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manuel scorza ‘Manuel Seorza nocid on Lime (1928) Estudio en el Colegio Militar ‘Leoncio Prado" y en ja Universidad de Son Mor cot, Por sus activideder politicas fue epresodo y expulsodo del Pert por la dietadura del general Odtie. A partir de 1948 vivie los siguienter siete afios ‘en ol exilioy recortis casi toda Ameri- a Latina. Retorné al Perd en 1956. En 1960-61 participé en lo gron rebelisn compesina de los Andes Centrales de hunei®. publicamente los motonzos y por ello fue acvrado de “otaquo a lo Fuerza Armado”. Se vio obligads ¢ Vigjar @ Francia, Vivio alli diez aos, durante los cuales eseribié las novelos {ue constituyen su. mundialme lebre ciclo de novelas épicas: Redoble ‘por Rancos, Gorabombo, el invisible, Ellinete insomne, Cantar de Agapito Robles y Lo tumbe del relampego.": Gucidas a treint idiomos, En 1978 retorné ol Perd y se incorpo- 6, de nueva, olalucha politica, en los filas del Frente Obrero Compesina Es: tudiantil (FOCEP). a obra de Monve! Scorza ha sido ‘raducida 9 numerosoe idiomas y publicade en los siguientes paises: Al bonia, Republica Democratica do Ale. manic, Republica Federal de Alemo. ‘la, Brasil, Buigario, Checoslovaquic Dinamorca, Eslavaqula, Estodor Uni- dos, Finlandia, Froncia, Grecia, Holon- dda, Hungria, Inglaterra, Istool, tlio, Macedonia, Neruego, Polonia, Potty. gal, Rumienia, Suecia, Turquia, URSS, Yugeslavio, la tumba del relampago (quinto cantar) por manuel scorza BX Siglo veintiuno editores, sa de cv ‘Siglo veintiuno de espafa editores, sa Siglo veintiuno argentina editores, sa Siglo veintiuno de colombia, fda tedicién al euidado de mart ler portada de onhelo hernander primera edicion, 1979 uarta edicion, 1985 siglo xxi ecitores, s.0. de ew. ISBN 968-29-0497-7 derechos reservados conforme @ la ley Imprese y hecho en méxiea’ printed and made in moxico un 12. 13. 14 15. 16, 17. indice Origen de los cataclismos que amenazaron con rajar el mundo Genaro Ledesma regresa a Cerro de Pasco, mientras la nieve cae sobre sus recuerdos De cémo Pajuelo se voluié Murciélago y Heredero Universal de todar Fidedigno origen de los hombret-péjaro Visita que el Murciélago Pajuelo recibié mientras Tela en la Plaza de Armas de La Unién De las razones por las cuales Genaro Ledesma se sentia con el corazén nublado Remigio Villena, que nunca huys de nadie, escapa de ta Plaza de Ticlacayén Comprobable informe sobre la represa Bombén De la mathadada hora en que ye, Doroteo Silvestre, hijo de Eudocio Silvestre, nisto de Magno Silves- fre, conoci a una forartera ). Genaro Ledesma empieza a comprender que, en ciertos casos, las palabras estén de més De las aflicciones del Padre Chasin La rabia comienza a sofocar a Genaro Ledesma Doroteo Silvestre descubre que su enfermedad tiene tun solo remedio Exaltecién Travesaiio le dice a Genaro Lederma “Soy alguien que morird sin ver la Justcia™ Segunda aflicciém det Padre Chasén Genaro Ledesma descubre que el Cédigo Civil puede seruir también para hacer justicia El sacrstén Saturnino descubre que Vidal Salas no 65 catélico, apostético y romano, sino todo lo con- trario Peripecias que Doroteo Silvestre pad buscando une iiento para sus males 2B 27 48 82 36 59 2 ™ 9 83 89 9% 27. 29. aL. 32. 