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Jean-Louis Déotte

La época de los aparatos

Traducción de Antonio Ovíedo

Adriana Hidalgo editora


Déotre, Jean-Louis
La época de los aparatos ia ed.
Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2013
368 p.; 19xl3 cm (filosofía e historia)

Traducido por: Antonio Oviedo

ISBN 978-987-1923-21-2

l. Ensayo Filos6fico. l. Oviedo, Antonio, trad. II. Título. INTRODUCCIÓN


CDD 190

fi!osofta e historia
Este ensayo no debe ser leído como un sistema, sino
Título original: L'Époque des appareils como un programa de investigación, por definición pros­
Traducción: Antonio Oviedo pectivo, elaborado, por una parte, durante los seminarios
de DEA del Departamento de Filosofía de la Universidad
Editor: Fabián Lebenglik
Diseño: Gabriela Di Giuseppe Paris VIII entre 2000 y 2003, en función de una perma­
nente discusión con Alain Brossat, y, por otra parte, con
l" edición en Argentina
los miembros del equipo Arts, Appareils, Diffusion de la
1 edición en España

Maison des sciences de l'homme Paris-Nord. Les agra­


© Éditions Lignes et Manifeste/Léo Scheer dezco a todos ellos así como a los directores de las revistas
© Adriana Hidalgo editora SA., 2013 L ignes, Kinem, Dróle d'époque, Arts 8, Vertigo, L igeia ;
Córdoba 836 P. 13 Of. 1301
a los
-

directores de compilaciones Dolores Lyotard, Jean-Claude


(1054) Buenos Aires
e-mail: info@adrianahidalgo.com Milner, Gérald Sfez, Georges Navet, Marc Jimenez, quienes
www.adrianahidalgo.com publicaron los primeros adelantos de muchos capítulos del

ISBN Argentina: 978-987-1923-21-2


presente libro. Agradezco de igual manera a Jean Lauxerois
ISBN España: 978-84-15851-03-5 por sus valiosas traducciones de Theodor W Adorno; a
Martine Déotte-Lefevre y Alain Brossat por sus consejos.
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723

Prohibida la reproducción parcial o total sin permiso escrito


de la editorial. Todos los derechos reservados.

Esta edición se terminó de imprimir en Altuna Impresores S.R.L.,


Doblas 1968, Ciudad de Buenos Aires, en el mes de junio de 2013.

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FRIEDRICH ScHILLER: LA CULTURA
ES EL MEDIO DEL ARTE Y DE LA POLÍTICA

La situación que ofrecen las exposiciones de arte con­


temporáneo no es ya la de las escuelas o la de las vanguar­
dias sucediéndose de una manera crítica pero presentando
por eso una unidad en cada ocasión. Esta situación es, por
el contrario, la de una diversidad extrema a tal punto que
necesariamente debe usarse el plural: las "artes contem­
poráneas", artes de lo "diverso". 1 El término "diversidad"
califica de forma débil una situación para la cual seríz. más
apropiada la noción de fragmento, excepto que su utiliza­
ción por los románticos, de Jena a Waltcr Benjamín, nos
obliga siempre a preguntarnos cuál es la totalidad en crudo
que esos fragmentos convocan o recuerdan. En síntesis, la
estética del fragmento genera por necesidad una dialéctica
de la parte y de la totalidad, a menos que se considere el frag­
mento como parte de una multiplicidad rebelde respecto de
toda totalización como en Maurice Blanchot.
Las artes contemporáneas pondrían en riesgo el poder de
wlliicación del arte. Esta época sería aquella en la que, luego de los
campos, de la experiencia de la deportación y del exterminio, de

1 Arden ne, Paul, Art, Liige co11tempomi11e: une histoire des arts pLastiques a La
fin du XX- siecle, París, Éditions du Regar<l, 1997.

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Jean-Louis Déotte
La época de los aparatos

la práctica terrorista de la desaparición por parte del Estado, su materia a la gran ilusión nacida con la "modernidad
los sobrevivientes serían como esos resucitados que descri­ , . ))
estenca
bían Jean CayroP en 1 947 y Georges Perec,3 individuos S chiller, además, inventó la noción de forma cultural y le
cuya memoria estalló. El arte de esta época no sería el de dio un fundamento antropológico y psicológico. Haciendo
la ruina, que es siempre un fragmento, sino el de la ceniza j ugar dialécticamente sensibilidad e inteligibilidad, hizo
a la cual el crítico difícilméme p ueda aferrarse. Uno no surgir la necesidad, que hará época -la nuestra-, de un "ins­
se imagina que este arte genere el estar-j untos, la comu­ tinto" ( Trieb: pulsión, impulso) a idéntica distancia de lo
nidad, sino al contrario se esfuerza por desunir la menor sensible y lo inteligible. Un "instinro" nuevo, propiamente
conexión social, por deshacer el más elemental consenso, estético aunque no inmediatamente artístico, a mitad de
el que construía pese a todo en un pasado reciente la obra camino entre la pasividad sensible corporal determinada,
pictórica más abstracta, según D aniel Payot. 4 siempre particularizante como es la materia, y la actividad
Más que unir, las artes contemporáneas dividirían, y, racional indeterminada, siempre universalizante como es la
para retomar una caracterización de la historia elaborada a forma. Una "pulsión" entendida como lo que roma la mejor
partir de la problemática schilleriana del formalismo kan­ parte de los dos instintos en un cumplimiento armonioso:
tiano, esas artes reflejarían un casi-estado de naturaleza (o /,a pu lsión deljuego.
de necesidad) que es el de la multiplicidad natural de los La armonía objetiva hacia la cual, según Schiller, debe ir
individuos, a la vez separados y en sí mismos fragmentados.5 la humanidad si ella quiere salir de su estado de fragmenta­
El texto de Friedrich Schiller es esencial en más de un ción será obra de esta tercera fuerza, formadora de imágenes
sentido. En particular, porque su descripción de los finales unificadoras. S chiller busca la posibilidad en el interior de
del siglo XVIII no nos es extraña y porque el rol político una filosofía cuyo cuadro metafísico es mitad platónico,
atribuido por primera vez al arte y a la cultura proporcionó mitad kantiano, oponiendo principalmente sensibilidad y
razón . El juego supone su equilibrio, como para la balanza
el de los pesos iguales y opuestos. Pero existen muchas
i Cayrol, Jean, Nuit et brouil!ard, seguido de De la marte a la vie, París,
Fayard, 1997 maneras de describir este equilibrio.
3 Perec, Georges, W ou le so1wenir d'enfance, París, Denoel, 1 993; rrad. cast. : En una primera lectura, puede ya decirse que el punto de
W o el recuerdo de la infancia, Santiago de Chile, LOM Ediciones, 200 5 .
anulación de las fuerzas del flujo debe comprenderse como lo
4 Payot, Daniel, L'Objet jibule. Petius attaches d e l'art contemporain, París,

I.:Harmarran, 1 997 que permite respetar la oposición lógica y física de las fuerzas
s Von Schiller, Friedrich, Über die iisthetirche Erzi.ehung des Menschen in einer &ihe presentes, dando a la una como ::i. la otra la posibilidad de
von Brieftn (1795), Fráncfort del Meno, Suhrkamp, 2009; trad. case.: Kízllias.
realizarse a condición, sin embargo, de que ellas se realicen
Cartas sobre Út educación estética del hombre, Barcelona, Anthropos, 2005.

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La época de los aparatos
Jean-Louis Déotte

construcción por el "Estado estético" de un "hombre total",


la una por la otra, haciendo emerger una nueva fuerza, in­
armonioso, que tiene una vida sensible lo más rica posi­
termediaria y sintetizadora, en el origen de un nuevo estado
b le -habiendo reunido en alguna medida todo lo sensible
de la humanidad. De donde el tema schilleriano de un
posible a través de una pedagogía de los sentidos, exten­
hombre realizado, "total", en esencia dotado para el juego,
diendo sus experiencias siempre particulares a la dimensión
que resuelve mediante el arte la tensión entre una humanidad
u niversal de la humanidad- . Se ve surgir un programa
sometida al "salvajismo" del principio de placer sensible, y
político-educativo considerando "el Estado de la libertad" :
una humanidad sometida a la " barbarie" del principio de
" Cuando la razón introduce su unidad moral en la socie­
realidad, del respeto kantiano a la ley formal, a la dictadura
dad física, no tiene el derecho de ir contra la multiplicidad
de los principios racionales e indeterminados. Luego, como
de la naturaleza. Cuando la naturaleza aspira a afirmar su
segunda lectura, puede ponerse el acento en una situación
multiplicidad en el edificio moral de la sociedad, no es
salida de la doble suspensión de la sensibilidad y de la idea,
necesario que la unidad moral sufra un daño cualquiera; la
del cuerpo y del lenguaje (la ley según Schiller).
forma victoriosa está a igual distancia de l a uniformidad y
Hay pues dos lecturas posibles de la situación del j uego
del desorden. Es necesario que un pueblo posea un carácter
cultural schilleriano según sea que se insista en su carácter
"rotal" para que sea capaz y digno de cambiar el estado de
sintetizador (el j uego como mucho más unificador de la
la necesidad por el estado de la libertad".7
sensibilidad y de la razón) o en su carácter de medio previo
Si la ilusión para nosotros es fácilmente reveladora, es
a partir del cual, ulteriormente, se separarán inteligibilidad
y sensibilidad.
porque el siglo XX ha atravesado la experiencia histórica
de una pretendida realización estética del pueblo por el
La primera lectura es constitutiva de todas las van­
mitoª y hoy podemos relativizar la oposición entre la
guardias y del corazón de toda polfrica cultural de Estado
"polfrica de la estética" (Stalin) y la "estetización de la po­
moderna. Ella consiste en pensar que, para "resolver en
lítica" (Hitler), oposición elaborada por Benj amin.9 Pues
la experiencia el problema político, [ .. ]
. la vía a seguir es
considerar primero el problema estético; porque es por la
belleza que uno se encamina a la libertad" .6 Es en realidad 7 Ibíd., p. 93. Se reencontrará allí el origen de la política cultural del ministro

una ilusión que mejor podría descubrirse en la reivindica­ Jack Lang.



8 �coue-Lal arthe, Philippe y Nancy, Jean-Luc, Le Mythe nazi La
, Tour d'Aigues,
ción -contra el estado fragmentario de la humanidad carac­ ,
Edmons de 1 Aube, 1991; trad. casr.: El mito nazi, Barcelona, Anrhropos, 2002.
terística del fin del siglo de Schiller como del siglo XX de la
- 'J Benjamin, Walter, "Das Kunsrwerk im Zeitalrer seiner rechnischen Reprodu­
zierbarkeir" [Zweirc Fassung], en Nachtriige. Gesamme!te Schríften, Vll- l-2, Rolf
T1e<lemann y Hermann Schwcppenhauser (cd.), en colaboración con Chrisro­
ph Gi:idde, Hcnri Lonirz y Gary Smith, Fráncforr <lcl Meno, Suhrkamp, 1989;
'' lbíd., p. 75.

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Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

la pretendida totalidad tomó aspectos distintos a los de para dejar libre el espacio transicional10 partiendo de la
una humanidad j uguetona y realizada, sus bellezas eran teoría psicoanalítica. Podría entonces traducirse el j uego
académicas y vueltas a copiar -las del "arte" neoclásico schilleriano por p lay y n o por game.
nazi o estalinista-; pero sería puro anacronismo releer La noción de un "Estado estético" puede prestarse a con­
a Schiller o a las vanguardias (Piet Mondrian, Kazimir fusión si se la entiende como una realidad positiva, institu­
Malévich , Fernand Léger, lo·s constructivismos, etc.) a cional, estatal, en el sentido de la pólis de Jacques Ranciere:11
partir de los totalitarismos. Porque, como en el caso de la "En el Estado estético, todo el mundo, el obrero mismo que
revolución marxi� ta que sirve como marco conceptual a la no es más que un instrumento, es un ciudadano libre cuyos
contrarrevolución estalinista, la vuelta histórica del j uego derechos son iguales a los del más noble, y el entendimiento,
con espíritu de sacrificio en la guerra total de las razas o de que pliega de forma b rutal a sus deseos a la masa resignada,
las clases no debe ilusionar. El sentido de los conceptos es está aquí obligado a pedirle su aprobación. Aquí, en el rei­
ampliamente tributario de las fuerzas político-históricas no de la apariencia estética, el ideal de equidad tiene una
que los invisten, no sólo de s h lugar en una lógica de pro­ existencia efectiva, el que los iluminados tanto querrían ver
blemática inherente a dichos conceptos: tal es la lección realizado en su esencia misma" 12
nietzscheana. El sentido del "hombre total" schilleriano En la primera lectura, parece que, para Schiller, la ilu­
se resume en el estado de gracia de la elite de Weimar, un sión estética es necesaria como reacción al espectáculo del
momento de plenitud cuando, como en Jena algunos años Terror revolucionario parisino. Para cargar las tintas, podría
más tarde, en tiempos de los románticos, el comercio, es decirse: la igualdad en y por el espectáculo cultural: ¡sí! La
decir, la comunicación liberada de toda otra finalidad igualdad política ("en su esencia misma"): ¡no! Más bien
que no fuera ella misma, era lo fundamental. De allí la la cultura del j uego y la estetización de la ciudad que la
necesidad de una segunda lectura de la situación de la revolución. Se irá por ende en el sentido de una puesta en
pulsión de juego en Schiller. Una lectura que deconstruya j uego de la masa, siempre incontrolable, mediante fiestas
la oposición metafísica entre la sensibilidad y la inteligibi­ y espectáculos: de allí la interpretación de la opereta del
lidad para alcanzar lo que está en el medio de ambas, su Segundo Imperio (Offenbach) por Siegfried Kracauer, el
elemento común: el j uego. Es a una operación parecida a
la que se entregó Donald Winnicott en Realidady juego, 10 Winnicorr, Donald W, Playing and Realiry, Nueva York, Basic Books,
1 97 1 ; trad. casr . : Realidad y juego, Barcelona, Gedisa, 2008.
11
Ranciere, Jacques, La Mésentente: politique et philosophie, París, Galilée, 1 995;
trad. case.: El desacuerdo. Política yfilosoji'a, Buenos Aires, Nueva Visión, 1 996.
trad. casr.: "La obra de arte en la época de su reproducribilidad récnica" en 12 Yen Schiller, Fredrich, Über die iisthetische Erziehung des Me1JSchen in einer

Dismrsos intemtmpidos !, Madrid, Taurus, 1 982. Reihe von Briefen, op. cit..

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Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

amigo de Benj amin y el mentor de Adorno. Pero, en la que nuestro cuerpo recibe del "mundo", ni del orden de la
segunda lectura, las cosas se aclaran a partir del momento ley que impone su universalidad como un don, si se sigue al
en que por el contrario se interpreta ese " Estado" como Kant de la Crítica de la razón práctica). No es preciso partir
una situación de la cultura, sensibilidad e inteligibilidad de una estricta oposición entre el cuerpo sensible y el de
mezcladas, es decir, como un estado de la cultura a fines la ley, incluso si allí se trata de los constituyentes de toda
del siglo XVIII en Europá occidental marcado por la ca­ política o de toda estética. Hace falta partir de la puesta en
pacidad de todos de juzgar no sólo en materia de o bras, forma de la apariencia con los aparatos culturales como
sino de modo más general en materia de acontecimientos. el museo y la exposición que articularán entonces, según
"Todos", es decir, tanto el obrero destinado socialmente por épocas diferentes, según revoluciones que será necesario
otra parte a obedecer como el más "noble" que imparte las distinguir, el cuerpo y la ley
órdenes. "Todos" son iguales en un mismo reparto de lo Existe, en efecto, un innegable hacer-mundo y ha­
sensible que precede y hace posible la ciudadanía poiítica.13 cer-época que vincula estética y política, pero que proba­
En síntesis, "el Estado estético" no es otro que esta funda­ blemente es más el asunto de la cultura que del arte (la
mental igualdad en cuanto al j uicio del gusto que describe multiplicidad de las obras). Pues, en realidad, el terreno de
Immanuel Kant en la Crítica de la facultad de juzgar (el Schiller es fundamentalmente el de la cultura, de la estética
alcance universalizante de este j uicio que sólo tiene como en el sentido antiguo de la aisthesis, la formación15 por la
obj eto cosas singulares).14 Es esta igualdad en cuanto al cultura o la estética, pero nada o poco la o bra (a diferencia,
gusto, ante su doble determinación artÍstica y p olítica, por ejemplo, de su casi contemporáneo Gotthold Lessing
que constituye el basamento de la sociedad democrática y su Laocoonte). El objeto de las Cartas es la educación
moderna. Ahora ella es indisociable de una institución por y para la cultura. Los únicos ej emplos donde p odría
cultural que la pone en forma en este fin del siglo XVIII: comenzar un análisis de obras son griegos, hiperclásicos: esa
el museo y la exposición p ública. estatua de Juno, las Olimpíadas, etc. Y, puesto que S chiller
Planteemos la hipótesis de que es necesario partir de está a favor de la elaboración del mito alemán de una bue­
este estado -la apariencia- porque es el común de toda na educación (paideía) de la humanidad, opondrá, como
comunidad (lo que no es el caso ni de los datos sensibles más tarde Marrin Heidegger, Atenas a Roma, .la más alta
manifestación del espíritu o bj etivo a la decadencia de los
j uegos del circo y de los templos abandonados.
13 Para reromar una expresión de Ranciere de la wal sigo aquí el análisis (cf
La Mésentente).
14 Kam, Immanuel, Kritik der Urteifskraft (1790), Hamburgo, F. Meincr, 15 En el senrido en que ese término y sus derivaciones van a adquirir una

1963; erad. case.: Critim de lafacultad dejuzgar, Caracas, Monee Ávila, 1991. extraordinaria extensión en Goerhe.

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Jean-Louis Déone La época de los aparatos

Los neokantianos examinaron a Schiller como ellos lo de la cual sería necesario, pero en otra parte, seguir el ca­
hicieron con Kant. Filosóficamente, ¿puede señalarse lo que mino de Kant a Benjamín pasando por S chiller y Friedrich
constituye el nudo de la intriga neokantiana? ¿ La ilusión Nietzsche, sabiendo que ella está en el corazón de la inter­
que va a abrir un camino a la gran filosofía idealista alema­ pretación benj aminiana del cine como aparato.'7
na y a la política de las vanguardias? Esta ilusión se enraíza Además, para imaginar un Estado estético, también sería
en una interpretación del señtido común en el Kant de la necesario sustantivar la belleza, atribuirla como una cualidad
Crítica de la facultad dejuzgar que no p uede ser detallada objetiva a ciertas cosas, lo que prohíbe formalmente Kant.
aquí, pero que Jean-Frarn;:ois Lyotard deconstruyó a la En el sensus commun is de Kant, sólo hay de común dos fa­
perfección.16 cultades que concuerdan con motivo de un objeto que per­
La deriva consiste en decir que, poniéndolo en claro, manecerá indeterminado; mientras que en los neokantianos
la cultura y entonces toda la educación de la humanidad la belleza se volverá una cualidad objetiva, no solamente la
entrañan una unificación según principios que son los del de un arte pasado, sino de una época (Grecia) que no pide
derecho. La torsión habitual, entre los neokantianos, con­ más que ser restaurada. Los neokantianos han convertido en
siste en interpretar el sentido común kantiano como una mito a Kant dado que, intentando reunificar las tres Críticas,
dimensión necesaria del estar-j untos (es necesario recordar han desarrollado una epopeya en la cual residirá el gran rela­
que los principios del sensus commun is en Kant no hacen to de la Ilustración alemana que huye del tumulto parisino y
imposible tal interpretación: ponerse en el lugar del prójimo cuyo programa fue realizado, como parece, por Georg WF.
y juzgar a partir de este lugar, pensar en concordancia con Hegel, Friedrich Holderlin y Friedrich Schelli ng.'ª
sí mismo, etc.), mientras que no se trata, en Kant, más que El abuso de autoridad neokantiano ha proyectado un
de una dimensión estética que surge en el " interior" de la estado puramente subjetivo, aunque desde lo j urídico per­
singularidad que contempla estética y sentimentalmente fectamente comunicable en cuanto universal, hacia una
una cosa, llegado el caso de una cosa de la cual se dirá que realidad histórica y política futura, el "Estado estético", que
es bella sólo porque provoca en nosotros el libre j uego de las a partir de ese momento adquirió una consistencia jurídica
facultades del conocer. Es, en efecto, el momento cuando, y política. El sentido común se volverá el común de un
en Kant, aparece la noción de juego, de j uego arm on ioso
entre las facultades heterogéneas (la imaginación, la ley del
11
entendimiento) . Noción central para la estética moderna Ibíd.
18Lacoue-1..aba.rthe, Philippe y Nancy, Jean-Luc, Le plus anden fi-agrnent systé­
"

matique de l'idéalisme allemand " en L:Absolu littérai": théorie de la litterature du


16
Lyorard, Jean-Franc;:ois, Sensm communis.
" Le sujec a l'état n aissant " en romantismeallcmand, París, Le Seuil, 1978; trad. cast.: El absoluto literario. Teoría
Misere de la philosophie , París, Galilée, 2000. de fil lite ratura del romnndcismo alemdn, Buenos Aires, Ererna Cadencia, 20 1 2.

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Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

Estado que tendrá su constitución, su policía, su ejército, no hay institución sin juego, sin agon, sin rivalidad, sin
una política exterior y, por qué no, ¡cultural! conflictos reglados. 2º
Pero lo esencial es que Schiller elabora la primera fi­ Ranciere, contra la moda situacionista, ha contribuido
losofía sistemática de la cultura, desde un punto de vista en gran medida a volver a dar al espectáculo, a la ficción, a
afirmativo, asociando Kuitur y Biid (Ausbildung der gebildete la cultura en general, ese lado infraestructura! esencial que
Mensch, de la importancia d� la imaginación como fuerza ya se encuentra en Benjamin, y de ningún modo en los
productora de formas o de imágenes: Einbildungskraft). heideggerianos continuadores del maestro, o en los ador­
La cultura será entendida como puesra en forma de nianos y los discípulos de la Escuela de Frankfurt, o incluso
lo sensible, determinación por lo sensible de la forma en los deleuzianos más adeptos a las ciencias naturales que a
indeterminada e inseminación sensible de la forma. La la comprensión de la tékhne. Ranciere reivindica, siguiendo
cultura "preceded." a lo artístico y lo político, contenidos a Schiller, con el tema de la ficción, que el hombre es preci­
materiales inmediatos e idealidades inteligibles, percep­ samente hombre en la elaboración de este tercer estado, que
ros y conceptos, objern y sujero. La gran originalidad de es, en realidad, el primero: la apariencia. La apariencia que
Schiller consiste en poner el acento en la apertura de la no es ni lo sensible ni lo inteligible (lo que integra además
sensibilidad y por ende de Eros, en el contexto de esta para nosotros la cosmética en el sentido de Marcel Mauss, 21
formación del gusto, tal como lo llamaba, no hace mucho, como el arte de la cortesía o del decorado, la tipografía,
Herbert Marcuse.19 Es decir, que no será preciso buscar en etc.). La ficción no es ni el acontecimiento histórico en sí
él el principio de una concepción negativa de la cultura, mismo (el eso ha sido) ni su archivo auténtico, ni la verosi­
como en Adorno, Heidegger y tamos otros para quienes, militud de la poética clásica (eso habría debido ser), sino la
en nombre de una crítica de la industria cultural, el arte posibilidad de la verdad de una época histórica. Ficción y
no puede más que encontrar su alienación al volverse verdad histórica (archivo) no se oponen.
culrural. Lo que será necesario retener es el vínculo entre No obstante, para todos ellos, platónicos o no, las con­
cultura y juego (play). El juego como energía cultural ya denas proclamadas por Heidegger contra la cultura son
no caracteriza más dos categorías heterogéneas, animán­ ampliamente retomadas, de forma explícita o implícita. En
dose armoniosa y recíprocamente como en Kant, sino
la potencia anónima que hace surgir nuevos estados de 20 Huizinga, Johan, Hamo íudens. Proeve ewer bepali11g van het spel-eíement
humanidad. Para decirlo siguiendo a Johan Huizinga,
der cultuur, Haaríem, H.D. T)eenk Wil!ink & Zoo11, 1938; erad. case.: Hamo
ludem, Buenos Aires, Emccé, l 968.
el
Mauss, Marce), Alanuel rl'crh11ographie (pról. de Denise Pau.lrne), París, Payoe,
19 Marcuse, Herbcrc, Culture et société, París, Minuic, 1 970; trad. case.: Cultura l 947; erad. case.: J'v!a11111z! de et11ogmjilz, Buenos Ain: fondo de Cultura Eco­
,

y sociedad, Buenos Aires, Edicorial Sur, 1967. nómica, 2006.

l8 19
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

el mejor de los casos se reconocerá, como lo hace Jean-Luc otra parre, la paradoja de los grandes libros de filosofla
Nancy, que todo arte es técnica: ¿no tienen ambos por otra sobre el cine es la de pasar completamente por alto la tecni­
parte la misma raíz: a rs?22 Nancy llegará incluso a proponer cidad del apara to cinematográfico. Ya sea al declarar, como
que no hay sentidos perceptivos más que los producidos lo hace Ranciere, que la fábula cinematográfica no depende
por las artes, y sugerirá de ese modo que nuevas artes po­ de la técnica cinematográfica, sino, antes bien, de la poética
drían muy bien enriquecer la ésfera sensorial de la singula­ aristotélica,26 ya sea al reducir pura y simplemente, como lo
ridad cualquiera. Pero habrá que cuidarse de estudiar con hace Gilles Ddeuze,27 las imágenes propiamente cinemato­
seriedad la proposición benjamimiana según la cual no hay gráficas a imágenes "naturales", puesto que las verdaderas
producción poética (artística) sin reproducción, es decir, imágenes no son algo distinto de las cosas del mundo natural
sin aparato de reproducción. Ahora bien, no hay cultura del que proceden y deben alcanzarnos sin pasar por la dupla
sin reproducción, escritura sin lectura, escucha musical sin cerebro-máquina, la cual, como es sabido, es inevitablemente
aparato que mezcle técnica y derecho jurídico, así como reductora. Si las imágenes son las cosas, entonces sólo las
lo analiza Peter Szendy23 a continuación de los trabajos de apariencias son verdaderas; no hay mundo en sí, verdadero,
Jacques Derrida sobre la escritura, y de Bernard Stiegler74 bajo las apariencias. Si hay modos de temporalización por
acerca de los archivos y la técnica. el cine, se deben al hecho de un misterioso cristal sobre el
Aparentemente, según Rancie{e, la cultura da toda cual uno se pregunta de dónde viene y cuál es su estructura,
su consistencia a los diferentes regímenes del arre y de la probablemente goetheana. La ruptura deleuziana con la
política, pero ella no tiene una dimensión esencialmente metafísica clásica es consumada por un gesro brutalmente
técnica, como lo recuerda en su trabajo sobre el cine. 25 Por nierzscheano, pero uno se prohfbe entonces pensar la técnica
en sus relaciones con el aparecer, puesto que la biología en
12
el sentido lato es considerada como ¡dar cuenta del cine!
Nancy, Jean-Luc, Les muses, París, Galilée, 1 994; erad. case.: Las musas,
Buenos Aires, Amorrorru, 2008.

Deleuze vuelve a los antiguos fundamentos de la crítica fe­
lJ Szendy, Petcr, Musica practica, arrangements et phonographie, de Monteverdi nomenológico-heideggeriana de "la época de la técnica", que
a james Brown, París, I.:Harmatan, 1 997 y Écoute: une histoire de nos oreilles,
va a terminar por volverse evidente como un lugar común,
París, Minuit, 200 1 ; trad. cast.: Escucha. Una historia del oído melómano,
Barcelona, Paidós, 2003.
24 Stiegler, Bernard, la Terhnique et fe temps, París, Galilée, l 994; trad. case.:
26
La técnica y el tiempo, Hondarribia, Hiru, 2003. Ibíd.
!S R.1nciere, Jacques, [11 Fable cinématographiq1te, París, Le Seuil, 2001; trad. 17 Deleuze, Gilles, Cinémt1 1, l'image mouvement, París, Minuit, 1 983; y Ci­
case.: Útfábula cinematográfica, Barcelona, Paidós, 2005; y Le Destin des imll­ néma 2, L'image temps, París, Minuit, 198 5; trad. case.: La imagen-movimien­
ges, París, La Fabrique, 2003; trad. cast.: El destino de /,u imágenes, Nigrán, to: estudios sobre cine 1 Barcelona, Paidós, 1 984. La imagen-tiempo: estudios
Politopías, 20 l l sobre cine 2, Barcelona, Paidós, 1 986.

20 21
Jean-Louis Déorte La época de los aparatos

y se prohíbe entonces pensar la historia. Pues ¿cómo pen­ no pensamiento. Una obra literaria, que desencadena tal
sar la historia teniendo como fondo a la historia natural? o cual revolución estética, es también la referencia a un
Uno puede preguntarse cómo justifica la extenuación de la destino general que crea como un sitio universal (lo sen­
imagen movimiento (el cine sensorio-motor de ames de la sible compartido) para todos los saberes y las habilidades,
guerra) y cómo legitima el cine en su régimen estético28 de y para todos los valores.
.
la posguerra (la imagen-tiempo). Para Ranciere29 los libros Así, cuando Ranciere escribe en Los Nombres de /,a, his­
de Deleuze sobre el cine nos ilustran más sobre la ontología toria30 que el fracaso de los escritores-proletarios del siglo
deleuziana que sobre el cine. XIX se debe, salvo alguna excepción, a la incapacidad de
Pero en Rancíere la clave de un "régimen del arte" es elaborar una nueva estética (lo que por el contrario hacen
siempre una o varias obras literarias o filosóficas matri­ Victor Hugo o Flaubert), se nota que no hay para él revo­
ciales. Entonces no se escapa en el fondo a una estética, lución completa sin un nuevo reparto de lo sensible, que
que es siempre la de las obras, incluso si la exigencia se liga de forma indisoluble polírica y estética, indisociable
pretende distinta. Ranciere es profundamente retórico en de la irrupción en la escena pública de nuevas prácticas,
su voluntad de describir esa nueva época del arte y de la poblaciones y motivaciones políticas, en estrecho contac­
ciencia a partir de una revolución poética fijada primero to con nuevas prácticas de escritura (nuevos temas, otras
por la literatura (La República de Platón, la Poética de relaciones con el pasado, etc.) y por tanto con las artes.
Aristóteles o Madame Bovary de Gustave Flaubert) para Pero la pregunta que puede planteársele a Ranciere es la
ej·emolificar tres reaímenes
.l. b
diferentes del arte: el régimen siguiente: si los actores políticos de entonces no creron
ético de las imágenes, el régimen representativo clásico y el una estética a la altura de lo que hacían surgir sobre el
régimen estético. Para este último, que finca su origen en plano político, si al contrario son escritores conservadores
el siglo XVIII, es la literatura la que iguala los contenidos como Flaubert los que realizaron en el plano estético sus
posibles e inventa lo prosaico; en síntesis, que democra­ ideales políticos, democráticos, ¿no es debido a que esté­
tiza (principio de indiferencia) todo al articular de otro tica y política permanecen irreductiblemente separadas si
modo la idea poética y lo sensible, el pensamiento y el se toman en cuenta las obras y los acontecimientos? ¿No
es necesario buscar en otra parte la razón del 'nuevo re­
parto de lo sensible? ¿Es razonable hacer de una obra, por
28 Para retomar una bella expresión de Lyotard al analizar la concepción de­
leuzi:rna del cine, expresión próxima a la de "régimen estético" de las artes
cara a RanciZ!re (Le Partage du sewib!e, París, La Fabrique, 2000; erad. cast.: 30 Ranciere, Jacques, Les noms de f'histoire: essai de poétique du savoir, París,
El reparto de lo sensible, Santiago de Chile, LOM Ediciones, 2009). Le Seuil, 1992; tr�d. cast.: Los nombres de /.a historia: una poética del saber,
29 Rancien.:, Jacques, La ]';zbfe ci11ématogmphique, op. cit. Buenos Aires, Nueva Visión, 1993.

22 23
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

importante que ella sea, la razón de una transformación como el recién nacido en Roma, tarda terriblemente en ser
propia de su época de la sensibilidad común? Una obra reconocida.31 Por eso, es necesario que, poco a poco, la placa
puede dar la clave de una época de la aisthesis, pero no sensible que ella es sensib ilice a un público, instituyéndolo
tiene la capacidad de engendrar un nuevo régimen de la de tal manera como su p úblico. Es el tiempo que necesitó
temporalidad, una nueva de� nición del ser del ente, una En busca del tiempo perdido de Proust. Desde entonces, la
nueva determinación de la singularidad, etc. idea de una "obra maestra desconocida'' es una contradic­
Pero al mismo tiempo se reconocerá a Ranciere que ción: ninguna campaña de comunicación puede hacer obra.
todos los acontecimientos políticos siempre han repartido Entre la obra y su público hay entonces una dialéctica de
lo sensible de otro modo, aunque más no fuera haciendo la sensibilización y del reconocimiento donde los medios
surgir públicamente actores hasta entonces situados en los de comunicación no son esenciales, y no esa relación de
márgenes o en los bajos fondos de la sociedad, y por eso destino, a la vez necesario e improbable, que se analizará
invisibles, no ;aparentes. entre un aparato y la singularidad cualquiera, el colectivo.
¿Es posible escapar a la ilusión en virtud de la cual son Por otra parte, incluso si el público está instituido por
las obras las que constituyen lo común de la comunidad? tal obra, si la reconoce, no lo hace más que en el dissemus.
Recordemos que la obra, a diferencia de la cultura, no uni­ La prueba de que la obra divide y sigue dividiendo es la
fica sino que divide. La obra es lo que divide todo reparto multiplicidad de interpretaciones a las cuales ella da lugar y
de lo sensible instituido por la cultura. que genera una temporalidad específica, que no es ni la de la
Por una parte, porque la obra no genera un mundo, una sucesión de acontecimientos sensibles en el tiempo, ni la del
comunidad, una época, sino que simplemente reencuentra Yo, la del "carácter" schilleriano, que preserva su unidad "in­
un público que no existía antes de ella. Hay ahí una para­ temporal" contra el tiempo de las cosas. El tiempo de la obra
doja: cuando la obra es expuesta por primera vez, en última es el que necesita para desplegarse a través de interpretaciones
instancia no hay para el público nada que ver o entender, si todas diferentes entre sí, superponiéndose como los estratos
no lo que es producido sería inmediatamente reconocido. de un palimpsesto, a un pw1to tal que el último intérprete
Si la obra es inmediatamente reconocida como tal, es que deberá, para alcanzar ese umbral de división, pasar por rodas
ella no es un acontecimiento sino sólo un efecto de dispo­ las capas de escritura anteriores acumuladas.
si tivo estético, como por ejemplo el filme Lefabu leux destin En el fondo, si la obra divide más de lo que unifica, es
d'Amélie Pouúzin (Am élie) que no implica ninguna verdad que ella está intrínsecamente dividida, de allí el tema de la
nueva sobre el cine. La obra debe pues ser considerada por
un público que en primer lugar no existe. A veces, una obra, 31Déorte, Jean-Louis y Huyghe, Pierrc-Damien (dir.), Le Jeu de l'exposition,
París, l.?Harmactan, 1998.

24 25
Jean-Louis Déotte La ép oca de los ap aratos

cesura en Benjamin32 cuando analiza la estructura del verso


la cura analírica, etc.) . Puede enuncia rse lo que por eso se
holderliniano. Desde entonces, el aspecto de la fractura
entiend e planteando la pregunta del hacer época: ¿qué es
de las arres contemporáneas (Nancy intentó, corriendo
una época de la cultura? ¿ Qué es lo que hace lógicamente,
el riesgo de una confusión, la noción de o bras "fractales")
necesaria mente época para la cultura, y no sobre un modo
caracrerizaría no sólo a las obras que elab o ran una cierta
historicist a? En cada oportunid ad, una cierta determina­
experiencia -la de la fractura de la experiencia totalitaria y
ción de la superficie de inscripción del acontecim iento,
postotalitaria-, sino también al arre en general: toda obra
es decir, una cierta modificac ión del cuerpo parlante, por
que es tal porque uno allí se divide. Las obras de las artes
el hecho de la relación que un cierto aparato esencial de
contemporáneas son ciertamente de no relación en cuanto
escritura y de registro establece n con la ley. Eso supone
efectos de la época postotalitaria, pero también, simplemen­ �
que llega algo al cuerpo parlante, un aconteci mient , en su
te, debido a que j amás ha estado en la "naturaleza" de una
relación con la ley. Que esa relación con la ley sea siempre
obra ligar sea lo que foese. Tampoco s e adherirá a un arte
mediatizada por un aparato. Un aparato técnico y legal a
orientado a reforzar el lazo social en el cuadro de una "esté­ El aparato es pues la mediació n entre el cuerpo (la
la vez.
tica relacional"33 o a un arte "citadino" . Sin por eso reconci­
sensibili dad afectada) y la ley (la forma vacía universal)
liarse con la dramatización romántica de la o bra "pequeño soberana . La ley, que no debe
que S chiller designab a forma
erizo cerrado sobre sí mismo" (E!Athenaeum) o de la obra
entender se aquí en un sentido limitado , jurídico, es aquello
ya perdida para siempre como esa estrella lejana de la cual
por lo cual, gracias a un aparato, el cuerpo parlante se abre
sólo distingue el brillo porque está muerta (Benjamin) . 34
alo que él no es: el acontecim iento.
Pero entonce.s ¿cuál será el instrumento de la cultura no es un medio de comunicación (correspon-
El aoarato
,
en la edificación de un mundo común? No las obras sino .
dencia mediante cartas, prensa, radio,
. tele,ono,
'r; tel ev1s10n, . '

los apararos (para la modernidad: la perspectiva, la camera etc. ) . Los medios modernos están sometidos al capital y a
obscura, el museo, la fotografía, el pasaj e urbano, el cine, s u temporalidad: ganar tiempo y comprar el tiempo foturo
(el crédito) .

.n Benjarnin, Walrer, 3 2 "Goethes Wahlverwandcschaften" en Gesammelte


Schriften, I , 1, RolfTiedemann y Hermann Schweppenhauser (ed.), Fráncforr
del Meno, Suhrkamp, 1 97 4; erad. cast.: Sobre elprograma de la filosofía fittura
y otros ensayos, Caracas, Mome Ávila, 1 970.
33 Bourriaud, Nimias, Esthétique re!ationelle, Dijon, Les Presses du réel, 2002;

trad. cast. : Estética relacional, Buenos Aires, Ad;iana Hidalgo, 2006.


1' Benjamin, W;titer, Gesammelte Briejé. 1919-1924, I, Fráncfon del Meno,

Suhrkamp, 1 996.

26
27
ESTRUCTURA DEL ACONTECIMIENTO,
ESTRUCTURA DE LA ÉPOCA

Época, del griego epokhé. punto de detención, interrup­


ción, cesación; en el lenguaje de los escépticos: suspensión
del juicio, estado de duda. Pueden distinguirse tres acep­
ciones:
a) suspensión del juicio: la época es el estado del espíritu
por el cua no establecemos nada, sin afirmar ni negar nada.
Es el sentido retomado por Edmund Husserl;
b) en astronomía, tratándose del desplazamiento de un
planeta: un tiempo marcado;
e) punto fijo y determinado en el tiempo, acontecimiento
destacado que sirve de punto de partida a una cronología
particular. Momento cuando ocurre un hecho notable, o
aparece un gran cambio, como lo recuerda Bossuet: "Es
necesario tener marcados ciertos tiempos por algún gran
acontecimiento al cual se relaciona todo el resto; es lo que se
llama época, proveniente de una palabra griega que significa
"detenen¡e", porque uno se detiene allí para considerar como
desde un lugar de reposo todo lo que llegó ames o después".35

35
Bossuet, Jacques-Bénigne, Discours sur l'histoire imiverselle. Dessein géné­
ral, I 68 1 ; trad. case.: Discurso sobre
la historia universal, Valenci:i, Benito
Monfort, 1 772.

29
Jean-Louis Déotte La época de l os aparatos

¿ Po drían relacionarse estos tres sentidos? A primera A diferencia de este aco ntecim iento-estandarte o por­
vista, parece difícil ya que si un acontecimiento ha hecho ta-antorcha, los fi lósofos contemporáneos antes bien han
época, al punto de introducir una cesura en la continuidad insistido acerca de otra característica del acontecimiento:
temporal, es po rque trae una suerte de evidencia, porque el hecho de no ser audible, al menos en un p rimer tiempo,
es decisivo : una suene de po �er performativo indiscutible de avanzar según la temporalidad del apres-coup descripto
como el bombardeo atómico de Hiroshima para toda la hu­ por Sigmund Freud: cuando eso llegó , el testigo no tenía

manidad (la posibilidad así afirmada de poder destruir toda la capacidad de atestiguar; cuando la tuvo, cuando pudo

vida sobre la Tierra)36 o en el plano artístico , La consagración inscribir el acontecimiento, la cosa había pasado desde hacía

de la primavera de Ígor Stravinsky o el cuadrado blanco de largo tiempo. No hay entonces contemporaneidad entre
Malévich . En cuyo caso no habría ninguna suspensión del el testimonio y el acontecimiento. En consecuencia, no
j uicio posible, sino una necesaria constatación, un enuncia­ hay testimonio en sentido estricto.38 Esta temporalidad ha
do que constate: "Sí, ¡este acontecimiento ha hecho época!". sido la invención específica del aparato de la cura analírica
Rápidamente, además, la pregunta del "hacer época" podría (entendamos por ella también a la práctica de la escucha
devenir la del acontecimiento , la del ¿qué ocurre?, del quod? y del análisis de la transferencia, los escritos "técnicos" de
lyotardiano, pues un acontecimiento que no hiciera época, Freud, el inmenso aparato teórico del psicoanálisis y sus ins­
es decir, que no introdujera una modificación cierta de tituciones, como la teoría del acto de pintar en Lyotard) .39
valores, de concepciones, de maneras de ser y de hacer, no Lo mismo o curre con el acontecimiento de una época. Es
sería un acontecimiento. Pero se sabe también que ciertos entonces en extremo pro blemático decir de una época que
acontecimientos pueden hacer época sin tener ese carácter ella puede ser, como la nuestra, la del testigo .40
ostentoso, casi dedamativo del acontecimiento, que es tam­ Como el acontecimiento se manifiesta en dos tiempos,
bién su conmemoración, como las fiestas de la revolución, tanto para el espectador co mo para el actor, que no sabe
que marcan un acontecimiento recientemente ocurrido, qué acción es la suya ni cómo ella va a arrastrar la de los
poniéndos ellas mismas en escena como acontecimiento. otros , resulta que el acontecimiento está siempre allí s in
El ejemplo tipo sería la Fiesta de la Federación.37 estarlo. El acontecimiento es del orden de una diferencia
i.merna, como la que divide el color vivido por el niño de

J(, Se sabe que es a partir de este acontecimiento -y de esta posibilidad de una


desaparición rotal de b h umanidad- que Arendt pensará la política como 3ª Harvey, Robcrr, Temoins d'artijice, París, I.:Harmartan, 2003.
afirmación de la multiplicidad y la acción polírica como aparecer. 39 Lyotard, Jean-Frans;ois, Que peindre ? Adami, Arakawa, Buren, París, La
" Lyotard, Jcan-Frans;ois, Rudimentspaiens, París, UGE, 1 977, y la i n c erp re­ Différence, 1 9 8 7 .
ración que dará del trabajo de Mona Ozouf sobre las fiesras revolucionarias. 4" Wieviorka, Anetre, L'Ere du témoin, París, Hachcrte Litterarures, 2002.

30 31
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

la pincelada coloreada trasladada a la tela por el p intor especi ficidad de tal acontecimiento y la idea de una era
en el que el niño quizás se convertirá, tal como lo analiza de la desaparición: todos los acontecimientos son espec­
Lyotard.41 Se puede llegar hasta escribir, como lo hace trales, no hay unos que lo serían más que otros. Damos
Derrida en su análisis del acontecimiento,42 que este llega por sentado que el acontecimiento de la desaparición, no
siempre precedido de su espectro . Derrida j ustifica este más que o tro, no puede comprenderse fuera de la lógica
análisis por ciertos ritos tradiéionales de hospitalidad según temporal del apres-coup. Desde entonces, para decir el
los cuales, cuando un desconocido llega a un p ueblo, las acontecimiento de la desaparición, no quedará más que la
mujeres deben ponerse a llorar puesto que ven anunciarse anticipación (avant-coup) espectral . Las "mujeres del pue­
el espectro del mismo desconocido. b lo" derridianas serán condenadas a llorar eternamente,
Plantearemos la hipótesis de que nuestra era, mucho al menos hasta el descubrimiento de este archivo que es
más que una época, abierta por la guerra de trincheras y sus el cuerpo del desaparecido,44 como en América Latina o en
soldados "desconocidos'', los genocidas de los totalitarismos, Bosnia después de la apertura de los o sarios.
los bombardeos masivos de ciudades y las políticas terroris­ ¿ Qué sería entonces una era -de la desaparición- sobre
tas de Estado, p uede ser llamada "de la desaparición" 43 Pero la cual no habría (prácticamente) testigos? Debería llegarse
¿qué es el acontecimiento de la desaparición, ya que por a la idea de una era que no tendría la estructura del aconte­
definición no hubo testigos? ¿Cómo atestiguar "en directo" cimiento: un espectro de era, una era espectral. Redoblada
un bombardeo atómico? Si los desaparecidos son reducidos, por el hecho de que, en nuestra era, en razón de la nueva
por hipótesis, al estado espectral, ni muertos ni vivos, se definición de la superficie de inscripción (en términos de
comprende que el análisis de Derrida resulte molesto. virtualidad, de digitalización) el acontecimiento espectral
En efecto, si todo acontecimiento es espectral, ¿ cómo no encuentra frente a él más que una acogida virtual. Se dirá
será un acontecimiento que no sea mds que espectral? que si la era no tiene la estructura del acontecimiento, este
¿ Qué será de un desco nocido que sólo llega precedido también es el caso de la esencia de la época, la epocalidad.
de su espectro y nada más? El riesgo real es mezclar la ¿Cómo nombrar un testigo que no puede dar testimonio
de nada, solamente impresionado por una carga afectiva

41 Lyocard, Jean-Franc¡:ois, Que peindre ?, op. cit. errante, no inscripta? ¿ Por el tono de la historia?4� Para ir
42 Derrida, Jacques et ál., Dire f'evénement, est-ce possible ?, París, I.:Harmar­ al corazón de esta época que no es una época ¿es necesario
tan, 200 l ; trad. cast.: Decir el acontecimiento, ¿es posible?, Barcelona, Arena creer esta cosa bárbara que podría llamarse una estética del
Libros, 2008.
ü Brossat, Alain y Déorte, Jean-Louis, L'Époque de la disparition : po!itique

et esthétique, París, LHarmatcan, 2000; y La Mort dissoute : disparition et 44 En castetlano en el original [N. del T.].
spectralité, París, r:;Harmatran, 2002. 45 Prousc, Franc¡:oise, Kant, le ton de L'histoire, París, Payor, 199 1 .

32 33
Jean-Louis Déottc
La é p oca de los aparatos

daño, de la cual se hallarán elementos en los últimos textos Pero si hay épocas como hay modas -lo que en verdad está
"estéticos" de Lyotard?46 bien pues una época es una moda: el existencialismo francés
Es razonable desconfiar del testigo y de la memoria viva y Saint-Germain-des-Prés, la posmodernidad y la asociación
y desplazar el in terés hacia el archivo dejado por el acon­ California-porro-joggjng-mochila-walkman-s urf- world mu­
tecimiento. En el sentido en que un acontecimiento tiene sic-, si las mo das caracterizan la época, entonces la socio­
una constitución archivístita, cualquiera sea el estatuto del logía destrona a la filosofía, o al menos recoge para ella
archivo .47 La singularidad cualquiera (que no es necesaria­ los hechos a articular en un paradigma o en una episteme.
mente un sujeto) es en esencia archivística. Ahora b ien, Lyotard ha hecho más que nomb rar una
Y sin embargo, ciertos sujetos, ciertos autores, hicie­ época, lo que mostró en una exposición de envergadura en
ron época: Claude Lévi-Strauss con el estructuralismo, el Centre Georges Pompidou: Los inmateriales. Lo inhuma­
Derrida con la deconstrucción, etc. S i Lyotard hizo época no. Moralidades posmodernas (1 985), que acompaf1ó con un
fue a título de posmoderno , lo que consistió en u n acto importante catálogo en el cual la verdad de esta exposición
de bautismo del tiempo presente. Habría hecho época al en la que se experimentaban los nuevos tiempos fue enton­
calificar la época, la s uya, es decir, inventándola. ¿ Es o n o ces en verdad mostrada en términos filosóficos con el con­
sería el grado supremo d e hacer época? ¿ D ecir l a época , cepto de inmateriales (hoy se hablaría de realidad virtual,
inventar la época? de imagen o de música de síntesis, de nueva "organología'' ,
Decir el acontecimiento de la época. Se ve que la pre­ de interactividad, para decir la presencia de un programa
gunta de la época vuelve a alcanzar a la de la moda. Hay sobre la realización efectiva "material") , caracterizando así
modas intelectuales que son más que olas efímeras, que
una era distinta de la s uperficie de inscripción. En realidad,
caracterizan su tiempo. Es necesario tomar en serio las
los " inmateriales" caracterizan mucho más que una época
modas: la posmodernidad está de moda.
porque reconfiguran todos los aparatos y los medios de co­
municación modernos existentes, al instaurar otra superficie
de inscripción de los signos , otra p rotogeometría que la in­
46 En panicular el rexro dedica¿ o al pintor danés Srig Broggcr. Flora danica.
La sécession du geste dans la peinture de Stig Brogger, París, Galilée, 1 9 97. La augurada, probablemente, por el Egipto antiguo. Con ellos,
idea de que una obra es una suerte de frase que no componaría un universo, la antigua s uperficie de inscripción caracterizada por la
q ue no posee ninguno de los puesros d e la comunicación (emisor, rccepror,
proyección se borra poco a poco. Una de las consecuencias
referente, significado) sino sólo una carga de afecto, es rcromacla en "Supplé­
menr au Di ffé ren d " , en Misere de fa phi!osophie, op. cir. de esta nueva p rotogcometría es que la escritura digical, la
47 Es lo q ue Lyorard ll;;ma monumentum. " Monumenr des posibles " , en primera totalmente universal, s uene de mathe:;is universalis
Morafités posmodemes, París, Galilée, 1 99 3 ; erad. case.: Moralidades posmo­
p uesto que permite programar tamo tex tos como sonido o
derntls, Madrid, Ternos, l 9 9 6 .

34
35
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

imágenes, es una escritura absoluta, aunque constituida por la phoné, la voz aristotélica que se distingue de la que sólo
el lenguaje natural y por símbolos lógicos, porque más que el ho mbre, a diferencia del animal, puede articular. El ho­
ninguna otra escritura no mantiene ninguna relación física rizonte de Le Différend es una nueva era político-histórica:
con su referente. La escritura, siendo fundamentalmente la de la desaparición masiva, la de los genocidios. No parece
huérfana, al persi tir en el ser a pesar de la muerte de su que Lyorard haya intentado aproximar el pensamiento del
padre, como lo escribía ya Platón, pone entre paréntesis daño ligado a un nuevo régimen de la huella (puesto que
tanto el destinatario (¿a quién está destinada?) , como el los desaparecidos son por definición aquellos que no dejan
significado (¿qué es lo que está dicho?) y, finalmente, el huella, o una huella no inscripta, o un acontecimiento -la
referente (¿cuál es el objeto enfocado ?) . Desde ese momen­ desaparición- que, justamente, deja al testigo en la ignoran­
to, el significado de la era en la cual hemos entrado por el cia de su tener-lugar, porque no puede atribuírsele ni lugar
hecho de los inmateriales es la de generalizar la desaparición n i efectividad) de la generalización de la escritura digital.
del referente, ocasiónando el rechazo de la imagen o del Con razón, pues no se ve lo que enlazaría necesariamente
sonido analógicos (foto argéntica, cámara clásica con su esas dos series heterogéneas, una que concierne al poder (la
película y sus fotogramas, ere.) a favor de dispositivos de política terrorista de Estado) , la otra, al saber en general (la
imágenes y de sonidos cuyo soporte es común. Los "anti­ digitalización) . Nos faltará preguntarnos si esta heterogénea
guos" dispositivos de aparato sufren una unificación tal que col isión frontal puede ser la ocasión del advenimiento,
la misma cámara puede en el límite servir al video como al siempre improbable, de nuevos aparatos; si algo como una
cine y acercarse inexorablemente a la fotografía. El retiro estética del daño podría hacer época; si las obras dejaran
generalizado del referente físico inaugura de modo incon­ surgir algo así como apariciones arrísticas específicas. Este
uastable una espectralidad de programa.48 Por otra parte aparato, cabe imaginarlo, no podrá ser analizado a partir de
se sabe que Lyorard, en Le Diffirend, para responder a un lo que Lyotard llamaba, siguiendo a Kant, lo "sublime", el
sofisma negacionista, elaboró una teoría del daño diferen­ cual no podría caracterizar a una aparatización.
te del litigio j urídico.49 Sobre un daño, el lenguaje de la Con la caraaerización de la nueva era mediante el vocablo
comunicación, articulado, el lógos, no puede atestiguar: el de posmodernidad, Lyotard haóa pasar de forma negligente
daño es más bien la cosa de un sentimiento inarticulado, (volvía cinernatografiable) la "modernidad", entendida hasta
entonces según el orden de los fines y de las finalidades de la
48 Porcher, Michel, Ln productio11 industrie/le de l'imnge : critique de l'image historia, como el cumplimiento de la h umanidad para el siglo
de synthese, París, L'Harmarran, 2002. de las Luces. Los inmateriales proclamaban que la "moderni­
49 Lyotard, Jean-Frans;ois, Le Dijférmd, París, M inuir, 1 983; rrad. cast. La
dad" no habría durado más que un tiempo, permanecería
diferencia, Barcelona, Gedisa, 1 988.

36
37
Jean-Louis Déotte L a época de l o s aparatos

inacabada, incluso en situación de fracaso. Ella devendría el con el pos de posmoderno, que señala el reconocimiento de
pasado más próximo, lo que sería necesario describir en su la diferencia de tiempos y la toma en consideración de esta
misma no elaboración. El texto de Benjarnin E:periencia ypo­ diferencia.
breza, que caracteriza muy bien esta modernidad poniendo de Decir la época es decir la otra época y por consecuencia
relieve el soporte de la superficie de inscripción de los signos las o tras épocas. Mej or dicho, decir la época es contar hasta
como soporte vacío, al comr;rio de ias superficies saturadas tres partiendo del fin: la época que b usca describ irse, de la
del siglo XIX, saluda como iniciador al par1fl.eto de Adolf cual ella se separa, y una suerte de prehistoria mitológica en
Loos,50 ese texto paradojal de Benjarnin que reivindica, como posición arqueológica. Pero, como se verá, esta concepción
Ernest Ccx:urderoy,5 1 la llegada de "nuevos bárbaros", aparecía de la epocalidad está en ruptura con los tres sentidos de la
desde entonces como un archivo del "movimiento moderno" . palabra época que sirvieron de p unto de partida.
Lo mismo que la voluntad benjaininiana de partir de "sf', de Se p ropondrá, al contrario , que haya épocas despren­
"poco" , de "nada'', de desaparecer socialmente borrando sus diéndose de algunas eras de la superficie de inscripción.
propias huellas. Todo esto comenzaba a aparecer corno propio La búsqueda está abierta: aparecerán siempre otras nuevas.
del pasado, algo que no era la modernidad estaba deslizándose Mil mesetas, escribía Deleuze.
hacia su interior, las superficies urbanas se encontrabar1 poco a Para una teleología de las "edades del m undo" , hay
poco cubiertas de firmas neo-éticas, caligrafiadas, los cuerpos dos fuentes textuales posi b les para todo recorte trini tario
recomenzaban a ser tatuados y perforados como cuando el de la historia: la Biblia y las so beranías (las " i deologías")
aparato salvaje de escritura de la ley sobre los cuerpos hacía i ndoeuropeas . Uno no se sorprenderá en tonces de acercar
época. Inquietante persistencia del aparato arcaico. el hacer-época y la i nvención -o la nominación-, p ues el
¿Desde cuándo los filósofos se toman la atrib ución de que nombra es por excelencia Adán, el que viene desp ués
nombrar la época? ¿Desde Platón y Lci República? Pero eso de la Creación y encuentra el nombre divino. Inventar es
era en el marco de una filosofía política de los regímenes de ento nces nombrar por segunda vez, volver a nombrar la
la política y no en el de las edades de la humanidad. Creación divina.
Nombrar la época es indisociablemente nombrar la otra Hay en Lyotard varios modelos de historicidad. Lyotard,
época, esa de la cual salió: es el j uego introducido por Lyotard esbozando en Le Differend una sucesión de legitimidades,
de normatividades, de eras entre las cuales no puede haber

10
Loos, Adolf, Ornament und Verbrechen, Viena, Mecroverlag, 20 1 2 ; rrad.
más que un diftrendo, limitaba él también el número a tres:
cast. : Ornamento y delito, Barcelona, G uscavo Gili, 1 97 2. lo narrativo (las sociedades "salvaje-paganas") , la revelación
5 1 Cceurdero y, Ernesr, Hurrah.' ou La Révo!ution par Les cosaques, Grenoble, (las "sociedades teológico-políticas") , lo deliberativo (las
F.dirions Cenr pages, 2000.

38 39
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

"sociedades capitalista-republicanas") . Encontraba de una de discurso cognitivo inaugurado por la física axiomática de
cierta manera los tres órdenes de la soberanía indoeuropea Galileo, por la perspectiva (donde lo figural, la naturaleza
según Georges Dumézil (los guerreros, los sacerdotes, los pasan entonces al exterior del discurso, en posición de refe­
productores) . Modelo que opera en secreto en El discurso rente) . No habría p ues en apariencia más que dos grandes
del rectorado de Heidegger ( 1933) . épocas, salvo que rodo análisis apunte a mostrar que, de esas
Pero esta descripción eñ términos de normas que se dos grandes escriruras culturales, esos "bloques de escritura"
imponen más allá de las épocas a los géneros de discurso que son el relato y la ciencia, uno reprima y el otro excluya lo
y entonces a la manera de encadenar las frases, venía a figural (el deseo, el acontecimiento). Y que conviene entonces
superponerse con otra problemática desarrollada en Dis­ deducir la posibilidad de un tercer término, verdadero sus­
curso, figura: la de los bloques de escritura. Allí donde la trato de toda producción de sentido, que todavía no se llama
tesis de 197 1 se vinculaba a la imposibilidad lógica de un posmodernidad, donde, por el hecho de la imposición de esta
pasaje entre bloques de escrimra haciendo posible una norma que es lo deliberativo, lo figura! tendrá mucha más
multiplicación de estos últimos, Le Diffirend reintroducía chance de aparecer por sí mismo. Pero esta "tercera" época
un teleologismo, puesto que la última norma (lo delibe­ es bien paradoja!, y por eso un verdadero acontecimiento:
rativo) estaba escrita corno la meno metafísica, dejando si ella "sucede" a las otras dos, ella es portadora también de
más chance al j uego (play) , a lo improbable, al momento la verdad, lo que implica que, como el deseo para el aparato
del encadenamiento de una frase con la otra. psíquico, ella siempre ha estado presente en la historia; es
Así, incluso en un pensamiento a-dialéctico como el a-cronológica; no puede ser reconstruida por el historiador;
de Lyotard, es decir, en un pensamiento de la diferencia, trabaja la historia de manera subterránea como el caos car­
el modelo ternario se impone a la epocalidad. En Discurso, navalesco en Benjamin. Lyotard ve el síntoma en los artistas
figura52 y en particular en el capírulo central "Veduta sobre que trabajan para ella (es decir, para la cosa) desde siempre.
un fragmento de la 'historia' del deseo", está claro que, según Lo que hace que John Cage, Paul Cézanne, Masaccio y los
el criterio de la presencia de lo figura! (otro nombre de la pintores de Lascaux sean contemporáneos de la misma cosa.53
diferencia y entonces del acontecimiento) el reparto se hace La estructura de la época sería, entonces, en apariencia,
entre el género de discurso narrativo (cuyo mejor ejemplo la del acontecimiento, la de los dos tiempos del apres-coup.
es la Biblia puesto que lo figura! aflora allí a título de la dife­ Ahora bien, acaba de comprenderse, la última época, la pos­
rencia ontológica entre la Caída y la Redención) y el género moderna en Lyotard, la que inscribe la verdad de la primera

51 Lyorard, Jean-Fram;ois, Discours, Figure, París, Klinskieck, 1 97 1 ; trad. cast.: 51 Lyorard, Jean-Fran.¡:oís, " Anamnese du visible " en Misi:re de la phi/osophie,
Discurso, ftgimt, Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 1 979.
op. cir.

40
41
La época de los aparatos
Jean-Lou is Déotte

emancipándola (lo narrativo como arkhe} sólo puede estar a escala internacional. Es la subjetividad llevada al extremo

en el tiempo de la historia, puesto que, a la vez, ella siem­ entendida como voluntad de poder nietzscheana según

pre ha estado allí y proclama su verdad. Paradój icamente Heidegger, pero volviéndose su contrario , el nihilismo,

entonces, sólo una fase intermedia estará en la historia' el cual prepara el advenimiento del otro de la filosofía: el

hará historia. Es el tiempo ql}e es necesario entre la primera pensamiento meditativo. O, lo que viene a ser lo mismo, el

marca y la segunda, el tiempo extenso de la inscripción del otro de la época de la técnica -fase última de la metafísica­

acontecimiento, el del archivaj e, el tiempo platónico de la tiene como nombre Ereignis: el acontecimiento absoluto.

muerte del color en Quepeindre ? (entre el alma-cuerpo del El momento de la llegada del Dios .

niño afectado por el color y el color celestial sobre el cuadro Para estas filosofías, la época en su verdad es la del acon­

del pintor adulto) . Ese tiempo no puede estar bendecido tecimiento , pues la época es el acontecimiento. La filosofía

por los dioses: no puede ser más que el del olvido del Ser posheideggeriana ha sido p redom inantemente la del acon­

(la metafísica según Heidegger, tiempo finalmente sin es­ tecimiento, hasta alcanzar la ecuación: época = Ereignis.
pesor, de la repetición de lo mismo: las múltiples filosofías Un pensamiento de la época entendido como aconte­

de la subj etividad, las "concepciones del mundo" , entre el cimiento llega a disolver la historia en una suerte de niebla

pensamiento del Ser según los presocráticos y la recepción donde las cosas del pasado son indistintas y poco dignas

del Ser en la Dichtung poética) o el de la alienación de la de interés, en la mej or hipótesis encargadas al Purgatorio,

humanidad según Karl Marx (entre el comunismo primi­ en la peor, al Infierno . Proponemos , p o r el contrario ,

tivo de las tribus germánicas y el comunismo realizado a una verdadera filosofía d e l a historia que necesariamente

escala mundial es la sucesión de las formas de lo mismo: la será una historia del medio, porque es necesario siempre

sociedad de clases, según las variantes sucesivas de la escla­ partir del medio. Estaremos p ues o bligados a recuperar

vitud, del feudalismo y del capitalismo) . una definición de la época que no la reduzca a los dos

La historia, si ella existe, es entonces siempre y solamente tiempos del acontecimiento, o peor, a la fase intermedia,

la de esta fase, la del medio, entendida como pasaje o lvida­ la del tiempo que es necesario para la incorporación o

do, sedimento, pérdida de la esencia, encarnación del alma la inscripción. Partiendo del medio , reencontraremos la

en un cuerpo-tumba, alienación, empresa siempre más definición schilleriana de la cultura como medio del arte

grande del sistema según Adorno o Lyo tard, espera indefi­ y de la política. A contrario sensu, no nos sorprenderemos

nidamente. prolongada del Mesías. Es el desarrollo necesario de cons tatar que las filosofías antes citadas no pueden más

de las fuerzas productivas en Marx como única diferencia que despreciar la cultura y sus aparatos en nombre de una

entre la tribu germana y la victoria de la Comuna de París suerte de teologización del arte.

43
42
CLAUDE LEFORT"
APARATO E HISTORIOGRAFÍA

Llegados a este punto del anál isis, se hace evidente que


no se puede permanecer en el marco de un pensamiento
de la época como acontecim iento, lo que sin embargo
hace necesario com p render por qué la epocalidad recibió
esta interpretación. Se debe regresar a un pensamiento
de la época como estasis: detención , detención de j uicio,
suspensión . Es p reciso llegar a decir· hay una multiplici­
dad de épocas, de mesetas, sin que n inguna pueda ser la
última. Es necesario llegar a pensar la desmultiplicación
de épocas como sucesión de invenciones de lo que hay de
más esencial. las formas de temporalidad. La época inter­
mediaria, la del olvido y de la alienación debe desaparecer
para dejar lugar a una complej ización i nterminable de
formas del tiempo y, entonces, de la ficción .
Es impostergable romper ya l a necesaria irreversibi­
lidad de la segunda época, su carácter de ley de hierro
y reintroducir, siguiendo a Benjamin, a cada instante la
posibilidad de dar vuelta la historia como a un guante.
Es la idea benjam ini:rna de que las revoluciones no valen
más que co mo interrupciones del tiempo (detener los
relojes la tarde de la primera jornada de la insurrección

45
Jcan- Lo u ís Déocte
L a época d e los apararns

de 1 8 30) . 54 En Benjamin, como más tarde en Lyotard


en una familiaridad ro tal y deslumbrada co n t1 Antigüedad
-los edificios cristianos anexan sin vergüenza las ruinas ro­
cuando analiza la Revolución francesa, esta interrupción
manas, Venus deviene la Virgen-, los doctos del humanismo
hace pos ible la i rrupción de un tiempo caótico (muy poco
instituirán la Antigüedad como lo que en lo sucesivo debía
mesiánico a pesar de la tendencia de los intérpretes del
adquirir el poder de un archivo, un modelo opaco a estudiar
amicro
o
de Gershom S cholem a no mostrar a es e como su
única i n fluencia) , el de la inversión carnavalesca: cuando a partir de entonces.56 Era pues inevitable para es tos doctos
las relaciones sociales de sumisión y de seducción son su nuevo mundo, del cual nada
(1j_ ue la época de donde surofa
L Q

querían conocer, el gótico, no despertara más que desprecio .


interrumpi das y cnando los dispositivos de observación ,
como el cine p rimi tivo, son volteados hacia ellos mismos
Y será necesario esperar el Romanticismo y a nuevos doctos
por los que eran los objetos de su propio jefe, pero con como Viollet-le-Duc para reconstituir, a partir de la invención
fines políticos . 55 del patrimonio, la arquitectura gótica en su esencia de época.
En �u tiempo, los arquitectos y artesanos góticos no es­
Se propondrá pensar la epocalidad como suspensión,
pero permitida por los aparatos por cuanto ellos van a tudiaban las ruinas romanas que frecuentaban. Al contrario
inaugurar cada vez, según sus características, una nueva
de ellos, Filippo Brunellcschi inaugura el Quattrocento, la
espacio-temporalidad.
n..ieva época y la nueva arquitectura (p royectiva y pers­
En efecto, ¿qué es lo que opera cuando se nombra la
pectiva) instalándose en Roma con sus compañeros. Esto
prop ia época?
obedece a que, para ellos, esta arquitectura se había vuelto
Ya se ha dicho: inventar la propia época nombrándola es
distinta y por ende decidieron estudiarla. La i nvención de
igualmente inventar la otra época, la que se constituye en­
la perspectiva, del aparato perspectivista que hará época jus­
tonces como arkhé, como archivo, pero en la conciencia de
tamente hasta n uestros días, es indisociable de la invención
la diferencia de los tiempos. El Renacimiento se inventa en
de la Amigüedad como otra época, como archivo.57 En el
fondo, es este modelo d que se impuso a las concepciones
su distancia constitutiva con la .Antigüedad. O sea que, allí
donde la Edad Media, que evidentemente no se sabía tal, vivía
de la época como acontecimiento a pesar de su rechazo de
una concepción proyectiva de la h istoria.
�. l kn j am i n , Wa l rer, " Übcr den Begri ff dcr Geschichce" en Abhand!ungen.
Cmzmme!tt Schri)ien , I-2, Ro l f Ticdemann y Hermann Schweppcnlúuser
'" Garin, Eugenio, l'Éducation de l'l1omme moderne, l1L pédagogie de la Renaissance
(ed . ) , h·focfon <le! M e n o , Suli rkam p, l 9'-JG; r rad. cas r . : " Tesis de filmofía de
(1.f00-1600), Paris, foyard, 1968.
la h i sturia", e n A nge!w nouw, l h rc c l o n a , Edhasa, 1 97 l .
,, Es ca objetivación p ers p cctivi;t.1 de la Ant igüedad es d "rema" mismo de
'' Ben j .u-:i i n , \V'alrcr, "D;¡s Kunsrwerk i m Zei t�Jter seiner rcchn ischen Rcprod u­
b L i u dad ideal llamadJ. Ihlcimore (Museo de Bellas Artes de Balri more),
zi crb,trkcir" [í'.wcite Fa;s u ng] . op. cit. y el comenrario de Bruno Tackcls, L'Q/wre
donde l<i.S referencias romanas y román icas esdn dispuestas en un verdadero
d 'arr 11 f'ép oq ur rle W' Henj11111:"1; : hwoire d;wm, París, IJ-Lmn,tttan, 2000.
collagc arc¡ui tcC[Ónico.

46
47
Jean-Louis Déotte
La época de los aparatos

Se encuentra la misma conciencia aguda de la dife­ una postura de estudio, mucho antes que el cuadriculado
rencia de los tiempos en Nicolás Maquiavelo , quien, del espacio. Se está, con tal análisis, muy alejado de la ca­
para caracterizar el régimen polírico de la Florencia de su ricatura del humanismo que pudo dar recientemente Perer
tiempo (es decir, naturalmente, para el contemporáneo, la Sloterdijk:59 los doctos como casta de maestros bueyes
cosa más confusa: casi la lucha hobbesiana de todos contra imponiendo una humanidad definitivamente doblegada
todos. Florencia contra Sie.r{a o Milán, los grandes conrra ¡obligándola a sentarse para aprender a leer y escribir!
el pueblo, el príncipe contra la ciudad, las facciones entre Se concluirá que no hay posición de época sin con­
sí, etc.) trabaja sobre la primera década de Tito Livio, vale ciencia de la diferencia de los tiempos, sin la posición
decir, un análisis de la Roma republica...'1a.58 Maquiavelo no de alteridad de la otra época. Pero este acto intelectual
puede caracterizar a Florencia como república -y describir depende cada vez de lo que se llamará un aparato -aquí
a pesar de todo los "buenos" efectos para la liberrad de un el d ispositivo perspecrivista- por cuanto dicho aparato
régimen de la división- sino porque él sabe analizar en inventa para esta época y su otro, otra relación con el
qué la Florencia del siglo XVI no es la Roma republicana. tiempo. La cuestión de la transm isión del pasado es pues
Unos y otros -Brunelleschi, Maquiavelo y, de una manera i nseparable de la de los aparatos. La paradoja residirá en
general, los humanistas del primer Renacimiento- no se el hecho de que esos aparatos tienen, a p rimera vista, más
instalan en la posición de herederos de un testamento no que ver con el espacio de las imágenes que con el tiempo.
confl i ctivo en la continuidad familiar. Por el contrario, El aparato perspectivista, la camera obscura, el museo, lo
eligiendo la discontinu idad y la ruptura, la suspensión fotográfico, lo cinematográfico, extraen representaciones
del juicio, hacen de la arkhé, de la Antigüedad un enigma en un continuum espacial. Ellos sólo introducen secunda­
del cual sólo el estudio más erudito y el más concienzudo riamente a u na temporalidad específica. Haciendo época
podrá, tendencialmente, llegar a la meta. Allí se reconoce, para su tiempo, se dirá entonces que no hay verdadera
ante esta objetivación general de la naturaleza que permite época más que debido a estos aparatos, pues ellos elabo­
el aparato perspectivo, la objetivación del pasado, que cesa ran su textura: perspectivista, museográfica, fotográfica,
así de ser esta cosa muy evidente que en realidad oscurecía cinematográfica, analÍtica, etc.
la visión de los hombres de la Edad Media. Ahora bien, esa El siglo XIX será así el siglo de la historia, es decir, del
relación específica al pasado constituye la pri mera aplica­ museo, porque la verdad de la escritura de la historia reside
ción del sistema perspectivisra, su anuncio simplemente en

'i9 Slorerdijk, Perer, R.egeln fiír den Menschenpark. Ein A11tworrschreihen zu


Heideggas Briefiiber den Humanimms, Fráncforc del Meno, Suhrkamp, 1 999;
'i R Leforr, Claude, Le Travnil de f'll'twre, Machiavel, París, Gallirn:ird, 1 972.
trad. cast.: Nom1as para el porque humano, Madrid, Sirueh, 2000.

