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Anton Chejov
En una estacin de ferrocarril de la lnea Nikoliev se encontraron dos amigos: uno, gordo;
el otro, flaco.
El gordo, que acababa de comer en la estacin, tena los labios untados de mantequilla y le
lucan como guindas maduras. Ola a Jere y a Fleure d'orange. El flaco acababa de bajar del
tren e iba cargado de maletas, bultos y cajitas de cartn. Ola a jamn y a posos de caf.
Tras l asomaba una mujer delgaducha, de mentn alargado -su esposa-, y un colegial
espigado que guiaba un ojo -su hijo.
-Porfiri! -exclam el gordo, al ver al flaco-. Eres t? Mi querido amigo! Cunto tiempo
sin verte!
Los amigos se besaron tres veces y se quedaron mirndose el uno al otro con los ojos llenos
de lgrimas. Los dos estaban agradablemente asombrados.
Sbitamente el flaco se puso plido, se qued de una pieza; pero en seguida torci el rostro
en todas direcciones con la ms amplia de las sonrisas; pareca que de sus ojos y de su cara
saltaban chispas. Se contrajo, se encorv, se empequeeci... Maletas, bultos y paquetes se
le empequeecieron, se le arrugaron... El largo mentn de la esposa se hizo an ms largo;
Nafanail se estir y se abroch todos los botones de la guerrera...
-Por favor!... Cmo quiere usted...! -replic el flaco, encogindose todava ms, con risa
de conejo-. La benevolente atencin de Su Excelencia, mi hijo Nafanail... mi esposa Luisa,
luterana, en cierto modo...
El gordo quiso replicar, pero en el rostro del flaco era tanta la expresin de deferencia, de
dulzura y de respetuosa acidez, que el consejero privado sinti nuseas. Se apart un poco
del flaco y le tendi la mano para despedirse.
El flaco estrech tres dedos, inclin todo el espinazo y se rio como un chino: "Ji, ji, ji!" La
esposa se sonri.
Nafanail dio un taconazo y dej caer la gorra. Los tres estaban agradablemente
estupefactos.