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le 26. W. FRIEDRICH HEGEL a a Bao.\ PRINCIPIOS , DE LA FILOSOFIA DEL DERECHO oO DERECHO NATURAL Y CIENCIA POLITICA 7 die] TRADUCCIONY PROLOGO DE JUAN Luis VERMAL eae Facts Yoob2y nc de Pipe des Rc or ane in Some b Conds Diao de cab: Jt Sib Primera edicén: septembre de 1988 Segunde eign: getalee de 1999 © de a uaduccign y peslogo:Juen Luis Vernal, 1987 ‘© de a presente edcién: Pda, 1999 ‘Avda. Diagonal 519-521.08029 Bareelons Tel. 95 494,97.20 E-maikinfo@edhaeact epi rwwcedbatsce AW 02) ISN: 84-350-2704-K ‘Queda sgurunente pbs In utorenln ect “os abe el Copa, ajo ie atone seated co la je eprint al ee bap caus meio ‘le desribucion de cemplares de ola widen alguiee s penne pice Impreto por Romana Val S.A, ‘Verdagucy, 1, Capelades(Barcelons) Depésico legal: 8-38.504-1999 Impreso on Espeha NOTA DEL TRADUCTOR «4 Filosofia del derecho corresponte al timo perio- do de ta vida de Elegel, ef des estadlaen Bern y ta trina dif sién de su filosfia por toda Alemania, La protlemética politica y més precisamente lo que se refire« ta flosoffa dl derecho ha sido sin embargo una de sus primeras y mds persistenes preocupaciones. Aparece ya en sus primerosescitos'y es posteriormente un tema nur frecuente de sus clases. Apenas legado a Bertin, dita —en ef semestre del invierno de 1818-1819~ un curo sobre «Derecho natural y ciencia pollticay. El fema se epetira después en tres oca- siones (en las semestes del invierno dé 1821-1822, 1822-1823 y 1824-1825), siquiendo ya entonces el texto de la obra que pre- sentamos,editada en 1821 para acompafar a las leciones. Despus de 1825 no volvié a tratar esta materia ~probablemente por sus eligrosas implicaciones politcas hasta 1831, afta en que murié despuls de dar unas pocas dases. La Filosofia del derecho ocupa dentro det sistema un lugar espeeffico: corresponde exactamente al sespritu objetivo», segundo momento de ta filosofia del espirin, al que antecede el «espiritu absoluion y que deseriboca a su vez en el aesphitu absoluto», De «acuerdo con ese ondenamiento, esta obra es una versién ruucho més 1.CEG.WE Hegel, Politche Scien (Escrites politicos) editados por J Hlabermas, Subrkamp Verlag, Frincfore, 1966, especialmente el Syste se Silat (Sistemna dela tii) ed. Lavon, F Meine, Harbrgo, im presion de 1967, fay ed. cast, prepara por D. Negro Paro y L, Garia- Hlontova: El sisted la etided, Macid, Ed. Nacional 1962.) Aesarolada de los §§ 483 al 552 dela Enciclopedia de las cien- cias filoséticas. El texto utiizado para esta traduccion es el prepanado por J Hoffmeister (Hamburgo, E Meines, 1955, reimpreso en 1967), ‘qe se basa en el original edtado por Hegel en 1821 y acage las comecciones y depuraciones de las ediciones posteiores, realizadas por Gans (Berlin, 1833, t. 8 de la primera edicibn de las Obras Completas de Hegel, publiada por us dsepulos), Bolland (Lei den, 1902) y Lasson (3.*ed., Leipzig, 1930). Al testo de Hoffmeister le he adjuntado rucoamete los eagre~ gados (Zusitze) que figurabare en ta edcién de Gans? y aquél 4uitara por juzgalos poo files a Hegel. Estos wagregados» fueron atiadides por Gans, disdpulo de Hegel, quien declara habertos toma- do findamentalmente de cuadernos de apuntes de case de otros dos diseipulos —Hiotho y Von Griesheim= y en menor medida de notas ‘marginals del propio Hegel. La afrmacién de Gans de que etodo lo que allifigura proviene de Hegel», puede quiz ponerse en dis- ‘usin, pero la eliminacién de ls Zusitze no s6lo quitata a la obra referencias queen muchas casos hacen mds claro su sentido yu con texto, sino que ademds desfguraria la obra que se difundib en esta ediciin de Gans (reeditada en 1840 y 1854) y que en base a ella tuvo wna considerable repercusién (La Critica a la filosofia del Estado de Hegel de Karl Marx, por eemplo,contiene nume- rosas referencias a los agregados que resultarian sin ellas incom rensibles). Todo esto me persuadi6 a traducir ls aagregadoso, con ‘ta advertencia de que no provienen del texto original de Hegel. El lector tend que tomar a su cargo la cxestin de la fidelidad a su pensamiento, 2.Reimpeeso en la ein ficsimilar de ade 1833 publcada por F, Glock er, Statgat, 1927 (ed, 1964), 7. an En cuanto ala treduciém misma, las dfcultades de Hegel son conocidas,y las disclpas tambien, por To que prefer evitalas y remitirdivectamente al resultado, Sélo quiero sefalar que he trata- do de mantener al mazximo el rigor del lenguaje hegetiana, aun a cnt de era dneza idiotic. ges pros cos en ge to slonesresltabannecesramerte ambiguasspeca 7 = ail rgd os alr, Pl auc epliacin palabras yexpresones latinas —espeialmente rear camté con te amiss colaboran de Ezequiel de Ol «quien pro las notas que se sefialan con ls letra «On. Debo agradecerle tam- big sugerencias de orden general. SLY. NOTA A LA SEGUNDA EDICION demés de agregarle una introduccidn y una bibliogra- fa, he revisado minsciosamente la traducién e introducido diver- a8 comecciones, algunas simplemente de estilo, otras que tratan de climinar impreisiones 0 ambigiedades que hatian quedado en la primera ediién, publicada por la Editorial Sudamericana en 1975 yy hace tempo agotada, Espero que ast se hays logrado wna ver- sim atin mds clanay fel del texto de Hegel y coxfo en que se repi- tala buena acogida que ya tuviera Ia edicién anterior, | JL. Palma de Mallorca, junio de 1986 i Ll (COMENTARIO INTRODUCTORIO. egel ha polemizado con frecuencia conta las introducciones, en la medida en que representan un acer~ camiento exterior a aquello que sélo puede compren- derse siguiendo efectivamente el movimiento del conte- nido. Una introduccién a una obra de Hegel no puede pasar por alto esta indicacién y por consiguiente no pue~ de pretender facilitar la comprensién sino mis bien inci- tara una lectura que resulte lo més compleja y rica posi~ ble. Por ello no se intentari aqui mis que sefialar algunos de los muchos puntos en los que la Filosofia del derecho abre hacia direcciones problemiticas que tendrfan que set la labor propia de cada lector. Determinar el caricter de la Filosofia del derecho equi- _xale a determinar el carfcter que debe tener para Hegel una (Blosofia sprictical, la cual incluird en una sintesis muy pecu~ ar Io que tradigionalmente habia quedado reservado a la ética y a la teoria politica. Un primer acercamiento a su aleance y a su sentido requiere que se la site en el con texto del sistema hegeliano. Fsta no es una exigencia exter- na, guiada por el deseo de establecer correlaciones y ana logfas, sino que se basa en el concepto mismo de filosofia ~ de Hegel, que sélo puede alcanzar su verdad como sistema, es decir, como tna exposicin que en su culminacién mues- tre la necesidad y justiGcacién de su punto de partida. Bec tivamente, ste s6lo puede evitar su caricter arbitrario en la 14 medida en que exija desde si un desarrollo inmanente que finalmente lo recoja come la presuposicién recuperada de su propio despliegue. El comienzo es precisamente eso: ua comienzo, un salir de si que se mostrara, en cuanto tal, como ya siendo (sen sis) lo que su resultado mostrar en su despliegue. El desarrollo de este movimiento en su pura concatenacién categorial es el tema de la dé gicar, que va exponiendo el surgimiento de ks categorias desde su mayor cabstiacci6ne —ser en cuanto lo inmediato indeterminado~ hasta su mayor concrecién, es decir, la recuperacién total de presuposiciones, en el concepto y, finalmente, la idea absoluta, La exposicién es al mismo tiempo la exitica de la selativa inadecuaci6n de la categotiasrespectivas para con- cebir efectivamente la totalidad, es deci, para recuperar sus presuposiciones como momentos suyos, hasta legar en las figuras finales al cumplimiento del famoso programa sefia~ } lado en el Prefacio de la Fewomenolagla del epiritu: «Captar ? 4 ¥ expresar lo verdadero no como sustancia sino al mismo } | tiempo como sujetor. Estas breves consideraciones pueden | | servir ya para indicar hasta qué punto la idea de libertad en { el sentido de autodeterminacién constitye el motor inter | no del pensamiento de Hegél, que de este modo pasa en su \ sistema a desplegar las bases ontolégicas de un concepto aque ha guiado a toda la modesnidad, Diffeiente una dis- ccusion seria del concepto moderne de kibertad pueda pasar por alto una confrontacién con el pensamiento hegeliano, ante el que no cabe rehuir simplemente sus consecuencias indeseables. Peto si me tefiero agui a esta cuestin es sobre todo para sefialar que, teniendo la libectad este caricter fundamental para la totalidad del pensamisnte hegeliat6, esto coniitio- y a Fe 15 na ya su especial preeminencia en la Filosefla del derecho, que deberi ser, a su vez, un lugar privilegiado, aunque no dnico, de st exposicin. Esto se vera con mayor claridad si se con= sidera ~tal como se proponia— el lugar que ocupa en el sis tema. Efectivamente, tal como lo muestra su primera par- tla ldgica, la libertad es ya lo propio del concepto, peroyél concepto légico esta ain afectado de una ¢formalidade}de ‘una interioridad que seri la que requiera su exteriorizacién como: wainaestStado ugar al segundo momento del sis~ tema, Pero ate la interioridad de aque y la exterioridad de ésta, seré el tercer momento; expiry tk encargado de realizar la libertad. El espititu «es la idea que ha legado a su ser por siv (Enciclopedia, § 381), de este manera, en cuan- to ees desde la naturaleza», es la cabsoluta negatividads ‘que tiene que recuperarse asf como libertad, Por ello sla esen- ia del espiritu es formalmenté la libertads (Ene, § 382).Asi ‘pues, si ya el concepto era el movimiento de ponerse a si ‘como libre, la libertad ¢s un producto del espiritu mismo (ano es algo que existe inmediatamente en el espfritu sino. algo que debe ser producido por su actividade, Enc, § 382, ‘Age), que se determina asi como gautoliberacién» de.todas aquella formas que no correspondan a su concepto. El espi- ritu es manifestacién, no de un contenido cualquiera sino de sf mismo, es automianifestacion (Enc, § 383), y on este sentido, la sdefinicién suprema de lo absolut» (Enc., § 384). Esta suprema automanifestacién no la alcanza el espi- ritu inmediatamente, sino, en todo caso, en su tercera y dlti- ma fase, el espiritu absoluto..Las dos primeras fases, finitas, son las correspondientes al espfritu subjetivo y al espiritu objetivo. Este dltimo coincide temiticamente con la Filo sofia del derecho, con lo que se tiene wna primera determi- tN 16 cu sacién de su lugar sistemtico. Para hacerla mis precisa ser necesaria por lo menos una sucinta mencién de los pasos que recorre el espfritu subjetivo hasta dejarnos en el umbral de ese segundo momento, * Elcriterio del desarrollo del espiritu es su autoliberacién, y de acuerdo con él se isin constituyendo sus diferentes ‘momentos, que no intentan, por lo tanto, una reconstruc torica de sus figuras reales. La determinacién inme~ » diata del espiritu es el alma, que es el tema de la antropalo- sa En ella se expone el camino que aquélla recorre, presa de las determinaciones naturales, hasta aleanzar una rela~ cién con la corporeidad que le permite diferenciarse y enfientarse a la naturaleza como reflexién. En este enfren- tamiento se instaura la segunda dimensién del espfritu sub- {etivo, la conciencia, el yo, que se refiere a lo otro como si fuera algo dado, sin reconocetse a si mismo en él. La expo sicién y superacién de esta unilateralidad es el camino y la fenomenolegis, entendida aqui como parte del sistema y no como su introduccién general, En ella,Ja conciencia, tomo / certeza de si, inicialmente sélo formal y sin contenido, se eleva a us conciii, n aquealfomarse as mismo como objeto, el espititu sabe el poder de su propia interio-.- tidad como algo presente y efectivo en el ‘bjeton (Enc., § 417, Age). La pérdida de la subjetividad particular en el ‘movimiento del deseo y el reconocimiento hace que «la autoconciencia pase de su enffentamiento con la concie cia.a la unidad mediada con ell y se convierta de este modo en el conceto ser por sf del yoo hid), en la r226n. La razén 0 €s mas que el contenido propio del espiritu, que llega | asi a su concepto, que seri tema de la psicologia, En su pri- e mera aparicién, sin embargo, esti afectado de un resto de subjetividad que ain tient que superar. Esto se muestra en primer lugar en el wespititu tesrico», que parte ya de Ia iden tidad del saber y su objeto, pero en la medida en que la man- tiene en un nivel formal, la raz6n, aun siendo la frerza deter minante, no se sabe todavia como tal. Al reconocer esto ‘ltimo en un proceso similar al que se daba entre la concien- cia y la antoconciencia, el espiritu se comprende como sespi- ritu prictico» basado en la voluntad. Esta trataré de crearse “un mundo objetivo, pero séguird teniendo un caricter uni lateralmente subjetivo y mantendri su separacién del obje- to en tanto no identifique lo que qtiiera con lo propiamen- te racional. Esto s6lo seré posible si la voluntad libre tiene por objeto a Ja libertad misma: «A la idea de Ia libertad corres- ponde que la voluntad haga de sit concepto, de la libertad, su cotitenido o finalidad» (Enc., § 469, Agr.). De este modo se convierte en espirite objetivo, que «se construye un mun- do a su libertad, dando as{ a su verdadero contenido una existencia independiente» (ibid.). El meto espiritu prictico no es capaz de ello porque sélo concibe como fin una «uni- vversalidad abstractas, la felicidad, que no puede perder su exterioridad ante la particularidad de los impulsos y moti~ vaciones de cada individuo, por lo que sélo pueden unirse por medio del arbitrio, incapaz de perder su caricter con- tingente y de ser una verdadera mediacién con lo universal. El punto de llegada del espiritu subjetivo, «en el que el producto de la voluntad deja de ser meramente gozo y comienza a convertirse en acto y accién» (ibid.), revela pues el paso decisivo dado por Hegel y lo que caracteriza funda mentalmente a la Filosofia del derecho: uma filosofia prictica, en cuanto desarrollo de Ia idea de libertad, no puede plan- 18 tearse exclusivamente desde el Ambito de un sujeto libre que decide, aunque su objeto ya esté determinado de maneta formalmente racional, como en el caso de la ley moral kan- tiana. Asf se ha legado al punto en el que Ia voluntad deja de estar encerrada en la subjetividad autorreferente para determinarse en su objetividad. La libertad s6lo puede ser ” pensada en su realizacién en la sociedad y las instituciones, aque, lejos de ser una cuestion «técnica» para la voluntad moral, + constituyen el tinico campo en el que puede desarrollarse. Este es el punto desde el que parte la Filosofia del derecho y Jo que explica su comienzo mis o menos inmediato con la nocién de voluntad. En efecto, a realidad del espiritu, «en ‘cuanto existencia de la vasuntad libre es el derecho» (Enc, § 486), que sin embargo no debe tomarse en un sentido limi- tado, como realidad juridica sino de modo abarcador como Ia existencia de todas las determinaciones de libertad> (ibid). Las breves consideraciones anteriores sefialan ya el carécter especifico de la teorfa prictica que desarvolla Hegel en la Filosofia del derecho, que tendra que hacerse mis visible en tun ripido andlisis de su forma misma, En él deberfan apa- recer los rasgos que la distingyen més claramente de los inten- tos que la preceden y que de algdin modo integra critica~ mente en su exposicién: la, teoria politica clésica, las construcciones del derecho natural muderiio, la economia politica inglesa y la filosofia moral kantiana. : En lo anterior se vio ya cémo el planteo de Hegel lo lleva mis alli del punto de vista en el que se sitdia Ia filoso- fia moral kantiana. La superacién de la perspectiva subjeti- va es la que permite tender un puente entre lo ético y la Iegalidad existente en el mundo. La discrepancia entee mora ioe \ PF 19 lidad y legalidad que impedia la identficacion propia de la politica aristotélica entre la realizacién moral la existencia Hentro de una comunidad politica es, part Hegel, Ja expre- Sin de un pensamiento abstracto que se cetiene en las dife- rencias y no sabe reconducirlas ala totalidad en la que s6lo adquiezen sentido, Pero, por otta parte, ito no es solo tna ‘carencia del pensamiento sino que expresa una diferenciacién aque es histOricamente real y que exige que se Ia tenga en Guenta como tal y se a reconozca como diferencia del con- cepto mismo, partir del cual es necesaro reconstruir una tmidad superior y més compleja. Por eso. lejos esté del pen samiento de Hegel el intento de recuperar esa coperte- nencia inmediata de lo practico y la dimension politica,aun~ que a identificacimn final sea el paso mis alto al que pueda llegar el espiritu objetivo, ‘Este proceso de diferenciaci6n, prepio del fendmeno moderno de la atomizacién de la sociedad y de la pérdida ide una totalidad orginica en Ja que el individuo viva inme- ddiatamente su libertad, estd recogida ys en Ia articulacién tripartita de la Filesofia del derecha, Fl desecho abstracto, Ia smoralidad y la eticidad som las eseras en las que se exponen respectivamente las condiciones formales mecesaras para la texistencia de la libertad, el papel constitutive que queda ‘entonces reservado a la moralidad subjetiva, y la realiza~ ‘cin efectiva de la libertad en él seno d2 a familia, Ia socie~ dad civil y el Estado. Una breve consigeracién del caricter de estas esferas contribuirs a aclarar cl sentido de tales dife- renciaciones y st empleo por parte de Hegel con Ia doble finalidad de saprehender su.época en pensamientos» y de formulae al mismo tiempo una ciencia normativa. 