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LA PSICOLOGÍA REFLEXOLÓGICA RUSA (I)

Generalidades

Uno de los grandes movimientos que han logrado unificar buena parte
de la investigación en la psicología del siglo XX está constituido por la
reflexología rusa.
Desde entonces hay que notar lo particular de este fenómeno: una de las
grandes tradiciones intelectuales en la psicología ha nacido de un rechazo
explícito y tajante hacia esta ciencia, y de su sustitución por la perspectiva
fisiológica. Diríamos que la reflexología ha sido, contra su voluntad,
psicología.
El movimiento reflexológico encontró, además, un fundamento teórico en
el monismo materialista de la época. Junto a los nombres de Büchner, Vogt y
otros, en Rusia aparecen figuras como V. G. Belinsky (1811-1848) y N. G.
Chernishevski (1828-1889), que ven en el monismo “la única fundamentación
posible para una ciencia del hombre” (McLeish, 1975, 65). Con su actitud
hacen frente a la orientación dominante, que era absolutista en política, y
cristiana ortodoxa en el plano religioso. En particular, el segundo de los autores
mencionados defendió “El principio antropológico en filosofía” (1860),
manteniendo el carácter radicalmente unitario del hombre, frente al dualismo de
alma y cuerpo, así como la necesidad de un análisis científico exacto de la
actividad humana que no es tora cosa sino la actividad del organismo total
(McLeish, 1975, 45). Pero es su contemporáneo Ivan. M. Sechenov quien, en
este contexto, merece el lugar más destacado.

Psicología y Fisiología: la obra de Iván Sechenov. (1829-1905)

Ivan Mikhailovich Sechenov (Teplyi Stan, Simbirsk-Rusia, 1829 – Moscú,


1905) se graduó en medicina en la Universidad de Moscú; después estudió en
Berlín Heidelberg, y trabajó en los laboratorios, en Alemania, con Brücke,
Rollet, Ludwig, y en Francia, con Claude Bernard. Interesado por la fisiología
del sistema nervioso, estudió los procesos de inhibición, y como resultado de
su trabajo trató de mostrar que todos los procesos mentales tienen una base
fisiológica, y consisten en una actividad refleja, innata o aprendida. Su trabajo
más importante es Los reflejos del cerebro (1983), obra que comenzó
encontrando múltiples dificultades en su, publicación por parte de la censura
gubernamental; años más tarde, Pavloy reconocería que en ese libro se
hallaba una de las raíces de su propio impulso investigador. Todo ello muestra
el lugar relevante que ocupa esta obra en la historia de la psicología.
Sechenov es la principal figura en el despertar de la fisiología rusa.
Introdujo en Rusia la. investigación bioeléctrica y fundó un laboratorio
fisiológico en San Petersburgo. La influencia de Sechenov fuera de Rusia
durante su vida fue pequeña; en Esta- dos Unidos sus obras no se tradujeron
hasta la mitad del siglo xx.

