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THE NATURALIST’S LYBRARY. ORNITHOLOGY.

Vol. V. Gallinaceous Birds.


Part III. PIGEONS.

Prideaux, John Shelby. THE NATURAL HISTORY OF PIGEONS. Edinburgh, 1835. Ed. Neill & Co., Old
Fishmarket.

TÓRTOLA PASAJERA
Ectopistes migratioria. — SWAINSON
INLUSTRACIÓN XIX
Columba migratoria. Auct. —Paloma Pasajera, Wils. AMER. Ornith. Il. 44, fig. 1. — Aud.
Ornith. Biog. P. 319, Il. 62.

Entre los pocos grupos de las Columbidae ya caracterizados, se encuentra


Ectopistes, un género instaurado por el Sr. Swainson, para la recepción de Columba
migratoria y Columba carolinensis, aves que, a pesar de presentar muchas
características en común, se distinguen del resto de las tórtolas por la gran longitud
de sus alas y cola, aquellos esenciales órganos de locomoción, cuyo desarrollo extra
necesariamente indica una economía y un modo de vida diferente al de aquellas
especies cuyos miembros son relativamente cortos, y diferentemente
proporcionados.
El sujeto de la presente Ilustración es un nativo del continente Norteamericano,
adonde ocupa una muy extensa área comprendida entre los 20º y 60º Latitud N., y no
es menos destacable el vivir en todo momento, incluso durante el período de
incubación, asociado en bandadas innumerables así como sus migraciones, las cuales,
a diferencia de las demás aves, cuyos movimientos eran considerablemente
afectados por la temperatura, no se llevaban a cabo en ningún período fijo o
temporada del año, ni de un lugar frío o helado hacia una zona cálida, sino que eran
enteramente reguladas por el suministro de alimento; para Audubon, en su
interesante explicación de esta ave, destaca:
«A veces ocurre que, una continuidad de suministro de alimento en una región
mantendrá a estas aves ausentes de otra por años. Sé casi con certeza que, en
Kentucky, ellas permanecieron allí por varios años y no se hallaban en ninguna otra
parte. Y una temporada, cuando las bellotas se agotaron, desaparecieron
repentinamente y no regresaron por un largo período.»
Su poder de vuelo, indicado por la longitud de sus alas y cola, es enorme, y de
hecho, sin dotes de tan extraordinaria extensión sería imposible para tan incontables
aves existir asociadas de esa manera, pues el suministro de comida de los
alrededores de sus dormideros o sitios de anidaje, lugares adonde se establecen por
meses enteros, se agota muy pronto, y ellas deben viajar todos los días inmensas
distancias en búsqueda de un suministro más alejado. Esto está corroborado por los
hechos que Wilson narró en su historia gráfica de esta ave, así como también
Audubon, que menciona la extraordinaria circunstancia, en la cual «se han asesinado
palomas en barrios de Nueva York con sus buches llenos de granos de arroz, los
cuales debieron haber sido recogidos en los campos de Georgia y Carolina, las
regiones más cercanas en las que posiblemente hayan obtenido ese tipo de
alimento.» La distancia entre estos puntos se estima estar entre 500 y 650
kilómetros; y como la descomposición de su aliento transcurre en 12 horas, este
espacio debió haber sido recorrido en el corto período de 5 o 6 horas.
Las explicaciones de sus dormideros y sus sitios de anidaje son demasiado curiosas
como para ser omitidas; nosotros, de hecho, no pedimos disculpas citando al pie de
la letra la descripción de Wilson contenida en la American Ornithology:
«Los dormideros siempre están en los árboles, y a menudo ocupan una gran
extensión de bosque. Cuando ellas han frecuentado uno de estos lugares or mucho
tiempo, la apariencia que exhibe es sorprendente. El suelo está cubierto de varias
pulgadas de sus excrementos, todos los pastos y arbustos presentes destruidos, la
superficie plagada de enormes ramas de árboles, quebradas por el peso de las aves
reunidas una al lado de la otra; y los árboles en sí mismos, por miles de hactáreas,