20 au La esfera del derecho abstacto presenta ya, de una manera pecu- liar, la escisi6n antes mencionada. En la sociedad moderna, elhombre no puede aspirat a pertenecer inmediatamente al Ambito universal de la sociedad en su conjunto. Una con- Auencia tal significaria la anulacién del individuo, y si era posible en la polis griega era porque en la Antigiiedad no se habfa Iegado atin al desarrollo de la individualidad. Por so serd necesario, ante todo, establecer los Kimites que per- mitan que se dibuje el espacio individual, de manera tal que el contexto social, si bien sera finalmente el todo que lo englobe y Ie dé sentido, quede en un primer momento excluido.Al quedar excluida la universalidad —que slo podré ser verdaderamente tal como resuiltado~ la determinacién del individuo no puede ser mis que abstractay la voluntad sélo exterior. De esta manera se justifica, aunque eso sea al mismo tiempo su carencia el partir de Ia individualidad libre gue se realizainmediatamente como penona. El concepto de «persona» representa un cardcter deficiente de la libertad, pero es al mismo tiempo la base sobre la que es pensable un concepto mis rico y desatrollado. La persona surge en el ejercicio de la libertad en relacién con cualquier exterio~ ridad apropiable. La persona se constituye en la libre apro- —} piacién; a propiedad es, para Hegel, la base sobre la cual es pensable la libertad de la modernidad. El error de la tradi=_) ién politica moderna ¢s no haber ido concepnialmente més alld de este nivel y haber intentado exponer la idea de la comunidad social y el Estado con instrumentos que le per- tenecen, tal como ocurre con ls diferentes teorias del con- trato social. En eso radica su imperfeccién, pero no en que lo hayan reconocido como su dimensién bisica (aunque, como ya sabemos, lo primero sélo adquiere su verdadero sentido y justificacién por lo que Te sigue). El sujeto inde- pendiente, propietario de mercancias, es el punto de parti~ da de la sociedad moderna. El hombre se ha desprendido de toda conexién con la naturaleza que no sea Ta de apropia ‘i6n;el dominio de la naturaleza es al misino tiempo el requi- sito de Ja realizacién de la libertad, particularizando los propietarios, que s6lo se relacionan en cuanto tales, Esta mis- smu situaci6n, que por tin Jado «cosificav alos individiuos, por otra parte los sibera» en su voluntad més intima, que reco- ge asimismo la totalidad de la personalidad, que no es ena- |jenable. La relacién entre personas por medio de cosas impi- de la relaci6n entre personas como cosas; is relaciones entre propietarios de mercancias excluyen ls relaciones de subor~ dinacién directa, De este modo se establece un nivel de igual- dad que es representado respecto de la cosas por la nocién del valor y entre los individuos por la relacién contractual. Se trata de un plano sabstracto», es decir, formal e insufi~ ciente, pero constituye una barrera més allé de la cual no se puede ir y 63, en ese sentido, una garantia de la libertad, supuesto que esa situacién misma proporcione las condi- ciones de su superacién (en el sentido de su profindizacién, zo en el de su eliminacién, ya que ello harfa recaet los pasos siguientes en una indiferenciacién que acabarfa con la nocién misma de individuo libre). De este modo, Hegel relaciona {nimamente 1in moda de relacin social de intercambio con \\ una estructura juridica, Su diferencia bisica con el liberalis- mo tradicional ‘esta én sostener que esto no ¢s suficiente y ‘que mantenerse en este nivel equivaldrfa a una perversién de la idea bisica. El desarrollo ulterior estaré dado, a través del reconocimiento de los derechos de la subjetividad en la emoralidads, por las relaciones sociales concretas que den lugar en el Estado a una totalidad politica que recupere des- de el atomismo la funcién de la polis antigua. Su diferen- cia bisica con el marxismo esté en sostener que ese desa rrollo es una superacién real y constituye algo més que el intento de recubrir ideoldgicamente la disensi6n original Lo que todas ellas tienen en comain es la aceptacibn del prin- cipio moderno del dominio ilimitado de la naturaleza obje- tivada por el hombre como condicién de su libertad, La esfeta de la moralidad representa dentro de la totalidad de 1a Filosofia del derecho el momento del retorno a la interio~ tidad que quedaba al mismo tiempo delimitada y excluida por el derecho abstracto. En ella se expondrin tanto el dere- cho de la subjetividad a hacer valer sus pretensiones como Ja limitacién que represenca tun punto de vista tal y la impo- sibilidad consiguiente de hacer del Ambito de la moralidad subjetiva la instancia mis elevada desde la que juzgar a la sociedad, el Estado y los fenémenos histéricos concretos. Por lo tanto, dentro de ell se retoma la critica de la filoso~ ‘ia moral kantiania que ya se habia esbozado antes, pero aho- 1a en un nivel ms concreto al seftalar su lugar dentro del mundo objetivo de la libertad e identificarla asi con una pos tua historica, En la parte final del derecho abstracto, que sirve de tran- siciGn a la moralidad, aparecen Hevadies a su gua sais extre~ smo los conilictos que estzban latentes en la primera esfera. La universalidad a la que se llega con el contrato tiene wn caricter meramente extetior ~es decir, es la simple coinci- dencia castial de voluntades~ y por eso ese eaparecerr del devecho puede convertise en mera eaparienciay al oponerse el ederecho en sic y la avoluntad particulary (§ 82).En ottas palabras, la universalidad abstracta del derecho queda redu- ida a una particularidad ms, mientras que el excltide dere- —-cho de lo individual sélo puede hacerse valer contra ka uni- _» Versalidad. El resultado de este proceso sélo podria encontrarse en la recuperacién por parte de la voluntad par- ticular de la universalidad que le era exterior: sélo de esa manera podrin resolverse los conflicts que se originan en los diversos grados de injusticia (§§ 86,89 y 102), Se esta ri asf ante la cexigencia de una voluntad que, en cuanto voluntad subjetiva particular, quiere lo universal en cuanto tal» (§ 103). De este modo aparece el mbito de la mora~ lidad, en el que, de acuerdo con lo establecido en la légica, deberi recuperarse la inmediatez. que afectaba a la prime- ra esfera, mostrando asi el caracter esencial que posee la voluntad individual para que las determinaciones del dere- cho abstracto sean efectivamente determinaciones de la libertad. Este elemento de la libertad idividual es funda mental dentro del pensamiento hegeliano, y el hecho de que, en cuanto tal, resulte insuficiente y 4é lugar en la esfe- ra superior de la eticidad a una perspectiva que lo engloba, no debe hacer olvidar que no queda nunca eliminado, sino que, por el contrario, constituye el elemexto bisico del mun- do moderno, que no puede ser absorbido por una unidad sustancial, = Aue todo, la esfera de la moralidad muestra que, aun- que histérica y sisteméticamente posterior, la subjetividad es el verdadero fundamento de la personalidad, base del dere~ cho abstracto, Esta no sélo offece los defectos inherentes a Ja universalidad abstracta ya seiialados sino que,ademés, por ‘su misma inmediatez, podria tomarse com» una simple deter 2 thinacién enaturaly o arbitraria, tal como ocurria de hecho 24 con la spersona libre» en el derecho romano, Con el recur- s0 a la subjetividad la libertad aparece como lo que es por su propio concepto: autodeterminacién (y no determina i6n natural e inmediata). La progresiva subjetivizacién de lo inmediato y exterior ‘va marcando los pasos sucesivos de este capitulo. En primer lugar se sefiala el ederecho formal de la accién» (6 114) de ue sélo se reconozea como suyo To que estaba en su pro- pésito (§ 117). El segundo momento va mis alli de la rela- ‘cin formal para establecer la relacién entre la accién y la finalidad con ella perseguida, con lo que entra en conside- sacion tendencialmente la totalidad de la persona y su bie~ nestar. La universalidad que sé logra con este proceso de inte Hiorizacién llega por fin a su mayor expresidn en el «bien», cen el que se trata ya del valor absoluto de la accién, con lo que la finalidad recibe un contenido universal y se eleva asi cal concepto de la voluntad» (§ 114,Agr.), mis alli de las determinaciones particulares. En los pasos anteriores, la subjetivizacién de lo inme- diato ha ido desarrollando, simulténeamente, los conteni dos propios de la voluntad en el ejercicio de su derecho de autodeterminacién, contenidos que en el derecho abstrac- to quedaban totalmente fitera de consideracién. Al legar ala idea del bien, el recorrido para hacer que el contenido de la voluntad sea lo universal mismo ha alcanzado su tér- ‘ino: lo que se quiere es el bien en sf mismo y éste apa- rece como deber por mor sdel deber mismor (§ 133).De este modo se ha legac al punto de la filosofia moral Kan tiana, que marca la cumbre del desarrollo de la esfera de la moralidad.A partir de allf comienza lo que puede inter~ pretarse como una critica de a posicién de Kant en la medi~ poe 25 da en que muestra la necesidad de su superacién y, por lo tanto, del abandono del campo de la moralidad en sentido restringido, entendida como el derecho de la subjetividad individual en cuanto abstracta relaci6n consigo misma. En el proceso ascendente descrito, la subjetividad accede a la universalidad en la reflexi6n sobre sf, pero justamente por clo tiene que pagar el precio de que su determinacién de Jo universal no permite desde sf misma ninguna concrecién de contenido, ninguna relacién con lo particular, perma~ neciendo asi en su abstraccién, El momento de lo parti~ cular queda de este modo separado y recae en la concien- cia moral (§ 136), que no es mis que la abstracta relacién consigo misma, la conciencia formal carente de contenido, Ja certeza del sujeto particular (§ 137). Esta se convierte asi ‘en el spoder que decide qué es lo que debe sr, una vez que hia eliminado el caricter racional de toda determinacién cexistente. La afirmacién de la autonomia de la conciencia ‘moral kantiana, con su acentuacién del «deber sere frente a tun «ser» desprovisto de carfcter normativo, eva en sf para ‘Hegel Ia absoluta prepotencia de la subjetividad abstracta que cree poder imponer desde si sus critetios a un mun- do en el que no quiere ver que la estructura racional (y por Jo tanto libre) es algo que le pertenece interiormente y no algo que se le pueda aplicar desde fuera. Tal es la postura ‘que ha llevado histéricamente al «terror» en Ia Revolucién francesa. La critica del «deber ser» Kantiano no debe enten~ dexse, sin embargo, como la remisi6n de la exigencia moral 4 una realidad simplemente dada, frente a la cual carecesia de derecho alguno, sino como la afirmacién de que en la realidad misma se encuentra su caricter normativo, en la medida en que su concepto constituye su propia medida %6 interna, con Ia cual es eféctivamente confontada. Toman- do la famosa frase del Profacio, lo real no es racional sim- plemente por ser teal sino porque lo real es esencialmente autorrealizacion, y en ese sentido la exposici6n, si aprehen- de la naturaleza de lo expuesto, es esencialmente critica. La libertad es, como se sefialtba al comienzo, autorrealizacién ‘en un sentido eminente, ea la medida en que recoge en gri- do sumo el caricter propio de lo real. Por consiguiente, el desarrollo de la libertad deberi encontrarse en la objetividad de la sociedad y sus instituciones y no quedarse limitado a la exigencia moral exterior de una subjetividad abstracta. La necesidad de este pasaje (andlogo al que se da en la Logica entre la esfera de la esencia y la del concepto) se pre- senta como un desatrollo inmanente a partir de la concep- cién del bien y de la conziencia moral a que se habia lle~ gado. De manera paraleh al final del derecho abstracto respecto de la injusticia, Hegel desarrolla el aspecto negati- vo del bien, en cl que se muestran sus propias deficiencias. La cautodeterminacién abstractar que elimina en si toda determinacién dada (§ 138) es tanto la posibilidad de rea- lizar lo universal en y por si como la de sconvertir en prin- cipio [...] ala propia partialaridads por encima de la univer- salidad, es decir, la posibilidad dei mal (§ 139). Esta no es una ‘mera posibilidad sino la coatinuacién consecuente del catni- no que ha seguido la motalidad, que culmina con la po: ci6n de la wsubjetividad que se afrma como absolutar (§ 140). De este modo se muestra ln deficiencia del punto de vista de la moralidad, deficiencia que sin embargo sefala la dimen- sibn en la que se encuentra su fundamento. El bien abstrac to y la conciencia moral son en sf idénticos, con Jo que ya se muestra wa identidad onaeta del bien y de la voluntad subjetivar como el imbito en el que encontrarin ssu ver adr: el Ambito de la eticidad (6 141).La abstraccién de ambos Jos muestra como extremos de una totalidad concreta que ‘ya parte de su identidad: el mundo ético-social, en el que lo bueno tiene realidad (¢s la realizaci6n de la subjetividad en cuanto quiere la ibertad) y la subjetividad (cel momento de Ja realidad de lo éticoo) tiene el bien (es universalidad rea lizada). De este modo, a libertad adquiere la forma que le corresponde, la forma del concepto:ser si mismo en lo otro de si, Esta no es, por otra parte, mas qu: la expresién mas adecuada de la libertad como autorrealizacién. La tercera parte, la eticidad, es la culminacion de todo el cami- no anterior y constituye lo més propio y original del plan teo prictico-politico de Hegel. Por eso se ha convertido en el punto central de la gran mayoria de hs interpretaciones y crlticas posteriores. Sin poner en cuestion su lugar desta~ cado, no hay que olvidar, sin embargo, el papel también imprescindible de las otras esferas, pues s6lo a partir de esa division es posible construir ¢l todo orginico que es la eti- cidad en cuanto forma social concretamerte existente. Como siempre, lo superior s6lo puede concebirse para Hegel como resultado, y aunque éste se muestre a st vez como el ver~ dadero fundamento de sus momentos, 60s no desaparecen en al sino que estin integrados como sts condiciones mis abstractas. Lo social es la Ginica totaldad realmente existente en que pueden tener vida los momentos anteriores y el verdadero Ambito donde tienen que realizarse las exigencias de liber tad contenida en ellos, Estos, por su parte, constituyen las condiciones minimas que no pueden set transgredidas por 28 29 'a totalidad social, Bn la construccién de ésta, Hegel refleja la sociedad moderna que aparece con el capitalism, pero st fancién tiene que ser Ia misma que la que desempeiiaba la polis griega en el pensamiento politico elésico: ser el lugar en el que el individuo puede alcanzar su finalidad y Hegar 4 su autorrealizacién. Mientras que las dos primeras partes expresan la division que surge en el mundo moderno entre legalidad y moralidad, la tercera debe mostrar, dems de su caricter de fimdamento de aquélls, a posbilidad de la recon ciliacién en la unidad de un sethos». Se trata de volver a la unidad a partir del desgitramiento propio del mundo mode! no, en el que se muestran las dos caras de un mismo fend. meno: por un lado la exteribridad de las relaciones inter personales y por otzo el hundimiento en la subjetividad individual. Pero ese desgarramiento, con todo lo negativo que tiene en cuanto tal y que impulsa a su superacién, ha revelado, tal como se ha visto, elementos positives que deben conservarse en la unidad superior: por tm lado la garantia de Ja libertad en la nocién de persona y por otto la libertad del sujeto individual, Pero si el conjunto de la obra muestra la necesidad de independizacién de los momentos unilaterales para volver a construir una unidad en que sea respetado lo positivo de tales momentos, lo mismo ocurre dentro de la esfera de la eticidad, que por supuesto no puede presentarse como la uunidad inmediata de la polis griega sino que tiene que pasar necesatiamente por el desdoblamiento que para Hegel era condicién necesaria para el reconocimiento de la libertad individual, que es lo caracterfstico del mundo moderno, El ‘momento del desdoblamiento serd el de la sociedad civil, ue por eso offece probablemente uno de los puntos cen- & trales de la obra, al ofiecer tna descripcién de la sociedad burguesa que en més de tun punto se adelanta al diagnésti- co de Marx. Peto este momento surge de la disolucién de la primera forma de la eticidad, Ia familia, en la que la uni~ dad del individuo con el conjunto se da de un modo nat ral y por mediacién del amor, forma originaria de la medi cién dialéctica en el joven Hegel, que se conserva aqui como su germen, s6lo realizable, sin embargo, en el marco de la inmediatez natural, La unidad que asi se consigue es, en cier- to modo, un modelo de la unidad ética, pero, por otra par- te,no es su forma adecuada en la medida en que no permite el libre desarrollo de sus momentos. Su disolucién aparece ya al relacionarse ls familias entre si como personas, asi como al independizarse sus miembros como tales. De este modo, la estructura familiar muestra su Jimitacién, si no quiere wansgredir la garantia que oftece l principio de la persona jurdica:su forma no es capaz, bajo esa limitacién, de configurar el todo social. Hegel recoge asi la atomizaci6n real que aparecia formalmente en el derecho abstracto, al mostrar el paso de la totalidad ética de la fami- lia ala sociedad civil, en la que se pierden todos los vincu~ los que no sean exteriores. Surge asf el «estadio de la dife- rencias (§ 181), en el que predomina la particularidad, y la ‘universalidad sélo aparece en el juego entre ells, de un modo sélo reflejo y hasta cierto punto; lo particular sélo teabaja para si mismo y, de ese modo, se reliciona con lo univer~ sal, pero como si fuera otra particularidad y por lo tanto como tn poder extraiio. La sociedad civil es el reino del poder en el que la fuerza de lo universal coincide necesa- riamente con lo particular, pero no de un modo libre ni rea~ izando por lo tanto la totalidad arménica que pretendian 30 los te6ricos del liberalismo, sino imponiendo de un modo ciego sus condiciones. Pattiendo de las condiciones bisicas del liberalismo, Hegel establece asf sus limites en la con- formacién de una sociedad civil que no es capaz de esta~ blecer una unidad por si que supere Ja lucha entre los pat ticulares. Si esto 110 significa el fracaso de los supuestos de los que han partido es porque Hegel pensaré que una esfe- ra diferente y superior a la sociedad civil es capaz