“He decidido estudiar los fenómenos psíquicos sin tomar en cuenta lo que ya
se ha dicho y sólo basándome en las leyes fisiológicas de la actividad
nerviosa”: con estas palabras formula su propósito Sechenov (Sechenov, 1966,
170). En ellas reaparecen juntos de nuevo los dos elementos que bién
impulsaron a Wundt y al resto de investigadores europeos para constituir la
psicología, a saber, el objeto a estudiar, constituido por la vida mente, y un
método, que era el proporcionado por la fisiología. En 1873 publicó un trabajo
acerca de “Quién debe investigar los problemas de psicología y cómo”, y
concluyó que el que había de hacerlo era el especialista fisiólogo-psicólogo
desde la perspectiva fisiológica (Ibíd., intro., 24). Renovaba, pues, la conocida
tesis de J. Müller, de que nadie es psicólogo sino el fisiólogo.
Para empezar, Sechenov necesitaba encontrar un camino objetivo,
observable, a través de¡ que poder acercar al análisis de lo mental. Su idea es
clara: “La actividad psíquica del hombre se expresa, es sabido, por signos
exteriores... La diversidad infinita de las manifestaciones exteriores de la vida
cerebral se reducen a un solo fenómeno: el movimiento muscular.. Esto
simplifica mucho la cuestión” (Ibíd., 44 y 45). Lo psíquico aparece expresado en
el movimiento y vinculado al cerebro, de modo que Sechenov hace de éste el
camino de acceso al estudio del primero: “Para nosotros, fisiólogos, basta con
que el cerebro sea el órgano del alma, es decir, un mecanismo que, puesto en
movimiento por cualquier causa, tiene por resultado final esta serie de
fenómenos exteriores que caracterizan a la actividad mental” (Ibíd., 44-45).
Aquí está presente el mecanicismo de Helmholtz y los fisiólogos alemanes.
¿Cómo funciona el mecanismo cerebral? Sechenov aplicó en este punto
el esquema del reflejo, al que también habían llegado otros fisiólogos europeos,
como los ingleses T. Laycock (1 8 1 2-1876) y W. B. Carpenter (1 8 1 3-1885)
(Hearnshaw, 1964, 19-24). Pero lo relevante es que Sechenov creyó que el
reflejo podía aplicarse no sólo a la conducta invariable y mecánica,
“involuntaria”, en que una misma respuesta se presenta al aplicar al organismo
un mismo estímulo, sino que era capaz de dar cuenta también de la “conducta
voluntaria”. Para esto necesitaba tan sólo dos cosas: la primera, que tal
conducta respondiera a una estimulación del medio; la segunda, que hubiera
en el organismo un mecanismo que, sin destruir el automatismo, lo complicase
hasta el punto de poder producir la variabilidad de conductas y manifestaciones
exteriores que observamos. Sechenov, pues, elabora un modelo en que, entre
el estímulo y la respuesta muscular última, se Intercala lo que podríamos llamar
un «centro de complicación»; esta idea estaba, probablemente, vinculada con
el gran descubrimiento fisiológico de la fijeza del medio interno u homeostasis,
por su maestro Claude Bernard.
Claude Bernard, en efecto, había puesto en claro que todo organismo
posee un medio interno, orgánico, formado por la sangre y el plasma, en el que
existen sus diversos tejidos celulares. “La constancia del medio interno
-escribió Bernard- es la condición de la vida libre e independiente” (vid. Pi-
Sunyer, 1965, 184). De esta suerte, el medio interno, al intercalarse entre el
estímulo y la respuesta, podía introducir la variabilidad comportamental con
sólo modificar, positiva o inhibidoramente, la conexión energética entre ambos
factores. Éste es el punto en que trabajó Sechenov; con lenguaje de nuestros
días, diríamos que dio preeminencia a la variable «organismo» intercalada en
el esquema del reflejo.
Un movimiento es reflejo, para Sechenov, con tal que se origine por la
excitación de un nervio sensitivo y sea involuntario (Sechenov, 1966, 5 1 ). Se
trata, pues, de una consideración «respondente» o pasiva del comportamiento
que aplica al movimiento involuntario y también al voluntario.
En el movimiento involuntario, hay correlación de intensidades entre el
estímulo y la reacción. Pero la habituación, la fatiga, el umbral variable de
excitabilidad, inducen factores modificadores en la conexión. Sechenov se
refiere, explícitamente, a la «actitud» o disposición preparatoria como elemento
relevante a tener en cuenta (Ibíd., 54); igualmente se le hace visible la
importancia que poseen los «mecanismos que refrenan los movimientos
reflejos» (Ibíd., 59), esto es, los mecanismos de inhibición, así corno los que
«refuerzan el fin del reflejo en relación con su comienzo» y que se hallan
situados en los hemisferios cerebrales (Ibíd., 65). A Sechenov se debe en gran
medida, el reconocimiento de la importancia de la inhibición (Yaroscheuskii,
1982).
Al considerar el movimiento voluntario, señala unos caracteres
tradicionalmente aplicados a su delimitación. Son los siguientes: que no hay
excitación antecedente; que se ponen en marcha a voluntad del sujeto, quien
puede inhibirlos o intensificarlos y otorgarles la duración que le plazca, que son
conscientes, guiados por motivos superiores, contra el plano de los instintos, y
agrupan a su conveniencia los movimientos a realizar (1966,95'96). Todo ello,
¿no los pone aparte y fuera del determinismo con que trabaja el científico?
Su tarea iba; a consistir en reinterpretarlos desde el reflejo. Comienza
por situarlos en el cerebro. Luego afirma la existencia de una estimulación
externa en el momento de su puesta en marcha (Mecacci, 1979). Acto seguido,
incrementa mucho los tiempos de latencia de las respuestas, de modo que ya
no resulte fácil percibir el estímulo antecedente al que responden; en fin, hace
intervenir los mecanismos de inhibición o de reforzamiento que operan como
ese “centro de complicación” a que antes nos referimos. De esta manera,
Sechenov conseguía que tales movimientos, sin dejar de ser reflejos,
parecieran espontáneos y distintos unos de otros. Tal diversidad nacía de que
“es necesario un aprendizaje para dominar los movimientos, como lo es para
aprender a realizarlos» (1966, 140). Es ésta, pues, una teoría genética de la
conducta donde el aprendizaje modifica y reorganiza los reflejos.
Hay, en primer término, procesos (i) cognitivos, que nacen de la
combinación y sucesión de reflejos desencadenados por los estímulos. Ya la
“representación se forma... independientemente de la voluntad” (Ibíd., 99) pues
“las sensaciones provenientes de los órganos de los sentidos pueden
combinarse de muy variada manera, pero siempre por medio de reflejos
sucesivos” (Ibíd.,., 104). La combinación de esas representaciones lleva a lo
que llamamos habitualmente pensamiento, pero éste sigue siendo para
Sechenov un conjunto de reflejos asociados, sólo que aquí el momento final,
motriz, no aparece porque está inhibido, si bien se conservan la excitación y la
asociación: esto lo expresa diciendo que “el pensamiento constituye los dos
primeros tercios de un reflejo psíquico” (Ibíd.., 144). El pensador de Sechenov
sería, pues, una figura inmóvil, que podría estar perfectamente simbolizada por
“El pensador” de Rodin.
En esta interpretación psicológica el (ii) aprendizaje adquiere una
importancia extrema. Como hemos dicho gracias a él se complican los reflejos.
Se producen asociaciones, cada una de las cuales parece ser “un serie de
reflejos en la que el fin de uno empalma con el comienzo del siguiente” (Ibíd..,
131). Se trata de una visión perfectamente asociacionista. Los estímulos de
esos segudnos reflejos, claro está, pasan de ser externos a ser internos, pero
en cualquier caso, se trata de un mantenimiento o conservación de
excitaciones por parte del sistema nervioso que las conserva y prolonga a lo
largo del tiempo. “Entre la impresión real... y el recuerdo de esta impresión no
hay en realidad ninguna diferencia... se trata del mismo reflejo psíquico idéntico
y que sólo difiere en su excitación original” (Ibíd.., 135). La memoria es aquí
pura conservación de excitaciones que, procedentes en último extremo del
exterior, han quedado interiorizadas.
Los aspectos (iii) motivacionales incluyen factores de reforzamiento o
incremento de los reflejos. Para Sechenov, en la infancia aquellos aspectos son
de índole general y van poco a poco concentrándose. El deseo es el reflejo que
va vinculado a representaciones placenteras cuya ejecución o término falta.
Pero una y otra vez repite: «La causa inicial de excitación se encuentra fuera
de ella» (Ibíd., 167).
En este estudio, muy teórico y basado en una mínima experimentación
de laboratorio en opinión de Stevens (Stevens, 1974, 113), vino a apoyarse la
construcción de Pavlov y de Bechterev. El propio Sechenov no siguió
investigando en la dirección que su libro presentaba.
El organismo, el medio interno de C. Bernard, se introducía
temáticamente, como pieza clave en el proceso de comportamiento; al tiempo,
la psicología humana se colocaba al lado de los estudios sobre el animal,
porque era la fisiología, en Íntimo extremo, quien se adueño de todo el terreno.
Pero ésta exigía una aproximación a sus temas por vía experimental y no por
mera sugestión literaria. El esquema de Sechenov tenía que traducirse en
estrictas hipótesis mensurables de modo objetivo, lo que es ya obra de sus
discípulos reflexólogos.

