Vous êtes sur la page 1sur 11

HISTORIA DE LA MÚSICA

ESPAÑOLA
SIGLOS XIX Y XX
HISTORIA DE LA MÚSICA ESPAÑOLA: SIGLOS XIX Y XX.

Siglo XIX

Abre el siglo el malogrado Juan Crisóstomo Arriaga (Bilbao, 1806-1826), educado

en París y compositor precoz. En 1819 proyecta Los esclavos felices, ópera sobre

un libreto de L. Comella, de la que conservamos la Obertura. En 1824 aparecen en

París sus cuartetos de cuerda y compone su Sinfonía en Re menor.

El Conservatorio de Madrid, se funda en 1830 -el del Liceo de Barcelona, en

1837, seguidos de Bilbao y

Valencia-. En 1835 surge el

Ateneo, que difundió la música

en Madrid. En Barcelona

funcionó un Liceo Filarmónico-

Dramático. Otras instituciones

se apoyan en revistas más o

menos especializadas.

Ya en 1863 creó Jesús de Monasterio la Sociedad de Cuartetos, que estrenó

obras de Marqués, Chapí y Bretón. En 1866, junto a Asenjo Barbieri y Gaztambide

funda la Sociedad de Conciertos: ofreció, por primera vez en España, Sinfonías de

Beethoven.

Jesús de Monasterio (Santander 1836-1903) destaca como clasicista en el violín.

Participó en el alhambrismo de su época y animó a sus muchos discípulos. Pablo de

Sarasate (Navarra, 1844-1908) brilló por su virtuosismo y simpatía.

Será el piano el instrumento rey del Romanticismo, desde las primeras

composiciones para este instrumento, de hacia 1773: Pedro Albéniz (1795-1855),

hijo de Mateo Pérez Albéniz conecta con la música del siglo anterior. Otros

pianistas, como Santiago de Masarnau (1805-1880), Eduardo Ocón (1834-1901),


José Tragó (1857-1934) o Joaquín Larregla (1865-1945), estudiaron fuera de

España, con maestros de primera fila.

Prospera la guitarra en manos de Fernando Sor (Barcelona, 1778-1839), que cultivó

además la ópera. Como afrancesado, abandona España y triunfa, como guitarrista,

en Londres y París, donde murió. Para su amigo Dionisio Aguado (Madrid, 1784-

1818), compuso Los dos amigos. Son autores de sendos métodos de guitarra

reeditados hasta hoy.

Brillante guitarrista fue el castellonense

Francisco Tárrega (Villarreal, 1852-1909). A su

éxito en Madrid siguen los de París, Inglaterra,

Bélgica, Suiza o Italia. Junto a sus

transcripciones -alguna de Albéniz- sobresalen

sus Preludios originales.

En música coral interesa el lied a autores como

Gabriel Rodríguez. Al resurgimiento difícil de la

ópera, en la que recordamos Marina (1855) de

Emilio Arrieta (1823-1894), contribuye Ramón

Carnicer (Tárrega, 1789-1855).

El teatro musical proporciona ingresos inmediatos. Con él nace la zarzuela,

composición dramática parcialmente cantada, que toma su nombre de un palacio

próximo a El Pardo. Su ambientación local la hace ser maltratada de algunos

críticos. En ella participaron músicos y dramaturgos. Entre los primeros, Ruperto

Chapí (Villena, 1851-1909), afincado en Madrid y autor de La Corte de Granada, El

rey que rabió (1891). De los segundos, Ricardo de la Vega, libretista de La

Revoltosa (1897) y La verbena de la Paloma.

En música coral interesa el lied a autores como Gabriel Rodríguez. Al resurgimiento

difícil de la ópera, en la que recordamos Marina (1855) de Emilio Arrieta (1823-

1894), contribuye Ramón Carnicer (Tárrega, 1789-1855).


El teatro musical proporciona ingresos inmediatos. Con él nace la zarzuela,

composición dramática parcialmente cantada, que toma su nombre de un palacio

próximo a El Pardo. Su ambientación local la hace ser maltratada de algunos

críticos. En ella participaron músicos y dramaturgos. Entre los primeros, Ruperto

Chapí (Villena, 1851-1909), afincado en

Madrid y autor de La Corte de

Granada, El rey que rabió (1891). De

los segundos, Ricardo de la Vega,

libretista de La Revoltosa (1897) y La

verbena de la Paloma.

