Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Generalidades
Uno de los grandes movimientos que han logrado unificar buena parte
de la investigación en la psicología del siglo XX está constituido por la
reflexología rusa.
Desde entonces hay que notar lo particular de este fenómeno: una de las
grandes tradiciones intelectuales en la psicología ha nacido de un rechazo
explícito y tajante hacia esta ciencia, y de su sustitución por la perspectiva
fisiológica. Diríamos que la reflexología ha sido, contra su voluntad,
psicología.
El movimiento reflexológico encontró, además, un fundamento teórico en
el monismo materialista de la época. Junto a los nombres de Büchner, Vogt y
otros, en Rusia aparecen figuras como V. G. Belinsky (1811-1848) y N. G.
Chernishevski (1828-1889), que ven en el monismo “la única fundamentación
posible para una ciencia del hombre” (McLeish, 1975, 65). Con su actitud
hacen frente a la orientación dominante, que era absolutista en política, y
cristiana ortodoxa en el plano religioso. En particular, el segundo de los autores
mencionados defendió “El principio antropológico en filosofía” (1860),
manteniendo el carácter radicalmente unitario del hombre, frente al dualismo de
alma y cuerpo, así como la necesidad de un análisis científico exacto de la
actividad humana que no es tora cosa sino la actividad del organismo total
(McLeish, 1975, 45). Pero es su contemporáneo Ivan. M. Sechenov quien, en
este contexto, merece el lugar más destacado.
“He decidido estudiar los fenómenos psíquicos sin tomar en cuenta lo que ya
se ha dicho y sólo basándome en las leyes fisiológicas de la actividad
nerviosa”: con estas palabras formula su propósito Sechenov (Sechenov, 1966,
170). En ellas reaparecen juntos de nuevo los dos elementos que bién
impulsaron a Wundt y al resto de investigadores europeos para constituir la
psicología, a saber, el objeto a estudiar, constituido por la vida mente, y un
método, que era el proporcionado por la fisiología. En 1873 publicó un trabajo
acerca de “Quién debe investigar los problemas de psicología y cómo”, y
concluyó que el que había de hacerlo era el especialista fisiólogo-psicólogo
desde la perspectiva fisiológica (Ibíd., intro., 24). Renovaba, pues, la conocida
tesis de J. Müller, de que nadie es psicólogo sino el fisiólogo.
Para empezar, Sechenov necesitaba encontrar un camino objetivo,
observable, a través de¡ que poder acercar al análisis de lo mental. Su idea es
clara: “La actividad psíquica del hombre se expresa, es sabido, por signos
exteriores... La diversidad infinita de las manifestaciones exteriores de la vida
cerebral se reducen a un solo fenómeno: el movimiento muscular.. Esto
simplifica mucho la cuestión” (Ibíd., 44 y 45). Lo psíquico aparece expresado en
el movimiento y vinculado al cerebro, de modo que Sechenov hace de éste el
camino de acceso al estudio del primero: “Para nosotros, fisiólogos, basta con
que el cerebro sea el órgano del alma, es decir, un mecanismo que, puesto en
movimiento por cualquier causa, tiene por resultado final esta serie de
fenómenos exteriores que caracterizan a la actividad mental” (Ibíd., 44-45).
Aquí está presente el mecanicismo de Helmholtz y los fisiólogos alemanes.
¿Cómo funciona el mecanismo cerebral? Sechenov aplicó en este punto
el esquema del reflejo, al que también habían llegado otros fisiólogos europeos,
como los ingleses T. Laycock (1 8 1 2-1876) y W. B. Carpenter (1 8 1 3-1885)
(Hearnshaw, 1964, 19-24). Pero lo relevante es que Sechenov creyó que el
reflejo podía aplicarse no sólo a la conducta invariable y mecánica,
“involuntaria”, en que una misma respuesta se presenta al aplicar al organismo
un mismo estímulo, sino que era capaz de dar cuenta también de la “conducta
voluntaria”. Para esto necesitaba tan sólo dos cosas: la primera, que tal
conducta respondiera a una estimulación del medio; la segunda, que hubiera
en el organismo un mecanismo que, sin destruir el automatismo, lo complicase
hasta el punto de poder producir la variabilidad de conductas y manifestaciones
exteriores que observamos. Sechenov, pues, elabora un modelo en que, entre
el estímulo y la respuesta muscular última, se Intercala lo que podríamos llamar
un «centro de complicación»; esta idea estaba, probablemente, vinculada con
el gran descubrimiento fisiológico de la fijeza del medio interno u homeostasis,
por su maestro Claude Bernard.
Claude Bernard, en efecto, había puesto en claro que todo organismo
posee un medio interno, orgánico, formado por la sangre y el plasma, en el que
existen sus diversos tejidos celulares. “La constancia del medio interno
-escribió Bernard- es la condición de la vida libre e independiente” (vid. Pi-
Sunyer, 1965, 184). De esta suerte, el medio interno, al intercalarse entre el
estímulo y la respuesta, podía introducir la variabilidad comportamental con
sólo modificar, positiva o inhibidoramente, la conexión energética entre ambos
factores. Éste es el punto en que trabajó Sechenov; con lenguaje de nuestros
días, diríamos que dio preeminencia a la variable «organismo» intercalada en
el esquema del reflejo.
Un movimiento es reflejo, para Sechenov, con tal que se origine por la
excitación de un nervio sensitivo y sea involuntario (Sechenov, 1966, 5 1 ). Se
trata, pues, de una consideración «respondente» o pasiva del comportamiento
que aplica al movimiento involuntario y también al voluntario.