La obra de lván Pavlov(1849-1936)

Con la obra de Pavloy entramos plenamente en la psicología


contemporánea. Sus hallazgos no han pasado, sino que continúan sirviendo de
base a investigaciones actuales sobre los procesos psíquicos. Precisamente
por ello trataremos de presentarlo aquí en su vertiente histórica, más que en la
sistemática.
lván Pavloy (Ryazan, Rusia, 1849-Leningrado, 1936) estudió fisiología
en la Universidad de San Petersburgo, y fue después profesor de Fisiología y
director de esa sección en el Instituto de Medicina Experimenta¡. Recibió el
Premio Nobel en 1904 y fue elegido, en 1905, miembro de la Academia Rusa
de Ciencias (Babkin, 1974). Son importantes en psicología sus descubrimientos
sobre los reflejos condicionados. Estudió también los tipos de sistema nervioso
a partir de los cuales estableció una clasificación de temperamentos y
personalidades. Entre sus obras destaca un gran libro sobre Los reflejos
condicionados.
Pavloy, como otros muchos casos de esta historia, es un fisiólogo que
llega a los problemas psicológicos desde su ciencia de partida. A veces se
olvida que fue Premio Nobel, en 1904, por sus trabajos acerca de la fisiología
de la digestión, y que había ya rebasado los cincuenta años cuando penetró en
el campo de lo psíquico como investigador (Gantt, 1965). Como fisiólogo,
trabajó con maestros rusos (Cyon, S. Botkine) y en Alemania con Heidenhain y
Carl Ludwig (1 884-6). Primero se interesó por la regulación nerviosa de la
actividad cardíaca, y luego por los problemas de la digestión.
Al estudiar la digestión, dice Pavloy, cabía examinar el grado de
transformación de¡ alimento en sus diversas fases, como hicieran Brücke y
Ludwig, o bien « conocer la naturaleza y la cantidad de reactivo vertido»
(Pavloy, 1973, 61); esto había de hacerse investigando las secreciones
gástricas. Pavlov ingenió un método para establecer en un animal vivo una
fístula gástrico que permitiese obtener muestras de los jugos producidos
durante la digestión. De esta suerte, pudo ver que el organismo posee unos
mecanismos reflejos por los cuales la secreción gástrica se ajusta, cuantitativa
y cualitativamente, a la peculiaridad del alimento ingerido. Y en este terreno,
precisamente, iba a descubrir, entre sus otros procesos de adaptación, unos
reflejos muy peculiares, los reflejos condicionales, usualmente llamados
condicionados.
Hay una secreción refleja producida por la presencia de alimento en
ciertos receptores bucales. «Estos reflejos son las conexiones causales
regulares entre ciertos estímulos externos definidos, actuando sobre el
organismo, y sus reacciones necesarias» (Ibíd., 98). Había aquí receptores
específicos, había nervios centrípetos específicos y actuaban excitantes
específicos (Ibíd., 102). Hasta aquí nada era sorprendente; pero Pavlov
encontró un tipo de fenómeno bien distinto: que la vista de alimento, incluso el
sonido de los pasos del ayudante que venía a traer ese alimento al animal,
eran estímulo suficiente para que éste comenzase a segregar jugos gástricos.
En la estimulaci6n a distancia, donde falta el contacto excitante-receptor
específico ya mencionado, tenemos, pensaba Pavlov, “un hecho psíquico y no
fisiológico"(Pavlov 1973, 6). El problema se le presentó primero bajo la forma
de «secreción psíquica» de las glándulas digestivas (Ibíd., 17).
Había que comparar ambos procesos. Pavlov comenzó por establecer
que la adaptación a distancia no mostraba «ninguna diferencia con el reflejo
salivar fisiológico normal», y podía ser tenido también por reflejo. «La única
diferencia... consiste en que el fisiológico es constante, incondicional, mientras
que el psicológico varía constantemente y, por consiguiente, es condicional. (...
Además) en el reflejo incondicionado el papel de estimulante es asumido por
las propiedades del objeto... que obran como estímulos fisiológicos... Por el
contrario, en los reflejos condicionados intervienen, en calidad de estímulos,
ciertas propiedades del objeto que no tienen ninguna relación fisiológica
directa... En cierto modo, estas propiedades son como señales de las
primeras...» (Pavlov, 1973, 100-101). Así, al lado de las conexiones Innatas y
“absolutas”, entre estímulos incondicionados y respuestas acondicionadas, hay
otro tipo de conexiones temporales. Estas están sujetas al cumplimiento de
ciertas condiciones, y en ellas un estímulo condicionado, presentado
repetidamente incondicionado, termina por controlar o desencadenar la
respuesta naturalmente asociada al estímulo incondicionado. Como es sabido,
la condición de eficacia del estímulo condicionado radica en su repetida
vinculación con el estímulo fisiológico o absoluto, del que llega a convertirse en
una auténtica y efectiva señal: «En la base de cualquier reflejo condicionado...
se encuentra un reflejo incondicionado» (Ibíd., 105).
Los reflejos, por de pronto, entran como mecanismos del organismo que
permiten la adaptación y mediante ésta, la conservación. «Todo el mundo
admite que el organismo animal es un sistema extremadamente complejo,
costo por un número casi ¡limitado de partes conectadas entre sí y que forman
un todo en estrecha relación y en equilibrio con la naturaleza ambiente» (Ibíd.,
107). La fisiología, al investigar estas operaciones “considera al organismo
como una máquina” (Ibíd., 108). Desde ésta perspectiva biológica claramente
mecanicista Pavlov se enfrenta con el reflejo condicional, a partir de 1901
(Gray, 1979).
A lo largo de varias décadas realiza un estudio muy completo del
fenómeno. Estos reflejos son, a su juicio, cerebrales; “la función fundamental y
más general de los hemisferios cerebrales es la de reaccionar a las señales”.
(Pavlov, 1929, 16) En el cerebro hay un sistema de «analizadores», que
reciben las excitaciones del medio y posibilitan, con su puesta en marcha, la
conducta adaptativa adecuada. Esto ocurre porque, al establecerse el reflejo
condicional, se forma una vía que permite discurrir la excitación
correspondiente a la señal (o estímulo condicionado) desde su lugar cortical el
lugar propio de la excitación incondicional o fisiológica, desde este último punto