48
49
L a época de l o s apararns
Jean-Louís Déotte

en la temporalidad del museo, o el siglo XX, el siglo del En efecto, cada aparato puede concebirse como un des­

cine, según Jean-Luc Godard. aj uste específico de un plasma imaginal, de w1 flujo continuo

La propues ta es pensar como prio ·idad la textura de de imágenes cualesquiera a las que las singularidades adhie­

una época en su relación con o tra época, como una in­ ren necesariamente, naturalmente. O tontamente, sin darle

vención de temporalidad e_s pecífica a tal o cual aparato. aquí a la creencia inmediata en un rumor6 1 originario , una

Cada aparato, dando su in terpretación de la diferencia acepción negativa. Benjamin intenta idemificar ese flujo

de tiempos, hace surgir tal o cual te�nporalidad que se con las nociones de ensueno colectivo y de fantasmagoría

convierte en su p ropia invención: un cierto género de originaria. La temporalidad de este flujo de imágenes que

ficción y entonces un cierto género literario. Precisemos describe en sus protocolos de experimentación con drogas62

qué entendemos por " inventar" : no hacer surgir ex nihilo, es la del proceso primario, de la imerexpresión de formas que

sino hacer visi ble lo que estaba allí sin ser visto, del mismo ignoran la negación, la muerte, el principio de contradicción.

mo do que se inventa" un tesoro . H acer aparecer, separar Eso supone que lo que está frente al aparato no sea la

de un caos, de un magma. na>:uraleza o la "realidad" visible, lo que desplaza la proble­

Desde ese momen co, las épocas no se continúan, una mática de w1 Konrad Fiedler,63 que tuvo tanta influencia en

desechando a otra: la i nvenció n de un aparato procede más Benj amin . Los aparatos deben extraer su material no de lo

bien por diferenciación. El aparato foto y el cine resultan real sensible, sino dei plasma imaginal. Este puede ser, para la

de las diferenciaciones de la perspectiva y de la camera sociedad "salvaje", la ensoñación nocturna del jefe: los indios

obscura, sus épocas no los desechan sino que coexisten con mapuches de Chile no p ueden actuar más que en función

ellas por complejización, superposición y desaj uste. ¿ Cómo de la interpretación del s ueño del "jefe" que dará la medicine

pensar esta coexistencia de las épocas, de las temporalidades woman.64 Era pues vano querer comparar la perspectiva "ar­
heterogéneas, de los destinatarios totalmente disímiles de tificial" con la "perspectiva natural" como se viene haciendo

los aparatos? Sería necesario, por el contrario, analizar la


seudoevidencia de cienos temas contemporáneos, como el 61
Morin, Edgar, La Rumeur d'Orléans, París, Le Scuil, 1 9 69.
del mestizaj e (de las culturas, de los pueblos) , del collage y 62 Benjamin, Walrcr, Über Haschiich, Hermano Schweppcnhauser imr.), Tillman
de l a "fus10n
, " de l as artes. 60
. Rexrorh (ed.), foíncfort del Meno, Suhrkarnp, 2000; md. C.'.!S t . : Haschisch, Madrid,
Taurus, 1 97 1 .
63 Fiedler, Konrad, Sur !'origine de f 'activité artistique (p refacio y nocas Dan iéle
60
Adorno, Theodor W., " Die Kunsr und die Kü n ste" , en Cesammelte Schrijien Coh n), París, Éd i t i o n s de l ' ENS rue d'Ulm, 2003.
,
, ,, ivl ét raux, Alfrcd, Relzgiow et magics indiennes d'Amérique du Sud, París,
(20 vols . ) , 1 0, Kulrurkririk und Gesei!schaft l. Prismen. Ohne Lci rbild, Rolf
Tiedemann (cd.), Fráncforr dd Meno, Suhrka.r;ip, 2003; trad. cast. : Critica de GJilimard, 1 967; traJ. G,sr . : Religión )' magias indigmas de /lmérim del Sur,

/.a cultura .Y sociedad l. Prismas sin imagen directriz, Madrid, Akal, 200 8 . Madrid, Agu i lar, 200 8 .

50 51
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

desde Eiwin Panofsky. La primera no es la prótesis más o El filme de Peter Greenaway El contrato delpintor ( 1 982)
menos "justa"65 de la segunda: consiste por supuesto en una resulta aquí ejemplar:68 trata sobre un asesinato, un asesinaro
racionalización del espacio, pero sobre todo hizo surgir un del apararo del relato (de la fábula) consumado por la
nuevo modo de temporalidad al adosar el tiempo al espacio. perspectiva que impone una nueva temporalidad, la de un
El instante como corre en un continuum homogéneo de tiempo homogéneo y vacío, cortado en instantes. Como el
tiempo, y una nueva deterrrÍinacíón de la singularidad: el tiempo ya no es el del relato, no hay diferendo entre la falta
cogito.66 Otro ejemplo: la especificidad del cine, no más que y la redención, lo figural (para hablar como Lyotard) sucede
la de la perspectiva, no consiste en el registro de lo real. Su fuera de campo, como asesi naro de un hombre cuyo cuerpo
dimensión privilegiada no es "ontológica" en el sentido de desaparece. Esto i mplica dos cosas.
André Bazin,67 retomado por Godard quien la adopta como Primer punto: entre la perspectiva (la pintura renacentis­
un deber para el cine, el cual siempre debería responder ta) y la narración cristiana, había un necesario diferendo de
"presente" en virtud de una postura de testigo absoluto. Al normas, que no fue aparentemente colmada más que por la
contrario, la especificidad de los aparatos es la de emancipar­ extraordinaria proliferación de narraciones religiosas en la
nos de la adhesión originaria al cuerpo y a los lugares. Los p intura clásica. Pero, por sí misma, la perspectiva emancipó
aparatos suspenden, desarraigan, arrancan, deslocalizan, des­ el tiempo de la diferencia narrativa y de la falta. Su tempora­
plazan con violencia los cuerpos. Los aparatos no se enfrent:l.11 lidad es inocente. Es la de la ciencia, del desencantamiento
en el terreno "ontológico", en el sentido en el que algunos (Max Weber) o del tiempo vacío del "progreso" (Benjamín) ,
serían más realistas que otros, sino en el de la emancipación o de la lógica del proyecto en general, que uno encuentra
y la complejización de las invenciones de temporalidad. por ejemplo en el corazón del existencialismo sarrreano.
Esta emancipación procede de una cierta manera por Segundo punto: el cine, sucesión de perspectivas fijas
niveles, por rupturas, aparato contra aparato: una nueva (los fotogramas) , no puede reencontrar la necesidad del
temporalidad surge contra una antigua, tan bien anclada relato más que desde el exterior, por el arce del montaje,
que podría haberse tomado por una temporalidad "natu­ por la fábula que permanecerá siempre heterogénea. En
ral", si eso tuviera algún sentido. esencia, el cine, como el dibujante de Greenaway, pasará
siempre al lado del crimen.
La situación de un arte en un momento cualquiera sólo
6' Déorce, Jean-Lou.is, L'Époque de lízppnreil perspectif: Bnmeíleschi, Mnchi1111el
es inteligible si no se confunden tal arte y tal aparato, por
Descartes, París, LHarmanan, 200 1 .
6f, Ibfd.
67 Bazin, André, Qu 'est-ce que le cinéma !', París, Le Cerf, 1 95 8 ; trad. casr.:
¿ Qué es el cine!', Madrid, Rialp, 1 990. 68 Cf. in.fa el análisis del filme: "Percr Green:iway: el resrigo arrificioso" p. 1 49.

52 53
Jcan-Louis Déorre La époc1 de los aparatos

ejemplo la pintura y la perspectiva. Propongamos hacer que el aparato crítico aplica una tempo ral idad inventada en
como si la perspectiva, como todo aparato, se hubiera otra parte. Por ejemplo, ¿ pue de disociarse la crítica de arte
i mpuesto a la pintura, como a codo arce (dibujo, escultura, del aparato del museo? O tros aparatos im P usieron otras
.
etc.), como a toda escritura del espacio (escena dramática, temporalidades a la pintura, como en el caso en el siglo XIX
j ardín, arqui tectura, etc.), sin ninguna necesidad. Eso su­ del museo y la biblioteca, de la fotografía (Charles Baude­
pone que se reduce a cada <lrte a algunas invariantes. Más laire, Benjamin), hoy de los inmateriales . Después de haber
adelante nos referiremos a los constituyentes de la pintura distinguido los aparatos (limitados aquí a la modernidad
según Benjamín, constituyentes que son también puestos de "perspecrivista") como dispositivos de destino que hacen
relieve por Lyo tard69 (la línea gráfica, la mancha coloreada, época, se estudiarán algunas o bras inteligibles por el hecho
el nombre), análisis que es más esencial que el de Greenberg de esta tectónica de las placas.
(la bidimensionalidad del rnedium) . Por otra parte, podría ' de 1as artes contemporan eas, esas "artes de
La situacion '

prolongarse este análisis para cada musa, siguiendo el cami­ lo <líverso" que deshilachan sus fronteras según los análisis
no inaugurado por Less ing, quien opo nía principalmente de Adorno,72 no es intel igible sino porque en el mismo
escultura y poesía,7° es decir, cuerpo y nom bre. Pero la mo mento el mismo arte puede ser aparatizado de manera
temporalidad que se dis cinguiría allí cada vez, ¿ no es ella, muy diferente, y entonces arrastrado hacia temporalidades
esencial, la s iempre reinventada por los aparatos ? Aparte de divergentes y heterogéneas. La "misma" escultura, aparati­
los análisis de uso sobre las artes del espacio opuestas a las z.ada naturalmente por la perspectiva (escultura académica,
artes del tiempo, aparte de b.) comparaciones entre tal arte y por ejemplo funeraria, en el cementerio del Pere Lachaise)
tal o tro arte (la pintura y la música en Adorno),71 sería nece­ habría podido ser museificada y reco gida en el cuadro del
sario preguntarse por qué tal estética, de la pintura como la Jviuseo de los rnonumentos franceses de Alexandre Leno ir,
de Lyotard por ejemplo, hace emerger una temporalidad del ser fo tografiada por Catherine Hélie73 y arrastrada en un
apres-coup (o de la perlaboración, etc.)? Es evidente entonces devenir espectral, luego digital izada y transferida sobre la
tela, devenir archivo en un banco de datos, material para

09 Lyorard, Jean-Fran�ois, Que peindrc ?, op. cit.


una futura ficción, utilizada co mo fotograma en un filme
-o Lessmg, Gotthold Eph raim, Laokoo11 (176G), Bremen, Walrer Dom, 1 9 57; como La }etée de Chris Marker en calidad de testimonio
r ra d . ca.� r . : Laocoonte, Madrid, Edirora NacionJ!, 1 977. Cf. n uescro L'Hommc
de un tiempo anterior a b catás trofe, prueba tangible para
de verre. Esrhétiques be11jiu11i11ien nes, París, L'Harmarran, 1 9 9 8 .
-¡ Adorno. ·¡ heodor W . " Übcr einigc Rcl:uionen zwischen Musik und M�lcrei", el hombre, ahora arrojado J. la exploración del pasado, de
e n Gcsmn mdte Schriftm (20 vols . ) , 1 6 , Musikalische .Sch rifLcn 1 - I I ! , Rol

Tie<l e nu n n (e<l . ) , Frfo di.H·t del Meno, Suhrkamp, 200.:l; r ra <l . c.1s r . : Fscrito.r 72 ÍJ. , "Die Kunsr und <lie Kümre", op. cit.
m1tJic,i/es 1-11, Madrid, Ab l , 2006. 7� Leer más adelante.

54 55
Jean-Louis Déotte La época de los aparatas

que había entonces hombres y mujeres, es decir, afectos, nos de imposición total de una temporalidad sincrónica,
lo que hoy aísla el video, etc. continuista (las actualidades de CNN) a temporalidades
La i nvención de los aparatos p rocede por desaj uste diacrónicas, discontinuistas, las de las singularidades. Que
y diferenciación. ella tiene el sentido de una necesaria las temporalidades de singularidades cualesquiera devengan
emancipación. Lo que i mpl ica que las únicas verdaderas todas sincrónicas, he aquí, según Stiegler, la forma más
revoluciones no son políticás sino culturales. Pero es pre­ elaborada de la movilización de masas, mientras que el cine
ciso jerarquizar los factores de una revolución cultural, había sido percibido en la década del 30 como el aparato
distinguir medio, dispositivo y aparato. Lo que inaugura de emancipación por excelencia, debiendo la temporalidad
el Renacimiento no es la invención de la imprenta, sino la discominuista de un cine político prevalecer sobre la tem­
cúpula de Brunelleschi . Una ruptura en la economía del poralidad continuista del control por el test profesional.74
libro, no es nada, salvo para el mismo saber que será di­ Si el aparato que constituye el punto de apoyo de la
fundido universalmente a bajo costo, sin los errores de los modernidad -la perspectiva- emancipó los "temas" de la
copistas. La difusión será entonces la de los textos fij ados y metafísica del relato cristiano del pecado y de la redención,
controlados. La i nvención de un medio de comunicación el que ya era un relato de la emancipación (aprehender el
es una cosa, la de un aparato, otra distinta: es la definición acontecimiento por el amor) , entonces es necesario postu­
misma del saber que cambia, de su emisor como de su lar una situación alienante "originaria'', una temporalidad
receptor, como de su referente. desde siempre allí, en telón de fondo, redundante, "eterno
Una revolución cultural es el hed10 del surgimiento de retorno", "destino" o "tedio" bajo la pluma del Benjamín de
un aparato, surgimiento a la vez improbable y necesario. "París, capital del siglo XIX" Y Benjamin, en la correspon­
Improbable como lo es un acontecimiento, aunque la dencia con Rang,75 describe el aparato antiguo de la puesta
sucesión de los aparatos no sea la de los acontecim ientos en escena trágica como desembelesamiento, ruptura con la
socio-históricos, "humanos", "empíricos'', habría escrito el continuidad del destino, entendido como circularidad repe­
Benjamín de la carta a Florens Christian Rang. Necesario tida. Se delinea lo que él llamará una "historia espiritual",76
porque la apuesta es la de una emancipación siempre a
relanzar, emancipación consistente esencialmente en la 74 Benjamin, Walter, leer más adelante el análisis de "Das Kunstwerk im Zei­
invención de una temporalidad i nsólita que supone una talter seiner technischen Reproduzierbarkeit. ..
"

7'> Íd., Gesammelte Briefe, op. cit.


suerte de temporalidad origi naria que amenaza siempre
76 Íd., " Paris, capitale du XIXeme siecle" en Gesammelte Schriften, V, l , Das
rehacer las imaginaciones. En Temps et Cinéma, Stiegler Passagen-Werke, Fráncfort del Meno, Suhrkamp, 1 982; trad. cast.: "París, ca­
analiza bien la captura del cine por la televisión en térmi- pital del siglo XIX", en El París de Baudel.aire, Buenos Aires, Eterna Cadencia,
20 1 2.

56 57
Jean-Lo uis Déotte

que consistiría en una sucesión de desem belesamientos.


Ento nces se podrá decir de b obra de un arte aparatizado
que deberá introducir una discontinuidad para estar lo más
cerca de la especificidad temporal de ese aparato.
LA EMANCIPACIÓN SEGÚN WALTER BENJAMIN

"Tesis )(V sobre el conceoto de histo ria" :


i

"La conciencia de hacer saltar el continuum de la his­


toria es p ropia de las clases revolucionarias en el instante
de su acción . La gran revolución ha introducido un nuevo
calendario. El día en q ue un calendario com ienza oficia
como acelerado r histórico. Y, en el fondo, es ese mismo día
que vuelve siempre baj o la forma de días festivos, que son
los días del recuerdo. Los calendarios no miden el tiempo
como relojes. Son monumentos de una conciencia histórica
de la cual en Europa, desde hace cien años, parecen haberse
perdido los rastros. Aun durJ.nte la Revolución de j ulio se
registró un episodio en el cual se afirmó dicha conciencia.
Cuando cayó la noche de la primera j ornada de batalla
aconteció que en muchos lugares de París , independiente­
mente y de forma simultánea, se disparó contra los relojes
de las torres. Un testigo ocular, que debe acaso su adivina­
ción a la rima, escribió entonces: 'Quién lo creería. Se dijo
que, irritados con tra la hora / Nuevos Josués al pie de cada
torre, / Ti raban sobre los cuadran tes para detener el día"'.
Se trata ahora de introducir el tercer sen tido del térmi­
no época, el sentido astronómico. Podrá decirse que para
Benj;m1Ín la revolución es el respeto del calendario contra

58 59
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

el tiempo mecánico de los relojes. Porque es la irrupción eman cipaci ón no lo hace en sentido propi o, en la inmedia­
de una discontinuidad en el tiempo la que es su verdad, tez de la realización de un envió n, sino sobre una escena:78
contra el tiempo homogéneo y vacío i mpues ro por el transportado por otra cosa distinta a ella. La emancipación
aparato perspectivo. La perspectiva ha unificado el espa­ supon e una puesta en escena, actores, espectadores. Una
cio y el tiempo, algo evidente a partir de la física de René aparatizaci ón.
Descartes. El tiempo de los relojes es el tiempo cuantitativo ¿En qué consi ste la jornada de j ulio concl uida con una
de la ciencia, en el que un instante no se distingue de otro. muerte de los relojes? Procede de un exceso contra el tiem­
Al contrario de ese continuum, los calendarios ponen en po oficial , el tiemp o de los relojes, que se ha impuesto a la
relación la temporalidad y la nominación (la memoria) .77 temporalidad de los homb res, un tiemp o vacío en el cual la
El día feriado es así la interrupción del tiempo profano en noció n de progreso habrá sido una envolmra efímera. Esta
el sentido de que, por él, emerge otra temporalidad, que temporalidad es la del orden, instaurado sobre los humanos
Mircea Eliade llamaba sagrada. Esta temporalidad indi­ desde la lejana Caldea. Es el tiempo de los astrólogos, esos
el
sociable de los nombres (Miércoles de Ceniza, Marres de primeros científicos, el tiempo de la razón que impo ne
Carnaval, Pascua) es monadológica en el sentido en que un orden de los astros a la temporalidad de aquí abajo. La regu­
día festivo resume, miniaturiza, él solo todo el ciclo de un laridad de los cuerpos celestes ha venido a ordenar el caos de
tiempo distinto, político para Benjamin. Pero ¿qué se fes­ aquí abajo . Entonces, durante una jornada revolucionaria,
teja? La emancipación del tiempo. Una mónada de tiempo, Benja mín retiene la interrupción del tiemp o del lógos. Pue­
un día de memoria, absorbe todo un ciclo, lo representa. de incluso decirse que la revol ución es fundamentalmente
Está excesivamente repleta de acontecimientos si se quiere interrupción del tiemp o, huelga, pausa general, Año l. La
examinar el hecho de que una sola fiesta es un año ritual totalidad de los animales laboriosos79 se detie ne y se toma
resumido en un momento. Volveremos sobre esta noción el tiemp o de ver lo que va a adven ir. Mayo del 68. Por su
no
de represemación: no hay emancipación sin representación, exceso, la revol ución detiene el tiemp o de los astros. Ella
la
sin espectáculo. Eso implicará que lo que se emancipa en l consi ste tanto en la realización de un programa como en
le
detención del tiemp o. Y hace falta una energía considerab
� Para ser más precisos, sería menester decir que el tiempo del reloj mecáni­ para romper una increíble tradic ión de la conti nuidad que
co no es reducible al de la física y que el tiempo mecánico no es reducible al
tiempo de la mecánica ... Si el tiempo de la ciencia y el tiempo de los relojes
78 De skéné. peque ña carpa.
79 El animal íaboram: cf. Arcnd
comparten una naturaleza cuantitativa e indiferenciada, el tiempo continuo
del reloj mecánico no es un contimmm sino una sucesión de "acontecimien­ r, Hanna h, 1he Human Condieion, Chicago,
ón h1tm1mt1, Barce-
tos" en el sentido más banal del término, que un sistema mecánico cuenca Un iversit:y of Chicago Press, 1 9 5 8; rrad. casr. : La condici
y descuenta. El reloj ignora lo que pasa durante el período de la oscilación. lona, Paidós, 1 99 3 .

60 61
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

puede acumularse como falsa promesa de tiempo, tiempo Allí tam bién, los educadores son conminados a leer las
vendido a crédito, tiempo del capital. Porque los caldeos señales emitidas por el colectivo de niños, gestos que refre­
han impuesto esta cosa en el fondo extraordinaria: el aquí nan y dan fo rma a la imaginación desbocada de los chicos.
abajo debe reglarse por el tiempo de los astros, por el cosmos "La tarea del animador consiste en liberar las señales infan­
que es entonces la primera figura de una ley heterónoma, tiles de las peligrosas magias de la imaginación pura para
g
disociada de l a de los anti uos ("salvaj es" , "primitivos" , darles poder ejecutivo sobre los materiales . Sabemos -para
pueblos "originarios") . Ellos han transformado lo que era citar solamente la p intura- que en esta actividad infantil
del orden del ser físico más tangible, el cosmos, que basta también el gesto es esencial. Konrad Fiedler fue el primero
leer, incluso antes de saber escribir, como ley, es decir, como que mostró en sus Escritos sobre el arte, que el pintor no es
deber ser. Lo que debe advenir y hacer sociedad es el tiem­ u n individuo que tendría una visión más naturalista, más
po que puede leerse, el de la posición de los astros que es poética o más extática que otros, sino antes bien un hombre
necesario descifrar metódicamente. Lo que implica de paso que sabe mirar desde más cerca con la mano cuando el ojo
que la lectura p recede a la escritura y que el cosmos es la se paraliza, y que transfiere la inervación receptiva de los
p rimera superficie de reproducción (el ser como deber ser) . músculos de la vista a la inervación creadora de la mano.
Antes de plantearnos la cuestión de saber lo que la ley ha Puesta en relación exacta de la inervación creadora con la
b uscado sujetar es preciso volver sobre la puesta en escena receptiva, tal es el gesto infantil".
de la emancipación. Otro texto de Benjamín nos pone El tiempo fuerte de esta transformación de la recep­
sobre la pista. Fue escrito para su amiga Asja Lacis, quien tividad en creatividad es la representación "teatral": "La
da forma a su actividad revolucionaria de bolchevique al representación s ignifica la emancipación radical del j uego
organizar, por medio del teatro, colectivos de niños. Esos que el adulto está entonces limitado a mirar" . De una
niños, en el período inmediatamente posterior a la revo­ manera entonces totalmente paradój ica, para pensar la
lución bolchevique, erraban en bandas por las ciudades emancipación de esta j uventud revolucionaria -la mayor
devastadas, un poco como j aurías de perros vagabundos. urgencia contempu ránea-80 Benjamin va a b uscar sus re­
Entonces Benjamín propone en un texto de 1 924, Progra­ ferencias del lado de lo más arcaico: el carnaval, que está
ma para un teatro de niños proletarios, una concepción re­ en el corazón del paganismo: "La representación es la gran
volucionaria, fourierista de la pedagogía, que quería oponer pausa creativa en la obra educativa. Es en el reino de los
a la pedagogía burguesa caracterizada por las "prácticas sin niños el equivalente del carnaval en los cultos antiguos .
prevención" "comprehensivas", "intuitivas'', con educadoras
que 'amaban' a los niños". 8° Cf el filme de Abdellatif Kechiche: LEsquive [La escurridiza, o cómo esquivar
el amor] (2003).

62 63
Je:m-Louis Déotte La época de los apararas

Ofrece la imagen del mundo invertido: lo mismo que en Florens Christian Rang, autor de un texto publicado en
Roma, durante las Saturnales, el amo servía al esclavo, los 1 927, rres años después de su muerte: Psicología histórica del
niños, durante el riempo de una representación, ocupan la carnaval. Este trabajo, de una potencia increíble, fue entre­
escena para la instrucción y para la educación de educadores gado al público francés gracias a la erudición de folkloristas
atentos. Nuevas energías, nuevas inervaciones se manifies­ como Daniel Fabre, y encuentra su lugar a continuación de
tan, sobre las cuales el animador a menudo nada había Nietzsche en la serie de grandes escritos sobre el carnaval:
adivinado a lo largo de su trabajo. Aprende a conocerlos Johan \Volfgang Goethe, James George Frazer, luego Mijail
en la emancipación tumultuosa de la imaginación infantil. Bajtín, Vladimir Propp, Gregory Bateson, Le Roy Ladurie,
Los niños que se entregan así al teatro se liberan en esa clase Henri Jeanmarie, Marcel Detienne, etc.
de representaciones. Su infancia se cumple en el j uego" s i Dos tesis de Rang deben ser consideradas aquí.
Se ve allí que, para Benjamin, el modelo revolucionario En su panorama sobre la degradación del carnaval, de
no es, como se escribe habitualmente, un mesianismo sin la burla y de la risa, desde Caldea hasta el cristianismo de
mesías, es decir, una intenupción del tiempo por el hecho de la Edad Media, Rang pone ya el acento sobre la necesidad
la ímervendón absolutamente improbable de un movimien­ que hubo de imponer un orden legal al caos "primitivo",
to mesiánico, sino una ruptura que permite la inversión de el que i nvadió las sociedades prehistóricas q e no podían
las relaciones sociales, como en el carnaval o las Saturnales hacer la división entre el mundo de los vivos y el de los
romanas. Se impone entonces la figura de un Benjamín rein­ muertos. La imposición del orden astral fue un progreso
ventor del paganismo (Mesopotamia, Grecia, Roma) , como espiritual para los hombres pri mitivos constantemente
en Georges Baraille y Lyotard, contra la remitologización a la obsesionados por la angustíame presencia/ausencia de los
cual procedían en la misma época los ideólogos nazis.82 Iría espectros. Pero esta lógica tenía dos referencias esenciales:
en el mismo sentido su lectura de Bachofen, tratándose en la temporalidad del Sol y de la Luna. Este calendario pre­
particular del reparto sexual y de la cuestión de la madre. 83 sentaba un defecto mayor: debía tener en cuenta un hiato,
Más adelante nos detendremos en la noción de inervación, puesto que los relojes celestes no coincidían . Quedaba un
que es la clave de las relaciones artes (técnicas)/cuerpos. lapso de tiempo indecidible, arrojado al caos primitivo del
Este Benjamin dionisíaco tuvo un maestro totalmen­ regreso angustiame de los espectros. El carnaval -"suspen­
te ignorado por la tradición de estudios benjaminianos: sión legal de las leyes"- fue entonces la tentativa ritual de
volver a lanzar el tiempo, ante la ausencia de todo criterio
Ri Benjamín, Walrer, "Paris, capirale du XIX• siecle" op. cir. cronológico, :ipoyándose sobre las fuerzas más oscuras que
82
Déorre, Jcan-Louis, L'Homme de 11erre, op. cit. los calendarios debían ordenar. El carnaval· es entonces
"3 Benjamín, Waher, Écritsftan;ais, París, Gallimard, 1 989.

64 65
La época de los aparatos
Jean-Louis Déotte

una procesión, un desfile, un movimiento , un pasaj e que, lo sopo rtable (la antropofagia) y hacer deseable el retorno

apoderándose del vacío imercalaJo e i nter-calendario, de u n orden fun dado sobre las constelaciones estelares .

debe asegurar una sutura. Pero el ritual, a riesgo del caos, Pero el genio de Rang consiste en historiar el carnaval, en

no puede ser amable, el res urgimiento del orden va lo más hacerlo no solamente el momento crítico s ino necesario de

cerca posible de lo que se trata de dominar: la inversión todo orde!1, pero tamb ién el punto cardinal de la historia

ritualizada de los roles sociales, la confusión de los sexos. del espíritu mismo. En efecto, el combate liberador de los

El exceso (la sangre, el vino) será el precio a pagar por griegos co ntra los desee 1 dientes de los caldeos, los persas,

dejar abrir esta energía. El car-navaf,84 la nave de los locos, durante la batalla de Salamina,85 va a ser interpretado como

es pues en esencia una apertura que saca provecho de una la irrupción definitiva en la historia del derecho universal al

suspensión del tiempo. El proceso de resurgimiento debe páthos contra el orden implacable de los asiáticos. En suma,
estar entre las manos de un sup uesto rey, ante el cual todos el Occidente será esa brecha intercalada definitivamente

los poderes de la Tierra, momen táneamente, se incl i nan . :isumida como derecho universal del alma. Lo que no te­

Ese rey irrisorio lo es en los dos semidos: es a la vez la feroz nía lugar durante los períodos inrercalendarios -el páthos

ironía lanzada contra el orde 1 habitual, y es ese del cual dionisíaco- se va a convertir en un derecho: ese derecho,

fi nalmente es necesario reírse. El rey del carnaval, capitán extraordinario, de la l ibre "subjetividad" ¡como derecho a

de una nave delirante, esd. condenado por el orden que la subversión!

habrá co ntribuido a restaurar. Amo de la emancipación en Es a través de la descripción de la batalla de Salamina

relación a la magia de una humanidad en su infancia y a que Rang da mdo su sentido a la cuestión de la represen­

las instituciones suspendidas, debe pagar su triunfo con su tación.

des trucción: dilapidació n de Dionisia por s us admiradores. En efecto, el páthos l i b re deb i ó pedir prestado el pasaje

Aquí Rang sugiere, más de lo que aJirma la filiación, que el del desfile de la ins titución carnavalesca. Es que los actores
cristianismo no logró recuperar el carnaval pagano debido a griegos del combate, conducidos po:· Arístides y Temís­

que Cristo no fue nada distinto a un último rey de carnaval tocles, no tenían la legitimi dad de as umir la conducta

que los romanos tomaron en broma durante la Pasión. victoriosa de la batalla: porque carecían de mandato, no

Descripto así, el carnaval deviene una figura superior p udieron a..::: t: uar más que s irviéndose de una máscara, la

de la policía, el momento de desorden al que todo orden de Dionisia, príncipe del interregno. No podían mostrar­
social recurre p uesrn que el exceso debe tocar el límite de se sobre la escena universa! (Schiller) s i n máscara: debían

8' Según u n a erimología bastante fa n rasiosa. 8' Esquilo, Los Persas.

GG 67
Jean-Lo u is Déotte La época de los aparatos

hacer como si ellos estuvieran habitados por un dios.86 escena política-filosófica, prehistoria del género de discurso
Entonces, la poesía se hizo acción. Sobre la nave central deliberativo. Este poder se encarna, más allá del semidiós
se instala el hipócrita. El actor-adivino-dictador87 que inconstante que era Dionisio, en la figura conquistadora de
impone el verbo a la anarquía de los gritos de guerra. El un "dios-hombre" -Alejandro-- que conduciría a los griegos
verbo da forma a la energía carnavalesca de los griegos. a las tierras de los asiáticos. Ese triunfo final anunciaba una
Atenas crea así un nuevo t·ipo de autoridad: era el verbo lenta domesticación de la risa emancipadora por los roma­
que actuaba. ''.Atenas, el puerto en el cual el espantajo, el nos, luego por el cristianismo, hasta el testimonio nietzs­
fantoche devenido orador y portavoz, había encontrado cheano de que la revolución, hoy, debe ser el hecho de una
el lugar donde arrojar definitivamente el anda de su nave subversión operada por cada uno contra eso a lo que más
errante; Atenas adquiere su supremacía, cultural y política, deliciosamente aspira, el estado de buena salud que es la
en cuanto ciudad de un nuevo tipo donde el verbo era suya: "Una crisis latente recorre n uestro siglo anémico [ . . ] .

auroridad. Autoridad no legal o dictatorial sino ejercida Nuestra condición entera parece querer abrirse, aspirar a
sobre los aliados, griegos libres e iguales que sucumbían a nacer [ .. ] Un espectro, se diría, nos ha recubierto. Nuestra
.

la fascinación de la embriagadora retórica. Ella la adquiere respiración se hace jadeante, fastidiosa, brusca, angustianre.
así en todos los dominios de la vida donde la elocuencia Nos asfixiamos bajo la presión. ¿Qué presión? ¡La presión
era capaz de quitar la conducción de los asuntos a los de todo lo que hemos acumulado sobre nosotros! ¡De
sacerdotes y a las fratrías para transferirla a los fi l ósofos y n uestras propias formas, de nuestros propios contenidos!
a los demagogos. Y no toma conciencia de su hegemonía La revolución golpea a la puerta. No la de los oprimidos
más que en el instante en que se arroga durante la ebriedad contra sus opresores, no, ¡la que nos enfrenta a nosotros
del verbo la victoria obtenida en acto" 88 mismos contra nosotros mismos! Y sin embargo, ei miedo
Para resumir la historia ranguiniana del carnaval y de nos hiela: la vieja salud se defiende; no queremos sufrir, no
la risa emancipadora: la libertad de reír, inventada bajo queremos ser expulsados de nosotros mismos. Sin embargo,
una forma fuertemente ritualizada en Caldea tres mil tal corno somos no podemos soportarnos más" 89 Es fácil
años antes de nuestra era, devino verbo liberador entre los de reconocer aquí la fuente del llamado benjaminiano a los
griegos, es decir, acción liberadora en la guerra, luego en la "nuevos bárbaros" -y eso en el corazón de los años treinta­
porque "hemos tragado demasiada cultura" 90
86 Ran g, Floreru Christian, Historische Psychohgie des Knrnevals, Berlín, Brinckrnann
& Bose, 1 983.
89 Ibíd., p. 20.
87 "El que diera"
88
'�1 Benjamín, Walrcr, "Erfahrung und Armut" en Gesamme!te Schriften, II, Rolf
Rang, Florens Christian, Historische Psychologie des Karneval.r, op. cit.
Tiedemann y Herrnann SchweppenhatLc;er (ed.), Fráncfort del Meno, Suhrkamp, 1977.

68
69
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

su técnica, de horadar el tiempo homogéneo y vacío del


La embriaauez
o
subvers iva nada tiene de bruta e inme-
diata, ella sólo p uede abrir po rque avanza enmascarada, destino. Lo que suspende la temporalidad de los espectros,
como Descartes se presen taba enmascarado sobre la escena la de la fantasmago ría colectiva, lo que s ubvierte la tempo­
del mundo haciendo su auto rretrato más verídico . Hay
ralidad de la legalidad segura de sí misma, lo que
deja ad­
venir una nueva temporalidad nunca presentada antes , son
una función máscara esencial en toda apertura verídica,
un cuerpo singular que flrma abajo del texto m ás uni­
esos aparatos que liberan el tiempo. Pero si fue necesario,
versal. Rang lo recuerda: to da autoridad es máscara. "En siguiendo a Rang, inventar a Cronos para llegar al final del
la Caldea astrológica, la máscara es el háb ito estrellado, retorno incesante de los muertos, para hacer el reparto an­
cubre un lugar (templo, santuario) o a un hombre (sobe­ tropológicamente fundador, más esencial que la prohibición
rano , o ráculo, p rofeta, sacerdote) con los emblemas d e la
del incesto, entre muertos y vivos, ¿ qué aparato nos liberará
constelación cuyo lugar celeste, la posición celeste, l a au­
de los desaparecidos en la era de la desaparición en masa?
toridad celeste o el oráculo celeste dispensa precisamente
aquí la gracia, marca aquí el otro polo, el polo terrestre,
por su línea de influencia. El rey no puede hacer j us ticia
más que cub ierto co n el hábirn estrellado de su dios. [ . . . ]
El sacerdote que transmite un o rácul o deviene entonces
persona y personaj e ; persona: él per-sona; hab la a través
de la máscara del dios (el p rofesor es una "persona", pero
también Dios lo es : ¡j ustamente el que profesa en el p ro­
fesor!) . Cuando se trara de honrar a un dios en u n l ugar
dado, el sirio debe ser recubierto del hábito del que se
honra: un ídolo es vestido divino p uesto sobre una estaca.
[ ] To da autoridad es máscara
. . . . . . "91
Se comprende finalmente el interés constante de Benjamín
por el teatro , desde el drama barroco hasta Bertolt B recht,
por la fotografía, el psicoanál isis , el pasaj e urbano y el cine.
Tamos géneros culturales, aparatos capaces, cada uno según

91 Rang, Florens Christian, Historische P,ychofogie des Karneoa!s, op. cit.

70
71
GusTAVE FLAUBERT HACER DEL MATERIAL
UN SOPORTE

Hacer época es detener el tiempo, aunque sólo fuera el


tiempo del nombrar para j uzgarlo, lo que supone que uno
se haya separado, que uno haya suspendido una especie de
creencia espontánea y necesaria, del orden del rumor, en
su época. No hay acción política posible sin la denomina­
ción de la época (del tiempo presente) . Según sea que se
designe a ese tiempo como edad del imperialismo o edad
de la desaparición (edad de los campos) , no se calificarán
los acontecimientos de la misma manera. En el primer
caso, la intervención de la OTAN en Kosovo será la ené­
sima manifestación del Imperio (Alain Badiou) , mientras
que en el segundo será una acción necesaria para los que
no han olvidado los genocidios armenios, judíos, gitanos.
¿ Qué nombre dar a nuestra época si la noción de posmo­
dernidad nos parece reiterar demasiado, enmascarándola,
la estructura del acontecimiento?
Intentemos mejor analizar la suspensión del juicio que
hace posible la denominación de la época. ¿Cuál es la razón?
No es, como en la filosofía clásica, el estatuto del conoci­
miento sensible. No es la ilusión de los sentidos. El proble­
ma no es tanto evaluar el saber sensible, que se lo invalide

73
Jcan-Louis Déotte La época de los aparatos

en una tradición platónico-cartesiana o que se le acuerde por ejemplo, respeta o no la visión natural (pregunta de la

una cierta validez en la tradició n aristotélica-leibniziana, perspectiva artificial que necesita un pumo de vista ciclópeo,

la que i ntegraría Baumgarten, quien i nventa el término monocular, un ojo que no puede más que focalizar el centro

estética. Siendo la estética ya para él este conocimiento por del objeco, en plena luz) , o la amplifica, la legitima, etc. Por

medio de las sensaciones, e.mo nees la ciencia de la sensación e' contrario, se insistid. sobre lo arb itrario de los aparatos que

que hará soñar a Paul Valéry, y no todavía cienci:l del arte, opera en todo método, y que reconoce de hecho Descartes

lo que devendrá de hecho co n Less ing y su Laocoonte. tratándose de su método. Arbitrario en relación a los datos

Si debe haber puesta entre paréntesis, epokhé, suspen­ sensibles, lo mismo que al saber legítimo de un momento de

sión, desgarramiento, no será canto en relación al m undo la historia, pero sobre todo en relación a la temporalidad de

sensible exterior, lo que la fenomenología llama el campo, un cuerpo injertado en el mundo (Maurice Merleau-Ponty) .
como en relación a una forma doble de la creencia i nme­ El si tio de los aparatos no será tanto el campo percepti­
diata, espontánea: la que está en la fantasmagoría colecti­ vo , el de la cop resencia del cuerpo y del m undo, el cuerpo
va, en el rumor del lenguaj e . La vocación de los aparatos encendido como carne en Merleau-Ponty, como una suerte
consistirá en suspender y preservar la tensión nacida del de condensación sin edad, geológica, de i mágenes, lugares
desgarramiento, incluso en instituirlo. comunes , clichés, ideologías, relatos, leye ndas , saberes
Recíprocamente, s u deb ilidad , su movimiento casi na­ posi civos, habilidades, en los cuales uno está cap turado
cural, emrópico, es pues fácilmente concebible: una suerte desde s iempre. En símesis: el material del Diccionario de
de devenir i deológico, un olvido de h tensión constitutiva, luzares comunes de Flaubert, abarcador de todas las cien­
una sobrecrecncia, que puede volverse una alienación. Un ci as y todas las prácticas en el demasi ado anti hegeliano e

ej emplo: las drogas tuvieron un uso de conocimiento en hipercscéptico Bouvardy Pécuchet. Ei método Haubertiano
el siglo XIX y al com ienzo del XX (daban lugar ento nces procede en dos tiemp os : la destrucción de los saberes de

a p rotocolos de experien ci:1 como para todos los aparatos, una disciplina, porque ellos son contradicto rios ; y, por

en panicular en Benj amín) , pero no sirven hoy más que cons igu ie nte, la i nvali dación, disci plina tras disciplina,

para el goce de los sujetos y para la füsión de los cuerpos . de todos los registros del sentido, has ta que sólo subs ista

Mantienen, en o tro n ivel, la famasmagoría colectiva (cul­ como único p unto in dubitable la necesidad del soporte

tu ra psicodélica de los años 1 9 60- 1 979 , cultura junky de (aquí el papel) , q u e deberá entonces ser exhibido por sí

los años 1 9 80, rave party ele los años 1 990) . mismo como legítima y ú n i ca verdad.

A parcir de allí, uno no se pregllntará, como en Panofsky o En el segundo volumen de esa novela "mecafísic1", man­
Nclson Goodma.n, en qué un aparato, el aparato perspectivo, tenid:, en esc:ido J..: proyecto, los "dos c ru stáceo s hubieran
"

74 75
Jean-Louis Déotte La época de los apararos

debido recuperar todos los sopon::es posibles del texto, como sino sob re todo de lo j usto y lo injusto, cuerpo sometido
si ellos se destinasen a hacer un nuevo culto al soporte en al lógos (Aristóteles) , y por ende p roducido por la ley. Lo
la exoosición

de éste último. No son talmudistas alimen- m ismo ocurre con rodos los materiales, que entran en la
cando el culto del significante de la letra, sino los p rimeros genealogía del cuerpo por la ley, como la piedra grabada
filósofos y prácticos del apJlrato en su literalidad,92 que o tallada, la tierra, el papiro, el pergamino, el papel, la
exponen lo esencial del mismo porque uno de los elemen­ película forosensible, los muros de exposición, la pantalla
tos esenciales de todo aparato es la naturaleza del soporte, digital, etc. La literalidad de un soporte es un material
soporte de inscripción de signos o huellas que co nsignan sensibilizado por la ley con la llegada del acontecimiento.
el acontecimiento y hacen posible la ficción. Y son teóricos ' Es al material "estetizado", al soporte que se plantea ya la
porque se dan como tarea exponer concretamente la lite­ p regunta del quod?, del ¿qué ocurre?, del encadenamiento
ralidad del aparato. Se someten así al valor de exposición lyotardiano. La ley es lo que abre el material a otra cosa
caro a Benjamin.93 distinta a él: el acon tecimiento. Es la ley (del lenguaje)
Bouvard y Pécuchet inventan, exponiéndolo, luego de que poetiza el material. La arcilla aluvional que recibe la
la neutralización del sentido de todas las significaciones impresión de una concha no es más que un material para
de diversos rexros, el soporte-papel no como material lo que llegará a ser un fósil: la arcilla pétrea que recibe
bruto (no son mediólogos) sino como material destinado las huellas de un rostro de difumo es un soporte, incluso
a volverse soporte, recibir huellas, registrar. Esta transfo r­ quizás, según el testimonio de Plinio, el p ro totipo de
mación del material, que no es técnica, lo inventa como todo retrato p i ntado.95 Entre los dos entre el lodo del río
soporte de la ley, como el cuerpo lo había sido por los y la arcilla del artesano , está la invención de los rituales
rituales de iniciación en las sociedades con tra el Estado.94 funerarios, los que no tienen sentido más que en función
Ames de su encuentro con la ley, el cuerpo era inocente, del reparto amropológicamenre esenci�1l operado por la
el cuerpo de la phóné, del placer/displacer. Desde enton­ ley entre los muerros y los vivos. Es evidente que no es
ces, está abierto a la división, no sólo de lo útil y lo i nútil la textura físico-química del material la que puede deter­
minar el modo de su legitimidad según las tres normas
92 Am ey, Claude, Mémoire nrchnique de l'art contemporain, París, I:Harmarr:m, distinguidas por Lyotard (lo narrativo, la revelación, lo
2003. deliberativo) Allí está el límite de rodo discurso medioló­
''3 Benjamin, Walrer, "Das Kunstwerk im Zeira1rer seiner rechnischen Reprodu­
gico. Estas últimas se mantienen como absolurameme no
zierbarkeir" [Zweire Fassung) , op. cit.
94 Cl:isrres, Pierre, La Société comre l'État : recherches d'nnrropologie politique,

París. Minuir, 1 974 ; rrad. cast . : La sociednd contra el Estado, Barcelona, Monte 95
Plinio el Viejo, Histoire naturelle. Dvre XXXV la peinture, Paris, les Belles
Ávila, 1 978. Lemes, 1 997; erad. case.: Historia Natura� Madrid, C:iredra, 2002.

76 77
Jean-Louis Déotte L1 época de los aparatos

derivables . Los modos de legitimidad seleccionan tanto los recorrido en Marx cuando analiza todo contenido ideo­
materiales como los géneros de discursos adecuados. La ley lógico en términos de imágenes invertidas <le la realidad,
no derivará ni de la textura granítica de las Tablas ni de un como las que son o b tenidas p o r una carnera obscura.96
saber revelado sobre el b ien, ni de un acuerdo consensuado Se insistirá p ues sobre b dimensión histórica de estas fá­
entre iguales. Pero habría una extensa investigación por ser bricas de imágenes y de enunciados, al volver a o tra dimen­
escrita sobre la preselección del material por ta norma. No sión: si, en su relación de verdad con otra época, es decir,
cualquier material será l iteralmente sensible. Algunos, por con su pasado esencial, una época hace actuar el aparato
razones físico-químicas, no p ueden convertirse en sopor­ que determina su propia textura, entonces , tratándose al
tes: una pragmática debería ser desarrollada. El cuerpo no contrario de la época posterior, su futuro , la fantasmagoría
p uede someterse a lo deliberativo, apenas a la revelación prnyectiva lo arrastra.
(circuncisión) , esencialmente a la narración (escarificació n
y tatuaj es tradicionales) .
Esto implica que la fi losofía de los aparatos , verdadera
filosofía de la cultura, deberá volver hacia el origen histó­
rico de lo que se cree sin edad. Primero, hacia la ineludible
pasividad ligada a lo que siempre hemos s ido en posición
de deslinatarios, siendo niños y afectados ames de poder
hablar, s i empre ya hablados , n o mb rados, soñados, por los
adultos . Luego, sobre todo, sobre el o rigen histórico de los
diferentes e s tra t o s de ese s uelo común. Así, la noción de
lugar, de lugar común, p uede enco ntrar s u origen tanto
en la física de Aristóteles como en la elaboración, al final
de la An tigüedad, de dispositivos mnemo técnicos que
funcionan según el principio del almacenamiento espacial
de informaciones en loci p redeterminados . Estos dispositi­
vos han sido descriptos por- Frances Yates , y Daniel Arasse
p udo mostrar su uso permanente en la p intura del Rena­
cimiento . Es lo que Pierre No ra retoma implícitamente 96 Véase Kofm :i n , Sarah, Camem obscum: de f'idéo!ogie, París, Galilée, 1973;
a manera de l ugares de memoria. Se encuentra el mismo rr;;cl. casr.: Cdmam oscura de La ideofogz'a, Madrid, Tal l er de Ediciones Jose­
fina Berancor, 1 97 5 .

78 79
}EAN-FRAN<(OIS LYOTARD:
LA TERMODINÁMICA DE LOS APARATOS

Lyotard elaboró la c:eoría de lo figura!, luego la del dife­


rencio y de la frase, partiendo de una descripción del sistema,
ya sea que esc:e último se entienda a la manera saussuriana
y estructuralista como sistema de signos, o, a partir de
Ludwig Wittgenstein , como juego de lenguaje o juego de
(game), que más tarde se convirtieron en los géneros
reglas97
de discurso de Le Différend. Fueron ento nces el sistema, las
oposiciones regladas (el significado como valor) los que le
permitieron pensar el sentido y no a la inversa, de acuerdo
a la distinción de Gottlob Frege.98 De allí la necesidad, en
Discurso, figura, de identificar por medio del análisis de
los bloques de escritura cultural que se oponen los unos a
los otros para hacer pensable el intersticio, lo figura! como
matriz, incluso si, en el plano ontológico, uno debe pensar
que es en el intersticio donde se encuentra la energía captada
por el bloque de escritura, el plasma imagina! domesticado
por oposiciones estructurales y del lenguaje. Lo que nos

97 Lyorard, Jean-Frans;ois, La Condirion postmodeme, Pari , Minuit, 1 979;


trad. casr.: La condición posmoderna, Madrid, Editorial Cátedra, 1 987
9� Frege, Gotdob, "On Sense and Reference" en Philosophknl Writings,
Oxford, Blackwell, 1 960 .

81
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

interesará es que Lyotard permitió sistematizar el conj unto tema: la prueba está en ese texto apocalíptico que es "Una
de aparatos que hace época al inventar la noción de super­ ;
fábula p smodcma" . 1 0 1 Ocurre lo mismo con la cuestión
ficie de inscripción de signos, poniendo el acento sobre la de la escritura: si ella no es más que una codificación de
relación esencial que un signo (pictórico, por ej emplo) es­ huellas cualesquiera, todos los impulsos, pulsiones ( Trieb) ,
tablece con su soporte, único medio de distinguir las épocas todas las formas concebibles del deseo no podrán más que
de la cultura y, entonces, l as acepciones diferentes de la cosa. alimentar de forma provisional y complejizar un proceso de
Y por ende del saber, del arre, de la ética, etc. Pero aislando oposiciones regladas terminado. La salvación regular del sis­
radicalmente la energía necesaria para la invención irruptora tema, cuyo nombre es neguentropía, supone una inspección
del bloque de escritura, de la superficie de inscripción por constante del acontecimiento, lo que va a permitir renovar la
lo figural que llegará a ser lo " intratable" de los textos sobre diferencia entre el " interior" y el "exterior" : esa es, en la fá-
,,
lo sublime, se priva de comprender cómo ese bloque tenía
bula, la última función del cuerpo y de su deseo, " lrnmano ,
um. verdadera genericidad99 artística que no se agotaba en fábula que, sin embargo, anuncia su próxima y necesaria
una sola demostración revolucionaria, en un solo pintor del extinción. El sistema, sobre todo tecno-científico como en
intersticio, sino que podía dar lugar a una potencia de crea­ Adorno y Max Horkheimer, siempre habrá sido entendido
ción casi ilimitada, cuyos efectos siempre se harían sentir. como realización de la pulsión de muerte, el cuerpo como
El modelo psicoanalírico, ampliado a las dimensiones de la pulsión de vida, disrupción . Según la fábula, al final de la
historia y de la filosofía de la cultura, daba fi11almente, pese historia de los bloques de escritura, la muerte gana puesto
a la in tención inicial, mucho más importancia al orden y que el sistema cubre la última fuente de diferenciación: el
a la represión de la codificació n que a la energía libre del deseo, e l cuerpo. En ese sentido, Lyotard siempre habrá
inconsciente. No se puede salir de esta fatalidad mante­ sido fiel, paradoj almentc, a la concepción " libidinal" de los
nida necesariamente por un pensamiento del "sistema" 1 00 primeros textos, a pesar de Kant (lo sublime) y la Shoah (el
más que apartándose de su ley, que finalmente es la ley de daño absoluto). Es que, para él, Eros y Tánatos siempre están
la termodinámica, la ley de la entropía, sólo reduciendo la intrincados. S i , como lo pensamos, la línea divisoria de los
genericidad de un aparato a la de un programa que, tarde o pensadores contemporáneos pasa entre Benjamín y Adorno,
temprano, habrá agotado todas las posibilidades de j uego. este último es quien se impuso por razones vinculadas tanto
Siempre hay algo de mortífero en un pensamiento del sis- a la sombría fuerza de atracción de Martín Heidegger sobre
el pensamiento contemporáneo como a una potencia insti-
9'' 13ad i o u , Alain , Petit manue! d'i11esthétiq11e, París, Le Seu i l , 1 9 9 8 ; rraJ.
cas r . : Peque1ío 1nanual de inestética, B u e n o s ¡\jres, Promcteo, 200 8 .
1 00 LyorarJ, Jan-Franc;:ois, Misl:re de f,¡ phi!osophie, op. cit.
"'1 lbíd.

82
83
Jean-Louis Déoue La época de lo� apararns

rucional (la máquina "Escuela de Frankfurt"). Sin embargo, introduce allí la disrupción, la p l asticidad: " Lo figural es
otro Lyotard, más benjaminiano, aparece con regularidad, la diferencia diferente de la oposición" Esta teoría habría
pero también de forma más secreta, como si, de modo in­ podido convertirse en la pieza central de una filosofía de
evitable, la referencia explícita a Ado rno no pudiera más que la cultura, de las "épocas de la s uperficie de inscripción" ,
dejar que se abra lo que Adorno habrá siempre rechazado a continuación del neokantiano Ernst Cass irer y sobre
aceptar, excepto en algunos textos de los años sesenta: que todo de su discípulo Panofsky, que hizo de la perspectiva
era una especie de discípulo de Benjamin.1º2 del Quattrocento, en Florencia, un verdadero objeto para
Pero volvamos a la cuestión fu n damental del soporte, la teoría del arte, pero también para la filosofía. La teoría
del lugar de inscripción: " Hay razón para considerar erró­ de " la namraleza del lugar de i nscripció n" no estaba en
neo y vano cualquier método iconográfico, iconológico, Lyotard al servicio de esa filosofía de la cultura, pero hoy
semiológico, sociológico, psicoanalítico, que no comience podría constiruírsela. Lo esencial para Lyotard era lo figu­
por establecer precisamente la posición del elemento p l ás­ ra!, es decir, el deseo en cuanto deshace los modos propios
tico (trazo, valor, color) con relación a la pantalla. En esta de cada época de escritura de los signos. Recordemos ese
posición, y en ella sola, reside la especificidad del sentido. texto , fragmentario, de los días posteriores a Mayo del
Resulta aberrante abordar con las mismas categorías los 68, texto represen tativo del p eríodo que cul m i na con
mosaicos de Ravena y los cuadros de René Magritte. Lo Économie libidinale Désirévolution. Texto presentado así:
que siempre es decisivo y primordial es la naturaleza del
lugar de la inscripción. Esta naturaleza siempre mantiene "Texto O
una relación con la posición de la sociedad con respecto a Textos escritos en las brasas de j ulio de 1 968 I ban
sí misma y al mundo" 1 03 La teoría de lo figural, a entender co n collages de la misma sangre según un montaje di­
como esta diferencia que puede atravesar lo visible o lo ferente Un vo lumen de una vei ntena de láminas donde
textual por cuanto ellos esd.n constituidos de oposición, los textos tam bién se encabestran Proyecto demasiado
costoso a causa del color Collages hoy destruidos Propo­
nemos otro montaje sin color cenizas donde se reservaba la
rni Léase el número de la revisra Lignes dedicado a las relaciones enrre ambos
revol ución-fénix Todavía demas iado caro Quedan esos
pensadores, en parcicular el análisis de E. Traverso. Lignes, nueva serie, nº
Il; rccomado en La Pensée dispmée. Fig1tres de l'exíL judéo-allemand, París, vestigi os y u n sop lo" 1 0·1
Lignes/ Édirions Léo Scheer. 2004.
1"3 Esta nora a pie de p:lgina �e encuenrr:i al final del c1pírulo cenrr:i.l de Di.r­
curso, figrm1, op. cit. , riculado "Vedura sobre un fragmento de la 'historia' del
Lvorard, Je:i.n-Fra ni;:ois, Dérive /J partir de Marx er Fre11d, París,
UGE,
deseo" A la vanidad de hs disciplin:is citadas más arriba, Lyorard habría podi­ •0•

I 973; rr::td. case. : A p1irtir cú y


do agregar la mcdiología. Marx Freud, Madrid, fundam entos, 1 975.

84
Jean-Louis Déotte
L a época d e l o s aparatos

m uy rápido funcion:irios, de hecho, académicos. Obra tras


Por el contrario, las superficies de inscripción son histó­
obra, ellos tendrán que rodear lo figural, es decir, la cosa, ·
ricas y determinan, para cada época, semejante articulación
s egún el orden del encargo de esta época de escritura: la
anificante y del sic-nificado
de lo visible y del texto, del si 0 ' de
retórica de la verosimilitud, indisociable del espacio de la
o

la figura y de la letra, de la ley y de la sociedad; ellos abren


representación, a lo que en general se reduce la revolución
tal h istorici dad para semej_ame "forma de historia" _ w5 Su
análisis s upone la utilización de todas las disciplinas de las
de la perspectiva. 107
Si para Lyotard, como para Benjamin, no hay historia
ciencias humanas ci tadas mis arri ba. Ahora bien, el obj e ti­
vo de Lyo tard no era circunscribir esas p lacas de escritura,
del arte, es porque las obras, ya no las de la filosofía, no
están en la historia sociopolítica. Los p intores, desde el
como continentes que se alejan a la deriva, sino más b ien
comienzo (Lascaux) responden, cada uno a su manera, a
el entre-dos, la falla geológica desde donde sube la lava, el
la exigencia de la cosa. La sucesión de o b ras es débilmente
instante p recisamente abierto para ser cerrado, por donde
pasa lo figural, y que p uede tener como nombre Masaccio
oriemada sólo desde la institución del m useo a fines del
siglo XVIII, que dilucida el arte al suspender toda finalidad,
(E! tributo de la capilla Brancacci) para el Renacimiento
o Cézanne para nuestra época . Esos surgimientos de lo
luego toda narración, haciendo audible lo inaudible de
toda obra, su estridencia en el sentido de Ar:d:-é Malraux,
figural abren cada vez otra época de escritura como sistema,
sistema de espaciamiemos reglados, pero que ellos mismos
e incluso haciendo retumbar las obras ur'-'s contra otras
co mo si elias fueran contemporáneas, en el interior del
no están en la histona. Masaccio, pues él abre de manera
definitiva el fondo de roda p i ntura medievd, lib era el
musco imaginario. Lyotard, contrariamente a la opinión
corriente, ha sido un gr:::. n comentador de la operación del
mundo a lo visi ble e inaugur;i la posibilidad de la geometría
analf cica luego p royectiva, pero no es reducible al apa rato
m useo p o r xcelencia: la suspensión. 108

perspectivo y a su escritura geo métrica. Sus suceso res serán


Si hay discontinuidades en la historia, interrupciones de

en adelante ho mbres ley, hombres de poder co mo el


de tal o cual época de la superficie de inscripción, esos cortes

di b ujante de E! contrato de! pintor de Greenaway, 1 0G l uego no son mesiánicos, nadie es el autor, el s ujeto, incluso si
p ueden ser nombrados. Estas son las únicas verdaderas revo-

HJ> Lefort, Claude, Lesformes de L'histoire : esst1is d'antropol.ogie pofitique, París, Ga­
Lmfm11as de !11 /,istoria. Ensayos de 11ntropología pofltim, p:inicular, l a rraclucción de De/La pittura dt: Al beni y la introducció n
1 07
En
de Jcan-Louis Schcfcr. Y rn
llimarcl, 1 978; trad. case. :
Ranci�re, le Partage du sensible, op. cit.
México, FCE, l 988. Nuestro recorrido "� si rúa en la prolongac:ün Je la filosofü
1 11�
y de b política del grupll ,)i1orilim10.11 !311rharie, cuyos fundJdo1 es fi.tcron Lefort y Lyotard, Ji:an- Fran c;:ois, " Scapelan<l; Conservation et coleur; Monumcnts

Corncl i us Casroriadis y en el que m il i rJmn [ yorard, 1\iforin v Hulicrr Ü;unisch: des p ossibles " , en I!11h11mai11 : Caweries sur le temps, París, Galilée, 1 9
88 y

':" El rirulo or igi n.1l en i n g.l c:s es ?he Drr111ghtsma11's Comr1rt. Cf inji·ll "Pcter casr.:
;
Charn!.m: sourde : L �wtíesrhétir¡ue di' /v/rdrrwx, París, G:il i lée, 1 99 8 ; trad.
tial, l 998.
C:rrt:cnaway: e l testigo a r t i ficioso", p . 1 'l 9 . lo i11i1uma110. C/111r!11S sobre el tiempo, Buenos Aires, Edirorial Manan

87
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

luciones, las de los aparatos y de sus efectos de destino. Esta de los significados del texto bíblico. Pero este régimen fue
tectónica de placas separa también los géneros de discurso interrumpido de modo brutal por la irrupción-aparición
de Le Différend. Por ejemplo: la revolución paleolfrica y el Masaccio. Lyotard dedica extensas y bellas páginas de Dis­
surgimiento del pagus, del mundo del campesino, del rela­ curso, figura, que se ha vuelto un clásico de la historia y la
to y la narración (Au juste y La condición posmoderna para filosofía del arte, para mostrar, contra Panofsky, en cada
acercar al "narrador" de Be�jamin) ; o la representación, la trazo, al considerar línea, color, espacio, soporte de signos
ciencia, la perspectiva de los Renacentistas y el proferir del pictóricos, fondo de la imagen, sombras, dégradés, formas,
ego cogito en las Meditaciones de Descartes (Discurso, figura) ; todos los ingredientes de una semiología de la imagen a la
o también la informatización de los saberes, lo virtual, el Louis Marin , que entre los pintores pretendidamenre más
capital y la regla de funcionamiento en la comunicación (ex­ avanzados del fin del gótico -como Giotto y sobre todo
posición en el Centre Georges Pompidou: Los inmateriales. Duccio (La Maesta de Siena)-, y la moderna pintura de
Lo inhumano. Moralidades posmodernas). Estas épocas son representación no hay continuidad alguna, incluso bajo la
maneras de tomar en cuenta, de registrar y de archivar lo forma de una aproximación, de un esbozo, de un bosquejo
figura!, lo qu Lyotard llamaba entonces el acontecimiento. del espacio perspectivo. Es que el fondo de su pintura pre­
Lo que c._ _,ita no es tanto el advenimiento de otra época de tendidamente "moderna" se daba siempre como un soporte
la escritura, de la puesta en oposición o en espaciamientos de inscripción de letras bíblicas, un fondo de escritura que
reglados de la diferencia, sino la interrupción por el deseo el ojo no podía atravesar.
por el hecho del deseo, de la antigua época. Pues con el Una lógica de las épocas de la superficie de inscripción
advenimiento de una nueva época, es de in mediato ou-o debe insistir sobre la legitimidad de cada una, de su elec­
orden el que se instala, otro régimen, otro sistema en sí ción de aparato (la Suma de Santo Tomás y la universidad
mismo condenado a la entropía; es Leon Battista Alberti o para el gótico , lo fo tográfico para el mundo industrial,
Leonardo da Vinci, j usto después de la aparición de Ma­ etc . ) , y no puede más que constatar el diferencio entre
saccio. Esta interrupción no es analizable más que a partir ellas, como entre los géneros de discurso, allí donde, al
del régimen medieval de escritura que había sabido dar contrario, la historia dásica de la cultura no verá más
otro lugar a lo figura!, debido al relato bíblico, que encie­ que continuidad y un pasado rebosante de porvenir. Sin
rra una intriga, el destino de la criatura como redención, embargo, es necesario partir de allí y, poco a poco, por
y a las imágenes mismas como en Hughes de Saint- Tictor una suerte de pedaboración historiográfica, hacer sentir al
donde la belleza formal de las figuras pintadas introduce a menos esta decisión, que evidentemente nadie roma, que
un orden purameme estético que difiere (similitud disfmil) i nstaura una nueva época de la inscripción , y trae apareja-

88 89
Jcan-Lo u is Déotte La época de los aparatos

do serias paradoj as. (Por ej emplo: ¿dónde se inscribe esta Benjamin llama apocatástas is . 1 09 Estas irrupcio nes de lo
decisión propia de la época? No so bre el antiguo soporte, figural caó tico, lo imaginario , la ensoñación, son también
ni sobre el nuevo que ella pone en marcha. Ella está enton­ para Lyotard siempre en último término contemporáneas,
ces no inscripta , condenada a uaa cierta in memorialidad) . como lo son las revoluciones del pasado y del presente
Lyotard insiste entonces sobre la subversió n intercaladora según el Benjamín de las Tesis: " Los efectos de la escisión
afloran en la superficie del cuadro histórico que ofrece
'

intercale ndaria, que hace obra. Esta imer:-uo ción dura un


J.

cierto tiempo. No pertenece , por ej emplo, ni a la an tigua O ccidente en muchas oportunidades. Esas huellas forman
articulac ión medieval de lo figural y de la escritura , ni a la ur.. a serie de acontecimientos realmente contemporáneos
novedad que inventa lo visible como lo que está perdido los unos de los otros, cualquiera sea su lugar en la crono­
en la posición de referente, inin teliaible en cuanto tal l o gía , de tal suerte que esos acontecimientos pertenecen a
b '
liberado desde entonces a la ciencia. Pues la naturaleza una " historia distinta" que la realidad que es el objeto del
ha sido rechazada detrás de la pantalla del cuadro trans­ conocimiento histórico: una b uena imagen de esta sincro­
parente . La interrup ción que tier.e por nombre Masaccio nía de las huellas estaría dada por las inscripciones que dej a
consiste en una irrupció n de lo fantasmático, una mezcla el inconsciente en la vida despierta del s ujeto, contemporá­
de terror, angustia y deseo , debido al tratamie nto del color neas unas de otras en la a-cronía del proceso primario, y se
de las figuras, por fin dese mbarazadas del contorn o que refieren a un tr:J.bajo de verdad antes que a un discurso de
las habría constituido en letras, incluso en letras floridas, y conoci miento" . 1 1 º Puede hacerse la hipótesis de una suerte
del espacio detrás de ellas donde no se distingu e nada más, de fantasmagoría originaria como en Benj amín.
espacio todavía no so metido al lógos geométrico. El ascenso De la misma manera que las o bras se responden po­
momen táneo del caos en el tiempo de la historia , ese caos niendo en correspondencia su estridencia -lo que el último
que confund e todos los roles y los l ugares de comunica­ Adorno ci tando a Benj amín llamaba la "crepitación de las
ción es la verdad de esa misma historia de la cultura. Es la obras", al distinguir lo escriturario de la escritura-, 1 1 1 las
afirmación de la multipl icidad. Es exactam ente, se sabe, el grandes cesuras de la historia son contemporáneas . Pero
sen tido de la interru pción de la historia segúr. Benjam ín , ¿por cuál escritura de la historia? Ahora bien, las o bras
porque elia es también inversió n festiva de las relacion es s uspendidas, los suspensos, son indiferentes al tiempo de
sociales y plena efectividad. Es decir, retorno del todo de la

siede", op.
multip licidad de las almas, esas que no habfan encomrado
109 Bcnjamin, W lrcr, "Paris, capitale du XIXemc cit.
hasta allí soportes de inscri pción en la historia . Efectividad 1 1"
Lyo rard, Jcan-Fran<yois, Discurso, figura, op. cit.
plena y completa, la más alta intensid ad imagin able a ue 111 AJor:i o , Theodur W. , "Übcr cinigc Rclationcn zv•ischcn Musik und M:i.lerei",
op.
' J.
cit.

90 91
Jean-Lo u is Déor re

las antiguas finalidades, las cuales


están rodas dest inadas a

hun irse en la nada, según la ley
del relato malrauxiano .
Es solo a ese precio que ellas entran en
correspo nde ncia en
el espacio- tiem po del museo.

WALTER BENJAMINº EL APARATO URBANO

Benjamin intentó describir en su proyecro "París, capital


del siglo XIX" lo que había instituido a este siglo como épo­
ca: este aparato, a diferencia de Marx, no fue buscado del
lado de lo que es la clave de la ideología como producción
de la camera obscura, a saber, las relaciones de producción
y el estado de las fuerzas productivas. La encontró, por el
contrario, en lo que sería más bien la superesrrucmra para
un marxista: la cultura, la cultura política (la utopía) , el
urbanismo, la arquitectura de vidrio y de hierro, la ex­
posición de las mercancías, los nuevos comportamientos
como la colección, lafoínerie, la sexualidad tarifada, etc. Sus
documentos de trabaj os, como para Michel Foucault más
tarde, no han s ido los grandes textos de la filosofía, sino los
archivos con bastante frecuencia anónimos.
En síntesis, este mal marxista, como regularmente se lo
recordaba Adorno -marxista rudimentario, le escribía-, 1 1 2
porque ignorando la mediación, este archivista a-dialéctico
buscaba ceñir la matriz de los ensueños colectivos del siglo
XIX, allí donde este último estaba en vías de engendrar el

112 Benjamin, W.-Urer y Adorno, Theodor W, BriefWechsel (7 vols.) , I,


Adomo-Benjamin, 1 928- 1 940, Fráncfon del Meno, Suhrkam p, 1 994; rrad.
cast.: Correspondencia (1928-1940), M:i.drid, Trorra, 1 998.

92
93
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

mundo mírico en el cual el siglo XX fue encerrado desde su historia económica -la mercancía-, en relación a un nuevo
nacimiento . El siglo XX fue engendrado por la ensoñación valor del arte -la exposición-, haciéndolo la clave de toda
de los hombres del XIX, como los niños soñados por sus filosofía futura de la inmanencia (los flujos, los circuitos, las
padres no son más que la prolongación de su yo ideal nar­ conexiones, las derivaciones, los cortocircuitos deleuzianos,
cisístico. Este aparato tiene por nombre, según Benj amin, etc. ) . Y es a partir de las características más simples de un
pasaje. En efecto , es en los- pasajes urbanos del París de los apara:o arquitectó nico, a saber: una calle invaginada, un
años 1 830, cuyo modelo se exportó por todo el mundo de i n terior sin fachadas que tiene la consistencia de un pasillo
la mercancía, que la linterna mágica y el caleidoscopio del es trecho, una luz artificial (de gas) sin la trascendencia del
niño llegaron a ser aparacos adultos de producción de un sol, donde las ensoñaciones circulan al ritmo lento de un
deseo en el cual el futuro iba a estar encerrado. El futuro no mundo sigiloso, donde las mujeres se exponen como las
p uede ser una di mensión de la verdad porque es siempre mercancías. Muy brevemente, Benjamín inventó lo urbano
tomado en el fantasma de la época que lo sueña. suplamar.. do la ciudad. A partir de allí puede definirse lo
Cuando Benj amín analiza los pasajes, lo hace más b ien urbano: cuando no puede tenerse más perspectivas sobre
sobre el modelo del Freud de la Interpretación de Los sueños1 13 una ciudad, allí donde las perspectivas sobre una ciudad
que sobre el modelo termodinámico de la máquina social son imposibles, allí don de el aparato p erspectivo y sus
marxista, luego lyotardiana. En Benjamin es el trabajo del representaciones son invalidadas, allí donde la ciudad no
sueño (desplazamiento del afecto, condensación, ausencia p uede describirse más que desde el interior, alií donde la
de negación y por ende de diferencia de los tiempos, consi­ perspectiva está reducida a no ser más que una apertura
deración de la figurabilidad) y el inconsciente como bloque i rrisoria de lo urbano (Haussmann) , en síntesis, allí donde
mágico de escri tura antes bien que la máquina a vapor. Su b perspectiva pasa a segundo grado, un objeto representado
fuerza es la de haber aisiado un tipo arqui tectónico -el en el mundo de la inmanencia.
paisaje- que has ta ese momento no había despertado el Las utopías del siglo XIX han sido generadas en ese lugar
interés de los historiadores de la arquitectura y de sus carac­ y por esce aparato (Saint-Simon, Grandvilie, Charles Fou­
terizaciones por estilos (antiguo, b izantino, romano, gótico, rier, Honoré Daumier, un cierto Marx) . Son los ensueños
renacentista, barroco , clásico, etc.) considerados como ha­ del interior, un interior saturado donde todas las superficies
cedores época. Benjamín si tuó este aparato en rdación a la disponibles soportan inscripciones . 1 1 4 Es decir, que la verdad
de semejante lugar será una literatura de ci tas y un arte de
1 1 -'
FrcuJ, Sigmund, Die f"raumdeu:rmg, Lcipzig y Viena. Fr:rnz Deu;:ickc,
trad. cas r . : " La i merpre raci ó n de los suenos", en Obms completas, t. I ,
1 90 0 ; 1 14 Ara"on ) Louis , Le Prz·J"san de París, París, Gall imard, 1 926; rrad. casr. : El
o

Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 1 973 . campesino de París, Barcelona, Brugucra, 1 979.

94 95
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

carteles . 1 15 ¿ Por qué? Es que el material de base que utiliza dispositivo si Benjamín no introdujese la necesidad de una
este aparato es la ensoñación, por tanto, una temporalidad alteridad, de una ley que permita salir en alguna medida de
cominuista que invalida todo pensamiento de la negación, la i mplacable inmanencia, de abrir e1 pasaje y su luz sucia
de la diferencia de los tiempos, de la detención del tiempo, a la radicalidad de una trascendencia que no será solar.
de su posible retorno a cada instante y de la inversión de las Esta ley, como toda ley, concierne a la escritura . 1 1 ª Sólo la
relaciones sociales (lo que es 'el momento final de la represen­ ley puede hacer posible el despertar (das Erwachen) que
tación para el reau·o de niños según Benjamín) . La regla del es para Benjamín el otro nombre de la revolución. La ley
material es, al contrario, la de la metamorfosis, como en los i ntroduce la obligación de escribir contra el cuerpo que se
dibujos de Grandville, donde cada ser es llevado a un deve­ abandona a la ensoñación, cuerpo del fldneur, cuerpo de
nir animal o vegetal, como en esas caricaturas de Daumier la i ndolencia expuesta de la prostituida, cuerpo de los hu­
que coleccionará el historiador Eduard Fuchs . 1 16 De la serie, mores que circulan en el universo amortiguado del pasaje.
como en el falansterio de Fourier donde todos los caracteres Una materia resume por sí sola la ensoñación engendrada
humanos deben ajustarse armoniosamente. De la hipermo­ por el interior, por el pasaje como interior: el fieltro, como
vilización de la Tierra por la extensión ilimitada de las vías más tarde en Joseph Beuys. Ahora bien, esta ley introduce
de comunicación en los ingenieros saintsimonianos, vías en la temporalidad heterogénea del pasaje, hecho de aguas
que son como la malla de una inmensa red de escritura . 1 17 mezcladas del recuerdo, una dimensión distinta, vertical
Habiendo caracterizado así el hacer-época del pasaje según la profundidad, una temporalidad distinta, no la
urbano no se sobrepasaría la descripció n de un s imple del hecho presente, sino la de la contemporaneidad de
todos los acontecimientos de la humanidad que han sido
i nstantes de retorno del tiempo. La ley se dirige al fláneur
1 1;
Doblin, Alfred, Berlín Alexanderplatz. Die Geschichte vom Franz Biberkopf,
no impasible: lo obliga, durante el recorrido en este mun­
Berlín, S. Fischer, 1 929; trad. casr.: Berlín Alexrmderpfatz, Barcelona, Desti­
no, 2003; el rearro de Breche y, más rarde, el plásrico Broodrhaers. Sobre do de lo urbano -que puede ser extendido en lo sucesivo
Broodthaers, ver nuestro estudio en Le }eu de l'exposition, op. cit. al conj unto de la ciudad, a París, donde se concentran
116 Benjamin, Walter, "Eduard Fuchs, der Sammler und der Hisroriker", en
todos los estratos de la historia, donde todas las calles son
Gesammefte Schrifren, II, 2, RolfTiedemann y Hermann Schweppenhauser
(ed.), Fráncfort del Meno, Suhrkamp, 1 980; trad. casr.: "Eduard Fuchs, co­ pasillos amnésicos-, a dejarse tomar por los lugares, leer lo
leccionista e historiador, en Obras IJ, 2, Madrid, Abada, 2009. Ahora bien, que no ha sido escrito, inscribir por fin las huellas de un
la metamorfosis es, como se lo verá más adelante, el principio de la imagina­
acon tecimiento que fue borrado, mostrar los índices del
ción en canto que ella deforma las formas ya constituidas.
1 17
Ranciere, Jacques, La Paro/e muette : essai mr les contrrulictions de fa Íittera­
ture, Paris, Hachene, 1 998; trad. casr.: La pal.abra muda, Buenos Aires, Eterna
Cadencia, 2009. lt B Ídem en Lyorard, Je:m-Fran<;:ois, Misere de la philosophie, op. cit.