de res~ taurar la unidad que en ella se da de manera externa e ina~ decuada, Peto, nuevamente, el desdoblamiento que aqui se produce tiene su aspecto positive que lo hace necesario. Ta presencia ciega de la uaiversalidad en la abstracci6n tan- to de las necesidades como del trabajo es un proceso de for maci6n en el que el individuo aprende a postergar su sub- Jetividad privada y arbitraria, educando asf la voluntad para realizarse en una universaidad superior, ni enaturay (como 1a familia) ni calienada» (como la sociedad civil) sino verda~ deramente ssubjetivar (§ 187, Obs). Hegel interpreta asi el proceso de abstractizaciéa de la vida social como un pro ceso de stacionalizaciény, que si bien no es en si mismo una verdadera realizacién de la razén, como lo pretendia el libe- talismo, sino por momentos todo lo contrario, es sin embar- go su condicién de posibilidad y su preparacién. En la medida en que el contenido sigue siendo el inte- rs particular, este proceso de universalizacién sexé s6lo for~ smal y realizado, de cierta manera, a costa del individuo, La Hberacién de la inmediata dependencia natural no puede impedir que se transforme en sun aumento infinito de la dependencia y la necesidads (§ 195). El trabajo se vuelve mecinico (§ 198) y la ricueza es necesariamente desigual (§ 200). Por un lado se produce una acumulacion de rique- ee 31 Fe zasy por otro lado se acrecienta también la singulariza- cién y limitaci6n del trabajo particular, y con ello la depen dency miseria de la clase ligada a ese trabajo» (§ 243). Una gran masa cae por debgjo del nivel minimo de subsistencia, mientras se concentran en pocas manos riquezas despro- porcionadas (§ 244). Las crisis de superpmoduccién genera xin la miseria en medio del exceso de tiquezas (§ 245) y ello mismo impulsard a a sociedad civil ala expansion colo- nial (§ 246). Lo tinico que pueden offe-er las institucio- nes sociales es proteccién contra situaciones contingentes yh organizacién de servicios generales cue permitan a los individuos aleanzar sus fines particulates. Por otra parte, la ecorporaci6ne, sin eliminar la relacién entre personas inde- pendientes, ocupa dentro de la sociedad civil una fiunciéa sustitutiva de la familia como unidad ética y es en ese sen tido precursora del Estado." ‘Todas estas instituciones no van, sin embargo, més alli de la estructura formal de la sociedad civil y dificilmente podsian entenderse como correctivos suficentes de una situa “i s6lo puede provenir de otro tipo de instituciones, las corres- ponclientes a la esfera superior del Estado, Al separar el Es- tado de la sociedad civil, Hegel recoge un cambio fanda- mental de la sociedad moderna y altera consecuentemente cl papel de la teorfa politica. Con el surgimiento de rela~ ciones sociales guiadas por el derecho atstracto y el inter n que ha sido pintada sin ninguna consideracion. Esto cambio de mercancias de modo tal que se regulen por si solas en el choque de los intereses pacticulares, el faun- cionamiento social se desacopla del sistema politica. Este se concentra en el Estado, mientras que aguél funciona con ctiterios econémicos.La teorfa politica anterior habia iden 32 3 tificado el Estado y la sociedad civil, mientras que la eco- ‘nomia, como su propio nombre lo indica, quedaba reducida al émbito familiar. Al teconocer Hegel el surgimiento del tra- bajo abstracto como base de la sociedad, éta queda circuns- ctita por el Ambito de las necesidades y su satisfaccién, inte- grindose asi el momento de la produccién (de la poiess) dentwo del plano prictico (correspondiente a la pravi). Para 30 recurte Hegel a los andlisis de la economia politica cli- sica (Smith, Ricardo, Say), que de cierto modo habfan inver- tido la jerarquia aristotélica, privilegiando el momento de la poiesis en la construccién de la sociedad, para presentarlos como la Jégica de esta esfera, en la que lo universal s6lo se manifiesta de forma extertia y por lo tanto inadecuada. Elreconocimiento de la existencia y del derecho de la sociedad civil exigen al mismo tiempo su superacién y requieren por Jo tanto que una verdadera fandamentacién del Estado no lo confitnda con la sociedad civil. Al caer en esto, las teorias contractualistas de Hobbes a Rousseau esti blecen como principio del Estado algo que surge de li par- ticularidad a la que ha descendido el individuo en la socie~ dad civil. Una fandamentacién que evite el principio de disolucién de la sociedad civil debe, por el contrario, recons- teuir una totalidad ética como la de la polis griega 2 partir del atomismo de la sociedad mercantil burguesa El Estado tendré que ser la unidad orginica en Ia que lo particular, lo individual y lo universal se relacionan entre si de manera tal que cada uno de los momentos tenga en sa los denis y no permita la independizacién de ninguno de cellos. Las instituciones politicas tendrin que proporcionar lo que las instituciones sociales no exan capaces de hacer: ser cllugar de unin de la ibertad individual y de la realizacin | de los fines que requiexe por sf mismo el ejercicio de la liber- tad. Lo que en la familia era una identificacién inmediata con Ia finalidad colectiva y en la sociedad civil se habia trans- formado en una necesidad exterior que se imponia impla- cablemente, en el Estado se presenta come eunidad de Ja libertad objetiva [...] y de la libertad subjetivas, lo que da por resultado «un obrar que se determina de acuerdo con leyes y principios pensados,es decir, universalem (§ 258, Obs). ‘Mucho se ha discutido acerca de si esta preponderancia del Estado no es el producto de una sacomodacién» de Hegel a las circunstancias restaurativas de la Prusia de su tiempo. Independientemente de esta controversia, que aqui no cabe exponer,y del valor de las insttuciones a las que Hegel enco- smiienda la fanci6n reservada al Estado ~y que probablemente sélo podria determinarse con un anilss histrico de las mis- ‘mas~ es importante resaltar su intencién general: la de con cebir instituciones polticas que estén guiadas por un prin- cipio de racionalidad mis elevado que el de l sociedad civil, sin por eso eliminar a esta filtima, Las alternativas que asi se pretenden evitar pueden servir para sefialar el marco en cl gue se sit el proyecto hegeliano: una sociedad civil sin Estado (en el sentido de que el Estado no es mas que un apéndice de la primera, dominada por el interés particular) ‘0 un Estado sin sociedad civil (en el sentido de que la socie- dad no goza de ninguna autonomia frente a una estructuca de poder que la controla). Por supuesto, sto no intenta sim- plemente justiicar la posicién de Hegel, sino s6lo situar algo Ja cuesti6n, Por otra parte, una verdadera discusién del papel del Estado tendsia que partir de una reflexién radical sobre ‘el concepto de libertad subyacente y su relaci6n com la idea de poder. No casualmente Hlegel caracteriza al Estado como 34 35 el spoder libres (Enc, § 537), uniendo asi esas dos ideas cla~ ves de la modernidad. Hasta qué punto ambas se condi- cionan reciprocamente, haciendo de la libertad un princi- pio de dominio, o si en la idea hegeliana de actividad libre se supera la dimensi6n cel poder sobre otro en beneficio de tuna libre relacién entre iguales, som algunas de las pregun- tas que aqui tienen que quedar abiertas. Independientemente de esta cuestién central, no hay que olvidar que slo el primer punto de los dedicados al Estado se detiene en su organizacién interna. El segundo se refiete a su relacién externa, en la que cada Estado recae en su particularidad frente alos demés. En cierto modo se vuel- ve a repetir entre los Estados la relacién que se producfa entre Jos particulares, que necesitan de la lucha por el reconoci- miento para poder surgir como individualidades determi- nadas capaces de estar en una relacién juridica de igual- dad. En ese sentido puede: interpretarse la por cierto dudosa glorificacién de la guerra. Esta tendria como funcién mos- ‘tar la finitud de los valores de la sociedad civil, pero, ade- mis, en la medida en que de la confrontacién (0 de su posi- Dilidad) no puede surgir como en el caso de los individuos tun orden social que englobe a los Estados, sino que el dere cho internacional no puede superar el nivel del edeber ser» (§ 330), se muestra también la relativa finitud del principio mismo del Estado, que queda asi entregado a la historia como tribunal dltimo (§ 340) La historia constituye curiosamente el tercer momen- to del Estado y asi la culminacién del espfritu objetivo y la transicién al espfritu absoluto. No es, por supuesto, un juez ciego e irracional sino que se constituye en cuanto tal pre~ cisamente en la medida en que es un libre producirse a si ee ‘mismo. La historia en cuanto producto exclusivamente espi~ ritual, la rwz6n como autoproduccién que se concibe a si misma y la libertad como tal autoconcebirse y eliminar los supustos que no le son adecuados, coastituyen para Hegel diferentes aspectos de un mismo fenémeno. Por eso, y mis alld del dogmatismo providencial que puede achacarse a su construccién historica, hay que destacat esta radical coper~ tenencia de historia, razén y libertad que aqui desarrolla Hegel consecuentemente y que perdura con frecuencia en elpensamiento posterior en forma mis o menos velada. Una vez mis, cl gran mérito de Hegel es hzber pensado hasta el final ciertas concepciones bisicas de libertad y razén,lo que obliga a toda confiontacién seria con sa pensamiento a una reflexién global sobre las mismas que alumbre sus supuestos ¥y que evite salir del paso relativizando simplemente algu- no de sus componentes. * Pero esta concepcién bisica, por la que la considera- cién del espfricu como libertad desemboca finalmente en Ia historia, si no pretende precisamente que ésta seri el rei- no de lo contingente, debe sostenerse en una concepeién absoluta de la racionalidad alli presente. Este elemento, ficilmente olvidado cuando en épocas posteriores se inten- +6 postular una «az6n en Ia historice sin dar cuenta de tal razén y de tal imbricacién, como si se tratara de un hecho sin us, es lv que hace que la historia sea el paso de transici6n del espiritu objetivo al espiritu absolut, ea el que se presentard directamente la autocomprensién del espiritu como libertad. En la historia queda definitivamente superada la divi- sién entre el querer subjetivo de la litertad y su existencia objetiva. De este modo quedan superacas ls esferas del espi- 36 37 itu finito pata dar lugar a espfritu absoluto,lo cual expte~ sa, por otra parte, que toda determinacién finita s6lo alcan- zasu verdad como determinacién de la libertad absohuta. La preeminencia de la historia no significa, pues, la recafda en Ja determinacién particular y en la arbitrariedad sino todo o contratio. En la medida en que un pueblo se conforma politicamente como un Estado reconoce como su princi- pio al espiritu que se libera a sf mismo; gracias a ello conci~ be su propia existencia como histérica y gracias a ello tras ciende también su finitud para concebirse absolutamente como manifestacin. En otras palabras, lo que se expresa en este caricter fundamental de la historia como culminacién del espititu objetivo no es mids que la expresién real de lo ‘que se articula en el espfritu absoluto: el epiritu como mani~ festacién, 0 sea la libertad como autorrealizacién. No ha sido posible hacer aquf otra cosa mis que seialaralgu- na de la lineas que estin presentes en Ja gran riqueza de esta ‘obra, situada en la encrucijada de diversas tradiciones del pen samiento politico y filos6fico. Adems de la multitud de temas concretos que alli se abondan, quiads el punto central sea el intento de desarrollar una teoria ético-politica que pueda extract de lo real mismo, por su carfcter de constitucién libre, Jos criterios normativos que permitan tanto una penetracién ttica de lo Ficticamente existente como tna orientacién ppara la accién, que sabe por eso mismo que su punto de par- tida esti mediado siempre por la totalidad. No es necesatio recalcar hasta qué punto esta concepcién ha influido en el pensamiento posterior, sobre todo a través del marxismo, y forma parte de diversas discusiones actuales acerca de la nari raleza de lo social y el caricter de lo normativo. En ese sen'- \ tido, a Filosofia del derecho es un texto fundamental, no sélo porque pueda ilustrar el origen historico de tal linea de pen samiento sino porque, detris de figuras especulativas con fee- cuencia dificilmente penetrables, se encuentra probablemente fa reflexi6n mis profisnda acerca de sus supnestos concep- tuales. Reflexionar sobre ellos equivale a acercarse a Jos prin- cipios que dominan toda la modernidad. A contimuacién agrego tna lista de las diversas ediciones del texto original y una pequeiia seleccién de la extensfsima bibliografia dedicada especialmente a esta obra, en la que me hhe centrado especialmente en Ta produccién relativamente mis reciente. La notoria falta de traducciones prea se veri proximamente compensada con la aparicién de una ‘eleccia de arteulos que prepara el profesor Gabriel Amen- gual (Centro de Estudios Constitucionales, Madrid). A. EDICIONES DE LA sFILOSOFIA DEL DERECHO Grundlinien der Philosophie des Rechts, Naturrecht und Staats- wissenschaft im Grundrisse, Berlin, 1921. Grundlinien der Philosophie des Rechts oder Naturrecht und Staatswissenschaftim Grundhise, editada por Eduardo Gans como tomo 8 de ls edicién de Obras (Werke) de Hegel preparada por wna «Asociacién de amigos del desapare- cidov, Berlin, 1833. Gnundtinien der Philosophie des Rechts, editada por Georg ‘son, incluyendo los agregados de Gans, como tomo 6 de wonas royecadas ‘Obras Completas (Simliche Winks) que no llegaron a terminarse, Leipzig, 1911. 38 Grundlinien der Philosophie des Rechts oder Naturrecht und Stoatswissenschaft im Grundrisse, edici6n facsimilar de la de 1833 publicada por Hermann Glockner como tomo 7 de las Stmtliche Werke. Jubilaumsausgabe in zwanzig Ban- den, Stuttgart, 1927. (Grudiiniers der Phalsophie des Rechts, editada por Johannes Hoff meister, incluyendo hs notas marginales manuscritas de Hegel en su ejemplar de la obra, Hamburgo, 1955. For- ‘maba parte de tna nueva edici6n inacabada de Obras Com- pletas (Saniiche Wiévke, Neue kritische Ausgabe, t. XIN), Grundtinien der Philosophie des Rechts oder Naturrecht und ‘Staatswissenschaft im Grundhisse, con las notas manuscri- tas de Hegel y los agregados orales, publicada sobre la base de la edicién de 1833 por Eva Moldenhauer y Karl ‘Markus Michel como tomo 7 de Werke ins zwanzig Bati- den, Frincfort, 1970. Vorlesungen iiber Rechisphilesophie 1818-1831, edicion de Karl Hein2 Ilting, Stuttgart, 1973 y ss. El segundo tomo con- tiene el texto original de 1821 con las notas de Hegel ppara los cursos que dictara en los aios 1821-1822, 1822- 1823 y 1824-1825, B. 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(comp.), Estudios sobre Kant y Hegel, Salamanca, 1982, pp. 143-170. 1 | Zan, J. de, «Cuestiones de estructura y método en la Filoso- PREFACIO | motivo inmediato para la publicacién de este ‘compendio es la necesidad de dar a mis oyentes una guia para las lecciones que imparto, en cumplimiento de uni car go, sobre la filosfla del derecho, Este manual es un desarrollo ulterior y sobre todo mis sistemitico de los mismos con ceptos fandamentales que sobre esta parte de la filosofia esta- ban ya incluides en la Encidopedta de las cencias ilosfcas (Hei delberg, 1817), que también destinara a mis lecciones. Pero, a st vez, el hecho de que este compendio apa rezca impreso, y con ello ante el gtan pitblico, ha sido el motivo de que observaciones que sélo tenfan como objeto indicar con menciones sucintas y representaciones! cerca~ nas o divergentes, consecuencias y otras cosas semejantes que recibirian Inego en las lecciones su explicacién adecuada, se deserrollaran ya aqui con mayor amplitud, con el fin de acla~ rar asi en algunos casos el contenido mis abstracto del tex- to y considerar de modo mis extenso las concepciones pré~ ximas corrientes en nuestra época. Surgié asi una serie de ‘observaciones més extensa que la requerida normalmente por el fin y el estilo de un compendio. Un auténtico com- {El sérmino Ving sucle wars ene lenguajecorrente en el sentido de pensamiento» o «conceptorilo tiduaco sin embargo en casi todas Ls casos por su versiGn mgs literal, representacione, para marca I evens! oposi [dn que hace Hegel ene eortellony wlnkens (pens) entre pensamien= to meramente representative y pensar ilestico o espeolativo, u 46 4 pendiio tiene por objeto, sin embargo, el Ambito considera~ do completo de tna ciencia y lo que lo caracteriza ~a excep- ién quizé de algiin ocasional agregado~ es la reunién y ordenacién de los momentos esenciales de un contenido que resulta desde hace tiempo conocido y admitide, del mis- mo modo que descle hace tiempo que estin ya constituidos sus regla y procedimientos formales.De un compendio filo- sofico no se espera que tenga este caricter ya por el hecho de creerse que lo que produce la filosofia es una obra tan wasnochada como el tejio de Penélope, que cada dia debe ser recomenzado. Pero este compendio se diferencia, por cierto, de los usuales, ante todo por el método que lo guia. Aqui, sin ‘embargo, se dard por supuesto que el modo filoséfico en ‘que se progresa de una materia a otra y se realiza la demos- tracién cientifica, que el conocimiento especulativo en su totalidad se distingue esencialmente de cualquier otro tipo de conocimiento. Li comprensién de la necesidad de esta diferencia es lo nico que permitiré arrancat a la filo sofia de la ignominiosa decadencia en que se ha hundido en nuestto tiempo. $e ha reconocido, o mis que recono- cido simplemente sentido, que is formas y reglas de la anti- gua logica, del definr, dividic y silogizar en los que estén contenidas las reglas de! pensar del entendimiento, eran insuficientes para la cicnsia especulativa. Se las lta abando- nado entonces como msras cadenas, para hablar arbitra~ riamente desde el corazén, la fantasfa 0 una intuicién acci- dental, pero puesto que también aqui debe haber reflexion y relaciones entre penscmientos, se recae inconsciente- mente en el despreciado método de la deduccién y del razonamiento vulgares., sia He desatrollado detalladamente en mi Ciencia de la ligi- ca la naturaleza del saber especulativo, por lo que en este compendio sélo se agregar ocasionalnente alguna aclara- cin sobre el procedimiento y el método. Ante el cardcter concreto y en si tan diverso del objeto.se ha dejado de lado el poner de relieve y demostrar en cada caso la concatena- cién légica. Esto hubiera podido resultar superfiuo dado que se supone el conocimiento del métode cientifico, y por otra parte resultard evidente que tanto el todo como el desa~ rrollo de las partes descansan sobre el espiritu logico. Qui siera que se entendiese y juzgase este tratado teniendo en cuenta especialmente este aspecto, pes de lo que se trata aqui es de la ienciay y en ella la formd esti esencialmente liga a al contenido, Se puede oir de aquellos que patecen ocuparse de lo mis profuundo, que la form es algo exterior ¢ indiferente a la cosa misina y es éta lo Ginico que importa. Se puede decit ademas que la tarea del escritor, especalmente del filésof0, consiste en descubrir verdades, decir verdades y dif undir ver dades y conceptos cortectos. Pero si se observa cémo se sue Tellevar a cabo efectivamente ests misién, se vera que se ta ta siempre de Ja misma cuestién, dada vuelta y llevada de aqui para alld ~ocupacién que quiz4 :enga su métito para despertar y educar el dnimo, pero que puede considerarse imis bien como una trabajosa superficialidad-: «Tienen a ‘Moisés y los profetas; que los oigan».? Son miitiples las oca- siones que se presentan para asombrarse del tono y de la pte- tensién que muestran, como si al mundo sélo le hubieran 2. Lucas, 16,29. 