33, Remigio Villena informa a Ledesma de cémo y ‘euéndo conocié el axicar Tercera afliccién det Padre Chasén De cémo me acaecié la desgracia de conocer a Maco Albornoz Cuarta afliccién det Padre Chasén |. Saldo de una crisis Del temor que acometié a Remigio Villena ascen- diendo las escaleras Del baile que verdaderamente se bailaba con los Albornoz . Policarpo Cabello te dice a Ledesma que un cam ‘pesino debe instalar su trono en el Palacio de Go- bierno El Arpista de Lima converse con Santa Maca en la Plaza de Armat de Yarusyacén De cémo broth la buganvilia del desfiladero de Uso Golpes en ta puerta sacan de tu suetio « Genaro Ledesma El Seminarista decide escuchar la voz de Jesueristo y no la del Padre Superior Lo que Rosaura Canales, mal lamada “La Rompe- ‘catres", dijo al Padre Chasén en el confesionario De los bastimentos que, segiin el Chino Lara, re- quiere toda tropa antes del combate Don Elias Tacumén aparece cuando menos se le espera 3. Visitacién Maximilian demuestra que a la Tierra 37. Prometida se puede llegar en balsa El Movimiento Comunal del Peri previene acerca de los graves sucesos que estin creando los grander latifundistas del Centro De cémo los tusinos comenzaron el asedio de la finsolente “Jarria”™ EL “Movimiento Comunal del Peri” refuta las afir- maciones de la “Cerro de Pasco Corporation” sobre sus grandes latifundios 98 302 105 108 m2 15 121 17 135 139 43 49 155 160 165 167 173 7 188 41 re 4B. 45, 41. 49, 50. 51 plead y na det Tore del Pato BA iovnint Corin del Por doancia lr tia de us drgets on Goede Pa ya re peroaba dele ase delay comnides de Ya felnonee 9 Yorn Tayundo td, domi nen a nebing, di Brain Treva cumple lo rometido Donde ie toc rt eee de Menor Por qud Entcin Traces compar apr diate on un comandani elo Guardia de Ka Cal Seo ompicae melon coma de ote eee, el Chino Lars y Seminars informen or nlaaon 1 Pete Coco mia os pote dea Pac Cra Donds sod on iced difessde dha deo For qué ls Projects, aunque sna Accidente, Gebea abject el Perd'y no oh ts Beer Cnids Asoyl Visqen co quite wo La de Ricardo us condion sbi to cote co es tis Cue monrrd quel Somers ra blanc tna fecal ste Teoma no acrpia 0 de “Ojo por oo dete for dnt” poe tenpoce fos sors mail . Lépida 194 208 207 212 216 219 222 225 228 231 236 243 252 256 262 1 Origen de los cataclismos que amenazaron con rajar et mundo Primero vo vientos que se contradecfan. Las montis seguian inméviles, Pero los vientos se contradecian. Por el movimiento de los choles se percat6 de que no eran ordinarios. “El aire sopla en una sola direccién." Estos vientos iban y venian hacia todos los horizontes. Una mitad de los bosques doblados por los vvendavales se torcié hacia Occidente. La otra hacia Oriente. Y, lo mis absurdo, las hojas de los drboles que no eastigaban Jos vientos de Oriente u Occidente, caian hacia arriba. La Iuvia también cambié de direcciéa. “Liveve de a tierra all cielo.” Entonces, la multitud advirtié algo. Hasta ese instante entregada a pacifcos negocios el gentfo de la plaza exami- naba, regateaba, trocaba, disputaba la mercaderia de una Feria Dominical concurida. El sopor del mediodia se ra ‘Acometida de pinico, la mulitud se lanzb a correr. Entonces ¢l suelo empexb a ondular como si alguien avanrara serpen teando bajo la tierra, “Sélo el dios Kolliiqui es capaz de caminar cinco aos bajo tierra. No puede ser él. Debe ser un terremoto." Pero el cataclismo erecia con demasiado eéleulo, como para serfo. En los cuatro rincones del mundo, la terra temblaba, ondulaba, con Ia misma velocidad. En eso el eata- clismo se detuvo. ¥ escuché el jadeo que salia clarsimo de- bajo de la tierra. No uno: seis jadeos. Observd que los ojos de a cabeza miraban hacia las esquinas donde el resto del cuerpo, despedazado, comensaba a juntarse. Y comprendis que era Inkari, el disperso cuerpo del dios Inkari que se reunfa bajo las entrafias de las corilleras que ahora volvian a catacismo. Montaias colosales se elevaban, se abajaban, cerraban planicies, cegaban precipicios, grandes ros, desplle- jaban lanuras, tapiaban ios, cataratas. “El fin del mundo seri”, se ater “0 el comienzo verdadero? Jadeando més 9 todavia, reioplando, los brazos y piemnas, el vientre, el pee cho