96 97
Jean- Louis Déotte La épo ca de los aparatos

crimen, sobre todo en los rincones en apariencia vacíos, la historia. La ley del olvido activo , de la s uspensión del
como esas plazas fotografiadas por Atget; 1 1 9 pues allí, si bien j uicio, es la condición de la escucha de lo que no ha sido
no hay cadáveres, un "crimen fue cometido". A todas luces, escrito : el acon tecimiento de los vencidos de la historia, de
Benjamin fue el p rimero en abrir un nuevo "régimen del los desaparecidos en sentido propio (aquellos cuyo fin es
arte" , una estética del daño más allá deí "régimen estético un enigma p uesto que no se hallaron los cadáveres) . Esta
del arte" , 1 2º anunciando ló que para el Ly-otard de Le Diffé­ iey, étic1, se p regun ta por la aisthesis. Paradój icamen te
rend, será la tarea de los i ntelectuales y de los artistas: ser en tonces, el aparato es más una técnica de s uspensión y
sensi bles a paquetes de afectos, errames, no inscriptos por de olvido que de registro de lo visible. S u horizonte es una
la historiografía e irrelevantes para la institución j udicial. alianza de ficción y de archivo. S u técnica es la anamnesis,
Y porque la ley, que concierne siempre al cuerpo, está aquí que supone que uno sea ciego al saber positivo.
p uesta a prueba de su desaparición , ella exige ento nces del
hab i tante de las ciudades que aprenda a b orrar sus huellas.
La iey le dice: debes aprender a perderte. Lo cual tiene dos
sentidos : con los mejores mapas urbanos, debes convertirte
en ciego, perderte gracias a tu conocimiento histórico de la
ciudad, olvidar tu saber para levantar todo preconocímien­
to, ieer entre líneas; debes p erderte en el sentido de olvidar­
te, hacer tabla rasa de r:u interioridad, de tu yo psicológico,
aprender a levantar las censuras, como el psicoanalista que
debe co municarse de inconsciente a inconsciente con su
paciente, perm itir la p aradój ica eficacia de la "tercera ore­
ja" : la de la "escucha flotante" . Finalmente, debes olvidar
el exceso de cultura, que no p uede ser más que la de lo
que ha sido legítimamente escrito; la de los vencedores de

1 ;� Benjami n, Walrer, "Kleinc Gcschichre d e r Forogr<tfie'', e n Gesamme!te Schrifien,


II, 1 , Rolf Tiedema.nn y Hcrmann Schwepp enhauser (ed .), Frincfort del Meno,
Suhrkamp, l 977; trad. casc. : Pequeña historia de 14Jotografta, Valencia, Pre-textos,
2004.
1 20 Ra nc
ierc, Ja.cques, Le Partage du sensible, op. cit.

98 99
MICHEL FoucAuLr APARATO/DISPOSITIVO

Para Benjamin es evidente que el pasaje como disposi­


tivo no podía generar por sí mismo esa ley.
Se tiene allí la diferencia entre aparato y dispositivo. El
aparato deriva del latín apparatus (que deriva de apparare:
preparar para) , que significa preparativo y se encuentra en
el sentido de aparato, ceremonia brillo, decorado, luego
secundariamente en dispositivo, prótesis, instrumento, ar­
tefacto, etc. El aparato debe respetar la ley de la recepción
del acontecimiento, pues es gracias a él que van a embe­
llecerse las apariencias, manifestar la solem nidad de un
acontecimiento: es por ejemplo el aparato121 de un ritual
de hospitalidad, la pompa de una ceremonia p ública, la
solemnidad de una fiesta, el conju nro de notas crfricas
que vienen a acompañar un texto mayor. Es importante
destacar que esta cosmética no es secundaria y superficial,
p ues va al fondo de las cosas de las que se hace cargo. No
es un suplemento ocasional, como si, a las simples cosas
que aparecen como fenómenos, se agregara un decorado
redundante. La prueba es que b desnudez de un hombre no

121
Fue Pierre-Damien Huyghe quien primero puso de relieve la noción de
aparato, en parricular en Le Devenir peinture, París, �Harmattan, 1 996; y
Art et industrie. Philosophie du Bauhaus, Saulxures, Circé, 1 999.

101
Jean-Lo uis Déo ttc La época de los aparatos

puede considerarse su primer es [ado de aparición, p uesto j unto, la cual está sometida a un principio de identidad
que se hablará de "simple aparato" . El cuerpo es siempre debido a que es necesario hacerparejos, entonces aparatizar,
aparatizado, sobre todo para el amante. Así, en arquitectura a los elementos que inicialmente no lo son. ¿Cómo, desde
el aparato de un muro no es sólo un decorado adherido a entonces, disociar la producción artística del gesto técnico
un soporte rústico, como cuando hoy se sujetan planchas ya que en cada oportunidad un aparato está activo como
de mármol sobre cemento; �s un ensamblaj e de elementos principio cognoscitivo de identidad? No se dirá sólo que
en p iedra calladas con anticipación para adosarse de modo cada arte es técnica (lo que confirma la raíz común ars) ni
más o menos perfecto (de la perfección romana del "gran que cada obra es técnicamente diferente de otra, ni que ella
aparato" a la economía del "pequeño aparato") . Esto impli­ p uede ser reproducida técnicamente (Adorno), sino que
ca que el material rústico haya sufrido la prueba del trazo cada arte es aparatizado según épocas diferen tes del aparato.
de parte de un aparatizador que sabe por anticipado cómo O que hay aparatos que son otras tantas maneras diferentes
serán disp uestos los elementos, lo que, en el caso de una de "hacer devenir parejos" . No hay artes sin aparatos, salvo
bóveda, p uede ser de una complejidad inigualable si se le por razones metodológicas. Es por esta razón que resulta
cree a los dibujos de arquitecmra de Delorme. Entonces un poco vano interrogarse como sucede en la actualidad
viene siempre de un p royecto, de un diseño que da lugar sobre la imagen en general si se la disocia de su aparato
a un dibujo fij ado al suelo, a partir del cual los elementos productor. Finalmente, es necesario recordar la raíz común
serán dispuestos constructivamente, verticalmente. Pero de "aparecer" y de "aparato" . Si las artes plásticas son, como
entre la selección de materiales que p ueden ser a minima lo piensa fuertemente Fiedler122 (el maestro de Paul Klee
de los "aparatos litorales" , es decir, restos arrancados por para quien el arre hace visible) , la con dición del aparecer
el mar a una costa y luego abandonados, y la construcción de lo visible (si no la conciencia, interna o externa, jamás
efectiva, es necesario imaginar todo un conjunto de opera­ captaría nada fuera del fluj o de colores) , entonces ¿puede
ciones mentales, de esencia proyectiva, como la elevación, disociarse el aparecer del aparato? El aparato es lo que da
la rotación y la proyección, que son otros tantos antiguos su aparato al aparecer, lo que olvidan las filosofías de la
gestos técnicos introyectados desde que existe la proto­ cosa "misma" . El aparato es lo que prepara el fenómeno
geo merría proyectiva. A ese nivel, el simple recorte de la a aparecer para "nosotros" pues, sin aparato, no hay más
piedra, el uabajo manual del trazo, son indisociables de la que un fluj o continuo y no dominado de colores informes.
concepción del conj unto, puesto que cada bloque tiene ya Pero ese "nosotros" ¿no comprende a todos los seres vivos?
su lugar en el proyecto del conj unto. No p uede disociarse
el gesto manual de la inteligibilidad cognoscitiva del con-
112
Ficdlcr, Konrad , Sur !'origine de L'activité artistiqul', op. cit.

1 02 1 03
Jean-Louis Déorte La época de los aparatos

Al contrario, no es en absoluto seguro que un dispositivo algo más que un funcionalista sistémico crítico 1 24 (para el
(dispositio: disposición, arreglo, reglamento, administración, período precedente al de la " inquietud de sí") ?
cláusula de un testamento) tenga muchos miramientos para Al contrario, un aparato, cualquiera sea su complejidad,
con el extranjero: dispositivo de seguridad, dispositivo po­ se sustenta en una cierta relación con lo que es el otro, bajo
licíaco-militar, etc. las dos formas del acontecimiento y de la ley. Un aparato
En la mejor hipótesis, un dispositivo es rizomático, se es un cierto modo de concatenación legal sobre el aconte­
despliega en meseta, de forma silenciosa, según la defini­ cimiento. Esta ley no es un instrucción de uso. No puede
ción del cuadro de Foucault: "Un cuadro es, en todos los deducirse la ley del aparato. De una manera general, no
sentidos del término, una serie de series" 123 La dimensión puede deducirse o fundar la ley (y las normas del lenguaje)
del saber sobre el cuadro es entonces reducido a no ser más a partir de otra cosa que no sea ella misma. La ley no es la
que un componente del cuadro mismo: otra serie, cog­ de un saber o la de un poder no es la vestimenta del saber,
noscitiva. Lo cognitivo se conecta al poder sin problema, del poder o de las "relaciones de fuerza" Es "nada menos
constituyendo un régimen de visibilidad. Ocurre lo mismo que" la necesidad de la apertura del cuerpo hablando a otra
respecto de la ética. Habrá entonces series heterogéneas cosa que él: porque el cuerpo es para la ley, está abierto al
(ético-j urídicas, cognitivo-polfricas, etc.) que harán cua­ acontecimiento, si no sería únicamente narcisístico y au­
dro, y ese cuadro hará época o más bien episteme. ¿puede toerótico. Como habrá re aciones diferentes del cuerpo con
un acontecimiento interrogar el cuadro como desde el la ley (la ley puede llegar hasta hacer pasar el cuerpo fuera
exterior?¿Puede el dispositivo respetar otra ley que la de la de la ley o p reguntar por él después de su desaparición) ,
eficacia? ¿ Puede hacer otra cosa que administrar lo mejor las aperturas del cuerpo al acontecimiento serán entonces
posible las informaciones y los poderes? ¿Puede escapar diferentes, según lo que aquí se llama aparatos. Cuando
a la ley cibernética del sistema? Finalmente, Foucault ¿es la ley es en rigor para el cuerpo, entonces el texto de la ley
está directamente escrito sobre el cuerpo, sobre la piel . La
123Foucaulr, Michel, L'archéologie du savoir, París, Gal!imard, 1 969, p. 1 9: escritura es así el p rimer aparataje del cuerpo, la escritura
"¿Habrá que señalar a los últimos despistados que un 'cuadro' (y sin duda en
como dibujo, tatuaje, marcas sobre el cuerpo en lo que será
todos los sentidos del término) es formalmente 'una serie de series'? En codo
caso. no es una estampa fija que se coloca ante una linterna para la mayor nombrado "época salvaje de la superficie de inscripción"
decepción de los niños, que, a su edad, prefieren indudablemente la viva­ Resumamos: si lo u rbano del siglo XIX hizo época, es
cidad del cine" (Hay traducción castellana: La nrqueofogin del saber, Siglo
que las "ideologías" del interior se han vuelto el sustrato de
XXI, México, 1 970). Alain Brossar mostró muy bien que en Foucault es el
dispositivo el que hace época y no el aparato, reenviado, como en los escritos
althuserianos, a los "aparatos del Estado" Cf. Qu'est-ce q1úm appnreil ?, París, 114 Pocre-Bonneville, Mathíeu ·• Disposicif " en Viicam1e, nº 1 8, invierno 2002.
La Dispute, 2004 (de próxima publicación). Es por esta razón que hay foucaulcianos ramo de derecha como de izquierda.

1 04 1 05
Jean-Louis Déone La época de los aparatos

la existencia. Es , pequeño anacronismo, el mundo ulterior La ruptura en relación a un mundo de la inmanencia


del granalmacén descripto por Émile Zola en Au bonheur metamórfica coloreada no puede ser para Benjamín más que
des dames. Ahora b ien, pese a la proximidad, lo que hace la el hecho de la irru pción de la ley, una ley nueva, arqueológi­
textura de la ensoñación de intenso consumo genialmente ca. Que no debe confundirse con la irrupción improbable
puesta en p ráctica y explo �ada por su fundador, Mo uret, del Mesías; una ley que ejercerá su magisterio en el único
no es tanto la acumulación y la exposición artística de dominio q ue es el suyo, el de los archivos. Una ley que pone
diversas telas como sus colores. Mouret i nventa e l impre­ e n crisis el mundo de la inmanencia, del interior burgués y
s io nismo. El impresionismo comercial. Lo que enloquece de la interioridad psicológica.
a rodas esas mujeres, eso gracias a lo cual él cree poseerías Puesto que el element o de la fantasmagoría colectiva
a rodas, aparte del p recio módi co de los tej idos, son los elaborad a por el siglo Y.IX, es la ensoñac ión de una recon­
colores. El triunfo del gran almacén sobre la boutique es el ciliación sobre el plano técnico y arquitectónico de lo más
del color sobre el gris del comercio balzaciano. Ahora b ien, modern o (el vidrio, el hierro, la ilumina ción artificia l, la
el color es por excelencia la fo rma-materia de l::i ensoña­ e, posición de la mercancía) y de lo más arcaico (el i ncons­
ción. Tal es el descubrimiento de un Benj amín estupefacto ciente colectiv o: Carl Jung) , ento nces la época se llamará
p o r las drogas: eso a lo que se adhiere de i nmediato en la ultramo derna. Para Benj amín es una suene de síntesis
experiencia del crock (el opio) , la creencia fundamental, es m onstruo sa entre la p rimera (dom i nación de la naturaleza
el color (o m ejor, la velocidad coloreada del plasma imagi­ por l a técnica) y la segunda técnica (dominación de los
na!) que transporta to do y no necesariamente contenidos
, hombres por la técnica) . El nombre de esta síntesis fan­
i deológicos. ¿ Qué dice la ley a Denise, que le permitirá tasmática del siglo XIX en las artes: el art nouveau . En el
resisrir y escapar momentán eamente al dispos itivo i mpre­ siglo XX, en polícica : el fascism o. ¿ Cuál sería, al contrar io,
s io nista de Mouret? Ella le o rden:i hablar a favor de otros el nombre de una síntesis lograda entre los dos momen tos
colores, más arcaicos tod:ivía, los de la cam pestre infancia de la técnica ? Una técnica emanci pad ora , más allá de la
normanda. Zola pone el dedo sobre la esenci:i i m periosa domina ción de la naturaleza y de la sociedad tecnicisra, que
del comercio (del cap i tal) , s u adaptac i ó n ta n ge n ci al a lo procede por inervación del cuerpo, la cual es el otro nombre
gue h:iy de m ás arcaico: la infancia, b veloci dad , el co lor, de una aparariz ación lograda del cuerpo.
l a ensoñació n co lectiva , d j ucgo . "o mrariamente a la Se sabe, desde la tesis de Bruno Tackels , 1 25 que el cine
tematización de la i n fan cia en Lyo tard (la inLncia como será para Benjam ín este aparato del siglo XX que permiti rá
resistencia) , es n ecesario reconocer que la i n fancia es el
po rvenir del c1p i tal . 12; Tack.cls, Bruno, [.' CE11 l 'Tc dízrt ,¡ lcpor¡uc de W1 Be11j11111i11 : histoirc d�mm,
op. cit.

J OG 1 07
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

salir de la dominación social. Porque la dominación social del interior; los actores, sin embargo anónimos pues salen de
nunca es inmediata y vaga: siempre es inmediata y tecni­ la masa, se transforman en estrellas. Para luchar contra ese
ficada, al mezclar seducción y dispositivo. Atraída por las movimiento natural, serán necesarias obras jamás vistas o
lejanías (aura) y observación objetivizante. En un primer escuchadas, que, para cada aparato, yendo más lejos que las
tiempo, la fábula benjamin}ana cuenta que el cine ha sido obras precedentes , recuerden tal o cual desafío de epocalidad.
utilizado como dispositivo de vigilancia al servicio de la Es una lógica que no puede conocer un dispositivo, el cual no
"clase dominante" (un poco como la cámara de vigilancia puede incluir al nuevo excepto según el principio de la serie.
para la televisión) . Luego, idéntico al retorno del tiempo en
lo que consiste toda subversión, el dispositivo ha podido ser
dirigido contra este uso para devenir aparato: producror de
arre y de un nuevo derecho político. El nombre de esta vuel­
ta artística en Benjamín: Dziga Vértov-Serguéi Eisenstein .
El cine devino un aparato artístico de pleno derecho en
función de la adopción de una escrirura: el montaje. Pues
la escric:ura por monta.je, como lo muestra Kracauer, no so­
lamente respeta las condiciones de la producción industrial
(discontinuidad radical de los momentos y los lugares del
rodaje en relación a la ficción narrativa y a la continuidad
espacial de los decorados de la diégesis) , sino sobre todo
rompe con toda influencia fantasmagórica. La discontinui­
dad asumida de los planos-secuencia viene a romper toda
seducción soñadora del poder de las imágenes. 126
Un aparato hace época porque inventa una nueva tem­
poralidad, rompiendo con la de la fantasmagoría. Pero ese
desgarramiento nunca es definitivo, la continuidad de la
fa.n tasmagoría recupera siempre la ventaja, los aparatos se
ponen a realimentar, según su régimen propio, la ensoñación

126
Payor, Daniel, " Consrrucrion er verité : les raisons du monrage " en
Jean-Louis Flecniakoska ec ál. , Le Col!age et nprés, París, CHarmarcan, 2000.

1 08 l09
VrLÉM f LUSSER: EL APARATO Y LA OBRA DE ARTE

S i entonces los aparatos contribuyen a la emancipación


general, lo hacen al provocar la llegada de nuevas temporalida­
des, de nuevas espacialidades, ya que "el espacio es un diferen­
cial de tiempo" según la fórmula de Adorno. Son los aparatos
los que esencialmente generan la pocticidad de una época: su
consistencia museográfica, fomgrifica, psicoanalitica, etc. Una
época es poética porque está aparatizada de tal o cual manera.
No es asunto sólo de las obras de arte, conrrariameme a lo que
se cree desde la interpretación idealista subjetiva de Schiller.
Sin embargo, son las obras de arte las que emancipan a los
aparatos que, si no, devendrían disposi tivos.
Tales son las relaciones entre las o b ras de arte y los
aparatos: de una manera general , una o bra está como pro­
gramada por tal o cual disposi tivo de aparato, tal o cual
género arríscico o li terario . La ley de la producción artística
es entonces la del agotamiento del programa. Para la pin­
tura de rep resemación es evideme que tard.ó cinco s iglos
para agotar el programa perspectivista del Renacimiento.
Sería incluso la ley de la fo rografía según Vi lém Flusser. 1 27

: 2• Flusser, Vilém, h1r eine Phi/o;ophie der Futognifi.'e, Gori nga, Euro p ean
Pho rography, ! 93 3 ; rrad. cas l . : Una Jilusofi"i1 de /.a farogr11fi11, M adrid, S íme­
si,, :2 0 0 2 . TéXW violcn r.un c n r .: dest rozado por alguno� h isrori a<lores d e la

1 1 1
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

Si hubo sucesión creadora y no estancamiento, a partir de de Brunelleschi, después de haber escuchado a los testigos de
Leonardo por ejemplo, es porque las obras más importantes la emancipación de esos dispositivos o, en 1 839, el informe
lo fueron en mayor medida, con anterioridad a las que las sometido a la Academia de Ciencias por Franc;:ois Arago a
precedieron, en la mostración de las condiciones de posi­ propósito del daguerrotipo. 1 28 "Se" tuvo la certeza de cam­
billdad del aparato perspectivo. Es toda la diferencia entre biar de relación con la ley y de poder transmitir de otro
un programa de dispositivo que, según la ley de la entropía, modo al ofrecer esta invención a la humanidad.
no puede ir más que a su agotamiento por la realización de Es un verdadero advenimiento y no un acontecimiento,
todo lo que él hace posible, a menos que ocurra un aporte pues el aparato es causa sui.
exterior con nuevas informaciones y un aparato donde una Es un asunto de origen y no de comienzo. 129 Porque
verdadera genericidad es posible por el hecho del análisis a partir de esta revolución (y desde ese punto de vista
creador del mismo aparato. Es lo que hace que haya historia p uede decirse que la humanidad habrá conocido pocas
de las obras, que ellas estén en la historia, que ciertamente revoluciones: las de los aparatos) es el modo de acogida del
no es la de los acontecimientos socio-históricos, pero que acontecimiento el que cambia. El acontecimiento es por
no tiene menos una necesidad de dichos acontecimientos lo definición imprevisible, lo que implica que un modo de
que, Benjamín y Lyotard, han pasado por alto. Esta historia acogida esboza, predetermina lo que para él será aconteci­
es dependiente de la genericidad del aparato. miento o no: abriéndose a tal o cual parte de imprevisto,
Cada aparato es entonces distribuido entre un devenir la constituyen como mundo. O como frase, sobre la cual
programático (el dispositivo) y una deconstrucción siste­ o tra frase podrá empalmar según el modo prescripto por
mática. Ambos no se superponen pues la deconstrucción el aparato o el género (de discurso, literario, de arte) . Eso
artística encuentra su energía de una manera original. Ella implica que la otra parte del acontecimiento (o de la frase)
está como expulsada hacia delante por un enigma: la irrup­ que no será tomada en consideración , caerá en el Leteo,
ción imprevisible del aparato como lo que ha hecho época, el no-ser, el olvido. Si no hay tal o cual superficie de ins­
el momento de autoconstitución del aparato que no es el cripción del acontecimiento, no habrá ningún registro y
de la invención técnica; el instante en el que se ha vuelto ninguna memoria, por ende, ningún aparato. La memoria
evidente para un cierto público que, por el hecho de tal
aparato , "se cambiaba de época" Lo que fueron respectiva­ m Arago, Frarn;:ois, Le Daguerror:ype. Rapportfait lt í'Académie de Sciences de

mente las certezas de Manetti a propósito de los dispositivos Parir le 19 aolÍt 1839, Caen, I.:échoppe, 1 987
1 29
Según la distinción benjaminiana establecida por Agamben: " Langue er

h isroi e. Catégories h istoriques et carégories l inguistiques dans la pensée de
forografía, como les sucedió a los texrns de Barches y Benjamín, so p rcrexto Benjamin " en \Xliilur Bmjamin er Paris (estudios reunidos y presenrados
de leso terricorio. p o r Heinz \Vismann), París, Le Cerf, 1 986.

1 12 l 13
Jean-Lo uis Déotte La época de los aparatos

es entonces aparatizada como cualquier facultad humana. es que enco n tró una superficie de inscripción. Este no
Sin memoria no hay acontecimiento: así, no hay "acon­ puede ser el caso para el aparato mismo , que no encon­
tecimiento natural" an tes que el hombre. El enigma que trará memoria alguna para acogerlo, p uesto que él es el
expulsa hacia adelante las obras de arte como un agujero de que determina el modo de la memoria. Desde entonces, el
aire a la proa de un móvil q�1e la aspira, es e1 de la decisión, advenimiento de un aparato permanece siendo del orden
que nadie p udo tomar, del advenimiento de ral aparato o d.:: lo i nmemo rial que persiste en la historia y en la cultura
de tal género iiterario. El enigma, pues, del o rigen de la mundializada corno un cierto tono. El aparato no registra su
circunscripción de tal aparecer, de tal espacialidad, de tal advenimiento, su origen . Es una pura decisión, que nadie
temporalidad. Por ejemplo, al comienzo del Quatt-;ocento roma, disrup tiva. A menos de erigir un tribunal supremo,
en Florencia, el enigma de la decisión tomada por no se t.ranshistórico , que registre, acumule y evalúe todas esas de­
sabe quién, según la cual un cuadro es una cuasi ventana cisiones, las que han tenido lugar y l as que lo tendrán. Este
abiena "sobre el mundo'' , 1 30 lo que ha consistido en perforar j uez puede ser llamado la humanidad o el espíritu absoluto.
el fo ndo de las pinturas del gótico internacional . Decisión Lo que conduciría a afirmar que es el mismo espíritu (la
epocal, absolutamente o riginal y originari:i, p uesto que misma h umanidad) el que sufrió la marca sobre el cuerpo
se pasaba así de un mundo legib le como un libro a un practicada en las "sociedades salvaj es" caras a Pierre Clastres,
mundo visible y, a causa de eso, susceptible de i nfinito el mismo también presente en Atenas sobre el ágora, ei mis­
con ocimiento. Ninguna l ó gica hisro riográfica o metafísica mo sacrificado en b cúspide de una pirámide azteca: otras
p ued e dar cuenta de ese salto. Allí está lo irrepresentable, tantas épocas de la superficie de inscripción . Es afirmar que
allí está el momento s u b lime, la irrupción de otra ley que todo estaba ;:i.rmado desde el comienzo de s u histo ria. La
desde entonces va a in:ponerse a la definición de cada cosa: humanidad, en ese sentido , sería la gran ilusión que asedia
el p rincipio de la razó n !eibniziana. Y allí no está el "motor" Le Dif.ferend de Lyotard.
del d esarrol l o científico , p ues la ciencia no se plantea la Pero entonces la consecuencia lógica de la tesis lyotar­
cuestión de su advenimien to. diana cons · s tirá en afirm:ir que hay ramas humanidades
As í, se ve b ien la diferencia entre un acontecimie 1 ro y como des ti11atarios de los aparatos, que no hay traducción
el adven i m i e n to de tal época de la s u p erficie de i nscrip ció n posible en tre a pa ra tos, p ues cada uno de los cuales dibuja
deb ido a tal aparato o a tal género literario o artís tico. Si el
su legi timidad, y e nto nces ninguna posi ble com unidad
aco nteci m i ento puede ser regis trado para ser transmitido, un iversal, porque no hay ap arato universal . Es u na piedra
arrojada en el j ardín de Nancy. Po rqu e las legitimidades
1 "' Al bcrc i , Ba ri sca, Dt'lla pitr11rt1, F l o rencia, Saso n i , 1950 ;
Lcon erad. case. :
so n i nco mparables, y son ya la de los usos de la razón
De !t1 pi11t1m1 y otros ncritos sobre tlrte, lVla<lrid, Tecnos, 1 999.

1 14
115
Jean-Louis Déorre

crírica kantiana, es que lo posmodemo en el sentido. de


Lyotard jamás desemboca sobre la ilusión ulmunodema del
mestizaje de las culturas, sino sobre el reconocimiento de
diferendos. Se comprende, pues , que la forma actual de la
fantasmagoría colectiva sea musical y se llame wor!d music. Gr RARD DEsARGUEs: REPETICIÓN Y DIFERENCIA
Es, a pesar de las apariencias, una música de programa por
la cual todos los encadenamientos son posibles: las músicas
de los pigmeos sobre la de Bach, la de los bretones sobre la Retomemos la distinción entre aparato y dispositivo
de los kirguizos, etc. Pues el mestizaje de las músicas está (programa) . Si puede agotarse un j uego con reglas (game)
en el programa del dispositivo de la industria del disco. al final de un cierto lapso de tiempo, es porque un j uego
Entonces se capta mejor el riesgo de ver decaer un apa­ es un p rograma en el cual la siguiente tirada de dados es
rato : cómo, convirtiéndose en programa, va a alimentar un quizás desconocida, pero no la posibilidad de ver aparecer
devenir comercial para el cual va a alentar la fantasmagoría una j ugada u otra. Eterno recorno del efecto del programa.
colectiva y la economía del espectáculo. Por el contrario, la sucesión de las obras tiene como
desafío la genericidad131 de un aparato o de un género.
Este último sigue siendo un horizonte para las obras, cuya
tarea consiste entonces en intentar inscribir lo inmemorial
(el origen) en lo visible y lo audible. El enigma del arre
no es entonces sólo el del aparecer del mundo como lo
p iensan Fiedler y Klee, sino el del advenimiento de los
aparatos, los cuales siempre tratan al mundo según modos
diferentes, reduciéndolo algunas veces al estado de referente
de las obras (las artes de representación) . El arte no tiene,
entonces, relación con el mundo en la inmediatez de una
incautación fenomenológica. En relación a su aparato, las
obras son como apariciones que él hace posible.

1 31
Carácter genérico de un término o de una propiedad (del francés généricite).
Término empleado en la semántica, la lingüística, la matemática o la programa­
ción informática que la filosofía adopta para sus análi is. [N. del T]

1 16 1 17
Jean-Louis Déo tte La época de los aparatos

Resumamos: cuando Benj amin aísla el pasaje urbano s iguiente: el historicismo es la clave de todas las historias
como matriz del siglo XX, circunscri be una suerte de fá­ que se escriben en términos de continuidad: lo que puede
b rica de la historia futura, pero también un taller de escri­ estar más a la moda es, paradój icamente, por el hecho del
tura espontánea de la historia: el historicismo. La tesis de retorno de lo mismo, lo más a rcaico. Desde ese momento,
Benjamín es la siguiente: el historicismo reduce todo valor, el mundo de la nueva fábula será la alianza de los j uegos de
video virtuales y los contenidos m edievales . O el mestizaje
.
ético o estético por ejemplo , a un hecho determinado en
la historia, y sólo a él . El historicismo no p ermite la intro­ cultural intensivo del tipo world music. O el e � nicismo y la
ducción de otra dim ensió n , b de la ley que prescribe leer dep uraci ón étnica como criterios de lo político.
lo que no ha sido escri to. En co nsec uencia su imagi n a rio , Todo se j uega sobre la definición del aco.nrecimiento.
es el de la historia ensoñada del eterno reto rno. En Ben­ El acontecimiento consiste en el retorno de lo arcaico, o
j amín, esto es una condena de Nietzsche. 1 32 Explicación: b ien, en el retorno rotal de la historia. El acontecimiento
puesto que no existe más que el hecho (presente) que no es una cosa, o bien p u ede devenir total trastrocamiento
cuenta, entonces sólo se p u ede q uerer su retorno cual­ porque tiene dos caras, como la frase según el Lyotard de Le
quiera que haya sido . His toricismo y eterno retorno están Di}férend, una cara visible y o tra osc ura . Esta división en la
ento nces ligado s , son las dos ca ras de la misma moneda: rece¡xión y la definición del acornecimiemo es i ndisociable
ultramodern idad. del dominio del aparato fotográfico sobre las ciencias hu ma ­

El historicismo m arca d positivismo del siglo XX como nas en el siglo XIX. Es deci r, a conti nuación de Baudelaire133
del XXI: es la filosofía de la his toria domirrante. No p ue de y de Kracauer 1 34 se pone el acento sobre la esencial "idiotez"135
disociarse el valor del hecho : no p ueden describi rse más que de la fotografia, la tautología real = fotografiado , o bien sobre
dispositivos . No hay o tros posibles que los que están. Querer la ap ertur8. del pasado que ella hace posible. Benjamin es el
abrir el tiempo sería nihilismo, enfermedad de la voluntad. filósofo de la fo tografia más que del cine, del cual analizó los
Querer el presente es querer su vuelta, desear el encierro en efectos políticos para la masa, pero no su temporalidad. No
lo que siempre ha sido, desear el destino y lo arcaico. Hacer
de lo arcaico un destino. Desear el retorno de lo arcaico, ! 3.I
Cf los come n t a rio de Picrre-Damirn Huyghe sobre Baudebirc, l a fo­
pero con rrazos modernos. wgraCía y la p i n rn ra, Du Commun Philosophie pour le pci11t11re et le cinéma,
Benjamín supo nombrar la fabulosa ali anza de lo muy Bdval, C i rcé. 2002.
ctrcaico y de lo más que moderno. Su p roposición es la ; '4 Kracat1cr, Siegfricd, Le Voy11ge de la dame, Saim-Dcnis, Prcsscs Universi­
r.1 i res de Vinccnncs. i 9 9 6 .
1 3; E11 el semido de Clémcm Ros�c t, L e Réel et son dou blc, essai sur t illwion,
París, Gallimard. 1 9 9 3 ; rrad . cas t . : Lo realy su dobÜ'. h1Si1)'º sobre la ilusión,
· '2 Be n j a m i n , Wa l tcr, " [>aris, capitalc du XIX' s i ecle", op. cit. Barcelona, li.1squcts, 1 9 9 3 .

l 18 J 19
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

puede volverse136 aquí sobre la problemática benjaminiana de semejante aparato. La noción importante es la de ley· sólo
de la temporalidad de la fotografía. Se puede escribir; como por ella puede romperse el encanto de la ultramodernidad.
él lo hizo, que el pasado es lo que nos alcanza137 ("uno es Una ley que prescribe leer lo que jamás ha sido escrito. Allí
alcanzado en el pasado") , que una historia distinta que la también, la posibilldad de una estética del daño se dibuja,
que está en realidad documentada por los archivos era po­ con una bifurcación esencial: un mismo aparato como la
sible, que otro devenir pÓdría dibujarse a partir de la misma fotografía podrá ya sea mantener una relación compleja con
fotografía,138 porque la temporalidad de la fotografía, m ucho los espectros, 139 en particular en la literatura latinoamericana
más que la del "eso ha sido" barthesiano, es la del futuro (Adolfo Bioy Casares, Javier García Sánchez, etc.), ya sea per­
anterior. O más precisamente lo que el psicoanálisis -sin mitir conjurar una política de la espectralidad que se mun­
ningún motivo- llama "ilusión de lo ya vivido" dializa, en particular a partir de América Latina haciendo
La posición de Benjarnin, primer pensador de los apara­ entrar el destinatario de las obras en una relación jurídica de
tos, es coherente contra el positivismo: si el acontecimiento tipo "fideicomiso" Este enunciado: "¡Tú debes nombrar!" del
no es lo que es, consistirá no en lo que aún no encontró fideicomiso fotográfico no es conocido por el arte del retrato
superficie de inscripción, aunque no tardará en lograrlo, en pintura porque su aparato es el de la representación, la
sino en lo que jamás habrá podido ser inscripto. Lo no ins­ cual insinúa siempre que un retrato es en el fondo siempre
cripto. Si entonces la historiografía no quiere hundirse en la un autorretrato, 14º según la denominación del principio de
ultramodernidad, no tiene más que un horizonte posible: subjetividad. Pero ¿qué aparato recibirá el tono de la historia?
hacerse cargo de lo no-inscripto, lo inmemorial histórico. ¿Cuál es la naturaleza de l a sucesión de las obras?
Por un acceso indirecto mediatizado por un aparato. Ese Una necesaria irreversibilidad y no la inmovilidad de las
acontecimiento, hoy reducido a una carga afectiva errante, es respuestas a una pregunta que habría seguido siendo la
político: son los "desaparecidos" de la historiografia oficial. Es misma e induciría la repetición de idénticas respuestas. Si
también un pasado siempre abierto, las utopías yacentes en finalmente se reduce, como lo hace Lyotard, un aparato a
el pasado, y no las utopías del pasado. O también: un cierto u n dispositivo (a un régimen de escritura, por ende a un
tono de la historia como único "recuerdo ' del adveni miento programa cultural en un sentido sistémico) , entonces no
se comprende la improbable multiplicidad de obras a las

1 36 Déone, Jean-Louis, l'Homme de verre. Esthétiques benj11miniennes, 'lp. cil.

1 40 Derrida, Jacques, Memoires d'aveugú. L'autoportrait et autres mines, París,


1 37 Benjamin, Walter, Über den Begriffder Geschichu, op. cit. 1 39 Cf infra el análisis de fotos de Catherine Hélie, p. 339.
1 3N Benjamín, Walrer, "Kleine Geschichre dcr Fotografie" op. cit. Sería necesario
desarrollar aquí el análisis del muy benjaminiano relato de Richard ?oweri: Éditions Réunion de Musées Nationaux, 1 990; trad. parcial en "Memorias
Three Fanners on lh!!ir �y ro a Dance, Nueva York, Beech Tree Boo�, 1 9 8í. de ciego: el autorretrato y otras ruinas" Quimera, 1 08, 1 99 1 .

1 20 121
r

Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

cuales habrá dado lugar. Si el aparato perspectivo no había cuenta del hecho de que hay artistas y obras perfectamente
sido más que un p rograma de disposi tivo (lo que muestran discernibles en la historia cultural desde Lascaux?
los "tratados de perspectiva") , entonces las obras habrían Se intentará p ues responder a la pregunta: ¿por qué hay
cesado, en su m ayoría desde Leonardo, de ser improbables una historia de las obras cuya evidencia sería que pintar
(la perspectiva aérea que concluye de una cierra manera el exactamente como Leonardo hoy no sería sólo un plagio,
disposi tivo) . sino un absurdo? Esto implicaría retomar, para la cultura,
E incluso si, siempre de acuerdo a Lyotard, lo esencial de la pregunta lcibniziana de los indiscerniblcs. La respuesta es
la producción arrística es el hecho de que haya habido artistas que las obras deben sucederse porque dan cuenta en cada
que han producido una ruptura, como Masaccio o Cézanne, ocasión de una época del arte indisociable de un aparato.
los que han interrumpido un "programa cultural" como La primera razón de la discernibilidad de roda obra es que
la pintura medieval o el ane de la representación, quienes activa y hace aparecer tal axioma constitutivo del aparato. Se
entonces hicieron remontar esta s uerte de caos originario en encuentra esta certeza en Chastel: "Uno podría preguntarse
el cual descansan las cul turas, y que por esta razón están en si no hay -para todas las creacio nes del arre humano- una
relación con la "cosa", estos artistas situados en los intersticios tendencia invencible a p roducir en cierras condiciones, en
de las épocas del arte, se plantea entonces la pregunta de el seno mismo de cada arte, una maqueta reducida de su
saber cómo ellos han escapado a la repetición de lo mismo. estructura o un escenario de s u producción" . 1 4 2 Una obra
• • ,. • ce • • ,. n
La pregunta se planteará poco más o menos de idéntica es un acontec1m1ento ar 1st1co, una apanc1on , por cuanto
manera en el último Lyotard, 1 4 1 p uesto que la cosa tendrá pone de manifiesto tal o cual p rincipio de la recepción del
entonces como consistencia la "frase-afecto" : afecto o frase acontecimiento. Obra tras obra se verá entonces montar
inarticulada e inarticulable, que no p uede ser levantJ.da en p resencia este o aquel principio del aparato: invariantes
por el fógos, escapando a toda temporalidad, fuera de la del plásticas para la pintura o la escultura. Es decir, muy rápi­
ahora cuando, de una vez por todas, ella surge plenamente damente, para el aparato perspectivo: la ventana p uesto que
acabada. Si los artistas (los pin tores) se deben al hecho de el cuadro como superficie es "casi-ventana", el espejo, 143 el
responder pictóricamente al daño que hace necesariamen te plano de corte, 144 la cuadrícula ortonormada proyectada
el lenguaje a la frase-afecto (el color vivido por el niño) ,
1 41
una frase no se dis tingue de o tra más que por su tonalidad Chasrel, André, " Le Tableau dans le tablcau " ( 1 964), en Fab!es, Formes,
Figures, París, Flammarion, 1 978, 2 vol.
afectiva (la melancolía no es el placer) , entonces ¿ cómo dar
143 Phay-Vakalis, Soko, Le Miroir dans f'art, de Manet a Richter, París,
L' H armattan, 200 l .
1 44 Schapiro, Meycr, Styfe, artiste et société, París, Gallimard, 1 9 82. Derri­
1 '1 Lyotarcl, Jean-Fr an.yois, /Vlisere de !11 philosophie, op. cit. da, J.icques, La Váité en peinture, París, Flammario n , 1 97 8 ; trad. cast. : La

1 22 1 23
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

sobre el suelo o formando un techo, el punro de fuga como habrá sido la del punto, de Brunelleschi a Descartes. Ahora
equivalente del infinito, 145 el oscurecimiento de los ceo lores bien, el nombre del punto de fuga en algunos tratados de
en función del alejamiento; y, dado que el color es d gran perspectiva es punto del sujeto. Jean-Pierre Legoff resume
reprimido del aparato, su retorno masivo en la pintura esta historia. 1 46
veneciana (Veronés) o por el hecho de la querella abierta La historia del "punto del sujeto" es abierta por Jean Pele­
en el seno de la Academia Francesa de Pintura (la lucha de rin, llamado el Viator147 ( 1 435?- 1 524) , canónigo de Toul.
Roger de Pilhes contra Nicolas Poussin en el siglo XVII), Su tratado está fundado esencialmente sobre el método de
ere. Fundamentalmente la apuesta de todo arte que se des­ los puntos de distancia (terceros-puntos) e inaugura una
pliega a lo largo de más de cinco siglos es la decisión, que nueva serie de tratados en los cuales ese procedimiento lleva
hizo época, contra el arte medieval, de restituir en pintura el a la construcción albertiana. Allí se encuentra la siguiente
mundo concluyentemente dado como visible en la unidad definición: "Punctus principalis in perspective !debet ad nor­
de un tiempo y de un espacio homogéneos y vacíos, contra mam oculi constitui: qui punctus / diciturfixus vel subjectus"
la heterocronía y la heteroropía del régimen medieval. La O sea: "El punto principal en perspectiva debe estar
nueva superficie de inscripción perspectiva y proyectiva, constituido y asentado al nivel del ojo: punto/que es lla­
activada por Brunelleschi en su arquitectura antes de que mado fijo o sujeto"
los pintores se adueñaran de ella (Masolino, Masaccio, ere.) , Está claro que la palabra es aquí adjetivo y no sustantivo,
consistió en una nueva recepción del acontecimiento, en p uesto que está en aposición a "fixus" o "jix" Significa evi­
adelante caracterizado como visible, y no como legible, lo dentemente "punto bajo el cual (sub) son arrojados (jectus)"
que era el caso en el arte medieval. La revolución que hizo o "del cual parten los rayos visuales" Pero se convertirá, en
época radica en ese salto entre un mundo legible, pues es a textos ulteriores (siglos XVI y XVII) , "punto de sujeto" o
través de él que Dios se expresa, y un mundo visible donde "sujeto" Este punto del sujeto está dado en el plano del di­
el infinito no es más que un p un to en una construcción bujo (que no es des1gnado como el plano de intersección de
geométrica: el punto de fuga de las rectas or:ogonales en el la pirámide) y no designa el punto de vista frente al cuadro;
plano del cuadro. Adquirida la visibilidad, la gran invención es de hecho el pumo de fuga principal, propuesto aquí como
un dato y no como el extremo del "príncipe de los rayos '
cuando desembocaba en el cuadro definido por Alberti .
verdad en pinwra, Bueno Ai res, Paidós, 200 ! . Stoichira, Viccor Itronim,
l'!mtauration du tabfeau. Mitapeinture ll l'aube de; temps rnodernes, Cinebra,
1 46
Droz, 1 999; trad. case.: L11 invención del cuadro, Barcelo na, erbal, 2000. Jean-Pierre Legoff es el rra<luctor de De la perspecrive en peinture de Piero
1 4 � Damisch, Huberr, L'Origine de la perspective, París, Flammarion. J 9 S7; della Franceso, París, Éditions In Media Res, 1 998.
trad. case.: El origen de la perspectiva, Madrid, Alianza, 1 S97 1 4 7 Pelerin, Jean (el Yiaror), De Artificíali Perspectiva, Toul, 1 505.

1 24 1 25
Jean-Louis Déotte La época de los apararos

En Jean Cousin
( 1 560) , se habla de u n personaje y de en los cuadros generados por este aparato, el sujeto "habita"
su "ojo" . Ese nomb re se aplica de manera indistinta al oj o a priori el "corazón" del cuadro, ames de que este último
real, cuando se uata del p un to de vista, y al ojo ficticio que sea visto. Entonces, es necesario distinguir dos ó rdenes . En
constituye el punto de fuga principal, que él llama indis­ el plano constructivo: el sujeto es la proyección del ojo en
tintamente "pumo p ri ncip al o "pumo del oj o" . 148
"
e l plano del cuadro. En el plano de la recepción estética y
En fin, en Girard Desargues ( 1636) se encuentra: "Lo que entonces mc�afísica, en el plano de la destinación epoca!,
uno se propone retratar allí tiene como nomb re sujeto. Lo que la relación está invertida. Es este sujeta que alberga allí el
algunos llaman plano geometral, otros plano de tierra, otros p unto más intenso del dispositivo perspectivo (alíá, al fondo
la planta del sujeto, allí tiene como nombre asiento del sujeto" . del cuadro) el que va a acaparar la singularidad cualquiera
Esta vez el "sujeto" es sinó nimo de "motivo", es lo que desde que ella va a ponerse en posición de espectadora de la
se encuentra "bajo los rayos" o " baj o la mirada", y que o bra. Desde ese momento, toda arquitectura, rodo cuadro ,
está "sujetado" al observador reducido a un oj o p un tual y toda escena de representació n son entonces s ubjetivados en
descripto así: "En este arte está supuesto que un solo oj o un sentido nuevo, insólito: transforman cualquier destina­
ve con una misma oj eada el suj eto con su plato y la mesa, tario, su espectador, en sujeto en el sentido de la metafísica
disp uestos el uno fren te al o tro, b aj o cualquier concepto : moderna a partir de Descartes. Vosotros estáis ya en el cua­
no i mporta s i es p o r emisión de rayos visuales, o por la dro, vuestro lugar está allí antes incluso de haberlo visto: allí
recepció n de especies emanadas del j
s u eto, ni de cual rin­ sois esperados . La ley los dice: "allá te espero (allá donde el yo
cón, o cual de los dos él ve antes o detrás del otro, gracias está, tú debes advenir como sujeto)". El conj unto del aparato
a lo cual ve a ambos fácilmente de una misma ojeada" . 1 49 perspectivo instituye a cualquier especcador en u11 destinatario
S implememe porque, desde un abordaj e constructivo , cuya suerte está reglada por los siglos: devenir sujeto; en ade­
el p unto de fuga situado sobre la linea del horizonte del lante: tener como p royecto la subjetividad. El aparato perspec­
cuadro no es nada más que el simétrico, en relación al plano tivo tuvo en tonces uria potencia de destinación considerable,
del cuadro, del punto de vista (punto ideal de construc­ lo que le p ermi tió hacer mundo. El estar-j untos fue enten­
ción del cuadro) . Pero esto implica, omológicameme, que dido a p arti r de esta vara: Estado-sujeto, nación-sujeto, 1 50
comunidad-suj eco , ere., tamo que con Descartes devino el
punto de apoyo de la filosofía moderna y que con Nicolás
de Cusa, Giordano Bruno, Galileo, la matematización del
148 Cous i n , Jehan, Livre de perspcctive de jehan Cousi11, senen o is, maitre peintre
/¡ P11ris, 1 5 60.
1 4'' Desargucs, G i rard, &empfe de ! 'u n�· des manieres u11iversef!es du S G. D. L.
ro11cha11t !.a pmtique de la perspective sans empl.oiá aucun tiers pont, de dista11ce
11y d 'autre nature, qui so ir hors du champ de !'ouvrage, París, i 636.
1 5" E! con cepw de nación a¡nrccería con este sentido en Maq uiavelo.

1 26
1 27
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

mundo físico ha comenzado. Uno no debería .!hablar de sub­ taller del Perugino, su producción152 y también los primeros
jetivación como lo hacen nuestros contemporáneos (Badiou, cuadros de Rafael.
Ranciere) , fuera de la producción de efectos de subjetividad Si el aparato perspectivista genera una cierta temporalidad,
por este aparato específico. El aparato dio su fundamento al insólita -la del instante del corte de la pirámide visual según
imaginario moderno: la ficción del sujeto. la descripción de Alberti-, entonces un cuadro será siempre
Se puede tener la tentación de aislar, en la serie conside­ un corte instantáneo del mundo representado. Ninguna
rable de obras generadas por este aparato, un:::. obra co mo otra época de la cultura había concebido el concepto de un
particularmente demostrativa de la genericidad del aparato. espacio homogéneo, continuo, isotópico e infinito; ninguna
Una época resumida en la obra de un hombre, y este hom­ habfa · pensado la temporalidad del instante, de la sucesión
bre resumido en un cuadro. Eso sería, en una primera apro­ de instantes, y la hipótesis cinematográfica, escribirá Ingmar
ximación, la metáfora monadológica (o miniaturista, según Bergman, de un hiato entre cada instante. Descartes será el
sus declaraciones) benjaminiana de una obra que incluye primero en hacer de ellos los elementos constitutivos de su
una época; una obra que, si uno sabe desplegar sus caracte­ física y de su metafísica (teoría de la creación continua:fisica) .
rísticas, condensa los trazos de la época: "El historiador ma­ Se verá entonces sucederse, durante el primer Renaci­
terialista [ . . . ] va a hacer estallar la continuidad histórica para miento, cuadros especulativos, es decir, especulares en la
liberar una época dada; irá a hacer estallar paralelamente la medida en que pondrán de relieve tal o cual axioma consti­
continuidad de una época para liberar una vida individual; tutivo del aparato. Se verá surgir en un cuadro de conjunto,
en fin, irá a hacer estallar esta vida individual para liberar otros cuadros, más pequeños incluidos, que serán como
un hecho o una obra dada. Logrará de ese modo hacer ver otros tantos corres de instames del tiempo. La narración
cómo la vida total de un individuo tiene en una de sus obras podrá, en apariencia, reintegrar un espacio que, con motivo
uno de sus hechos; cómo en esta vida se sostiene una época de su geometrismo exacerbado, lo excluía.
completa; y cómo en una época se sostiene el conj u nto de Hasta que, con Édouard Manet, cuando en apariencia
la historia humana."151 Pero esta interpretadón está aún todo el aparato de representación es conservado para repre­
demasiado sometida al modelo leibniziano. Tratándose de sentar un acontecimiento histórico -la caída de Maxirniliano
la época del aparato perspectivo, p roponemos las obras del I de México-, toda la narración será privada de su mayor
efecto: que el espectador se identifique allí como sujeto y de­
see morir como héroe, igual que el emperador en la pintura.
"1 Benjamin, Walrer, re is VII en "Über den Begri ff dcr Geschichte' en
Abhmzdlungen. Gesammelte Schriften, I-2, Rolf Tiedemann y Herr.unn
Schweppenhauser (ed.), Fráncfort del Meno, Suhrkamp, 1996; trad. ;ast. : i s�
Museo de Perugia, Matrimonio de la !lbgen del Perugino, Museo de Bellas Artes
"Tesis de filosofía de la historia", op. cit. de Caen, Matrimonia de la Vt'i;gen de Rn.fael, Milán, Pinacoteca de Brera, etc.

1 28 1 29
r

Jc:.in-Louis Déotte

Un ligero desplazamiento tuvo lugar, uno no cree más en lo


que se ve, el sujeto del cuadro se vuelve indiferente. En sín­
tesis, como escribe Bataille, Manet cumplió el sacrificio del
sujeto. Momento fundamen tal para lo que otros llamarán
auronomización de la pintµra (la pintura conviniéndose en ÜISPOSITIVO Y ARTE DE SITUACIÓN
su propio objeto, su propid ley, aurotélica) . Se sabe que ias
telas de Manee produjeron un enorme escándalo, no tanto
por su comenido erótico (El desayuno sobre la hierba, Olimpia) Las obras se suceden, entonces, porque activan el aparato.
pues se habían visto otros en la pintura académica, sino por­ Haciendo esto no se reducen a hacer retroceder los límites de
que se volvió evidente que la pintura, como la literatura con una cierta época d e la culmra, ellas están al mismo tiempo
Flaubert, según Foucault, devino archivística, es decir, que ella interiorizadas por sus destinatarios. Lo que implica que la
estuvo en adelante aparatizada por el museo-biblioteca. Bataille p i nt ura no permanece en las paredes de las iglesias sino que,
y Foucault comprendieron que un nuevo imaginario estaba por su intermedio, las obras informan, aparatizan los des­
instituyéndose con Ma11ct y Flaubert, surgió a través de la bi­ tin:i.tarios. Si la perspectiva ha sido una "forma simbólica" ,
blioteca y del museo. Un arte cuya dimensión esencial devino como lo escribe Panofaky retomando la filosofía del lenguaje
la del pasado, la de los archivos, y no más la repre.sent:i.ción del de Cassirer, es porque a partir del siglo "XV" las elites italianas,
espacio para la pintura o del heroísmo para la literatura. Un holandesas y flamencas, luego las francesas e inglesas o alema­
imagi nario culto (los miles de textos sobre la religión leídos nas, y finalmente todas las naciones -a causa de la educación
por Flaubert para la escritura del San Antonio) . Una p intura y de la práctica del dibujo perspectivo, pero sobre todo de
que mantenía una relación distinta con el pasado consisten te la impregnación por las imágenes, la escena a la italiana, las
en crear-encomrar la obra del pasado o la obra exógena que perspectivas urbanas, los jardines a !a francesa, etc.- han sido
bien habría podido ser la causa de la obra contemporánea. Y obligadas a ver de un modo perspectivista. Además, la cultura
de manera contraria, que consiste para el contemporáneo en perspectiva hizo posible la mundialización, p1 1csto que la
rendir homenaje a un pasado reconocido encadenado a él por triangulación permitió los viajes oceánicos . Perspectiva y
la deformación como en Antonio Saura o Francis Bacon. 1 53 m undialización son indisociables. Este es muy precisamente
el sentido de la cultura desde Schil!er: puesta en forma colec­
tiva. Para hacer cr�tcnder mejor esta puesta en forma de los
espíritus, se p uede volver a la noción de cultura de Schiller
1 '3 Coudcrc, Sylvic y Dfotcc, Jca n - Lo uis (dir. ) , Hom111ilges. Ln tradition dis­ en b que b Ku!tur es Bi!dung.
continue, París, C H a rmacc:rn, J ')97.

1 30 131
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

No existe pasaje necesario entre una época y otra, sin<> ky consistió en pensar la necesidad de "puentes" culturales
que, debido al artificio, existe más bien violencia. Violencia entre esas islas que eran la primera y la tercera crítica en el
practicada sobre la visión desde el siglo XV, no a la visión criticismo kantiano. Haría falta precisar, repensar el lugar de
natural, que es una abstracción óptico-filosófica. sino a l a la imaginación productora y toda la cuestión del esquema­
"visión" medieval y teológica que había hecho época. Lo tismo. Es menester introducir, entre la sensibilidad pura y
demuestra la revuelta d�l pequeño pueblo de Florencia, las síntesis espaciales y temporales a las cuales ella da lugar,
encabezada por el monje Savonarola, que destruyó las obras y la síntesis por el entendimiento, a causa de las categorías
"contemporáneas" y quemó en la plaza pública la nueva y los conceptos, una puesta en práctica de la imaginación
pintura. Es probablemente con el Barroco que tendrá lu­ trascendental por los aparatos. Se intentó historicizar la
gar la reconciliación definitiva entre el "pueblo" y la nueva tabla de las categorías, haciendo del kantismo la filosofía
puesta en forma de los espíritus (si el Barroco es, como lo de la física de Isaac Newton, por ejemplo. Más fundamen­
piensa Panofsky, el triunfo del Renacimiento) . 1 54 talmente, se debe poder historicizar el esquematismo, es
Lo que se quiere sugerir en el plano filosófico, y que decir, la imaginación, 155 lo que dará lugar a un trascendental
reforzará la idea de época de la superficie de inscripción, es "impuro" (Cassirer) .
que hay un nexo entre la estética en el sentido de la Crítica Para resumir, las obras tienen como objeto la genericidad
de la razón pura y la estética en el sentido de la Crítica de la de los aparatos. La obra tiene entonces relación, a su manera
facultad de juzgar de Kant, entonces entre la estética tras­ -indirecta- con la verdad, porque un aparato, a diferencia
cendental, que pone de manifiesto el tiempo y el espacio de un dispositivo, comporta una verdad. Pero si la obra de un
como condición de posibilidad de todo saber sensible puro, aparato comporta una verdad, sólo a la filosofía le correspon­
y la estética en el sentido de juicio del gusto. El nexo es e1 de exponerla. Clastres y Lefort expusieron la verdad del apa­
siguiente: la temporalidad y la espacialidad de los aparatos rato arcaico de escritura de la ley sobre el cuerpo. Descartes,
son constitutivas a priori de la recepción pura y por lo tanto la verdad del aparato perspectivo, puesto que la estructura
del saber en general. del cogito es la del primer dispositivo de Brunelleschi; Marx,
Entre el juicio cognitivo y el juicio estético, están los la de la camera obscura; el Kant de la Crítica de lafacultad de
aparatos, es decir, la cultura, la cual se declina según una juzgar, la del museo; Benjamin, la de la fotografía; Freud, la
historicidad particular. El neokantismo de Cassirery Panofi- de la cura analítica; Hannah Arendt, Nancy, Ranciere, la del

1 'i4 Panofsky, Erwin, Three .&says on Style, lrving Lavin (ed.), Caml:ridge (MA),
Heidegger, Martin, Kant und das Probfem der Metaphysik, Fráncfon del Meno,
i s5
M IT Press, 1 995; trad. cast.: Sobre el estilo. Tres emayos inéditoJ, Barcelona, V.Klosterman, 1 95 1 ; trad. cast.: Kant y el problema de la metaflsica, México,
Paidós, 2000. FCE, 1 954; Lauxerois, Jean, De l'art a l{n-tvre, París, L'Harmattan, 1 999.

1 32 1 33
T

Jean-Louis Déotte
La épo ca de los aparatos

cine; Lyotard, la del video, etc. La filosofía vien� entonces


Se propondrá ent onces volver
a poner de pie a la filo­
después de la instalación de tal o cual época aparanzada, � no sofía erigiendo la imagen produc
, ida por la camera obscura,
antes como lo sugiere Ranciere, resumiendo sus propo:1�os reto ma ndo de Ranciere su exc
elente des crip ción de los
sobre las cuatro tesis fundamentales que definen la estenca com pon entes y efectos del apa
rato cinematográfico, pero
del cine al mismo tiempo, que su historicidad de arte: "Es sin imaginar ni por un instant
e que un deseo infantil de
primero la idea del arte amirreprese�tativo, del arte �u�
ilustraciones coloreadas, de pro
yección de imágenes, de di­
opone el registro del pensamiento en toques de am�er1os
buj os sob re una página ya colm
. ada, de movimientos y de
0 la radioo-rafía del sentimiento en ultravioleta a los cod1gos
metamorfosis hub iera sido nec
;
expresivo de la tradición representativa; a continuación la
roda la crítica del Romanticismo
esario para que se produj era
alemán. Pero eso ya hab ía
idea del arte como doble producto, como unidad de un empezado en o tra parte, 1 57 mostra
r que los textos fundadores
proceso intencional y de un proceso automá�ico sin concien­
ibles sin el advenimiento de
de la estética no hab rían sido pos
cia· es también la idea de un arte que manifiesta un modo
instituciones cul turales como

es ecífico, un modo sobrenatural de lo sensible, abo�iendo
(An tain e Chrysostome, Quatre
la invención del patrimonio
mere de Quincy) , del museo
. _
las oposiciones tradicionales de lo sensibl� y de lo intehg1�le,
(el anterior y Frarn;:ois de Neuf
_ chateau), de la ruina (Lenoir) ,
de la ciencia y de la sensación o del sennm1ento; es, en fin,
de la arqueo log ía (Heinrich
Sch liem ann ) , de la historia
la de un arte más allá del arte, un arte que define un modo
moderna del arte Gohann Joa
chim Winckelmann), de la
nuevo de serlo en común y construido con las formas de la
exp osic ión pública (Denis Did
erot) , etc.
vida común. Ahora bien, esas cuatro ideas [ . . . ] estaban todas Un aparato comporta una verd
ad ontológica no sólo
ya elaboradas y anudadas juntas desde hacía un siglo, como
fáctica, y de ese mo do pre sen ta
un carácter fechado y defi ­
se lo puede ver a través de los grandes textos fundadores del
nitivo. Un a vez inventado, un
aparato jam ás se olvida, así
romanticismo, de los Fragmentos de Novalis al Sistema del
com o tampoco el espacio-tiemp
idealismo irascendental de Schelling o al Más antiguofragmento un cier to estar-j untos. Habrá
o que hizo surgir, entonces,
siem pre una parte de la hu­
sistemático del idealismo alemán, que parece haber sido redac­ ma nid ad que vivirá a su ritm o.
Da mis ch mo stró en El
gen de la perspectiva que los ejercici
tado en común por Hegel, Schelling y Holderlin. Estas cuatro ori­
os per spe ctivistas de los
tesis fundamentales constituyen la historicidad en la cual el
pin tores habían constituido el abo
no de la nueva geometría,
cine se encuentra cobijado, la h istoricidad de la estética" . 1 56

156Ranciere, Jacques, " l'.hisro ricicé du cinéma ", en De Bae� q ue, Ancoine 1 57 Déottc, Jean-Louis, Le Musée, !'origine de l'esthétique, París, l'.Harmartan,
.
y Delage, Chriscian (dirs . ) , De l'histoire au cinéma, Bruselas, Ed1nons 1 993; y Oubfiez/ Les ruines, fe rnusée, f'l:.ztrope, París, L'Harmattan, 1 995; trad.
Catdstrofe )' olvido. Las ruinas, Europa, el Museo, Samiago de Chile,
Com­
pl exe, 1 998, p. 54. cast. :
Editorial Cuarto Propio, J 998.

1 34
135
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

analítica y proyectiva, y tuvieron como punto culminante l:a en Ranciere,159 lo que vuelve a privilegiar el "milagro griego" ,
teoría de la sección de los cónicos de Desargues. Damisch puesto que Platón es la clave del "régimen ético de las imá­
ha contribuido ampliamente a hacer posible una teoría de genes" y Aristóteles la del "régimen representativo" Esto es
los aparatos que no cae en la crítica de la industria cultural pasar por alto la norma arcaica, o la norma teológico-política
y del sistema como en Lr.otard. Privilegiando la invención de la revelación (el ícono bizantino por ejemplo, la ilumina­
del punto de fuga como punto al infinito y uniéndola a la ción romana, irlandesa en particular), culturas no europeas
cuestión del sujeto, contribuyó holgadamente a ubicar el (la arquitectura islámica, la miniatura persa, la caligrafía
aparato perspectivo sobre un plano ontológico. Pero esta china, etc.) y sobre roda una "estética del daño" que se pone
ontología, en su problemática fundamentalmente husser­ en marcha en la era de la desaparición, en particular en el
liana, permaneció sometida a la ciencia "europea'', a las cine (extra)europeo con Alain Resnais, Michelangelo An­
adquisiciones de la perspectiva artificial que devinieron tonioni, Chris Marker, Atom Egoyán, Theo Angelópoulos,
idealidades de tipo geométrico. Al hacer esto, aisló este apa­ 1 60
Shohei Imamura.
rato perdiendo de vista la cuestión esencial de las relaciones Tendremos siempre que distinguir el aparato del sim­
del soporte y de la ley. El aparato perspectivo devenía un ple dispositivo, por ejemplo, del panóptico inventado por
asunto eurocénrrico, se prohibía situarlo en la serie de in­ Jeremy Bentham tan esencial en Vigilary castigar de Foucault
jertos del espíritu y del cuerpo humano en general. Lo que como modelo de la prisión, luego de todas las instituciones
era ganado por un lado (la ciencia, lo trascendental), era (escuela, fábrica, hospital, ere.) Un dispositivo, se sabe,
perdido por otro (la inervación) . Si el aparato perspectivo articula cuerpo-saber-poder. Es para Foucault la verdadera
era elevado a la dignidad de lo que hace mundo y época en matriz de la nueva era del poder, un elememo esencial de
virtud de su cientificidad, otros aparatos como el museo la biopolítica. la disciplina de los cuerpos. A pesar de la
veían que se les retiraba esta dignidad y eran sacados como proximidad entre aparato y dispositivo, se imponen las
"máquinas" en una perspectiva marxista. diferencias. Si el panóptico articula diferentemente ley y
Ahora bien, a causa de la actual situación "pos-colonial", cuerpo (o más bien poder y cuerpo, pues ¿qué es la ley en
el estado de la cultura es "multicultural" según la expresión Foucaulr?) , si funciona también en lo visible al producir
de Thomas McEvilley.15ª Es decir, que no puede darse una imágenes "objetivas" del cuerpo, si entonces es el lugar de
estricta definición del arte en términos de regímenes como elaboración de todo un saber positivo sobre el hombre -las

1 '� Ranciere, Jacques, Le Pnrtage du sensible, op. rir.


1 58
McEvilley, Thomas, Art and Otherness. Crisis in Cultural !denrity, Kings­ im Imamura, Shóhei , L'Éunporntion de l'hommr [Ln evnpornción del hombre]
ron (NY), McPherson, 1 992. ( 1 967).

1 36 1 37
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

ciencias humanas-, no determina la época de la superficie de montaje, las obras cinematográficas, los filmes,163 pueden
de inscripción. No hace época p orque no introduce una explorar el tiempo generando nuevas temporalidades. Así,
nueva relación con el acontecim iento, no inventa una el p rocedimiento experimental de proyección en el pasado,
nueva temporalidad. El panóptico no es nada distinto a la espiral que cava el tiempo de una memoria de Je t'aime,
un aparato de perspectiva aj ustado a la disciplina de los je t'aime ( 1 968) de Resnais. Hasta el acontecimiento del
cuerpos. i 6 1 Entonces, la c'uestión de su advenimiento no re­ encuentro como renacimiento, a partir del cual una linea­
s ulta enigmática. Comienza cierto día, a causa de un cierto lidad narrativa vuelve a ser en apariencia p osible.
Bentham: no tiene origen. Entonces el panóptico (o todo
dispositivo parecido: el campo para Giorgio Agamben) no
puede volverse el horizonte de recursos para la sucesión
específica de las obras de arte. No hay "arte" del panóptico.
Sin embargo , hay una literatura carcelaria, de Osear
Wilde a Claude Lucas pasando por Jean Genet. Pero, por
una parte, es una literatura de situación (como lvfoby Dick
lo es para el mar) y, por otra parte, la matriz puede estar en
La Éternitépar les astres de Louis-Auguste Blanqui, utopía
tenebrosa de un eterno prisionero. La contra-utopía de un
paralelismo general entre los astros, lo que sucede aquí aba­
jo en la Tierra tiene su perfecto equivalente en otro astro, en
el mismo momento. Y esto para todos los hechos posibles.
Repetición de lo mismo, destino exacerbado, que son la
marca de la fantasmagoría colectiva. Mientras que si el pa­
nóptico hubiera sido un aparato, habría generado obras que
habrían echado a perder la temporalidad de la ensoñación
colectiva, inventando temporalidades insólitas. Así, el cine
es un aparato que parece condenado al respeto de la estricta
narración. 162 Pero, como es un aparato de escritura, es decir,
Hd La distinción entre el cinc como aparato (c1pitales, i ndustria es p ecífica, es­

rudio, actor, pclícuia, cámara sonora, distribución, sala de proyección, público,


i G J Grcenaway, Peter, The Draughtsman's Contract. crítica, ere. ) y el filme como obra esrá bien establecido por Jean-Louis Leutrat y
1 62
Rancie re, Jacques, Ltz Fable cinématographique, op. cit. Suzan nc LianJrat-Guigues en Penser /,e cinéma, París, Klincksicck, 200 l .

138 139
RENÉ DESCARTES: EL APARATO
DE LAS MEDITACIONES METAF!SJCAS

No es necesario intentar partir de cualquier tiempo mar­


cado, de un acontecimiento "inabarcable", sino más bien de
esos actos de suspensión del juicio por cuanto ellos han po­
dido hacer época. Haría falta orientarse hacia interrupciones
suspensivas de tipo escéptico como las que trabajan en las dos
primeras Meditaciones metafísicas de Descartes o en las Medi­
taciones cartesianas de Husserl. Partir de esa contracción fuera
de lo real, del ente, del hecho, a la búsqueda de un punto de
apoyo indubitable e inquebrantable, como ese cogito alcanza­
do por Descartes a continuación de un proceso sistemático de
puesta en duda de la creencia de todas las opiniones recibidas,
de los saberes transmitidos por la tradición, la educación o la
construcción demostrativa, incluso de la más inmediata de las
certezas, la de tener un cuerpo, o por la introducción de las
más locas hipótesis: la de estar, precisamente, loco, tener un
cuerpo de vidrio o ser transportado por un dios mentiroso o
un genio maligno. 1 64 Como se ve, la posición del cogito, indi­
sociable del aparato representativo y por lo tanro perspectivo,
no se obtiene más que por el desgarramiento discursivo, una

1<..1 Cf. la discusión entre Foucaulr y Derrida a prop6si ro del l ugar de la locura
en las Meditaciones.

141
r
i
1
!
La época de los aparatos
· Jean-Louis Déotte

Esta idea es para Descartes la idea de Dios, la del infinito.


ruptura sistemática con las otras dos normas anteriores: la
Porque lo finito no puede crear lo infi n ito. El cogjto no es
narración (los relatos que siempre se nos han contado) y la
nada sin la presencia del archivo, del infinito como archivo.
encarnación icónica de lo teológico-político.165
Llamemos a esta idea no idea de Dios, sino ley, archivo de
Estas meditaciones proporcionan la descripción del
la ley, arkhé en el sentido de comienzo, origen, fundación,
montaje de un aparato li �erario de puesta entre paréntesis
primacía. El cogito consiste pues en alimentarse de la cer­
de todas las formas posibles de creencia, de adhesión in­
teza de ser por la ley, del hecho de haberlo sido al menos
mediata o mediata. Lo que está en j uego en el recorrido
una vez por un instante. Del hecho de una ley que no es la
efectuado por un yo que ignora toda constitución esencial
del instante. Esta pasibilidad del yo, el hecho de deberse a
no es tanto el poco valor del dato sensible, siempre oscuro y
una ley ya allí y para siempre, en alguna medida a la espera
confuso, como la extremización activa en un pasaje más allá
desde siempre de un sujeto archivista es, por una parte, la
del hecho, de lo real, del ente, aparatizados por las normas
seguridad de una permanencia más allá del punto temporal
anteriores. Se trata del artificio y de la técnica, incluso de la
y, por otra, la certeza de no estar necesariamente librado a
institución, puesto que se sabe que la meditación filosófica
las creencias relativas al lenguaje y a las fantasmagorías de
es pariente de la religiosa. Y luego, se trata de una tensión
la encarnación. Esta pasibilidad es indisociable de una po­
insostenible, el recorrido cartesiano debería desembocar en
sición de lector que será menester encontrar en el curso de
una certeza que no puede ser más que instantánea, certeza
las meditaciones como la condición de toda reconstrucción
que no tiene entonces en ella la capacidad de durar pues no
de la verdad. En el corazón de la escritura rememorativa del
es más que un punto del tiempo. Lo que implica que ella
recorrido, está la doble posición de una lectura originaria.
debería hundirse al instante siguiente si no descubriera la
La del archivo que precede toda s ubjetivación, la que se
huella de lo que no es: una ley que no p uede haber creado.
asegura de la letra de la meditación, paso a paso.
En efecto, en cuanto simple coincidencia del pensamiento
Porque esta pasibilidad debe ser reasegurada: instituida y
(la duda) y de la existencia, el cogito está destinado a desva­
aparatizada. La escritura es la primera institución y no hay
necerse en el instante posterior: no es más que un punto.
institución sin escritura.
A menos que descubra en la sustancia pensante una idea
Desde entonces, Descartes describirá todo el recorrido
cuyas características hacen que ella no pueda ser su autora.
según el orden de las razones. 166 El sujeto-archivista sólo se

1 65
Vé ase el artículo de Philippe Cri g n o n en Déotte, Jean-Louis, Qu 'est-ce 166
Conforme a b expresión del estudio de Marcial Guéroult, Descartes selon
qu 'u n appt1rei! ? Benjamin, Lyotard, Ranciere, París, I.;Harmattan, 2007. Lo
l'ordre des rrúsons, París, Aubier, 1 99 1 ; trad. cast. : Descartes según el orden de
que invalida toda una fenomenolo gía cristia na ap l i cad a a Descartes y se
las razones, 2 tomos, C aracas, Monte Ávila, 200 5 .
a p arta de la iconofilia actualmente dominante.