48. 49 faltado estos fervorosos divulgadores de verdades, y como si adetezando viejas necedades se obtuvieran nuevas verda- des nunca ofdas,a las que habria que prestar atencién pre~ cisamente ken nuestro tiempor. Por otra parte, se verd que Jo que tales verdades por un lado conceden, ellas mismas, administradas desde otto, o rebajan y expulsan, Lo que en esta acumulacién de verdades no es ni viejo ni nuevo sino permanente, c6mo podria ser rescatado por medio de estas consideraciones fluctuantes y carentes de forma?; gde qué ‘otra manera poditia distinguitse y probarse sino es por inter medio de la ciencia? De todos modos,la verdad sobre el derecho, la etiidad,? el Estado, es tan antigua corho su conocimiento y exposicién en los leyes piblicas, la moral priblica y la religién. Dado que el espirita pensante no se contenta con poseerla de ese modo inmediato, qué més necesita esta verdad sino que se la con ciba, que se Je dé al contenido, ya en si mismo racional, una forma también racional, para que aparezca asi justificado ante el pensamiento libre, que no se detiene ante algo dado, ya se apoye en la exterior autoridad positiva del Estado 0 del acuerdo entre los hombres, o en la autoridad del sen timiento interno y del corazén o el testimonio de la apro- bacién inmediata del espititu, sino que parte de si mismo 3.Adopo el eemino sida prs adc Si edi Sy inca a de smorldads (rit Si ben eimolgicmente equate no foe suo par de splits tna sone el uo de germina Stes (stubs Hegel lo inc expat (Ceo al $33) b2 Bote ree al ape hen psn core eo sto cad en cabo sec den objeto ine et Bien de corse (esd eb) hon polis, etter y 2 y justamente por ello exige saberse unido en lo mis inti- mo con la verdad. El comportamiento simple del alma ingenua consiste en. atenerse, con un convencimiento confiado,a la verdad piibli- camente reconocida,y edifcar a partir de esos slides cimien- tos un modo de actuar y una posici6n firme en la vida. Con- tra este comportamiento simple se presenta la supuesta dificultad de distinguir y encontrar lo universalmente re- conocido y vilido entre las opiniones infinitamente dlferen- tes. Con facilidad puede tomarse esta dificultad por una correcta y verdadera preocupacién por la cosa misma. De hecho, sin embargo, a quienes hacen alarde de ella el drbol les impide ver el bosque, y la tinica confusién y dificultad {que hay es la que ellos mismos han organizado. Esta con- fasién y dificultad es, por el contrario, la muestra de que quieren algo distinto de lo universalmente valido y reco- = nocido, de la sustancia del derecho y de lo ético, Porque i; cso les preocupara verdaderamente,y no Ja vanidad y la par ticularidad de la opinién y del ser, se atendrfan al derecho ¥ sustancial, es decir, 2 los mandamientos de la eticidad y del Estado, y dirigirian su vida de acuerdo con ellos. Otra difi- 5 cultad proviene de que el hombre piensa y busca en el pen- samiento su libertad y el fundamento de la eticidad. Este dere- cho, tan elevado y divino como es, se transforma sin embargo cen injusticia cuando el pensamiento sélo se considera tal y sélo se sabe libre en Ia medida en que se aleja de lo wniver- ‘L salmente reconacido y vétido y se inventa algo particular La representacién segiin la cual Ja libertad del pensa- miento y del espiritu se demuestra exclusivamente con el alejamiento ¢ incluso Ia hostilidad a lo reconocido piibli- camente, ha logrado su mayor arraigo en nuestro tiempo en relacién con el Estado, De acuerdo con esta representacién, ‘una filosofla acerca del Estado pareceria tener extrafiamente como tarea esencial producir ¢ inventar otra teorfa, por supuesto nueva y particular, Si se observa esta representa cin y los movimientos que provoca, habria que creer que nunca han existido ni un Estado ni una constitucién, y que tampoco los hay actualmente, sino que hay que comen- zar ahora desde el principio ~y este ahora contin indefi- nidamente~, y que l mundo ético ha esperado hasta este ‘momento pata ser pensado, investigado y fundamentado. Respecto a la natunaleza, se concede que la filosofia debe conocerla tal como es, que la piedra filosofal esté oculta ent algtin lugar, pero siempre en la naturaleza misma que es ensi misma racional, y que el saber, por lo tanto, debe inves tigar y aprehender conceptualmente esa razén real presen te en ella, que es su esencia y su ley inmanente, es decir, no las configuraciones y contingencias que se muestran en la superficie, sino su armonia eterna. El mundo ético, el Estado, la raz6n tal como se realiza en el elemento de la auto- conciencia, no gozarfa en cambio de la fortuna de que sea Ja razén misma la que en realidad se eleve en este elemen- to ala fuerza y al poder, se afirme en él y permanezca en su interior. EI universo espiritual estarfa, por el contrario, abandonado a la contingencia y a la arbitrariedad, abando- nado de Dios, con lo que para este ateismo del mundo éti- co lo verdadero se encuentra fuera de &l, pero como al mis- mo tiempo debe ser tanbién raz6n, permanece slo como problema. En esto radicaria la justficacién e incluso la obli- gacién de que todo persamiento se ponga en camino, aun- que no para buscar 1a piedra filosofal, pues el filosofar de rnuestto tiempo se ahorra la biisqueda y todos estin segu- { poe ea ea 1s, sin ningiin esfuerzo, de tenerla en su poder. Pero ocu- tte, por cierto, que quienes viven en esta realidad del Es- tado y encuentran en ella satisfaccién para su saber y su. querer ~y étos son muchos mis de los cue lo creen y saben, pues en el fondo son todos~, 0 por lo menos quienes cons- cientemente tienen su satisfaccién en el Estado, se rien de estos caminos y aseveraciones y los toman por tn juego vacio, entre alegre y serio, entre divertido y peligroso. Este inquieto agitarse de la reflexién y la vanidad, asi como la acogida que recibe, no pasaria de ser una cuesti6n aislada, que se desarrollaria dentro de sus propios limites, si con ella no se Hevara ala filsofia en general a um descrédito y des~ precio general, Lo peor de este desprecio es que, como ya se dijo, todo el mundo esta convencido de que sabe filoso- fia y esti en condiciones de juzgarla. Respecto a ningin otto arte © ciencia se manifiesta un desprecio tal que se crea que se lo posee inmediatamente. En realidad, lo que hemos visto surgir con tantas pre- tensiones acerca del Estado en la Gloso‘ia moderna justifi- ca que cualquiera que desee tomar parte en el asunto se sienta convencido de que puede hacerlo por su propia cuen- tay con ello se demuestre que se halle er. posesion de la filo sofia. Por otra parte, esta autodenominada filosofia ha afir~ mado expresamente que lo verdadero mismo no puede ser reamecido, sino que es aquello que cada uno deja surgir de su coraziny de st sentimiento y de su entusiesmo respecto de los ‘objetos éticos, particularmente del Estado, el gobierno y la constitucién. gQué es lo que no se ha dicho sobre esto para agtadar a la juventud?Y la juventud se lo ha dejado decir complacida. La sentencia biblica «A Jos suyos los colmaré Dios en el suefior ha sido aplicada a la ciencia, por lo que 52 53 todo durmiente se cuenta entre los suyos y los conceptos que recibe en el suefio deben ser la verdad. Uno de los jefes de esta superficialidad que se da el nom- bre de filosofia, Fries,"* no se ha avergonzado de decir, en tun discurso sobre el Estado y la constitucién del Estado pronunciado en un acto piblico tristemente célebre: «En el pueblo en que reine un auténtico espfrita comin todos {os asuntos de interés pablico recibirin su vida desde abajo, del pueblo; alas obras de educacién y servicio del pueblo se consagrarin sociedades vivientes, inseparablemente ligndas por la cadena sagrada de la amistad, etcétera. El sentido central de esta superficialidad es basar la ciencia no ya en el desarrollo del pensamiento y del cor cepto sino en la percepcién inmediata y la imaginacién contingente, Se disuelve asi en la confusién del scorazén, Ja amistad y el entusiasmon la rica articulacién de lo en si mismo ético, el Estado, y la arquitecténica de su racio~ ralidad, que hace surgir de la armonia de sus partes la for- taleza del todo por medio de la diferenciacién determi- nada de los dmbitos de la vida piiblica y su justificacién, y pot medio de la estrictez de la medida que mantiene todo pilar, todo arco, todo contrafuerte. De acuerdo con esta representacién, el mundo ético deberia ser abando- ‘Ya he mostado en ota parce la supecicilidad de su concia Vio Ciovit dela Liga (Noremberg, 1812), nvoduceibn, p XVI (Traduceién catela- 1m de A.y R. Mondolto, Buenos Aie, Solar Hachete,2" ed, 1968, p49. NddT] 4 Jakob Feedvich Fries (1773-1849) ancecesor de Hegel en Heidelberg, que «om el dtcurso citado ~pronunciado en le Sociedad de Esudintesreiente~ rente ereada~ prowocé una gran comvulibn que SinlizS con sa expolign dele Universidad, nado ~aunque de hecho no Io es~ a Ja contingencia sub- jetiva de la opini6n y del arbitrio, tal como Io hace Epi- ‘curo con el mundo en general. Con el ficil remedio de hacer descansar sobre el sentimiento lo que es un traba~ {jo mis que milenario de la razén y de su entendimiento, se ahorta en verdad todo el esfixerzo del conocimiento y 1a comprensién racional que acompaiian al concepto pen~ sante. El Mefistfeles de Goethe —una buena autoridad— dice sobre esto mis o menos lo siguiente, tal como ya lo he citado en otra ocasi6n:> Si desprecias el entendimiento y la ciencia, Jos més altos dones del hombre, al diablo te habris entregado ¥y tendras que perecer, Por supuesto, esta posicién adoptaré la forma de la religio’- dad, ;pues de qué recurso no ha echado mano pata justifi- carse! Con Ia devocién y la Biblia han pretendido la maxi ‘ma jusifcacién para despreciar el onden ético y la objetividad de las leyes. Pues, en efecto, la religiosidad envuelve en una simple intuicién del sentimiento lo que en el mundo se pre- senta como un reino orginico de verdades diferenciadas. Pero si es de indole adecuada, abandonari la forma de esta regiGn apenas salga de su interior y penetre en la claridad del despliegue y de la riquera revelada de la idea. De aquel interiot servicio divino conservaré la adoraci6n por una ver- 45. la Fenomenologia del expt, tea. cast. de W, Roces, México, FC-E., 1966,» 214. La cita que vaa coninuacign es ua verinligeramente modi- fad de lor wercs 1851-1852 y 1966-1867 del Fausto de Goethe, 1* pote, 5 dad y una ley existente 2n fy por si elevada por encima de 1a forma subjetiva del pensamiento, Se puede sefialar la particular forma de mala concien- —} cia que se tnanifiesta en la elocuencia con que se pavonea ‘sta superficialidad: cuanto menos espivtual es, mis habla del ‘split, cuanto més muerto ¢ insipido es su discurso, mis usa las palabras vida y vivific, cuanto mayor egofsmo y vacia alta~ neria muestra, més que nunca tendré en la boca la palabra ‘pueblo, Pero el signo carecteristico que lleva en la fiente es el odio a la ley. Que el derecho y la eticidad y el mundo real del derecho y de lo ético sean captadores en pensamientos, y por medio de ellos se den la forma de racionalidad,es decit, | dela universalidad y la determinacién, en una palabra, la ey, es lo que con tazén considera como st mayor enemigo este” sentimiento que se reserva lo arbitrario, esta conciencia que hace consistir el derechc en la conviccién subjetiva. Sentir’ gue la forma del derecho en cuanto deber, en cuanto ley, es tuna letra muerta y fla, una cadena, pues en ella no se teco- noceri a si misma, no seré libre, porque la ley es la zn de la cosa y no permite al sentimiento abrigarse en su patticu- lasidad, La le ¢s, por ello, como se sedalaré mis adelante en cate libro, el Shibolet® con ef que se distinguen los falsos her- manos y amigos del llamado pueblo, Dado que esta tergiversacién arbitearia se ba apoderado del nombre de filsoffa y ha Megalo a convencer a un gran piiblico de que semejance actividad es flosofia, casi ha Ile- 6, «Shifts (spiga) es Ia palabra hebrescuya promuncacin sev al uez Jephié para distinguiralosenerigo efttecs que negaban su orien (acces, 12,5 y 6). Posteriormente seus} en un sentido ms geneal para denowninat cualquiee igno distin, especalmente entre dss Gcclone. 3 poe gado a ser un deshonor hablar de modo filosbfico de la natu- raleza del Estado, No hay pties que disgustarse si los juris tas muestran impaciencia apenas oyen hablar de una ciencia floséfica del Estado. Menos atin debe causar admiraci6n que Jos gobiernos hayan dirigido finalmente su atencién a este Alosofar, pues la filosofia no se ejerce entre nosotros, como centre fos griegos, como un arte privado, sino que tiene una existencia que afecta a lo piiblico y que se desarrolla espe~ cialmente, o incluso exclusivamente, al servicio del Estado. Cuando los gobiernos han demostrado su confianza a los ‘eruditos dedicados a esta materia y les han delegado por entero la responsabilidad del desarrollo y del contenido de ha filosofia ~aunque en algunos casos, si se quiere, esto no haya sido tanto consecuencia de la confianza como de la indiferencia respecto de la ciencia misma,y se hayan mante- nido las cétedras sélo por tradicién (y nc se las ha suprimi- do, como se ha hecho, segtin tengo noticia, en Francia, por Jo menos con la cétedra de metafisica)— esos gobiernos han sido con frecuencia mal recompensados,o si en cambio se quiere ver en ello la obra de la indiferencia, habria que con- siderar como su penitencia el resultado en que ha desem- bocado:la decadencia de todo conacimisnto profirndo. En un primer momento, esta superficialidad parecerfa ser per- fectamente compatible pot lo menos con el orden exte~ nor y la tranquilidad, ya que no lega a afectar, ni en reali~ dad a tener la menor idea de la sustancia de las cosas. No habria, pues, al menos desde un punto de vista policial, nada en contra de ella, si el Estado no contyviera en si la nece- sidad de un conocimiento y de una cultara més profundos no exigiera de Ia ciencia su satisfaccién. Este modo de pen~ sar respecto de lo ético, del derecho y del deber lleva sin 56 embargo por su propia naturaleza a aquellos principios que en esta esfera constituyen la bajeza misma, a los principios de los sofistas, que conocemos con claridad por Platén de acuerdo con los cuales el derecho es trasladado a los fines Y opiniones subjetivos, al sentimiento subjetivo y a la conviccién Particular-, principios que tienen como consecuencia la des- truccién tanto de la eticidad interior y de la conciencia Juridica, del amor y del derecho entre las personas privadas, como del orden puiblico y de las leyes del Estado. La signi- ficacién que estos fenémenos han de tener para los gobier- nos no debe ser desestimada a causa de las pretensiones de aquellos que se apoyan en Ja misma confianza que les ha sido ‘concedida 0 en la autoridad de un cargo para exigir del Esta do que deje hacer y deje pasar lo que corrompe 0 s¢ opo~ ne a la fuente sustancial de los actos, los principios univer- sales. La expresin «a quien Dios da un cargo también le da el entendimiento necesario» es una vieja broma que en nuestro tiempo ya nadie tomari en serio. Dada la importancia del modo en que se realice la tarea filoséfica, que las circunstancias han hecho que fuera nue- vamente apreciado por los gobiernos, no se puede negar a necesidad de apoyo y proteccién que desde muchos lados distintos parece tener la filosoffa. En efecto,en muchas pro ducciones de la ciencia positiva, asi como en textos de edi- ficacién religiosa y en otras literaturas indeterminadas, se observa no sélo ya el comentado desprecio por la floso- fia, que se expresa en que quienes inmediatamente demues- tran estar retrasados en el desarrollo del pensamiento y para Jos cuales la filosofia es algo totalmente extrafio, a consi deran sin embargo como algo totalmente acabado, sino incluso que se dirigen expresamente contra la filosofia y aa 57 declaran que su contenido ~el conocimiento conceptual de Dies ¥y de la naturaleza fisicay espiritual, el conacimiento deta ver- dad es una presuncién insensata y pecaminosa. AI se ve_} cémo una y otra vez, interminablemente, la razén es acu- sada, rebajada y condenada, 0 por lo menos se deja tras lucir cuin incémodas resultan para una gran parte de la actividad que deberia ser cientifica las inevitables preten- siones del concepto. Ante semejantes fenémenos se podria casi admitir que en este aspecto la tradicin ya no es respe- table ni suficiente para asegurar foleracia y existencia pabli- ca al estudio de Ia filosofia.