare ine ee funmnascararse pata dar una cierta imagen de si es el procedimiento GASES Hane a oe {iis clemental del seduetor; por eso yo aftadiria algo més: quien abla eh lta categoria do lector earn cia a Jiolencle seducir no solo se inventa a si mismo, sino que consigue cabal tcatdbeneomdeaisconce a {quo cl otro, la persona seducida, 1a que atiende encantada a cada como se quejaba Montaigne, con fet 4 ( eyed 1117; 992), a cada palabra, también haga lo propio y responda gustosi a renters pea cual queda respondida ld in propuesta que se le esté haciendo, encarnando a su ver. el yo que FAtcoral hast il corige io Tae bs we le sugiere. Solo el lector que se deje seducir, aceptari a su vez correspondiente Lector Modelo no signit Sat Eco, “prever ef or inventado, es decir, aceptara encarnar el lector fuerte y correspondent Lesior Modelo no signin solo esperar qe ai widenado previsto por el texto y sewuir obedientemente los barely ace era Para constrirlo, Un texto no Awienndros (en sentido intelectual y formal) de la extraita propuesta sol se apoys sobre ura competent: también contibye Bal que se le hace. Montaigne reclama para 1) eames Como se sabe, las tres cualidades en las que, segin dleeta'iuventa rel. tint eee “Aristoteles, e! orador debia fundar el elogio implicito de si mismo, consis? Pics sacllancrie eae a Wy indscara para seducir, eran la phrénesis, la areté y la eunoia. liadan| nastier prosedeaieitey aa tactic Hormosas palabras antiguas que me permito traer a su memoria. La saamivacleceensn loleae luccién argumentativa que [phrdnesis era wna virtud intelectual de carécter prictico, la cualidad rentan este proyecto de lector modelo ie quien delibera bien y con inteligencia para intentar encontrar el ‘ci0n det receptor. De entre los muchos que se podrian citar, solo oy « mencionar los relacionados con el éthos del emisor, es decir, yn la imagen que el autor inventa de si mismo, Creo que son estos Jos que fundamentalmente repercuten en el disefio de ese tipo de Juerte y ordenadc 4 fuerte y ondenado que se encaoarsfelizmente a To largo de It Jénmiino medio o aceptable entre posiciones opuestas o complejas : ‘vez que un ensayo ha clamado pot (Arist, Retérica 1366b: 20-22). Tanto Montaigne como los leido. * 5 si ‘ymayistas posteriores no han perdido la ocasién de incluir en sus shemale zororimaré ete asunto dete ol dmbite do la RIS Jeslos advertencias encaminadas a dejar constancia de que su sistematizar procedimientos de sede: {jgumentacidn no es azarosa o incongruente, sino que es fruto de la w Yellexidn razonada, de la meditacién detenida. Y muchos, como oro dems, yt como carmen exp W. Inet hace as en su ela guhemos, se han esforzado en sopesar los pros y los contras de su fenomenol gio del proceso de letura, “el leer siempre se esforzar, ung nlorpretacion, han incluido otras perspectivas, quizds las mas Sao se cesses, for ent eh Fo tea eet vce cher Agrpando spares paningn qs, ch fies Incobarsasia 108 en gulando y proyectamos oH 111i) elogio ha de ser impleito porque en el caso de que fuera expicito pareceria 6 4 invencién del lector de ensayos a Maria Elena ARENAS CRUZ polémicas, 0 se han resistido a aceptar una solucién o conclusion ‘sisayos”, como sabia Montaigne que harian sus buenos lectores, que pudiera ser calificada de definitiva, Al no presentarse como do la seduccién se apoya en la disensidn, el lector vigoroso de ‘nico garante del sentido o de la interpretacién correcta del mundo, ‘eisayos entra en el juego de interpretar e interpretarse. el ensayista configura una cierta imagen de si, la del pensador La segunda cualidad es la areté o virtud moral, que implica razonable, prudente, ecudinime, imagen con la que seduce a la vex Hwnqueza, sinceridad, amor por la justicia y la verdad. En el que construye a un lector que a su vez debe aceptar y prestarse Wisayo, la sinceridad del sujeto de la enunciacién es una participar en un debate en tales condiciones de razonabilidad. Si en