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Las primeras leyes y cdigos ticos -el cdigo de Hammurabi, los diez mandamientos del Antiguo
Testamento o los edictos del emperador Ashoka deben considerarse como intentos de refrenar,
someter y domesticar la vida emocional puesto que, como ya explicaba Freud en El malestar de la
cultura, la sociedad se ha visto obligada a imponer normas externas destinadas a contener la
desbordante marea de los excesos emocionales que brotan del interior del individuo.
A pesar de todas las limitaciones impuestas por la sociedad, la razn se ve desbordada de tanto en
tanto por la pasin, un imponderable de la naturaleza humana cuyo origen se asienta en la
arquitectura misma de nuestra vida mental.
Con demasiada frecuencia, en suma, nos vemos obligados a afrontar los retos que nos presenta el
mundo postmoderno con recursos emocionales adaptados a las necesidades del pleistoceno.