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ibros de Ernst Jiinger en Tusquets Editores ANDANZAS. ‘Tempestades de acero Eltirachinas Radiaciones Vol. 1 Radiaciones Vol. 2 Pasados los setenta (Radiaciones Vol. 3) La emboscadura El trabajador La tijera Ernst Jiinger SOBRE EL DOLOR seguido de La movilizacion total y Fuego y movimiento Traducido del aleman Por Andrés Sanchez Pascual ee eee Ensayo UETS Ta am Eos iin: etbee 1995 (©1980 by Bint Ket Voge Gb. Co Ke unl cane de or ba rina por Se an Bet le ee BE ge Eras eg eS Saas imeeecep ease carat [ERNST JONGER De ete gran etrtor alm, ingulale tego de mesto se iguran yo en ocr cldlogo ls sigueses obra: Te ‘Botals dea, El racine loser peas vlumenes de ‘adiactonas Duro del segunda pra radial (3os 8) ‘Poss ls stent P= (hans 8835, 9,980 y 983), ‘Como La enboreair raboladery La ner Ensayo 1 1) Sesenta ston dspute de que Erst Jonge pubes ko tres tones Rdamentler gue lector Se dipone 8 ler, Shore que cumple Cen atom aparecn por primera ver tnd {ioe a ste dla yreanidos en unio valumen con (loge epoca del aor en forma de carta 2 ou trad, Carta-prologo a la edicién espafola Sobre el dolor La movilizacion total ,. Fuego y movimiento Indice 87 125 Carta-prélogo a la edicién espafiola Querido amigo Sénchez Pascual: Con los ensayos que ha traducido para este vo ttumen se remonta usted mucho a la primera mi- tad de mi vida, Estos textos, que usted presenta fen orden inverso al de su aparicién, fueron dados fla estampa entre 1930 y 1934 en diversas pur blicaciones periédicas y reunidos con varios otros en el volumen titulado Hojas y pizdras; este vor qumen fue desmembrado més tarde, desde puntos de vista tematicos, para mis Obras Completas y tno ha vuelto a editarse como volumen separado. Tos tres tratados pertenecen a la época que hoy se me recrimina como Realismo Heroico, El mas antiguo, Fuego ¥ movimiento, procede toda- Mia enteramente de mis experiencias en la priv ‘mera guerra mundial, asf como de los pensamien- tos que desarrollé durante mi colaboracién en la Comisién de Reglamentos y, en general, durante cl tiempo en que presté servicio en la Reichswehr. La movilizacion total me ha acarreado hasta el a de hoy muchos reproches, especialmente des- paés de la segunda guerra mundial, durante la cual Se practic6 ese principio en Alemania, De ambos 1 ensayos cabe decir que yo no escribfinstrucciones de uso, sino que desarrollé unas teorias que, por cierto, casi al mismo tiempo estaba desarrollando en Francia el general De Gaulle, Tanto més cauti- vador resulté observar que easi siempre se ha re. clamado la guerra total en los conflictos entre los Estados que desde entonces han librado tantas aguerras, A la vista de esa experiencia, en la reim- resin de este escrito en mis Obras compietas he suprimido, con el fin de exponer con pureza el asunto de principio, la segunda parte, que se re- fora a las circunstancias exstentes en la Alemania de Ia posguerra, es decir, lo accidental. Finalmente, Sobre el dolor ha de ser visto en ‘onexién con El trabajador, obra que usted tra- dujo en 1990 y que s6lo en los tkimos afios, al cabo de mas de medio siglo, esté agitando acd y allé tan rectamente los énimos. A todos los ensayos les es comin la discusién con el progreso, en especial con la prepotencia de la técnica, 1a cual esti avasallando nuestro siglo fen todos los terrenos en una secuencia cada ver mAs répida. En estos ensayos fue visto con anti- ipacién, creo, algo que en aquel entonces nos fiascinaba y que hoy mas bien nos angustia. Querido amigo, no es facil la tarea que usted se ha impuesto, pero sé que la habré resuelto de ‘manera ejemplar. Suyo, Emst Junger Willingen, agosto de 1995 0 Sobre el dolor 1934 os cangsjos om, de todos los animals foe sng de" alimento a ser humana {BS gue han de sur une mate sho ‘eda, pcs se To pone fego ev em ton be Koohnc fir Houcalog llr Stine ‘Se de cana par el buen gobierno des (Se teow lx cnasenon Bern E08 oes le booby ey for any ached The ei i xD fasten: hat 2 ard oy fore efing paid What will Sud wher your an ct of ate? Wet when ae called pot 0 comma het {eter ex que un bobo, va Morar poe iiguce lor” madre fo feanaa Sua pels efOue sobcde Hort forum dlr de nada ZOvt rss cuando Eis taal e corten un ruse? creado aun ase tebe nos sale al paso el door en aquellos sitios donde alancs Is fuentes $etE procreacidn, No encontramos entonces nine 2 cn 2 {Ete desire para respar — bay una conexion d- eae Gate fa altura del rango y 1a profundidad Terdalors Agut restlian sospechosos todos los eehtentos, pues nadie que posea una relacion con sencatided puede estar contento bajo el dominio wa de los conceptos generales. De ah que no pueda sorprender que en este tiempo se vea el genio es decir: la posesién de la salud suprema~~ come tuna de las formas de la demencia, de igual ma, era que se describe el nacimiento como un coco de enfermedad o que ya no se es capaz de disinn uir entre cl soldado y el camicero, Quien con ‘sidere la tortura una institucion propia de la Edad otros en gran ntimero. En el mundo repleto Yaloraciones inferiores Tos pesos gue oplagan, ‘oi Toma de granden son pesos Sie Eo jue _de_plomo, y acaso_sean” Kaspar Hanser enes simbolicen Ta-zona-evirema det Entiva es donde se refleja de manera més pene. frante la traicion que el espirtu comete conte Ig ley de la vida. Eso rige también para los cotadios significativos en general, como, por ejemplo, al de Juventud; en su poesta «A los consejeros listoss oc Jamenta Holderlin de que la juventud se vex arrancada de su sardiente elementow Al considerar la penetracién del dolor en la es: fera de Ia procreacion no nos es licito olvidar tampoco la agresién a los no nacidos; os une agresién peculiar del cardcter débil y a la vex box, tal del ealtimo hombres, Desde luego wn espirinn 32 ‘cuya falta de discernimiento se revela en que con- funde la guerra con el asesinato, o el crimen con Ja enfermedad, elegiré necesariamente en la hucha por el espacio vital ef modo menos peligroso y mas deplorable de matar. En una situacién do. ‘minada por leguleyos los inieos sufimien legan fos ofdos son lt de los scusadares bere 0 Tos de los indeTensos y slenciasos. tasto, en que el dolor ef empajeds = Ta pertor “qu proved de un medians Denes. Tonto rss S Jpertenece en absoluto, como si pertenece la masa, [Basin tviese raz6n al considcrrio una mag. stud revluconarn mucho ms efcar quel masa. Si contemplamos las cosas desde el otro} ado poder TES Gu Bast Sopa Soe ‘masa para que se esfume, mitentras-que al lum. | ‘Penproletariado hay que ira buscarlo a sus gua- | Fda, Tambien apna la mayor rea ta | del impenproleteriado en el hecho de dlsponer” un estilo genuino de combate: In antigutsina forma del Honda, Y, ademas urelcin con el delor, aunque negative, es mucho mas signifies Uva, La masa mata de forma mecénica, despedaen \¢]¥ pltotes; el impenproletariade est familar: ato, pore contaro, on los goes dela tortura, y lal mundo de los conceptos generales. De ahf que 50 th ‘Alla masa se la mueve con argumentos morales Ae aS Sendo de eactaciones © indignacio-| Fas y necesita estar convencida de que el adver | eae oo de que ola hace fuel] SS aadole como fo tala, El lumpenprole | ‘arlado se halla fuera de las valoraciones morales je aT que este siempre dispuesto a intervenir, em Tha perurbacion del orden, proo fon Frochls: Em consoouenca se Balla tambien fuera “Ge eqacksproplamente palin, aT HNPERDE. Ieuaiae Nay qUE COnBTMETIIGanies bien, como “Ent cpecie de reserva sublerrdnea que el propio€ nde se oplo femal y pavalizante que emerge subiténeament® elas aieins causadas por las reveluclonss YS ‘Profunldad de Gstas. Adn no ex eSeH- SM ra Las breves Jormadas durante las cuales ‘asa climina a sus adversarios Henan de ruido las ‘ndades, pero despues vienen nas situaciones Serene, ms pligrosss; en elas rein el slen- lo, Entonces eb cuando el dolor relama ls ata- Sos que se Te deben Interealemos aquf la observacién siguiente: al lector atento no se le habrd eseapado que In ex: presiéa slumpenproletariadas pertenece al ant- undo wocabulario dela cha de class. Propia- ‘rene, sin embargo, el lumpenproletarado es na Tragnitud elemental, presente siempre, que, como ae 51 | fs natural, se oculta tras la méscara de un con- ccepto econémico en aquellos sitios donde el pen Samiento se halla determinado por la jerarqufa ‘econdmica. Pero hoy esa magnitud esta ya apa: reciendo en formas nuevas, y el hecho de que se comience a integrarla de muchas maneras tanto en los movimientos politicos como tambien en los militares constituye uno de los indicios de una cereanfa bastante significativa a los poderes ele- feiales. Mencfonamos aquf ante todo el fe- némeno del partisano, quien ya ha perdido en amplia medida toda coloracién social. De confor. ‘midad con su esencia, al partisano se Io emplea Para operaciones que es preciso efectuar por de- bajo de la zona del orden. As{es como emerge en la retaguardia de los ejecitos invasores; agut las tareas que él le resultan adecuadas consisten en al espionaje, el sabotaje y la desmoralizacién, ‘Tareas andlogas le toca llevar a cabo en el marco de Ja guerra civil; el partido al que el partisano Pertenece lo emplea para operaciones que no ceabe ejecutar dentro de las reglas de juego de la legalidad. Los combates de partisanos llevan en st, consecuentemente, el sello de una malignidad especial, Al partisano no se le proporciona cober- tura; cuando es capturado se lo somete a juicio sumarisimo y se lo liquida. As{ como en la guerra exterior se emplea al partisano sin uniforme, asf cn la guerra civil se le retira, antes de lanzario al ataque, el camet del partido. Eso hace que siem- re permanezca incierto a quién pertenece el 52 partisano; nunca podré comprobarse si es miem- ‘bro de un partido 0 del partido contratio, del es- pionaje o del contraespionaje, de la policia o de Ja contrapolicia, o de todo ello a la vez; més atin, tampoco podré comprobarse si actia por encargo de otros 0 por su propia, criminal iniiativa. Ese claroscuro forma parte de la esencia de sus tareas ¥y volveremos a encontrarlo en todas y cada una {de las operaciones de partisanos que hoy se de- sarrollan por doquier y de las que a menudo des- conocemos que lo son — tanto si se trata de un chogue cualquiera ocurrido en los suburbios de luna ciudad como de uno de esos casos capitales hay bien conocidos en el marco de la politica in- terior y exterior. Nunca seré posible aclarar la responsabilidad de tales casos, pues los hilos se pierden en la oscuridad propia de los bajos fon- dos; en esa oscuridad se extingue toda diferencia. sign consciente, también Ia de los partidos, De ht que sea una falta de discernimiento lo que se cexpresa en las diversas tentativas hoy observables ue quieren hacer del partisano un héroe; el par- tisano es ciertamente un personaje del mundo ele ‘mental, mas no un personaje del mundo heroico. ‘A su muerte le falta, en correspondencia con eso, el rango trégico; acontece en una zona donde se posee, es cierto, una relacién sorda, pasiva, con el dolor y con sus misterios, mas no se tiene la ca- pacidad de elevarse por encima de él. Pero vol vamos a la masa Una circunstancia que confiere a los movi- 33 ] menor de la masa un grado espail de sins tido es su negligencia. La masa no conoce barre- tan, pode dese ue nu eado propio et Freciemene el xtado de caenca de bares for ello tiene a prescindir de todas as medias te prevencin que a cualguerateulacion dsc. pltada Te estan eva, como, por earn Catala coloeacion de centaelas avatnado. De Sh jue cua en un dec strc rigor in sscone do poder so han vio euetonn ties dua un tert espace de Spo tie ae lene de low grton de Jblo de Ins atas Iason son precisament os morento en gue Csalgle general un Caalgnac, un Wrage, n Galler ents ya otindowe ls mace hace ga tempo que is Bunce sm sapere los “ants lo scan de tata a naar, so Sern su myer faninad conc mundo dor coneepos generale, de todos modo, ellos tn Bien pagnontempanamente un precio portals enaedaneas £1 aplastarinto de lo tires de Ia Gomuna se prolong asa finales de a guera tna. Bs gencal l cone de ase ext. ido en ese