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Abstract:
salud no desaparecen. De modo que sigue resultando necesario reflexionar sobre las
El balance que nosotros proponemos se fija sobre todo en lo que nos parece el
la orientación que guía buena parte de las prácticas de comunicación para la salud se
responde a un modelo diferente para comprender estos fenómenos y para guiar las
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La evidencia de que ciertos problemas de salud que afectan a extensos colectivos de
extrañar que esos profesionales pensasen pronto en servirse a estos fines de ciertos
los que, además, los especialistas en su uso y estudio –así como , en general, la opinión
pública- atribuía poderes casi taumatúrgicos a la hora de influir a quienes recibiesen sus
“medios de comunicación de masas”, cuyo útil uso para convencer a la población venía
legitimado por poderosos argumentos científicos así como por otras prácticas más
A pesar de lo temprano de esas ideas y experiencias, no sería hasta la década de los años
salud”, de evidente importancia desde entonces para la salud pública. Cuyo objetivo
vendría a ser, en términos generales, el de reforzar las condiciones que permitan a cada
uno tomar las mejores decisiones sobre su salud y las alienten a mantener modos de
ciertas ideas a extensos colectivos de población, con el fin de que sus distintos
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La comunicación para la salud se nutrió en buena medida de criterios y prácticas ya
consolidados en el campo, más amplio y que goza de mayor tradición, en el que sobre
la salud podría entenderse como una manifestación especial de ese campo. Aunque,
escenarios comunicativos; sobre todo, de los relacionados con la salud, tales como:
Esta última es la que más propiamente se suele incluir bajo la rúbrica “comunicación
para la salud”. Que inscribe pues su actividad en marcos de referencia más amplios y
abarca, por su parte, una gama variada de fenómenos relacionados con la salud:
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especialmente en el modelo dominante de la comunicación para el desarrollo –que, a su
vez, obedece al modelo que orienta la mayoría de las prácticas comunicativas. Aunque
esto no quiera decir, por supuesto, que todos los procesos concretos de comunicación
para la salud sean idénticos entre sí, ni se ejecuten siempre del mismo modo y con el
mismo rigor.
comunicación para la salud, sin embargo, muchos de los problemas sobre los que se
motiva que los profesionales de la comunicación para la salud mantengan una constante
comunicación desarrollados en las últimas décadas (de Aguilera y Pindado 2006). Pues
si algunos de ellos han cosechado un éxito apreciable (Coe 1998: 2), sin embargo
muchos otros se han saldado con un notable fracaso (Abe 2005: 2-3). Aunque, por
cierto, pueda afirmarse con seguridad que, cuando esos programas de comunicación han
cosechado éxito, ello se debe sobre todo al rigor al que ha obedecido su planteamiento y
acción más amplias (Beltrán 1995). Y es que resulta evidente que la modificación del
comportamiento humano –tanto del individual como, y sobre todo, del de extensos
interrelacionadas.