Tomás Bretón (Salamanca, 1850-

1923), es autor de Los amantes de

Teruel (1889), ópera que reveló

concepciones artísticas no

italianizantes. Más famosas son La

Dolores (1895), Farinelli o La verbena

de la Paloma.

Joaquín Gaztambide (Tudela, 1822-1870) compone La Mensajera (1849). En Cuba

presentó La conquista de Madrid.

A Asenjo Barbieri (Madrid, 1823-1894), que luchó por nuestra música, debemos

Pan y toros y, con libreto de Luis Mariano de Larra, El barberillo de Lavapiés

(1874), amén de trabajos de musicología. Otros autores son Manuel Fernández

Caballero (1835-1906), con Los sobrinos del Capitán Grant o Gerónimo Giménez

(Sevilla, 1854-1923), autor de El baile de Luis Alonso (1896) y La boda de Luis

Alonso (1897).

Federico Chueca (Madrid, 1846-1908) estrena La alegría de la huerta (1900). Se

le recuerda por su simpatía y familiaridad con el pueblo: tocaba en cafés,

venciendo su dificultad para escribir música. Con Valverde compone La Gran Vía

(1886), cuadros próximos a la revista, y Agua, azucarillos y aguardiente.


La zarzuela da lugar al género chico llamado así por su brevedad. Convive con el

teatro por horas.

Un intento de sinfonía se da en el religioso Miguel Hilarión Eslava (Navarra,

1807-1878) -maestro de la Real Capilla desde 1847- y en Marcial del Adalid,

Gabriel Balart (1824-1893), Casimiro Espino (1845-1888), Pedro Miguel Marqués

(Palma de Mallorca, 1843-1918) -el "Beethoven español", autor de cuatro sinfonías-,

Daniel Ortiz, etc. La música religiosa continúa su decadencia, pese a los esfuerzos

de Rodríguez de Ledesma (1779-1848) o del propio Hilarión Eslava.

Entre la crítica de Hilarión Eslava, Peña y Goñi o Pablo Piferrer, destaca Felipe

Pedrell (Tortosa, 1841-1923), con su Diccionario bibliográfico de músicos y

escritores de música (1897). Compuso La Celestina y la trilogía escénica Los

Pirineos (1902). Fue partidario de Wagner.

El wagnerianismo cuaja en Barcelona, en artistas como Apeles Mestres (1854-

1936).

Isaac Albéniz (1860-1909) nació en Camprodón (Gerona) y sorprendió por su

precocidad. Alternó conciertos en salones y teatros con actuaciones en cafés,

como pianista. Se inspira en la música popular, aunque su repertorio fue amplio.

Mereció la atención de Listz y la amistad de Debussy, Paul Dukas, Fauré y Vincent

d'Indy, así como la de su amigo Enrique Fernández Arbós (1863-1939). Triunfó en

Europa y América. Su obra se recoge en ciclos como

Suite española (1886), que incluye Granada, Cádiz,

Sevilla y Asturias; Recuerdos de viaje (h.1887) con

Rumores de la Caleta o Cantos de España (h.1898).

Instalado en Niza compone la Suite Iberia (1905-

1909): doce páginas para piano en cuatro cuadernos,

casi terminada a su muerte. Menos aplaudida fue su

música escénica: El ópalo mágico y Merlín. Su figura

es clave en la música española.


Siglo XX

Se inicia con la creación de una Orquesta Sinfónica de Madrid, en 1904, y otra

de Barcelona (1910).

La música del siglo XX necesita actualizarse asimilando la del resto de Europa.

"Quema etapas": evoluciona experimentando el sinfonismo, el atonalismo y el

dodecafonismo.

La gran figura es Manuel de Falla (Cádiz, 1876-1946), que se inicia en la ópera:

La vida breve, premiada en 1905 y estrenada en París en 1907. Le siguen Siete

canciones españolas (1915).

Tres nocturnos para piano y orquesta

forman Noches en los jardines de España

(1911-1916). Un año antes funde en El

amor brujo el canto jondo con el

andalucismo español. Para Diaghilev

estrena El sombrero de tres picos

(1919), junto a Picasso. Ese año compone

la Fantasía Baetica para piano.

En Granada escribe el Homenaje a

Debussy (1920), dos páginas que suman

su "integral" para guitarra. Incluye en El

retablo de Maese Pedro (1923), temas

tradicionales españoles. Escribe Psyché (1924) y el Concierto para clavicémbalo y

cinco instrumentos (1926), acaso, su obra maestra. Le siguen Soneto a Córdoba

(1927), Balada de Mallorca y Suite de homenajes (1938-9) a Dukas, Pedrell, Arbós

y Debussy.