signifendo policomoral que aun nos rela coment nose, ederanee fat onto como se hacen oar indi de salud tek rebut, arbi, Bob oe ora 1.3 pp ecm: 0 9 pl ede ee eee rates EEShe aera simak tt 54 mas le lenan de gov las aglomeraciones de per onas desma. Ast era com en los spas thos del Renaciniento se via a veces en i com eeatora, dele. Palamentos Incas ds Coda de machacrios ses que no = aguardaba para hacerlo ta deaserandesfestvidaes ele Eitan Por cero que fo ha dejado de causar fecon en el undo de los hechos el dsp deetoso tom que los Burchard, los Gobineau y sus & fonos ducen tales datos, e gual manere qu en Eencra la design de las incinaciones istics Ar una genercion prporcona siempre buenas in foemaciones lasts ‘Como ha quedado dicho, ya hoy nos hallamos en pleno proces de formacion de unas aril Srones nuevas dispinadas:y como veremos en Sequida, ese proceso sobrepaca_con mucho la one pica propiamente dich. Ya en es tua 3e democraia paviametaria que pare Ale Soania perenece al pesado mds reciente se puso dr maniose que los partidos habian perdido la confianza en su sutentealegtimacién, es ec nel pure nero devotes, y que wataban de ex finer de sf fueras de choque de otra especie Santo al jéeto 3 junto a Ia pola hubo toda tn serie de micas permanenter"¥ no deja de Ser notable et hecho de gue en tales condiciones ; nesta i ert Se Sewacares Pa 35 ¢ i 1 | pues In vida segue Auyendo por sus eauces ha Ertuals. go pareido ecu nla Baad Neos en Florencia, cia gue se componia de els ta serie de calos da noiceaSovades Cot miximos y provision de trreones que ve caren Unban amenazadoramente cnr s Todas tucooer ac interpeoeve, sn en barge, yas cosas sary as murano de iliples maners, Por un lado ee viendo qu le fomactn de ens micas sae te realaa por lo pronto con el unico prope de garantzar los derechos democoes Rede Ientals, ane todo libertad defen ee Palabra. Por otto lado parece otra ate ace hey nose haya rentncndo en todo algae en lon Estados en gue a ha ido tomada une pr sera decision fect, s conocat masse ges nas gganescaseinfrmes, Aungue en esto node ‘eritmos pase por all uns tapas mace feacién que ha fabio y cs que eas aes oo slo les ha guedado soa ibaraTa de Insc tmacin. Tanto los mtines como los pleat ti ransfomndore do un mode adn ves ae Inequtvoco ‘en actos de aclamaclot a0 tacecn viene asst la eniea dele lib formes de opinion, Mas exo no signin ous cove son ta trnsfonmacion de lamas pol cal pes sta de ser una magnitud mor sae unmmersee fe 56 i El hecho de que en nuestros dias esté apun- wdo una conformacién del eardcter de objeto, luna sobjetizacione, tanto de la persona singular como de sus articulaciones no constituye ninguna novedad. Tal objetizacién es, antes bien, una ca- racteristica segura ce todos los espacios donde el dolor representa una de las experiencias'directas y obvias. ¥ es preciso que nos percatemos de que so es un s{ntoma del incremento de los equipa- ‘mientos bélicos. Lo esencial es esto: que el sen. timiento de la cercanfa, del valor no simbdlico, “ino fundado en si gambio de eso el 3 unidades vi. ‘ientes es dirigido desde una gran distancia. Asi ‘como en la epistola past ia Iglesia de Es- ‘mima sobre el martirio de san Policarpo se ex- plica con la siguiente frase la actitud impasible de los condenados contra los que se sueltan los leo- nes: «Con ello los mértires de Cristo nos probaron {todos nosotros que en la hora del tormento se hhallaban ausentes de Ia cares, Frases similares contiene en casi todas sus paginas la signficativa descripcion que nos dejé Casiano de la organi zacion de los monasterios y de la vida de los ere imitas en los desiertos de Siria y Egipto. Y en Fla vio Josefo encontramos la prodigiosa deseripcién, hhecha por un observador imparcial, del orden de 37 ‘marcha de la legién romana. A los cuerpos de efército, que semejan maquinas vivas y van gula- ddos como por sefiales Invisibles, los vernos eruzar lanuras, desiertos, montatas; también los vemos ‘montar cada atardecer el campamento y hacerlo con una destreza tal que trae a la memoria la ma- gia, asf como desmontarlo a la mafiana siguiente sin dejar rastro; finalmente vemos que en el com bate los movimientos se ejecutan con la srapidez el pensamiento», Con razén concluye Jorefo su descripeson diciendo: «iQué hay de extra, poss fen que un pueblo como éste, cuyas decisiones se hhallan respaldadas por un ejército tan contun- dente, tenga como fronteras en el Este el Eufra- tes, en el Oeste el océano, en el Sur las grasas ccampittas de Libia y en el Norte el Danubio y el Rin? Con razén puede decirse que las posesiones son todavia menores de las que merecen sus po- seedores. [Nosotros consideramos, pues, que una carac- terfstica de una prestacién elevada es que la vida sea capaz de distanciarse de sf misma, 0, dicho con otras palabras, de sacrificarse. Eso no ocurre en ninguno de los sitios donde la vida se reconoce a sf misma como el valor normativo y no se con: templa meramente como un puesto avanzado, El hecho de la «objetizaciény de la vida, de su con- version en objeto, es ciertamente comin a sus si- ‘tuaciones significativas, pero en todos los tiempos la técnica —es decir, la disciplina— de esa obje- tizacién es especial. Hemos considerado breve- 38 ‘mente la objetizacién de la persona singular y de sus articulaciones y hemos concebido esa objeti zacién como tuna buena sefial. Ahora bien, nues- tro estudio quedaria incompleto si no tocase tam- bién un terver orden, més frfo, que es el que principalmente otorga su impronta peculiar a esta inflexién de los tiempos en que nos encontramos. Nos referimos al orden téenio en sa ese gan espejo en el que se refleja con maxima clari creciente objetizacién de nuestra vida y que se ha- lla impermeabilizado de manera especial contra cl acoso del dolor. La téenica es nuestro uniform, De todos modos, afmnos enconiramos demasiado. Jnundidos en el proceso como para poder abar- carlo en toda st extensién con la mirada. Pero si nnos hemos alejado un poco de él, si regresamos, por ejemplo, de un viaje a territorios atin poco afectados por la técnica, la requisiciGn a que es: tamos sometidos resalta con mayor claridad. Eso ‘gcurre tanto més cuanto que el carécter de con El especticulo de la batalla nos proporciona cen este punto aclaraciones directas; en ella sale @ 9 Ja luz sin disimulo el mencionado carécter de po dr. Leyendo a Vegecio, a Polibio y a otros escri- tores que se ocupan en el arte de ia guerra de los antiguos obtenemos ya la impresion de que el em pleo de la méquina otorga una impronta mate ratica a los encuentros bélicos, Sobre todo en la rosa de Julio César se nos ha conservado el len- guaje de un espiritu que no es que posea acaso el pathos de la distancia,* sino que lo que él posce dle manera innata es esa gran distancia que cons tituye uno de los presupuestos del dominio. Un Tenguaje como el de Julio César es irrefutable como un objeto y en una frase como res ad tra. ios venit no penetran los gritos que acompafan 8 semejante accién, lanzados por los atacantes y por los moribundos.** El elevado sentir del ge- eral en jefe mira las cosas sin que las irradiacio- nies del dolor y la pasion Io afecten, Ciertamente es posible considerar ya la propia legién como una maquina, como una mévil mu. ralla de escudos y armas ofensivas, apoyada en sus dos slas por Ia caballeria como por los brazos de una palanca. Pero donde la fisonomia com- pleta de la técnica bélica de la Antigdedad se pone gsm sep ct apt aaa sete SS Ee Sac oe etn ra mipsel mete ds no itp con reese shea laine Snare teens ‘aria pe (lage Ci to Rfia s ESS hci aele Dee 60 de relieve ¢s ante todo en el ataque a los simbolos supremos de la seguridad concreta, es decir: en el ataque a las murallas de las ciudades. Poseemos abundantes relatos que describen en todos sus de- talles la conquista de una ciudad, operacién en la ‘que se emplean testudos, aretes techados, escor- bones, torres rodantes, planos inclinades — son relatos cuya lectura resulta tan apasionante como si describiesen encuentros entre demonios o entre seres fabulosos pertenecientes aun mundo ani ‘mal ya extinto, Frente a esos espectéculos deja. 'mos de tener el sentimiento de que all sigue tra- tandose de seres humanos; la construccién arti ficiosa y la movilidad reglamentada de la obra apartan nuestros ojos de los destinos personales. EI mero hecho de que el ser humano vaya ence. rrado en vehiculos rodantes le otorga la aparien. cia de una invulnerabilidad mayor; y es0 nunca hha dejado de causar efecto sobre los atacados, To- davia en la guerra mundial los primeros éxitos de los nuevos carros de combate fueron ante todo xitos debidos a la sorpresa. Ellos nos permiten conjeturar la impresion magica causada por los sinetes; todos los pueblos que se toparon con ellos ‘sin preparacién los consideraron seres demonie- 0s, como se ve todavia en la historia moderna de los mexicanos. Un acontecimiento como el asedio de Jerusa- én por Tito encierra en sf una cantidad de ma- temética que en vano buscaremos en la historia de las guerras del siglo xre. Si tenemos en cuenta ot i ue todavia los ejécitos del Rococs se movian so- bre el campo de batalla en lineas o cuadriléteros rigidos, con un tempo de marcha mantenido es- crupulosamente, la batalla de material de Ia gue- rra mundial se nos aparecer como la imagen de la anarguia fogosa. En nuestro escrito «Fuego y ‘movimiento»* hemos expuesto con detalle que Ia legalidad que subyace a esa imagen es exacta- mente opuesta a la legalidad del espacio cons- ‘tructivo; lo notames en el hecho de que a un mé: ximo de medios empleados corresponds un inimo de efectos causados. Tal es también la ccausa de que las batalla de Alejandro Magno des- pierten una impresién mas rela que las de Na- poleén; para hacerse visible en st pureza el gran pensamiento requiere unos érdenes cuya contex- ‘ura sea como de bronce, Lo que ahora hemos de ver es que los lemen- tos de esos rdenes se allan presentes todos ellos en nuestro émbito y en su técnica. Esto es im: portante, pues no cabe duda de que el punto en ‘que un espfritu adecuado a esos elementos los ‘liste y ponga en forma seré el punto decisivo ppara nuestra historia. Af es donde se esconde, detrés de todos los malos entendidos de nuestro tiempo, el eje objetivo de nuestras tareas. Principalmente el especticulo del combate na- val nos certfica que también en nuestro tiempo son postbles unos procesos sumamente ordenados 1 ecrpr ae amen oat pa 1710 dF) e cen el érea de la batalla. No se trata de un azar, pues la guerra mundial ha sido en lo esencial, si hacemos caso omiso de su nombre, una guerra continental y colonial; con esa naturaleza suya std en correspondencia el desenlace que ha te- nido y que consiste, si dejamos al margen la pa- Iabreria, en la conguista de provincias y colonia Pero mnds alld de eso la guerra mundial ha alber- jgado en sf los inicios de unas decisiones imperia- Tes, cuyo instrumento se consideraba con raz6n aque eran las flotas — puestos avanzados flotantes Gal gran dominio, células acorazadas donde la ‘exigencia de poder se condensaba en un espacio reducidisimo. Los encuentros entre unidades navales se se- ‘alan por lo siguiente: podemos tener una clara vision de conjunto de ellos, incomparablemente superior a la que podemos tener de los encuen- tros entre unidades de otras armas, Es cosa que ya apunta en el hecho de que podemos recons- {rulr con la memoria cada uno de los minutos det Sesarvollo de un encuentro entre flotas e inchiso ‘cada uno de los disparos que se hicieron durante 1 Ademés en las batallas navales no vemos ni al combatiente —que es invisible también en un sen ‘ido mucho mas significativo que el puramente fi eo ni tampoco una masa de combatientes; 10 {ue vemos es la flota o el buque. Aquf tenemos inte nosotros uno de esos encuentros en que él fer humano acepta como destino el hundimiento; su tiltimo cuidado no consiste en escapar a él, 3 sino en que ocurra con Ja bandera flameando al viento, En los relatos de los supervivientes de ba- tallas mavales toparemos una y otra vez con un temple notable; él nos permite adivinar que en los