completamente muertos como si hubiesen sido talados con un hacha.
Las marcas de su desolación permanecen visibles por muchos años; y numerosos
lugares pueden ser diferenciados pues, aun luego de varios años, apenas aparecen
unas pocas plantas. Cuando estos dormideros fueron descubiertos, los habitantes,
desde considerables distancias, los visitaban en la noche con armas, garrotes, palos,
cubetas de azufre y muchos otros artefactos de destrucción. En unas pocas horas
ellos llenaban bolsas y cargaban a sus caballos con ellas. Para los indígenas, un
dormidero o un sitio de anidaje de palomas era considerado una importante fuente
de ingresos y de dependencia para esa temporada, y todo su activo ingenio era
ejercitado en esa ocasión.
El sitio de anidaje, difiere del primero en su gran longitud. En los campos
occidentales, como los de los estados de Ohio, Kentucky e Indiana, éstos se
encuentran generalmente en arboledas, y a menudo se extienden en una línea recta
que atraviesa toda la región. No lejos de Sherbyville, en el estado de Kentucky, hace
5 años, existió uno de esos sitios, el cual se extendía en los bosques en una dirección
casi norte-sur, de varios kilómetros de ancho, y se decía que, ¡de más de 70
kilómetros de largo! En este trayecto casi todo árbol estaba infestado con nidos
adondequiera que las ramas pudiesen alojarlos.
Las palomas hicieron su primera aparición alrededor del 10 de Abril, y lo
abandonaron con sus pichones antes del 25 de Mayo. Tan pronto los pichones
estaban crecidos, y antes de que abandonasen el nido, numerosos grupos de
habitantes de todas partes de las regiones adyacentes venían con carros, hachas,
camas, utensilios de cocina; muchos de ellos acompañados de sus familias, y
acampaban por varios días en esta inmensa guardería.
Muchos de ellos me informaron que el ruido era tan grande que aterrorizaba a
sus caballos, y que era difícil para una persona escuchar a la otra sin que ésta le
grite en el oído. El suelo estaba cubierto de ramas rotas de árboles, huevos y
pichones de palomas, que se precipitaban desde arriba, y de las cuales las piaras de
cerdos engordaban.
Halcones azores y águilas piloteaban en grandes números y atrapaban los
pichones de los nidos con facilidad, mientras que, desde los 6 metros de altura hasta
las copas de los árboles, la vista del bosque presentaba un perpetuo tumulto de
abarrotadas y revoloteantes multitudes de palomas, con sus alas rugiendo como el
trueno, mezclado con el frecuente estruendo de los árboles cayendo; pues ahora los
hacheros estaban trabajando, cortando aquellos árboles que parecían más atestados
de nidos, contribuyendo a su caída de una manera tal que en su descenso podían
derribar a muchos otros, lo que significaba que la caída de un árbol grande a
menudo producía 200 pichones, apenas inferiores en tamaño a los adultos, y
cargados con un montón de grasa. En algunos árboles individuales, se encontraba
más de un centenar de nidos cada uno conteniendo un sólo pichón; una
circunstancia, en la historia de esta ave, desconocida para los naturalistas.
Era peligroso caminar bajo esos voladores y revoloteantes millones, por la
frecuente caída de grandes ramas, rotas por el peso de las multitudes de encima, las
cuales, en su descenso, a veces destruía los números de las propias aves; mientras
que las ropas de aquellos encargados de atravesar los bosques estaban
completamente cubiertos con los excrementos de las palomas.
Esas circunstancias me las relataron muchos de la parte más respetable de la
comunidad de este sector, y fueron confirmadas, en parte, por lo que yo mismo
presencié. He atravesado varios kilómetros de este mismo sitio de anidaje, adonde
todos los árboles estaban infestados de nidos, el resto de los que fueron descritos
anteriormente. En muchas instancias he contado a más de 90 nidos en un sólo árbol,