hay ya un camino para producir la respuesta muscular o glandular. Pavlov
supone que, en el córtex cerebral, concebido corno un verdadero campo
dinámico, la excitación del estímulo condicionado es atraída hacia el lugar de
excitación del incodicionado, y las repetidas asociaciones de ambos estímulos
forman allí una nueva vía de descarga. La formación de reflejos condicionales
es pues, la base del fenómeno del (i) aprendizaje.
La explicación de¡ proceso le obliga a Pavov a suponer que el estímulo
externo produce excitaciones en el córtex, y que en éste las excitaciones son
móviles, pueden irradiar o concentrarse. Hay también procesos de supresión
de los reflejos, o extinción, explicables mediante la intervención de una fuerza
de inhibición en el hemisferio cerebral. Excitación e inhibición son los
mecanismos fisiológicos que crean la dinámica cerebral que explica estos
procesos. Pavlov supuso que la excitación en un área del córtex creaba por
«inducción recíproca» otra zona de inhibición en torno suyo. su interacción
explicaba la posibilidad de respuesta a estímulos parecidos a otros ya
condicionados (generalización) o también un proceso de diferenciación en que
se inhibía la reacción en función de la mayor o menor semejanza entre varios
estímulos y un estímulo condicionado patrón (Pavlov, 1973, 315).
Al interpretar los estímulos condicionales como señales de los
incodicionales, Pavlov abrió el camino hacia una consideración del reflejo como
un proceso cognitivo. En efecto, mediante el proceso de condicionamiento los
primeros adquirían un valor semántico, de referencia a los estímulos absolutos
incondicionados. En la última etapa de su vida Pavlov se refirió además a la
existencia de un “segundo sistema de señales”, en que culminaría el
conocimiento. “En el animal la última es señalada casi exclusivamente por
excitaciones... lo que en nuestro lenguaje subjetivo
corresponde a las impresiones, sensaciones y representaciones del mundo.
Es el primer sistema de señales de la realidad, sistema que nos es común en
los animales. El lenguaje constituye el segundo sistema de señales de la
realidad y específicamente nuestro, siendo la señal de las primeras señales”; al
tiempo que nos aleja de la realidad, dice Pavlov, “el lenguaje ha hecho de
nosotros lo que somos” (Ibíd., 192). Lenguaje y pensamiento, como estructuras
de simbolización, encuentra de este modo su lugar en el sistema reflexológico.
En el campo de la (iii) motivación, el factor desencadecadenante pare la
conducta mecánica e instintiva es el estímulo natural o incondicionado. F-n el
reflejo condicional ocupa también el estímulo incondicionado un papel de
“refuerzo” de la conexión adquirida, en cuanto su desaparición o disociación
respecto del estímulo condicionado acarrea inexorablemente la extinción del
proceso. Esta extinción no podía ser concebida como una simple
desaparición de la vía de conexión nerviosa adquirida. Pavlov descubrió que,
tras un proceso de extinción y cierto reposo, el estímulo condicionado evocaba
una respuesta dotada nuevamente de una cierta magnitud fenómeno que ha
sido interpretado como resultado de una “recuperación espontánea”.
En último extremo, Pavlov orienta su doctrina hacia la concepción
adaptativa y homeostática del funcionamiento del organismo, al que como
hemos visto, consideraba como un sistema mecánico en equilibrio con su
ambiente (Ibíd., 98). Con ello permanecía dentro del campo abierto por C.
Bernard y. más cerca va de su mundo, por Sechenov.
Una pieza importante de su doctrina es la de las tipologías, con que
entramos en el terreno de la (¡v) personalidad. Cierto que aquí la personalidad
se concibe sobre todo como una disposición general y funcional del organismo,
que se manifiesta diversamente en el proceso de condicionamiento. Las
diferencias manifiestas en la actividad responsiva las atribuyó a diferencias en
el tipo de sistema nervioso de los diferentes sujetos.
Una primera clasificación distribuía los tipos en función del sistema
nervioso, en la medida en que dominase en éste la excitación o la inhibición.
Con los esquemas propios Pavlov reconstruyó la clasificación tradicional de
Hipócrates. El colérico representaría la excitación máxima; el sanguíneo, un
predominio de inhibición (1973, 229ss.). Sin embargo, volvió sobre el tema y
procuró entonces tener en cuenta la mayor o menor «fuerza» o nivel de
excitación y de resistencia a la el «equilibrio» entre inhibición y
excitación, y la «movilidad» o capacidad de pasar de una a otra. Con estos
conceptos llegó a aproximarse también a los problemas de la psicopatología,
relacionando la depresión maníaca con la excitación, y la esquizofrenia con la
inhibición. Estas fuerzas corticales estarían también a la base de los trastornos
neuróticos, y en lo que llamó «neurosis experimental» (una crisis experimental
de comportamiento que presentaron algunos animales a los que se les
aplicaron estímulos excitativos e inhibidores extremadamente parecidos)
entendió que el proceso se debía a las interferencias cerebrales que habían de
surgir entre excitación e inhibición.
Al final de su vida, Pavlov decía de sí mismo: «Sigo siendo un fisiólogo
ante todo» (Pavlov, s. a., 70); todo lo más llegaba a declararse un psicólogo
empírico que, si no leía la literatura especializada, se observaba a sí mismo
(1973, 324). Esta postura era coherente con su idea de que lo psíquico no era
más que la «actividad nerviosa superior».
La psicología queda aquí de nuevo absorbida por la fisiología.
Sobresalen, también, unos puntos de vista de orden general: el materialismo
mecanicista, que presenta la vida «en términos físicos y químicos» (Pavlov,
1929, 8); el «determinismo» (en el origen de cualquier acción y de todo efecto
existe una causa) (1973, 309), y el dinamismo general y sistemático con que se
pretende entender al organismo vivo. Quedaba, además, una monumental obra
de investigación experimenta del comportamiento, llámesele reflexología,
psicología o fisiología. Y, en fin, quedaron sus numerosos discípulos, formando
una escuela de primera magnitud.
LA REFLEXOLOGIA (II)