En el movimiento involuntario, hay correlación de intensidades entre el
estímulo y la reacción. Pero la habituación, la fatiga, el umbral variable de
excitabilidad, inducen factores modificadores en la conexión. Sechenov se
refiere, explícitamente, a la «actitud» o disposición preparatoria como elemento
relevante a tener en cuenta (Ibíd., 54); igualmente se le hace visible la
importancia que poseen los «mecanismos que refrenan los movimientos
reflejos» (Ibíd., 59), esto es, los mecanismos de inhibición, así corno los que
«refuerzan el fin del reflejo en relación con su comienzo» y que se hallan
situados en los hemisferios cerebrales (Ibíd., 65). A Sechenov se debe en gran
medida, el reconocimiento de la importancia de la inhibición (Yaroscheuskii,
1982).
Al considerar el movimiento voluntario, señala unos caracteres
tradicionalmente aplicados a su delimitación. Son los siguientes: que no hay
excitación antecedente; que se ponen en marcha a voluntad del sujeto, quien
puede inhibirlos o intensificarlos y otorgarles la duración que le plazca, que son
conscientes, guiados por motivos superiores, contra el plano de los instintos, y
agrupan a su conveniencia los movimientos a realizar (1966,95'96). Todo ello,
¿no los pone aparte y fuera del determinismo con que trabaja el científico?
Su tarea iba; a consistir en reinterpretarlos desde el reflejo. Comienza
por situarlos en el cerebro. Luego afirma la existencia de una estimulación
externa en el momento de su puesta en marcha (Mecacci, 1979). Acto seguido,
incrementa mucho los tiempos de latencia de las respuestas, de modo que ya
no resulte fácil percibir el estímulo antecedente al que responden; en fin, hace
intervenir los mecanismos de inhibición o de reforzamiento que operan como
ese “centro de complicación” a que antes nos referimos. De esta manera,
Sechenov conseguía que tales movimientos, sin dejar de ser reflejos,
parecieran espontáneos y distintos unos de otros. Tal diversidad nacía de que
“es necesario un aprendizaje para dominar los movimientos, como lo es para
aprender a realizarlos» (1966, 140). Es ésta, pues, una teoría genética de la
conducta donde el aprendizaje modifica y reorganiza los reflejos.
Hay, en primer término, procesos (i) cognitivos, que nacen de la
combinación y sucesión de reflejos desencadenados por los estímulos. Ya la
“representación se forma... independientemente de la voluntad” (Ibíd., 99) pues
“las sensaciones provenientes de los órganos de los sentidos pueden
combinarse de muy variada manera, pero siempre por medio de reflejos
sucesivos” (Ibíd.,., 104). La combinación de esas representaciones lleva a lo
que llamamos habitualmente pensamiento, pero éste sigue siendo para
Sechenov un conjunto de reflejos asociados, sólo que aquí el momento final,
motriz, no aparece porque está inhibido, si bien se conservan la excitación y la
asociación: esto lo expresa diciendo que “el pensamiento constituye los dos
primeros tercios de un reflejo psíquico” (Ibíd.., 144). El pensador de Sechenov
sería, pues, una figura inmóvil, que podría estar perfectamente simbolizada por
“El pensador” de Rodin.
En esta interpretación psicológica el (ii) aprendizaje adquiere una
importancia extrema. Como hemos dicho gracias a él se complican los reflejos.
Se producen asociaciones, cada una de las cuales parece ser “un serie de
reflejos en la que el fin de uno empalma con el comienzo del siguiente” (Ibíd..,
131). Se trata de una visión perfectamente asociacionista. Los estímulos de
esos segudnos reflejos, claro está, pasan de ser externos a ser internos, pero
en cualquier caso, se trata de un mantenimiento o conservación de
excitaciones por parte del sistema nervioso que las conserva y prolonga a lo
largo del tiempo. “Entre la impresión real... y el recuerdo de esta impresión no
hay en realidad ninguna diferencia... se trata del mismo reflejo psíquico idéntico
y que sólo difiere en su excitación original” (Ibíd.., 135). La memoria es aquí
pura conservación de excitaciones que, procedentes en último extremo del
exterior, han quedado interiorizadas.
Los aspectos (iii) motivacionales incluyen factores de reforzamiento o
incremento de los reflejos. Para Sechenov, en la infancia aquellos aspectos son
de índole general y van poco a poco concentrándose. El deseo es el reflejo que
va vinculado a representaciones placenteras cuya ejecución o término falta.
Pero una y otra vez repite: «La causa inicial de excitación se encuentra fuera
de ella» (Ibíd., 167).
En este estudio, muy teórico y basado en una mínima experimentación
de laboratorio en opinión de Stevens (Stevens, 1974, 113), vino a apoyarse la
construcción de Pavlov y de Bechterev. El propio Sechenov no siguió
investigando en la dirección que su libro presentaba.
El organismo, el medio interno de C. Bernard, se introducía
temáticamente, como pieza clave en el proceso de comportamiento; al tiempo,
la psicología humana se colocaba al lado de los estudios sobre el animal,
porque era la fisiología, en Íntimo extremo, quien se adueño de todo el terreno.
Pero ésta exigía una aproximación a sus temas por vía experimental y no por
mera sugestión literaria. El esquema de Sechenov tenía que traducirse en
estrictas hipótesis mensurables de modo objetivo, lo que es ya obra de sus
discípulos reflexólogos.