desgajados del cuerpo de Inkari, se abrian paso, reptaban hacia la cabeza que en el centro parpadeaba alora con furor, con alegria, con nuevo furor, como ordenando, como acep- tando. jInkari volvia jInkari eumplia su promesa! En vane los extranjeros lo hablan decapitado, destazado su cuerpo, enterrado sus restos en los extremot del univers. Bajo la tierra, el cuerpo de Inari habia seguido creciendo, juntén- dose con los silos. ;Y ahora, por fin, se reunia! “Cuando ‘mis hijos sean eapaces de enfrentarse a los extranjeros, enton- ces mi cuerpo divino se juntars y saldra de la tierra para el combate final”, habia anunciado Tokai, jSe cumplia! Maravillaespantado, el tusino Remigio Villena contempls ¢l prodigio tejdo en uno de los ponchos de doia Afada Infinidad de veces, habia admirado en exe poncho, la escena inmévil del descuartizamiento de Inkari jAhora, por primera vez, vea! El poncho cobraba vida ante sus ojos. En el teido, Thkari juntaba sus miembros, salia tiunfante de la terra Era legado el momento? Esa noche de agosto, a los 39 afos de su edad, el gana- dero de Tusi, Remigio Villea, comprobs que dofia Afiada, Ja ciega de Yanacocha, se habia confundido. En la desespera- ciém de su ceguera, creyendo tejer el pasado habia tejido el porvenir. No pudiendo avanzar bajo la luz, por el Mundo de ‘Afuera, Ia clega habia viajado por el Mundo de Adento, Y en alguna andanza, legada a alguna encrucijda, dofa Asada se habia extraviado. ¥ sin saberlo, habia recordado lo que todavia no habia sucedido. Esto amedrentaba a Remigio Villena. La ciega de Yanacocha no habia tejdo el pasado, sino el futuro! Comerciando ganado, Remigio Villena, habia visitado Yanacocha. Sélo afios después supo que, mientras él nnegociaba, la ciega habia sido expulsada de Ja casa de un principal de Yanahuanca,siviendo en cuya cocina habia ga tado [a vida. En su desamparo, la eiega record su aldea natal yy tetomé, Lot comuneros de Yanacocha acogieron su desgra- Ja autorizaron a vivir en la casita abandonada que se inguia desde Ia loma Escapata. Agradecida, ella prometié tejer Ia historia del pueblo. Poco después, las autoridades de 10 Yanacocha comenzaron a recibir sus muestras de gratiud: desconcertantes productos —supusieron, apiadatios— del des- vario de una invidente que confundia todo sin remedio, Por e808 afos se rebelaron contra los grandes propietarios que wsur- ppaban sus tierras. Bl reclamo terming en una masaere. Uno de los sobrevivientes recordé después haber antevisto, en sue fos, la carniceria, Luego recordé mejor. {No habia asistido la masaere en suefios sino en uno de Jos ponchos tramados por dofia Afiada! Nadie creyé al alucinado, Pero cuando las fiebres lo perdonaron, el sobreviviente viajé a Racre. Deslum- bbrado, estupefacto, comprobé que en el poncho —jtejido cinco afios antes!— la ciega habia deserito Ia sublevacién y la masacre. Tan minuciosamente que el sobreviviente reconocié hhasta los mofletes del Capitin que habia comandado el cxi= men. En el tejido constaban los rostros de todas las victimas iSi alguien se hubiera percatado antes del inestimable valor de los ponchos! Las autoridades dél pueblo ordenaron reco- lectar todos los tejidos de la ciega. Sélo consiguieron recu- erar cuatro. Volvieron a espantarse: en dos reconocieron escenas ocurtidas después de Ia muerte de dovia Afiada; Ios ‘otros mostraban escenias que nadie logré descifrar ‘Bra llegado el momento? ‘Todo el dia, sin moverse para nada, siguié observando los cataclismos que estremecian el poncho, A medida que la luz declinaba, Remigio Villena vio debilitare el tejido: los colores eran menos intensos, Hacia el atardecer, el cuerpo de Inkari regres a la tierra, sus miembros volvieron a separarse y a di. ppersarse bajo las colinas, los ries, los enormes bosques. Y la cabeza, sola de nuevo, cerr6 los ojos 2 Gonaro Ledesma regresa a Cerro de Pasco, mientras la nieve cae sobre sus recuerdos 2Y si los libros se equivocan?, se pregunté el flamante abo- sgado Genaro Ledesma. Fl viejo “Ford” jadeaba en la subida. 