El intento de replanteamiento del¡ problema psicológico en términos de reflejos,


llevado a cabo inicialmente por Sechenov, encontró continuidad, como ya
hemos visto, a través de la obra de Pavlov y su escuela. Hubo además una
segunda dirección de influencia de Sechenov. Ésta se encuentra en los
trabajos de Bechterev y su personal modo de entender la «reflexología», que
examinamos ahora.

La obra de Wladimir M. Bechterev (1857-1927)

Wladimir M. Bechterev (Sorali, Vyatea, Rusia, 185'7-Moscú, 1927),


neurofisiologo, psiquiatra y psicólogo coetáneo de Pavlov, se graduó en la
academia Médico-quirúrgica rusa en 1878, y trabajó en Alemania y Francia con
Meynert, Wundt, Flechsig y Charcot. Fundó en Rusia los primeros laboratorios
psicológicos, uno en la Universidad de Kazan (1 886) y otro en San
Petersburgo (1 895). Fundó también el Instituto Psiconeurológico de San
Petersburgo (1903) y dos revistas: Neurogileskii vesinik (Ncurological News) y
Obzor psikiatrii neuropatologii í eksperimental no¡ psikologii (A Review of
Psychiatry, Neurology and Experimentá Psychology). Esta última fue la primera
revista en cuyo título figuraban las palabras «psicología experimental»
(Petrovski 1990). La psicología de Bechterev es estrictamente objetiva y
basada en el concepto de reflejo, que aplicó sistemáticamente al mundo del
hombre. Publicó más de 500 trabajos y libros de neurología y psiquiatría,
siendo la mitad de ellos publicaciones clínicas. Algunos de ellos son:
Psicología Objetiva (1913) y Principios-generales de reflexología humana
(1923).
Metodológicamente, Bechterev defendía el establecimiento de una
«psicología objetiva», que pusiera fin al planteamiento exclusivamente
introspectivo de lo psíquico. Estudios como el de Ebbinghaus ya habían
evidenciado la existencia de aprendizajes que la propia conciencia no podía
descubrir directamente, y que sólo métodos objetivos, como el reaprendizaje,
ponían de manifiesto (Bechterev, 1965. 12).
Al salir fuera del marco de la conciencia, el nuevo objeto de la psicología
tiene una dimensión mucho más amplia: son procesos que empiezan en el
medio, en forma de estimulación; siguen luego en el organismo, y al final
terminan en el mundo otra vez, gracias a una reacción o respuesta. El
esquema es bien simple: estimulación-asociación- respuesta. Semejante
esquema encaja perfectamente con el modelo del reflejo y su arco (neurona
sensitiva, neurona asociativo, neurona motriz). Por eso Betcherev dice: «La
psicología objetiva, si bien renuncia a profundizar el aspecto subjetivo de las
reacciones, en cambio, extiende sus investigaciones a la totalidad del arco
reflejo» (Ibíd., 27).
En consecuencia, interesa a la psicología el medio estimular, y le
interesan «todos los movimientos y demás reacciones del organismo en
relación con los factores externos y las influencias anteriores» (Ibíd., 3 l). De
esta suerte, se llega a precisar el nuevo tema de la psicología: Restablecer la
correlación total del organismo con el mundo externo» (Ibíd., 27), estudiar la
actividad correlacional del organismo. Y ello mediante la observación y la
experimentación, no la introspección.
La actividad del organismo aparece primero corno un reflejo simple, en
el cual «la reacción sigue siempre la misma vía» (Ibíd., 37), de apariencia
mecánica, proceso que había sido bien estudiado ya por la fisiología de su
tiempo. Pero, al lado de éste, y como pieza clave de su interpretación de la
correlación sujeto-medio, hay lo que llama los «procesos neuropsíquicos», o,
como se suelen también denominar, «reflejos asociativos» (associarion-
reflexes), que abren la puerta hacia la adaptación flexible, individual, aprendida,
del organismo a su mundo.
¿Cómo son estos fenómenos? «Todo acto neuropsíquico puede ser
reducido al esquema de un reflejo en que la excitación, al llegar a la corteza
cerebral, despierta las huellas de las reacciones anteriores y encuentra en
éstas el factor que determina el proceso de la descarga.» (Ibíd., 21).,,,El reflejo
de Bechterev, como se ve, está modificado por la experiencia, e incorpora al
are o sensoriomotriz un elemento intermedio, la huella del pasado que se halla
en el cerebro en forma de (i) aprendizaje (Ibíd., 22).
Desde nuestra perspectiva, está clara la peculiaridad de Bechterev
frente a Pavlov: el primero habla de reflejos en que la conducta está
determinada por la experiencia previa, de modo que el valor del estímulo está
modificado por los efectos o resultados de experiencias semejantes, en las que
entran también las respuestas; en cambio, Pavlov se ha centrado
exclusivamente en la asociación de un estímulo con otro; en éste las
respuestas pasadas carecen en absoluto de papel.
La experiencia queda en forma de «ciertas huellas en los centros
nerviosos del cerebro» (Ibíd., 29). Su acción, dentro de la dinámica del
«reflejo». consiste en reforzar o en inhibir la respuesta, y ahí reside la fuente de
variable que lo separa del reflejo simple. Aquí está de algún modo presente la
influencia de su maestro Sechenov.
Entendida la huella en términos dinámicos, Bechterev se opone a que se