* Las arrogintes declaraciones contra la filosofia tan corrientes en nuestro tiempo offecen el extraiio espectictt~ lo de tener, por un lado, su justificacién en la superficialidad a que ha sido degradada esta ciencia, y basarse, sin embargo, por otro lado, en el mismo elemento contra el cual se vuel- ven con tanta ingratitud. Pues esta autodenominada floso- fia, al caificar el conocimiento de la verdad como un inten to insensato, ha nivelado todo pensamiento y todo objeto, del mismo modo que el despotismo de los emperadores de Roma igualé la nobleza y los esclavos, la virtud y el vicio, Ss ce cepa ee 58 el honor y el deshonor, el conocimiento y la ignorancia, De esta manera, el concepto de lo verdadero, 0 la ley de lo ético, no son més que opiniones y convicciones subjetivas, y 1os principios mis cri:ninales son colocados, en cuanto is hondo, la libre personalidad infinita. Con ello, Platén se ha revelado, sin. embargo, como un gran espiritu, pues el principio alrede- dor del eual gira lo decisivo de su idea es justamente el eje alrededor del cual se movia entonces la inminente revolu- Gién del mundo. Lo que es racional es real, y lo que es real es racicnal. Esta conviccién la posee toda conciencia ingenua, y tam- bign la filosofia, que parte de ella al considerar tanto el uni- verso espirtual como el natwal. Sia reflexién, el sentimiento, © ctialquier otra forma que adopte la conciencia subjeti- va, considera el presente como algo vuno, va mis alld y sabe mis que él, entonces se encuentra en un elemento vano y, puesto que sélo tiene realidad en el presente, es ella mis- ma vanidad. Si, inversamente, se considera que la idea es s6lo tuna idea, una representacién atribuible a una opinién, la filosofia le opone el conocimiento de que lo tinico efecti- vamente real es la idea, De lo que se trata, entonces, es de reconocer en la apariencia de lo temporal y pasajero la sus= tancia, que es inmanente, y lo eterno, que es presente, Pues” 1 racional, que es sinénimo de la idea, er Ja medida en que con su realidad entra al mismo tiempo en la existencia exte- rior, se despliega en una riqueza infinita de formas, fené- menos ¥ configuraciones, y recubre su réicleo con la cor- teza multicolor en Ja que en un primer momento habita la 60 conciencia, pero que el concepto atraviesa para encontrar el pulso interior y sentizlo también palpitar en las configu- \ raciones exteriores, Estas relaciones infinitamente variadas Que se construyen en la exterioridad gracias al aparecer en ella de la esencia, este infinito material y su regulacién, 20 son, sin embargo, objeto de la filosofia. Se inmiscuirfa fen cosas que no le conciernen y harfa mejor en no dar bue- nos consejos sobre estos asuntos. Platén podria haber evi- tado recomendar a las nodrizas que no petmanecieran nun~ ca quietas sino que mecieran siempre a los nifios en sus Brazos: y Fichte constr tal como se lo ha lamado, la per~ feccién del control policial de pasaportes hasta el extremo de establecer que en el décumento de los sospechosos no s6lo deberfan constar las sefas sino también tendria que dibujarse su retrato. En semejantes aplicaciones no hay que ver ya ninguna huella de la filosofia,y ésta puede aban- donar esta sabiduria extrema con tanta mayor facilidad cuan- to que debe mostrarse liberal en grado sumo respecto de sta infinita cantidad de objetos. De este modo podré man- tenerse alejada la ciencia del odio que la vanidad de saber lo todo provoca hacia una serie de circunstancias e institu ciones, odio en el que se complace especialmente la mezquindad porque es el tinico medio que posee para lle~ gar a un sentimiento de x Este tratado, pues, en cuanto contiene la ciencia del Estado, no debe ser otra cosa que el intento de concebir y {poner el Estado como algo en st mismo racional. La enseian- za que puede radicar en él no consiste en ensefiar al Esta” do cémo debe sex, sino en ensefiar cémo él, el universo éti~ 0, debe ser conocido, » o 5 Hie Rhodus, hic saltus.” Ta tarea de la filosofia es concebiir lo que es, pues lo que es es Ja raz6n, En lo que respecta al individuo, cada uno es, de todos modos, hijo de st tiempo; de la misma manera, la filo sofa ess tempo aprehendido en pensamientos, Bs igualmente Jngensato creer que una filosofia puede i mis alli de su tiem- po presente como que un individuo puede saltar por enci- ma de su tiempo, més alla de Rodas. Si su teoria ve efecti- vamente més allé y se construye un mundo tal como debe ser, éste existiré, por cierto, pero sélo en su opinar, elemento lGctil en el que se puede plasmar cualquier cose. ‘Alterindola un poco, aquella expresi6n difa: Aqui est Ya rosa, baila agui. Lo que esti entre la razén como espiritu autoconsciente-y Ja raz6n como realidad presente, lo que separa aquella abn de ésta y no le deja encontrar en ella su satisfacci6n, es el obsticulo de algo abstracto que no se ha liberado para 7 gat al concepto. Reconocer Ja razén como la rosa en la czuz del presente y con ello gona de teeta vin cio~ nal es la reconciiacién con la realidad que concede la filo- sofia a aquellos que alguna vez han sentido la exigencia de coneebir y tanto de conservar la libertad subjetiva en aque- llo que es sustancial como de no estar con ella en lo par- ticular y contingente sino en lo que ¢s en y por si Esto es también lo que constituye el sentido concreto de lo que antes se designé de un modo més abstracto como 7.Dels bul de Esopa. a tanidad dela forma y del contenido, pues la forma, en su signi- ficado més concreto, es la razén en cuanto conocimiento conceptual, y el contenido, la razén en cuanto esencia sus tancial tanto de la realidad ética como natural; a unidad consciente de ambas es la idea filosofica Es una gran obstinaci6n, obstinacién que hace honor al hombre, no querer reconocer nada en los sentimientos que . ho haya sido justificado por el pensamiento. Esta obstina- ibn es lo caractetistico de la modernidad y, por otra parte, el principio propio del protestantismo. Lo que Lutero ini- cié como creencia en el sentimiento y en el testimonio del espiritu es lo mismo que posteriormente el espiritu més maduro se ha esforzado por captar en el concepto, para libe~ rarse asi en el presente y por lo mismo encontrarse en él. Asi como, segiin tna expresién que se ha vuelto famosa, una filosofia a medias aparta de Dios ~y es esta misma media nia la que hace del conocimiento un aceramiento ala ver- dad- mientras que la verdadera filosofia, en cambio, condu- cea El, lo misino ocurte con el Estado. Asi como la razén no se contenta con el acercamiento ~que no es ni fifo ni caliente y por lo tanto debe ser vomitado~* tampoco se con~ tenta con la fifa desesperacién que admite que en esta tem- poralidad todo anda mal o,a Io sumo, mediocremente, pero que afirma que en ella no se puede tener nada mejor y que sélo por ello hay que estar en paz con la realidad; es una paz iis célida la que proporciona el conocimiento. Para agregar algo mis a la pretensién de enseiiar cémo debe ser el mundo, sefialemos que, de todos modos, la filo sofia lega siempre demasiado tarde. En cuanto pensamiento 8.Apocalipss, 3,16. 6 del mundo, aparece en el tiempo s6lo después de que la rea- lidad ha consumado su proceso de formzcién y se halla ya lista y terminada. Lo que ensefia el concerto lo muestra con 1h misma necesidad la historia: s6lo en la madurez de la rea~ lidad apatece Io ideal fiente a lo real y erige a este mismo mundo, aprehendido en su sustancia, en k figura de un tei- no intelectual. Cuando la filosofia pinta con sus tonos gri- ses, ya ha envejecido una figura de la vida que sus penum- bras no pueden rejuvenecer, sino sélo conocer; el bitho de ‘Minerva s6lo alza su vuelo en el ocaso. Pero ya es tiempo de terminar este prefacio, que, como tal, sélo puede hablar de una manera exterior y subjetiva del punto de vista del escrito que precede. Si se debe hablar flo~ séficamente de un contenido, lo tinico que corresponde es ‘un tratamiento cientifico objetivo; del mismo modo, toda réplica que no sea un tratado Cientifico de la cosa misma sdlo valde para el autor como un comentario subjetivo y tuna afinmaci6n arbitraria,y le seré por lo tanto indiferente. Berlin, 25 de junio de 1820. INTRODUCCION § 1. La cenciafilssfca del derecho tiene pot objeto la Idea del Detecho;es decir, el concepto del derecho y su realizacion. Obs, La filosofia trata con ideas, y no con lo que suele amar meros conceptos. Ella muestra, por el contrario, a uni- lateralidad y falta de verdad de estos Giltimos, asi como que el concepto (no lo que con frecuencia recibe este nombre y no es més que una determinaci6n abstracta del entendi~ miento) es lo tinico que pose realidad, pues se la da a si mis- mo.Todo lo que no es esta realidad puesta por el concepto mismo, es existencia pasajera, contingencia exterior, opinién, apariencia inesencial, falsedad, engatio, etcétera. La configu- tacién que se da el concepto en su tealizacién es, para el cone cimniento del concepto mismo, el momento esencial de la idea, que difiere de su forma de set s6lo come concepto, Agregado, El concepto y su existencia son dos lados separados y ‘unidos, como cuerpo y alma. El cuerpo es la misma vida que el alma y sin embargo se los puede nombrar como si estuvieran uno separido del otro, Un alma sin euerpe na serfa algn viviente, y ‘viceversa. Del mismo modo, a existencia del concepto es su cuer= 1po, que lo mismo que éste obedece al alma que lo prodiyjo. El ger- 1 arbol y contiene toda su fuerza, aunque toda~ ‘men tiene ya en s vv no es &l mismo. Lebo corresponde completamente a a simple imagen del germen, Si el cuerpo no cortesponde al alma resulta algo miserable. La tnidad de Ia existencia y el concepto, del ever 66 poy el alma, es idea. lla no sélo s armonia sino perfeta com- penetracion, Nada vive que no sea de alguna manera I dea, La idea del derecho cs ia libertad, y para aprehenderla verdaderamente se la debe conocer en su concepto y en la exstencia que adopta su concept. § 2.La ciencia del derecho es wna parte de la filesofia. Debe por lo tanto desartollar, a partir del concepto, la Idea como aquello que constituye la razén de un objeto, 0 lo que es 10 mismo, obsecvar el propio desarrollo inmanente de la cosa ‘misma. Por ser una parte, tiene un punto de partida deter minado, que es el resultado y la verdad de lo que precede, y {que constituye lo que se denomina demostnaciin del mismo. El concepto del derecho queda, pues, en cuanto a su deve~ nir, fuera de Ja ciencia del derecho; su deducci6n esti aqui supuesta,y el concepto mismo debe aceptarse como dado, Os, Segiin el método formal, no filos6tico, de las cien- cias, lo primero que se busca y reclama para tener por lo menos la forma exterior de lo cientifico es la definiién. Por coira parte, esto no puede servir de mucho a la ciencia posi- tiva del derecho, que se ocupa principalmente de indicar qué 5 el derecho, es decir, cuiles son las determinaciones legales particulares. Es a causa de esto que se dijo a modo de adver- “eencla’ omnis definitio in jure civil periculosa.¥ de hecho, cuan— to nis inconexas y contradictorias sean las determinaciones de un derecho, menos posibles seran en él las definiciones, dado que deberian contener preferentemente determina ciones generales que mostrarian de modo inmediato y en toda su desnuder lo contradictorio, en este caso lo injusto. Asi, por ejemplo, para el derecho romano no setia posible ninguna definicién del hombre, pues no se podria subsumir f en ella al esclavo, cuya condicién es, por el contratio, ofen- siva para aquel concepto. Del mismo modo, en muchos casos resiltarfa peligrosa la definicién de la propiedad y del pro- pietario. La deducci6n de la definici6n se hace, por ejem- plo,a partir de la etimologia, tendiendo generalmente a abs- truer de los casos particulates y a colocar como fandamento cl sentimiento y la representacién de los hombres. La correc cién de la definicién se mide entonces por la adecuacién con las representaciones existentes. Con este método se deja, de lado lo ‘iico cientificamente esencial:en cuanto al conte~ nido, la necesidad de la casa en y por si misma (en este caso, el derecho), y en cuanto a Ja forma, la naturaleza del concep- to.En el conocimiento filosético, por el contrario, a neze- sidad de unt concepto es lo principal, y el camino que se pre- senta como el resultado de un deveair constituye su démostracién y deduccién. Sil contenide es por i necesario, el segundo paso consistiré entonces en buscar qué le corres ponde en la representacién y el lenguaje. El modo en que este concepto es por sf en st verdad y el modo en que esti ent la representacién, no sélo pueden sino que también deben ser distintos, en cuanto a su forma y st configuracién, No obstante, sila representacién no es tamb:én falsa en cuanto a su contenido, se puede perfectamente mostrar cémo el concepto esta incluido y presente en ella de un modo esen- cial; en ota palabras, la reptesentaciGu puede ser elevada a Ja forma del concepto. Pero no puede ser de ninguna mane~ ra medida y criterio del concepto por si mismo necesario y yerdadero, sino que, por el contrario, debe tomar de éste su verdad, y rectficarse y conocerse a partir de él. | Pero si aquel modo de conocimiento, con su formalis- mo de definiciones, silogismos y demostraciones, ha mis 68 69 menos desaparecido, ha sido sin embargo reemplazado por ‘otro procedimiento atin peor, que consiste en captar y afir- _mar inmediatamente cualquier idea, y con ello también la Jidea del derecho y sus determinaciones ulteriores, como | hechos de la conciencia, y en hacer del sentimiento natural 0 \exaltado, del corazén y del entusiasme, una fuente del dere~ cho. Si este método ¢s el mas cémodo, también es el mis antifilos6fico (para no mencionar aqui otros aspectos que no se refieren meramente al conocimiento, sino inmedia~ tamente a la acci6n). Mientras que el primer método, aun siendo formal, exige por lo menos la forma del concepto en la definicién y la forma de un conocimiento necesario en Ja demostracién, la afectacién de la conciencia inmediata y elsentimiento eleva la subjetividad, la contingencia y la arbi- teariedad del saber a la categoria de principios. std aqui supuesta la naturaleza del procedimiento cien- tifico de la filosofia, cuyo desarrollo tiene lugar en la logi- ear flosifica. Aoregads La filosofia forma un efculo, iene un elemento pri- mero, inmediato, puesto que debe comenzar: un elemento no demostrado, que no es resultado, Pero aquello con que la filoso~ fia comienza es inmediatamente relativo, ya que tiene que apare- cer en ou punto final como resultado. Es una sucesiGn que no pende del aire,no es algo que comienza inmediatamente, ino que gira sobre sf mismo. { § 3. El derecho es positive 4) por su forma, por tener vali~ ' dez en un Estado; esta autoridad legal constituye el prin- cipio de su conocimiento: la cencia position del derecho, b) Segiin su contenido recibe este derecho un elemento posi- Tivo: elidel particular carter naional de un pueblo, del est dio de su desarrollo histérico y del conjunto de las condi- ciones que pertenecen a la neceidad natura, f) de la nece- | sidad de que un sistema de derecho legal deba contener la apliacén del concepto universal a Ja naturaleza particular | de los objetos y casos, que se da exteriormente (esta aplica~ cién no corresponde ya al pensamiento especulativo, sino aque es tna subsunci6n del entendimiento); 2) de las deter tinacionesiltimas que son necesarias en la realidad para [Bese dei ‘Obs. Cuando al derecho positive y alas leyes se oponen el sentimiento del corazén, las inclinaciones y el arbitrio, no sexi la filosofla quien reconozca tales autoridades. Que la fuera y la tiranfa puedan ser tn elemento del derecho posi- tivo, es para él contingente y no pertenece a su naturaleza. Mis adelante (§§ 211-214) se sefialacé el momento en que el derecho tiene que volverse positive. Ahora sélo se men- cionan las determinaciones que entonces se obtendrin para sefialar los imites del derecho filos6fico de este modo, des- cartar la eventual representacin o inch exigencia de que de sa desarrollo sistemitico debiera surgit un cédigo posi- tivo como el que necesita cualquier Estado real. Serfa un gan equivoco suponer que porque el derecho natural o el derecho flossfico son diferentes del postivo, deben ser opues- tas 0 antagnicos.Por el contratio,aquél mantiene con éste fa misma relacién que ls Instituciones con las Pandectas. Respecto del elemento histérico en el derecho posit~ +o, mencionado al comienzo del parigrafo, Montesquiew ha rostenido la verdadera perspectva histrica,elauténtico pun- to de vista flos6fico, al expresar que la legislacién en gene- raly sus determinaciones particulaes no deben considerar~ 10 Se en forma aislada y abstracta, sino como momentos depen- ientes de una totalidad, en conexi6n con todas las restan- tes determminaciones que constituyen el caricter de una nacién, ¥ de una época; en ese contexto alcanzan su verdadera sig- nificacion y con ella su justificacién. La consideraci6n del surgimiento y desarrollo de las determinaciones del derecho tal como aparecen en el tiempo, cesta preocupaci6n puramentehistérice, asi como el conoci- amiento de sus ruzonabls consecuencias, que nace de la com- patacién con relaciones juridicas preexistentes, tienen, dentro de su propia esfera,su mérito y su dignidad, No cons- tituyen sin embargo una consideracion Gilosfica, dado que cl desarrollo segtin razenes histéricas no se confurnde con el desarrollo segin el concepto, y la explicacién y la justifica- cin histéricas no pueden ser ampliadas hasta aleanvar el sig- nificado de una justficacion vilida en y por si, Esta diferen- cia, que es muy importaate y debe ser mantenid, es al mismo tiempo muy evidente: una determinacién juridica puede ser perfectamente fiundada y consecuente respecto de las