No está claro el motivo de su residencia en Argentina tras la Guerra Civil.

Elabora Atlántida, ambicioso proyecto acabado por su discípulo Ernesto Halffter.

Falla es el músico español de mayor proyección universal.


Conrado del Campo (Madrid, 1878-1953) destacó por su amabilidad y por su

virtuosismo en el violín. Seguidor de R.Strauss y casticista, produjo una ingente

obra de la que destacamos La divina Comedia (1909) y Fantasía castellana (1939).

Se le critica su uniformidad decimonónica.

Joaquín Turina (Sevilla, 1882-1949) triunfó,

como Falla, en París. La procesión del rocío

(1912), poema sinfónico sevillanista, fue

seguida de Danzas fantásticas (1919) y

Sinfonía sevillana (1920). Para cuarteto de

laúdes compuso La oración del torero (1925).

Le siguen una Sonata (1932) para guitarra y

una Rapsodia sinfónica (1934). Tras la guerra

civil, gozó de una posición privilegiada y

acomodaticia.

Julio Gómez (Madrid, 1886-1973) ganó la amistad de sus contemporáneos por su

ideología progresista. A su Suite en La (1917) para orquesta siguen Cromos

españoles (1929), Maese Pérez el Organista (1941) y Cuarteto plateresco (1948).

Destacó como musicólogo.

Jesús Guridi (Vitoria, 1886-1961), nacionalista, se inicia en la ópera y zarzuela:

tras Mirentxu (1910) compone Amaya (1920). Experimenta lo sinfónico con Una

aventura de don Quijote (1916) o En un barco fenicio (1927) y triunfa con Diez

melodías vascas (1940). También escribió música de cámara.

Óscar Esplá (Alicante, 1886-1976) cierra una etapa española. Conoce el éxito con

El sueño de Eros (1912), La nochebuena del diablo (1923) o Don Quijote velando las

armas (1924), poemas sinfónicos. Escribió música de cámara y pianística. A su

inspiración popular, Esplá añade un aire levantino, con una escala diatónica original.

Otros autores de este momento son Joaquín Nin, Jaime Pahissa, Andrés Isasi,

Beltrán Pagola o Eduardo López-Chávarri.


Destaca el pianista catalán Federico Mompou (1893-1987), desde Impresiones

íntimas (1914) a Música callada (1959-67). Para guitarra escribió una Suite

Compostelana (1962). Impresiona su sensibilidad y lirismo.

Un estímulo para la música religiosa fue la encíclica Motu Proprio (1903). Sus

resultados en España distan de ser brillantes.

Tampoco prospera la zarzuela, pese al entusiasmo de Amadeo Vives (1871-1932),

Pablo Sorozábal (1897-1988) y Federico Moreno Torroba (1891-1982), autor de

música sinfónica y guitarrística.

Una nueva generación llega en 1927,

influida por Falla y Stravinski y estímulada

por Adolfo Salazar: el madrileño "Grupo

de los Ocho". Lo integran Juan José

Mantecón, Fernando Remacha (1898-197)

-a quien el exilio interior no le impidió

escribir Concierto para guitarra y

orquesta (1955) o Jesucristo en la Cruz

(1964)-, Rodolfo Halffter (1900-1987) -

que, también exiliado compone Tripartita

(1959)- y su hermano Ernesto (1905-) -

cuya producción abarca de la Sinfonietta

(1925) al Concierto para guitarra y

orquesta (1969)-.

Completan el grupo Julián Bautista, Gustavo Pittaluga, Rosa García Ascot y

Salvador Bacarisse (1898-1963), que escandalizó con Heraldos (1923) para piano.

En Francia languidece, pese a su Concertino (1957) para guitarra y orquesta.

En Cataluña, un grupo paralelo lo forman Roberto Gerhard (1896-1970), exiliado

en Inglaterra, Eduardo Toldrá, Joaquín Salvat, Grau, Manuel Blancafort...


Se dice que la Guerra Civil (1936-39) no alteró demasiado el ya delicado panorama

musical, pero los años 40 suponen un aislamiento cultural.

La gran obra de estos años está firmada por Joaquín Rodrigo (Sagunto, 1901-

1999), conocido ya por su Zarabanda lejana y villancico (1930). Presenta el

Concierto de Aranjuez (1938-39), escrito en París, para guitarra y orquesta. Su

éxito lo lleva a una cierta repetición en Fantasía para un gentilhombre (1954) o

Concierto divertimento (1981). Destaca su obra pianística y religiosa.