la considera como una imagen o cliché estático, y propone que se piense en
ella en forma dinámica de resistencia y facilitación, «una modificación de las
vías nerviosas» (Ibíd., 140), es decir, una huella «funcional».
Las conexiones así formadas dependerían de la frecuencia y de la
intensidad de excitaciones (Ibíd., 131), y en su naturaleza se fundan ahora las
leyes asociativas. Bechterev admite las relaciones causa-efecto, parte-todo,
semejanza, simultaneidad, sucesión y contigüidad (Ibíd., 141), con lo que , de
hecho, incrementó las leyes clásicas, si bien en su base sólo venía a suponer
mecanismos de orden fisiológico.
El resultado de esos aprendizajes representa una estructuración
funciona] del individuo. Tomado éste como un medio interno, en el sentido de
Claude Bernard, que se intercalaría entre la parte excitativa del reflejo, es decir,
el mundo estimular, y la parte reactiva y motriz del mismo, o sea. las
respuestas, se llegaría a adquirir a lo largo de su interacción con el entorno una
reorganización de ese medio biológico. Aquí entran corno elemento primordial
las impresiones internas, de naturaleza efectiva, positivas o negativas,
formando «un complejo que determina todos los actos del individuo... el núcleo
individual de la esfera neuosíquica” (Ibíd.. 47-8). A esto Bechterev lo llama (ii)
personalidad.
Es importante notar que la personalidad aparece vinculada a las
impresiones orgánicas y que éstas, por otra parte, presentan un carácter
motivacional. De todas las impresiones que el sujeto recibe de su medio, las
externas orientan la acción (ibíd., 53), al tiempo que las internas «se hallan
estrechamente vinculadas con impulsos mtores» y constituyen “el tono
neuropsíquico del individuo” (Ibíd., 47). Personalidad y (iii) motivación están así
estrechamente vinculadas. No toda la conducta motivada está reducida a este
plano complejo asociativo; en los escalones inferiores se encuentra el instinto,
enlazado con las necesidades orgánicas. Pero, incluso dentro de tales
actividades instintivas, Bechterev dejaba lugar a variaciones dependientes de
factores situacionales; por ejemplo, reconocía que las dimensiones de las telas
de arada varían según la cantidad de insectos que hay en el paraje en que se
colocan, y en ello veía una cierta plasticidad por parte del instinto.
En el plano de los (¡v) procesos cognitivos, hay, de un lado, que incluir la
adquisición de información sobre el medio a través de la impresión externa; de
otro, están los procesos más complejos de pensamiento. En la impresión, dice
Bechterev, intervienen los receptores, «transformadores de energía» (Ibíd., 45),
que actúan en forma global y paulatinamente van luego formando huellas más
discriminadas. La impresión es durativa, y va «de lo no diferenciado a lo
diferenciados (Ibíd., 55). Además, va enlazada con procesos de reacción
atencional, o «movimiento de concentración» (Ibíd., 70). con lo cual en toda
percepción aparece integrada una serie de impresiones musculares de
reacción al lado de las sensaciones específicas (Ibíd., 79).
Sobre ese plano sensible, la comparación, la síntesis y el análisis llevan
hacia la formación de unas asociaciones «dirigidas», en las cuales consiste el
pensamiento, y en las que intervienen «las huellas del simbolismo verbal»
(ibíd., 46). Incluso negó a reconocer que la conciencia tenía un valor biológico,
pues «el mundo subjetivo no es... ni una cantidad inútil ni una cualidad estéril
del trabajo neuropsíquico» (ibíd., 19), las representaciones conscientes e
incluso el lenguaje no son «concomitantes inactivos» (Ibíd., 20), sino elementos
adaptativamente operantes sobre la marcha general de la vida del sujeto.
Bechterev resulta en muchos sentidos sorprendentemente actual. Su
interés por los procesos humanos, y por las consecuencias del aprendizaje en
la totalidad de la conducta, su preocupación acerca del medio social en que el
hombre se desenvuelve (Reflexología colectiva), le llevaron a estar «con un pie
en. la biología y con el otro en la sociologías (Schniermann, 1963, 41); empleó
métodos objetivos; en su teoría, la conducta acaba de explicarse sólo cuando
se atiende al estímulo, a la herencia biológica y a ala experiencia antecedente,
planteamiento que hoy parece sumamente moderno. Su peso sobre el
desarrollo de la psicología fue, sin embargo, mucho menor que el de Pavlov.
Puede que en ello influyera la mayor precisión experimental de la investigación
de éste, y el menor número de presuposiciones teóricas que envuelven al
“reflejo condicionado” frente al “reflejo asociativo”. Las semejanzas y analogías
de Bechterev con el conductismo posterior (fue muy importante su influencia
sobre Watson) también han podido ayudar a considerar sus trabajos como una
reiteración de teorías ya elaboradas en forma independiente. En todo caso, su
obra, en enorme porción, sigue siendo ajena a la tradición psicológica
occidental a pesar de su valor y de su riqueza conceptual.
Otras posiciones afines: Ch. Sherrington (1 857-1952)l J. Locib (1 859-
1924), C. von Monakow (1 853-1930)