1 43
1 42
Jean-Louis Déorce La época de los aparatos

da haciéndose cuerpo escriturario, aparatizándose por la es­ en Brunelleschi, en su demostración de la perspectiva, más
critura. Sin embargo, Descartes olvida este necesario pasaje precisamente cuando es evidente, en las condiciones de su
por el aparate de escritura en el trabajo de la duda. ¿Qué primer dispositivo, que el punto de fuga y el punto de vista
sería la duda sin los archivos de la duda que pueden reunirse coinciden. Pero allí donde el aparato de Brunelleschi requiere
de un vistazo? Es decir, sin todo ese aparato de escritura que un ojo exterior por el cual esos dos puntos son el mismo,
verdaderamente permite sistematizar la duda, aunque sólo el recorrido cartesiano supone la relectura de un recorrido
fuera porque su autor puede todo el tiempo retomar las eta­ escrito. No un observador sino un lector: ya sea un yo que
pas anteriores, asegurándose cada ve:z que una etapa ha sido se constituye en la reflexividad a partir del recorrido de un
perfectamente explorada antes de pasar a la siguiente. o hay simple deíctico, ya sea un lector de Descartes por encima
dudas de que a fin de cuentas Descartes espera una lectura de su hombro, o especularrnente. El espejo y la escritura
de todo ese camino que se hará en un instante, como si fuera son entonces necesarios para el aparato de las Meditaciones.
posible resumir todo un razonamiento en un punto del espa­ Es decir, una superficie de reproducción y la posibilidad de
cio o de la luz. Con la velocidad de la luz. La exigencia "pun­ habitarla introduciendo en ella la reflexividad.
tillistá' o "calculadora" de Descartes había sido establecida Sería necesario distinguir dos registros de puesta entre pa­
desde las Regulae. Ella está en el centro de su comprensión réntesis de la creencia, de la suspensión del j uicio. Primero, el
de la geometría como cálculo de puntos (etdcul: piedrita), de que se refiere a la adhesión espontánea a las historias, al relato,
allí la digitalización del espacio cartesiano que prefigura el a lo narrativo y, de una manera general, al rumor del lenguaje,
espacio de puntos del cálculo informático. Ahora bien, esta que hace que seamos siempre los destinatarios de un cierto
reducción del espacio a un cálculo de posiciones de los p un­ número de enunciados. En consecuencia, el cogi-to será la
tos en el espacio está en el centro del análisis propuesto por piedra de toque de toda ciencia posible, en una metafisica de
la perspectiva, en particular por Alberti en su De la pintura, la subjetividad donde la verdad es definida corno certeza por
con su be!lu.m de gran aparato. Podría decirse que digitaliza­ el hecho de la puesta entre paréntesis del rumor del lenguaje.
ción y proyección están en el centro de los dispositivos de los La otra creencia cuestionada se relaciona al cuerpo y a
aparatos modernos, al menos como potencialidad, porque las imágenes producidas por nuestra unión con un cuerpo,
ellos son necesarios tanto para Albert! como para Descartes. entendido entonces corno carne por el hecho de la encar­
La infraestructura aparatizante del cartesianismo es el aparato nación. En general uno recuerda de las Meditaciones sólo
de la perspectiva, el corre de la pirámide visual según Albeni. la invalidación de los conocimientos sensibles. Pero es ne­
Desde entonces, el modelo de la identidad del pensamiento cc ario no olvidar que el cogito es conquistado incluso en la
y de la existencia por la que se define el cogito se encuentra hipótesis en la que yo estaría loco cuando creo, por ejemplo,

1 44 1 45
Jean-Louis Déotte L a época d e l o s aparatos

que tengo un cuerpo de vidrio. Lo que indica que Descartes La especificidad de esta búsqueda consistirh en inventar
no excluye en absoluto la locura, de manera inversa a lo que nuevos aparatos, mostrar que algunos textos filosófico-reo- ·
afirmaba Fo ucault, sino que afirma la validez del cogito, sea lógicos y literarios son experimentales, en el sentido de
yo loco o no: es, por el contrario, la integración de la locura que ellos demanda11 un pasaje a la práctica que aparatizaI1
en el clasicismo. La definición de una humanidad "moder­ en idea, como con esta proposición de Nicolás de Cusa a
na" estrictamente inclusi\ra. S in exterioridad. Por fuera de los monjes de mirar juntos el mismo autorretrato de R.
la profunda trascendencia de los archivos. Van der Weyden, y concluir evidentemente en una matriz
Lo que importa aquí es la búsqueda de un punto de inclusiva de la comunidad: Dios, la sustancia absoluta, por ·

certeza más allá de las fantasmagorías de la encarnación. La la cual las singularidades cualesquiera separadas no son más
relativa puesta entre paréntesis del cuerpo como sustancia que particularidades expresivas . 1 67 O , se lo ha visto, como
extensa indica también implícitamente una relación del Benjamin rompiendo la representación clásica de la ciudad,
cuerpo con la ley. En efecto, la puesta fuera de la ley del cuer­ inventando lo urbano sobre el cual no se puede tener pers­
po, momentánea, es la condición de posibilidad para que pectivas, lo urbano como lugar de una experiencia histórica
el sujeto se constituya como archivista de la ley y entonces nueva: la lectura de lo que no dejó huellas.
como lector esencial . Estas experiencias de pensamiento no pertenecen sólo a
Sería necesario entonces relacionar las nociones de acon­ la literatura. O en tal caso, la literatura exige siempre, como
tecimiento, de cuerp o y d e ley para despejar la de aparato. a contrapelo, aislar el aparato que ella pone cada vez en
En este punto pueden distinguirse aparatos que tienen acción. Habría entonces microaparatos (para los cuales se
esencialmente una consistencia técnica y legal (aparatos para utilizan a menudo, en la crítica de las artes contemporáneas,
escribir la ley sobre el cuerpo, perspectiva, museo, fotografía, los términos comodín de "dispositivos" o de "instalaciones")
cine, etc.) , y otros que son generados por una idea, o intrín­ experimentales: cajas de color de James Turrell, los cajones de
sicamente ligados a la idea y que provocan una experiencia Rodney Graham, las herramientas de Daniel Buren, etc. Esos
de pensamiento o estética. Por ejemplo, el aparato gótico microaparatos se distinguen de las categorías ames citadas
porque, siguiendo a Panofsky; retoma estructuralmente la en lo que ellos tienen de apuestas de espacio-temporalidad.
exposición de los argumentos de la razón según Santo To­
más, las meditaciones religiosas o filosóficas, la literatura de
protocolo. La oposición no sería entre técnica y teoría, pues
De Cusa, Nicolás, 71-aité ele la 11ision de Dieu ou l1 Face des faces, en CE1wres
la primera no es m enos vocinglera que la segunda, debido 1 67

a su relación con la ley. choisies (erad. de M. de Gan d i1lac) , París, Aubi er, 1 942; erad. CJS [ . : L11 /lisión
de Dios, fü ra11a i n , EUNSA, 2007.

146 1 47
PETER GREENAWAY· EL TESTIGO ARTIFICIOSO

La cuestión del archivo, del sujeto "moderno" de la meta­


física y por ende del testigo está presente en el filme de Peter
Greenaway- Meurtre dans un jardin anglais (1984) o según
el título original en inglés, The Draughtsman's Contract. 168
Draughtsman es el dibujante, pero también un peón en el
j uego de las damas, por ende un juego donde la cuadrícula
de los escaques es, como en el ajedrez, esencial. Perspectiva
y ajedrez tienen en común la cuadrícula, el marco, como
el urbanismo moderno. A draught dene el sentido de: la
tracción, la acción de trazar (una línea), el esbozo, el dibujo,
el p royecto de contrato, el plano, la minuta del notario, el
retiro de dinero, el borrador de una carta, la letra de cambio,
pero también el contraro que puede cumplir un asesino
profesional. Todos estas sentidos están presentes en el filme.
Hay una aparente superioridad del cine sobre el dibujo
co n perspectiva . es la posibilidad de un vaivén entre el
lugar del dibuj ante -entonces soy el sujeto ideal, el que
sabe dónde ubicarse, allí donde la obra fue virtualmente
realizada- y el l ugar del espectador, del crítico, el que

168
El contrato delpintor fue el tfrulo con el que se estrenó en Argentina; tam­
bién conocido como El contrttto del dibujante, la traducción l i reral del título
de estreno en Francia es Asesinato en zmjtt.rdín inglés. [N. del T].

1 49
r

La é p oca de los a p aratos


Jean-Lo uis Déo tte

Pero s uperioridad última del cine por el movimiento


tomo apartándome, retro cediendo en relació n al mismo
que i ntroduce en ese j uego de velamiento/develamiento ,
dispos itivo perspectivo , cuando a s u vez l o e ncuadro.
por lo diferen temente activo. Es neéesario cons iderar los
Puedo, ento nces, por ese movimiento de retroceso que
movimientos de la cámara que abarca el p unto de vista
efectúa la cámara, cesar de identificarme estrictamente
del dibujante-cíclope hasta, por su movimiento propio,
co n el artista y revelar los límites del sistema, sin poder
abandonarlo por comp ieto, ya que la cámara permanece identificarse allí: el marco del intersecto r del portillón se

fu ndamentalmente andada en el mismo s uelo que lo que vuelve el de la i magen fílmica.

ella reflej a: ella es otro dispositivo de proyección. Allí está Es decir que el intersector (la cuadrícula, el marco ,

la potencia del aparatizaje moderno en relación a cualquier la hoj a de dibuj o) p uede ser tomado en consideración,

o tra defin ición de la s uperficie de i nscripción : su capaci­ deve lado : he aquí la maquinaria que hace de voso tros

dad teórica, por la reflexión, de hacer volver sobre sí y de unos i ncautos . Es Brecht- Godard retrocediendo sobre

exponerse como sistema trascendental impuro para pasar la ins talación del estudio como infraestructura, modo

a una suerte de meta-modernidad. He aquí, enton ces, l o de p ro d ucci ó n de la s ociedad del espectácul o , en fi n ,

q u e yo era como moderno, he aquí l o que yo excluía. He develado y conducido a l a verdad d e l a lucha d e clases.

aquí los límites del marco que yo imponía a las cosas , a He allí l a matriz de la ideología.

la naturaleza y por lo tanto que yo me imponía . ¿ Qué era O sea que por su avance, el cuadro fílmico deviene el

yo , yo que no era más que una vista, o una colección de del intersector que entonces desaparece: uno no ve más la

vistas sucesivas, cuando me desplazaba? cuadrícula, esta no se interpone más. Velamiento de lo que

El mirón al que me reduce el visor del portillón po rtátil permitía la vista, olvido del aparato. El velamiento o cega­

de D urero-Greenaway, ese perverso en el que me convierto miento de la verdad (la de l a producción por el aparato) es

por necesidad en Marce! Duchamp (Étant donnés. . .) es un la condición de posibilidad de toda vista, de toda veduta.
casi ciego , un cíclope: mi goce (el goce de darse rep resen­ De hecho, vosouos aprendisteis, desde Bru nelleschi, a in­

taciones) supone el corte de un marco, el visor. No p uedo tegrar las tensiones despiadadas del dispositivo del aparato

gozar de lo que no veo (el fuera de cuadro) y a lo que soy p erspectivo, que devino realidad mental. Una verdadera

ciego. ¿ S uperioridad del cine? Ahora bien, el pintor p uede técnica de lo mental.

-lo muestra en particular en algunos autorretratos (Nor­ Ya sea ento n ces que uno ve la verdad de toda vista
man Rockwell: Ti-1ple autorretrato)- dar cuenta de la dis­ que es develada, el aparato puesto al desnudo, pero esta

tancia y por ende de la potencia infinita de reflexión de la verdad e nceguece (la cuadrícula se interpone) y no se ve

pintura de representació n , su fichteísmo in trínseco. n inguna otra cosa. Ya sea la vista, es decir, la captura de un

151
1 50
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

objeto visto y también su representación p intada hacen y que nosotros somos capaces de aprehender, es ese registro
desvanecer la cuadrícula misma y por tanto la verdad <le de la diferencia. 1 69
toda vista. Doble ceguera (a la diferencia enue visible e invisible,
El filme de Greenaway desemboca necesariamente en entre mostrable y nombrable) cuya articulación sería
la ceguera -la del héroe-, pero no sólo la del <libujante necesario analizar porque es exclusivamente a ese precio
Neville, quien, porque ·es reclamado por las tensiones del que se comprenderá la importancia del contrato del di­
dispositivo perspectivo, debe volverse ciego para dibujar: b uj an te -ese dibujante que no narra-, pero más aún de
ciego a las condiciones del ver, del dibujo, a lo invisible la institución del con trato. Pues, fundamentalmente, el
teórico que habita lo visible. Es también la del que no aparato perspectivista será el terreno co mún del contrato
sabe articular las vistas, encadenar una serie, en síntesis, en general, que liga dos partes supuestamente iguales, y
de quien es de tal modo movilizado por las tensiones del por tanto la condición de posibilidad a la vez del capita­
dispositivo del aparato que no sabe construir frases, que lismo y del contrato social. Hay allí un vasto territorio a
no sabe nombrar lo que sabe dibujar, entonces no sabe explorar, el de la intrincación de la representación en el
intrigar y contratar, y paga con su propia ceguera y luego sentido más lato con la economía, que Derrida designa
con su vida. mediante el término de eco no mímesis. 170 Y este aparato
Precisemos la naturaleza de la primera ceguera: tener hará posible ese singular "contrato" j untando dos "rea­
la vista no es tener su condición, y a la inversa. Lo que lidades" heterogéneas: la de lo visible y la de la frase, la
de veras está en juego es la diferencia entre la vi ta y su del o bjeto de percepción y la del objeto de historia, la del
condición. La diferencia entre una y otra. eso es lo visi­ "campo" y la del "mundo"
ble-invisible. Estoy ciego a la diferencia que se encuentra Podríamos quizás comprender, siguiendo el carrúno de
entre lo visible (el campo que describe la fenomenología) y Vidas de artistas de Giorgio Vasari y examinando toda una
lo invisible (lo técnico-trascendental) . Además, estoy ciego serie de documentos exhumados por André Chascel171 prove­
a su j uego cuando lo técnico-trascendental está expuesto y nientes del Renacimiento italiano, por qué las manifestaciones
visible, y el campo, invisible. Esta diferencia entre lo visible sociales de los pintores podían ser tan dificiles, tan críticas y
y lo invisible, que no es ni lo uno ni lo otro sino j uego de
lo uno y de lo otro, juego del dibujo y aquí de la cámara, 1 69
Merleau-Ponry, Maurice, Le visible et /'invisible, París, Gallimard, 1 979 ;
dej a una huella (cinematográfica) . trad. cast.: Lo visibley lo invisible, Barcelona, Seix Barral, 1 970.
110
Derrida, Jacques et al, Mimésis des articulations, París, Aubier-Flammarion,
La huella como diferencia o como devenir, como pasaje.
Lo que no captaban los modernos (o sólo en los márgenes)
1 975.
111
Chastel, André, Chronique de la peinture italienne a la Rennissance, París,
Vilo, 1 983.

1 52 1 53
La época de los aparatos
Jean-Lo uis Déotte

Precisemos: de una parte, es al analizar los universos de fra­


por qué algo que debía ser del orden de la colisión de dos
ses ostensivas que la fenomenología de la percepción elabo­
realidades se expresaba en ese lugar preciso: el contrato.
ra las ideas de campo y experiencia. El objeto de percepción
Pero aún había cornraro y, pese a las recriminaciones
depende de un campo. Por el contrario, el objeto de historia
de las partes y los litigios, las obras eran producidas. Ahora
depende de un mundo (que es un complejo más bien esta­
bien, de Neville no qued.ará nada, como si el hiato entre el
. ble de frases nominativas) . La superioridad del nombre, y
" campo" y et
1 ,,mun do" fuera a partir de ese momento infran-
más fuertemente del nombre p ropio, radica en que focaliza
queable, y en ese tiempo que en realidad es el nuestro, puesto
ese objeto en sus redes nominativas sin haberlo situado en
que no se tratará de buscar en este filme, donde el máximo
relación a un yo ni a ningún deíctico . 173 El "mundo" puede
de artificios ha sido requerido, un testimonio histórico.
así desprenderse del campo y, objetivándose, puede devenir
Para nosotros es la pregunta sobre la posibilidad de lo
el referente de frases universalisables y refutables.
nombrable de contratar con lo mostrable la que es plan­
Sabemos (Panofsky, Merleau-Po n ty, Ehrenzweig)
teada con el fracaso (el asesinato) de Neville-Greenawav
mediante cuál movimiento lo mostrable se ha impuesto
y no sólo, como p udo escribirse, la de la legitimidad d l � a lo visible m ismo, lo que fue la violenc:a p agada con la
pintor y de la afirmación de s u soberanía en un mundo de
ceguera para el dibuj ante: violencia que instituye el mirar
hidalgüelos del cual se puede siempre actualizar las fio
cruras '
· sobre el ver salvaje p or una focalizació n sobre un punto
en particular en ciertos filmes de Greenaway: El vientre
central, el tú, allá, hace poco, por consiguiente lo que en
del arquitecto o El cocinero, el ladrón, la mujer y su amante.
su co ndición de obj eto va a hacer frente al suj eto, al yo,
Tema constame de sus filmes : el aplastamiento físico del
aquí, ahora. El suj eto ganó la certeza de la reversibilidad
artista por los poderosos, la diferencia de fuerzas siempre
- de los lugares, al ser el p unto del sujeto (o p unto de fuga)
desfavorables para el arte y el pensamiento .
en el dispositivo del aparato p erspectivo entendido como
Es que lo nombrable mantiene una complicidad real con
proyección del p unto de vista. Lo que el sujeto p ierde
el dispositivo perspectivo 172 gracias al cual, en los tiempos
en ese golpe de mano es lo que está obturado, fuera de
modernos, desde el Renacimiento, masivamente penetró la
cuadro: la diferencia visual, lo figural, la lateralidad, la
pintura, haciéndola entrar en el orden de la representación.
confusión de los con fi nes. Lo que gana es tener el campo
En efecto, lo mostrable es el dominio del "objeto de
de la experiencia en una vista. Base de la metafísica de
percepción" . Este es presentado por frases ostensivas que
la certeza y p or tanto de la ciencia galileana, verdadero
comportan deícticos (yo y tú, aquí y allá, ahora y hace poco) .

172 Bo uvcressc, J:i.cques, "Wingensrein er la rhéorie de l'image ", en Macula'


1" Lyotard, Jean-franc,:ois, Le Différend, op. cit.
nº 5-6, París, 1 979.

1 55
1 54
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

destino (Bestimmung) de los modernos. Resumamos. Tres captada o tomada; poco importa en un p rimer momento
diferencias constitutivas (tres j uegos) · que agarre o no la totalidad de la cosa.
a) la que instituye la profundidad (del campo) entre lo El fi l me presenta los aspectos sociológicos de esta decisión
visible y lo invisible, y por eso no es ni visible ni invisible; en cuanto a la temporalidad. El señor Talmann a Neville: "Es
b) la que está entre el centro focalizado y la periferia evidente [ .. ] que vuestro régimen despótico no sólo confina
.

salvaje, constitutiva de la fateralidad del campo, y por eso ni la domesticidad como a animales en una reserva sino también
clara y distinta, ni oscura y confusa, entonces ni inteligible os da el derecho de imponernos o no una cierta indumen­
ni sensible; taria"; o el señor H ammo nd: "¿Qué disciplina de hierro le
c) la que se encuentra entre lo mostrable y lo nombrable, es necesario ejercer, señor Neville? Seríais sin duda mejor
por ende en sí misma indesignable e innombrable. Eso empleado en el ejército como simple dibujante de paisajes
para el espacio y su pensamiento. ¿Qué queda entonces [ . . . ] es un general que comanda los campos"
de la temporalidad, lo que comprometerá totalmente la Neville es un extremista de la época de la representación,
imaginación deformante? un militante metafísico puro que cumple esta Bestimmung
Cuando analizamos el Della pittura de Alberri, vimos como su p ropio destino, ciego a las co nsecuencias. Su
que no puede haber allí más que un corte posible, como brutalidad, su arrogancia de recién llegado y de revoltoso
un solo cuadro en un instante. El instante de la caída de la irlandés, caracterizan además a quien le ocurre un singular
lámina de la guillotina, donde soy cegado por la elección acontecimiento: aquel gracias al que surge por primera vez,
de una vista que se impone, es entonces la unidad temporal incluso si nos encontramos aquí a fines del siglo XVII, una
privilegiada. Es la elección de la temporalidad del instante nueva definición de la superficie de inscripción, una nueva
que impone rodo el resto, en particular que el yo es el punto época del ser: los Tiempos Modernos, según Heidegger. 174 El
de vista. No es más que a este precio que una represen­ arte de Neville, su realismo, su escrúpulo, su fidelidad, en sín­
tación será posible, en el dominio de una vista que (me) tesis, su estupidez, manifiestan los límites de una razón cuyo
inmoviliza. De allí la necesidad del velo, del intersector, de suelo es pura espacialidad debido a una decisión en cuanto a
la cuadrícula en Alberti. la temporalidad; un arte muy brunelleschiano que privilegia
El dispositivo epocal de la representación instanraneísta
tiene por consecuencia la voluntad de dominio del mundo,
y no a la inversa. Es de ella, del "ser amo y poseedor de la
1 74 Heidegger, Martin, Die Frage nacht dern Ding. Zun Krtnrs Lehre von den
transzendentalen Gnmdsiitzen, Tubinga, Niemeyer, 1 962; [rad. cast.: Ln pre­
naturaleza" de Descartes, que viene el proyecto de aferrar gunta por la cosa. La doctrina kantiana de los principios trascendentales, Buenos
el mundo en una representación (instantánea) , la cual es Aires, Sur, 1 964; Nietzsche, Pfullingen, Neske, 1 96 1 ; trad. cast.: Nietzsche,
Barcelona, Desrino, 2005.

1 56 1 57
Jean-Louis Déorre La época de los aparatos

el mundo en cuanto está geometrizado (residencia, j ard ín "a en ade lant e la nuestra ,
Inc apa cida d del pin tor -qu e es
la francesa" en el momemo de la adopción de la moda paisa­
hist órica y culrura lmeme- para
leer (o par a escuch r) las �
fi.o-u ras retó rica s, las aleg oría s. Al
j ística introducida por Guillaume d'Orange, obeliscos, etc.) ; haber sido con duc ido al
u n arte que n o tiene nada de istoria, arte inactual que nos
:
g b inete del Tem plo del amo r, ante
� �
una esce na ni telig ible ,
conduce a los lugares desiertos de ciudades ideales: Urbino, un acomecrm1 ento que
b usca las hue lbs y los i ndic ios de
Baltimore, Berlín; un arte anticomunitario cuya autonomía ro.
no p ued e más que resu ltar le oscu . .

es rotalmente reductora. Consideremos esta Bestimmung.


.

un aco ntec rm ient o, ese


No le es dado hac er frases para
Señora Talmann: Señor Neville, he adquirido la convic­
qué (el quod?) , el acontec i mie nto que

no pue e surg ir de
ción de que un hombre in teligente sería siempre un pobre puede coordinar una no­
mo do objetivo más que por qui en
pintor, pues la p intura exige una cierta ceguera -un rechazo
min ativa y una oste nsiva. Por que
ento nce s, coo rdin adas a �
parcial a ver todas las elecciones-. Un hombre inteligente
una con l a otra , ella s llev an, por
así decir, u n refe rent e b J º �
sabrá más sobre lo que pi nta que sobre lo que no verá. Y
e l "ob jetivo" d e l a p rop osic ión.

La pos ibili_dad e_l sent ido
en el espacio comprendido entre el saber y la visión, se
s igni fica ento nces la pos ibili dad

por el senn do 10 1cam ente
encontrará frenado, sin aptitudes para llevar una idea con los caso s, es dec ir, por un
esta blec ido de ser vali dad o por
vigor, temiendo que los espectadores penetrantes -a los que
referen te no m b rad o y mos trad
o. Incapa cida d de hac r �
¿t está ávido de complacer- no lo descubran en falta si no �
to, la nar ra ión , es dec ir,
frases que hace i mp osib le el rela
pone allí no solamente lo que él sabe sino también lo que . La paradop es ent onces
fun damern:ilme nte, el testimo nio
esta : Neville ha visto todo y regi
ellos mismos saben" . strado tod o , sin emb argo ,
Neville es un cíclope a quien se le impide de forma a, cier tam ente tam poc o
no p uede dar test imo nio de nad
sistemática de escuchar ninguno de los registros de la dife­
sob re la pers iste ncia de su pro pia

ide tida� : . /
rencia que, sin embargo, están en j uego, y que la metafísica
ille (ant e la aleg oría pint ada) : ¿Que mtnga se urd e.
Nev
transforma en parejas de op uestos: sabe mostrar, pero no
·Cre éis que estos perso najes tengan
:
algo para decirnos [ . . . ]
puede nombrar, no tiene los nombres que le permitirían . Permanece som end o a
� Cre éis que se p repa ra un crim en?"
articular lo que se trama, a causa de eso, a sus (nuestras)
istoriá,
l a doc trin a de la certeza, a la defi nici
ón de la verdad com o
� � �
espaldas. Puede entonces decirse que está ciego a la perspectiva, d l p rti ón,
evid enc ia que es la filos ofía de la
a la diferencia de tiempos, al complot y a la in triga, a las mu ndo en dibuJOS ngu ­
sin el cua l no podría mos trar el
astucias de la razón . Mutismo de la mirada del dibujante, ille tesü mon ia la nueva
rativ os sin figu ra!, sin hiatos . Nev
idéntica al del espectador del filme a quien el dibuj ante se
i mpo tenc ia del test igo: es en real
idad u n ho � bre d fine s �
XX . Com o Lam poco puede ente nde r
mues tra mucho, pero se nombra poco. el mito de
del sio-lo
o

1 58 1 59
La época de los aparatos
Jean-Louis Déotte

la granada (de Perséfone), no puede restituir lo figura! por Ahora bien, para Neville como para el perspectivista en
sumisión a la fromalidad de la visión. general, es decir, para el cartesiano 176 los cortes instantáneos
Así, la figura, la diferencia es también rechaza.da como del tiempo son cortes espaciales, los corres temporales T. l ,
historia, como ese nudo de la falta sin el cual no h;ay relato, T.2, T.3, etc., son de vedute. La entrada de un elemento
que a su vez reintroduce la diferencia de tiempos. La conse­ n uevo no hace acomecimiemo, no introduce diferencia de
cuencia es una total detern"1inación del espacio representado tiempos (algo de lo que haría falta tener en cuenta narrán­
que no permitiría algo como una proyección fantasmática dolo), sino que provoca sólo un ligero desplazamiento, una
de parte dr espectador, la que no puede estar sin una parte nueva veduta; es a ese rítulo que se constituye una serie.
de inde erminación. Es también un nivel de lo figura! que Siguiendo a Greenaway, no hay acontecimiento más que
está excluido. La escritura geométrica como sistema de por el cine, es decir, por un sujeto que hace la síntesis de los
desvíos reglados fue entonces sistemáticamente trasladada instantes en virtud de que hay conservación de los estados
sobre la figura. La perspectiva como forma simbólica en el anteriores y promoción de un sentido. En cuanto aconteci­
sentido de Cassirer-Panofsky es entonces más verdadera, ci­ miento, T. l es posible sólo porque T.O ha sido conservado:
nematográficamente, aquí que en pintura, es más e.xtrema, su testimonio. Una estricta filosofía del cogí.to, porque ella
más literal. Se sublima como imagen. Esta sublimación se es en el fondo perspectivisra, encuentra necesariamente la
hace posible para nuestra época en la que artisras como Éric exigencia del cine, como lo mostrará Bergson. De hecho,
Valerte hacen de la perspectiva un tema plástico. exclusivamente el espectador, es decir, sólo el cine, está en
Pero también hay otra diferencia que no capta Neville, condiciones de poder dar realidad y sustancia a Neville,
y a la cual él sustituye la ficción de un dibujo de: natural el cine, por cuanto desarrolla todos los efectos de la dife­
en la inmediatez temporal de una captura como si hubiera rencia, registra y reproduce las repeticiones de pequeñas
continuidad entre el dibujo y la cosa, como si la mano del diferencias temporales y espaciales porque deja actuar la
dibujante dibujando no desconectara necesariamente la imaginación deformante, verdadera facultad del medio.
vista de la cosa, como lo advirtió Fiedler. En efecD, como Neville se interesa pues por la difi c ultad fundamental de
lo hace notar Derrida115 ¿uno dibuja mirando h cosa o la filosofía del cogí.to y de la ciencia moderna galileana: la
mirando su mano? ¿No sería necesario no ver la C>sa para discontinuidad del tiempo. Desde ese momento; sólo una
dibujarla? ¿Cegarse allí? El dibujante (el artista) trabaja representación pintada, memorizada, puede dar fundamen­
entonces siempre de memoria: el museo es su si tio natural. to y sustancia al mundo psíquico, al sujeto fil osófico -sólo

i1� D ern·¿ a, ;icques,


J 1YJemozres
,,,
.
,_ op. crt.
. d'11Vettg1.e,
176 Wahl, Jean, J;Jdie de l'i11sta12t dans la philosophie de Descartes, París, Yrin, 1 953.

1 60 161
1
1
La é p oca de los ap aratos
Jean-Louis Déotte

el autorretrato para el pintor de representación, o Dios y ha sido registrado, pero no ha hecho acontecimiento .

como representación para el Occidente cristiano-. La con­ O : la diferencia no dio lugar a una repetición. Lo que le

dición de posibilidad de la identidad del sujeto es entonces o curre a Neville es neutralizado de inmediato , matado (por

una ficción de permanencia, una p i ntura es tab ilizante . éi, no por los que están afuera del cuadro y que intrigan) .

Memorable. De allí la importancia de la pintura de historia No es en absoluto merecedor del campo que encuadra

como ficción general de la p ermanencia, como memoria de p ara registrarlo, puesto que lo separa i nmediatamente de

la historia. Pero, a contrario, se capta allí una consecuencia su diferencia intrínseca. Un campo sin contracampo . Lo

importante concerniente a la ciencia, un efecto ineludible que se p o ne en j uego es la amnesia específica de los medios

y emancipador del aparato perspectivo : s i para Neville no modernos: matar en el acontecimiento la diferencia de sí

hay acontecimientos (la introducción de la capa del p adre que necesita el encadenamiento y por ende la narración.

rodeando los p ies de Bacchus, el par de botas abandonadas, La experiencia vivida de Neville es una experiencia muerta.

la escalera apoyada contra la fachada, etc.) , esto es, dice Sabe todo (ha visto todas las novedades) , pero no aprende

Neville, porque "los objetos son i nocentes" . nada. Eso porque no trabaja de memoria, lo que supone

A lo cual asiente la señora Talmann: "Tomados en forma cegarse al exterior y abrirse a las huellas i ntroyectadas, in­

separada podría creerlos tales, pero reunidos [ . . . ] podríais ternas, i nmanentes, a la dimensión sinoular
0
de los aoaratos
L

pasar por el testigo privilegiado de un triste contratiempo posperspectivistas.

[. . ]
. más que el testigo, el cómplice". Ese mundo es inocente, no obstante Neville bien podría

Para Neville-Descartes, no hay necesidad de pasar de T.O ser cóm plice de un crimen del cual posee todos los i ndicios.

a T. l : el estado instantáneo de las cosas es inocente. Ahora Y sin embargo, será cegado y asesinado. Y sin embargo, el
bien, es precisamente ese estado el que considera la ciencia. crimen innombrable vuelve por detrás, o más bien del lado

El proyecto metafísico de la ciencia, al inmovilizar esos esta­ de lo que era mantenido fuera de cuadro. O vuelve como

dos, hace inocente al mundo. El mundo es inocente, tal es la co n tracampo en los dibujos que no conocen más que el

buena noticia afirmativa del aparato perspectivo. No hubo campo , dibujos por eso demasiado clausurados, cerrados

crimen, no somos culpables. No hay ni pecado original ni sobre ellos mismos como lo son las nuevas imágenes de

crimen histórico. El pecado, el crimen, todos los registros la infografía. 1 77 Concedamos ento nces a Greenaway haber

de la diferencia han pasado fuera del cuadro científico, y en liberado más que una brillante circunscripción crÍtica de la

particular la posibilidad de la narración, del relato. vista como sustento de la metafísica. También implica la

La paradoja inherente al pensamiento del acontecimien­


1 77 Dan ey, Serge, Deuant la recrudescence de,· uo!s de sacs a rnrlin : cinérna,
to es entonces la siguiente : un algo, un quod ha advenido
télévision, iJ�fórmation (1988-1')91), Lyo n , Aléas, 1 99 1 .

1 62 163
Jean-Louis Déorre
La época de los apararos

incapacidad contemporánea de atestiguar por b existenci a operación para revelar la función de los mitos, consistente
de los medios. Asimismo, implica la necesida<d de un re­ en una tentativa de determinada cultura local para tratar
curso al saber alegórico, siguiendo a un Baudellaire releído sus contradicciones. La cuadrícula (el estructuralismo) es la
por Benjamín. literalización del aparato proyectivo.
El cine de documentalista, de archivista (bilbliotecario , Greenaway da un paso más: es un posestrucruralista en
conservador de museo, historiador), de serialista como el de
sentido estricto, como el Roland Barthes de su segunda
Greenaway, parece entonces contribuir a hacer retrocede r época. Los dos contratos de Neville van a imponer una
el crimen por la constitución de listas, como e n Rabelais
cuadrícula de corte de espacios y de instantes en el devenir
del m undo. La concepción del filme tiene cierta conexión
y Lewis Carroll, al privilegiar la clasificación que es una
"reacción contra las formas convencionales de narración
con su Vertical Features Remake ( l 978) , una serie de ciento
que compartían los escritores y los cineastas de los años
veintiún planos que presentan diferentes aspectos del pai­
1 960 " 178
saje, reordenados para formar cuatro filmes distintos; pues
Mientras que la cuadrícula era un elemento constitutivo El contrato del pintor es una serie de vuelras a los mismos
del dispositivo del aparato perspectivo, ella se convirtió en
planos en diferentes momentos del día, para ver cómo la
un elemento de la literalidad del arte contemporáneo. Es lo
l uz cambió las formas de las líneas, las sombras, y cuál es el
que queda cuando la Bestimmung proyectiva ha sido suspen­
sentido que toman ellas ahora.
dida: la literalidad de la proyección que no es más destinable.
Al espacializar la historia -en columnas verticales-, el
Así, la cuadrícula se impuso pictóricamente (Léger, S irnon
análisis estructural estaba en condiciones de exponer las
Hantal', Deleuze, Louis Cane) y musicalmente (la m úsica
características de la contradicción y de mosrrar cómo estas
repetitiva de Michael Nyman), así como en el estrucruralis­
s e hallan en la base de las tentativas de un mito para repri­
mo: las cuadrículas de unos y otros no son sólo espaciales,
mir la oposición. Así Lévi-Strauss, a propósito del mito de
tienen también estructuras visuales que rechazan de fo rma
Edipo, puede desentrañar un nudo lógico: la contradicción
explícita toda lectura del tipo de la que convocar&. un relato,
entre dos concepciones de los orígenes del hombre griego
y toda lectura secuencial. Se sabe que con el estru:turalis mo
(la autoctonía/la diferencia sexual) .
La j ustificación de esta violación de la dimensión tem­
(Lévi-Strauss analiza diferentes versiones del mito ::le Eclipo),
las secuencias de un relato se encuentran reordenadas para
poral del mito proviene entonces de los resultados del análi­
sis estructural. El estructuralismo reemplaza la diferencia de
formar una organización espacial. Lévi-Strauss iealiza esta
los tiempos detallada en la narración por relaciones lógicas
178 Greenaway, Peter, '' Meurrre d:ins un jardin anglais " en L'Avanr-scl:m
cinémtt, nº 333, 1 984.
(contradicción, inversión, oposición) .

1 64
1 65
r-

1
Jcan-Louis Déotte La ép oca de los ap aratos

De este modo, el ases inato (la diferencia) desaparece. Las alegorías hasta ese momento ininteligibles, las figuras
Greenaway toma el mundo en el estado d onde lo dej a Lé­ de retórica adquieren la ferocidad de un tiro, del corte de
vi-Strauss : como cuadrícula de vistas (de mitemas) . Desde una vida. La naturaleza naturalizante, rechazada fuera del
ese momento, el asesinato del señor Herbert -no hay o tra cuadro por el dispositivo ortonormado, permanece final­
cuestión que esa, antes y después de la aparición del cadá­ mente, con el hombre-vegetal, como el único testigo de la
ver- se vuelve una tarea a � umplir en cuanto mito , como ceguera criminal.
narració n . El mismo espectador-crítico por consiguiente Si s o mos intimados a generar versiones del asesinato
debe generar las diferen tes versiones del asesinato -regene­ de Mr. Herbert a partir de la cuadrícula de las vedute de
rar el asesinato m ismo- a parti r de las diferentes vistas de Neville, que ponen en j uego deícticos, es que no estamos
Neville, q ue funcionan como estructura lógica. aprisionados en el campo de experiencia del dibujante, en
La ciencia que expurgó el asesinato de la naturaleza la su inocencia de aparato. Es que n uestro lugar es esperado
redes tina entonces al espectador. Mientras que el estructu­ en el filme. Es que podemos escapar a la fal ta de s ustancia
ralismo "extrae" la est rucmra lógica de una serie de versio­ de una vista o de una frase os tensiva: podemos empalmar
nes, nosotros, espectadores-críticos, los únicos verdaderos a partir de palabras que son casi deícticos, de designadores
testigos futuros, vamos a afirmar la productividad de la cua­ rígidos, de nombres . Es que establecemos redes de casi
drícula, la cual es por sí misma anti.histórica, aminarrativa, deícticos formados de nombres de "objetos" y de nomb res
antidesarrollada. La diferencia de tiempos es así restituida de relaciones que designan datos y relaciones de datos en­
al mundo. De donde aparece la necesidad del asesinato y tre ellas, es decir, un m undo. Es que somos poscientíficos,
del cegamiento del pintor. posgalileanos en lo que nos corresponde narrar, allí donde
Es la vuelta de Neville para un decimoterccr (maldito) son condensados todos los registros de la diferencia.
dibuj o que le hace oscilar entre la intriga y la narración, Nuestra tarea -que no consiste en el retorno de la anti­
porque la vista s uplementaria ( 1 2 + 1) rein tegra el desequi­ gua Bestimmung- sería entonces esta: un respeto por todas
librio, lo que la cuadrícula debía superar, la diferencia de las diferencias ontológicas, todos los géneros de discurso,
los tiempos . Todos los registros de la diferencia que habían que Neviile desdeñó . En este sentido, no tenemos que ser
sido estabilizados en !as parejas de opuestos vuelven enton­ hostiles al mito ni a la ciencia, sino asumir su diferencia
ces de modo brutal en el contracampo del asesinato que los ontológica que nos atraviesa a todos.
condensa. La diferencia sexual, regularizada por el contrato El mito tomaba a cargo la diferencia en su violencia
consistente en un simple intercambio de órganos genitales, se extrema, el asesinato, y por lo tanto le daba n uevamente
yergue en adelante como puro derroche o intriga sucesoria. la posi b ilidad a la comunidad de agotar los efectos en el

! G6
1 67
Jean-Louis Oéotte

seno del ritual. La objetivación del mundo de la ciencia,


en su postura extrema cartesiana (o galileana) se emcarniza
en denegar todas las huellas de la diferencia. ¿No sce le per­
mite entonces al espectador definitivamente no destinado
por el arte posterior a Cézanne, singularidad cualquiera, ERWIN pANOFSKY· APARATO Y P RÓTESIS
tomar a su cargo el peso extremo de la diferencia, y esto
en una indigencia radical? De lo que se desprende, para
cada uno de nosotros, la necesidad de circunscribir en pe­ Style et matiere du septieme art, Panofsky permite, a
En
queños testimonios todas las afirmaciones de la diferencia. propósito del cine, precisar las relaciones de un aparato con
Evidentemente no es casual que la p regunta central del el arte, pero a expensas del historiador del arte que sigue
pensamiento y la literatura sea hoy la de la credibilidad hablando de arte mientras que lo que pone de manifiesto
es un aparato. La operación hegeliana intentada a propósito
del testimonio. Y ello para los acontecimientos que han
deshecho toda superficie de inscripción posible, sin que de la perspectiva'79 (hacer entrar la paulatina elaboración de
sea posible remitirse de nuevo a la ficción de una repre­ la perspectiva artificial en el interior de una historia más
sentación o de un gran significante que, de cierta manera,
general que sería la de un "concepto" -el espacio-, cuyo
atestiguaría que esos acontecimientos en efecto han tenido
punto culminante es la geometría de Descartes donde, en
lugar. Era entonces inevitable que el cine encontrara la u na palabra, el concepto se sabe) no es posible respecto del
cuestión de la desaparición política.
cine. Panofsky reconoce de entrada que no es una necesidad
artística (o "filosófica" como para la perspectiva: representar
e l esp acio) , lo que habría llevado a una invención técnica
como la del cine, sino una invención técnica que llevó al
rorma de arte"
descu b rimiento de " una n ueva e 1 so

El cine no responde a ninguna "necesidad" conceptual,


p ues es fundamentalmente un divertimento popular, sus
elementos son materiales, materialistas y no idealistas . De ahí

1 79 Panof ky, Erwin, "Die Perspektive als Symbolische Form " en Vorcrage der
Bibliothek Warburg 1 9241 1 925, Lcipzig y Berlín, 1 927; trad. case.: La perspec­
rivn comofam1t1 simbófic11, Barcelona, Tusquers, 1 973.
1Ro
Panof.�ky, Ervvin, 1bree Essrrys on Sryfe, op. cit.

1 68
169
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

un esencial prosaísmo, una li teralidad que lo aproxima a la de la cámara y del corte y el montaje de las varias tomas,
novela, donde todos los géneros literarios vienen a disolverse. por no mencionar efectos especiales ." 1 8 1 Las condiciones
Si la novela es el a ntigénero, como dice Ranciere, enton­ de la recepció n no son comparables, contrariamente a las
ces el cine ¿ sería el antiap arato donde todos los aparatos afirmaciones de Ranciere: 1 82 ser tragado p o r una sala oscu­
vienen a disolverse? ra s i n poder enfocar en una imagen es diferente de mirar
El elemento (y entonces el placer específico) del cine es en casa un DVD o un video del mismo filme que puede
el movimiento en todas sus formas, p uesto que se define pararse, analizarse, abandonarse o retomarse, sin tener en
por una "dinamización del espacio" y por ende por una cuenta que la dimensión de la imagen posee una conside­
"espacialización del tiempo". Desde entonces la pragmá­ rable importancia en la aisthesis: la imagen miniaturizada
tica es más física que estética: el cine p o ne en situación y p rivatizada de una pantalla de video no tiene relación
la s i ngularidad cualquiera (espectadora) de un modo alguna con la monumentalización del Grand Rex. Poco a
distinto a la de la perspectiva que o rdena la escena teatral. poco las i mágenes "digitalizadas" serán además montadas ,
Allí donde el espacio estaba sometido a la regla de la p ro­ mezcladas , por el eq uivalente de los DJ para el sonido, y
yección ortogonal de la escena a l a i taliana porque allí ya ellas tamb ién difundidas sobre la tela.
se encontraba siempre p resente el s ujeto, en lo s ucesivo Pan o fsky agrega, a p ropósito de los filmes de D isney,
uno no sab ría hablar de subj etividad, incluso estética, que se asiste a una destilación química mente p ura del
"
sino de una experiencia antes calificada por Benjamín de p o tencial c i nema tográfico : y e l conce p to mismo de
experiencia de choque. "En el cine la situación que se da existencia estáti ca res ulta completa me n te abolido. En la
es la o puesta a la del teatro. Aquí, también el espectador creación ningún o bjeto, sea una casa, u n piano, un árbol,
ocupa un as iento fijo, pero lo hace sólo físicamen te, no en o un reloj despertador, carece de las facul tades prop ias
cuanto sujeto de una experiencia estética. En cuanto tal, del movimicn to orgánico , en real i dad an tro pomórfi co ,
está en movi miento constante
. al identifcarse s u oJi o con d e expres i ó n facial y arti culación fo nética [. . .] el obj e to
la lente de la cámara, que cam b ia en todo momento de inanimado , a co ndición de que sea dinámico , p uede des­
distancia y dirección. Y tan móvil como el espectador, lo empeñar el papel de un personaj e principal " . De donde
es, por las mismas razones, el esp acio que se p resenta ante s urge " la posibili dad de converti r en héroe todo •tipo de
él. No sólo los cuerpos se mueven en el espacio , sino que m aquinaria" como en El navegante ( 1 924) o El acorazado
el propio espacio lo hace, aproxi mándose, retrocediendo, Potemlán ( 1 925) . S i el gusto por el cine es tan absoluto,
girando, disolviéndose y volviendo a cristalizar, mien tras
1'1
aparece a través del movimiento y el enfoque controlados l b íd . .
102 Rancierc, JaclJUCS, L e Desrin des i711age;, o¡J. cit.

1 70 171
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

ello obedece a que está muy cerca de lo que se ha llamado lo es del comediante: problema de encarnación y de con­
fantasmagoría originaria (movim iento, velocidad,, color,, susrancialidad del actor y del rol. Estas observaciones del
meramorfosis) , exponiéndola. filósofo neokantiano, convertido en una suerte de héroe de
Panofsk:y subraya que, al igual que para la "histiQria de la "ciencia del arte" alemán, más tarde anglosajón, muestran
la perspectiva", el progreso técnico es irreversible (la intro­ bien la perplejidad de dicha ciencia, que reducía clásicamen­
ducción del sonoro, del color), pero cada vez el dominio te la obra plástica a un enunciado textual, la iconografía a
alcanzado en la etapa anterior de la técnica es conservado, la iconología, ante el cine que es a la vez técnica pura y arte
deja huella y en eso es insuperable: el arte del cine mudo, puro, sin ser por otra parte reductible a uno u a otra. Jean­
el blanco y negro habrán sido estasis estéticos. Lo que Louis Leutrat y Suzanne Liandrat-Guigues184 han hecho el
implica que el cine es ciertamente técnica, su dispositivo inventario de esas perplejidades ante las cuales se encuentra
tiene una historia específica pero que, al mismo tiempo, la crÍtica mientras ella busca hacer del cine un arte como la
procediendo por estasis, por tiempos detenidos, es como pintura, la escultura, la música, etc. En pocas palabras, el
un arte cuyas etapas previas por lo tanto no han caducado. cine entra dificultosamente en la serie de las musas, incluso
Esta temporalidad compleja no eleva sin embargo el cine ampliada por Nancy.185 El cine, entendido stricto sensu, es
al rango de "forma simbólica'' en el sentido de Cassirer, un aparato, no una musa. De igual manera, Flusser decía
sino sólo al lugar subalterno de "técnica de sustitución de que la fotografía no era un arte, sino una técnica de caza. 1 86
un arte" El cine es una técnica de sustitución de un arte, Una de las soluciones al problema consiste en hacer del
como el mosaico, que sustituye a la pintura, entrega las aparato un medio.
obras maestras de Ravenna, o el grabado, sustituto de la La noción de "medium" daborada por Marshall McLuhan1 87
iluminación, las de Durero. permitió enriquecer el campo de ese "medio" para ganar más
Panofsky señala también que, aunque un guión se1 escri­ y más espacio entre la "técnica'' y el "arte", o mejor dicho,
to como una pieza de teatro, el cine es más un "género" de entre las "técnicas de información" y las "artes", integrando
una sola etapa -como la pintura- contrariamente al teatro fotografía, cine, televisión, etc. Pero como la noción de
que, lo mismo que la música, es un arte de escritwa y de medio quedaba m uy bo rrosa y su sustrato teórico estaba
realización en dos tiempos, y retoma así la problemática de
Goodman. 183 Desde entonces, el personaje de un filme no 1 84
Leuerar, Jean-Louis y Liandrae-Guigues, Suzanne, Pemer /.e cinlma, París,
es disociable del actor, mientras que un personaje de teatro Klincksieck, 200 1 ; trad. casr.: Cómo pensar el cine, Madrid, Cátedra, 2004.
1 85 Nancy, Jean-Luc, Les Muses, op. cit.
186 Flusser,Vilém, Fitr Eine Philosophie der Fotogmjie, op. cit.
1 8 3 Goodman, Nelson, Languages ofArt, Indianapolis. Hackerr, 1 9'6; erad. 1 s1
McLuhan, Marshall, Understanding Media, Nueva York, McGraw-Hill, 1 964 ;
cast.: Los lenguajes del tTrte, Barcelona, Seix Barral, 1 976. erad. case.: Comprender los medios de comunicación, Barcelona, Paidós, 2005.

1 72 1 73
Jcan-Louis Déorte
í La época de los aparacos

tituirla carecen de toda importancia. Sólo importa el entre,


consti tuido por la teoría de la comunicación, resultaba
el ínter. Se ha visto que en el límite, los bloques epocales de
inevitable que con su retoño francés, la mediología, 188 todo
pueda devenir medium: los lugares de la memoria, el papel, escritura, A y B, desde el punto de vista considerado -aquí
la estética, pero poco importa-, carecen de consistencia
la bicicleta, 189 etc. Es ciertamente interrogando el medium
interna "ardstica'' por cuanto ellos no permiten comprender
a partir de la noción de m�dio, de la reflexión nutrida por
cómo ias obras de un arte han podido s ucederse de una
la lectura de Nancy sobre el inter est, el entre, sin los cuales
manera tan rica durante toda una época, pues todo estaba
no hay relación y por tanto estar-juntos, que la nueva ge­
consumado en la realización de una vez por todas de lo
neración macluhaniana, realmente más interdisciplinaria,
figura!: cierta obra de Masaccio o de Cézanne. Desde ese
y especulativa, enriquecerá la probiemática de la "imer­
momento, un bloque de escritura no tenía potencia artística
medialidad " . 1 �" Si no la ley del medium es la del medio,
es decir, del capital, como lo recordaba de modo enfático alguna, sino solamente de control social, incluso de discipli­
na, convirtiéndose en la clave del encargo artístico durante
Lyotard en La condición posmoderna a propósito del saber
siglos. Se ha concluido que sería necesario restituir a lo que
que se analiza hoy en términos de unidad de información,
habfa hecho época la capacidad de ese hacer-época, pero
con valor comercial.
¿ Puede hacerse salir todo de la galera del inter como del entonces obra tras obra. Lo que quería decir y_ue cada obra
significativa debía comportar, pero no exponer, la verdad
trabaj o de lo negativo en Hegel?
Se ha vis to lo que era la travesía de Lyotard de Discurso, de la época. Como si la potencia de lo figura! estuviera allí

fig;ura: uno no se interesa tanto en los bloques de escritura siempre activa. El advenimiento de lo figura! siempre pre­

históricamente comprobados como en lo que está entre: lo sente en toda obra que es por sí mismo un acontecimiento

figura!; uno no se interesa tanto en A y B aislados como en para la cultura. En esta instancia de la reflexión, la elección

lo que conecta diferenciando A y B. Pero la consecuencia de las problemáticas es entre la genericidad de lo que hace

era inevitable: si en la cultura como sistema no hay más que época y la productividad salvaje, libidinal y carnavalesca

diferencias, las huellas por las cuales se habría podido cons- de lo que está entre. Puesto que para Lyotard el estudio de
los bloques de escritura históricamente advenidos no debe

1 88
servir más que a la inteligibilidad del lugar del principio
Deb ray, R¿gis, !ntrod11crio11 a !11 médio!ogie, París, PUF, 2 0 0 0 ; In troduc­
ción Paidós, 20 0 1 .
a [ ,¡ mcdiología. f ü rcel o n :i. ,
producror, lo figural, entonces el interés se dirige necesa­
l <'J P:ira r-: rnmar a l gu nos rírulos d e Cahiers de médioforrie. riamente a ese lado corno hacia la fuente productora de
1"11 Revisct lntffmé,iiidités, p ubl icada con el ausp i c i o del Centre de recherche
� "

toda obra posible. De allí el b.do estratificado y finalmente


sur l.1 i ntermédialité Je la Univers i dad de Monrrea.l, b.1jo la responsabil idad
d e Eric Mfrh oulan. En particular d artículo de Méclwubn, " lmcrmécliali­
enigmático de la "matriz" (de imágenes, formas, figuras)
tés : Le tcmps des i l l us i o n s perdues ", nº ! , Monéreal, 2003.

1 75
1 74
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

en Lyotard. Lo que se ganó en inteligibilidad del lado de que no es ella: de ahí la necesidad del espectáculo. Pero este
la comprensión de los bloques de escritura se pi<erde del espectáculo ¿puede tener otro contenido, digamos que una
lado de la matriz productora, la cual arriesga hun dirse en fiesta revolucionaria que conmemora un acontecimiento
la psicología de las profundidades. insurrecciona!? Probablemente no, pues hay un verdadero
Existen otras razones p ara no ceder a los encantos de problema de temporalidad. ¿Cuál es según él la tempora­
una deconstrucción general que enriquecería siempre más lidad del estar juntos, de la comunidad? La simultaneidad.
considerablemente el haz del inter Nuestro horizonte es el "'Juntos' quiere decir la simultaneidad (in, simuf) · el 'al
de una filosofía de la cultura que tiene que dar cuenta de mismo tiempo' Estar j untos es estar al mismo tiempo (y
"formas soberanas" (Schiller) históricamente ocurridas. Por en el mismo lugar, que en sí mismo es la determinación del
otra parte, siempre está ese momento de la especulación 'tiempo' como 'tiempo contemporáneo' El 'mismo tiempo/
fechada -se lo ha visto en la lectura de Schiller- donde mismo lugar' supone que los 'sujetos', por así llamarlos,
eso contra lo cual se escribe es citado como ejemplo his­ comparten ese espacio tiempo -pero no en el sentido extrín­
tóricamente comprobado. En Schiller es la advertencia seco del 'reparto' es necesario que ellos se los repartan, se
contra los que quieren realizar en la efectividad, políti­ lo 'simbolicen' como el 'mismo espacio-tiempo , sin lo cual
camente, la igualdad del j uicio del gusto, la cual habría no habría ni tiempo ni espacio. El mismo espacio-tiempo
debido permanecer virtual, y que no lograron más que la es primeramente la posibilidad del 'con' [ . ] El tiempo no
. .

decapitación igualitarista del Terror. O, en la obra de Nan­ p uede ser ni el instante puro, ni la sucesión pura, sin ser "al
cy, las referencias histórico-sociales al "socialismo real" 1 9 1 mismo tiempo" la simultaneidad. El tiempo se implica a
Un pensamiento del entre, del inter ¿ no está condenado sí mismo como 'al mismo tiempo' La simultaneidad abre
a pasar del lado de la efectividad? ¿Puede haber en Nancy de forma inmediata el espacio como el espaciamiento del
una verdadera filosofía de la política, de la historia y por tiempo mismo. El tiempo es posible, pero sobre todo es ne­
consiguiente de la cultura si la temporalidad (o más bien cesario a partir de la simultaneidad de 'sujetos' porque por
la espacio-temporalidad) de la comunidad desnuda es de estar j untos y por comunicar es necesario una correlación
una cierta manera la única autémica? de lugares y una transición de pasajes. Reparto y pasaje se
Eso interroga una vez rruí la noción de comparecencia ordenan recíprocamente" 192
que le es cara. En efecto, Nancy justifica perfectairen te que Si el espectáculo, del cual por otra parte afirma la nece­
la comunidad no puede ser más que compareciente ante lo s idad, debe por la comunidad ser el de un "con" , es decir,

191
En panicular, ancy, Jean-Luc, Étre, singulier, plurie/, Paés, Galilée,
1 996; erad.cas e . : Ser singular plural, Madrid, Arena Libros, 200(_
"'2 Ibíd., p. 82.

1 76 1 77
r

Jean-Louis Déoue La é p oca de los ap aratos

de un "en un mismo lugar" y "en un m is mo tiempo", Al reducir el tiempo de la comunidad a la si multanei­


entonces este no p uede ser más que el de l a comunidad dad, Nancy olvida que una co munidad está hecha de tem­
conmemorándose: religió 1 cívica, Mayo del 68 y s us múl­ po ralidades heterogéneas porque los aparatos que espacian
tiples l ugares de autoceleb ració n , o, por qué no, l a Copa y conectan las si ngularidades generan ellos mismos tempo­
M undial de Fútbol. Por otra parte, Nancy da a entender ralidades heterogéneas. Este problema estaba por otra parte
a la perfección que l a fa� osa "cuestión de la técnica" sólo en el corazón de Le Dijférend de Lyotard : ¿ qué comunidad
manifiesta una cierta relación de la co munidad cons igo puede ser posible entre una singularidad "arcaica" , "salvaje",
misma. Como si todo se resumiera en el "con" , con todas que actúa según la temporalidad del in illo tempore, y o tra
sus declinacio nes : Mitstein, ser-j untos, etc. Se formulará, que se sitúa en la temporalidad de la revelación erística, o
por el contrario, la hipótesis de que siempre el "con" está bs mismas, confrontadas a la temporalidad de un p roceso
aparatizado, si no uno se pregunta cómo podría haber allí actual donde se delibera? Lo cual tiene como consecuen­
épocas de sensibilidades di feren tes, una historia del arte y, cia que todas esas si ngularidades no pueden ser al mismo
finalmente, una h is toria a secas . ¿ Es posible l a historia e n tiempo del mismo lugar. De ahí, en el Lyotard que analiza
Nancy? ¿ Có mo? N o e s necesario sobreañadir l a técnica a a D uchamp , una suerte de heterotopía: 1 93 una crírica de
la comunidad que ya está s iempre aparatizada por dispo­ l a ficción de la pertenencia a un mismo espacio, necesa­
sitivos técnicos, por ende siempre ya política en el sentido riamente geométrico, que sería el sus trato del principio
griego , o en el sentido ro mano , o en el sentido de l a pers­ político de igualdad. 194 La reflexión sobre la i rreductibilidad
pectiva, del cine, etc. Lo cual hace que la temporalidad de de una frase, sobre el diferencio entre normas y géneros de
la comunidad no sea más que de forma excep cional la de discurso, habrá sido precedido en Lyo tard por un análisis
la simultaneidad , en un mismo lugar como en Viena esta dd "espacio" en D uchamp, en particular del Gran Vidrio,
masa de amotinados descripta por Elias Canetti en su au­ ob ra que bien podría comportar una parte de la verdad de
tob iografía y analizada en Historia de UJ1tl vida: la antorcha la época más sens ible a la improbabilidad de un encadena­
al oído. S i uno se la aparta de los grandes momentos de la miento, entonces la menos metafísica. Hay una ilusión de la
co munidad como Mayo del 6 8 , o del éxtasis de Fourier cual uno debe alej arse a partir de estos análisis: elaborar una
ante una barricada construyénJose como por s í misma por s uene de topología general, por ej emplo a partir de Felix
una multitud paris ina calma y decidida, sin plan p revio y
sin jefe, se riene más bien en la decrividad u na tempo ral i­
dad de la coexistencia de tempo ralidades. En s íntesis, una
"n El concc p ro es ta.mbién u ulizado p o r FoucaLdL Cf los rrabajos de E Yvan
que pront0 ap�rcccr:í11.
tem po ralidad muy heterogénea. ¡ e¡; Lyot ard. j..:Jn -hans-oís, Le,· Trrtnsjmnr!!mrs d11 c/Jt/ 111p, París, G:ilíléc,
1 977.

1 78 í 79
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

Klein ( Vergleichende Betrachtungen über neuere geometrische no prolonga necesariamente una capacidad humana, de
Forschungen) . 195 Pues no puede reducirse la relación de un hecho limitada. Es por eso que ni el microscopio ni el
cuerpo con la ley; por el hecho de tal aparato, a un "topos" telescopio , ni la imaginería médica son aparatos. Desde
Se lo observa para esas grandes normas que son la narración, luego, este aspecto está también presente en el texto de
la revelación, la deliberación. La topología no puede ser la Benj amin sobre la macroforografía, 197 sobre la visión in­
clave de una reflexión so b re la "pluralidad de los mundos" consciente que hace posible el cine. Lo más importante
Si la esencia de un aparato es ser técnica (se dirá que es que los aparatos inervan, escribe Benjamin, el cuerpo
es lo que se muestra del dispositivo en el aparato) , no se humano debido al hecho de una relación del hombre
hará por lo tanto del aparato una p rótesis en el sentido con la técnica que no implica dominio. El hombre no
en que Leroi-Gourhan 196 piensa las relaciones del cue po debería esrar más en esta situación donde las récnicas le
y de las técnicas protéticas como la escritura. Tomemos el permitirían dominar la naturaleza y pronto no estará más
ejemplo de la memoria. se sabe que, pese a sus insólitas sometido a las técnicas, que llegarían hasta convertirse
capacidades (Homero) , la memoria de la oralidad narra­ en una segunda naruraleza alienante (esquema marxista)
tiva y de la música no escrita es sin embargo limitada. La Si los apararos i nervan el cuerpo es que el injerto es
escritura sobre un sopo rte exterior al cuerpo puede ya ser mucho más sutil y total: no se trata sólo de amplificar las
considerada como una proyección pro tética fuera de los capacidades sensoriales, físicas o intelectuales. Es necesario
límites del cerebro humano, lo que torna disponible una concebir una semejante imroyección de los aparatos que
capacidad de memorización rápidamente ilimitada en Merleau-Pomy debió desarrollar una obra considerable para
razón de la creciente inmaterialidad de los soportes . La evitar la inervación del cuerpo por la perspecriva artificial
prótesis hace entonces posible, por el hecho de la exterio­ y enconrrar una suerte de "perspecriva natural", redescu­
rización, la proyección sobre un soporte externo, la ilimi­ bierta por la fenomenología de la percepción. Entonces, la
tación de una capacidad humana finita. Un aparato tiene hipótesis es la de una evolución creadora, de una plasticidad
siempre esta dimensión protética, este sobredimensiona­ donde los aparatos juegan un rol esencial no solamente para
mienro constimtivo de la memoría cultural y del archivo. colmar una falta inicial -es la resis de Stiegler en La Paute
Salvo que un aparato es más que una p rótesis porque d'Épiméthée-,198 la de un esencial acabamiento del hom­
b re, una falta originaria o una ausencia de predestinación
i qs Kl
ein, Felix Chrisrian, Vergleichende Betrachtungen iiber neuere geometlische
Forschungm, Erlangen, Andreas Deicherr, 1 872. 197 Benjamín, Walrcr, "Kleinc Geschichre der Forografie" op. cír.
t % Le
roi-Gourhan, André, Le Geste et la paro/e, París, Albin Michel, 1964, 2 vol.; 198 Stiegler, Bernard, La Technique et le temps : La Faute d 'Épiméthée (vol. 1 ) ,
trad. casr. : Elgestoy lapnlabra, Caracas, Universidad Central de Vene7Uela, 1 97 1 . op. cit.

1 80 181
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

instintiva por ejemplo, sino también en el sentido de una por ejemplo, los aparatos se habrían mantenido en el estado
inventiva que no responde a ninguna carencia, a ninguna de j uguetes y de j uegos. Un aparato es un j uego infantil con
necesidad, a ninguna falta de lo humano comparado con las imágenes y los sonidos que hizo época.
la plenitud animal. Son los niños quienes i nventan los aparatos. Es de estos
No es por azar que la r::1ªYºr parte de los aparatos inven­ últimos que los niños tienen una necesidad imperiosa e
tados en el corazón de la modernidad dan cuenta más bien inexplicable. El interés de Benjamín por los j uguetes y la
de lo lúdico, de lo "jugable" : son accesorios de los placeres infancia es un interés por los aparatos. Los niños están de
humanos, cuyo lugar de nacimiento no es ni el atelier ni modo espontáneo del lado de los nuevos aparatos, que no
el laboratorio, sino la barraca ferial. Los aparatos exhiben tienen secretos para ellos sin que haya habido un apren­
una poética técnica que ya está al servicio de sí misma, de dizaje instituido. Un aparato es entonces la infancia de la
un placer tomado a la ficción que describe .f\ristóteles en la humanidad, la humanidad en su infancia, la humanidad
Poética. La invención de la perspectiva, y por lo tanto de la j ugando su infancia. Encontrar un aparato fuera de uso,
representación, no respondía a priori a ninguna necesidad por ej emplo un magnetófono de cinta ab ierta de los años
al comienzo del Quattrocento. Pero una vez instaurado, este sesenta, como en la instalación montrealista de Egoyán, 200
aparato hizo mundo. Con los aparatos, se permanece en la es encontrar la infancia y la relación con la madre. Porque
ficción, no sólo porque producen nuevos regímenes de la era la madre quien, inicialmente, se servía del magnetófono
ficción, sino sobre todo porque ellos son autoproductores, para fines "emancipatorios" de registro (como estudiante o
autoficcionales, al generar por sí mismos mundos y tempo­ cantante) . El adulto de hoy está ciertamente perturbado por
ralidades que no se esperaban . Emergen de forma accidental el archivo sonoro,2º1 pero sobre todo por volver a encon­
en el devenir humano, encuentran allí sus elementos técni­ trar lo que le había permitido, siendo un niño, j ugar con
cos, sus materiales, y cam bian a partir de allí el sentido de la madre. Jugar en el sentido en que Winnico tt2º2 oponía
la corriente socio-histórica. Podría decirse otro tanto de los play a game: j ugar con el espacio y en el interior del espacio
géneros literarios y artísticos. Por ej emplo ¿cuál fue la ne­ transicional entre el niño y la madre.
cesidad del género pictórico "fiesta galante" , género que no

Hors d'usage, Museo de Ane Contemporáneo, MontreJ.l, otoúo de 2002.


tuvo, por otra parte, más que un representante, Jean-Antoine 20"

Watteau?199 Su lado ficticio y necesario es el de haber hecho 201


Beckett, Samuel, Krapp's L1st Tape; Embers, Londres, Faber & Faber,

Apparei!s et formes de la temporafité,


época, mientras que en otra área de civilización, la China 1 9 5 9.
202
Mathilde Girard, en un artículo en
recuerda que, p ara Winnicott, la relación del niúo con el objeto transicional
1 9'' Vi nc;on, René, C)'thére de \Vátte1111 . s11spe11J"ion et coloris, París, LHJ.rmatca n , es del orden de l o "creado-encontrJ.do". Algo similar ocurre para hs singula­
1 996. ridades adultas y sus aparatos.

1 82 1 83
HANNAH ARENnr EL APARATO Y LA POLÍTICA

Pueden aislarse dos proposiciones esenciales en el texto


de Arendt ¿Qué es la política?, el cual prepara La condición
del hombre moderno; la primera: "La política se asienta sobre
un hecho: la pluralidad humana. Dios creó el hombre, los
hombres son un producto humano, terrestre, el producto
de la naturaleza humaná'
Arendt indica así que la política no se interesa en la
esencia del hombre, la cual depende, por el contrario, de
la teología, de la filosofía, de las ciencias humanas, etc. Si
uno no se interesa en el hombre sino en la pluralidad, cabe
preguntarse a partir de cuándo la pluralidad devino una
evidencia, en lo visible y en el pensamiento, en particular
en A.rende, o en Ranciere (En ws bordes de lo político) , o en
Nancy (Ser, singular, plura� . ¿Cuándo se pasó de la concep­
ción de la multitud en términos de masa, que es un término
de la física como en Marx, a la concepción de una plurali­
dad de singularidades? Por supuesto, la filosofía atándose a
la política, para, por otra parte, negar su especificidad o su
legitimidad (Platón, La República) , siempre fue obligada a
tomar en consideración modos de ser de la pluralidad. El
p ueblo y los diferentes regímenes de lo político en Platón o
en Aristóteles, el entre que hace inevitable la lucha de todos

1 85
r
de los aparatos
1
Je:rn -Louis Déotte
1 La época
1
por el trabaj o , lo que entonces hace posi ble una descripción
conua todos en 1homas Hobb es (Leviatán) , la necesidad
del contrato en Jean-Jacques Rousseau, quien supone la
de la alienación como separación del productor respecto de
s u p roducción, que se hace pasar como autónoma (el capital
la cuestió n del valor) . Arendt, al enfocar la separación, el
inexorable existencia de un estar-j u ntos a priori para que
y
los hombres p uedan celebrar contrato , y en tonces la ne­
espacio enti:"e cada uno, desantropologiza de forma radical
cesidad del lenguaje (E!,contrato social) , la masa proletaria
la formula d� Kant que habla de la "insociable sociabilidad"
y s us relaciones co n la conciencia ele clase en Marx (El
del !io mb re. Esta capacidad de hacer lazo en y a partir de la
Diecioch o Brurrzario de Luis Bonaparte) , etc. Pero en unos
división, y la capacidad de la división de desenlazar todas
y o tros , la consideración de la esencia del hombre siempre
las relaciones entre los hombres. Lo que, según Arendt,
p recedió la que se refiere al hecho de que una pluralidad es
prohíbe dar una definición, incluso política, del hombre. El
una pluralidad. Para no abarcar más que a los m odernos,
ho mbre no es un " ser polírico" como lo escribe Aristóteles.
el pun to de partida fue con frecuencia, desde Descartes,
el s ujeto que enuncia el cogito, p ara enco ntrar más tarde
El hombre carece de sustancia comprobada. Pero entonces
¿ de dó nde o b tiene su determinación? De un modo eviden­
la p rueba de la existencia del mundo, o, como en Husserl
te, Arendt establece el horizonte del obrar humano: como
la cuestión del prój imo, la i ntersubj e tividad. Entonces,
ese será un interactuar, el mundo al cual penenecen quienes
con todas las dificultades creadas por la necesidad para un
actúan privilegiará el espacio, la sincronía, y no el tiempo.
s uj eto de hacer la división entre un obj eto ante sí al cual él
La historia, la diacronía, con semejante punto de partida
le da sentido, que n o tiene conciencia propia, y o tro o bje­
con.stituirá una segunda dimensión, por o tra parte sospe­
to provisto de una co nciencia propia y a quien se deberá
chosa. Volver a la historia es para Arendt hacer surgir un
alter ego com o otro dado r de sentido.
sujeto colectivo que actúa sobre las espaldas de los hombres,
llam:u "prój imo" , el
El p unto de partida de Arendt no es la s ubj etividad
enfrentada al prój imo (como en Hegel b_ lucha por el reco­
sin razón (Kant) o con razón (Hegel) . La historia no es la
dimensión originaria del entre, sino la del encadenamiento,
nocimiento recíproco de las libertades) ; o en Heidegger la
con el riesgo de una alteración del encadenamiento de una
cuestión de la comunidad auténtica o ,ouesta al Se en Ser j
'I

Tiempo; o en Sartre b cuestión de la mirada o bjetivadora) ,


acción seguida de o tra, siempre improbable, según una
causalidad necesaria de tipo físico .
sino el "entre" . En en tre cada uno. Arendt entonces va
La política se sitúa entonces entre ios hombres: ¿se trata
a

de un vacío como entre los áto mos? De allí la segunda


p oner el acento en la separación que une. Esto no es una an­
tropología, como en Marx, por ejemplo, donde el trabaj o es
p ro posició n : " La política trata de la comun idad v de la
la primera actividad (no la acción p olítica) en el sentido en
el que el hombre humaniza la naturaleza y se autoproduce
reciprocidad entre seres diferentes. Los hombres en �n caos

1 87
1 86
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

absoluto o bien a partir de un caos absoluto de diferencias rácter totalmente colectivo ¿hubo acción política en sí? Para
se organizan según comunidades esenciales y derermil!la­ Arendt: no. Pues una comunidad en verdad política debe
das" 203 ¿Se puede pensar la efectividad de una comunid:a d, desprenderse de esta masa en fusión que Canetti describió
su determinación socio-histórica? a la perfección. Para Arendt, semejante muchedumbre insu­
Según Arendt, la filosofía tiene dos buenas razones para rrecciona!, espontánea, que no responde a ninguna consigna,
no encontrar nunca el lÚgar de nacimiento de la política. en la medida en que no respeta, y con razón, el mínimo de
La primera es: "El zoon politikón: como si hubiera en el espaciamiento entre las singularidades que es la condición de
hombre algo de político que pertenecería a su esencia. Allí una palabra persuasiva, y donde la acción tiene su finalidad
está precisamente la dificultad; el hombre es a-político. La fuera de sí misma, tal muchedumbre es prepolítica.
política nace en el espacio-que-está-entre los hombres, por Puede irse más lejos: dicha muchedumbre, solamente
lo tanto en algo fundamentalmente exterior-al hombre. No enmudecida por la pasión y el afecto, es paradójicamente
existe una sustancia verdaderamente política. La política amorfa; no tiene forma ni figura. Es eruptiva, pero mucho
nace en el espacio intermedio y se constituye como relación. más volcánica que una muchedumbre clásica de carnaval
Este es lo que Hobbes había comprendido" La segunda: que también respeta un ritual. Desde luego, semejante mu­
"Si la pluralidad no existe a priori sino el hombre tal como chedumbre, movilizándose a sí misma, ¿no exigía una suerte
es creado por Dios, entonces lo que importa es el mismo. de puesta en forma, o más bien de figura no representativa
El prójimo es el mismo que yo, una criatura igualmente que Ernst Jünger en El trabajador'-05 va a llamar un tipo?
despreciable y entonces susceptible de combatirse" 204 Esta m uchedumbre que se moviliza de forma espontánea
La política no es una cualidad que posee la sustancia posee ciertamente en sí misma su propio motor, su rabia
"hombre" La política es el Mitsein, el espaciamiento. A esta de venganza, pero como sus elementos no se distinguen
razón se debe que la irrupción de las masas y sobre todo de unos de otros en el sentido de que no hay espaciamiento
las muchedumbres insurrectas y fusionables que describe entre ellos, de que no hay singularidades cualesquiera,
Canetti no es en sí misma política. El motín obrero, a con­ entonces es el material ideal para que una figura, un tipo,
tinuación de una detención particularmente escandalosa del venga a imprimirse en ella como el sello en la cera caliente,
tribunal, está en el centro del relato. A pesar de la finalidad extendiéndose según la finalidad de una configuración. Para
de la acción: en el restablecimiemo de la justicia por el in­ Jünger, este tipo, que va a permitir la movilización total, es
cendio del Palacio de Justicia de Viena en 1 927, pese al ca- d ecir, totalitaria, de masas prepolíticas, es la del trabajador

203 Arendt, Hannah, lhe Human Condítion, op. cit.


iu4
!bid., p. 42. 205 J ünger, Ernst, Der Arbeiter, Sttutgart, Kletr-Cotta, 1 932.

1 88 1 89
Jcan-Louis Déotte La época de los apararos

Es por esca rJ.ZÓn que el arte nazi por excelencia no podía de la trascendencia) . De allí viene el rechazo cristiano ele
ser el cine2º6 sino, según Miguel Abensour, 207 la más com­ la p olítica (Tertuliano) , el privilegio del secreto de la con­
pacta arquitectura. El cine y la arquitectura son dos artes de ciencia. En última instancia, es el templo de la Reforma el
masas, como lo señalará Benjamín en "La obra de arte en que incluso no hace más comunidad. O el mercado (sou.k)
la época de su reproduccibilidad técnica" , pero el cine está musulmán: pues la actividad mercantil está dedicada a la
más del lado de la e nt re - expo s ición de las singularidades, rep roducción de la vida, no de la acción, a la vita activa. Lo
porque es un espectáculo, el espejo de la pluralidad y de lo mismo para .Arcndt: la fábrica, el taller, el despacho, donde
que la iiga, mientras que la arquitectura está del lado de ia se emplea el animal laborans.
absorción en sí de la masa. En el sentido de que, como en Un común , púb lico, no es necesariamente un
espaci o
e l teatro romano, la masa absorbe el es pectáculo . espacio político si no permite una relación estrictamente
Es necesario recordar el horizonte de .Arendt: la radical horizontal de persuasión : el horizonte es el de una multitud,
novedad de h historia de los años 1 930- 1 95 0 es la desapa­ pero esta multitud debe encontrar su finalidad en la per­
rición en masa (genocidios y bombardeos atómicos) , por suasión mutua. Esto será perfectamente la cuestión de un
la cual se inaugura su reflexión sobre la política. A partir de "nosotros" que habrá que abordar en términos de fronteras,
allí, Arendt va a caraccerizar el obrar político en términos de de límites, de bordes.
apariciones -en el sentido de que consiste en dar a los otros ¿ Qué es un espacio p olítico? Es un espacio donde, diri­
una apariencia verídica de sí mismos-. Desde ese momento, giéndose a sus pares, la singularidad no está en una relación
la cues üón de la escena donde se exponen las singularidades de dominio con cualquiera, como en la esclavitud, y en el
es esencial, y por lo tanto la del espacio. Antes de ser un cuadro de la familia del paterfamilias, ni sometido a cualquie-:­
ágora, lugar de la p ersuasión mutua, es la exposición de sí, ra. En esta horizontalidad absoluta, originaria, el que actúa
como se expone una obra de arte, la que es esencial. La ley toma la palabra. Esta palabra es una acción. Pahbra perfor­
más fundamental diría: ¡exp onte! mativa . Esta palabra acción abre cada vez un mundo nuevo.
Es decir, que habrá espacios más o menos apropiados Es lo que comprenderá Lyotard con su teoría de la frase que
para la política. No son espacios políticos, sin embargo, es cada vez un mundo nuevo, abierto sobre la necesidad de
comuni tarios como la iglesia (por el hecho del p rivi1 egio un encadena.rn iento.208
La acción pol ítica interrumpe el devenir físico de las
cos:is, la continuidad previsible, y deja advenir lo que jamás
2"6 Frudun, Jean-Michd, La Projcction 11ationale, París, O d i le Jacob, 1 99 8 . El
cinc: nazi n o produjo prácricamentc nada específico, salvo pasrora!es.
2117 Ab e n s o u r, M iguel, De Íll compacité. Architecture et régimes tota!itaires, Pa­
rís, S.:ns er Tonka, l 997. 20 8 Ly orard, Jean-Fra n S'.ois, le Di[férend, op. cit.