Músicos de este momento son Jesús García Leoz, José Muñoz Molleda, Rafael

Rodríguez Albert, Matilde Salvador o Vicente Asencio (1903-1979).

Xavier Montsalvage (Gerona, 1912-) destaca en los 40, con la Sinfonía

mediterránea. Su música conecta con ritmos habaneros.

Gerardo Gombau (1906-1971) experimenta nuevas técnicas. Se le asemeja

Joaquín Homs. Al Círculo Manuel de Falla barcelonés pertenecen Juan Comellas,

Ángel Cerdá, Juan-Eduardo Cirlot y el malagueño Antonio Ruiz Pipó (1933-).

El cambio llega con la Generación de 1951, seguidora de Stravinski y Bela Bartok,

dodecafonista y atonal.

De su nombre es responsable

Cristóbal Halffter, autor de

Microformas (1960). Abarca al

grupo catalán Música Abierta -

formado por Mestres-Quadreny,

Josep Cercós o Juan Hidalgo- y

al Grupo Nueva Música (1958), de

Ramón Arce, Cristóbal Halffter,

Antón García Abril, Luis de Pablo,

Manuel Moreno Buendía, etc.


Juan Hidalgo (Las Palmas, 1927) cultivó la música electrónica con Ukanga (1957)

o Rose Selavy (1976).

Cristóbal Halffter (Madrid,

1930) y Luis de Pablo (Madrid,

1930) se consideran músicos

complementarios. El primero

evoluciona de su Scherzo (1951) y

Concertino (1956) para cuerda al

expresionismo de sus Brechtlieder

(1967). Trata formas populares en

Tiento (1981).

De su nombre es responsable Cristóbal Halffter, autor de Microformas (1960).

Abarca al grupo catalán Música Abierta -formado por Mestres-Quadreny, Josep

Cercós o Juan Hidalgo- y al Grupo Nueva Música (1958), de Ramón Arce, Cristóbal

Halffter, Antón García Abril, Luis de Pablo, Manuel Moreno Buendía, etc.

Juan Hidalgo (Las Palmas, 1927) cultivó la música electrónica con Ukanga (1957)

o Rose Selavy (1976).

Cristóbal Halffter (Madrid, 1930) y Luis de Pablo (Madrid, 1930) se consideran

músicos complementarios. El primero evoluciona de su Scherzo (1951) y Concertino

(1956) para cuerda al expresionismo de sus Brechtlieder (1967). Trata formas

populares en Tiento (1981).

A este grupo se asimila Carmelo Bernaola (1929-2002), autor de Superficies

números I y II (1961-62), Permutado (1963) para violín y guitarra o

Superposiciones variables (1976) para clarinete y magnetófonos y dos sinfonías

(1974 y 1980). También Ramón Barce (Madrid, 1928) experimenta en Sonata para

piano (1956) o Estudio de sonoridades (1962).


Al grupo catalán pertenece Josep María Mestres Quedreny (Manresa, 1929), con

Invenciones móviles (1961) o Peça per a Serra Mecànica (1963); Josep Cercós y

Xavier Benguerel -autor de un Concierto para guitarra y orquesta (1971)-.

Junto a ellos destaca Joan Guinjoan (Tarragona, 1931), Leonardo Balada

(Barcelona, 1933), autor de obras para numerosos instrumentos y de la ópera

Cristóbal Colón (1992); Antón García Abril (1933), Claudio Prieto (1934), Salvador

Pueyo (1935), etc.

Una nueva generación viene con Miguel Ángel Coria (Madrid, 1937) y el crítico y

compositor Tomás Marco (Madrid, 1942), desde Trivium (1963) a Naturaleza

muerta con guitarra (1976) para terminar en el Concierto Austral (1981) para oboe

y orquesta. El panorama se completa con el clarinetista Jesús Villa Rojo

(Guadalajara, 1940), desde Tres piezas para ritmos desvirtuados (1966) hasta

Antilogía (1980) para orquesta; o con Carlos Cruz de Castro (Madrid, 1941) -

Menaje (1970) para utensilios de mesa y cocina- o Carles Guinovart (Barcelona,

1941).

Posteriores son Francisco

Guerrero (Linares, 1951), José

Ramón Encinar (Madrid, 1954), José

Luis Turina (1951), José Iges

(1951), Enrique Macías o el catalán

Carles Santos, autor de

interesantes óperas..

Vous aimerez peut-être aussi