instantes decisivos no se ve en absoluto la muerte Tal cosa resulta especialmente evidente en aque. los sitios donde, en plena zona de aniguilacion, el ser humano esté ocupado en servir a instru ‘mentos. Lo encontramos ahi en un estado de se uridad suma, del cual dispone tinieamente quien 8¢ siente seguro halldndose en la inmediata cer. canta de la muerte. Entretanto ha seguldo reforzéndose la exigen- cia de dominio que es inherente a nuestros me. ios. A medida que ese desarrollo va cumplién- dose pasan a segundo plano la diferencia y la ‘oposicién de los cuatro clementos, Pero lo que tal hecho significa es que el pensamiento estratégico Puede volver a hacerse realidad con mayor pu reza. En la batalla de material divisamos una si- tuacién en la que el pensamiento del general en jefe es incapaz de atravesar la zona caética del Fuego y de la Tierra y queda oscurecido por una marafa de detalles tcticos. Pero ya hay ciertos indicios que anuncian que el movimiento exacto en el espacio y en el tiempo —algo que parecia hhallarse correlacionado ya tinicamente con el ele- ‘mento més ligero y mis penetrable del Agua std torndndose al menos imaginable también en Js Tierra y ante todo en el reino del Aire, que acaba de hacérsenos accesible, Una de las carac- 4 terfsticas que apuntan a un estilo més riguroso fn la conduccién de Is lucha es el hecho si. guiente: el concepto de escuadrilla esta comen. zando a desempefiar un gran papel en todas pat tes. Tambien resulta instructivo este otro hecho: Ja coraza, que posee, por cierto, tanto en el mundo orgénico como en el mecénico una re- lacién secreta con la matematica, esté resur- giendo con formas nuevas en todos los niveles del combate Urdiendo nuevos medios de lucha el espititu ‘écnico aspira a conseguir un incremento de mo- vilidad en el combate, y eso no sélo promete la revivificacién de Ia operacién estratégica, sino (que anuneia ademas la aparicién de un tipo més duro e inatacable de soldado. También en la rea- lidad de éste interviene la modificacién de la le galidad que tocamos de pasada al tratar el pri cipio de la ensefianza generalizada, En un mundo fen que la lucha aparece como un cardcter especial de trabajo ya no es posible hablar de un spueblo en armas» en el sentido que @ nosotros nos re- sulta corriente. De igual modo que los medios son superiores a todas las cifras imaginables, tambien las tropas que se hallan al servicio de esos medios ppresuponen un modo de seleccién diferente del Que puede ser garantizado por el servicio militar obligatorio. En especial la brevedad del tiempo de servicio, que es una de las caractertsticas de la ormacién de masas, no basta para asegurar ni el nevesario dominio de los medios ni la aceracién, 6 de las personas. En correspondencia con eso ob- servamos que la instruccién, que esté especi zéndose de miltiples maneras, comicnza a pre- pararse muy pronto. Hay, por tanto, toda una serie de indicios que apuntan a la probabilidad de que los ejércitos va- yan a adquirir, cada ver mas, un cardcter de ob- jeto, y ello tanto en lo que concierne a las armas ‘como en lo que se zeliere a los combatientes. Eso significa una claridad y una limpieza mayores en las cosas del poder. La frase ultima rato regis, que todavia iba grabada en los cafones de la guerra mundial, ya no tenfa propiamente otro sentido due el rememorativo. El presupuesto de la parti- cipacién de las grandes masas en el servicio de las armas lo constitufa en verdad el grado de popu- Jaridad que una guerra tuviese. El eriterio deci- sivo se basaba en las nociones que la democracia se hacia de la justicia. De ahf que la denominada ‘guerra de gabinetes no estuviese precisamente en olor de santidad, Pero nadie que considere en su esencia y sin preluicios las cosas del poder puede albergar ninguna duda de que la guerra de ‘gabinete es preferible ala guerra popular. La gue- ra de gabinete es una guerra bien meditada, po- see unos objetivos determinados y su momento puede ser elegido de acuerdo con las circunstan- fas objetivas, Pero ante todo es una guerra que se halla apartada de la zona moral; de ahf que en ella esté de sobra la excitacion de los bajos ins- tintos y de los sentimientos de odio en que es pre+ 66 iso sumergir a la masa para que ésta Hegue a ser apta para el combate. La decision sobre la guerra y la paz constituye la suprema prerrogativa del soberano. Es por ello tuna deeisién que presupone un ejército manejable como instrumento de la voluntad de un principe, cosa que sélo resulta imaginable en un espacio en {que haya cosas més importantes que el dolor ¥ fen que se sepa que tinicamente a la vista de Ja ‘muerte es posible «vivir eternamente», 2B Intercalemos aquf una consideracién sobre un hecho que nosotros sentimos como obvio, pese a aque es, de todos modos, notable. No cabe duda de {Que donde més instructivo resulta el ser humano (een aquellas areas donde no ve problemas y que se hallan para él fuera de toda discusion. {Como es que en un tiempo en que Ia gente’ pelea por la cabeza de un asesino recurriendo a todas las optestas visiones del mundo no existe apenas diversidad de posiciones en lo relativo Tas inmimeras victimas de la técnica y en especial de la técnica del trifico? Que eso no fue siempre, asi podemos verlo ficilmente leyendo los textos de las primeras leyes sobre los ferrocarriles, En fesos textos se expresa claramente el empetio de or hacer recaer sobre el propio ferrocatril la respon: @| sbilidad de todos los datos resultantes del puro Ql hecho de su existencia, Hoy se ha impuesto, por el contrario, la concepcién de que el peatén no solo ha de adaprarse al trfico; también se lo hace responsable de las infracciones cometidas contra Ja disciplina del tréfico, Esa disciplina es en sf luna de las caracteristicas de la revolucion obje- tiva, que esta sometiendo al ser humano de ma ‘era imperceptible, y sin que proteste, a una le. galidad modificada, ‘Aunque Ia historia de la aviacién es una his toria de caidas y aunque el vuelo, considerado como puro medio de transporte, contradice a to. das las leyes de la economia, no se nos ocurre re. shunelar a que los hombres vuelen, La aviacion es tun hecho fuera de toda discusién para el mismo espiritu que tiende a ver como una abervacion ex trafa, por ejemplo, el dolor que durante siglos se infligicron a sf mismos los monjes en los mouse terlos. Un afo sf y otro también caen las vietionas del tréfico; han alcanzado unas cifras que suiperan las bajas de una guerra sangrienta, Nos enfren: {amos a esas victimas con un sentimiento de ob. viedad que hace pensar en viejas concepciones es tamentales, como, por ejemplo, las del marino 6 las del minero. Ya Bismarck insert6 en un debate sobre la pena de muerte la consideraci¢n de que jae se nos ocurre cerrar las minas aunque cabe alcular estadisticamente con antelacién el nae ro de victimas que exigirén, Al decir eso defen. 68 dla Barc a ea de gue el dlr eno de os fenomenos inevitable torent undo tna ida constant pesaminto com ‘erador.De hecho la estes conte oa ruc sults de gue el ser umane ha deen far un bat Boal destino; en exe set fe Sila notable et fendmeno gents ice de ‘uns permanese aproxndamene econ Independent de a bona oe Inne oe tor dompon 1s vtias reclamadas por el proceso tke] nico te nos apuecen essa pangs A0e Guan «nuesto toe deci lupo de ate dere tipo peneta de miles formas en os tric dejan tas de pot excrete ental eintodice en clasts valoracones po Gales lace cle sos er un ncdente bea fue un joven musiera co duc hoy emcee feria uta cosa exrvagate, or nga iso tempo te gente two pot oc a nse de Ue lamado Beige, Que se precisa Denes con au acoplan, gion es opal ene lal esa aca des montana en I ue rae ae osc a oben desl Hay Ta mac ‘elo velo en los depres de vere frae] eb vor, de ie oa obvi. tye Pte ee 2 ope o ® 14 ‘51 a ese tipo que esta forméndose en nuestros ‘afas hubiéramos de caracterizarlo con una sola palabra podriamos decir que uno de sus atribu- {os lamativos consiste en poseer una «segunda» ‘consciencia. Esa segunda consciencia, mis fria, std apuntando en la capacidad, cada vex més nf tidamente desarrollada, de vernos como un ob- Jeto. No ha de confundirse esa capacidad con el feflejo especular de nosotros mismos que nos pro porcionaba la psicologia de viejo estilo, Le dife- Tencia entre la psicologia y la segunda conscien Cia estriba en que la primera elige como objeto de Su consideraci6n al hombre sentimental, mientras {que la segunda se dirige a un hombre situado fuera de la zona del dolor. También en esto hay, de todos modos,transiciones; asf es como es pre tiso ver que también la psicologia posee, igual aque todos los procesos de descomposicion, un Jado de orden. Ese lado destaca con especial ni- tides en aquellas ramas en las que su desarrollo ha levado a la psicologfa a transformarse en un puro método de medicién. ‘Mucho més instructivos que eso resultan, em~ pero, ls simbolos que la segunda conscicncia in- fenta exiraer de s{ misma. Nosotros no s6lo tra- Dajames, como no lo hizo ninguna otra vida anterior 8 la nuestra, con érganos artificiales, sino (que ademés estamos dedicéndonos a construir 4 titos extrafios en los que el empleo de 6rganos arti- 0 ficiales de los sentidos erea un alto grado de coin- cidencia tipica. Tal hecho se halla estrechamente Tigado a la objetizacion de muestra imagen del ‘mundo y, por tanto, a nuestra relacion con el do- lor. ‘El primer hecho que aqut es preciso citar es el revolueionario fendmeno de la fotogratia, La fo- tografia, la sescritura mediante la Iuz», es un modo de fijar las cosas al que se le otorga cardc- ter de documento, La guerra mundial fue el pri- mer gran acontecimiento del que se hicieron to- mas fotogréficas de ese género y a partir de ella hho hay acontecimiento significative que no sea también retenido por ese ojo artificial. Se aspira f ver asimismo espacios que se hallan cerrados & Tos ojos humanos; el ojo artificial atraviesa los bancos de niebla, el vapor atmosférico, las tinie- blas, més atin, la resistencia de la propia materia. Células Spticas estén trabajando en los abismos {de las profundidades marinas y en las grandes al- turas de los globos sondas. ‘La fotografia se halla fuera de Ia zona de la sentimentalidad. Posee un cardcter teleseépico; se nota que el proceso es visto por un ojo insensible { invulnerable, Retiene tanto a Ia bala en su tra- Jectoria como al ser humano en el instante en Jue una explosién lo despedaza. Ese es nuestro Todo peculiar de ver y Ia fotografia no es otra Cosa que un instrumento de esa especificidad hhuestra. Resulta notable el hecho de que en otras freas, como, por ejemplo, la de la literatura, ain n t i sea tan poco visible esa especificidad: pero no hay duda de que si atin cabe aguardar algo de Ia li teratura, como de la pintura, la descripcion de los mas sutiles procesos psicol6gicos seré sustituida Por una especie nueva de relato exacto, objetivo. Ya indicamos en miestra obra El trabaiador que la fotografia es un arma de que se sive el tipo.