cirauns- tuncias y de las instivucionesjusidica exstentes y ser, sin embar- go, en sy por sf injustae irracional, Tal es el caso de nume- rosas determinaciones del derecho privado romano que se desprenden de manera totalmente consecuente de insttu- ciones tales como la pa:tia potestad y el matrimonio roma- nos. Peto aunque las dererminaciones juridicas fueran justas y racionales, es algo totalmente distinto probarlo -1o cual solo puede ocurrie de un modo verdadero por medio del Jconcepto~ que exponer su surgimiento historico y las cit~ cunstancias, casos, necesidades y acontecimientos que han [Mevado a establecedas. Semejante mostrar y conocer (prag~ iatico) a partir de las causa histdricas prOximas o remotas poe a se denomina con frecuencia explicar, 0, mejor aii, concebit, ‘reyendo que con esta mostracién de lo histéricd se ha alear= zadq'todo.0, mis bien, lo esencial, Jo tinico que importa para ‘oncebirla ley o la institucién juridica, Pewo con esto, en rea~ ‘Tidad, ni siquieza’se ha mencionado lo verdaderamente esen~ cial:el concepto d Se suele hablar también de conceptes juridicas romanos o getminicos, de conceptosjuridicos tal como estén determi- nados en este o aquel cédigo, cuando, en estos casos, no se tata para nada de conceptos sino sélo de determinaciones jut dics gencrales, proposiciones del entendimiento, principios, leyes, eteétera. Con el descuido de esta diferencia, se fasitica la pers~ pectiva y se transforma la pregunta por una verdadera justi- ficacién en una justificacin de acuerdo con las circunstan- cias, en la consecuencia a partir de supuestos que por si quiz tampoco sirven, etc.,y, en genera, se pone lo relativo en el lugar de lo absoluto, la apariencia exterior en el lugar de la naturaleza de la cosa. La justifcacién histérica, cuando con- fande la génesis a partir del concepto con la génesis exte- rior, ealiza inconscientemente lo contratio de Io que se pro pone. Cuando el surgimiento de una insttucién se muestra, bajo ciertas circunstancias, como perfectamente adecuado y necesatio, cumpliéndose asi las exigencias del punto de vis 1w hist6rico,si eso pretende valer como uta justificacién uni- versal dela cosa misma, se sigue mis bien lo contrario: pues- to que tales condiciones ya no existen, la instituciém ha perdido su sentido y su derecho. Cuando, por ejemplo, se hace valer en favor del mantenimiento ce los conventos st utilidad para el cultive y colonizaci6n de tierras yermas y para a conservacién de la cultura por medio de la enseflanza n B y la copia de libros, y se invocan estos méritos como fizn- damento pata su conservaci6n, se sigue de ello, por el con- trario, que, bajo circunstancias totalmente diferentes, han devenido, por lo menos en la medida de esos cambios, super- luos ¢ inadecuados. Dado que la significacién histérica, a mostracién y comprensién histrica de la géness, y la visi6n filoséfica de esa génesis y del concepto de la cosa corres- ponden a diferentes esferas, pueden mantener entre si una posicién indiferente. Sin embargo, puesto que, incluso en el campo cientifico, no mantienen siempre esta tranquila posi~ ci6n, citaré algo referente a su pugna, tal como aparece en el Manual de Historia del Derecho Romano de Hugo, de don de se podrin extraer més'conclusiones acerca de este falso procedimiento opositivo. Hugo expresa (5.* edici6n, § 53) que sCicerdn elogia las Doce Tablas con tna mirada de des- «én alos Gls0fos, xl filbsofo Favorino, sin embargo, hs tri~ ta como desde entonces més de un gran Blésofo habrfa de tratar el derecho positivo». Hugo rechaza en el mismno lugar de modo definitive semejante tratamiento, sporque Favori- xno ha comprendido las Doce Tablas tan poco como estos filé- sofos el derecho positivoy. Respecto de la ctitica que le hace a Favorino el juris- consulto Sexto Cecilio en las Noches Atieas de Aulo Gelio CX, D, en ella se expresa el principio verdadero y perma- nente de la justficacién de To que por su contenido es pu mente positive. No ignoras -le dice muy bien Cecilio a Fivorino~ que la pertinencia de las leyes y los remedios que offecen cambiat y fluctiian debido a las costumbres de cada época, a las formas de Estado y al interés de los beneficios \ inmediatos, segiin el impetu de los vicias que deben curar. No onsisten, pues, en ut estado, sino que, como el aspecto del ce- I L is je Toy elma verano side des sas de afore (Hay algo mis saludable que la ley propuesta por Stolon?, ceittay algo nis til que el plebiscito de Vocon?, etc. Dede considerarse que hay algo tan necesario como la ley Lici- ‘a’, etc. Sin embargo todas han sido olvidadas y sepultadas por Ja opuilencia de la ciudad»? a [~Bstas leyes son positivas en la medida en que tienen su | significado y su conveniencia en las crcunstancias, por lo cual J s6lo tienen un valor hist6rico y son de naturaleza transito- | via. La sabiduria con que los legisladores y gobiernos han actuado respecto de las condiciones dadas y las circtinstan-~ cias de su tiempo, es una cuestién independiente y perte- nece a la apreciacién de la historia, la cual ln reconocers con ‘mayor profundidad en la medida en que dicha apreciacién sea sostenida por una perspectiva filoséfica. "En cuanto a ls otras justifcaciones de las Doce Tablas en contra de Favorino, quiero sin embargo dar un ejemplo ‘en el que Cecilio cae en el perpetto engufio del método del .eNo igocs gin open tees pro topo mor Po Sam pean eens oc po wacom paso aonb POR “Samet enn evry mr ac fl cue ta nt vein dacs col et marae se nar oper TAR tbe yum cx options ls Sota ce quid uaa pei. ‘Psonio ceed tum seem enum of quam ex Ls 2 Ss ancy hoe smn toe snk iit opsenti et Los sba= ‘orion de Hoge Ly spat de Lino Stlon, de 37». C. pia ‘et clodadanetmat ns de 500 ys (ras 125 hetren) de er Sehr poveones del Esa y pir lis de 100 ress genes l= Dict dvoco de 1691p nnn ere pc spits recibir passer que io exe de i Sia edelanoss tytn tment 1002.6, qeereptnns lj yebles noes pra ls Banquets con oc de hota fo} 4 1 5 cenvendimiento y su moéo de razonar: dar una buena razén para tuna cosa mala y opinar que con ello queda justificada, Se trata de la monstruosa ley que daba al acreedor, una vez ven- ido el plazo, el derecho de matar o vender como esclavo al deudor, ¢ incluso, i los acreedores eran varios, de cortarlo en partes y repartrslas sin que pudiera dar origen a una cuesti judi- ‘lel hecho de que alguno de ells hubieracortado demasiado 0 many ‘poco (clausula que hubiera sido beneficiosa para el Shylock, de Shakespeare en el Marcader de Veneia, que la hubiera acep- tado agradecido). Cecilio aduce la buena razén de que la fide~ lidad y la fe resultan aseguradas por esta ley y que, justamente por su monstruosidad, no ha debido nunca ser aplicada.A su cateacia de pensamiento no sélo se le escapaba que por medio de esta determinacién resulta aniquilado el objetivo de ase~ ‘guar la fidelidad y la fino también que él mismo da inme~ diatamente después un ejemplo de la ineficacia de una ley sobre el faso testimonio a causa de lo desmedido de la pena. Pero no se debe dejar de lado lo que Hugo quiere decir cuando afirma que Favorino no ha entendido la ley. Cualquier escolar la entendetia y dl citado Shylock comprenderia ain mejor la clausula tan conveniente para él. Al decir entender debfa Hugo referise a esa forma del entendimiento que se satisface con una ley semejante si se le da una buena razén, Cualquier filésofo podria reconocerse culpable sin ver~ piienza de vua acusaci6u que le have Cecilio a Favorino por ino haber entendido que cuando la ley expresa que se debe proporcionar un jumentim y ano una arcecas" a un enfermo 10_Junewton denota toa bets de cgay ar, cats. nico lugar en que se sal expresién juwounum para denominae wn cart cs en las Doce Tabs 17 e505 lo que provoca la consid a que alude Cecilia. (0) e | | L para que pueda presentatse a prestartestimonio ante un tri- bunal, con la expresin jumentum se debe referir no s6lo a un caballo sino también a un carro o un coche. Cecilio podria ‘encontrar en estas determinaciones legales una nueva pruc- ba de la excelencia y justeza de las antiguas leyes, ya que para la comparecencia de un testigo enfermo no sélo diferen- ciaban entre un caballo y un coche, sino entre dos coches, uno cubierto y tapizado ~como dice Cecilio y our menos confortable, Habtia, por lo tanto, que elegir entre el rigor de aquella ley y la insignificancia de dete-minaciones seme- jantes. Expresar la insignificancia de cosas tales y, sobre todo, de los doctos comentarios de que son objeto, seria, sin embar- go, una falta contra esta y toda otra clase de erudicién. En el citado manual, Hugo lega a hablar de racfonali- dad respecto del derecho romano. Lo que me ha chocado de ello es lo siguiente. Después de decir, al tratar el perlodo que va desde el nacimiento del Estado tusta las Doce Tablas (G5 38 y 39), que «(En Roma) habia muchas necesidades y se estaba obligado a trabajar, para lo cual se usaban como ‘auxciliares animales de tiro y de carga, tal como ocurre entre oso- tos; que el terreno era una sucesién de colinas y de valles yyla ciudad estaba en una colina», etcévera Gindicaciones que pretenden quiza tener el sentido de las de Montesquieu, pero cn has que dificilmente se encontrara su espiritu), més ade- ante, en el § 40, afirma que dla situacioa juridica estaba adn muy lejos de satisfacer las mis alts exigencias de la nzéns {lo cual es totalmente correcto, pues el derecho familiar romano, la esclavitud, eteétera, no satisfacen ni siquiera muy minimas exigencias de la razén), pero posteriormente, se olvida de seiialar si en otro periodo, y en cual de ellos, habria akanzado el derecho romano las exigencias de la razén. 16 1 Sin embargo, en el § 289 dice acerca de los juristascli- sicos en el perfodo de la més alte perfecién del derecho roma- ‘no como ciencia, que eya hace tiempo se ha sefalado que los jurista clisicos se habian educado en ha filosofia, pero «pocos saben (después de las numerosas ediciones del manual de Hugo son ya muchos los que lo saben) que no hay ninggin ‘otro grupo de escritores que merezca tanto como los juris- {as romanos ser colocado junto a los matemiticos por la con secuenteldeduccién a partir de principios/y junto con el moderno fundador de la metafisica por su sorprendente ori- ginalidad enfel desarrollo de los conceptos}L.a prueba de esto tiltimo la da que en niga tea parte Se pueden encon- ‘rar tanta tricoomlas como en los jurstas clisicos y en Kanbs. La consecuencia, tan alabada por Leibniz, es, por supuesto, tuna propiedad esencial de la ciencia del derecho, tal como también lo es de las matemiticas y de cualquier otra cien- cia razonable, pero esta consecuencia del entendimiento no ‘iene ain nada que ver con la satisfacci6n de las exigencias de Ia razén y con la ciencia filos6fica. Por otra parte, es més bien la inconsecuencia de los jarstas y pretores romanos lo que hay que apreciar como su mayor virtud. Es ella Ia que les permitia desembarazarse de instituciones injustas y mons- truosas. Para ello se veian obligados a imaginar callie! dis- tinciones verbales vacfas (como lamar Bononum possesio lo que en realidad era una herencia)!? y hasta necios subter- 11. Diestramente. 12 Segi el sstea dees Doce Tila acid de aga (6s deci de priene ‘e por via paterna) era la tnica base del derecho hereditati. El derecho trio fs recon deo deo pene iplements ni los por vinculos de sangre.A ett sacsiones els lame sponesiones de Tor bienese(louorim poseonei). [O}. fugios (y una necedad es al mismo tiempo una inconse~ ‘cuencia) para salvar la letra de las tablas, tal como ocurre con la fico, “meyprorg, de que una filia es un filius (Heinecio, Antiq, Rom., lib. I, 6. IL, § 24), Por otra parte, resulta gra- cioso ver que se compara alos juristas clésicos con Kant por algunas divisiones rrcotémicas ~sobre todo con los ejemplos aque da en la misma observacién 5.~ y que se llame a es0 desarrollo de los conceptes. 4.Bl terreno del dezecho es lo espiitual su lugar mis pre~ ciso y su punto de partida es la voluntad, que es libre, de ‘modo tal que la libertad constituye su sustancia y determi- racién, y el sistema del derecho es el reino de la libertad rea lizada, el mundo del espiritu que se produce a partir de si | mismo como una segunda naturaleza ‘Obs Respecto de la libertad de voluntad se puede recor- dar cual era anteriormente el modo de proceder del cono- cer. Se suponia la representacién de Ta voluntad y a partir de ella se trataba de extraer y establecer una definicién.A par- tir de diferentes sensaciones y fendmenos de la conciencia comin, tales como el arrepentimiento, la culpa y otros simi lates, que sélo pueden expliarse sila voluntad es libre se le~ va.a cabo la lamada demostracién de la libertad de la volun- tad, siguiendo los procedimientos de la vieja psicologia empftiea ero es aiin mis comodo atenerse directamenve a que la libertad esté dada como un hecho de la conciencia y afit~ mar que se debe creer en ella. La deduccién de la libertad de ta voluntad y de la naturaleza de ambas s6lo puede tener lugar, como ya se ha sefialado (§ 2), en conexién con el todo. En mi Enciclopedia de las cencias fllséficas (Heidelberg, 1817) he expuesto los rasgos principales de las siguientes prenti- sas, que espero algtin dia poder completar: el espiritu es ante todo inteligencia y las determinaciones por las que pasa su desarrollo desde el senuimiento, a través de la representacin, hasta el pensamiento~ constituyen el camino para produ- citse como voluitad, la cual, en cuanto espiritu prictico, es la verdad préxima de la inteligencia. Me resulta tanto ms necesario cumplir mi deo de contribuir a un conocimiento mejor fandamentado de la naturaleza del espiritu, cuanto ue, tal como se sefiala en aquella obra (§ 367, Obs),!? no es ficil encontrar una ciencia filosGfica en un estado tan lamentable y descuidado como la doctrina del espiritu que uswalmente se lama psicologéa. En este y los siguientes pargrafos de la introduccién se presentan los diferentes momentos del concepto de volun tad, que son un resultado de aquellas premisas. Respect de ellos se puede invocar en ayuda de la representacién a la autoconciencia de cada uno. Por lo pronto, todos encontra- an en sila posibilidadl de abstraerse de todo lo que es, ast como de determinarse 2 si mismo, y darse a si todo conte- nido por su propio intermedio, Del mismo modo, cada uno hrallarden su autoconciencia ejemplos de las ulteriores deter- ‘minaciones. ‘Agregado La libertad de la voluntad se puede explicar del modo mis adecuado con una referencia a la naturaleza fsa. En efecto, 13. Las citas corcesponilen a primera edicign de la Endopeda (1817), ‘que Ioego fuera amplioda hasta leaner su version definitive en la tercera oi- cia de 1830, Se sefialri por tanto a conzespondencia de parigrafoe con ‘ta ima, En ete cao al § 3€7 dela edcin de 1817 couesponde el §414 de ade 1890, en fa que sin en-barg Ia observacim aparece algo reducida 2p Ja libertad es una determinacién fundamental de la voluntad del mismo modo que el peso lo es de los euerpes, Cuando se dice que Ja materia tiene peso, se podria creer que eve predicado es con- tingente, pero no es as, porque nach carece de peso en la mate ia ella ¢8, por el contari, el peso misino. El peso constituye el cuerpo y es el cuerpo. Lo mismo ocurte con la libertad y la volintad, pues lo libre es la voluntad.Volunad sin libertad es waa palabra vaca, a su vez ba libertad s6lo es real como voluntad, como sujeto. Respecto de la conexin entre Ia voluntad y el pensamien~ tojhay que observar lo siguiente. El espiitu ss el pe yal “hombre se diferencia del animal por medio del pensaniento, Peo ‘que wepresentarse que el hombre por una parte piensa y por Iaotra quiere, que en un bokilo tiene el pensamiento y en el tro al querer, porque sera éta una representacion vaca. La diferencia ‘entre pensamiento y voluntad es la que exise entre el comport: riento tedrico y el prictico, pedo no son dos facultades, sino que la voluntad es un modo particular del pensamicnto: el pensamicn- to en cuanto se traduce en la existencia, en cuanto impulso de dar- se l existencia, Esta diferencia entre el pénsamiento y la voluntad puede expresarse de a siguiente manera. Cuando pienso un obje- ‘ojo wansformo en pensamiento y le quito lo sensible, lo comviesto cn algo que es esencial ¢ inmediatamente mio. En efecto, s6lo en cf pensamiento estoy conmigo mismo, silo el concebir es la pene- tracién del objeto, que ya no esti mis frente a mi,y al que le he {uitado ly propio, lo yue cenfa pur sf en contra mio, Del mismo modo como Adin le dijo a Eva «eres carne de mi carne y hueso de mis huesos, asf dice el espritu xs espritu de mi cspiritue y lo extraio ha desaparecido. Toda representacién es una universaliza~ cig y éta le pertenece al pensamiento, Hacer algo universal quie- nto y también lo universal. re decit pensatlo. El yo es el pens ‘Cuando digo Yo abandono toda p cel carictes las con- 80 dliciones naturales los conocimientos, la edad. Yo es completamente vacio, puntual, simple, pero activo en esa simplicidad. La colorida pintura del mundo esti frente a mf; yo me enftento a ella y con este comportamiento elimino la oposicién: conviesto aquel con- tenido en algo mfo.El yo esti en su hogar en el mundo cuando lo ‘conoce, mas atin, cuando lo ha concebido. Hasta aqui respecte del conocimiento tedrico.El comportamiento prictico comienza, por el contrario, con el pensamiento, con el propio yo, y aparece en primer lugar como contrapuesto porque establece inmedi tnt a ops. Al er pei arte dtr Y devine uc deci pees perma nda Peo lr dfrecis ue pongo son aa ve miss dterminacione tne penne mimo gu os es ox qo ny inpubada ‘ung ee alr enn determinants dienes dei a pongs ene Ismado mundo exe sigue edo in embargo tnsson lo ue yo be hecho, contuio evan luc de cp nes pesla enc ne el comporamien ee Coy pects buy quinn aor la ee Lo Seco cn eencaent inclido eno pictic. Eos dge cone i representacion de que ambos ein epaado, pues nose pe, de oer ont si tgen Iveramens vlad on tene en cio a vlan se determin ea Stemi nacion es en primer Inga lg interno: lo que quiets melo repent, ober pars mis El animal eta por ining, inplado po algo interior en se sed eta pc co,peo no ene sin embargo volitad porque ne panna toque aptece Pero tampoco e pose compertase tice mente pena in volt, porguecuande pensumor somos sctwos Bl eomtnide de lo pend rece por cet le forme Ge seo extent, ero ete create ego mead, puesto por seta stad, Eas difrnca son por lo unto rsepanbl \ t ! ao a yy en toda actividad, tanto del pensamiento como del querer, se encuentran ambos momentos. § 5.La voluntad contiene @) el clemento de la pura indeter- Iminacibn o de la pura reflexién del yo en sf mismo, en el cual ¢s disuelta toda limitacion, todo contenido determinado y dado, inmediatamente presente, tenga como origen la natu- raleza, las necesidades, los deseos, los instintos, o cualquier ‘otra instancia; [a infinitud ilimitada de la absobuta abstracién 0 ‘universalidad," el pensamsiento puro de sf mismo. ‘Obs, Aquellos que consideran al pensamiento como una _fucultad particular y peculiar, separada de Ja voluntad -a su ‘vez también una facultad peculiar y sostienen ademés que el pensar es desventajoso para a voluntad, especialmente para Ja buena voluntad, muestran con ello desde tin principio que desconocen totalmente la naturaleza de la voluntad (adver- tencia que debera ser hecha atin con bastante frecuencia sobre este tema) Cuando la voluntad se determina de acuerdo con este aspecio de ella que se acaba de especificar ~esta posibilidad absoluta de abstraer de toda determinacién en la que me encuentre 0 que yo haya puesto en mi, la huida ante todo contenido como ante una limitaci6n=, o cuando la repre- sentacibn lo toma por sf como la libertad, se esti entonces ante la libertad negativa o libertad del entendimiento. 