onvencion de la clase de textos, puesto que se postula la lugar de resultados concluyentes el ensayista ofrece modi res ‘oincidencia o identificacién entre el autor real, el sujeto de la considerandi (nuevos modos de mirar las cosas), como tan ‘Miuneiacion y el sujeto del enunciado, de manera que los datos inteligentemente proponia Ortega (1914: 38), el lector, que noe Jrovedentes de la vida del ensayista, de su intimidad, los que tin experto pero tampoco un “alma simple", se veri invitado riben su estado de énimo 0 nos revelan sus sentimientos, ete., “ensayar por si mismo” (ibid.) la opinién que se le ofrece; cerran ‘#8 tomados como verdaderos, El ensayista levanta la imagen de cl libro si no acepta que la phrénesis del autor lo emplaza a pensar Wi hombre que encierra la humana condicién, lo que permite que mas alld. ‘Who se pueda identificar o discrepar de él. Hasta tal punto esto es En este sentido, se da una extrafia paradoja: hay ocasiones en | que, como sabemos, una buena parte de su credibilidad se que la seduccién consiste precisamente en ‘no ser aprobado’ por el lard no tanto en los argumentos que esgrima cuanto en el lector, La insuficiencia argumentativa o la direccién ideolégiea wheter, en la honorabilidad, en la confianza que sea capaz de inaceptable o Ia afirmacién controvertida incitan al lector vigorasa: ‘esportar (Arenas Cruz 1997: 380 y ss). La seduccién tiene en este ‘a creer que puede y debe contestar a lo que lee. En ese precise Wilo un Componente morboso: nos gusta asistir al ofrecimiento momento, en ese segundo luminoso en que el lector es consciente jelvctual y personal del escritor, quien, en ocasiones, incluso se de su capacidad para generar respuestas propias, ya ha sid esuda mas alla de lo esperable, El lector de ensayos no puede seducido y seguird leyendo, puesto que, como dice Montaigne, sf ‘Wividarse de la personalidad que tiene ante si", lo cual de alguna nos Hlevan Ia contraria, no tendemos los brazos, sino las gata hort determina que acepte el reto de responder, también en (1379). Pues, ;no es la escenificacién de la discusién y el debate wiinera persona, a quien habla de si y desde si'*. uno de los mayores placeres del ser humano, tanto si porfiamos ¢Om En cuanto a la ewnoia es la tolerancia y respeto que el orador los demas como si lo hacemos con nosotros mismos?” Wifiesta hacia su auditorio; supone modestia, cortes La razén estriba, probablemente en condiciones propias Jerucin, supone no gritar ni exaltarse. En el ensayo es la los seres humanos, como la curiosidad, el deseo de aprender, construir y construirse. El hecho de que el ensayo sea un texto ql no offece {a iiltima palabra, que es una prucba, un tanteo, interpretacién posible entre otras, aviva en el lector dos acti Rg ec a ee Yo ene rena oe simulténeas: por un lado, se ve obligado a reconocer Ia pr SRF Gric et palabra enya aparece oi une sola vos en ol frnso ignorancia, las propias dudas y contradicciones, y a aceplar td de Adorn, para quien el ensayo es tora ol canto ex el obj, para paliarlas de alguna manera, debe también movi atone seo veneay ecarnents' eae (ChE AR REELS in Zell exlicd con pasin: "No me siento en compaia de wn Hiro, lado, toma conciencia de que es libre para pensar y deci mismo, para contestar, para atreverse a producir For mis que Adorno y, siguiendo su estela, la tori critica postestructuralista sie nw obra iteraria o de un tatado filoséfco, sino de un hombre que es mi 0, dun homie que me aconseja y consuela, de un hombre a quien a {que slienta y que vive junto 8 mi, un extranjero que ha entrado en mi hogar Quis Lukdes se rofeia a extaexperionela cuando subrayé ta impo No, no un extranjero, alguien que me parece tan proximo como un amigo" «ensayo de la “I intelectual como vivenoia yentimental” (1905: 23), (1900: 17-18) 64 Maria Bena ARENAS CRUZ La invencidn del letor de ensayos 65 estrategia mas efieaz para seducir al lector, que inmedi Peto vayamos ya terminando. Una vez