2¥ si ya era llegada la hora de Ia guerra campesina en los ‘Andes Centrales? El motor tosia en el aire escudlido. Agotado por la cuesta, el émnibus entré a la pampa Junin. A cuatro mil trescentos metros de altura, la falta de oxigeno aplastaba cl pecho. José Carlos Maristegui, quizé el tnico creador del ‘marxismo amerieano, habia escrito que el més vasto reservorio de energias revolucionarias de la América Latina dormia en Jas profundidades del campesinado quechua. Una bandada de patos hendi el cielo sin dejar cicatrices pero Maridtegui én dijo que “cuando la rebelién indigena de Atusparia aspiré a transformarse en una revolucién, se sintié impotente por Ia falta de fuses, programa y doctrina. El programa del ‘movimiento era tan viejo como su parque bélico”. —Eto fue en el siglo pasado —murrnurs. —2Qué dice, don Genaro? Nada, Negro, —Esta usted soiiando, don Genaro —dljo el chofer, com- prensivo. Todo el mundo se duerme atravesando esta pampa. Una camioneta los sobrepasé. 2¥ si los libros se equivo- can? Los envolvié la polvareda. 2Y si el Partido se equivoca? El pasajero de fa derecha abrié la ventanilla y vomité, Des- pués de La Oroya casi todos los viajeros sufrian soroche, mal de altura acentuado por la defectuosa carburacién del émni- “En Ja América Espafola, semifeudal ain, la burguesia ro ha sabido ni querido cumplir las tareas de liquidacién de la feudalidad, Descendiente préxima de los colonizadores espa- fioles, le ha sido imposible apropiarse de las reivindicaciones de las masas campesinas. Toca al soctalismo esta empresa. La bus 2 doctrina socialista es la Gnica que puede dar un sentido mo- derno, constructivo, a la causa indigena que, situada en un verdadero terreno social y econémico, y elevada al plano de tuna politica creadora y realista, cuenta para la realizaciOn de esta empresa con la voluntad y Ia disciplina de una clase que hace hoy su aparicién en nuestro proceso histérico: el proletariado.” 2¥ silos libros se equivocan? La vispera, en su ccuartito de Lima, Ledesma habia releido el prélogo de Marié- tegui a EL Amauta Atusparia de Reyna, relato de la desespe- ada insurreccién campesina que ensangrenté la Sierra Norte a fines del siglo diecinueve. Atusparia se rebelé com los indios de Ancash, asalié y tomé Huaraz, Ia Capital del Departa- ‘mento, proclamé la resurreccién del Imperio Incaico, com- Datié desesperadamente con sus huestes descalzas. Fue vencido. Falta de fusiles, de programa, de doctrina, En instantes, el granizo comenzé a nevar. El chofer disminuyé la velocidad. EL granizo cubrié la carretera por donde pugnaban camiones sobrecargados de mercaderia. Mis adelante, parados junto a un Iujoso “Chevrolet” azul, dos hombres ateridos, de caras verdes por la anoxia, les hicieron sefias angustiadas. Bl Negro aceleré: —iBlanquifiosos de mierda! Aqui, en la Cordillera, cuando se les joden sus autitos, suplican ayuda, ¥ cuando bajan a la Costa se cagan en el eojudo que los ayudé. Falta de fusile, de programa, de doctrina. Ledesma adi- vind las aldeas acurrucadas detrés de la nevada, Ea esa estepa, allé por 1821, las desharrapadas tropas del Libertador Bolivar vencieton al Bjéreito del ‘timo Virrey espatiol. Imaginé Par, Ondores, Huayllay, Cockamarca, Ninaragrac, Yarusyacin, Raneas: pueblos mfseros donde ahora hervia In impotente élera de cientos de miles de campesinos. Toca al socialismo esta empresa. El émnibus se detuvo. Una fila de camiones, camionetas