“ El. irespondencia con eso cece el afi dei 4} sees algo que yaaparecienla gra anal — io Vw x de_ combate se ‘averiguar dnde se hallaba. ‘cosas que empujan Incesantements hacTa una p ticidad y una objetualidad mayores. Ya hoy existen armas de fuego acopladss a células dpticas e in- cluso méquinas ofensivas volantes y Hotantes pro vistas de pilotos épticos. ‘También en la politica es la fotografia una de Jas armas de que la gente se vale con creciente ‘maestria. En especial parece brindar al tipo un ‘medio con el que detectar el cardcter individual del adversario, es decir: el cardcter que ya'no esta ala altura de sus exigencias; la esfera privada no resiste el choque de la fotografia, También nos re- ssulta mas facil cambiar de mentalidad que de ros- to. De una gran malignidad es, por su parte, el aay OH 4S epee 8 ie nN n Procedimiento consistente en utilizar como car- {eles las fotografias de personas asesinadas en la lucha politica La fotografia es, por tanto, una expresion de suestro modo peculiar de ver, que es clertamente jun modo cruel. Lo que en ella hay ala poste e¢ x modo-cruelLo que en ella hay a Ta poste os 7 una forma de winal de ojon una especie de roma i Togares ea los que atin permancce viva te substancia cultual diferente, Una cudad como La Meca ingresa en a esfera colonial en el mismo) jnstante en que es posible fotografiarl. Habita en nosotros un aan extra, difcl de describ, que tiende a otorgar al proceso vivo caricter de preparacion anatémiea All donde hoy se produce un acontecimiento, siempre esta rodeado de un cerco de objetivo ftograticos de micréfonos e iluminado por las exposiones, pa recidas a lamaradas, de los ashes. En muchos casos el propio acontecimiento pasa completa mente a segundo plano en favor de su «transi. siéns, es deci, se converte en gran medida en un objeto. Asfes como conocemos ya juiies polit. cos, sesiones parlamentarias, competiciones de. portvas eu tnieo sentido consist en ser objeto de una transmisién planetaia, El acontecimiento, no se halla ligado nia su espacio particular nis su tempo particular, ya que puede ser rellejado como en un espefo en todos los sition y epetido tantas veces cuantas se quiera Son indicioe que spuntan a la existencia de una gran distancia: y 2 cc SIS Ja cuestién que se plantea es sia esa segunda cconsciencia que vemos entregada tan incansable- mente a su trabajo le esta dado también un centro 4 partir del cual quepa justficar en un sentido ‘mis hondo la creciente petrificacion de la vida. TEI hecho de la ejanta destaca atin més clara~ mente en las proyecciones cinematograficas — en Cl refleo de las tomas fotogréficas en un segundo espacio, més inaccesible a la. sentimentalidad. Donde més claro se nos torna eso es allf donde nos vemos confrontados a nuestra propia imagen reflejada, ya sea que observemos en una pelicula rmuestros movimientos, ya sea que desde un gra mofono nos Hegue a los ofdos nuestra voz como Ja de un extrano, ‘También la cuantia del dolor susceptible de ser soportado erece a medida que progress la ob- jetizacion, Casi parece que el ser humano posee tun afin de creat un espacio en el que resulte po- sible considerar el dolor como una ilusién,y ello fen un sentido enteramente distinto que hasta hhace poco tiempo, Mereceria Ia pena ocuparse mas detenidamente, desde ese ngulo de vision, tn los eines; si Tertullano los viese, podria repetir todo lo que podemos leer en su escrito contra los juegos. Causan extrafieza, por ejemplo, las salva- jes earcajadas provocadas por las peliculas e6mi cas, peliculas que se componen meramente de un tcdmulo de incidentes dolorosos y malignos. Tam- ‘bién resulta instructiva Ta inclinaciOn por esa f- gura matemética que es producida, por ejemplo, ” por el hecho de que Ia accién vaya acompanada f interrumpida por procesos en que intervienen ‘méquinas, Hay toda una serie de movimientos, {Como los del esquiador —cuya trayectoria exacta Se efectiia en medio de un paisaje helado—, que resultan especialmente adecuados a las peliculas De eso forma parte también el reino de las més- cearas, de las marionetas, de los mufecos y de las figuras publicitarias — un reino en el que unos vivientes artficiales se mueven al son de voces Surgidas por via mecénica, Habria que mencionar ‘ademés el sorprendente sincronismo que intercala fentre la proyeceién de unas situaciones suma- mente gratas Ia toma fotografica de una catés- trofe que en ese mismo tiempo esta devastando tuna parte del planeta, En el comportamiento de los espectadores resulta llamativo que su i ccud or alent, es un silencio mas ‘FiseracToy cruel que a furor salvaje que podemos fobservar en las plazas de toros de los paises me ‘dionales, en las que se ha conservado hasta el ‘dia de hoy, en la lucha con el toro, un resto de Tos juegos de la Antigitedad. ‘Anotemos con esta ocasién que en el especté- culo de las corridas de toros, las cuales surgieron Sin duda de un antiquisimo culto de la Tierra, le legalidad ritual encubre la auténtica impresion dal dolor. Esa misma observacién se impone en ‘aquellos sitios en que se lleva a cabo un encuen- tro cruento en el que se respetan las reglas esta~ rmentales caballerescas; es lo que ocurre, por 8 siemplo, ex los duelos estudiantes de ls cor cuanto una especie mucia de vida es en lo si- poraciones universitarias alemanas, En el mundo guiente: el cardcter instrumental no se limita ala | 2% del trabajador el decurso técnico exacto, que es zona propia del instrumento, sino que intenta so-. en igual medida amoral y no caballeresco, reem- etec tenbicn a sf el cuerpo humano, plaza al ito: Hoy, de tos mode, eles de ese ial eer osleesieel sas ae Drocizo ain ee desconostdo 9 festamented he. pocular gue denmetnanny nate bro ho de gue el dlor pueda se soporado en ayer Giereniar de los Juego de la Antguedad ca tnedide apuntaa ese sos ‘misma medida en que cabe dferenciar nucetaa La disposicién secreta de los 6rganos artficia climpiadas de las olimpiadas griegas. La diferen. tes de low sents e indiio de I enstencia de fia oencal es In sigulnte para ovotos nose unos espaciosenlos gue la catastroe representa tute tanto de una competion cane de ‘un gran papel. En esos espacios la transmisién de ceso de medicién exacta. Es algo que se deriva ya Grdenes ha de ser mis segura, penetant evo. “Gethecho de que nose rulers que eaten prsce lable que en ninguna otra parte. Estamos acer- ‘tes ni el adversario ni los espectadores, Lo deci- cindonos a una stuclones en las que se preisa elem ae eee que una noticia, un aviso,\una amenaza leguen ‘consciencia», que registra el resultado con la ayu- “A | en pocos minutos a todas las consciencias, Detrés, da de la cinta métrica, del cronémetro, de la co- del cardcter de diversion de los medios totales, mriente eléctrica o de la lente fotogratica. En los ‘como la radio y el cine, se esconden formas espe- sitios donde se da ese presupuesto resulta indi- | ciales de disciplina. Es de prever que también eso ferente que una carrera, un lanzamiento, un salto ‘yn ponléndose de manibeso a medida que ia ‘Se pom ctr is | ‘| particpacion la cone, especialmente en el ser das ona en Rodasy otra en Atstelia, tio radiotonico, se conta en algo ebigatrt Naser emesiaeene Gee cifras, hasta las menores fracciones espaciales y temporales, brota de la necesidad que sentimos de star informados con maxima exactitud de los te sultados que es capaz de alcanzar el cuerpo hi 15 ‘mano como instrumento. Tales fenémenos podrén ‘causamos estupor, pero no cabe negar que estén, En Io que mis claramente se conace que esos ht, Se toman absurdos en el mismo instante en fenémenos no son tanto modificaciones técnicas ‘te no los conocemos en su comiease siahclles 16 n ‘Cuando vemos a un esquiador saltar del tram- polin inmediatamente después del anterior 0 Euando vemos a los pilotos de competicion, con ‘Sus uniformes y eascos de forma aerodinémica, pasar volando a nuestro lado como flechas, la im- presién que recibimos casi no es ya discernible de Ja causada por una méquina construida de ma- nera especial. Son cosas que tienen su expresién. también en el aspecto externo de Tas personas. ‘Aun no hace tanto tempo que existe el deporte en al sentido en que nosotros lo entendemos y, sin embargo, ya nos parecen asombrosas las fotogra- fias de los primeros equipos, en las que los hom ‘bres aparecen con trajes de paisano y con barbas. Ese rostro nuevo que hoy cabe encontrar en todos los periédicos ilustrados ofrece un aspecto dife- rele; e5 un Tostro carente de alma, trabajado como en metal, o tallado en maderas especiales, posee sin la menor duda una auténtica relacion {on la fotografia. Es uno de los rostros en que se texpresa el tipo, o sea, Ia raza del trabajador. El eporte es una parte del proceso de trabajo; tal proceso se refleja en él incluso con especial niti- ‘ez, pues en el deporte falta lo utiitario propia- mente dicho. Lo que acabamos de indicar nos permitiré ver con faclidad, dicho sea de paso, {gue en el fondo la conocida competicién de ama- teurs, de aficionados, continda baséndose en vie jas valoraciones estamentales. Con ello esté rela- ionado el hecho de que la competicién de aficionados se dé sobre todo en aquellas areas, 8 ‘como la equitacién y ¢l tenis, que siguen conser Sendo un resto de tradicién cortesana. Pero el ereicio del deporte es sin ninguna duda una au téntica profesién. ‘Al contemplar esas figuras no podemos librar- nos, por tanto —y ello en virtud de su pura apa Hencla visual, de la impresion de que ya han Guedado sustraidas en gran medida a la zona de Th centimentalidad, Esa carne disciplinada y uni- formada por la voluntad con unos cuidados tan meticulosos suscita la idea de que se ha vuelto ins indiferente a las heridas. El hecho de que va hhoy nos encontremos en condiciones de soportar ‘con mayor frialdad la vision de la muerte se ex: plica también en no pequefia medida porque ya Ro estamos en nuestro cuerpo, a la manera anti- fgua, como en miiestra casa. Asf e= como propla- mente ya no responde a nuestro estilo interrum- ppir una demostracién de vuelo o una carrera de Butoméviles cuando se ha producido un accidente fnortal, Ineidentes de esa indole se hallan no fuera, sino dentro de la zona de una seguridad El deporte es sélo una de las éreas en que ccabe observar que el perfil humano esta endure- Ciéndose y aguzéndose o también galvanizindose ‘No menos notable aparece el empeio de ver tam: bien la belleza corporal en el sentido de criterios de otro género, También en eso existen estrechas Conexiones con la fotografia, en especial cén el Cine, que posee realmente un cardcter de modelo. , Muchas ocasiones, com, por ejemplo, el depore, Jos bas pblens, los balls tons, pero tan. bien In publicidad, han hecho que restos oloc se hayan habituado ala vison del cuerpo despo. visto de vestido. Son imupctones en la zone er. tia cuyo sentido an no se ha desea, aungue ya cabo vshumbraro Lo-que resulta especialmente instructive en ta-_ les Tendmenos propos de una edad io Gut tn Todas neceatit omens ene ver que le Focclogia un Arca de las mse Sutlescomplaceniasy autocomplacencay ind Widualstas, empiora a tater ce sf aibiemente nos metodo de medion exact, En espesal los tétodospaicoécnios destacaneada vet mds ca, Famente como instumentos eon que sine determinarnormatvamente las cgenias uc cabe hacer ala raza o lo que eso mismo, ative Un concepto como el dl seogundo del horns, dcsarllado en concron cone esclareimentos de lo acidentes de trio, proporiona una ima. fen del cardcter de cosa que es Inherent a eras Saeacas Ssfilemos todavia, para terminar, que tam ben en ln medicine! cuerpo se ha convetda n sete fa rigs Se ames cones Se Sioa ci SR 80 ‘gran medida en un objeto. En ella destaca asi- ‘mismo el doble sentido que acabamos de mencio- nar. As{ es como la anestesia aparece por un lado como una liberacién del dolor y por otto trans. forma el cuerpo en un objeto abierto a la inter- veneién mecsnica a la manera de una materia sin Vida. Una de las pequefias observaciones que po- demos recopilar en nuestras cludades es tambien la novedosa predileccién por la publicidad ane t6mica de los medicamentos; vemos, por ejemplo, ‘cémo acta un somnifero sobre las diversas capas dde un cerebro cortado en sentido longitudinal. Ta- les exhibiciones eran tabsi asta no hace muchos fis. 16 Hemos venido recopilando hasta este mo- ‘mento toda una serie de datos de los que se des- prende suficientemente que nuestra relacién con el dolor se ha modificado de hecho. El espiritu que desde hace mas de clen afios viene tia a nuestro palsaje es, de ello Ho cat i espinita cAIg]- Deja sur tnuetas tanibien Tos seres Humanos, én Tos que ios Blandos y endurece Tas Superlicies de resistencia, ‘solros nos encontramos en una situaclon en ‘que todavia somos capaces de ver las pérdidas; at ‘atin sentimos Ta aniquilacién del valor, la super- ficializacién y simplificacién del mundo. Pero ya estén creciendo unas generaciones nuevas que Se fencuentran muy alejadas de todas las tradiciones fon Tas que adn nacimos nosotros; y produce un ‘sentimiento asombroso observar a esos niios, no ‘pocos de los cuales vivirdn todavia el afio 2000. Entonces se habré desvanecido sin duda la dima substancia de la edad moderna, es decir, de la edad copernicana. ‘Pero ya se presenta con claridad la gran situa- ci6n, Bs cierto que todos los verdaderos espiritus del siglo Xix tuvieron conocimiento de ella y que cada uno de tales espiritus dej6 tras de si, a partir Ge Holderlin y mucho més allé de la fronteras de Europa, una doctrina secreta sobre el dolor — pues es en el dolor donde se esconde la auténtica pledra de toque de la realidad. Hoy estamos viendo que campamentos, mar- chas, maniobras lenan valles y llanos. Estamos viendo que los Estados son més amenazadores y Se hallan més pertrechados de armas que munca: {que en cada uno de sus detalles esos Estados se frientan al despliegue del poder; y que disponen de tropas y arsenales sobre cuyo destino no es po- sible albergar duda ninguna, Estamos viendo Cada vez mas claramente también que la persona Singular va a parar a una situacién en la que pede ser sacrificada sin reparos. A la vista de to- ‘das esas cosas surge esta pregunta: cestamos asis: tiendo aqut a la inauguracién de aquel especticu- 2 Jo en el que la vida sale a escena como voluntad de poder y nada més?