La interpretación reflexológica ha tendido a subrayar dos aspectos


relevantes en el comportamiento: uno, que éste tiene una estricta dependencia
respecto de la organización biológica, al modo como el acto reflejo depende de¡
arco reflejo correspondiente; y el otro, que la conducta es ante todo
coordinación sensorio-motriz.
Esta idea, tan clara en Bechterev, estaba en el aire de su generación. El
monisim evolutivo de Spencer había apelado a la idea de la difusión de
movimiento a través de estructuras más complejas y heterogéneas para
referirse a los procesos psíquicos. De él, más o menos directamente, pasa la
idea a la neurología inglesa, a los especialistas. John Huhlings Jackson (1835-
191 1) sostuvo que el sistema nervioso era «una máquina sensorio-motriz», y
frente a esta interpretación rudamente materialista las «explicaciones
psicológicas son meramente verbales». Además, Jackson, uno de los
principales teóricos de la afasia, hacía de ésta una incapacidad de
«proposicionar», de formar proposiciones, y no una mera falta de palabras: era,
pues, problema de conexiones asociativas, no de elementos (Heamshaw,
1964).
La idea de la máquina sensorio-motriz sirve de pórtico para entender la
otra gran contrucción coetánea de los hallazgos de Pavlov y Bechterev en tomo
al movimiento reflejo en la obra de Sherrington.
El fisiólogo sir Charles Sherrington (Londres, 1857-Eastboume, Sussex7,
Inglaterra 1952) fue profesor de patología en la Universidad de Londres y de
fisiología en Livepool y en Oxford, y ostentó durante años la presidencia de la
Royal Society. Fue un investigador pionero en muchas áreas de la
neurofisiologfá, tales como la fisiología de la sinapsis, la actividad cortical
(especialmente el mapa del área motora), las funciones del oído interno y la
inervación recíproca. En 1906 publicó su estudio sobre la Acción Integradora
del Sistema Nervioso; en 1933, lhe Brain and its mechanisms, y en 1940 Man
on his nature. Recibió el Premio Nobel de Medicina en 1932.
La idea fundamental de sus trabajos neurologicos puede expresarse con
el título de uno de sus más famosos estudios, «la acción integradora del
sistema nervioso». En la unidad global del organismo, según esto, los reflejos
no son arcos aislados ni tampoco unidades que se vayan sumando para
constituir el mecanismo adaptativo más complejo, en realidad, el reflejo simple
es «una abstracción conveniente pero artificial» (Sherrington, 1961, 116). Lo
que hay es una compleja red integradora que en cada momento tiene los
caracteres de una totalidad.
Sherrington establece la existencia, en la parte final del reflejo, de una
vía coman de salida; y esta vía «recibe impulsos de muchos receptores
situados en muchas y diversas regiones de¡ cuerpo» (Ibíd., 117). Por eso,
cualquier respuesta resulta de la acción de un estímulo y, a la vez, de la
situación general de¡ organismo, que determina las posibilidades de empleo y
del modo como funcione el camino último de eferencia. Por esto, incluso en el
reflejo rotular Sherrington descubre variabilidad. Para que el fenómeno se
produzca con regularidad la rodilla y el resto del cuerpo han de observar una
posición estándar. Se debe desviar la atención, si no, habrá irregularidad en la
respuesta. Él mismo prueba el estado de diferentes partes del sistema
nervioso: el cerebro, el cerebelo, centros del oído, bulbo, partes muy alejadas
de los propios nervios y del centro nervioso del reflejo. El reflejo tiene, por
decirlo así, puestos sus dedos en todos ellos; o más bien aquellos los ponen
sobre él. Algunos lo exaltan, otros lo deprimen» (Sberrington, 1947, 157).
Sobre el reflejo más elemental actúa el organismo total, normalmente, además,
cuando se contrae un músculo, otros se distienden, de manera que hay en
juego un complejo sistema de acciones y reacciones.
¿Qué llega al camino final? Lo que ocurre en el sistema nervio Las
investigaciones de diversos anatomistas, Pero en modo principalísimo de
Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), compañero de generación y amigo de
Sherrington, y coetáneo de los reflexólogos rusos, mostraron la discontinuidad
de la red nerviosa: hay células, neuronas, en contacto pero no en continuidad.
Entre neuronas hay lo que Shenrington denominó «sinapsis», verdaderos
centros de integración. Por ello, el reflejo que resulta no es fruto exclusivo del
estímulo recibido, sino del procedimiento que el Organismo ha hecho del
mismo: «La conducta tiene su raíz en la integración» (Ibíd., 1175). En la doble
tensión que se descubre en todas estas teorías, que las ¡¡cm por un lado, hacia
la rígida concepción mecánica del sistema nervioso, por el otro, hacia la flexible
adaptación de la explicación fisiológica, ajustada a las observaciones de