y automéviles bloquesba la carretera ya invisible bajo la granizada. El pasajero vomits de nuevo. Muy pilido, «on los ojos cerrados, se ecliné apretando en las manos tem. Blorosas una estampita de Santa Maca, la milagrosa, virgen {gue por encima de todas veneraban los campesinos de Pasco, Tres aiios antes Ledesma habia atravesado, por primera vez, 13 la pampa, Se recordé tiritando en el vagén de segunda clase del Ferrocarril Central. Tras meses de intiles gestiones para obtener una vacante de maestro secundario, le ofrecieron una aque nadie solicitaba: profesor de la Unidad Escolar “Daniel ‘A, Cariién", en Pasco, a cuatro mil trescientos metros sobre el nivel del mar, diez grados bajo cero y sin calefaccién alguna. Le quedaban cuatrocientes soles, time préstamo arrancado fa Ja magra economia de su hermana: acept6. Una pegajosa mafiana del verano de 1958 subié al tren cargando una ma- Jeta que contenia dos camisas usadas, otra nueva, un gastado traje de casimir negro, y textos: libros para sus cutsos de Castellano e Historia, copias mimeogrificas de sus asignaturas del quinto aiio de Derecho, borradores para si tesis de abo- ¢gado, ensayos de Maridtegui y versos del poeta que mis admi- raba en el mundo: César Vallejo, En la Estacién de Desam- parades de Lima consiguié asiento en un vagén repleto de mestizos gordos —comerciantes, agentes viajeros, tinterillos de mala muerte, pleiteantes sin esperanza, empolleradas indias que se afanaban entre canastas repletas de biacochos, lujos capitalinos: los nicos al aleance de esos inmigrantes serranos, (que regresaban enfundados en trajes baratos y zapates nuevos. ‘Asi ataviades demostrarian en sus pueblos que el retomo no era el fracaso que tembloteata en sus ojos apagados. En:re sus cconocimientos de Cerro de Pasco, al maestro Ledesma le fal- taba informane que sin un buen abrigo, una espesa bufanda ¥ guantes de lana, los viajeros corrian el riesgo de congelarse durante el viaje. Empezé a sentirse mal después de Matucana, poco antes de que el tren de Ia “Peruvian” emprendiera la ate- rradora subida de Tielio: el nico paso de la Cordillera Cen- ‘tal, Ente y sali6 vomitando del ligubre, interminable tinel de Galera, Lo salvé César Vallejo. Para no angustiarse até de releer uno de sus poemas. E] mareo lo obligé a soltar el libro: se lo recogié un pasajero de gastado abrigo gris, —gAsi que somos admiradores de Vallejo? —exclaraé tea- tralmente, Ledesma, mis muerto que vivo, Jo escuch6 declarrar Los Heraldos Negras. 4 Hay golpes en ta vida, tan fuertes... ;Yo no sé! Golpes como del odio de Dios, como si ante ellos {a vesaca de todo lo sufrido se empozara en el alma. [7¥o mo sé! Ledesma casi no escuchaba. El vaivén del tren Je retum- baba en lt sienes por estallar, Son pocos, pero son... Abren zanjas oscuras en ef rosiro més fiero y en ef lomo més fuerte Serén tal ves los potros de bérbaror Atlas 0 los Heraldos Negros que no: manda la Muerte El pasajero terming de recitar con los brazos abiertos en cruz Sonrié satisfecho y extendié una mano de wfias negras, ‘Justo Parra, para servir a usted. De igual moclo —se esforz6 Ledesma, ZA dénde va, mi amigo? A Cerro de Pasco, 2¥a la conoce? Ledesma movié débilmente la cabeza Qué le parece la Cordillera? ira inconcebible! El trenecito no terminaba nunca de ‘wepar y trepar montafas que masticaban montafias antes de ser devoradas por otras montafias. El aire se adelgazaba bajo un cielo tan Iimpido que dolia en los ojos El pasajero le ofrecié café de un termo amarillo y un puldver que apenas atenué la inclemencia de esa cordillera ‘que Ledesina conocia solamente por libros que deseribian mal ‘ee pais inmenso, donde conviven al mismo tiempo, sin cono- cerse, los hombres de los