14. xs téeminosKogicosfandamentales, Algemene, Besondetety Ee Zetex waducen,el primero por eaniverslac o generalidad el segun~ Go por apariculridade y ltercero por «individual o wngularidads Ante In imposbldad de mantener una version Gnica par dos de ellos se advier te que los respects pores de palabras expos remiten siempre] tno socable alemin 82 Es la libertad del vacfo. Elevada a una figura real'y trans formada en pasién, se manifiesta, mientras aéin se mantiene cn su forma meramente tedrica, en el fanatismo religioso de 1h pura contemplaciéa hinda; vuelta hacia la realidad, se manifesta en el fanatismo que, tanto en lo religioso como en lo politico, se traduce en la destruccién de todo orden social existente y en kz expulsién de todo individuo sospe- choso de pretender un orden, asi como en la aniquilacién de toda organizacién que quiera resurgir. Sélo destruyendo algo tiene esta voluntad negativa el sentimiento de su exis- tencia. Cree querer una situacién positiva, por ejemplo la igualdad universal 0 una vida religiosa universal, pero de hecho no quiere st realidad positiva, pues ésta acarrea inme- diatamente un orden, una particularizacién, tanto de las ins- tituciones como de los individuos, particularizacién y deter~ minacién objetiva cuya aniquilacién necesita esta libertad negativa para llegar a su autoconciencia. De este modo, lo que ella cree querer s5lo puede ser por sf una representa cién abstracta y su realizaci6n la faria de la destrucci6a, Agrgado. En este elemento de la voluntad radica que yo pueda des- prenderme de todo, abandonar todo fin, abstraer de todo, Unica- | mente el homibre puede dejar todo, incluso su vida puede suici- dare. El animal no puede havedlo,¢s siempre negativo y se mantiene | en una deverminacion extra para él, la que solo se acostumbra. (EI hombre es el puro pensamiento de sf mismo y s6lo en cuanto pensante ¢s la fuerza de darse universilidad, es decir, de borrar toda particularidad, toda determinacin, Esta libertad negativao libertad del entendimiento ¢ unilateral, pero en su unilateralidad contiene ‘sin embargo una determinacién esencial Por eso no se la debe desde- far, pero Ia carencia del entendimiento consiste en que toma una | fs e f 8 eterminacion unilateral y la considera como ‘nica y mis eleve- ~- da istricamente aparece con frecuencia esta forma de la libertad. Entre fos hindkies, por ejemplo, se considera que lo mis elevado es | permanecer en el saber dela simple identidad -onsigo mismo, man- tenerse en el espacio vacio de i interioridad como la luz incolora nla intuiciOn pura, y renunciara toda actividad de la vida, a todo fina toda representacién. De este modo el horabee llega a Brahman; yano hay ninguna diferencia entre cl hombre Enito y Brahman, toda diferencia ha desaparecido en esa universalidad. De un modo mis conereto aparece esta forma en el finatismo activo de la vida pol ticayteligiosa.Aclla corresponde por ejemple el period del terror cen Ja Revolucién francesa, en el que se debia climinar toda dife- rencia basada en el talento o la autoridad. Esa época se estremecta y | temblaba ante toda particularidad, no podia soportarla, porque el fanatiamo quiere algo abstracto y no estructuado. Cuando surgen diferencias le pone sa indeterminacién las elmina.Por so el pue- blo destruy en la Revolucin as insttuciones que él mismo habia instaurado, porque para la autoconciencia abstacta toda instituci6n es contearia a Ia igualdad. | | | i 56,6) El yo es igualmente el trinsito de b indeterminacién indiferenciada a la diferenciacin, al deterninar y ponet una | determinacién en Ja forma de un contenido y un objeto. | Bite contenido puede tanto ser dado por la naturaleza como })— producido a partis del concepto del expisitu, Por medio de ste ponerse a sf mismo como un determisado, entra el yo en |) existencia; es el momento absoluto de la finitud © particu- | larizacién del yo. { Obs, Este segundo momento de la determinacién es, al |. gual que el primero, negatividad y eliminacién: es la elimi racién de la primera negatividad abstracta, 85 Asi como lo particular esté incluido en lo universal, del mismo modo este segundo momento esti ya incluido cen el primero y es sélo un poner lo que el primero ya es en si. El primer momento, como primero por si, no es la ver~ dadera infinitud o universalidad concreta, es decir, el con- cepto, sino sdlo algo determinado, unilateral, Justamente por ser la abstracci6n de toda determinacién, no es él mismo sin determinacién; el ser abstracto y unilateral constituye su | determinacién, su carencia y su finitud. ©” La diferenciacién y determinacién de los dos momen- tos citados se encuentran en la flosofia de Fichte, como tam~ bign en la de Kant, eteétera.Sélo que ~para permanecer den- tro de la exposicién de Fichte~ el yo, en cuanto ilimitado (en la primera proposicién de la Doctrina de la Ciencia), esti tomado como algo meramente positivo (de ese modo es la tuniversalidad e identidad del entendimiento), con lo que ese yo abstracto seria por slo verdadero, y 1a limitacién, lo negati- vo aparecerd como un agregado ulterior (en la segunda propo- sicién), como limite exterior dado © como actividad propia del yo. El paso siguiente que debfa dar la filosofia especulativa era aprehender la negatividad inmanente en lo universal 0 idéntico, a igual gue en el yo. No pueden visumbrar esta necesidad quienes ni siquiera captan, como Fichte, el dua- lismo de infinitud y finitud en su inmanencia y abstraccién. Agregado. Este segundo momento aparece como el contrspuesto, Debe ser aprehendido de un modo universal: pertenece ala liber- tad pero no constituye la totalidad de la libertad. yo pasa aqui de Ia indeterminacién indiferenciada a la diferenciaci6n, a pone na ddeterminacién en la forma de un contenido y un objeto. No sola~ ( Trente quiero sino que quiero alge. Una voluntad que, como la cexpuesta en el parigafo anterior, slo quiere lo universal astra toyno quiere nada y no es por lo tanto una voluntad. Lo particu- Jnr gue quiere la voluntad es sna fmitacin, ps, para ser tl | voluntad debe en general limitarse. El hecho de que la voluntad Guiera alg, constiaye el limite, la negacin. La patcularizacién ¢s, pues, lo que corrientemente se ama finited. Por lo comin I reflesin considera que el primer moment, lo indeterminado, Jo absolutoy lo mis elevado, mientras que To limitado es una mera negacién de aquellaindeterminacin. Pero esta indeterminacion cs ell misma una negacin frente alo detecminado, ete alo fni- torel yo es es soled y absoluta negaciém, La voluntad indeter- minada es por consiguient tan unilateral como la que meramen- te permanece en f determinacién § 7.9) La voluntad es la unidad de estos dos momentos, Ja particularidad reflejada en si misma y por ello reconducida a 1h universalidad: la individualidad, Blla es la autodeterminacion del yo de ponerse como lo negativo de sf mismo, es decir, de ponerse como determinado, Hmitado, y al mismo tiempo permanecer consiga, 0 sea, en su identidad consigo y univer salidad, y, en la determinacién, unirse s6lo consigo mismo. EI yo se determina en cuanto ¢s la relacién de la ne~ gatividad consigo misma; como tal relacién consigo, él es al ‘mismo tiempo indiferente frente a la determinacién, la cono- ce como suya ¢ ideal, como una mera posibilidad a la que no esti sujeto, sino que permanece en ella porque él mismo se_pone en esa posibilidad. Esta es la libertad de la voluntad, que constituye su con~ lcepto y su sustancialidad, su peso, tal como el peso consti taye la sustancialidad del cuerpo. 87 (Obs Toda autoconsiencia se sabe como universal ~como 1a posibilidad de abstraer todo lo determinado- y al mismo tiempo como particular, con un fin, un contenido y un obje- to determinados. Pero estos dos momentos son s6lo abs teacciones;lo concreto y verdadero (y todo lo verdadero es concrete) es la universlidad, a Ia que se opone lo particu- Jar, que sin embargo, por medio de su reflexion en si, con- cuerda con Io universal Esta unidad es la individualidad, pero no en su inme- iatez. como uno, como se presenta en la representaci6n, sino segiin su concepto (Enciclopedia, §§ 112-114),'° 0, mejor dicho, esta individualidad no es otra cosa que el concepto mismo. Los dos primeros momentos ~que la voluntad pue~ de abstraer todo y que es también determinada (por si misma © por el otro)~ son flciles de aceptar y comprender, porque son momentos del entendimiento, por si no verdaderos. Al tercero,en cambio, al verdadero y especulativo (y todo lo ver dadero, en la medida en que es concebido, sélo puede ser pensado de modo espzculativo), no dard su consentimiento €lentendimiento, que siempre ama al concepto lo incon cebible. La demostuacion y andisis mis detallado de este pun-y to intimo de la especulacién, de la infinitud como negativi+ dad que se relaciona consigo misma, de esta fuente dltima de toda actividad, vida y conciencia, pertenece a la légica, ex, su caricter de filosotia puramente especulativa. Aqui solo puede sefialarse que, si bien cuando se dice ela voluntad e¢ ‘universal, sla voluntad se determinas, se expresa la volun; tad como suefo presupuesto o sustato, ella no es, sin embar+ 0, algo concluido y universal antes de su determinacién y 15,32 ed..$§ 162.0165. de la superacién e idealidad de esa determinacién, sino que sélo es voluntad como esa actividad que se media en sf mis | may como retorno a si. “Aregado. Lo que propiamente llamamos voluntad contiene en si. interior los dos momentos precedentes. En un primer momento el yo s,en cuanto tal, pura actividad, la universal dad que permanece consigo mismas pero esta universalided se determina y al hacerlo no queda consigo, sino que se pone como otto y deja de ser univers | sal.Lo tercero es ahora que en st limitacin, en exe otto, es con- sigo misma, que al determinarse permanezea six embargo consigo 1y no deje de mantenerse en lo universal. Este es el concepto cone | teto del libertad, mientras que los dos momentos precedentes sc han manifetado enteramente abstractos y urilaterales. Esta Hber- {ad I tenemos ya en la forma del sentimiente, por ejemplo, en lt amistad y en el amor. En estos casos el hombre no esté unilateral- mente dentro de si, sino que se limita gustoso en teacién con of, ‘ero en esa limitacim se sabe como s mismo. nla determinacibn al hombre no debe sentirse determinado, sino que silo al consi era al ott como oto s tiene el sentimiento de si mismo. La Ber tad no radica, por lo tanto, en la indeterminacién ni en la deter- ‘ninacin, ella es ambas.La voluntad que se lita Gnicamente a un «510, ¢s la volimtad del obstinado, que cree no se libre sino tiene ea volunad, Peto a voluntad no esti atada a algo limitado sino que debe ir ms ali, pues la naturaleza de la voluntad no ¢s esa unilae tended y esa dependencia, sino que a libertades querer algo deter~ minado y en esa determinacin permanecer consigo y retornar nue- vamente a lo univers § 8.La determinacién ulterior de la partaularizacisn (B § 6) constituye la diferencia de las formas de la voluntad: a) en la 88 ‘medida en que la determinaci6n es la contraposici6 ise pussy pes ass cig ne ree diata, se tiene la voluntad formal, como autoconciencia que encuentra un mundo exterior y que, en tanto individuali- dad que en la determinacin retorna a si, es el proceso de trasladar a la objetividad el fn subjetivo por la mediacién de la actividad y de un medio. Enel espiitu tal como es en sly por si,en el cual la determinacién es directamente sup yverdadera (Enciclopedia, §363),! la relacién de la concien- cia constituye s6lo el lado fenoménico de la voluntad, que aqui 16 ser4 considerado por si, Agreyads La consideracién de la determinacién de la voluntad per~ tenece al entendimiento y no es en principio especulativa. La voluntad esté determinada no slo en el contenido sino también cn a forma, La determinacion seg I fori ese fin y areal zaci6n del fin:el fin es en primer higar algo imerior, subjetvo, pero debe devenir también objtivo, desprenderse de la carencia de la mera subjetivided, Se podria aqut preguntar por qué el fin tiene ‘esta carencia, Si aquello que tiene una carencia no esti al mismo tiempo por encima de ella, para la carencia no es tal. Pata noso- sel arial npr pa 00 yen mei en pe Alaprehender lo infinito sélo como algo negativo y por | o tanto como tn mds ald, el entendimiento cree honrarlo | en mayor grado cuanto mis lo aleje de sf y se separe de él | Como un extrafo. En la voluntad libre tiene lo verdadera- | mnente infnito realidad y presencia ella es esta idea en sf mis- | i presente, 102 _Agregado. Se ha representaco con raz6n Ja infinitud con ta figu- ra de un circulo, pues la linea recta va siempre més alld y sefiala 1h mala infinitud, meramente negativa, que, al contratio de la ver~ dadera infinitud, no tiene un retorno sobre si. La voluntad libre cs verdaderamente infinite porque no es una mera posibilidad 0 disposicién, sino que su exstencia exterior es su interioridad, es cella misma, {§ 23. S6lo en esta libertad esti la voluntad consi mista, por {que no se relaciona con nada que no sea ella misma, con Jo cual desaparece toda relacién de dependencia con algo otro, Ella es verdadera 0, més bien, la verdad mista, porque su deter- minarse consiste en ser en su existencia, es decit, como opues- taa slo que es su concepto, o porque el concepto puro tie- ne como su fin y realidad la intuicién de si mismo. § 24. La voluntad es universal porque en ella esti superada toda limitacién y toda ircividualidad particular. En efecto, éta radica Gnicamente en la diferencia entre el concepto y su objeto o contenido, o, de otra manera, en la diferencia entre su ser por si subjetivo y su ser en si, entre su indivi- dualidad que excluye y decide y su universalidad. Obs, Las diferentes éeterminaciones de la universalidad aparecen en la logica (véase Enciclopedia de las cienciasfilsé- fcas, §§ 118-126)!” Ante esta expresiOn, lo primero que s¢ le ocurre a la representacién es la universalidad abstracta y exterior. Pero con la universalidad existente en y por si, tal como se la ha determinado aqui, no hay que pensar en Ia universalidad de la reflexién (la comunidad o totalidad), 19.32, $5 169 2 178, a ” 103 ni en la universalidad abstrata que esti en otro lado, fuera de lo individual, y que es en realidad la identidad abstrac- ta del entendimiento (§ 6, Obs). Es la universalidad concre~ 4a, existente por si, a que constituye la sustancia, el género inmanente o la idea inmanente de la autoconciencia. Es el concepto de la voluntad libre como lo universal que tras- ciende su objeto, recrre sus determinacionesy es en ellas idén~ tico consigo mismo. Lo universal existente en y por sf es Jo que generalmente se denomina acional, que slo puede ser asrehendido de este modo especulativo. § 25. Respecto de la voluntad, se lama subjetivo el lado de Ja autoconciencia, de la individualidad (§ 7), a diferencia de su concepto existente en si, Su subjetividad significa por lo tanto: @) la forma pura, la unidad absoluta de la autoconcien- cia consigo misma, en la cual ella, en cuanto yo = yo, es un interno y abstracto reposar sobre sizes la certeza pura de sf mis ‘ma, diferente de la verdad: f) la partculardad de a voluntad en el sentido del arbitrio y el contenido contingente de cual- quier fin; 7} en general la forma unilateral (§ 8), puesto que lo querido, cualquiera sea su contenido, no es en un primer ‘momento més que un contenido que pertenece a la auto- conciencia y un fin no levado a cabo. [ ‘ § 26. La voluntad es: @) simplemente voluntad objetina, en cuan- to se tiene a si misma como su determinacién y es asi ver~ dadera y acorde con el concepto;,f) pero la voluntad objet 1 sin la forma infinita de la autoconciencia es la voluntad hundida en su objeto o en su situacién, cualquiera sea su contenido (a voluntad infantil o rutinaria, la voluntad del 104s 105 | esclavo o la supersticién); 7 la objetividad es, por fin, la for~ ‘ma unilateral opuesta a la determinacién subjetiva de la voluntad, es decir, la inmediatez de la existencia, como exis tencia exterior; en este sentido la voluntad s6lo deviene obje- iva con la realizacién de sa fin ‘Obs. Estas determinaciones légicas de subjetividad y objetividad son presentadas aqui con el particular propé- sito de sefialar explicitamente ~ya que