pero las palomas habían dejado este lugar y se fueron a otro, a 100 o 130 kilómetros
por el río Green, adonde se dijo que en ese momento eran igualmente numerosos,
De los grandes números que pasaban constantemente por sobre nuestras cabezas
desde o hacia ese sector, no tengo ninguna duda de la veracidad de esa declaración.
Las bellotas han sido consumidas principalmente en Kentucky, y las palomas, cada
mañana, un poco antes del amanecer, partían hacia el territorio de Indiana, cuya
parte más cercana estaba a 100 kilómetros de distancia. Muchas de ellas regresaban
antes de las 10, y el gran cuerpo aparecía generalmente poco después del mediodía.
Había dejado la ruta para visitar los restos del sitio de anidaje cerca de
Shelbyville, y estaba atravesando los bosques con mi arma, camino a Frankfort,
cuando, cerca de la 1 de la tarde, las palomas que había observado volando la mayor
parte de la mañana hacia el norte comenzaban a regresar, en números tan inmensos
como nunca antes había presenciado. Yendo hacia un claro a orillas de un arroyo,
llamado el Benson, adonde tuve una vista más ininterrumpida, me asombré ante su
apariencia. Volaban con gran estabilidad y velocidad, a una altura fuera del alcance
de tiro, de varios estratos de profundo, y tan cerca entre sí, que si los disparos las
alcanzasen, una descarga no habría fallado en derribar a varios individuos.
De derecha a izquierda, tan lejos como el ojo pudiera ver, el ancho de esta vasta
procesión se extendía, y parecía igualmente llena en todas partes. Curioso en
determinar por cuánto tiempo continuaría esta apariencia, saqué mi reloj para
marcar la hora, y me senté a observarlas. Era en ese entonces la 1 y media; me
senté por más de una hora, pero en vez de una disminución en este prodigioso
desfile, parecía incrementarse, tanto en número como en rapidez, y ansioso de
llegar a Frankfort antes del anochecer, me levanté y me fui. A las 4 de la tarde
crucé el río Kentucky, en el pueblo de Frankfort, hora en la que el torrente viviente
por sobre mi cabeza parecía más numeroso y extenso que nunca. Mucho después, las
observé en enormes masas, que continuaban hasta las 6 de la tarde. El gran ancho
en el que se presentaba esta poderosa multitud parecía dar una idea del ancho de su
correspondiente sitio de anidaje, el cual, me afirmaron varios caballeros que lo han
atravesado, medía varios kilómetros.»
Después de unas pocas observaciones adicionales, nuestro autor procede a darnos
una vaga estimación del número de la poderosa bandada de arriba, y la cantidad de
alimento necesaria para su sustento diario. «Si», dice, «suponemos que esta columna
tuviese casi 2 kilómetros de ancho (y yo creo que tiene mucho más), y se moviera al
ritmo de 2 kilómetros por minuto, 4 horas, el período por el que pasó
continuamente, le daría una longitud total de 400 kilómetros. Nuevamente,
suponiendo que cada metro cuadrado de esta masa andante comprendiese a 3
palomas, y los metros cuadrados en todo el espacio se multiplican por 3, nos daría
¡3600 millones de palomas! Una multitud casi inconcebible, y aún probablemente
lejana a la cantidad verdadera. Calculando que cada una de ellas consume media
pinta (1/4 de litro) diariamente, la cantidad total a este ritmo equivaldría a ¡casi 17
millones de celemines (casi 80 millones de litros) por día!»
Esta maravillosa explicación de los dormideros y los sitios de anidaje de la Paloma
Pasajera, es corroborada en todo sentido por Audubon, quien, en su encantador
trabajo, la American Ornitological Biography, ha añadido varias particularidades
conectadas con su historia, cuya necesidad de espacio nos previene advertir que no
podemos, no obstante, pasar por alto una de sus observaciones sobre el modo de
volar de estas aves. «Es,» destaca, «extremadamente interesante ver bandada tras
bandada realizando exactamente las mismas evoluciones que han sido trazadas por