* ‘Antes vimos que el ser humano se torna capaz de contender con la agresién del dolor en la ‘misma medida en que es capaz de extraerse a sf isto fuera de sf mismo. Ese extraer fuera de {la vida, ese cosificarla y objetizarla, va aumen- tando sin interrupei6n, Tras la edad de la gran se- fgutidad ha llegado, con una rapidez asombrosa, fina edad diferente, en Ia que preponderan las va- Toraciones técnicas. La 6gica y la matemética que cen esas valoraciones imperan son extraordinarias admirables; vishumbramos que el juego es de- Tnasiado sutil y consecuente como para que Io hi yan ideado seres humanos. ‘Pero nada de eso exime de responsabilidad. Cuando divisamos al ser humano en su situacion solitaria, muy avanzado en el espacio peligroso ¥ fen un estado de elevada disponibilidad, Ia pre- fgunta que surge por s{ misma es ésta: ¢con qué punto esté relacionada esa disponibilidad? Ha de er grande el poder capaz de someter al ser Taaito-& Tas Talsmas exigencias que se le hacen a Ta mirada, sin em ERENT superiores al puro proceso dl don y del equipamiento bélico, alturas sustrafdas toda duda, Lo que caracteriza indudablemen- te os actors es, antes bie, la nivelacion de los Vio altos la etridad de as caltura, a mer. Guna medioridad Ta conclusion que nosotros sncamos de exo es que noe encontramos ca une fave dita del ai Hila, en tina fave clement muy notable fue se seal por el hecho de ue unos érdenes Tuevos han ocupado'ya unas posilones my aratadas, pero los valores correpondienes & tios Gndenes ain nose han ocho wales Ela peo aparentemente tan contrecirio que els fumaco eet Urinand en ra sitowcon se lor tina tan proto como bemor captado la expert fad de esta, Comprendemoslacovsistenea de ima gran capacllad onantadora, por ued \‘por otro, comprendemos la fe sin contenidos,=— Uisiplina sn legiimacion en sum el eardcter ticaro de las Ideas, de las intnuctones 9 de ls eronsjes on general Comprendemes Por gua tn dempo tan intrumental como exe ia gente (quewia conocer al Estado no como el insu. Thento mis sbarcador de todos, sino como una Iagnitad culty porque ln tenia y el chos de han vu sindalaos de une manera ten 0m rose ‘Todas esas coss son indo que apuntan a que ‘ya hemos atravesado completamente el lado del pro- Sse ue o bas en la bution le nsreccin e i encontramos primero en Rusia y en Tia Tia, poro més tarde también en Alemania, y cabe prover que todos los paises en que estén vivas Unas pretensiones mundiales habrén de elecutar necesariamente tal ofensiva, para estar ala altura del desencadenamiento de fuerzas de nueva fn dole, De esos fenémenos forma parte ademés la sospechada_ampliacién de las_competencias de Fess el sprograma Hindenburg, — Tucha de Ludendorff por conseguir la identidad del mando militar y el mando politico, Sin embargo, a pesar de los espectéculos tan grandiosos como terribles de las tardias batallas dde material, en las que celebré sus cruentos triun- fos el talento organizativo humano, no legaron a aleanzarse las sltimas psibilidades; aunque nos limitemos a considerar slo el lado téenico de ese 98 lorécién, surgida en Francia, de Tas relaciones de poder desde of Enguto de vision de Ta energie porentiell v_asimismo Ta colaboracion, ya ini Flada en la paz, entre Tos fistfia, colaboracion ejemplo “Jos Estadds Unidos de Norteamérica, Los plantea- rmientos que tocan el nticleo més intimo de los ‘equipamientos bélicos son aquellos mediante los ‘cuales Ia literatura alemana sobre la guerra for26 ‘la consciencia general a formarse sobre las cuestiones bélicas juicios en apariencia rezaga- 9 dos, pero en realidad dirigidos al futuro, Fl eplan jenal» ruso situé al mundo por vez primera en un dnico cauce ‘guinguenal is sgud al mundo por ve poi una teat de nic en an dc ence toad de Tore ine ppensamiento econémico da un vueleo. La «eco- omia pla 7 ‘lias ‘consecaencias de la democracia, va mas alla de st ‘en general, Ese vuelco cabe observatlo en muchos fenémenos de nuestro tiempo; la gran presion de Jas masas se muda bruscamente en formaciones cristalinas, Pero no s6lo el ataque exige esfuerzos extraor- inarios, sino que también los exige la defensa y Quizé sea en ella donde més clara se tore la ccoaccién a que esta sometido el mundo. De igual ‘manera que toda vida alumbra ya también, al na- cer, el germen de su muerte, asi la salida a escena de las grandes masas implica una democracia de Ja muerte. Tenemos_ya a_nuestras espaldas la edad del rs de preci, dl tro digparado 3h Uianso india: Ete Ge um exeOrma ser ie desde Tas aTturas noctumas a tectuar unt atague con mio conde ya nin= ina dltingk Som Yo com ‘entes, y la mortifera nube de gas es. ies Tientes. ¥ la mortifera nube de gus es algo que se ‘propaga cual un elemento a los seres Yuos Ta powibilidad de tales amenazas tiene como presupuesto, empero, no una movilizacién parcial ni una moviizacién general, sino una mo- 100 vilizacién total, la cual se extiende hasta el niio ue yace en la cuna. Ese nifo esté amenazado ‘como todas las demas personas, incluso més que elas. ‘Muchas son las cosas de este género que ca- bria nombrar — pero basta contemplar esta nues- tra vida misma en su completo desencadena- ‘miento y en su implacable disciplina, con sus zonas humeantes ¢ incandescentes, con la fisica y Ja metafisica de su tréfico, con sus motores, sus aeroplanos, sus ciudades donde viven millones de personas, basta contemplar esas cosas para vis~ [inbrar con un stints se hare ee arpa aus ‘las hey ae “ono que wo ott beandor ae wee re proceso eneico Mis gur-sr cide Te “Rept clei ast mae ae lest como enla paz la expres de ee ‘Sawin aad ces mass is mG asf ocurre que cada vids individual se converte cada vez mds claramente en una vida de traba- Jador y que las guerras de los caballeros, de los reyes y de los burgueses van seguidas de las gue- ras de los rabajadores — guerras de cuya estrac- tura racional y de cuya indole implacable nos ha proporcionado ya un atisbo la primera gran con- frontacién del siglo xx. 101 4 Hemos rozado de pasada el lado téenico de la ‘movilizacién. total. Su pe amiento puede ‘seguirse desde las prime: das por el gobierno de la Convencion a y desde Ia ada ‘cabo en Tinos aos de Ta guerra mundial; durante ellos Jos paises se transformaron en fabricas gigantes: ‘cas que-producian ejrcitos en cadena para en- ee che ios campos de baal, donde “Ei papal dt consarakdor era Sst por un des- gaste cruento que asimismo se habia vueho muy ‘mecdnico, Aun siendo muy penosa la impresion ‘que cabalmente al énimo heroico le causa la mo- notonia de ese espectéculo —un espectaculo que Jhace pensar en el funcionamiento exacto de una furbina alimentada con sangre—, ninguna duda puede caber, empero, acerca de su significado Simbélico inmanente, En él se revela una logica rigurosa, la dura impronta,dejads. por un tiempo cen el medio bélico. El lado técnico de la moviizacién total no sin ema sivo. Antes bien, igual que presupuesto de toda técnica, también el de ra sefalla« mavor profundidad: dis ‘ponibilidad a la movilizacion lamaremos agul a 102 “ese presupuesto. En todos los pafses estaba pre- Senie esa disponibilidad: la guerra mundial ha Sido una de las mas populares que conoce la is- toria, y ello ya por el mero hecho de acontecer en lun tiempo que de antemano hacia aparecer como txcluidas las guerras que no fuesen populares. ‘Ademis, si se prescinde de pequefias guerras co- Joniales y de pillaje, los pueblos habfan estado disfrutando de un periodo relativamente largo de pez. Mas al comienzo de esta investigacién pro- fetimos dejar de lado por el momento la des- Gripcicn del estrato elemental, esa mezcla de pa- Siones salvajes y pasiones excelsas que le es cconsubstancial al ser humano y que lo hace ac- Cesible en todos los tiempos a la lamada de la fuera. Lo que nosotros queremos intentar es, a- {es bien, desenmaradar el concierto de los malt ples toques de cometa que iniciaron esa confron- facion especial y acompatiaron su decurso. En nin sitios donde nos topamos coh esfuerzos de tal envergadurs, ya se expresen Sh construcciones poderosas como las pirémides {iis catedrales, ya aa e Facen vibrar hasta el Ultimo nervio vital —y la rmarea especial de esos esfuerzos es el estar des- provistos de finalidad—, en ninguno de esos si- fics, decimos, salimos adsTate con explicaciones ‘Seontnleas, por mis esclarecedoras que sean: tal “es también el motivo de que la escuela del ma- terlalismo historico Gnicamente sea capaz de r0- tar la superficie del proceso. Cuando se trata de 103 esfuerzos de ese género hemos de digit muestra del siglSsar-estabamos seftala trato-en cl que sospechamos reside la lamada eficaz, ars oc a See eae eee ee aque habia que ganar para que pariipasch ee a Shima guerra, Aes resulta tanto mds imposible Sustraerse ala lamada cuanto mas $¢ spelase asus canvsciones, esto e3, cuanto nds puramente expresasen un contenido prose. sista las tendencies de las grandes consignas me. dante las que ells fueron movilzadas. Por mu cho que esas conslgnastengan con frecuencia un colorido toscoy chllén, de su eficacin no puede ‘aber la menor duds: se ssemejan a los abigarra: dos filopos con que en las batdas de cara Se om camina alas picsas hacia las escopetas Ni siquira a la mirada superital, qu intenta sfectuar una clasificacién puramente geogréfca de los beligerantes en vencedores y vencidos, ni siqulera a esa mirada puede escapdrscle la ventala ‘ue tenian los paises eavanzadosr; co una venta en la que parcce imperar una especie de autor matismo, en el sentido de las tori darvinianas dela seleccion de wlos més aptosr. Especialmente 1! fenémeno siguiente pone de manifest la exis. 104 tencia del citado automatismo: tampoco paises ppertenecientes al grupo de los vencedores, como Rusia e Italia, escaparon a una destruccién global de su estructura estatal. Vista a esa luz la guerra aparece como una piedra de toque insabornable, ‘que efectia sus valoraciones de conformidad con unas leyes estrictas y propias — como un terre- ‘moto que pone a prueba los cimientos de todos los edificios Queda claro ademés que en la época tardia de la fe en los derechos universales del hombre las ‘monarqufas son especialmente sensibles a las des trucciones de la guerra. Por el polvo rodaron, ade- ‘mas de numerosas Coronas pequefas, las Coro- thas siguientes: la alemana, la prusiana, la rusa, la austriaca y la turca, Austria-Hungria, el Estado en que el mando de las formas medievales atin se- ‘guia llevando una vida fantasmal, como en una isla perteneciente a un periodo geolégico preté- vito, Austria-Hungria se rompe en pedazos como tun edificio lanzado a los aires por una explosién. Y el wltimo absolutismo de Europa en el sentido antiguo de la palabra, el absolutismo zarista, su- ‘cumbe a una guerra civil que lo devora, en medio de sintomas atroces, como una epidemia largo tiempo reprimida, Resulta llamativa por otro lado Ia insospe- cchada fuerza de resistencia que tuvo, incluso en luna situaciGn de gran debilidad fisica, la estruc- tura progresista. Asi es como en la represién del ‘motin