desiertos de la Costa. (alli donde fresco es el dia que no llega a los cuatenta grados), los habi- tantes de los oasis polvorientos como Lima (doscientos dias al afio encapuchada por la neblina) los impenetrables hom- bres de las cordilleras (donde la noche desciende a veinte tgrados bajo cero) los exaltados hombres de la selva: peruanos separados por montallas, desiertos y bosques manos infran- queables que sus abismos sociales. La burguesla no ha zabido 15 ni querido curnplir las tareas de liquidacién de la feudalidad. Bra posible? Antes que el aventurero norteamericano Meiger ‘onsiruyera el ferrocarril més alto del mundo, para viajar de Lima a Cusco se requerfan dos semanas a caballo. Toca al sociaismo esta empresa, Las gallinas que los campesinos Heva- ban en sus canasias, se hundian, ellas también, en el livide silencio de las alturas. Llegaron de noche a Cerro de Pasco, En el andén helado lo acometié un vahido. El pasajero lo sestuvo, le baj6 la maleta, Jo metié en un vetusto taxi que Jo Iiews al hotel “Bolivar”. En casi todas las ciudades del Peri siempre hay un hotel “Bolivar” que cree beneficiarse ‘con el noinbre del més prestigioso hotel de Lima. El “Boli var" de Cerro era maloliente y sucio, pero por suerte alli vivian otros profesores del “Daniel A. Cartién”, Ellor lo Ievaron a presentarlo al Director. Casi tambalesndose, ate- nnazado por el dolor de cabeza y por el ruido de la gigantesca refineria minera, avanab por las callejuelas barridas por el viento cortante, En 1a oficina del Director encontré, qué tal suerte, una estufa prendida, Mucho gusto, sefor Ledesma... Yo ya temia que nadie ocupara esta vacante.. Ledesma tritaba de soroche, de fatiga, de frio. El Director comenzé a indicarle su horario, —Lo siento mucho, doctor Becerra... Creo que me re- sgreso a Lima. No soporto la altura... Si sigo aed, me muero, Ahora me explico por qué nadie solicité antes el puesto. iGerto es terrible, sefior Ditector! Mecerra sonrié, preocupado, No le tema a la altura, profesor. En unos dias se le pasard todo malestar. Lo que pasa es que usted no esti bien abrigado. Aqui usamos otra ropa, Para comenzar, tiene usted que comprarse calzoncillos Jargos y camisetas de lana. 2Tisne con qué, profesor? —Francamente, estoy con las justas, —Tampoco se preocupe por e30. Ahora mismo le consigo uun crédito en “Gamarra Hermanos”... Yo también suftt como usted. ;Ahora mfremet ;Estoy completamente aclima- lado! Lo que pasa es que aqui respiramos un tercio del oxi- 6 geno que se respira en Ia Costa, El cuerpo re cando globules rojos. Dentro de quince dias tendra usted seis millones de glébulos rojos. Entonces se adaptari. ‘Asi fue. Ledesma se recuperd, se interes6 por sus cursos Ese ao, el Colegio inauguré una Seccién Nocturna para los ‘mineros: muchos de esos alumnos eran padres de los alumnos de la Seccién Diumma, Ensefiando en la Nocturna comenzé a descubrir el Per secreto de los campesinos quechuas. El ccuno lo apasioné, Esos alumnos graves, que escuchaban sus leccfones de historia con los rostrot tienadoe por el trabajo cn los socavones, le daban sentido a la ensefianza. Se adentré tanto en sus problemas que pronto olvidaron que él era hom= bre del Norte, Cuando Radio Pasco ofrecié un espacio al Colegio, Ledesma se propuso como animador del programa cultural “La Alborada”, Gracias a la radio, Ia_gente tere ming de perderie 1a desconfianza con que se recibe a todos log afuerinos. Comentaban sus programas, Ie solicitaban que denunciara abusos, le informaban de todo. A mediades de 1959, Ledesma percibié un cambio: los alunos comenzaron a ralear. El semestre acabé oon Jas aulas vacias. La ciudad también se despoblaba. La “Cerro de Pasco Corporation” habia decidido cerrar algunas