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La historia nos dice que en muchas épocas y culturas diferentes llegaron mediante la
observación y la experiencia conocer y emplear las propiedades bactericidas de los
mohos. Se han documentado precedentes en la Grecia e India antiguas. Ha estado
presente en las culturas tradicionales de regiones tan distintas y distantes como Serbia,
Rusia o China, así como en los nativos de Norteamérica. Se solía aplicar alimentos
florecidos o tierra del suelo que contuviera hongos a las heridas de guerra. Los médicos
árabes curaban infecciones untando a las heridas una pasta blanca que se formaba en el
cuero con que ensillaban a los burros de carga. En el siglo XVII algunos farmacólogos y
herboristas ingleses como John Parkington, incluyeron el tratamiento con hongos en los
registros de farmacia.
La utilización de esta toxina, a la que bautizaron como penicilina, permitió tratar diversas
enfermedades que, hasta el siglo XX, se consideraban incurables. Esta observación
llevaría a la concentración, elaboración y depuración, diez años más tarde, por el
bioquímico británico Ernest Chain, el patólogo británico Sir Howard Flore y otros
científicos de la efectiva penicilina que conocemos hoy en día, una de las más
importantes drogas medicinales del siglo XX y probablemente de la historia de la
humanidad
La penicilina actúa tanto matando las bacterias como inhibiendo su crecimiento, es eficaz
contra una gama amplia de enfermedades causadas por microorganismos, sus efectos
secundarios se limitan generalmente a reacciones alérgicas que pueden preverse con
seguras pruebas antes de su aplicación.
Millones de personas han salvado sus vidas, al tratarse con penicilina enfermedades para
las que antes no existían tratamientos seguros ni curación, iniciando la era de los
antibióticos, sustancias que han permitido aumentar los índices de esperanza de vida en
todo el mundo. En la actualidad, sin embargo, varias bacterias han desarrollado
resistencia a la penicilina y a otros medicamentos y antibióticos, causando preocupación
entre médicos y científicos por un posible regreso a nuestra vulnerabilidad del pasado
frente a las enfermedades e infecciones.
Aunque Fleming se topó por casualidad con el descubrimiento, el talento del científico
hizo que este fenómeno no pasara desapercibido, así el descubrimiento de la penicilina
no puede etiquetarse como un hecho fortuito y casual, sino como el fruto de largos años
de estudio y preparación.