sumamente peligroso que estallé en 1917 105 cen el ejército francés se revela un segundo mila- ‘gro del Marne, un milagro moral, ms sintomé- tco de esa guerra que el milagro puramente mi- litar del ao 1914, As{ es como en los Estados Unidos de Norteamérica, un pafs de Consttucién democrética, la movilizacién pudo iniciarse to- mando tunas medidas rigurosisimas, tanto, que zo habfa sido posible tomarlas iguales en un Es- tado militar como era Prusia, el pafs del voto cen- sitazio. ZY quién pandria en duda que el pafs que salié de esa guerra como visible vencedor fue Norteamérica, el pals «sin castllos en ruinas, sin basaltos, sin historias de caballeros, bandidos y fantasmas»2* Ya en ese pats lo que importé no fue el grado on que un Estado fuese 0 no fuese tun Estado militar, sino el grado en que fuese ca paz de efectuar una movilizacion total ‘Alemania, sin embargo, aunque hubiese ga- nado Ia batalla del Marne y hubiese ganado tam- isn la guerra submarina, tenfa necesariamente ‘que perder la guerra en su conjunto; y tenfa que perderla porque, no obstante la responsabilidad ‘con que habja preparado la movilizacién parcial, sustrajo grandes dreas de su fuerza a la movill- zacién total y por el mismo motivo —puramente por el cardcter interno de sus equipamientos bé- licos— estaba sin duda en condiciones de obte- ner, sobrellevar y sobre todo aprovechar un éxito say sarong ne sata yor Jager comegendin a rte ‘atic Ba See ponte Soc nds be Enos Un ‘Boeri e punlcada par vez peern eo 1891, 100 a F) 106 parcial, mas no el éxito total. Para adscribir ese éxito a las armas alemanas habria sido menester prepararse para un Cannas diferente y no menos significativo que aquel al que estuvo dedicado el ‘trabajo de toda la vida de Schlieffen. ‘Mas antes de extraer ulteriores conclusiones de lo dicho intentaremos todavia ilustrar con al- jgunos detalles la relacin existente entre el pro- ‘reso y la movilizacion total 5 Alespfritu que intente captar en sus cambian- tes timbres el vocablo progreso se le aparecers evi dente que en tiempos en que eran ajusticiados en pablico y entre tormentos espantosos un Ravai- Ilac e incluso un Damiens, cual si fueran engen- dros del infierno, el asesinato politico perpetrado fen Ia personalidad de un principe tenfa que lesio- rar un estrato més poderoso, més enraizado en la fe, que no en el siglo que sigue a la-ejecucién de Luis XVL Ese espfritu hallara que en la jerarquta del progreso un principe pertenece a un género de personas que no disfruta en absoluto de especia- les simpatias. ‘Supongamos por un instante la sigufente idea sgrotesca: que un importantisimo jefe de publici- Gad hubiera de preparar la propaganda para una 107 guerra moderna y que para desencadenar la pri- mera oleada de excitacién tuviese a su disposicion dos medios, a saber: el asesinato de Sarajevo y la violacién de la neutraidad belga. No puede caber duda de cual serfa, de esos dos medios, aquel del {que se prometeria ese jefe de publicidad el mayor efecto, Por muy casual que pueda parecer el pre- texto externo de la guerra mundial, encierra un significado simbélico, por cuanto lo que entra en colisién en los autores del crimen de Sarajevo y en su victima, el heredero de la Corona de Habs- bburgo, son el principio nacional y el principio dinéstico — el modemo «derecho de autodeter- minacién de los pueblos» y el principio de legiti- ‘midad, restaurado a duras penas en el Congreso dde Viena por una politica de viejo estilo Es bueno ciertamente ser intempestivo en el recto sentido de la palabra y desplegar tna acti- Vidad vigorosa en el espiritu de desear conservar lo tradicional. Pero eso tiene como presupuesto la fe. Ahora bien, de la ideologia de las potencias centrales cabe decir que no era ni tempestiva ni {intempestiva ni tampoco superior al tiempo. Esas ppotencias eran a la vez tempestivas ¢ intempesti- vas y el resultado no podfa ser otro que una mez- colanza de falso romanticismo y liberalismo de- ficiente. Al observador no puede escapérsele la existencia de una predileccién por el empleo de requisitos anticuados, por un estilo tardorroman- tico, en especial el estilo de la épera wagneriana, De eso forman parte expresiones como «lealtad 108, nibelungas* y las expectativas puestas en el éxito de Ia proclamacion de la guerra santa del islam. Bien entendido que aquf estamos hablando de ‘cuestiones técnicas, de cuestiones de escenifica- clén.— de la movilizacién de la substancia, pero no de la substancia misma, Mas fue precisamente «en fallos de esa indole donde apunté la defectuosa relacién que la capa dirigente de las potencias centrales mantenfa tanto con las masas Como asi mismo con los poderes més profundos. Asi es como también la impremeditada frase genial por Ia que se calificd de «pedazo de papel» la Constitucion belga** adolece del defecto de ha. ber sido pronunciada con ciento cincuenta afios de retraso y brotar de una actitud que acaso habia, comprendido el romanticismo del prusianismo, [pero que en su mticleo no era prusiana. A Federico cl Grande sf le habria sido Ifcito hablar de esa ‘manera y burlarse, en el sentido de la Tlustracion absolutista, de los pergaminos amarillentos, pero ‘Bethmann Hollweg tenfa que saber que en nues. ‘os dias un pedazo de papel, un pedazo de papel, por ejemplo, en el que esté escrita una Constitu. cin, significa algo parecido a lo que significa en el mundo catélico una hostia consagrada, y que 109 Ea i: as sin duda puede cuadrarle bien al absolutismo romper los tratados, pero que el punto fuerte del Iiberalistno consiste en interpretarlos. Estidiese cl intercamblo de notas que precedié a la entrada de los Estados Unidos de Norteamérica en la gue- tra mundial y se toparé en 4 con un principio ‘que habla de «libertad de los mares. Es un buen ‘ejemplo del modo como en semejante tiempo cabe otorgar al interés propio rango de postulado hhumanitario — de cuestién general que afecta a Ja humanidad, La socialdemocracia alemana, uno de los apoyos principales del progreso en Alema- nla, habia captado la parte dialéctica de su tara, por cuanto equiparé el sentido de la guerra a la ddestrucciOn del régimen zarista, que era un régi- ‘men antiprogresista 6 puede significar eso frente a las sbiidades de que disponia el Oeste para movili- So er mae 7ouen decane que ly oa ira as maa? ZQuien discutira que le ‘sation tiene con el ‘una_ligazin_m “intima que Ta que posee la Kultur y que es z laren Tas ie natural y sabe manejar io e Ta cultura se enfrenta sin tener ninguna re- jon_con ul? La cealtura no es algo que pueda ser aprovechado propagandisticamente, ¢ incluso una actitud que quiera utilizarla en ese sentido es una actitud due se ha enajenado de ella — asf es como a los Alemanes nos deja indiferentes 0 incluso nos llena de tristeza ver cémo las cabezas de nuestros gran- 110 des espiritus son reproducidas millones de veces fen los sellos de Correos 0 en los billetes de Banco. Estamos muy lejos, sin embargo, de querer I~ rmentar lo inevitable. Lo nico que aseguramos fque en esa lucha le estuvo negado a Alemania lan- Espiritu del Tiempo, cualquiera que éste fuese. Y “Biiinns fe esuno hegadeinsaurar como Vand” fnte su propia conselencia o ante la consciencia ddel mundo tun principio que fuese superior al ci- tado Espiritu del Tiempo. Lo que vernos es, antes ‘bien, Ia busqueda, realizada en parte en espacios roménticos e idealstas y en parte en espacios ra Cionalistas y materialistas, de aquellos signos € jmagenes que el combatiente aspira a prender en sus banderas, Mas la validez que habita en es0s espacios, pertenecientes en parte al pasado y en parte a un circulo vital ajeno al genio alemén, no basta para asegurar a la entrada en. accién de los Thombres y las maquinas el dltimo grado de con- fianza que venia exigido por el terrible duelo brado contra todo un mundo. ‘De abi que hayamos de esforzarnos tanto més cen saber que Ia materia elemental, la fuerza pri- fmordial de nuestro pueblo, no fue afectada por eso y permanecié intacta. Con admiracién vemos ‘cémo al comienzo de esa cruzada de la razén o ‘que fueron convocados, bajo el sortilegio de una dogmatica tan clara y tan evidente, todos los pue~ blos del mundo, hay una juventud alemana que lama por las armas — una juventud tan ardiente, nt | | tan entusiasta, tan évida de muerte como apenas ‘ha habido otra en toda nuestra historia. Sia uno de esos jévenes alemanes se le hu biera preguntado qué era aquello para luchar en favor de lo cual marchabs él al frente, desde luego habrfa podido contarse con una respuesta poco clara. Dificilmente se le habria ofdo decir {que se trataba de la lucha contra la barbarie y la reaceién o de la lucha por la civilizacién, por la liberacion de Bélgica o por Ia libertad de los ma res — pero acaso se habria escuchado esta res- puesta: «Por Alemania», que era la frase con que se lanzaban al ataque los regimientos de volun: YY, sin embargo, ese sordo fervor que en ellos ardia por una Alemania inexplicable e invisible fue suficiente para efectuar un esfuerzo tal que hizo temblar a los pueblos hasta en su tuétano, 2Qué no habria conseguido si hubiera posefdo ya luna direeci6n, una consciencia, una figura? 6 En cuanto medida tomada por el pensamiento organizador Ia movilizacién total es tan solo un indicio de una movilizacién més alta, la que mues- ‘to tiempo esté efectuando en nosotros. Esta mo- vilizacién tiene una legalidad propia, y paralela a m2 ella habré de marchar la ley humana si pretende ser eficaz, Nada puede corroborar mejor esta tsisqueel hecho hecho de que durante la dltima guerra consiguie. Taeet spain rein ere cena el, pe gue tem soda ase Teo pate oa taney oe “Dia de area, pero no de sentido, cuando empieza 8 poner en movimiento a las masas de le guerra civil en vez de a los ejéretos de la guerra exterior. En ese momento su accidn irrumpe en espacios los que es incapaz de acceder la orden de la mo. vilizacién militar. Es como si las fuerzas que no pudieron ser alistadas para la guerra exigieran ahora también su parte en la. intervene ‘eruenta. O sea: una guerra serd tanto mas segura ¥ tanto més imperturbable en su decurso cuanto “aera pee sua es "Ys vimos que en Alemania el espiritu del pro ’a vimos que en Alemania el espiritu del pro- reso s6lo pudo ser movilizado de manera incom. pleta. En cambio en Francia, por ejemplo, asic ‘tuacién era mucho més favorable en este aspecto, y eso lo advertimos, entre otros mil ejemplos, en Barbusse. Barbusse, que en s{ era un adversario declarado de Ia guerra, no vio, sin embargo, nin- una otra posibilidad de ser consecuente con suis ldeas que afirmar por lo pronto esta guerra, pues lla se reflejaba en su consciencia como una Iu- cha del progreso, de la civiizacién, del humani- 113, TT OO tarismo, mas atin, de la propia paz, contra un cle mento que se resistia a todas esas cosas. «Hay {que matar la guerra en el vientre de Alemania.