minas. Los precios del plomo y del zine descendian en el mercado internacional. La Empresa Se protegia despidiendo a millares de mineros, forzindelos asi a regresar a sus pueblos. Ledesina coment6 el problema en ‘su programa radial. A la mafiana siguiente, conocidos y des- conocidos lo felicitaron. “Gracias, sefior Ledesma. Por fin alguien se ocupa de nosotros. Los periédicos no dicen absol= tamnente nada. ¢Sabe usted cufintos hemos sido despedidos? aSabe cusntos regresamos tuberculosos? gSabe euéntos pade- feemos de silicosis?” exo al Director Becerra Jo visité un representante de la Prefectura: que el programa del Colegio, por favor, no se apartara de su misiéa, la cultura. HI Director accedi6. “Pro- fesor Ledesma: la Prefectura dice que usted nos esté me- tiendo en camisa de once varas. He prometido moderacién. Pero aqui, entre nosotros, siga usted con el programa tal como esti. Si los j6venes no protestan, gquién va a protestar? 7 ‘A sa edad yo también era rebelde. Pensaba siempre en la frase de GonzAlez Prada: ‘;Rompamos el pacto infame de hablar a media vor!" ;Lo feliito, profesor!" ‘A fin de afio solictaron incorporarlo a la lista de conce- jales que se propondria al Ministerio de Gobierno. Acept6. El primero de enero de 1959 lo nombraron, Poco después la “Cerro de Pasco Corporation” comenzé a alambrar las tierras de la pampa Junin, BI Alcalde Atencio enfermé, Ledesma fue rombrado en su reemplazo, Era Alcalde de Cerzo cuando sobrevino la masaere de Rancas, El dia que Rancas enterr6 a sus muertos, e] Alcalde Le- desina protest6 en un discurso exaltado, colérico, amargo. “En nombre de Cerro de Pasco denuncio este crimen perpetrado por instigacién de una compafila imperiaista que, con la complicidad de un gobierno antinacional, nos mantiene en la miseria, nos explota y abusa sin misericordia.” Hablé una hora. Cuando terminé, durante otra hora, los comuneros des- laron abrazindolo Dios se lo pague sefior Alcalde ojald exis- tieran otras autoridades como usted. Lo pagé caro. Seranas después, en la Plaza Carrién, el Comandante Bodenaco —jefe del escuadrén que habia masacrado a los comuneros de Rancas— se le acereé sonriendo. —{ Qué suerte encontrarlo, seior Alcalde! Justo me dirigia ‘a.su despach6 para invitarlo a la inauguracién de una grata a la Virgen’ de Lourdes, que se ha construido en el cuartel a mi mando. “Le agradezco su invitacién, comandante. —Entonces, glo esperamos el domingo? _ Qué léstima... porque el domingo tengo otre compro- —La listima es para usted, sefor Alcalde. Porque exe dia se ofrecer una misa solemne y a usted le convendria rezar —2Rezar...? Porque he recibido una orden de eaptura contra usted. Contra mi...? 18 Si. Por instigar la masacre de Rancas y por ataque a la Fuerza Armada. —Pero si usted mismo es testigo. .. Yo no he hecho abso- Jutamente nada... ay 'Y me es ingrato cumplir con esa orden, Por e:0 voy a cursarla a Huénuco, a la 21* Comandancia. Pero, como cristiano, permitame aconsejarle: si no puede asistir a nuestra misa, rece aunque sea en su casa, ;Rece mu- cho, sefior Alcalde! ‘Ledesma no asistié a la misa sino a la sesién municipal donde se elaboré el programa de las Fiestas Patrias. gCuiindo dejaria de nevar? La nieve cubria sus recuerdos, el cemen- terio de Rancas, la fila de camiones atascades, los Santa Maca Virgen Milagrosa sécanos de este paso sin mal de los pasa- jeros enfermos. La estufa del Municipio sélo calentaba parte del modesto salén. El Concejal Neyra exclamé: —Hablando con franqueza, justedes ereen que la ciudad ‘ests para fiestas? Han visto lat caras de la gente? ¢Qué es lo que celebramos? ~Estimado amigo —replioé Ledesma—, es cierto que vi- vvimos dias dificiles. Todos nos sentimos afectados por la crisis