resefiadas. las Percibe que no se le estin imponiendo, de manera autoritariy i lines y destrezas que debe reunir un lector para acomodarse a w opiniones como si fueran las ‘inicas verdaderas o viables, Wrigencias textuales y significativas de Ia clase de textos que se le esti argumentando para que las tenga en cuenta ef wis ensayo, lo que a continuacién resulta pertinente plantear, otras posibles'*. La ausencia de cualquier atisbo de autoritari ler ligeramente, es si puede decirse que tales capacidades dogmatico es lo que seduce al leclor de ensayos, que ae iguen hoy vivas 0 son titiles en las sociedades acometer con vigor la compleja lectura porque previamenle icadas ¢ hiperinformatizadas en las que vivimos 0, por el ensayista ha establecido con él esa relacién de intimidad inteleo! si los nuevos modos de emision y recepcidn de las ideas propia de quienes amigablemente conversan correo electrénico, sms) modificarén (0 ya lo han hecho Por diltimo, si hay un camino extraordinariamente eficaz Wilivamente) las cualidades intuidas por Montaigne para el seducir y, por tanto, seleecionar a ese lector libre y exigente que wr dle ensayos y que han permanecido casi invariables hasta la el lector de ensayos, ese camino es el estilo. No voy a detene lida, En principio, y tal como apunta la profesora Weinberg, en esta cuestion, que es una de las que més tinta ha hecho eo ins sociedad impersonal, acelerada y saturada de informacién pero si me gustaria destacar que muy pocos estudios han cenit Wl nuestra, el ensayo constituye en si mismo un desafio, pues su atencién en la funcién especificamente argumentativa que teh fe tiene ya mucha paciencia para ingresar a la experiencia las estructuras figuradas que aparecen en un ensayo". El hi eetual y vital que representa” (Garza Saldivar 2007: 284). De queda seducido por los hallazgos expresivos del texto no. 105 en cuenta las conclusiones a las que ha legado cuando le producen un placer estético, sino cuando percibe 4 lpholas G. Carr, en su tiltimo libro (Superficiales {Qué este gracias @ ellos, una idea ha quedado definitivamente iluminaddl Hiondo internet con nuestras mentes?), la situacion es mas grave. Por eso, a menudo es el estilo personal el que selecciona w 10 en tecnologias de la informacion y de la comunicacion lector vigoraso que no se queda en la superficie o en las mi ‘ye experimentos que demuestran que cuando navegamos por la formas, sino que sabe que “las palabras Hegan a donde leg lendemos a leer a saltos, horizontalmente, clicando cada cuatro pensamiento” (Ensayos Ill 8: 1379). iniios. Lo que, segin Carr, internet esta erosionando es nuestra Weidad de concentracién, teflexién y contemplacién™, A esta * Los mecanismos verbales para conseguirlo son multiples: empleo de Ys Peace oe ed cacao de opinisn (ere, considero..., matizados con expresions de dua cal Bar ls stencién en tarees casi simulineas (personas que (quizis, tal ve, ex posbte.): uso de Tarmulas de sugeonc (oe ano Hel correo, hablan por teléfono y eseuchan miisica a la vez. insimuar, propongo, me limitaré a indica...) y de eorex (permit ‘uyvellas que atienden una confereneia mientras tuitean o revisan perdineseme.j ocultacién del egocentrismo de la enunciacién maa, eriddico). Quienes han estudiado este fendmeno coinciden en empleo de expesons qu ivan aera Sentise parcpe eo Wmur que la multitarea paraliza, confunde, dispersa y crea See ee ee SS lodad (Vazquez 2011). Pero sobre todo, repercute en la 1997: 410-11). juninucion de la facultad para mantener una linea de pensamiento aria faa. snalizar como gran parte de ta eficacia persuasiva. de lenida durante un largo periodo. stgumentacién ensayistca esta en la combimacin de Ta na Hace unos meses Juan José Millés publicaba en un diario claridad, I aparenteespontanead de a pros, cont aera Biiuna ai $ constatar que, gracias a las recursos propios de 1a expresividad imaginaria; a metifora, la person oe! puna oa Seah

Vous aimerez peut-être aussi