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Otras veces, el balance crítico de la comunicación para la salud atiende a criterios algo
más generales. Por ejemplo, algunos especialistas se fijan en los objetivos que se le
las formas de llevarlas a cabo. En cuanto a los primeros, una de las críticas más sólidas
Bahi 2005: 29), que es mucho más compleja. En lo que se refiere, por su parte, al
baste por ahora con señalar que algunos de los más importantes especialistas en este
profundidad; o también con reseñar el frecuente rechazo de ese enfoque por buena parte
de los expertos en comunicación y salud de los países hacia los que se dirigen esos
comunicación para la salud por perfeccionar su actividad y alcanzar con eficacia los
importantes fines que persigue les mueve a revisar la forma de llevarla a cabo. De aquí
que el balance crítico sobre estos pocos lustros de actividad comunicativa logre cierto
• Las campañas de comunicación deben acometerse siempre con todo rigor, tanto
resultados, lo que implica, entre otras cuestiones, escoger bien los objetivos
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concretos de cada programa, los públicos a los que se dirija, las vías y tiempos
para la salud de mayor eficacia, corrigiendo ciertos errores que han venido lastrando su
públicos a los que se dirigen así como la “aceptabilidad” de esos mensajes y de los
objetivos finales a los que responden. Ya que, hasta ahora, un número apreciable de
reforzando a veces el rechazo que provocan las heridas, todavía abiertas, del
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colonialismo, así como las que en nuestros días –tan marcados por los problemas
notables diferencias entre las “lecturas preferidas” por quienes elaboran los mensajes y
las “lecturas” que de ellos efectúen los receptores, al descodificar esos mensajes y
apropiarse de ellos para integrarlos en sus vidas cotidianas, la falta de atención a las
culturas y otros elementos de los contextos locales no hace sino acentuar las dificultades
Revisar el enfoque
El problema de fondo quizá pueda entenderse mejor si nos fijamos en el enfoque que
orienta las prácticas comunicativas. Ya que, como señalan tantos autores, parece sobre
que forman parte, esto es, en el tipo de contenidos que son escogidos, por quién, bajo
Pues, aunque la mayoría de las campañas persigan nobles propósitos, sin embargo, casi
siempre responden a ópticas propias del mundo occidental desarrollado. Que a su vez
intereses concretos. De ahí que bastantes autores hayan criticado la óptica a la que
por ejemplo, casi todos los que suscriben la “teoría de la dependencia”- hayan
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económicos y políticos de las poderosas naciones e instituciones en cuyo seno se
Con independencia del punto de vista que se adopte para contemplarlos, sin duda es
revelador el análisis crítico de los mensajes sobre comunicación para la salud iii, de los
planteamientos en que descansan las campañas de las que esos mensajes forman parte
así como de los discursos públicos que alimentan ese tipo de actuaciones. Pues en ellos
estas situaciones y a los problemas sobre los que se pretende intervenir. Y esas
esto es, de tipos de pronunciamiento público –casi siempre con componente valorativa-
sobre las personas afectadas, los contextos en los que viven, los problemas que padecen
y los mecanismos sobre el cambio necesario. De ahí que, a través de su análisis, pueda
conocerse cómo las comunidades, las condiciones y las soluciones son construidas
para la salud han seguido desde hace años un claro proceso de institucionalización. Que
incluye, entre otras cuestiones, los actores, sus papeles y sus formas de
órganos de poder locales, los colectivos sobre los que actuar. Y comprende asimismo
los modos de actuación –incluidas las modalidades comunicativas que serían más
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actuación instituido, cuenta también con mecanismos de legitimación y con una
dimensión económica.
cabe recordar que los humanos, en tanto que sujetos sociales e históricos, no podemos
rigor. Y eso comporta constatar que todos los modelos sobre la comunicación para la
salud y, por ende, para el desarrollo, son en cierta medida resultado de concretas
razones sociohistóricas.
El modelo dominante
Aunque haya convivido a lo largo de los años con algunos otros, es bien cierto sin
embargo que el modelo que sobre todo impulsa la comunicación para la salud es el que
en marco del desarrollo se conoce como “difusionista”. Que ha animado las técnicas de
proceso sistemático de desarrollo de programas” (Coe 1998: 2). Cita que resume bien
algunos de los principios en que se inspira el uso de este modelo por los especialistas en
sociología, que siguen una más o menos pronunciada inspiración positivista. Y esta
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humanas del mundo occidental y basada en ciertos principios y líneas de pensamiento
por ende, con la orientación que siguen en él las ciencias de la salud –que incluye
ciertas formas de definir la salud (Epstein 2004) y los riesgos (Douglas 1985).