1 90 191
Jean-Louis Déorre La é poca de los ap aratos

había sido dicho o visto: una nueva proposición de acción, por el hecho de la confluencia de las miradas. En segun­
por ejemplo. La acción es una verdadera aparición. do lugar, es la misma operación, reversible: mirar desde
Arendt toma del mundo de Homero su ejemplo prín­ múltiples puntos de vista la misma cosa certifica la esencia
ceps del espaciamiento entre las singularidades: el principio compleja de esta cosa, e inversamente, reconfirma nuestra
de isonomía como igualdad de la palabra y no igualdad de pertenencia al mismo mundo. Reconocemos la temporali­
·

todos ante la ley. dad especial de esta operación doble (que va de la periferia
Ahora bien, desde los trabajos de Marcel Detienne,209 se al centro y del centro a la periferia) . Esta temporalidad es la
conoce mejor cuál era la configuración de ese "nosotros" ya analizada del aquí y ahora, de lo simultáneo (Nancy) . Y
homérico: un círculo centrado. Una forma geométricd. El puede reemplazarse singularidad por "pueblo" un mundo,
nosotros político está topológicamente aparatizado. Los agrega Arendt, tal será la multiplicidad de pueblos diferen­
guerreros griegos aristocráticos, arcaicos, se disponían en tes "mirando" al mismo tiempo la "misma" cosa.
círculo en el momento del reparto del botín o de la torna Sin considerarlo, Arendt retoma, como si fuera de suyo,
de decisiones. El que iba a dirigirse al grupo, en nombre un modo de la puesta en espacio que no surgirá en realidad
del grupo, para proponer tal o cual acción, se ubicaba en más que en el Renacimiento italiano, en las ciudades que
el centro : es méson. El cetro sostenido era el símbolo de reinventaron la política. Ese modo de la p uesta en espacio
la legitimidad acordada por el grupo durante el tiempo es el aparato perspectivo, que los antiguos no conocían. Se
limitado de la toma de la palabra. Arendt da un segundo trata, en efecto, de la articulación espacial de una multitud
ejemplo de espaciamiento político ideal. Ella desarrolla esta de puntos de vista que no son comparables más que por el
figura cuando aborda la cuestión de la veracidad "política'' , hecho de su pertenencia a un mismo sitio geométricamente
en realidad ontológica: ¿qué nos prueba que pertenecemos definido por lo geometral. Este sitio no es una articulación
al mismo mundo, a un mundo común? ¿Que la cosa cap­ de lugares heterogéneos. El aparato perspectivo es una cierta
turada por una multitud de miradas existe y es la misma articulación de un cierto número de puntos (de vista) singu­
para todos? Es, escribe Arendt, la certeza de que en primer lares y de un universal, del cual se encuentra un buen mode­
término, mirando todos la misma cosa en el medio, al mis­ lo en la concepción leibniziana de la ciudad (Monadología) .
mo tiempo, a partir de lugares diferentes, por lo tanto de Los primeros artistas al desplegar este espacio privilegiaron
perspectivas "diferentes" , pertenecemos al mismo mundo la representación de objetos geométricos simétricos (templo
en "plano centrado", ciudades ideales,2 1 º etc.). El interés de
109Deeienne, Marcel, Les maftres de vérité dans la Crece archaique, París,
M aspero, 1 973 ; erad. case.: Los m.aestros de la verdad en la Grecia arcaica, 21°
Cf. los análisis de Damisch de las ciudades ideales de Urbino, Berlín,
Madrid, Tau rus, 1 98 1 . Baleimore, e n L'Origine de la perspective, op. cit.

1 92 1 93
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

tal representación pictórica es que conociendo un punto de Se quiere mostrar de ese modo que, si la polírica es "ex­
vista sobre el objeto, teniendo entonces una representación terior a! hombre", si "ella nace en e! espacio que hay entre
de él, pueden deducirse todos los otros posibles (de atrás, los hombres" , entonces este espacio no es cualquiera, pero
de arriba, de abajo, etc.) . El aparato perspectivo permite la cada vez debe ser especificado para distinguir épocas de la
comparación racional de todos los p untos de vista sobre el política que supusieron épocas del espaci amiento. Este no
mismo o bjeto, porque ge'nera un sitio universal. es un espaciamiento inmediatamente vivido por todos y
Sin embargo , una co munidad ¿ n o presupone en gene­ por cada uno como el campo perceptivo de los fenome­
ral algo así como un suelo común? Sí, pero ese suelo no es nólogos. El entre, el mit de Mitsein, lo que divide todo
necesariamente un top os, menos aun un sitio universal, un ligándolo, no es el "espacio" en general, sino como mínimo
geometral. Benj amín afirmará en s us textos "estéticos"21 1 un cierto espacio aparatizado : el círculo de los guerreros
que una de las relaciones posibles de los hombres con ia aristocráticos griegos, el espacio de representación de las
ley "positiva" es la circunscripción arcaica de un espacio ciudades italianas que reinventaron la p olítica, el de las
sagrado que se diferencia de un espacio "pro fano" . Lo que convenciones y plazas revolucionarias francesas, etc. Ha-,
ento nces cons tituía el común de la comunidad no era la b rá tantos espacios políticos, figuras del "nosotros", como
convergencia de las miradas en lo mismo, sino el hecho espacios de exposición de singularidades unas en relación
de ser pasibles de los mismos relatos, los cuales provienen, a las o tras. Lo que aleja el mundo común por el hecho de
según la tradición, de los "grandes ancestros" mÍticos. El una narración o de una revelación (lo "teológico-político") .
aparato de la narración , 2 1 2 indiso ciable de una escritura Se advierte cómo Arendt, demasiado fenomenológica,
de la ley sobre los soportes convertidos en equivalentes hace a un lado las condiciones sociopolíticas de la expo­
(cuerpos, tierra, o bj etos, "fetiches") , dan cuenta a la vez de sició n . Ahora bien, el modelo arendtiano de la escena
la heteronomía absoluta de la ley (los grandes ancestros), p olítica es implícitamente el que fue aplicado desde el Rena­
de la experiencia no democrática de las singularidades que cimiento, esencialmente en las artes plásticas y en la constitu­
no p ueden cambiar nada, de la j erarquía de los lugares y ción de la escena de la representación: la escena a la italiana
de una temporalidad específica que es la del in illo temp ore. para el teatro, las perspectivas arquitecturales. Finalmente,
la característica de esta escena es la distribución efectuada
por el p roscenio, por la separación entre los actores que
111
Benpmin, Walter, Fragments, París, PUF, 200 1 . escenifican una ficción y los espectadores pasivos. Es la
rn Ibíd,, "Der Erzab.ler", e n Iffuminationen, Ausgewdhlte Schriften, I , Fráncfort
case "El
separación escena/sala que se encuentra en el corazón de
del Meno, Suhrkamp , 200 1 ; rrad, n arrador'', en Para una critica de
fa violencia y otros ensayos. Ifum inaciones IV, Madrid, Taurus, 1 99 1 . Cf. supm los textos de Kant sobre la Revolución francesa, pues el
Lyotard, Jean- Frarn;:ois, La Condition postmoderne, op. cit.

1 94 195
Jean-Louis Déotre La época de los aparatos

operador es para él un espectador como en la estética. La la dimensión del espectáculo como condición del es­
causa obedece a que Arendt ha minimizado el rol del arre. tar-juntos. E incluso un pensador "presituacionista" como
En La condición humana el artista es una suerte de arte­ Rousseau, que había elaborado una crítica muy radical de
sano que, como el Horno fober, elabora la ob ra, es decir, los espectáculos, se encuentra obligado, como lo advierte
un artefacto que, a diferencia del producto del trabajo, Nancy,213 a reintroducir lo simbólico: un mínimo de cosa,
no será consumido de fo ;ma inmediata. Lo trabajado está ubicado en cierto modo en el medio de singularidades y
destinado a perdurar, como tado objeto producido por el que testificará que una alianza ha sido concluida; un sím­
artesano. Además de la temporalidad especial de una cosa bolo, del griego súmbolon. Este símbolo, en Rousseau, es
que resiste al tiempo, el otro aspecta de la obra de arte es el árbol, que se convertirá en árbol de la libertad para la
la memoria: la obra de arte (el poema épico, por ejem­ Revolución francesa. El árbol214 es el nexo en sí, exhibido
plo) , porque se enlaza con encumbrados hechos políticos como tal, que i nstituye la comunidad como estar-juntos.
y guerreros, transmitirá la huella de un obrar inaudita a Ahora bien, se sabe que la estructura del súmbolon es muy
las generaciones posteriores. En el límite, para Arendt el interesante. Cuando dos amigos van a separarse, a la vez
arre no es más político de lo que lo es la legislación de para recordar sus lazos y para hacer posible, durante un
una ciudad que hace posible la acción. Si la constitución próximo encuentro, un doble reconocimiento comparten
legal de una ciudad griega determina los contornos de la una medalla dividiéndola en dos partes desiguales. Cuan­
acción futura, la obra evoca las grandes acciones del pa­ do ellos se reencuentren, la posibilidad de reconstituir
sado que pueden servir de modelo. Uno se encuentra en la medalla cuyas dos partes coincidieran perfectamente
el horizonte espacial de la ciudad (pólis) y en la apertura asegurará sus lazos. El símbolo, es del dos en uno: ser sin­
al pasado (transmisión) . Tales son, por otra parre, los dos gular plural.
ejes que vuelven posible la acción. Podría decirse que en En este estadio, la ilusión llevaría a creer que una obra
Arendr la ley y el arte están del lado del dispositivo técnico de arre puede j ugar el rol del árbol, porque la obra sería un
pre-político, el obrar del lado del aparata, verdaderamente súmbolon: lo que reparte y reúne.
político, del lado de lo que va a permitir el surgimiento Se sabe que la obra en cuanto tal divide más que une: la
de lo nuevo: la aparición de un nuevo mundo tal como obra nueva es siempre lo que va llegar a desgarrar el sentido
lo plantea u na acción inesperada, discontinua y abierta a común estético establecido, un cierto nivel de la cultura
un encadenamiento improbable.

Nancy. Jean-Luc, Etre, singitlier, pLurieL, op. cit.


Uno no puede limitarse a esta idea de que el arte es la
m
infraestructura de la política, pues es necesario reintroducir 21�
Como bien lo sabe Éric Rohmer: L:Arbre, le maire et la médiatheque [EL árbol
el alcaldey la mediareca] ( 1 992) .

1 96 J 97
r
1

Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

aceptada por todos, los criterios estéticos universalmente p rimer gran filme de ese país se titule Nacimiento de una
reconocidos. nación (David Wark Griffith) . Las naciones europeas, mis
Sí la o b ra no une s i no que divide abiertamente, no an tiguas, han sido instituidas, no sólo por el dispositivo del
puede ser un símbolo. Un símbolo es un "dos en uno" , que Estado y de la lengua, sino además por otros aparatos como
debe también ser expue�to para ser eso gracias a lo cual una el museo y la invención de los archivos y del patrimonio
comunidad va a constituirse. El espectáculo de un símbolo en los siglos XVIII y XIX.
es necesario a la co nstitución de una comunidad porque e1 Sin embargo, la idea esencial es la siguiente: no hay
símbolo es el espectáculo de lo que una comunidad no es. sociedad sin espectáculo. Entonces, debemos hacer una
En efecto, hay algo de especular, de reflexivo, en esa distan­ crítica radical del situacionismo. El espectáculo no es un
cia entre la comunidad y lo distinto a ella misma. D icho estado particularmente refinado de la alienación de la so­
espectáculo es del orden del espej o , sin que por ello sea una ciedad capitalista. Refinado p o rque, además de los géneros
cuestión de identificación: la comunidad no se identifica clásicos de especcáculos (panoramas, operetas, parques de
con su imagen en el espej o. La comunidad no es un mon­ atracciones , etc. ) , las ciencias sociales introducirían una
tón de elementos que pueden ser contabilizados, incluso un suerte de reflexividad en segundo grado que complej izaría
simple agregado, una yuxtaposición de partes. Con tal con­ la alienación social.
cepción se perdería la dimensión esencial de la pluralidad de Pero parece que el mismo Nancy no llega a pensar esta
las singularidades, que se considera que actúan de ma nera necesaria reflexividad de otro modo que no sea en términos
diferente. El cine no es entonces, por ej emplo, el "estadio de teatralidad, y eso para una sola época, siempre la misma:
del espejo" de la comunidad moderna, de la nación . No hay la Grecia clásica. Como si el teatro fuera en sí mismo el único
equivalencia estructural entre la proyección cinematográfica dispositivo político.21 5 Es evidente que hace falta poner todos
y la p royección nacional, comraíiamente a la tesis central los aparatos al servicio del espectáculo que la comunidad
de Jean-Michel Frodon. Sería necesario ponerse de acuerdo da de sí misma. Los aparatos en el sentido en que hicieron
sobre lo que se en tiende por proyección. Y por nación. La époC3.; y en el sentido en que, necesariamente, continúan
nación no es en esencia cinematográfica, pues ella recurrió haciéndola. Se ha visto así que el aparato perspectivo pro­
antes del cine a muchos otros aparatos de representación, bablemente había surgido con Alberti como un� suerte de
así fuese la pintura histórica, la enseñanza, los lugares de acontecimiento que se apodera del teatro en cierta medida
memoria o la literatura. La idea de una estructura cinema­ desde el exterior, imponiendo ia "escena a la italiana" me-
tográfica de la nación probablemente no se aplica más que a
Estados Unidos y al western, y no es una casualidad que el m Guénoun, Denis, L'Exhibition des mots. Une idée politique du théatre,
Saulxurcs, Circé, 1 99 8 .

1 98 1 99
Jean-Louis Déone La época de los apararos

diante la división que instaura el proscenio. Acontecimiento estaba afuera, lo que le permitió volver toda su vida a este
refundador para la política, que restablece la política moder­ acontecimiento fundador. Se encuentra allí la estructura del
na sobre bases distintas a las de griegos y romanos. acontecimiento y del testimonio, esencialmente analizado a
Valga la repetición: Arendt permite romper la ilusión partir de Benjamín, para el cual todo aprendizaje es miméti­
de una sustancia políticCI: del hombre porque da el primer co. Para decirlo con sus palabras: no hay vivencia inmediata
lugar al espacio que epara y une las singularidades. Ya no (Erlebnis) sin experiencia auténtica (Erfohnmg) , es decir, sin
eciste la pluralidad de las singularidades y el espacio que las escritura, sin archivo. Es la segunda la que hace presente a la
sostendría; es el espaciamiento entre singularidades lo que primera. Con el riesgo de que la escritura no deje de volver a
va a determinar lo que ellas serán, época tras época. Pero es lo que pudo ocurrir en esa fecha, en ese lugar, con el riesgo
necesario dar un paso suplementario: para que la comunidad de que el trabajo de inscripción sea infinito.
pueda decir lo que ella es, aunque sea en la exposición de sí No hay presencia desnuda de la comunidad sin mímesis
misma en el más simple aparato, esa Venus saliendo de las originaria (sin apariencias, sin espectáculo) · la mímesis
aguas, hace falta un espectador. La exposición es siempre originaria es la condición depresentación de la presencia. La
exposición a un público que no es entonces lo que se expone. represen ración clásica será uno de los modos de ser de esta
Hay siempre un mínimo de distancia entre sí y lo que registra mímesis. Esro puede entenderse a partir de un ejemplo :
la huella de sí, el archivo. El uno es siempre dos. El uno no el hecho de presentar su pasaporte en la frontera. Él nos
es visible por sí mismo más que si está dividido. Para que el representa co n rotal legalidad y que da p ie a n uestra sim­
uno se diga es necesario el dos. Se recae en el símbolo. ple p resencia física, lo que hace que la mímesis origi-naria
Llamemos mímesis origjnaria216 al espectáculo que da de sí tenga una legitimidad considerable, que será trasladada
la presencia. La presencia desnuda no existe: es indispensable sobre los aparatos que generan apariencias. Si la p resencia
un testigo para certificar que hubo presencia. La muche­ no era la apuesta de la representación, entonces no se
dumbre amotinada de Viena tenía necesidad del testimonio com prendería la aspereza de los debates acerca de lo que
y de los sucesivos análisis de Canetti para acceder a la visibili­ p uede hacer símbolo. Es la razón por la cual los debates
dad. Canetti estaba en la muchedumbre donde pudo perder "estéticos" son en el fondo "políticos" Pero ¿qué sucede
durante un tiempo toda identidad de singularidad, y él ya con este privilegio de la mímesis cuando la reproducción
artesanal se vuelve industrial?
Arendt pudo entonces describir la comun idad corno
1 16
El término fue elaborado por Benjamin: el cuerpo artista, el cuerpo dan­
zante, imira originariamente el cuerpo en marcha, p rofano, que no habría sido presencia reversible sólo porque in trodujo una dimensión
visto sin eso. Esta reflexividad de lo visible en la mediación del gesto es per­ de reflexividad (incluso si, en su descripción , la comunidad
fectamence descripta por Fiedler en Sur !'origine de la activité artistique, op. cit.

200 20 1
1
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Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

griega no es una cosa: ella está dividida en sí misma, por o peración por la cual la luz penetrará en lo privado debe­

ejemplo, entre el operador y sus pares, entre el actor en rá no obstan te ser llamada política. Es también por esta

escena que encadena sobre la apariencia que el operador de razón que el cine es un aparato político. Porque, como

la historia pasada pudo dar de sí mismo sin controlarla, y el lo recuerda Benjamín, el cine despliega los espacios pri­

coro que "representa" la ci�dad) . Ahora bien, en su época, vados. El de la habitación sórdida, de lo cotidiano sin fu­

no es el teatro clásico ni la pintura los que han podido turo, de la calle demasiado conocida y sin embargo jamás

darle esta dimensión de la especularidad: no podía ser más vista . Como en El hombre de la cámara de Dziga Vértov,

que el cine. Sólo el cine podía permitir la descripción de la cámara penetrará todo: la intimidad de un dormitorio,

la comunidad en términos de pluralidad de singularida­ la toillete de la m uchacha, la labor cotidiana, la actividad

des exponiéndose las unas a las otras. Y esto porque es el automática de las máquinas, el trabaj o oscuro en la mina,

primer aparato que permite a todos dar voluntariamente el movimiento de los móviles que nadie había observado

apariencias, por lo tanto responder a la ley que dice: ¡apa­ antes . La emancipación n o se limita a las capacidades de

rece.' ante todos. Los otros aparatos sólo tenían destinatarios las cámaras de "hacer explotar los espacios confinados'',

limitados: el público de un teatro o de un concierto, el de sino que consiste en introducir allí todo un público que,

una exposición de pinturas, etc. , y no permitían ninguna p o r definición, j amás había tenido acceso a esas realida­

reversibilidad -cuando el receptor deviene emisor-. La tesis des . Ahora b ien, p resentadas al p úblico, ellas se conver­

arendtiana sobre la política es esencialmente benjaminiana. tirán de inmediato en temas políticos: las condiciones de

Hemos visto que la acción entendida como exposición vivienda, de higiene, la sexualidad y muy evidentemente

de sí a los otros , suponía una escena circunscrip ta, un el trabaj o . Pero Arendt es m ucho más conservadora que

"nosotros" . Esta escena tiene siempre una estructura de Benj amín cuando hace emerger la escena política como

aparato. Lo que refuerza ese lado artificial de la escena po­ escena de la exp osición recíproca de las singularidades

lítica, ya en Arendt, es que ella debe siempre distinguirse y, al m ismo tiem p o , remite a la oscuridad de lo secreto,

de lo que no es, por ej emplo , de los lugares donde una de la rep roducción de la vida, de la familia, lo que sin

palabra de mando se ejerce. La escena política se destaca embargo está en trance de volverse cinematografiable. De

siempre sobre un fondo de lugar secreto, oscuro, donde allí su com p ro bación neoconservadora de una orisis de fa

la luz no penetra, un espacio doméstico. La oposición cuftura.217 Es p reciso entender por esto que las antiguas
mínima es entre "privado" y "público" . Pero como Arendt
117 Arend t , Hannah, Betwern Past and Future. Six Exercises in Po!itica! Thought,
pensó una comunidad "desn uda" , no puede entrar en el
Nueva York, The Viking Prcss, 1 96 1 ; trad. cast.: Entre elpa.sadoy eljitturo. Ocho
mundo cada vez más amplio de lo cinemarografiable. La
ejercicios sobre !.a reflexión política, Barcelona, Península, 2003.

203
202
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

partes que fundaban la legitimidad de lo político son sentación para algo que tendrá una estructura dialógica:
desplazadas; la sexualidad y las relaciones familiares, por no la de una obra de arte sino la de un aparato. Como se
ejemplo, devienen visibles, tematizables y, por lo tanto, ha visto, es el caso de la oposición fundadora del espacio
objetos de debates infinitos en su condición de políticos. moderno: la estructura del cuadro clásico, perspectivista,
No porque el cine invente casi ex nihilo temas que se con, de un lado, la multiplicidad de los puntos de vista,
convertirán entonces en p olíticos, sino porque la acción del otro, lo geometral como manifestació n de lo universal.
política es indisociable de su puesta en espectáculo. Será menester encontrar esta cesura en la misma imagen
Comprendemos que la representación no sucede a la cinematográfica, que será analizada como lo que se espacia
presencia: no ha habido la presencia pura (la acción) y luego según varias dimensiones, gracias a lo cual de lo uno podrá
su copia. No se puede, a este nivel, distinguir la mímesis advenir dos. Para los cineastas más conscientes de su arte,
origi.naria, el desdoblamiento del cuerpo por sí mismo en el el desafío siempre habrá consistido en volver a inyectar
gesto artístico en Benjamín por ejemplo, y lo que acabamos la reflexividad en esta imagi nería, en recordar siempre de
de delimitar como representación, incluso si lo que va a per­ algún modo que el cine no era una fábula desarrollándose
mitir el tener lugar de la comunidad no es necesariamente sobre otros soportes que no fueran el de la oralidad, sino
mimético en el sentido tradicional. ¿Por qué? Porque es un un b rote del test industrial que debía ser dado vuelta.
ar.rificio. El súmbolon es totalmente artificial, "si mbólico" Esta es la función de las imágenes de video en los filmes
Puede ser cualquier cosa, desde el momento que se desgarre de Egoyán, en particular en Next o/!Gn ( 1 984) o Family
en dos. Es la estructura de división del súmbolon lo que Viewing ( 1 987) . En Egoyán, la interrupción del filme por el
importa: es necesariamente un espaciamiento, un cierto video (y por los planos fijos fotográficos) abre la dimensión
modo de la relación, del frente a frente. No puede ser un de la memoria, pero, más fundamentalmente, la irrupción
ídolo pleno y completo (de donde surge la prohibición de de otras imágenes de aparatos (foto, video) , por qué no la
la adoración de los ídolos) . El peligro para la comunidad incrustación de imágenes digitales como en Greenaway
está entonces allí: por ejemplo, en la representación por (El libro de Próspero, 1 99 1 ) o Marker (Level Five, 1 997) ,
el ídolo que va necesariamente a instituirlo como cuerpo reintroducen el espaciamiento en el interior de una fábu­
u nificado, armonioso. Es lo que esperaba Jünger del tipo la cinematográfica que olvidaría su dimensión política.
del trabajador, o Albert Speer, el arquitecto de Hitler, de Se dirá que una imagen cinematográfica es política si la
las ruinas colosales de los monumentos nazis por las cuales interrupción del Rujo fílmico por imágenes provenientes
el imperio milenario habría perdurado y testimoniado su de otros aparatos permite una desidemificación (pueden
potencia para siempre. La comunidad necesita la re-pre- obtenerse los mismos efecros por un cierto juego del actor,

204 205
Jean-Louis Déottc

como en Luc Bresson o Godard) . Es, de una cierta manera,


el corazón de l a tesis de Ranciere:218 el cine como fábula
contrariada por la controversi a de lógicas contradictorias.
Un aparato deberá entonces permitir generar i mágenes que,
para ser de representación (al hacer posible la presencia de SOBRE LA FÓRMULA BENJAMINIANA:
la comunidad) , serán ne�esariamente díadas, " imágenes PINTURA = COPIA + IMAGINACIÓN
dialécticas".

"Seguramente todo dependería aquí de una definición


más precisa del concepro de 'naturaleza verdaderá , en cuanto
que esta naturaleza visible 'verdadera' a la que incumbe la
constitución del contenido de la obra, no solamente no debe
ser identificada sin más a la naturaleza visible que se manifiesta
en el mundo, sino más bien ser distinguida desde el principio,
rigurosamente, desde el punto de vista conceptual. Pero a
decir verdad se plantearía a continuación el problema de una
identidad esencial más profunda entre la naturaleza 'verdadera'
en la obra y la naturaleza (quizás invisible, sólo accesible a la
intuición, fenoménica en el sentido de fenómeno originario)
que está presente en las manifestaciones de la naturaleza visible.
Lo que se resolvería probable y paradój icamente de la manera
siguiente: es sólo en el arte y no en la naturaleza del mw1do que
la naturaleza verdadera, accesible a la intuición, originariamente
fenoménica, sería visible por reproducción, mientr<l.S que, en
la naturaleza del mundo, por cierto que estaría presente, pero
oculta (sumergida bajo el relámpago de la manifestación)."219

2 19
Bcnj amin, Wal tcr, " Der Begriff der Kun cskriük in der dcurschen
Romanrik", en Gcsamme!te Schriften, I, l . Rolf Tiedemann y Herrnann

21º Rancii:rc, Jacqt1cs, la fable cindnwtogmphiq11e, op. cit. Schweppenhauocr (ed . ) , Fráncforr del Meno, Suhrkamp, 1 974 ; trad. cast.:

206 207
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

A menudo la clave de Benjamín se encuentra en los escri­ mónada es un programa que se desarrolla por sí mismo. Una
tos de juvenrud, en esos textos que fueron escritos entre 19 1 5 mónada no hace experiencias empíricas: no le llega nada,
y el comienzo de los años veinte. 220 Nacido en 1892, en 1 9 15 más bien es ella la que llega al mundo toda equipada. Pero el
Benjamín tenía ¡veintitrés años! Con su lectura se adquiere la mundo no es nada distinto a la red de las otras mónadas que,
convicción de que Benjamin no ha vivido. Que no ha tenido según su grado de complejidad, "expresan" rodas el mundo
experiencias o más bien que' las experiencias no le han ense­ que constituyen. Las mónadas se entre-expresan unas a otras.
ñado nada porque epistemológicamenre no esperaba nada de Es así que puede explicarse la "influencia'' de Fiedler, Rang,
ellas. El texto "Experiencia y pobreza" puede ser considerado Riegl, Scholem, Brecht, Adorno, etc. , en Benjamín. ¿Cuál
como perfectamente autobiográfico. Cabe recordar la decla­ puede ser el medio de comunicación (la superficie absoluta)
ración: "uno ha tragado demasiada cultura" y la reivindica­ de esas mónadas? En Leibniz es Dios el gran medio, porque
ción estético-política "modernista" de la tabula rasa, "partir es el "geomerral de las mónadas" (Monadología), el que las
de sí" y de "nada'' como Descartes, Loos, Le Corbusier. Es la soporta a todas. Uno se preguntará lo que sería en Benjamín
declaración de un hijo de anticuario saturado por la cultura el medio de esta entre-expresión de las mónadas.
paterna. No esperó la experiencia del frente -la guerra que
habría querido hacer pero para la cual fue rechazado- para
constatar que la experiencia se había vuelto imposible y por lo La percepción no es un modo de conocimiento
tanto que sus contemporáneos eran "pobres en experiencia'';
no esperó la estética del choque (gran prensa, masas urbanas, Benjamín no esperará los texros sobre Marcel Proust y
crisis políticas, etc.) para desarrollar el tema de la crisis de sobre Baudelaire221 para invalidar lo vivido, su recuerdo, y
la transmisión oral, no: permaneció en parte en el mundo la conciencia perceptiva diurna (Erlebnís) , al reinterpretar
de la infu.ncia y de los libros coloreados. De alguna manera, la problemática freudiana de la conciencia como para-ex­
Benjamín habrá vivido tanto como Bouvard y Pécuchet: es citaciones, a fin de restaurar otro modo de conocimiento,
un hombre de biblioteca y un coleccionista, un archivista. la rememoración (la anamnesis de la escritura nocturna
El desarrollo de su obra es como el de una mónada. Una p roustiana) , dando lugar a la única experiencia verdadera
(Erfahrung) , la única en efecto capaz de trabajar a partir de
los archivos del "yo" como la escritura p roustiana.
El concepto de crítica de arte en el romanticismo alemán, Barcelona, Península,
1 988.
1!11
Ibfd., Frngmmts, op. cit. Es oportuno saludar este trabajo de los editores y lll
Benjamín, \V:úrer, "Charles Baudelaire. Ein Lyriker i m Zeiralrer des Hoch­
en Gesammelte Schriften, I, 2, Rolf Tiedemann y Hcrmann
crad ucrores, Chrisrophe Jouanlannc y Jean-Fran<;:ois Poirier, que hacen posi­ kapiralismus"
ble un desencanramienrn crítico. Schweppenh:iuser (ed.), Fr:incfort del Meno, Suhrkamp, 1 974.

208 209
Jean-Louis Déo tte La época de los aparatos

Para restaurar la posibilidad de la experiencia, sería ne­ en un gesto productor de arte donde la palabra del lenguaje
cesario articular el programa que es cada mónada, lo que la tiene su parte como en la caligrafía china. Hay un fondo
diferencia de todas las o tras , del depósito de archivos que común al arte, a la imaginación, a las ciencias, a las mate­
es cada una, sabiendo que un archivo no es el resto directo máticas, a la historia: es la " imagen originaria''. Ese fondo
y nocturno de una experiencia diurna, porque de tal "ex­ es el de kna intencionalidad común: el artista se instala en
periencia diurna, inmediáta, directa'', no queda nada, sino la imagen originaria cuando la mano que l levará sobre la
cenizas, en el mejor de los casos afectos innombrables. Para p ared la silueta de un animal es la misma que lo flechó. Es
Benjamín como para FiecUer222 no hay pasaje continuo entre la misma mano o el mismo cuerpo, danzante, parlante, etc.

el mundo de la percepción, el vivido, y el del conocimiento La mímesis origi.naria supone una práctica corporal, la díada
o sobre todo el del arte, como lo indica nuestro incipit goe­ marchar/danzar articulada como la díada hablar/cantar. Eso
theano . En Fiedler, la fundación de la forma no debe nada supone una elección de la singularidad de dar de sí misma las
a los flujos sensibles internos que están producidos por el apariencias y entonces de imitarse en verdad por la escritura
mismo movimiento que los fluj os externos inasequibles. en sentido amplio. Este registro de la experiencia verdadera
Sólo la forma artística puede establecer y configurar lo que, (Erfabrung) n o es entonces el de lo vivido, de la percepción
si no, siempre escaparía. S ólo la forma artística, como más directa e inmediata (Erlebnis) . La política de Benjamín se
tarde en Klee, hace ver recíprocamente lo que sin ella habría s ostendrá en la constante afirmación, desde " El narrador.
pasado desapercibida. Esta forma no imita una p resencia Reflexiones sobre la obra de Nikolái Léskov" hasta "La obra
sensible ya allí, ya dada. Ella agujerea la posibiiidad sensible. de arte en la época de su reproductibilidad técnica'', en la
De allí la paradoja benjaminiana de una mímesis originaria, decisión que toma una multiplicidad de s ingularidades de
en el sentido de que la "representación" artística hace posible, mostrar las apariencias, de exponer de sí misma lo que ella
recíprocamente, la presencia sensible. Cuando, por ejemplo, tiene de más verídica. Porque la política es para él esencial­
es la misma mano que mató el animal y llevó sobre la pared mente exposición, entre-exposición, como lo será más tarde
su silueta, el mismo cuerpo que danza y que habla: i mitán­ en Nancy223 (a diferencia de Jürgen Habermas y Rancíere
dose a sí mismo al producir una forma estable en la danza y que están, ambos, del lado de la argumentación, del lógos) .
la palabra. Esta
mímesis que da forma está producida por una Pero si Benjamín daba por sentados los textos de Fiedler,
doble inervación: ia del ojo y la de la mano, concentrándose en particular Sur l'ongine de l'activité artistique,224 era para des­
viar la potencia de la imaginación. Como si la imaginación,
222
Fiedler, Konrad, Essais sur L'art ( 1 876, l 878, 1 887) (trad. Daniel Wiecwrek),
Besarn;:on, Édirions de l'Imprimeur, 2002; trad. cast. : Escritos sobre el arte, Ma­ 2 23 Nancy, Jean-Luc, f:.tre, singulier, p!uriel, op. cit.
drid, Visor, 1 9 90. 224 Fiedler, Konrad, Sur /'origine de L't1ctivité artistique, op. cit.

210 21 1
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

potencia de puesta en imágenes, facultad de representación, declive, como el trabajo de Cado Scarpa sobre la columnata
supusiera un mundo de formas ya constituido, la imagina­ clásica en el cementerio de Brion en San Vito d'Altivole:
ción encadenándose sobre la mímesis originaria, sobre un Un declive del clasicismo. Benjarnin hace entonces todo por
desdoblamiento corporal que ya estaba allí. Pero ¿para quién pensar el devenir y la historia sin que tenga n i comienzo ni
las formas de la cultura ya están siempre allí, disponibles, fi n (es una concepción materna del devenir: el nacimiento
y ello de una manera ne�esaria? En el fondo, para el niño es sin dolor, la muerte es deformación, es decir, conserva­
que siempre vagó por el negocio de antigüedades paterno, ción de la materia, como en Sade.227 La mónada no puede
como Holderlin, quien, para escribir sobre Sófocles,125 de­ ser para la muerte como el dasein en Heidegger, porque la
bió recorrer las galerías de esculturas del Louvre, o para el m uerte empírica no puede ocurrirle a una mónada.
pintor Antonio Saura que con su padre medía las galerías Así, la diferencia entre la vigilia y el sueño sólo concierne
de los Velázquez en Madrid, o para Bacon que acumulaba y al mundo de la percepción, es decir, al de la conciencia, de
embadurnaba las fotografías de sus "modelos", rechazando el ningún modo al conocimiento (la verdad) . La verdadera
trabajo sobre el motivo, demasiado inmediato y ardieme.226 oposición es entre el mundo de la realidad (de la percepción)
Y estos niños, ciertamente excepcionales, serán como todos y el de la verdad: "Porque en el mundo de la verdad, el mun­
los niños que aprenden a percibir en una burbuja siempre do de la percepción perdió su realidad. Quizás, lo mismo
ya saturada de formas, un mundo, diría Arendt, trabajado. que, de manera general, el m undo de la verdad no es el
Es una fábula filosófica la que nos hace creer que la gran mundo de una conciencia cualquiera. Eso quiere decir que el
cuestión es que haya algo ames que nada, que sea necesario problema de la relación entre el sueño y la vigilia es un pro­
sorprenderse, persuadirnos de que el mundo sensible está blema que responde no a la 'teoría del conocimiento' sino a
primero y que a partir de allí hay que elaborar un mundo de 'la teoría de la percepción'" Benjarnin no pertenece entonces
conocimientos racionales y verídicos. al movimiento moderno de la subjetividad fenomenológica,
Lo que caracteriza la paradój ica mónada benj aminiana a su definición de la verdad porque disocia la conciencia
es la imaginación no como potencia creadora de formas del conocimiento. Es por esta razón que la interpretación
s i no como deformación : lo que acompaña las cosas en su (hermenéutica) no tiene valor para él: "Pero las percepciones
no pueden ser verdaderas ni falsas, ellas son problemáticas
solamente respecto del dominio de atribución de su tenor
12 5
Holderlin, Friedrich, Remarques sur CEdipe. Remarques sur Antigone (rrad.
y noras de Frans;ois Fédier, pref. Jean Beaufret), París, UGE, 1 96 5 .
nG
Sería necesario enumerar y estudiar todos estos pintores que trabajaron a 227Benjam in, Wal ter, "Johann Jakob Bachofen" en Gesamme!te Schriften, II,
partir de foms como Gauguin, y de una manera general, de los archivos del 3, RolfTiedemann y Hermann Schweppenhauscr (ed.), Fráncfort del Meno,
museo como Vuillard. Suhrkamp, l 977

212 213
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

significante" . 228 Lo cual implica que, desde el p unto de vista dispositivo y aparato, y agregar que un dispositivo de puesta
del conocimiento verdadero, es inútil comparar los modos en forma p uede ser el soporte de un aparato al cual propor­
de la percepción, porque no tiene eso más importancia que ciona un nuevo mundo de formas para que el aparato los
para la vida. Entonces, para Benjamín, la experiencia vivida disuelva en apariciones artísticas.
(Erlebnis) j amás atañó a la esfera de la verdad sino como Para precisar, la devaluación benjan1iniana de la experien­
objeto de esrudio. Se está" muy lej os de una fenomenología, cia no abord:::. a roda experiencia (por ejemplo, la experiencia
e incluso del kantismo de la estética trascendental de la bajo droga, o la escritura de rememoración proustiana) , sino
primera Crítica. En el estudio posterior sobre el cine, 229 la sólo a eso a io que la reduce Kant: la experiencia empírica
utilización, al igual que en nuestros críticos contemporáneos, como la científica, es decir, una "experiencia empobrecidá'
de la Conciencia íntima del tiempo de Husserl no le habrá que no tiene en sí misma sus principios puesto que estos
sido de utilidad alguna. Lo que nos conducirá a decir que últimos dependen de una ciencia trascendental a priori. En
para él la fo tografía y el cine son aparatos de verdad más que realidad, Benjamín lleva a Kant y a la Ilustración a las con­
dispositivos de percepción. Si no fueran más que dispositivos secuencias de una crisis ontoteológica (holderliniana) : la del
semio-técnicos, ellos modificarían la percepción que la masa retiro de Dios. Puesto que Dios se ha retirado del mundo,
tiene del mundo (el inconsciente óptico), lo que ciertarnente entonces la experiencia es una suene de desierto y no puede
tiene una importancia considerable para la aísthesís y para la haber allí como en los clásicos (Descartes, Spinoza, Leibniz)
época, pero no para la verdad. En tanto que tales, fotografía deducibilidad de la experiencia a partir de la lógica. Lo que
y cine son ya dispositivos objetivadores y formalizantes, sus pertenece en lo sucesivo al mundo de "la experiencia vacía y
imágenes de captura son el equivalente de tests i ndustriales, sin D ios"23º es que los datos empíricos contingentes deberán
no son desde un principio j uegos de apararas que producen ser acogidos en una suerte de pasividad originaria. En esta
obras de arte. Generan formas que no habrían sido posibles situación moderna, escribe Benjamín, las percepciones de los
sin ellos (Benj amín en Pequeña historia de hzfotografía toma daros son al conocimiento verdadero lo que el motivo de
el ej emplo de la macrofotografía de plantas) . La distinción un pinto r es a s u pintura: los o bj etos . De allí la disconti­
percepción/verdad permitirá fundar la distinción que divide n ui dad entre experiencia y verdad. Ahora bien, el retiro del
dios holderliniano no es para nosotros más que ' un efecto
del aparato perspectivo : el único a partir del cual Dios no
228

hab ita más la naturaleza, la cual no ofrece entonces más


Íd . , Fragments, op. cit. , p. 92.
229
Bcnjamin, \'Valter, "Das Kunstwerk im Zeitalter sein�r technischen Repro­
duzierbarkc it" [Zweite Fassung] , op. cit. Acerca de las diferentes ve:siones del
texto y las mani obras editoriales de Adorno, leer de Bruno Tackels L'CEuure
d'art a !'épuque de W Ben;amin, op. cit. 230 Íd., Fragments, op. cit. , p. 39.

2 14 215
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

que signos geométricos para ser leídos por un buen lector posee la palabra específica para las formas ( Gestalten) de la
galileano.231 Entonces, desde el aparato perspectivo al me­ imaginación. Quizás nos esté permitido considerar única­
nos (y los que hacen su teoría como Kant) , la experiencia es mente la palabra 'aparición', tomada en un cierto sentido"
pobre y, en este camino, Benjamin no cesará de comprobar En efecro, la imaginación nada tiene que ver con las formas,
un empobrecimiento existencial, cuyo punto culminante con una puesta en forma: ella no es ni destructiva ni cons­
es Experiencia y pobreza. D esde entonces, si se conserva la tructiva, ni puramente inventiva ni p uramente negativa. Pero
esperanza de una deducibilidad de la experiencia (lo que es entonces ¿cuáles son los elementos constirutivos de las musas?
el caso de Benjamin) no sería necesario ir hacia el lado de Benjamín volverá en la misma época sobre las invariantes de
los dispositivos objetivadores, sino hacia el lado de la ver­ la pinrura, y distinguirá la línea plástica que mantiene una
dad del aparecer. Lo que él llama "arte'', por el momento. relación positiva con su soporte (el dibujo y su fondo), el color
De ahí la entrada en escena ulterior de los aparatos como la que como mancha es a sí mismo su propio soporte (la piel del
narración, la puesta en escena barroca, la novela, la foto, el rostro invadida de rubor) y el nombre que circunscribe una
cine, aparatos que sería necesario distinguir de los museos. forma. En esta estética donde el cuerpo asume el primer lugar
por cuanto mantiene una cierta relación con la ley y el lengua­
je, la forma coloreada debe su cumplimiento y su fundación
La imaginación como decadencia no al dibujo sino al nombre que la hace emerger al designarla.
Si el nombre es la clave de la puesta en forma-figura, es que
Si el cine tiene un valor de verdad es porque opera a partir la estética estaría sometida a una filosofla bíblica del lenguaje
de formas producidas por un dispositivo que tiene una fun­ y de la creación.133 Porque es el nombre otorgado por Dios
ción no artística: la vigilancia de la masa, según Benjamín. el que crea la naturaleza. Pero el mismo nombre no es más
Ahora bien, contrariamente a la tradición kantiana-husserlia­ que un gestus, lo que es evidente en la caligrafía del Extremo
na, la imaginación en Benjamín no es sintetizadora, producto­ Oriente. El texro de Benjamín moviliza las tres relaciones
ra de formas sino deformante (Entsaltung) de lo que ya ha sido posibles del cuerpo con la ley. En el caso de la línea del dibujo,
puesto en forma: "Es propio de la imaginación ensamblar las se trata de una ley que permite circunscribir los lugares, una
formas en el juego de disolución de lo que ha sido puesto en ley para el hombre que hace habitables las cosas, que distin­
forma" m Deformando y "jamás desmtyendo", la imaginación gue de forma positiva, por ejemplo, el espacio profano del
da lugar a apariciones (Erscheinung): "La lengua alemana no sagrado. De allí la idea de que el dibujo acabado sólo puede

2·' 1 Lvor:ud, Jean- Franc;:ois, Discours, Figure, op. cit. in


Para el análisis de esca esrérica, ver nuestro L'Homme de verre. Esthétiques
131 Benjamin, Walrer, Frogments, op. cit. , p. 1 47 benjaminiennes, op. cit.

216 217
T

Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

ser expuesto artísticamente de forma horizontal puesto que conduce a su apogeo por una sucesión infinita de transicio­
su tarea consiste en delimitar los territorios. El dibujo pone nes". La imaginación declina las formas en todos los sentidos
a disposición el espacio, mejor dicho, genera espaciamiento del verbo declinar: en el mundo instalado y erigido en formas

como en la arquitectura, el arte dei jardín y la escena teatral. que son cuasi-estados de cosa, introduce una potencia afir­

Estos modos del espaciami�nto deben entonces ser distingui­ mativa de deformación que libera apariciones necesariamente

dos de las musas y los aparatos ya que ellos siempre tienen un fugaces, superficiales. Ese texto de 1 920- 1 92 1 confirma el

a priori material, espacial, un soporte escénico que encuadra gusto benjarniniano por las épocas llamadas decadentes, esas

las apariciones. En el caso del nombre, es la iey del lenguaje la ruinificaciones infinitamente demoradas. De allí la referen­

que nombra lo que ha sido creado, como lo hace Adán luego cia, en La obra de arte. .. , a los estudios del conservador de

de la creación divina. En el caso del color, se trata de lo que museo vienés de artes aplicadas Alois Riegl:235 el interés por

llega al cuerpo que transgredió la ley: es por ejemplo el rojo el arte de la época de las primeras invasiones y del comienzo
de la vergüenza que sube al rostro (para hacerlo desaparecer de la decadencia del Imperio romano, época del estallido del

a los ojos de los otros, escribe) . La pintura, es decir, el color mito y de una verdadera belleza que debe ser reconocida hoy
está entonces para Benjamín bajo el corte de una ley que va cuando el cine se apodera de la pintura, cuando "declina el

"en contra" del hombre.234 Esas tres relaciones del cuerpo a


aura". Para Benjamín, la esencia de una época, su epocalidad,

la ley del lenguaje deben ser distinguidas de las tres normas es la ruinificación disolvente y no el advenimiento de un nue­

de legitimidad que Lyotard ubica como piedra angular de vo mundo: se está a mil leguas del Origen de la. obra de arte
Le Dijfirend. Al contrario, la imaginación es maternal: es de Heidegger, donde la obra era entendida como estela, es

el mundo del parto sin dolor (antes de la caída, antes del decir, como instalación de un mundo y de una comunidad.
trabajo, antes de la negatividad de la salida del jardín) y no
paternal, el mundo de la fecundación. Se podría así distinguir La obra es aparición y copia
la puesta en forma discontinuista y constitutiva de instan­
cias a través del conocimiento, el cual es finalmente tanto En general se recuerda de Benjamin la decisiva separación

destructivo como ins talador, de una imaginación femenina entre un arte "aurático'', el de "una sola vez, la p rimera vez"

y continuista disolvente. Como no construye nada, no pue­


de destruir, ignora entonces la muerte (como lo ignora el
135 Especialista en artes decorativas, fue el primero en aco rdar una legitimidad
inconsciente freudiano) , pero "perpetúa la decadencia que a las artes del Bajo Imperio y, a continuación de Schiller, en Jar una acepción
positiva a la cultura. Riegl, Alois, Der moderne Denkmalkultus, sciu Wesen und
seine Entstehung, Viena y Leipzig, W Braumüller, 1 903; trad. cast.: El culto
2.14 Ibíd. moderno a los m onu men tos, Madrid, Visor, 1 987.

218 219
Jean-Louis Déocre La época de los aparatos

(el arte lírico por ejemplo, con la unicidad del fenóme no de


la denominación, la reproducción , la repetición. Se comienza
la voz, o mejor Lascaux, el sacrificio irreversible del don pic­
a comprender la apuesta representada por los "aparatos de
reproducción" , grabado, foto y cine, pero también por la
tórico, puesta que los pintores cerraron la gruta para siempre
una vez acabado el trabajo) , y un arte no aurático , de la copia,
narración, la novela, el collage literal, no en la medida en que
de la reproducción, como la novela o el cine, artes lúdicas de
tratan con la realidad y que afectarían la percepción como lo
"no importa cuántas veces", siempre perfectible y, por esencia,
hacen los dispositivos, sino en cuanto invisten la imaginación
inacabado. Todo ocurre como si la reproducción fuera enton­
(y sus imagos, para hablar como Agusdn) que, por ese hecho,
ces un accidente que le sobrevino un día al arte en función de
deja de estar en relación exclusiva con la naturaleza. Se po­
una historia que le es propia, desde la reproducción artesanal
dría entonces agregar que la obra, llevada en un proceso de
hasta la industrial. Sus textos de "j uventud" permite n decir
declinación por la imaginación, necesariamente hace surgir
que la obra que interesa a Benjam ín es siempre a la vez copia
otra obra que la hace desaparecer Esta situación es entonces
y aparición, sabiendo que sólo hay aparición en cuanto de­
exactamente contraria a lo que los románticos de Jena (Schle­
formación -por la imaginación-, esperando que la aparició n
gel, Novalis) entendían: desarrollo, es decir, amplificación de
se fije a su vez -por la copia- en algo que podría ser nombra­
una obra po la otra, de un arte por el otro, hasta lo absoluto.
do.236 En efecto, se verá más adelante que la aparición como
Benjamín es entonces antirromántico, incluso si conserva la
tal -en cuanto no fue reproducida- no puede ser capturada:
necesidad de dicha concatenación.
es fenómeno fugaz, como todo acontecimiento que llega
un
Entre los años 1 920 y 1 930, el horiwnte de pensamiento
en punta de pies, que tiene necesidad del lenguaje que nom­
cambia en Benjamín: la naturaleza en el primer decenio, la
bra. Podría decirse que si no hubiera más que imagina ción,
"época de la técnica'' en el segundo. Y, para distinguir las
sólo habría un flujo de color, un mundo tomado en un diso­
épocas de la técnica: una primera, artesanal y cultual (mágica,
sometida al valor cultual) , de dominio de la naturaleza; una
lución infinita, en una eterna fugacidad, y entonces no habría
nada que decir de la obra, entonces quizás no la veríamos
segunda, industrial y exposicional, de dominio político de
más. Es necesario, en consecuencia, una estabilización de las
la técnica sobre el hombre, sometida al valor de exposición
formas, que no puede tener lugar más que por el hecho de la
y a la guerra. Pero el cuadro -la teoría del conocimiento­
deno mi nación. Es por esta razón que Benjam in introduce la
continúa siendo el mismo (es evocado durante su trabajo
necesidad de la reproducción. La obra de la imaginación no
sobre el cine) .
Sólo las formas culturales son conocidas por el niño porque
accede a la verdad, al verdadero conocimiento, más que por

son legibles como estatuas, las de nuestro mundo nativo. Si el


niño es encerrado en un parque, es un parque de escu.lruras. Su
i 36 B enjamin, Wal rer, Fragments, op. cit. , p. 1 46.

220 22 1
Jean-Louis Déotte
1
1
La época de los aparatos

imaginación artística, como en Proust, va a aplicarse para hacer mediación, que el sentido no se satisfaría con tc¡_l referencia.
surgir apariciones, las cuales solamente a su vez se volverán Al contrario , el sentido reclama la palabra. Ciertamente la
formas si son denominadas. En lo que siempre insiste es en imagen, en sí, no la llama -sería seguramente problemático
decir que la lectura, el texto, está antes que nada, sea cual sea afirmar que una Madonna de Perugino se refiere a la pala­
el estatuto, y la escritura, en segundo término, del lado de la bra-, es solamente al contrario cuando es pura y simplemen­
singularidad que se inventá exponiéndose. El texto puede ser te reproducción que la imagen reclama inexorablemente
el del cielo estrellado, a partir del cual los antiguos astrónomos la palabra. [ . . .] Que las representaciones, cuando ellas son
caldeos inventaron la escrituJa calendaria del detalle de los días. p uras y simples reproducciones, sean tributarias de la pa­
Falta ir más au-ás en el análisis de esta imaginación deformante, labra, encuentra su expresión evidente en el hecho de que
liberadora de apariciones. es posible describirlas. Sólo ellas, y no la o bra de arte ni las
manifestaciones de la imaginación, son descriptibles. La ex­
hortación muda a describirlas que dirigen al niño despierta
La imaginación es una escritura en él una palabra" .237 Nunca, según parece, se había afirmado
con tamaña seguridad que la obra en cuanto tal es extraña
Benjamin se consagra lógicamente a la pedagogía puesto al lenguaje. En el fondo, Lyotard j amás dijo nada distinto.
que es el niño quien siempre ya ha estado en relación con Pero ¿es fundado hablar de obra en ese nivel? ¿ Hay algo que
la cultura y el lenguaje, con el texto en general. ¿ Para qué puede verse como una Madonna? ¿ Del Perugino , además?
sirven las imágenes escolares de la vida cotidiana, del trabajo ¿ No es necesario concebir un estado de la pi ntura donde,
de la granj a, etc. que el maestro hace estudiar a los niños? como en La obra maestra desconocida de Balzac, sólo haya
¿ Les permiten conocer mejor la realidad? Pongamos j untas manchas informes de color? ¿ Pero no un caos coloreado de
la imagen de una pelota y esa misma pelota real. "No po­ donde emergería no una cosa, un pie (de muj er) , sino un
dríamos contentarnos con que el niño ' reconoce' de algún deslizamiento de colores? La conclusión es brutal: en sí mis­
modo la identidad del objeto reproducido y del o bjeto real. mas, las "obras" son apariciones fugaces, como todo lo que
La única prueba de que el niño clara y verdaderamente re­ es producción de la imaginación deformante: no se puede,
conoció la identidad de las dos pelotas sería que las enuncie entonces, decir nada, excepto variaciones del arco iris. Las
muy rápido a su manera o -si todavía le faltan palabras­ obras no acceden al arte sólo debido a la reproducción, que
que pregunte para conocer el nombre. Entonces se ve que une imagen y nombre según relaciones que será preciso
la reproducción, precisamente en el sentido naturalista
del término, no se refiere a la realidad sin pasar por una
237 Ibíd., p. 1 44 .

222 223
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

distinguir. Enco ntramos aquí la necesaria alianza de una Si la obra es imaginación y copia, aparición y archivo,
frase ostensiva (que designa) y una nominativa (la atribución tensión entre el ahora y la arkhé, entonces se tiene allí la
del nombre que configura el dato) , ya referida en el análisis pri mera fórmula de la enigmática "imagen dialéctica'' cara
del filme de Greenaway. Esto es acordar un lugar conside­ al último Benjamín. El ahora de lo más contemporáneo (la
rable a la cultura (a la reproducción, a la representación, obra más reciente y por eso casi invisible) , al exigir su ins­
a la copia) , que se encuentra del lado de la verdad porque cripción archivística, abrirá la demanda del retorno o de la
ella sintetiza la imagen (el dibujo y el color, sus respectivas salvación del pasado. Las obras no pueden prescindir de los
diferencias con el soporte porque el signo no es la mancha) depósitos de archivos (el museo) . No es el "mesianismo sin
y el nombre (el sentido) ; mientras que la aparición fugaz mesías" de Benjamin el que hace necesario el salvataje del
no puede manifestarse más que sobre un fondo de cultura, pasado, sino el hecho de que la aparición suscita su archivo.
su verdadero soporte, sin que ella se encuentre del lado de O, como él lo recuerda, el contenido (mesiánico) , la forma.
una percepción desprovista de consistencia i n terna. En Es decir, que el mesianismo de Benj amín concierne ame
Benjamín, el mundo de los nombres gana definitivamente todo a la aparición de los colores. Todo Adorno ya está allí.
sobre la carne de lo sensible. Tal es la razón por la cual es un Si el cuerpo "propio" es lo que originariamente imita el
filósofo de la cultura y de los archivos. cuerpo artista, entonces los resquebrajamientos pasionales
La obra no accede a sí misma más que por su repro­ del cuerpo del niflo que transgrede o hace un llamado a
ducción verídica: ella debe dejar que se cumpla b. mímesis la ley son, para Benjamín y más tarde para Adorno que
origi.naria. Si no, literalmente, no hay nada para ver. La reconoce su deuda con el primero, el contenido mismo de
obra debe hacer huella: ser ella misma (l iteralmente)238 y lo la obra del artista adulto, y la obra un "registro sismográfi­
que la comprueba (la imagen-nombre) . La obra debe ser co" 240 La obra
es archivo de la infancia: tesis que estará en
en sí misma un suspenso,239 y su doble, su eco, su represen­ el centro de Que peindre ? de Lyotard.
tación, en síntesis, su archivo. Arendt era perfectamente Si la obra es ella misma y su copia, entonces el arte con­
benj aminiana cuando, en La vida deL espíritu, analizaba la temporáneo será a la vez el más literal (como una instalación
imaginación como "facultad de los archivos" A parti r de de Beuys) y su archivo arcaico (los "ri tuales" del mismo
allí podríamos abrir algunas pistas , que no exploraremos. Beuys) . Los sitios del arte contemporáneo serán defin itiva­
men te acoplados con los museos de historia y de etnología
como con sus dobles. Cuanto más sean únicamente ellas
2.'8 Sobre la "literalidad": Amey, Claude, Mbnoire archnique de l'art contemporain :
lit"téraliti et riruel, París, I.:Harmattan, 2003.
n'.I Llamamos suspenso al resultado del absoluto puesto entre paréntesis y ope­

rado por el aparato museal sobre una obra c¡ue ruvo una destinación cultual. 2411
Para un mayor desarrollo, ver nuesrro L'Homme de verre, op. cit.

224 225
l

Jcan-Lou is Déottc La époc:i. de los aparatos

mismas, literales, sin depender de níngún m undo segundo Si las form;is están en primer lugar debido a su estabilidad
o sin expresar ningún sentido trascendente las obras con­ de reproducción, de copia, si la imaginación es ese movi­
temporáneas, más se volverán casi espectrales sus archivos. miento que las hace disolverse, si esta cinemática hace surgir
Según Benjamín (a p ropós i to de Kafka) habría una corres­ aparicion es, enronces la aparición sucede a la disolución
pondencia en eco entre el análisis de una situación profana que espera quedar fijada a su vez como aparecer, co mo fra­
por la física m<Ís conremporánea y su narración "cultual" se-image n. Desde ese moment o, Benjamin tenía la fórmula
en la tradición talmúdica mis "arcaica" . 24 1 no solamente del dispositivo técnico cinematográfico, sino de
Inversarneme, museos de historia y de etnologia a l p re­ todo aparato generador de apariciones, es decir, de obras que
sentar archivos de la humanidad gene.::-aron de inmediato arte es .. e::an ser relevadas com o tales. La fórmula es la siguiente:
contemporáneo. De allí la importancia en Benjamín de una '�!\.parecer - Forma ( 1 ) disolución-aparición - Forma (2)
-

cultura de las citas más prosaicas, de los deshechos humanos, - etc." O para el cine: "Plano (1) - disolución-aparición -
de los detritus, etc. Se enriquece así la definición de la ima­ p lano (2) etc.". Queda, para completar el dispositivo de
-

gen: además de la diferencia "en profundidad perspectiva" ficción cinematográfica, de erminar qué energía hace girar
entre lo visible y lo invisible, diferencia llamada no-visible y la bobina, ¡el caos de !a gran p arataxis según Ranciere!
no-invisible (una huella) ; además de la diferencia "lateral, de Necesari amen te, Benj amín encuentra l a paradoja de
camera obscura" entre la zona central de focalización y la an­ la exposición de una "obra" que jamás ha sido vista (es el
cha zona indistinta y sombría, periférica, de barrido; además caso de cualquier o b ra de arte contemporáneo expuesta por
de la conexión "cognitiva, proyectivá' entre frase ostensiva, p ri mera vez) y que debe ser construida por un público que
según el eje de la designación perspectivista, y frase nomina­ por definición antes no existía, público que ella va a sensi­
tiva, según el mundo de nombres de la cultura, dimensiones b ilizar en la exacta medida en que va a poder poco a poco
analizadas antes a propósito de Greenaway. Puede agregarse reproducirla. Es decir, que no hay obra sin reproducción y,
una dimensión diferencial de temporalidad, "muse:d", entre de una manera general, no hay multiplicidad de las artes (de
la literalidad de la i magen (el color, por ejemplo) y su archive. los museos) s i11 aparatos (de reproducción) . Es en la época
Son los consti tuyentes espacio-temporales de la frase-imagen, de la reproducción ''mecanizada" (foto, cine, etc.) que la
para retomar esta expresió n de Rancicre,2'12 complej izándola. cosa. se volvió evidente, pero eso siempre fue así. Sin ir más
allá del apararn perspectivo moderno, ¿qué serían di bujo,
1; 1 B cn j a m i n , Wali:er, "An Gcrshom Scholcm, 1 2 . 6 . 1 93 8 " , en Gesam me!te
color, volumen, voz, sonido, gestus, escrirura, por ende los
Briefé. 1 938-1 9../0, V I, Chris¡opli Goddc y Hcnri Loni¡z (cd.), Fráncfort del
Men o , S u h rka m p , 2 0 0 0 .
1;2 Ranciere, J;icques, Le Desti11 des Úlllzgcs, op. cit. , en particular p. 5 4 y ss. : " La frase- i magen y la gran pararaxis".

226 227
Jean-Lo uis Déorre La época de los aparatos

constituyentes de los museos, sin trazar el cuadriculado de (Ranciere) , es decir, sin cultura, sin industria cultural, tam­
las formas de la perspectiva ' legítima ' según Alberti, sin la poco sociedad sin espectáculo. Ento nces, no hay arte sin
suspensión operada por el museo y que analiza Quarremere intermitencias del espectáculo. Es debido a que Benjamín
de Quincy desde fines del siglo XVIII, sin el desdoblamiento escrib ió la ecuación obra = imaginación + copia que no fue
del apres-coup inventado por la cura analítica freudiana y que p rofundamente desestabilizado como sus contemporáneos
es la clave de la "posmodémidad" lyotardiana, sin el dispo­ (Heidegger, Adorno) por la irrupción brutal de las "técnicas
sitivo "sismográfico" del microsurco analizado por Adorno, de reproducción mecanizada" Y entonces escapó a la de­
sin el montaje de temporalidades heterogéneas expuesto riva conservadora de estos últimos, como de sus sucesores
por el cine? Los aparatos no son sólo de reproducción sino donde está más o menos afirmada (Michel Deguy, Werner
que suponen una p uesta en forma, configuran cada vez un Hamacher, Jean Baudriilard, Blanchot, etc.), al tratarse de
nuevo espacio-tiempo para la aisthesis, y esto no carece de " i ndustrias culturales" Adorno, no obstante ser el primer
consecuencias fundamentales sobre las "musas" No hay arte discípulo de Benjamín, no pudo escapar a la paradoja: escri­
sin aparatos de puesta en forma/deformación, sin aparecer/ bir los textos que se le conocen contra el cine (¡Hollywood!)
aparición (puesto que la aparición fugaz no se opone a la y el j azz (¡América!) y al mismo tiempo hacer del disco de
disolución sino al aparecer tangible y dispon ib le ofrecido microsurco el mejor garante de la música de óperaY5 Por
por el dispositivo) . Es evidente que Benj amin no está limi­ cierto que el último Adorno se ha recuperado, pero eso no
tado a la cuestión clásica de las relaciones de las artes y de la elude la pregunta de la economía de la cultura, pues la pre­
técnica,243 cuestión ya reglada por un recuerdo etimológico gunta subsiste: ¿quién p roduce y distribuye los microsurcos?
(ars, tékhne), sino que ha inventado una cuestión nueva: El mismo Heidegger sólo pudo describir la estructura de ver­
la de la necesidad de la reproducción para las artes, 244 la de dad específica del cristianismo (en términos de aléthéia como
la repetición para el acontecimiento. En su época, cuando por otra parte para el pensamiento socrático) , a partir de la
los filósofos rechazan en masa el estudio de las técnicas de Madonna Sixtina de Rafael,246 porque vio este cuadro en el
reproducción, desprecian el cine, ignoran la fotogra.Ha, él las museo de Dresde (o una vulgar tarjeta postal) , mien tras cri­
ubica en el corazón de su estética. ticaba el abordaje museal del arte en la "era de la técn ica'' 147
Para decirlo de otro modo, no h:iy arte sin anti-arte

245 Aquí tengo que remitir a los cexros de Adorno sobre el disco, traducidos
2•3 Tancy, Jean-Luc, Les lv!uses, op. dt. por Peter Szcndy y Jean Lauxerois.
144 De allí l a importancia de exposiciones como Sonic Process
del Centre rn; Es un lugar común de la estética alemana al menos desde Lenz de Buchner.
Pompidou (2002), en la que el material inicial para el arre son reproduc­ w Heidegger, Marrin, "La Madone Sixtine de Raphael " en Poésie, nº 8 l , París,
ciones: discos de vinilo, bandas magnéticas, en sínresis, la cultura del DJ. Belin, 1 997

228 229
Jc:rn -Louis Déocte La época de los aparatos

Si ontológicameme la cultura está primero, y en ese de la tactilidad (de ahí la importancia, en Benjamín, de la
sentido Benjamín está perfecr;unente en la descendencia del arquitectura que da lugar a una percepción de distracción,250
Schiller de la Carta sobre &z educación estética del hombre, si en esencia no focalizante. Habitualmente, uno no ve un
la cultura como aisthesis es lo que nos abre a la necesidad (la edificio: lo habita) .251 Así como la obra se impone en una
naturaleza) y a la libertad_ (la política) , entonces la produc­ suerte de trascendencia a ser contemplada, también guarda
ción poética en sentido amplio, como la acción, partirán sus distancias por el hecho de su evanescencia; y del mismo
siempre de formas p reexistentes y no del mundo ceñido a modo adem{tS bs imágenes reproducidas, debido a la superfi­
la inmediatez de una percepción. O, para decirlo de otro cie de reproducción, son anexables, habitables en cuanto son
modo, entre el mundo y el arte, está la colección.218 Lo que legibles. Como aquel pintor chino de la leyenda, podemos
quiere decir que siempre habrá sido necesario aprender a leer perdernos en una pintura, pero como espectador de un filme
las formas-figuras en una superficie de reproducción -poco absorbemos las imágenes. Si las obras permanecen lejanas
importa aquí cuál- antes de poder hacer surgir una aparición como las estrellas que determinan nuestro destino, los filmes
singular por el gestus. Por lo tanto es necesario ya habitar tal eslán, por el contrario, en una inmediata proximidad. Conse­
o cual superficie de reproducción (como un niño habita sus cuentemente, los actores podrán ser personajes del montón,
j uguetes) . Siempre el dispositivo de un aparato consiste ya como los de la masa de la cual salieron. Si el pensamiento
en esta dispo nibilidad. Las "musas" y los aparatos tienen de Benjamín es un pensamiento de la lectura más que de la
en común ser determinaciones de lo que Benjamín llama escritura, no podría, sin embargo, compartír la crÍtica plató­
"superficie absoluta". 249 nica de la escritura, puesto que la superficie de reproducción
La superficie de reproducción se impone al niño-artista es esencialmente habitable como texto y <lis-trayente como
como posibilidad de su expresión, la que no es la expresión juego en el sentido en que el lector se invierte allí en escriptor,
de una "interioridad" cualquiera. Benjamín fue ampliamente el contemplador de formas en liberador de apariciones no
antiexpresionista, por completo hostil a Gottfried Benn, por programadas, el lector de un periódico en redaccor, el espec­
ejemplo. Los dispositivos de reproducción se abren de en­ tador en autor o en actor. Si la superficie de reproducción
trada a la acción, pues, a diferencia de la obra q ue no podría que efectúa estas inversiones parece "interacciva", no lo es en
mearse, la esencia de semejantes superficies es indisociable
-'10 scgun .a
' 1 expreswn.
.
, (¡e l)•icrrc- Dami en H uyg1le, Qu ,e.rt-ce q1/u11 ª/'/Jrlreif ?, op. cit.
Fragm ents,
251
2·1� La referencia a la cactil idaJ problcmaciza, pues, como !o n o ta Fie<lleí, si
B en j a mi n, \'V'al c e r, p. 3 4 .
NJ Ibíd., p . :34, No ces sur la quescion d e l a percepcion ". Como en Ficdler, la
"
puede haber obras que son reprcsencaciones autónomas, gue se den en !o
p i nrma ruvo una suene de privilegio sobre [as denüs arces en cuanto a que ella visi ble, no podrfa haber c.íccilcs g uc se den en !a i n mec.li:nez r:ícti[ y que sean
"abre a un espacio i n fi n i to". p u ramente aucónomas, es d e c i r, desprendidas del cuerpo.

230 23 1
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

el sentido en que un dispositivo interactivo Quegos virtuales, poética, creadora: la escritura jeroglífica. [. . . ) Ninguna otra
programas de dibujo y de pintura, etc.) no puede realizar más imagen puede iniciar al niño en la lengua y la escritura" .253
que lo que permite el programa, tan complejo como este sea, Texto capital porque Benjamin apunta aquí, como la
hasta que todas sus posibilidades hayan sido efectuadas. Allí escritura jeroglífica, a una escritura que no está separada
reside, por otra parte, toda la diferencia entre un dispositivo de la acción, donde el signo gráfico hiende el texto dado
y un aparato que deja s�rgir apariciones improbables. Se <lis-trayéndolo. Caligrafiar es un gesto que aparta, separa,
tiene allí una dimensión suplementaria de la frase-imagen espacia el archivo. Pues antes que ese gesto se inmovilice
cuando ella se convierte en plano cinematográfico, dimen­ en forma estable, en caligrafía, un breve instante capta y
sión a menudo pasada por alto debido a una concepción absorbe una aparición fugaz, entonces el dibujo no se dis­
pregname de la identificación o de la proyección: la dimen­ tingue del color, como en la aguada. En síntesis, el modelo
sión de la inversión. Esta no será la última característica de escripto-pictórico-práctico debe buscarse en la escritura
la frase-imagen cinematográfica. pictórica, que es un acto que se transmite como en el arte
Volvamos a nuestro niño ante sus reproducciones escola­ del Extremo Oriente, así como Benjamín lo recuerda a pro­
res: "Desde el momento que el niño describe estas imágenes pósito de las exposiciones organizadas por Georges Salles254
en palabras, las describe en el pensamiento. Y eso tanto más en el museo Guimer. De ese texto esencial, pueden sacarse
necesariamente cuanto es menos evidente al oído y más muchas consecuencias:
evidente a los órganos del tacto y a los ojos. Habita en las -El aprendizaje de la lectura y de la escritura no depen­
imágenes. Su superficie no es, como la de las obras de arte, den necesariamente de una "violencia simbólica" como
un noli me tangere, no lo es ni en sí ni para el niño. No escriben Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron,255 sino más
posee más que virtualidades alusivas, susceptibles de una bien de una emancipación por inervación.
condensación infinita. El niño insufla allí la poesía. Y es así -Un pensamiento de la cultura como posibilidad del
que le llega, según el segundo sentido, material, del verbo arte no tiene necesidad de una filosofía de la conciencia
beschreiben [que significa a la vez "describir" y "cubrir de entendida a partir de Kant y Husserl.
escritura", y dichten: "comprimir, densificar" y "escribir poe­
sía"]152 su predilección a cubrir esas imágenes de escritura. 153 Benjamin, Walrer, Fragrnents, op. cit. , p. 1 4 5 .
Las pintarrajea, les insufla poesía y, por contacto, aprende, 154 Georges Salles es e l autor del famoso L e Regard, que ruvo una influencia
al mismo tiempo que la lengua, la escritura y una escritura considerable en Benjamín (ver Écrits frttnfais, op. cit.) y en André Malraux.
Sobre Benjam i n y Salles, ver nuestro Le M11sée, ! 'origine de la esthétique, París,
.LHarmattan, 1 993.
m Noca de los craducrores de Fragments, Chriscophe Jouanlanne y Jean­ 255 Bourdieu, Pierre, y Passeron, Jean-Cluade, La Reproduction, París, Minuir,
Fran�ois Po irier. 1 970; rrad. casr.: La reproducción, Barcelona, Laia, 1 979.

232 233
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

-Como un pensamiento de l a conciencia es inevitable­ para retomar lo esencial de esos análisis. El p rimer punto
mente un pensamiento de la alienación (de la conciencia) , concierne a la especificidad de la técnica cinematográfica:
puede concebirse a contrario que la cultura (la industria la difi cultad de discinguir técnica de reproducción y "téc­
cultural) no es necesariamente alienante, lo que no p odían nica i nmanente" , técnica adecuada a la o b ra. ''Al tratarse
aceptar Adorno y s us sucesores, quienes se apresuraron a del cine, su nacimiento tardío hace difícil la distinción
.
olvidar a Benj amín, si es que no lo maltrataban .256 La cues­ entre los dos sentidos de la palabra 'técnica' , distinción que
tión se plantea aquí a propósito de la cultura, pero p uede pod ría hacerse, por ej emplo, cuando se trata de la música,
generalizarse: ¿ por qué la filosofía de la conciencia es tan en la que, antes de la aparición de la electrónica, la técnica
a menudo sentimental? Quizás porque no se introduj eron inmanente -la o rganización adecuada de la o bra- se di­
distinciones esenciales a la co mprensión de la superficie de ferenciaba de la res titución, los medios de reproducción.
reproducción como determinación de la superficie absoluta: El cine lleva a suponer que los dos sentidos no hacen más
" Hay tres configuracio nes sobre la superficie absoluta: el que uno puesto que, como lo ha subrayado Benjamín,
s igno , la percepción y el símbolo" .257 no hay un original que sería reproducido masivamente:
al contrario, el producto de masas es la cosa misma". Es a
partir de esta lectura que Adorno volverá sobre las relaciones
La energía cinematográfica entre música y reproducción por el disco259 y que, de una
manera sorprendente, simará en la reproducción el lugar
Sin embargo, el último Ado rno ,25¡¡ mientras conserva y el momento de b verdad de la obra musical. Por una
s us posici ones sobre la industria cultural como " ideología p arte, porque una escucha de la música registrada, en su
de la ideología" , volverá en los años sesenta al cine y a los casa, permite acceder a la o bra misma sin los parasitismos
análisis de Benjamin desarrollados más de treinta años auás, físicos y sociales de u na escucha en sala; por o tra, porque el
s urco que recorre la aguja de zafiro del lector gramofónico
256 Cf. la tesis de B runo Tackels en L'CEuvre d'art a !'époque de W Benjamin, no es nada distinto, podría en verdad decirse, a la misma
escritura musical. Pero no la notación musical, que no es
op. cit. Uno puede sorprender�c de encontrar, en la pluma de un Derrida
decididar;ientc nrny condt:sccndienre, la afirm::ición de que las críticas de
Ado rn o en el m o men to de b escritura de L'CEuvre d'llrt eran ¡paternales! más que una mediación abstracta, sino esta escritura que no
Véase Derrida, Fidms, París, Galiléc. 2002. es otra que la o bra misma, en su consistencia sismográfica,
2'" Benjamín, Waltcr, Frrzgment.>', op. cit. , p. 34.
allí, visible y legible por la cabeza automática que tiene a
1" Adorno, Theodor W. , Trampurents cinématogmphiques (trad. Jean Lauxe­
rois, de próxima ap.uición); trad. case. : "Transparencias cinematográficas", en
A rchivos de Úl Filmotem. Rel'Útil de Estudios históricos sobre /,¡ imagm, nº 52, 2'9 En particular en " La Forme du disque; Opéra; Disquc a la l o ngue d uré c " ,
Madrid, 2006. en les Cahim de ! 1RCAM, nº 7, París, 1 995.