>* "Por muy complicada que pueda aparecer est dialéctca, su resultado es vinculante. Un hombre {gue parece poseer el minimo grado imaginable de {nclinacion por la confrontacion bélica no se Ve, ‘sin embargo, en condiciones de rechazar el fusil ‘que el Estado le ofrece, pues no le es dada a su onsciencia la posibilidad de otra salida. Podemos Sbuervar a ese hombre montando guardia en el Jermo infinito de las teincheras, mientras tortura ‘su cerebro, y, legado el momento, abandonarlss, Jgual que todos los demés, para lanzarse al ataque atravesando Ia horrenda barrera de fuego de la ba- talla de material. Mas, ala postre, gqué hay de ex tuatio en ello? Barbuste es un guerrero como todos Jos demas, un guerrero del humanitarismo; el hu- rmanitarismo no puede prescindir ni del tiro de ba- tera ni de los ataques con gas ni tampoco de la jllotin, de igual manera que tampoco Ia Teesia ‘ristiana pado prescindir dela espada del brazo se- fiular, Cierto es que para ser movilizado en tal grado tenia un Barbusse que vivir en Francia. ‘Los Barbusses alemanes se encontraron con una situacién més dificil. Solo algunas inteligen- clas aisladas se trasladaron desde el primer dia a oS 14 territorio neutral y se decidieron a sabotear abier- tamente Ta conduccion de la guerra. Pero Ia in- rmensa mayoria de ellas trat6 de integrarse en el ‘marco del movimniento en marcha. Ya hemos men= Gionado el ejemplo de la socialdemocracia ale- mana, Aguf prescindimos del hecho de que, no Gbstante su dogmatica internacionalista, esa so- Galdemocracia se componia de trabajedores ale- manes y de que por ello podia ser movida también por el herofsmo. No, también en su propia ideo- Jogta avanz6 esa socialdemocracia hacia una revi- ‘son, que més tarde le fue echada en cara como aicién al marxsmo». La manera como se ele {ud en sus detalles semejante revision podemos ‘yerla, por ejemplo, en los discursos que durante las Jomadas criticas pronuncio el dirigente socialde- iécrata y diputado del Reichstag Ludwig Frank, ‘quien, por certo, cay6 muerto de un tro en la ca- beza en los combateslibrados en torno a Noisson- ‘court en septiembre de 1914; tenia 40 afios vse ha- Bia alistado como voluntario. «Pero nosotros, ‘compafieros sin patria, sabemos que, aunque hijas- {fos somes, sin embargo, hijos de Alemania y que fenemes que conquistamos nuestra patria, Tir ‘chando contra Ja reaccién, Cuando estalla una gue~ fra, también los soldados socialdeméeratas cum- plen a conciencia su deber» (29 de agosto de 1914). En esta instructiva frase se encuentran ya escon- didas como en una semilla las figuras de la guerra yy de la revolucién, que el destino tenia preparadas. ‘A quien desee estudiar en sus pormenores ¢sa us — ialéctica las colecefones de los periédicos y revis- tas progresistas que se publicaron en Alemania di. rante los afios de la guerra le brindan una gran cantidad de pequefios materiales. Ast es como ‘Maximilian Harden, director de la revista Die Zu. ‘kunfe (El porvenir] y tal vez el periodista més co rocidlo de la época guillermina, comenzé a armo- nizar su actividad publica con los objetivos propugnados por el Alto Estado Mayor. Sefalemos aqut, sélo por el interés que tiene como sfntoma, ue Maximilian Harden supo representar el radi- calismo de la guerra con iguales dotes de come. dliante con que més tarde representaria el radiea. lismo de la revolucién. ¥ ast es como la revista ‘Simplizissimus, que habia usado el arma del hu- ‘mor nihilsta para crear ambiente desfavorable contra el ejreito, igual que contra todos los demés ineulos, adopts en ese momento una acttud cho. Vinista. Por cierto que cabe sefialar que la calidad de esa revista disminuye en igual medida en que ‘aumenta en ella el elemento patristico — es deci, fen que abandona el campo donde esta su fuerte. Acaso sea en Ia personalidad de Rathensu donde de modo mas claro se manifiesta la esci- sidn interna que aqui impers: para quien se es. fuerce en hacer justicia a esa figura, Rathenau le confiere un rango trigico. ¢Cémo es posible que tun hombre como Rathenay, que fue movilizado en un grado significative, que intervino en la or. BanizaciOn de los grandes equipamientos bélicos Y que todavia poco antes del hundimiento habta 16 estado ocupado en el pensamiento de un elevan- tamiento en masas, cémo es posible que ese mismo hombre pudiera pronunciar la conocida frase de que la historia del mundo habria perdido su sentido si los representantes del Reich hubie- ran entrado en Berlin como vencedores por la Puerta de Brandenburgo?* En esto se muestra, ‘muy claramente cémo una movilizacin somete @ sf las capacidades técnicas de un ser humano, Pero es incapaz de penetrar en su micleo, _ Se El jbilo con que acogieron Ia derrota el ejér- cito secreto y el Estado Mayor secreto poseidos ppor el progreso en Alemania, mientras atin se en: frentaban al enemigo los tkimos guerreros, pa. ‘eci6 el jdbilo por una batalla ganada, El fue el mejor aliado de los eércitos del Oeste, que pronto rebasarfan el Rin; fue su caballo de Trova. La aceptacion del nuevo espiritu se expres en las ‘escasas protestas con que las autoridades estable- idas abandonaron precipitadamente sus puestos. slat yares eereertmaats Rana 47 No habia ninguna diferencia esencial entre quic- nes jugaban en un lado y quienes jugaban en el lado contrario. Ese es también el motivo de que en Alemania la revolucién se levase a cabo en formas relati- vamente inocuas, Asf es como los ministros so- cialdemécratas del Imperio guillermino pudieron ‘seguir jugando durante las jornadas decisivas con Is idea de mantener la Corona. Qué otra cosa po- dria haber significado eso sino un asunto de fa- cada? Hacia ya mucho tiempo que el edificio es- taba tan gravado con hipotecas progresistas que no quedaba Ia menor duda sobre quién era su cfectivo propietario, Pero atin hay otro motivo que hizo que la mu- tacién no se produjese en Alemania con tanto ar- dor como en Rusia, un motivo diferente de que fueran las proplas autoridades las que habfan pre- rparado tal mutaci6n, Antes hemos visto que en ‘Alemania una gran parte de las fuerzas progresis- ‘tas fue empleada por la conduccién de la guerra. La cantidad de movimiento gastada en eso no po- dia ser ya utilizada para la confrontacion interna, Para decitlo de manera personal: no es lo mismo {que suban al poder unos antiguos ministros que ‘una arstocracia revolucionaria forjada en el des- tierro de Siberia. ‘Alemania perdié la guerra ganando un mayor ‘espacio del Oeste, ganando la civilizacion, la li- bertad y la paz entendidas en el sentido de Bar- bbusse, Mas cémo podia aguardarse un resultado 118 diferente, si se habia asegurado con todo énfasis {que se participaba en esos valores y a ninguin pre- cio se habria osado llevar el combate fuera de quel «muro que cine a Europas. Eso habria pre- ssupuesto un alumbramiento més hondo de los va- lores propios, habria presupuesto otras ideas y ‘otros aliados. Con el optimismo del progreso y mediante él habria sido posible abrir galerias hhasta Ta substancia, como est apuntando ahora en Rusia, 8 ‘Si contemplamos el mundo que ha surgido de la catéstrofe — jqué unidad de accién, qué can- tidad de rigurosa logica historical Realmente el Gxito no habria sido mAs claro si todas las for- ‘maciones espirituales y materiales no pertene- cientes a la civlizacién que, rebasando el final del siglo 20x, han Uegado hasta nuestros dias hubie~ ran sido reunidas en un espacio reducido y se hu- biese abierto fuego contra ellas con todas los ca fhones del mundo. ‘Al viejo carillon del Kremlin lo han puesto a tocar la melodia de la Internacional. En Constan- tinopla los escolares deletrean In escritura latina fen vez de los antiguos arabescos del Corn. En Népoles y en Palermo policias fascistas regulan 19 de acuerdo con los principios de la disciplina cir- cculatoria moderna el tumulto de Ia vida meridio- nal. En los més Iejanos y todavia casi fabulosos paises del mundo se inauguran edificios destina- ‘dos a albergar Parlamentos. Sin cesar va aumen- tando la indole_abs “por fante_tambien “Hie de ada las reaciones Ramanan, pat — “Tat eed sido side por Un nacional fue, fiertemente impregnado, de elementos Constentes. En el fescnmo en el bolehevsmy oo Gf americanismo, en e senso, en lon tow Inientoe de los pucbos de color se dspone el pro. revo a cfecuaravances que hata ce poco se fubieran tnido por impenabes por asf deci, tras un cfoulo fecorido por la daléetea rt, ial, l progreso da‘un wueleo con el fin de-proe segit movimietiy aia leak se Sosa ‘tore Sd oripetand » someter sat os saablee Thestar. Son muchos los sitios donde ya casi se ha lesprendido la mascara humanitarista; en sit lu- gar aparece un fetichismo medio grotesco medio brbaro de la maquina, un ingenuo culto de la ‘téenica, ¥ eso estd ocurriendo precisamente en lu- gares en que Ia gente no posee una relacién di recta y productiva con las energias dindmicas, de cuya destructora marcha triunfal son mera expre- sign bélica los caftones de largo alcance y las es- ccuadrillas de combate equipadas con bombas, Si- 120 ‘multéneamente crece el aprecio de las masas; la Cantidad de asentimiento, de «pilblicor, estd con. virtiéndose en el factor decisive de la politica. En especial el socialismo y el nacionalismo son las dos grandes piedras de molino entre las cuales ti tura el progreso los restos del mundo viejo y fi. nalmente se tritura a sf mismo, Durante un es. ide tiempo que ha dursdo RET AE GSTS a TaSas Ta ilusign, ‘Sptica del derecho de suftagio; siempre parecia’ Biendo un seagio rete als exigencin del ote ero hay va qusdando Sada ver Tas Govern Sti desvanecGidose como ene las mance de hierro de unas tenazas. Es un espectéculo loco y ter ‘eaves de tas jas —nas masas de_conformacién, td tendiendo sus re- des ol Welgest, el Espiritu del Mundo. Cada unc 303 movimientos contribuye a su captura, au Smo E yaaa “especies de coaccién més fuertes ® ‘an i as neoge con Ia Bil El Dotory la Maer eta al acoeis dete 7 iipacb en een copacon 1a Mirada retrospectiva 23 de agosto de 1980 Casi a los cincuenta aflos de que apareciera teste escrito mfo, cuando hace ya mucho tiempo que vengo ocupindome en otras cuestiones, cabo de efectuar en él una revision, ahora defi nitiva. Dado que ha sido reimpreso a menudo, son varias las veces en que lo he revisado en el ceurso de los decenios. Lo que yo pretendta al so- ‘meterlo a esa prueba era liberar de sus circuns- tancias accidentales el nicleo substancia. ‘Al lector que lea sin prejuicios este escrito no se le escaparé que el citado micleo mantiene su vigencia tanto antes como ahora y que es posible ‘que contine manteniéndola durante mucho tiempo todavia. Los equipamientos bélicos de las potencias mundiales han adquirido unas dimen- siones planetarias; con ello esté en corresponden- cia el potencial de esos equipamientos. También Estados pequefios, cuando se encuentran en una situacién apurada, amenazan con recurrir a la ‘movilizacién total, como ha hecho hace poco Etiopia, por ejemplo. Es un concepto que ha pe- netrado en la politica, penetrado tanto en su po- lémica como también en la realidad. Todo el m2 ‘mundo se equipa bélicamente y todo el mundo le reprocha eso al otro, Se lo siente como un efreulo vicioso y a la vez se lo celebra en desfiles. Es manifiesto que lo que este escrito vio en st momento fue algo perteneciente al orden de los principios. Al quitarle al ntcleo su céscara lo que se pretende es liberar esa visiOn. Frente a ésta se toma secundaria la situacién existente entre las dos guerras mundiales, en especial la situacién de tun joven alemén tras cuatro afios de esfuerzos mortales y tras el Tratado de Versalles, Eso no modifica en nada el significado historico de esa situaci6n; para ella continia teniendo vigencia la primera version de este escrito. 