Este trabajo no es, desde luego, el marco apropiado para tratar en detalle todas esas
cuestiones -complejas aunque, por lo demás, bastante evidentes. Baste, pues, con
de la acción (Fishbein e Yzer 2003: 164-59) y del cambio social (destacando la “teoría
gracias a sus avances en los diversos órdenes científicos y técnicos -aunque también a
su dominación sobre otros pueblos-, ello no quiere decir que todos sus conocimientos y
tampoco que esos planteamientos sean siempre correctos. Entre otras razones, porque
los modelos científicos que los animan, que buscan satisfacer una función predictiva,
directa y simple- de los fenómenos. Pero la conducta humana y su cambio son mucho
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modelos empleados, por otro lado, pretenden provocar cambios individuales, basándose
en buena medida en lo que establece la psicología social para esas sociedades tan
individualistas. Esos modelos, además, imaginan y siguen en todo caso una secuencia
muy lineal y sencilla en sus procesos –de comunicación, de cambio-, y apelan casi
De aquí que cada vez más especialistas en comunicación para la salud, en particular de
perfilar un nuevo enfoque que las guíe con más eficacia. Como los reunidos entre 1997
sólo con ellas- acordaron que, no obstante, han de tenerse en todo caso también
Frith y Obregón1999). Y convinieron igualmente que, para perfilar ese nuevo enfoque,
Pero ¿por qué no inspirarse también en los más sólidos planteamientos científicos
elaborados en las últimas décadas en las ciencias sociales? Pues hay bastantes
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científicos sociales procurando afinar y mejorar los instrumentos para entender
dominante desde hace muchos años, lineal en el proceso que concibe iv. Cuyos mensajes,
con la condición de estar bien elaborados en adecuación a los requisitos de los concretos
efectos. Pero este modelo olvida toda una serie de cuestiones de capital importancia en
en los que recibe, da sentido y usa los mensajes; o que el receptor de esos contenidos,
en una serie de medios estímulos que le sirvan para propósitos concretos. Ese modelo de
amplias capas de la población, obedece sin duda –como cualquier otro- a razones
históricas. Que también ayudan a explicar que ese modelo tome la información como
elemento central; información, por cierto, que apela a la razón y remite al “poder” (de
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ocupándose de una especial materia –la comunicación de masas, con la información y
Pero no es éste, tampoco, el espacio más adecuado para tratar en profundidad esas
cuestiones. Baste entonces con apuntarlo y señalar asimismo que, en especial durante
desarrollo de otras sólidas perspectivas que no sólo permiten entender mejor los
(Dahlgren 1998: 47-8), que abarca una serie de corrientes científicas diversas. Aunque
(cómo los que producen los mensajes proponen sentido al elaborarlos, cómo los
los usan para dar sentido a sus vidas cotidianas y expresarlo). Algunas de esas corrientes
siguen una orientación interpretativa más acusada, enfatizando el examen del receptor
inserto en su contexto social, en el que mantiene prácticas culturales con una dimensión
atención a factores contextuales con los que el receptor ha de ponerlos en relación –con
una perspectiva más empírica respecto de la incidencia de los mensajes entre los
receptores: esos mensajes no son recibidos por individuos abstractos sino concretos,
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esto es, por personas insertas en un medio social, en el que concurren determinadas
formas de vivir.
experiencias personales –incluso las vicarias, las que nos llegan a esos escenarios a
algunos de los escenarios donde ocurre la vida de los adolescentes, donde mantienen
interacciones con la familia, los grupos de pares y con otras personas integradas en
configuran sus modos de ser, pensar, sentir, expresarse y actuar. Aunque, por cierto,
haya que tener presente que esos contextos están condicionados socialmente; de modo
institucionales y el macro de los grandes elementos que determinan nuestra vida social.
