Vous êtes sur la page 1sur 3

Varones y Mujeres: de la pasión a la decisión.

Cristina Corea y Mariana Cantarelli


http://www.estudiolwz.com.ar/protoWeb/lwz02/smn/am
or/smnAmor00102.htm

1. La idea de este taller es abrir un campo de pensamiento propio de la experiencia del amor,
que no esté en disputa ni con el psicoanálisis ni con los estudios sobre género, es decir, con
los dos discursos que han hegemonizado hasta hoy las reflexiones sobre el amor. El
procedimiento para pensar la condición del amor actual no es construir un saber sobre el
amor, sino pensar habitando la experiencia amorosa. Se trata de pensar esta experiencia y al
mismo tiempo las condiciones para que pensar sea una experiencia. Los dispositivos del saber
constituyen discursos sobre un tema. El agotamiento de esta forma del saber es correlativo
con la destitución de las teorías. La pregunta por el amor actual no se arma en la discusión
con una teoría sobre el amor, sino en la conversación con amigos, amigas, esposos, etc. Otro
campo muy potente para pensar esta problemática es el del cine y la televisión. Algunas
series y películas dan cuentan de la variación en la constitución subjetiva de la mujer y del
varón, y también de las modalidades de habitar las situaciones amorosas. Entonces, la idea
es, por un lado, poner en suspenso las teorías sobre el amor –el psicoanálisis y los estudios
sobre género– y por otro lado, intentar pensar en conexión con experiencias y con las nuevas
configuraciones que aparecen en las series televisivas y las películas.

2. El recorrido del taller parte de El último tango en París –paradigma del amor pasional– para
llegar a Matrix – ejemplo del amor como decisión–, pasando por la serie televisiva Nikita, las
películas Terminator y Blade Runner. En estas últimas películas, aparece el amor en
condiciones de catástrofe. En condiciones de destitución general de las instituciones
burguesas, el saber y la transmisión del saber se agotan y el único modo de habitar esas
condiciones es pensar. El pensamiento permite habitar una situación catastrófica. Cuando la
vida ya no transcurre en condiciones de estabilidad es necesario pensar para habitar esa
destitución general. Cuando no hay saber, el problema es cómo se construyen los dispositivos
para pensar. Mientras en el mundo moderno se disponía de un saber sobre el amor que
permitía pensar las situaciones amorosas, en las condiciones contemporáneas ya no hay saber
que permita orientarse en la experiencia amorosa. Desde la experiencia, el sujeto se
constituye sólo si piensa eso que lo afecta. Es decir, el sujeto no es previo a la experiencia
sino que se constituye en ella. Por otra parte, también la experiencia misma si no es pensada
se desvanece.

3. El procedimiento del saber –que necesita de las condiciones de acumulación, verificación,


coherencia interna– se vuelve imposible en un mundo de extrema velocidad, de cambio
permanente, de información, de fluidez. Cuando el saber entorpece la posibilidad de habitar
situaciones es necesario pensar. Pero para poder pensar es necesario declarar el agotamiento
del saber, es decir, decidir que el saber previo ya no sirve para habitar las situaciones
actuales, decidir que el saber previo no sirve para pesar la experiencia amorosa en su
novedad, en su contemporaneidad. Para pensar las situaciones contemporáneas es necesario
suspender las representaciones estatales heredadas del amor.
4. En el mundo contemporáneo, pensar las situaciones amorosas es también pensar las
condiciones de desfondamiento general de las instituciones. No es posible pensar qué es el
amor post-institucional si no se parte de estas nuevas condiciones.

5. Si el amor es ese encuentro entre dos que desafía las formas instituidas, si el amor es
trasgresión, deseo o pasión, hay bibliotecas enteras para pensarlo. Pero si el amor no
adquiere estas formas: ¿qué estatuto tiene? ¿qué estatuto tiene el amor cuando la época se
altera radicalmente? En un mundo donde la subjetividad está constituida por las instituciones
disciplinarias, donde la subjetividad está atravesada por la ley, el amor-pasión tiene una
fuerza subjetiva enorme. Pero cuando las condiciones generales son de desfondamiento o
cuando la subjetividad no está constituida a partir de la ley, el amor trasgresor pierde
potencia. Entonces, ¿qué intensidad produce el encuentro amoroso bajo estas otras
condiciones? Cuando el amor no toma su potencia de la trasgresión de la ley, ¿cuál es su
intensidad?. Esta pregunta es también la pregunta por el sentido del amor en un contexto

1
pasional y en un contexto de decisión. En la pasión, el sentido proviene de la trasgresión de
las instituciones –familia, iglesia, etc. Es decir, el sentido se transfiere. En la decisión, el
sentido procede de la situación y la intensidad procede de la posibilidad de ganar existencia
con el encuentro.

6. Toda escena pasional se organiza con tres términos. Ese tercer término es la institución.
Cada término de la situación cobra intensidad en su relación con el tercero instituido. En una
situación amorosa triangular, el vínculo con el amante es más intenso que el vínculo con el
esposo, pero la existencia del esposo es lo que le da intensidad al amante.

7. La idea de la pasión está ligada a una determinada idea del mundo. En un mundo sólido, el
movimiento es vida. En la solidez el movimiento produce subjetivación porque opera sobre la
estructura alienante que condiciona al sujeto. Cuando el mundo es fluido, el movimiento es
un dato, entonces, la operación subjetiva ya no se dirige a introducir movimiento sino a
cohesionar, a articular, a armar un encuentro. En el pasaje de la solidez a la fluidez, las
operaciones amorosas son de cohesión y no de trasgresión. Contra la solidez: pasión. En la
fluidez: decidir un encuentro y sostenerlo.