234 235
Jean-Louis Oéotre La época de los aparatos

cargo restituir en el mundo del sonido lo que había sido yarse sobre la masa, de dirigirse a ella, de ser comandado por
en el origen, en primer lugar, una emoción arcaica, vivida ella (idealmente, es Eisenstein) y de ponerla en movimien­
por el niño que se volverá compositor, pero no registrada o to. El cine será la superficie de (re) producción idealmente
registrable entonces. Se encuentra en el fondo la concepción política porque es habitable por la masa, lo que no sucedía
psicoanalfrica de los dos tiempos de la temporalidad apres­ con ouos aparatos, incluso el fotográfico, a pesar de que
coup: lo que el niño vivió, d afecto, no pudo ser registrado. ya era ampliamente industrial. Quedará po r encontrar la
Sería necesaria toda una formación -aquí musical- para que energía disponible para semejante alteración y para seme­
el afecto pueda ser transcrito bajo la fo rma de una escritura jante puesta en movimiento. Esta energía es propiamente
como la que la técnica de reproducción del sonido hará la de los bajos fondos, la energía activa en el carnaval tal
conocer en su inmanencia. ¡Cómo si el primer material del como la describió Rang. En efecto, hemos visto que roda la
músico-compositor no fuera la notación, sino directamente teoría benjaminiana de la interrupción del tiempo y de la
la escritura sobre el disco! Es una nueva dimensión de la alteración subversiva de los roles sociales, en otras palabras,
frase-plano, la del testigo que es todo hombre común en el roda la utopía de la más alta intensidad en la copresencia
cine, siempre en trance de registrar lo que pierde al mismo de las singularidades, es ranguiana, es decir, "pagana", en el
tiempo por el hecho del desfile de las imágenes. sentido del paganismo de Lyo tard. Se ha visto, en el b reve
Segundo punto que desborda una estricta sociología estudio sobre "el teatro proletario para los niños", que el
de la recepción (en el sentido en que Adorno disti nguía momen to de pura e fectividad de la representación teatral
varios tipos de escucha musical, de la más instruida a la por un colectivo de niños hacía converger rodas las líneas
más distraída) ; el cine es esta superficie de (re) producción de fuerza del texto benjaminiano.
de la cual el "material" primero consiste, como Benjamin lo El aprendizaje, emancipador para los educadores como
afirma, en imágenes de vigilancia (el test político-industrial) para los niños, proviene de un espectáculo, de una repre­
p uestas a disposición de los "dominantes" por una suerte sentación, este espectáculo, como todo espectáculo, pone
de dispositivo de objetivación de las "masas peligrosas" 26o en escena máscaras (de comediantes, de actores) Adem:ís,
Entonces, por una deformación que invierte las cosas, podrá es el de un colectivo en acto, producto de la imaginación
devenir efectivamente poética y política a condición de apo- que ensambló las jerarquías sociales en un trastroca.miento
o en una disolución. Benjamín no espera otra cosa del cine
desde el punto de vista político.
1"º Esra hipóresis "fouc:aulri:ina" esd desarrollada en un rexto prepararorio de
" Das Kunsrwcrk im Zeiralrer seiner rechnischen Reproduzierbarkeir" [Zwcire El aparato cinematográfico, puesto que es a la vez en
f:issung] ( 1 936), op. cit. Leer a esre propósito, de Tackels, L'CEuvre d'tm a esencia represenracional (y no fabulador: este no es un asunto
l 'époq11e l'Íe lV. Benjnmin, op. cit.

236 237
T

Jcan-Lo uis Déottc


La época de los aparatos

naturaleza". Y agrega: "Finalmente forma Darte de su vida


de contenido, salvo el del trastrocamiento) y que al mismo
de sus miembros, todo lo que sirve a su felic dad".263 Es desd i �
tiempo va al corazón del al1ora, libera su doble pagano: el
esta perspectiva que es preciso comprender la sucesión de los
carnaval.2r,1 En esto, puede ser emancipador.
aparatos, todos emancipadores de la humanidad.
Muchas veces Benjamín utiliza el término i nervación:
de la vista, de la visión, de la mano, de la potencia crea­
dora, lo que deja entende / que, para él, el aparataj e del
Dinamitar el esp acio y liberar las ap ariencias
cuerpo productor de sentido no estaba mecanizado (como
lo estaría en el fondo una prótesis que viniera a suplir una
A propósito del filme 1:.1 acorazado Potemkin, 264 Benjamin
falta orgánica), sino casi orgánico. La inervación del cuerpo
distingue b ien un uso de dispositivo del cine -donde la
como del colectivo por la puesta en escena teatral no es
conciencia in terviene porque aquel la modifica- de un uso
sólo reparadora (ciertamente, esos niños no pueden per­
_ de aparato propiamente artístico y político: " [con el cine]
manecer abandonados), sino también liberadora. Pues esos
nace verdaderamente una nueva regi-ón de la conciencia.265
niños escriben una nueva temporalidad, y es eso lo que los
Es -para decirlo en una palabra- el único prisma266 donde
"educadores" deben aprender a leer en su j uego. El aparato
se despliegan para el hombre actual de manera clara, signi­
(cinematográfico, etc.) sin embargo será emancipador y se
ficativa, apasionante, ei medio inmediato, las piezas donde
impondrá a la seudotemporalidad del retorno de lo mismo,
vive, se dedica a sus asuntos y se divierte. En sí mismos esos
que Benjamin llama tedio, eterno retorno, y Rang caos de la
despachos, habitaciones amuebladas, salas de café, calles de
indistinción de los vivos y los muertos, retorno espantoso de
grandes ciudades, estaciones y fabricas son pesadas, incom­
los espectros. Se toca aquí un punto esencial al tratarse de la
prensibles, desesperadamente tristes. Más: eran y parecían
cuestión de la técnica. Si para Benj amin la técnica es eman­
todo eso, hasta que el cine estuvo allí. Hizo saltar todo ese
cipadora, es que ella procede por inervación del cuerpo y por
mundo penitenciario con la dinamita de la décima de se­
tanto de lo colectivo, y que es entendida en una acepción
gundo, de modo que emprendemos ahora entre sus ruinas
"vitalista". Benjamín no había esperado la lectura de Marx262
para pensar la afirmación por la técnica: la humanidad (la
-'63 B enpmm,
. V';; l rer,
'w Fmgments, op. cit. ,
"carne" , es decir, la p resencia histórica del hombre) integra, . p. 87.

gracias a la técnica, "la totalidad de lo vivo y una parte de la


1"• Ibíd., Discussion sur le cinéma russe et l'art collectivis[e en général " ( 1 927),
aparecido en Die Litemrische V.?é!t, Les Cahiers du cinéma, nº 226-227, París, 1 927.
"

265
Es Benjamin q u i e n subraya.
c66
Puede adverti rse la uti lización de la noción de prisma que se reenco ntrará
-�"1 Sobre esta cuestión de la tradición ci nematográfica, ver Sylvie Rollet, Voyage
G_ytherc, en Dele ui.e, pero en u n a perspectiva op uesra, recogida de una filosofía de b.
cit.
á /,,1 poétique de la mémoire d'A11gclopoulos, París, L:Harmanan, 2003.
2<·2
naturak·la. Véase Ci11ém,z 2, !'image temps, op.
El "marxismo" de Benjam í n será :tlgo a reconsiderar más extensamente.

23 9
2.38
Jean-Louis Déorte la época de los aparatos

esparcidas, largos y aventurados viajes. El círculo de una aumexposición voluntaria de los que, hasta entonces, estaban
casa, de una pieza, puede contener en sí docenas de etapas a confinados en el mundo cerrado de la oscuridad· del trabajo,
cuál más sorprendeme, los más extraños nombres de etapas. sin tener por ese hecho existencia política alguna. "Pero el
Es menos la modificación constante de las imágenes que la proletariado es colectivo, lo mismo que esos espacios son los
transformación por saltos del lugar de acción la que domina espacios de lo colectivo. Y no es que aquí, sobre el colectivo
un medio sustrayéndose á toda otra apertura, y que saca humano, el cine puede acabar ese trabajo prismático que
también de una habitación pequeño burguesa la misma comenzó sobre el medio. El acorazttdo Potemkin ha dejado
belleza que se admira en un Alfa Romeo" Podría decirse, huellas j ustamente porque eso jamás había sido reconocido
para retomar la terminología ontológica de Bazin,267 que lo tan explícitamente antes. Por primera vez aquí el movimien­
que caracteriza técnicamente el dispositivo cinematográfico to de masas ciene el carácter plenamente arquitectónico, y,
es la invención de una nueva temporalidad (la décima de sin embargo, no es en absoluto monumental (léase: UFA
segundo) , en cuanto genera una espacialidad j amás vista (el [Universwn Film AG]) ,268 que sólo testimonia la justeza de su
despliegue insólito de un espacio prosaico) , por lo tamo la registro cinematográfico. Ningún otro medio podría restituir
dimensión de la profundidad de campo debido a la disconti­ ese colectivo animado de movimiento, es más: ningún otro
nuidad de los planos (la escritura de montaje) . Pero esto no es podría aún comunicar una semejante belleza al movimiento
más que un aspecto de la nueva definición de la superficie de del espanto, del pánico en él. [ ...] Como aquí el fusilamiento
(re)producción, "verdadera revolución técnica que provoca de Odessa, en el nuevo filme La madre (1926) [de Vsevolod
la evolución del contenido y de la forma" Lo que importa Pudovkin] , un pogromo contra los obreros de la fabrica inscri­
aquí es que las revoluciones técnicas modifican la textura de be los sufrimientos de las masas ciudadanas como una escritura
la superficie de (re)producción, lo que ocasiona para Benja­ cursiva269 en el asfalco de las calles"
mín una modificación tanto del contenido como de la forma,. El cine es ese aparato artístico gracias al cual la masa revo­
para retomar escas categorías clásicas. Las revoluciones de la lucionaria va a adquirir un nuevo derecho político:270 ofrecer
superficie de (re) producción son otros tantos cortes epocales
donde los estratos más profundos de la historia van a aflorar
y así volverse conocibles. La otra caraaerística, p ropiameme
268
Puesto que, al referir a la VFA, es el mismo Benjamín qujen lo sugiere, dos
tratamientos de la muchedumbre habrían sido posibles en la misma época: el
artística y polfrica, efecto de aparato y no solamente de dis­ monumemal, de Metrópolis ( 1 927), el otro, arquitectónico de El AcomZtldo
positivo, es la irrupción de la masa en movimiento, es decir la Potemki11 ( 1 925). Lo que permitiría precisar la oposición entre estetización
de la pol ítica (expresionista) y polfrica de la estética (revolucion:iria) .
l(•9 El subrayado es mío.
167
17o
Cf. nues;ro " Walrer Benjamín : l'émancip:ttion cinématographique " en Alain
Bazin, André, Qu 'est-ce que le cinémtl ? op. cit.
Brossat y Déotte, Jean-Louis (dir.), M11SSe et cinéma, (de próxima aparición).

240
24 1
Jcan-Louis Déotte l
1 La época de los aparatos
1
apariencias de sí misma. Este derecho no puede reducirse al 1 Recordemos que la imaginación es un medio o medium
hecho del disposi tivo cinematográfico, puesto que a partir 1 para el color. O que el colbr es el medio de la imaginación.
de la misma técnica los realizadores alemanes de la UFA La imaginación es la facultad del medio, en todos los
monumentalizaron la masa, haciéndola compacta como sentidos del término. Entre sujeto vidente y mundo visto,
la arquitectura "eterna'' de Speer. Lo que caracteriza a los el verdadero vidente es el que i magina, porque en él lo que
aparatos es que ellos i naugui-an la reivindicación de nuevos es visto y lo que es vidente no se distinguen. Cuando uno
derechos que conciernen a la reivindicación esencial, estéti­ es un puro ver, no ve las formas sino los colores. Cuando
co-política, de dar apariencias de sí mismo. Es el caso de la soy vidente, soy un color que penetra el mundo por el color.
narración y del derecho de cualquiera de dar de sí mismo, en El color debe, por lo tanto, ser pensado fuera de la forma,
el momento de su muerte, una imagen última que condense fuera de la relació n clásica sustancia/cualidad. El color no
toda su vida;271 es el caso del referente fotográfico que arrastra es ni cualidad ni sustancia, o la sustancia, p orque de ella no
al espectador en una relación de fideicomiso272 cuando él ya hay ciencia. No hay conceptos de colores . Los colores no
no está presente, etc. simbolizan. El color, o más b ien los colores son apariciones
singulares, literales. Esas s ingularidades no son cualidades
o propiedades de las cosas p ues, al contrario , recaen sobre
La ap arición coloreada los seres p ara ocultarlos i nvistiéndolos. Es er :�.e sentido
que la imaginación colorante introduce a las formas en un
Recorriendo el texto sobre el cine, leyéndolo según la p roceso de disolución progresiva. El ej emplo de la vergüen­
problemática de los textos de "j uventud" sobre la imagina­ za es esencial: el niño de p iel blanca se distingue en eso del
ción, se comprende bien que el cine, que era contemporáneo animal más próximo, el mono, el cual comienza en parte a
de Benjamín, no podía estar satisfaciéndolo por completo. ser desnudado. Pero esas panes son naturalmente coloreadas.
En lo esencial, esas formas arquitectónicas de multitudes El hombre no se distingue de la ani malidad por el lenguaje
insurgentes en movimiento, pero en blanco y negro, podían articulado sino por que es decolorado : el hombre es un
satisfacerlo polfricamente, aunque n o del todo según la animal decadente. El niño, subraya Benjamín, es a menudo
exigencia de la verdad de la aparición. ¿ En qué el cine, más capturado por la vergüenza. Es que, afirma Benjamín, tiene
que o tro aparato , habría podido precisar lo que Benjamín mucha imaginación. La vergüenza, roj o vivo, le cae encima
entendía por superft'cie absoluta? desde lo alto: lo vela para ocultarlo a los ojos de los adultos .
El rojo de la vergüenza no surge de las profundidades de
271 Benjamin, Walrer, Le Narrateur, op. cit. la interioridad, el rojo no expresa nada. Por el contrario ,
m Véase mis a<lelanre.

242 243
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

enmascara al niño a la mirada de los orros como bajo W13. (la naturaleza) , sino simplemente acoger(la) y conocer(la)
película. Anteriormente había habido puesta en fo rma, de modo formal . La superficie de (re) producción es la aco­
había existencias, pero eso no concernía a la i maginación gida, es incluso lo que los sentidos tienen en co mún antes
colorame que procura ropas coloreadas y disolventes a los de roda diferenciación por las arte . Tal será exactamente
seres. La aparición coloreada es un borramiento de la forma. el rol del actor frente al dispositivo de la cámara. Es esta
Si bien la digitaliz..1.ción del color por las paletas gráficas d isposición la que permitirá la imitació n que trastoca de
proviene de W1 mnndo completamente distinto del que des­ parte del espectador (y no la identificación a que se reduce
cribe Benjamín, los efectos le son próximos. Todo termi nad en general la relación espectador/actor)
por lo tanto en color(es) : los más bellos colores son los del Resumamos.
crepúsculo, pero ellos estaban allí desde el alba (el Paraíso) El color no pertenece a n inguna facultad creativa, ni ex­
y son conservados en la grisalla de cierras pinturas. Sobre presa sentido alguno. El color es un medio: pertenece además
el plano pictórico, los ejemplos benjaminianos no están del (como en las teorías prenewronianas de la percepción) al
lado del empaste de los colores, sino de las aguadas trans­ objeto visto como al objeto vidente: "Un vidente está todo
parentes que tienen la propiedad de disolver los con ornos en el color, ver el color significa hundir la mirada en un ojo
de las formas. "Todos [los] colores no son más que las dife­ extraño donde se perderá y ese ojo es el de la i maginación.
rentes facetas de un único color de la i maginación . Si b ien Los colores se ven a sí mismos, el puro ver está en ellos, ellos
ellos representan innumerables matices, la imagi nación no lo son todo a la vez, el objeta y el órgano. Nuestro ojo está
conoce ninguna transición, ella está mojada, borra las cosas coloreado. El color es engendrado por el ver y aquel colorea
coloreando su contorno, es un medium, pura propiedad de el puro ver" 274 El color, ese medio donde la mirada se pierde
ni nguna sustancia, multicolor y sin embargo monocolor, en la alteridad, es finalmente el elemento de la seducción.
es la coloración de lo único infinito por la i maginación" m Es la condición de la fantasmagoría originaria, de las dife­
Lo cual implica que: rentes ensoñaciones colectivas analizadas en "París, capital
La aparición coloreada es indisociable de una función
-
del siglo XIX", la que darán materia a las ideologías que
máscara, incluso cuando esa máscara es totalmente trans­ encerrarán al siglo siguiente en una i nmanencia mortal. Es
parente, como el color de la aguada. el elemento-color que Benjamín describe en sus protocolos
-El que i magina acoge en el olvido de sí mismo; la i ma­ de experiencias alucinatorias provocadas por la droga.27'
gi nación no es expresión de sí. El artista no quiere imirar
27 Ib íd., p. 1 25. Es, de hecho, la p rimera defi n ición de a u ra. El a u ra es la
273 Benjamin, \X'alre r, " I..:arc en ciel. Enrrericn s u r l'imagination " en Frngn1mts, imaginación co loreada-coloranrc: a l l í donde e l o j o s e pierde.
op. cit. , p. 1 28. n Ben j a m i n , Walrer, Sur le hflschich, op. cit.

244 24 5
Jean-Louis Déottc La época de los ap aratos

El color como medio originario por excelencia donde se arco iris, o culturalmente como calcomanías, pompas de
disuelven a fin de cuentas todos los dispositivos que hacen jabón, proyecciones de linterna mágica, imágenes de libros .
posible el conocimiento, en particular la triple distinción para niños, etc. Allí donde Platón deducía la necesidad de
perspectivista kantiana: sujeto consciente/plano de proyec­ un tamiz para hacer la distribución entre el buen grano (el
ción/objeto conocido. El color es el receptáculo de todo lo ser) y la cizaña, y pudo concebiría metaforizándolo a partir
que puede ocurrir, de todo acontecimiento, la matriz de las de un artefacto existente, Benjamín supo que necesitaba de
cosas: "El co 1or pertenece a11 puro reCI· bo -sin rorma" . 276' Y: "E'l
· ,.. un medio idéntico, indispensable a los diferentes aparatos, a
color es en consecuencia [ . ] considerado bajo el ángulo de la
. . las diferemes épocas de la superficie de (re) producción, a las
naturaleza, solamente al contacto de las cosas: propiedad" .277 artes. Aunque sólo fuese porque no hay superficie sin aco­
Si el color es esta matriz acogedora, siempre disponible, gida, superficie de (re) producción sin superficie de acogida.
ante todo distinción axiológica y cognosci tiva, sin forma Pero no pudo hacer más que imaginarlo como imaginación
pero albergándolas a todas, sin propieda<l sino de contacto, colorante y experimentarlo con la droga. Sin embargo, había
sin profundidad o sustancia, pero toda en superficialidad, encontrado el medio, el equivalente de lo que para otros
que disuelve las formas en el movimiento, que introduce la será sustancia, cogito, geometral, naturaleza naturalizante,
velocidad en el desplazamiento de lo que se metamorfosea espíritu, etc. : la superficie absoluta. El cine de los colores es
sin fin; entonces no puede más que deducirse que Benja­ la mejor aproximación de esta superficie.
mín se acercaba a la !chora del Timeo de Platón. La khóra, Los textos de Benjamín pertenecen a lo que él mismo
recuerda Nancy, "es la apertura del 'lugar' general o gené­ habría llamado prehistoria como un género literario, pero
rico, el lugar o 'la sima abismal' (Derrida) de la plasticidad aquí, para un aparato, el cine, y con mayor precisión para un
y la mímesis originaria de dónde sale el mundo, [ella] es gran género artístico cinematográfico: el cine experimental.
precisamente como tal eso a partir de lo cual puede haber El canadiense de posguerra, por ejemplo, o el ele Godard.
diversi dad de elementos como tal. [ . . ] La /dJóra misma no
. Este género encuentra, por otra parte, bastante rápido su
es nada distinto a la pasta de la diferencia, o a la elasticidad realización en dos formas de las cuales puede pensarse que las
del espaciamiento" .m Benjamín tenía, poética y ontológi­ habría opuesto dialécticamente: un drama histórico posrevo­
camente, necesidad de un medio que no ex·stía aun técni­ lucionario como lván el Ten-ib!e (en particular la disolución
camente, sólo naturalmente entonces como color(es) del de las formas de los bailarines en el rojo que invade todo en
la segunda parte) y las comedias musicales estadounidenses
n. Übcr Ha.schisch, op. cit. como Un americano en París ( 1 9 5 1 ) y .l'vfe!odías de Broadway
27- Ibíd . , p. 1 3 5 . ( 1 953) (Vincen t Minelli) , Cantando bajo /,a !luvia ( 1 952)
17" Nancy, Jean-Luc, Les Í'vÍlsl es, op. cit.

246 247
Jean-Louis Déorce

(Stanley Donen-Gene Kelly) .279 Grupos de baile donde, por


el hed10 del movimiemo y de su aceleración, el color se libera
de los cuerpos, llegando a manchar la pantalla y enmascarar
a los espectadores, englobando todo en una sola superficie.
THEODOR W ADORNO : EL CINE Y EL NOSOTROS

S i los aparatos, como i nten tamos analizarlos, son de­


i7'J Cyril Neyrar señala la rareza de estas escenas en su tesis (de próxima aparición):
terminaciones que habrán hecho época de la superficie de
"En la mayor parte de los números de las grandes comedias norteamericanas de
los años cir cucnra/sesenra, los cuerpos son más bien valorados por vestuarios que (re) producción, entonces la dimensión de la transmisión es
comrasran con el decorado. Es raro que los movimientos se disuelvan, en todo i ntrínseca. Punto i mportante que va a permitir distinguir
caso son valorados, desprendidos del fondo de la imagen" Y agrega: "Más bien se
piensa en el comienzo de El desprecio. Godard pone allí en escena el trabajo de la
entre aparato y mt1ss media, transmisión y comunicación,
i maginación contra el dispositivo de reproducción objetivante. A menudo se ha cuando la apuesta es la. entre-exposición de singularidades ,
comparado el cuerpo alargado de Bardor con una esrarua, forma perfectamente es decir, la dimensión colectiva del nosotros y no sólo la
definida/dibujada, encerrada en la Ünea. Los sucesivos filtros de color disuelven la
memoria y la informació n . Hay dos textos esenciales en
línea. La secuencia reposa sobre una enumeración mecánica, muy pronto previsi­
ble: 'y mis brazos, y mis piernas, y mis nalgas, y mis pies . . . Programa de identifica­ Benj amín que tratan de la transmisión, de la memoria,
ción, desarrollo lógico de un esquema dibujado de antemano. Contra esta lógica de la experiencia. "El narrador. . . " y "La obra de arte en la
juega la del color: acontecimienros cromáticos que llegan a perturbar la enume­
época . . . " Ambos textos son contemporáneos ( 1 936) , el
ración, acontecimientos imprevisibles que desvían la atención del programa de
disección de partes de un cuerpo-objeto. Godard juega con eso: el cuerpo objeto, a nverso y el reverso de una misma respuesta. El primero se
el fetichismo del cinéfilo desbarata esta lógica de identificación del cine clásico" refiere a cierto aparato, decisivo en la era de la reproducción
Godard: "El cine sustituye para nuestra m i rada un mundo que concuerda con
artesanal : la narración, el segundo, a otro aparato: el cine,
n uestros deseos. El desprecio es la historia de ese m undo" El desprecio, historia
del cine clásico (i.e del corre hollywoodense), se abre sobre lo que sucede a ese esencial en la era de la producción-reproducción industrial.
mundo, deshaciéndolo. Desde la primera secuencia, Godard pone en escena ese Puede fo rmularse la hipótesis de que la problemática
pasaje, esa deformación de un mundo-objeto que se abre sobre el cine moder­
general de la producción i ndustrial permite hacer entrar la
no. Véase Hisroire{s) du cinéma. Todo el trabajo de deformación de las i mágene�
preexisrenres por medio el color, por la i mposición de colores, por el cambio de cuestión de la tradición oral y de su autoridad propia en el
colores. El color ranro como el montaje (del cual, por ouo lado, forma parte) cuadro del análisis de lo que ya no tiene en sí mismo autori­
dad: el cine. Es, en efecto, en el momento en que Benjamín
es un med i o esencial de deformación para Godard en estos filmes. Como el
montaje, el color llega a deshacer esas imágenes. liberarlas de las identificaciones
de origen, y liberar signos hasta entonces i naparenres. Cf. Pascal Bonirzer, " Les se i nterroga sobre el aparato cinematográfico que vuelve a
morceaux de la realiré tt en Le champ aveugle : essais sur le réalisme au cinéma, hablar de otras épocas de la transmisión de la experiencia.
París, Petir bibliorheque de los Cahiers du cinéma, 1 999.

248 249
Jean-Louis Déottc La época d e l o s �lparatos

Pues narración y cine son los dos polos de una huma­ La narración, la epopeya, consisrirán en una liberación
nidad aparatizada según los dos grandes momentos de la basada en una técnica: la de la transmisión de un:i experien­

relaci ón del hombre co n la técnica: primero , cuando la cia colectiva de la cual se conserva así la memoria, en un con­

técnica permite al hombre dominar la naturaleza; luego, texl:o de alienación respecto de la naturaleza, o más bien del

cuando la técnica cobr� impo rtancia de tal s uerte que se tiempo cíclico. Esta técnica emancipadora depende, como

transforma como una segunda naturaleza frente al hombre. hemos dicho, de lo que Benjamin llama "p rimera técnica" .

Es ento nces que el cine tendrá una función emancipadora: El cine es o tra técnica, de imágenes y sonidos, también

el hombre puede esperar liberarse poco a poco de la segun­ emancipadora y colectiva, pero como las técnicas pueden

da técnica (que actualmente se llama tecno-ciencia) por un más que la naturaleza y la humanidad, se vuelven a su vez

aparato que, como rodo aparato, ¡es de esencia técnica! Esto al ienantes. De allí la necesidad de una nueva categoría de

s ignifica que el horizonte del cine no es la naturaleza, sino aparatos que permi tan luchar contra esta segunda natura­

una técnica alienante, p resente tamo en Charles Chaplin leza p uramente artificial. La necesidad del cine sólo puede

como en los burlesques estadounidenses. Al contrario , el comprenderse en relación a la segunda técnica: la época de

horizonte de la transmisión narrativa era la naturaleza la técnica que se impone a los hombres, en ese paroxismo

expresada en el mito. Es por esta aplas tante razón que el que es la guerra entendida como desen cadenamiento de

cine ya no depende de una poética de la mímesis. Por más las técnicas, hechizo del hombre por la técnica, estética del

vueltas que uno le dé a b noción, ¡ la indus tria no perfec­ shock por el shock mismo. Lo que, para Benjamín, caracte­

ciona la naturaleza! riza la estetización de la política celebrada por los futuristas

Hemos visto que en Benjamín hay secretamente una italianos o los fascistas alemanes de la "pandilla de Jünger" .

filosofía de la emancipación, un hilo roj o. So bre el plano de Para caracterizar esta distinción esencial en términos de

la expresión, se distingu irán épocas de la literatura como se tempo ralidad : la narración caracterizará una cierta tempo­

habían distinguido épocas de la imagen, partiendo siempre ralidad, la del do n y el sacrificio, cuando todo debe j ugarse

de una época o riginaria o de un estadio de b dominación "en una sola vez" . l\1ientras que el cine corresponderá a la

por la naturaleza: el mito corresponde a la fantasmagoría de temporalidad del j uego : cuando "una vez no es nada" es

las imágenes de la cual p uede hacerse la experiencia gracias inesencial, cuando U1la parre anula la p recedente, cuando

a las drogas. Lo que es común a ambas es el hechizo, el em­ p uede siempre recomenzarse (de ahí la importancia del

brujamiento: la repetición de lo mismo, el eterno retomo en j uego en el texto sobre el cine, del j uego del actor como

el caso del mito, la absorción en una ensoñación colectiva pelformance deportiva, del j uego que i ntroduce la cámara

perfectamente aliename en el caso de las imágenes . en el espacio percep tivo cotidiano, del ; uego del actor

250 25 1
Jean-Louis Déorte La época de los aparatos

como reproducción de esos resrs que han sufrido rodos los ejemplo, la incomparable singularidad de Don Quijote.
productores sometidos a la cadena i ndusrrial, del cine re­ Desde entonce la novela no podrá ser educativa, a pesar
presentándose un porvenir previsible y catasrrófico!xo y por de una tentativa como la de Goethe (Los años de aprendizaje
eso desactivándolo por una suene de catarsis preventiva). de Wilhelm Meister) . El nudo de la narración será más bien
Incluso si el cine no tiene nada de narrativo (se está muy el momento cuando un hombre cualquiera se apareció a sí
lejos de las tesis que lo réducen a una fábula) , los puntos mismo, el momento cuando, en la agonía, el más pobre de
comunes son numerosos. En uno y otro caso se trata de entre todos puede transmitir el resumen de los momentos
rransmitir una experiencia colectiva. Para la narración, a los que efectivamente se aferró. Cualquiera que sea el
la experiencia del viajero (el marino) , del campesino, aparato de transmisión, el contenido de verdad de una obra
del artesano. Son los artesanos, que se corresponden con podrá resumirse a la verdad del conocimiento de sí de la
lo que Arendt llama "Horno fober" 281 La narración es el condición humana entendida como entre-exposición de
modo de transmisión de la época de la producción ligada singularidades y no como naturaleza: el quebrantamiento
al artesanado, en la medida en que estos hombres están en del cuerpo en una emoción que señala la transgresión de
relación con lo lejano. Geográfico y espacial para el marino la ley arcaica,2R3 el conocimiento de lo lejano del hombre
y el comerciante, tectónico y temporal para el campesino. producror de objetos únicos, la toma de conciencia por el
Se ins istirá sobre lo lejano: se trata de la experiencia, pero hombre de masas de su esencial exponibilidad debido a la
aparatizada, del aura, puesro que estos hombres nos vin­ generalización i ndustrial del test.
culan a una experiencia de la alteridad, del acontecimiento La muerte, la experiencia más universal, es en el fondo
(el pasado, los confines, el pagus) . 282 Los que narran per­ la condición de roda narración (Las mil y una noches) y lo
manecerán anónimos y lo que ellos narran no tiene nada que es transmitido pertenece al orden de la verdad: una
de excepcional . No narran el recorrido geográfico de un sapiencia, de la cual las moralejas de las fábulas modernas
héroe. Homero no será entonces un narrador sino casi un son débiles ecos (Jean de La Fontai ne) Narrar es, por
n ovelista. La novela, ya siempre individualista y "burgue­ consiguiente, al menos una vez, hacer próximo lo más
sa" , se aplica a relatar la excepcionalidad de una vida, por lejano. Lo que es contado no libera un saber denotativo o
la respuesta a una pregunta sino antes bien un consejo: eso
!H o
Lo máximo sería aquí el asombroso filme polftico de Edward Zwick: 1he tendrá un espesor suficiente para que cada oyente del relato
Siege, como p reparación de Estado Unidos para el 1 1 de septiembre.
!s i Aren<lr, Han nah, 1he human condition, op. cit.
pueda conectarse a su manera, escuchar lo que le concierna.
is :?
Jamás se insistirá lo suficiente respecto de la p roximidad de los textos de
Lyorard con los de Benjamin sobre el pagan ismo, [a narración, el color, el 2"3Véase Benjamin, Walrer, Fragmenrs, op. cit. , y este cerna esencial retomado
carnaval, la <l i sconrinuidad temporal, ere. en Adorno.

252 253
Jean-Louis Déotte L1 época de los aparatos

Tendría casi el lado oracular de una cierta palabra analítica. información es siempre de proximidad; es por esta razón
Lo que es transmitido tendrá entonces un determinado mayor que los medios (desde la gran prensa hasta la televi­
espesor, una determinada materia, que permite comprender sión) han permitido el desarrollo de una "aldea global" en
que uno debe conectar. Se conecta a una historia por otra el sentido de McLuhan. Un mundo reducido a la situación,
historia. Por una multiplicidad de historias así como hay a las pequeñas historias de la aldea y no la aldea volvién­
una multiplicidad de re �eptores, de la misma manera que dose mundo. La información no permite pensar porque
el primer historiador será el cronista limitándose a po:1er ella esteriliza la conexión . Esta misiva (el acontecimiento
en serie nombres propios, nombres de lugares y de fechas, "mediático") que recibo es un misil contra el cual la pared
la primera materia de toda hisroriografia clásica. del aparato psíquico sólo puede protegerse y debe ser cons­
La narración p uede degenerar de dos maneras: por la tantemente restaurada. Es lo que Freud llama conciencia,
novela y por la información mediática. Punto importante y Benj amín, experiencia vivida (Erlebnis) . La información
para una reflexión " intermedial'' . La narraci ón tiene una está en el mismo plano que lo que ha sido vivido sin poder
autoridad intrínseca, p uesto que transmite un aconteci­ devenir una experiencia:285 el terror inenarrable de quien
miento de alcance universal. Por el contrario, la informa­ s ufrió los asaltos del obús en el fondo de su trinchera, las
ción es unilateral, elemen tal: se adelanta precedida s iempre esperanzas colectivas de las revoluciones que se han trans­
por un conjunto de explicaciones, no permite p ensar el formado en totalitarismos y de una manera general todos
acon tecimiento , por naturaleza imprevisible, s i n o reac­ los grandes fracasos de la his toria que no pudieron ser
cionar284 a él . Se comprende que se haya desarrollado una p uestos en relatos, y, por ende, transmitidos.
ciencia y una economía (la "nueva" economía) y q ue haya De esos shocks , que muchos habrán s ufrido , no habrá
permitido a la industria volver a desplegarse mientras que hab ido experiencia, no hab rá nada para transmitir, n i
todos los demás sectores de la economía estaban saturados. siquiera u n a fábula. Pues u n a fábula e n el sentido clásico,
Entonces , en Benjamín es muy clara la oposici ó n entre aristotélico, es ya una presentación de situación, luego la
narración e información. Esta última no p uede contener de un nudo y finalmente un desenlace. ¿ S e p uede fabular
un acontecimiento sino solamente una novedad. No tiene a parti:· del desastre? ¿ No quedará nada de esta crisis de la
autoridad intrínseca, es solamente verificable. No proviene experiencia? Habrá que ir ;J. b uscar la experiencia verdadera
de lo lej ano s ino sólo de la vecindad, de lo próximo. La y su transmisión en otra parte, no en la luz excesiva de la
novedad y en el carácter siempre arruinado de su recuerdo,
2'' El término reacrivid:id se ha tornado, por otra parte, ;inónimo de vigi··
l :rncia y de espontaneidad . . . ¿Triunfo de las fuerzas reactivas según Delcuze
l ecror de Nietzsch e ' 2" Benjamin, \Val tcr, " E rfah ru n g uncl Arrn ut", op. cit.

254 255
Jean-Louis Oéorte La época de los apararos

sino en el carácter nocrurno de la rememoración escrita, la en De la pintura, un miro erótico. Este mito de Narciso,
única capaz, como en Proust, de dibujar los trazos de una en la era de la industrialización de la producción concierne
experiencia verdadera (Erfahrung) . especularmente a los p rolerarios. Pues los dominados, los
Del otro lado, la novela conserva una cierta complicidad proletarios, están sometidos desde siempre a una seducción
con la narración: ambas .son modos de la memoria. Pero casi amorosa, aurática, ejercida sobre ellos por los propieta­
la novela, al no vincularse más que a un héroe, sólo puede rios: en el cara a cara entre las dos clases, los sueños de los
privilegiar una memoria "interna" la de un hecho emi­ dominados se pierden en las lejanías ideológicas de los pro­
nente que por otra parte puede ser perfectamente anodino pietarios. 286 Poco a poco, los dominados han comprendido
como en Flaubert en La educación sentimental, sin ningún que su destino no debía ser ese y las clases se separaron.
alcance universal puesro que el tiempo que allí se desarrolla Los dominantes comenzaron a tener miedo y recurrieron
se separa del sentido, según una distinción establecida por a la observación objetivadora de los dominados, al test.
Gyergy Lukács. Tumba de una singularidad, la novela sólo Benjamín caracteriza este régimen de la visibilidad por
dará lugar a una "memorialización" El monumento a la la importancia del test que él extiende a lo político cuya
gloria de una subjetividad: transmite únicamente el senti­ condición es siempre aparecer. Además, ya sea que el obrero
do de una vida. Por ende, la novela no es para Benj amín fuera testeado en su puesto de trabajo o que la masa fuera
un verdadero aparato, aun cuando sea un género literario, objeto de estudios estadísticos, es el modo de conocimiento
porque su referencia no es lo colectivo y su significación, el que ha cambiado. Una filosofía trascendental no podrá
la memorialización de una si ngularidad. La novela sería el en lo sucesivo hacer la economía de una reflexión sobre los
género literario de la época del aparato perspectivo. apara ros si se lo sigue a Adorno a propósito de las industrias
Volviendo sobre los relatos de Léskov, Benjamín conclu­ cultu rales: "El formalismo kantiano esperaba también una
ye que, i nfluenciado por Orígenes, sus maravillosos relatos contribución del individuo a quien se le había enseñado
hacen posible la apocaráscasis, la salvación final de todas las a tomar los conceptos fundamentales como referencia de
almas en la teología ortodoxa, salvación que no es necesario las múltiples experiencias de los sentidos; pero la industria
entender como una transfiguración sino como un "desen­ [cultural] privó al individuo de su función. El p rimer ser­
cantamiento" Es otra manera de hablar de emancipación. vicio que la industria aporra al cliente es el de esquematizar
Este será también el objetivo del cine, esta vez en la era todo para él. Según Kant, un mecanismo secreto activo en
de la producción industrial, según la nota preparatoria a el alma preparaba ya los datos inmediatos de tal suerte que
" La obra de arre en la época . . . " que ya hemos recordado.
286
Benjamín nos ofrece un mito, como ya había hecho Alberti Es la acepción p r i m i t iva del aura: se comprende e n tonces que el cine deba
emanciparse de esra aura, arruinarla. Aquí. n i n guna nosralg ia en Benjamín.

256 257
Jean-Louis Déottc La época d e los aparatos

ellos se adaptan al sistema de la razón pura. Actualmente, es cualquier vez. El registro general es el de cualquiera y,

ese secreto ha s ido descifrado" . 287 Un nuevo princi p ío de p o r tanto, el de la masa que deviene el único sujeto de la

aparatizació n, gnoseológico , de identidad, aparece: la nor­


historia. Pero eso no implica que ella no tenga nada que

ma, que permite t0dos los cálculos de variables . Ento n ces esperar, que no sea, de cierta manera, esperada. Siempre

la cuestión será esta: some�ida a la norma, ¿qué o curre con es cuestión de salvataje puesto q ue es cuestión de desen­

la experiencia, qué ocurre con su transmisión? Incluso si cantamiento , político esta vez. Por el cine. El cine es ese

la apertura del texto sobre el cinc se apoya, en apariencia, aparato gracias al cual las seducciones de la mercancía (de

sobre la reproducción de o b ras de ane, la problemática del la novedad) pueden ser rotas . Más precisamente, el cine

texto concierne en p rimer lugar a la indus trialización de la va a convertirse en una apuesta política de primer orden.

imagen. La foto y e1 cine que ella prepara son aparatos de Si una emancipación es posible por el hecho del cine, una

producción industrial de la imagen. Es por esta razón que la alienación tamb ién lo es; por la producción de estrellas, a

cues tión de la autenticidad, de la unicidad, de la presencia causa de lo cual los poderes de la fantasmagoría se vuel­

aquí y ahora de una o b ra, de su transmisión casi narrativa ven p regnantes, por la producción de la imaginería de un

(por el hecho del coleccionista) , se plantea cada vez menos. p ueblo reunificado a partir de fragmentos montados para

Hay todavía un poco de aura en el caso del retrato fotográ­ generar la representación de una hermosa comunidad.289

fico, p uesto que la referencia física a una s ingularidad está El cine es un aparato por el cual los dispositivos de

siempre presente, mucho menos en el caso de la exposición vigilancia y de saber son dados vuelta. Al principio, el

del actor de cine que no es un comediante de teatro, y hombre de la masa es tanto una producción industrial de

absolutamente más en el de la imagen digital llamada de lo humano como las piezas que fabrica. S u vida, sus con­

síntesis, la cual es una imagen industrial por excelencia, de diciones de vida no presentan ninguna excepcionalidad

la que la fuente es un lenguaj e, mitad natural, mitad lógico, (no p odría hacerse una novela proletaria) . Sometido a las

como para el dibuj o i ndustrial. 288 normas, no mantiene ninguna relación con lo lejano (el pa­

Recordé moslo, la temporalidad dominante es en lo sado, el pagus) : no p uede volverse narrador (no hay obrero

s ucesivo la de la indiferenci a al acontecimiento : una vez "maravilloso") . La naturaleza no habla, lo maravilloso de


los cuentos de hadas es tá confinado en la infancia. Como
el filme elaborado a partir de fragmentos sin relación unos
107
Ad o rn o , 1l1eo<lor W. y H o rkhci mcr, Max, Di11Íektik der A ujlkdrung,
A.mstcrdam, Querido Vcrlag, 1 947; trad. cast.: Dialéctica del iluminismo, Buenos
Aires, Sudamericana, 1 969.
28 9 :<racauer, Siegfricd, De Calig1tri a Hirler : une histoire psychologir¡ue du
28�
Parchee, Michcl, La Productio11 ilidwtriclle de l'image : critique de l' image ct�t'/lla al!emrmd (19 19-1933) (trad. Claudc B . Lcvcnso n ) , Ginebra, L'Áge
de sy11thése, op. cit. d'homme, 1 9 8 4 ; erad. casr. : De Caligm·i a Hitler, Barcelona, Paidós, J 9 8 5 .

258 259
Jean-Louis Déon:e
La época de los aparatos

con otros -de allí la necesidad del montaje-, la experiencia rodajes de un mismo plano y selecciona el mejor. El gesto
del hombre de las ciudades está dislocada.290 En el límite, del actor está en la estricta continuidad del profesional del
puesto que está sujeto a la realización de normas colectivas, cual reproduce el acto, salvo que la fi nalidad no se realiza:
el hombre de la masa no tiene más espesor que una i nfor­ el juego del actor es u n j uego de ensayo ( Testleistung), próxi­
mación. Tendencialmente, va hacia la inmaterialidad de lo mo de la fi nali dad sin fin en Kant: "El filme permite que
calculable: su ser se reduce á la apariencia que da de sí a los la ejecución de un test (profesional) sea exponible al repre­
dispositivos que lo testean . Su existencia es su capacidad sentar esta misma exponibilidad como un ensayo ( Test) . El
de ser testeado, su testeabiLidad, su rotal conformidad -que actor va a asumir la exigencia del ensayo ( Tesiforderung) , lo
uno puede verificar- a la realización de una norma. Es por que significa que va a salvaguardar su humanidad frente al
esta razón que el actor no deberá ser nada distinto a un aparato. El interés de este juego (Leistung) es inmenso, pues
hombre de la masa: él también está testeado por un consejo es ante el aparato que una gran mayoría de los habirantes
de expertos, él también es un hombre cualquiera, sacado de las ciudades se encuentra despojada de su humanidad
casi al azar de la muchedumbre, el tiempo de un rodaje. en las oficinas y las fábricas durante todo el transcurso de
Pero, a diferencia del que está clavado a su máquina, el ac­ un día de trabajo. A la tarde, esas mismas masas llenan las
tor elige dar sus apariencias: es amo de lo que entrega de sí. salas de cine para hacer la experiencia de la revancha que
El actor invierte la pasividad de la testeabilidad en actividad el actor de cine toma por ellas, no solamente al afirmar su
de dominio, porque la cámara le abre un espacio de j uego: humanidad -o lo que les parece tal- frente al aparato, sino
el "j uego arrístico" (Kunst!eistung), es decir, una superficie sobre todo sirviéndose de este para su propio triunfo" 291
de reversibilidad. La noción de j uego está en el centro del El actor sabe que él representa para y ante una masa invisi­
filme, sobre un fondo de indiferenciación de los materiales. ble que lo controla, sabe que debe representar lo menos posible
Pues el material es lo cualquiera, la literalidad. Es por esta (ser un hombre cualquiera representando su propio papel): "El
razón que el valor dominante del cine es la perfectib ilidad. actor tipo, en el cine, sólo se representa a sÍ mismo" El ver es
un filme es siempre perfeccible, a diferencia de un mármol aprender espontáneamente a representar, es ser ya un actor
clásico ("valor de eternidad" de la estatuaria griega) . Es el en disponibilidad, puesto que con el cine la superficie de (re)
montaje co mo escritura el que hace que el conj unto dé
cuenta del arte, no los materiales. El monrajista pone en
�·1 1
competición, según el modelo del deporte, los diferentes Décima tesis de la primera versión de " Das Kunstwerk im Zeiralter seiner
technischen Reproduzierbarkeit" [Zweire Fassung] ( 1 936), op. cir. (tr:id. Bruno
�·10
Tackles). Cf. Tackles, L'CEuvre d'art a L'époque de �'%' Benjamín, op. cit. Todas
Ooblin, Alfred, Berlin Alexrmderpfatz, op. cit., y l a presentación de Ben­
estas citas de Benjamin son de traducciones de la primera versión (manuscrita),
j:t m i n .
anteriormence deposirada (y muy poco expuesra) en la Bibl iocheque Narionale.

260
26 1
Jean-Louis Déocte La época de los aparatos

producción deviene habitable para todos, el cine es entonces recer, que ella, por sí misma, tenía el derecho. Es por esta
en esencia democrático . Posibilidad universal de reversibili­ razón que los actores deben emanar de la masa, sin por ello
dad de la superficie de (re) producción y democracia están representarla.
ligadas . En el fondo, el aparato cinematográfico transmite Por o tra parte; el cine, dando acceso al inconsciente
la esencia de la democracia_. No solamente porque todos son p síquico , religa la masa a lo lej ano, ya no geográfico o
seres parlantes,292 sino porque todos pueden aparecer. De allí histórico , sino al de b alienación mental. Es una figura de
el derecho político a ser filmado. Nadie puede ser condenado lo lejano donde el cine (Bergman: Persona) se encuentra
a la inapariencia, a la invisibilidad: todos en escend-93 para en competición con la narración. El cine prolonga el mo­
representarse solamente a sí mismos . Los dispositivos de vimiento de inclusión de todos los hombres en el seno de
control de los dominantes no hacían entrar en la escena, por la humanidad -movimiento iniciado por la Ilustración-,
el contrario, confinaban en la invisibilidad las distribuciones como no habrá ninguno más fuera de la humanidad, fuera
técnico-profesionales (los sondeos) . El cine invierte eso y con­ del sentido común, excepto el semido.294 La extensión de
firma que la masa está constituida de singularidades que se los derechos es entonces una consecuencia de lo cinema­
enue-exponen m1as con otras. La nueva dignidad consiste en tografiable hasta que p ueda imagi narse que los seres racio­
tener el derecho no de representar un rol sino de representar nales, de hecho no humanos -cuyo cuerpo no será más
su existencia a la vista y conocimiento de todos: el derecho de el del "viej o hombre'' , neolítico-, sucedan poco a poco a
p resentarse a sí mismo . Que cada uno pueda abrir s u propio aquellos para quienes la escultura de los frisos del Partenón
espacio de j uego . Eso parece i ncluso más importante que cons tituía un resultado insup erable.
tomar conciencia de sí en cuanto clase, pues el conocimiento Pues "La obra de arte en la época . . ." m es un manifiesto
adquirido por un grupo por el hecho del cine y por tanto político con el mismo nivel que el Manifiesto comunista. Este
todas las posibilidades de identificación a una imago, suponen nuevo derecho político sólo p uede surgir como una reivin­
previamente que el grupo dado sepa que tiene el derecho de dicación porque el cine es un aparato y no un dispositivo.
aparecer. No es una identificación sino una certeza. Un aparato supon e otra relación con la ley, un dispositivo,
Recapitulemos los apo rtes de Benj amín. a su vez, otra relación con el poder. En efecto, Benjamín
Por una parte, el cine es, en la historia de los aparatos, el declara con conrundencia que, en lo sucesivo, todos tienen el
único que le dio a la masa la certeza de que ella podía apa- derecho de dar apariencias de sí mismos: "En el dominio del

292 Ra nciere , .Jacques,


La Mhentcnr.e, op. cit. m Los " locos", pero también los sordos y los mudos, los ciegos, los deficien­
To us en sd:ne [Todos en escena] es el título en francés del filme Me/odias
2 "·1
tes i nrelecwalcs.
de Bro<1dway [ N . de T. ] . 295 Tackels, Bruno, L'CEuure d 'art a !'époque de W Bc11jamin, op. cit.

2G2 2G3
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

filme, las actualidades demuestran sin equívocos que todo bre una forma), sino táctilmente (por el hábito, dejándose
individuo [eizenln: aislado, separado] puede encontrarse llevar, sin fo calizar como se haría para una pintura o una
en la situación de ser filmado. Pero esta posibilidad no es escultura) . La recepción de un filme es más háptica y táctil
suficiente. Hoy cada hombre tiene el derecho [Anspruch: que visual: es envolvente y distractiva. 298 McLuhan habría
reivinrucación] de ser film�do.296 utilizado el término masaje. Uno habita un filme como
¿Cómo podría un aparato introducir a un derecho si una arquitectura: de entrada, la percepción es colectiva,
no fuera más que técnica? ¿Cómo el hecho de un aparato n unca privativa o singular. Pero si la arquitectura no es en
(la foro, el cine) podría modificar el orden del derecho, el sí misma u n aparato, ella puede siempre ser aparatizada
estatuto de lo político o, más precisamente, la manera de (la arquitectura posmoderna lo es por el museo) . La arqui­
intervenir sobre el espacio público dando de sí mismo tectura, como el teatro, es un modo de espaciamiento que
apariencias que uno domina en lugar de padecerlas? Y eso tiene un a priori cultual: la escena (la diferencia espacial
para todos, puesto que lo que está en j uego es w1 derecho e ntre lo sagrado y lo profano) Al contrario, para el cine
universal que concierne a la multiplicidad de singularidades la escena es siempre a posteriori, porque está construida
en general y no a un grupo social y político más o menos según las leyes del encadenamiento entre los planos. A
extendido, como determinada corporación del tiempo de pesar de las apariencias, un lugar cinematográfico cerrado,
Rembrandt (La ronda de noche, de 1 642) . como e n David Lynch o Aleksandr Sokúrov, no está bajo
Por su vertiente de dispositivo, el cine pertenece a la la dependencia del cubo escénico teatral.299
economía en su edad industrial pues, porque necesita de Si la dimensión colectiva está en el corazón de la recep­
importantes capitales, rodo ocurre como si la masa misma ción, el cine no debería estar más en el lugar del surgimiento
se hiciera cargo de un filme. Esto ya era verdad respecto de del sujeto estético descripto por Kant. Ciertamente, Kant
la arquitectura, en particular en su momento gótico. Cine y con firmó en la Critica de /,a.facultad dejuzgar la rumensión
arquitectura están, por otra parte, próximos pa ra Benjamín, de la cantidad, la que le permitió caracterizar el juicio esté­
ya lo vimos, puesto que, además, ambos se dirigen a la masa tico como un juicio cuyo alcance era universal puesto que
(inmensi dad de la sala de cine descripta por Kracauer, 297 era jurídicamente comunicable. Pero el destinatario era una
volumen considerable de la nave gótica) y que al hacer eso singularidad: el sujeto estético. Muy distinta es la dimensión
ellos no se aprehenden visualmente (no se concentran so-
29H
Sobre la noción de distracción, ver la i mpon:a.nte contribución de Pierre-Damien
l% Decimotercera tesis, El derecho de serfilmttdo. Huyghe y la discusión de Claude Amcy, en Q/est-ce quím appareil ?, op. cit.
29' Kracauer, Siegfried, " Le culte de la disrraction " e n Le Vrynge et !11 clan.se, 299 Cf. la tesis y los crabajos de Diane Arnaud sobre Sokúrov (de próxima
Sai nr-Deni , Presses Un iversirai res de Vincen nes, 1 996. aparición e n L'Ha rmattan).

264 265
"'"'I
1

Jcan-Louis Déotte La época de \os aparatos

del destinatario de una recepción colectiva. La époci del zante sino inconsciente en el sentido que le dará más tarde
cine es realmente la de la casi simultaneidad: la recepción el kleiniano Anton Ehrenzweig.303 De forma paradójica, hoy,
ocurre al m ismo tiempo y en el mismo lugar, y no, como mientras que el mundo es el verdadero destinatario en la casi
para los o tros aparatos "mo d crnos)) , para algunos
1 y poco a s imultaneidad del dispositivo cine-televisión, a diferencia
poco. Es una estética "mundo" como lo es la recepción del del cine de los años 1 930, las muchedumbres casi ya no
·
medio radiofónico. La mayor parte del tiempo, al menos son representadas, no tienen más derecho de ciudadanía a
desde René Barjavel y su Cinéma total,3°0 se ha interpretado la pantalla salvo como virtualidades digi tales.304
esta generalización en términos de pode · totalitario. Así Pues con la p roducción cinematográfica, la muche­
como p uede, a continuación de Ranciere,301 ligarse una dumbi·e o cupa fundamentalmente los cuatro puestos de ia
revolución política (la democracia moderna opuesta a la an­ comunicación (emisor, receptor, referente, significado del
tigua) a la generalización del j uicio del gusto kan tiano, y por mensaj e) . Sólo en virtud de los capitales movilizados, la
tanto a la institución de la cultura (museo, patrimonio, )
etc. , muchedumbre comanda el filme por intermedio del pro­
de igual modo sería necesario sacar las conclusiones de las ductor o del Estado (ella es emisora) , el filme se dirige a la
proposiciones benjaminianas sobre el cine. S i el horizonte m uchedumbre de espectadores (el p úblico recep to r) . En la
es el de una estética mundo, ¿ aún tiene sentido desarrollar p reguerra, lo que estaba en referencia era la misma muche­
una hermenéutica (Hans-Georg Gadamer) a propósito de dumbre [King Vidor, John Ford (Eljoven Lincoln, 1 939),
un fi lme, como de la estética en general? ¿ O una ico nología Frank Capra Uuan Nadie, 1 94 1 ) , Elia Kazan (Un rostro en
(Panofsky) ? ¿ Una semiología, un psicoanálisis aplicado, etc. ? la multitud, 1 9 57) , Sergeí Eiscnstein (Octubre, 1 928), Frítz
Sin embargo , habrá que conservar la posibilidad de una esté­ Lang (!Vfetrópolis, 1 927)] . Benjamín agrega que, del lado
tica , pero sin sujeto, aunque fuera como estética del hombre ceí contenido, cada vez, el significado de esos filmes, con­
cualquiera, banal, del cine, por este aparato y a partir de él.3°2 cierne directamente al mundo. Pues esencialmente, antes
Benj am ín fue el primero que comprendió que el receptor no y más allá de cada filme, l o que está en juego es el modo de
era más el sujeto clásico, que el sentido movilizado no era exposición específica de lo múltiple. Porque, a diferencia de
más solamente la vista, que la recepción no era más focali- todos los o tros aparatos (la perspectiva, el museo, la foto,
el vídeo, etc.) , el cine determina el "ser-con'', en términos
.i o o Ihrjavcl, Rcné, Ciném,1 total : essrlis sur le jórmes futures du cinéma, París, de m ultiplicidad abierta .
Dcnod, 1 944.
311 1 Ra ncierc , j ,1cqucs, Lri }'vlésentente, op. cit.
5"1 Schder, Jcan- Louis , L'Homme ordi11aire du cinéma, y Du monde et du mou- 303 Ehreazweig, Anwn, The Hidden 01der ofArt, Berkeley, University of Cili­
11emenr des imt1gcs, Parí�, ÉJi rions de l'Éroiie, Perite bibliorheque eles Cahiers fornia Press, J 967; rrad. cast. : EL ord.m oculto del arte, Barcelona, Labor, 1 973.
d11 ci11ém,z, 1 997. 3"' Las muched u mbres del último Tita11ic.

266 267
Jean- Louis Déorre La época de los aparatos

El cine de muchedumbre tal como lo analiza Benjamín que ella misma espera, como de las alturas, su identidad.
permite ir al corazón del aparato cinematográfico, como los Curiosamente, salvo en el concepro del análisis de la star,
autorretratos de los siglos )0/ y XVI permiten analizar la Benj amín sale al paso de un análisis en términos de una
esencia del aparato perspectivo. Se puede adelantar que un identificación que haría, según Derrida,305 que la sesión de
filme no puede desplegar� e más que si repi te siempre este cine tenga más relación con la sesión psicoanalítica (dura­
origen-mundo del aparato cinematográfico, incluso si no ción, transferencia en la star espectralidad de los actores,
presenta más la muchedumbre, si es totalmen te i ntimista, etc.) Ahora bien, el cine no es un aparato de subjetivación
tendencia "nouvelle vague' Como si cada cineasta sólo porque no hay allí nada como un punto de fuga que sería
pudiera filmar habiendo interiorizado, por ejemplo, El el punto del sujeto, muy simplemente porque la imagen
hombre de h. cámara ( 1 929) de Vértov. Es en alguna medida en movimiento no está inmovilizada por un dispositivo
la firma no de tal o cual cineasta, sino del origen del aparato rector e i nstantaneizante. En ese respecto, desciende en línea
ci nematográfico, por el cual cada uno deberá pasar para directa de la camera obscura, donde las singularidades están
hacer algo nuevo. La idea de Benj amin sería que el cine es en la caja, lo que no puede admitir la black box fotográfica
siempre cine de muchedumbre porque provoca un modo de Flusser.3°6 Debido a los lazos entre el dispositivo técnico
de exposición de "ser-con" impensable antes de él. ¿Acaso cinematográfico que absorbe a los espectadores (la sala os­
la multiplicidad habría podido aparecer en sí misma en cura) obligándolos a absorber el flujo de imágenes, y uno de
épocas precedentes? ¿Qué es lo que los otros regímenes de los efectos mayores del aparato: la absorción en el seno de
visibilidad daban a ver? Ellos daban más bien a entender la humanidad de todo lo que habrá sido filmado y que por
un sentido universal articulado a un cierto régimen de la lo tanto en adelante tendrá el derecho de aparecer, el cine
exposición de la singularidad. va mucho más lejos en los investimentos de la superficie de
Actualmente, si se afi rma que el cine es siempre ci­ (re) producción que la foco: abre para las singularidades la
ne-mundo, por y para el mundo, a propósito de la muche­ posibilidad carnavalesca de una inversión de roles. Pero no
dumbre, ¿sería eso reiterar que esas masas filmadas, todas solamente estar expuestes al dispositivo, o preguntar sus
compuestas de átomos, concentrarían exigencias insólitas nombres sino, por trastrocamiento e inversión, apoderarse
de idenrificación? ¿ Es ta identificación habría tenido lugar del medio. Entonces podría decirse que, por primera vez en
a causa de un uno (un jefe salido de la masa, un anón imo la historia del espectáculo desde los griegos, el "proscenio"
propulsado como líder y que vuelve en algunas ocasiones (Serge Daney) constitutivo de la representación en general
a1 anonimato como en Kazan) ? Sabiendo, además, que la
masa rep resentada está librada a una masa de espectadores 3os Derrida, Jacques, Fntretiens mr le cinémfl, París, Cahiers du cinéma, 2000.
·1º6
Flusser, Vilém, Fiir eine Philosophie der Fotogrnjie, op. cir.

268 269
época de los aparatos
Jcan-Louis Déotte
La

ge n e ri ci d a d. Para él el cine es un "arte" porque es "objeti­


vador" . Pero al mismo tiempo, acierta en aquello que lo
es franqueado, pues to que los figurantes p ueden pasar

diferencia de los otros aparatos . Ciertamente, como dis­


detrás de la cámara, y así dejar de ser objetivados, es decir,
alienados.
positivo programado por la industria cultural, cada filme
Vértov precisaba que su filme sin escenario, sin s ub dtu­
bien podría ser concebido como una mercancía y la norma
los, sin palabras, sin decor;ados, sin actores, sin teatro, tenía
que expone como contenido, devenir mundial, salvo que,
como vocación la de dirigirse a todos (lenguaje u niversal)
al ocupar "la so ciedad" todos los puestos de la comunica­
y que el medio pasaba por el espaciamiento. Lo que se
tradujo por montaj e . ¿ Cuál es entonces el conteni do de
ción, los efectos de un filme j amás son los que esperan los
productores . Los filmes no son reductibles a mercancías
tal aparato? Es la cuestión de lo "real" tal como la plantea
producidas en función de una supuesta necesidad de los
paradój icamente Bcnj amin. La p aradoj a será que cuánto
consumidores . De una manera entonces sorprendente para
los que no conocían más que Dialéctica del ilurninisrno,
más da a ver el aparato lo que hasta entonces era invisible (el
inconsciente óptico o psíquico) y más se acercará el incons­
Adorno rechaza la división entre filmes "de ensayo" , filmes
ciente, individual y colectivo, más serán todos aparatizados
"de arte" y filmes de consumo corriente. El cine debe se­
por la cámara, más la multiplicidad de las apariciones, la
gui r siendo un producto de masa, es a ese título que p uede
aparición de las multiplicidad será dada tal cual, como
hacer época. " S i ios filmes ofrecen esquemas de modos de
inmediatamente: "La p uesta en imágenes cinematográficas
comportamiento coicctivo, no es la ideología la que se los
de la realidad es por ende de una importancia incompa­
impone p rimero como un suplemento. Es antes b ien la
rablemente mayor que la pintura para el hombre de hoy,
colectividad que se extiende hasta lo más íntimo del filme.
porque p resenta una realidad liberada de todo aparato,
Los movimientos a los cuales da representación son impul­
tiene el derecho de exigirlo de toda o bra de arte, fundada
sos miméticos. Antes de todo contenido y antes de todo
precisamente en la más profunda penetració n de lo real:
concepto, esos imp ulsos comprometen a los espectadores y
por los aparatos" . El cine sería el aparato por excelencia por
a los oyentes a ponerse a su vez en el tren del movimiento .
su capacidad de borrarse más que cualquier o tro aparato,
E n esta medida, el cine semeja a l a m ús ica, tanto como
pues llega a lo más cerca de la imaginación co mo medio.
la música en los primeros tiempos de la radio se parecía
Adorn o , cuando vuelva·w a " La obra de arte en la
a las películas del filme. No sería equivocado definir el
época . . . ", a propósito de ese real que sólo el cine p uede
s uj eto cons titutivo del cine como un nosotros -donde
manifestar borrándos e, será poco sensible a s u p ropia
convergen su aspecro estético y su aspecto sociológi co-.
Un filme de los años treinta, con la célebre actriz pop ular
-'07 Ado rn o , 111.:: o dor W. , 7Trmsf'arents cinématographiques, op. cit.

27 1
270
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

Gracie Fields se titulaba Anything Goes. Ese neutro dice de El camino de Adorno308 es el s iguiente: puesto que preci­
manera completamente justa, en cuanto al contenido, lo samente ese fi lme ya no privilegia el movimiento, que es
que es el elemento formal del movimiento del filme -más antitécnica cinematográfica de una cierta manera, provoca
allá de todo contenido-. En la medida en que el ojo está la irrupción de una negatividad en un contexto técnico
comprometido, se hunde en la corriente de todos los que siempre consagrado a la objetivació n . Desde ese momen­
escuchan el mismo llamadó. Seguramente la i ndetermina­ to, la p uesta en relieve de la suspensión del movimiento ,
ción de ese neurro colectivo, que va a la par con la carac­ evidente en este filme, del mismo tipo que la del soñador,
terística formal del cine, lo expone a ser ideológicamente del pensador o de la proyección fij a por linterna mágica
mal empleado -como esa manera seudorrevolucionaria para el niño, tiene por finalidad la aparición de la cues­
de ahogar las cosas consistente en hacer escuchar la frase tión del material, cuestión tan i mportante en el análisis
'las cosas deben cambiar' en un movimiento de puño que de la m úsica. Si Adorno acerca este fi lme y este arte, en el
golpea sobre la mesa. El cine emancipado debería arrancar marco del j uego infantil,3o<; es que ellos tienen en el fondo
la colectividad que es a priori la suya de la consecuencia un mac:erial común. el nosotros. ¿ Es quizás el nombre de
inconsciente e irracional de sus efectos, para poner esa eso hacia lo que va el proceso descrip to por Adorno como
colectividad al servicio de las intenciones de una razón "convergencia de las arc:es"?
emancipadora" Como la perspectiva antes de roda obra, La masa que se encuentra en todos los grados del análisis
el cine, antes de todo fi lme, tiene un referente. Este no es del aparato cinematográfico no es por lo tanto la última
más el sujeto que se volverá ego cogito en Descartes, sino palabra de Benj arnin. Si el ci ne es, en efecto, esta superficie
lo neutro, el "nosotros" social, la "colectividad a priori" de (re) producción específicamente poética, no es para servir
O más bien el mundo en el sentido en que ese mundo de espejo a una masa devenida grupo etiquetado por na­
amplia s iempre más sus fronteras, por el cine. El cine pone cionalidad. Benjamín lo escribe: el niño ap rende a escribir,
en movimiento el mundo ames de todo contenido fílmico a dominar su lengua y a producir poesía escarificando una
particularizante. Es evidentemente más esencial que tener imagen pedagógica perfectamente objetiva. Aprende allí la
como objetos privilegiados los seres en movimiento corno posibilidad de invertir la pasividad en producción poéc:ica,
en Panofsky. Las "imágenes-movimiento" de Deleuze son de dar las apariencias. Pero si esta imagen había sido la de
de hecho la mundialización en actos. Se asiste también en
Adorno al pasaj e del contenido -el movimiento- que es
�118 L-i u xerois, Jean, " Adorno J. 'I'époque du cinéma' " en Prrttiques (de próxi­
función de la técnica -el cine- a lo que es más esencial en
ma aparición).
él. el material, y esto a propósiro de La noche de Antonioni. 3'�J La referencia a la arcaica y bcnjaminiana l i nterna es evidentemente sor­
prenden re.

272 27 3
Jean-Louis Déottc

una muchedumbre, s i una m uchedumbre había hecho la


experiencia del trastroca1niento, entonces lo que no era más
que agregación infinita de particularidades anónimas habría
podido volverse des multiplicación política de los espacia­
mientos, génesis de una totalidad abierta de singularidades TEMPORALIDAD DE LOS APARATOS MODERNOS
entre-exponiéndose. La tesis es entonces la siguiente: las
concepciones de un "suj eto político" como m ultiplicidad
ción
en Ranciere31º y de la comunidad "desob rada"31 1 donde las Cada uno de los aparatos se caracteriza por la inven
s un cierrn
singularidades se entre-exponen en Nancy, no habrían sido de una nueva temp o ralida d, y gener an todo
s fo rmas
posibles sin el aparato cinematográfico, por su capacidad modo de la mem oria: hay en conse cuen cia tanta
rias internas
escrip rural (el montaje) de abrir y reabrir nuevos espacia­ de la memoria como de apara tos. Estas mem o
la lec­
mientos . Es por esta razón que la noción de j uego estaba i ntroyectan soportes externos de la mem oria, según
cualq uiera
en el centro del texto de Benj am í n y que la superficie de ción de André Lero i-Gou rhan . La singu larida d
tació n
(re) producció n , constit utiva de todo aparato , debe ser tendrá por tanto i máge nes ment ales de rep resen
.üdas por
cons iderada en su esencial reversibilidad, de lo técnico en "com o cuadr os" (Desc artes) , perce pcion es i r� -� ,. :.
, recuer­
poético o polfrico. La cuestión polírica actual es la siguiente: la últim a visita a un centro de arte conre mpoL 1eo
los de
¿ el cine tiene siempre la capacidad de invertir la superficie dos de fotografías que tomará de cosas vivida s, mode
embargo
de (re) producción, o, fuera de los márgenes de O ccidente, com porta mient o absol utam ente singu lares y sin
o por
debe dejar lugar a o tro aparato? deter minados por el j uego de los actores del cine,
aban (cf.
guion es escrit os por direct ores que se psico analiz
Kazan) , etc.
or-
Si, como hemo s visto , las obras de una época comp
tienen ,
tan la verdad del aparato que hizo época , ellas no
Sólo la
sin emba rgo, la capacidad de expon er esa verda d.
escrib e
filoso fía tiene esa capac idad. S i , enton ces, como
filoso fía
Benj amín , una obra co ncent ra una épo ca, una
no es el
puede devenir la a.,x iomát ica de una época . El cine
"1º Rancicre, Jacques, Aux bordes du po!itir¡11e, París, La Fabrique, 1 998; rrad. casr.:
siemp re
E11 fo; bordes de /.o político, Sanriago de Ch ile, Edirorial Universitaria, 1 9 94. últim o aparato aparecido y, por otra parte habrá
311 be los
Esrn obra de Nancy ha sido rraducid,1 c o m o La cornunidad desobmda, o tros, pero introd uce una espec ificidad porqu e absor
pero rambién como La co111 lf.11idad inoperante [N. del T.] .

271¡ 275
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

que ya están allí como los que se inventarán después. Es emparejamiento (hacer parej os los elementos producidos
esta capacidad la que es necesario ahora analizar, la que hace a este fin) será la representación.
que no se podrá hablar de un "fin del cine'

El continuismo de la camera obscura


El instan taneísmo de l� perspectiva
De una manera simultánea, los pintores holandeses del
Los aparams que vamos a describ ir tienen en común el siglo XVII3 1 2 inventan otro aparara proyectivo, la camera
desplegarse sobre el mismo suelo, la misma p ro togeome­ obscura, que no es reducible al primero, incluso si se trata
tría proyectiva. Un aparato como la perspectiva, que abre siempre de proyección3 1 3 y que supone siempre que la su­
poderosamente la modernidad a partir del Renacimiento perficie de inscripción de los signos esté sometida al régi­
italiano, inventa otra temporalidad, la del instante, como men de la representación, entonces, que el mundo sea dado
corte de un tiempo que se volverá sucesión de instantes, a ver y ya no a leer como en el arte medieval. Así como el
por ende un tiempo homogéneo y cuantitativo. Si el ins­ aparato perspectivo puede semejar una prótesis, colocada
tante es la clave de esta temporalidad, entonces la concep­ ante el observador, entre él y la cosa observada, de igual
ción que se impone a la sociedad moderna es doble, del modo la camera obscura difiere en virtud de que ella englo­
revés, la de la física y la de un tiempo homogéneo, vacío, ba la singularidad como en una burbuja.314 Al punto de
sin finalidad y por consiguiente sin promesa. el tiempo aparecer entonces como un complemento de la prótesis, o,
del desencantam iento según Max Weber, del amontona­ más bien, que perspectiva y camer11 obscura son las dos caras
miento de las ruinas que será para Benjamín el sentido de un mismo archiaparata, distinción que permitirá iden­
del p rogreso, si se cree su apabullante interp retación de tificar otras parejas de aparatos. Si puede demostrarse que
Ange!us novus el cuadro de Klee. Y del derecho : la de la lo esencial de la "pintura del norte" está generada por este
temporalidad del proyecto que rompe con la escatología aparaco y comporta por tanto la verdad Qohannes Ver­
c ristiana (la filosofía de la historia según Kant) Si la fi­ meer) , no es probablemente la filosofía de Leibniz la que
losofía de Descartes es una filosofía del punto, y con eso
3 11
expl icita la estructura y las consecuencias del dispositivo Alpers, veda.na, L'Art de dépeindre. ln peint111"e hollandaise 011 )(VJ!eme
siede (trad. Jacques Chavy) , París, Gal l i mard, 1 983; trad. cast.: El arte de
perspectivo, sólo el saber trascendental en Kant da cuenta
describir. El arte holandés en el siglo XVI!, Madrid, Bl ume, 1 987
de la esencia proyectiva de lo que en Heidegger se con­ m Cf. la tesis en preparación de M. Bubb.
verti rá en " inspección" de la naturaleza. El principio de 314 Slorerdijk, Pccer, Sphiiren, J, Blasen, Fráncforc del Meno, Suh rk:unp, 1 998;
erad. case.: E�fems !. Burbujas. Microsf:rologín, Madrid, Siruela, 2003.

276 277
Jc::m-louis Déorrc La época de los aparatos

expone la verdad porque la mónada leibniziana es propia­ que es necesario estudiar y no su sola dimensión metafóri­
mente sin "puertas ni ventanas" . Lo que más bien asimila­ ca. En el caso del aparato perspectivo, todo se deduce de la
ría la mónada a un programa que se desarrolla por sí identidad del punto de fi1ga y del punto del sujeto, porque
mismo, pero en función de los otros, en una relación de a causa de la construcción geométrica, el sujeto ya está
entre-expresión y por consiguiente de red, mientras que la siempre allá, al fondo del dispositivo, como la araña en el
camera obscura supon� un mínim u m de apertura, el centro de su tela, esperando la singularidad cualquiera para
esténope315 de las primeras máquinas fotográficas. Es tam­ trJ.nsformarla en subjetividad metafísica. Pero nada es
bién un dispositivo indicia!, con una dimensión "ontoló­ comparable para la camera obscura, con la cual se ha con­
gica" . Pero el mundo exterio r se p royecta allí al revés. fundido siempre la perspectiva.317 La ctJmera obscura es una
Porque ella invierte las relaciones de verticalidad, que tiene técnica "dulce" , producida por un medio físico, un artefac­
una dimensión indicia! innegable, ia camera obscura devino to lúdico y pueril si se lo compara con la dominación
para Marx la matriz de la ilusión ideológica:316 desde enton­ adulta y viril sobre lo visible que genera la perspectiva. Si
ces, la ciencia deberá restablecer las cosas, invertir la inver­ la pintura del sur, italiana, luego española (Diego Veláz­
sión ideológica. Contra el fetichismo de la mercancía, quez) , constituye el abono de la subjetividad y de la auto­
contra el valor haciéndose pasar por la fuente de todo, el rrepresentación de la ciudad, no tiene nada de semejante
trabajo humano como la naturaleza deberán ser restableci­ con la pintura del norte, por la absorción en una célula
dos en su verdad genérica. Era reconocerle implícitamente oscura de una singularidad que contempla frente a ella,
a la camera obscurtl un lugar esencial para la ratio cognoscen­ sobre una pantalla, el desarrollo del mundo , el paso del
di, un l ugar ciertamente negativo (la i magen de lo real está tiempo, el oscurecimiento de la luz y la cobertura de los
invertida) , pero irreductible, al hacer posible el conocimien­ colores. Si el sur privilegió el rayo central de la pirámide
to verdadero entendido como inversión de la inversión. La visual, que permite dominar las cosas vistas, el norte se
camera obscura aparece finalmente como un momento contentó con una visión periférica, donde los fenómenos
necesario -dialéctico- en un proceso de conocimiento, pueden advenir no en la claridad y la distinción de la fron­
momento equivalente a la encarnación del alma entendida talidad sino en la imprecisión y la penumbra de la larera­
como decadencia en Platón. Ahora bien, e su estructura la lidad. Se encontrará la división establecida por Ehrenzweig

n5 D i m i nuto ori ficio de las cámaras esrenop eicas [N. del T.] ·' 1 7 Lyorar<l, en ve rd a d , no las dist i n g ue; Damisch evo ca solamrnre su disrin­
31" Marx, Karl y Engels, friedrich, "Die deursche Id e o l o gi c" ( l 84 5- 1 846), ción. De una manera gena:il, la camera obscura n o ha s i do identi ficada como
en MEW, 3 , 1 9 5 8 ; uad. cas t . : la ideología alemana, Ilarcelona, Grijalbo, u n verdadero aparaco, sino como un dispositivo deriva d o de la perspectiva,
1 974. Kofinan, Sarah, Cammt ohJcura : de í'idéo!ogie, op. cit. lo que no ..:s para nacb ·I caso.