La cabal comprensión, pues, del potencial impacto de los contenidos mediáticos sobre
circunstancias que les rodean –configurando los contextos de su vida cotidiana-; entre
las que se incluyen los contenidos de los medios, a los que se atribuye un papel especial
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la presencia en ellas de los contenidos simbólicos que esos actores busquen en los
Ese propósito de servirse de algunas aportaciones científicas –en este caso, en el campo
los importantes objetivos perseguidos es el que animó a los promotores del proyecto
comunicación para la salud, atendiendo a las aportaciones de las corrientes que realizan
recepción-, con el fin de lograr una mayor comprensión de sus públicos objetivo, dando
“la voz a los jóvenes” (Obregón y Valdez 2001). Aunque, por más que formulasen un
alcanzar todos los frutos posibles. Ya que resulta asimismo preciso servirse de otros
que satisfagan ciertos deseos y aspiraciones. Lo que en buena medida obedece, según
coinciden en subrayar los más destacados especialistas, a que nuestra sociedad actual
obliga a cada uno de sus miembros a realizar lo que podíamos calificar como un intenso
y continuo “trabajo cultural”: esto es, a mantener una gama de prácticas culturales
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los numerosos medios de comunicación- de determinados estímulos simbólicos, de los
que después se apropian e incorporan a los escenarios de su vida cotidiana para su uso
en distintas interacciones sociales. Y ello, sobre todo, para dar sentido a sus vidas y a
cuanto en ellas concurra, así como para construir y expresar sus identidades. Pues, de
acuerdo con esos planteamientos, uno de los rasgos más característicos de este tipo de
inmersa, provocada entre otros elementos por la pérdida de funcionalidad de las clásicas
variadas. Lo que se traduce, entre otras cuestiones, en una pérdida de las certezas
respecto del sentido de las biografías personales y sociales, así como de los avatares que
mecanismos que amparasen, sostuvieran y dieran sentido a las formas de vivir que en su
diferentes, viéndose cada uno de nosotros obligado a establecer su propio “proyecto del
determinados estilos de vida, esto es, conjuntos de prácticas más o menos integradas –y
rutinarias- que se adoptan para satisfacer necesidades utilitarias y para dar forma
material a una crónica concreta del yo (identidades). Uno de los escenarios donde se
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esos estilos de vida –para darles sentido- es el constituido por nuestro nuevo sistema de
simbólicos -de origen diverso, aunque tratados por las industrias culturales de acuerdo
de las distintas modalidades de la cultura popular –de lo que piensa, siente, hace la
adaptándolos así a los distintos géneros y formatos establecidos. Por su parte, la gente
toma de los medios esos repertorios simbólicos tratados y sistematizados, y los integra
en sus prácticas culturales, en el marco de sus estilos de vida (Lull 2000), tendiendo a
Los estilos de vida comportan, pues, un sentido general –una crónica coherente- y una
serie de prácticas que incluyen con toda frecuencia una dimensión significativa, pero
también el uso de ciertos bienes y servicios que diversas industrias han sabido asociar a
esos estilos de vida. Y entre las prácticas que los diversos estilos de vida llevan
aparejadas, algunas comportan riesgos de una u otra índole para la población, sus bienes
de aprendizaje y una suerte de antídoto frente a eventuales daños” (Weinstein 1992: 8).
El concepto de riesgo constituye uno de los pilares en los que basan sus trabajos algunos
de los más destacados estudiosos de nuestro medio social. Hasta tal punto que han
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individualización del ciudadano y el incremento de sus incertidumbres o, por otra parte,
a accidentes catastróficos como los de Seveso y Chernobil, que hacen incierto el futuro
riesgo resulte inherente a muchas de las acciones del ser humano, en nuestra sociedad
adquiere características especiales. Entre las que también cabría mencionar su frecuente
arriesgando sus vidas –por ejemplo, practicando “deportes de riesgo”-, una nómina
mucho más extensa disfruta viviendo el riesgo de modo “vicario” –por ejemplo, en
En otro orden de cosas, los profesionales preocupados por los problemas de la salud
pública y por esclarecer sus causas también conceden un papel destacado a ese
riesgo y los factores de riesgo (Martina 1998); aunque sea más raro que fundamenten
De ahí que cuestiones tales como qué es el riesgo o por qué lo asumen los jóvenes
Contestar a preguntas de esa índole –además, claro está, de considerar debidamente otra
jóvenes: si éstos están por lo general bien informados de los riesgos aparejados a ciertos
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comportamientos, ¿por qué los mantienen? ¿Es que no los perciben como riesgos? Y, si
los perciben como tales, ¿por qué se comportan así? o, incluso, ¿por qué buscan con
Como es evidente, la respuesta a esas interrogantes nunca puede ser sencilla, pero tomar
riesgos, por su misma condición, son más potenciales que reales, descansando entonces
social –campos de experiencia posibles- así como del contexto concreto en que pueda
ocurrir –doméstico, de ocio, laboral-; pero también varía en función de otras razones,