minera. Pero ges motivo para sumirse en la desesperacién? {Por el contrario! La Municipalidad debe levantar el nimo de Ia poblacién, Propongo un gran baile popular. ; Entrada gratuita! Yo sugiero una retreta y una noche de fuegor artificiales ve sud el Concejal Ventura. Como en Gerro no hay buenas orquestas ni pirotéenicos, 1 Alcalde tuvo que viajar a Huénuco. Los concejales Bena- vides y Justo se ofrecieron a acompafiarlo, Sus razones ten- drfan. Pero a Ledesma, enamorado de una profesora, no le interesaban lot burdeles. Llegaron a Hwinuco al mediodia y fueron directamente al restaurante “La Cabafia”. Tniciaban uun arroz con pato cuando irrumpis un sargento de la Guar- dia Civil —:Sefior Genaro Ledesma? —ZEn qué puedo servirlo? 19 —El Coronel Zapata, Jefe de In 21* Comandancia, tiene interés en conversar con usted. Ledesma siguié masticando, —Tan pronto termine de almorzar me apersonaré a la (Comandancia. Lo siento, Tiene que ir ahora mismo. —Yo también Jo siento porque, acabando el almuerzo, tengo una cita con ef maestro cohetero Anibal Crisanto. Des- pués me presentaré a Ia Oficina de su Coronel. —Si usted se niogs, tendré que llevarlo por Ia fuerza BI Alcalde Ledesma miré guardias civiles en la puerta. —Yo sélo cumplo érdenes —se excus6 el sargent. Ledesma le miré la cara estriada por los frios y calores de Jas batidas, las manos rajadas por el aire de las alturas, el uniforme destefide. “Todo a cambio de un sueldo que no Je alcanzari ni para mantener a sus hijos", pens6. —Lo acompafio, sargento, Rechoncho, menguada, blaneén, ojos anules, el Goronel Zapata se tind atrés en su sillén giratorio. —jAdelante, don Genaro, hace meses que lo estoy expe- rando! Y sontiendo cachaciento, alzando la cabeza hacia la puerta: Cabo: triigame el expediente de Rancas! El cabo entré de inmediato detris de un grueso eartaps- cio azul que deposits sobre el escritorio. EI coronel To abrid, se puso a hojearlo con premeditada lentitud. De cuando en cuando, antes de cada pigina, humedecia su indice derecho cen Ja lengua sarroxa. Mi querido Ledesma, usted debe responder a una gra- visima acusacién: instigacién a la masacre y ataque a ls Fuerza Armada, —Coronel: 1 Diputade por Pasco, sefior Cabello, aclané ya Ia situaciém con el Ministro de Gobierno, sefior Elias Apa- rico. El Ministro, ante la inexactitud de las acusaciones, ha dispuesto que se me respete Ia libertad. —Bifectivamente. Su amigo, el Diputado Cabello, obtwwo que a usted se le doje en libertad, Pero exo es en Cerro de 20 Pasco. Usted esti libre alld, pero no acd... El doctor Elias Aparicio es demasiado bondadoso. Hace tiempo que yo quiero limpiarle de agitadores el Departamento, Bl se opone, Sus ra- zones tendré, Pero si usted, con la mayor concha, se pasea en mi jurisdiceién, yo tengo que praceder. ; Usted fue uno de Jos instigadores de la masacre de Rancast Yo diria lo contrario, Coronel. Diga fo que le dé 1a gana. Para mi, en tanto que agi tador, todo lo que usted diga es silencio, Yo no lo puedo oi. Yo no puedo escuchar al responsable directo de tantas muer~ Pero, coronel, si fueron precisamente las fuerzas a su mando las que ejecntaron ese erimen. —eCbmo?... Los verdaderos criminales son los. agita- ores. Y no las fuerzas del orden, que no tienen més remedio aque defenderse,.. jUsted es un genocidal... ;Y no hablo de las parrandas que anda organizando, con el pretexto de las Fiestas Patrias, sin la menor consideracién por el duelo popular! ‘Era a una. El coronel concluyé el interrogatorio a las siete —Biueno, ya hemos terminado. El Alealde Ledesma se incorporé de Ia sill: —Entonces, con su permiso, me fetiro, No, no se vaya todavia, De nuestra conversacién cone

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