123 Fuego y movimiento 1930 Era de aguardar que en la edad de la técnica sufriesen los medios y métodos de la conduecion {de la guerra unas modificaciones més répidas y radicales que todas las observadas con anteriori- dad en las mudanzas de los encuentros hostiles hnabidos entre seres humanos. Los grandes acon tecimientos han confirmado que estaban bien jus- tificadas las conjeturas que suponfan que la téc~ nica influiria en la confrontacién bélica, No faltaron desde luego sozpresas en el transcurso de la guerra mundial, pero las modificaciones ocu- rridas poseen una cierta constancia, de modo que ppuede decirse que, més que una alteracion sibita, {o que bubo fue una mera evoluci6n de los modos de combatir ‘También en la guerra ocurre lo mismo que en. todas las dems reas de la actividad humana: {que las corrientes conservadoras y las revolucio arias fluyen las unas al lado de las otras. La gente tiende a buscar el secreto de la victoria en Ja magia de las armas que la lograron, y tras g3- nar una guerra el ejército vencedor cree seguir Gisponiendo durante bastante tiempo de la receta 127 que garantiza el éxito. Por otro lado no existe ni ‘sin otro espacio en que la experimentacién re- sulte tan peligrosa como en el espacio de la gue. a, pues agut el destino influye sobre la vida con. ‘és fuerza que en todos los demas sitios y otorga lun significado decidido ¢ irrevocable a cada uno de los pasos que se dan, Eso hace que dé que pen sar toda innovacién que se apoye tan sélo.en con. sideraciones puramente tedricas y no posea un ‘buen ncleo de experiencia, De sht que los mé- todos y formas nuevos no sean lanzados al com. Date con esa impetuosidad que constituye el en. canto de las utopias militares aparecidas en gran niimero antes y después de la guerra mundial. Lo que por el contrario ocurre es que en la mayoria de Ios casos las armas nuevas o las mancras mo. dlificadas de combatir van incorpordndose a la fmagen de Ia guerra s6lo paulatinamente; lo ha- cen con titubeos y al principio quedan limitadas 8 escenarios pequetis, 4 Jo anterior se aface que Ia guerra es una si tuacién extraordinaria y que el empleo de las ar ‘mas queda interrumpido por largos periodos de paz. Es cierto que también durante ellos hacen progresos los equipamientos bélicos y la instruc ‘i6n; mas no son apeyados por esa experiencia Ia ‘mis viva de todas, que va incluida en los procesos ‘que se desarrollan en el campo de batalla. La experiencia bélica representa ciertamente “Rosin qué el soldado se forma dela guerra; pero 128 sprit et tnd Sree ter Teor Sore ea ce eibeninoarene es pe alee ae ee oe aetna yeas a | No cabe desconocer de todos modos un cierto retraso con que una época otorga expresién belica ‘2 sus medios. Asf es como trascurre un lapso de tiempo entre la invencién de la pélvora y el em- pleo de las armas de fuego, o entre el aprovecha- ‘miento de la fuerza del vapor y la aparicion de los primeros buques de guerra impulsados por m4. uinas. El adelanto que unos pueblos levan sobre ‘otros dentro de ese lapso de tiempo es casi siem. ‘pre exiguo, pero es un adelanto de naturaleza sig nificativa. Bl capital de experiencia bélica de que Ale. 129 mania disponia antes de Ia guerra mundial pro- tedia en lo esencial de la guerra franco-alemana Ge 1870, El espiritu de una tradicién victoriosa se expresaba en la confianza grande y justificada fque se tenfa en la fuerza de choque; y esa con- fianza hallaba su expresién en las concepciones sobre el combate entre tiradores en campo abierto, en la movilidad de la artillerfa, en el vigor de la caballeria y en el ideal estratégico de la ba talla global de aniquilacion, Por otro lado, sin embargo, los grandes avan- ces téenicos por los que se sefiala exe espacio de tiempo habfan producido también un aumento extraordinario del efecto de fuego y, en conse- fcuencia, de los medios de que dispone el defen- sor. La fuerza creciente que el fuego podia con- traponer al movimiento se hizo visible ante todo ten dos acontecimientos que se desarrollaron en Jos margenes de la civilizacién, pero que propor: cionaron un atisbo de las modificadss condicio- thes en que abria de producirse un encuentro en- tre ejéritos europeos, Ast es como ya en la guerra de los béers apuntaron una disolucién progresi- va de las masas combatientes y un meticuloso aprovechamiento del terreno. Los amplios espa los batidos desde posiciones de fuego invisibles ‘produjeron ese paisaje monétono y peligroso cuya atmésfera ha sido calificada de «vacfo humano» el campo de batalla. De modo iin més pene- trante resaltaron los efectos del incremento del fuego en la guerra ruso-japonesa, En los campos 130 de batalla de Manchuria se delinearon ya, incluso fen sus detalles, las condiciones de la guerra de pposiciones, una guerra que tiene como caracteris- tica propia el que ambos adversarios, aun encon- trdndose en posesi6n de un maximo de fuego, son casi incapaces de moverse. "En la guerra mundial continda aumentando de manera gigantesca esa desproporcién entre un tfecto modificado de las armas, por un lado, y, por ot, unas formas de movimiento que todavia ho se habfan adaptado a tal efecto y mucho me- nos atin podian serle superiores. Tres son las grandes fases que se destacan las unas de las ‘otras en la guerra mundial. En la primera se Busca en vano lograr la decisién mediante el mo- vimiento de viejo estilo. La segunda fase se sefala por el dominio absoluto del fuego. En Ia tercera ‘apuntan esfuerzos tendentes a conseguir con mé {todos nuevos que el movimiento vuelva a fir sas tres fases no se suceden cronolégica- mente, sino que, antes bien, pese a ser distintas fen cuanto a su sentido, aparecen en maltiples va~ Fiantes las unas al lado de las otras. Asf es como 2 extiende a lo largo de toda la campafia esa gue ra de movimiento que correspondia a las nocio fnes que se tenfan cuando estall6 el conflicto. La Giversidad de las acciones opuestas en cada uno de los escenarios hace posible poner en movi- Iniento una y otra vez los frentes. En Rusia, en los Baleanes e incluso en Italia la guerra de posicio~ nes aparece sélo como una pausa que puede ser 131 {nterrumpida fécilmente por un nuevo movie ‘miento de avance, siempre que se disponga de la fuerza suficiente. Pero en aquellos sitios donde la guerra se libra con todos los medios de una téo- nica de gran estilo, en el escenatio decisivo, esto es, en el frente occidental, los acontecimientos van desarrolldndose de conformidad con unas le. yes rigurosas y las tres fases de la conduccién de Ja guerra brotan la una de la otra de manera di- recta y sucesiva, En el frente occidental la rigidez de los frentes Teemplaza muy pronto a esa guerra de movi. ~ miento que correspondia a los conceptos tradieio rales. Fy aatcllos sitios donde los jovenes regi- 7 noe ete: ube ema yg de komo uuadoe as, como ovusre en Piindes, 0 las tropas .etera- nas y bien entrenadas, al intentar volver a avanzar fen profundidad en algunos sectores del frente, uedan clavadas al suelo ya a los pocos kiléme: tos, lo que se pone de manifiesto es lo siguiente: 1a torpeza que empieza a paralizar el movimiento no puede ser explicada ni por una falta de espirita E por una falta de voluntad, sino dnieamente por la propia cualidad del movimiento, que ya no est fs la altura de la incrementada fuerza gravitatoria lel fuego. A ese sortilegio sucumben no s6lo los jércitos alemanes — tampoco el élan francés ni la sangre fria inglesa son ya capaces de rebasar la zona de llamas cada vez mas densa y mortal que se les enfrenta, 132 ‘Comienza entonces la lucha de posiciones; en ella la creciente pesadez que se apodera de la gue ‘a spunta en el hecho siguiente: durante afios aparecen una y otra vez en los comunicados mi litares los nombres de las mismas aldeas, de los ‘ismos bosquecillos, de as mismas corrientes de ‘agua, seal de que para rodas las partes las ga nancias disminuyen en la misma proporcién en que se vuelven mas duras las pérdidas. La fuerza sravitatoria del espacio de fuego llega a ser tan significative que el supremo esfuerzo realizado por grandes imperios se agota en la conquista de lunos pedazos de tierra devastados, d unos bos quecillos destrozios, de unas aldeas aniquiladas, Cineu sroe nies no isto sande” «Je leon As bibs wore as de ioe gtaries qersicoe que low Estados tenfan en disponibilidad: al contrario, esas fuerzas se multiplican. Pero se parecen a un peso al que un contrapeso mantiene en suspen- sion, El fel de esa balanza lo constituye la «tierra de nadier, una estrecha franja de terreno cuya an: chura es a menudo menor de cien metros, pero ‘que se vuelve infranqueable, Y en los sitios donde lunos atacantes vestides con uniformes de color cagui 0 de color terroso consiguen rebasar esa franja tras unos preparativos cada vez més cui- ddadosos, que constituyen un escarnio de todas las leyes de la economfa bélica, lo que se abre ante ss ojos es la profundidad del espacio enemigo, un medio que se halla dotado de una resistencia elistica y que grava con pesos de plomo cada uno 133 = de los pasos. Ya a las pocas horas, lo mas tarde alos pocos dias, lo que vuelve a estar ante las mi tadas de los atacantes es aquella franja solitaria, arviostrada con alambradas. La balanza tiembla por un lapso de tiempo cada vez ms breve, sus ‘oseilaciones poseen un significado cada vez me- nos decisivo, cualesquiera que sean las cargas que se pongan en sus platillos. ‘Los pesos empleados son masas de material fabricadas con una tensién cada vez mayor por Jos turos de trabajo técnico de los grandes Es- + tados industrializados. El sentido de la estrategia parece haberse vuelto fill; dado que ya no es po- sible batir en campo abierto al adversario, lo que se quiere es aplastarl. Surge de esa nde Ja batalla dde'materal, Ta imagen de un despliegue de ener ‘las técnicas enorme, pero cuyo efecto es incapaz de ir ms alld del mero éxito tdctico. En esas ba tallas el incremento del fuego aleanza unas pro- pporciones nunca antes sospechadas. Las artille- Fas crecen y erecen hasta convertirse en parques de asedio; el nimero y el calibre de sus bocas de fuego aumentan sin cesar; su efecto se intensifica no s6lo por el mayor gasto de municin, sino también porque apunta a blancos quietos, li rmitados. Asf es como surgen los nuevos concep- tos de fuego de barrera, fuego de exterminio, fuego de tambor. El empleo de los gases multi- plica Ia densidad del fuego, pues el gas penetra incluso en los éngulos muertos y en los refugios, 134 lugares a los que no legan los tiros hechos con rmetales. En igual proporcién aumenta Ia fuerza de fuego de la infanteria. También ella es capaz de desplegar en medida creciente un efecto art Ilero; aparecen las granadas de mano, los cafiones de infanteria, los lanzaminas, los lanzagranadas, Jos morteros de trinchera. El efecto de fuego de la mera infanteria queda reforzado no sélo por Ia rmultiplicaciOn de las companias de ametrallado- yas, sino también por el equipamiento incluso de fmupos de infantes con ametralladoras ligeras y més tarde con metralleas. En cambio la tercera ‘arma principal, la caballera, el arma clésica del movimiento de avance y de la persecucién, pierde significado, realiza tareas que corresponden a ftras clases de armas 0 busca escenarios de rango fnferior, Lo que apunta en el hecho de que nu ‘merosos oficiales de caballerfa se pasen a Ja tropa de los aviadores es lo siguiente: el afan de movi- imiento intenta apoderarse de unas formas nue- was, adecuadas a nuestro tiempo, y la hucha por el dominio ha de brarse con otros medios. ‘Pasa bastante tiempo hasta que se reconoce que es insoluble el problema de acumular miasas Je material contra masas de material. Los aftos de {1915, 1916 y 1917 estan Henos de tentativas de ese género, cada vez més costosas. El trabajo de Ia in- ‘Gustria tene como objetivo producir fuego y més fuego en el frente, un fuego cada vez més intenso. En esta fase la cantidad de movimiento parece de- 135 pender ciertamente de la cantidad de fuego. En los sitios donde las tropas se mueven hacia de- Tante, lo hacen amparadas bajo cascos y campa nas de fuego y no pueden salirse de su area de proteccién, de igual manera que tampoco los bur 208 pueden abandonar su armadura en el ele~ ‘mento de la presién mortal. Y cuando pretenden lograrlo por la fuerza, sobrevienen catdstrofes, Ast = como la ofensiva del general Nivelle, nacida de Ja voluntad de movimiento a toda costa, leva al ejército francés al borde del desastre. Las grandes batalla libradas en Verdun, en el Somme y en Flandes desfallecen tras unos menguados éxitos iniciales, unas estrechas rupturas del frente, unos ‘cuantos entrantes exteriores, la conquista de al. sgunos fuer"'s, un lento ir royendo hacia delante el frente, operacién que causa muchas bajas. El movimiento busca objetivos cada vez més préxi- ‘mos, periferias de aldeas, trozos de trincheras, Puntos aislados del terreno; se produce tras patt, sas cada vez més largas y, por asf decir, queda cloroformizado por el fuego. Este tiene la prople- dad de apoyar en medida mucho mayor la de- fensa que el ataque. Ast es como unas pocas ame tralladoras emplazadas en una zona casi desprovista de defensores hacen fracesar ofensi- vas preparadas por un millar de cafones. En conexién con las tentativas de alcanzar, de- tds del «rodillo de fuego» que pasa por encima e las posiciones fijas, el campo abierto, el esse nario de un movimiento més libre, surge la ima- 136 gen de una batalla tan monétona como extrafia, de una batalla en que de los dos elementos del combate es el fuego el tnico que ha quedado. Se ‘ha renunciado a avanzar, lo que se hace es

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