como su fuente u origen, que pueda afectar a los bienes, las personas o el entorno, o que
se afronte sólo o en grupo. Y, por supuesto, del imaginario con el que se relacione y que
le de uno u otro sentido. Pues toda cultura –y sus distintas subculturas- acoge en su seno
riesgo, configurando específicas “culturas del riesgo”; de las que, por cierto, recogen
algunos elementos las industrias culturales -que luego tratan de cierto modo- y de donde
a su vez la gente las toma de nuevo, en el marco de sus estilos de vida y de sus prácticas
Toda cultura, pues, establece ciertas culturas del riesgo, esto es, mecanismos para
percibir, evaluar y reaccionar ante los riesgos de uno u otro modo. Aunque en su seno
también acojan otros dispositivos, que cabe tipificar como “culturas del peligro” –
orientadas hacia la protección de los miembros del grupo ante riesgos culturalmente
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significativos- y de la “seguridad” –mecanismos preventivos ante las situaciones de
los diferentes estilos de vida adoptados por sus miembros. De ahí que los distintos
reaccionen ante los riesgos de maneras hasta cierto punto diferentes. Y de ahí, a su vez,
que los diferentes grupos de jóvenes mantengan, en ocasiones, unas u otras prácticas
durante las noches de los fines de semana. En los diversos escenarios en que se concreta
ese contextovi -discotecas, bares, plazas y otros lugares de encuentro o reunión- los
de pares; y, con ellos, conversar, reír y, a menudo, beber –o tomar determinadas drogas.
ese contexto.
especial en los jóvenes. Que han de acudir a las distintas vías que cada sociedad, cada
cultura, dispone al efecto; pues tanto las expectativas como las formas de su satisfacción
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asocian, entre otros elementos, con la consecución de cierto grado de euforia y
el control en esas situaciones. Las mismas expectativas de diversión y placer, las vías
cierta medida, son alentadas y justificadas mediante los imaginarios que tenemos a
nuestro alcance. En los que, por cierto, coexisten la razón y la emoción –sostenidas por
peso variados. Potenciar unos u otros de esos elementos e integrarlos de uno u otro
modo en los imaginarios constituye, sin duda, una de las cuestiones clave para que los
jóvenes puedan ejercer mayor control sobre los riesgos que penden sobre determinados
comportamientos.
materia permite concluir que, si bien se han alcanzado en estos años frutos
independencia de las campañas llevadas con poco rigor a cabo, residen sobre
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Y es que la comunicación para la salud es un escenario ya instituido, en el que
que puedan tener al respecto quienes ejercen la responsabilidad final sobre ellos.
comprensión empática de las personas a las que quiera dirigirse y del medio en
que haya de hacerlo. Sin esos conocimientos, es muy difícil que los mensajes
cosechar poco éxito. Primero, porque los fenómenos sobre los que se actúa en la
comunicación para la salud son de índole variada, así como los actores
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cambio individual es un fenómeno complejo (que no depende sólo de la mera
nuestros días. La relación de los ciudadanos con los mensajes y los medios que
los trasladan es, asimismo, más compleja de lo que aquel esquema lineal
propone ya que, entre otras razones, los contenidos están arraigados en los
se elaboran, los mensajes se apoyan en las condiciones propias del diario vivir
u otras).
supuesto contar con la mayor colaboración “local” –tanto de expertos cuanto del
comportamiento. Sin que los otros factores, condiciones y agentes sean menos
subculturas que en cada caso concreto resulten pertinentes. Pues en ella residen
los elementos del imaginario (vinculados con la razón, la emoción, el deseo) que
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saludables que una sociedad o sus grupos concretos mantengan; de ella salen, en
unos casos, los contenidos de los mensajes trasladados por los diversos medios
relación con otras circunstancias y elementos del diario vivir de cada ciudadano.
mayor frecuencia e intensidad: los lugares del ocio durante las noches del fin de
semana. A ese respecto nos interesan en especial las dimensiones del imaginario
hasta qué punto están en ellos presentes los discursos públicos sobre estas
cuestiones así como las especiales representaciones que sobre estos fenómenos
ofrecen los medios de comunicación que ellos frecuentan. Además, entre otros
elementos, procuramos conocer cómo se relacionan los jóvenes con esos medios
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de comunicación, cómo y por qué los usan, y qué fuentes emplean para obtener
Referencias
25
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Chile
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i
Aunque ésa sea la formulación genérica de su objetivo, sin embargo, la actividad práctica de numerosos especialistas
en este campo se guía por objetivos como los que se deducen de la siguiente definición de comunicación para la salud:
“la modificación del comportamiento humano y los factores ambientales relacionados con ese comportamiento que,
directa o indirectamente, promueven la salud, previenen las enfermedades o protegen a los individuos del daño” (Coe
1998: 2).