8. Con el amor pasa lo que pasa con la política. En condiciones nacionales hay un instituido o
un estabilizador de la política: el Estado; y hay un instituido del amor: el matrimonio. La
voluntad estatal tiende a estabilizar estas pasiones para reproducir su lógica, para perdurar.
Tanto el amor como la política en tiempos nacionales buscan ser estabilizados por la vía
estatal. Y las estrategias subjetivas respecto del amor y la política buscan romper el
instituido marital y el instituido estatal. Entonces, en condiciones nacionales estas dos
situaciones son muy intensas porque adquieren la forma de la rebelión. La ruptura con lo
instituido es una operación subjetivante cuando el mundo es estable. En condiciones de
fluidez, las instituciones se desvanecen y uno deviene superfluo. Uno es superfluo hasta que
se constituye en la experiencia. Las situaciones amorosas o políticas son una experiencia de
constitución subjetiva cuando la subjetividad no está producida por las instituciones. Si el
horizonte actual es la condición superflua, y no las instituciones disciplinarias, el problema es
cómo se produce subjetividad bajo esa condición. La experiencia subjetiva actual no es de
ruptura sino de producción.

9. Entre El último tango en París y Matriz, hay un cambio de género: uno es drama, el otro es
acción. Esta variación da cuenta del cambio sustancial en la configuración del amor. En
condiciones estatales el género del amor es el drama. En el drama, el amor es trágico, es la
búsqueda siempre fallida de un objeto, es un otro que no llega a colmar la significación
interna, es el ideal del sujeto. En cambio, el género de las condiciones actuales es la acción.
En la acción, el amor está más ligado a las circunstancias que a la interioridad subjetiva. En la
pasión, el sujeto está constituido previamente al encuentro amoroso: el sujeto tiene su
mundo, sus ideales, su novela neurótica; y el encuentro busca colmar esas significaciones
internas. En la decisión, el sujeto amoroso se constituye una vez que decide estar con otro,
una vez que decide estar con otro que lo acompañe en la invención de un mundo que si no se
inventa en común no existe. Si el sujeto está constituido previamente al encuentro, el otro es
un objeto que va a cargar con las significaciones internas del sujeto. Si el punto de partida es
la superfluidad, y no la subjetividad instituida –el yo–, el otro es condición para la
subjetivación. Es posible constituirse en una situación amorosa, pero el punto de partida no
es el yo, sino la des-existencia, la superfluidad. Sólo se gana ser si se decide ser con otro. En
la fórmula amorosa pasional: uno es para el otro –aunque el encuentro siempre sea fallido–, se
trata de dos subjetividades constituidas previamente. En cambio, en la experiencia del amor
actual: uno es condición para el otro. Cuando uno es condición para el otro es necesario
decidir que uno es condición para el otro y que el otro es condición para uno. La subjetividad
amorosa es radicalmente distinta si se parte del otro como condición o si se parte del como
objeto. El otro puede ser objeto de dependencia de uno u ocasión de constitución de la
subjetividad.

10. En la lógica estatal, el conflicto se da entre el deseo de un yo y el instituido que produce


la sociedad bajo las instituciones disciplinarias; entre lo que quiere el yo y lo que la sociedad
le pide a ese yo. El deseo le permite al yo ese despliegue que la sociedad acota, reprime,

2
aliena. Hoy, en cambio, el conflicto se da entre la nada y la existencia. En este sentido, el
amor es un proyecto de producción de existencia, es la ocasión que transforma lo superfluo
en un sujeto. Si la amenaza para el amor pasional es que el deseo se apague, la amenaza del
amor contemporáneo es devenir superfluo para el otro.

11. En suelo estatal todos somos necesarios y la existencia está asegurada. Es por eso que la
reflexión moderna del erotismo y el amor gira en torno de la relación con la muerte; se liga al
amor como experiencia de lo imposible con la muerte porque la vida no constituye un
problema, la vida está asegurada desde el estado. En cambio, cuando todos somos
contingentes, el problema no es la muerte sino la existencia, la posibilidad de la vida –en
términos de humanización. Por eso deshabitar una experiencia implica perder ser. En
condiciones estatales, deshabitar una situación no pone en riesgo la existencia.

12. El pasaje de la pasión a la decisión es correlativo con el pasaje del régimen de los
sentimientos, como modo de relación en el amor, al régimen del afecto. El sentimiento es un
instituido, es el resultado de un “flechazo”, se produce cuando el encuentro con el otro
responde a la significación ideal que posee el sujeto. Cuando el amor se juega en el terreno
de la decisión, el régimen no es el de los sentimientos, sino el de los afectos. Ya no cuenta
tanto qué se siente por el otro sino cómo uno se deja afectar por el otro, cómo se deja
afectar por la experiencia amorosa. En ese caso es necesario decidir de qué modo uno se va a
dejar afectar por el otro, ya que el régimen de afectación no está establecido. Los
sentimientos se precipitan o se liberan respecto del orden instituido –la pasión es ese
sentimiento que va más allá de lo instituido. El afecto se decide. Con este cambio de régimen
cambia también el estatuto de la responsabilidad en el amor. La responsabilidad estatal es
instituida, está determinada por el estado; la responsabilidad actual se decide: se decide
sobre qué uno se va a hacer responsable. En términos estatales la responsabilidad está
referida a obedecer o a transgredir un mandato. En las condiciones actuales la
responsabilidad no está establecida: es espacio de decisión, de pensamiento, de constitución
subjetiva.

13. El sufrimiento amoroso actual es muy distinto del sufrimiento en el amor pasional. En la
pasión se sufre por el desencuentro con el objeto deseado. En el mundo actual se sufre por la
dificultad de constituirse amorosamente en una situación de desfondamiento.

Vous aimerez peut-être aussi