una bandada anterior. Por lo tanto, un halcón debería atacar en un punto
determinado, y los ángulos, curvas y ondulaciones que han sido descritas por las
aves, en sus esfuerzos por escaparse de las temibles garras del saqueador, son
fielmente seguidos por el siguiente grupo que se aproxima. El transeúnte debería
presenciar una de esas peleas y quedarse sin habla ante la rapidez y la elegancia de
los movimientos exhibidos; sentirse deseoso de verlos repetirse, y satisfacerse con
tan sólo quedarse en el lugar hasta que el próximo grupo aparezca.»
La descripción de sus evoluciones, cuando se hubo descubierto un suministro de
alimento, también es altamente gráfico.
«Tan pronto las Palomas descubrieron una suficiencia de alimento que las alienta
a posarse, vuelan en círculos, revisando la región. Durante sus evoluciones en tales
ocasiones, la densa masa que forman exhibe una bella apariencia, mientras cambia
su dirección, enseñando una brillante sábana azul celeste cuando las espaldas de las
aves de repente saltaban a la vista, y luego, de repente presentan una masa de un
rico y profundo púrpura. Entonces ellas vuelan bajo, por sobre los árboles, y por un
momento se pierden entre el follaje, pero enseguida emergen de nuevo, y son vistas
planeando en lo alto. Ahora están posadas, pero al rato, como si se alarmaran de
repente, entran en vuelo, produciendo, con el batir de sus alas, un ruido como el
rugido de un trueno distante, y vuelan a través de los bosques mirando si hay
peligro cerca. El hambre, no obstante, pronto las trae al suelo.
Cuando posadas, son vistas revolviendo industrialmente las hojas caídas, en
búsqueda de las semillas caídas. Las aves de las posiciones traseras están
continuamente elevándose, pasando por encima del cuerpo principal y posándose
por delante, en una sucesión tan rápida, que la bandada entera parece suspendida
en el aire. La cantidad de suelo barrido, por lo tanto, es asombrosa, y está tan
completamente limpia, que el recolector que haya seguido la parte trasera de la
bandada habría encontrado su labor completamente perdida.»
Hayas y bellotas, producidas en increíbles cantidades por los antiguos bosques
americanos, constituyen una gran proporción de la dieta de estas aves, pero grandes
cantidades de trigo sarraceno, cáñamo, maíz, arroz, acebos, almez y otros frutos
pequeños también son consumidos en sus respectivas temporadas.
Comienzan a criar en comienzos de primavera, y se dice que producen dos o tres
puestas al año, cada nidada, de acuerdo con Wilson, consistiendo de un único pichón.
Audubon, sin embargo, menciona que ponen dos huevos completamente blancos de
una suave forma elíptica, y luego añade: «Es un hecho destacable, el que cada
puesta generalmente consiste de un macho y de una hembra.» Juzgando desde una
analogía, y de los hábitos de especies cercanas, estamos inclinados a creer que
Wilson, quien no profesa haber asegurado el hecho por observaciones hechas por sí
mismo, debió haber sido mal informado por aquellos que le dieron la información.
El nido se compone de delgadas ramitas puestas flojamente juntas, y, como el de
la Paloma Anillada o Tórtola, tiene muy poca o ninguna concavidad. Tras la llegada
de la temporada de cría, el macho corteja al sexo opuesto con varias y repetidas
gesticulaciones, acompañadas de arrullos, y el billing observado en muchas otras
especies también es practicado por ellos. La carne de las aves adultas es de color
oscuro y bastante dura y seca. Los pichones son, sin embargo, considerados
excelentes, y antes de abandonar el nido, o ser abandonados por sus padres para
buscar su propio alimento, están cargados de grasa. Ésta es frecuentemente
derretida en grandes cantidades con fines culinarios, por aquellos que viven lo
suficientemente cerca como para sacar provecho del motín de esa estación de cría
de esta destacable ave.

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