ii
A modo de ejemplo, sirvan algunos datos recogidos en nuestra investigación:
• A pesar de que la utilidad del casco para la conducción de motos está clara en todos los tramos etáreos de los
dos géneros y de todas las clases sociales, un 20% de las chicas de 15 a 19 años de clase media y alta opina que
el uso del casco debería ser una opción personal.
• Hasta un 20% de los adolescentes reconoce haber conducido bajo los efectos de las drogas y el alcohol, y un
5% ha sufrido accidentes de tráfico por esta causa.
• El 50-60% de los chicos de todas las edades reconoce que el alcohol puede ser el desencadenante de las
relaciones sexuales.
• Sólo un 70% de los adolescentes de 20 a 24 años reconoció haber utilizado el preservativo en su primera
relación sexual y el 40% de los de 15 a 19 años, aunque todos sepan que el preservativo es el método idóneo
para evitar el embarazo no deseado y las ETS, incluido el HIV/SIDA.
iii
A este respecto resulta ilustrativo el análisis de la publicidad que emiten en Canadá las ONG que intervienen en el
desarrollo y de las consecuencias que entre sus destinatarios tienen esos mensajes (Rodríguez, 2005: 133-7).
iv
El emisor produce un mensaje que, difundido por ciertos medios, alcanza a numerosos individuos aislados –que,
sumados, tienen la condición de “masa”-, entre quienes es capaz de producir unos efectos determinados.
v
Ese proyecto, impulsado por la Organización Panamericana de la Salud y la Federación Latinoamericana de
Facultades de Comunicación Social, proyecto constituye el punto de partida inmediato de nuestra investigación, pues en
él participaron miembros del Grupo de Investigación sobre Comunicación, Jóvenes y Salud de la Universidad de
Málaga –José María López y José María Coronado (2004).
vi
A estos efectos parece especialmente interesante el estudio que, con óptica interpretativa, siguió un grupo de
estudiosos británicos para comprender qué hacen los jóvenes las noches de los fines de semana, cómo interpretan lo que
hacen y qué razones sociales –en breve, cambios de índole doméstica, económica y cultural, así como en la relación
entre los géneros- concurren para explicar esos comportamientos (Hollands 2001).
vii
Satisfacer el principio del “eros”, limitado casi siempre por diversas constricciones –“thanatos”- presentes en buena
parte de los demás contextos consuetudinarios.
viii
Expresión utilizada por muchos jóvenes españoles para referirse al nivel buscado de afectación por el alcohol o
ciertas drogas, que permitiría alcanzar cierto grado de deshinibición –siempre, con la pretensión de tener la situación
bajo control.
ix
Las prácticas de riesgo que mantienen ciertos actores sociales y los estilos de vida en que se integran, comprendiendo
elementos del imaginario social (“culturas del riesgo”) y del imaginario industrialmente producido que los basan.
x
La materia prima fundamental en la perspectiva cualitativa es el discurso: sólo a través de dispositivos
conversacionales abiertos se pueden alcanzar las vivencias de los sujetos y, a partir de éstas, sus estrategias.
Dispositivos, pues, como la entrevista en profundidad o los grupos focales son capaces de generar discursos con cierta
espontaneidad, que después sean analizados desde una óptica pragmática (Callejo 1995).
xi
El “giro dialógico” que actualmente propugnan diversos expertos en las distintas formas de comunicación planificada
pretende, en suma, mantener un permanente diálogo entre los grupos implicados en la acción –tanto “emisores” como
“receptores”- y usar las redes sociales de comunicación (formas y vías de comunicación establecidas en los grupos,
incluyendo las formales y las informales, las interpersonales y las mediadas).