comportamiento, hay en el nivel histórico que estudiamos algunas otra figuras
en cuyas doctrinas aparecen esas distintas direcciones en formas nib
pronunciadas, más extremo. La versión mecánica de la conducta encontró
expresión acabada en la obra de Jacques Loeb, mientras la orientación
opuesta, instintivista y casi vitalista, se manifiesta en la de Constantin von
Monakow (1852-1930).
El naturáista Jacques Loeb (Mayen, Alemania 1859-Hamilton, USA,
1924) encabezó la escuela mecanicista de psicología animal. Aplicó a los
mimales de modo sistemático la teoría de los tropismos elaborada por esos
años a partir del estudio de las plantas. Fue ésta una concepción mecanicista
de la vida. Su biología tropística apoyó la psicología objetiva de Watson, cuyo
conductismo estaba emergiendo en el momento en que Loeb escribía sus
libros (Wozniak, 1993). Desde 1891 hasta su muerte enseñó en Estados
Unidos (Chicago y New York).
Loeb, al enfrentarse con los organismos, los definió como «mecanismos
químicos consistentes principalmente en materia coloidal, y capaces de
persistir, de desarrollarse y de reproducirse automáticarnente, (Loeb, 1921,
305). Su visión, precursora de muchos desarrollos actuales de la biología
molecular, descubría en las interacciones químicas el fundamento del
automantenimiento y del comportamiento del organismo, así como de los
mecanismos hereditarios. En el comportamiento, el paradigma de acción era a
su juicio el «tropismo»; mediante éste, el organismo se mueve de manera
absolutamente determinada y mecánica como resultado de fuerzas químicas
actuantes en su medio. «Que en el caso de nuestra vida interior una
explicación físico-química no está fuera del alcance de nuestras posibilidades
lo prueba el hecho de que ya nos es posible explicar casos de manifestaciones
simples del instinto animal y de la voluntad en forma físico-química: a saber..
los tropismos.» (Loeb, 1964, 28). Hay en las plantas un impulso que lleva al
tallo hacia la luz, mientras la raíz crece en dirección opuesta: son dos
fototropismos, positivo el uno y negativo el otro. Loeb descubrió fenómenos
análogos en animales muy simples. Por esta vía, procuró eliminar todo
propositivismo y teleología de los instintos; los instintos, e incluso la voluntad
humana, hallan su raíz en ese nivel químico del tropismo. Libertad es
impredictibilidad; pero es algo que depende del nivel en que se tome el
comportamiento. Tomados en conjunto los individuos, «cuando se da un grito
en una masa humana provocando el temor o el odio... todos los grados de
libertad son abolidos menos uno: el que permite obedecer a la reacción
tropísmica ocasionada por el grito» (Loeb, 1921, 315). De este modo,
generalizaba el concepto de tropismo hasta hacerlo aplicable a la psicología
social.
Enfrente, Von Monakow se opuso a la consideración aislada de los
fenómenos biológicos, insistiendo en que éstos tienen sentido sólo cuando se
los ve evolutivamente, sin eliminar el factor «tiempo» (Monakow y Mourgue,
1928, ix). Al ~, Von Monakow se apoyaba en el filósofo Henri Bergson (1859-
1941) y en el neurólogo H. Jackson, los cuales, en una u otra forma, derivan de
Spencer.
Constantin von Monakow (Wologdla, Rusia 1853-1930), era psiquiatra
formado en Suiza y Alemania. Fue director del Instituto de Anatomía Cerebral
de Zurich desde 1824, y autor de una Patología del cerebro (1897), Las
localizaciones cerebrales (1914) y otros trabajos.
En su doctrina Von Monakow subraya, frente al localicismo rígido de
funciones, el hecho de que éstas «emigran», en el proceso de desarrollo,
desde unas estructuras más simples a otras más complejas (1928, 17). De ahí
que haya de tenerse en cuenta en un organismo, junto a la dimensión de lo
«simultáneo», la de lo «sucesivo» (Ibíd., 19), o, como hoy diríamos, sincronía y
diacronía. Por aquí hace hincapié en la existencia de fenómenos que son
auténticas estructuras temporales, como la melodía de un movimiento, en que
hay una combinación sucesiva de elementos, una diversa serie de niveles
actuantes, y, en último extremo, una integración que sintetiza y «se distingue
cualitativamente por su actividad creadora» (Ibíd., 24).
Frente a la dimensión reactiva subrayada por el mecanicismo de Von
Monakow acentúa la dimensión preparatoria, previsora del organismo biológico,
que no sólo se adapta a lo que ya es, sino que establece «una lucha activa en
pro de la creación de un nuevo estado de cosas» (Ibíd., 29), porque a su base
se halla una «tendencia propulsiva del ser vivo, con todas sus potencialidades
adquiridas por la herencia, hacia el porvenir». Frente al mecanicismo, en suma,
propone un instintivismo fundamental (Ibíd., 387), en que consistiría lo que
Horme (Ibíd., 33).

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