278 279
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

emre las dos percepciones: la central, que foca.liza e i nmovi­ detalles sin modificar nada; reencontramos de ese modo las
liza en la nitidez y la luz, pero cuya legitimidad está resrrin­ características de la imaginación según Benj amín. Esta
aida a un ánaulo
o o visual estrecho, y la "visión inconsciente", i maginación que disuelve las formas del aparecer liberando
llamada de barrido (scanning), de espectro amplio gracias a apariciones. Y volvemos siempre -como Adorno y Proust­
la cual los fenómenos surgen, pero en la periferia y en la a la linterna mágica de la infancia. Benj amin es entonces el
penumbra. Allí donde la perspectiva fija formas por el pri­ que -como filósofo- expuso los p ri ncipios y la genericidad
mado del dibujo sobre el color, del concepto sobre la materia, de la camera obscura, probablemente porque había sido un
según una tradición metafísica que se convertirá en un dca­ buen lector de Bergson , como testimonian los escritos sobre
demicismo y abrirá la vía a la numeración de la imagen, la Baudelaire. Entonces, puede formularse la hipótesis de que,
camera obscura se abre necesariamente al paso de las imá­ desde el principio, la "modernidad" se dividió según dos
genes, a la disolución, es decir, a la deformación porque los lógicas divergentes y prácticamente contemporáneas, dos
colores borran las líneas. Ella es el lugar donde las cosas aparatos: la perspectiva y la camera obscura. A partir de allí,
decl i nan sin solución de continuidad: primera experiencia dos aenealoaías han sido posibles. La de la focalización y la
o o
del movimienro en el mundo de las artes plásticas, de allí de la absorción. Pero hay un medio común a los dos apa-
la i mportancia que le acordará el barroco en arquitectura, ratos, como a las dos genealogías que provienen de ellos,
los pliegues y el despliegue indefi nido de la mónada leib­ un medio que a la vez los precede y los al i menta de fo rma
niziana según Deleuze.318 Opuesta al instantaneísmo de la constante pese a una complejización con tinua, un medio
perspectiva, la temporalidad de la camera obscura sería por por el cual ellas insisten en comunicar. Este fo ndo común
ende la de la duración continua. Reun iendo todas esas técnico, heredado de las prácticas arquitecturales de la
características, insistiendo sobre la inclusión necesaria de Edad Media, es la p royección. Difícil, en efecto, construir
todo observador, entonces sobre la absorción i nevitable, un edi ficio de alguna dimensión , callar piedras, etc., sin
sobre la co ntinuidad de lo que pasa como por sí m ismo -es p ráctica proyectiva. Estas técnicas constructivas suponen
decir como si no hubiera aparato, en una suerte de e si
un dibujo en tierra, siguiendo la imposición de esta "ley que
i n mediatez-, sobre el Bujo de un movimien to de i mágenes está hecha por el hombre '31� y que originariamente circuns­
coloreadas que arrastra las singularidades a pesar de ellas, cribe el espacio, jerarquizando lo sagrado y lo profano, el
sobre una relación con lo real que no domina (siempre con mundo de abajo y el del más allá. Esto se debe a que en un
mayor o menor violencia) , pero solamente deducido de los pri mer tiempo esta ley "positiva" fue bajada al suelo y en un

3 1 � Oeleuze, Gíl les, Le Pli. Leibniz et le bflroque, París, Minuit, 1 98 8 ; rrad.


case. : EL pliegue, Barcelona, Paidós, 1 989. Jl9 Benjamín, Walrer, Frtlgmenrs, op. cir.

280 _g ¡
..,

Jean-Lo u i s Déotte La época de los aparatos

segundo tiempo fue levantada y proyectada, a menudo con del p unto de fuga único no es más que un elemento en el
rotación, para edificar. Una vez establecido el dibuj o en seno del conjunto de proyecciones posibles, el advenimien­
tierra, el plano es proyectado y levantado si se quiere edifi­ ,
,
to que hizo época consiste en la imposición del punto de
,�
\
car.320 Si h ub o técnicas protogeométricas,311 estas no fueron fuga como punto del sujeto. Todo se j uega cuando "se" ·'

tanto quizás las de la agrim � nsura de los campesinos egip­ decide teóricamente (Alberti) que un objeto es la base de
cios, sino las técnicas de proyección, antes prácticas que una pirámide visual de la cual el ojo es el vértice. Y que
legales. Hagamos por lo tanto la hipótesis de una proyec­ p ueda cortarse esta pirámide de forma arbitraria en un
ción constructiva ortogonal, disponible quizás desde Egip­ instante, como con una lámina de guillotina, para posicio­
to, que habría encontrado dos destinos opuestos a la vez nar numéricamente los p untos de sección de los rayos lu­
tan impro bables como necesarios : sea la fijación a un minosos. El doble de esta decisión, más que su contrario,
punto cualquiera que se volverá punto del sujeto, sea el no es una proyección b ifocal o multifocal, por ejemplo,
reabsorbimiento y la absorción de ese p unto en el interior s ino una ausencia rigurosa de captación de la proyección,
mismo del dispositivo proyectivo. O bien ese punto, de una de la cual uno tiene una idea con las axonometrías, proyec­
cierta manera, imanta la proyección y saca de sí sus líneas, ción que entonces no subjetiviza sino que interioriza ese
entonces todas las líneas ortogonales del plano del cuadro neutro (la colectividad "a priori") del cual habla Adorno a
convergen hacia él; o b ien es al contrario: el punto es ab­ propósito del cine. Es el caso de la arquitectura considera­
sorbido por un dispositivo que no tiene necesidad de él para da en sí misma (y no representada) , penetrable, la arquitec­
"funcionar" . El "cuadro" ya está siempre allí: incluso sin tura siempre "de interior", esencialmente inclusiva, salvo
espectador, las imágenes pasan. De hecho, en el interior de excepciones.323 Se comprende mejor a partir de allí que
la camera obscura hay proyección de imágenes, esté o no allí Benjamín recurra a la arquitectura para introducir a la es­
el sujeto. Es necesario insistir sobre el lado no derivable e pecificidad de la recepción cinematográfica (la percepción
improbable de esta doble yección Vection):322 la perspectiva háptica, habitual, etc. ) . Arquitectura de absorbimiento

32" Cf el artículo de Jacques B o ulet en Qu 'est-ce qu'un appareil ?, o . cit. arroj ar hacia adelante. El autor juega con estos términos que en este caso no
p
3! 1Husserl, Edmund, "Die Frage n ach dem Ursprung der Geometrie als in­ tienen s u correlato en espa1íoL
remional-hi srorishes Problem", apéndice G en Die Krisis der europdischm W'ls­ 323 El caso Brunelleschi merecería ser discutido si, siguiendo a Argan, se lo
senschaften und die transzendenta!e Phdnomeno!ogie, Hamburgo , Meiner, 20 considera como de una arquitectura "perspecnvisca". Los ejem­
1 2. el promotor
m Optamos por traducir "jection" como yección. Es
una partícula de una no­ plos conservados revelan más bien la preservación de la proyección ortogo­
ción exisreme en l a teoría de l os conjuntos: dijection (diyecci ón) o bijection nil más "regular" , en particular para la capilla Pazzi . Sería una excepción: la
(b iyección). Asimismo, p rojecrion en l a lengua francesa proviene del latín cúpula de Santa María de Florencia y los dos dispositivos de experimenra­
projectio. Su primera acepción es la acción de jeter, es decir, de lanzar o de ción descri p tos por Manett i .

282 283
Jean-Louis Déocte La época de los aparatos

simplemente porque no puede focalizarse y que el hábito cuando la obra se hace cargo y e.-xhibe el aparataje material
(no la co ntemplación) es su clave. Arquitectura que es a lo q ue un sopo rte esencial puede ser reducido.
necesario entonces considerar como modo de espaciamien­ Frente al aparato proyectivo en su más simple ostenta­
ro sobre un sopo rte esencial (como el cuerpo, el papel y el ción de líneas y de mareriales predeterminados, hubo por
jardín, punibles legalmente) y no co mo un arte del espacio. lo tanto una decisión "inderivable" determinando el lugar
Se encontrará aquí la con fusión kantiana al momento de y ento nces l a "narnraleza" de la singularidad en relación
caracterizar la arquitectura, como por o tra parte el cuerpo a la p royección . De allí la necesidad de oponer dos mo­
del hombre: uno y otra no pueden ser objetos posibles para dos (proyectivos) de la imaginación: sea la instalación de
el j uicio estético porque ellos dependen de la "idea de perfec­ formas-figuras proyectadas sobre una pantalla de la cual
ción , por ende, de la ética es decir, de la ley.3�4 Por otra l a transparencia es esencial (el vidrio) para un sujeto; sea
parte, una arqui tectura está siempre aparatizada, i n cluso la deformación debido a un flujo constante de imágenes
cuando el aparato de piedras deja de ser visible por la utiliza­ p royect das sobre una pantalla reflectante para cualquie­
ción del cemento, al igual que el jardín como p uesta en rela­ ra que haga la experiencia de la desubjetivación. Sea la
ción de lugares siempre se ofrece siempre ya a priori a la orden Einbildungskraft, sea la Entstaltung. Sea Kant-Schiller, sea
y a la disposición.315 Con la arquitectura el aparato de la trama Freud-Benjamin; sea el aparecer, sea la aparición. De donde,
regular de los materiales se conjuga siempre con la ostenta­ a partir de all í, surge la distinción entre aparatos que ponen
ción (aparrtt) . Lo que aparece es entonces el mismo aparato en formas y otros que disuelven las mismas formas. O, en
en su literalidad, literalidad que la foto, m uy temprano,3-6 el mismo aparato, el acento recae, de un cierto pu nto de
como el arte comemporáneo,317 aprendieron a exh ibir. Por vista más bien en la deformación que en la formación. Y,
lo tanto es necesario también considerar el retorno de un e n las relaciones entre aparatos -la gran cuestión de la imer­
arte -como la pi ntura- o un aparato haciendo o b ra -la medialidad- el acento puesro en este que forma y en aquel
fo tografía- a un soporte esencial , aquí la a rquitectura . que deforma, etc. Si la perspectiva objetiva el pasado como
ella lo hace para todo lo que adviene, la camera de esencia
fantasmagórica no introduce n i nguna diferencia diacrónica,
.t!·i Kanr, Imman ucl, Kritik der Urreilskraft, op. cit.
m Véase nuestro " Des jard.ins suspendus " en Menique Mosser y Philippe Nys
y p rivilegia una suerte de "presente vivo"31� sin la capacidad
(dir.) , LeJnrdi11, 11rt et lieu de mémoire, 8esanc;on, édi ions de l'1mpri meur, J 995. de s ín tesis de los momentos del riempo.
-'2" Cf Salzman n , Augusre, " Jérusalem, enceime du Temple, déraih de l'appareil
de la píscíne probarique ( 1 836), en André Rou illé, Ú1 Photographie en Frnnce.
"

Textes et controverses, 1816-1871 París, Macula, 1 989.


JP Déorre, Jean-Lou is, " Gagean, pei nrre d'appareil " DrOle d'épor¡ue, Nancy,
2004. .'l� En s e n t ido h usserliana.

284 285
""°'"!
1

Jean-Louis Déotte La época de ios aparatos

El bucle museal retroactivo la otra genealogía, el museo es una institución inclusiva, casi
1 • • 1 ,
cerrada sobre sí misma, que controla s1sterr1ancamente lOS
El museo podrá en tonces ser analizado bajo dos aspectos. input. En síntesis, más bien una camera obscura. Benjamín
Por una parte, como lugar de suspensión de los dispositivos escribirá: una casa del sueño colectivo.330 La temporalidad
ya no es entonces la de la repetición del placer estético , en
de destinación teológico-polfrico-social, es una institución
de olvido activo, de suspensión y de p uesta entre parénte­ el sentido en que haber sido tocado por una obra suscita
sis de los efectos de dispositivo. El museo "libera'' porque el deseo de una reiteración , sino que ella es metamórfica
expone las obras reducidas a sí mismas, es decir, según su
Á en el sentido (plural) de Malraux. Lo que entre o tras cosas
literalidad. El museo inventa, según un nuevo p rincipio de significa que la temporalid ad museal es la de la retroacció n.
aparatización, la literalidad del suspenso, allí donde hasta
Es la obra más reciente (valor de contempo raneidad o de
ahora las obras , soportando una intensa destinación, trans­
novedad según Riegl) 33 1 que hace elevar las reservas de lo
formaban las singularidades en kanaks de tal etnia, en cris­
que estaba allí, pero cuya importancia se había olvidado. El
tianos, en bizantinos iconófilos, en estalinistas, etc. Por estas
"valor de antigüedad" es una consecuencia de la novedad,
características, el museo abre la posibilidad no de una nueva
s alvo que lo que asciende, a menudo lo más arcaico, es en
adelante considerado en sí mismo en su novedad" p uesto
destinación en tamo que tal, rigurosamente definida sino "
la de una virtualidad: 329 la del suj eto de la estética descripto
que había sido olvidado. No es la certeza de la diferencia
por el Kant de la Crítica de la facultad dejuzgar. En efecto, 1 • " " 332 . .

de los tiemoos la que gana, el "valor de h istona , es deor,


la relación que mantiene este sujeto con la cosa, de la cual la certeza de la irreductibi lidad de un pasado inasimilable,
dirá, después de su encuentro, que ella le p rovocó un placer
por lo tanto bárbaro , lo que b usca hacer p asar Flauben en
desinteresado, estético, llamado de pura contemplación.
Sa!ambó, por ejemplo; sino una s uerte de ilusión de con­
Lo que s upone a pesar de todo una focalización, incluso
temporane idad entre el pasado incluso más arcaico, o lo
si lo que importa finalmente es el j uego armonioso de dos
exógcno más radicalmente otro, y la novedad. Sintetizand o,
facultades del conocer, que funcionan en cieno modo sin
todo ocurre como si ese pasado exógeno inventado por la
finalidad: la imaginación y el entendimiento. La imagina­
novedad fuera en realidad la causa física de esta última.
ción es aquí facultad o potencia de formación, de síntesis
Desde ese momento , los organizado res de exposicion es, los
de las data sensibles, incluso si esta potencia es suspendida
(noción de finalidad sin fin) . Pero al mismo riempo y según
3Jo Brnj amin, Wcilrer, "Paris, cap itale du XIXeme sicclc", op. cit.
3 3 1 Ricgl, Al ois, Dcr modeme Denkma!/m!tw, sein Wesen und seine Entstehung,
·'29 Leer más adelante el anál isis de los efectos pragmáticos de El arca rusa
op. cit.
(2002), de Sokúrov.
332 Siempre en el sen tido de Riegl.

286 287
Jean-Lo u is Déoae La época de los aparatos

críticos y los historiadores del arte no cesan de reinventar ciertos pliegues de lo sensible (algunas obras) porque no
prefiguraciones de la modernidad, modernidad de antes b usca reconocer con un saber de historiador del arte la pieza
de la modernidad que es ya moderno: Puvis de Chavanne que hace la diferencia pues ella i m plica, más esencialmente
debía convenirse un día en p ro feta de lo moderno. La que otras, la verdad de una época. La arquitectura del mu­
novedad inventa la cont� mporaneidad del pasado, al cual, seo debe respetar esta doble coacción para operar a su vez
por el contrario, se le atribuye el causarla. Se encuentra ese (el museo Picasso en París de S i mounet) , sin no obstante
nexo en Adorno: "Si las grandes obras de arte del pasado imponerse como obra de arquitectura haciendo desaparecer
parecen cerradas y simplemente idénticas a su lenguaje, ese el arte (Frank O. Gehry en Bilbao para l a fundación Gug­
es un aspecto superficial. En realidad, ellas so n campos de genheim) . O la marca de la obra puede j ugar, o ganar la dis­
fuerzas donde se expone el con fücto entre la norma p res­ tracción (o el vértigo físico como en Nueva York con Frank
cripra y la voz que esas obras buscan hacer escuchar. ( ... ] La Lloyd Wright para la misma fundación) . Es que un museo
frase de Valéry según la cual lo mejor de lo n uevo en arte permanece como una sucesión de cajas donde el primado
corresponde siempre a una necesidad vieja es de un alcance del blanco de las superficies de exposición no es pese a todo
inconmensurable: ella dice antes que nada y claramente que ineludible,334 como lo mostró Daniel Buren en tuttgart.335
en esas manifestaciones más notorias -que se desacredita
calificándolas de experimentales- lo n uevo es la respuesta
obligada a cuestiones irresolubles, pero destruye también al E1 "eso ha sido" fotográfico
mismo tiempo la apariencia ideológica de la clausura bien­
aventurada, apariencia cuyo pasado se enreda de mil modos Analicemos desde ese doble punto de vista el aparato
porque el antiguo sufrimiento ya no puede leerse directa­ fotográfico. En un primer momento, se pondrá el acento
mente allí como cifra del sufrimiento del mundo actual".333 en el funcionamiento de este aparato en aquello que este
La imaginación no opera aquí en modo alguno al ser­ pone en j uego no una relación i ndicial (como lo será en
vicio de la identificación de la obra, incluso suspendida en Barrhes y Rosalind Krauss) , sino más bien una relación cuasi
su fi nalidad como en el caso del placer estético kantiano. j urídica, legal, llamada de fideicomiso. De allí una suerte de
Es al comrario la imaginación de scanning que describe temporalidad de la necesidad del legado entre tres instan­
perfectamente Salles en Le Regard. La imaginación de aquel cias: el cuerpo observado y transmi tido como imagen (el
-el verdadero coleccionista- que sólo p uede ser sensible a
m Yi ni;:o n , René, Arti.fices d'exposirion, París, CHa rmanan, t 999.

33� Buren, Oamiel, Hier zmd dtt. Arbeiren vor Ort, Srurrgarc, SrnJrsgalerie,
m Adorno, Theodor \Y/., "Die Kunsr u n d die Künsre" op. cit. 1 990.

288 289
Jcan-Louis Déotte
La época de los aparatos

historiográfico positivista339 y j urídi co. Ella puede reabrir el


disp onente), la instancia legal (el fotógrafo como gravamen de 1 •

pasaao como s1 otras conexiones distin tas de las comproba-


restitución) que en trega la imagen a un tercero (el convocado
das por los archivos fueran posi bles . Así) s i la historioo-rafía
o fideicomisario: el esp ectador) . Esa temporalidad del dis­
positivista cuenta la sucesión de los acontecimientos �orno
positivo del aparato es indisociable de un efecto producido
si se tratara de una relación causal, irreversible e i nevita­
sobre el sujeto "convo cado" . Este efecto es denominado de
ble, B enj amín sugiere, tanto en " Pequeña historia de la
confianza (trust) por .Arthur. C. Danto a propósiro de las "
fotografía" como en las "Tesis . . . y fi nalmente en " París . . . " ,
fotos de Robert Map plcthorpe. 336 La singularidad cualquiera
que cada foto encierra una utopía alojada en e l pasado. No
es convocada para reconocer y dar un nombre a esos trazos
una utopía pasada, sino una uropía en el seno del pasado :
sustentados por un sopo rte óp tico-químico. Una foto de
las cosas habrían podido ocurrir de manera diferente, el
Mapp lethorpe comporta mej or que otras, de él o de o tros
despliegue de las líneas de fuga habría podido conducirnos
fotógrafos, la verdad de este aparato: el Autorretrato del bas­
tón con una calavera de 1 98 8 . 3"7
a o tra parte. El modelo de escritura de la historia es literal­
mente fotográfico: la tarea de los historiadores del futuro
El ap arato fo to idealizando el disponente registra la
desaparición de lo sensible que así ha sido.338 La foto entra
vuelve a desarrollar finalmente una película i mpresionada
pero aban donada por la historia de los venceuores.
En El reparto de
en conj unción con el género del discurso denotativo (his­
lo sensible, Ranciere vuelve sobre las re­
toriogd.fico: cuestión del archivo) cuando se trata para el
laciones entre literatura y aparato fotográfico a propósiro de
género denotativo de hacer la experiencia de la existencia
la i nvención de lo pros::lÍco
: y de la literalidad. Es conocida
física de su referente, en un momento de crisis de la expe­
riencia histórica (revisio nismo y falsificación de la historia) .
su tesis: no es el aparato fotográfico el que hizo surgir lo
cualquiera como referente posible del arte, sino la literatura,
Si cada foto enquista un eso ha sido, entonces la ima­
en particular Flaubcrt y la escritura paratáxica de las peque­
Madanz e Bovary.
ginación deformante puede ahora aplicarse a desp legar el
ñas sensaciones de Para Ranciere se trata
acontecimiento pasado de otro modo que a través del relato
de il ustrar el "principio de indiferencia", 310 que caracteriza
el "régimen estético del arte": in difere ncia en cuan to a los
temas, a las sicuaciones, a los héroes (una hija de gfanjero
33c. Danro, Anh ur. C., P!aying with the Edge. The Photographic Achievcment of
Robert lvfapp!ethorpe, Múnich - Lo ndrcs-París, Shirmer- Mose!, 1 9 92.
·137 D é o rre, Jean-Louis, '' Mapplerhorpc : la fidéicommission " , en L'lío111 mc 339 '(racaue ,
" " l. � ' . '
S.t e g1neu, "L a 1 )h otogra phie", en Le Vi:y11ge et la drtmc, op. cii.
de l'erre. Esrhétiques beujaminú:nnes, op. cit.
L11
· S e . p.o dna .p.e rfecramenrc h :i l b r el origen empírico de lo q u e devendrá
33� Barrhes, Roland, Chambre claire : note sur Ít1 photogmphie, París, Le .
p n nc1p10 esrcnco del lado ele la h e terogeneidad d e Li p rcsenración de l a �
Seuil , Cahiers d u cinéma, 1 9 8 0 ; rrad. cast.: La cámara lúcida, Barcel ona,
novedades por la gran p ren s a, dundc l o n1<is b;ijo s e co d ea c o n l o m á s a i r o. .
G u sravo G i l i , 1 9 8 2 .

291
290
Jean-Louis Déotte
La época de los aparatos

cauchois3:. 1 puede ser tan interesante como una p ri ncesa


de destina ción, la fotografía libera el campo de percep ción
cartaginesa) con respecte a los efectos esperados sobre el
para la estética . de repent e todo el amarill o de un pequeñ o
público. Indiferencia que no se entiende más que en rela­
muro olvidad o en el medio de las arenas se impon e como
ción a otro régimen de arte, lo "representativo" , aristotélico,
el motivo central. )43 Por otra parte, la fotografía hace posible
que jerarquizaba los temas, las situaciones, los personajes,
el "nuevo régime n del arte" prolong ando tambié n el círculo
los créneros literarios, etc . , eh funció n del público y de sus
del museo, multipl icando los suspensos dispon ibles. Todo lo

exp ctativas, conocidas ento nces por anticipado. Ranciere
que es fotografiado entra directamente al museo. Tal será de
describe así una verdadera destinación del arre que habría
hecho la gran lección de Malraux cuyo museo -imagi nario­
dejado, más o menos rápido según las diferentes arres, de
es un museo de fotografías de escultu ras. L1. fotografía in­
programar las producción poética a partir del umbral Hu /

� venta tambié n suspensos por sustracción. Museo y fotografía
Flaubert. La fotografía sería la heredera de esta revoluc10n
son cómpli ces y además casi contem poráne os. Tales son en
literaria y no a la inversa. La tesis ranciereana reduce el
realida d las dos fases de un mismo aparato . Todo museo es
aparata foi::ográfico al dispositivo de registro positivista que
un museo de fotografías. Inversa mente, en todo suspen so
él es. Pero al rratarse de Flaubert y de sus relaciones con la
museal está el espectro de una destinación. De un lado la
fotografía, 1<1"' :osas podrían ser descripras de forma diferen­
prótesis perspectivista, del otro la cámara de inclusió n.
te. Se sabe que Flaubert no apreciaba ni la fotografía ni los
fotógrafos,3"11 pero puede hacerse la hipótesis de que, ubica­

El apres-coup analítico
do en la situación de describir monumentos, en particular
egipcios, en su potencia de destinación teológica -tal será
el tema de La tentación de San Antonio-- fue liberado de esta
Por u n lado, la cura psicoa nalítica -esenc ialmen te
tarea que incumbía a todo viajero o a todo filósofo (pense­
p royecti va en la transfe rencia y la contra transfe rencia- ,
mos en Hegel) por el simple hecho de que un fotógrafo lo
la práctica como la teoría, los Escritos técnicos de Freud
había hecho por él, en este caso Maxime Du Camp. No es
corno su Jvletapsicologia, hicieron surgir otra tempor alidad
só lo el b
crénero literario "carnets de viaje" el que se encuentra
.
de la cual puede decirse que es la del sujeto- testigo , del
perturbado, sino la posibilidad para la literatura de abnrse a
pasean te-histo riador benjam iniano , de la anamnesis de lo
la literalidad y a lo prosaico. De lo que registra mecánica y
sensible en Lyotard. Es la tempor alidad del apres-coup. Del
sis temáticamente de la monumental idad de la viej a potencia

K• Flauberr, Guscave, �yages (presenrado por Domínique Rarbéris ), París, Arléa,


.• n Original del País de Caux, en el noroeste de Francia [N. del T] .
. 1 998; en panicular Voyage en Orienr, erad. cast.: Viaje a Oriente, Madrid,
«! L-is cartas a Louise Colet del 1 5 de enero y del J 4 de agosro, por e¡emplo. Cá­
redra, 1 993. En los Ca.rners prolifera n esros viscosos morivos.

292
293
¡·

J can-Louis Oéotte La époci. de los aparatos

tiempo que es necesario para la instancia del cuadro. Una épocas m uy díforemes aparatos de arquitectura de los que
temporalidad en dos actos. Cuando la cosa tuvo lugar, no se han preservado los archivos y, por consiguiente el conoci­
existió nadie, no hubo sujeto para atestiguarlo. Es que se miento, aparatos que podrían encontrarse al mismo tiempo
trataba de un acon tecimiento, por definición imprevisible e y en el mismo lugar como si p udieran desplegarse los unos
inesperado. Un aco ntecimiento esperado, para el cual habría a partir de los otros. El o rden de aparición de esos espectros
ya t stimonios, no sería un ac¿ntecimiento. La cosa -el afec­
� históricos podrían respetar la cró nica pero tam b ién violarla,
to- ha sido como absorbida sin ser registrada, sin encontrar el aparato más reciente que e ngendra el más viej o según la
soporte de inscripción adecuado. Luego, cuando poco a poco irregularidad de la temporalidad m useal. Ahora bien, cada
algo como un soporte de inscripción subjetivo ha tomado aparato arquitecmral había tenido la capacidad de inventar
lugar con la singularidad adulta, el lenguaje, la i nscripción una temporalidad específica y de generar tal o cual comu­
devino posible, pero hacía muchísimo tiempo que la cosa nidad. La dificul tad que encuentra entonces el arqueólogo
no estaba más allí. El sujeto-testigo no es por tanto contem­ de los aparatos es más grande aún que la de la arqueología
poráneo del acontecimiento que, sin embargo, persiste en él. freudiana, la que ya no era poca. La imaginación defor­
Del o tro lado, la camera obscura se impone al psico aná­ mante p uede hacer surgir un templo pagan o de una iglesia
lisis como un m odelo paradój i co de la presencia en un católica e inversamente, pero a ese n ivel no son más que
mismo lugar (Roma) de épocas incompo nibles .344 La lógica sím bolos (de hecho representacio nes de cosa) que ocupan
pri maria del sistema inconsciente no conoce ni la negación p o co l ugar, y tienen la inmaterialidad del s ueño. La ficción
ni el p rincipio de contradicción, al igual que la irreversi­ freu di ana del sistema inconsciente p ermi te dar cuenta de
b ilidad y la muerte son desco nocidas p o r la imaginación la copresencia de acontecimientos de épocas heterogéneas
deformante. El inconsciente no escribe crónicas, lo que en el mismo lugar porque los trazados de las infraes truc­
supondría la conexión de un nombre propio, de una fecha turas de aparatos p ueden s up erponerse s i n perjuicio para
y de un no mbre de lugar, por lo tanto, toda una lógica de esta superficie de inscri p ción del sistema inconsciente que
nombres propio s . 14º En la ficción p s i coarqueológica de no ha de responder a los criterios de la deno tación. Pero
Freud, sob re el mismo sitio de Roma fueron edificadas en la fi cción es i m o o rcme para hacer resurgir a partir de esos
trazos , de esas representacio nes de cosa, la capaci'dad de
Wi
Freud, Sigmund, Das Unbchagm in der Kuftur, Viena, l nrernationaler Psy­ cada aparato para generar una temporalida d p ro pia. Pues
choanalytischer Veriag, i 9 3 0 ; trad. CdSt. : El malestar en lr1 cultura, Madrid, si el sistema inconsciente no co n oce la diferencia de tiem­
Alia nza, 1 97 0 . El psicoanálisis usa, corno lo señala A.ndré Green, numerosas
p os , si para él todos los trazos son co n tempo ráneos en una
figuras <le l a temporalidad, pero la del "aprcs-coup" es su inve nción propia.
3'' Kripke, Saul, Naming and Nemsity, Cambridge (ivll\) , H arvard Univcrsü:y suene de cuasi eterni dad., de cuasi identidad, no puede a
Press, 1 972; rrad. c:i.s r . : El. nombrar./ la 11ccesid11d, México, UNAl\1, 1 9 9 5 .

294 295
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

fortiori hacer contemporáneos aparatos que, cada uno por sí constructer.�46 Todo cambia a fines del siglo XVIII, cuando
mismo, han generado una temporalidad heterogénea a los los primeros museos alemanes -esencialmente Dresde- dan
ouos, es decir, diferencias de tiempos que no se solapan. El a los románticos de Jena la idea de una literatura universal,
sisrema inconsciente es a la vez el triunfo de la imaginación una symliteratu.r abarcadora de las literaturas populares.
deformante, que tiene como cumbre las operaciones del Desde entonces, cada obra, luego cada arte, es concebida
"trabaj o del sueño'', y su límite, debido a la indiferencia como si debiera encadenarse con otra obra, con otro arte,
entre las representaciones de los muertos y de los vivos o para amplificarlos. Así, el pasado estaba absorbido en el
de su igualdad absoluta. El aparato psicoanalítico tiene un movimiento que constituía el absoluto. Contemporáneo de
doble arquitectónico : el pasaje urbano. Sobre el fo ndo de la revolución en Francia, que se proclamaba en referencia a
exposición de la mercancía, el paseante benjaminiano es Roma como antes Florencia, Quattremere de Quincy i nven­
idealmente un analista porque supo poner entre parénresis taba el patrimonio es decir, todo un nuevo modo de ser de
todo saber p;i a devenir historiador de acontecimientos la representación. Los aparatos van poco a poco a dejar de
que no han dej ado huellas. Los "vencidos de la historia" ser sólo proyectivos para devenir también archivísticos, tal
no tienen archivos y no entrarán por lo tanto en n inguna como se vio su neces idad en las Meditaciones de Descartes.
dialéctica que habría podido reivindicarlos. Como en las Eso introdujo un cambio de rumbo considerable en el hori­
foros de calles o de plazas parisienses desiertas de Atget, zonte del saber y de la estética. La memoria, según sus dife­
un crimen fue cometido, pero el cuerpo desapareció. La rentes modos, va a volver a ser la facultad del conocimiento
lecrura benj aminiana anuncia una verdadera ruptura an­ que era en Platón. Pero se trata de una memoria cultural ,
tropológica, otra era, la de la desaparición, sobre fondo de cada vez más una memoria-mundo, hasta que, con Arendt,
dominación general del valor mercantil. memoria e imaginación sean confundidas. 14� La Estética de
Hegel348 había ya consistido en un inmenso recorrido de
memoria museal. Se ha señalado la importancia del Louvre
La heterocronía cinematográfica para Holderlin. Se sabe que la pintura romántica alemana es

Si la aparatización moderna por excelencia es la pers­


346 Bouler, Jacques, artículo en Apparci/; etfarme.r de Íll remporalité, seminario
pectiva/ camera obscura por el triun fo de la física galileana, de la M H Paris-Nord 2003-2004, París, L'Harmattan, 200 ) .
3-i- Aren de, Hannah, 77Je Lift ofthe Mind,
entonces el conocimiento ha sido entendido clásicamente en ueva York, Harcourt Bracc Jov:movich,
1 978; rrad. cast.: La 11ida riel espíriru, Barcelona, Paidós, 2002.
términos de proyección, según el orden de la conciencia. La
3•8 Hegel, Georg \V F. , Vorlmmgen iiher die Aesrherik ( 1 835- 1 83 8 ) , Hei nrich

temporalidad general de la proyección es la del eso serd del G ust:iv Horho (ed.), Berlín, Duncker und Humblot, 1 84 2- 1 843; rrad. cast. :
Leccio11es sobre la estética, Madrid, A.ka!, 1 989.

296 �97
,.

Jean-Louis Oéottc La época de los apararas

una pintura de la memoria.Y'� De fo rma p aradój ica, mien­ temporalidad que sólo tienen al pasado co mo horizonte.
rras más ensanche la democracia su círculo rocquevil l iano No hay autonomía sin archivos, sin arqueonomía. Sería
inclusivo (la biopolf rica moderna según Foucault, la i nte­ necesario escribir: auto-arqueo-nomía . :152 Desde entonces
gració n de los l isiados sensoriales y psíquicos según Gladys no solamente nuestros aparatos serán siempre de represen­
Swain),3'º más van a ampliar d campo de las cuestiones sobre tación, sino que esta última estará en el pasado según el
las cuales es necesario debatir '("la política") los "sans-part" principio del retrovisor353 para un vehículo desplazándose.
ranciereanos, mis va a perder sus límites y sus fronteras (Le­ En el corazón de cada aparato posrevolucionario, un espejo
fort) la escena pública, más será la s imultaneidad (Nancy) la que proyecta las representaciones hacia atrás. Las i mágenes
temporalidad de la comunidad "en acto" ; y más regresarán de la camera obscura no son más deducidas en s u inmediata
al pasado los aparatos posrevolucionarios. Los aparatos van simultaneidad con el o bservador sino que, por la s uperficie
a devenir retrop royectivos. La ampliación de la inclusión de (re) producción, en tran en la dimensión de la retenci ón.
absorbente y la certeza de que el hogar de la legitimidad Es que el deber de memoria de n ingún modo data de la
está en el centro -pern un centro que no debe confundirse catástrofe de los genocidios del siglo pasado . El p rincipio de
con el poder según la lección de Lefort, un centro que debe apara tización no será solamente la perspectiva sino la traza
permanecer desocupado- hacen que la proyección vaya a de la arqueonomía. De ahí el privilegio del aparato cinema­
conj ugarse con el pasado. Como si el nuevo asiento de la tográfico, porque el cine es, según Andrei Tarkovsk.i,-151 "es­
legitimidad -el centro vacío como hogar del sentido- sólo culmra del tiempo" . Todos los aparatos posrcvolucio narios
fuera posible articu lado con b referencia a los archivos, será n movilizados, y codas sus temporalidades heterogéneas
cuyo dominio no cesa por o tra parte de ampliarse. 351 "Au­ (comprendida la de dispositivos aparecidos d espués del cine
tonomía" no puede conj ugarse mis que con "arq ueología" como el video) conjugadas . Se hará por tanto la hipótesis de
en el sentido m ás general. Cuanto más "uno" se divide a que el cine no es este aparato que privilegia la escritura de
propós ito del sentido que debe darse a las cosas, más "uno" montaje más que porque el m ismo, sobre fondo de aparato
delibera, en el límite de la stas is, de la guerra civil según narrativo , es un montaje de aparatos pos revolucionarios.
los a tenienses y más ''uno" debe inventar nuevas formas de Pero será necesario distinguir los modos de encadenamiento

.wJ Lép r o n r , Cacherine, Cmpar D1zvid }/-iedrich : des p,1yst1ges les yeux Jénnés, 352 Cuy.t primera formulación filosófic1 se er.cuenrr:i q u izás en Vico .
París, G:il l i mJrd, l 9 9 5 . 353 Lcucrar, Je:i.n-Louis, Le plus s i m p l e app arei l ou Du ciném:i comme
"

''" Swain, Glad ys, Dialogue auec L'ime12Sé, París, Callimard, 1 9 94; erad. case.: Did­ récroviseur " , en Qu �'st-ce q11'11n apparci! ?, op. cit.
logo con el iwt:mato, M a d r i d , Asociación Espanola de 3 5 ' Tarkovski, Andrci, Le temps scellé, París, É d i ri óns de l ' f:roile, Cahi crs d u

c i n éma, 1 9 8 9 ; erad. c:isr.: Esculpir e l tiempo, M:i<l ri d , Edicio nes Rialp, l 9 97 .


Neuro p si q u i arría, 2 0 0 9 .
' " C f l o s t r:ibajos de Arl c trc Far g c .

298 2 ') 9
Jean-Louis Déocte

de las frases-imágenes según la necesidad de los aparatos de


su p uesta en evidencia en tal o cual filme. La perspectiva
podrá ser movilizada: EL contrato delpintor de Greenaway;
lacamera obscura: Madre e hijo ( 1 9 97) de Sokúrov; el mu­
seo: Histoire(s) du cinéma ( 1 988- 1 998) de Godard, la foto : ALEKSAND R SoKÚRov· EL MUSEO CONTRARIADO
La jetée de Marker; e l psicoañál isis : Je t'aime, je t'aime de POR EL CINEMATÓGRAFO (EL ARCA RUSA)
Resnais; el video: Family Viewing ( 1 9 87) de Egoyán, etc. El
cine no es pues el "séptimo arte", una musa más tecnológica
que otras. En el límite, por ese lado holista de la absorción Sokúrov, gracias a una cámara digital de alta definición
de todos los otros aparatos, acentuado por la posibilidad
transportada en steadicam, registró en el museo del Hermita­
de la digitalización de las i mágenes y de los sonidos, y por
ge de San Petersburgo, en una sola toma de ochenta y cinco
la difusión sobre la tela, es más uno de los regímenes de la m in utos, tres siglos de la historia rusa, una historia que se
legitimidad de la aisthesis que un simple aparato; es casi una detiene antes de la Revolución de 1 9 1 7 Co nfundiéndose
norma: la de la acogida de rodas las temporalidades posibles. con el ojo de la cámara, se sigue al marqués de C ustine,
El régimen que dejaría más chance a lo improbable y a la escritor y diplomático francés,3'i7 en un baile ofrecido en
heterogeneidad. Así Ranciere,�5� cuando analiza el cine, pone el palacio i mperial convertido en arca donde beben y dan­
el acento sobre todas las lógicas heterogéneas que vienen a zan los noé de la polícica rusa. Para los críticos,358 esta arca
contrarrestar la de la fábula aristotélica esencial, según él , al
representa un enclave cultural, un territorio p reservado de
cine, lógicas que dependen ya sea del aparato cinematográ­ la memoria. Según ellos, los espectadores son invitados a
fico mismo (Epstein) ,356 ya sea de la televisión. No hab ría seguir al portador del steadicam y su guía francés, pasar con
nada de i mprudente en escri bir que es la filosofía francesa ellos danzando de sala en sala, atravesar las puertas -que
contemporánea (Deleuze, Lyotard, Badiou, Rancicre) la
que, en verdad, ha sistematizado, en nombre de su reflexión m El marqués de Cusrine deja un cesrimonio cáusrico y profético sob re l a
sobre el acontecimiento, ese poder del cine. Rusia del zar: L 11 Rmsíe e n 1839 o lettres de R11súe, París, Édirions de l a
l Touvelle France, l 946.
3 ' 8 Véase la revisra \-'errigo nº 2 4 , Le Scerzrlicnm rt-t-il
1111e !une, dedicada al s!et1 -
dic11m y al filme de Sokúrov. El steadícmn es un siscema de esrabilizac ión
de
imágenes par:i cámaras rransporra das, i nvenrado por Garrer Brown en 1 973 .
;;; Ranciere, J:icques, la Jable ci11émniographique, op. cit. Esce disposirivo es uno de los más inervanres pucsro que: luce cuerpo con el
3'1• Sería necesario agregar a esce rírulo el anál isis del rexro de Je:m Epsce i n , operador sin i ntroducir los penosos movim ientos de una cámara t rasladada
L lnte!ligence d'une machine, París, J . Melor, 1 946; trad. cast.: La inteLigenria con gran esfuerzo; hace pos ibles los desplazam ienros más dcporrivos y la
de u11a mríquina, Buenos Ai res, Nueva Visión, 1 960. apertura a la im provisación del acror.

300
30 1
L a época de l o s aparatos
Jean-Louis Déotte

Sokúrov, irónicamente, al igual que Godard con el Lou­


son otros tamos cortes de un montaj e virtual, que divide las
vre, sabe que el museo, porque es galería y pasaje, exige de la
escenas- no tanto para examinar los bastidores de lo social
singularidad cualquiera que pase, que se deslice. El museo,
y de la política como para exaltarlos. El baile intemporal al
invención del siglo A.7VIII, antes que el pasaje urbano del
cual uno es invitado es algo de admirar como un cuadro de
XIX, inaugura el paseante opuesto al creyente. Uno sobre­
museo, única prueba que permanece de una época fasta y
vuela las obras deshaciendo las j erarquías y los nexos, el otro
gloriosa en la que primaba lá belíeza. Pese a su lado sarcásti­
se inmoviliza de estasis en estasis, quizás hasta el éxtasis . En el
co, el discurso que profieren los visitantes Custine y Sokúrov
museo, en lo sucesivo, las obras que eran de culto, consagra­
traduce una afirmación perentoria: Rusia no tiene ni edad ni
das a una relativa invisibilidad como en una iglesia o en un
pasado. Su p resencia, que es toda eternidad, no es cuestión
templo, son libradas a la exposición pública y, por tanto, a la
de duelo ni de memoria, sino de nostalgia sin escrúpulo y
luz que amenaza borrarlas poco a poco sobreexponié ndolas.
de capricho metafísico, que depende de la restauración de
Quien dice exposición dice público, por lo tanto, p ublici­
un orden antiguo y de una visión insolente de la historia.
dad. Todos estos términos han recibido en el siglo XVIII
La conclusión del crírico André Roy359 merece ser analizada:
una nueva acepción a partir del n uevo aparato museal. El
reconoce el desempeño técnico de Sokúrov, experiencia sen­
museo inventó literalmente la estética (en la teoría y en la
sorio-mo triz sin duda alguna, en el límite de la alucinación,
p ráctica, pero también la teoría del arte, la historia del arte
importante y necesaria, sin embargo, en el cuestionamiento
de la duración de los planos y del rechazo de las uniones.
la crÍtica) , allí donde antes se imponía la s upremacía de u �
No obstante, el resultado se presenta como paradój ico : el arte -de culto, de destinación, de Bestimmung- que genera
comunidad. No son tanto las obras que cambian como el
flujo quieto que es el plano es concebido lo mismo para
reabsorber el tiempo como para ho mogeneizar la mirada. aparato que las toma a cargo : la misma obra (por ejemplo

Un aparato (el museo , el Hermitage) deviene el lugar una pintura de altar en una iglesia) que tenía una función

donde se despliega el f1lme en un interminable plano único, pedagógica -liberar el mensaje cristiano a los iletrados-,

e impone, además, una temporalidad específica, continuista por el solo hecho de que fue transportada intacta a un mu­

y metamórfica,360 por tanto transhis tórica. En ese sentido, seo, va a poder ser la ocasión de lo que Kant llamará j uicio

este aparato impone su modo de encadenamiento a las desinteresad o, contemplati vo : s ubJ. etivo y' sin embaro-o
. b '

frases- imágenes del cine. Pero en sí mismo, al revés, no universal, estético. Pero habrá un precio a pagar: la obra ya

permanece intacto. no tendrá la capacidad de destinar una comunidad (aquí


cristi ana) , no hará más mundo, no engendrará más su lugar
159 Roy, André, " Embaumem en r " , en Spirafe, nº 1 9 1 , Momreal, 2 0 0 3 . como su habitáculo. Pues si esta obra repetía en pin tura la
36" Malraux, AnL1ré, Psychologie de L'art, París, Skira, 1 949- l 9 5 0 .

302 303
Jean-Lo uis Déotte La época de los aparatos

verdad del cristianismo (por ejemplo la Madonna Sixtina de netra en un desfile de salas del museo hasta la sala de baile,
Rafael comentada por Heidegger, la ofrenda del Hij o por la final, donde, de contemplador de cuadros se convierte en
Madre, es decir, el desvelamiento cristiano como esencia de bailarín, como si reencontrara su tiempo.
la verdad) , en un museo, en este caso el de Dresde, no será ¿Co n templador? Por su solo hecho, por su sola pre­
más que una "representación'',361 escribe Heidegger. Algo sencia, los cuadros vuelven a devenir dispositivos de des­
que no tiene más que una ' relación lejana con la esencia tinación : los personajes históricos que constituyeron las
del cristianismo, porque desciende al mundo de la cultura. fabulosas colecciones, construyeron los palacios de San
La mayor parte de los contemporáneos del museo, hasta Petersburgo, y adornaron, salvaguardándolos, como la em­
Adorno y Heidegger (y sus discípulos) , han interpretado peratriz Catalina o la familia del zar Alej andro, se suceden
de manera nihilista la genial estetización m useal como una allí familiarmente. Será necesario, por lo tanto, un extran­
degradación, una ruinificación, una caída, la muerte del arte, j ero para que las obras y los coleccionistas se encuentren
etc. Se puede ser menos melodramático y menos nostálgico entre s í, readquiriendo una suerte de aura en lo que bien
y decir que con los museos, los verdaderos creadores de las podría ser una empresa de remitologización en el mundo
obras (la masa de anónimos) parten a la conquista de lo m useal que, por su lado suspensivo, provoca an tes olvido
que no habría podido existir sin ellos. El museo enuncia, que memoria viviente. Pues el museo no es ciertamente
en efecto, un doble principio de igualdad, revolucionario: un lugar de memoria para los con temporáneos de los
todos son iguales porque todos pueden j uzgar las obras, por aconteci mientos y de las obras: es un aparato de olvido
lo tanto, lo acontecimientos, todos podremos volvernos activo que desencanta el mundo , arruinando la potencia
artistas al comenzar a apropiarnos de las reproducciones de de los viej os ídolos, terrestres o celestes. Desde e ntonces ,
las obras. La política del museo prepara la del cine, donde hacer "revivir" a Catalina -esta fabulosa coleccion ista que
se afirmará, además, "el derecho de todos a dar de sí mismos asegura su legi timidad culmral a los ojos de Occidente ha­
apariencias", según la fuerte reivindicación de Benjamín . El ciendo comprar lo mejor de su época que los marchands
comportamiento del paseante-espectador de un museo en de arte poseían- o a esos zares del comienzo del s iglo XX
un filme es un dato revelador de la política de un cineasta. que hicieron traer a San Petersburgo lo esencial de un año
El extranjero de EL arca rusa entra en los bastidores de un de pro ducción de la vanguardia francesa, con com pras en
teatro y, siempre seguido por una suerte de testigo s ubjetivo los talleres paris ienses , es evocar la figura de cuasi espec­
que lo registra como un espejo hacia el cual se vuelve, pe- tros. En realidad, Catal ina sale del palacio y se pierde en
la nieve por un extranjero que habrá sido momentánea­
men te un cortesano. Estas figuras históricas sucesivas son
36 1 Heidegger, Martin, " La Madone Sixtine de Raphael " op. cit.

304 305
Jc:m-Lou is Déo ctc La época de los aparatos

más familiares que extrañas, el coleccionista se transforma figuras: es a la vez el que enhebra musealmente -la famosa
en eco o en sombra de lo que adquirió, como las Gracias metamorfosis según Malraux- las épocas s in pertenecer a
de un cuadro i taliano se escapan haciendo piruetas segú n ninguna (un europeo del oeste del siglo XVIII, cualquier
la línea de fuga de una galería. ¿ Es así como perduran bs romántico , él mismo salido j usto del museo de Dresde,
viejas des tinaciones de obras : como huellas de mundos matriz de la estética del Athenaeum de los Novalis, Schle­
que ellas cngendraron?:J62 ·sokúrov intenta fi lmar lo q ue gcl, etc.) y, por esto, s iempre más o menos reprimido por
se escapa a pesar de sí de una obra vuelta un suspense: los guardias, maestros de ceremonias, maitres d'h ótel de
los lugares donde pasó , los coleccionistas a los que ella las diferentes épocas atravesadas . .Extranj ero a esas épocas
perteneció, los mundos q ue ella abrió, las comunidades s i aparentara volver: definitivamente separado de lo que,
ético-teológicas que ella instituyó. Todo eso desaparece anteriormen te, lo habría encantado, y al mismo tiempo
deslizándose. Pues la viej a potencia de estas obras sólo pasible de cada época, o queriendo serlo.
la imaginamos cuando se escucha al ciego que las exalta La paradoja está allí y es un dolor: es decir, el puro es­
dándoles h espalda. Es decir, que sólo podemos adueñar­ pectador del aparato museal sólo puede gozar estéticamen­
nos de su verdad (como la de los combates de los héroes te de las obras (cuadros italianos en su m,wor parte, Antón
homéricos) no visualmente ni sensiblemente sino inteli­ V:m Dick, El Greco, Rembrandt, esculturas de Antonio
giblemente .36:1 Jamás perteneceremos a esos mundos, esas Canova, etc.,) porque su destinación está suspendida (en
destinaciones pasadas no serán ya reaccual izadas . Nunca lo cual consiste el oficio del museo: suspender, en todos los
seremos esos creyentes que ellos fueron, de la Il ustración sentidos de la p alabra, las destinaciones) , púo entonces el
o de la ortodoxia rusa. El extranj ero avanza retrocediendo espectador no pertenece a ninguna de las épocas representa­
y ante él se amontonan las ruinas de las destinaciones das salvo a la del museo: es nuestro representante que visita
pasadas : este podría ser el sentido del p rogreso para en la actualidad el Hermi tage y allí se p ierde. Es decir, es
So kúrov. Pero lo que es más, el extranj ero resume otras influido por semejante dispositivo pictórico que hizo época
(la perspectiva, por ejemplo) , perteneciente plenamente a la
época de la obra en tanto que ella seguirá actuando teológi­
562 Leur r:i.t. Jc:an-Louis, Vie des fiintiJmes : fe fa11tastiquc m1 ci11éma, París,
Cahiers d u ci n ém a , 1 9 9 5 : y Lclllr:i.r, Jcan-Louis y J:i.cljues, Francis, L'Autre camente o mctJ.físicameme, pero entonces no puede gozar
visible, P:i.ris, Méridiens-Klinscki eck, Prcsses d e la Sorbonnc Nouvelle, 1 9 9 8 . de lo que no es aún estética, y a partir de allí se prosterna
5''1 Au nque l:t p d abra aleman:i. R<?Jti111nw11g (desci nación) abre l a posibi l i daJ
ante el cuadro religioso. Es la asombrosa genuflexión de
de una escudL1 d e b voz c¡ ue pcr<lura, la de: u rn anci gua desli nación en adc­
l :i n ce sus p e n d i J a en cuan ro a sus cfecros: la Stimme (voz) con d enada a parc i r Custine ante Los apóstoles Pedro y Pablo. La paradoj a se
d e allí a un;1 suene d e inmemorial q ue obsesiona a bs ob1 as, los m useos, los manifiesta p or una suerte de indecencia p rovocadora para
monume n ro s . los jardi nes del pas:\cl o .

.'i 0 6 307
Jean-Lo u is Déorce La época de los apararns

la institución del museo: no se puede soportar a los creyen­ Puede mostrarse que esta con trariedad se encuentra en
tes arrodillados. Es una contradicción en los términos. O o tros filmes de Sokúrov· el dispositivo cinematográfico está
el goce es estético o es extático. Para decidir, los guardias fuertemente marcado por la perspectiva de p un to de fuga
siem pre están allí. La consecuencia política es i nevitable: único, cada fotograma de filme repite de una cierta manera
ya sea, que el extranjero, i ndestinado, pertenece al público este origen (el Renacimiento) En Madre e hijo, Sokúrov
de la obra suspendida. Es u n elemento de u na comunidad utiliza un dispositivo de lemes tal que obtiene los efectos
virtual: el público como idealidad de la razón (Kant) . Cada de un objetivo del tipo "ojo de pescado" la proyección
i ntegrante de ese público estético-político está igualado está necesariamente no focalizada, la i magen cu rva y am­
con los o rros desde el punto de vista de la faculrad de pliamente imprecisa. Todo ocurre como si hubiera querido
j uzgar. Ya sea que está desrinado por la o bra y pertenece contrariar la destinación de la perspectiva: generar sujeto,
entonces de hecho a una comunidad real, necesariamente el s ujeto moderno de la metafísica cartesiana, sustento de
jerarquizada e inequitativa, sobre el modelo de la jerarquía toda filosofía del sujeto. Propongamos lo siguiente: el cine
teológica de las almas. de Sokúrov es un cine de la contrariedad de la destinación
En términos kantianos, podría decirse que el extranjero de los aparatos (el mismo cine, el museo , la perspectiva,
está de form:l sucesiva éticamente interesado (su existencia el icono ortodoxo, etc.) . De allí la tentación de ordenar
depende de lo que la obra que representa lo divino puede todo en un solo plano, absorbiendo la improbabilidad de
procurarle, por la oración, por ejemplo) y desinteresado (el todos los encadenamientos posibles entre p lanos. Cuando
j uicio estético es llamado "desinteresado" "yo" no puedo presen taba Madre e hijo, recordaba una de sus fuentes: el
experimentar placer estético más que porque mi existencia p intor francés de las ruinas del siglo XVIII, Hubert Roben,
no depende de la obra, de allí el lado contemplativo del precisamente la serie de la Gran Galería del Louvre,36" y
j u icio) Ese nudo filosófico-estético no está expuesto como especialmente la Gran Galería del Louvre en ruinas. Ahora
ta l en el fi lme sino presentado por los afectos. Allí está la bien, Huberr Roberr pintaba ficciones y no testimonios:
potencia del cine. De allí el tono extraño del filme, algo no pudo más que imaginar la Gran Galería, en particular
b ufonesco, irónico, indeciso, que oscila en tre la elegía de los iluminada en su punto máximo, que recién será realizada
momentos musicales y una cierra frialdad. 364 Depende de en el siguiente siglo. Es también más indubitable para la
u na cierra contrariedad que hace imposible la identiílcación Gran Galería en ruinas que Ma ker habrá podido integrar
d e u na " ideología-Sokúrov" en la serie de fotogramas que constituyen La ]etée como

3r... Ney rac, Ciryl , " Éloge de la rraversée " en Vertigo. nº 24 , París. 2003. .«.s El Louvrc.

308 309
Jcan-Louis Déorte La época de los aparatos

vista de un París ¡ devastado por un apocalipsis nuclear! Con museo neerlandés desafectado , el viajero co menta los cua­
Hubert Ro ben, la Galería no ha sido todavía inaugurada dros como si se tratara de fotografías . Frente a un cuadro
con sus grandes telas italianas cuando ya estaba en ruinas. de Saenredam, el narrador cree durante un i nstante haber
La Gran Galería htzbrá sido. Ahora b ien, el futuro anterior estado en esa ciudad ese día, y comenta un eso ha sido
es el tiempo de la contrariedad en general y de El arca rusa fotográfi co. Desde entonces, un filme n o consiste tanto
366
en panicular. en una fobuJa contrariada como en la resultante de una
Evidentemente es posible formular, por otra parte, la contrariedad entre aparatos . El cine p uede ser este aparato
hipótesis de que el extranjero de El arca rusa habrá sido un que presenta las contrariedades que le ofrecen otros aparatos
sujeto de la estética en el sentido de Kant . . . si algo como el (el ícono o rtodoxo, la perspectiva, el museo, la fotografía,
j uicio desinteresado fuera absolutamente deseable en Rusia. etc. ) , o las paradojas temporales de o tros aparatos que sin
Y San Petersb urgo es evidentemente una ciudad estratégica él no habrían sido j amás sensibles . Es tanto más sensible
para el destino ruso, p ues todo se ha j ugado allí, al menos cuanto que el filme-límite era de un solo plano , como s i
dos veces (Pedro el Grande, 1 9 1 7) : ser occidental o no. Es Sokúrov h ubiera querido hacer la economía d e la cuestión
p ro bable que S okúrov se i n terese en los aparatos forjados del encadenamiento entre planos, interrogando siempre, a
por Occidente p orque el igió filmar desde un p unto de su manera, la esencia del cine.
acogida de los aparatos extranjeros, voluntarista y resistente:
S an Petersb urgo. Una ciudad literalmente artificial, cons­
truida sobre el l o do por centenares de miles de siervos que
con frecuencia perdieron allí la vida, y cuyas colecciones
fueron salvaguardadas durante el sitio al precio de 800.000
muertos .
Para S okúrov, el cine n o es un s i m p l e apa rato (es
necesario no o lvidar el uso del cine que hace Hitler, el
impotente, en s u nido de águila, en Moloch: [no] gozar
[más que] de las imágenes de los tanques de asalto rusos) ,
s ino un mo ntaje de aparatos heterogéneos. En Elegía de
la travesía (200 1 ) , el viaj e hacia el Oeste se acaba en un

Bullot, Érik, " Aun éré ", en \!ért1go, número especial: Projections Baroques,
36r'

París, abril de 200 J .

310 31 J
LA TEMPORALIDAD DEL FILME

La especial consistencia del aparato c inematográfico


exige que uno se i nterrogue sobre el elemento consriturivo
del filme, de tal manera que las características de los apa­
ratos analizados ameriormeme sean constitutivos de cada
frase-imagen : la proyecció n , el reflejo, el absorb imiento, la
contemplación, la renominación, el testimonio, el registro
móvil retroactivo, la afección. Es necesario por lo tanto
s uperar la reducción operada por Bergson : 367 el cine no es
más que una sucesión de vistas i ns tantáneas y fijas como
el tiempo en Descartes, es la mecánica del proyector la
que crea la ilusión del movimiento, el cual es en definitiva
exterior a los fo togramas. Será preciso que mostremos que
el elemento debe tener en él la razón del pasaje: la pausa
sobre la imagen no es la esencia del filme. La concepción
benjaminiana, a la i nversa de la de Bergson , fluidifica muy
considerablemente la imaginación cinematográfica, a riesgo
de identificarla a la pasta imaginal, riesgo reencontrado
por cierto cine experimenral.36s Si Bergson tuviera razón,

367 Berg on, H e n r i , L "É110!11tion crétttrice, París, Félix Ncan, 1 939, en panicular
p. 3 3 0 y ss. ; trad. casr.: La e1Jolución creadortt, Madrid, Espasa-Calpe, 1 973.
368 En particular en Norman M e la ren ( 1 9 1 4- 1 987), invencor del cine sin cá­

mara: Hand-Painred Abstmction, Camera Makes W/i(Jopee, Do!lttrs Dance, ere.

313
Jean-Lo uis Déotte La época de los aparatos

el cine no seria más que un dispositivo técnico y el movi­ inclusivas, etc. En síntesis, el encadenamiento está siempre

miento sólo un asunto mecánico , con su razón por fuera allí, de una cierta m anera, p ro bable.

de las imágenes . Pero como el cine es un aparato del lado La frase-imagen no es un estado de cosas, un dado a

del poi"e n y no solamente de la ték/me, entonces la razón unificar por la intuición como en Kant , sino un universo

del movimiento debe esta1� en las mismas imágenes , que que cae, llega co mo una p regunta. No es un cuadro en

no son objetos sino frases en el sentido de Le Dijfirend. La el sentido de un diagrama o de un recorte de la realidad,

solución consiste en ceñir un elemento por el cual el cine sino más bien esas diferencias consigo mismo distinguidas

seguirá p ro duciendo su lugar en los diferentes análisis, an teriormente: entre el "érase una vez" y el presente de la

o poniéndose de modo radical a la metafísica, la que siempre narración, entre lo "trascendental imp uro" condición de

sabe lo que son las cualidades del S er. El cine es el aparato toda vista y de la vista perspectiva, entre e l p unto focal y

que "nos" emancipó de la metafísica. Si este elemento es la la periferia de la imagen de camera obscura, entre la ins­

frase-imagen, entonces, considerando el encadenamiento tantaneidad del uno y el fluj o del o tro, e ntre los nombres

de una frase-imagen con otra, los filmes serán las únicas de los mundos de nombres de un enunciado de saber y

obras de aparato en dej ar completamente abierta la cues­ los deícticos que constituyen el campo de percepción (cf.

tión del encadenamiento. O a exponerla como la cuestión Greenaway) , entre la novedad de la mercancía y lo arcaico

e n el interior de la obra misrna, y no en el "exterior" como de la infancia, entre la contemporaneidad de la obra y su


su interp retación o su hermenéuti ca. Es el aparato del "fuente" histórica, entre la marca del trauma y su inscrip­

j uego por excelencia, p orque entre cada frase-imagen esd. ción en el lenguaj e, entre la huella de un haber sido y lo

constitutivamente el play. Los o tros aparatos prefiguran que habría podido ser, entre el ahora ahistórico del afecto

siempre el encadenamiento. Si se abre el espectro de las y su repetición video . Es porque la frase-imagen cae como

reglas del encadenamiento entre estos dos polos que son la una p regunta y no como un objeto delimitado que hay que

perspectiva y la camera o bscura, se imponen entonces, entre encadenar necesariamente con ella según una o muchas de

ins tantaneísmo cerrado y continuidad sin límites, cuadros sus diferencias . Hay allí una necesidad y no un deber ético.

de encadenamiento relativamente rígidos . Se p uede mos­ Una necesidd.d de encadenar que no es una responsabilidad

trar que la libertad absoluta de encadenamiento de la cura ética. No es por co nsiguiente tal espectador el que se en­

analítica esd. en la condición de la censura de la censura, y contraría allí e0 la necesidad de respo nder de . . . , como una

por tanto del rechazo de la lógica de encadenamiento "se­ resp onsab ilidad ante el acontecimiemo que preguntaría,

cundaria" , que la fo tografía se encierra en el fu turo anterior, en tanto que circunstancia, en qué él es una circunstancia

que el museo está siempre desbordado por las metamorfosis o una p resentación.

314 315
Jean-Lo uis Déorre La época d e los apararas

Más precisamen te, ¿ por qué la frase-image n deja más lugar respecto a la frase-image n. S i "uno" es, en el plano
chance a lo improbable ? En razón de su incompletit ud. Se de la conciencia, constanteme nte desposeído, es porque
uata de una i n tuición que se encuentra ya en los román­ la frase-imagen nos aferra a su manera determinán donos
ticos de Jena activándo e en la o bra.369 Una frase-i magen también al nivel más elemental de la aisthesú: corporalme n­
comporta un universo de puesta en relación de lugares te. Cada frase-i magen nos posiciona diferenteme nte, p ues
(emisor, recepwr, refereme, significado ). Hemos visro que ella posee la clave de nuestras sucesivas posturas receptivas.
cada régimen de frase-image n o cada universo in troduce Aquí proponemo s por tanto un suplemento cinemarogr á­
su propia temporali dad y su propia espacialid ad, cada fico a la teoría de la frase desarrollada por Lyo tard en Le
universo es ya una temporaliza ció n y una espacializac ión . Dijfirend, teoría p reparada en La condición posmoderna
una cierra manera de espacializar o d e temporaliz ar las median te un anál isis en términos de j uego (game) , en
instancias de la frase imagen unas en relación a las otras. términos de "j uegos de lenguaje" Este suplemento se com­
" Uno" es, como receptor, como espectador cualquiera, p rueba necesario si uno quiere comprende r la efectividad
comprend ido en cada frase-imag en por el hecho de su eje de la pragmática estética de una frase. Si una frase no es
pragmático (¡serás sujeto!, ¡debes dejarre absorber! ¡debes más que una frase (incluso un aconteci miento, incl uso
contempla r! ¡debes nom brar! ¡ debes testificar!, ¡debes salvar una nube que sube en el horizonte como en Lyotard) ,
el pasado!, ere.) . Físicament e, es la p irámide i nestable que comportan do u n u niverso de l ugares, ella no comprome ­
descri be Panofsky, de la cual uno de los lados es la pantalla, te realmente el cuerpo del receptor. Su receptor no es el
el vértice es el proyector, y el interior es el cuerpo del es­ cuerpo que goza hablando ,371 sino un simple locutor. La
p ectador. El receptor es uno de los lugares del un iverso que diferencia en tre el locutor y el espectador de un filme es la
co mporta la frase-imag en. " Uno" j amás domina el filme, transm isión del afecto hecho posible por la inervación de
es él el que nos arrastra como lo hace la melodía descripta un cuerpo aparatizado por el aparato cinemarogr áfico. Es
por Husserl para dar cuenta de la posibilidad de una reten­ la diferencia entre una filosofía del acontecimi ento como
ción memorial. Esta memoria, que es tam bién un olvido, frase (Lyotard después de su giro "lingüístico") y una filo­
es bien conocida,370 pero esta dimensión está en seo-undo
b
sofía de la cultura que disti ngue los aparatos. Esta última
quedaría incompleta si no se recordara que cada aparato
es indisociable de un género de discurso: la escritura de
-"''Von ch.legel,Au,,,O'\.!StWilhelm y Schelling, Caroline, "Die Gemalde",Athenneum
l l , l , marzo de 1 799; rrad. case.: Las pinmms, Buenos Ai res, Biblos, 2007
ro
Sriegler, Bernard, Le temps du cinéma et l11 queSlion du mal-étre, París, ·''1 Habría roda una discusión a abrir con Le Dijférend, no sólo acerca de la
Gal ilée, 200 1 ; rrad. cas e . : !.a técnica y el tiempo. fil. El tiempo del cine y fa cuestión de los enunciados performar ivos, sino rambién sobre la cuestión de la
mesrión del malestar, Hondarribia, Hiru, 2004 . rortura, por ejemplo. La frase !yorard i ana ol ida que esd cambién apararizada.

316 317
Jcan-Louis Déotte La época de los aparatos

la ley sobre un soporte elegido, indisociable del mito, por como en los fi lmes de Joáo César Monreiro,372 que cada
lo tanto del relato y de la narració n , la perspectiva para una debe constan teme nte salvar el pellej o porque está al
el género de discurso cogni tivo, la camera obscura para la borde del abismo. Una frase-imagen es por tamo menos
ensoñación colectiva y los géneros literarios de la inversión, que el fotograma que ella es al mismo tiempo como ar­
el museo para la historia, la crítica y la estética, la foto para chivo. Si no sería el triunfo de la imaginació n que pone
la utopía, la cura para su ceoría, el cine para la filosofía del en forma y focaliza según las leyes de la perspectiva y de
aco ntecimiento, la i ns talació n video para un proyecto de la n o mi nación, pero no habría necesidad alguna del en­
é tica, etc. Esto implica que una imagen es siempre una cadenamiento con esta frase-imagen demasiado p lena, y
frase-i magen suce diendo a o tra. p o r io tanto sin fluj o cinematográfico . Una frase-imagen
La frase-imagen posterior debe encadenarse con la pri­ no tiene su s ignificación en sí misma: es la frase-im agen
mera p ara expo nerla, pero este encadenamiento es a la vez siguiente la que la expo ndrá al precio del olvido de su
necesario e impro bable . Necesario, porque no p uede no p ropio sentido. En rigor, no hay fin a la s ucesi ó n de las
tener allí o tra frase-imagen (esta p uede ser un p lano negro frases-imágenes, ni fin de la historia ni tri bunal del sentido
como un silencio elo cuente entre dos frases) , improbable, de la historia (es el "valor de perfectibilidad" del cine según
porque la p rimera no dice a la segunda cómo en cadenar­ B enj amín) . La última frase-imagen lo es p rovisoriamente.
se. Así, según s u p ro p ia manera, la segunda frase-i magen Es por esta razón que la forma de la fábula sólo p uede
expone el universo que co m p o rtaba la p rimera, es un imponerse a la s ucesión de las frases-imágenes desde el
universo nuevo de l ugares , p ero que ella no conoce p ues exterior. Como se impondrán otras regularidades o modos
s ó l o una tercera frase-i magen la expondrá, etc. Es decir, de encadenamiento. Estos géneros de discurso y estos mo­
que cada vez (y en eso reside l a necesidad del encadena­ dos de encadenamiento llegan a reducir ia improbabilidad
miento y por tamo el movi miento) , una parte co mp leta del encadenamiento. Ellos p ueden ser excepcionalmente
de una frase-i magen cae en el Leteo, el olvido , lo no visto, p ues tos de relieve, el cine contemporáneo poniendo en
de donde ella resurgirá en virtud de la frase s iguiente. Esta escena, exp oniendo, citando regubrmente a comparecer
encadenará con la parte de invisibilidad-visibilidad, y más a aparatos que, al mismo tiempo, lo regulen en la i nma­
generalmente de cesura, que co mporta la preceden te. L1 nen cia del flujo. Tal aparato estará l i teralmente presente en
posibilidad de una pérdida es evidentemen te algo a consi­
derar, sin el recurso a cualquier conservatorio de sombras.
m En particubr, e l úlrirno, \;;.¡ et vimt, donde el plano final se vuelve fij o : un
Un " b uen" filme es , idealmente, una o bra en la que debe
oj o q ue se i n r.10vil iza dcfi n i riv,;mcn rc en la muerte, la del realizador-actor.
ser manifiesto que cada frase- imagen podría ser la última, De u n a manera general en él , lo; planos, i n terminables, podrían siempre ser
los últi mos.

318 319
Jean-Louis Déorte La época de los aparatos

el filme como su contenido (la perspectiva de El contrato sido distinguidas sobre ese fo n do de rumor. Desde ese
del pintor) Más aún, el cine o rganiza las contrariedades mornenta, el cine, a diferencia de los otros aparatas, no se
de otros aparatos, las disputas (o frotamientos) entre los dirigirá , no destinará, no impondrá una única figura de la
aparatos que hace volver o los que p rovoca. Pero , más ge­ subjetividad (incluso desdobl ada) , sino una m ultiplicidad
neralmente, los aparatos se i mponen siguiendo una lógica de subjetividades heterogéneas, ab ierta de derech o : el
inmanente. Así, el género d� la cura analítica en ]e t'aime, destinatario de la fábula, el suj eto-dueño de la p erspectiva
je t'aime de Resnais reduce de hecho la improbabilidad de siempre presente en cada fotograma, el sujeto-objeto de un
la parataxis: i ndica cómo encadenar, pero no s uprime la test científico, el testigo siempre demorado e n el acon teci­
radical discontinuidad que amenaza el conj unto del filme. miento de la frase-imagen que acaba de pasar, el sujeto del
Este estado del mundo que es un frase-imagen podría ser eterno retarno para el cual todo es reiteración , e l sujero
sin sucesor, el plano quedar en p lano, y la totalidad del fil­ del p lacer-displacer estético, el arqueólogo cultu ral, el
me hundirse. Es decir que por ello una frase-imagen debe sujeta que se descubre esperado por una frase-imagen que
ser la belleza del mundo dada en una sola vez, que no se siempre habría estado allí como una promesa, e l que toma
volverá a ver, como un cohete de fuego artificial que sube, conciencia de que ahora t iene una responsabilidad en
explota e ilumina todo, luego cae hecho cenizas como no relación a una tarea, el infra-sujeto de un afecto rústico o
lo hará ningún o tro. Una frase-imagen es una vida frágil el s uj eto enfrentado a los espectros.
como toda vida. Esto es lo que había comprendido m uy La cuestión sigue s iendo la del curso (o la de la forma)
bien Benj amín en su análisis de Eisenstein (las pequeñas fílmica. Se ha dicho que sólo otra frase-imagen (otro uni­
explosiones que "dinamitan" el espacio cotidiano) . Lo que verso, otra situación entre las instancias) podía encargarse
ha sido dicho del sentido de una frase-imagen también del universo que comportaba o presentaba la primera, uni­
es vál ido para su referente (lo que es mos trado) lo cual verso que no podía exponer o que no habría expuesto más
im plica que una misma frase-imagen es a la vez visible que transformándose en objeto. La p ri mera frase-imagen
e i nvisible, expuesta y latente: el encadenamienta de la comportaba un universo improbable del que el segundo
siguiente se hace con la parre de invisibilidad, de oscuri­ plano va a encargarse determinándolo, exponiéndolo,
dad, de olvido de latencia, de diferencia de la p rimera. Lo dándole un sentido probable. Una situación. La segunda
m ismo ocu rre para el efecto en el espectador desti natario: frase-i magen toma este universo improbable como referen­
cada frase-imagen desneurraliza a su manera la "colecti­ te. La s ucesión de frases-imágenes irá pues en el sentido de
vidad a p riori", el nosotros de Adorno. Se encontrarán a una determinación y de una precisión siempre mayores en
este nivel las diferentes formas de subjetividad que han la probabilidad, por tamo en el acabamiento del filme como

320 32 1
Jeao-Louis Déottc La é p oca de los ap aratos

forma cerrada, y la última frase-imagen sería la solución del cuando se impone la lógica de la camera obscura. Entre esta
enigma (El resplandor de StaJ1ley Kubrick, 1 9 80), salvo que: potencia de los aparatos y los géneros de discurso y la gran
- Cada universo de frase-imagen p uede caer baj o la parataxis de la fantasmagoría (donde cada encadenamiento
atracción gravitacional de tal o cual lógica inmanente de sería solamente aleatorio) , es necesario introducir "fio-uras
b
aparato y de género de disc�rso. Estos géneros de discurso de encadenamiento" más finas, más numerosas. Pueden ais-
y estos aparatos no son como las lenguas naturales entre sí: larse dos en el seno de una multiplicidad de figuras de enca­
ninguna traducción es posible . Cada encadenamiento con denamiento que se describirían ulteriormente. Por ejemplo,
una frase-imagen se hará p ues en función de una guerra puede circunscribirse a partir de algunos filmes de Lyn ch
de aparatos y de géneros de discursos. Ese diferencio entre y Sokúrov ( Cabeza borradora, 1 977 ; El hombre elefante,
ellos reintroduce una muy amplia improbabilidad en el 1 9 80; Terciopelo azul 1 9 8 6 ; Twin Peaks, 1 992; Carretera
encadenamiento. All í donde un aparato parece haber im­ perdida, 1 9 97; Mulhol!and Drive, 200 1 ; La voz solitaria
puesto su ley, un desvío a otro siempre es posible, como en del hombre, 1 989; El día del eclipse, 1 98 8 ; Páginas ocultas,
los diálogos de D idero t, en particular El sobrino de Rameau. 1 9 93; Madre e hijo, 1 997; El arca rusa, 2002) una "figura
- Cada frase exp one el universo de la precedente, se­ espacio-temporal de encierro" donde son confrontadas "una
gún la tendencia o la línea de fuga de tal o cual aparato dimensión de cierre, la clausura de la escenografía fílmica,
prominente, introduce a su vez una parte de i ndetermi­ el encriptamiento de lugares cerrados, el engendramiento
nació n puesto que ella no p uede exponer su p ropio uni­ de una diégesis e n circuito cerrado, el encuadramiento
verso, su propia parte de sombra. Esa será la tarea de una p ictórico y fotográfico , y una dimensión de apertura, la
frase ulterior. La improbab ilidad tendría pues tendencia p articipación en el fantasma originario, la experienci a
a acrecentarse al mismo t iempo que el encadenamiento emocio nal d e la obsesión, l a basculación fuera d e cuadro,
suces ivo de las fras es-imágenes, excepto el volver a ver el acceso a actividades de rememoración y de reunión."373
muchas veces el mismo filme. ¿ Qué es entonces un "mal" Se puede, a partir de ciertos filmes de John Ford (Más
filme? Es la prohib ición de las frases-imágenes posibles a corazón que odio, 1 956) , de Antonioni (La aventura, 1 960;
cada instante, un desafío opues to a la circunstancia. Es el Blow Up, 1 966) , Resnais (Hiroshima mon amour, 1 959;
efecto programado y el fi n p revisible del filme comercial Muriel, 1 963) , Marguerite Duras (India Song, ·1 975; Son
de la i n dustria cultural en el sentido clásico del término. nmn de Venise dans Ca!cutta désert, 1 976) , Marker, Egoyán
Hemos visto que la lógica in manente de tal o cual aparato
reduce la parte de improbab ilidad, devini endo un género 373 Arnaud, Diane, Figures d 'enftrmemmt drms les rruvres de D. Lynch et d'A.
de encadenam iento co mo en Madre e hijo de Sokúrov, Sokurov. Tesis defendida en Paris- III en 2003; publi cada como Figures d'en­
fermement, París, I..: H arma eran , 20 1 2 .