en adelante serén uti- lizadas con frecuencia~ que, al igual que otras diferencias y determinaciones contrapuestas de la reflexi6n, pasan a su ‘opuesto en virtud de su finitud y de su naturaleza, por lo tanto, dialéctica. En otros casos, l significado de los térmi- nos enftentados permanece firme para la representacién y el entendimiento, pues su identidad es atin algo interno, En la voluntad, por el contratio, estas contraposiciones, que son determinaciones abstractas y deberian ser al mismo tiempo determinaciones de la voluntad, que s6lo puede ser conocida como lo coneeta, conducen por si mismas a su iden tidad y a la confusién de su significado, confusién con Ja que se encuentra inconscientemente el entendimiento. | As(Ja voluntad, en cuanto libertad existenteen sf misma, es 1a propia subjetividad, y ésta es su concepto y su objetivi- | dad. Pero, en la contraposicién con la objetividad la sub- | jetividad es Gnitud y, sin embargo, en dicha contraposici6n, ‘Ya voluntad no permanece consigo misma y se enmaraia | en el abjeto, por lo que su finitud consiste igualmente en no ser subjetiva. Por eso lo que quiera decir en adelante / la subjetiva u objetivo de la voluntad debe ser iluminado | en cada caso a partir de la conexién que por su posicién guarda con la totalidad, Agregaio, Cortientemente se cree que lo subjetivo y lo obje- tivo se mantienen fines uno frente a otro. Peto no es asf cada uno ‘pasa al otro, porque no son dererminaciones abstractas,como posi- tivo y negativo, sino que tiene ya un significado concreto. Si con- sideramos en primer liga la expresion subjetivo,ésta puede que~ rer decir un fin que pertenece a un sujeto determinado. En ese sentido una mala obra de arte, que no se consuma, ¢s meramen~ te subjetiva. Pero también se puede extender esta expresin al con tenido de la voluntad,y en ese caso tene aproximadamente el mis- ‘mo significado que lo atbitrario: el contenido subjetivo es quel ‘que pertenece meramente al sujeto. Asi, por ejemplo, las malas acciones son mezamente subjesivas, ero también se puede Hamar subjetivo al puro yo vacfo que se tiene slo asi como objeto y posee la fuerza de abstraer todo otro contenido, La subjetividad tiene, por lo tanto, por una parte un significado totalmente parti- culas,y por otra tn significado muy justficado, ya que todo lo que debo reconocer tiene para ello que devenir mio, que alcanzat vali- dez en mi, Esta es la infinite codicia de la subjetividad, concentrar ‘y consumir todo en la simple fuente del puro yo.También lo obje~ tivo puede ser aprehendido de diversas maneras. Podemtos enten- der con esa expresién todo aquello a que damos la forma de obje- to,ya sean existencias reales 0 meros pensamientos lo que ponemos frente a nosotros. Peo con ella también se sefaa la inmediatez de la existencia, en la que se debe realizar el fin. Aunque el fin sea totalmente particular y subjetive, si se manifesta To Tamamos, sin embargo, objetivo, Pero la voluntad objetiva es también aquella en la que hay verdad. En ese sentido, la voluntad de Dios y la volun tad ética son objetivas. Finalmente, eambién puede llamarse obje~ tiva la voluntad que esti completamente handida en su objeto, tal ‘como la voluntad infantil, que en su confianza carece de libertad subjetiva,o la del esclavo, que no se sabe atin como libre y es por «so una voluntad desprovist de voluntad. En ese sentido es obje- tiva la voluntad que es dirigida y manejada por una autoridad cextraia,y atin no ha consumado el infinito retorno sabre si § 27. La absoluta determinacién 0, si se quiere, el absoluto impulso del espiritu libre (§ 21) de tener su libertad como objeto (que sea objetiva tanto en el sentido de que ella sea clsistema macional de si misma como en el de que sea Ja ea lidad inmediata § 26), de ser por si, en cuanto idea, lo que 1h voluntad es en si, el concepto abstracto de la idea de la ‘voluntad, es la volluntad libre que quiere la voluntad libre. § 28. La actividad de la voluntad consistente en superar la Contradiccién entre subjetividad y objetividad, trasladar sus fines de aquella a esta determinacién y al mismo tiempo per- manecer en la objetividad consigo misma, es, fuera del modo formal de la conciencia 8), en el que la objetividad s6lo esti como realidad inmediata, el desarrollo esencial del conte~ nido sustancial de la idea (§ 21). En este desarrollo el con- cepto determina la idea, en un comienzo ella misma abstac- ta, como la totalidad de su sistema, que, en cuanto es lo sustancial, independiente de la contraposici6n entre un fin ‘meramente subjetivo y sv realizacién, es fo mismo en las dos formas, iS af El que una existencia sea existencia de la voluntad lire) consti el deed que es, por lo tanto, la iberiad én cunt Eto idea. Obs, La determinacién kantiana (Kant, Doctrina del dere- ho, Introducci6n), admitida generalmente, cuyo momento central es «la limitacién de mi libertad o arbitro de modo tal 107 «que pueda coexistir con el atbitrio de todos de acuerdo con tuna ley universal», contiene s6lo una determinacién negat- 1, Ja de la limitacién. Por otra parte, Io que tiene de posi- tivo la ley racional universal (0 por lo menos asi Hamada), sea la concordancia del arbitrio de uno con el arbitrio de otro, desemboca en la conocida identidad formal y en el principio de no contradiccién. La definicién citada con- tiene la opini6n, muy difundida desde Rousseau, segéin la cual el fizndamento esencial y primero no es Ja voluntad en cuanto racional y existente en y por si, sino en cuanto volun tad del individuo segiin su propio arbitrio; 0 sea que no es elespfritu en cuanto espiritu verdadero, siao en cuanto indi- vyiduo particular. Una vez aceptado este principio, lo racio- nal sélo puede aparecer como tna limitacién para esa liber tad, es decir, no como racional inmanente, sino s6lo como universalidad abstracta, exterior. Este puato de vista carece pues de todo pensamiento especulative y ha sido conde- nado por el concepto filoséfico por cuanto ha producido en Jas mentes y en la realidad acontecimientas euyo horror s6lo tiene paralelo en la trivialidad de los pensamientos en los ‘que se fundaban. § 30. El derecho es algo sagnado sélo porque es la existen- tia del concepto absoluto, de la libertad autoconsciente. Pero 1 formalismo del dexechy (y posteriormente del deber) sur | ge de la diferencia en el desarrollo del concepto de libertad. Frente al derecho mis formal, es decir, nds abstracto y pot lo ) tanto mis limitado, la esfera o estadio del espiritu tiene un derecho mis elevado, porque en ella el espftitu ha levado a su determinaciéa y convertido en realidad los momen- tos ulteriores incluidos en su idea, que resultan ast més con- 108: 109 retos, en si mismos més ricos y ms verdaderamente uni vversales. Obs. Cada estadio del desarrollo de la idea de libertad tiene su propio derecho, pues esl existencia de la libertad en tuna de sus determinaciones peculiares. Cuando se habla de | oposicién entre la moralidad o la eticidad y el derecho, se entiende por este tiltimo sélo la personalidad formal y abs- tracta, La moralidad, la eticidad, el interés del Estado, cons- timyen cada uno un derecho peculiar, porque cada una de sas figuras es una determinacién y existencia de la liber tad,Sélo pueden entrat en conflict en la medida en que, por ser derechos, estén todos colocados en un mismo plano. Si el punto de vista moral del espiritu no fuera también un derecho, la libertad en una de sus formas, no podtia de nin- guna manera entrar en conflicto con el derecho de la per~ sonalidad 0 con cualquier otro, En efecto, un derecho tal contiene en si el concepto de libertad, li detertiinisdion ini alta del espirica, firetite a la'ciia¥ Io demids és insustancial, Pero el conflicts Contiené también otto moiiento por el cual se limita y, por Jo tanto, uno de los derechos esti subordi~ nado al otro; s6lo el detecho del espiritu del mundo es lo ilimitadamente absoluto, § 31. Se supone conocido a partir de la légica el método segtin el cual en la ciencia el concepto se desarrolla desde si mismo y progresa y produce sus determinaciones de un modo inmanente. El desarrollo no se produce, pues, por la afirmaci6n de que hay distintas relaciones y por la aplicax cin de lo universal a una materia tomada de otra parte, Obs. Llamo dialéctica al principio motor del concepto, que disnelve pero también produce las particularidades de zy > Jo universal. No se trata pues de la dialéctica en el sentido ‘negativo, que aparece frecuentemente en Platén, que disuel- ve, confide y leva de aqui para allt los objetos 0 propo~ siciones dados a la conciencia inmediata o al sentimiento, yy s6lo se preocupa de deducir su contrario. Siguiendo este procedimiento, se podra considerar que el resultado tilti- ‘mo ¢s llegar a lo opuesto de una representacién dada, su contradiccién si se acta de un modo decidido ~como en el antiguo escepticismo-, 0 a un acereamiento a la verdad, mediania tipicamente moderna si se lo hace con mayor debi- lidad, La mis elevada dialéctica del concepto consiste en no considerat la determinacién meramente como limite y ‘opuesto, sino en producir a partir de ella el contenido posi- tivo y el resultado, émico procedimiento mediante el cual la dialéctica es desarrollo y progreso inmanente. No es por lo tanto la accién exterior de un pensar subjetivo, inde] alma | pripid del contenido lo que hace crecer orgénicamente sus amis y ss frtitos. El pensamiento, en cuanto subjetivo, con- templa este desarrollo de la idea como la actividad propia de su raz6n, sin agregar nada por su parte, Considerar algo racionalmente no quiere decir acercar la raz6n al objeto desde fitera y claborarlo por medio de ella, sino que el obje- to es por simismo racional; aqut esti el espiritu en su liber | tad,la més alta cumbre de la razén autoconsciente que se da | en la soalidad y 2e produce como mundo existente..a tarea de la ciencia es llevar a la conciencia este trabajo propio de «Ja raz6n de la cosa § 32. Las determinaciones en el desarrollo del concepto son, por una parte, ellas mismas conceptos, ¥ por otra, dado que el concepto es esencialmente como idea, tienen Ja forma de 110. la existencia;la serie de conceptos resultantes es por lo tan~ ¢o al mismo tiempo una serie de configuraiones de esta mane~ ra se las debe considerar en la ciencia. ‘Obs, En sentido especulativo, el modo de existencia de un concepto y su determinacién son uno y lo mismo. Hay que sefialar sin embargo que los momentos gue tienen como resultado una forma ulteriormente determinada, lo prece- den como determinaciones del concepto en el desarrollo cientifico de la idea, pero no como configuraciones en el desarrollo temporal. Asi, la idea tal como se determina en Ja Gunilia supone ciertas ceterminaciones conceptiales, como { cuyo resultado se mostrari a continuacién. Pero que estos supuestos internos existan también por si como configura | nes ~detecho de propiedad, contrato, moralidad, eteétera~ | constituye la otra cara del desarrollo, que s6lo alcanza esta } forma propia de la existencia de sus momentos en la civi- | Vizaci6n mis alta y acabada, _Agragado, Dado que en el comienzo es sélo el concepto abstracto, Ia idea debe determinarse en s{ misma ulteriormente. Pero este concepto abstracto del comiiendo no es abandonado nunca, sino que deviene cada vex més rico, por To que la iiltima desermi- nacién es la més rica de todas. Las determinaciones que ante- Hormente eran sélo en sillegan de este modo a su libre inde- pendencia, pero de maners tal yue el concepco sigue siendo el alma que reGne todo y que sélo por un procedimiento interno alcanza su propia diferencia, No se puede decit, por lo tanto, que el concepto pasa 2 algo nuevo, pues la itima determinacién coin- cide otra vez con la primera, Aunque parece que el concepto se disgrega en su existencia, eso es s6lo una apariencia, que se muestra como tal en el propio desarrollo en cuanto todas las pat ticularidades retornan fnalmente al concepto de lo universal. En Jas ciencias empiricas se analiza usualmente lo que se encuen- ta en a representacién y euando se ha llevato lo individual alo ‘comin se Hama a esto tiltimo concepto. No grocedemos asf noso- 10s, porgue queremos observar cémo el concepto s¢ determi zaas{mismo y nos forzamos a no agregar nada que proceda de nuestra opinién o de nuestro pensamiento.Lo que obtenemos de este modo es una serie de pensamiertos y una serie de configuraciones existentes,respecto de las exales se puede agre- gar que el orden de su aparicién real en el tiempo es en parte diferente del orden del concepto. No se puede decir, por ejem= plo, que Ja propiedad haya existide antes que la familia, y sin embargo se la tratara antes que ella. Se podda plantear aqui enton- ces a pregunta de por qué no comenzamos con lo mis elevado, «s decir, con lo verdadero concreto, La razon esti en que quie- remes ver lo verdadero en la forma de un resultado, o que requi re esencialmente concebir en primer lugar el concepto abs~ tracto mismo. Lo que es real, a configuraciin del concepto, es, oro tanto, para nosotros, s6lo lo que se sigue, lo ulterior, aun- que en la realidad sea Io primero, Nuestro progresat consiste ‘en que las formas abstractas se revelan sin consistencia por si, ‘como no verdaderas. Division § 33. De acuerdo con los estadios del desarrollo de la idea de la voluntad en y por sf,la voluntad es A. inmediata; sa concepto es por lo tanto abstracto: la per- sonalidad, y su existencia es una cosa inmediata y exte~ rior; es la esfera del derecho formal o abstracto 12 ny 1 113 F B. la voluntad que se refleja en sf misma a partir de su exis tencia exterior y se determina como individualidad sub Jeti frente 210 universal (por un lado como algo inte tor, el bien, por otro como algo exterior, un mundo existente, y ambos lados de la idea s6lo mediados uno por ef oto}la idea en su divisién o existencia pamiculay el dere- «cho de ta voluntad subjetiva en relacién con el derecho del mundo y €1 derecho de la idea existente s6lo en sf; la esfera de ta moratidad. C. Ia unidad y verdad de estos dos momentos abstractos: la jdea pensada del bien, realizada en la voluntad reflejada en s{ misma y en el mundo exterior, de manera tal que la liber- tad, en cuanto sustancia, existe como realidad y necesidad ‘yal mismo tiempo como voluntad subjetiva; la idea en. su existencia universal en y por sila etiidad. a sustancia ética es a su vez: a. expiritu natural: familia; 1b. en su division y apariencia fenoménica: la sociedad civil; ¢. el Estado, como la libertad que en la libre autonomia de la voluntad particular es al mismo tiempo univer sal y objetiva; este espiritu real y orginico de a) un pueblo.) por medio de la relacién de los espfritus de los pueblos particulares, 7} se revela y deviene efec- tivamente real en la historia universal como espiritu del mundo, euyo derecho es el més elevado, ‘Se supone, a partir de la légica especulativa, que una cosa © contenido que es puesto slo segiin su concepta, otal como es en si, tiene el aspecto de la inmediatez 0 del ser En cam- bio el concepto que es por sien la forma del cancepto ya no ¢s un inmediato, Del mismo modo, también se presupone el principio que determina esta divisiGn. Esta puede ser con- siderada también como una indicacién previa de tipo fis- tric, ya que los diversos estadios deben producirse como ‘momentos del desarrollo de la idea a partis de la naturale- ‘a del contenido mismo. Una divisién filos6fica no es una clasificacién exterior de una materia existente de acuerdo con uno o varios principios aceptados, sino el diferenciar- se inmanente del concepto mismo, ‘Moralidad y eticidad, que corrientemente valen como sinénimos, estin tomadas aqui en un sentido esencialmen- te diferente entre si. Por otra parte, incluso la representacién parece distinguizlas. El lenguaje kantiano usa con preferen- ciala expresin moralidad, y en realidad los principios pric- ticos de su filosofia se limitan completamente a ese concepto yy hacen imposible el punto de vista de la eticdad,a la que jnchiso atacan y aniquilan expresamente. Aungue moralidad Y eticidad sean sinénimos segiin su etimologia, esto no impi- de usar las dos palabras diferentes para conceptos diferentes. _Agregado. Cuando hablamos de derecho no aludimos meramen- teal derecho civil, a lo que generalmente se entiende por dere- cho, sino también a la moralidad, la eticidad y la historia man dial, que también pertenceen a nuestro asunto porque el concepto redine los pensamientos de acuerdo con la verdad. Para no seguit Sendo absteacta la voluntad libre debe darse, en primer lugar, uma cexistencia, y el primer material sensible de esta exitencia son las cosas exteriores, Este primer: modo de-lalibertad.eso.que cono- cemos como propiedad, es la esfera del derecho formal y absteac~ to,a la que también pertenecen la propiedad en su figura media da, como contrat y el derecho en cuanto lesionado, como delito ¥ pena. Esta mera inmediatez de la existencia no es sin embargo 14 adlecuada a la libertad, y la negacién de esta determinaciéri es la sera de la mordldad. Ya nc soy solamente libre en esta cosa inme~ iat sino que también o soy en la inmediatez eliminada, es decir, ‘en mi mismo, en lo subjetivo. En esta esfera todo depende de mi comprensién y mi propésito, de mi finalidad, mientras que la exterioridad es pucsta como indiferente. El bien, que es aqui clfin universal, no debe parmanecer meramente en mi interior, sino que debe sealizase. La voluntad subjetiva exige que su inte- rior, es decir, su finalidad,reciba existencia exterior, que el bien Iegue a su consumaci6n en la existencia exterior. La moralidad y-el momento anterior del derecho formul son abstracciones cuya verdad slo es la etiidad, sta es la unidad de la voluntad en su concepto y la voluntad de! individuo, es decir, del sujeto. Su pri- mera existencia ¢s nuevamente algo natural, que aparece en la forma del amor y el sentimiento: la familia, En ella el individuo hha eliminado su esquiva personalidad y se encuentra con su

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