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28 El Gigante baj las escaleras corriendo con gran jbilo y sali al jardn. Lo
cruz deprisa para acercarse al nio. Cuando estuvo junto a l, su cara enrojeci
de ira, y dijo:
Quin se ha atrevido a herirte?
Pues en las palmas de las manos del nio y en sus piececitos se vean las huellas
de dos clavos.
Quin se ha atrevido a herirte? grit el Gigante. Dmelo. Ir a coger mi
gran espada y le matar.
No! respondi el nio. Estas son las heridas del Amor.
Quin eres? le pregunt el Gigante. Un extrao temor se adue de l, y
cay de rodillas ante el pequeo.
El nio le sonri al Gigante y le dijo:
Una vez me dejaste jugar en tu jardn. Hoy vendrs conmigo a mi jardn,
que es el Paraso.
Cuando los nios llegaron aquella tarde, encontraron al Gigante muerto bajo
el rbol, todo cubierto de flores blancas.