322 323
Jean-Louis Déotte
La época de los aparatos

o Angeló poulos, aislar una "figura de la desaparición" Ella


Hiroshima. . . no pueden testificar; los personajes de Egoyán
es rrabajada en fi lmes q ue no se refieren necesariamente a
se hunden en el incesto etc. Cuando los represemanres de
la desaparición porque a menudo estos últimos se p resen­
palabras y de cosas son invalidados, perdura el afecto de un
tan como reportajes, investigaciones o filmes "negros" (de
acontecimiento no inscripto, afecto que puede ser adoptado
Missing [ 1 9 82] de Costa-Gavras a La Sentine!le de Arnaud
por un úl timo aparato, la instalación video.
Desplechin [ 1 992] ) . Esta :figura puede ser caracterizada por
El cine hace además pareja co n este otro aparato al cual
un cierro número de trazos que se resumen en la cuasi impo­
se acerca cada vez más en cuanto al plano del dispositivo
sibilidad de encadenar: la narración no avanza, el tiempo está
técnico, a causa de la digi talización.
como fijado o en bucle, no hay desenlace porque no h ubo
nudo dramático, el vado se instala.374 Es que la desaparición
es un acontecimiento que, al no tener l ugar (desconocido
por definición) , no ha tenido lógicamente lugar. Pero ¿qué
es un acontecimiento que, al no tener lugar (desco nocido
por definición) , lógicamente no ha tenido lugar? Pero ¿qué
es un acontecimiemo que no ha ten ido lugar, que estará
siempre espera ndo inscri b i rse? Un aco ntecimiemo del
cual la o nda de shock espiritualiza a los vivos que, a s u vez,
pierden consistencia y se tornan casi espectrales. De un
cierro modo, las lógicas inmanentes de aparato pasan en­
tonces al límite: el fotógrafo de B!ow Up, que creyó captar
un cuerpo yacen te y haber sido el testigo de un crimen, a
fuerza de refotografiar sus fotos disuelve la i magen en un
caos informe de partículas·n los amigos d e la desaparecida
de La aventura olvidan su desaparición, los aman tes de

r. Moure, José, �rs une esrhétique du viM au cinéma, París, L'Harmacran, l 997;
y /Vfichehmgelo Antonioni, cinéaste de l'évide111ent, París, L'Harmanan, 200 1 .
J'; Oschner, Beace, ' L"enrre' des images, ou les Srracégies incermédiatiques
dans Blow up d e Michelangelo Anronioni " e n Appnreil.s etformes de la tem­

poralité (de próxima publicación en L'Harmacran).

324
325
Los VIDEOS DE MARJE LEGRo s :
LA FRASE-IMAGEN A L P I E D E L A LETRA

Franc;:oise Parfait toca, en un l i bro de referencia376 sobre el


video co mo "arte'', un oroblcma esencial: la articulación del
i

aparato artÍstico con un d ispositivo técnico. La mayor parte


del tiemp o, eviden temente, esta articulación es silenciada de
manera brutal. Ahora bien, b temporalidad y sus relaciones
con el aparato tienen siempre valor de test para el análisis.
Incluso para ei video. Se conoce en particular que las ins­
talaciones de Dan Graham, sus cajas arqui tectónicas son a
menudo temi bles instalaciones de retención temporal . Para
Parfait, el video es un disposi ivo on tológico en el sentido
en que Bazin caracterizaba foto y cine, 377 la imagen de video
está p ues necesariamente en el presente, en un presente sin
porvenir y sin memoria, evanesceme, vol:ítil y voCingle­
ro, etc. Lo que es verdadero técnicamente, por el barrido
electrónico de p umos q ue tienen un i mensidad luminosa,
es transferido tal cual al nivel del apar:i.to, mientras que los
ejemplos artísticos ;rnalizados muestran b complej idad de las
tcmooralidades
1
a las cuales el video da l u'b
o-ar. Lo mismo ocu-

rre con la p uesta de manifiesto dd b LLcle. La repeti tividad,

r<> \/idéo, un ,irt comc111porr1in. l'aris, ÉJir1ons Du Regar<l , 200 1 .


Parfoir, Frar1i;:oise,
3r Bazin, André, Qu 'est-cc 1¡ue b: ci1té11111 ?, op. cir.

327
Jean-Louis Oéotte La época de los aparatos

el no-desarrollo de la acción, la ausencia de narración en la Se le p ueden relacionar los conceptos de amoproducción,


mayor parte de los videos analizados, encuentran una razón de inmediatez, de inmanencia, de p resencia aquí y ahora
técnica: sea por el bucle de la bobina, sea por la instalación o de i ntransitividad, de materialidad, de marca, términos
denominadaftedback, donde la cámara registra las imágenes que se oponen simétricamente a los de expresión de la
difundidas por su propio monitor. Podría hacerse el mismo idea, de trascendencia, de presencia diferida, de mediación,
análisis cuando se trata de la rrárna que se vuelve en sí misma de reenvío a otra cosa o transitividad, o significación. En
un material estético. síntesis, Amey quiere desarrollar una estética que esté en
A partir de los análisis de Parfait, en particular su tesis las antípodas de aquella de la "idea estética" del "régimen
de los aporres del cine experimental al video e, inversamen­ estético del arre'', caro a Ranciere, que retoma la filosofía
te, de los efectos del video en el cine comercial (detención del arte de Schelling.
de la imagen, vuelta atrás, incluso retención, aceleración Acordemos que lo común de nuestra comunidad, la divi­
y desaceleración, desenfocado, por ejemplo en Matrix) , sión de nuestro sensible está en la actualidad estructurado
uno se propone insistir sobre el rasgo siguiente: si el cine, desde el p rincipio por la televisión que sustituye e integra
incluso no comercial, es esencialmente narrativo, enton­ al cine. Consideremos este conjunto como un dispositivo
ces constituye como una metáfora de la cual cada video mundial de dominación y no como un aparato. El video
artístico podría ser la literalidad. Amey37M entiende por este y, de una m anera general, las "imágenes en movimiento'
término un concepto que permite captar, en sentido débil, suponen una suspensión del desarrollo de la acción, una
un síntoma; en sentido fuerte, un paradigma, que designa ruptura del tiempo diegético e, inversamente, para el video,
una tendencia del arte contemporáneo, de algunas obras, a la puesta de relieve de una acción efectuada por sí misma,
aparrarse de los parámetros que han definido la obra de arte aislada, sin otra finalidad. La literalidad-video consistirá en
clásica y moderna, a sancionar sus índices de defección y una suerte de aumento de lo que, en el cine, debería hallar su
quizás a detectar un devenir distinto del arte. La literalidad agotamiento en la siguiente acción, la que se encadena con la
concierne a un arte que relegó las mediaciones habituales precedente: un plano autosuficiente que no llama al encadena­
(idea, fo rma, medium) de lo que se llama "arte", pero esta miento. Si la acción video es repetida, sin intriga, sin finalidad,
literalidad no puede ser comprendida desde ahora i ncluso entonces no hay más personaje que sería su soporte. 'De allí la
más que en el espaciamiento que hace a lo p ropio del arte. desaparición del héroe y la puesta en crisis del autorretrato,
A grandes rasgos, la literalidad se opone a lo simbólico. mientras que el video parecía ser un medio completamente
apropiado para este género narcisístico. Lo que impacta en
los videos de Marie Legros, contrariamente a la posición
�78 Ainey, Claude, Mémoire archnique de !'nrt contempomin, op. cit.

329
Jean-Lo ui.s Déotte La época de los aparatos

crírica de Rosalind Krauss,v9 es la total imposi b i lidad del p roducción, al contrario de la discontinuidad in terna de

narcisismo, puesto que el cuerp o , anónimo, j amás se vio lo cinematográfico de la cual se deducirá el espacio (el

totalmente, como el rostro está, en el m ej o r de los casos, lugar) del espectador,3B0 es decir, su destinació n debido a

enmas carado o estan darizado (B!ondie, c'est toi qui comptes, un dispositivo técnico : el espectador se encontrará entre

1 997) y, en el peor de los casos, desaparece poco a poco la p ro ducción y la rep ro ducción, entre la película intro­

b ajo una espesa capa de vaselina ( Vaseline, 1 994) . ducida en la cámara, l uego en el proyector, y la imagen
S i el cine es esca Hbuh trab�tda, cortada, suspendida en que aparece sobre la pantalla. De allí la posib ilidad de

sus efectos de identificación, entonces cada video sería como toda una p royección fantasmática y de una iden tificación

una autonomización de lo que está trabado, como un sus­ con los actores, con s us valores y normas, en ese mundo

penso museal: Marie Legros filma la boca de un tartamudo de la camera obscura. Tratándose del video , el espectador,
leyendo cartas de amor (Begue, 1 992) . Es evidente que la incluso frente a la pantalla del monitor, p ermanecerá en el

comunicación amorosa no se cumplirá, basculando en lo exterior del dispositivo, como en el caso de h perspectiva.

insoportable. El video es un fracaso poético. Una petrifica­ El video se dirigirá débilmente a la singu laridad.

ción del impedimento de la fáb ula. En la sala de cine, el espectador está ubicado en el

Es, además , uno de los p untos fuertes del análisis de interior de la disco ntinuidad cinematográfica: el flujo de

Parfait. Pero ¿ cómo da cuenta de la capacidad fab ulatoria conciencia del sujeto espectador está constreñido al flujo

del cine, radicalmente diferente de la petrificación -en del desarrollo narrativo. La temporalidad interna del filme
el límite de lo estatu tario- a la cual da lugar el video ? La se convertirá de forma inevitable en el tiempo de una pro­

razón invocada está del lado del registro-proyección, de la yección, la del espectador. Uno no p uede evidentemente es­

p roducción-rep roducci ón. Mientras que el cine distingue perar la misma adhesión de un aparato como el video, que,

el registro sobre una película, luego p royección en una sala por el contrario, encuentra en su recepción graves problemas
ad hoc, entonces una discominuidad perfectamente anali­ de adhesión, de atención, es decir, de exposición --en rea­

zada en El hombre de la cámara de Vértov, el video produce lidad las de ias artes contemporáneas- porque es necesario

un bloque i ndisociable: el disposi tivo es el mismo para el apropiárselo. El espectador de videos de una ins talación es
registro y para la reproducción-difusión. Este lazo sintético tamo un paseante como lo es el de una expo�ición de o bras
es semej ante para la imagen de síntesis digital. De allí una co ntemporáneas, el mismo que deambula por las salas de

co ntinuidad esencial cuando triunfa la sup erficie de (re)


Jso
Fried, Michad, Abs01ption cmd 7heatrimlity, Berkel ey, Universiry of Ca­
P!
lú.1 uss, Rosal ind, "Video: rhc Aeschccics of Narcissism" , en October, nº J , lifornia Prcss, 1 9 8 0 ; t rad. cast.: El lugar del espectador, Madrid , Antonio
N u ev.i Yo rk, l 97<i. Machado Libros, 2000.

33 0 33 1
Jean-Louis Déorte La época de los aparatos

un museo de pinturas clásicas. En el límite, le toca, a esta gran cuerpo que hace masa, una pequeña burbuja de inte­
singularidad desenvuelta que recorre la instalación video rrogación contra el control de la masa. Se comprende b ien
constituida de muchas pantallas, reconstituir, pantalla tras entonces que lo que se atribuía a la infraestructura técnica de
pantalla, la trama de un relato posible. El video no puede la televisión, el bucle, la repetición, el plano ancho, consiste
tener la potencia de sujeción de la plena página cinema­ en una elección artÍstica en un contexto de industria de pro­
tográfica. No se sale de la proyección amorosa del video gramas. Una elección que concierne al aparecer, o antes bien
porque ella consiste finalmente en la sujeción del aparato a la aparición. La industria de p rogramas (Stiegler)381 puede
cinematográfico común al aparato museal. ¿Es entonces el ser descripta como un gigantesco dispositivo que engulle
regreso del sujeto de la estética en el sentido de Kant? La todo aparecer en un rumor, en un flujo más o menos rápido
literalidad videográfica ¿debería ponerse en el mismo nivel de imágenes coloreadas que forma el mundo el común del
que el estricto suspenso museal? Lo que marca la diferencia ser en común, es decir, la masa de (tele)espectadores.
es el referente privilegiado por el video: el cuerpo e...xpuesto. Reducido al estado de dispositivo, acoplando necesaria­
El riesgo corrido por un cuerpo videografiado es mucho mente poder y saber, el video es ya un órgano de vigilancia.
más importante que en el caso del test cinematográfico Michel Klier382 utiliza el cuadro formal de la televigilancia
descripto por Benjamín como modo de aparecer de singu­ (negro y blanco, picado, zoom, barrido del campo, anoni­
laridades sometidas a una suerte de control general en la mato de lo que es filmado) para producir un com ienzo de
era de la producción industrial. Con la literalización video intriga. ¿En qué condiciones esta literalidad, este sensible
del aparecer de la singularidad, está en juego la resistencia registrado, totalmente anodino y prosaico hoy puede ser
como en una pelea de boxeo, la experimentación como en otra cosa que no-arte? Paradoja de un sensible que no es in­
[n laboratorio. Co �o la acción presenta �a es no narr�tiva, mediato aunque bien sensible, porque está informado por
_ . .
�s simple; como esta rependa, es mdefirndamente re1tera­ u n d ispositivo técnico que lo pone a disposición. Es pues
ble; como las condiciones del contexto son visibles, todo de lo sensible intrínsecamente mediatizado, generado de
stá dado para que se lo encuentre en la situación de una manera automática por millones de cámaras de vigilancia,

Fxperiencia cient fica, necesariamente ��petible en c? nd� ­ en la indiferencia total. Este tratamiento de lo sensible ha
.
bones dadas. El video: ¿un poco de ficc1on en la imagmena sido el gran asunto de Paul Virilio y elevado al i-ango de
cienrífica, el triunfo de un aparato perspectivo perverso? paradigma universal por Deleuze (la sociedad de control)
Pero ento ces la (pequeña) instalación video en busca ¿A p artir de cuándo estas imágenes de dispositivo devienen
e un público aleatorio ¿cómo se libera? Exhibiendo l iteral­
ente, como lo hace un arte menor, una muestra sobre el 381 Scicgler, Bemard. Le Temps du cinémn er In r¡11esrion du rmli-étre, op. cit.
JI!! Der Riese ( 1 984).

332 333
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

imágenes de aparato? ¿A partir de cuándo algo como la venganza de este contra el Hder de los marginales obligando
aparici ó n s urge? Cuando , por ej emplo, la banda de video al espectador a ponerse en lugar de unos o de otros y de
está acoplada a una banda <le sonido: en Michcl Klier, la acceder all í a un cierro placer, .Marie Legros, por el contra­
música de Gus tav Mahler. Es la i maginación deformante rio, selecciona una escena de violencia gratuita aislando un
musical que se enfrenta a las fo rmas fij adas por la videovi­ trapo de piso atacado a patadas (Boudin, 1 998). Es evidente
gilancia. No importa qué mat�rial sensible prosaico puede que esta escena no permite la identificación fa ntasmática

volverse artístico en esta condición: es la gran lecci ó n de (según un escenario siempre ambiguo donde las posibilida­
Godard y de Passion en particular. En el video Proyección des inconscientes están mezcladas y son componibles : "soy

(200 1 ) de Marie Legros un hombre con el torso desnudo golpeado;', "golpeo", "se golpea" , "¡pega! '' , etc.) porque el
parece sufri r proyecciones de o bj etos que en realidad sólo afecw que comporta no permite encadenamiento alguno.
tienen una existencia electrón ica. Es la escansión de la Es como una frase-imagen que no reclamará otra. El afecto

banda sonora l a que transforma esta experiencia en ritual es encuadrado y s uspendido. Se toma un caso para la ética
enigmático y en figura de resistencia. y la política. Eso no se produce por una escena de violencia
La retención de una acción sob re el Bujo de cualesquiera del cine donde, a menudo so p retexro de denuncia de la
imágenes disponibles no consiste en la circunscripción de violencia, el guionis�a excede los límites de lo soportable
un mundo, de una forma, pero, p uesto que esta acción es o la pone hipócritamente en abismo por la utilización del
repetida ad náuseam como en el ritual de Proyección, se tea ro filmado . . . por Dios (Greenaway: 7he Baby ofMácon) .
impone un desvanecimiento, una disolución de la forma No p uede denunciarse la violencia en eí cine pues jamás hay
por su p uesta a distancia. Quien, debido a la industria de un último plano que sería el lugar del tribunal de la historia.
programas, en el cine o al activar j uegos de video, haya sido Finalmente, la gran diferencia emre cine y video ¿no
l levado a adherir a una situación o a una forma sin posibili­ tiene que ver con las relaciones recíprocas con la m ultipli­
dad de elección, encuentra aquí ta posibilidad de tomar sus cidad (ia masa, la muchedumbre) ?
distancias, de disolver la forma expuesta. La escena está ce­ El cine es , evidemememc, un dispositivo donde la mul­

rrada, está peuificada. Entonces, el bucle técnico que hace tiplicidad esi::á presente en todas lm p u estos de la comuni­
posible la repetición, la continuidad del dispositivo que cación, lo que no puede ser el caso del video.
deviene intimidad, son sólo las condiciones de elecdones Incluso si el video no es dominado por la muchedum­
artísticas , las condiciones de la aparición. La pantalla no es bre ni se dirige a ella, ni la refleja como su tema propio, lo
más la de los sueños. Si Kubrick filma (en La naranja mecá­ cual no quiere decir que debe dar una nueva acepción de
nica) la paliza dada por la alegre banda a un vagabundo, o la la multiplicidad a partir del régimen imp uesto por el cine.

.334 335
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

video expone la multiplicidad de una manera específica, desaparición,385 prepararía otra relación con la ley. Pero no
lliibiéndola en un cuerpo o dos, excepcionalmente en sabremos más: es todavía demasiado pronto y eso abarca
upes. La pregunta puede ser planteada de modo distinto: demasiadas situaciones, demasiadas posturas, demasiadas
ué es lo que obliga al videasta a filmar un cuerpo sometido exposiciones diferentes del cuerpo. La ley que hace girar al
una coacción implacable? ¿Qué es lo que hace girar incan­ aaor de Terrain vague no lo castiga, como tampoco frena los
blememe, y parece que indefütidamente, a este hombre en dos cuerpos cuyos brazos están unidos.386 No es un pequeño
a tierra de nadie situada entre el b ulevar periférico parisino teatro de la crueldad. El afecto aislado y expuesto es eso de
el bulevar des Marechaux, en medio de un montón de lo cual uno se libera puesto que está literalmente cerrado. La
combros y de charcos de agua?383 El lector de la literatura ley videográfica libera los cuerpos de los fantasmas del cine.
concentracionaria" reconoce allí escenas dignas de }ours de Se trata de hacer que el cuerpo sea de nuevo pasible.
otre mort de David Rousset. Allí hay casi una constante ¿Qué es la temporalidad del video tomada en su litera­
fl video arte, salido de las performances y del body art". la lidad? ¿Por qué el no-desarrollo de una acción devendría la
Ktremización de lo que un cuerpo debe resistir, sufrir. Es especificidad de este aparato? Finalmente, lo que buscamos
lITlbién una regla de escritura videográfica en Marie Legres: aislar sobre las huellas de Amey en nombre de la literalidad
artir de expresiones como "¡Contamos contigo!", "¿Pode- se acerca a lo que Lyotard, en un texto póstumo, llamaba fra­
1os contarte . . . ?'', "¡Marchad sobre las cosas!".384 Imperativos se-afeao.387 La frase-afecto se presenta como un sentimiento,
sicos y éticos que podrían volverse categóricos, es decir, como un silencio en un discurso. Si se retoma la oposición
niversalisables, y por tamo totalmente no narcisísticos, no clásica, aristotélica, entre phoné y lógos, ella está irreductible­
1aníacos, dirigiéndose por allí incluso a la multiplicidad, al mente del lado de una phoné inarticulable, del lado de los
efinir un nuevo modo de exposición de las singularidades animales y de sus gritos no discretos, del lado de los niños que
nas en relación a otras. El video es un aparato que, como no conocen todavía la ley. Podemos enunciar algunas de sus
)do aparato, pone el cuerpo en relación con la ley. Eso características: la frase ordinaria, articulada, y la frase afecto
ipone que históricamente el cine no tenía más esta capaci­ no p ueden reen co n trarse, hay en tre ambas una d i feren­
ad, lo que sugiere Godard cuando afirma el "fin" del cine. cia, algo que la política de Ranciere no puede aceptar.388
ara ser más precisos, el video, después de la desafectación
el cuerpo, después de su puesta fuera de la ley, incluso su
385 Véase más adelanre los Retratos de Carlos Alrarnirano.
386
Legros, Marie, Les liens ( 1 997) .
387 Lyotard, Jean-Fran<;:ois, " D'un supplémenr au différend " en Misere de
' Legros, Marie, Terrain vague (200 1 ) . la philmophie, op. cit.
1 Legras, Marie, Marcl. er sur les choses ( 1 997) . 38H Ranciere, Jacques, La Mésentente, op. cit.

336 337
Jean-Louis Déottc

Puede, en efecto, dañar la frase articulada co mo un grito


que llega brutalmente a interrumpir una perorata. Respecto
a las otras frases, ella no compona un universo, no expone
un mundo, señala sólo que hay sentido (del p lacer, de la
pena) . Ese sentido no se relaciona a un objeto exterior a él. La CATHERJNE HÉLIE: LA INTER\TENCIÓN
frase-afecto no se dirige a nadie, tampoco provendría de un DE LA FOTO EN LA ESCULTURA389
emisor (no hay eje pragmático) . Por lo tanto, es más bien un
estado afectivo y el signo de ese estado (un j uicio reflexivo) .
Aunque ella no esté en ruptura con el lenguaj e, todo o curre Sobre el matrimonio: " El eros, el amor, tiene por única
como si "deseara" ser articulada, y u na frase articulada puede orientación la muerte común de los amantes. Se divide
tomarla como referencia. Su temporalidad es la del ahora, como el hilo en un laberinto cuya 'cámara mortuoria' es
lo que implica que p odrá ser evocada más tarde sin por ello el centro. La realidad del sexo interviene en el amor sólo
recuperarla tal como fue. Todo ocurre co mo si ese ahora cuando la lucha contra la muerte deviene en s.i mism a lucha
fuera a pasar sin pasar en el tiempo : como un burbuja que la de amor. Por el contrario, lo sexual en sí mismo huye de su
encierra y pasa a la superficie de lo corrieme sin que p ueda propia muerte como de su propia vida y suscita ciegamente
arrojarse hacia ella el puente q ue hace siempre posible la re­ en el curso de su huida la muerte aj ena co mo la vida aj ena.
tención de momentos del pasado. Es tá por lo tanto acabada Esta huida lleva a la nada, a esta miseria donde la vida no
y sin edad. Podrá datarse esta emoción sin poder sin embargo es más que una no-muerte y la muerte una no-vida. Así,
experimentarla de nuevo. El afecto está en un ahora no dia­ el barco del amor debe abrirse camino entre la Escila de
lectizable. Esto es lo que los videos comportan, literalmente: la muerte y el Caribdis de la miseria y j amás lo logrará si,
planos-afectos, encerrados en un ab.ora y que, porque no en este punto de s u viaj e, D ios no lo volviera indestructi­
abren a un encadenamienrn, son apariciones cerradas . Hay ble al metamorfosearlo. Pues, de la mis ma manera que la
cada vez menos diferencias técnicas entre cine y video, la sexualidad es completamente extraña al amor naciente, es
instalación video es una cierta elección de exposición del cine necesario que ella sea lo pro p io del amor que dura. Nunca
en un museo, un absorbimiento del cinc por el musco. Lo es la co ndición de su ser y ella es siempre la de su duración
que los dis tingue es la posibilidad-necesidad de encadenar o
no sobre el plano. Si hay encadenamiento es cine, si no video .
.lS'J Las fo tos de Catilcrinc Helic: " Ercrni rés. D c ux s i ccl cs de scul p ture au
cimetiere du Pcre L1chaisc " fueron pu blicadas en la revista Drole d'époque,
nº 1 2, Nancy, p rinl3.vcra 2003; y en la rcvisLa Ligeia, nº 4 9- 5 0- 5 1 - 5 2, París,
mero-j u n i o , 200,±.

338 339
Jean-Louis Déorre La época de los apararo ·

rrescre . . . Pero en el sacramento del matrimonio D ios el m useo de los Monumentos franceses: " Es 'allí' donde
Lce el amor 'invulnerable' frente al riesgo de la sexualidad recibí primero la viva i mpresión de la historia. Llené esas
1mo al de la muerte" tumbas con mi imaginación, sentí esos muerto a través
Walrer Benjamin, Fragments (entre el comienzo del de los mármoles" (Le Peuple) . La foco testimonia un de­
rano de 1 9 1 8 y 1 920) . venir-materia de los cuerpos y un devenir-mancha de los
rostros; ahora bien, la mancha, a difer ncia del trazo gráfico
Las fotografías de esculturas funerarias del Pere-Lachaise (dibujo) , no mantiene ninguna relación con su fondo o su
Catherine Hélie no se interesan por las cámaras funera- soporte. No se distingue de un soporte, es a sí misma su
1s, a diferencia de las de Henri Maccheroni.390 Ellas supo­ propio soporte o mediwn, que invade en la misma medida
:n que Lenoir haya reunido los restos de las más célebres en que lo constituye. Al no tener relación esencial con el
mbas en su museo de los Monumentos franceses ( 1 79 1 ) , dibujo, no está circunscripca; como no está configurada,
i e Malraux haya constituido u n inmenso m useo imagi­ no puede dar lugar a una forma. Por consiguiente, es lo
Lrio de esculturas que no es más que un libro de fotos; que llega a una forma preexistente, como si, colocándose
' síntesis, que el arte haya entrado en la época del museo, sobre ella, debiera enmascararla. En la serie de Catherine
ie la muerte pueda ser estética y que las esculturas puedan Hélie, los velos femeninos, las sombras del claroscuro, las
r miradas por sí mismas como suspensos museísticos . Pero manos de dolor, son equivalentes de la mancha. Esta esté­
impecable encuadre sobre rostros, p ies, extremidades tica atmosférica de la máscara y de la mancha no p uede dar
:1 cuerpo, aísla fragmentos del dolor como de un placer l ugar a una valorización del fragmento que suponen por
ie depende del éxtasis. Es el cuerpo, distinguido de la ejemplo, las reflexiones holderlinianas sobre el divorcio de
me, tal como lo conocemos vivo: por el p lacer · ntenso, los hombres y de los dioses (Remarques sur CEdipe. Remar­
stantáneo , pero uniforme: cuantitativo ; por el dolor ques sur Antigone) , posibles a c1usa de los Antiguos en el
riable según los órganos, pero permanente: cualitativo. Louvre. La gran estética alemana jamás es un estética hecha
)S grue os planos permiten interrogar lo que adviene a la posible por el museo. Pero ¿qué sucede cuando, co mo en
edra y al mármol expuestos en la intemperie, lo q e no esas sorprendentes ficciones pintadas de Hubert Roben,
el destino de los suspensos p eservados y conservados el techo de la Gran Galería del Louvre ha sido perforada
vitro. Su verdad de materia es resplandeciente. Desde l uego de no se sabe qué apocalipsis, y cuando las ruinas se
e momento no podría escribirse como Jules M ichelet en manchan para la fotografía?
Las cámaras funerarias penen cen a una época en la
que la muerte (del amor, de la sexualidad, del manir 10nio)
IB uror, M ichel, Tombes 1it11bo11tes, euch3rel, ldes er Calendes, 2000.

340 34 1
Jean-Louis Oéo cte La época de los aparatos

encontraba normalmente, es decir, con gloria, su l ugar en a los héroes de la Co m una, a los cercanos a Marx, a su

la ciudad, y podía ser elevada o relevada pues las tumbas familia, a los "grandes" estalinistas franceses, se s uceden

eran otros tantos símbolos. Podían levantarse estelas al los diferentes edificios dedicados a los resistentes y a los

amante, al marido, a los héroes porque la muerte no había deportados. Es entonces la abstracción la que gana, ya sea

en trado en crisis. De allí el carácter fálico de las p iedras que el acontecimiento haya s ido considerado en sí como

de tumbas que había señalado B achofen en Essai sur la irrepresentable, ya sea que haya sido imposible erigir lo que

sy mbolique sép u!crale des Anciens ( 1 8 5 9 ) . S i n embargo, es fuese como una representación porque no se tenían más

en el siglo XIX, que p restará tanta atención a las tumbas los medios simbólicos y estéticos . Entonces, la hipótesis

(Winckelmann , S chiller, Quatremere de Qui ncy, Alexan­ sería que un simple aparato, la fotografía, habría ganado a

dre Du Sommerard, etc. ) , que el estatus de los muertos se los símbolos mismos y a toda imaginería de representación

modifica, lo que atestigua, según Barthes,391 la irrupción en dos o tres dimensiones, ella misma producto de o tro

de la fotografía. Pero quizás la foto, más que testimonio de aparato que no tenía nada de i nmemorial p orque s urgió

un malestar contemporáneo, provocó, en cuanto aparato en el s i glo XV de los s uelos florentinos : la perspectiva. El

contingente y lúdico que ha hecho época y necesidad, una cementerio se habría tornado un l ugar estratégico en una

perturbación en las relaciones entre los vivos y los muertos. l ucha en apariencia microscópica, p uesto que la fotografía

El arte funerario , poco estudiado porque fue trabajado de los difuntos llegó de forma silenciosa a instalarse so bre

explícitamente más adelante por el olvido (el reposo de la losa que cubre los cuerpos, próxima de la escultura edi­

los sobrevivientes) que p o r la memoria, poco a poco se ficada para sacralizar la sexual idad santificada p o r los lazos

ha vuelto i mposible. Casi no se levantan más esas estatuas matrimoniales. El gusano estaba en el fruto. �a m uerte era

que fueron la gloria de los cementerios latinos (católicos y desa11ada allí donde ella se encontraba más que ella misma:

mediterráneos) , al haber i mp uesto el protestantismo, aquí elegantemen te, en la representación petri ficante y por eso

y allá, una reforma de las imágenes, un arte minimalista. autentificadora. P ues la representación hace pos ible de

El capi talismo, que es su cumplimiento y su parásito, esta una manera general la p resencia: en ella es tá la verdad. La

religión del ritual exacerbado pero ignorante de todo dog­ apuesta de lo fotogdfico es que modifica de arriba abajo

ma y de toda divin idad, no sabe qué decir de la muerte, las relaciones de los vivos y los muertos, y final·mente el

al no poder s imbol izar. Se lo ve b ien en el Pere Lachaise, orden de la representación como el del símbolo p uesto

en el cuadrado limitado por el Muro de los Federados: que el símbolo es una tumba. Ahora bien, ningún o tro
lugar co noció la confrontación de una representación de
p iedra, de un símbolo y de una fotografía. Se sabe que,
;'' 1 Barthes, Rol and, L a chambre claire : note sur !a photographie, op. cit.

34 2 343
Jean-Louis Déottc
La época de los aparatos

según Baudelaire, la fotografía terminará por ganar sobre


L'l pura provocación de las foms de cuerpos esculpidos de
el retrato pincado, por razones pragmáticas y económicas.
Catherine Hélie implica introducir, en ese devenir-espectral,
Pero ¿ese era el caso en ese lugar, el cementerio, donde se
el reino de las formas más representativas, es decir, las
desplegaban los más locos gastos, la más grande desmesura?
¿ Dónde, manifiestamente, b ratio económica tenía más
más identificames, porque son más estables: petrifi cadas
y petrificantes como lo son las formas e n relació n al de­
razón de ser? ¿Dónde se conjugaban para la eternidad el
venir. Porque es necesario acordarse siempre del esfuerzo
hombre y el dolor en lo que ellos tienen de esencial y de
considerable que supone una puesta en forma en relación
común: la pertenencia a la permanencia, a la continuidad,
al flujo de impresiones sensibles, exteriores e interiores a la
a la pluralidad (la diversidad de esas colecciones de cuerpos
concºcncia. La forma, en fin, es eso por lo q ue podrá verse
esculpidos, a menudo en el mármol o en el bronce, para
durar eternamente) ? Puede muy bien señalarse una cierta

lo que si no habría sido arrastrado en la pérdida sensib e: la
forma hace visible e incluso por eso mismo ofrece ob;eros
filiación entre la fotografía y la máscara mortuoria puesto
al conocimiento. Sin formas no habría nada que ver· tal
que en uno y otro caso hubo una relación ontológica al
era la necesidad del arte clásico. Era p ues i nevitable que
referente, aquí el cuerpo, la máscara siendo arrancada de
las formas -funerarias- santificaran el matrimonio y el
la fio-ura
o misma como la foto. Esta última tuvo necesidad,
dolor. Pero esas formas han sido aquí forografiadas, ellas
frente al aparato, de una existencia que reenvía la luz hacia
son, debido al talento de la fotógrafa, aún más gloriosas
el objetivo. La foto es siempre el índice de que una p re­
(·la fi oaura del comendador que emerge de la piedra como
sencia ha sido, indudablemente. Pero la máscara, una vez 1
.
de su fondo oscuro!) , gloria que de manera mexora ble
desprendida del rostro, no arrastra consigo tanta p resencia/
cae sobre lo sensible que ellas configuran. Estas formas,
ausencia o, para decirlo de modo más crudo, tanta espec­
como se dijo, pertenecen a una época en la que la muerte
tralidad. La máscara, de la cual se sabe por Plinio el Viejo39�
tenía todos sus títulos, una época que encon traba su final
y su ruina en el siglo XIX . Entonces, por el he� ho de una
que estará entre los romanos en el origen de un arte, la
pintura, cada vez más autónoma. La máscara introducirá .
industrialización de lo funerario que ignora la srngulandad
por lo tanto un devenir-pintura del arte funerario, mien­
de los cuerpos (con la "apoteo is" de los monumenros a
tras que la fotografía, aunque también indicia! y funeraria,
los muertos de la Primera Guerra Mundial) , pero sobre
introducirá un devenir espectral, no solamente al arte sino
todo debido a la generalización del aparato fotográfico , l �
a los mismos muerros, es decir, a la humanidad.
muerte va a retroceder en beneficio de algo que no e 111
una resurrección de los cuerpos (de los cuerpos: la apo­
'''! Plinio el Viejo. Histoire naturetle, op. cit. catásrasis de la religión ortodoxa) ni una liberación (de la

344
34 5
Jcan-Lo u is Déotte La época de los aparatos
������ · �������-

carne) , pero que tampoco es ni la muerte ni la vida. Las Somos los herederos de ese siglo , tanto po.1. 1:1 sentimiento
consecuencias serán incalculables (cuesta bas tante, cerca de desrealizació n que nos ago b ia a todos (puesto que todo
de dos s iglo s después de los comienzos de la fotografía, lo que llega, el acontecimiento, se encuentra inmediata­
realizar una clara evaluación) . Pues si la carne ya no en­ mente desdoblado , por ende devaluado , como el referente
cuentra su acabamiento en la huma;}idad y el cuerpo de y su foco) , com o por la extensión de la política terrorista
de Estado de desapanción física de los cadáveres, que tiene
_
una persona en un pueblo, entonces humanidad y pueblo
quedarán librados a un espanto que se presenta s ie m p re como consecuencia hacer cesar su p roducc ió n, por lo tan­
con mayor a mp li t ud . El efecto del aparato foto es que, to, su expos i ció n , reemplazánd ola por una disp e rs i ó n de
allí donde un simple retrato pintado se desliza poco a fantasmas: aquellos de los que no se puede decir si están
poco en el anonimato de la p ura p intura, allí donde la vivos o muerros. Como si las producciones fotográficas
escultura singularizante se metamorfosea en obra de arte del siglo XIX hubiesen hecho nacer en el siglo XX la idea
(el Pere Lachaise es el p arque de escul mras más grande demoníaca de que la mejor manera de generar una huma­
de París ) , el retrato fotográfi c o está s iempre a la espera de n idad de espectros capaces de espantar a la humanidad de
una cosa: el nombre del o de la que está allí presente. La carne, consistía en hacer desaparecer los cadáveres . Si no
foto no libera bellas y simples formas, pese a la tendencia hay más cad:iveres a exponer, si los cuerpos han sido "aspi­
contemporánea a plegarse al "régimen estético" moderno rados, chupados", como lo querían los militares chilenos
del arte, ella nos aspira hacia el p asado como si fuéramos y argentinos (apl i ca n do técnicas francesas p uestas a p unto
allí esperados por lo que es necesario llamar espectros. Lo durante la guerra de Argelia) , no habrá más trabajo de duelo
que tiene por consecuencia que el pasado no está cump lido , en ausencia de todo ritual, más alteridad real para la hu­
que hay utopías en el pasado y no solamente del pasado. El manidad viviente, cada uno se replegará narcisísticam ente
pasado está abierto, lo que resul tó no era ineluctable, puesto sobre sí. Cada sobreviviente, arrastrado en el momento de
que otras líneas de fuga eran posibles. La dualidad de la foto un recogimiento meditativo por el torbellino de su es píri tu ,
reside en esta tensión entre utopía y espectralidad, que son experimentará u na suerte de desencarnació n de su cuerpo.
dos modos del do ble, del aparecido. Ese cuerpo, flotante, que encontrará proyecndo fuera de
Si nuestra hipótesis tiene algún valor, entonces será pre­ sí, pero sin límites y por tanto sin forma, como espíritu
ciso decir que el si gl o XIX h a b rá sido espiritualista porque y como el de otro . De allí el es p anto para Benj amín y la
se consagró al esp iritismo (de Hugo a los científicos más inquietante extrañeza para Freud.
bien posi tivistas, como l os Curie del s i g lo siguiente) y que Sería hoy un lujo insól ito hacer esculpir la imagen del
cs c o último no habría ocurrido sin el aparato fotográfico. ser amado, pero sobre todo eso no corresp ondería más al

346 .347
Jean-Louis Déotte La época de los aparatos

píriru del tiempo, en lo sucesivo incapaz de hacer un culto formas devengan telas que dejen surgir apariciones. Esta
os muertos. Es por esra razón que, en sus fotos, Catherine palabra, que es importante no confundir con "aparecer",
élie privilegia lo que hace desaparecer las formas e culpi­ conlleva la fortuna de decir a la vez lo que está volviéndose
.s: rodo ocurre como si las manchas (de color: el negro) espectral, por el hecho de la disolución, y lo que es del
Lbieran caído del cielo, llegando a recubrir, por ejemplo, orden del estallido del acontecim iento. Con Hélie, las for­
; rostros. Ahora bien la mancha (./11al) es el origen de la mas-estatuas entran en u n devenir-aparición debido no a
o.tura (Malerei) como la recuerda Benjamin en Fragrnen­ una confrontación con pequeñas foros funerarias como en
·. A esta disimulación de las formas bajo el color, Ben­ el. siglo XIX, sino con el arte mayo r de la película. Pues lo
nin la designa: imaginación (deformanre) . De la misma importante aquí son esas manchas que llegan a recubrir en
mera, la piedra es devorada por una enfermedad que la p articular los rostros, manchas de las cuales se ha dicho que
smenra, las siluetas son abstraídas por el trabajo corrosivo eran superficiales p uesto que no provienen, por supuesto,
la lepra de las ciudades. Hay en Catherine Hélie, por de ninguna interioridad. ¿ Qué sería la interioridad de una
a parte, la certeza de una imposibilidad de época; por la estatua que además es funeraria? Sólo un aparato pelicular
·a, la afirmación de una estética que puede denomi narse como la foto podía hacer enrrar formas de piedra en un
lterialisra, como en Sacie: la forma individualizadora no devenir-aparición.
nada, ella pasa. Lo importante es el Rujo indestructible Así, la foto como dispositivo técnico produce o tra era
materia que pasa de forma en forma (como el color es lo antropológica cuya característica más significativa y más
e subsiste en las experiencias con la droga de Benjamín espantosa es la política terrorista de la desaparición. Enten­
¡Marsella o Ibiza) , es lo esencial, que puede más que el dida al contrario como aparato, cuya potencia es embelle­
f º : el : ujero � bservador, la cosa observada y el plano de cer el aconrecimiemo de la aparición, la foro hace posible


.
�yecc1on gracias al cual se puede conocer. Para esta esté­ un arte de la aparición superficial. En consecuencia, como
l' que no es necesariament e bergsoniana, el grano de la todo estado y coda situación, la muerte cambia enronces
ra deviene textura. La imaginación no es más entonces, de significado: este será el revés afirmativo y utópico de
o en los clásicos, la potencia o la facultad de poner la desaparición terrorista. En efecro, como lo sugieren las
orma o en figura, sino eso que arrastra la disolución fotos de Hélie, la creación no está más seguida de una
as formas. Eso supone bien establecido un parque de destrucción violenta inevitablemente dolorosa, puesto que
lturas como el Pere Lachaise, pero entonces un lugar la m uerte y la vida están en una suerte de promiscuidad
de el patrimonio al ya no ser un problema, y por lo donde ellas coexisten sin oponerse radicalmente. Se cum­
o su conservación , se esperaría que, por disolución, las plirá entonces la profecía benjaminiana. nuestra era ser:í la

348 349
Jcan-Louis Déotte

de la impotencia masculina en crear, y la de la metamor­


fosis de la sexualidad viril en sexualidad femenina. De allí,
ame el retiro p olítico de los padres, el ascenso a la plaza
púb lica de las mujeres en tanto que madres : las Madres de
.
Plaza de Mayo en B uenos Aires, las Muj eres de negro, etc. CARLOS ArIAMIRANO : LAS IMÁGENES
Y un nuevo modo de enten der el acontecimiento según DE SÍNTESIS Y LA DESAPARICIÓN
Arendt: "93 el acontecimiento co mo natalidad.

Los aparatos que herr.os distinguido están sometidos a


una doble p rueba: u na escritura L!.niversal ("la numérica")
y la desaparición polícica. En una exposición de fotografías
contemporáneas, es prácticamente imposible distinguir
una imagen analógica, en cuanto que argénrica, de una
imagen "numérica"394 generada por un código que es un
rexro formal y procedimental. Ocurre lo mismo para el cine
(Cf Sokúrov) y el video. Ciertamente, el museo i mpone a
las artes s u ley que es la d el patrimonio: las i mágenes son
todas ubicadas de la misma manera, de manera vertical
(lo que i mpone la misma ley al dibuj o y a la pintura) ,395
homogeneizadas analógicamente, y al final transfo rmadas
en suspensos durables; m ientras que el modo de p roduc­
ción de i mágenes "numéricas" está en total ruptura con
ese s uelo común3% de imágenes modernas que es la p ro­
yección. Las imágenes "numéricas" han conocido en un

·'94 El término fr:i.n cés para "d igital" es numérique [N. del T J .
3"; E incluso d e p i nturas p:u:i. l a s cu:Ües e l s ue l o e s e l p unro d e apoyo , como
en las de J a cks o n Pollod ..

Lectures d'enfiince,
396 Que es rambién el de la i mag inación en Benjamin, p uesto q ue el color
393 Y el comentario de Lyotard, " Survivant ", en París,
el
Lectums de iJifrmria,
rojo es p royecrado sobre el rostro dd nióo en m o r n c n ro de la verg üenza
Galili:e, 1 9 9 1 : trad. ca
sr. : Buenos Aires, Eudcba, 1 977.
para ocultarla a los ojos aj e n o s .

350
35 i
La época de los apararos
Jean-Louis Déott:e

estadio de su desarrollo la forma de un código un texro perorata de Baudrillard sobre la "si m ulació n" y la "pérdida

formal y p rocedimental, que no adquiere su sentido más de lo real" Hay un cratilismo esencial en Baudrillard, como

que por la ejecución de procedimientos inscriptos en un si, en un momento cualquiera (¡la sociedad salvaje!) , los

modelo que describe explícita o implícitamente. El gran signos hubieran estado en relación necesaria con las cosas.

asunto no es el carácter binario de ese código, pues wdo Es, en efecto, difícil sustraerse del basamento p royectivo:

código formal puede ser tradúcido sin degradación a otro. podría aplicársele lo que escribía Husserl a p ropósito de la

Ese código es stricto sensu una imagen virtual, p ues no es Tierra considerada como un arca: Wi es la última condición

más que a través de un procedimiemo de actualización que del sen tido. Pero hemos aprendido a relativizar la arkhé de
deviene una i magen perceptible y ulteriormente lo traba­ toda arca. La p royección (no) era ya (más que) u n archia­

jado puede adqu irir por ese hecho un valo r patrimonial o parato al lado de la i ncisión (de la ley) sobre los objetos,

mercantil. Esa no es una imagen latente ya que se trata de los cuerpos, la Tierra.

una actualización y no de una revelación. Para un aparata Desde entonces, en la visi ó n i ngen ua. los espacios del

de fotografía argéntico, el negativo de la película sirve de detector, de la célula del aparato digital, de la memoria

sensor; la imagen latente del p rimero deberá ser revelada y de la pantalla son descriptos como isomorfos y el dato

(es la tarea del historiador según Benjamín), mientras que fu ndamental es el p Lxel. Pero es también u na co ncepción

el archivo de datos (la imagen virtual) del segundo deberá "proyectiva" que se impone: el referente se "proyecta" sob re

ser realizado. Desde ese momento, el pasaje por un código la óptica que "proyecta" la imagen sobre el decector que
(( )) . (( ))

rnmpe el nexo físico con el referente, no solamente en se p royecta en una memona que a su vez se p royecta

azón de la ausencia de fotones reflejados por el referente e sobre la pantalla. La relación con el tiempo es en aparien­

tnscrip to físicameme sobre el negativo, sino también por­ cia la de la fotografía.3% En realidad, el proceso analógico

RUe la relación directa con el espacio (impresión) y con el


iempo (fragmento) está rota por el carácter p uramente se­ �97 Husserl, Edmund, " La'Arche-origi n a i re. La Terre ne se meur pas "

( 1 934), en Philosophie, nº l , París, M i nuir, 1 984.


cuencial del texro que permitirá "remontar" espacio y tiern­
39" El derecrnr e s ora una l ínea d e sensores q u e barre e l espacio (escáner, cáma­
o. Desde ese punto de vista, toda imagen digital es una ra forográfica de esrud10) , ora un área de senso res (cimara de video, cámara
magen de "síntesis" incomparable co n las producciones de fotogr:ífica digiral). En el caso de un área de sensores, las líneas son acrivadas
una tras otra, l uego las señales emi ridas por las células de la línea son barridas
a épocas anteriores. Los imaginarios no so n por lo tanto
comparables: la imagen digital, a diferencia de la argénrica,
secuencialmenre para crear una señal analógica. Esa señal se r:i fi lrrada, anali­
zada y al final codificada. El disposirivo aplica algunos rraramienrns y efectos
o tiene relación con los espectros. Ella va a traer aparejada (balance de blancos, esrabilización de movimiemos, reforzamiento de contor­
nos) y fi nalmenre cifra la imagen y el escrito bajo la forma de u n archivo en la
ma nostalgia de la espectra[idad que está en el centro de la
memoria rcmovible. Esos rraramien ros son efecruados por algori rmos que son

352 353
Jcan-Louis Oéotte L a época d e l o s aparatos
��������-

(proyección de l uz sobre una .s uperfi cie y rransformación fo rmal se auronom izó frente a o tros archiaparatos que
química res u l ranre) deviene una exploración, u n b arrido integra, como lo hace con sus especifi cacio nes (los apara­
acompañado de una acción codificado ra y de actos de tos) y con sus artes . Podría agregarse que, sometido a la
escritura, l uego de lectura, o p eraciones lirerales . El código i maginaci ó n que e rige formas y al entendimi ento que las
producido es , co mo todo texto , in definidamente mani­ analiza, neutraliza la temporalidad de cada aparato proyec­
pulable. Puede haber sido creado por una cámara digital, tivo al tratar s us obras como archivos. Así, la temporalidad
por digitalización de una im agen analógica, p roducido de tal foto no es la de lo que p uede punzarme (el punctum)
por u n s is tema de s i m ulación o por una mezcla total de sino únicamente la de un documento general (el studium
esos eres p ro cedimien tos . E n rndos los casos, no es más de Barrh es) , s eleccio n ado arb i trariamente e n un Rujo
que virtualmente una i mage n . Para ser perci b iJa, ésta de imágenes videográficas que no captura más nada en
última deb ed. ser actualizada. Es ta pro togeometría, este se n tido p rop io. En esa direcci ón, no h:iy n i nguna ap uesta
archiaparato de barrido (que n o debe ser confundido con de eman cipación por la invención de una temporalidad
el scanning i n consciente des criprn por Ehren zweig) co ns­ impro b able porque el tiempo del contado r es stricto sensu
ti tuyen el arca de n u merosos disp os itivos de los cuales e l el de un reloj autónomo y mecánico totalmente disocia­
más explícito e s el radar. Ahora b ien, ya estaba presente en do del tiempo del cosmos. Victoria del ti empo vado que
lo proyectivo desde el Renacimie n to , lo que hace explícito extenúa, aniquila las temporali dades in tempestivas. Ya
las descr i pcio nes de Al berti, los grabados del portilló n de no es más el tiempo irrevers ible de la físi ca ni el de las
D urero y la digitalización de la geo metría por D es cartes . cro n o logías , tl fortiori de los calendarios, sino un tiempo
Lyo tard59� ten ía perfecta conciencia de es to cuando redu­ adm i n is trado como cualq uier o tra dimensión donde
cía b persp ectiva a una es critura de la cosa, como Flusser una fase anterior y o tra posterior son indiferen tes . Un
cuando i nt roducía el "co n cepto" e n el i nterio r de la black tiempo que nada tiene que ver con las dimensiones de la
box fo tográfica. Podría decirse que ese barrido por el lógos conciencia íntima del tiem p o fenomenológico. Pero, por
o t ro lado , reduciendo todo dato (la i magen, el color, el

codos maccma cizaciones de c eo r ía s de la percepci ó n . Ese archivo es enseguida


sonido, el olor, el mismo texto, c te . ) a lo textual formal, el
l e ído, luego c ra c a d o paca mosccar o i 1nprimir la image n . Para rndo csrn, ver archiaparato de sín tesis dej a el campo libre a la imagina­
Porchet, iv[ ichd, L'Apparcil 1 1 um é r i q uc et la pe<s p ective ou le Rewur des
"
ció n diso lvente, y eso liceral mcme, ofreciendo a la lectura,
espaces projcccivcs e n a n , � n Qu 'cst-ce qu'un app iireil ,, op. át.
b escri mra, rndos los archivos del mundo . Ese
"

''"' Lyo c ard, cuyos an:íl i,is de la e.;cricura, del código, del !ógos como a rticu la­
por tanto a

ción o p uesrns a lo fi oural adqu i eren acrnalmeme rnda s u fuerza. Discours, p odría ser el triu nfo fi n:il del cinc, no de un cinc donde el
}i��u;·c dcbcria s e r leíd o e� ese n uevo co l1 [cxro, d de los i1111111terÍllles, pero gr:rn asumo es la pro fundidad de c:irnpo sino el montaj e,
glohalizado.

354
J 'i 5
Jean-Louis Déotte L a época d e los apararas

en el sentido del dibujo animado:1º0 Son los n iños los que y antiexistencialista de desaparición. Los teoncos nazis,
siempre dibujan en los fotogramas sobre todo cuando ya luego franceses (guerra de Argelia) , luego latinoamerica­
han sido desarrollados y son imágenes disponibles para la nos, etc., han sistematizado y conceptualizado la política
imaginación deformante. Finalmente, Benjamín, ponien­ de desaparición (política Nacht und Nebel: noche y niebla) .
do en el centro del análisis dc:l cine las nociones de test y Una sorprendente complicidad se instaura entonces entre
de juego, lo desvía hacia el lado de lo numérico, hacia un la desaparición polfrica y una poética "desaparicionista"
archiaparato muy diferente al proyectivo. Es la ruprnra Desde ese momento la cultu ra cesa de estar bajo el "ré­
que anuncia la industrialización de la reproducción. Pese a gimen de la estética" tal corno perdura mayoritariamente
las apariencias, el imperativo del test y de su reversibilidad en Europa y en Estados Unidos. El arce en la época de la
no pertenecen más a la esfera de la mímesis. Entonces es desaparición, que se expone en Santiago o en Buenos Aires,
el tri unfo de la i ndexación y por ende de la archivización por ejemplo, no pertenece más a la categoría de lo subli­
que interviene al nivel de la actualización. La producción me estético corno la abstracción de un Newman o de un
de imágenes y de textos se hará entonces en previsión del Mark Rothko. En la era de la política de desaparición, una
archivo, siendo siempre el i mperativo el de co nocer para verdadera estética no se conjuga ni sob ·e el modo sublime
enco ntrar. El archivo es por ende la condición de posibi­ que afirma que "hay p resentación de lo impresentable'',401
lidad de la p roducción, pero esta se transforma además en ni sobre el del ícono y de la kénosis10l que, sin embargo, era
destinación, llegando a suplantar a las otras. una estética iconofílica. Frente a una política de fagocitación
La otra experiencia que sufren los aparatos proyectivos es que exige a los padres de las víctimas la prueba de que sus
política: desde las guerras de masa (Primera Guerra Mun­ hijos han existido, mientras que para sus "órganos" no hay
dial) los genocidios metafísico-políticos perpetrados por los más que sin-huellas, el arte vuelve a la imagen preproyectiva
totalitarismos, las guerras coloniales l uego "antisubversivas" al incorporar huellas, marcas de desaparecidos. Es el retomo
en el contexto de la guerra fría, los Estados, calcando sus ac­ p ol ítico a una técnica que se creía en vías de desaparición: la
ciones secretas contra los grupos radicales o las poblaciones fotografía argéntica, pero más como dispositivo de impresión
inocentes sobre las prácticas de la antigua República de Ve­ que como dispositivo proyectivo. Los artistas chilenos como
necia, han recurrido cada vez más a una política negacionista Euo-enio Dittborn, Carlos Altamirano o Gonzalo Díaz
D

'"" Se pudo decir que cienas imágenes de lvdn el Terrible (las sombras de 4u1
Cabe recordar h importancia de esce rema en los ai'los 1 980 a conti nua­
lván, de su guardia personal, ecc.) perrenecían más al mundo del cine :mi­ ción del Lvocard de los análisis de la AnafítictZ de lo sublime de Kan e , pero
mado g u t! al , lógico po r un a sombra, d e la proyección . Cf. los trabajos de también e � Derrida, Nancy, Deguy y Lacoue-Lab:mhe.
Pascal Rousse sobre Eisc n srei n . 4n1 Mondzaín, Marie-José, lmnge. lco11e, l:.'co11omic, París, Le Seuil, 1 996.

356 357
Jcan-Louis Déonc L1 cpoo de los aparatos

i as digitalizadas) en s us co ntra riamente a la p oderosa tes is de Lyo tard cxp ues ca en


imegran foros (serig rafia s, fo to co p
Rob en Raus chen bcrg . Q1te peiJLdre ?, el cuerpo del pi mor niíi.o no ha sido tocado
obras, reuniendo así el pop art de un
ás a otra desa paric i ó n : la p o r lo que no es un aco meci m i e n ro s e n s i b le , un afecta,
Pero ellos esrán con fro ntad os adem
de h imag en de sínte sis. s i n o por un aco r necirniemo p a radoj a!? Sería necesario, de
de la exis tenci a fís ica del refer en te
eso ej emp l ares . un cieno modo, deven i r n uevamente p i ntura histórica,
Los Retra tos de Al tam i rano sor: en
La obra del chile no perte nece a u n arte
de resist encia p a ra i nscribir o tro i n memorial, hi stóricamen te sens i b le e

a la políti ca de l a desap arici


ó n . El desap areci do � o es u n insens i b l e a l a vez, y afretar la h i s to ri a s i n ser no obsta nte
sino u n tanta sma :
ausen te , pues n o está vivo n i muer to , monu mentalizable. F i n al m e n te , s i la p i ntura es l o exp re­
hay posi b i li dad
Juríd icam ente hay desap arició n cuan do no s ado de la presencia, co m o lo escrib e Lyo tard, e nto n ces la
s e l cuerp o" ) , aparición que ella es absorbe de masiado la desaparició n .
de habeas corpus (liter alme nte: '' que renga
undo G ó mez
c uand o e l Estad o , co m o l o recue rda Edm H ay d emasi ada p resen cia e n p i nt ura, demasiada transfi­
el cuerp o ante la guraci ó n . Mirad el Tres de Mayo de Francisco de Goya
Man go no p uede , no q uiere dar, devo lver
corte "ad sttbjiáendum":'ºj La des ignac ión
de una existe ncia o i n cluso, en el l ím i te , los d i bujos o las pin turas de los
u na ciert a relac ión cam pos de Zoran Music.
com o "desa parec ida" ya es j u rídic a . Es
cuerp o , que no Hoy, algo distinto a una dialéctica de la presencia llega a
del cuer po con la l ey. No es b. a usen cia del
chocar de fren te a la p i ntura, o rra temporal i dad: la desapari­
es más que sen time n ral.
B utad es de S i c i ó n , que s e g ú n h leyen
da i nven ta p i n - ción y su eterno retorno que fu nciona com o un destino para
ar la i m agen d e l el :.imante, l a fami lia, la sociedad civil o la pol!tica. Una socie­
tura y d i b u j o , podí a grac ias a e l l o s ador
ama nt e ause nte. Pero la fo ro d e u n desa
parec ido i n s p i ra dad que n o puede e nterrar a sus muertos no p uede superar
ía y fi nalm ente el su p asado. Permanece en el momento en el que vio a sus
el temo r, l a i n certi d u m b re, la mela ncol
h un d i m i e n to psíqu ico. En b actu alida d,
l a p imura debe ­ hombres y m ujeres p o r última vez durante su fagocicación,
cuen ta ritua l men te o fünivamenre señalados por O ffOS deten idos . La h istoria no
ría, seg ú n s u p ro p io orde n , ro mar en
, sino fanta s mal. fu e i nterrum p ida ni por el Mesías ni por el caos festivo caro
ese cuer po que no está vivo ni mue rto
S e dice que entra a Benjamin. Casi no hay sobrev ivientes o tes t igos.
Pero la p i n tu ra carec e de los med ios.
en cris i s , volv iénd ose marg inal. Parec e
no estar más en ¿En es to termina la p i nt u rJ ? La p i ntura no es' in va li dada
su as u nt o : devo lv e r la p res..:n cia en
lo visua l , h ;:i cer a p a­ (el a le mán fuchter, los laci n o::i meri canos D i nb o rn , O íaz,

recer . ¿ Qué devo lverí a e l la p u esto qw_:


p recis amen te aquí , Balmcs , Alta m i rano, i Toé, Leó n , Romero, e t c . ) . Es des­
plazacb o a su vez deportada. Todo ocu rre co mo s i , en s u
p ro p i o sopo rre, debi cr:i. d e j ar lu ga r a i m ágenes d e l apa rato
Jean-Louis Déorre L:i época de los apararos

de registro. Imágenes cuya credibilidad es tal que producen necesario recordar que en la época de la dictadura chilena,
un efecto de confianza. I mágenes que respetan una ley todos los posibles soportes de imagen sirvieron rápidamente
impuesta al cuerpo : allí donde ellas son, hubo un cuerpo. a la causa de la resistencia.405
Es física y legalmente necesario. Esas foros no son obli­ Un segmento de cinta sobre otras dos i ntegra un marco
gatoriamente muy parecidas C<?mO en Christian Boltanski, dorado, de esos marcos de formato horizontal más bien
menudo son borrosas, no profesionales, pero son im­ adaptado a la pintura de paisaje o a la pintura histórica
resiones de cuerpos. Por supuesto, pueden ser enseguida clásica. Pueden ser marcos recortados, "alberrianos" la
manipuladas, estetizadas (Gilles Peress y los carniceros de imagen podría p rolongarse alrededor, el marco aísla en ella
Srebrenica) . Es todo el problema del fotoperiodismo. Lo una vista o un fragmento. Pero esta función proyectiva, que
cual no quiere decir que no sea la única arma (con el cine introduce una dimensión de p rofundidad, no debe crear
el video) contra la política del secreto y del borramiento ilusión: ciertos marcos están rotos, un borde ha sido trasla­
istemático de rastros. Se ve por lo tanto aparecer toda una dado sobre el costado. El marco puede no interrumpir nada
pintura que se encadena sobre la fotografía. En el corazón del conjunto ni modelar o configurar lo que sea. Como si
de la apariciór en pintura surge la marca de la desaparición. se deslizara y fuera detenido de forma arbitraria sobre tal
O bien es una pintura que se da como una foto, a la manera tramo de cinta. Una imagen puede salir del marco, una
de la foto, y producida a partir de fotos (Bacon, R.ichter, parte bajo él, otra arriba. En síntesis, la imagen y el marco
etc.) . En todo caso: un arte de resistencia. Sí, esos hombres, son de la misma naturaleza.
esas mujeres, han existido. Un segmento se compone de muchas imágenes de so­
Los Retratos"04 de Carlos Altamirano están dispuestos p o rtes y de temas heterogéneos: ningún intersticio, ningún
unos al lado de otros en una suerre de cinta infinita (más de vacío, ningún blanco. Este es un registro de la i magen
cien metros) en el interior de un panorama. Este dispositivo que pertenece al pop art de los años 1 960 Qaspers John,
debe producir una sensación de asfixia y encierro. No hay Rauschenberg o Erró) , caracterizado por la saturación, el
exterioridad posible. En cada segmento de cinta, la presen­ collage, la coexistencia de soportes diferentes. Estarían allí
cia de una o dos fotos de desaparecidos lleva la frase ¿En qué los criterios formales de una imaginería de la desaparición,
re han convertt."do?, el nombre de la víctima, su profesión, y no el vacío o el desierto cinematográfico como en Anto­
la fecha y el lugar de detención, componen la u nidad. Es n ioni. Hab ría allí una regresión p ues es necesario recordar
que uno de los momemos esenciales de la invención del
111• Carálogo de la exposición, Museo Nacional de Bellas Arres de Sanriago,

1 996, con cexros de F. Balcells, R. Ferrer, J .-P. Mellado, R. Merino, M . Ri­ .;u� Las brigadas de pintores "muralisras" de Santiago del riempo de la dic­
vas. Agradezco a Rira Ferrer pues le debo el conocer esra obra.
radura.

360 36 1
J ean-Louis Déottc La época de los aparaws

l i b ro consisti ó en la invenció n de la discontinuidad de archivo. Aparece en ciertos momentos. Un fondo de pecho


las frases , en i n terrupciones en el fl uj o de escritura; los femenino como pantalla blanca de todos los s ueños,406 frag­
blancos , e l vacío en la escritura latina contra la saturació n ment0 de carne, fondo b lanco de un dibujo erótico, agujero
de la escritura gótica. profundo de una calle (otra obra de Altamirano) , hierbas y
El análisis de los sopo rtes de las i m ágenes permite reco­ excrementos, mantel de color rojo, pintura infantil, multitud,
rrer cas i todo su ciclo históri éo : p intura infantil, bordado j ardín público, tierras cultivadas, plaza, muro de ladrillos. La
femenino, serie de figurines de soldados cortados en cartón capacidad de las imágenes para deslizarse unas sobre otras
o de p uños cerrados, "castris tas" , o helicópteros "imperia­ indica precisamente una textura de síntesis . Una imaginería
listas'' , dibuj os, películas de foto refotografiada, publici da­ virtual que ocupa el lugar de la fantasmago ría o riginaria.
des, imágenes de video, obras anteriores de Altamirano, Si se tienen en cuenta todos estos aspectos, de la trans­
referencia co dificada a las vanguardias (la estrella afeitada formación de todo sopo rte de imagen en lenguaje formal,
sobre el cráneo de D uchamp) , p intura religiosa colonial, que co nduce a una desrealización del referente, se entra
p intura histórica, foto p olítica (Salvador Allende a caballo) , ento nces en una estética de la desaparición que tiene otro
i mágenes de actuali dad, grabados de nombres, elementos sentido que el de Virilio en 1 9 8 0 .
de decoración (flores es tilizadas) , esquemas de tratados de Desde entonces, e l contraste es to tal entre ese fondo de
ciencias naturales , planchas de viñetas de edición popular, rumor i magina! de s íntesis que fagoci ta toda temporali­
imágenes p o rnográficas, s ímbolos nacionales (el cóndor) , dad, y la p resencia sistemáticamente reiterada de fotos de
esqueletos radiografiados , etc. desapareci dos que, paradój icamente, son los únicos que
Las imágenes p asan u n as baj o o tras , lateralmente, y todavía pueden hacer que exista un referente . Se vuelven
afirman así su pertenencia a una misma pasta imagina!, a la excepcio nes onto lógicas, imágenes de resistencia frente a la
cual siempre se adhirió, casi desde el nacimiento, como un convergencia de regímenes políticos que hacen desaparecer
rumor hecho de formas, de colores . Una fantasmagoría ori­ todas las huellas de hombres y de técnicas de síntesis por
ginaria, un abono CLtya evidencia no p uede ser rep lanteada las cuales lo real no es más que un "caso" . De allí surgen
y que recubre totalmente el campo de percepción. Aquí los tres paradojas:
sopones descriptos por la mediología de Régis Debray son 1 . Mientras que la cinta del carrusel sinteti'za todas las
am asados y confundidos y pierden toda pertinencia singular. épocas y todos los sopo rtes de la imagen porque todo se
Se puede suponer una suerte de matriz común a todas es­ p u ede "digitalizar" , sólo la i magen del <lesa parecido resiste
cas impresiones, que no es más la muy arcaica khóra descripta
por Platón en el Tirneo. Esta marriz, en Altamirano, es un 4"(• Anzicu, Didicr (d i r. ) , Les enve!uppt's p�ychiq11es, París, Dunod, 2003; rrad.
c1 sr. : Laj e11uo/ltims ps!q11irlls. Buenos Ai res, Amorro n u , 1 9 8 7 .

362
Jean-Louis Déocte La época de los apar acos

y evoca la existencia necesaria de su referente. Altamirano por el otro, la resurrección de un nuevo espacio público �? r
comprendió que la nueva época del archiaparato consiste la acción de las madres, que hacen emerger una cuesnon
en una alianza de dos prácticas de la desaparición: por una de la cual nadie podía hablar: la natalidad. En efecto, en
parte, los genocidas y los atentados a los derechos humanos; esta situación donde los hombres no están más ligados por
por otra los nuevos soportes de la información. De allí una ningún contrato social, donde los oposirores no tienen m�s
doble crisis de la experiencia y de la memoria. el "derecho a tener derechos" (Arendt) , donde el espacio
2. La comw1.idad de las madres en Argentina, las "locas de la público como espacio de entre-exposición de singulari­
Plaza de Mayo' , y a continuación todas las madres de desapare­ dades ha sido aplastado, los machos son desposeídos de la
cidos, en Chile, Argelia, Rusia, Marruecos, etc. que se consti­ acción. Quedan fuera de juego, en la periferia de la acción
tuyen contra la comunidad arcaica del secreto exigido por los de las esposas y madres. ¿Se trata aún de una lucha en pos
militares, al aproximarse al enigma de la desaparición de sus de la igualdad? ¿Se trata para los "sin-parte" de inventar un
hijos, corriendo todos los riesgos, son portadoras potencial­ nuevo espacio p úblico profiriendo palabras insólitas, jamás
meme de un nuevo espacio público. Las madres de la Plaza escuchadas, ante un público que todavía debe inventarse
de Mayo que se fueron encomrando por azar en los pasillos a sí m ismo? Porque sus hijos han sido reducidos a la vida
de los despachos de instituciones represivas aprendieron a desnuda, sólo las madres en cuanto tales inventan la natali­
conocerse, luego a reagruparse semiclandestinamente, hasta dad como acontecimiento político. Pero, como es evidente,
fil día �n que, locam�nr�, algunas marcharon, en el corazón las madres han sido a la vez desplazadas de su hogar (ellas
tle la cmdad, en un msohto _ cara a cara con los militares. Si aprendieron a combatir dejando de ser mujeres del hogar) . Y
l1ay una especificidad de la política de las mujeres, es esta: se han vuelto activas en cuanto que ultramaternales, puesto
i:n tanto madres. La maternidad col.ectiva toma el lucrar de la
que reivindican el retorno a la vida de la cofectivid.od de los
b
nternidad recuperada por las sociedades secretas de los mili- desaparecidos y no sólo de sus hijos. Están más acá y más
¡ares, donde reina el régimen de la obeillencia jerárquica y del allá de la política, como lo están los derechos humanos a los
�rimen ritual ejecutado en común, fraternalmente.4º7 Son dos cuales se refieren y las ONG que instituyen a escala interna­
guras del estar-juntos que se oponen de modo irreductible. cional. Estas madres no nos parece que refuecen la "policía
3. Por un lado, la matriz femenina de rodo imaginario (la internacional ' del nuevo orden mundial.
hóra platónica, la en oñación colectiva cara a Benj amín) ;

' Freud, Sigmund, Totem und Tnbu. Einige Übereimtimmungen im Seelen­


ben der V</iíden 1md der Nmrotiker, Leipzig y Viena, Hugo Heller, 1 9 1 3;
ad. casL: Tótem y tabú, Madrid, Alianza, 1 97 5 .

365
364
ÍNDICE

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Fríedrích S chiller: la cul tura es el medio del arte
y de la polÍtica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . .. . . . 7
Estructura del acomecimíemo , estructura
de la época . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
Claude Lefort: apararo e h istoriografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
La emancipación según Walter Benj amín . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 9
G ustave Flaubert: hacer del material u n soporte . 73 . . . . . .

Jean-Frarn;:ois Lyo tard : la termodinámica


de los aparatos . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81. .

Walter BenjJ.min: el aparaco urbano . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . 93. .

Michel Foucrn lt: aparato/ dispo s i ti vo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 O 1


Vilém Flusser: el aparato y la obra de arte . . . .. 111
. . . . . . . . . .

Girard Desargucs: repetición y dífrrencia . . .............. 1 1 7


Dispositivo y arte de situación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
René Descartes: el aparato de las Jvleditaciones
metafísicas ... ... .. .... ... ... .. . .. .... .. ... .... ...... ... . .. .. ....... .. ... 1 4 1
. .

Pcter Grecnaway: el te s c i go artificioso . . . . . . . 1 49 . . . . . . . . . . . . . .

Erwi n Panofsky : aparato y pró tes is . . .' . . . . . . . 1 69 . . . . . . . . . . . . . . . .

1-Ian nah Arendc: el aparato y la política . . 1 85 . . . . . . . . . . . . . . . .

Sobre la fórm ula benj a miniana:


pintura = co pia + i magi n ació n . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207
"TI1eoclor W. Adorno: el c i ne y el nosotros . . . . . . . . . . .
. . . . 249
Temporalidad de los aparatos modernos . . . . . . . . . . . . . . . . . 275
Aleksandr Sokúrov· el museo contrariado por el
cinematógrafo (El arca rusa) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30 1
La temporalidad del filme . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313
Los videos de Marie Legros: la frase-imagen
al pie de la letra :. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . 327
Catherine Hélie: la i ntervención de la foro en la
escultura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339
Carlos Altamirano: las imágenes de síntesis y
la desaparición .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 351

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